Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel
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133.Sócrates: el “torpedo” de Atenas.<br />
Así llamaban los atenienses a Sócrates. Desde luego este calificativo no tiene<br />
nada que ver con el torpedo que lanzan los submarinos y mucho menos con el<br />
“torpedo” del colegio, que consiste en la información que se mantiene oculta<br />
para un examen y donde están las respuestas a lo que se pregunta. No, nada<br />
de eso tiene que ver, y la clave del calificativo dado a Sócrates la encontramos<br />
en el Diálogo Menón, donde este mismo dice:<br />
“Si me permites una broma, te diré que, tanto por tu aspecto cuanto por<br />
otros respectos, me pareces muy semejante a ese chato pez marino llamado<br />
torpedo. Pues entorpece súbitamente a quien se le acerca y lo toca; y tú me<br />
parece que ahora has producido en mí algo semejante. Verdaderamente, se<br />
me han entorpecido el alma y la boca, y no sé ya qué responderte”.<br />
Aquí se alude a un pez eléctrico, especie de raya, que paraliza a sus<br />
víctimas, antes de devorarlas. ‘Torpedo’ viene del latín torpere, que significa<br />
‘anestesiar’, ‘paralizar’. Y, en cuanto a la forma física, este pez es chato, como<br />
lo era el rostro de Sócrates, de nariz chata.<br />
El sobrenombre, la verdad, está muy bien puesto, ya que lo que hacía el<br />
maestro era precisamente a través de la refutación, dejar paralizado al<br />
interlocutor interrogado. Así reconoce el propio Menón en el pasaje citado que<br />
le ha ocurrido esto a él mismo. Y efectos similares han padecido Laques,<br />
Gorgias, Teetetos, Eutifrón y otros. Cada uno al ser confrontado con lo que sea<br />
la justicia, la valentía, la piedad, la virtud, u otros, ha arriesgado una definición,<br />
siendo incitado para ello por el eironía de Sócrates, que adula a su interlocutor<br />
sobre todo por su inteligencia y sabiduría, y luego ha sufrido indefectiblemente<br />
el efecto paralizante de Sócrates, el pez torpedo, que lo ha tocado.<br />
Cuando leemos los diálogos socráticos en que se pone todo esto en<br />
juego, aquello conocido como “mayéutica”, el arte de dar a luz, de hacer parir la<br />
verdad, nunca podemos olvidar que tras él está su discípulo Platón escribiendo<br />
aquello. Y Platón fue muy influido por la religión órfica que se introdujo en<br />
Grecia, y uno de los puntos clave de la doctrina órfica es la catarsis, la<br />
depuración, la purificación.<br />
Pues bien, la catarsis se hace claramente presente en la mayéutica<br />
socrática, y sólo sobre esta base se puede comprender el efecto de parálisis<br />
del pez torpedo. El alma humana se haya por lo general atiborrada no sólo de<br />
imágenes, sino de prejuicios, inclinaciones, y por cierto además, errores y<br />
confusiones. Tengamos en cuenta nada más que el apego a las costumbres de<br />
cada comunidad, o en secciones más reducidas aun, a nuestro círculo de<br />
amigos, a la familia, al hecho de ser del sur o del norte, de tal clase socioeconómica<br />
u otra, en todo ello se muestra que lo que entendemos por<br />
matrimonio, Estado, justicia, sexualidad, amor, y otros, está expuesto a<br />
variaciones enormes. Pero, más que nada lo que cuenta para Sócrates es que<br />
el alma está apresada en imágenes y opiniones, creyendo que en ellas está la<br />
verdad. A ello se aplica ante todo pues la catarsis, la depuración, como una<br />
purga con efecto laxante. Aquí tiene lugar el efecto paralizante del torpedo<br />
Sócrates. Este efecto se manifiesta al modo del propio lema que lo guía en su<br />
camino filosófico: “Sólo sé que nada sé”, la docta ignorantia, el reconocimiento<br />
de la propia ignorancia, que nos deja precisamente paralizados, dado que se<br />
nos ha vaciado, depurado de las antiguas, inveteradas e incuestionadas<br />
opiniones a las que nos aferrábamos hasta ahora. Y al mismo tiempo que