Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel

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09.05.2013 Views

Al hombre lo podemos concebir de muchas maneras, así como sucede desde los griegos. Siempre se ha tratado de descubrir lo más esencial del hombre y que lo determina a ser como es: los griegos, tanto Platón como Aristóteles, pero también, habría que agregar a Heráclito, Parménides, y por cierto también Sócrates, concibieron que aquello más esencial era la razón. Pero así también se ha estimado que en vez de la razón, lo más esencial que nos determina sería la voluntad, como es el caso de Schopenhauer o Nietzsche. También el poder ha jugado un papel así, como con los sofistas, Maquiavelo u Hobbes. Y así también el hombre puede ser concebido como buscador de sentido. En todo lo que nos proponemos, decidimos, hacemos, lo que nos inquieta, nos preocupa, nos atrae o nos repele, aprobamos o rechazamos, estamos a la busca del sentido. De ello pareciera que no escapamos jamás, porque incluso cuando soñamos, nos solemos preguntar cuando despertamos por el sentido de lo que hemos soñado. A tal punto estamos determinados por el sentido que incluso podríamos considerar que genera cierto agotamiento o fastidio estar siempre presos en el hecho de que cada cosa, cada hecho, cada suceso tiene un sentido, el cual hay que develar. Con el fin de destacar suscintamente sólo algunos de los aspectos más relevantes acerca de cómo se puede entender el sentido, digamos en primer lugar que el sentido ante todo se da, es donación. Desde la primavera hasta una mirada, desde un libro hasta la práctica de un deporte, desde el cielo estrellado hasta el vaso de agua que bebemos, en todo podemos encontrar sentido, simplemente porque está potencialmente por doquier. El sentido tiene así un carácter de don, de regalo, simplemente se da, y habría que agregar que se da a destajo sin escatimar nada, de modo sobre-abundante. Hoy en día sucede que ingresamos a internet y ya se abre un mundo de infinitas posibilidades, podemos viajar relativamente cómodos y conocer otras culturas, y en todo ello habrá siempre más y más donación de sentido. Mas, en todo caso sucede que para que el sentido se constituya como tal, es necesario que esta universal donación se complemente con una dotación de sentido por parte nuestra. La primavera puede hacerse presente a diario en los árboles floridos de las calles, el libro puede seguir estando en la estantería, un gato pequeño puede incitarnos a jugar con él con el ovillo de lana, pero mientras yo mismo no realizo una dotación, una proyección respecto de esos árboles floridos, ya que me emocionan de alguna manera, mientras no abro el libro de la estantería y me sumerjo en él, mientras no comienzo a jugar con el gato, no se constituye el sentido, o, en todo caso, para ser más precisos: no se constituye ése sentido específico relativo a lo que se está donando, ya que naturalmente puedo en aquellos momentos estar determinado por otros sentidos que me mantienen absorto. De lo anterior se colige que si nos preocupa el sentido, si solemos hacernos preguntas en torno a él, si a ratos experimentamos incluso su falta, como que sentimos que, pese a que se da aparentemente por doquier, a mi no me llega eso y me resulta ajeno, se trataría de que al menos estuviéramos abiertos a aquella supuesta donación universal de sentido, mas teniendo claro de antemano que, mientras yo mismo no complemente esa donación con mi propia dotación, el sentido no se constituirá. 182.Generadores del sentido.

Cuando nos preguntamos por el sentido en su dimensión existencial, encontramos que él sobre todo tiene que ver con la justificación que tiene lo que hacemos, decidimos, omitimos, nos entusiasma, nos repele. Como vemos, de esta forma, en todo momento, en términos de justificación, el sentido nos determina. Mas, la justificación que tiene lo que hago o dejo de hacer al mismo tiempo va unida a la orientación. Ella tiene que ver con finalidades y propósitos que trazo, que proyecto en mis decisiones, acciones, pero también en lo que estoy pensando e incluso sintiendo, recordando o imaginando. Lo cierto es que el sentido surge de la complementación de estos dos momentos: justificación y orientación. Ambos se compenetran íntegramente: ya en la justificación se hace presente la orientación, como viceversa. Mas, debemos preguntarnos también acerca de cómo se suscita el sentido, qué lo provoca, cómo se origina. Y respecto de ello, constatamos que ante todo el sentido comienza con el vínculo. Visiblemente el sentido se genera a partir del vínculo y la afinidad que tenemos con algo. Así encontramos sentido en espacios o momentos, con ciertas personas, respecto de algunos temas, y otros. Cabe agregar que los generadores del sentido suponen un efecto sinergético, de acuerdo al cual ellos interactúan y se potencian unos con otros. Es más, la sinergia se da en tanto de uno va emanando otro generador. Así el vínculo suscita el cobijo, que sería el segundo generador del sentido. Aquello a lo cual nos unimos nos brinda cobijo. El sentido tiene precisamente la virtud de cobijarnos, de ampararnos, de envolvernos bajo un manto de protección. Ello nos hace caer en cuenta del peso y relevancia del sentido, como que un hombre desprovisto de sentido semeja un desamparado, y suscita para los otros la impresión de desolación. El vínculo y el cobijo generan atadura. Al estar vinculados y cobijados en algo, ello tiende a atraparnos, quedando entonces cautivos. Si bien lo analizamos, éste es uno de los generadores del sentido que más da qué pensar, ya que se expresa con él – con la atadura – como el sentido a su vez supone límites; el sentido es algo que precisamente nos delimita, y por ello nos plantea también limitaciones. Al encontrar sentido en esto o lo otro, y más encima encontrar cobijo en ello, estoy atado en ello. Ello explica por qué la vivencia del sentido se expresa a veces al modo de ruptura, la cual sería justamente con respecto a la atadura del sentido. Por decirlo de algún modo, desatamos entonces la atadura del sentido en la cual hasta ahora nos encontrábamos. El vínculo, el cobijo y la atadura inducen a la reiteración. Se trata de que en relación con el sentido en el que estamos inmersos, volvemos a apostar por él, y si acaso esto no lo hacemos deliberadamente, sí por lo general de manera tácita. Al seguir bajo el alero de cierto sentido que ante todo nos cobija, continuamos en ello. De este modo con la re-iteración, lo reafirmamos. Ahora bien, esa reiteración no necesariamente es expresa. La mayoría de las veces es tácita. Por ejemplo reitero la relación de pareja en que me encuentro (que significa también atadura) con cada gesto cariñoso, a veces nada más que con la mirada. Vínculo, cobijo, atadura, reiteración generan por último aquello en lo que el sentido logra su mayor peso, fuerza y determinación: el sostén. Ante todo el sentido es lo que nos sostiene en la existencia. En el sostén la sinergia del

