Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel

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09.05.2013 Views

Recién, cuando el cadáver del jefe tribal se ha podrido, termina la fiesta, y se reinstauran nuevamente los interdictos. Interesante aquí es traer a colación los análisis que hace Bataille en relación con una de las formas del erotismo sagrado, cual es el cristianismo. Nos dice que el cristianismo representa la “moral del interdicto”, en que sucede que la transgresión es interpretada como degradación, de tal manera que ella no tendría más cabida ni justificación. Sin embargo, como el cristianismo proviene, como toda religión, del paganismo – donde sí se ha manifestado el erotismo sagrado a través de la transgresión – sucede entonces que en el cristianismo también se dio originariamente la transgresión. El ejemplo que él pone para ello es el de la crucifixión, es decir un sacrificio humano, el sacrificio del Dios-hombre. Y este sacrificio, agrega, es rememorado en la misa a través de un “canibalismo”, pero tan sólo simbólico, en el que comemos y bebemos el cuerpo y la sangre de Cristo (el pan y el vino). Esto también ha sido planteado por Freud. Singular e interesante esta tesis del canibalismo simbólico en la misa, puesto que nos hace ver que en aquellas formas primitivas de erotismo, a saber de transgresión de los interdictos que protegen nuestra discontinuidad y la del otro, se estaba preparando la transgresión más compleja que es la que se dará con nuestras más sutiles maneras de enamorarnos y de vivenciar el amor. 175.En el erotismo anhelamos insternarnos en un flujo. Siguiendo el pensamiento del erotismo de Bataille, cabe decir que en lo erótico anhelamos fundirnos con algo otro, prolongar nuestro ser más allá de nosotros mismos, en otras palabras, nuestra discontinuidad anhela integrarse en un continuum, una especie de flujo cósmico. Agreguemos ahora que la vida, el tiempo, la historia, música son expresiones del continuum, de la continuidad. Es por ello que la experiencia de insertarse en el continuum es una experiencia radical que nos acerca a la vida, al tiempo o a Dios. Esto es muy visible en el caso de la música. ¿Cuándo verdaderamente la sentimos? En cierto modo, cuando nos hacemos unos con ella. O también, puede ejemplificarse lo anterior de la siguiente manera: ¿Cuándo verdaderamente bailamos al compás de una música? Nuevamente, cuando nos hacemos unos con ella, lo cual implica un cierto salir de sí mismo y entregarse a lo otro – la música – así como lo hace el macumbero en Brasil, que acaba entrando en trance, o los distintos coribantes de variados rituales practicados a lo largo de la historia. Y esta experiencia de salir de sí mismo es también la propia de la droga, lo cual a su vez nos hace ver que por tener esta experiencia este caracter de un des-doblamiento, aunque parcial, de pronto puede suceder que no encontramos el camino de retorno hacia nuestro yo habitual. De ahí que esta experiencia es también peligrosa. El siguiente punto, que destaca Bataille, resulta también de singular importancia: el erotismo es expresión de un derroche, derrame, desborde. Esto lo muestra en una cercanía con la naturaleza, que se derrama en formas, colores, olores, sabores, donde sucede, por ejemplo, que en la reproducción de los árboles son innumerables las semillas que se pierden, etc.

Bataille ejemplifica esto además con la sexualidad, al preguntarnos: ¿para qué tantas cópulas? Ello es expresión de una exuberancia sexual, de un enorme derroche de fuerzas y energías que se despilfarran gratuitamente. Respecto de esto nuestro autor dice lúcida y bellamente lo siguiente, estableciendo nuevamente un vínculo entre eros y tánatos: “La sexualidad y la muerte no son más que los momentos agudos de una fiesta que la naturaleza celebra con la multitud inagotable de los seres, pues una y otra tienen el sentido del despilfarro ilimitado al que procede la naturaleza en contra del deseo de durar que es lo propio de cada ser”. En todo ello se da la vivencia de un movimiento que nos arrastra y como nos dejamos llevar por él, pero, claro está, ello puede ser aterrador precisamente cuando en tanto individuos con nuestras capacidades ya no tenemos ninguna ingerencia en ese ser arrastrados. Por lo mismo, cabe agregar que cuando conservamos algo de individuación, en ello experimentamos placer. Tal vez una imagen adecuada sería entonces ir en una canoa bajando vertiginosamente por un río torrentoso, y reparando en el hecho de que nosotros no podemos dejar de llevar el rumbo de nuestra embarcación. 176.El “diccionario para los enamorados” de Roland Barthes. El filósofo Roland Barthes escribe una bellísima y – a mi juicio – muy lúcida obra: Fragmentos de un discurso amoroso. Por lo pronto, Barthes reconoce aquí que la vivencia amorosa dificilmente se deja explicitar en un discurso. De ahí el título del libro, donde se alude a los posibles “fragmentos”, es decir, retazos, pedazos de un “discurso amoroso”, que no logra articularse como un todo unitario. En efecto, si analizamos nuestra personal vivencia amorosa, nos percatamos que apenas podemos hablar de rasgos o aspectos parciales de ella, sin poder darle una unidad. Barthes desarrolla por lo mismo un “diccionario” de esa vivencia, en el que los términos a definir son por ejemplo: noche, salidas, suicidio, te amo, quererasir, locuela, ascesis, etc. Con ello intenta mostrar deliberadamente la imposibilidad de hacer un diccionario, y junto con ello explayar cualquier lógica posible del enamoramiento. Y, sin embargo su diccionario, aunque fragmentario, ahí está, lo podemos leer, está a disposición de los usuarios, que en este caso son los posibles enamorados que pueden consultarlo. Nuestro autor, el que escribe los Fragmentos, es además él mismo un sujeto enamorado. Nos dice en el epígrafe : “Es pues un enamorado el que habla y dice:” , y lo que sigue es el libro mismo. Él escribe sobre el amor desde el amor, pero esto mismo hace que se pierda la lógica del discurso. Dice Barthes al respecto: “¿Qué pienso del amor? – En resumen, no pienso nada. Querría saber lo que es, pero estando dentro lo veo en existencia, no en esencia. Aquello de donde yo quiero conocer (el amor) es la materia misma que uso para hablar (el discurso amoroso)/.../Igualmente discurriré bellamente sobre el amor a lo largo del año, pero no podré atrapar el concepto más que “por la cola”: por destellos, fórmulas, hallazgos de expresión, dispersados a través del gran torrente de lo Imaginario; estoy en el mal lugar del amor, que es su lugar deslumbrante: “El lugar más sombrío - dice un proverbio chino - está siempre bajo la lámpara”” (p. 66).

