Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel
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cristiano exhibe dolor, es lo más cercano a lo humano, pareciendo incluso que<br />
el hombre mismo se hubiera deificado. Y también por cierto es un “Dios” que<br />
aunque ama, castiga, y aunque además, sea un castigo con amor. Pues bien –<br />
si se quiere, por todo un conjunto de rasgos morales que le atribuimos a ese<br />
“dios” que nos representamos – a ese Dios tan cercano a ti que, casi pareces<br />
tu mismo: ¿cómo lo vas a demostrar? Aquí se acabó el juego.<br />
Y por eso los teólogos negativos veían claramente en esto la expresión<br />
de una blasfemia, un sacrilegio, lo que sigue reiterando Heidegger.<br />
Demostrar, así lisa y llanamente a Dios parece blasfemia, y ello cobra<br />
tanta fuerza que acaba por convencernos de que es una blasfemia.<br />
De aquí proviene pues esa sensación de prepotencia.<br />
En todo caso, aparentemente ya se hicieron todos los intentos por<br />
demostrarlo, y está claro que no resultó.<br />
En función de estas consideraciones da la impresión que lo mejor sería<br />
que la razón se aventurara a otro modo de encontrarse con el supuesto Dios,<br />
ya no más en términos preponderantes de demostración, sino de un modo –<br />
podríamos decir, más suave y respetuoso – y tal vez con ello ensayamos un<br />
nuevo tipo de pensamiento, el pensar sin-fundamento, el pensar que – llamaría<br />
– lúdico.<br />
¿Y por qué el pensar ha de ser en su máximo extremo, sin-fundamento?<br />
Porque enfrentado a la plenitud, aquello que llamamos ser o el posible Dios,<br />
responde diciendo que: si hay Dios, entonces tiene Fundamento, pero ese<br />
Fundamento es sin-Fundamento.<br />
144.De cómo nos representamos las cosas. Ejemplo: la vía láctea.<br />
Podemos imaginar lo singulares que deben haber sido las representaciones del<br />
fuego para el hombre de los albores de la humanidad, cuando todavía no hacía<br />
uso de él, y a lo más lo veía en los incendios provocados por erupciones<br />
volcánicas o por alguna tormenta eléctrica. Por supuesto no es de extrañar que<br />
el fuego haya sido visto como algo divino, un demonio, un espíritu, y demás.<br />
Ejemplar en ello es lo que muestra la película “La guerra del fuego”.<br />
De las galaxias sabemos por de pronto a partir de una sola: nuestra<br />
galaxia, la vía láctea, que por milenios fue la única conocida. El propio término<br />
galaxia ya de por sí incluye la significación de una vía “láctea”, ya que<br />
significa en griego por de pronto eso: “de leche”. Según el mito<br />
griego, mientras Hera, la esposa de Zeus, amamantaba a Hércules, cayó una<br />
gota de leche, la cual, al rodar por el cielo, dejó esta “vía de leche”.<br />
Al ver en la noche el cielo nocturno, desde luego lo que vemos allí es lo<br />
que se ha llamado vía láctea, y es porque nuestra representación de aquello ya<br />
está demasiado férreamente atada con ese nombre y todo lo que él significa.<br />
Es casi imposible para nosotros ponernos en la situación de quien mira esa<br />
gigantesca mancha de leche sin ligarla de inmediato a nombre y concepto que<br />
se tiene de ello. Quizás el griego también no pudo sino ver en ello la gota de<br />
leche que se fue derramando. Mas, gota de leche o lo que fuere, lo interesante<br />
es ponerse en la situación de nombrar y darle algún relato a aquello que vemos<br />
allí, incluso procurando hacer abstracción de lo que tiene que ver con leche. Si<br />
hacemos esto, recién entonces podemos entender que, por su parte, los<br />
pitagóricos, se representaban nuestra galaxia como hecha de fuego; más bien,<br />
veían en ella los rescoldos del incendio provocado por Faetón, el hijo de Helios,