Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel

Y en correspondencia con ello en nuestra sociedad laboral se trata de quién
tiene el mejor currículo, quién vende más, quién hace mejores negocios, quién
exibe mejor rendimiento a fin de mes.
Lo mismo si se trata del alea o azar: porque estamos determinados por
el azar por de pronto de haber nacido, de todas las vicisitudes que se van
presentando en la existencia, enfermedades que podamos contraer, pero
también haber conocido a una mujer que habrá de ser nuestra esposa y la
madre de nuestros hijos, todo ello de seguro que es determinante para que
juguemos a la ruleta o la lotería, por mucho que no estemos conscientes de
ello.
De similar modo, si lo que más admiramos es que alguien se la juegue
por entero por algo, que esté incluso dispuesto a dar la vida por algo, y por
supuesto por algo que valga la pena, lo que se relaciona con los actos heroicos
y el hecho de que prácticamente en cada nación haya un panteón de los
héroes, que por lo general son venerados nada menos que como padres de la
patria, todo ello es más que probable que nos impulse a jugar juegos de ilinx o
de vértigo.
Y, por último en el caso de los juegos de mimicry o de roles se da justo
la situación inversa: sucede con ellos que es más bien el hecho de que
ingresamos en la existencia jugando a ser otro, como el juego de roles, jugando
a ser policía o ladrón, hombre o mujer, médico o paciente, rey o mendigo, de
ello al parecer va resultando posteriormente que en la conformación de nuestra
personalidad nos vayamos ensayando en distintos estilos, experimentando con
distintas formas, hasta encontrar la que más se nos ajusta, con la que nos
sentimos más a gusto. Y, como vemos, es patente que en este caso
precisamente nuestro modo de ser, en este caso infantil, originaria y
naturalmente lúdico, nos ha llevado a comportarnos también lúdicamente en el
mundo, y de acuerdo al juego de roles.
236.¿En “El jugador” de Dostoyevski el juego dentro del juego.
Ésta es la inclusión – el juego dentro del juego – que nos presenta uno de los
más grandes escritores de todos los tiempos – Dostoyevski – en una de sus
obras – El jugador. En ello hay que tener en cuenta que Dostoyevski fue él
mismo un empedernido jugador, y – cómo no – de la ruleta. En “El jugador”
esta inclusión del juego en el juego se da al modo de la relación entre el juego
y la vida. Como que el juego, en este caso el juego de ruleta, sucede dentro de
otro juego, propio de la vida misma y de las circunstancias que se presentan.
A su vez, en esta obra se perfila, como dice su título, la personalidad y el
modo de ser del jugador. Tal vez ya al llamar a su protagonista “el jugador” se
esta calificando esto como un extravío. El jugador en cuestión es Aleksieyi
Ivánovich, alguien que acaba perdido en el juego, o más bien se trata de que el
juego lo perdió, atrapándolo con sus tentáculos. Y, más precisamente, es el
juego de azar, la ruleta, que acaba por anularlo como individuo, como
ciudadano, de cierta integridad moral y espiritual. Al final quedan de él tan sólo
los despojos de lo humano, de quien no está más en sus cabales y dispuesto al
trabajo y al sacrificio, careciendo a la vez de todo proyecto. Y el juego que
puede atrapar y diezmar de esta manera no puede ser otro que el de alea, de
azar – en este caso, la ruleta.