Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel
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porque es un modesto secretario. Entonces la única salida que encuentra de<br />
cara a esta situación es la ruleta, mas sucede así que tendrá que jugar y<br />
jugárselas como un plebeyo y no como un caballero. Por eso Ivánovich dice:<br />
“El verdadero gentleman, aunque pierda toda su fortuna, no debe<br />
denotar emoción. El dinero debe ser una cosa tan despreciable para el<br />
gentleman, que casi no vale la pena preocuparse de él”.<br />
Como observamos, esta caracterización del juego, ante todo como<br />
“juego de caballeros” alude a la vez a una distancia (aristocráctica) con<br />
respecto a nuestras necesidades. En ello incluso podemos reconocer una de<br />
las tantas llaves maestras que nos permiten acceder al modo de ser del<br />
hombre. En este caso lo que se nos descubre es un vínculo con lo que<br />
llamamos “estilo”. Si, por ejemplo, comemos un pedazo de pan o bebemos<br />
agua es muy distinto hacer esto de un modo animal por solo hambre o sed, que<br />
guardando una distancia respecto de ello, a saber, hacerlo con estilo; en otras<br />
palabras, y según lo dicho, hacerlo lúdicamente.<br />
Ciertamente el comer o beber de esta manera – con distancia y<br />
lúdicamente – induce a su vez a una satisfacción de nuestras necesidades,<br />
probablemente incluso más plena. Un caso extremo de ello sería lo que nos<br />
presenta la célebre escena de la película “La quimera de oro” de Chaplín, en la<br />
que éste imagina un bistec, echando una suela de zapato al sartén, y unos<br />
cordones de zapato que hace deslizar por su boca, imaginando unos tallarines.<br />
No es casual que la aristocracia de sangre y de clase incorpore dentro<br />
de su estilo la distancia, y justamente además porque no está determinada por<br />
el apremio de la satisfacción de las necesidades físicas y materiales. Ello se<br />
asocia también con el poder y la autoridad; y el protocolo se preocupa de<br />
establecer incluso reglamentariamente qué distancias del monarca o del<br />
príncipe hay que respetar. Mas, si en esto reconocemos todavía lo lúdico, ello<br />
se tiende a perder, cuando las distancias se reglamentan y se transforman en<br />
mera formalidad.<br />
240.Relevancia filosófica de la distancia.<br />
Probablemente ha sido Nietzsche que, como ningún otro pensador, ha llamado<br />
la atención sobre la distancia, hasta el punto de hablar de un “pathos de la<br />
distancia” que caracteriza al hombre en sus posibilidades más elevadas. A<br />
partir de ello se puede entender que el filósofo del martillo haya mirado con<br />
recelo todo lo que circunda al “amor al prójimo”, ya que respecto de ese amor<br />
le parecía que entonces no habría selección, y sin ésta se rebajan las<br />
posibilidades de una auténtica relación. Por ello se entiende también que<br />
hablara Nietzsche de esa singularidad que es el “amor a lo lejano”.<br />
Así, por ejemplo, cuando Octavio Paz describe el erotismo y el cortejo<br />
erótico metafóricamente como pararayos de lo sexual. Esto implica que el<br />
erotismo supone una distancia que incluye cierto juego, precisamente del<br />
cortejo, evitándose así la inmediatez e inminencia a que empuja la sexualidad.<br />
En este caso la distancia a que aludimos se entrelaza con el tiempo; ella se<br />
expresa al modo de un demorarse, retardar, darse tiempo, extenderse en el<br />
tiempo, sin quedar presos en lo meramente inmediato del presente.<br />
Mas, si bien lo analizamos, la distancia puede no sólo determinar las<br />
relaciones con los otros seres humanos, sino con el mundo, con los fenómenos<br />
en general. La descripción que hace Jaspers en su Psicología de las