Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel
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eufórica, dando lugar a las más extravagantes extravagancias. Se traía en ello<br />
de vuelta “las riquezas dilapidadas en el cielo”. Se advertía que éstas eran<br />
cosas de propia hechura. Se llegaba a sus posesiones, no obstante emprender<br />
viajes a orillas muy distantes. Ello deleita por un tiempo, pero después<br />
desilusiona. En tanto que en los antiguos reinos de la metafísica se descubre lo<br />
que es de propia hechura, pierden ellos su encanto, sus promesas. Se vuelven<br />
opacos y triviales. Lo que es: ‘ser’, no se sabe más, aunque en todas partes se<br />
diga: ‘el ser determina a la conciencia”.<br />
En todo ello Safranski observa la marca del romanticismo y que tiene<br />
que ver con este descubrimiento del yo, con Fichte a la cabeza, y que luego<br />
estará seguido, aunque por distintos caminos, tanto por el joven Hegel como<br />
por el joven Schopenhauer, Hölderlin, y muchos más. Se trata de encontrar el<br />
todo en uno mismo. Pero así como está la fascinación del primer momento del<br />
descubrimiento, en un segundo momento viene la saturación. Y esta saturación<br />
tiene que ver a la vez con una suerte de degradación de distintos fenómenos:<br />
por ejemplo, la fe ya no es más simplemente fe, sino un “querer creer”.<br />
Sigamos escuchando a Safranski reflexionar sobre esto más adelante:<br />
“Ellos deben creer en lo que ellos mismos han hecho y deben vivenciar<br />
lo producido como lo recibido. Quieren obtener del ‘hacer’ aquella unio mystica<br />
que sólo el dejar-ser puede garantizar. Quieren delante de la plataforma<br />
admirar el gran juego y están al mismo tiempo en el escenario. Ellos son<br />
directores que quieren encantarse a ellos mismos. La fe en el arte romántica<br />
quiere lo imposible: ella quiere, por medio del refinamiento producir ingenuidad,<br />
con el resultado de que en lugar de las antiguas sustancias se presenta el<br />
gabinete de espejos de las duplicaciones: el sentir del sentir, el creer en el<br />
creer, el pensar del pensar”.<br />
282.La “des-realidad” del enamorado.<br />
Roland Barthes en sus Fragmentos de un discurso amoroso se centra mucho<br />
en intentar explicar el modo de ser de esa figura peculiar – el enamorado –<br />
que, por cierto, puede corresponder a cualquiera de nosotros cuando estamos<br />
precisamente en-amor. Barthes destaca que el enamorado vive en una especie<br />
de des-realidad, ya que todo su contorno lo tiñe con una tonalidad afectiva, en la<br />
que presiente la presencia de ella o él. Su realidad no es irrealidad, sino "desrealidad".<br />
En esta singular "des-realidad" vemos todo con un brillo de<br />
luminosidad, mientras vivimos una plenitud amorosa, y todo pálido y lánguido en<br />
momentos de zozobra. Incluso podemos llegar a hacer del día noche, como que<br />
todo está sombrío en nuestro derredor a plena luz del día.<br />
Por otra parte, no se trata simplemente de que haya una supuesta realidad<br />
convencional, válida en general, la irrealidad y esta singular modalidad<br />
intermedia, entre una y otra que destaca Barthes: la des-realidad, sino que más<br />
bien hay algo activo en ello y que se presenta como un tránsito. Quiero decir con<br />
ello que para el enamorado la realidad más bien se “des-realiza”, se tiñe<br />
marcadamente con el temple anímico y afectivo.<br />
Cabe destacar al respecto que algo similar le ocurre al artista, al pintor, al<br />
poeta, al músico, como además al místico. Por ejemplo, en este último también<br />
puede des-realizarse la realidad al vivir este mundo como exilio o como caída y<br />
extravío.<br />
En la figura del enamorado la mencionada des-realidad se traduce<br />
también en una inevitable incertidumbre de los signos, de acuerdo a la cual