Bataille ejemplifica esto además con la sexualidad, al preguntarnos: ¿para<br />

qué tantas cópulas? Ello es expresión de una exuberancia sexual, de un enorme<br />

derroche de fuerzas y energías que se despilfarran gratuitamente.<br />

Respecto de esto nuestro autor dice lúcida y bellamente lo siguiente,<br />

estableciendo nuevamente un vínculo entre eros y tánatos:<br />

“La sexualidad y la muerte no son más que los momentos agudos de una<br />

fiesta que la naturaleza celebra con la multitud inagotable de los seres, pues una<br />

y otra tienen el sentido del despilfarro ilimitado al que procede la naturaleza en<br />

contra del deseo de durar que es lo propio de cada ser”.<br />

En todo ello se da la vivencia de un movimiento que nos arrastra y como<br />

nos dejamos llevar por él, pero, claro está, ello puede ser aterrador precisamente<br />

cuando en tanto individuos con nuestras capacidades ya no tenemos ninguna<br />

ingerencia en ese ser arrastrados. Por lo mismo, cabe agregar que cuando<br />

conservamos algo de individuación, en ello experimentamos placer. Tal vez una<br />

imagen adecuada sería entonces ir en una canoa bajando vertiginosamente por<br />

un río torrentoso, y reparando en el hecho de que nosotros no podemos dejar de<br />

llevar el rumbo de nuestra embarcación.<br />

176.El “diccionario para los enamorados” de Roland Barthes.<br />

El filósofo Roland Barthes escribe una bellísima y – a mi juicio – muy lúcida obra:<br />

Fragmentos de un discurso amoroso. Por lo pronto, Barthes reconoce aquí que la<br />

vivencia amorosa dificilmente se deja explicitar en un discurso. De ahí el título del<br />

libro, donde se alude a los posibles “fragmentos”, es decir, retazos, pedazos de<br />

un “discurso amoroso”, que no logra articularse como un todo unitario.<br />

En efecto, si analizamos nuestra personal vivencia amorosa, nos<br />

percatamos que apenas podemos hablar de rasgos o aspectos parciales de ella,<br />

sin poder darle una unidad.<br />

Barthes desarrolla por lo mismo un “diccionario” de esa vivencia, en el que<br />

los términos a definir son por ejemplo: noche, salidas, suicidio, te amo, quererasir,<br />

locuela, ascesis, etc. Con ello intenta mostrar deliberadamente la<br />

imposibilidad de hacer un diccionario, y junto con ello explayar cualquier lógica<br />

posible del enamoramiento. Y, sin embargo su diccionario, aunque fragmentario,<br />

ahí está, lo podemos leer, está a disposición de los usuarios, que en este caso<br />

son los posibles enamorados que pueden consultarlo.<br />

Nuestro autor, el que escribe los Fragmentos, es además él mismo un<br />

sujeto enamorado. Nos dice en el epígrafe : “Es pues un enamorado el que habla<br />

y dice:” , y lo que sigue es el libro mismo. Él escribe sobre el amor desde el amor,<br />

pero esto mismo hace que se pierda la lógica del discurso. Dice Barthes al<br />

respecto:<br />

“¿Qué pienso del amor? – En resumen, no pienso nada. Querría saber lo<br />

que es, pero estando dentro lo veo en existencia, no en esencia. Aquello de<br />

donde yo quiero conocer (el amor) es la materia misma que uso para hablar (el<br />

discurso amoroso)/.../Igualmente discurriré bellamente sobre el amor a lo largo<br />

del año, pero no podré atrapar el concepto más que “por la cola”: por destellos,<br />

fórmulas, hallazgos de expresión, dispersados a través del gran torrente de lo<br />

Imaginario; estoy en el mal lugar del amor, que es su lugar deslumbrante: “El<br />

lugar más sombrío - dice un proverbio chino - está siempre bajo la lámpara”” (p.<br />

66).

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