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Relatos y pensamientos - cristobal holzapfel

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<strong>Relatos</strong> y <strong>pensamientos</strong><br />

(inspirados en el acervo cultural universal)<br />

Miscelánea histórico-filosófica<br />

Cristóbal Holzapfel<br />

1.La papa en Alemania en el siglo XVIII<br />

Alrededor de 1775, después de una tremenda hambruna en Alemania en 1771<br />

y al año siguiente, exige el rey Federico II de Prusia, conocido como Federico<br />

el Grande, que se proceda a la plantación de papas. Expertos han descubierto<br />

que el rendimiento de la patata por hectárea es tres veces más que el del<br />

grano, y que de este modo se puede alimentar muy bien a la población. Pero,<br />

la población tiene una enorme desconfianza a este tubérculo y lo estiman<br />

dañino para la salud. Muchas personas no saben que la papa hay que<br />

cocinarla y la comen cruda, o consumen los frutos venenosos de la planta, por<br />

lo cual se producen numerosos casos de infección e incluso de defunción.<br />

Federico el Grande inicia entonces varias campañas de información e<br />

ilustración, pero la resistencia continúa. Distintos envíos de cargamentos de<br />

papas a la población habían fracasado, porque incluso, muriéndose de hambre<br />

la gente, se negaba a consumir este fruto. Finalmente el propio rey las<br />

emprende, visitando los plantíos y dando a conocer personalmente las<br />

bondades de esta especie, probablemente originaria de la Isla de Chiloé.<br />

(Chronik der Deutschen (Crónica de los alemanes), Edit. Chronik, Harenberg Kommunikation, Dortmund, 1983).<br />

2.El así llamado “flogisto”<br />

En 1702 el químico Georg Ernst Stahl introdujo el concepto de los “cuerpos<br />

singulares”, que más tarde se llamaría “elementos químicos”. Ya en 1642<br />

habían planteado Joachim Jungius y en 1661 Robert Boyle que todos los<br />

cuerpos estarían hechos de pequeñas partículas, que constituían los distintos<br />

materiales de la naturaleza. Algunos de estos materiales no se podrían seguir<br />

subdividiendo. El pensamiento fundamental de los elementos químicos no tuvo,<br />

sin embargo, consecuencia práctica alguna para la química.<br />

Georg Ernst Stahl deduce la existencia de estas sustancias elementales<br />

a partir de reacciones químicas. Él indaga sobre el parentesco (“afinidad”) de<br />

distintas sustancias (especialmente de ácidos y metales) entre sí y lo expone<br />

en una tabla. Junto con ello, reconoce él los “cuerpos singulares”, cuya<br />

interrelación estaría posibilitada por un material hipotético de fuego común a<br />

todos: el flogisto.<br />

Curioso cómo en aquella época se concibió algo que llene el vacío entre<br />

cuerpo y cuerpo, el flogisto, así como más tarde sería el éter, que llena los<br />

espacios siderales. Todo ello habla del “horror vacui”, el horror al vacío, que<br />

desde siempre ha poseído al hombre, mas, habría que precisar, especialmente<br />

al hombre occidental, pues, por la contraparte, el hombre oriental, influido por<br />

su filosofía, budista o taoísta, no sólo concibe el vacío e incluso la nada, sino<br />

que también le encuentra un sentido. Por ejemplo, si nos preguntamos por el


ser de una copa, el oriental diría que ella está hecha de vacío, mientras que el<br />

occidental, con su marca por sobre todo aristotélica, diría que lo que determina<br />

a la copa es su morphé, su forma.<br />

(Chronik).<br />

3.El “Anti-Maquiavelo” del Príncipe Federico<br />

Cuando Federico era todavía el Príncipe heredero para suceder a su padre,<br />

Federico I de Prusia, conocido como el “Rey soldado”, en 1739-1740, escribe<br />

una “Refutatio du ‘Prince’ de Maquiavel”, que aparece como anónimo en Den<br />

Haag, en los Países Bajos, en la cual se lanza en contra de las tesis políticas<br />

del filósofo florentino, que suponen un arte gobierno basado únicamente en el<br />

cálculo político.<br />

Desde 1736 residió Federico en Rheinsberg, alejándose de los asuntos<br />

estatales, concernientes a la regencia de su padre, el Rey soldado, pudiendo<br />

encontrar así el ocio suficiente como para dedicarse a su formación filosófica y<br />

literaria, lo que le dio la ocasión para pensar en la esencia de la monarquía y<br />

confrontar de manera crítica la obra de Maquiavelo. Él pudo captar que el<br />

filósofo dejaba entrever en su obra “El Príncipe” una perspectiva escéptica y<br />

enemiga de lo humano. Estimaba Federico allí que Maquiavelo menospreciaba<br />

a los ciudadanos como inmaduros y propugnaba un estado mundano poderoso<br />

determinado sobre todo por la “razón de estado”, que concebía como<br />

“necesidad de estado”. En esta refutación, punto por punto, de las tesis de<br />

Maquiavelo, Federico desarrolló un escrito programático que se atenía a una<br />

política inspirada en los principios morales ilustrados. De todos modos su idea<br />

política no fue tan extrema como para romper con ciertos principios propios de<br />

la concepción de mundo de su época, ya que si bien su escrito se adhería a las<br />

ideas de la Ilustración, Federico seguía siendo partidario del absolutismo.<br />

Quien influyó decididamente en él en la elaboración de su “Anti-<br />

Maquiavelo” fue Francois Marie Arouet, conocido como Voltaire, al cual invitaría<br />

en 1750 a su corte en Potsdam, cuando fuera posteriormente el Rey Federico<br />

el Grande. En todo caso, como se observa, Federico se dejó influir por Voltaire,<br />

pero sin considerar sus escritos satíricos sobre el regente archi-absolutista,<br />

como fue el Rey francés Luis XIV y la admiración del filósofo francés del<br />

sistema de gobierno inglés.<br />

(Chronik).<br />

4.El amigo del Príncipe Federico, decapitado<br />

El 6 de Noviembre de 1730 el Teniente Hans Hermann von Katte es decapitado<br />

en Küstrin ante los ojos de su amigo, el Príncipe heredero prusianobrandenburgués,<br />

Federico.<br />

Desde hacía dos años urdía Federico planes de huida, porque ya no<br />

podía soportar la educación rigurosa y las humillaciones a que lo tenía<br />

sometido y expuesto su padre, el Rey Federico I, conocido como el Rey<br />

Soldado. Un viaje del rey en compañía del príncipe fue utilizado por éste para<br />

llevar a cabo su escapada. Mas, él fue sorprendido en ello junto con su<br />

colaborador y amigo, el teniente Katte. Ambos fueron entonces encarcelados<br />

en Küstrin. En el caso de Katte el tribunal militar entregó como fallola cadena<br />

perpetua. Pero, a instancias del rey, el juicio fue modificado, y se sentenció la<br />

pena de muerte. En el patio de la fortaleza de Küstrin se procedió a la


ejecución, siendo Katte decapitado por la espada. El príncipe Federico, que<br />

tuvo que mirar la ejecución, se desmayó. Posteriormente él fue perdonado<br />

después de un largo proceso.<br />

(Chronik).<br />

5.La “Ofrenda Musical” de Johann Sebastián Bach<br />

El 7 de Julio de 1747 Bach le envía al Rey prusiano Federico II el Grande, una<br />

composición, que él mismo llamó “Ofrenda Musical”. La obra consta de dos<br />

fugas, diez cánones y una sonata en trío sobre un tema que el Rey le había<br />

dado a Bach en su visita en Potsdam.<br />

Bach estuvo el 7 y 8 de Mayo en la Corte de Potsdam, por una parte<br />

para visitar a su hijo Carl Philipp Emanuel, que era cembalista en la orquesta<br />

de la corte, y por otra parte, porque el propio Bach tenía pretensiones de algún<br />

puesto en esa orquesta. El diario “Noticias berlinesas” informó sobre esta visita<br />

en los siguientes términos: “Desde Potsdam se escucha que el pasado día<br />

domingo el famoso maestro de capilla de Leipzig, el Señor Bach, ha llegado<br />

con el fin de escuchar la música excepcional del Rey”.<br />

Federico II fomenta la vida musical en su Corte como en todo Berlín. Él<br />

mismo toca la flauta y compone música, por lo general sonatas para flauta.<br />

El “Diario Berlinés” informó a su vez que a Bach se le dio un tema,<br />

compuesto por el Rey músico, y que éste al interpretarlo, sin ninguna<br />

preparación, fue felicitado por todos y por el Rey en particular. Incluso el propio<br />

Bach encontró el tema propuesto tan bello que él mismo posteriormente lo<br />

amplió en los siguientes dos meses en una composición que es precisamente<br />

la “Ofrenda musical”. Sin embargo, el Rey no responde de manera amistosa a<br />

este regalo. Bach no obtuvo ni honorarios por ello, ni tampoco se sabe que la<br />

composición haya sido presentada en la Corte.<br />

(Chronik).<br />

6.Voltaire tiene que abandonar Prusia<br />

El 26 de Marzo de 1753 el filósofo francés Voltaire (cuyo verdadero nombre es<br />

François Marie Arouet) tiene que abandonar Berlin después de una disputa con<br />

el Rey Federico II, el Grande. Con ello concluye una amistad entre dos<br />

personalidades del más alto rango de la época: entre el filósofo y el Rey.<br />

Voltaire había sido invitado a Potsdam en 1750. El Rey le dio una calurosa<br />

bienvenida y a Voltaire se le dio una habitación en la residencia real de<br />

Sanssouci, término que, traducido al castellano, significa ‘sin preocupaciones’.<br />

Oficialmente a Voltaire se le otorgó el título de un cortesano con el sueldo de la<br />

friolera suma de 20.000 táleros anuales. Voltaire estaba entusiasmado, y<br />

refiriéndose a ello, dijo: “Después de 30 años tormentosos he encontrado un<br />

puerto. Tengo la protección de un rey, la conversación con un filósofo, el trato<br />

agradable con un ser humano amable”. Hasta ese momento el filósofo ilustrado<br />

había tenido una vida agitada.<br />

Voltaire había nacido en 1694 en París y después de una amplia<br />

formación en el Colegio Jesuita de Louis-le-Grand, inició una combate por la<br />

razón, los derechos humanos y la tolerancia religiosa. Su juventud estuvo bajo<br />

la influencia de los últimos años de la regencia del Rey Luis XIV de Francia, el<br />

cual murió en 1715, cuando Voltaire tenía 21 años. Él contempla el siglo de


este rey como la culminación del poderío francés, de la cultura y de la<br />

civilización humana.<br />

En 1726 Voltaire se trasladó a Gran Bretaña, nación a la que Voltaire le<br />

tenía gran admiración, y estuvo allí 3 años, entrando en contacto con la poesía,<br />

filosofía y política, e incluso la física de Newton. El pensador ilustrado admira la<br />

libertad humana del reino británico, teniendo su vista puesta en Francia que<br />

debería seguir el mismo camino. Es el tiempo en que comienza a surgir la que<br />

va a ser su obra más insigne Ensayo sobre el espíritu y las costumbres de las<br />

naciones. A este fructífero periodo le sigue en 1750 la estadía en Potsdam.<br />

Federico tenía 24 años cuando intentó tener contacto con el filósofo y le<br />

escribió su primera carta en 1739. Federico que acogía con agrado que se le<br />

describiera como “filósofo de Sanssoucci”, pasó a ser un convencido seguidor<br />

de la filosofía de la ilustración, y este pensamiento lo tomó especialmente de<br />

Voltaire.<br />

Así como Voltaire, también para Federico el siglo de Luis XIV, siglo XVII,<br />

habría sido el siglo más grande de toda la historia de la humanidad, en el que<br />

se habría gestado una organización social basada en la estricta forma del<br />

cartesianismo, y Voltaire sería en ello el último y más grande representante.<br />

Pese a ello las relaciones entre ambos, el Rey y el filósofo, se<br />

deterioraron, sobre todo a raíz de ciertos negocios de carácter dudoso que<br />

hiciera Voltaire, por lo cual tuvo que abandonar Sanssoucci y alejarse de su<br />

benefactor.<br />

(Chronik).<br />

7.Una alemana se convierte en Zarina<br />

El 9 de Julio de 1762 la Zarina de Rusia Katharina II – una princesa alemana<br />

nacida bajo el nombre de Sophie Friederike Auguste von Anhalt-Zerbst –<br />

induce a que un cuerpo de oficiales destrone a su marido, el Zar Pedro III, y<br />

junto con ello ella misma se hace proclamar como Regente. En medio de este<br />

contubernio un oficial de la Guardia estrangula a Pedro.<br />

Si bien, este asesinato no fue ordenado por Katharina, sin embargo ella<br />

no insta a una investigación de él y cubre al culpable, porque ella depende del<br />

apoyo de la Guardia, a la que éste pertenecía. Junto con ello, tiene que asumir<br />

que ella sea llamada por el pueblo simplemente “la asesina de su marido, el<br />

Zar”.<br />

Sofía Federica Augusta casó con Pedro III en 1745 y al convertirse a la<br />

religión ortodoxa cristiana – la religión oficial de Rusia – adoptó el nombre de<br />

Katharina. El matrimonio lo había organizado la Zarina anterior, Isabel, por<br />

motivos políticos.<br />

Isabel había adoptado su sobrino, el príncipe Pedro de Holstein-Gottorp,<br />

designándolo como su heredero. Katharina también estaba emparentada con<br />

ella.<br />

Cuando Katharina, de 16 años, llega a la corte de Petersburgo, ésta<br />

última tiene la mala fama de ser la más decadente de toda Europa. Pedro, que<br />

ella recién viene conociendo, es intelectualmente limitado y brutal. Pese a estas<br />

circunstancias y condiciones adversas, Katharina procura hacer de Rusia una<br />

gran nación y conectarla tanto política como económicamente con Europa<br />

occidental.<br />

La princesa, que era intelectualmente sobresaliente, estudia numerosos libros<br />

de economía y política por la noche, y durante el día da rienda suelta a su


lujuria en la vida cortesana. Desilusionada con su matrimonio, tiene ella<br />

amantes que va cambiando rápidamente, para evitar quedar comprometida con<br />

cualquiera de ellos.<br />

Cuando muere la Zarina Isabel el 5 de Enero de 1762, Katharina tiene<br />

que actuar, ya que ella teme que su marido tiene la intención de eliminarla. Con<br />

la ayuda de su amante Grigorij Orlow logra atraer para sí a la guardia y al<br />

senado, y hace tomar prisionero Pedro III. Katharina planea gobernar su reino<br />

de acuerdo a los principios fundamentales de la Ilustración, conocido como el<br />

despotismo ilustrado, debido a lo cual pone en curso numerosas reformas,<br />

modernizando la administración. En esta empresa entra en dificultades con la<br />

nobleza y el clero.<br />

8.El sastre volador<br />

El 31 de Mayo de 1811 Albrecht Ludwig Berblinger, “el sastre de Ulm”, en el<br />

Reino de Baviera, salta con un par de alas construidas por él mismo de un<br />

elevado andamiaje en el bastión de las águilas en los alrededores de Ulm.<br />

Después de unos pocos metros de vuelo, ambas alas de pliegan y el sastre cae<br />

al Danubio.<br />

Berblinger tuvo sus antecesores, como Danti, un erudito italiano que en<br />

1503 había intentado sin éxito volar.<br />

En 1507 saltó el escocés John Damian de las murallas del Castillo de<br />

Stirling, con el objetivo de volar hacia Francia con alas de plumas de gallina.<br />

También él cayó y se quebró la clavícula. Esta desgracia él la atribuyó a que<br />

había utilizado plumas de un “ave de tierra” en vez de plumas de águila.<br />

Volvamos al sastre de Ulm. Justo el 29 y 30 de Mayo de 1811 el Rey<br />

bávaro y el Príncipe Elector andaban en Ulm, y entonces el sastre ofreció a<br />

estas autoridades su presentación de un aparato volador, mas fue triste el<br />

espectáculo, ya que en presencia de ellos y de numeroso público, el sastre fue<br />

a caer al Danubio.<br />

Como reflexión sobre ello podríamos decir que a veces los inventos que<br />

habrán en definitiva de transformar la humanidad, al menos en lo que se refiere<br />

en este caso, a un fenómeno de planetarización que se torna tanto más radical<br />

desde el momento en que el globo terráqueo puede ser sobrevolado<br />

íntegramente, suelen partir con ciertas locuras de personajes excéntricos y<br />

tragicómicos.<br />

(Chronik).<br />

9.La existencia trágica del poeta Heinrich von Kleist<br />

El 21 de Noviembre de 1811 el poeta Kleist comete suicidio a la edad de 34<br />

años, junto con su amante Henriette Vogel en el lago Wansee en Berlín. Kleist<br />

llevaba una vida de disidente, apartado de su propia clase, condicionado por el<br />

aseguramiento de su existencia y defraudado por muchas falsas expectativas.<br />

Kleist provenía de una familia militar de origen modesto y recibió una<br />

educación rigurosa prusiano-protestante. Mientras fue teniente Regimiento de<br />

la Guardia en Potsdam, él sufrió bajo este oficio que le había sido impuesto.<br />

Después de abandonar la carrera militar en 1799, influido por el impulso<br />

ilustrado de la época, él se dedicó a ampliar su formación, estudiando Derecho,<br />

Física, Matemática y Filosofía. Estudió a Kant, y al tomar conciencia de que el<br />

conocimiento no podía ser considerado objetivo, al menos de acuerdo a como


se había considerado la objetividad hasta acá, cayó en una crisis. A su vez la<br />

actividad como funcionario estatal en Prusia, a pesar de garantizarle en 1801 y<br />

luego de 1804 a 1806, un sustento económico, también lo deprimió, debido a la<br />

burocracia relacionada con ese trabajo. Si bien en esta época apareció, entre<br />

otros, una obra como “El cántaro roto” (1808), no recibió por ello ningún<br />

reconocimiento.<br />

La obra de Kleist, en todo caso, trata sobre una problemática existencial<br />

interesante, en cuanto a mostrar el conflicto entre el individuo y la sociedad, así<br />

en su obra más conocida, Michael Kohlhaas, junto con Pentesilea, como<br />

también en una menos conocida y que tiene que ver con nuestra tierra, El<br />

terremoto en Chile.<br />

(Chronik).<br />

10.Goethe investiga sobre el fenómeno del color<br />

El 16 de Mayo de 1810 aparece en dos tomos la obra principal científico-natural<br />

de Johann Wolfgang von Goethe: Sobre la teoría de los colores. En ella se<br />

opone a la teoría cromática, fundamentalmente cuantitativo-matemática de<br />

Isaac Newton. Para Goethe lo decisivo del color es tanto su carácter cualitativo<br />

como subjetivo.<br />

Por de pronto para Goethe, distinto a la consideración de un no-ser de la<br />

oscuridad que viene desde antes en la tradición, la oscuridad es algo, tiene su<br />

ser propio, y no menos que la luz. Pues bien, al penetrar el blanco, que es la<br />

luz, a la oscuridad, lo que es genera es azul, y por el contrario, cuando la luz<br />

penetra la oscuridad, se genera amarillo. Estos son pues los dos colores<br />

primigenios: amarillo y azul.<br />

Al trabajar con pigmentos vegetales, saturando a cada uno, de modo<br />

que se potencie a sí mismo, es decir, por ejemplo, poniéndole cada vez más<br />

azul al azul, y cada vez dejándolo secar, aparece al fin el rojo. Y también al<br />

potenciar cada vez más el amarillo, aparece el rojo.<br />

El rojo contiene por lo tanto toda la gama cromática; es la síntesis.<br />

Por otra parte, al mezclar azul con amarillo, aparece el verde.<br />

Esto a su vez quiere decir que el rojo, por contener todos los colores, su<br />

opuesto en la rosa cromática – el verde – tiene que ser mezcla o mera imagen.<br />

Goethe hizo además experimentos respecto de la complementariedad<br />

cromática. Por ejemplo, si uno mira fijo el rojo mucho rato, el ojo se satura y al<br />

retirarlo, aparece el verde, que es su opuesto complementario. Y lo mismo al<br />

saturar el ojo con naranjo y retirarlo bruscamente, aparece el azul, y al saturar<br />

el morado y retirarlo, aparece el amarillo, y todo esto también viceversa.<br />

Esta maravillosa complementariedad cromática ¿no habla también de<br />

las relaciones humanas, considerando sobre todo que los opuestos se atraen?<br />

(Chronik).<br />

11.La apasionada y breve vida del poeta Shelley<br />

Hay vidas tan breves y tan intensamente vividas, como si se le sacara el jugo a<br />

la vida y cada segundo que transcurre. En la época del romanticismo, entre<br />

fines del siglo XVIII y el XIX, encontramos muchos ejemplos de esta índole en<br />

Europa. Un ejemplo de ello es la vida del poeta inglés Percy B. Shelley, que<br />

viviera escasos 30 años que van entre 1792 y 1822. Era hijo de un rico<br />

terrateniente. De niño le gustaba la alquimia y el ocultismo, como también se


interesó por los descubrimientos de la ciencia, como en particular por la<br />

electricidad. Estudió en el Colegio Eton, donde se educaba la aristocracia<br />

inglesa, y allí llegó a ser un buen latinista. Se interesó por la filosofía de la<br />

Revolución Francesa, y especialmente como ésta se reflejaba en los escritos<br />

del filósofo William Godwin, autor de Political justice. Shelley estudió en Oxford<br />

y después de un año fue expulsado debido a que junto con su amigo Thommas<br />

Jefferson Hogg escribió un artículo titulado “The neccesity of atheism” (“La<br />

necesidad del ateísmo”). Este percance lo separó de su padre, con el que<br />

nunca se reconcilió. En los días solitarios que siguieron en Londres se vio<br />

favorecido por la familia Westbrook que le encargó la educación de su hija<br />

menor, Harriet, de 16 años Ésta se enamoró de Shelley hasta el punto de<br />

amenazar con suicidarse , si acaso no se casaba con ella. Entonces huyeron<br />

ambos y se casaron en Edimburgo. Vivieron luego en el Norte de Inglaterra, en<br />

Irlanda, en Devonshire, Gales, y otra vez en Londres. En 1814 nuestro poeta<br />

abandona a Harriet, porque no es feliz con ella, y se fuga con Mary Godwin,<br />

hija de William Godwin, el filósofo al que tanto le debía. En 1816 Harriet cumple<br />

con lo que ya había anunciado y se suicida. Entonces Shelley casa con Mary.<br />

En 1818, y a causa de la mala salud del poeta, se retira la pareja a Italia. Y allá<br />

ocurre la tragedia: Shelley muere ahogado en 1822.<br />

(Enciclopedia del mundo”, Durvan, Edit. Marín, Barcelona, 1964).<br />

12.Miguel Servet, quemado por sus convicciones<br />

Corta vida la de Miguel Servet, que muere con escasos 42 años, aunque para<br />

aquella época del siglo XVI seguramente que estaría sobre el promedio de la<br />

mortalidad. Pero esa vida se tronchó por sus ideas y convicciones. Servet fue<br />

un médico y teólogo español que estudió en Francia, en Toulousse y París, y<br />

ejerció medicina en Vienne, siendo médico privado del Arzobispo. Entretanto<br />

preparaba un trabajo que tenía contenidos tanto médicos como de alcance<br />

teológico. En él exponía su descubrimiento sobre la circulación sanguínea<br />

pulmonar. Por otra parte escribe también “Christianísimi Restitutio”, de 1553,<br />

donde plantea que el panteísmo le permitiría recuperar su pureza al<br />

cristianismo. En definitiva, éste fue el primer escrito que le habría de acarrear la<br />

muerte. Precisamente es quemado con él en la hoguera.<br />

Como teólogo rechazó el bautismo de los niños (en este sentido, habría<br />

que decir que fue anabaptista), por considerar que es recién el hombre con<br />

suficiente grado de madurez el que puede optar por el cristianismo, lo cual<br />

naturalmente parece una muy atendible razón. Mas, también pretendió refutar<br />

la teoría de la trinidad en el escrito de 1531, cuyo título ya lo dice todo: “De<br />

trinitatis erroribus”. También negó la transubstanciación (que, bien sabemos, es<br />

central en el culto católico y en la realización de la misa). Todo ello motivó<br />

entonces un anatema proveniente de Roma. Además negó el pecado original,<br />

lo que lo enfrentó con los calvinistas<br />

Por todas estas doctrinas, estipuladas como heréticas, el Cardenal de<br />

Tournon lo hizo encarcelar en Vienne, de donde pudo arrancar, estando<br />

prófugo 4 meses. Pasando por Ginebra, camino a Italia, cayó en manos de<br />

Calvino, que entretanto era su enemigo declarado, y tras un juicio de 2 meses,<br />

bajo las acusaciones del propio Calvino, el “Gran Consejo de Ginebra” mandó<br />

quemarlo vivo en la picota.<br />

(Enciclopedia del mundo”, Durvan, Edit. Marín, Barcelona, 1964).


13.El collar de la Reina<br />

En el siglo XVIII hubo un estafador que provocó en Francia un escándalo de<br />

tamañas proporciones. Se trataba de un hombre de origen italiano que se hacía<br />

llamar Conde de Cagliostro y que en verdad era hijo de un posadero.<br />

Supuestamente, así como Rasputín para los Romanov, realizaba curas<br />

milagrosas. Asimismo se creía que era capaz de predecir el futuro y recibir<br />

mensajes de los muertos. Su maquinación más famosa fue el asunto del “collar<br />

de la reina”, en este caso de María Antonieta; y esto afectó tanto el prestigio de<br />

la monarquía que lleva a sostener a algunos que éste fue unos de los tantos<br />

fulminantes que indujeron al levantamiento de los revolucionarios. Cagliostro,<br />

junto a otra aventurera aristócrata, la Condesa de la Mothe, convencieron al<br />

príncipe y Cardenal de Rohan, que estaba enamorado de la bellísima Reina,<br />

que si le regalaba un collar de brillantes, que costaba una suma fabulosa, ella<br />

le otorgaría sus favores. Apenas el collar pasó por las manos de la pareja de<br />

embaucadores, le arrancaron los diamantes que vendieron en Londres. Mas,<br />

todo este asunto no pasó inadvertido, ya que tanto el complot como la<br />

fascinación del cardenal por su mujer, llegaron a oídos del Rey, tras lo cual se<br />

inició un juicio. Tanto Cagliostro como la Condesa de la Mothe fueron<br />

sentenciados a prisión, mas lograron escapar. Cagliostro apareció<br />

posteriormente en Roma donde fue nuevamente apresado y esta vez<br />

condenado a muerte, en todo caso debido a algo completamente distinto:<br />

pertenecer a la masonería. Esta sentencia fue conmutada, sin embargo, por la<br />

de cadena perpetua.<br />

(Jacques Barzun, Del amanecer a la decadencia, Edit. Taurus, Madrid, 2001).<br />

14.Kant o la puntualidad del pensar.<br />

Así titula su capitulo sobre Kant el filósofo Wilhelm Weischedel en su libro La<br />

escalera trasera de la filosofía, en que, de acuerdo a este título, se trata de<br />

ingresar no por el hall o el living de la filosofía, sino por la parte de atrás. Así<br />

nos cuenta distintas anécdotas de la vida de Kant que hablan de su rigor, su<br />

meticulosidad y orden prusiano. Dice que cuando, por ejemplo, una tijera o<br />

algún objeto de uso diario no estaba en su lugar, o tan sólo estaba un poco<br />

apartado de su lugar acostumbrado, pudiendo tratarse incluso de una silla en<br />

una habitación, esto lo inquietaba inmediatamente y desesperaba.<br />

Nada podía sacar más fuera de quicio a Kant que alguien alterara la<br />

minuciosa regularidad de su vida. Así, por ejemplo, una vez un caballero noble<br />

lo invitó a un paseo por el campo, cerca de Königsberg, la ciudad donde<br />

siempre vivió el filósofo, y este paseo se extendió más de la cuenta. Recién a<br />

las 10 de la noche Kant pudo volver a su hogar, y entonces como<br />

filosóficamente se trataba de regirse en todo lo necesario por máximas<br />

subjetivas, le dio expresión en consecuencia a una nueva máxima, que decía:<br />

“no permitir nunca que alguien le llevara a uno de paseo”.<br />

(WIlhelm Weischedel, Die philosophische Hintertreppe, dtv, München, 2003).<br />

15.Pico de la Mirandola y su concepción del hombre como camaleón.<br />

El filósofo florentino Giovanni Mirandola del siglo XV que viviera escasos 31<br />

años, fue miembro de la “Academia Platónica” de Florencia, que fundara<br />

Lorenzo de Medicis, publicó 900 Tesis acerca de cuestiones filosóficas y


teológicas, para cuya discusión invitó a Roma a eruditos de toda Europa. El<br />

cuestionamiento de 13 de estas Tesis por parte del Papa Inocencio VIII indujo<br />

posteriormente al cuestionamiento de todas ellas, mas en 1493 Pico fue<br />

liberado de toda sanción eclesiástica al respecto. En su obra De la dignidad del<br />

hombre, de 1486, encontramos el siguiente pensamiento que lo podemos<br />

reconocer como un anticipo de la concepción del hombre como proyección,<br />

poder-ser, posibilidad de distintos filósofos del siglo XX. Escuchemos:<br />

“¡Oh, sublime generosidad de Dios Padre! ¡Oh, suma y suprema<br />

felicidad del Hombre! A él le fue concedido ser lo que desee. El Padre le dotó<br />

de toda clase de semillas y de los gérmenes de todas las formas de vida.<br />

Aquellas semillas que el hombre cultive crecerán y darán fruto en él. / ¡Quién,<br />

pues, dejará de maravillarse ante este camaleón, este Hombre del que<br />

Asclepio de Atenas dijo que podía transformar su propia naturaleza debido a su<br />

mutabilidad, y que está simbolizado en los misterios como Prometeo?”<br />

(Barzun).<br />

16.Veronese ante la Inquisición.<br />

El pintor Paolo Veronese del siglo XVI, que viviera principalmente en Verona y<br />

Venecia, y que tuviera como maestro a Tiziano, debido a una de varias últimas<br />

cenas que pintó, fue sometido a proceso por el Tribunal del Santo Oficio,<br />

fundamentalmente por incluir perros y borrachos en sus cuadros. En el<br />

interrogatorio ya comienza traslucir la personalidad del artista y junto con ello la<br />

lucha que emprenderá el arte desde el Renacimiento en adelante por su<br />

libertad e independencia. Escuchemos una parte significativa de este<br />

interrogatorio:<br />

“Pregunta: ¿Sabes por qué te hemos hecho comparecer?<br />

Respuesta: Bien lo imagino. Sus señorías habían ordenado al Prior del<br />

convento que se pintara una Magdalena en el cuadro /de la última cena de<br />

Nuestro Señor/ en lugar de un perro. Yo le dije que haría cualquier cosa en pro<br />

de mi honor y del cuadro, pero que no veía cómo era apropiada una figura de la<br />

Magdalena en ese lugar.<br />

P: ¿Has pintado otras cenas además de ésta?<br />

R: Sí, señorías. /Menciona cinco/.<br />

P: ¿Qué significado tiene el hombre cuya nariz sangra? ¿Y esos<br />

hombres armados vestidos de alemanes?<br />

R: Mi propósito era representar a un criado cuya nariz sangra debido a<br />

algún accidente. Los pintores nos permitimos las mismas licencias que los<br />

poetas y he representado a dos soldados, uno bebiendo y el otro comiendo en<br />

las escaleras, porque, según me han dicho, el propietario de la casa era rico y<br />

tendría esta clase de criados.<br />

P: ¿Qué está haciendo San Pedro?<br />

R: Trinchando el cordero para pasarlo al otro extremo de la mesa.<br />

P: ¿Y el que está a su lado?<br />

R: Tiene un palillo con el que se limpia los dientes.<br />

P: ¿Te encargó alguien que pintaras alemanes, bufones y cosas<br />

similares en tus cuadros?<br />

R: No, señorías, que decorara este espacio.<br />

P: ¿Y no deben ser apropiados los adornos añadidos?<br />

R: Yo pinto cuadros como creo oportuno y mi talento me permite.


