Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel

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09.05.2013 Views

Metafísica de las costumbres de Schopenhauer, basado en alguna de las Lecciones que diera en la Universidad de Berlín en 1820, universidad en la que en todo caso sólo alcanzó a estar unos seis meses, leemos en torno a la decisión el siguiente pensamiento, que seguramente tiene que haber estado muy influenciado por la propia decisión que a él le cupo tomar en vida: “Porque, así como nuestro camino físico en la Tierra siempre es una línea y no una superficie, así en la vida debemos empuñar algo uno y quierer poseerlo, dejando mucho a un lado a izquierda y derecha, renunciando a ello. No nos podemos decidir, sino como los niños en el mercado, nos decidimos por todo lo que nos impresiona al pasar, entonces éste es el anhelo equivocado de convertir la línea de nuestro camino en una superficie; a la postre andamos zigzagueando, encandilados por fuegos fatuos, erramos en una dirección y en otra, y no alcanzamos nada. El que quiere ser todo, no puede ser sino nada” (64). Y en la última comunicación del padre, de Noviembre de 1804, ya cuando han retornado del largo viaje de un año y medio, y a un año de su muerte (que nunca ha quedado claro si fue un suicidio o no), le dice éste a su hijo: “Y en lo que concierne al andar derecho y el permanecer sentado, así te aconsejo que a cada cual con el que te relaciones ler solicites que te de un golpe cada vez que te extravíes irreflexivamente en grandes asuntos. Así han procedido los hijos de príncipes, sin intimidarse ante el dolor por corto tiempo, evitando de este modo andar por el mundo como palurdos”. La impronta del padre en Arthur Schopenhauer, pese a haber representado el camino opuesto al suyo, fue definitiva, siempre lo admiró, y, sin embargo, con Johanna, su madre, que lo instó a tomar la decisión final por las humanidades, tuvo una relación conflictiva de por vida. 305.El trabajo y el ejercicio de la libertad. Compartimos con los animales el estar absolutamente en dependencia de la satisfacción de necesidades naturales; de otro modo no sobrevivimos. El trabajo en buena parte está también bajo esta determinación; trabajamos para satisfacer esas necesidades. En ello el ejercicio de nuestra libertad es bastante mínimo, mas sí se manifiesta un cambio decisivo, cuando el trabajo se desliga de lo necesario, de lo que al menos para sobrevivir no es justamente necesario, por lo tanto, cuando se refiere a lo superfluo. Y así como con ello se dispara el fenómeno del trabajo e inicia un proceso de crecimiento con incalculables posibilidades de desarrollo, así también nuestra libertad la ejercemos de un modo a la vez más radical y amplio. Eugen Fink advierte en ello parejamente cierta conexión con la fiesta, la celebración, el culto. Justamente al celebrar el hombre la naturaleza y su pertenencia a ella, tanto atendiendo a lo que ella ofrece como deniega, el hombre celebra el trabajo. Escuchemos a Fink reflexionar sobre esto: “El hombre está embarcado en la naturaleza animal, en el tumulto salvaje alborotado de lo vivo, donde cada criatura procura introducir en la propia trama al ente extraño, por decirlo así, viviendo permanentemente del robo. Sólo que esta absorción y aplicación de cosas extrañas no acontece en la instintividad sorda, ciega, como en el caso de los otros seres vivos. Las “necesidades naturales” de su vida senso-corpóreas están iluminadas de acuerdo al sentido, llevan consigo una significatividad profunda, simbólica; ellas son modos de un trato mágico-comprensor con los elementos, “encarnaciones de la tierra”, una comunión de la criatura expuesta con el fondo materno del cual no se puede nunca escapar, ni eludir, que nos sobreviene con cada

ocado, con cada sorbo. En la no rendición de cuenta de las necesidades fundamentales damos testimonio de nuestra pertenencia a la naturaleza elemental, pero sabemos que este pertenecer y este saber nos separa de la planta y el animal, y le da la intimidad de un sentir comprensor a nuestra relación con la naturaleza. En el culto está sostenida y conservada, en una gestualidad ritual, la apertura comprensora originaria del hombre para la naturaleza que lo domina; el culto tan sólo hace explícito lo que es vital como devoción incipiente de la naturaleza en el trato humano con las cosas; el culto asciende a lo festivo lo que diariamente es la realidad vital humana, expresa la profundidad del sentimiento que de otro modo palidece en la cotidianidad. Es muy significativo el hecho de que las acciones rituales se realicen de manera múltiple en formas estilizadas de satisfacción de necesidades humanas: en la celebración del festín, en lavativas, en gestualidades eróticas. El contenido permanente que hay en la simple partición del pan es inimaginable. Arrancando de la apertura del hombre para su necesidad y, al mismo tiempo, para la naturaleza dadivosa o denegadora, surge la motivación de sentido del trabajo, que es concebido y practicado como giro necesario de las necesidades. Pero con ello se conecta, gracias a la fantasía humana, gracias a la imaginación, una continuación de los requerimientos más allá de las necesidades naturales: la generación de las necesidades de lujo, que renovadamente motivan nuevos trabajos y a los cuales ellas dan curso. Y finalmente se llega a una motivación completamente nueva del trabajo, a saber, a partir del sentimiento de poder de la libertad humana. El hombre trabaja porque tiene que apaciguar necesidades elementales, cambiar las necesidades — pero también porque en el trabajo él puede efectuar su poder libre, porque puede gozar plenamente de su fuerza creadora”. 306.Indignación de Stendhal relativa al matrimonio por conveniencia. En 1822, cuando aparece el libro Del amor de Stendhal, había caído Napoleón hace ya unos siete años. Francia se encontraba en la Restauración con los Borbones de vuelta a la regencia de la nación. Mas, en este libro hay anotaciones y reflexiones tomadas desde muchos años atrás, como lo que se advierte en el siguiente relato, en que Stendhal cuestiona ciertas uniones maritales de su época: "Esta tarde, 17 de febrero de 1790, acabo de ver/.../lo que llaman una ceremonia de familia, es decir, unos hombres que pasan por honestos, una sociedad respetable, celebrando la felicidad de mademoiselle de Marille, muchacha bella, inteligente, virtuosa que tiene la suerte de casarse con monsieur R., viejo achacoso, repugnante, grosero, imbécil, pero rico, y al que ella ha visto hoy por tercera vez al firmar el contrato. / Si algo caracteriza un siglo infame, es semejante motivo de triunfo, es la ridiculez de semejante alegría, y, en perspectiva, la crueldad mojigata con que esta misma sociedad derramará el desprecio a manos llenas sobre la menor imprudencia de una pobre mujer joven y enamorada" (p. 132). Según advertimos, hay indignación, repulsión, pero también impotencia en las palabras de Stendhal, ya que dejan ver como este tipo de uniones estaban completamente arraigadas, eran una costumbre social. Aunque seguramente, habría que agregar, es precisamente gracias a voces que se alzan, como la de él, que esa costumbre comenzó paulatinamente a quedar sepultada en el pasado (aunque sería ingenuo pensar que del todo). Hoy en día, como en todo tiempo,

