Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel
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oportunidades, y cuando este mínimo requisito no se cumple, el juego<br />
simplemente no tiene lugar. El número de jugadores tiene que ser él mismo<br />
para cada uno de los equipos, en el proceso de selección se garantiza que<br />
todos jugadores o equipos tengan los mismas chances, y demás. Y, sin<br />
embargo esta igualdad de oportunidades que es condición de todo juego, en la<br />
sociedad pasa a ser una aspiración democrática muy difícil de alcanzar. Desde<br />
el momento que hay personas que viven debajo de algún puente del Río<br />
Mapocho, simplemente la igualdad de oportunidades no está garantizada para<br />
ellos.<br />
Y en cuarto lugar, una enseñanza más compleja del juego. Y habría que<br />
agregar que en este caso no son los juegos tales o cuales los que nos enseñan<br />
algo, sino nuestra condición ontológica como homo ludens, como jugadores. Se<br />
trata de que en nuestra sociedad jugamos juegos de competencia y esto no<br />
sólo de acuerdo a las leyes del mercado, de la oferta y la demanda, sino en<br />
términos políticos, profesionales, y otros. En este juego, que cabe calificar<br />
como agonal, como juego de agon, es decir, precisamente de competencia,<br />
sucede además que unas capacidades, habilidades y destrezas se enfrentan<br />
con otras. Ahora bien, esas capacidades agonales que hemos recibido<br />
potencialmente ya desde el nacimiento, son aleatorias en su origen. Te tocó tal<br />
capacidad, talento, u otro. Y entonces si fuiste afortunado en esta dotación que<br />
recibiste, tu deber es devolver ello al conjunto de la sociedad, para favorecer a<br />
los menos dotados o simplemente menos afortunados.<br />
Recordemos a propósito de esto unas palabras de don José Tomás<br />
Urmeneta, el empresario y filántropo chileno del siglo XIX, y que podría<br />
considerarse un modelo empresarial para todas las futuras generaciones,<br />
cuando dice:<br />
“La fortuna sólo es el medio de crear la grandeza de un país y de reparar<br />
las injusticias del destino y de las desigualdades de aptitudes. La acumulación<br />
de millones es el más vil de los egoísmos”.<br />
239.El juego nos enseña a tomar distancia respecto de lo que hacemos.<br />
En su obra “El jugador” Dostoyevski ofrece una distinción respecto del juego de<br />
enorme relevancia filosófica: entre juego de caballeros y juego plebeyo, y ello<br />
está concebido en relación a un juego de azar, como es la ruleta, en el que,<br />
como sabemos, se juega dinero. Como el caballero, y más encima cuando es<br />
rico, puede darse el lujo de jugar por jugar, está por ello más cercano a la<br />
esencia del juego, que supone precisamente el sin por qué, la falta de razón<br />
suficiente del juego, así como especialmente los niños cuando juegan. Es más,<br />
incluso ni siquiera se trata aquí de ser inmensamente rico, sino que aunque el<br />
caballero lo pierda todo, esto tampoco tendrá relevancia para él porque el<br />
dinero para él, se supone, que no vale. El juego plebeyo, en cambio, supone en<br />
cierto modo introducir en el juego ciertos aspectos que son más bien propios<br />
del mundo concreto en que vivimos, y por eso significa jugar por interés,<br />
prácticamente haciendo del juego una suerte de posibilidad comercial, un<br />
negocio. Y naturalmente entonces ya no se juega por jugar simplemente, sino<br />
para ganar. En ello y en todo lo que trasunta la aludida distinción experimenta<br />
su tremenda frustración el protagonista de “El jugador”, y al que se debe el<br />
nombre el cuento: Aleksieyi Ivánovich. Él pretende a la hija del general, de<br />
quien él es secretario, mas ella no se fija en él, simplemente (así lo supone él)