P: ¿Sabes que en Alemania y otros lugares infestados de herejía hay<br />

cuadros que se burlan y desprecian a la Santa Iglesia Católica con el fin de<br />

enseñar doctrinas erróneas a los ignorantes?<br />

R: Si, eso está mal, pero repito que no puedo por menos que seguir lo<br />

que han hecho mis superiores en las artes.<br />

P: ¿Qué han hecho?<br />

R: En Roma, Miguel Ángel puntó al Señor, a su Madre, a los Santos y a<br />

las Huestes Celestiales desnudos; incluso a la Virgen María”.<br />

(Barzun)<br />

17.El uomo universale del Renacimiento.<br />

El ideal humano del Renacimiento y en gran medida del humanismo fue el del<br />

uomo universale, según Jacques Barzun en su obra Del amanecer a la<br />

decadencia, una especie de “hombre orquesta”, una suerte de anticipo de<br />

enciclopedista. Ante todo el que sin duda lo fue, fue Leone Battista Alberti,<br />

principalmente arquitecto del siglo XV, originario de Génova; y claro él fue<br />

muchas cosas más. Pero, Leonardo da Vinci que suele citarse como el<br />

emblema del uomo universale, según Barzun, no lo fue: él no se interesó por la<br />

historia, apenas por la filosofía y la teología, como al mismo tiempo desdeñaba<br />

la música. Ahora bien, según Barzun, Profesor de la Universidad de Columbia,<br />

Leonardo fue un genio, qué duda cabe, pero no un uomo universale, pese a<br />

sus conocimientos científicos y su extraordinaria capacidad inventiva. Y a<br />

propósito de cómo las artes tienen que ver con los distintos sentidos,<br />

generándose a veces disputas entre las artes a este respecto, dice Leonardo<br />

de modo muy agudo:<br />

“Si vosotros /los poetas/ llamáis “poesía muda” a la pintura, el pintor<br />

puede decir del poeta que su arte es “pintura ciega”. Consideremos cuál es la<br />

aflicción más grave, ¿estar ciego o mudo?”<br />

(Barzun)<br />

18.¿Aristóteles exiliado?<br />

Wilhelm Weischedel, filósofo que enseñara en la Universidad Libre de Berlín,<br />

nos recuerda que a raíz de la muerte prematura de Alejandro Magno, cambian<br />

las reglas de la política en Atenas, dado que la polis procura ahora sustraerse<br />

de la influencia macedónica (y recordemos también que Alejandro era<br />

macedonio). Sucede entonces que quienquiera que haya tenido relaciones con<br />

los macedonios, está ahora bajo la sospecha de colaboración. Y aunque<br />

Aristóteles viene de Estagira en Tracia, esto es, viene del norte de Grecia, sin<br />

embargo fue preceptor del joven Alejandro. Se recurre entonces a algún<br />

subterfugio suficientemente de peso para acusar al Estagirita, y la acusación<br />

será de sacrilegio, lo que, en todo caso, no tenía mayor asidero. Aristóteles, ya<br />

viejo (para su época) lisa y llanamente escapa, esquivando así la acusación, y<br />

según se dice, diciendo la frase irónica de que, de este modo, quería evitar que<br />

los atenienses se hicieran por segunda vez culpables con la filosofía, así como<br />

ya había sucedido con el proceso y la pena de muerte que recayó sobre<br />

Sócrates.<br />

Hay algo de trágico en esto: que un pensador de la talla de Aristóteles<br />

que fue capaz de fundar todo un conjunto de ciencias a través de sus Tratados<br />

sobre Física, Astronomía, Botánica, Zoología, Psicología, Ética, Política, y


demás, que, a su vez fuera fundador del Liceo, del que van nuevamente a<br />

surgir una prosapia de filósofos que seguirán marcando nuevos rumbos, acabe<br />

en el no-reconocimiento por parte de quienes dirigían Atenas en ese momento.<br />

¿Qué sentimiento de injusticia habrá sentido el pensador en esos momentos?<br />

Pues bien, yendo así al exilio y retirándose a la inmensa isla de Eubea,<br />

donde tenía una tierra, Aristóteles tardará apenas 3 años para que le llegue la<br />

muerte en el 322 a. C., cumplidos los 63 años.<br />

(Weischedel)<br />

19.Jenófanes, fundador de la filosofía occidental.<br />

Wilhelm Nestle, Profesor de la Universidad de Tübingen publica en 1940 su<br />

obra monumental Del mito al logos, y nos muestra como ese tránsito es<br />

fundacional no sólo para la filosofía, sino para Occidente. Pues bien, al inicio de<br />

ese tránsito y reconocido como fundador de la filosofía occidental está<br />

Jenófanes, del siglo VI a. C., que viene de Colofón, ciudad griega un poco al<br />

sur del actual Izmir, hoy territorio turco. Luego él partirá a la península itálica, y<br />

será fundador de la escuela de Elea, siendo maestro de Parménides. Si se<br />

trata del tránsito del mito al logos, del mito a la razón, vale decir, de algo que<br />

creemos a algo que podemos explicar, este tránsito ante todo tiene lugar en<br />

ciertas personas, en este caso en Jenófanes. Él celebraba primero las<br />

leyendas y los mitos, puesto que fue rapsoda y recitaba los versos de la Ilíada.<br />

Mas, de pronto él comienza a cuestionar aquellos relatos y junto con ello la<br />

autoridad de Homero y Hesiodo que nos presentan a dioses que tienen<br />

prácticamente los mismos vicios y virtudes que los humanos. Escuchemos<br />

algunos de sus <strong>pensamientos</strong>:<br />

“Todo se lo han atribuido Homero y Hesiodo a los dioses, lo que entre<br />

los hombre es visto como ofensa y vergüenza: robo e infidelidad y también<br />

embuste”.<br />

Y agrega:<br />

“Pero los mortales creen que los dioses habrían nacido y que tendrían<br />

forma, vestido y lengua como ellos”.<br />

Él piensa que no es que los dioses son los creadores de los hombres,<br />

sino que, al revés, los hombres los creadores de los dioses. Esto y el conjunto<br />

de su pensamiento es un rotundo anticipo de lo planteado por Ludwig<br />

Feuerbach en pleno siglo XIX.<br />

Y sigue Jenófanes:<br />

“Negros, romos: así se representa los dioses el etíope; pero de ojos<br />

azules y rubio dibuja el tracio a los suyos”.<br />

Y agrega:<br />

“Si las reses y los potros y los leones tuvieran manos como hombres,<br />

podrían pintar como éstos y crear obras de arte. Entonces los potros pintarían<br />

de inmediato potros, lo mismo que las reses reses. Ellos también les darían<br />

imágenes a los dioses, y en cada caso según la apariencia de ellos mismos, le<br />

atribuirían esa forma corpórea a sus dioses”.<br />

Pero, a diferencia del ateismo declarado de Feuerbach, ya el viejo<br />

Jenófanes concibe un dios inmanente, único, espiritual e inmóvil, el cual,<br />

estando posado en el mismo lugar, dice de él que:<br />

“Sin fatiga mueve el universo con el poder de su espíritu”.<br />

(Wilhelm Nestle, Vom Mythos zum Logos)


20.Montaigne se preguntaba cuando jugaba con el gato, sino sería más bien el<br />

gato el que jugaba con él.<br />

Con el filósofo Miguel Eyquem, Señor de Montaigne del siglo XVI, comienza<br />

propiamente el ensayo. El estilo de exposición filosófica ya no es el diálogo,<br />

como en Platón, el tratado, como en Aristóteles, el monólogo, como en Marco<br />

Aurelio, o incluso la confesión, como en San Agustín. En concordancia con los<br />

tiempos modernos, ahora se impone más la perspectiva individual: cuando<br />

jugamos con el gato, ¿no será que el gato juega con nosotros? Destaquemos<br />

algunos hechos notables de la vida de Montaigne. Por de pronto, tuvo una<br />

infancia fácil y muy protegida, bajo el amparo de su padre, que hacía que al<br />

niño Miguel lo despertara un criado con la suave música de una flauta dulce.<br />

Cuando adulto, y después de un largo viaje de casi dos años por Suiza,<br />

Alemania e Italia, sirvió dos veces como alcalde de Burdeos, cargo que no<br />

buscó, pero que el Rey Enrique III le ordenó aceptar. Durante la terrible peste<br />

del siglo XVI, que diezmó gran parte de la población de Europa, se mantuvo en<br />

su puesto, aunque a cierta distancia de la ciudad, permaneciendo en la torre de<br />

la hacienda natal, donde Montaigne escribió sus Ensayos. Pese a haber estado<br />

cerca de Enrique III, apoyó al hugonote Enrique de Navarra, que sería<br />

coronado como el Rey Enrique IV. Escuchemos uno de sus <strong>pensamientos</strong>,<br />

tomado de sus Ensayos, de 1588:<br />

“Cuando se hielan las viñas en mi pueblo, lo achaca el cura a la ira de<br />

Dios sobre la raza humana. Viendo nuestras guerras civiles ¿quién no<br />

exclamará que esta máquina se desquicia y que el día del juicio viene<br />

pisándonos los talones, sin percatarse de que muchas cosas peores se han<br />

visto y de que las otras diez mil partes el mundo no dejan de gozar de buen<br />

tiempo mientras tanto?”<br />

(Barzun, Durban).<br />

21.José Santos Ossa tenía buena puntería.<br />

José Santos Ossa, a quien le debemos el descubrimiento del salitre, que entre<br />

fines del siglo XIX y comienzos del XX hizo rico a Chile, nació en Huasco en<br />

1827. Entre muchas características que conocemos de él, especialmente su<br />

carácter aventurero y su capacidad inventiva, fue un nadador eximio, y además<br />

por su buena puntería pasó en su época a ser una leyenda nacional. Según<br />

Benjamín Vicuña Mackenna, uno de sus tantos amigos, era capaz de apuntarle<br />

a una moneda 6 veces a unos 6 metros de altura. Podríamos decir que su<br />

buena puntería lo fue también para el país, al que tanto beneficio le trajo.<br />

Ossa pertenecía a una rica familia de mineros y armadores de Atacama<br />

y a los 15 años tenía ya su propio negocio de algarrobilla, piel de chinchilla y<br />

archilla, una especie de alga marina. A los 16 el joven José Santos, por su<br />

propia cuenta y riesgo, se internó en el desierto, favoreciéndolo en ello una<br />

capacidad de resistencia extraordinaria, siendo inmune al hambre, la sed y el<br />

cansancio. Al fin, fijó su centro de operaciones en Cobija, que por aquel<br />

entonces no tenía más de 600 habitantes, entre ellos 200 eran bolivianos.<br />

Posteriormente Ossa fundó La Chimba, que de minúscula caleta adoptó<br />

hechura de puerto y pasó a ser Antofagasta. Cierta noche de agosto de 1866,<br />

en compañía del chango López, mientras se encontraban al interior del<br />

desierto, Ossa arrojó piedras al fuego que producían una verdadera pirotecnia


y fue así como descubrió el caliche, una de cuyas sales es el nitrato de sodio o<br />

salitre. Y ésta que pasó a ser nuestra principal fuente de financiamiento, tuvo<br />

también su alto precio, puesto que fue motivo de la Guerra con Perú y Bolivia.<br />

Al final nuestro antepasado no podía sino morir en su ley, en una nueva<br />

aventura y exploración, en 1878 a la edad de 51 años, en su embarcación en<br />

alta mar, frente a la Isla San Félix, Atacama.<br />

(Carlos Fredes, Historía de Chile, Cultural S.A., Madrid, 2001).<br />

22.Chile pagó los platos rotos.<br />

Por orden de su Majestad Católica Isabel II de España zarpó al Pacífico una<br />

escuadra con la pretensión de resolver ciertas cuentas pendientes con el Perú,<br />

que databan de la época del Virreinato. La escuadra ocupó las Islas Chincha,<br />

ricas en yacimientos guaneros, y Chile, solidarizando con Perú, no le vendió<br />

carbón de piedra a España para sus naves, privándolas así de combustible.<br />

Mas, este gesto noble de solidaridad con el país hermano trajo consigo que<br />

Chile pagara los platos rotos.<br />

Al mando de la flota española estaba el Almirante José Manuel Pareja,<br />

que había nacido en Lima en 1813, el mismo año en que murió su padre, el<br />

General Pareja, sitiado por Carrera en Chillán. Tal vez todo lo que sigue se<br />

debe en buena medida al odio del Almirante Pareja a Chile. En Marzo de 1866,<br />

Pareja, en franco afán de provocación, envió una nota al gobierno chileno, que<br />

equivalía a un ultimátum, en el que exigía satisfacción por varios asuntos, que<br />

el gobierno de Chile no aceptó, y el Congreso Nacional facultó al Presidente<br />

José Joaquín Pérez para declarar la guerra contra España.<br />

Entretanto la “Esmeralda” al mando de Juan Williams Rebolledo, que en<br />

ese momento era el único buque en condiciones de combatir, se hizo a la mar y<br />

sorprendió a la goleta española “Covadonga”, frente a Papudo. La Covadonga<br />

fue cañoneada hasta rendirse y ser tomada por abordaje. Al tomar noticia de<br />

este suceso, y llevado por un sentimiento de honor, el Almirante Pareja se<br />

suicidó.<br />

Asume entonces el Capitán de Navío Casto Méndez Núñez, a quien le<br />

correspondió la deshonrosa misión de bombardear Valparaíso. El día 27 de<br />

Marzo de 1866 informó al Gobernador del puerto que cuatro días más tarde se<br />

procedería al bombardeo, solicitando que se izaran banderas blancas en<br />

hospitales, iglesias, y otros, y que la población civil fuera erradicada de las<br />

zonas de peligro. Y efectivamente 4 días más tarde, el 31 de Marzo de 1866 se<br />

procede al insensato bombardeo de Valparaíso, sobre el que cayeron alrededor<br />

de 2.600 bombas, destruyendo total o parcialmente almacenes fiscales, la<br />

bolsa, la Intendencia y la línea del ferrocarril.<br />

Podríamos decir que esto fue tan absurdo y deshonroso que, como<br />

suele suceder en la historia, el agresor, en este caso España, fue el perdedor,<br />

precisamente por su pérdida de prestigio ante la comunidad internacional.<br />

(Fredes).<br />

23.El camino a La Moneda de Arturo Alessandri Palma precedido por la muerte<br />

de su mentor.<br />

Arturo Alessandri nació en Longaví, cerca de Linares en 1868, donde pasó sus<br />

primeros años. Más tarde su familia se trasladó a un fundo en Curicó, que


había adquirido su padre. Allí conoció a quien lo inspiró en lo relativo a su<br />

carrera política: el senador liberal Fernando Lazcano.<br />

Posteriormente Alessandri se trasladó a Santiago y estudió en los<br />

Padres Franceses de la Alameda. Más adelante siguió la carrera de Derecho<br />

en la Universidad de Chile. En 1892 casó con Rosario Ester Rodríguez con<br />

quien tuvo 8 hijos. En 1897 fue elegido diputado por Curicó y Vichuquén, con el<br />

apoyo de su antiguo conocido y amigo, Fernando Lazcano. Posteriormente<br />

sería senador por Tarapacá, y debido a una campaña incendiaria que realizara<br />

enfrentando al acaudalado empresario del salitre, Arturo del Río, pasó a ser<br />

conocido como el “León de Tarapacá”.<br />

En aquellos años la elección de Presidente de la República era indirecta<br />

y se elegían primero “electores de Presidente”. De convenciones de uno y otro<br />

bando político resultaron dos candidatos: Luis Barros Borgoño y Arturo<br />

Alessandri. Y dejemos que lo que sigue sea relatado por el historiador Gonzalo<br />

Vial:<br />

“Barros Borgoño y Alessandri prácticamente empataron. Mas el primero<br />

dominaba las cámaras. Podían éstas quitarle electores, ‘imparcialmente’, a<br />

ambos candidatos. Con lo cual, conforme a la constitución, no reuniéndose<br />

mayoría absoluta de aquellos para ninguno de los postulantes, decidiría el<br />

Congreso Pleno...y Luis Barros sería Presidente”.<br />

Los alessandristas, previendo esta situación, propusieron que se<br />

constituyera un tribunal de honor que decidiera qué postulante tenía<br />

moralmente mejor derecho a la presidencia. Vial reconoce que nunca ha<br />

quedado claro por qué los unionistas, partidarios de Borgoño, aceptaron la<br />

constitución de ese tribunal. Uno de sus miembros era Lazcano que, tal vez por<br />

las ideas sociales demasiado avanzadas de Alessandri, ya no lo apoyaba.<br />

Pero, dejemos nuevamente que siga Vial:<br />

“El tribunal de honor se reunió en el Congreso el 30 de agosto de 1920.<br />

Uno de sus miembros era el economista Guillermo Subercaseaux; otro<br />

Fernando Lazcano. Ingresaron ambos, discutiendo, al edificio parlamentario,<br />

rumbo a la sala donde sesionarían. Tras ellos, muy cerca, iban Arturo y<br />

Fernando Alessandri Rodríguez, que como abogados alegarían la causa de su<br />

padre. Los jóvenes letrados escuchaban la apasionada argumentación pro-<br />

Barros y anti Alessandri que le hacía Lazcano a Subercaseaux; éste callaba.<br />

Entrando a la sala Lazcano se dio vuelta casualmente /.../ y se encontró a boca<br />

de jarro con los hijos del ‘León’. Turbado, extendió sin embargo la mano para<br />

saludarlos, y allí mismo cayó muerto de un fulminante ataque cardíaco. Lo<br />

extendieron y velaron sobre la mesa de sesiones del tribunal y ante el cadáver<br />

lloró a lágrima viva su antiguo discípulo y ahora aborrecido ‘bolchevique’, Arturo<br />

Alessandri Palma”.<br />

(Fredes).<br />

24.¿Es bruja alguien por ser muy liviana?<br />

A fines del siglo XVIII en Alemania, que en todo caso en aquella época era un<br />

conjunto de divisiones y subdivisiones de reinos, principados, marcas, ducados,<br />

condados, y demás, tienen lugar los últimos procesos y ejecuciones de brujas.<br />

Por de pronto, lo que llama la atención es como ello ha tenido que ver con el<br />

machismo tradicional, ya que normalmente se identificaba a mujeres como<br />

brujas, muchísimo más que a hombres, y como veremos, ello solía suceder por


azones, por decir lo menos, arbitrarias. Así sucede que en 1793 en Pomerania<br />

dos mujeres son condenadas a la hoguera fundamentalmente debido a que<br />

tendrían ojos rojos inflamados y supuestamente el ganado de los vecinos se<br />

habría enfermado reiteradamente a causa de ellas.<br />

En siglos anteriores, especialmente en el XVI y XVII las persecuciones<br />

de brujas alcanzaron niveles asombrosos, y es recién el nuevo modo de pensar<br />

y de percepción racional de la realidad, introducido por la Ilustración, lo que<br />

habrá de cambiar las cosas. Ello motivará también un cambio en la legislación,<br />

de acuerdo al cual la magia ya no será más penalizada.<br />

En general sucedía que toda conducta que se apartara de las<br />

costumbres, de los códigos que rigen en la comunidad que fuera el caso, era<br />

motivo de sospecha de brujería: por ejemplo, un cambio brusco en el modo de<br />

ser de una persona. Ocasionalmente esto afectaba a las parteras, en razón de<br />

que ellas eran poseedoras de un saber médico que para el resto no tenía<br />

explicación. Incluso locos y retrasados mentales no se libraban de la sospecha,<br />

ya que se les atribuía algunos encuentros con el Maligno. Antes de proceder a<br />

la ejecución, solía practicarse la tortura, a fin de obtener alguna confesión de la<br />

acusada. Al mismo tiempo, se practicaban algunas pruebas que debían<br />

esclarecer si la acusada era culpable o no, en otras palabras, si era bruja o no,<br />

siendo una de ellas el peso, ya que se estimaba que las brujas eran<br />

sorprendentemente muy livianas.<br />

(Chronik).<br />

25.Zorros con colas ardientes.<br />

Así describieron los poetas Friedrich Schiller y Johann Wolfgang von Goethe,<br />

que fueron íntimos amigos, lo que suscitaban con la publicación de sus<br />

“Xenias”, siendo este nombre tomado del poeta romano Marcial. La idea<br />

provenía de Goethe. En sus Xenias, iniciadas en 1797, incluso al modo de<br />

“Guerra de Xenias” los eximios poetas alemanes las emprenden con sátiras<br />

sobre escritores y filósofos de la época. En expresión de ellos es como si<br />

lanzaran “zorros con colas ardientes” al mundo cultural de la época. Por<br />

ejemplo, sin nombrar al filósofo Johann Gottfried Herder, en uno de los<br />

epigramas de las “Xenias” leemos:<br />

“No mucho te falta ser llamado un maestro de acuerdo a mis<br />

convicciones, sólo teniendo que omitir el hecho de que fantaseas como un<br />

loco”.<br />

Goethe y Schiller se habían conocido unos años antes, en 1788. Goethe,<br />

que era mayor, y ya reconocido y prestigiado, ayudó a su amigo a salir de una<br />

situación penosa en que se encontraba. Hacía un par de años atrás, a raíz de<br />

la publicación de “Los ladrones”, en que en cierto modo, se trata de una<br />

glorificación y tácita justificación de una banda de ladrones, en vistas de las<br />

injusticias propias de la estructura de la sociedad, el Príncipe Eugen, que era<br />

su benefactor, no sólo le retiró su apoyo, sino que le impuso arresto y<br />

prohibición de escribir. Schiller entonces pudo escapar a Bauerbach, donde<br />

pudo contar con una nueva protección de otro mecenas, aunque pasajera –<br />

ésta vez, una Señora. En la hacienda de esta mecenas pudo escribir una de<br />

sus grandes obras – “Cábala y amor” – a la cual le seguiría otro portento – el<br />

drama “Don Carlos”. Mas, estas producciones no lograban cambiar nada en su<br />

estrechez económica. En esta situación vino Goethe en su auxilio, y por su


intermediación, obtuvo Schiller una cátedra de historia en la Universidad de<br />

Jena. Fruto de ello será su obra sobre “La historia de la Guerra de los Treinta<br />

Años”, de 1791-92, como también la trilogía sobre el General Wallenstein. Al fin<br />

del Prólogo de esta trilogía leemos la siguiente sentencia: “Grave es la vida,<br />

alegre el arte”.<br />

(Chronik).<br />

26.La contemplación del paisaje se educa.<br />

No deja de ser curioso que mirar nuestro inmenso océano, nuestra imponente<br />

cordillera, contemplar el fértil valle desde la cima de una montaña, mirar un<br />

amanecer o atardecer, detenerse en ello para empaparse de esa visión, sea<br />

una experiencia no sólo adquirida y que ha habido que educarla, sino reciente<br />

en el tiempo. Según algunos pensadores de reconocida talla, ello dataría del<br />

siglo XVIII. Así los hermanos: uno el filósofo Gernot Böhme, Profesor de la<br />

Escuela Superior Técnica de Darmstadt, y el germanista Hartmut Böhme,<br />

Profesor de la Universidad de Hamburgo, en su obra conjunta Lo otro de la<br />

razón, citan un pasaje sobre la salida del sol de la obra sobre educación de<br />

Rousseau, el Emilio, para mostrarnos que la contemplación en ella expuesta<br />

está recién comenzando en la historia de la humanidad. Escuchemos la<br />

descripción de Rousseau:<br />

“Desde lejos se anuncia el sol con rayos de fuego. El rojo se enciende.<br />

Todo el Este parece estar en llamas. En este brillo se espera largamente al<br />

astro, antes de que aparezca. A cada momento se cree verlo – al fin está ahí.<br />

Como un rayo surge un diminuto punto reluciente, y llena al mismo tiempo todo<br />

el espacio. El velo de la oscuridad se desgarra”.<br />

La explicación de este origen tardío de la contemplación del paisaje la<br />

encontramos según los hermanos Böhme en Schiller, que dice:<br />

“/.../ porque la naturaleza entre nosotros ha desaparecido de la<br />

humanidad, y nos la encontramos sólo fuera de ésta, en el mundo inanimado<br />

/.../”,<br />

Mas, según Jacques Barzun, antes en el siglo XIV, con Petrarca, que en<br />

verdad se llamaba Francesco di Petracco, asistiríamos a la primera<br />

contemplación del paisaje. Dice Barzun en su obra monumental Del amanecer<br />

a la decadencia:<br />

“Otra singularidad de la vida de Petrarca es que subió a la cima de un<br />

monte elevado del sur de Francia para admirar la vista. Si alguien lo hizo antes<br />

que él, no ha quedado constancia de ello”.<br />

Por otra parte, el turismo es únicamente posible a partir de la<br />

contemplación del paisaje. Citemos, a propósito de ello un pasaje de la obra<br />

“Sobre el viaje”, de 1626, de Francis Bacon, el filósofo inglés:<br />

“Viajar es entre los jóvenes parte de su Educación; entre los mayores,<br />

parte de su Experiencia. El que viaja a un país antes de haber accedido en<br />

alguna medida a su lengua, va a la escuela, no a viajar. Las cosas que han de<br />

verse son: las cortes de los príncipes, los tribunales de justicia, las iglesias, los<br />

monumentos, las murallas y fortificaciones, los puertos, las antigüedades, las<br />

ruinas y las bibliotecas, las universidades, los barcos mercantes y de guerra,<br />

casas y jardines, armerías y arsenales, comercios u almacenes, el ejercicio de<br />

la equitación, la esgrima y la instrucción de los soldados, las comedias de


mejor calidad, los tesoros de joyas, vestidos y rarezas, así como triunfos,<br />

mascaradas, fiestas, bodas y ejecuciones capitales”.<br />

Y no deja de llamar la atención que en este recuento de las “vistas” sólo<br />

hay mención de cosas urbanas.<br />

(Hartmut Böhme, Gernot Böhme, Das andere der Vernunft, Suhrkamp, Frankfurt am Main, 1992 – Barzun).<br />

27.¿Quién filosofó primero?<br />

El filósofo Wilhelm Weischedel recuerda el siguiente y muy sabroso relato:<br />

El miembro de la Academia de las Ciencias de Berlín del siglo XVIII,<br />

Jacobo Brucker, o como se usaba entonces decir los nombres en latín,<br />

Jacobus Bruckerus, escribe un tremendo Opus en latín con el imponente título<br />

“Historia crítica de la filosofía, desde la cuna del mundo hasta nuestra época”.<br />

Se suele estimar que la historia de la filosofía tiene su origen en Jenófanes de<br />

Colofón, lugar ubicado no muy lejos de la Isla Chios, en las costas del Asia<br />

Menor; otros señalan a Anaximandro, y por supuesto también a Tales; además<br />

hay otros que suponen que la filosofía se habría originado mucho antes en<br />

Oriente. Mas aquí, nos encontramos con el erudito Bruckerus que supone que<br />

el origen de la filosofía dataría del comienzo del mundo, en todo caso, habría<br />

que suponer al menos que se trata del comienzo de humanidad, de la cuna de<br />

la humanidad. En concordancia con ello en la tapa del primer tomo de la<br />

edición de la obra de Bruckerus se observa un paisaje selvático prehistórico<br />

con un oso que ensimismado muerde una de sus garras, sobre lo cual está<br />

escrito: ipse alimenta sibi, lo cual traducido sería: “él es para sí mismo su<br />

propio alimento”, lo cual interpretado en este contexto, aludiría a la<br />

autosuficiencia de la filosofía, que no requiere de otro alimento que no sea el<br />

propio.<br />

Bruckerus se propone de este modo encontrar los orígenes, el manantial<br />

de la filosofía antes que los griegos, en Egipto, en Babilonia, pero tampoco<br />

calma esto su ansiedad, y es por ello que llega a suponer que ese origen sería<br />

incluso anterior al diluvio, vale decir, cabría situarlo en algún momento entre<br />

