Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel

1.Homo sacer; 2.Animal racional; 3.Hecho a imagen y semejanza de Dios;
4.Antropocentrismo; 5.Sujeto finito; 6.Sujeto activo; 7.Sujeto volitivo. 8.Sujeto
individual; 9.Proyección; 10.Sujeto frágil.
Concluyamos nuestras aclaraciones preliminares, diciendo que en la
quinta concepción – la del sujeto finito – el hombre se entiende desde el idealismo
alemán por contraste, en su finitud, con el sujeto absoluto y divino. El hombre se
entiende aquí nada más que como resultado de una evolución cósmica presidida
por la razón o espíritu universal (Hegel).La sexta concepción – del sujeto activo –
la representan Fichte y Marx. Con Fichte es la razón práctica que rige la acción la
que recién le da una justificación y un sentido a la razón teórica, y no al revés.
Con Marx el hombre es concebido como trabajador y lo que lo que determina es
fundamentalmente la producción. El sujeto volitivo, determinado por la voluntad,
representado por Schopenhauer y Nietzsche corresponde a nuestra séptima
concepción. La octava expresa el giro hacia un sujeto individual y no más el
hombre considerado abstractamente, siendo iniciada por Kierkegaard. La novena
concepción antropológica corresponde al hombre como proyección, y este
camino ha sido desbrozado por Jaspers y Heidegger. Y la décima es la del sujeto
frágil, lábil o débil, que, entre otros, ya sólo es capaza de atenerse a “mínimos
morales”, y aquí Ricoeur y Vattimo valen como sus portavoces.
343.Cómo somos actores en la historia y la pasión por una mujer.
Nietzsche observa nuestro ser histórico como fundamentalmente atado al
pasado y la tradición, con la moral, el derecho y distintas instituciones
establecidas, que más bien frenan y coartan el que la humanidad se pueda
abrir a nuevas posibilidades futuras. Es por ello que él entiende que lo
genuinamente histórico, tendría que provenir de un estado a-histórico del
hombre, en que sucede que éste actúa sin estar su acción mediatizada por el
pasado, ya que éste es una cadena que arrastramos. Es por ello que también
es necesario el olvido que entonces va aparejado con lo a-histórico. El
siguiente pasaje de Nietzsche es clarificador al respecto:
“Es cierto: recién gracias a que el hombre pensando, volviendo a pensar,
comparando, distinguiendo, concluyendo, delimita aquel elemento a-histórico,
recién gracias a que al interior de aquella nube vaporosa que encierra, surge
un brillo de luz claro y refulgente, esto es, recién gracias a la capacidad de
utilizar lo pasado para la vida y hacer nuevamente historia de lo ocurrido, se
hace el hombre hombre: pero en una sobredimensión de historiografía nunca
habría comenzado ni se habría atrevido a comenzar. ¿Dónde se encuentran
acciones, que el hombre pueda realizar, sin haberse introducido antes en
aquella capa de vapor de lo a-histórico?” (p. 252-253).
El pensador de Sils-Maria pone un ejemplo de esto, hablándonos de la
pasión, ya sea la de alguien que tiene una pasión por una mujer, por un
pensamiento, y por lo que agrega más adelante, por una acción, y ésta es una
pasión que lo tumba y lo arrastra, y que trastorna todo su mundo. Este hombre
es en esa situación ciego para lo que hay detrás y sordo para lo que hay al
lado, como si se tratara de un “ruido opaco y sin significación”. Tan atrapado
está en su obsesión que únicamente lo que la ocasiona se le presenta colorido,
sonoro, brillante y le mantiene ocupados todos sus sentidos. A su vez, todos
los juicios de valor que hasta ese momento han regido sobre él son
modificados y desvalorizados y se pregunta cómo así hasta el momento él ha