Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel

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09.05.2013 Views

Pues bien, en todo ello el ser humano vivenció un alea de destino. Mas, en la medida en que el hombre con el advenimiento de la modernidad, el acrecentamiento de la razón, el nacimiento de la ciencia moderna, se fue apartando cada vez más del destino, esto también repercutió sobre el juego. En efecto, con el incremento de los juegos de azar, especialmente de naipes y de la ruleta, el juego pasó definitivamente a ser percibido en relación a lo aleatorio. El último paso en esta dirección lo da la lotería, que es sobre todo un invento del siglo XX. Interesante es aquí que la lotería fue creada por distintos estados. Caillois reflexiona sobre esto, planteando que la razón de esto radica en el ofrecimiento de una compensación a los juegos agonales, vale decir de competencia, en los que siempre está embarcado el mundo, y que, entre otras cosas, puede generar una enorme injusticia en la distribución del ingreso. Así tiene lugar la promesa para toda la población de que con tal de apostar en la lotería de la noche a la mañana hasta el más marginado de la sociedad se puede hacer rico, y más encima, sin ningún esfuerzo. En Chile se da la singularidad de que una universidad se financia en buena medida a través de la lotería. Ésta es la Universidad de Concepción. Sin embargo, cabe agregar que una noción como la de destino tan sólo parcialmente la hemos dejado atrás. Sin duda el que gana en la lotería de pronto $1.000.000.0000 de pesos experimenta igualmente que sería una suerte de destinado, que probablemente esto no se debe a él mismo, sino al supuesto Dios. 234.El gran juego. A tal punto, somos homo ludens, jugadores, como nos llamó Johan Huizinga, que, cabe decir, no solamente de que jugamos distintos juegos (lo que sería lo de menos), sino que la existencia humana semeja algo lúdico, con su nacimiento, al modo de una apertura del telón, su entrada en escena, en un escenario en el que hacemos distintas figuras, y por último, la caída del telón. Visto de esta forma, ¿no será, como lo ha pensado Heidegger, que jugamos porque estamos puestos en juego? En efecto. Y cabe agregar que es específicamente el juego de alea, el juego de azar o destino, dependiendo cómo lo vivamos, el que mejor da cuenta de nuestro estar puestos en juego. Y como en este juego nos encontramos desde siempre, no siendo ni siquiera necesario de que estemos haciendo o jugando algo específico, es que a él lo podemos llamar el “Gran Juego”. El hombre es pues homo ludens porque está puesto en juego en el gran juego, el juego de simplemente ser, estar aquí por un rato, y después ir paulatinamente retirándose. Los grandes filósofos del juego, como Caillois, pero también distintamente Deleuze, Baudrillard, y como veíamos recién, también Heidegger, tienen como referente principal para su reflexión sobre lo lúdico, los juegos de azar o destino, y ello aunque preferentemente estemos casi todo el tiempo jugando juegos de agón, de competencia, en los que unas destrezas y habilidades se enfretan con otras. Pero, no sólo los filósofos del juego tienen al juego de alea, de lo aleatorio, del azar o destino en mente para su reflexión, sino también es el tipo de juego que cumple un papel en una aproximación matemática a lo lúdico, como también desde la economía, como el Premio Nóbel, John Nash. Es más, en la literatura también se cumple algo similar, y es así que tanto Jorge Luis Borges con “La

lotería de Babilonia”, de 1944, como Fiodor Dostoyevski con “El jugador” han tenido los juegos de alea como principal referente. Borges relata como primero se comenzó en la antigua Babilonia por unos meros sorteos de azar sin mayores consecuencias, mas luego se introdujo en esos sorteos no solamente la posibilidad de apreciables premios, sino de severos castigos, aunque se tratara de que entre 30 números había 29 favorables y uno desfavorable. El que obtenía este número desfavorable tenía que pagar una multa cuantiosa. Entonces esta lotería comienza verdaderamente a tomar poder y, en cierto modo, a apoderarse de la gente. Dice Borges al respecto: “Los babilonios se entregaron al juego. El que no adquiría suertes era considerado un pusilánime, un apocado. Con el tiempo, ese desdén justificado se duplicó. Era despreciado el que no jugaba, pero también eran despreciados los perdedores que abonaban la multa”. Pero esto todavía no es suficiente. El poder de esta lotería babilónica se apodera de la gente, agrandando cada vez más sus tentáculos, hasta convertirse en un monstruo. Y esta lotería se dirige de ahora en adelante desde un centro. Borges: “La Compañía (así empezó a llamársela desde entonces) tuvo que velar por los ganadores, que no podían cobrar los premios si faltaba en las cajas el importe casi total de las multas. Entabló una demanda a los perdedores: el juez los condenó a pagar la multa original y las costas o a unos días de cárcel. Todos optaron por la cárcel, para defraudar a la Compañía. De esta bravata de unos pocos nace el todopoder de la Compañía: su valor eclesiástico, metafísico”. 235.¿No será que jugamos juegos de competencia porque vivimos en una sociedad de competencia?. Y en la misma línea podríamos preguntar: ¿No será que jugamos juegos de azar, porque ante todo estamos determinados por el azar? Y podríamos continuar para preguntar a continuación: ¿No será que jugamos juegos de vértigo – acrobacias, y demás – en los que ponemos la vida en juego, porque admiramos por sobre todo los actos heroicos en los que se pone la vida en juego? Y por último preguntemos: ¿No será que jugamos juegos de roles porque el camino que recorremos en la existencia consiste sobre todo en su primera etapa en jugar distintos roles para encontrar finalmente el que más nos acomoda? En todo ello tenemos presente la clasificación de los juegos de Roger Caillois de juegos de agon o competencia, alea o azar/destino, mimicry o de simulación o de roles, ilinx o de vértigo. Y al parecer es efectivamente, como decíamos más arriba. Por de pronto llama la atención que nos afanemos y nos desvivamos tanto por los deportes físicos o mentales, que son en su gran mayoría juegos de agón o de competencia. Y ello se explicaría porque ante todo habitamos en una sociedad en la que se enfrentan unas habilidades, destrezas y capacidades con otras, y ello desde luego no únicamente como una característica de la actual sociedad llamada precisamente “de competencia”. Hay aquí medición de fuerzas, de quién corre más rápido, quién salta más alto o más lejos, quién es capaz dar un jaque mate a su contrincante, quién hace el slalum en el menor tiempo posible.

