Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel
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trata en cierto modo de una misma trama que atraviesa todo, en lo grande<br />
como en lo pequeño, y según sea que nos dirijamos a los últimos confines del<br />
universo o nos sumerjamos en lo ínfimo y mínimo, la trama seguirá siendo la<br />
misma. Ciertamente que los estoicos con su pensamiento en torno a la<br />
simpatía universal intuyeron y expusieron algo similar, sólo que ellos no<br />
atendieron propiamente a lo microcósmico. Más bien el parentesco de la<br />
propuesta de Leibniz respecto a la relación de similitud entre lo macro- y lo<br />
micro-cósmico sería con la teoría atomista de Demócrito, ya que de acuerdo a<br />
ésta, los fenómenos, cualesquiera que sean, en lo grande como en lo pequeño,<br />
están compuestos de átomos.<br />
Pero, nuevamente a diferencia de Demócrito, cuya teoría atomista en lo<br />
fundamental es materialista, Leibniz plantea la mónada. A propósito de ésta,<br />
diría que si hay una cuestión difícil de asimilar en la filosofía, ésta es la de la<br />
mónada. Pues bien ¿qué podríamos entender por ella? Me atrevería a decir, al<br />
respecto, que las mónadas constituyen una suerte de átomos espirituales, vale<br />
decir que ellos no son simplemente materiales y toda la múltiple variedad de<br />
mónadas minerales, vegetales, animales y humanas que haya, cada una con<br />
su perspectiva, con un radio limitado de representación de su entorno, están<br />
conectadas con la suprema mónada divina. Pero, a su vez sucede que en cada<br />
una de las mónadas particulares y limitadas en sus perpectivas, está la huella<br />
de la totalidad de las mónadas, y en este sentido, cada mónada es un espejo<br />
del universo.<br />
Al concebir Leibniz la mónada, como decíamos, como un átomo<br />
espiritual, probablemente nuestro filósofo-matemático se ha adelantado en<br />
siglos al desarrollo científico, que, por razones, de las exigencias del apego al<br />
método científico con los requisitos de objetividad y coherencia, no puede<br />
reconocer esta dimensión espiritual que habría en la dimensión íntima de la<br />
materia y del universo.<br />
227.La doble sustancia según Aristóteles.<br />
Aristóteles piensa ante todo el ser como sustancia. Si nos preguntamos por el<br />
ser de cualquier cosa, éste se muestra en primer lugar como sustancia, lo cual<br />
en la terminología aristotélica alude a una independencia. Esto quiere decir que<br />
del ser de algo decimos, predicamos algo y esto que decimos o predicamos<br />
corresponde a cualidades y accidentes. Por ejemplo, decimos del árbol que es<br />
de cierta altura, que su tronco es de tal grosor. Pues bien, éstos serían sus<br />
accidentes. Y ello tiene su correlato en el lenguaje en la relación entre el sujeto<br />
(que alude a la sustancia real) y el predicado, que corresponde a lo que<br />
decimos de ese sujeto. Así, por ejemplo, si decimos que “la rosa es blanca”, lo<br />
blanco es accidental para la rosa. Y estos términos ‘sustancia’ y ‘accidente’<br />
Aristóteles los reconoce como relativos, ya que posteriormente, por ejemplo,<br />
podemos decir que el blanco es algo determinado, y entonces el color blanco<br />
valdrá como sustancia o sujeto. Es cierto que cabe la posibilidad que lo que<br />
digamos de algo refleje efectivamente su carácter sustancial o esencial, como<br />
cuando decimos “el blanco es un color”. En este caso, de acuerdo a la<br />
terminología de Kant, éste corresponde a un juicio analítico, por cuanto en el<br />
concepto del sujeto ya está comprendido el concepto del predicado. Y, para<br />
seguir con esta comparación entre Aristóteles y Kant, sucede que cuando<br />
predicamos accidentes de una sustancia, a la cual no le pertenecen siempre y