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Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel

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Georges Bataille, pensador francés del siglo XX. Ante todo podría decirse que<br />

es un pensador de trangresión, y el tema del erotismo tiene mucho que ver con<br />

eso. Y, como supuestamente los opuestos se atraen, una persona como él y<br />

con esas características, tuvo en sus comienzos vocación sacerdotal y de<br />

hecho asistió a un seminario católico, mas en 1922 perdió la fe. Su obra es<br />

abundante y ejerció poderosa influencia sobre Michel Foucault y Jacques<br />

Derrida. A su vez, influyen sobre él especialmente Nietzsche, Freud y Marcel<br />

Mauss, y también el Marqués de Sade.<br />

Ingresando en su concepción del erotismo cabe reconocer con él en<br />

primer lugar lo siguiente: somos individuos que tenemos una determinada forma<br />

de ser, unos valores, quizás una ideología política o un credo religioso, es decir,<br />

según nuestro filósofo francés: somos “discontínuos”. Esta discontinuidad, así<br />

concebida, como podemos ver, no se limita a lo físico, ya que somos desde luego<br />

discontínuos no sólo por ocupar un espacio y un tiempo, sino que se entiende<br />

además sobre una base espiritual. A su vez, esa nuestra discontinuidad o<br />

individualidad está protegida por normas, tabúes, o, en una sola palabra, por lo<br />

que llama nuestro autor: ‘interdictos’.<br />

Pues bien, sucede en el fenómeno erótico que amenazamos nuestra<br />

individualidad a la que nos hemos habituado, y al ser lo erótico, por lo general,<br />

algo compartido, resulta que también amenazamos la individualidad del otro (ella<br />

o él). Esta amenaza al concretarse la llama Bataille: ‘transgresión’. En otras<br />

palabras, en la manifestación erótica transgredimos no solamente nuestros<br />

propios interdictos, sino también los del otro.<br />

La razón de que se de en el erotismo esta suerte de mecanismo<br />

‘interdicto-transgresión’ se debe a que lo que vivenciamos, cuando nos<br />

erotizamos, es el anhelo de la continuidad de nuestro ser. Y este anhelo supone<br />

al mismo tiempo un “querer salirse de nuestra discontinuidad individual,<br />

intentando fundirnos en el otro”. Esto sucede particularmente en el acto sexual, y<br />

muy en especial en el orgasmo.<br />

Respecto de este punto, le he escuchado y leído decir algo que me parece<br />

muy acertado al psiquiatra Fernando Oyarzún, profesor de la Universidad Austral<br />

de Chile: el orgasmo es una experiencia humana radical, y lo es precisamente<br />

porque en ella se da una fusión casi total con el otro, un compartir muy cercano a<br />

la plenitud. Es por ello también que se puede trazar, siguiendo a Bataille, un<br />

paralelo entre el orgasmo y la experiencia mística, en la que intentamos fundirnos<br />

con lo divino.<br />

Ahora bien, el salirnos completamente de nuestra individualidad implica la<br />

muerte, y resulta que en el erotismo intentamos aquella fusión con el otro. Esto<br />

muestra que entre amor y muerte – entre eros y tánatos – hay una relación<br />

indisociable. Bataille nos recuerda a propósito de esta relación que los franceses<br />

llaman al orgasmo la “petit mort”, la pequeña muerte.<br />

Del mismo modo, Freud ya reconoció que hay dos instintos<br />

fundamentales: el instinto erótico que es esencialmente vital, y el instinto tanático.<br />

Es por ello que Bataille nos dice ya como primera afirmación de su libro:<br />

“Puede decirse que el erotismo es la aprobación de la vida hasta en la muerte”.<br />

173.La cercanía entre amor y muerte.<br />

Georges Bataille reconoce a su modo el maridaje entre amor y muerte, entre eros<br />

y tánatos. Él observa en el erotismo una tentativa de fundirnos plenamente con el

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