Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel

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09.05.2013 Views

Uno de los casos interesantes y de gran relevancia histórica para enfrentar la incompatibilidad es el que concierne al derecho de prelación, el cual tuvo que ver en general con el derecho a ser primero en los más diversos aspectos: por ejemplo, quién entra primero a la iglesia: si el rey o el cardenal. Chaim Perelman nos presenta algunos casos divertidos, como el siguiente tomado de Proust: “En ciertos casos, ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo, se prefiere convenir que el hijo de Luis XIV, Monseigneur, no recibirá en sus habitaciones a ningún soberano extranjero sino fuera, al aire libre, para que no se diga que al entrar en el castillo uno ha precedido al otro, y el Elector palatino, al recibir al duque de Chevreuse a cenar, finge, para no cederle el paso, estar enfermo y cena con él pero acostado, lo que zanja la dificultad”. Y otro ejemplo divertido más que se refiere a la “salida diplomática” de cara a una incompatibilidad. Escuchemos: “En Japón, es una regla recibir a las visitas sólo si se está vestido decentemente. Si una visita inesperada sorprende al granjero en su trabajo, simulará que no lo ha visto, hasta que no se haya cambiado de ropa, lo cual puede hacerse en la misma habitación en la que espera la visita”. Hasta aquí, como observamos, se trata de formalidades que, salta a la vista, conllevan un componente teatral, el cual, bien sopesado, las reviste de un aspecto no sólo de excentricidad, sino de comicidad. Mas, siguiendo el mismo hilo conductor, llegamos finalmente a la ficción y el actuar teatral como modo de salir de la incompatibilidad. Así, continuando con los ejemplos divertidos: si como visitas entramos a un baño en casa de amigos, y vemos a una de las mujeres también invitadas, desnuda, ateniéndose a ciertas reglas de ser caballero, fingimos no haber visto nada. Según Perelman, este modo de salir del empacho de la incompatibilidad se da en el plano de la acción. Escuchemos: “La ficción, la mentira, el silencio, sirven para evitar una incompatibilidad en el plano de la acción, para no tener que resolverla en el plano teórico. El hipócrita simula adoptar una regla de conducta conforme con la de los demás con el fin de librarse de tener que justificar una conducta que prefiere y que adopta en realidad. Con frecuencia, se ha dicho que la hipocresía era una homenaje que el vicio rinde a la virtud; sería necesario precisar que la hipocresía es un homenaje a un valor determinado, el que se sacrifica, al tiempo que se simula seguirlo, porque se rehúsa confrontando con otros valores”. 220.Auge y caída en una relación según Barthes. Siguiendo a Roland Barthes, una relación de pareja tiene su historia, sus pasos, como una novela: su nudo, climax y desenlace, y ese desenlace puede no ser definitivo, puede haber también un reinicio. Dice el filósofo: “/.../cuando el enamorado encuentra al otro, hay afirmación inmediata (psicológicamente: deslumbramiento, entusiasmo, exaltación, proyección loca de un futuro pleno: soy devorado por el deseo, por el impulso de ser feliz): digo sí a todo (cegándome). Sigue un largo túnel: mi primer sí está carcomido de dudas, el valor amoroso es incesantemente amenazado de depreciación: es el momento de la pasión triste, la ascensión del resentimiento y de la oblación. De este túnel, sin embargo, puedo salir; puedo “superar”, sin liquidar; lo que afirmé una primera

vez puedo afirmarlo de nuevo sin repetirlo/.../: afirmo el primer encuentro en su diferencia/.../. Digo al otro/.../: Recomencemos” (p. 32). Como vemos, Barthes tiene una visión más bien escéptica del amor: lo que primero hay es fascinación, mas luego sigue un largo tunel. Crucial es aquí en cuanto al primer momento de auge, de ascensión todo lo que es primero: primera escena, primera visión, primera imagen, primer encuentro: ahí se produjo la fascinación . Barthes destaca que las relaciones comienzan con ese primer momento y lo relaciona de manera muy bella con “el rapto de una imagen”: literalmente raptamos una imagen del otro, lo que al mismo tiempo supone que somos nosotros los raptados por esa imagen. Barthes nos aclara que en la conquista amorosa del otro el sujeto (conquistador) se desdobla en objeto, porque es él en el fondo, el que está siendo conquistado, quien lo ha deslumbrado. Es lo mismo que plantea otro filósofo francés contemporáneo: Jean Baudrillard, cuando, a propósito de uno de los temas que más le obsesionan - la seducción - dice que el sujeto seductor se vuelve siempre objeto seducido. Corresponde agregar aquí que aquella recapitulación de la primera visión está íntimamente ligada con Goethe, para quien la “Urszene”, la escena originaria adopta una significación trascendental. Esto es muy importante y además en un plano muy concreto de relaciones amorosas, ya que existe siempre la posibilidad de reanudar una relación dolorosamente quebrada a través de esa recapitulación. Y Barthes destaca esa primera visión además como un cuadro (o una fotografía); lo que sigue a continuación es la obra teatral o la película, el desarrollarse de la semilla o el gen. Hay por ello una proyección cosmológica en esto. Así como en la naturaleza, en lo primario, en una simple semilla, está ya contenida potencialmente la encina, o en el gen el hombre, así también en la primera visión (que suele ser el “flechazo”, representado mitológicamente por Cupido que nos hiere y nos abre una “llaga de amor”) está contenida (y maravillosamente sellada) la relación íntegra. Podríamos agregar aquí también lo siguiente: que la primera escena, el primer encuentro o la primera visión tiene además otra gracia que podríamos llamar "la virginalidad". En efecto, la primera escena representa el momento único y exclusivo y que después se pierde, en que nos vimos por primera vez y en función de esa visión, sin la mediatización de ninguna racionalización, descubrimos que nos gustábamos. 221.Toda relación comienza por un “rapto de imagen”. Roland Barthes plantea que una relación de pareja comienza por un rapto de imagen, lo que apunta precisamente al hecho de que somos literalmente raptados por la imagen de ella o de él, dependiendo del caso. Al respecto, Barthes: “La lengua (el vocabulario) ha planteado desde hace mucho tiempo la equivalencia del amor y la guerra: en los dos casos se trata de conquistar, de raptar, de capturar, etc. Cada vez que un sujeto “cae” enamorado, prorroga un poco el tiempo arcaico en que los hombres debían raptar a las mujeres (para asegurar la exogamia): todo enamorado que recibe el flechazo tiene algo de Sabina (o de cualquiera de las raptadas célebres)” (p. 205).