Adán y Noé. Es por ello que la primera parte de su Opera Magna se titula<br />

“filosofía pre-diluviana”.<br />

Y así, siguiendo hacia atrás, incluso más atrás de la cuna o hasta de los<br />

pañales de la humanidad, podríamos llegar hasta el mismísimo Dios, y<br />

preguntarnos entonces si acaso él no habría sido el primer filósofo. Pero, de<br />

inmediato queda claro que esto no puede ser, ya que de haber Dios, él<br />

naturalmente tendría la sabiduría misma, y por eso con razón se dice de él que<br />

sería omnisciente. La filosofía, en cambio, es más modestamente “amor a la<br />

sabiduría”.<br />

(Weischedel).<br />

28.La placenta: el planeta en que nacimos.<br />

Peter Sloterdyk, que es de los filósofos alemanes del momento de más<br />

renombre, escribe en los últimos años una opera magna, titulada “Esferas”. En<br />

ella comienza por algo personal: el recuerdo de la fascinación que tenía por las<br />

pompas de jabón, especialmente cuando las lanzaba desde el balcón.<br />

Probablemente ahí entró en contacto por primera vez con las esferas. Mas,<br />

éste fue su primer contacto consciente, ya que a nivel de lo no-consciente, nos


ecuerda Sloterdyk que nuestra primera casa fue una esfera: la placenta. Y la<br />

placenta fue tan importante en antiguas tradiciones que incluso ha sido objeto<br />

de culto, entre ellas el Antiguo Egipto, pero también tribus africanas y<br />

amazónicas, como por último hasta en Europa hasta hace un par de siglos. Así<br />

en Alemania era costumbre enterrar la placenta de los varones bajo un peral y<br />

de las niñas bajo un manzano, suscitado ello por la creencia en que los árboles<br />

nutridos por la placenta de cada cual, mantendrían con ellos una relación<br />

empática y de apoyo a lo largo de todas sus vidas.<br />

En nuestra época, en cambio, bien sabemos que la placenta va a parar a<br />

la basura de los hospitales y maternidades. No obstante ello, en parte se la<br />

aprovecha hoy para usos cosméticos y otros.<br />

Cabe destacar al Antiguo Egipto en relación al culto de la placenta.<br />

Sloterdyk trae a colación lo siguiente:<br />

“No fue raro que se momificara la placenta del faraón después de su<br />

nacimiento y que fuera conservada para toda la vida como talismán; de este<br />

“envoltorio de la vida” provenían efectos sanadores y sostenedores; valía como<br />

el aliado místico del rey. Con grandes honores era conservada y vigilada la<br />

momia-placenta por los sacerdotes del templo. El uso del Antiguo Egipto de<br />

presentarle al faraón su placenta en distintas procesiones, se mantuvo desde el<br />

4.000 a. C. hasta la época de los Ptolomeos. /..../ Durante la 4. y 5. dinastía<br />

existía un oficina específica, cuyos funcionarios actuaban como “abridores de la<br />

placenta real”. Aparentemente su tarea era abrir simbólicamente este<br />

“envoltorio de la vida”, después de la muerte del faraón, con el fin de que el<br />

alma exterior fuera liberada para su camino por el reino de los muertos; al<br />

mismo tiempo este rito de despedida le dejaba el camino libre al sucesor del<br />

trono. La momia-placenta era sepultada entonces en una urna propia de<br />

alabastro, o puesta junto al cadáver embalsamado del rey como su gorro o<br />

almohada. La película de rayos X de una momia real en el Museo Británico<br />

muestra una placenta que fue fijada con bandas en la nuca del muerto”.<br />

(Peter Sloterdyk, Sphären I, ).<br />

29.Platón comenta la caída en un pozo de Tales de Mileto.<br />

Aristóteles describe a Tales, aparte de cómo filósofo, como un inteligente<br />

hombre de negocios. Se dice que un día advirtió que la cosecha de olivos<br />

prometía ese año, y entonces compró muchas prensas de olivo y las arrendó a<br />

elevados precios.<br />

Mas, nuevamente aparte de todo ello, Tales se destacó en la<br />

matemática y en la astronomía. Respecto de esto último, logró predecir con<br />

exactitud un eclipse solar.<br />

Este hecho, nos cuenta Wilhelm Weischedel, filósofo que enseñara en la<br />

Universidad Libre de Berlín, dio pie a que algún erudito del siglo XX supusiera<br />

que con ello se podía establecer el origen exacto del nacimiento de la filosofía,<br />

sosteniendo entonces de modo lapidario: “La filosofía de los griegos /y por<br />

ende la filosofía occidental/ comenzó el 28 de Mayo del 585 /a.C./”, dado que<br />

precisamente ese fue el día del mentado eclipse predicho por Tales. Mas, si ya<br />

lo dicho por Weischedel acusa un tono irónico, no menos el hecho de que<br />

agregue su duda en cuanto a no entender por qué el origen de la filosofía<br />

podría tener que ver con un eclipse solar, a no ser que la filosofía en vez de


corresponder a una sucesión de esclarecimientos, pudiere corresponder, por el<br />

contrario, a una serie de oscurecimientos.<br />

Tales tenía, por otro lado, un atractivo lado humorístico. Su madre lo<br />

habría intentado convencer que se casara, y él respondió que ello era todavía<br />

muy prematuro. Al cabo de un tiempo la madre lo enfrentó nuevamente con la<br />

misma inquietud, y Tales respondió que ya habría pasado la hora para eso.<br />

Y es Platón quien relata la más célebre de estas anécdotas, diciendo<br />

que:<br />

“Mientras Tales observaba las estrellas, mirando hacia arriba, y cayendo<br />

entonces, a consecuencia de ello, en un pozo, una sirvienta tracia y muy<br />

ingeniosa se habría burlado de él, diciéndole que él quiere saber qué hay en el<br />

cielo, mas le permanece oculto lo que hay delante y bajo sus pies”.<br />

Platón agrega a ello lo siguiente:<br />

“La misma burla recae sobre todos los que aman la filosofía. Porque a<br />

cada uno de ellos el prójimo y el vecino les permanecen ocultos, no solamente<br />

en aquello que hace, sino casi también en cuanto a si es un humano u otro ser<br />

viviente. /.../Cuando tiene que comparecer ante el tribunal o en cualquier otro<br />

lado sobre lo que hay bajo sus pies o ante sus ojos, suscita risas, no sólo entre<br />

los tracios, sino para el resto del pueblo; por falta de experiencia cae en el pozo<br />

y en distintas confusiones; su falta de aptitud es horrorosa y provoca la<br />

impresión de estupidez”.<br />

Sin embargo, termina diciendo Platón, que cuando se trata de saber<br />

acerca de la esencia de cosas y fenómenos, por ejemplo, de la justicia, en ello<br />

el filósofo se muestra como el más diestro.<br />

(Weischedel).<br />

30.Alexander von Humboldt creyó subir la montaña más alta del mundo.<br />

Interesante es atender a como el engaño, en cuanto a estar engañado, suele<br />

ser lo que ha llevado a la realización de grandes hazañas: así Cristóbal Colón<br />

que murió creyendo que había descubierto las Indias Orientales, y no América,<br />

y así también Alexander von Humboldt en su viaje por América, que se inicia en<br />

1799 y se extiende hasta 1804, cuando sube el Chimborazo en Ecuador, cree<br />

haber escalado la montaña más alta del mundo, con sus 5.760 mts. (o sea un<br />

poco más alto que nuestro cerro “El Plomo”) ya que para aquella época se le<br />

suponía como la montaña más alta del mundo.<br />

Por otra parte, el naturalista Alexander von Humboldt, hermano del<br />

filósofo y hombre de Estado, Wilhelm von Humboldt, pudo emprender la<br />

expedición americana gracias a la cuantiosa herencia que recibió de madre<br />

difunta, en esos años la no despreciable suma de 85.000 táleros.<br />

El 5 de Julio de 1799 abandona Europa von Humboldt a bordo de la<br />

corveta “Pizarro”, y ya el 16 de julio pisa tierra en Cumana, Venezuela. Y a<br />

partir de ello no tiene ningún plan de viaje prefijado. Explora la costa<br />

venezolana, navega luego 75 días por el Orinoco, va a Cuba y ahí se dedica a<br />

la realización de estudios de economía, hasta que le llega el rumor de que en<br />

Perú se estaría organizando una expedición al Sudeste asiático. Parte<br />

entonces al Perú, navega por el río Magdalena, explora los alrededores de<br />

Bogotá, llegando luego a Quito, donde a raíz de percatarse que la expedición al<br />

Asia la ha perdido, decide entonces ascender a la cima del Chimborazo.


Finalmente se instala en Ciudad de México por varios meses, para dedicarse a<br />

llevar a escritura sus investigaciones.<br />

Observamos así a su vez como otro Imaginario, la expectativa de la<br />

expedición al Asia, dio a lugar a que Alexander von Humboldt subiera la que<br />

entonces se consideraba la montaña más alta del mundo.<br />

(Chronik).<br />

31.”Apelación contra la acusación de ateísmo. Un escrito que se solicita leer<br />

antes de ser confiscado”.<br />

Éste es el título exacto del escrito que publica el filósofo Johann Gottlieb Fichte,<br />

y que va ser la causa de su expulsión de la Universidad de Jena en 1799.<br />

Como podemos observar, este título que lo repito ”Apelación contra la<br />

acusación de ateísmo. Un escrito que se solicita leer antes de ser confiscado”<br />

ya contiene una ironía tal que bordea la sátira que hace al menos entendible,<br />

mas por supuesto no justificable, que a Fichte se le haya expulsado de la<br />

Universidad por ello.<br />

De una u otra forma Fichte estuvo marcado desde el comienzo por lo<br />

que suscitaría la acusación de ateísmo sobre él, y como se observa, la<br />

Alemania, en este caso, Sajonia, no estaba preparada, y tampoco en sus<br />

universidades, como para admitir dentro su cuerpo académico una postura<br />

atea. Es por ello que cuando se lo expulsa de la Universidad de Jena y en<br />

definitiva tomando esta determinación el propio Príncipe Elector de Sajonia,<br />

son los padres de los estudiantes los que han protestado arguyendo que no<br />

están dispuestos a enviar a sus hijos a esa universidad como para que se les<br />

enseñe ateísmo.<br />

Y, podríamos aludir a continuación a lo que son las ironías del destino.<br />

Johann Gottlieb Fichte que nace en 1762 y que proviene de origen campesino<br />

muy modesto en Oberlausitz, que siendo como niño cuidador de gansos,<br />

sucedió que un día el patrón del fundo no alcanzó a escuchar la misa del día<br />

domingo, y entonces la gente le dijo que el niño cuidador de gansos se las<br />

aprendía de memoria, tanto en lo que a palabra, como a entonación y gesto del<br />

pastor se refiere. El patrón pudo entonces no sólo comprobar esto, sino que se<br />

ofreció como mecenas del niño prodigio. Mas, el pobre de Fichte después de<br />

absolver la enseñanza media e ingresar a la Universidad de Jena, tuvo que<br />

volver a su estado de carestía, cuando murió el generoso benefactor.<br />

Entre muchas peripecias que siguen en la vida e Fichte, un puesto como<br />

instructor de los hijos de una familia en Varsovia le permite ganar alguna suma<br />

de dinero, tras lo cual decide partir a Königsberg a conocer al más connotado<br />

filósofo del momento, Imanuel Kant. Éste recibe a este joven admirador en todo<br />

caso con muchas reservas. Fichte entonces a lo largo de apenas 4 semanas<br />

escribe un texto que titula “Ensayo de una crítica a toda revelación”, que se lo<br />

presenta al maestro. Sucede entonces para bien de Fichte que Kant encuentra<br />

este escrito extraordinario y se lo presenta a su editor para que lo publique.<br />

Esto sucede, mas el editor decide hacerlo publicar como anónimo. El escrito se<br />

vuelve muy exitoso y todo el mundo cree que es de Kant. Incluso “El diario<br />

general de literatura de Jena”, un importante revista de ese tiempo, escribe en<br />

sus páginas:


“Cada cual que haya leído tan sólo los escritos menores, a través de los<br />

cuales el filósofo ha obtenido méritos inmortales de la humanidad, sabrá<br />

reconocer de inmediato al autor de esta obra”.<br />

Cuando después resulta que se sabe que no es Kant, sino Fichte, el<br />

autor, éste salta a la fama y pasa a ser reconocido y admirado por el público de<br />

la época.<br />

32.Afecciones de lo que a amor, amistad y política se refieren contribuyeron a<br />

que el poeta Hölderlin se volviera loco.<br />

En 1805 toman preso al íntimo amigo del poeta Friedrich Hölderlin, el filósofo,<br />

poeta y diplomático Isaac Sinclair, debido a la sospecha de planes de sedición<br />

contra el gobierno establecido. Hölderlin es exculpado debido a su estado de<br />

salud, ya que se estima que estaría demente. A estas alturas el poeta, nacido<br />

en 1770, tiene apenas 35 años.<br />

A Sinclair se le acusa de haber participado en una conspiración contra el<br />

Príncipe Elector de Württemberg y de haber querido asesinarlo. Después de 5<br />

meses de indagatorias tiene lugar el juicio, en el que, en todo caso, no se le<br />

puede probar nada. Sinclair y Hölderlin eran republicanos y partidarios de la<br />

Revolución Francesa.<br />

El apresamiento de Sinclair acrecienta aún más la locura en Hölderlin, la<br />

cual ya había comenzado sobre todo a raíz de la forzosa ruptura con Susette<br />

Gontard, amor clandestino que comenzó al ser instructor de sus hijos en 1796.<br />

A ella la llamará ‘Diotima’, así como la poetisa y sacerdotisa que le relata a<br />

Sócrates el mito del origen de Eros y que Platón maravillosamente expone en<br />

“El Banquete”.<br />

Mas, la locura de Hölderlin no sólo la suscitaron estas afecciones<br />

amorosas y amicales, sino también el haber sido perseguido en aquel tiempo<br />

por sus ideas políticas republicanas.<br />

Y pensar que Hölderlin vivió largo tiempo más, muriendo con 73 años de<br />

vida, de los cuales los últimos 40 estuvo loco.<br />

33.”Si no puedo doblegar a los dioses del cielo, conmoveré a los poderes del<br />

infierno”.<br />

¿No es francamente sorprendente, porque parece como propio del destino del<br />

siglo XX, que justo en 1900 salga a la luz “La interpretación de los sueños” de<br />

Sigmund Freud? En verdad el libro había sido publicado un año antes, pero un<br />

astuto editor le hizo poner como fecha 1900, ya que había reparado en la<br />

relevancia de éste. Pero, a su vez sorprende que este libro tenga además<br />

como epígrafe aquella sentencia tomada de la “Eneida” de Virgilio, y que repito<br />

a continuación, traducida naturalmente al castellano, ya que el original está en<br />

latín: ”Si no puedo doblegar a los dioses del cielo, conmoveré a los poderes del<br />

infierno”. Sentencia por cierto premonitoria por cuanto el siglo XX se habrá de<br />

caracterizar en buena medida por el estallido de las fuerzas ocultas del<br />

inconsciente. Se conmoverán en él “los poderes del infierno” no sólo porque<br />

saldrá a la luz lo oculto del “id” o el “ello” en los divanes de los psicoanalistas,<br />

sino en el arte, especialmente a través del surrealismo, por ejemplo del joven<br />

Salvador Dalí, de nuestro compatriota Roberto Matta o de Alfred Hiitchcock<br />

(para mencionar sólo algunos ejemplos del arte), sino también por las fuerzas


del inconsciente colectivo que se desatarán en guerras mundiales y tremendos<br />

movimientos de masas.<br />

Si el centro del psicoanalisis freudiano radica en la teoría de la líbido,<br />

impresionan distintos aspectos de la biografía de su autor. Su padre se llamaba<br />

Jakob y era comerciante de lanas, un judío de Galitzia (región al Norte de los<br />

Montes Cárpatos), que luego se trasladó a Moravia (República Checa) con dos<br />

hijos ya mayores y una segunda esposa llamada Rebecca, que pronto<br />

desapareció de la vida de Jakob. Sus terceras nupcias fueron entonces con<br />

Amalie, que tenía apenas 19 años, y de esta unión nació Sigmund en 1856.<br />

Supuestamente la atractiva y alegre madre habría mantenido relaciones con su<br />

hijastro Philipp. En ello Freud ya tuvo el modelo para su teoría en la que está<br />

en juego el enamorarse de la madre, celar al padre, como finalmente el<br />

asesinato (simbólico) de éste. En todo caso que quede claro que entre la vida y<br />

la obra o la teoría sólo podemos suponer posibles nexos, que no revisten<br />

ninguna necesidad.<br />

Posteriormente la familia se separó, una parte se fue a Londres y la otra<br />

a Viena, donde viviría Freud la mayor parte del tiempo. Casó con Martha<br />

Bernays, con quien tuvo 6 hijos. Con su hija Anna tuvo un particular vínculo<br />

emotivo e intelectual, la que se convertiría después también en una destacada<br />

analista. Freud admiraba a las mujeres intelectuales y por eso tuvo también<br />

una relación estrecha con Minna, hermana de su mujer, que se fue a vivir con<br />

ellos. A ello corresponde también su larga amistad con Lou Andreas-Salomé,<br />

que a su vez fuera anteriormente amiga de Nietzsche.<br />

4 de las hermanas de Freud mueren en los campos de concentración<br />

nazi, y Freud parte al exilio en Londres un año antes de su muerte acaecida en<br />

1939.<br />

34.”El cuerpo humano se ha vuelto transparente”.<br />

Así titula algún diario alemán de Diciembre de 1895 la noticia de que el<br />

Profesor de Física Wilhelm Conrad Röntgen descubre los rayos que él mismo<br />

llamó “X”. Otro diario dice: “Rayos milagrosos descubiertos”.<br />

En la noche del 8 al 9 de Noviembre de 1895 en el Laboratorio del<br />

Instituto de Física de la Universidad de Würzburg hace su gran descubrimiento<br />

que transformará no sólo la medicina y la pronta detección de enfermedades,<br />

sino también tendrá muchos otros campos de aplicación, como por ejemplo en<br />

lo que a la seguridad se refiere, pero también en la propia Física experimental,<br />

en la paleontología, por mencionar sólo algunos. El Premio Nóbel lo recibirá<br />

fundamentalmente por ello en 1901.<br />

Después de aquella noche de descubrimiento del 8 al 9 de Noviembre el<br />

cuidadoso y meticuloso Investigador sigue trabajando todavía algunas<br />

semanas antes de dar a conocer sus resultados. A nadie le comunica nada,<br />

salvo a su mujer, a la que, en todo caso, nada más le dice: “Estoy haciendo<br />

algo que, cuando lo sepa la gente, dirán: Röntgen se volvió loco”. Él organiza<br />

todo para que se le lleve la comida al Instituto e incluso duerme allí la mayor<br />

parte de esos días. Recién el 28 de Diciembre presenta sus resultados a la<br />

Sociedad de Física y Medicina de Würzburg en un escrito titulado<br />

modestamente “Una nueva especie de rayos”. Inmediatamente después el<br />

descubrimiento traspasa las fronteras alemanas y recorre el mundo como sus<br />

propios rayos descubiertos.


El 13 de Enero del año siguiente el Kaiser Guillermo II recibe a Röntgen,<br />

quien le hace una demostración, a lo que a los pocos días le sigue una nueva<br />

demostración en la Sociedad Físico-Médica de Würzburg, durante la cual<br />

Röntgen toma una radiografía de la mano de un anatomista presente, el cual,<br />

como miembro de esta Sociedad, propone que los rayos lleven el nombre de su<br />

descubridor, lo que es inmediatamente aprobado, y es la razón por la cual<br />

estos rayos en Alemania se llaman precisamente “Röntgen”.<br />

35.Händel le gana a Domenico Scarlatti en un torneo musical.<br />

Así como aparte de las olimpíadas, que comienzan precisamente en la ciudad<br />

de Olimpia en el Peloponeso, los griegos también realizaban competencias o<br />

torneos teatrales: así en el Teatro de Dionisos, a los pies de la parte trasera de<br />

la Acrópolis en Atenas, donde, podría decirse, comenzó el teatro en occidente<br />

con la tragedia, se enfrentaron Sófocles con Esquilo en un torneo, del cual el<br />

primero salió vencedor. El premio se basó sobre todo en la tragedia “Antígona”,<br />

intepretada en el 442 a. C. Y lo sorprendente es que a raíz de ello fue<br />

nombrado General y como tal actuó en la Guerra contra Samos.<br />

Así en una larga estadía de Georg Friedrich Händel en Italia por dos<br />

años, entre 1707 y 1709, en Venecia, coincide con Domenico Scarlatti, y en<br />

1708 el cardenal Ottoboni organiza un torneo musical entre ambos. De este<br />

resulta que Scarlatti iguala a Händel en el clave, mas Händel es proclamado<br />

ganador en lo que a la interpretación de órgano se refiere. Y, como si los<br />

resultados de este torneo no los hubiera afectado en absoluto, ambos músicos<br />

se hacen íntimos amigos desde ese momento en adelante. Ambos habían<br />

nacido el mismo año – 1685 –, Scarlatti en Nápoles y Händel en Halle/Saale,<br />

en territorio alemán. Por lo demás es el mismo año que nace también Johann<br />

Sebastián Bach en Eisenach.<br />

Domenico Scarlatti y Händel coinciden nuevamente en Londres en 1719<br />

donde Scarlatti dirige óperas en la Royal Academy of Music que justo su amigo<br />

Händel, por encargo de Su Majestad, había recibido el encargo de fundar.<br />

Bella idea la que hay en la relación entre cultura y torneo. Y podría ser<br />

además una interesante idea para volver a levantar el alicaído Teatro Municipal<br />

de Santiago. Se trataría entonces de hacer algo distinto, como puede ser<br />

precisamente un “torneo internacional de música docta”, en particular de<br />

compositores contemporáneos.<br />

36.La facilidad es enemiga del progreso y la civilización.<br />

Uno de los argumentos de Arnold Toynbee en su “Estudio de la historia” es que<br />

lo que permite el salto de una cultura a una civilización es el enfrentamiento de<br />

las dificultades del entorno. Cuando éste es más difícil, tal vez agreste, árido o<br />

frío, ello exige que una comunidad instalada allí desarrolle capacidades<br />

inventivas para poder sobrevivir y sortear esas dificultades. Mas, las<br />

dificultades tendrían que ser proporcionadas, ya que cuando son extremas,<br />

como en el caso de los esquimales, no se genera ahí el salto a la civilización.<br />

El esquimal está permanentemente al borde de la sobrevivencia, teniendo que<br />

responder a un medio excesivamente hostil. Por el lado opuesto, en aquellas<br />

regiones de una naturaleza en exceso dadivosa y exuberante, como en las<br />

regiones tropicales, no se habría producido un progreso técnico y científico


suficientemente notorio. Ahí no se hace claramente presente la dificultad y<br />

basta estirar los brazos para cosechar algún fruto.<br />

Si bien lo pensamos, lo difícil también nos determina a cada uno en<br />

forma individual. Lo que nos parece demasiado fácil tendemos a desdeñarlo, o,<br />

en todo caso, sucede con lo fácil que ello nos lleva simplemente a<br />

acomodarnos en ello, a nada más que solazarnos, y junto con ello, al<br />

conformismo. Lo difícil, al contrario, se presenta al modo de algo que hay que<br />

resolver, de algo que no está simplemente dado y regalado.<br />

Según lo ve el filósofo y escritor Georges Bataille, así ocurre en las<br />

relaciones del erotismo (término usado en el más amplio sentido): para hombre<br />

y mujer sucede que si la conquista es fácil tendemos a no valorarla, a no<br />

respetar a la otra persona. Aunque Bataille observa esto todavía demasiado<br />

desde el punto de vista del hombre, refiriéndose a aquel código tácito o<br />

explícito tradicional, de acuerdo al cual se espera de la mujer que, ante la<br />

propuesta masculina, diga varias veces “no”, y sobre todo cuando se trata de<br />

una propuesta sexual.<br />

Pero independientemente de que estas cosas hayan ido cambiando con<br />

la época, y hoy observamos como la iniciativa ya no es únicamente masculina,<br />

lo que sí es revelador es el nexo que muchos filósofos de eros reconocen entre<br />

amor y admiración, lo cual, a su vez, está en algún nexo con lo difícil.<br />

Es más, hasta el modo de instalarnos en el tiempo tiene aparentemente<br />

una relación con esto, puesto que sería más que nada el abrirse a lo difícil, a<br />

nuevas exploraciones, inventos, obras de arte, ensayos filosóficos, lo que nos<br />

lleva a proyectarnos al futuro. En otras palabras, la proyección de mundo<br />

estaría indisolublemente ligada a lo difícil.<br />

37.Buena y mala retórica.<br />

Probablemente la presencia, la fuerza y la determinación de la retórica en la<br />

sociedad contemporánea sea uno de los asuntos de mayor trascendencia.<br />

Pero, siempre está en juego la posibilidad de una buena y de una mala retórica,<br />

como claramente ya lo vieran y discutieran Sócrates y Platón. El filósofo<br />

contemporáneo, autor de lo que él mismo llama “nueva retórica”, Chaim<br />

Perelman, junto con su Asistente Olbrechts Tyteca, plantean en 1958 en su<br />

“Tratado de la argumentación” que esta posibilidad de la retórica de deslizarse<br />

a ser “buena” o mala” tiene que ver con la relación de adaptación del orador<br />

con el auditorio. Si esta relación es de excesiva complacencia con el auditorio,<br />

o simplemente con la persona individual a quien queremos persuadir, entonces<br />

esto es mala retórica. Como observamos, es lo que sucede hoy en día con el<br />

papel que juegan el rating y las encuestas. Se terminan haciendo las cosas,<br />

programando y gobernando en función de esos sondeos, sin que a la<br />

ciudadanía se la conduzca en alguna dirección apropiada. Y no obstante, está<br />

claro que en algún grado razonable el orador debe adaptarse a su auditorio.<br />

Por eso dice Giambattista Vico: “Todo objeto de la elocuencia concierne a<br />

nuestros oyentes y, conforme a sus opiniones, debemos regular nuestros<br />

discursos”. Y, sin embargo, como sostiene Baltasar Gracián, sucede que hay<br />

discursos que son “como un festín, en el que no se preparan las viandas a<br />

gusto de los sazonadores sino de los convidados”.<br />

Respecto de esta adaptación, se trata a su vez de cómo el orador en<br />

cierto modo tiene que “habilitarse” de distinta manera, jugando así muchos


oles, y a veces puede suceder esto en función de un auditorio muy<br />

heterogéneo al que para persuadirlo, hay que adaptar al discurso a los distintos<br />

grupos que lo componen. Pero en esto puede tratarse también de una sola<br />

persona, que es la que queremos persuadir. A propósito de ello, Perelman trae<br />

a colación un ejemplo de Sterne (La vida y las opiniones del caballero Tristram<br />

Shandy):<br />

“(Mi padre, que quería convencer a mi madre para que requiriera los<br />

servicios de un partero), trató de hacerle ver sus razones desde todas las<br />

perspectivas; discutió la cuestión con ella como cristiano, como pagano, como<br />

marido, como padre, como patriota, como hombre. Mi madre le respondía a<br />

todo tan sólo como mujer; lo cual era bastante duro para ella; pues al no ser<br />

capaz de asumir tal variedad de facetas y combatir protegida por ellas, la lucha<br />

era desigual: siete contra uno”.<br />

38.En torno a dos modos de trabajar.<br />

Dado que existimos en una sociedad eminentemente laboral hasta el punto que<br />

nos desgañitamos trabajando, es interesante atender a una distinción entre dos<br />

modalidades de trabajo que distingue el filósofo Eugen Fink, que fuera Profesor<br />

de la Universidad de Friburgo, Alemania. Esta distinción se basa en términos<br />

griegos y es entre un trabajo demiúrgico que violentamente impone una forma<br />

al objeto de trabajo, y un trabajo fitúrgico, de acuerdo al cual, como el agricultor<br />

(fiturgos) más bien colaboramos con la naturaleza para que la planta crezca de<br />

la mejor manera. La segunda modalidad laboral ciertamente es más amigable<br />

con el medio-ambiente, si bien hace rato ya que la agricultura se convirtió en<br />

agro-industria. Mas igual, es conveniente tener presente para la agricultura que<br />

el agricultor debería asumir el rol de un colaborador de la naturaleza, de<br />

alguien que trabaja junto con ella. Escuchemos como desarrolla Fink este<br />

contraste entre estos dos modos de trabajo; refiriéndose primero al trabajo<br />

fitúrgico dice:<br />

“Él no está ahora meramente como el técnico demiúrgico referido a una<br />

materia natural configurable a la que se le imprime una “forma” por poder de la<br />

soberanía humana; él se sabe referido a una naturaleza viva, viviente,<br />

aconteciente, se sabe dependiente de su favor o de su rechazo. El trabajo<br />

propio lo entiende el hombre como co-ayuda pequeña, modesta, donde empero<br />

todo lo decisivo depende de la propia naturaleza, del curso del tiempo<br />

atmosférico, del cambio de las estaciones, de los diluvios cósmicos. Todo<br />

radica aquí en el recto cambio del sol y la lluvia – débil y pequeña es la<br />

contribución humana, y pese a ello ella no es superficial; ella prepara la<br />

posibilidad de que la naturaleza, dispensando bendición, pueda recompensar el<br />

esfuerzo humano. El trabajo del agricultor tiene su grandeza en que es una<br />

obra humana pequeña aunque también fatigosa puesta en el actuar de<br />

tremendas potencias naturales – de que ella es realizable sólo sobre la base de<br />

una profunda confianza en que la madre naturaleza, que regala sin esfuerzo el<br />

pan a los pájaros del cielo y el crecimiento a los lirios del campo; también a su<br />

retoño más amenazado, al hombre, no lo olvida, aunque él se esfuerce con<br />

todas sus fuerzas finitas, aunque se maltrate y se desgaste trabajando. A pesar<br />

de todo el duro esfuerzo, el trabajo del agricultor, que se sabe humildemente<br />

dependiente del favor o disfavor de la naturaleza, está más cercano a la


endición de la tierra y está más íntimamente ligado con las fuerzas creatrices<br />

cósmicas, que lo que alguna vez el violento trabajo demiúrgico pudiera estarlo”.<br />

39.Convencer es distinto de persuadir.<br />

Esta distinción es de la mayor relevancia a la hora de considerar que podemos<br />

procurar suscitar que alguien tome una decisión y actúe en consecuencia, para<br />

lo cual sería necesario convencerlo. Mas, lo que no solemos tener en cuenta es<br />

que frecuentemente convencer no basta. Es necesario también persuadir.<br />

Tanto el persuadir como el convencer buscan la adhesión, mas el<br />

convencer está más apegado a un discurso racional, mientras que la<br />

persuasión involucra también nuestro estado anímico y afectivo. El filósofo<br />

