Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel
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atrayente, así, sin embargo, no es concebido en su positividad propia, a saber,<br />
es mal interpretado sólo como un juego intermedio entre las actividades vitales<br />
serias, como pausa, como relleno del tiempo libre. Sobre todo para la vida de<br />
los adultos se tiene a disposición, en la cotidianidad, una concepción del juego<br />
que bagateliza esto. Se juega –pero precisamente sólo a medias, en broma,<br />
como entretención, como esparcimiento, como desacoplamiento provisorio de<br />
la servidumbre laboral, incluso quizá con una finalidad terapéutica– para<br />
relajarse, regenerarse, sustraerse de la pesada seriedad de la vida; se hace<br />
uso del juego como del sueño. La realidad de la vida adulta, dícese, son las<br />
decisiones, las decisiones morales, políticas, el esfuerzo del trabajo, la dureza<br />
de la lucha, la responsabilidad de sí y por los suyos, sólo al niño le sería<br />
permitido todavía vivir en el juego, pasar las horas en alegre despreocupación,<br />
perder el tiempo. La felicidad de la niñez, su alegría de jugar sería breve, una<br />
época de nuestro tiempo vital, en que tenemos tiempo, porque aún no sabemos<br />
nada del tiempo, todavía no vemos en el ahora lo pasado, el ya-no y el aún-no,<br />
donde vegetamos en un presente profundo carente de conciencia, en cierto<br />
modo estamos, transportados por el flujo vital, no reconocemos aún la<br />
corriente que corre hacia nuestro fin. El puro presente de la niñez sería el<br />
tiempo del juego”.<br />
268.El filósofo Jürgen Habermas enfrentando el fundamentalismo.<br />
Habermas, el filósofo de la Escuela de Frankfurt, indudablemente que tiene el<br />
talento de percibir en el ambiente y en la época cualés son los detonantes de<br />
los grandes problemas. Y, entre muchos, que nos afectan hoy, desde luego<br />
salta a la vista: el calentamiento global, la globalización, la mala distribución del<br />
ingreso, y otros. Mas, él se ha preocupado últimamente de otro de estos<br />
grandes problemas: el fundamentalismo y las religiones que lo promueven. En<br />
el Congreso Internacional de Filosofía, que llevaba como título “Identidad y<br />
diferencia”, realizado en Noviembre de 2007, en la ciudad de Mazatlán, México,<br />
y al cual tuviera la ocasión de asistir, Habermas cerró el Congreso con una<br />
extraordinaria conferencia sobre el tema mencionado. Habíamos por lo menos<br />
mil personas que lo escuchábamos atentamente con respetuoso silencio.<br />
La preocupación de Habermas se centraba naturalmente en los<br />
desmanes, violencia, destrucción y terrorismo que trae consigo el<br />
fundamentalismo, lo que, según él, obliga a replantearse el papel de las<br />
religiones en la sociedad contemporánea.<br />
La verdad, su conferencia traslucía en todo caso una postura más bien<br />
crítica no sólo del fundamentalismo, sino de las religiones en general, incluso<br />
aunque no se trate de religiones que no promueven el fundamentalismo. Y la<br />
categoría en la que Habermas se basaba para emprender esta crítica era muy<br />
singular: se trataba de lo que él definía como “razón secular”, entendiendo por<br />
tal una razón que describía como “no-metafísica”, que no se orienta más a<br />
explicaciones absolutas, totales y universales, sino más bien, en términos<br />
inmanentistas, de la relación del hombre con el mundo, y particularmente de la<br />
sociedad y de cómo ésta debe organizarse.<br />
En esta perspectiva su planteamiento resultaba extremo y ciertamente<br />
polémico, ya que su propuesta planteaba en definitiva la necesidad de una<br />
“neutralización de la religión” en la sociedad contemporánea. Mas, entonces<br />
cabe preguntarse: a partir de una propuesta como esta de la neutralización<br />
¿cómo subsiste la religión? Y es aquí donde el planteamiento de Habermas