Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel
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creemos, y que eres lo que creemos. Ciertamente, creemos que Tú eres algo<br />
mayor que lo cual nada puede ser pensado. / Se trata de saber si existe una<br />
naturaleza que sea tal, porque el insensato ha dicho en su corazón: no hay<br />
Dios. / Pero cuando me oye decir que hay algo por encima de lo cual no se<br />
puede pensar nada mayor, este mismo insensato entiende lo que digo; lo que<br />
entiende está en su entendimiento, incluso aunque no crea que aquello existe”.<br />
Y concluye más adelante: “Por consiguiente, si aquello mayor que lo cual nada<br />
puede pensarse existiese sólo en el entendimiento, se podría pensar algo<br />
mayor que aquello que es tal que no puede pensarse nada mayor. / Luego<br />
existe sin duda, en el entendimiento y en la realidad, algo mayor que lo cual<br />
nada puede ser pensado."<br />
En síntesis, podríamos decir, los pasos de esta prueba corresponden a<br />
los siguientes: que tengo en mí la idea de lo más grande que pueda pensarse,<br />
quod maior non sit, y que esto, lo mayor, lo más grande, por ser tal, tendría que<br />
existir no sólo en mí, sino también fuera de mí. Ahora bien, si todo el mundo<br />
concuerda, incluso el ateo, de que lo más grande que podemos pensar es Dios,<br />
entonces Dios existe.<br />
139.San Anselmo de Canterbury se enfrenta con el monje Gaunilo.<br />
En su obra Proslogion San Anselmo, que viviera entre los siglos XI y XII,<br />
desarrolla una demostración de la existencia de Dios que en síntesis contiene<br />
los siguientes pasos: tengo en mí la idea de lo más grande que pueda<br />
pensarse, quod maior non sit, y esto – lo mayor, lo más grande – por ser tal,<br />
tiene que existir no sólo en mí, sino también fuera de mí. Ahora bien, si todo el<br />
mundo concuerda (incluso el ateo) en que lo más grande que podemos pensar<br />
es Dios, entonces Dios existe.<br />
Gaunilo, monje coetáneo de San Anselmo en su obra Liber pro insipiente<br />
(Libro para el iniciado) critica esta demostración, haciendo ver lo injustificado<br />
que es el paso de lo ideal (lo pensado, Dios como lo más grande que hay) a lo<br />
real (lo existente), vale decir, que haya efectivamente tal. Con el fin de aclarar<br />
de manera didáctica esto, Gaunilo propone la siguiente metáfora: alguien tiene<br />
una idea de unas Islas Afortunadas perfectas y paradisíacas, y se permite<br />
concluir a partir de ello que tales islas deben existir necesariamente debido a<br />
su perfección, ya que ellas no serían perfectas, si acaso no existieran, vale<br />
decir, la perfección tiene que incluir la existencia, porque, de lo contrario, no es<br />
tal.<br />
San Anselmo replica entonces a Gaunilo planteando que su<br />
comparación de la idea de Dios con la idea de una isla perfecta es<br />
completamente impropia, ya que no se puede comparar algo inmaterial – Dios<br />
– con algo material – la isla – como tampoco jamás podría admitirse que algo<br />
material fuera perfecto.<br />
Siglos más tarde, en el siglo XVIII, Kant volverá sobre esta prueba,<br />
retomando en la Crítica de la razón pura un enfrentamiento de la prueba<br />
anselmiana de todo punto muy similar a la del monje Gaunilo, pero, diríamos,<br />
con mayor radicalidad y alcance. Como la prueba de San Anselmo pasó a ser<br />
conocida como “argumento ontológico”, lo que hace Kant es una “crítica al<br />
argumento ontológico”, sosteniendo que no podemos transitar de la esencia<br />
(algo pensado e ideal, lo que define a algo) al supuesto de su existencia real. El<br />
ser, nos dice Kant, "/.../no es un predicado real/.../”. En este sentido, agrega en