Metafísica de las costumbres de Schopenhauer, basado en alguna de las<br />

Lecciones que diera en la Universidad de Berlín en 1820, universidad en la que<br />

en todo caso sólo alcanzó a estar unos seis meses, leemos en torno a la decisión<br />

el siguiente pensamiento, que seguramente tiene que haber estado muy<br />

influenciado por la propia decisión que a él le cupo tomar en vida:<br />

“Porque, así como nuestro camino físico en la Tierra siempre es una línea<br />

y no una superficie, así en la vida debemos empuñar algo uno y quierer poseerlo,<br />

dejando mucho a un lado a izquierda y derecha, renunciando a ello. No nos<br />

podemos decidir, sino como los niños en el mercado, nos decidimos por todo lo<br />

que nos impresiona al pasar, entonces éste es el anhelo equivocado de convertir<br />

la línea de nuestro camino en una superficie; a la postre andamos zigzagueando,<br />

encandilados por fuegos fatuos, erramos en una dirección y en otra, y no<br />

alcanzamos nada. El que quiere ser todo, no puede ser sino nada” (64).<br />

Y en la última comunicación del padre, de Noviembre de 1804, ya cuando<br />

han retornado del largo viaje de un año y medio, y a un año de su muerte (que<br />

nunca ha quedado claro si fue un suicidio o no), le dice éste a su hijo:<br />

“Y en lo que concierne al andar derecho y el permanecer sentado, así te<br />

aconsejo que a cada cual con el que te relaciones ler solicites que te de un golpe<br />

cada vez que te extravíes irreflexivamente en grandes asuntos. Así han<br />

procedido los hijos de príncipes, sin intimidarse ante el dolor por corto tiempo,<br />

evitando de este modo andar por el mundo como palurdos”.<br />

La impronta del padre en Arthur Schopenhauer, pese a haber<br />

representado el camino opuesto al suyo, fue definitiva, siempre lo admiró, y, sin<br />

embargo, con Johanna, su madre, que lo instó a tomar la decisión final por las<br />

humanidades, tuvo una relación conflictiva de por vida.<br />

305.El trabajo y el ejercicio de la libertad.<br />

Compartimos con los animales el estar absolutamente en dependencia de la<br />

satisfacción de necesidades naturales; de otro modo no sobrevivimos. El trabajo<br />

en buena parte está también bajo esta determinación; trabajamos para satisfacer<br />

esas necesidades. En ello el ejercicio de nuestra libertad es bastante mínimo,<br />

mas sí se manifiesta un cambio decisivo, cuando el trabajo se desliga de lo<br />

necesario, de lo que al menos para sobrevivir no es justamente necesario, por lo<br />

tanto, cuando se refiere a lo superfluo. Y así como con ello se dispara el<br />

fenómeno del trabajo e inicia un proceso de crecimiento con incalculables<br />

posibilidades de desarrollo, así también nuestra libertad la ejercemos de un modo<br />

a la vez más radical y amplio. Eugen Fink advierte en ello parejamente cierta<br />

conexión con la fiesta, la celebración, el culto. Justamente al celebrar el hombre<br />

la naturaleza y su pertenencia a ella, tanto atendiendo a lo que ella ofrece como<br />

deniega, el hombre celebra el trabajo. Escuchemos a Fink reflexionar sobre esto:<br />

“El hombre está embarcado en la naturaleza animal, en el tumulto<br />

salvaje alborotado de lo vivo, donde cada criatura procura introducir en la<br />

propia trama al ente extraño, por decirlo así, viviendo permanentemente del<br />

robo. Sólo que esta absorción y aplicación de cosas extrañas no acontece en la<br />

instintividad sorda, ciega, como en el caso de los otros seres vivos. Las<br />

“necesidades naturales” de su vida senso-corpóreas están iluminadas de<br />

acuerdo al sentido, llevan consigo una significatividad profunda, simbólica; ellas<br />

son modos de un trato mágico-comprensor con los elementos, “encarnaciones<br />

de la tierra”, una comunión de la criatura expuesta con el fondo materno del<br />

cual no se puede nunca escapar, ni eludir, que nos sobreviene con cada

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