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Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel

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“demostración de la existencia de Dios”, por de pronto nos hace ver que el<br />

amarre entre filosofía y teología es una cuestión insoslayable.<br />

Y así podríamos decir con el filósofo alemán Wilhelm Weischedel, de la<br />

Universidad Libre de Berlín, que desde Aristóteles en adelante tenemos<br />

filosofía teológica y que esta filosofía, con esa dirección, tendría un movimiento<br />

de auge, al modo de un arco que va primero desde Aristóteles hasta Hegel, y<br />

un movimiento de caída (en todo lo cual, es similar a un ser vivo) que se inicia<br />

con el positivismo decimonónico y se extiende hasta nosotros, que<br />

significativamente estamos determinados por el nihilismo.<br />

Desde luego que ha habido propuestas de superación de esa filosofía<br />

teológica tradicional, a la que Heidegger de modo muy original y preciso llamó<br />

“ontoteología”.<br />

Mas, por mucho que el esfuerzo de Martin Heidegger sea encomiable y<br />

haga avances muy interesantes en pos de esa superación, a mi modesto<br />

entender no lo logra, y esto no por una inesperable incapacidad de su<br />

pensamiento, sino porque, en el fondo, esto es imposible. Y lo es, porque<br />

desde el momento que el filósofo se pregunta por lo más radical – el ser, la<br />

plenitud, la realidad total, el universo, o como se llame – no puede sino<br />

enfrentar a la vez la pregunta por Dios, y si no reconoce esto, no está<br />

propiamente filosofando.<br />

142.Un “dios demostrado” es similar al zorro capturado por la jauría de perros<br />

Beagle.<br />

Así como el tema fundamental de la filosofía es el ser – ¿qué es ser? – así<br />

también podemos reconocer que el apetito de nuestra razón no consiste<br />

únicamente en alcanzar el ser, sino a Dios mismo. Ésta es de verás su mayor<br />

aventura. La ciencia puede explicar qué es una nube, cómo funciona la visión,<br />

cómo se reproducen las células, y al abrirnos a la totalidad del universo, la<br />

ciencia se encuentra con la filosofía, que se debate en la pregunta por el ser:<br />

ello queda muy expresado en la pregunta de Leibniz de por qué hay ser, hay<br />

siquiera algo, que no más bien nada. Es cierto que cuando nuestras preguntas<br />

e inquietudes llegan tan lejos que nos estamos preguntando por el universo, la<br />

plenitud o el ser, todas nuestras respuestas – incluidas las científicas – hacen<br />

agua. Y el asunto es que, justo llegados a ese punto, se abre entonces la<br />

pregunta por Dios. ¿Será que hay lo divino, unos dioses o Dios, tras esto que<br />

llamamos ser, que tal vez esto no es nada más que un velo, un mundo de<br />

apariencias – como lo vio Platón – y que descorriendo este velo llegaremos a<br />

ver el rostro de Dios? Por otra parte, naturalmente se considera en esto<br />

también que la razón – presa ora en los fenómenos, en la experiencia o en el<br />

criterio de la objetividad – no alcanza, no llega, no toca, ni siquiera roza a Dios,<br />

y que, en función de ello, el camino de acceso sería el de la fe – la fe que tiene<br />

su mayor fuerza, cuando como Tertuliano, creo porque es absurdo, credo quia<br />

absurdum est, o también concibiendo la fe al modo de la apuesta de Pascal o<br />

el salto de Kierkegaard.<br />

Es por ello que todo intento de demostración de la existencia de Dios<br />

tiene que parecer a fin de cuentas como lo que Heidegger expresa en la<br />

siguiente afirmación:

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