Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel
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Aunque tengamos a ratos profundas crisis de sentido, sabemos de antemano<br />
que al menos eventualmente podemos encontrar sentido en el amor, el trabajo,<br />
el juego, y otros. A éstas los llamamos ‘fuentes referenciales’ del sentido.<br />
Podríamos agregar al respecto que de alguna manera se manifiesta en<br />
esto una relación entre diseño e implementación, ya que el diseño de lo que<br />
sería el sentido existencial y dónde poder encontrarlo está relativamente claro.<br />
Mas, luego se le presenta a cada cual, a estos “buscadores de sentido” que<br />
somos, un problema de implementación. Claro está, para que la vivencia del<br />
amor o la experiencia del trabajo puedan darle una justificación a lo que hago a<br />
diario, y me puedan a la vez orientar en la existencia, se trataría de<br />
enamorarme, de amar, de encontrar una pareja y ser correspondido en ese<br />
amor, como, por otra parte, se trata de que encuentre un trabajo a mi medida<br />
que ojalá me brinde no únicamente el sustento, sino en el que pueda<br />
autorrealizarme. Pero ¿cómo lo hago ¿cómo consigo todo esto? Es patente<br />
que por lo regular mis desvelos van por este derrotero, el derrotero de la<br />
implementación del sentido. Y es que si bien el sentido visiblemente se da por<br />
doquier, es donación: desde el vaso de agua que bebo hasta el beso que le<br />
doy a la amada, desde el paseo por el bosque sureño hasta el libro que estoy<br />
leyendo, desde el haber hecho cumbre en un cerro hasta el baño de mar en un<br />
día caluroso de verano, me dan, me brindan, me regalan sentido, no obstante<br />
esa donación sólo se completa, y, es más, se realiza, en la medida en que se<br />
complementa con mi propia dotación de sentido justamente a aquello que se<br />
me da, se me ofrece así, gratuitamente. De alguna manera entonces la aludida<br />
dotación se acerca a lo que recién hemos llamado ‘implementación’.<br />
Si bien lo pensamos, las fuentes referenciales representan lo que<br />
podríamos reconocer como una “estática del sentido”. Ellas están ahí desde<br />
siempre, son inmemoriales, a-históricas, están presentes en cada sociedad y<br />
cultura, aunque varíen nada más que en cuanto al énfasis mayor o menor que<br />
se pone en cada una de ellas. Ellas son, por decirlo así, nuestro “cielo<br />
estrellado del sentido”. Pero, hay otras fuentes dispensadoras de sentido, a<br />
partir de las cuales hacemos la historia y proyectamos lo que llamamos<br />
“mundo”; éstas son las fuentes programáticas – arte, ciencia, técnica, política,<br />
economía, derecho, y otras. ‘Mundo’ llamamos a lo que resulta de estas<br />
programaciones. Pues bien, a diferencia de las fuentes referenciales las<br />
fuentes programáticas son dinámicas. Ellas se caracterizan precisamente por<br />
estar siempre en desarrollo, en proceso, y cualquier detención en ellas,<br />
equivale a anquilosamiento y aun retroceso.<br />
Por último, conviene además detenerse en la relación entre estas<br />
fuentes programáticas y las fuentes referenciales del sentido. Las fuentes<br />
referenciales – amor-trabajo-juego, y otros – no sólo son fuentes, sino que,<br />
podríamos decir, constituyen los arcanos del sentido, arcanos que, cabe<br />
agregar, en lo esencial conllevan algo de carácter enigmático. Esta<br />
enigmaticidad se refleja precisamente en el hecho de que el hombre encuentre<br />
el sentido, la justificación de lo que hace y su orientación existencial, en ellos.<br />
Reconocido este alcance de las fuentes referenciales no es de extrañar<br />
entonces que las fuentes programáticas remitan a ellas. Así la ciencia y la<br />
filosofía remiten al saber, el trabajo a la economía, la creatividad al arte.<br />
186.¿La religión como fuente programática del sentido?