Cuando nos preguntamos por el sentido en su dimensión existencial,<br />

encontramos que él sobre todo tiene que ver con la justificación que tiene lo que<br />

hacemos, decidimos, omitimos, nos entusiasma, nos repele. Como vemos, de<br />

esta forma, en todo momento, en términos de justificación, el sentido nos<br />

determina. Mas, la justificación que tiene lo que hago o dejo de hacer al mismo<br />

tiempo va unida a la orientación. Ella tiene que ver con finalidades y propósitos<br />

que trazo, que proyecto en mis decisiones, acciones, pero también en lo que<br />

estoy pensando e incluso sintiendo, recordando o imaginando. Lo cierto es que el<br />

sentido surge de la complementación de estos dos momentos: justificación y<br />

orientación. Ambos se compenetran íntegramente: ya en la justificación se hace<br />

presente la orientación, como viceversa.<br />

Mas, debemos preguntarnos también acerca de cómo se suscita el<br />

sentido, qué lo provoca, cómo se origina. Y respecto de ello, constatamos que<br />

ante todo el sentido comienza con el vínculo. Visiblemente el sentido se genera<br />

a partir del vínculo y la afinidad que tenemos con algo. Así encontramos<br />

sentido en espacios o momentos, con ciertas personas, respecto de algunos<br />

temas, y otros.<br />

Cabe agregar que los generadores del sentido suponen un efecto<br />

sinergético, de acuerdo al cual ellos interactúan y se potencian unos con otros.<br />

Es más, la sinergia se da en tanto de uno va emanando otro generador. Así el<br />

vínculo suscita el cobijo, que sería el segundo generador del sentido. Aquello a<br />

lo cual nos unimos nos brinda cobijo. El sentido tiene precisamente la virtud de<br />

cobijarnos, de ampararnos, de envolvernos bajo un manto de protección. Ello<br />

nos hace caer en cuenta del peso y relevancia del sentido, como que un<br />

hombre desprovisto de sentido semeja un desamparado, y suscita para los<br />

otros la impresión de desolación.<br />

El vínculo y el cobijo generan atadura. Al estar vinculados y cobijados en<br />

algo, ello tiende a atraparnos, quedando entonces cautivos. Si bien lo<br />

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pensar, ya que se expresa con él – con la atadura – como el sentido a su vez<br />

supone límites; el sentido es algo que precisamente nos delimita, y por ello nos<br />

plantea también limitaciones. Al encontrar sentido en esto o lo otro, y más<br />

encima encontrar cobijo en ello, estoy atado en ello. Ello explica por qué la<br />

vivencia del sentido se expresa a veces al modo de ruptura, la cual sería<br />

justamente con respecto a la atadura del sentido. Por decirlo de algún modo,<br />

desatamos entonces la atadura del sentido en la cual hasta ahora nos<br />

encontrábamos.<br />

El vínculo, el cobijo y la atadura inducen a la reiteración. Se trata de que<br />

en relación con el sentido en el que estamos inmersos, volvemos a apostar por<br />

él, y si acaso esto no lo hacemos deliberadamente, sí por lo general de manera<br />

tácita. Al seguir bajo el alero de cierto sentido que ante todo nos cobija,<br />

continuamos en ello. De este modo con la re-iteración, lo reafirmamos. Ahora<br />

bien, esa reiteración no necesariamente es expresa. La mayoría de las veces<br />

es tácita. Por ejemplo reitero la relación de pareja en que me encuentro (que<br />

significa también atadura) con cada gesto cariñoso, a veces nada más que con<br />

la mirada.<br />

Vínculo, cobijo, atadura, reiteración generan por último aquello en lo que<br />

el sentido logra su mayor peso, fuerza y determinación: el sostén. Ante todo el<br />

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