Chaim Perelman nos recuerda que: “Para Rousseau, de nada sirve convencer<br />

a un niño “si l’on ne sait le persuader” (si no se sabe persuadirlo)”, lo cual está<br />

tomado de su “Emilio”. Y si bien es cierto que sobre todo los niños requieren de<br />

la persuasión y la convicción no basta, sin embargo también a los adultos nos<br />

ocurre esto en distintas circunstancias en la compleja red de las relaciones<br />

humanas.<br />

Y, como a lo que aspiramos es al perfeccionamiento cada vez mayor de<br />

nuestra naturaleza racional, la convicción es la que ha gozado de mayor<br />

prestigio en la tradición. Por esto continúa Perelman:<br />

“En cambio, para aquél que está preocupado por el carácter racional de<br />

la adhesión, convencer es más que persuadir. Además, el carácter racional de<br />

la convicción tenderá, unas veces, hacia los medios utilizados; otras, hacia las<br />

facultades a las que se dirige. Para Pascal, al autómata es a quien se persuade<br />

y entiende por autómata el cuerpo, la imaginación, el sentimiento, en una<br />

palabra, todo lo que no es en absoluto la razón”.<br />

Y en la misma línea que Pascal, Kant. Escuchemos como hace Kant la<br />

distinción entre dos tipos de juicio, precisamente de convicción y de<br />

persuasión:<br />

“Cuando éste es válido para todo ser que posea razón, su fundamento<br />

es objetivamente suficiente y, en este caso, el tener por verdadero se llama<br />

convicción. Si sólo se basa en la índole especial del sujeto, se llama<br />

persuasión. / La persuasión es una mera apariencia, ya que el fundamento del<br />

juicio, fundamento que únicamente se halla en el sujeto, es tomado por<br />

objetivo. Semejante juicio tampoco posee pues más que una validez privada y<br />

el tener por verdadero es incomunicable”.<br />

40.Nietzsche y el “animal del instante”.<br />

El joven Nietzsche en el texto “De la utilidad e inutilidad de los estudios<br />

historiográficos para la vida”, que es parte de sus “Contemplaciones<br />

intempestivas”, de 1873, plantea la sugerente idea en torno al modo de ser del<br />

animal como que está inmerso en el instante, en la inmediatez más absoluta, y<br />

compara esto de un modo muy lúcido con el hombre. Veamos cómo hace esto:<br />

Con el fin de allegarnos a lo propiamente histórico, llama la atención que<br />

una primera aproximación a ello sea el dolor. A ello se llega a partir de una<br />

toma de conciencia del pasar que va relegando todo justamente a un pasado.<br />

En contraste con ello, nos dice Nietzsche, el ganado que pasta en el potrero es<br />

puro presente, sin noción del ayer, del hoy o del mañana, y es propiamente un


animal del instante como también del olvido inmediato de cuanto va<br />

sucediendo. El animal se esfuma en la niebla y en la noche, y en todo momento<br />

es como es, un ente completo. Y así vemos con admiración a los animales<br />

estar sumergidos en el instante, y los vemos casi con envidia, como el niño que<br />

juega. En este sentido, el animal, como el niño, es a-histórico.<br />

El ser humano, en cambio, recuerda y en cuanto emprende va siempre<br />

arrastrando la cadena de sus recuerdos. El pasado lo oprime y dificulta su<br />

camino como una carga invisible y oscura. El ser del hombre es un “imperfecto<br />

que nunca alcanza la perfección”, en palabras de Nietzsche. Y agrega que la<br />

muerte le hace finalmente apercibirse de que su existencia es “una cosa, que<br />

vive de negarse, consumirse y contradecirse a sí misma”.<br />

41.Cuando Plotino murió una serpiente se escapó a través de una grieta en la<br />

muralla.<br />

De la vida de Plotino, el filósofo egipcio de Alejandría del siglo III d. C.,<br />

sabemos a través de su discípulo y biógrafo, el también filósofo Porfirio. Su<br />

biografía comienza describiendo a su maestro así: “Plotino, el más destacado<br />

pensador de nuestros días, parecía un hombre que se avergonzaba de estar en<br />

el cuerpo”. Según relata Weischedel, Porfirio comienza a dar a continuación<br />

numerosos ejemplos de esto. Por de pronto, Plotino nunca quiso contar algo<br />

acerca de su origen, sus padres o de su lugar de nacimiento. Incluso su<br />

cumpleaños, que era para él el día del ingreso del alma en el cuerpo, también<br />

permaneció oculto, ya que estimaba que no había razón para celebrar tan<br />

aciago día. Tampoco admitió nunca que se hiciera algún cuadro de él, razón<br />

por la cual sus alumnos trajeron subrepticiamente a un afamado pintor al aula<br />

para que hiciera un retrato de él. Es más, este desprecio del cuerpo lo lleva tan<br />

lejos que no acepta someterse a tratamientos médicos, debido a lo cual<br />

aparentemente ciertos padecimientos que sufría se agravaron. Respecto de las<br />

comidas procede también de similar forma, por cuanto muchas veces<br />

simplemente olvida comer.<br />

Ya con 28 años Plotino se inicia en la filosofía en Alejandría,<br />

trasladándose posteriormente a Roma e imparte allí lecciones públicas. El<br />

biógrafo Profirio relata que estas lecciones iban acompañadas de mucho<br />

revuelo, puesto que Plotino instaba al público a que le hicieran preguntas. Y<br />

estas lecciones alcanzaron tal popularidad que eran visitadas no solamente por<br />

sus discípulos, sino por senadores, e incluso hasta el propio emperador y su<br />

Señora esposa se hicieron presentes en ellas. Que las mujeres tuvieran<br />

acceso a estas lecciones lo destaca el biógrafo como algo notable para su<br />

tiempo.<br />

Supuestamente estas lecciones habrían tenido tal efecto que algunos de<br />

estos senadores cambiaron completamente su forma de vida a raíz de las<br />

enseñanzas impartidas en ellas.<br />

Por otra parte, a Plotino se le atribuyen algunas habilidades mágicas y<br />

muchas historias se cuentan a propósito de ello. Ellas conciernen hasta su<br />

propia muerte en que, al parecer, habría sucedido que al momento de ocurrir,<br />

una serpiente habría escapado a través de la grieta de la muralla.<br />

Las últimas palabras de Plotino fueron: “Ahora quiero intentar que<br />

aquello que en mí es divino, fluya a lo divino en el Todo”.


42.Demóstenes les habla a los así llamados “actores sociales” de hoy.<br />

Demóstenes, el padre de la retórica occidental, dice las siguientes sabias<br />

palabras, que tienen hoy más fuerza que nunca, dado que invitan al “actor<br />

social” de nuestros días – sea éste animador, publicista o político – a asumir<br />

una mayor responsabilidad en relación con su respectivo auditorio, en particular<br />

con la teleaudiencia. Escuchemos:<br />

“/.../ en ningún momento los oradores os hacen o perversos y hombres<br />

de provecho, sino vosotros los hacéis ser de un extremo a otro, según queráis;<br />

pues no sois vosotros los que aspiráis a lo que ellos desean, sino que son ellos<br />

los que aspiran a lo que estimen que vosotros deseáis. Así pues, es necesario<br />

que seáis vosotros los primeros en fomentar nobles deseos, y todo irá bien<br />

/.../”.<br />

Y, viceversa, no hay que olvidar además que al auditorio también le cabe<br />

la responsabilidad de asumirse a sí mismo como parte de un jurado público.<br />

Seguramente Demóstenes está muy consciente de que la retórica suele<br />

deslizarse a una “mala” e incluso “baja retórica”, ya que los oradores con<br />

frecuencia caen groseramente en la mera lisonja, a veces no tan pulcramente<br />

disimulada. El filósofo Chaim Perelman alude a esos oradores en términos de<br />

unos parásitos que: “para tener un sitio en las buenas cenas emplean casi<br />

siempre un lenguaje contrario a sus sentimientos”, agregando a su vez que:<br />

“El conciliar los escrúpulos del hombre honesto con la sumisión al<br />

auditorio es uno de los problemas que más le preocuparon a Quintiliano, para<br />

quien la retórica, scientia bene dicendi, implica que el orador perfecto persuade<br />

bien, pero también que dice el bien”.<br />

43.Venimos de lo Uno y volvemos a lo Uno.<br />

El filósofo Plotino de Alejandría, Egipto, del siglo III d. C., en su obra “Eneadas”<br />

concibe a Dios de un modo tal que podemos reconocer en él a un precursor de<br />

la teología negativa, vale decir, aquella corriente en que se trata de abandonar<br />

todas las representaciones que tenemos de Dios, dado que son nada más que<br />

humanas y limitadas. Enseñándonos esta vía negativa con el fin de acercarse<br />

al “verdadero Dios” apela a nosotros, diciéndonos:<br />

“Abandona todas las cosas, si tu quieres decir algo o interiorizarse de Él.<br />

Y cuando hayas abandonado todo y sólo estés entregado a ti mismo, entonces<br />

no busques algo que tú acaso pudieras agregarle, sino acaso algo que tú<br />

todavía no has abandonado en tu pensar”.<br />

Plotino concibe a Dios como “Lo Uno”, siendo el cosmos y todo “Lo<br />

Múltiple” que hay en él una emanación de él. La primera etapa en esta<br />

emanación es naturalmente el propio Uno que está simplemente en sí mismo,<br />

iniciándose luego una segunda etapa, en que este Uno se mira a sí mismo; en<br />

esta etapa el Uno se muestra como Espíritu que contiene ideas para la<br />

creación del cosmos. La tercera etapa es que el Espíritu mira hacia abajo, a<br />

partir de lo cual surge el “Alma del Mundo”, la cual en una última etapa de la<br />

Emanación mira nuevamente hacia abajo, surgiendo a partir de ello el mundocosmos.<br />

Si bien analizamos estas 4 etapas de la Emanación desde Lo Uno, todo<br />

lo que es se revela como siendo parte de él, su manifestación.


Y ahora viene el camino de vuelta, el Retorno, que equivale al camino<br />

del hombre, hacia su plenitud, hacia una formación integral de él. Se arranca<br />

aquí de la caída del alma en el mundo. El alma está por lo general extraviada,<br />

exiliada en el mundo, olvidada de su origen, pero si inicia el camino de retorno<br />

al Uno es porque ha comenzado a recordar su procedencia, lo que se<br />

manifiesta como anhelo de Lo Uno. El alma comienza entonces a desnudarse<br />

de todos los vestidos que le sobran. La primera etapa que hay en este Retorno<br />

consiste en apartarse de todos los goces individuales, dedicándose a la vez a<br />

los otros, por lo que aquí importan las virtudes de la convivencia, la valentía, la<br />

justicia, la serenidad y la sabiduría. En la segunda etapa el alma se desnuda<br />

completamente de lo sensorial, ingresando con ello a lo supra-sensorial, donde<br />

estaría su patria. En la tercera etapa el alma llega a ser espíritu; aquí alcanza<br />

ella la vida filosófica, dedicándose a la contemplación de las ideas. Y en la<br />

cuarta y última etapa el alma abandona todo lo múltiple, incluso las ideas,<br />

fundiéndose finalmente el alma con Dios, en la unión mística.<br />

44.Motor de la historia: ¿lo a-histórico?.<br />

Nietzsche plantea que la historia, y más bien, el estar inmersos en la historia,<br />

nos puede llevar a la inacción. Para actuar históricamente en una revolución,<br />

en una batalla, en la creación de un nuevo orden de cosas, requerimos de un<br />

purificador olvido.<br />

El pensador alemán pone ejemplos de esto, hablándonos de la pasión,<br />

ya sea la de alguien que tiene una pasión por una mujer, por un pensamiento,<br />

por una acción, y ésta es una pasión que lo tumba y lo arrastra, trastornando<br />

todo su mundo. Este hombre es en esa situación ciego para lo que hay detrás y<br />

sordo para lo que hay al lado, como si se tratara de un “ruido opaco y sin<br />

significación”. Tan atrapado está en su obsesión que únicamente lo que la<br />

ocasiona se le presenta colorido, sonoro, brillante y le mantiene ocupados<br />

todos sus sentidos. A su vez, todos los juicios de valor que hasta ese momento<br />

han regido sobre él son modificados y desvalorizados y se pregunta cómo sí<br />

hasta ese momento él ha sido como el desquiciado de opiniones extrañas.<br />

Incluso agrega, refiriéndose a este estado pasional de ser atrapado por algo lo<br />

siguiente:<br />

“Es el estado más injusto del mundo, estrecho, desagradecido respecto<br />

de lo pasado, ciego respecto de peligros, sordo respecto de advertencias, un<br />

pequeño remolino viviente en un mar muerto de noche y olvido: y a pesar de<br />

ello es este estado – a-histórico, contra-histórico a todo su través – la cuna de<br />

nacimiento no solamente de una acción injusta, sino de cada acción justa; y<br />

ningún artista logrará su cuadro, ningún general su victoria, ningún pueblo su<br />

libertad, sin haber antes querido un estado a-histórico. Como el que actúa,<br />

según la expresión de Goethe, carece siempre de conciencia, así también él<br />

carece de saber, él olvida la mayoría de las cosas para hacer lo uno, él es<br />

injusto con respecto a lo que queda a sus espaldas y conoce sólo un derecho,<br />

el derecho de aquello que debe ser realizado ahora”.<br />

45.”Lampe tiene que ser olvidado”.<br />

Nos cuenta el filósofo Wilhelm Weischedel que Kant, el filósofo de Königsberg,<br />

estaba muy irritado por las molestias que le ocasionaba el canto del gallo de un


vecino. Él no le permitía concentrarse suficientemente en sus tareas como<br />

pensador. Para darle una solución a esta perturbación primero intenta comprar<br />

el gallo, pero fracasa en este intento. Quien da cuenta de esta información<br />

comenta al respecto que le resulta incomprensible como el canto de un gallo<br />

podía resultarle perturbador a un sabio. Pero el asunto no quedó ahí, y pasó a<br />

ser tan serio para el filósofo y su anhelada tranquilidad que decidió mudarse de<br />

casa debido a esto. Mas, para colmo, esta mudanza de nada le sirve, ya que<br />

esta nueva casa estaba sobre la cárcel de la ciudad, y era una costumbre de la<br />

época que los presos cantaran cánticos espirituales, como parte de lo que<br />

correspondía a su instrucción correccional. Y la verdad es que este episodio<br />

significó tanto para Kant que Weischedel muestra cómo él se tradujo en<br />

<strong>pensamientos</strong> que el filósofo llevó al papel en alguna de sus obras mayores: la<br />

“Crítica del juicio”, donde leemos lo siguiente:<br />

“Aquellos que hayan recomendado para los ejercicios domésticos de<br />

oración también el cantar cánticos espirituales, no advierten que a través de tal<br />

oración ruidosa (precisamente por ello vulgarmente farisea), suscitan un gran<br />

perjuicio, en cuanto obligan a la vecindad a cantar con ellos o a cesar en su<br />

ocupación de reflexión”.<br />

Y así también, entre muchas cosas que perturbaban la tranquilidad de<br />

nuestro pensador, sucedió que tenía un criado llamado Lampe que, al parecer<br />

puede haber sido incompetente en su trabajo, debido a lo cual escribió un<br />

papel recordatorio que decía simplemente “Lampe tiene que ser olvidado”.<br />

Esta sentencia es una muestra a su vez del pensamiento del filósofo que<br />

él consecuentemente aplicaba a su propia vida, cual es que nuestras acciones<br />

tienen que estar guiadas por máximas subjetivas que le den una justificación,<br />

así como, por ejemplo, que debo levantarme todos los días a una determinada<br />

hora, o por supuesto también el tener que olvidar a alguien que nos provoca ya<br />

no intranquilidad que viene de fuera, sino desde el interior de nuestra<br />

conciencia.<br />

46.El hombre como “homo ludens”.<br />

Le debemos al historiador y filósofo de origen holandés – Johan<br />

Huizinga – el haber pensado a fondo la existencia humana como juego. Ello lo<br />

desarrolla en su obra “Homo ludens” este pensador que viviera entre 1872 y<br />

1945. Por de pronto, el solo título ya es asaz decidor, por cuanto significa<br />

concebir al hombre como jugador, como homo ludens. Veamos como justifica<br />

esta denominación en el Prólogo a su obra sobre el juego, publicada en 1938:<br />

“Cuando se vio claro que la designación de homo sapiens no convenía<br />

tanto a nuestra especie como se había creído en un principio porque, a fin de<br />

cuentas, no somos tan razonables como gustaba de creer el siglo XVIII en su<br />

ingenuo optimismo, se le adjuntó la de homo faber. Pero este nombre es<br />

todavía menos adecuado, porque podría aplicarse también a muchos animales<br />

el calificativo de faber. Ahora bien, lo que ocurre con el fabricar sucede con el<br />

jugar: muchos animales juegan. Sin embargo, me parece que el nombre de<br />

homo ludens, el hombre que juega, expresa una función tan esencial como la<br />

de fabricar, y merece, por lo tanto, ocupar su lugar junto al de homo faber”.<br />

Para Huizinga el juego es tan originario en el hombre que es anterior a lo<br />

conocemos como cultura. De hecho, el juego lo compartimos con los animales,<br />

e incluso un carácter esencial al juego, como es la regla: los juegos suponen


eglas que hay que seguir y respetar. Su obra “Homo ludens” comienza<br />

diciendo lo siguiente:<br />

“Los animales juegan, lo mismo que los hombres. Todos los rasgos<br />

fundamentales del juego se hallan presentes en el de los animales. Basta con<br />

ver jugar a unos perritos para percibir todos esos rasgos. Parecen invitarse<br />

mutuamente con una especie de actitudes y gestos ceremoniosos. Cumplen<br />

con la regla de que no hay que morder la oreja al compañero. Aparentan como<br />

si estuvieran terriblemente enfadados. Y, lo más importante, parecen gozar<br />

muchísimo con todo esto. Pues bien, este juego retozón de los perritos<br />

constituye una de las formas más simples del juego entre los animales. Existen<br />

grados más altos y más desarrollados: auténticas competiciones y bellas<br />

demostraciones ante espectadores”.<br />

47.Pascal dijo: “Sólo creo las historias cuyos testigos se hicieran degollar”.<br />

No obstante haber algo de cierto en esta sentencia del pensador Pascal, igual<br />

desde la perspectiva de distintos otros pensadores, se puede problematizar.<br />

Ello guarda relación con el argumento que Perelman en su Tratado de la<br />

argumentación distingue como “argumento por el sacrificio”. Éste es uno de los<br />

argumentos más fuertes que nos determina en nuestras existencias.<br />

Expliquémoslo a través de ejemplos: el que estudia una carrera universitaria<br />

que tiene que financiar él mismo trabajando, está de antemano en un tal<br />

argumento por el sacrificio, y será incluso una cuestión secundaria que le de<br />

una formulación expresa a ese sacrificio en el que se encuentra.<br />

Calvino valida a sus seguidores en función del sacrificio que están<br />

dispuestos a hacer por la causa de la fe, sugiriendo con ello que de este modo<br />

también se valida esa misma causa. Escuchemos a Calvino en su deliberación<br />

contra los católicos, defendiendo su propia fe protestante, de la cual él mismo<br />

es uno de sus fundadores:<br />

“Pero, dado que ellos /los católicos/ se burlan de la incertidumbre de<br />

aquélla /la doctrina protestante/, si tuvieran que sellar la suya con su propia<br />

sangre y a costa de su vida, se podría ver cuánto la estiman. Nuestra confianza<br />

es muy distinta, la cual ni teme los horrores de la muerte, ni el juicio de Dios”<br />

(385).<br />

Y en la misma línea Pascal:<br />

“Sólo creo las historias cuyos testigos se hicieran degollar”.<br />

O, Bossuet – obispo e historiador francés del siglo XVII – justifica<br />

también la cohesión entre sacrificio y verdad, poniendo como ejemplo de ello al<br />

propio Cristo. Bossuet::<br />

“Y, en efecto, cristianos, Jesucristo, que es la verdad misma, no por ello<br />

ama menos la verdad que su propio cuerpo; al contrario, para sellar con su<br />

sangre la verdad de su palabra quiso sacrificar su propio cuerpo”.<br />

Mas, como vemos hoy, muchos dan la vida por algo, por una causa, por<br />

unas ideas, convirtiéndose en hombres suicidas, y desde luego su accionar no<br />

nos parece justificable. Se revela de este modo que hay argumentos en pro y<br />

en contra en lo relativo al hecho de que sacrificándose por un asunto, se<br />

pruebe algo respecto del objeto por el que nos sacrificamos. Pero, por otra<br />

parte, este asunto reviste todavía más complejidad.<br />

Pues bien ¿cómo salimos de este dilema? La salida se mostraría en que<br />

la manera de criticar los actos que se rigen por el argumento del sacrificio es en


atención al valor de aquello por lo que alguien se sacrifica. Así en lo que<br />

concierne al sacrificio de los griegos por Helena. En este caso Isócrates –<br />

retórico y educador ateniense, coetáneo de Sócrates – glorifica ese sacrificio,<br />

en cambio Fenelón, el teólogo místico francés del siglo XVII, arzobispo de<br />

Cambrais, lo critica, diciendo este último:<br />

“Nada se ha probado con rigor, no hay ninguna verdad de moral en todo<br />

eso; sólo juzga el valor de las cosas según las pasiones de los hombres”.<br />

48.Spinoza: el filósofo más insultado de toda la historia de la filosofía.<br />

Spinoza, el filósofo que nace en Ámsterdam en 1632, en la cuna de una familia<br />

judío-portuguesa, se llamaba ‘Baruch’, nombre que de acuerdo al uso de la<br />

época, se tradujo al latín como ‘Benedictus’, significando ambos nombres<br />

´bendito´. Es particularmente increíble que precisamente sobre este bendito,<br />

que, sin duda, efectivamente lo era, hayan recaído los mayores improperios,<br />

vilipendios e insultos que apenas cabe siguiera imaginar. Según relata<br />

Weischedel, el conocido Profesor de la Universidad de Leipzig, Thomasius,<br />

trató de Spinoza como un “monstruo infame”, como un “judío consumado y<br />

cabalmente ateo”, en lo que se deja ver el antisemitismo de la época. Y así<br />

otros académicos e intelectuales lo tratan de diablo, impostor, y demás. Entre<br />

ellos se cuentan también nada menos que Voltarire, Leibniz y Hamman,<br />

aunque con expresiones menos duras. Todos estos improperios se deben más<br />

que nada a que Spinoza creía más bien en un dios impersonal, lo que le<br />

acarreó consigo la acusación de ateísmo.<br />

Mas, sin duda, lo más extremo de todo es lo que corresponde a las<br />

invectivas de la comunidad judía, con motivo de la expulsión de Spinoza de la<br />

sinagoga. Primero esta comunidad había depositado su confianza en<br />

Benedictus, pero luego se la quitó, cuando él joven filósofo comenzó a<br />

manifestar críticas respecto del “Antiguo Testamento”, en cuanto a que estaría<br />

lleno de contradicciones. La sentencia de la solemne expulsión dice así:<br />

“De acuerdo al dictamen de los ángeles y el juicio de los santos,<br />

expulsamos, despreciamos y maldecimos a Baruch de Espinoza, con la<br />

anuencia del santo Dios y de toda esta santa comunidad /.../”,<br />

y luego continúa:<br />

“Maldito sea de día y maldito de noche; maldito sea cuando se acuesta y<br />

maldito sea cuando se levanta; maldito sea cuando sale y maldito sea cuando<br />

llega. Que no lo perdone jamás Dios, que la rabia y la ira de Dios se inflame<br />

contre este hombre ... y que sea borrado su nombre del cielo, y quiera Dios<br />

para su desdicha separarlo de todas las tribus de Israel ... Ordenamos que<br />

nadie tenga trato oral o por escrito con él, que nadie le otorgue ningún favor,<br />

que nadie permanezca con él bajo un techo, que nadie se le acerque a la<br />

distancia de cuatro codos, que nadie lea un escrito por él concebido o escrito”.<br />

49.Acerca de cuánto estamos dispuestos a sacrificar por algo.<br />

El filósofo Chaim Perelman nace en Polonia en 1917 y desde los 12 años vive<br />

en Bélgica, donde estudia Derecho y Filosofía, doctorándose sobre la lógica de<br />

Frege. Él se dedica particularmente a la retórica y funda la escuela de la “nueva<br />

retórica” en la Universidad de Bruselas, publicando en 1948 su Tratado de la<br />

argumentación. Sin que él mismo lo diga expresamente, aunque igual esto se


colige de su análisis, él desarrolla allí la idea de lo que podríamos llamar un<br />

“modo de ser argumental del hombre”. En efecto, por supuesto una sola mirada<br />

ya es todo un argumento, lo mismo una señal que hacemos con las manos, o<br />

inclusive nuestra postura corporal, sin que todo ello necesite expresarse en<br />

argumentos. De todos modos, cabe anotar que Perelman vincula la retórica con<br />

lo que se expresa verbalmente. Entre los muchos argumentos que él examina<br />

está el del sacrificio, o, en rigor, “argumento por el sacrificio”, que alude a como<br />

nos determina el sacrificio en nuestras decisiones y actos, haciéndose patente<br />

esto eventualmente en argumentos explícitos.<br />

Por ejemplo, Plotino al tratar sobre el alma, que no cambiaría nada por el<br />

Altísimo, desarrolla un argumento por el sacrificio. Escuchemos:<br />

“Ella /el alma/ no cambiaría nada por él /el Primero/, aunque le<br />

prometieran todo el cielo, porque sabe perfectamente que no hay nada mejor ni<br />

preferible a él /.../ Todo lo que antes le causaba placer (dignidades, poder,<br />

riqueza, belleza, ciencia), todo lo desprecia y lo dice; pero ¿lo diría si no<br />

hubiera encontrado bienes mejores”.<br />

En verdad, es patente que el argumento por el sacrificio es el argumento<br />

que se estima como el más elevado del ser humano. Las más grandes<br />

hazañas, actos y logros en la ciencia, en la técnica, en la religión, en el arte, se<br />

cometen regidos por él. Por otra parte, el ascetismo se basa íntegramente en<br />

un tal argumento.<br />

Así observamos, entre tantos ejemplos, como los aztecas elegían a uno<br />

en particular que debía tener el honor de ser inmolado y emprender el viaje de<br />

ultratumba con una misión para su pueblo, como la de traer una buena<br />

cosecha.<br />

Apoyándose en Simone Weil, Perelman dirige su atención hacia<br />

motivaciones psicológicas tras el sacrificio. Amor y odio se conjugan aquí. El<br />

siguiente texto de Simone Weil nos lleva a pensar sobre esto:<br />

“/.../ sufrimientos demasiado grandes con relación a los impulsos del<br />

corazón pueden empujar a una y otra actitud: o rehusamos violentamente<br />

aquello por lo que hemos dado demasiado, o nos aferramos a ello con una<br />

especie de desesperación”.<br />

Tanto nos determina el argumento por el sacrificio que éste suele ser<br />

conducido a un argumento del despilfarro (o también llamado “del sacrificio<br />

inútil”), así el soldado carne de cañón, el cual representa a una figura a lo largo<br />

de toda la historia de la humanidad.<br />

50.El Kaiser Barbaroja se ahoga en el camino de la Tercera Cruzada.<br />

El emperador Federico I, conocido como Barbaroja, se ahoga el 10 de Junio de<br />

1190 en el río Saleph en Anatolia, actual territorio turco. El Kaiser de 68 años<br />

de edad quiso bañarse en el río en un día muy caluroso después de almuerzo.<br />

Se lanzó a las aguas correntosas del río Aleph que se lo llevó de inmediato. A<br />

pesar de ello la cruzada, que viene a ser la tercera, no se interrumpe y el<br />

mando del ejército alemán lo asume su hijo, el príncipe Federico de Suabia. Y<br />

esta tragedia vino a ocurrir tras once meses de haber emprendido la Cruzada,<br />

partiendo de Regensburg en dirección a la Tierra Santa, con el fin de recuperar<br />

Jerusalén que había sido conquistada por el sultán Saladino. Esto indujo al<br />

Papa Gregorio VIII a llamar a la nueva Cruzada. Y así el 21 de Enero de 1188<br />

el rey francés Felipe II, como el rey inglés Enrique II, como también su hijo


Ricardo Corazón de León tomaron simbólicamente la cruz y reunieron las<br />

tropas en la Normandía para dar inicio a la cruzada. Por su parte Federico<br />

Barbaroja tomó la cruz en Marzo del mismo año en Maguncia, y se decidió<br />

partir en Mayo del año siguiente, 1189. Es así como el 11 de Mayo, según lo<br />

programado comienza a desplazarse un ejército de 100.000 hombres desde<br />

Regensburg, entre ellos 8 obispos, 3 marqueses y 29 condes. En total,<br />

incluyendo los tres ejércitos – alemán, francés e inglés – participaron en esta<br />

cruzada 350.000, de los cuales nada menos que 280.000 alcanzaron la Tierra<br />

Santa. Muchos de esos 70.000 hombres que no llegaron a Jerusalén son los<br />

que tras la muerte de su emperador de barba roja, decidieron volver a su patria.<br />

Los caminos que siguen estos 3 ejércitos son diferentes: como<br />

decíamos, el ejército alemán parte de Regensburg y se va por los Balcanes,<br />

atravesando el Imperio Romano de Oriente, lo que ocasiona dificultades con el<br />

Emperador bizantino Isaac II, que pronto son superadas, hasta llegar<br />

posteriormente definitivamente a territorio enemigo. Los ejércitos francés e<br />

inglés, escogen una ruta en parte terrestre y en parte marítima, saliendo de los<br />

puertos de Marsella y de Génova. Será en Akkon, al norte de Jerusalén, donde<br />

se habrán de encontrar los tres ejércitos. El resultado de la III Cruzada habrá<br />

de ser un pacto con Saladino, que permitirá nuevamente libre acceso a<br />

Jerusalén.<br />

51.Tres estilos de escribir la historia según Nietzsche.<br />

Dice el pensador alemán en su temprano texto de 1873 – “De lo conveniente e<br />

inconveniente de los estudios historiográficos para la vida”:<br />

“De una triple manera le pertenece la historiografía a los vivos: ella le<br />

pertenece como el que actúa y anhela /estilo monumentalista/; como el que<br />

guarda y venera /estilo anticuario/; como el que sufre y necesita de la liberación<br />

/estilo crítico/” (ib.).<br />

Podemos decir que en el estilo monumentalista nos inspiramos en los<br />

grandes acontecimientos y hazañas; en el anticuario estamos sobre todo<br />

apegados a la conservación de la venerable tradición; y en el estilo crítico<br />

hacemos pasar por el cedazo lo acontecido para proyectarnos sobre todo al<br />

futuro.<br />

Respecto del estilo monumentalista leemos lo siguiente:<br />

“Que los grandes momentos en la lucha de los sujetos configuran una<br />

cadena, que en ello se ata un carácter elevado de la humanidad a través de<br />

milenios, que para mí lo más elevado de un tal momento ha tiempo ocurrido<br />

todavía se mantiene vivo, claro y grande – éste es el pensamiento fundamental<br />

en la fe en la humanidad , que se expresa en la exigencia de una historiografía<br />

m o - n u m e n t a l i s t a”.<br />

Mas, Nietzsche parece que tuviera presente no solamente la<br />

historiografía, sino la propia historia en la consideración de estos estilos. Ello se<br />

advierte en el siguiente pasaje:<br />

“Justamente empero que en esta exigencia de que lo grande sea eterno<br />

se enciende la más terrible lucha. Porque todo lo otro que todavía vive grita no.<br />

