Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel

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09.05.2013 Views

comportan. Mas, de pronto nos encontramos con una interrupción en el texto en que Leibniz dice lo siguiente: “Hasta aquí sólo hemos hablado como simples físicos; ahora debemos elevarnos a la metafísica, valiéndonos del gran principio, habitualmente poco empleado, que sostiene que nada se hace sin razón suficiente, es decir, que nada ocurre sin que le sea posible, al que conozca suficientemente las cosas, dar una razón que baste para determinar por qué es así y no de otro modo. Asentado este principio, la primera pregunta que tenemos derecho a formular será: ¿por qué hay algo más bien que nada? Pues la nada es más simple y más fácil que algo. Además , supuesto que deben existir cosas, es preciso que se pueda dar razón de por qué deben existir así y no de otro modo”. Pienso que este pasaje es absolutamente clarificador de lo que es la filosofía y lo más esencial de ella, que es la metafísica. En efecto, con ayuda del conocimiento empírico y la ciencia podemos tomar conciencia de explicaciones acerca de por qué las plantas se alimentan por fotosíntesis, cómo ocurre el movimiento planetario alrededor del sol, de qué forma hay que construir un puente sobre un río que tiene un determinado caudal, cómo puede llegar el hombre a la luna, en qué fecha hay que iniciar la cosecha de las frambuesas, qué enfermedades se podrían considerar como de origen genético, y demás. Esto quiere decir que en cada caso se trata de leyes que rigen el comportamiento de los fenómenos y la tarea del conocimiento y de la ciencia es descubrirlas. Y así nos podemos mover en el campo de cada ciencia particular, reconociendo la especificidad de leyes físicas, biológicas o químicas. Mas, Leibniz nos invita a partir de este discurso físico a dar un salto a un discurso metafísico, de acuerdo al cual se puede llegar a la formulación de un principio de validez universal y que no admite ninguna excepción y que dice simplemente que nada es sin razón, nihil est sine ratione. Y ello corresponde al principio de razón suficiente, de acuerdo al cual cada fenómeno es como es y se comporta como se comporta porque hay razones siquiera suficientes para ello. Podemos decir entonces que el universo entero, el universo del pasado, del presente y del futuro, ha estado, está y estará sometido al principio. Si bien aquilatamos esto, ya no importa aquí que haya una ley particular que explica las órbitas de los cometas, la formación de un cristal, los procesos de evaporación o de rarefacción, sino que el universo entero se muestra como sometido al principio de razón suficiente, al cual lo podemos observar así como el castillo de las leyes. Podemos decir entonces ahora que la filosofía consiste precisamente en este salto que damos de lo físico a lo meta-físico. Mas, respecto de nuestro principio, el asunto no acaba allí, ya que por de pronto en el dar el fundamento a un fenómeno nos podemos equivocar y podemos sostener, por ejemplo, que la Tierra es el centro del universo. Ello nos hace ver que el principio, como las leyes, que son su descendencia, actúan en cierto modo en los fenómenos mismos, y que el verdadero fundamento, por ejemplo, del origen del universo, de los hoyos negros, del fenómeno de la vida, “están ahí”, esperando que alguien los descubra. Y naturalmente, en función de nuestra finitud, podemos cometer en ello muchos errores. 128.Si nadie me pregunta qué es el tiempo, lo sé, y si me lo preguntan, no lo sé.

Aproximadamente así nos dice San Agustín en sus Confesiones. En ello se grafica de modo sobresaliente lo propio de la filosofía. Normalmente nos movemos en el mundo a partir de una actitud natural y damos por sentado que las cosas son como son, como, entre otros, que pasa el tiempo, qué hora, en qué fecha estamos, cuándo tiene tal persona cumpleaños, en qué momento comenzó propiamente la Revolución Francesa, y demás. Pero, al preguntarnos ¿qué es el tiempo? de aquella cómoda, aquietada y superficial actitud natural pasamos a una actitud crítica. Ortega y Gasset, por su parte, nos invita también a entender la filosofía en esta perspectiva, al decirnos en su modo, muy español por cierto, que la filosofía tiene que ver con lo que es Perogrullo, en este caso, por ejemplo, que hay algo así como el tiempo y que su paso me afecta, me transforma, me hace envejecer, me acerca a la muerte. Pero ¿qué es el tiempo? Antes que a San Agustín, esta pregunta tuvo en vilo ya a Aristóteles y en su Física él la aborda espléndidamente. Mas, por ahora nos interesa cómo se presenta la cuestión del tiempo en San Agustín. Leemos en las Confesiones: “Pero ¿qué es el tiempo? ¿Quién podrá fácil y brevemente explicarlo? ¿Quién es el que puede formar idea clara de lo que es el tiempo, de modo que se lo pueda explicar bien a otro? Y por otra parte, ¿qué cosa hay más común y más usada en nuestras conversaciones que el tiempo? Así entendemos bien lo que decimos, cuando hablamos del tiempo, y lo entendemos también cuando otros nos hablan de él. / Pues, ¿qué cosa es el tiempo? Si nadie me lo pregunta, yo lo sé para entenderlo; pero si quiero explicarlo a quien me lo pregunte, no lo sé para explicarlo. Pero me atrevo a decir que sé con certidumbre que si “ninguna cosa” pasara, no hubiera tiempo pasado; que si ninguna cosa sobreviniera de nuevo, no habría tiempo futuro, y si ninguna cosa existiera, no habría tiempo presente. / Pero aquellos dos tiempos que he nombrado, pasado y futuro, ¿de qué modo son o existen, si el pasado ya no es, y el futuro no existe todavía? Y en cuanto al tiempo presente, es cierto que si siempre fuera presente y no se mudara ni se fuera a ser pasado, ya no sería tiempo, sino eternidad. Luego si el tiempo presente, para que sea tiempo, es preciso que deje de ser presente y se convierta en pasado, ¿cómo decimos que el presente existe y tiene ser, supuesto que su ser estriba en que dejará de ser, pues no podemos decir con verdad que el presente es tiempo, sino en cuanto camino a dejar de ser?” Ya en lo que hemos leído encontramos al menos dos aproximaciones que develan distintos aspectos del tiempo. La primera, podríamos decir acusa un parentesco con el análisis aristotélico del tiempo, ya que tiempo sólo hay si hay cosas que pasan, que cambian, que se mueven. Para Aristóteles tiempo hay precisamente tan sólo en la medida en que hay cambio y movimiento. La segunda se refleja en esa decidida remisión al presente: si el pasado y el futuro no son – ya sea porque se refieren a lo que ya no es, o a lo que todavía no es – ello nos muestra que sólo podemos hablar del pasado o del futuro desde el presente. Dicho de otro modo, el presente es lo único con que contamos, y si acaso efectivamente contamos con él. Pero, si hablamos de contar con el presente, lo cierto es que en gran medida ello es posible con apoyo en el pasado, en lo que ya somos, y en el futuro, en lo que podemos ser.

