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Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel

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musicalizada por Duparc). En este incesto prorrogado, todo está entonces<br />

suspendido: el tiempo, la ley, la prohibición; nada se agota, nada se quiere: todos<br />

los deseos son abolidos, porque parecen definitivamente colmados” (p. 24).<br />

Pero, al mismo tiempo, se manifiesta frente a la fuerza de lo maternal, una<br />

segunda fuerza: la de lo genital:<br />

“Sin embargo, en medio de este abrazo infantil, lo genital llega<br />

infaltablemente a surgir; corta la sensualidad difusa del abrazo incestuoso; la<br />

lógica del deseo se pone en marcha, el querer-asir vuelve, el adulto se<br />

sobreimprime al niño. Soy entonces dos sujetos a la vez: quiero la maternidad y<br />

la genitalidad. (El enamorado podría definirse como un niño que se tensa: tal era<br />

el joven Eros)”.<br />

178.En torno a lo fútil que suele haber en las vivencias amorosas.<br />

Siguiendo a Roland Barthes, podemos explorar cierta relación que hay entre el<br />

enamoramiento y la vivencia mística. En ambos casos está en juego otro ser, al<br />

que nos entregamos completamente y que sentimos como un "todo", sea éste<br />

otra persona, o Dios.<br />

El parentesco entre el enamoramiento y la mística se expresa también en<br />

el abismo existencial en el que nos sumergimos en el quiebre momentáneo o<br />

definitivo de una relación de pareja. Barthes sobre esto:<br />

“Cuando me ocurre abismarme así es porque no hay más lugar para mí en<br />

ninguna parte, ni siquiera en la muerte. La imagen del otro – a la que me adhería,<br />

de la que vivía – ya no existe; tan pronto es una catástrofe (fútil) la que parece<br />

alejarla para siempre, tan pronto es una felicidad excesiva la que me hace<br />

reencontrarla; de todas maneras, separado o disuelto, no soy acogido en ninguna<br />

parte; enfrente, ni yo ni tú, ni muerte, nadie más a quien hablar” (p. 22).<br />

Y todo lo que a él, a mí o a Usted nos puede pasar es, claro está, una<br />

catástrofe, pero agrega Barthes: fútil, es decir, baladí, vana, porque el<br />

enamoramiento que provoca todo esto ¿qué es en comparación con las<br />

verdaderas necesidades apremiantes, con los duros rigores de la vida? Es casi<br />

como una nadería en la que enredamos íntegramente nuestro ser. Sobre esto<br />

nuestro autor nos llama la atención en muchas ocasiones en sus Fragmentos de<br />

un discurso amoroso. Dice el filósofo francés:<br />

“Los acontecimientos de la vida amorosa son tan fútiles que no acceden a<br />

la escritura sino a través de un inmenso esfuerzo: uno se desalienta de escribir lo<br />

que, al escribirse, denuncia su propia chatura: “Encontré a X...en compañía de<br />

Y...”, “Hoy, X...no me ha telefoneado”, “X...estaba de mal humor”, etc.: ¿quién<br />

reconocería en esto una historia?” (p. 105).<br />

Y continúa:<br />

“En la vida amorosa, la trama de los incidentes es de una increíble<br />

futilidad./.../Cuando imagino seriamente suicidarme por una llamada telefónica<br />

que no llega, se produce una obscenidad tan grande como cuando, en Sade, el<br />

papa sodomiza un pavo./.../nada puede superar el inconveniente de un sujeto que<br />

se hunde porque su otro adopta un aire ausente, “mientras existen todavía tantos<br />

hombres en el mundo que mueren de hambre, mientras tantos pueblos luchan<br />

diariamente por su liberación, etc.”” (p. 194).<br />

Curioso pues: como en aquella vivencia, que en muchos aspectos se<br />

presenta como fútil, puede el ser humano sentir lo más grande, lo más hondo:<br />

todo lo concerniente a la vivencia del amor. Y, precisamente por tratarse de una

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