Lo monumental no debe surgir – ésta es la contra-profecía“.<br />

Se trata de que el común de los mortales está simplemente empeñado<br />

en vivir a como de lugar, en sobrevivir, mientras que los hombres que se<br />

inscriben en la historia monumentalista miran hacia abajo con desdén a todos


los que se afanan nada más que en poseer las cosas de este mundo. Y para<br />

los que se oponen a lo grande el filósofo del martillo tiene palabras severas que<br />

decir, como en lo que sigue:<br />

“A través de los cerebros de unos animales asustados y de corta vida,<br />

que siempre aparecen para satisfacer las mismas necesidades y que con<br />

esfuerzo se defienden por un tiempo de la descomposición, porque ellos<br />

quieren solamente una cosa: vivir a todo precio. ¡Quién entre ellos podría<br />

suponer aquella difícil carrera-de-antorcha de la historia monumental, sólo a<br />

través de la cual perdura lo grande!”.<br />

52.¿No será que sentimos menos en la época actual que lo que sintiera el<br />

hombre medieval?<br />

Johan Huizinga, el filósofo holandés, que naciera en 1872 y enseñara en la<br />

Universidad de Leyden, de los Países Bajos, publica en 1919 su obra<br />

monumental – El otoño de la edad media. Escuchemos como comienza ésta:<br />

“Cuando el mundo era medio milenio más joven, tenían todos los<br />

sucesos formas externas mucho más pronunciadas que ahora. Entre el dolor y<br />

la alegría, entre la desgracia y la dicha, parecía la distancia mayor de lo que<br />

nos parece a nosotros. Todas las experiencias de la vida conservaban ese<br />

grado de espontaneidad y ese carácter absoluto que la alegría y el dolor tienen<br />

aún hoy en el espíritu del niño. Todo acontecimiento, todo acto, estaba rodeado<br />

de precisas y expresivas formas, estaba inserto en un estilo vital rígido, pero<br />

elevado. Las grandes contingencias de la vida – el nacimiento, el matrimonio, la<br />

muerte – tomaban con el sacramento respectivo el brillo de un misterio divino.<br />

Pero también los pequeños sucesos – un viaje, un trabajo, una visita – iban<br />

acompañados de mil bendiciones, ceremonias, sentencias y formalidades. /<br />

Para la miseria y la necesidad había menos lenitivos que ahora. Resultaban,<br />

pues, más opresivas y dolorosas. El contraste y las noches pavorosas del<br />

invierno eran un mal mucho más grave. El honor y la riqueza eran gozados con<br />

más fruición y avidez, porque se distinguían con más intensidad que ahora de<br />

la lastimosa pobreza. Un traje de ceremonia, orlado de piel, un vivo fuego en el<br />

hogar acompañado de la libación y la broma, un blando lecho, conservaban el<br />

alto valor de goce que acaso la novela inglesa ha sido la más perseverante en<br />

encordar con sus descripciones de la alegría de vivir”.<br />

53.¿Puede haber economía del despilfarro?<br />

A diferencia de su tío Emile Durkheim, que podría contarse entre los<br />

fundadores de la sociología, Marcel Mauss, se dedicó más bien a la<br />

antropología, y ciertamente ha marcado un hito, influyendo sobre Bataille,<br />

Dumézil y Lévi-Strauss, como también sobre Baudrillard, Bordieu, Derrida y<br />

Foucault.<br />

Y probablemente la obra que más relevante ha sido es Essai sur le don<br />

(Ensayo sobre el regalo), publicada en 1923-24 en el “Année sociologique”, la<br />

revista durkheimiana. Aquí hay un poderosa reflexión en torno al sistema<br />

económico de las sociedades arcaicas, que está ligado a formas de<br />

intercambio, que están marcadas por el regalo, lo cual se explícita en la<br />

realización de tres obligaciones: dar, recibir y corresponder. Así la forma de<br />

potlach en América del Norte, los kula en el Pacífico y los hau en Nueva


Zelandia. Y en esto no se trata simplemente de mercancía, sino de objetos que<br />

se intercambian, y que se les supone sagrados, que poseen mana, un alma,<br />

una forma de espiritualidad. Los propios seres humanos también pueden entrar<br />

en este intercambio, en la medida que también serían por cierto poseedores de<br />

mana. Y lo interesante del planteamiento de Mauss es que a la vez ve en estas<br />

formas de economía, que por tratarse de su relación con el regalo, podríamos<br />

caracterizar como “economías del despilfarro”, está el antecedente de nuestra<br />

economía, que, por cierto, no es del despilfarro, sino del ahorro y de la<br />

posesión. El que regala algo le plantea al beneficiado un desafío, en cuanto a<br />

regalar a cambio algo de superior valor, o al menos igual. Por otra parte, lo que<br />

se intercambia no corresponde únicamente a mercancías, sino también<br />

servicios, favores sexuales, fiestas, bailes, y otros. Además, cuando no se<br />

cumple con las exigencias de regalar o de responder a los regalos hechos, esto<br />

puede acabar en una guerra. Y, como el punto crucial para nosotros, es que en<br />

esta forma de economía estaría el origen de la nuestra, Mauss plantea que las<br />

sociedades modernas capitalistas lo que han hecho es desarrollar una<br />

mentalidad calculadora, impersonal, poniendo el acento sobre todo en la<br />

competencia. Y tal vez debido a la competitividad es que esa mentalidad se fue<br />

enfriando cada vez más.<br />

(John Lechte, 50 pensadores contemporáneos esenciales, Edit. Cátedra, Madrid, 1994).<br />

54.¿Qué habrá sido primero: la conciencia psicológica o la conciencia moral?<br />

Si hay el enigma del ser, lo mismo hay el enigma del hombre y por cierto de<br />

cada cosa. Y cómo no reconocer que ante todo está el enigma que haya<br />

conciencia, que estemos concientes, en el sentido de percatarnos, de darnos<br />

cuenta de todo aquello. Mas, no menos enigmático es que haya una segunda<br />

manifestación de la conciencia, conocida como la conciencia moral, que nos<br />

impulsa a seguir un camino, que nos orienta en alguna dirección.<br />

Sobre la base de estas consideraciones, podría estimarse que la<br />

conciencia llamada psicológica, en el sentido del percatarse, es la primera, y<br />

que subsecuentemente se habría originado la segunda. Mas, es decidor al<br />

respecto que el filósofo francés Paul Ricoeur plantee que la primera percepción<br />

que tuvo el hombre de un orden cósmico, no fue únicamente de carácter físico,<br />

sino también ético. A este respecto, cita el segundo fragmento de<br />

Anaximandro, el legado más antiguo de la filosofía occidental, en el que se<br />

trata de la adikía, en términos de una injusticia cósmica que se ha cometido al<br />

haber algún exceso de agua, tierra, aire o fuego en el cosmos (así por lo<br />

memos se suele interpretar este fragmento).<br />

Lo más probable es que genealógicamente ambas conciencias,<br />

psicológica y moral, se hayan originado a la vez, dado que las primeras<br />

impresiones de los fenómenos cósmicos por parte de nuestros remotos<br />

antepasados van acompañadas de algo relativo a castigos y recompensas.<br />

Y se trata al mismo tiempo, que en los fenómenos cósmicos se percibe<br />

lo que el antropólogo cultural, de origen rumano, Mircea Eliade, llama un “plus<br />

ontológico”, lo sacro, es decir, que una cosa, un animal, un río, el mar, un<br />

camino, una montaña, un astro, no son nunca únicamente eso, sino algo<br />

sagrado.


55.Según el filósofo francés Paul Ricoeur el mal fue primero percibido por el<br />

hombre arcaico como algo externo, algo que viene de fuera.<br />

Ricoeur plantea que en el estadio de las culturas ancestrales del hombre<br />

arcaico, si se justifica hablar de una conciencia moral, sería en una primera<br />

fase incluso en el sentido de una conciencia significativamente ajena a la<br />

culpabilidad. De acuerdo a esta fase primeriza, el mal (y el bien) son percibidos<br />

como externalidades, como lo que sobreviene gratuitamente desde fuera, como<br />

una catástrofe, o como una peste, o como una buena o mala cosecha,<br />

creyendo que ello está suscitado por la acción de un dios, un espíritu o un<br />

demonio, sin que medie en esto una culpabilidad individual y ni siquiera<br />

colectiva. Ya Nietzsche reconocía esto en la Genealogía de la moral, al decir<br />

que:<br />

“Durante el más largo tiempo de la historia humana se impusieron penas<br />

no porque al malhechor se le hiciese responsable de su acción, es decir, no<br />

bajo el presupuesto de que sólo al culpable se le deban imponer penas /.../”.<br />

Siguiendo el lúcido análisis de Ricoeur, en este primer estadio de<br />

externalidad del mal, en una segunda fase se asocian lo bueno y lo malo con<br />

una culpabilidad al menos colectiva. Aquí se da que es la tribu la que, por<br />

ejemplo, está en falta, porque le afecta una prolongada sequía, asola una peste<br />

o se está sometido a invasiones reiteradas de otras tribus.<br />

En un segundo estadio, que se prolonga hasta nuestros días, y que se<br />

iniciaría, según el pensador francés, con el judeo-cristianismo, mal y bien son<br />

internalizados, generándose con ello la culpabilidad individual. Aquí es ejemplar<br />

el relato bíblico del “Génesis” y el comer del fruto prohibido por parte de Adán y<br />

Eva. Ricoeur se preocupa, en todo caso, de mostrar cómo aquella externalidad,<br />

en particular del mal, persiste al modo de un “mal que ya está ahí”, como la<br />

serpiente en el “Génesis”, y al mismo tiempo el propio pecado original que se<br />

genera precisamente a partir de una culpabilidad individual, supone para todas<br />

las futuras generaciones un mal que también ya está ahí.<br />

Por otra parte, en nuestro estadio del mal internalizado, éste se<br />

multiplica apenas a alguien en particular, a un grupo, a una comunidad le va<br />

mal en distintos ámbitos, como en lo económico, en lo laboral o en lo amoroso;<br />

entonces reaparece la externalidad del mal, en la medida en que aquello se lo<br />

vivencia como estigma o lacra.<br />

56.Paul Ricoeur ha pensado algo particularmente inquietante: la maldición de la<br />

ley.<br />

Es singular como en las culturas del hombre arcaico, algunas de las cuales<br />

todavía sobreviven, se enfrentaba el mal. Según el filósofo francés Paul<br />

Ricoeur en ellas se estimaba que el mal venía de fuera, al modo de una<br />

externalidad, así como nosotros estimamos una catástrofe cósmica, un<br />

terremoto, un tsunami, una erupción volcánica o la caída de un meteorito.<br />

Y sucedió desde algún momento en adelante, el cual, según Ricoeur, se<br />

cifra en el judeo-cristianismo, que el mal se internalizó, vale decir, comenzó a<br />

ser juzgado en función de reconocer que él tiene un causante, un culpable, que<br />

tiene que ser responsabilizado y castigado por él. Y éste es el papel que le<br />

cabe a normas y leyes. Mas, Ricoeur plantea una inquietud que da mucho que


pensar: la maldición de la ley. Con ella quiere decir que toda vez que se<br />

propone una ley, al mismo tiempo se “crea” el mal, pues lo que hasta ese<br />

momento no era todavía prohibido ni malo, ahora pasa a serlo. Pensemos más<br />

que en leyes, en normas de comportamiento, por ejemplo, en prohibiciones,<br />

como la relativa a relaciones pre-matrimoniales, que tenía notoria vigencia más<br />

o menos hasta los sesenta del siglo XX. Ello nos hace ver que lo que en<br />

principio no es ni bueno ni malo, al haber la prohibición, a saber, una norma<br />

que sanciona, literalmente se “crea” el mal. Y lo mismo cabría decir desde<br />

luego de la ley positiva que históricamente legisla estableciendo todo tipo de<br />

prohibiciones en un plano racial, genérico, sexual, social, económico, político,<br />

religioso, u otro.<br />

Y si además consideramos que con este ya inveterado enfrentamiento<br />

del mal que hacemos a través de normas y leyes no nos ha ido tan bien, si<br />

consideramos además que los mayores crímenes cometidos a lo largo de la<br />

historia de la humanidad fueron cometidos de manera fría e impersonal en el<br />

siglo XX, entonces quedamos al final ante una tremenda incógnita: ¿si acaso<br />

no se justificaría más la estrategia del hombre arcaico de enfrentar el mal, de<br />

acuerdo a la cual sucedía que alguien en particular podía haber cometido el<br />

crimen más atroz en la tribu, se estimaba que había sido presa de un mal que<br />

venía de fuera, debido a algún incumplimiento respecto del cual, a lo más<br />

sucedía que la tribu completa asumía una culpa colectiva.<br />

57.Sócrates como “padre de la ética occidental.<br />

Si nos preguntamos a continuación acerca de la conciencia, cabe sostener que<br />

la palabra ‘conciencia’, así como la palabra latina correspondiente ‘conscientia’<br />

y la palabra griega ‘syneidesis’ se refieren originalmente a un saber, en rigor<br />

con-saber, entendido éste como una ‘saber que acompaña’ a lo que sucede en<br />

general, a nuestros actos y los de los otros. A partir de ello se puede distinguir<br />

entre la conciencia llamada ‘psicológica’, en cuanto el estar consciente de algo,<br />

por ejemplo, de que estamos despiertos o que es de día. Y la conciencia<br />

llamada ‘moral’, en cuanto a que ese saber que acompaña a nuestros actos y<br />

los de otros se convierte en juicio. En todo caso, en Platón o Aristóteles este<br />

término ‘syneidesis’, ‘conciencia’, no juega ningún rol significativo.<br />

El filósofo que enseñara en la Universidad de Johannesburgo, Gehardus<br />

Stoker, estudioso del fenómeno de la conciencia, sostiene que recién más<br />

tarde con Filón de Alejandría (que viviera entre el 15/10 a.C. y el 40/50 d.C.)<br />

recibe la palabra ‘syneidesis’ su impronta moral, en tanto él entiende en su<br />

teología la syneidesis como testigo, acusador, juez, que enseña, reprende,<br />

advierte, prevé.<br />

Pero, si syneidesis no se entiende moralmente en la antigua Grecia, ello<br />

no significa que los griegos no hayan tenido experiencias de la conciencia.<br />

Cuando Orestes es perseguido por la erinias que lo atormentan, o cuando<br />

Edipo se ensarta los ojos, después de que se da cuenta de sus acciones<br />

cometidas, da esto testimonio de una manifiesta experiencia de la conciencia,<br />

que en este respecto no se puede separar de una experiencia de la culpa.<br />

Por otra parte, tengamos en cuenta también respecto de la experiencia<br />

de la conciencia moral al daimon de que nos habla Sócrates. La voz<br />

premonitoria del daimonion de Sócrates le advierte desde su niñez acerca de lo<br />

que debe hacer, según nos cuenta él mismo en su Apología, su Defensa ante


los tribunales. Ello habla de una conciencia, en atención a supuestas<br />

peculiaridades de ella que ya encontramos aquí en este temprano testimonio –<br />

por una parte, su carácter premonitor, exigente, previsor, pero también su<br />

infalibilidad, e incluso su origen divino, lo que se refleja en su personificación<br />

como daimon. Y todo ello considerando que este ser de la conciencia no se<br />

refleja todavía en el término ad hoc, synéidesis, sino en otros, como el del<br />

daimon socrático, por ejemplo.<br />

Atendiendo a la relevancia que le cabe a Sócrates respecto de la<br />

remisión de la justificación de las acciones a un principio subjetivo, como es el<br />

daimon, Walter Schulz ve en él nada menos que al padre de la ética occidental,<br />

si bien cabe observar de todos modos que el mentado daimon conserva<br />

todavía visiblemente un carácter de externalidad, justamente en función de su<br />

origen divino.<br />

58.Nuestra concepción de la conciencia moral producto de una mala lectura.<br />

Respecto de nuestra conciencia moral, y suponiendo que ella habla, que nos<br />

dice algo, que nos advierte de algo que no deberíamos hacer, que nos<br />

reprende por algo que hemos hecho, podemos estimar que quien habla en ella<br />

soy simplemente yo mismo. Ello correspondería a una concepción autonómica<br />

de ella. Pero, así como le ocurre al creyente, podemos suponer también, al<br />

contrario, que sería Dios el que habla en nuestra conciencia. En este caso<br />

estamos ante una concepción heteronómica de ella.<br />

Interesante es observar como esta última determinación de la conciencia<br />

desde una supuesta externalidad se mantendrá y consolidará a través de un<br />

término que pasó a ser crucial en la filosofía medieval, la ‘syndéresis’. El<br />

concepto ‘syndéresis’ aparece por primera vez en Jerónimo y significa de<br />

acuerdo al filósofo Gehardus Stoker, que escribe una magna obra sobre la<br />

conciencia:<br />

“La chispa de la conciencia, el espíritu, que quedó en el hombre después<br />

de que había abandonado el paraíso /.../. En Jerónimo significaría syndéresis<br />

“/.../ el cuidador, guardián de las leyes divinas /.../”.<br />

Mas, este término ‘syndéresis’ es el resultado de una mala lectura que<br />

hizo Jerónimo en rollos de papiro de la época que decían más bien ‘syneidesis’,<br />

término griego que significa precisamente conciencia.<br />

Jerónimo proviene de Dalmacia, nace en el 347 d.C., más tarde estudia<br />

en Roma, tras lo cual vive como anacoreta en el desierto de Calcis, cerca de<br />

Aleppo. En el 382 recibe como encargo del Papa Dámaso I la reelaboración de<br />

la biblia latina, la Vulgata. Muere en Belén en el 420.<br />

El concepto ‘syndéresis’, este cuidador y guardián de las leyes divinas,<br />

que Jerónimo es quien usa por primera vez, y eso precisamente debido a su<br />

lectura equivocada, se distingue de la conscientia, que mienta la aplicación de<br />

la syndéresis a casos particulares. Según Stoker, la syndéresis, no obstante su<br />

origen oscuro, es “una palabra formada artificialmente, que le otorgó a los<br />

scolasticis servicios muy útiles”. Este servicio, según el mismo autor, reside en<br />

la posibilidad de la distinción entre dos modalidades de la conciencia:<br />

“Una eterna, incorruptible, infalible, por una parte, y una falible, empírica,<br />

por la otra parte /.../”.


59.Buena y mala conciencia a partir de Santo Tomás de Aquino.<br />

Podemos estimar que la relación conciencia - valores (y, habría que agregar en<br />

este lado: ideales, principios, normas, leyes), constituye en cierto modo el eje<br />

de la ética. Y a partir del mayor o menor énfasis que pongamos en uno u otro<br />

término de la balanza – en la conciencia o los valores – se entiende que haya<br />

una ética heteronómica y otra autonómica. Esto quiere decir que si enfatizamos<br />

sobre todo el papel de los valores a los cuales la conciencia individual tendría<br />

que ajustarse, estamos ante la presencia de una ética heteronómica, como es<br />

particularmente la ética religiosa. Si, por el contrario, enfatizamos sobre todo el<br />

papel de una conciencia que libremente se da a sí misma valores, principios y<br />

normas, estamos ante una ética autonómica. (En rigor, esta última la habrá<br />

propiamente recién a partir de Kant).<br />

Pues bien, sucede a su vez que la propia conciencia ha sido concebida<br />

heteronómicamente, como en toda una larga primera etapa, y luego, a partir<br />

nuevamente de Kant, ella será concebida autonómicamente.<br />

Cabe decir que la heteronomía de la conciencia alberga de manera más<br />

patente la conciencia en su carácter enigmático, como que se la puede ligar<br />

con algo que viene de fuera, sin saber de dónde ni por qué. Y este carácter<br />

enigmático tiene que ver por cierto con la supuesta proveniencia divina de la<br />

conciencia, y en particular de su voz, justamente como una vox dei, una voz de<br />

Dios.<br />

Respecto de la concepción heteronómica de la conciencia, es ejemplar<br />

el pensamiento de Santo Tomás de Aquino. Él establece una distinción entre<br />

una parte superior de la conciencia, llamada ‘syndéresis’, donde se hace<br />

presente nada menos que Dios mismo, y una parte inferior, la conscientia, una<br />

instancia humana falible, destinada a observar y obedecer lo que la syndéresis<br />

manda.<br />

De este modo, la conscientia depende de la predeterminación de la<br />

syndéresis, en tanto que ésta contiene los principios prácticos universales, que<br />

son considerados infalibles, a saber, verdades eternas, como, por ejemplo “/..../<br />

que se debe obedecer a Dios”. Pero, a diferencia de la syndéresis, la<br />

conscientia puede errar, en tanto aplica sus principios, esto es, cuando la<br />

conscientia falla “/.../ en razón de una deducción o una presuposición falsa /.../”<br />

(dice Tomás). El error de la conciencia arroja la posibilidad de una mala<br />

conciencia, que consiste en una acción emprendida en contra del juicio de la<br />

syndéresis. De esto se sigue que la conciencia como tal no debería errar,<br />

porque entonces actúa contra sí misma y contra los principios de la syndéresis<br />

puestos en ella. Recién viene a ser propiamente el liberum arbitrium, el libre<br />

albedrío, el que puede errar en la elección de una acción a realizar.<br />

La concepción tomasiana de la syndéresis está en simetría con la<br />

cosmovisión del hombre medieval, en el sentido de que a él lo caracteriza una<br />

reiterada afirmación de la doctrina cristiana, lo que si acaso no cumple, significa<br />

una condena. Así vemos que la verdad absoluta está contenida en la<br />

syndéresis, y si acaso la conscientia, que debe leer correctamente los<br />

mandatos, principios y enseñanzas contenidos en la syndéresis, se equivoca<br />

en esa lectura e interpretación, puede generarse la mala conciencia. Mas,<br />

sobre todo la mala conciencia y la falibilidad provienen de la intervención del<br />

libre albedrío, en cuanto a que está el mandato de la syndéresis, que podemos


suponer ha sido rectamente leído e interpretado, sin embargo, el hombre, con<br />

apoyo en su libre albedrío, no se ciñe a él.<br />

60.Nuestra interna “procesión de la conciencia”.<br />

Curioso. Así como hay procesiones, en nuestro país, por ejemplo, a la Virgen<br />

de Lo Vásquez, o la más famosa del mundo y que viene practicándose desde<br />

tiempos medievales, a Santiago de Compostela, así también habría una<br />

procesión interna de la conciencia (entiéndase moral).<br />

Siguiendo al filósofo estudioso de la conciencia, Gehardus Stoker, que<br />

enseñara en la Universidad de Johannesburgo en la primera mitad del siglo XX,<br />

podemos arrancar de un estado de conciencia serena, en el cual estamos<br />

simplemente en armonía con nosotros mismos. Si bien, la concepción de la<br />

conciencia desarrollada por Stoker está dentro de un marco cristiano, todos los<br />

aspectos que él destaca de ella, podríamos decir que valen tanto para el<br />

cristiano como para el ateo. Ello se observa ante todo en lo que sigue: sucede<br />

a continuación que cometemos una culpa particular, correspondiendo ésta, en<br />

un sentido cristiano, a un pecado, esto es, en cuanto es una culpa ante Dios.<br />

De este modo, la conciencia serena en que nos encontrábamos, es<br />

quebrantada. Quedamos entonces en desarmonía con nosotros mismos. Se<br />

inicia así la procesión de la conciencia, más que nada consistente en un<br />

camino para superar el estado de mala conciencia en que hemos quedado.<br />

Aquí la primera etapa es el temor, que en el caso del cristiano se daría como<br />

temor a la sanción divina. Dice Stoker:<br />

“El auténtico temor-de-la-conciencia no es un temor a las consecuencias<br />

sociales de su acto, sino que es óntica, un temor-del-ser. Éste es el temor más<br />

hondo que puede haber: el temor ante Dios”.<br />

En el camino de esta procesión al temor le sigue la humildad, que Stoker<br />

entiende al modo de un destronamiento del soberbio yo, de un vivenciar la<br />

nadería de su ser. Sucedería que ya desde esta etapa de la procesión, la<br />

persona, en cierto modo devastada, clama por el perdón, siendo la mediación<br />

de ello el arrepentimiento. En este contexto Stoker cita un pasaje de la obra De<br />

lo eterno en el hombre de Max Scheler, donde dice:<br />

“El arrepentimiento es la fuerza de regeneración más poderosa del<br />

mundo moral, que actúa en contra de su muerte. – No la utopía, sino el<br />

arrepentimiento es la fuerza revolucionaria del mundo moral“.<br />

Y finalmente el perdón tiene lugar como efecto de la gracia divina. Con<br />

apoyo en el pensamiento agustiniano, se trata de que no cuenta en absoluto el<br />

mérito. El perdón se cumple únicamente en la medida en que nos encontramos<br />

en un estado de plena humildad. Lo que hay que destacar aquí es que para el<br />

cristiano solamente Dios puede perdonar, y que el perdón respecto de una<br />

falta, dado por el sujeto afectado, por el estado, por la sociedad, o en último<br />

caso, por el sujeto mismo que se autoperdona, no es suficiente.<br />

61.La conciencia autonómica de Kant.


Los términos ‘autonomía’ y ‘heteronomía’ son claves en el pensamiento<br />

filosófico. Ellos se usan especialmente en el ámbito de la ética y significan<br />

respectivamente que el hombre se da a sí mismo la norma moral, como es el<br />

caso de la autonomía o que el hombre recibe de algo otro (heterós) esa norma,<br />

como es el caso precisamente de la heteronomía. Podría decirse que la ética<br />

que se desprende de toda religión es heteronómica.<br />

Lo que conocemos como modernidad está definido por la autonomía y<br />

ello porque en todos los ámbitos – no solamente la ética, sino también la<br />

política, el arte, y otros – se inicia un proceso de independización del hombre.<br />

Ciertamente Kant participa de este impulso autonómico. Ello tiene que<br />

ver nada menos que con su concepción de la realidad. Al considerar en la<br />

Crítica de la razón pura que el sujeto regula al objeto, en otras palabras, que lo<br />

que percibimos lo regula y determina tanto nuestra sensorialidad como nuestro<br />

entendimiento, podemos reconocer que ello representa la impronta autonómica<br />

de su pensamiento.<br />

Así también en el orden moral reconocemos que la ética de Kant tiene<br />

inequívocamente también esta impronta. Un correlato de esto lo constituye su<br />

concepción de la conciencia. De acuerdo a ella, se trata del reconocimiento de<br />

que en nosotros, en cada uno de nosotros, habría un amplio tribunal donde se<br />

discuten los asuntos de conciencia. Y a la cabeza de este tribunal habría un<br />

juez interno que nos vigila y precisamente nos juzga respecto de lo que<br />

hacemos, de las decisiones que tomamos, de las acciones que emprendemos,<br />

y que por mucho que no lo consideremos, que no escuchemos su voz, que no<br />

le obedezcamos, no logramos jamás acallarlo. Escuchemos lo que nos dice<br />

Kant respecto de la conciencia en su obra Metafísica de las costumbres de<br />

1797:<br />

“Cada hombre tiene conciencia y se encuentra observado y amenazado<br />

por un juez interno, como también en respeto (atención unida a temor) ante él,<br />

y este poder vigilante sobre las leyes que hay en él, no es algo que él mismo se<br />

fabrica arbitrariamente, sino que está encarnado en su esencia. Lo sigue como<br />

su sombra cuando pretende rehuirle. Él se puede narcotizar con placeres y<br />

distracciones o adormecerlo, pero no puede evitar volver a ratos sobre sí o<br />

despertar oyendo al pronto su voz terrible. Él puede incluso en su caída más<br />

extrema llegar tan lejos, como a no ceñirse más a esa voz, pero oírla, no lo<br />

puede evitar”.<br />

62.Kant se plantea como problema que la conciencia sea juez y parte.<br />

De acuerdo a Kant, la conciencia es como un juez interno que el hombre no<br />

imagina arbitrariamente, ya que estaría encarnada en él.<br />

En lo que se muestra especialmente el poder de la conciencia es en su<br />

voz que el hombre tiene inevitablemente que oír, aun en su más extrema caída.<br />

Dicho sea de paso, en esto se advierte la relevancia del oído humano, como<br />

organon espiritual.


