Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel

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09.05.2013 Views

una parte Eros, entendido aquí como una fuerza cósmica de atracción y concordia, y que podemos llamar tanto amor como amistad, y Eris, a su vez como una fuerza cósmica, pero de disputa, de enfrentamiento, de guerra, de discordia. Atendamos aquí también a la relación de las palabras 'con-cordia' y 'dis-cordia' con 'cor', 'corazón'. En este sentido, concordia aludiría a un corazón en armomía consigo mismo y discordia a un corazón dividido, disarmónico. Vistas las cosas en esta perspectiva metafísica, ¿será que lo que vivimos como amor, amistad, odio y enemistad, no son más que unas determinaciones de origen cósmico que de pronto se manifiestan en nosotros? 315.Las clases de amistad según Aristóteles. En el Libro VIII sobre la amistad de la "Etica Nicomaquea" de Aristóteles sostiene él que hay tres clases de amistad: la amistad por placer, por utilidad, y la verdadera amistad, que perfilaremos en lo que sigue. Por de pronto un carácter les es común a estas tres: la reciprocidad, mas podría agregarse, que a su vez la verdadera expresión de reciprocidad se da únicamente en la verdadera amistad. Entendamos lo dicho siguiendo al filósofo griego: "/.../ los que se testimonian mutuamente una amistad, fundada en la utilidad que ellos puedan sacar de ella, no se aman por sí mismos, sino en la esperanza de conseguir el uno del otro alguna ventaja. Lo mismo hay que decir de aquellos cuya amistad se funda en el placer; no es por su naturaleza profunda por lo que ellos hayan gusto en las personas de espíritu refinado, sino únicamente por el agrado que hayan en ellos. / Así, pues, amar a causa de la utilidad es sentir afecto en otro a lo que de forma personal es ventajoso; amar a causa del placer es sentir afecto a otro por lo que personalmente es agradable; en una palabra, uno no ama a su amigo porque él es él, se le ama en la medida en que él es útil o agradable" (1155 b). En la verdadera amistad sucede pues que yo soy amigo de él o de ella por ser él o ella. Si la razón de mi vínculo es el placer o la utilidad, estamos entonces ante pseudoformas de amistad, o, más bien habría que precisar, siguiendo el pensamiento de Aristóteles, se trata de un cierto tipo de relaciones absolutamente necesarias para la organización de la sociedad, pero que no constituyen la verdadera amistad. El Estagirita ve claramente la necesidad de estos vínculos en que el elemento de unión es compartir el placer o la recíproca utilidad o beneficio. Pero justamente aquí es donde la verdadera reciprocidad no se da cabalmente: ella es únicamente posible en la verdadera amistad. De pronto el placer y el agrado lo experimenta más que nada uno solo, como uno solo también puede ser el que obtiene ciertos beneficios utilitarios de la relación. Aristóteles pone con ello una valla alta para la amistad, y lo que cabe destacar es que esta valla está dada por la esencia misma del fenómeno. Justo lo esencial de la amistad es el apreciar al otro en cuanto tal y esto de manera recíproca, y no en función de alguna cualidad específica de la otra persona. Ello se subraya aun más en las siguientes palabras de Aristóteles: "Estas amistades no nacen, pues, más que de circunstancias accidentales; no es, pues, por lo que él es en verdad por lo que se ama al amigo, sino en tanto que él es capaz de procurar en un caso ciertas ventajas y en el otro algún placer. Resulta de ello que las amistades de esta clase son débiles y frágiles, siendo también mudables los que las experimentan; el día en que los amigos no nos son ya ni útiles ni agradables dejamos de amarlos. Por lo demás, lo útil mismo es susceptible de cambios según las circunstancias. Al desaparecer la causa de la

amistad, desaparece también ella, ya que ella no tenía más que este único fundamento" (1156 b). 316.Elección y exclusividad en la amistad. Tanto el amor como la amistad exigen elección y exclusividad. En efecto, tanto a la pareja como a los amigos los elegimos, y por otra parte, si bien la exclusividad en el amor es mayor que en la amistad, sin embargo, igualmente resulta irrisorio decir que uno es amigo de una multitud. Aunque de pronto sintamos un sentimiento así, como que nos dan ganas de abrazar a todo el mundo sin distinciones de clase, prestigio y poder, y aunque éste sentimiento que puede embargarnos en algunas ocasiones es por cierto muy noble, sin embargo no es justamente la amistad la que se expresa allí, sino algo así como un sentir erótico de unión cósmica con nuestros congéneres, como que al fin y al cabo provenimos de un mismo tronco, y, por mucho que las alambradas y toda suerte de barreras del mundo nos separen, y tan solamente la muerte nos una (como en el poema de Jorge Manrique), podemos, pese a ello, retornar de pronto en vida a esa unión simbiótica. En distintos rituales de la época que el filósofo rumano de nuestro siglo - Mircea Eliade - llama como la del "hombre arcaico" se practicaba esta unión colectiva, incluso invirtiendo las jerarquías sociales, de tal manera que el que ocupaba un estrado superior dentro de la tribu, durante el ritual festivo ocupaba uno inferior, y viceversa. En Occidente ello ha tenido su correlato en la así llamada “fiesta de los locos” de orígenes medievales. Volviendo a la relación entre amor y amistad, ya hemos dicho que hay un punto en que ambas se separan radicalmente, y es que la amistad requiere de la reciprocidad, mientras que yo puedo estar enamorado de alguien que a su vez no lo está de mí en absoluto. Otra diferencia: el amor nace de un golpe de vista, lo cual – de acuerdo con Stendhal - no significa que en ese primer golpe, en esa visión fotográfica, en ese flechazo ya esté el amor por entero ahí y como ya consumado, sino que a partir de ello nace un vínculo amoroso en estado larvario; la amistad, en cambio, requiere de tiempo, es un "trabajo", una siembra a veces de toda la vida. Constituye un pensamiento tremendamente lúcido de Aristóteles aquella afirmación de que la verdadera naturaleza de la justicia es, en el fondo, la amistad. La filía ('amistad' en griego) se constituye, de este modo, en un ideal ético y político para la construcción de una sociedad armónica y plena. Y la verdadera amistad es la que Aristóteles describe como amistad por virtud, teniendo en cuenta en ello que entonces nos hacemos amigos única y exclusivamente en función del ser del otro. En razón de ello, cualifica el filósofo la amistad por virtud en un íntimo vínculo con el bien, dado que se trata precisamente de querer el bien del otro. Y esto a su vez es únicamente posible en la medida que, por decirlo así, desde mi propio bien quiero el bien del otro, y viceversa. Como vemos, es en este plano esencial donde actúa la semejanza: que lo semejante atrae a lo semejante. Tomando en consideración estos aspectos, Aristóteles cualifica de la siguiente manera la así llamada “amistad por virtud”: "La amistad perfecta es la de los buenos y de aquellos que se asemejan por la virtud. Ellos se quieren mutuamente el bien en el mismo sentido, ya que ello ocurre en tanto que ellos mismos son buenos; ahora bien: su bondad les es esencial. Pero querer el bien de sus amigos por su propia persona es alcanzar la

