Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel

El nacimiento de la filosofía occidental va aparejado con el tránsito del mito al
logos, a la razón. El hombre ahora se afirma cada vez más en el poder de su
propia razón para explicar los fenómenos y el universo. Los filósofos griegos
advirtieron, como especialmente lo hiciera Heráclito, que el logos, la razón,
ante todo, rige el cosmos, y que ese logos supone una legalidad a la que se
ajustan los fenómenos. En Parménides se expresa esto como necesidad,
anánke, y ante todo ella se manifiesta en una sentencia clave de su Poema del
ser, que dice: ”Pues lo mismo es pensar y ser”. Es manifiesto como con esta
sentencia se abre el camino que habrá de seguir la filosofía y a su vez la
ciencia. Lo que hace que el pensamiento sea precisamente pensamiento es la
necesidad, es que las conexiones que en él se establecen sean necesarias, y
estén dadas en el pensamiento, en la razón, en el logos. Sólo así se puede
entender que el pensamiento como el logos determinen el comportamiento de
los fenómenos en el universo.
Será posteriormente a Parménides, Aristóteles quien nos enseñará,
como padre de la lógica occidental, cómo se rige el pensamiento por principios
y reglas. Ello se expresa en la lógica formal, que constituye la forma en que se
debe desarrollar el pensar, por ejemplo, en cuanto a que éste no puede
contradecirse, o que de premisas particulares o negativas, nada se infiere. De
este modo, la lógica formal tiene que ver con la corrección o incorrección de
nuestros razonamientos. La lógica material, en cambio, está ligada con los
contenidos, con la verdad o falsedad de lo que está en juego en esos
razonamientos, y por lo tanto especialmente la ciencia es el inconmensurable
campo en el que ella se despliega.
Y siguiendo el camino que se abre con la sentencia de Parménides –
”Pues lo mismo es pensar y ser” – el principio de razón suficiente formulado por
Leibniz constituye otro de sus hitos más descollantes, puesto que, de acuerdo
a él, todo lo que es, es como es y sucede como sucede, porque tiene que
haber razones siquiera suficientes para ello: por ejemplo, si llueve o no llueve,
si sale el sol por el oriente y se esconde por el occidente. Y Leibniz plantea su
conocido principio en el sentido de reddere rationem, vale decir, de dar la razón
o el fundamento a lo que acontece. Esto es lo que hace del modo más humilde
el conocimiento y la ciencia: le dan el fundamento o razón o lo que de por sí lo
tiene en ello mismo. Por ejemplo, si la explicación de las mareas – que haya
marea baja y alta – está en nuestro satélite natural: la luna, con ello se le da el
fundamento a ese fenómeno; y, en rigor, según vemos, ese dar la razón, la
ratio, es un volver a dar, reddere rationem, ya que en éste y en cualquier otro
caso, que las mareas se expliquen por las fases de la luna, el fundamento está
en ello mismo y el conocimiento no hace sino volver a darlo con su explicación.
Nuevamente pues, como observamos, como ya lo dijera Parménides de
Elea, en el siglo V a.C.: ”Pues lo mismo es pensar y ser”.
Y un último hito del camino abierto por esta sentencia, el principio
establecido por Hegel, que sostiene que “todo lo real es racional y que todo lo
racional es real”.
127.Con Leibniz somos conducidos de la física a la metafísica.
En el Opúsculo de Leibniz de 1714 – Principios de la naturaleza y de la gracia –
leemos primero lo que podemos llamar un “discurso físico”, de acuerdo al cual
cabe señalar la razón de por qué distintos fenómenos se comportan como se