Aunque en esta concepción el exponente más importante de la<br />

conciencia es el juez, ella no se limita a la tarea de juzgar, sino que es el<br />

tribunal completo, en el cual, si bien el juez no es el único miembro, es, sin<br />

embargo, la autoridad. Kant dice al respecto:<br />

“El estar conciente de un tribunal interno en el hombre (ante el cual se<br />

acusan o disculpan mutuamente sus <strong>pensamientos</strong>) es la conciencia”.<br />

El tribunal consta del juez, el fiscal, el defensor, y por cierto se presentan<br />

en él además un acusado, una “causa” que es llamada aquí “causa de<br />

conciencia”, un alegato en torno a esta causa, y finalmente un “fallo de<br />

conciencia”.<br />

Si podría decirse que lo propio del hombre medieval era un decir “si” por<br />

sobre todo a la Iglesia y sus preceptos, lo propio del hombre moderno es ante<br />

todo atreverse a dudar. Ejemplar en ello es Descartes. Esto se refleja a su vez<br />

en la concepción kantiana de la conciencia, en cuanto a que aquí tiene cabida<br />

la duda, la vacilación, el postergar un litigio de conciencia por un tiempo<br />

indefinido (como suele ocurrir muy frecuentemente por lo demás, cuando se<br />

trata de tomar una decisión difícil).<br />

Mas, Kant reconoce un punto complejo relativo a su representación de la<br />

conciencia como tribunal, y es que ésta sería impura desde el momento que se<br />

sería aquí juez y parte. Algo similar se ha planteado el filósofo también<br />

respecto de su obra mayor – Crítica de la razón pura – ya que inevitablemente<br />

la razón, al constituirse en tribunal, tiene que ser juez y parte; nadie más que la<br />

razón se puede juzgar a sí misma, en cuanto a las posibilidades del<br />

conocimiento, su origen y sus límites.<br />

Pero, si nos valemos del concepto de ‘Mündigkeit’ – ‘mayoría de edad’,<br />

‘madurez’ – desarrollado por Kant para caracterizar el fenómeno de la<br />

Ilustración (Aufklärung) en su escrito Respuesta a la pregunta: ¿Qué es<br />

ilustración?, podríamos decir asertivamente que justamente aquello en lo que<br />

se prueba aquella madurez o mayoría de edad es ni más ni menos que en ese<br />

ser capaces ahora de ser jueces y partes, sin que ello le reste nada al valor de<br />

nuestro examen de conciencia o de nuestra razón que juzga sobre sus propias<br />

posibilidades. A este respecto, escuchemos las siguientes célebres palabras<br />

que se han vuelto históricas:<br />

“Ilustración es la salida del hombre de la inmadurez /Unmündigkeit/, de<br />

la cual él mismo es responsable. La inmadurez es la incapacidad de servirse de<br />

su entendimiento sin la dirección de otro. De propia responsabilidad es esta<br />

inmadurez, si se considera que la causa de ella no está en una carencia del<br />

entendimiento, sino de la resolución y de la valentía de servirse de él, sin la<br />

dirección de otro. ¡Sapere aude! ¡Ten la valentía de servirte de tu propio<br />

entendimiento! es de este modo el lema de la ilustración”.<br />

63.Kant concibe la conciencia como tribunal y el juez de éste sigue siendo<br />

Dios.<br />

Si para Kant la conciencia es un tribunal, él considera que, por muy<br />

convincente que ello sea, estamos aquí de cara a una representación impura


de la conciencia. La razón de ello es que en este tribunal la conciencia viene a<br />

ser juez y parte a la vez, y si consideramos cualquier ejemplo empírico de un<br />

tribunal en el que sucede que el juez es también parte, vale decir, el propio<br />

acusado o el defensor de éste, este tribunal nos parece indiscutiblemente<br />

aberrante. Es por ello que Kant procura salvar esta situación, sosteniendo que<br />

el juez no puede ser la misma persona, ya que en definitiva es Dios.<br />

Pero este Dios corresponde para él a una proyección ideal nuestra. Se<br />

trata de un supuesto, precisamente en cuanto suponemos como si hubiera Dios<br />

al interior del tribunal de la conciencia. El juez tiene entonces que ser otra<br />

persona, ideal o real, que sea tanto escudriñadora del corazón como también<br />

toto-obligante y que disponga además de todo el poder en la tierra como en el<br />

cielo, para asegurarse así del efecto adecuado para sus mandatos. Este “ente<br />

moral y poseedor del poder” se llama Dios, nos dice Kant (MdS, 439). En este<br />

contexto no significa la representación de Dios que el hombre tenga la<br />

justificación de tener a Dios como real, porque la idea de Dios nos es dada<br />

objetivamente a través de la razón práctica, que se exige a sí misma permitir<br />

que el hombre actúe adecuadamente (cfr. ib.). La relación de la conciencia con<br />

Dios queda en claro en las siguientes palabras de Kant:<br />

“/.../así hay que pensar la conciencia como el principio subjetivo de una<br />

responsabilidad directriz ante Dios respecto de las acciones acometidas /.../”<br />

(ib.).<br />

De acuerdo con la analogía del legislador divino, recibe el hombre “una<br />

mera dirección”, que es llamada “tener-conciencia” (Gewissenhaftigkeit), y que<br />

consiste en lo siguiente, expresado por el propio filósofo: “responsabilidad ante<br />

un ente sagrado distinto de nosotros, que nos es presente empero como<br />

íntimamente ligado a nosotros” (MdS, 440).<br />

El tener-conciencia como responsabilidad ante Dios trae a luz los límites<br />

de la independencia y de la libertad de conciencia. Con ello se muestra que en<br />

Kant ella no es sólo un fenómeno humano, en el sentido de que el hombre<br />

decida todo en ella y ante sí, siendo de ese modo él nada más que responsable<br />

ante su propio ser. Si bien, la conciencia está en el hombre, ella tiene, sin<br />

embargo, una relación esencial con Dios, a través de la responsabilidad.<br />

En este sentido, podemos decir que si Kant ha realizado el paso de la<br />

heteronomía a la autonomía en la moral, de todos modos su ética autonómica<br />

no se ha planteado a cabalidad. Dios, y aunque sea en términos de la<br />

aplicación de la “filosofía del como-si” (precisamente de acuerdo a la<br />

suposición: como-si hubiera Dios) sigue Él siendo el Juez. Es patente que Kant<br />

ha tenido en esto en cuenta que el hombre necesita del supuesto de un poder<br />

absoluto que lo juzgue al interior de su conciencia, porque, de otro modo, se<br />

descarría.<br />

64.¿Qué razón podría haber para suponer un dios que nos juzga al interior de<br />

nuestra conciencia?<br />

Kant desarrolla una ética autonómica, de acuerdo a la cual el hombre se puede<br />

dar su propia normativa moral, sin recurrir a la religión. En concordancia con


ello, desarrolla una concepción también autonómica de la conciencia moral.<br />

Ella es representada como un tribunal en el que no solamente está el juez, sino<br />

también el fiscal acusador, el abogado defensor, así como por cierto también<br />

comparece en el tribunal un acusado. Y resulta que todas esas personas<br />

somos cada uno de nosotros, o más bien, la conciencia en cada uno de<br />

nosotros.<br />

Como en este tribunal, inevitablemente somos juez y parte, Kant tiene<br />

serias dificultades con esta representación, ya que un tribunal de esa índole<br />

salta a la vista que es cuestionable. Es por ello que Kant se esfuerza al mismo<br />

tiempo por distinguir limpiamente la figura del juez de las otras partes,<br />

especialmente del acusado. Ello permite entender la razón por la cual él<br />

plantea que el juez es Dios, o más precisamente, una representación ideal de<br />

Dios al interior de nuestra conciencia que cada cual forja a su manera.<br />

Explícitamente se trata, según Kant, de suponer como-si estuviera Dios<br />

presente en nuestra conciencia y de que fuera el juez. Únicamente de este<br />

modo este tribunal sería aceptable, ya que entonces no habría la confusión y la<br />

representación muy cuestionable de que yo me juzgo a mí mismo y por<br />

supuesto me puedo perdonar, a veces con ligereza y demasiada facilidad,<br />

cosas que no debería perdonarme, y también por supuesto del mismo modo<br />

fácil y ligero, me puedo permitir cosas que no debería permitirme.<br />

Podríamos suponer a su vez nosotros que la razón que ha tenido Kant<br />

para suponer que el juez en nuestra conciencia sigue siendo Dios se debe a<br />

que él estaría convencido de que si no es así, el hombre simplemente se<br />

descarría. Y entonces puede perfectamente suceder que surjan individuos o<br />

grupos, como la mafia, por ejemplo, que enfrentan no solamente el orden<br />

establecido, sino los valores que rigen la sociedad, como el respeto que se<br />

debe a los otros seres humanos, el no afectar su integridad física, mental y<br />

espiritual.<br />

De la época de Kant es la obra “Los ladrones” de Friedrich Schiller,<br />

como un poco posterior es “Michael Kohlhaas” de Heinrich von Kleist. En<br />

ambos casos se trata de ladrones o guerrilleros que desafían a la sociedad de<br />

su época, aunque, cabe agregar, en ambos se trata de panegíricos de la<br />

insurrección, en que ambos dramaturgos plantean que la causa por la que ellos<br />

luchan es justa. En todo caso, estos ejemplos sirven como para reflexionar<br />

sobre el punto, por cuanto cabe hacerse la pregunta acerca de quién en<br />

definitiva juzga sobre esas acciones. Y parece en ellas que el juicio de los<br />

hombres, de la sociedad o del estado no fuera suficiente.<br />

65.Nuestra conciencia moral: ¿puede ser manipulada?<br />

Kant concibe nuestra conciencia como tribunal, mas a la cabeza de este<br />

tribunal está el juez y éste sigue siendo Dios para Kant. El filósofo está, al<br />

parecer, convencido de que si no suponemos que al interior de nuestra<br />

conciencia hay una instancia absoluta con todos los poderes en la Tierra y en<br />

el cielo que nos juzga, el hombre se descarría, ya que al ser él su propio juez,<br />

se puede perdonar o permitir cosas muy ligeramente.


Mas, debemos preguntarnos: el establecer que la cabeza del tribunal es<br />

Dios ¿nos resguarda de supuestas manipulaciones de la conciencia? ¿Cómo<br />

precavernos de que efectivamente es Dios quien manda y quien falla, sin que<br />

haya de nuestra parte ninguna manipulación. Decidor es aquí lo que plantea<br />

Jaspers a propósito de Oliver Cromwell, quien antes de acometer una acción<br />

decisiva, se dirigía a Dios, resultando de este modo que esas acciones, por<br />

muy atroces que fueran, quedaban refrendadas por un supuesto beneplácito<br />

divino.<br />

"Cromwell rezaba la noche completa ante decisiones que, de acuerdo a<br />

su conciencia, le eran imposibles. Él encontraba en la oración la aprobación y a<br />

partir de ello la certeza, gracias a la cual se permitía hacer lo que políticamente<br />

era necesario" (p. 274).<br />

Pero, a ello le sigue inmediatamente la interesante crítica jaspersiana:<br />

"El que experimenta indicaciones objetivas en la oración, tiene que<br />

resultarnos dudoso. Para quien la conciencia y la oración le resultan idénticas<br />

en sus efectos, con el resultado de extraer derechos de ello, está abismalmente<br />

separado del hombre que intenta en una comunicación sin límite en el mundo ir<br />

a los orígenes de la conciencia, y sostenerse sólo en ese límite en la más<br />

profunda soledad sin ningún derecho ante la trascendencia, que él llama Dios"<br />

(ib.).<br />

Ello lo podemos relacionar con el modo como Meister Eckhart entiende<br />

la oración, esto es, en el sentido del "desasimiento", lo que quiere decir que el<br />

que auténticamente ora es aquél que lo hace "desasido", vale decir sin esperar<br />

nada.<br />

Y bien, en general y sin considerar que se puede llegar a manipular<br />

atribuyéndole aprobaciones o reprobaciones al supuesto Dios ¿cómo<br />

precavernos de las manipulaciones de la conciencia? Tengamos aquí en<br />

cuenta además aquella frase, en la que se revela como la manipulación de la<br />

conciencia puede ser llevada al extremo:<br />

“Yo no tengo conciencia; mi conciencia es Adolf Hitler” (Göring).<br />

Y, sin embargo, igual queda al final la duda: si acaso efectivamente<br />

podemos manipular o engañar de algún modo nuestra conciencia. ¿Acaso por<br />

más que pretendamos que lo hacemos, al final nunca lo conseguimos? Es<br />

cierto que puedo perdonarme o permitirme muchas cosas con demasiada<br />

facilidad, mas igual ¿será que con eso burlo a mi conciencia y a mí mismo?<br />

Probablemente no.<br />

66.¿Supone límites una ética autonómica?<br />

Desde Kant en adelante lo que prima en la historia de la ética es el desarrollo<br />

de concepciones autonómicas de la ética. El paso que se dio con Kant fue<br />

decisivo y podría decirse que tuvo también su justificación histórica. Al siglo al<br />

cual él perteneció, el siglo XVIII, el siglo de las Luces, el siglo de la Ilustración,<br />

pero también a él como pensador ilustrado y pensador que reflexionó y escribió<br />

sobre la Ilustración, no podía parecerle suficiente que los parámetros éticos<br />

vinieran dados e impuestos por la religión. Por el contrario, si la razón era la<br />

llamada a iluminar los fenómenos del universo, también tendría que ser capaz


de iluminarnos en lo que se refiere a nuestras convicciones y principios éticos,<br />

de tal modo que el hombre pudiera darse a sí mismo no sólo sus propias leyes<br />

jurídicas, sino, antes bien, su propios valores.<br />

Mas, una ética autonómica ¿no debería tener también límites?<br />

Supongamos hoy cuando se trata de abordar temas tan controvertidos, como el<br />

de la energía nuclear – lo que concierne particularmente a nuestro país – o de<br />

la posibilidad de la clonación no sólo animal, sino humana; o que no se trate<br />

únicamente de la aprobación del matrimonio gay, sino de una anexa adopción<br />

de hijos, todos estos temas nos hacen ver que la autonomía humana nos<br />

puede llevar en cualquier dirección.<br />

Es cierto que si consideramos, por ejemplo, que una ética como la de la<br />

“acción comunicativa” de Habermas, la de “después de la virtud” de MacIntyre,<br />

del “principio responsabilidad” de Jonas, de la “justicia” de John Rawls, son<br />

cierta y rotundamente más autónomas que la ética kantiana, y en todas ellas<br />

encontramos respuestas suficientemente claras respecto de los excesos del<br />

desarrollo científico-tecnológico, del economicismo, de la depredación del<br />

medio-ambiente o de una juridicidad que termina aprobando controvertidas<br />

leyes. Mas, me atrevería a agregar que no hay en estas distintas concepciones<br />

éticas una clara toma de conciencia de lo que significa una autonomía sin<br />

límite, y tal vez ello se debe a que se arranca del supuesto de que la autonomía<br />

será capaz de autorregularse y que la llamada a hacerlo sigue siendo la razón,<br />

aunque concebida de renovada forma, y no más como razón instrumental.<br />

67.Los problemas que plantea una ética autonómica a secas.<br />

La concepción del hombre sobre la base de una pretendida moderna<br />

autonomía sobre todo en el plano de una ética a la vez autonómica, nos deja<br />

ante numerosas incógnitas e inquietudes. Ante todo, por cierto, cabe reconocer<br />

que la razón humana es autónoma, mas la razón puede al parecer desvirtuarse<br />

y entrar en un proceso de raciocinar y argumentar sin límite, a partir de lo cual<br />

se puede justificar cualquier cosa: desde la realización de una guerra hasta<br />

proceder a la eliminación sistemática de una raza, y otros. Ya Max Weber<br />

reconoció que la razón puede ser instrumentalizada, lo cual pasó a ser un tema<br />

de relevancia en la Escuela de Frankfurt, con Apel, Horkheimer, Adorno y<br />

Habermas a la cabeza.<br />

Podemos enfrentar este problema sobre la base del análisis que hace<br />

Heidegger del principio de razón suficiente de Leibniz en La proposición del<br />

fundamento (texto de 1956). Por de pronto, cabe sostener que la razón es<br />

esencialmente razón suficiente, ya que, de acuerdo a Leibniz, tiene que ser<br />

razón siquiera suficiente que explique un fenómeno. Y esta razón suficiente se<br />

constituye en el principio de razón suficiente, de acuerdo al cual todo lo que<br />

sucede, cualquier fenómeno, es lo que es y se comporta como se comporta,<br />

porque hay razones suficientes que lo permiten y explican.<br />

Mas, para Heidegger que enfrenta a esta razón suficiente que concibiera<br />

Leibniz, ella no puede erigirse en última instancia justificadora y legitimadora de<br />

todo lo que es, del ser, del universo. Ella tendría, antes bien, que reconocerse<br />

como sin-fundamento ella misma. Siendo la ratio el Fundamento absoluto de


cuanto hay y cuanto acontece, ella misma no se fundamenta en nada (SvG, p.<br />

106). Y, por cierto, el alcance del Fundamento y de la Razón Suficiente<br />

involucran al hombre, de acuerdo a su concepción tradicional como animal<br />

racional, y que persiste a través de sucesivas modificaciones.<br />

A partir de ello, podemos entender que Heidegger concluya la Conferencia “La<br />

proposición del fundamento” con las siguientes palabras:<br />

"¿Agota la mencionada determinación de que el hombre es un animal<br />

rationale la esencia del hombre? ¿Es ésta la última palabra que se puede decir<br />

del ser: el ser quiere decir fundamento? ¿O no permanece la esencia del<br />

hombre, no permanece su pertenencia al ser, no permanece la esencia del ser<br />

todavía y de manera cada vez más desconcertante como lo digno de ser<br />

pensado? ¿Nos será lícito, si acaso las cosas están dadas así, renunciar a esto<br />

digno de ser pensado a favor del delirio de un pensar que exclusivamente<br />

calcula y sus titánicos logros? ¿O estamos obligados a encontrar caminos en<br />

los cuales el pensar pueda corresponderse con lo digno de ser pensado, en<br />

vez de pasarlo por alto, embrujados por el pensar calculante?" (SvG, p. 210).<br />

Y concluye aquí su Conferencia, diciendo:<br />

"Esta es la pregunta. Es la pregunta mundial del pensar. Relativamente<br />

a su respuesta se decide lo que será de la Tierra y lo que será de la existencia<br />

del hombre sobre esta Tierra" (SvG, p. 211).<br />

68.¿El destino del hombre es uno con el destino del universo?<br />

El filósofo Johann Gottlieb Fichte, que se considera como fundador del<br />

movimiento filosófico del idealismo alemán, en una obra publicada justo en<br />

1800, titulada El destino del hombre, sostiene lo siguiente: “Si yo pienso, ello<br />

piensa por mí”. Y esto quiere decir en el contexto de esta obra que para que<br />

sea posible que yo, o cualquier ser humano, piense, el universo ha tenido que<br />

evolucionar hasta producir unos seres humanos precisamente capaces de<br />

pensar. Escuchemos sus palabras:<br />

“La naturaleza se eleva paulatinamente en los peldaños de sus<br />

creaciones. En la materia bruta ella es un ser simple; en la materia organizada<br />

se vuelve sobre sí para actuar al interior de sí misma, en la planta para<br />

formarse. En el animal para moverse; en el hombre, como su pieza maestra,<br />

vuelve ella sobre sí para percibirse y contemplarse a sí misma; ella se duplica<br />

en él y es en un mismo ser, ser y conciencia unidos” (BdM, p. 184-185).<br />

En estos pasajes, mucho antes que la “teoría antrópica” de la ciencia,<br />

que sostiene que el universo es como es porque yo lo estoy pensando, Fichte<br />

plantea, a nombre del determinismo, que la naturaleza evoluciona hasta un<br />

punto tal en que se desdobla, comenzando a contemplarse (hacerse preguntas,<br />

analizarse y pensarse) a sí misma, lo cual sucede a partir de la aparición del<br />

ser humano:<br />

Ello nos lleva a recordar, así como en la simpatía universal de los<br />

estoicos, que no somos sino partes de una trama. En otras palabras, tanto los<br />

estoicos como Fichte nos están recordando que no somos más que hijos del<br />

universo, que, en buenas cuentas, si estamos no sólo pensando, sino


sintiendo, mirando, escuchando, palpando, en verdad, en última instancia, es el<br />

universo el que lo hace a través nuestro.<br />

Si bien lo aquilatamos, éste es un pensamiento de la mayor relevancia,<br />

puesto que nos lleva a reconocer nuestro origen de dónde provenimos y que, al<br />

parecer, olvidamos. Ha sido sobre todo la modernidad con el establecimiento<br />

de un sujeto supuestamente autónomo la que nos lleva en definitiva a una<br />

suerte de “ilusión y pretensión de autonomía”.<br />

Esto también lo ha tenido muy en cuenta un físico contemporáneo, como<br />

es Fritjof Capra, en su obra El tao de la física.<br />

Y agreguemos que al parecer cuanto más olvidamos este origen,<br />

nuestro ser nada más que retoños del universo, tanto más parece el universo<br />

hacérnoslo recordar forzosamente cuando se desatan grandes catástrofes<br />

naturales, se comienzan a derretir los glaciares por doquier y a parejas con<br />

ello, entra a tallar el calentamiento del planeta. Recién entonces, y forzados por<br />

las circunstancias, comenzamos a tomar conciencia de nuestra condición de<br />

retoños ilusoriamente autónomos, pero cuando ha llegado la hora de pagar la<br />

cuenta de los platos rotos.<br />

69.Para el filósofo Fichte la justificación del pensar y conocer está en la acción.<br />

En su obra El destino del hombre, de justo el año 1800, el filósofo Johann<br />

Gottlieb Fichte hace una revisión crítica de la filosofía desarrollada en los<br />

tiempos modernos y detecta certeramente que dos son las principales<br />

concepciones filosóficas que se han destacado e impuesto: el determinismo y<br />

la teoría representacional; de acuerdo a esta última, sólo podríamos decir que<br />

algo es en la medida en que me lo represento.<br />

Fichte enfrenta primero la concepción del determinismo, representado<br />

principalmente por Spinoza y Leibniz, y dice al respecto:<br />

“La naturaleza avanza sin interrupción a través de la infinita serie de sus<br />

posibles determinaciones; y el cambio de éstas no es anárquico, sino que se<br />

efectúa rigurosamente con arreglo a ley. Lo que está en la naturaleza es<br />

necesario como es, y es simplemente imposible que sea distinto a como es”.<br />

Mas, luego de sopesar atentamente esto, de pronto se da cuenta de que<br />

si todo está determinado, al final esto trae consigo la anulación del yo, ya que<br />

entonces no puedo suponer que soy yo el que decido, deseo, amo, y ni siquiera<br />

de que pienso algo, en vistas de que estoy predeterminado a ello.<br />

Entonces, en esta oscura noche filosófica de pronto se le aparece un<br />

espíritu que comienza a dialogar con él (que es apodado simplemente “yo”),<br />

presentándole una teoría filosófica, que le permitiría sortear este escollo. Esta<br />

es la teoría representacional, que tiene sus fundamentos especialmente en<br />

Hume y Kant. El espíritu argumenta y lo invita a considerar que corresponde<br />

estimar que en verdad algo es, simplemente en tanto me lo represento de<br />

alguna manera, y aunque se trate no únicamente de un árbol o una estrella,<br />

sino también de nuestro cuerpo, y por lo tanto de mis manos, mi pecho y hasta<br />

mi cabeza.


Mas, he aquí que el yo termina también reclamando ahora, al percatarse<br />

que si llevamos este argumento hasta las últimas consecuencias, él mismo<br />

acaba diluyéndose en puras representaciones, las cuales son además cuasi<br />

oníricas, ya que no necesariamente remiten a algo representado.<br />

Por lo tanto, si asumimos que todo está determinado o si asumimos que<br />

todo es representación, en ambos casos acabamos anulando el yo.<br />

Si antes el yo (y es más que probable que sea el yo de Fichte) se<br />

desesperaba por no ser nada, ya que todo en él estaría determinado, y ya<br />

vimos como de esta situación lo salva el espíritu, ahora se trata más bien de<br />

rabia y rebeldía, ya que el yo acaba igual anulado en el mar de<br />

representaciones, habiendo generado así el espíritu falsas expectativas.<br />

Mas, el yo ahora ha aprendido a valerse de sí mismo y el tercer paso,<br />

que viene a ser la salida, lo dará solo.<br />

Esta esperada salida a esta situación, a esta suerte de fracaso de la<br />

razón teórica en su intento de explicar el ser de la plenitud, viene a ser para<br />

aquel yo (nuestro pensador) el tránsito de la razón teórica a la razón práctica, y<br />

junto con ello la acción a que nos conduce esta última modalidad de la razón.<br />

En otras palabras, para Fichte la razón teórica, en la medida en que contiene<br />

representaciones que no se hacen realidad, no se llevan a la práctica, tiene un<br />

carácter puramente especulativo. Para él se trata pues de que nuestras<br />

representaciones se hagan realidad, y en esto se cifrará para él el destino del<br />

hombre. Escuchemos al propio Fichte:<br />

“De la necesidad de la acción arranca la conciencia /Bewusstsein/ del<br />

mundo real, no al revés, de la conciencia del mundo la necesidad de la acción;<br />

esta última es la primera, no aquella; aquella es la derivada. No actuamos<br />

porque conocemos, sino que conocemos porque estamos destinados a actuar;<br />

la razón práctica es la raíz de toda razón” (Bdm, p. 263).<br />

70.Para Fichte la conciencia es el oráculo de los grandes ideales de la<br />

humanidad.<br />

El filósofo Fichte, inaugurador el idealismo alemán, centra su atención en la<br />

relación entre razón teórica, a cargo del pensar y conocer, y la razón práctica,<br />

que nos induce a tomar decisiones y actuar. Y si tradicionalmente la razón<br />

teórica se ha supuesto que tiene el privilegio de orientar a la razón práctica,<br />

Fichte provocativamente invierte esta jerarquía. Para él será la razón práctica y<br />

la acción la que recién le dará una justificación a la razón teórica y sus<br />

representaciones.<br />

Sabido es que Fichte tenía una personalidad eminentemente activa y a<br />

la vez que destacado pensador era hombre de acción. Ello explica, por<br />

ejemplo, sus célebres Discursos a la nación alemana, en los que llama al<br />

pueblo alemán en Berlín para zafarse del yugo napoleónico que mantiene<br />

invadido gran parte del territorio germánico. Es más, llega a formar incluso un<br />

grupo para-militar para dar un más certero cumplimiento a este objetivo.<br />

Desde luego todo ello se refleja en su pensamiento y justamente en lo<br />

que tocamos aquí.<br />

Para nuestro pensador no hemos venido a este mundo para sólo pensar,<br />

cavilar, discurrir y especular, sino para actuar.


Y es a la conciencia ética a la que le cabe en esto un papel decisivo ya<br />

que será ella la que tiene como misión ser una suerte de oráculo, de médium<br />

de los grandes ideales de la humanidad, con el fin de realizarlos aquí en la<br />

Tierra. Escuchemos a Fichte, tomando un pasaje de su obra El destino del<br />

hombre en el que se muestra nítidamente como en este oráculo de la<br />

conciencia se cifra precisamente el destino del hombre. Fichte:<br />

“Ella, esta voz de mi conciencia /Gewissen/ me ordena en cada<br />

situación particular de mi existencia lo que estoy destinado a hacer y lo que<br />

debo evitar en ella; ella me acompaña a través de todos los avatares de mi<br />

vida, en la medida en que la escucho atentamente, y nunca deja de<br />

recompensarme, cuando debo actuar /.../ / Escucharla, derechamente y<br />

obedecerle sin reservas, temor o astucia, éste es mi único destino, ésta la<br />

única finalidad de mi existencia” (BdM, p. 258-259).<br />

Y continúa:<br />

“Aquella voz es /.../ la que se traduce a través de mi lenguaje en oráculo<br />

del mundo eterno, que me anuncia, en cuanto a mi parte, a qué debo ajustarme<br />

en el orden del mundo espiritual /.../” (BdM, p. 298).<br />

71.Fichte preparó nada menos que el tránsito de la vida contemplativa a la vida<br />

activa.<br />

Al plantear Fichte en su obra El destino del hombre que la razón práctica,<br />

encargada de la acción, es la que le da un sentido y una justificación a las<br />

representaciones que forja la razón teórica, está preparando con ello una de las<br />

transformaciones más ingentes que ha experimentado la humanidad: de una<br />

vida contemplativa a una vida activa.<br />

La fecha de publicación – 1800 – de El destino del hombre y el alcance<br />

de su título son asaz decidores y dan que pensar. La Revolución Industrial y la<br />

más gigantesca transformación del entorno y la sociedad prácticamente<br />

coinciden también con el inicio del siglo XIX.<br />

Sin duda que el giro de la vida contemplativa a la vida activa está en<br />

Fichte todavía en ciernes, por cuanto observamos como la conciencia, al modo<br />

de un oráculo del otro mundo, ante todo ha contemplado los grandes ideales<br />

para inducir a hacerlos realidad.<br />

Mas, en la medida en que la vita activa en lo que sigue se va haciendo<br />

cada vez más fuerte e independiente, acabamos en una situación como la<br />

actual, en que observamos claramente como la tecnología y la economía rigen<br />

el mundo, y las decisiones se toman fundamentalmente en atención a sus<br />

demandas.<br />

Hannah Arendt analiza esta situación, deteniéndose a pensar sobre el<br />

trabajo en un libro que se llama precisamente Vita activa. En él advierte como<br />

el trabajo se ha desvirtuado en el mero trabajar físico (arbeiten) y el producir<br />

(herstellen), descuidándose con ello el actuar (handeln). Éste último es el único<br />

que está determinado propiamente por el sentido. Pensemos en el actuar del<br />

político, del hombre religioso o del artista. El mero trabajar y el producir, en la<br />

medida en que no están animados por un sentido superior que motive al<br />

obrero, al funcionario, al empleado, termina por deshumanizar al hombre.<br />

72.Para Schopenhauer la conciencia ética es tan débil en el el hombre que<br />

tiene que ser reemplazada por la policía.