amistad, desaparece también ella, ya que ella no tenía más que este único<br />

fundamento" (1156 b).<br />

316.Elección y exclusividad en la amistad.<br />

Tanto el amor como la amistad exigen elección y exclusividad. En efecto, tanto a<br />

la pareja como a los amigos los elegimos, y por otra parte, si bien la exclusividad<br />

en el amor es mayor que en la amistad, sin embargo, igualmente resulta irrisorio<br />

decir que uno es amigo de una multitud. Aunque de pronto sintamos un<br />

sentimiento así, como que nos dan ganas de abrazar a todo el mundo sin<br />

distinciones de clase, prestigio y poder, y aunque éste sentimiento que puede<br />

embargarnos en algunas ocasiones es por cierto muy noble, sin embargo no es<br />

justamente la amistad la que se expresa allí, sino algo así como un sentir erótico<br />

de unión cósmica con nuestros congéneres, como que al fin y al cabo<br />

provenimos de un mismo tronco, y, por mucho que las alambradas y toda suerte<br />

de barreras del mundo nos separen, y tan solamente la muerte nos una (como en<br />

el poema de Jorge Manrique), podemos, pese a ello, retornar de pronto en vida a<br />

esa unión simbiótica.<br />

En distintos rituales de la época que el filósofo rumano de nuestro siglo -<br />

Mircea Eliade - llama como la del "hombre arcaico" se practicaba esta unión<br />

colectiva, incluso invirtiendo las jerarquías sociales, de tal manera que el que<br />

ocupaba un estrado superior dentro de la tribu, durante el ritual festivo ocupaba<br />

uno inferior, y viceversa. En Occidente ello ha tenido su correlato en la así<br />

llamada “fiesta de los locos” de orígenes medievales.<br />

Volviendo a la relación entre amor y amistad, ya hemos dicho que hay un<br />

punto en que ambas se separan radicalmente, y es que la amistad requiere de la<br />

reciprocidad, mientras que yo puedo estar enamorado de alguien que a su vez no<br />

lo está de mí en absoluto. Otra diferencia: el amor nace de un golpe de vista, lo<br />

cual – de acuerdo con Stendhal - no significa que en ese primer golpe, en esa<br />

visión fotográfica, en ese flechazo ya esté el amor por entero ahí y como ya<br />

consumado, sino que a partir de ello nace un vínculo amoroso en estado larvario;<br />

la amistad, en cambio, requiere de tiempo, es un "trabajo", una siembra a veces<br />

de toda la vida.<br />

Constituye un pensamiento tremendamente lúcido de Aristóteles aquella<br />

afirmación de que la verdadera naturaleza de la justicia es, en el fondo, la<br />

amistad. La filía ('amistad' en griego) se constituye, de este modo, en un ideal<br />

ético y político para la construcción de una sociedad armónica y plena. Y la<br />

verdadera amistad es la que Aristóteles describe como amistad por virtud,<br />

teniendo en cuenta en ello que entonces nos hacemos amigos única y<br />

exclusivamente en función del ser del otro. En razón de ello, cualifica el filósofo la<br />

amistad por virtud en un íntimo vínculo con el bien, dado que se trata<br />

precisamente de querer el bien del otro. Y esto a su vez es únicamente posible<br />

en la medida que, por decirlo así, desde mi propio bien quiero el bien del otro, y<br />

viceversa. Como vemos, es en este plano esencial donde actúa la semejanza:<br />

que lo semejante atrae a lo semejante. Tomando en consideración estos<br />

aspectos, Aristóteles cualifica de la siguiente manera la así llamada “amistad por<br />

virtud”:<br />

"La amistad perfecta es la de los buenos y de aquellos que se asemejan<br />

por la virtud. Ellos se quieren mutuamente el bien en el mismo sentido, ya que<br />

ello ocurre en tanto que ellos mismos son buenos; ahora bien: su bondad les es<br />

esencial. Pero querer el bien de sus amigos por su propia persona es alcanzar la

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