Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel
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No deja de ser curioso que de cara a la tremenda pregunta filosófica por el<br />
sentido, por de pronto haya ciertos referentes, que actúan al modo de fuentes<br />
que dispensan sentido: el amor, la amistad, el trabajo, y otros. Pero también<br />
hay otras que podemos llamar “fuentes programáticas” del sentido, porque a<br />
partir de ellas proyectamos el mundo, y de esa proyección de mundo va<br />
resultando paso a paso lo que conocemos como historia. Las fuentes<br />
programáticas son el arte, la ciencia, la técnica, la política, la economía, el<br />
derecho, la moral, la filosofía, y entre ellas también la religión. Está claro que lo<br />
que conocemos como mundo resulta precisamente del modo como<br />
desarrollamos éstas. Más aún, incluso cabe agregar que estas distintas<br />
programaciones tienen tal extensión, abarcan tanto y tienen tal poder que, en<br />
cierto modo, se han adueñado de la proyección de mundo. Es visible como lo<br />
que hace cada cual ya se encauza por los carriles que esas programaciones<br />
abren. En efecto, nadie puede sustraerse a los parámetros económicos,<br />
tecnológicos o jurídicos que nos rigen, y lo que cada cual hace ya se encamina<br />
de por sí por esos derroteros. En ello no hay vuelta atrás, no hay escapatoria, o<br />
tal vez sólo la habría para el ermitaño que se retira al desierto o a la montaña.<br />
Mas, esta última posibilidad era claramente una alternativa en el medioevo, y<br />
hoy por hoy parece no hacerse presente de modo significativo.<br />
Pero, con todo ¿puede ser considerada la religión como una fuente<br />
programática del sentido con lo cual la dejamos en un mismo nivel que la<br />
técnica o la economía? Y en refuerzo de lo anterior, cabe agregar que resulta<br />
evidente que tiene que llamar la atención la inclusión, entre las fuentes<br />
programáticas, de la religión. Respecto de la religión hay que tener en cuenta lo<br />
siguiente: si cabe entenderla como culto y enseñanza que nos permite<br />
acercarnos a lo divino, cualesquiera sea el modo como nos representamos ello,<br />
ese culto tiene claramente que ver con la proyección de mundo. Mas, al mismo<br />
tiempo, como en la religión se trata de lo divino y de Dios mismo, desde luego<br />
que ello sobrepasa con creces el marco de una fuente programática; y si bien<br />
lo analizamos incluso sobrepasa el marco de las fuentes dispensadoras de<br />
sentido en general. Lo divino y Dios en el único lugar en el que pueden tener<br />
cabida es en relación con la pregunta metafísica si acaso hay sentido o no en<br />
términos absolutos. Y ello se debe a que el supuesto Dios, así como el ser,<br />
correspondería verlo como el donante absoluto y total del sentido. Y así las<br />
religiones con su creencia en Dios o en varios dioses claramente nos presentan<br />
una respuesta diáfana respecto del sentido: que éste lo hay, y que puede ser,<br />
por ejemplo, la salvación.<br />
Mas, al instalarnos fuera de la religión, que haya o no haya sentido, en<br />
términos absolutos, queda más bien en calidad de pregunta y problema. Al<br />
parecer, no puede ser sino así como se presenta esto en la filosofía, y ello la<br />
define en cuanto tal.<br />
187.Fuentes ocasionales y persistentes del sentido.<br />
Ciertamente que el hombre, cada uno de nosotros, a lo largo de nuestras vidas<br />
puede experimentar y experimenta profundas crisis de sentido – y me refiero al<br />
sentido existencial de estar aquí, de saber o no tener muy en claro qué hacer,<br />
por qué luchar, por qué jugáselas.