Si tenemos a la vista una historia del fenómeno de la conciencia ética,<br />

podemos reconocer que distintos pensadores le han asignado un valor<br />

eminente; así en ella se ha supuesto que se manifiesta la voz divina como en<br />

Santo Tomás de Aquino, o como en Fichte en que ella es reconocida como el<br />

oráculo de los grandes ideales de la humanidad. Podría considerarse entonces<br />

como perfectamente plausible que después de Fichte advenga un momento de<br />

escepticismo no sólo respecto del ser de la conciencia, sino de su poder. Este<br />

momento está notablemente representado por el libro Sobre el fundamento de<br />

la moral de Schopenhauer. Escuchemos lo que ahí dice:<br />

“En general cada inconsecuencia, cada irreflexividad, cada actuar contra<br />

nuestros prejuicios, principios, convicciones, de la clase que ellas sean, incluso<br />

cada indiscreción, cada error de cálculo, cada fruslería nos corroe<br />

posteriormente en la tranquilidad y deja una espina en el corazón. Alguien se<br />

sorprendería, si acaso observara de qué está propiamente compuesta su<br />

conciencia, que a él le parece tan señorial: acaso de 1/5 de temor humano, 1/5<br />

de deisidaimonía, 1/5 de prejuicio, 1/5 de vanidad y 1/5 de acostumbramiento;<br />

de tal modo que en lo fundamental no podría hacer nada mejor que aquel<br />

inglés que decía derechamente: ‘I cannot afford to keep a conscience! (¡No me<br />

puedo dar el lujo de tener una conciencia!)” (ÜGM, p. 723).<br />

El libro Sobre el fundamento de la moral lo recuerda Schopenhauer<br />

como libro premiado, precisamente porque gana con él un Concurso<br />

organizado por la Academia de las Ciencias de Dinamarca sobre el mismo<br />

tema a que alude el título. Podemos suponer, por lo dicho más arriba, que el<br />

fundamento de la moral no radicaría justamente en la conciencia, sino que - y<br />

en esto se advierte la influencia de las filosofías orientales sobre su<br />

pensamiento – en la compasión. Ella es para él a la vez el “gran misterio de la<br />

ética” y es capaz de promover una unio mysthica entre uno y otro yo. Dice<br />

Arthur Schopenhauer:<br />

“Esta compasión es empero un hecho indesmentible de la conciencia<br />

/Bewusstsein/ humana, y le es esencialmente propia; ella no se apoya en<br />

presuposiciones, conceptos, religiones, dogmas, mitos, educación y formación,<br />

sino que está originaria e inmediatamente asentada en la naturaleza humana<br />

misma; se sobrepone a todas las pruebas y se presenta en todos los tiempos y<br />

países; por ello se apela a ella como algo en general siempre confiable y que<br />

está necesariamente presente en cada ser humano; y en ninguna parte<br />

corresponde a los “dioses foráneos”” (GdM, p. 811).<br />

73.Según Nietzsche la mala conciencia es una clave del ser del hombre.<br />

En su obra Genealogía de la moral Nietzsche centra su atención muy<br />

particularmente en el fenómeno de la conciencia. Sin duda él advierte que ella<br />

vale como un depósito de las ideas y creencias morales, como al mismo tiempo<br />

que en ella se albergan las más delicadas emociones y sentimientos humanos.<br />

Mas, el aspecto fundamental de su abordaje de este fenómeno está<br />

reflejado en su concepción de la conciencia moral, que se ha desplegado en la<br />

tradición de la metafísica platónico-cristiana como mala conciencia,<br />

encontrando en esta última una clave decisiva para descifrar el ser del hombre.<br />

Habría sucedido en la tradición que desde cierto modo momento en adelante la<br />

conciencia se volvió mala conciencia, por lo que procede hacer una genealogía


de este fenómeno, como para entender como se llegó a él. De ahí que ello se<br />

desarrolle precisamente en La genealogía de la moral.<br />

Según Nietzsche la mala conciencia se habría generado debido a la<br />

negación del mundo y del hombre mismo. Ello ha tenido que ver con la<br />

afirmación de lo que él llama trasmundo (Hinterwelt), vale decir el supuesto que<br />

tras este mundo hay otro, en el que se cifraría la explicación y justificación de<br />

éste.<br />

A su vez la cuestión relativa al origen de la mala conciencia se mueve<br />

dentro de una perspectiva antropocéntrica, en cuanto a que la pregunta en<br />

torno a ella rectamente formulada viene a ser: ¿qué hay en el hombre como<br />

para que se niegue a sí mismo y al mundo? Y afrontando esta pregunta, sus<br />

palabras son punzantes. Escuchemos:<br />

“¿Su conciencia?...De antemano se adivina que el concepto<br />

“conciencia”, que aquí encontramos en su configuración más elevada, casi<br />

paradójica, tiene ya a sus espaldas una larga historia, una prolongada<br />

metamorfosis. Que al hombre le sea lícito responder de sí mismo, y hacerlo con<br />

orgullo, o sea, que al hombre le sea lícito decir sí también a sí mismo – esto es,<br />

como hemos indicado, un fruto maduro, pero también un fruto tardío: - ¡cuánto<br />

tiempo tuvo que pender, agrio y amargo, del árbol! Y durante un tiempo mucho<br />

más largo todavía no fue posible ver nada de ese fruto – ¡a nadie le habría sido<br />

lícito prometerlo, por más que fuese un fruto muy cierto y todo en el árbol<br />

estuviese preparado y creciese derecho hacia él! – “¿Cómo hacerle una<br />

memoria al animal-hombre? ¿Cómo imprimir algo en este entendimiento del<br />

instante, entendimiento en parte obtuso, en parte aturdido, en esta viviente<br />

capacidad de olvido, de tal manera que permanezca presente?”...” (GdM, II, 3,<br />

p. 69).<br />

74.Nietzsche plantea que lo que llamamos “alma” surge a partir de una<br />

introversión del instinto.<br />

El pensamiento nietzscheano completo se puede entender como intento de<br />

superación de la mala conciencia y parejamente como intento de alcanzar la<br />

conciencia de un individuo soberano – el superhombre – que dice sí al mundo,<br />

a la vida y al hombre. Dice Nietzsche en su obra Genealogía de la moral:<br />

“El saber orgulloso, el conocimiento del privilegio extraordinario de la<br />

responsabilidad, la conciencia de esta extraña libertad, de este poder sobre sí y<br />

sobre el destino, se ha grabado en él hasta su más honda profundidad y se ha<br />

convertido en instinto, en instinto dominante: – ¿cómo llamará a este instinto<br />

dominante, suponiendo que necesite una palabra para él? Pero no hay ninguna<br />

duda; este hombre soberano lo llama su conciencia...” (GdM, II, 2, p. 62).<br />

Mas, este estadio para Nietzsche de una conciencia soberana es ante<br />

todo una promesa, ya que lo que ha predominado en la tradición es la mala<br />

conciencia, cuyo origen él atribuye a la negación de este mundo y de esta vida<br />

que ha traído consigo la metafísica platónico-cristiana con su afirmación de otro<br />

mundo, el mundo de las ideas, la vida eterna, el cielo y el infierno.<br />

De cara a la pregunta acerca de cómo llegó aquella “cosa turbia” de la<br />

mala conciencia al mundo, Nietzsche apunta por de pronto a su conexión con


la culpa: en antiguos tiempos, con el fin de establecer una “equivalencia entre<br />

daño y dolor” se encontraba un “chivo expiatorio” (que no necesariamente era<br />

de hecho un chivo, sino también un hombre) que se sacrificaba. Y esta<br />

retribución fue a tal punto relevante que los valores y la ética provendrían de<br />

tasaciones y una relación contractual “entre acreedor y deudor” (cfr. GdM, II, 4).<br />

Tomando en cuenta este vínculo entre culpa y mala conciencia, el<br />

surgimiento de esta última se explica fundamentalmente a partir de la<br />

introversión del instinto, vale decir, del no poder descargarse el instinto hacia<br />

fuera, hacia la aventura, la guerra, la conquista, y otros, sino volcándose hacia<br />

el sujeto mismo. Pues bien, esta introversión es lo que daría origen a lo que<br />

llamamos “alma”. Escuchemos a Nietzsche:<br />

“Todos los instintos que no se desahogan hacia fuera se vuelven hacia<br />

dentro – esto es lo que yo llamo la interiorización del hombre: únicamente con<br />

esto se desarrolla en él lo que más tarde se denomina su “alma”” (GdM, II, 16,<br />

p. 96).<br />

Pero a costa de la mentada introversión, lo que se logra es un ser<br />

humano sombrío en el que pesa más la culpa y la mala conciencia. Dice<br />

Nietzsche:<br />

“El hombre que, falto de enemigos y resistencias exteriores, encajonado<br />

en una opresora estrechez y regularidad de las costumbres, se desgarraba, se<br />

perseguía, se mordía, se roía, se sobresaltaba, se maltrataba impacientemente<br />

a sí mismo, este animal al que se quiere “domesticar” y que se golpea furioso<br />

contra los barrotes de su jaula, este ser al que le falta algo, devorado por la<br />

nostalgia del desierto, que tuvo que crearse a base de sí mismo una aventura,<br />

una cámara de suplicios, una selva insegura y peligrosa – este loco, este<br />

prisionero añorante y desesperado fue el inventor de la “mala conciencia”” (ib.).<br />

75.Según Nietzsche: “¡La tierra ha sido durante ya mucho tiempo una casa de<br />

locos!”.<br />

Desde la mirada antropocéntrica del libre-pensador Nietzsche el hombre se<br />

habría estigmatizado con la mala conciencia echando sobre sí la culpa más<br />

grave que podría imaginarse, que es aquélla de haber asesinado él mismo lo<br />

más sagrado: al propio Dios.<br />

Desde esta perspectiva la pregunta es entonces: ¿qué hay en el hombre<br />

que lo induce a echar sobre sí una culpa tal que ya no se puede saldar con<br />

ninguna penitencia posible? En este sentido Nietzsche habla de la “loca y triste<br />

bestia hombre”, y agrega:<br />

“¡En el hombre hay tantas cosas horribles!... (GdM, II, 22, p. 106).<br />

En aras de superar este estado de mala conciencia y alcanzar una<br />

conciencia soberana, Nietzsche aplica a ello su procedimiento de la inversión<br />

valórica (Umwertung), de acuerdo al cual se trata precisamente de invertir las<br />

valoraciones negativas que han caído sobre el cuerpo, la materia y este<br />

mundo, y aplicado ello a la mala conciencia que ha habido en la historia, se<br />

trata en palabras de Nietzsche del:<br />

“/.../ intento de hermanar con la mala conciencia las inclinaciones<br />

innaturales, todas esas aspiraciones hacia el más allá, hacia lo contrario a los<br />

sentidos, lo contrario a los instintos, lo contrario a la naturaleza, lo contrario al<br />

animal, en una palabra, los ideales que hasta ahora han existido, todos los


cuales son ideales hostiles a la vida, ideales calumniadores del mundo” (GdM,<br />

II, 24, p. 109).<br />

Hay que destacar que si la inversión valórica se realiza sobre el<br />

fundamento de la conciencia, pone esto de manifiesto que para Nietzsche la<br />

conciencia propiamente tal permanecería incólume a pesar de todo lo que se<br />

ha hecho a nombre de ella, de las aberraciones que se han cometido en su<br />

nombre. Así corresponde entender las siguientes palabras del pensador:<br />

“Considerar la naturaleza como si fuera una prueba de la bondad y de la<br />

protección de un Dios; interpretar la historia a honra de la razón divina, como<br />

permanente testimonio de un orden ético del mundo y de intenciones éticas<br />

últimas; interpretar las propias vivencias cual las han venido interpretando<br />

desde hace tanto tiempo los hombres piadosos, como si todo fuera una<br />

disposición, todo fuese un signo, todo estuviese pensado y dispuesto para la<br />

salvación del alma: ahora esto ha pasado ya, tiene en contra suya la conciencia<br />

/.../” (GdM, III, 27, p. 183).<br />

76.Martin Heidegger concibe la conciencia como un llamado a ser-sí-mismo.<br />

Según como ha sido concebida la conciencia ética en la tradición, podría<br />

decirse que su supuesta voz, la voz de la conciencia ha dicho demasiadas<br />

cosas. Ella ha expresado deberes, obligaciones, mandatos.<br />

Mas, según piensa Heidegger esto en su obra mayor Ser y tiempo, que<br />

se publicara en 1927, ante todo se trata de acallar la conciencia, tomando en<br />

consideración que aquella conciencia tradicional ha sido muy dicharachera. Y,<br />

sin embargo, para el filósofo de la Selva Negra esa conciencia en su silencio,<br />

en su hablar silente, dice lo esencial, y esto es un llamado a ser-sí-mismo.<br />

En efecto ¿a qué otra cosa tendría que llamar la conciencia si no es a<br />

ser-sí-mismo? En contraste con ello todo lo demás es secundario y derivado,<br />

que tu debas hacer esto o lo otro.<br />

Mas ¿qué es ese sí-mismo? En términos de Heidegger él corresponde<br />

nada más que a asumirse como posibilidad, como poder-ser. Y, si bien lo<br />

advertimos, ello tiene que ver con la libertad.<br />

Al asumirme como posibilidad se trata de que todo lo que pudiera<br />

considerarse como dado en uno, con todo lo importante que pueda ser, como<br />

que somos sudamericanos, chilenos, blancos, de tal nivel socio-económico,<br />

altos o bajos, gordos o flacos, todo ello es nada más que una plataforma para<br />

que nuestro genuino ser se despliegue como una posibilidad que se asume<br />

como tal, y que por lo mismo es también libre.<br />

Y lo cierto es que cuando entendemos el sí-mismo del hombre de esta<br />

forma – repito – nada más que como posibilidad asumida, podemos<br />

resguardarnos de eventuales falsas identificaciones de ese sí-mismo con<br />

distintas figuras, lo cual, por lo demás, está siempre sucediendo a lo largo de la<br />

historia. En efecto, el sí-mismo ha sido identificado con lo ario, con el ser de<br />

algún credo religioso, con el ser de izquierda o de derecha. Y, claro está,<br />

sucede que cuando se produce esa identificación, esto suele frecuentemente<br />

acarrear todo tipo de violencia y disensión.<br />

Por otra parte, al asumirnos como posibilidad no tenemos entonces un<br />

camino ya trazado y está todo todavía por hacerse.<br />

77.Según Heidegger somos ante todo apertura.


Heidegger trata sobre el hombre, al que llama ‘Dasein’ en su opera magna –<br />

Ser y tiempo – término éste, el Dasein, que podría traducirse como ser-ahí,<br />

entendiendo por tal que somos, que el hombre es el “ahí del ser”, vale decir, el<br />

lugar, el espacio, el “ahí” donde se puede revelar todo lo que es. En ese ahí, en<br />

esa apertura, en ese espacio abierto iluminado puede revelarse, comparecer,<br />

cobrar un sentido desde la tristeza que embarga a otra persona y que yo<br />

percibo, la profundidad de la mirada de un gato y hasta un hoyo negro en el<br />

inconmensurable cielo.<br />

A mi modo de ver, no ha habido una concepción del hombre más<br />

elevada y extraordinaria que ésta.<br />

Es más, cabe sostener que toda otra concepción del hombre de la<br />

tradición queda remitida a ésta, puesto que si el hombre es un animal racional,<br />

como lo sostuviera Aristóteles, la tarea de la razón es justamente abrir el ser de<br />

las cosas y fenómenos.<br />

Lo mismo si el hombre ha sido concebido como que sería ante todo un<br />

ser volitivo, es decir, el hombre concebido entonces desde la voluntad –<br />

voluntad de vivir, como sostiene Schopenhauer, o voluntad de poder, como<br />

sostiene Nietzsche – pues bien sucede que el querer de la voluntad abre, y<br />

abre precisamente lo querido.<br />

Similar es también la situación si consideramos que especialmente con<br />

Marx el hombre ha sido concebido ante todo como trabajador. Pues bien, el<br />

trabajo también abre, y abre justamente el ser de todo aquello sobre lo cual<br />

recae el trabajo que realizo.<br />

Igual cosa cabría decir al concebir el hombre con Max Scheler a partir de<br />

la emocionalidad, la emoción también abre y nos permite sentir al otro en su<br />

alegría, tristeza, exaltación, vacilación, resignación, u otro.<br />

Como observamos, toda una tradición filosófica fue desplegándose ya<br />

por la senda de la apertura, y se trata entonces de que, dando el paso final,<br />

podemos simplemente concebir al Dasein, a este “ahí del ser” que somos,<br />

como apertura.<br />

78.Acerca de cómo Heidegger accede al ser del hombre, al que llama ‘Dasein’.<br />

En el desarrollo de opera magna, Ser y tiempo, Martin Heidegger se muestra<br />

tributario de su maestro Edmund Husserl, de quien fuera Ayudante en la<br />

Universidad de Friburgo, y aplica en su análisis el método fenomenológico,<br />

fundado por éste último. Ante todo lo que persigue la fenomenología es que el<br />

fenómeno se muestre por sí mismo, evitando que la razón lo construya, como<br />

ha acostumbrado a hacerlo a lo larga de una vasta tradición.<br />

Y justamente en este acceso al ser del ser humano, del Dasein, se<br />

muestra sobre todo lo original y fecundo de su análisis, ya que Heidegger el ser<br />

de este ente que somos, del Dasein se revela ante todo como Dasein cotidiano.<br />

Sobre esta base, podemos decir, aquí no está en juego que el hombre<br />

se revele como animal racional o volitivo, determinado por la fe, u otro, sino que<br />

ante todo lo encontramos sumido en la cotidianidad. El Dasein que somos es<br />

inseparable de ésta, y no la consideramos, la incluimos en el análisis,<br />

estaremos inevitablemente idealizando al hombre, y dirigiendo nuestra mirada<br />

a un sujeto sin mundo, porque sería sin mundo cotidiano. Y esta cotidianidad<br />

que nos determina se muestra a su vez ante todo como medianía e


indiferencia, ya que en ella nos es precisamente indiferente ser-sí-mismo o no<br />

serlo. Para Heidegger ella está regida por un fenómeno singular, que es<br />

llamado en alemán “das Man”, que corresponde al pronombre impersonal “se”,<br />

y que también podemos traducir como “uno”. Ello se explica porque en esta<br />

vasta y vaga cotidianidad nos comportamos en general como se usa<br />

comportarse, y lo mismo pensar, juzgar, obrar como se piensa, juzga u obra.<br />

Y, como ya decíamos, es en esta cotidianidad en la que inmediata y<br />

regularmente encontramos al Dasein que cada cual es.<br />

Para hacer justicia, el primer paso hacia este reconocimiento de nuestro<br />

modo de ser habitual ya fue dado por Karl Jaspers, para quien el hombre existe<br />

siempre en situaciones que lo determinan, y que lo determinan en<br />

determinadas circunstancias de modo tan decisivo que nuestro ser se altera<br />

notoriamente con ellas. Sin duda alguna no somos los mismos en tiempos de<br />

paz o de guerra, bajo la pesantez o la ingravidez de distintas situaciones<br />

económicas, exaltados por la vivencia del amor o de su pérdida.<br />

Vano resulta pues hacer abstracción de todo ello y pretender que sería<br />

suficiente considerar al ser humano desde su racionalidad o desde alguna otra<br />

determinación genérica. Bien puede valer ello para estudiar al hombre y<br />

clavarlo como una mariposa en un insectario, mas nuestro ser<br />

significativamente se juega, se modifica, crece o decrece, se altera o estabiliza<br />

en función de las situaciones y de ese mar sin confines de la cotidianidad.<br />

79.La conciencia como testigo de nuestra mismidad, nuestro íntimos ser propio.<br />

La llave maestra que tiene el filósofo Martin Heidegger de acceder al ser del<br />

hombre, al que llama ‘Dasein’, es la cotidianidad. Ante todo encontramos a este<br />

Dasein que somos, sumido en la cotidianidad. Con ello el pensador inaugura la<br />

indagación de un nuevo fenómeno en la historia de la filosofía, puesto que<br />

desde ahora en adelante ya no podemos tratar acerca del hombre sin la debida<br />

consideración de cómo la cotidianidad nos determina.<br />

Pero, la cotidianidad es el reino de la medianía; a ella la caracteriza una<br />

indiferencia a ser-sí-mismo o no serlo, o tal vez haberlo sido y luego haberlo<br />

perdido, o no tener incluso ninguna noción acerca de qué pudiera ser ese símismo.<br />

Y entonces nuestro pensador se encuentra en su obra mayor – Ser y<br />

tiempo – con la dificultad de que hay que atender a esta posibilidad del ser<br />

humano, del Dasein. En él también encontramos un impulso a ser-sí-mismo.<br />

Ahora bien, siguiendo las exigencias del método fenomenológico, que ha<br />

heredado de Edmund Husserl (su fundador), se trata ante todo de permitir que<br />

los fenómenos que se investigan se muestren por sí mismos, evitando<br />

construirlos, lo cual suele suceder con el apoyo en prejuicios anquilosados y<br />

soterráneos. Es por ello que cautelosamente Heidegger se pregunta por cierto<br />

posible testimonio de este supuesto sí-mismo.<br />

“Se busca un poder-ser auténtico /o propio / del Dasein, del cual él<br />

mismo de testimonio en su posibilidad existencial” (SuZ, # 54, p. 267).<br />

Y, en definitiva, este testimonio lo viene a encontrar en la conciencia. Por<br />

eso dice el pensador:<br />

“El testimonio de un poder-ser auténtico /.../ lo da la conciencia” (SuZ, #<br />

45, p. 234).


Sin duda, ésta resulta ser una forma muy convincente de proceder, ya<br />

que antes de entusiasmarse y de especular con la posibilidad de un posible<br />

ser-sí-mismo del Dasein que está inmediata y regularmente sumido en la<br />

medianía de la cotidianidad, se trata de encontrar algún testimonio, y lo<br />

maravilloso del fenómeno de la conciencia es que precisamente él es este<br />

testigo, este testigo en nosotros que precisamente da testimonio de este<br />

impulso en el Dasein de traspasar los límites de esa cotidianidad, de estar<br />

sobre todo pendientes de lo que se dice, se piensa, se discute y se hace.<br />

Es patente que también desde esta perspectiva se muestra lo<br />

enigmático del fenómeno de la conciencia. Y esta enigmaticidad resulta tanto<br />

más notable al constatar que el modo como da testimonio del sí-mismo la<br />

conciencia es justamente llamándolo, llamando al Dasein a ser-sí-mismo.<br />

80.¿Acaso nuestra conciencia ética nunca se equivoca?<br />

Puede considerarse el daimon del que habla Sócrates en la Apología como una<br />

suerte de dios interno que siempre le dice a él lo que debe hacer como un<br />

primer testimonio de la conciencia ética. Pues bien, ya en ese daimon socrático<br />

se presenta el supuesto de la infalibilidad de la conciencia.<br />

Y así también, alrededor de 1.700 años más tarde, en Tomás de Aquino,<br />

en cuya concepción de la conciencia se trata de que la instancia superior de<br />

ella corresponde a la así llamada ‘syndéresis’, donde supuestamente habla el<br />

propio Dios, sucede que aquí también, en esta vox dei, esta voz de Dios, está<br />

el supuesto de la infalibilidad de la conciencia.<br />

Saltamos ahora 500 años más, y en pleno Siglo de las Luces Kant<br />

plantea en su concepción de la conciencia nuevamente que ésta no puede<br />

errar, ya que ella tiene la prerrogativa de ser una primera instancia en nosotros,<br />

de tal manera que lo que ella dice no se puede cotejar con ninguna instancia<br />

anterior, debido a lo cual corresponde suponer que sus asertos, sus fallos, sus<br />

mandatos corresponden siempre a lo recto y lo verdadero.<br />

Y así, dando un nuevo salto de más de dos siglos, en el siglo XX<br />

Heidegger concibe también una conciencia que en su llamado al hombre, al<br />

que llama ‘Dasein’, a ser-sí-mismo no yerra.<br />

Para el pensador de Friburgo ese llamado o llamada de la conciencia se<br />

dirige a este recién mencionada Dasein en su cotidianidad, estando ésta bajo el<br />

dominio de lo que él llama “el uno” o “se”, que corresponde precisamente al<br />

hecho de que como Dasein cotidianos actuamos en general como se actúa, y<br />

lo mismo pensamos, juzgamos, obramos como se piensa, juzga u obra. Este se<br />

o uno se manifiesta en cada cual con la pretensión de representar su<br />

mismidad, a lo que Heidegger denomina “uno-mismo”. Pues bien, si hay<br />

equivocaciones o confusiones en el llamado de la conciencia, éstas se deben a<br />

que en la interpretación de ese llamado interviene este “uno-mismo.<br />

Escuchemos al propio pensador al respecto:<br />

“Las “confusiones” /”Täuschungen”/ surgen en la conciencia no a través<br />

de una mala comprensión (un equi-vocarse /Sichver-rufen/) del llamado, sino<br />

recién a partir del modo como el llamado es escuchado, - a saber, que en vez<br />

de ser comprendido, es conducido por el uno-mismo a una auto-conversación<br />

transaccional, apartándose de su tendencia a la apertura” (SuZ, # 56,p. 274).<br />

Con todo, sigue Heidegger:


“Lo que abre el llamado es, no obstante, nítido, aunque experimente<br />

diferentes interpretaciones, de acuerdo a sus posibilidades de comprensión en<br />

cada Dasein” (ib.).<br />

81.De cómo un submarino le arrebató su corta vida al músico Enrique<br />

Granados.<br />

Desde que descubrí hace algún tiempo las “Goyescas”, una obra pianística<br />

maestra del compositor español Enrique Granados, he quedado definitivamente<br />

atado a esa obra estrenada en 1911. La vida de Granados es como aquellas<br />

vidas que desde sus inicios están llenas de fulguraciones. Ya a los 16 años, en<br />

1883, destacaba como virtuoso pianista, interpretando la Sonata en Sol menor<br />

de Schumann. A ello le siguieron conciertos públicos, todo lo cual le valió<br />

posteriormente seguir con sus estudios en Paris. Definitivamente se consagra<br />

de vuelta en Barcelona con la aclamación unánime del público. En 1892<br />

presenta una obra propia: se trata de sus tres primeras danzas. En 1898, con<br />

sus ya 31 años, estrena en Madrid su ópera María del Carmen, con la que<br />

logra un rotundo éxito, que le vale la condecoración de la reina María Cristina.<br />

Años más tarde, en 1911, presenta la obra, que tanto me impresiona,<br />

“Goyescas”. Esta obra lleva por subtítulo el nombre muy español de “Los majos<br />

enamorados” y tan sólo cuando uno lee los títulos de cada una de sus partes<br />

se advierte como en ella están en juego no solamente las venturas y<br />

desventuras del amor, sino también el galanteo, la picardía, como también la<br />

inmensidad del sentimiento amoroso y su singular relación con la muerte: así<br />

por ejemplo una de estas partes es “El amor y la muerte”, y otros nombres de<br />

estas partes son: “Los requiebros”, “Coloquio en la reja”, “El fandango del<br />

candil”, “Quejas o la maja y el ruiseñor” y “Serenata del espectro”.<br />

Sin duda que la extraordinaria calidad de las “Goyescas” dio luego paso<br />

al proyecto de transformar esta obra en ópera y resultó que la Academia<br />

Nacional de Música de París se propuso representarla precisamente en la<br />

Ópera parisina. Mas esto fue interrumpido por el inicio de la Primera Guerra<br />

Mundial. En razón de ello Granados cedió esta obra al Metropolitan Opera<br />

House de New York, y en 1916 se trasladó con su esposa para dirigir la<br />

primera representación de ella. La representación de esta ópera, con libreto de<br />

Fernando Periquet, redundó en un nuevo y estruendoso éxito. A estas alturas<br />

la fama de Granados ya era internacional.<br />

Y luego viene lo que corresponde a esas vueltas del destino que siempre<br />

nos provocan estupor. A la vuelta de Estados Unidos, embarcó Granados en<br />

Folkstone, Inglaterra, en el vapor Sussex, el que resultó ser torpedeado por un<br />

submarino alemán el 24 de Marzo de 1916, con el consiguiente hundimiento de<br />

la embarcación. A consecuencia de ello muere el maestro con su esposa,<br />

cuando él tenía apenas 49 años.<br />

Al tomar en consideración este hecho trágico y fortuito me quedo<br />

finalmente con la sensación de que esa obra que me conmueve<br />

profundamente, “Goyescas”, fue la última y tal vez la más grandiosa de las<br />

fulguraciones de Granados, pero fue también la obra que le trajo la prematura<br />

muerte, que suele llegar como el ladrón de la casa.


82.Gracias a un naufragio Zenón de Citium llegó a ser filósofo.<br />

Zenón de Ctio, Citium (o Chipre) vivió entre el 336 y el 264 antes de la era<br />

cristiana, por lo tanto habría vivido exactamente un siglo. Mas, esta cifra varía<br />

de acuerdo a distintos autores. Por ejemplo, el filósofo Wilhelm Weischedel<br />

sostiene que más bien habría vivido 92 años, lo que por supuesto, incluso para<br />

nuestra época es muchísimo. Zenón fue el fundador del estoicismo, filosofía<br />

que pasó en los próximos tres siglos a ser una filosofía de gran influencia en<br />

Grecia, y luego con el estoicismo romano al menos 5 siglos más, por lo cual su<br />

dominio de mayor relevancia llegó a extenderse por alrededor de 800 años.<br />

Pero ¿cómo llegó este fundador de la escuela estoica a ser filósofo? En<br />

verdad, él fue primero, según Weischedel, un comerciante exitoso. Ocurrió que<br />

él naufragó alguna vez con un cargamento de púrpura, debido a lo cual tuvo<br />

que buscar alojamiento en Atenas, el que vino a ser de un librero. Entonces se<br />

dio la ocasión de que el librero estaba precisamente leyendo un libro, o más<br />

bien, como era en la época, un atado de papiros, de filosofía. Al comenzar a<br />

interesarse Zenón por lo que contenía ese libro, ello marcó el momento de su<br />

ingreso en la filosofía. Por eso que él mismo solía decir posteriormente que los<br />

naufragios debían considerarse encomiables. Mas, definitivamente lo que lo<br />

hizo grande en filosofía fue que Zenón comenzó a reunirse con otros<br />

interesados en este saber junto a un pórtico, que en verdad correspondía a una<br />

columnata pintada por Polignoto. A raíz de esto esta filosofía pasó a ser<br />

llamada filosofía de la ‘stoa’, o sea filosofía del ‘pórtico’. Y como Zenón<br />

procuraba distinguir claramente su pensamiento del de Epicuro, que en lo<br />

fundamental es una filosofía del placer, y a su vez sucedía que Epicuro se<br />

reunía con sus discípulos en un jardín, donde supuestamente tenían acceso a<br />

muchos objetos de placer, entre ellos comidas y bebidas, mientras que quienes<br />

se reunían en el pórtico, entre ellos, el más destacado después de Zenón llegó<br />

a ser Crisipo, no disponían de nada, dedicándose únicamente a filosofar. A su<br />

vez, para seguir con esta comparación, Epicuro plantea como fin último de la<br />

existencia humana la felicidad (similar en esto a Aristóteles), sólo que ésta es<br />

ante todo el placer. Mientras que para Zenón lo que cuenta es en primer lugar<br />

el deber (por lo que en este punto fundamental se le puede comparar con<br />

Kant).<br />

Weischedel destaca que esta filosofía de vida, en que la abstinencia es<br />

el camino, se correspondía con el aspecto físico de Zenón, alto y delgado, con<br />

la cabeza levemente inclinada hacia un costado. Se dice que se habría<br />

alimentado preferentemente de higos, pan y miel, lo que solía acompañar con<br />

una copa de vino. En todo caso, este modo de vida parece que fue efectivo y la<br />

prueba de ello es su longevidad.<br />

En Atenas pasó a ser una figura pública que gozó de alto<br />

reconocimiento. Tanto es así que hasta el propio Rey de Macedonia, durante<br />

una estadía en Atenas, concurrió a sus lecciones. Los atenienses lo honraron<br />

otorgándole simbólicamente las llaves de la ciudad.<br />

83.Dos estrategias para enfrentar el mal.


