Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel
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una persona, que es una entidad netamente espiritual, intangible, única e<br />
irrepetible. De tal modo que con el fin de revalidar la concepción del alma no<br />
necesitamos elevarnos a través de singulares cavilaciones para procurar<br />
encontrarnos con ella, con su ser y su pareja legitimación, sino, a través de una<br />
vivencia al alcance de todos y de cada uno, como es el amor, el alma vuelve a<br />
levantar vuelo.<br />
Añadamos a lo anterior que en forma velada el alma se encuentra tras el<br />
concepto de persona, y por lo tanto tampoco es necesario recurrir a la vivencia<br />
del amor con el fin de validar el alma, su ser y determinación, sino que basta con<br />
basarnos en las relaciones humanas, y como éstas se dan como relaciones entre<br />
personas, para validar junto con ello a la vilipendiada alma.<br />
Y, volviendo al amor, así como somos cuerpo y alma, de este modo<br />
también el amor se potencia porque está en alianza con lo sexual y lo erótico.<br />
Pero, bien sabemos que en relación a lo estrictamente sexual, ello puede<br />
realizarse sin amor, y, por la contraparte, lo que suele llamarse “amor platónico”,<br />
puede prescindir del contacto corporal. Ello nos muestra que los tres momentos<br />
de sexo, erotismo (que sería el modo como lo sexual se ritualiza con el cortejo) y<br />
amor, tanto se interrelacionan e interactúan, como pueden actuar de modo<br />
separado.<br />
Mas, lo que nos interesa aquí es que nos enamoramos de una persona, de<br />
una entidad espiritual intangible, única e irrepetible, y precisamente esto es lo que<br />
permite que el amor, mucho más que sexo y erotismo, levante vuelo en la historia<br />
de la humanidad, se convierta en poesía, literatura, música como alcance<br />
también lugares místicos y celestiales.<br />
285.Exclusividad versus promiscuidad.<br />
Octavio Paz reflexiona sobre el fenómeno del amor y, entre muchas estrategias<br />
para abordarlo se vale de esta dupla exclusividad-promiscuidad, que le permite<br />
zanjar diferencias esclarfecedoras respecto del fenómeno en cuestión. Si bien el<br />
amor hay que concebirlo a su vez dentro del plexo sexo-erotismo y amor<br />
propiamente tal, y que estos momentos interactúan, no es menos cierto que cada<br />
uno de ello tiene sus propios fueros. Ante todo está el hecho de que nos<br />
enamoramos de una persona, y no simplemente de un cuerpo. La persona, junto<br />
con ser intangible, es única e irrepetible. Y esto demanda su propia exigencia: la<br />
exclusividad. Al enamorarnos de una persona, impone ello una exclusividad. En<br />
otras palabras, salvo contadas excepciones, nos enamoramos de una sola<br />
persona, y sin embargo a nivel del cuerpo, podemos sentir deseos por muchos<br />
cuerpos, en lo cual radica la tendencia a la promicuisdad propia de lo sexual,<br />
considerado en forma separada.<br />
Nos debatimos pues entre exclusividad, que exige la naturaleza misma del<br />
amor, y promiscuidad. Ello también da expresión a nuestra doble naturaleza<br />
humana: somos tanto instinto y razón, naturaleza y cultura, pero también atañe<br />
esto, como recién veíamos, a la relación que me vincula con el otro, en términos<br />
de exclusividad versus promiscuidad. Y éstas no son meras hueras palabras, sino<br />
que efectivamente lo vivimos en esta forma. La infidelidad habla de sobrada<br />
manera de ello y los trastornos que ésta trae por lo general consigo. Octavio Paz<br />
se encarga de insistir en que el amor mismo supone esta exclusividad y ello al<br />
parecer con independencia de determinaciones culturales. Y el hecho de que en<br />
ciertos pueblos, como los esquimales, haya habido la costumbre de ofrecer la<br />
esposa al huésped, como señal de cortesía, ello no contradice la mentada