vez puedo afirmarlo de nuevo sin repetirlo/.../: afirmo el primer encuentro en su<br />

diferencia/.../. Digo al otro/.../: Recomencemos” (p. 32).<br />

Como vemos, Barthes tiene una visión más bien escéptica del amor: lo<br />

que primero hay es fascinación, mas luego sigue un largo tunel.<br />

Crucial es aquí en cuanto al primer momento de auge, de ascensión todo<br />

lo que es primero: primera escena, primera visión, primera imagen, primer<br />

encuentro: ahí se produjo la fascinación . Barthes destaca que las relaciones<br />

comienzan con ese primer momento y lo relaciona de manera muy bella con “el<br />

rapto de una imagen”: literalmente raptamos una imagen del otro, lo que al mismo<br />

tiempo supone que somos nosotros los raptados por esa imagen. Barthes nos<br />

aclara que en la conquista amorosa del otro el sujeto (conquistador) se desdobla<br />

en objeto, porque es él en el fondo, el que está siendo conquistado, quien lo ha<br />

deslumbrado.<br />

Es lo mismo que plantea otro filósofo francés contemporáneo: Jean<br />

Baudrillard, cuando, a propósito de uno de los temas que más le obsesionan - la<br />

seducción - dice que el sujeto seductor se vuelve siempre objeto seducido.<br />

Corresponde agregar aquí que aquella recapitulación de la primera visión<br />

está íntimamente ligada con Goethe, para quien la “Urszene”, la escena originaria<br />

adopta una significación trascendental. Esto es muy importante y además en un<br />

plano muy concreto de relaciones amorosas, ya que existe siempre la posibilidad<br />

de reanudar una relación dolorosamente quebrada a través de esa recapitulación.<br />

Y Barthes destaca esa primera visión además como un cuadro (o una<br />

fotografía); lo que sigue a continuación es la obra teatral o la película, el desarrollarse<br />

de la semilla o el gen.<br />

Hay por ello una proyección cosmológica en esto. Así como en la<br />

naturaleza, en lo primario, en una simple semilla, está ya contenida<br />

potencialmente la encina, o en el gen el hombre, así también en la primera visión<br />

(que suele ser el “flechazo”, representado mitológicamente por Cupido que nos<br />

hiere y nos abre una “llaga de amor”) está contenida (y maravillosamente sellada)<br />

la relación íntegra.<br />

Podríamos agregar aquí también lo siguiente: que la primera escena, el<br />

primer encuentro o la primera visión tiene además otra gracia que podríamos<br />

llamar "la virginalidad". En efecto, la primera escena representa el momento único<br />

y exclusivo y que después se pierde, en que nos vimos por primera vez y en<br />

función de esa visión, sin la mediatización de ninguna racionalización,<br />

descubrimos que nos gustábamos.<br />

221.Toda relación comienza por un “rapto de imagen”.<br />

Roland Barthes plantea que una relación de pareja comienza por un rapto de<br />

imagen, lo que apunta precisamente al hecho de que somos literalmente<br />

raptados por la imagen de ella o de él, dependiendo del caso. Al respecto,<br />

Barthes:<br />

“La lengua (el vocabulario) ha planteado desde hace mucho tiempo la<br />

equivalencia del amor y la guerra: en los dos casos se trata de conquistar, de<br />

raptar, de capturar, etc. Cada vez que un sujeto “cae” enamorado, prorroga un<br />

poco el tiempo arcaico en que los hombres debían raptar a las mujeres (para<br />

asegurar la exogamia): todo enamorado que recibe el flechazo tiene algo de<br />

Sabina (o de cualquiera de las raptadas célebres)” (p. 205).

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