Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel
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permiso ya no sé qué hacer)./.../todo lo que es nuevo, lo que altera, no se recibe<br />
como si fuera un hecho sino como si fuera un signo que hay que interpretar./.../Si<br />
el otro me ha dado ese nuevo número de teléfono, eso ¿qué signo representa?<br />
¿Era una invitación a usarlo de inmediato, por placer, o solamente, llegado el<br />
caso, por necesidad? Mi respuesta será ella misma un signo, que el otro<br />
interpretará fatalmente, desencadenando así, entre él y yo, un cruzamiento<br />
tumultuoso de imágenes. Todo significa: mediante esta proposición yo me<br />
fraguo, me ato en el cálculo, me impido gozar” (p. 70).<br />
Y estos devaneos continúan:<br />
“A veces, a fuerza de no pensar en “nada” (como diría la gente), me agoto;<br />
intento entonces, sobresaltado, recurrir, como un ahogado que se impulsa con los<br />
pies desde el suelo del mar, a una decisión espontánea (la espontaneidad: gran<br />
sueño: paraíso, poder, goce): ¡Y bien, telefonéale, ya que tienes ganas! Pero el<br />
recurso es vano: el tiempo amoroso no permite ajustar el impulso y el acto,<br />
hacerlos coincidir: no soy el hombre de los pequeños “acting-out”; mi locura es<br />
moderada, no se ve; inmediatamente tengo miedo de las consecuencias, de toda<br />
consecuencia: es mi miedo - mi deliberación - el que es “espontáneo”” (ib.).<br />
En todo lo que vamos viendo se perfila la figura de un enamorado (el<br />
propio autor, que, según dice al comienzo del libro Fragmentos de un discurso<br />
amoroso, habla como un enamorado) que se comporta como lo hacía<br />
tradicionalmente la mujer: él espera y se des-espera porque ella no está, se<br />
ausentó, se atrasó, etc. Esto nos hace ver que los papeles hombre-mujer en<br />
cierto modo se han invertido históricamente. Antes la mujer era por sobre todo<br />
Penélope esperando durante 20 años a Ulises, hilando y deshilando el manto. Y a<br />
propósito de ello, Barthes:<br />
“Históricamente, el discurso de la ausencia lo pronuncia la Mujer: la Mujer<br />
es sedentaria, el Hombre es cazador, viajero; la Mujer es fiel (espera), el Hombre<br />
es rondador (navega, rúa). Es la Mujer quien da forma a la ausencia, quien<br />
elabora su ficción, puesto que tiene el tiempo para ello; teje y canta; las<br />
Hilanderas, los Cantos de tejedoras dicen a la vez la inmovilidad (por el ronroneo<br />
del Torno de hilar) y la ausencia (a lo lejos, ritmos de viaje, marejadas,<br />
cabalgatas). Se sigue de ello que en todo hombre que dice la ausencia del otro, lo<br />
femenino se declara: este hombre que espera y que sufre, está milagrosamente<br />
feminizado. Un hombre no está feminizado porque sea invertido, sino por estar<br />
enamorado” (p. 46).<br />
195.A Karl Jaspers el médico de la familia le pronosticó corta vida.<br />
Digamos de Karl Jaspers por de pronto que se trata de uno de los filósofos más<br />
grandes del siglo XX con un derrotero singular, por venir de la Psiquiatría. Al<br />
mismo tiempo, estamos ante una figura que fue capaz de hacer una inmensa<br />
obra de su vida, regida ésta por una consecuencia rigurosa de punta a cabo, y,<br />
por decirlo así, a pesar de su pesar: me refiero a que fue un hombre muy<br />
enfermo, al que ya en 1901, cuando tiene apenas 18 años, un amigo de la<br />
familia, el Dr. Albert Fraenkel, le diagnostica "éxtasis bronquiales" y una<br />
deficiencia en el pulmón izquierdo, y, por si esto fuera poco, le pronostica una<br />
vida corta (lo que por suerte no se cumplió; al fin y al cabo vivirá 86 años). Con<br />
Fraenkel mantendrá Jaspers una amistad hasta la muerte del primero,<br />
acaecida en Heidelberg en 1938, cuando había sido despojado de todos sus