Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel
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volver a poner, y doblar la postura, pero tan sólo por curiosidad, por observar<br />
las suertes, por hacer cábalas y no por el plebeyo deseo de ganar. En una<br />
palabra: que a todas aquellas mesas de juego a la ruleta y al trente et quarante<br />
ha de mirarlas no de otro modo que como una distracción imaginada<br />
únicamente para su recreo”.<br />
En esto descolla lo aristocrático-lúdico, algo de carácter no banáusico. Si<br />
bien lo interpretamos, sale a luz aquí una distancia respecto de las<br />
necesidades de todo orden, y en este sentido, el juego nos permite elevarnos<br />
por sobre ellas, cumpliendo de este modo un papel similar al de la elevación<br />
espiritual, al menos en su punto de arranque. Relativamente a esta distancia<br />
respecto de las necesidades, que, junto con lo aristocrático, que caracterizaría<br />
a una “actitud existencial lúdica”, llama la atención que los juegos de alea sean<br />
los únicos que nos abren a una relación con el azar-destino y lo trascendente, y<br />
por la contraparte, son también los únicos que, aunque sea en su momento de<br />
desvirtuación, hacen uso de lo que más tiene que ver con la satisfacción de las<br />
necesidades y lo que en lo mundanal resulta ser lo más apreciado: el dinero.<br />
Visto de esta forma, puede decirse que el juego de alea, de azar, pero que<br />
también puede ser vivenciado como destino, es el juego sublime y vil a la vez.<br />
Tanto nos puede elevar hacia estados del alma superiores, en que quedamos a<br />
la espera de la manifestación de una fuerza sobre-natural, como nos puede<br />
arrastar y perder por los vericuetos del dinero y el comercio, lo que nos puede<br />
extraviar completamente.<br />
238.Pensamientos clave de una posible “ética del juego”.<br />
Que no hemos reflexionado suficientemente acerca del juego nos lo hace ver,<br />
entre otras cosas, que hay en él distintas claves decisivas para la ética. En ello<br />
cabe observar cómo los juegos propiamente tales nos enseñan a comportarnos<br />
como ciudadanos. Por de pronto esto despunta en lo que resulta más evidente:<br />
los juegos nos enseñan a respetar las reglas, y ello naturalmente constituye<br />
una base para que en tanto ciudadanos respetemos normas y leyes. Y ello la<br />
verdad es de no poca monta desde el momento que durante la niñez, la<br />
adolescencia y la juventud le dedicamos mucho tiempo al juego, y entonces<br />
ese respeto a las reglas, podemos suponer repercutirá de alguna forma en<br />
nuestro comportamiento posterior cuando, como ciudadanos, nos insertemos<br />
en la sociedad laboral.<br />
En segundo lugar, el fair play, el juego limpio, muy asociado con el<br />
anterior aspecto del respeto a la regla, sólo que tal vez con un alcance mayor<br />
todavía. Aquí no se trata únicamente de nuestra relación con reglas del fútbol o<br />
del ajedrez, sino de jugar limpiamente en todo su alcance, y ello concierne<br />
sobre todo a la relación que tengo con el otro jugador, el contrincante.<br />
Imaginémonos la relevancia que el fair play adopta no sólo en el fútbol, sino<br />
más claramente todavía en el box. Y entiéndase que precisamente, porque<br />
está el mandato del fair play, por eso mismo puede haber frecuentes<br />
transgresiones, así como el famoso cabezazo de Zidane, el golpe del box, o el<br />
también mal-afamado truco del Condor Rojas.<br />
En tercer lugar, la igualdad de oportunidades. Sin duda, éste también es<br />
un punto decisivo. Paradigmáticamente el juego se basa y hace realidad en<br />
cada partido o certámen este anhelo del espíritu democrático. El jugador y su<br />
contrincante necesariamente deben tener garantizada una igualdad de