Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel

"Todo gran amor no quiere amor: quiere más"
Ortega y Gasset:
"En el acto amoroso, la persona sale fuera de sí:
es tal vez el máximo ensayo que la Naturaleza hace
para que cada cual salga de sí mismo hacia otra cosa"
Y finalmente Violeta Parra:
"Lo que puede el sentimiento
no lo ha podido el saber,
ni el más claro proceder
ni el más ancho pensamiento,
todo lo cambia el momento
cual mago condescendiente,
nos aleja dulcemente
de rencores y violencias,
sólo el amor con su ciencia
nos vuelve tan inocentes".
160.Amor y sentido.
Si la cuestión primordial que le preocupa al hombre es el sentido de su
existencia, podríamos decir que éste lo podemos relacionar con distintos
horizontes: poder, saber, creación, juego, muerte y amor. En todas éstas – que
podríamos llamar ‘fuentes’ – el hombre encuentra sentido.
El 'sentido' es también 'horizonte' porque orienta e ilumina. Así puede
ser 'Dios' el supremo sentido, pero así también a lo mejor no hay aquel Sentido,
o, en todo caso, si lo hay, estaría oculto. Distintos pensamientos de la filosofía
contemporánea se acercan en mayor o menor grado a esta segunda
posibilidad, así en particular Deleuze. Lo que llamamos 'sentido' tiene que ver
aquí con una ausencia de él que intentamos llenar con nuestros anhelos y
expectativas.
Como bien ha sido planteado en distintos pensamientos filosóficos, sin
duda que es la certeza absoluta de la muerte la que nos hace caer en cuenta
que todo lo que hagamos o construyamos acaba en ella, y que por lo tanto
obliga a admitir la posibilidad del sinsentido o del absurdo, como en Albert
Camus.
Pero, aquí no se trata de explayar una teoría del sentido. Lo relevante
está en que actuamos, vivimos y nos desvivimos en relación a esos horizontes
del sentido. Ellos están en interdependencia, o, al menos, deben estarlo. Lo
decisivo radica en que por sobre todo el amor impregne los demás; su
trascendencia se advierte cuando falta; entonces tenemos un poder prepotente
y abusivo; un saber a lo más puramente formal, que no se expresa al modo de
lo que Santo Tomás de Aquino llamara la ratio diligendi (la razón amorosa); una
creación artística esteril; un juego puramente instrumentalizado en el que no
hay la pasión de jugar, sino sólo de ganar.