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Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel

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simplemente concebir la muerte como algo que viene al final, que ya llegará y<br />

que por mientras habría que tener aquello simplemente en un sobre reservado,<br />

en un cofre y al mismo tiempo en alguno de nuestros más recónditos alvéolos<br />

cerebrales. La filosofía desde Sócrates y en variadas expresiones ha sido una<br />

invitación al: melete tanatou, ¡prepárate a morir!, como posteriormente expresa<br />

también la fórmula latina, aunque con otro acento: memento mori, ¡recuerda<br />

que has de morir! Así también Eugen Fink delibera sobre la muerte en los<br />

siguientes términos:<br />

“La interioridad de nuestro ser-aquí, el estar-presente de nuestro<br />

presente vivenciado se determina a partir de nuestra relación con la muerte.<br />

¿Qué extraña “relación” es ésta? ¿Es en general una remisión, una ligazón,<br />

similar a la relación entre dos cosas? ¿Somos nosotros aquí y la muerte “allá”?<br />

¿O acaso está ella en todas partes, doquiera que nosotros somos? El hombre<br />

como hombre vive a la sombra de la muerte. Esto no quiere decir que nosotros<br />

pensamos permanentemente en ella, que nos encontramos en un estado de<br />

ánimo mustio. Ella está ahí, aunque nosotros nos alegramos en la dicha más<br />

desprendida, en éxtasis sublimes. Nosotros sabemos de ella, sabemos de la<br />

mortalidad del hombre – del finalizar de todo esfuerzo, de todos los<br />

padecimientos y alegrías. La muerte nos es cierta, pero incierta es para<br />

nosotros la hora de su llegar. La certeza de la muerte atraviesa todas nuestras<br />

posibilidades. Ello no precisa acontecer en una tristeza que huye del mundo, en<br />

angustia y horror, que amarga cada placer, envenena cada goce. Ellas son sólo<br />

posibilidades limitadas de comportarnos con respecto a la muerte, de pispar su<br />

sombría majestad, ante la cual todo se conmueve hasta la médula. Hay otras,<br />

completamente otras actitudes, que no son menos originarias y donde la<br />

muerte ha perdido su aguijón, sin que éste sea superado a través de una<br />

“doctrina de salvación sobrenatural”. La certeza de la muerte del hombre no se<br />

puede establecer ni constreñir a estados anímicos depresivos. Ella actúa<br />

también en los estados anímicos festivos, “elevados”, aunque de otro modo.<br />

Pero la certeza de la muerte es inapartable, es la posición más interior del<br />

hombre. El hombre no se entiende casualmente como “mortal”.<br />

Y luego continúa Fink su reflexión, diciendo:<br />

“Lo que crece está determinado a caer, lo que tiene fuerza pertenece a<br />

lo corruptible. Todo lo vivo finaliza pero también las cosas poderosas que no<br />

están vivas devienen, los cerros y los ríos, los continentes y los mares.<br />

Tampoco las cosas más poderosas tienen la fuerza para sostenerse sin<br />

agotarse en el ser contra el poder absoluto del tiempo, que trae y quita,<br />

construye y destruye, une y corta. Sobre el cambio y el curso de todas las<br />

cosas finitas está el esplendor y la sombra de Perséfone. El hombre no es sin<br />

embargo tan sólo un ente finito en medio de variadas cosas finitas. En medio<br />

de la transitoriedad general y del torbellino temporal, del nacimiento y<br />

decadencia sólo es el hombre el que se comporta en relación con la<br />

transitoriedad en cuanto tal. El hombre es porque esta abierto a lo pasajero en<br />

tanto pasajero, a lo pasajero de todas las cosas y de sí mismo, el mortal. Él no<br />

es arrancado de la corriente del tiempo, sabe de su caer y desaparecer, capta<br />

el viento voraz, el viento silbante de la transitoriedad. Todos los entes vivos que<br />

habitan la tierra tienen que finalizar, sin embargo “morir” sólo puede el hombre”.<br />

262.”El viento silbante de la transitoriedad”.

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