Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel
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corazón” significa, pues, la marcha del corazón a lo largo de la vida, de mi vida,<br />
una marcha que se encamina siempre más o más decididamente hacia Dios:<br />
Itinerarium cordis in Deum”. Dentro pues de esta marcha nos encontramos con<br />
numerosos ensayos, artículos y reseñas, como sobre el Padre Rafael<br />
Gandolfo, sobre “Ética y vida”, “La felicidad”, “Dios, ineludible en el orden<br />
práctico”, “Invitación a la existencia mística”, y otros.<br />
En lo que sigue me centraré en uno de los textos de esta obra de Rivera<br />
“La riqueza del sentir”, el cual es no sólo extraordinariamente lúcido, sino que<br />
contiene su propia riqueza. En él queda de manifiesto su cercanía con Xavier<br />
Zubiri, que en este texto es de mayor relevancia que Martin Heidegger, los dos<br />
filósofos que más poderosamente han influido en Rivera.<br />
A continuación destaquemos sucintamente lo que sería lo más notable<br />
de cada uno de los 5 sentidos tradicionales (dejando fuera lo propio de los<br />
sentidos internos: cenestesia, kinestesia y orientación). De la vista destaca el<br />
dominio, no solamente porque dominamos con la vista un paisaje, sino que –<br />
podemos agregar – porque con la vista solemos dar incluso órdenes. En<br />
contraste con la vista, el oído es más bien sumiso y tiene relación con el<br />
obedecer, teniendo ello su correlato en distintas lenguas: en griego: ‘akoúein’,<br />
‘oir’ y ‘upakoúeiv’; en latín: ‘audire’ y ‘obaudire’; en alemán: ‘horchen’ y<br />
‘gehorchen’. Esto significa que el oír se pone a disposición de lo oído,<br />
explicándose su relación con el obedecer justo a partir de ello, y ante todo<br />
tomando en cuenta de que se obedece la palabra oída que otro ha dicho. Por<br />
otra parte, si la vista tiene que ver con lo simultáneo, como lo que se presenta<br />
de una vez en cada caso a mi campo visual, el oído, porque tiene que ver con<br />
lo sucesivo, con la sucesión de sonidos, está emparentado con el tiempo, y<br />
sería el sentido más temporal de todos. En cuanto al tacto, éste es el sentido<br />
del apego a lo real, el que toca los objetos, en lo que se da un tocar que es<br />
recíproco, ya que así como yo toco algo soy a su vez tocado por ese cuerpo. Y<br />
es también el sentido que me con-tacta con el otro a quien puedo no sólo tocar,<br />
sino acariciar y besar. Por su parte, el olfato está sin duda muy vinculado a la<br />
atracción o repulsión que ejercen cosas y cuerpos sobre mí; él tiene una<br />
particular relación con formas de lenguaje, como fue tradicionalmente el<br />
lenguaje de las flores; asimismo es particularmente decidor que especialmente<br />
la mujer no sólo tenga su propio perfume natural, sino que a la vez se perfume<br />
ella misma. El olfato a la vez tiene particular relación con el pasado, el recuerdo<br />
y la nostalgia; solemos reconstruir episodios y escenas que hemos vivido nada<br />
más que a partir de un olor. Por último, el gusto es aquel sentido que se<br />
transmuta de lo externo (propio del tacto) a lo interno, y es notable como él es<br />
capaz de elevarse no solamente a la posibilidad de que nos guste un paisaje o<br />
una sinfonía, sino incluso Dios, como – según recuerda Rivera – en el Salmo<br />
33 de la Vulgata: Gustate et videte quam suavis est Dominus.<br />
124.Reflexión en torno al instante que se eterniza.<br />
Probablemente ha sido Kierkegaard quien inició una reflexión existencial en<br />
torno al instante. Si ya con Aristóteles el instante arroja la posibilidad de<br />
apresar en principio el tiempo, ya que éste al constar de pasado y futuro, de<br />
antes y después, nada de ello es, ya sea porque ya no es o todavía no es, el<br />
instante pues sería el único con una existencia propia. Mas, él es inapresable,