Aproximadamente así nos dice San Agustín en sus Confesiones. En ello se<br />

grafica de modo sobresaliente lo propio de la filosofía. Normalmente nos<br />

movemos en el mundo a partir de una actitud natural y damos por sentado que<br />

las cosas son como son, como, entre otros, que pasa el tiempo, qué hora, en<br />

qué fecha estamos, cuándo tiene tal persona cumpleaños, en qué momento<br />

comenzó propiamente la Revolución Francesa, y demás. Pero, al preguntarnos<br />

¿qué es el tiempo? de aquella cómoda, aquietada y superficial actitud natural<br />

pasamos a una actitud crítica.<br />

Ortega y Gasset, por su parte, nos invita también a entender la filosofía<br />

en esta perspectiva, al decirnos en su modo, muy español por cierto, que la<br />

filosofía tiene que ver con lo que es Perogrullo, en este caso, por ejemplo, que<br />

hay algo así como el tiempo y que su paso me afecta, me transforma, me hace<br />

envejecer, me acerca a la muerte.<br />

Pero ¿qué es el tiempo? Antes que a San Agustín, esta pregunta tuvo en<br />

vilo ya a Aristóteles y en su Física él la aborda espléndidamente.<br />

Mas, por ahora nos interesa cómo se presenta la cuestión del tiempo en<br />

San Agustín. Leemos en las Confesiones:<br />

“Pero ¿qué es el tiempo? ¿Quién podrá fácil y brevemente explicarlo?<br />

¿Quién es el que puede formar idea clara de lo que es el tiempo, de modo que<br />

se lo pueda explicar bien a otro? Y por otra parte, ¿qué cosa hay más común y<br />

más usada en nuestras conversaciones que el tiempo? Así entendemos bien lo<br />

que decimos, cuando hablamos del tiempo, y lo entendemos también cuando<br />

otros nos hablan de él. / Pues, ¿qué cosa es el tiempo? Si nadie me lo<br />

pregunta, yo lo sé para entenderlo; pero si quiero explicarlo a quien me lo<br />

pregunte, no lo sé para explicarlo. Pero me atrevo a decir que sé con<br />

certidumbre que si “ninguna cosa” pasara, no hubiera tiempo pasado; que si<br />

ninguna cosa sobreviniera de nuevo, no habría tiempo futuro, y si ninguna cosa<br />

existiera, no habría tiempo presente. / Pero aquellos dos tiempos que he<br />

nombrado, pasado y futuro, ¿de qué modo son o existen, si el pasado ya no es,<br />

y el futuro no existe todavía? Y en cuanto al tiempo presente, es cierto que si<br />

siempre fuera presente y no se mudara ni se fuera a ser pasado, ya no sería<br />

tiempo, sino eternidad. Luego si el tiempo presente, para que sea tiempo, es<br />

preciso que deje de ser presente y se convierta en pasado, ¿cómo decimos<br />

que el presente existe y tiene ser, supuesto que su ser estriba en que dejará de<br />

ser, pues no podemos decir con verdad que el presente es tiempo, sino en<br />

cuanto camino a dejar de ser?”<br />

Ya en lo que hemos leído encontramos al menos dos aproximaciones<br />

que develan distintos aspectos del tiempo. La primera, podríamos decir acusa<br />

un parentesco con el análisis aristotélico del tiempo, ya que tiempo sólo hay si<br />

hay cosas que pasan, que cambian, que se mueven. Para Aristóteles tiempo<br />

hay precisamente tan sólo en la medida en que hay cambio y movimiento.<br />

La segunda se refleja en esa decidida remisión al presente: si el pasado<br />

y el futuro no son – ya sea porque se refieren a lo que ya no es, o a lo que<br />

todavía no es – ello nos muestra que sólo podemos hablar del pasado o del<br />

futuro desde el presente.<br />

Dicho de otro modo, el presente es lo único con que contamos, y si<br />

acaso efectivamente contamos con él. Pero, si hablamos de contar con el<br />

presente, lo cierto es que en gran medida ello es posible con apoyo en el<br />

pasado, en lo que ya somos, y en el futuro, en lo que podemos ser.

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