Pues bien, en todo ello el ser humano vivenció un alea de destino. Mas,<br />

en la medida en que el hombre con el advenimiento de la modernidad, el<br />

acrecentamiento de la razón, el nacimiento de la ciencia moderna, se fue<br />

apartando cada vez más del destino, esto también repercutió sobre el juego. En<br />

efecto, con el incremento de los juegos de azar, especialmente de naipes y de<br />

la ruleta, el juego pasó definitivamente a ser percibido en relación a lo aleatorio.<br />

El último paso en esta dirección lo da la lotería, que es sobre todo un invento<br />

del siglo XX. Interesante es aquí que la lotería fue creada por distintos estados.<br />

Caillois reflexiona sobre esto, planteando que la razón de esto radica en el<br />

ofrecimiento de una compensación a los juegos agonales, vale decir de<br />

competencia, en los que siempre está embarcado el mundo, y que, entre otras<br />

cosas, puede generar una enorme injusticia en la distribución del ingreso. Así<br />

tiene lugar la promesa para toda la población de que con tal de apostar en la<br />

lotería de la noche a la mañana hasta el más marginado de la sociedad se<br />

puede hacer rico, y más encima, sin ningún esfuerzo.<br />

En Chile se da la singularidad de que una universidad se financia en<br />

buena medida a través de la lotería. Ésta es la Universidad de Concepción.<br />

Sin embargo, cabe agregar que una noción como la de destino tan sólo<br />

parcialmente la hemos dejado atrás. Sin duda el que gana en la lotería de<br />

pronto $1.000.000.0000 de pesos experimenta igualmente que sería una suerte<br />

de destinado, que probablemente esto no se debe a él mismo, sino al supuesto<br />

Dios.<br />

234.El gran juego.<br />

A tal punto, somos homo ludens, jugadores, como nos llamó Johan Huizinga,<br />

que, cabe decir, no solamente de que jugamos distintos juegos (lo que sería lo<br />

de menos), sino que la existencia humana semeja algo lúdico, con su<br />

nacimiento, al modo de una apertura del telón, su entrada en escena, en un<br />

escenario en el que hacemos distintas figuras, y por último, la caída del telón.<br />

Visto de esta forma, ¿no será, como lo ha pensado Heidegger, que jugamos<br />

porque estamos puestos en juego? En efecto. Y cabe agregar que es<br />

específicamente el juego de alea, el juego de azar o destino, dependiendo<br />

cómo lo vivamos, el que mejor da cuenta de nuestro estar puestos en juego. Y<br />

como en este juego nos encontramos desde siempre, no siendo ni siquiera<br />

necesario de que estemos haciendo o jugando algo específico, es que a él lo<br />

podemos llamar el “Gran Juego”. El hombre es pues homo ludens porque está<br />

puesto en juego en el gran juego, el juego de simplemente ser, estar aquí por<br />

un rato, y después ir paulatinamente retirándose. Los grandes filósofos del<br />

juego, como Caillois, pero también distintamente Deleuze, Baudrillard, y como<br />

veíamos recién, también Heidegger, tienen como referente principal para su<br />

reflexión sobre lo lúdico, los juegos de azar o destino, y ello aunque<br />

preferentemente estemos casi todo el tiempo jugando juegos de agón, de<br />

competencia, en los que unas destrezas y habilidades se enfretan con otras.<br />

Pero, no sólo los filósofos del juego tienen al juego de alea, de lo aleatorio, del<br />

azar o destino en mente para su reflexión, sino también es el tipo de juego que<br />

cumple un papel en una aproximación matemática a lo lúdico, como también<br />

desde la economía, como el Premio Nóbel, John Nash. Es más, en la literatura<br />

también se cumple algo similar, y es así que tanto Jorge Luis Borges con “La

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