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Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel

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Lo mismo puede decirse de lo que trae consigo vivir mucho tiempo en un<br />

estado de paz asegurado. La consecuencia de ello es que tendemos a olvidar lo<br />

que eso significa y olvidamos el fantasma de la guerra.<br />

Ello quiere decir, siguiendo el pensamiento de la índole dialéctica de los<br />

valores, propuesto por Scheler, que los valores necesitan de esa fricción con lo<br />

contrario, con el anti-valor o dis-valor, con el fin de mantenerse vivos. Más aún,<br />

los valores requieren del dis-valor, de su presencia actual, o al menos, potencial,<br />

para mantener su vigencia: así el bien tiene sentido en la medida que hay el mal,<br />

y lo mismo la justicia respecto de la injusticia.<br />

De alguna manera este pensamiento está anticipado por Heráclito en<br />

términos de lo que sería la lucha de los contrarios, que todas las cosas y la vida<br />

misma se constituye a partir de la contrariedad. No hay lo fuerte sin lo débil, lo<br />

justo sin lo injusto, lo bueno sin lo malo. Con Max Scheler, diríamos, que se<br />

agrega a lo planteado por Heráclito la consideración propiamente dialéctica de la<br />

negación. La negación es constitutiva del fenómeno. El disvalor, el antivalor,<br />

mantiene vivo al valor, no menos que la policía se mantiene viva con la<br />

delincuencia, y si no hay delincuencia, el aparato policial tiende a decaer, a dormir<br />

el sueño de los justos.<br />

En los procesos cósmicos advertimos lo mismo, en los que claramente se<br />

advierte como el carnívoro vive del herbívoro, el fuego del aire, la propia vida de<br />

la muerte de los individuos, que permite la conservación de las especies.<br />

Este pensamiento es interesante a la vez porque pone claramente en<br />

conexión procesos cósmicos con procesos del mundo espiritual, como es lo que<br />

corresponde a los valores y lo ético. Podríamos decir que así como en los<br />

procesos cósmicos, sobre todo a nivel químico y físico se dan procesos de<br />

combustión, así también en los valores, puesto que aquello que los enciende y<br />

acrecienta es su contrario. Ello tiene también una expresión contundente en la<br />

política. La contrariedad alimenta movimientos sociales y políticos que por lo<br />

general tienen más fuerza con sus reclamos bajo la opresión de regímenes<br />

autoritarios que en democracia.<br />

352.¿Es posible una “ética puramente empírica”?<br />

Uno de los ejemplos más decidores de la determinación de la dimensión ideal en<br />

el plano ético corresponde al libro, a través del cual Schopenhauer ganara en su<br />

época un premio otorgado por la Academia Danesa de las Ciencias: El<br />

fundamento de la moral, de 1840. En esta atractiva obra Schopenhauer<br />

comienza por reclamar contra los excesos de la ética idealista que nos habla del<br />

bien y la justicia, marchando los asuntos humanos completamente a contrapelo,<br />

los cuales se debaten en guerras, abusos y toda suerte de crímenes,.<br />

En aras de encontrar entonces un fundamento convincente para la moral,<br />

él opta entonces por el desarrollo de una así llamada "ética empírica". La primera<br />

tarea que, consecuentemente con ese objetivo, emprende nuestro autor, es ir a<br />

los hechos mismos, para lo cual comienza por clasificar las acciones humanas<br />

concretas, con el fin de descubrir en ellas alguna que cumpla con el requisito de<br />

representar el buscado fundamento de la moral. El clasifica las acciones<br />

humanas, según el fin que se persigue en ellas. Ellas son acciones egoístas,<br />

cuando ese fin es nada más que el bien de sí mismo; malévolas, cuando se<br />

persigue el mal ajeno; y altruístas, cuando se persigue el bien ajeno. Unicamente<br />

en estas últimas estaría el anhelado fundamento moral, las cuales, por otro lado,<br />

las concibe Schopenhauer con exigencias extremas propias más bien de la

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