Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel
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El hombre por ser buscador de sentido está determinado por lo mismo a la vez<br />
por la posibilidad del sin-sentido. En efecto, si una de las fuentes que<br />
dispensan sentido es, por ejemplo, el trabajo, bien sabemos que la cesantía, el<br />
quedar de pronto sin trabajo, es una experiencia que deja a muchas personas,<br />
afectadas por esto, en los bordes del sin-sentido.<br />
Pero que haya unas supuestas dispensadoras de sentido se relaciona a<br />
la vez con el modo como se codifican esas fuentes, en otras palabras, si una<br />
fuente dispensadora de sentido es patentemente el juego, que juguemos de<br />
una u otra forma, como a su vez que juguemos tales y cuales juegos, ello<br />
supone ciertas maneras de interpretar todo aquello y visiblemente puede variar<br />
mucho de una cultura a otra. Lo que tiene sentido en cierta forma aquí, lo<br />
pierde allá, y viceversa.<br />
En el siglo XVIII Jonathan Swift escribe en 1726 Los viajes de Gulliver,<br />
obra en la que podemos compartir esta misma experiencia con él. Basta<br />
simplemente con alterar las situaciones, y ya sea que Gulliver, con su anhelo<br />
de aventuras, vaya donde los lilliputienses en su primer viaje de ultramar, o<br />
donde los gigantes de Brobdingnag en su segundo viaje, los códigos acerca de<br />
cómo conducirse en esos países cambian completamente, sucediendo a la par<br />
que al presentar Swift esos códigos en su arbitrariedad, ridiculiza<br />
indirectamente con ello los códigos de su propia sociedad (la irlandesa y la<br />
inglesa), y más que ello había que decir, de Europa, y de la humanidad toda.<br />
En su tercer viaje se encuentra con Laputa, una isla flotante. Veamos<br />
como describe Swift ciertas características de los laputienses:<br />
“Obervé por aquí y por allí a muchos, vestidos con ropa de criados, que<br />
llevaban en la mano una vejiga hinchada, como un desgranador, colocada en el<br />
extremo de un palo corto. En cada vejiga había una pequeña cantidad de<br />
guisantes secos o pequeños guijarros (como se me informó después). Con<br />
aquellas vejigas de vez en cuando golpeaban la boca y las orejas de los que<br />
estaban junto a ellos, práctica a la que yo no podría asignar un significado. Al<br />
parecer, las mentes de esa gente están tan absortas en intensas<br />
especulaciones, que no pueden hablar ni escuchar lo que dicten los demás a<br />
menos que los despierten mediante algún contacto exterior sobre los órganos<br />
del habla y del oído; por esta razón, las personas que pueden pagarlo siempre<br />
tienen un bastidor (el original es climenole) en la familia, como un doméstico<br />
más, y no salen de viaje, ni van de visita sin él. Y la misión de este funcionario<br />
es, cuando están reunidas dos o más personas, golpear suavemente con la<br />
vejiga la boca de la persona que va a hablar y la oreja derecha de aquel a<br />
quien se dirige. Este bastidor se emplea igualmente en acompañar a su amo en<br />
sus paseos, y en el momento oportuno, darle un suave golpe en los ojos,<br />
porque está siempre tan absorto en sus meditaciones, que corre el peligro de<br />
caer por los precipicios, de golpearse la cabeza en todos los postes y en las<br />
calles, de tropezar con los demás, o tropezar él mismo y caer al desagüe”.<br />
191.El sentido se presenta siempre en cadena.<br />
Los sentidos existenciales que nos determinan como buscadores de sentido que<br />
somos nunca se presentan aislados. Siempre van en cadena. En el plano<br />
existencial, el sentido se presenta tanto como justificación como orientación.<br />
Vivenciamos pues el sentido en cuanto a la justificación que tiene lo que