En su magna obra Finitud y culpabilidad, a mi juicio la mejor lograda del filósofo<br />

Paul Ricoeur, reflexiona él sobre el mal. A esta reflexión prefiere no llamarla<br />

‘Teodicea’, como es usual, así como la Teodicea de Leibniz que se aboca al<br />

mismo tema, ya que le parece que de ese modo ya estamos en una<br />

concepción teológico cristiana del mal. De este modo su modo de preguntar<br />

resulta ser libre, desprejuiciado y da muestras de una apertura filosófica<br />

notable.<br />

Por otra parte, el tema del mal preocupa hoy cada vez más en los<br />

ámbitos filosóficos, ya que estamos hace ya un tiempo de cara a la evidencia<br />

de un mal que se sobredimensiona cada vez más, hasta lo inconmensurable. El<br />

terrorismo en el mundo y la amenaza para todos y cada uno de los habitantes<br />

del planeta.<br />

Pues bien, de entrada Ricoeur nos ofrece un planteamiento asaz<br />

sugerente y revelador. Primero el mal se presentó para las culturas del hombre<br />

arcaico como externalidad, incluso como algo totalmente externo<br />

completamente independiente de la culpa. Este mal se presentaba como una<br />

mancha, nos dice Ricoeur, como algo impuro, una mácula, algo sucio. Así<br />

sucedía, como ya lo expusiera Nietzsche en su Genealogía de la moral, que el<br />

que hubiera cometido un crimen en la tribu podía seguir circulando libremente,<br />

ya que se estimaba que éste estaría poseído por fuerzas extrañas, algún<br />

espíritu o demonio. Y la manera de enfrentar el mal y el intento de superar<br />

cierta manifestación específica de él, era a través de la práctica de rituales<br />

sacrificiales con el fin de apaciguar a espíritus, dioses o demonios. En un<br />

segundo momento ante la inminencia de la asolación del mal, se trató de<br />

asumir una culpa colectiva.<br />

Mas luego, ocurre históricamente que el mal es internalizado, y en rigor<br />

es el mal como mancha el que es internalizado por parte del hombre. Esta<br />

internalización dará lugar al nacimiento no solamente de una culpa individual,<br />

sino en definitiva también a la conciencia ética, como un principio del sujeto en<br />

nosotros a partir del cual juzgamos los actos. Pero también cabe decir, y esto<br />

es lo más importante, lo que conocemos como ética surgirá a partir de esta<br />

internalización del mal. Y como se trata, por lo que veíamos, de que es la<br />

mancha que internalizamos, la culpa individual va a pasar a ser una mancha<br />

desmaterializada en nosotros. Esta mancha inmaterial la llevamos en nosotros<br />

a modo de la culpabilidad, a partir de la cual se hace posible que contraigamos<br />

culpas particulares. Mas, con ello se origina también una nueva manera de<br />

enfrentar el mal que siempre se está presentando en el mundo de manera tan<br />

diversa y variada. Y este enfrentamiento habrá de consistir ante todo en el<br />

supuesto que tras todo mal acaecido tiene que haber un culpable, alguien que<br />

es individualmente culpable de ello, y por consiguiente tiene que ser castigado<br />

y sancionado, y que, mientras ello no ocurra los mecanismos de la justicia se<br />

deberán encargarse de dilucidar lo acaecido hasta encontrar los responsables<br />

de ello.<br />

Pero: ¿quién ha tenido más éxito con su estrategia de enfrentar el mal?<br />

¿El hombre arcaico o el hombre occidental, cuya estrategia acabó finalmente<br />

planetarizándose? Dejemos esta pregunta abierta.


84.El despejo del mundo hecho por el filósofo-emperador Marco Aurelio.<br />

Increíble que el filósofo estoico, que fuera al mismo tiempo emperador de<br />

Roma, tuviera tiempo durante el transcurso de sus campañas militares, además<br />

en general prácticamente todas ellas exitosas, para escribir sus Soliloquios,<br />

una de las obras más bellas y profundas de toda la literatura universal, que se<br />

han traducido también como Meditaciones o Pensamientos. El nombre<br />

Soliloquios me parece igual muy adecuado, puesto que con él se destaca un<br />

nuevo estilo no sólo de escritura, sino antes que eso, de hacer filosofía: el<br />

monólogo, o diálogo del alma consigo mismo. En verdad, el título de esta obra<br />

es Peri he autón, o sea Acerca de mí mismo.<br />

Marco Aurelio vivió entre el año 121 y el 180 d.C., o sea alcanzó a vivir<br />

al menos 59 años. Nació en Roma. Su padre era Annio Vero y él mismo se<br />

llamó originalmente Marco Annio Vero, mas cambió su nombre por el de Marco<br />

Aurelio Antonino, y ello se debe a que fue adoptado por su tío, el emperador<br />

Antonino Pío. En definitiva la historia lo conoce simplemente como Marco<br />

Aurelio.<br />

Desde temprana edad se hizo estoico, siendo su preceptor el estoico<br />

llamado Rústico. Ya en el año 139, vale decir, con apenas 18 años de edad, es<br />

nombrado emperador. La marca de su filosofía se advierte en gran parte de su<br />

obra y sus medidas políticas y administrativas. En todo caso, si amplió los<br />

derechos de los esclavos, sin embargo fue un implacable persecutor de los<br />

cristianos, simplemente por estimar que practicaban una religión que no tenía<br />

nada que ver con los dioses estatales romanos.<br />

La amenaza bárbara en la frontera septentrional del Imperio le obligó a<br />

estar muchísimos años en campaña militar. En distintas campañas venció a los<br />

marcomanos en el paso del Danubio, como también a los cuadros, siendo esta<br />

última victoria lograda en parte gracias al asedio de una terrible tormenta<br />

providencial. Incluso como parte de sus campañas tuvo que partir a Siria, ya<br />

que en esos remotos lugares del Imperio se había rebelado un jefe militar.<br />

Finalmente después de una vuelta a Roma y la empresa de una nueva<br />

campaña, muere en Viena.<br />

El lúcido pensamiento desarrollado en sus Soliloquios trae consigo ante<br />

todo un despejo del mundo y de los fenómenos. Ello tiene que ver con su<br />

mirada dirigida al mundo, a las cosas y al devenir como que todo lo que sucede<br />

en ello no es bueno o malo, conveniente o inconveniente, apropiado o<br />

inapropiado, sino que es simplemente indiferente a nuestras valoraciones. El<br />

término que Marco Aurelio utiliza es ‘adiaphora’, lo que en latín quiere decir<br />

‘indiferencia’. Todo lo que hay y todo lo que sucede es ajeno, completamente<br />

indiferente a nuestras valoraciones. Escuchemos a propósito de ello el<br />

siguiente pasaje:<br />

"/.../ muerte y vida, gloria e infamia, dolor y placer, riqueza y penuria, todo<br />

eso acontece indistintamente al hombre bueno y al malo, pues no es ni bello ni<br />

feo. Porque, efectivamente, no son bienes ni males".<br />

85.La suspensión del juicio de los estoicos.


Patentemente la cuestión central del pensamiento estoico romano de los primeros<br />

siglos de la era cristiana es la “suspensión del juicio”. En palabras de Marco<br />

Aurelio en la medida en que el devenir de todo, las cosas, todos los fenómenos,<br />

naturales y humanos, los sucesos que ocurren en el mundo son indiferentes a<br />

nuestras valoraciones, vale decir, están más allá del bien y del mal, y por ello en<br />

rigor no son ni buenos ni malos, entonces la manera de hacernos unos con ese<br />

devenir indiferenciado es suspendiendo el juicio, en lo que cabe reconocer que se<br />

trata en ello casi de una supresión de la conciencia. Sin duda, no es que la<br />

conciencia, llamada por Marco Aurelio “guía interior”, de acuerdo al filósofo hable<br />

demasiado, sino más bien, como dice textualmente, “aquello que en ti opina”. A<br />

partir de ello podemos entender el siguiente pensamiento que tiene ciertos ribetes<br />

de lo que es de orden categórico. Escuchemos:<br />

"No consiste tu mal en un guía interior ajeno ni tampoco en una variación o<br />

alteración de lo que te circunda. ¿En qué, pues? En aquello en ti que opina sobre<br />

los males. Por tanto, que no opine esa parte y todo va bien" (S, IV, 39, p. 92).<br />

Y dicho con mayor drasticidad:<br />

"Elimina, pues, y sea tu propósito desprenderte del juicio, como si se<br />

tratara de algo terrible, y se acabó la cólera" (S, XI, 18, p. 200).<br />

Mas, no por ello corresponde enfocar la indiferencia, llamada por Marco<br />

Aurelio ‘adiáfora’ como si por de-sustancializar las cosas de imaginarios perfiles<br />

éticos, como que algo en sí pudiera ser bueno o malo, se nos esté invitando con<br />

ello a asumir que el bien o el mal radican única y exclusivamente en nuestros<br />

juicios, sino que ante todo se trata de que nuestra mirada que echamos al mundo<br />

sea tan diáfana que asuma el acontecer tal como es. Y esto se expresa en una<br />

impronta que ha de ser particularmente representativa del estoicismo: el amor fati,<br />

el amor al destino (que conocemos sobre todo posteriormente por Nietzsche y por<br />

tratarse también para el filósofo alemán de un carácter central de su<br />

pensamiento). Se trata, y esto, como decimos, es lo propiamente estoico, de<br />

amar el destino tal como es, y aunque, como sucede siempre en la historia y en la<br />

cotidianidad, de las cosas que sentimos que son las más terribles atrocidades<br />

que ocurren en el mundo.<br />

Lo que cuenta es este no sólo aceptar, sino más encima amar el destino, y<br />

esto indudablemente le da una fuerza extraordinaria al estoico y su modo de<br />

pararse en el mundo.<br />

A partir de ello podemos imaginarnos al filósofo-emperador emprendiendo<br />

sus larguísimas campañas militares, protegiendo las fronteras del Imperio<br />

Romano de las invasiones bárbaras, y siendo en ello seguramente sostenido y<br />

apoyado por aquel lema: amor fati.<br />

86.Ya San Pablo advirtió lo que Paul Ricoeur plantea como maldición de la ley.<br />

La manera que tenemos en las sociedades modernas y desde hace siglos de<br />

enfrentar el mal, que hoy por lo demás se sobredimensiona en nuestro mundo<br />

hasta desmadrarse, a través ante todo de encontrar a un responsable y un<br />

culpable del mal, aplicándole normas y leyes para sancionarlo, conlleva un<br />

problema, y éste es el de la “maldición de la ley”, según lo plantea el filósofo Paul<br />

Ricoeur. En otras palabras, toda vez que se establece una norma o ley, se<br />

establece con ello una separación entre lo prohibido y lo permitido, que antes no<br />

estaba. Y si lo prohibido es estipulado como malo, de este modo inevitablemente<br />

cada vez se “crea” el mal. Pensemos antes que en leyes en normas de


comportamiento, en atención a las cuales, lo que antes era considerado<br />

pernicioso, como por ejemplo, las relaciones prematrimoniales, después no lo<br />

es, vale decir, en algún momento el mal simplemente se creó con el interdicto.<br />

Pues bien, la mentada “maldición de la ley” es sin duda al menos una de<br />

las perspectivas para explicar por qué la estrategia de enfrentar el mal a con<br />

normas y leyes hace agua, y el mal se sobredimensiona cada vez más hasta el<br />

punto de no poder ya controlarlo en el mundo.<br />

En contraste con ello, el hombre arcaico asumía a nivel de la comunidad o<br />

la tribu el mal que pudiera haber en lo que alguien hizo o cometió, es decir, se<br />

asumía una culpa colectiva, y había que practicar rituales de sacrificio, por lo<br />

general, para librarse de la presencia y la asolación de este mal.<br />

Sorprende como San Pablo ya intuyó claramente a lo que se refiere esta<br />

“maldición de la ley” en la “Epístola a los Romanos”, 7, 7-14, de San Pablo,<br />

citada por Ricoeur, en lo que trasunta la idea de una felix culpa. Escuchemos:<br />

“¿Qué diremos entonces? ¿Qué la ley es pecado? Eso ni pensarlo. Lo<br />

que pasa es que solamente conocí el pecado a la luz de la ley. Y así, de hecho,<br />

yo no habría tenido noticia de la concupiscencia si no fuera porque la ley me<br />

dijo: No codiciarás. Y así el precepto fue la ocasión, como el trampolín de cuyo<br />

impulso se aprovechó el pecado para despertar en mí toda clase de<br />

concupiscencia. Quiero decir que sin la ley, el pecado no es más que una<br />

palabra. /…/ Hubo un tiempo en que yo viví sin ley; luego, al promulgarse el<br />

precepto, revivió el pecado, mientras que yo, en cambio, me veía muerto,<br />

produciéndose la paradoja de que los mandamientos que se hicieron para<br />

darme vida me acarrearon la muerte. Porque, como digo, el pecado aprovechó<br />

la ocasión y el incentivo del precepto para seducirme y matarme con sus<br />

propias armas. /…/ Así es que la ley es santa, como es santo y justo y bueno el<br />

precepto. Entonces ¿una cosa buena se convirtió para mí en arma mortífera?<br />

No, no es eso; sino que el pecado, para mostrarse como tal pecado, se sirvió<br />

de una cosa buena para propinarme la muerte, de manera que el pecado<br />

desarrolló toda su potencia pecaminosa apoyándose en el precepto. /…/<br />

Nosotros sabemos efectivamente que la ley es espiritual, mientras que yo soy<br />

un ser de carne, vendido como esclavo al poder del pecado” (Fyc, p. 398).<br />

Destaquemos que Ricoeur, en lo que se refiere a una estrategia<br />

suficientemente sólida y fuerte (a pesar de su apariencia débil) de enfrentar el<br />

mal adhiere finalmente a la Cristología y que se traduce en poner la otra mejilla.<br />

87.Es imposible llenar los vacíos de la ley.<br />

Nuestras convicciones jurídicas y democráticas nos llevan a enfrentar el mal que<br />

sucede en nuestras complejas sociedades a través de un aparato jurídico lo más<br />

completo y sofisticado posible. Sin embargo, y como ya lo viera Aristóteles en el<br />

Libro V sobre la justicia de su Ética a Nicómaco, siempre hay vacíos de la ley. Y<br />

parece, podríamos agregar, que debido a nuestra consustancial finitud, no los<br />

podemos llenar. Hoy en día, por ejemplo, se trata de inmensos vacíos legales que<br />

se detectan en torno a todo lo que se muestra en Internet.<br />

Mas, hay otro elemento también en juego en nuestra estrategia de<br />

enfrentar el mal y es lo que Paul Ricoeur ha pensado como la “maldición de la<br />

ley” -, queriendo decir con ello que, junto con el desarrollo de la conciencia, en<br />

palabras de Ricoeur: “/.../cosas que antes no se apreciaban como faltas en esa


experiencia, ahora se convierten en culpas, y hasta el mismo empeño en reducir<br />

el pecado mediante la observación de la ley se transforma en pecado”.<br />

Asimismo, esto trae consigo otros fenómenos, como la “atomización de la<br />

ley”, al diversificarse y referirse a innumerables situaciones; por ello también, se<br />

introduce aquí una “lista sin fin de prescripciones menudas”, en palabras de<br />

Ricoeur, lo que le lleva a hablar de un “infinito malo” (cfr. op. cit., p. 299-300).<br />

Este “infinito malo” se explica a su vez por cuanto en el afán de llenar los<br />

vacíos legales generamos nuevas y nuevas leyes, multiplicándolas<br />

insensatamente al infinito, con el fin de cubrir todo tipo de posibles situaciones de<br />

nuevos fenómenos, que abundan cada vez más en nuestro mundo, sobre todo<br />

debido a la capacidad inventiva extraordinaria de la tecnología.<br />

Pero, lo que es más preocupante es como debido a la “maldición de la<br />

ley”, al hecho de que cada norma y cada ley conllevan el establecimiento de un<br />

límite entre lo prohibido y lo permitido, presentándose entonces cada vez lo<br />

prohibido como algo malo, a consecuencia de lo cual vamos cada vez más<br />

creando el mal.<br />

Mas ¿será que no tenemos salida en esto?<br />

Quizás el modo opuesto del hombre arcaico de enfrentar el mal,<br />

asumiendo una culpa colectiva, algo nos enseñe, ya que puede ser una postura<br />

más sabia. Pero también la doctrina cristiana no sólo del poner la otra mejilla, sino<br />

también del amor al enemigo y al pecador. Y, en la misma línea, otra salida viene<br />

a ser simplemente el perdón, que en cuanto perdonar seamos todo lo generosos<br />

que podamos, y eso curiosamente no nos hace, como podría parecer, más<br />

débiles, sino al contrario, más fuertes, tanto individualmente como en cuanto<br />

comunidad o sociedad.<br />

El asunto sería acabar con lo que Ricoeur llama la vindicta, la retribución,<br />

que precisamente hace que el mal se multiplique, aquello que ya Nietzsche<br />

reconociera como el “espíritu de la venganza” (Geist der Rache) y que el filósofo<br />

del martillo lo viera como una fuerza dominante a lo largo de la historia de la<br />

humanidad.<br />

88.El “amor al destino” de Nietzsche.<br />

Entre las tantas miradas que el genio de Nietzsche le dirige a la historia de la<br />

humanidad está también la lectura de ésta como que ella habría estado<br />

comandada por un “espíritu de venganza” (Geist der Rache). En otras palabras<br />

ha estado operando la vindicta, la retribución incluso en su forma más cruda<br />

como “ojo por ojo, diente por diente”. De esta forma él observa incluso los<br />

sistemas de justicia que han imperado, en que a nombre de la sociedad<br />

estableciendo en la balanza delitos y castigos, igual detrás de ello está la<br />

retribución y en definitiva la venganza.<br />

Pero Nietzsche con la capacidad de penetración de su pensar observa<br />

como esto reviste un sesgo temporal: que en el fondo el espíritu de la venganza<br />

implica una no-aceptación del “fue”, de lo pasado. Lo pasado no puede haber<br />

pasado justamente de manera gratuita; no, ello tiene que ser juzgado, enjuiciado,<br />

sancionado. Ello nos muestra como entonces con el espíritu de venganza está en<br />

juego un modo de ser el hombre en el tiempo.<br />

Lo que está a su vez detrás de esta concepción, según lo ve Nietzsche, es<br />

la soteriología, vale decir, la concepción del sentido de la existencia humana


como salvación. Se trataría de que nos salváramos para así poder afrontar el<br />

juicio final y poder pasar a la vida eterna.<br />

Mas, así como atendiendo a como el espíritu humano se transformó,<br />

siendo para el pensador alemán primero camello, luego león y finalmente niño, es<br />

recién el niño el que dice “si” al devenir tal cual ha sido, al mundo como ha sido<br />

con sus triunfos y derrotas, sus vicios y virtudes, su guerra y su paz, su<br />

construcción y su destrucción, el bien y el mal. Este supremo “si”, que representa<br />

a la vez a lo que Nietzsche pensara como super-hombre, supone al mismo<br />

tiempo la expresión del “amor al destino”, el amor fati. Él nos lleva a instalarnos<br />

de otro modo no sólo en el mundo, sino en el tiempo. Ya no estamos para<br />

sojuzgar lo pasado, sino más bien para asumirlo y aceptarlo tal cual ha sido. Mas,<br />

ello se extiende a su vez al presente, ya que la aceptación del “fue” se acompaña<br />

de una aceptación del “es”.<br />

¿Es conformismo esto? No, pues lo que domina en el mundo es más bien<br />

el espíritu de venganza, que Nietzsche se propone de este modo superar. Y<br />

desde luego también podría verse en ello una sabia manera de enfrentar el mal.<br />

Es más, probablemente nos inclina al perdón y, vista de esta manera, tal vez no<br />

está tan lejana del cristianismo.<br />

89.Marco Aurelio dice: “¿qué cosa entre las que pasan corriendo podría<br />

estimarse?”<br />

El filósofo-emperador, Marco Aurelio, como uno de los más grandes<br />

representantes del estoicismo romano, condensa en la única obra que<br />

conservamos de él: sus Soliloquios los principales planteamientos de la escuela<br />

estoica. Destaquemos, entre ellos, en primer lugar, la concepción del mundo<br />

como un devenir completamente indiferente a nuestros juicios valóricos. En<br />

segundo lugar, la suspensión del juicio, por cuanto únicamente en la medida en<br />

que cesamos de juzgar valóricamente cuanto ocurre en nuestro derredor,<br />

podemos hacernos unos con ese flujo del devenir. Y en tercer lugar, podemos<br />

reconocer como la mentada suspensión del juicio acarrea consigo el desapego.<br />

Por de pronto esto se expresa en la siguiente breve sentencia: “Recibir sin<br />

orgullo, desprenderse sin apego” (S, VIII, 33, p. 153). Y luego sigue de modo más<br />

explícito y decidor:<br />

“Unas cosas ponen siempre un empeño en llegar a ser, otras ponen su<br />

afán en persistir, pero una parte de lo que llega a ser se extinguió ya. Flujos y<br />

alteraciones renuevan incesantemente el mundo, al igual que el paso<br />

ininterrumpido del tiempo proporciona siempre nueva la eternidad infinita. En<br />

medio de ese río, sobre el cual no es posible detenerse, ¿qué cosa entre las que<br />

pasan corriendo podría estimarse? Como si alguien empezara a enamorarse de<br />

uno de los gorrioncillos que vuelan a nuestro alrededor, y él ya ha desaparecido<br />

de nuestros ojos” (S, VI, 15, p. 116).<br />

Como se ve, la suspensión del juicio (que implica además una extrema<br />

supresión de la conciencia valorante) se alía aquí con el desapego (que<br />

encontramos muy destacadamente en la teología negativa: hay que desapegarse<br />

de todo para hacerse uno con la divinidad; todo lo que digamos, pensemos,<br />

imaginemos de Dios será siempre limitado, humano demasiado humano, y por lo<br />

tanto hay que hacerlo caer; tan sólo cumplido ello, estoy entonces recién en<br />

condiciones de acercarme al verdadero Dios).


En el caso de una posible la ética negativa (sobre la base del modelo de la<br />

teología negativa), diríamos que hay que desapegarse de las valoraciones, ya<br />

que son las estimaciones y desestimaciones de las cosas las que nos aferran a<br />

ellas. En efecto tanto cuando estoy apreciando, como cuando estoy despreciando<br />

algo, estoy atado a ello, y ocurre que aquello, visto metafísicamente con<br />

independencia de nuestras valoraciones, no es ni bueno ni malo, es adiafórico,<br />

vale decir, indiferente, aunque me resulte a mí tan obvio su carácter repulsivo o<br />

atractivo.<br />

Aquel flujo universal en el que existimos tiene por su parte su corolario en<br />

nosotros mismos. En otras palabras, nosotros seríamos también un flujo. Mas,<br />

esto corresponde entenderlo no simplemente como una cuestión de orden<br />

ontológico - nuestro ser es flujo -, sino como una incitación ética a nuestro modo<br />

de ser: se trata de que de veras "fluyamos". En metáforas del filósofo: se trata de<br />

ser una fuente que se limpia de toda mugre que pudieren arrojarle, y no como un<br />

pozo, al que le arrojan estiércol y se arruina para siempre (cfr. S, VIII, 51, p. 158).<br />

90.Se pregunta Marco Aurelio: "¿Qué, pues, puede darnos compañía?” y<br />

responde: “Única y exclusivamente la filosofía”.<br />

Es tan reconfortante leer estas palabras del filósofo-emperador. Repitámoslas,<br />

pero agregando todavía algo más que agrega nuestro pensador: "¿Qué, pues,<br />

puede darnos compañía? Única y exclusivamente la filosofía. Y ésta consiste en<br />

preservar el guía interior /.../" (S, II, 17, p. 66). En ello se refleja el característico<br />

vuelco hacia la interioridad del hombre, hacia lo que llamaríamos su espiritualidad<br />

por parte del estoicismo.<br />

Ya con la ética intelectualista platónica se traza un camino ético hacia<br />

nuestro espacio interno, como que allí encontramos lo más precioso, la fuente de<br />

la sabiduría y la felicidad, y, por último, a Dios mismo. “Redi in te ipsum, in<br />

interiore hominis habitat veritas” (“Busca en tí mismo, en el interior del hombre<br />

habita la verdad”) nos dirá más tarde San Agustín, lo cual a la vez que propio del<br />

cristianismo, es antes que ello, un fruto del platonismo.<br />

Podríamos decir con Hegel que con los griegos se ha introducido el<br />

“espíritu subjetivo” (sin que esto aluda de ninguna manera a una subjetividad<br />

arbitraria) en la historia de la humanidad.<br />

Este camino hacia la intimidad humana lo habrá de seguir la escuela<br />

estoica en la filosofía post-aristotélica. En ella se perfila permanentemente y se<br />

expresa de mil formas esta significativa introversión (y esto desde ya en el propio<br />

título - Soliloquios -, de Marco Aurelio, que alude a un monólogo, a un diálogo del<br />

alma consigo misma). Por ejemplo, escuchemos lo que nos dice Marco Aurelio<br />

acerca del retiro, seguramente teniendo presente que tantos estoicos de su<br />

época y de las anteriores se habían retirado al desierto, o a otros lugares,<br />

convirtiéndose en anacoretas. Escuchemos:<br />

“Se buscan retiros en el campo, en la costa y en el monte. Tú también<br />

sueles anhelar tales retiros. Pero todo eso es de lo más vulgar, porque puedes,<br />

en el momento que te apetezca, retirarte en ti mismo. En ninguna parte un<br />

hombre se retira con mayor tranquilidad y más calma que en su propia alma;<br />

sobre todo aquel que posee en su interior tales bienes, que si se le inclina hacia<br />

ellos, de inmediato consigue una tranquilidad total” (S, IV, 3, págs. 81-82).<br />

91.El “amor al destino” de los estoicos.


El estoicismo fue una filosofía que dominó en occidente por los menos 8 siglos,<br />

considerando primero el estoicismo griego fundado por Zenón de Ctio (actual<br />

Chipre), y luego el estoicismo romano. Mas, no sólo esta larga duración explicaría<br />

que el término ‘estoico’ haya pasado al lenguaje común en distintas lenguas, sino<br />

ante todo la fuerza que se esconde tras este pensamiento que puede tocar muy<br />

decididamente la raíces de lo humano. En efecto, ser estoico significa en distintas<br />

lenguas de raíz indoeuropea tanto ser austero como ser capaz de enfrentar las<br />

más adversas vicisitudes que nos depara la vida, como cualquier clase de<br />

infortunios, ya sea aquellos de la enfermedad, la estrechez económica, la muerte,<br />

incluso cuando ésta es de carácter trágico. El Diccionario de la Real Academia<br />

Española dice bajo el término ‘estoicismo’, entre varias acepciones: “Fortaleza o<br />

dominio sobre la propia sensibilidad” y bajo ‘estoico’: “Fuerte, ecuánime ante la<br />

desgracia”.<br />

Podría decirse que a su vez gran parte de la fuerza que tiene el<br />

pensamiento de los estoicos radica en su “amor al destino”, su “amor fati”, amor al<br />

fatum o destino.<br />

El fatum corresponde a una de las singularidades del pensamiento estoico, en lo<br />

que se reafirma el sentido trágico griego, ya que implica justamente aceptar y<br />

asumir afirmativamente el acontecer, en cierto modo, hacerse uno con él, sin<br />

pretender lo imposible: torcer su rumbo o hacerse ilusiones de premios terrenos o<br />

ultraterrenos. En concordancia con ello leemos en Marco Aurelio, uno de los más<br />

destacados estoicos romanos: “Confíate gustosamente a Cloto y déjala tejer la<br />

trama con los sucesos que quiera” (S, IV, 34, p. 91). (Cloto es una de las parcas<br />

que cardan, tejen y cortan el hilo de la vida).<br />

Y continúa Marco Aurelio:<br />

“Porque enojarse con algún suceso de los que se presentan es una<br />

separación de la naturaleza, en cuya parcela se albergan las naturalezas de cada<br />

uno de los restantes seres” (S, II, 16, p. 65).<br />

O también en expresiones metafóricas, dice el filósofo estoico que al<br />

mismo tiempo fuera emperador de Roma:<br />

“Amargo es el pepino. Tíralo. Hay zarzas en el camino. Desvíate. ¿Basta<br />

eso? No añadas: “¿Por qué sucede eso en el mundo?”” (S, VIII, 50, p. 157).<br />

Y el filósofo-emperador finalmente sentencia:<br />

“Amar únicamente lo que te acontece y lo que es tramado por el destino”.<br />

Ellos nos trae a la memoria los versos de Goethe:<br />

"¿Cómo?, ¿cuándo? y ¿dónde? ¡Siguen callados los dioses! / Tú atente al<br />

porque y no preguntes: ¿por qué?"<br />

El mentado “amor fati” aparece con nuevos bríos nuevamente en<br />

Nietzsche. Ama el destino, ama la vida tal cual es. Así en Así habló Zaratustra<br />

corresponde destacar esa atractiva idea de la reserva para un gran destino,<br />

algo así como que en la vida acaso la copa se vacía de una vez y sólo una vez,<br />

y ya..., agregando a esto que si te equivocas y vacías tu copa a destiempo,<br />

perdiste. Pero hay más: y es que Nietzsche concibe el destino de un modo<br />

único y muy sugerente: como que su propia voluntad es el destino. En<br />

concordancia con ello, dice Nietzsche a través de su Zaratustra:<br />

“Y tu última grandeza, voluntad mía, resérvatela para tu último instante, -<br />

¡para ser inexorable en tu victoria! ¡Ay, quien no ha sucumbido a su victoria! /<br />

Ay, a quién no se le oscurecieron los ojos en ese crepúsculo ebrio! ¡Ay, a quién


no le vaciló el pie y desaprendió, en la victoria, - a estar de pie! -” (Z, p. 294-<br />

295).<br />

92.Los estoicos concibieron la idea de una “simpatía universal”.<br />

Para los estoicos vale como principio que el hombre tiene que hacerse uno con la<br />

naturaleza, en la cual ellos descubren por sobre todo orden, armonía y logos o<br />

razón. El alma o la mente (mens) es parte de una armonía universal y debe estar<br />

en sintonía con ella. Dice Marco Aurelio en sus Soliloquios:<br />

“Es preciso tener siempre presente esto: cuál es la naturaleza del conjunto<br />

y cuál es la mía, y cómo se comporta ésta respecto a aquella y qué parte, de qué<br />

conjunto es; tener presente también que nadie te impide obrar siempre y decir lo<br />

que es consecuente con la naturaleza, de la cual eres parte” (S, II, 9, pág. 62).<br />

El devenir está - así como en Heráclito - comandado por un logos<br />

universal que lo traspasa todo. Marco Aurelio:<br />

“Porque la facultad inteligente está dispersa por doquier y ha penetrado en<br />

el hombre capaz de atraerla no menos que el aire en el hombre capaz de<br />

respirarlo”.<br />

Al mismo tiempo este principio inteligente, del cual participamos de modo<br />

preeminente, es un principio vital, el hálito de la vida. Por eso leemos también en<br />

los Soliloquios:<br />

“Concibe sin cesar el mundo como un ser viviente único, que contiene una<br />

sola sustancia y un alma única, y como todo se refiere a una sola facultad de<br />

sentir, la suya, y cómo todo lo hace con un solo impulso, y cómo todo es<br />

responsable solidariamente de todo lo que acontece, y cuál es la trama y<br />

contextura”.<br />

Esto remite a su vez a la idea que Platón propone en el Timeo de un<br />

cosmos vivo, el "Gran Animal", el anima mundi con todas sus partes que<br />

solidariamente colaboran entre sí.<br />

Merece destacarse aquí el hecho de que estas ideas recobran fuerza<br />

desde algún tiempo, precisamente desde el momento que se ha advertido que el<br />

homo technicus está determinado por una separación de la naturaleza y el<br />

medio-ambiente que tiende a mirar únicamente las cosas como lo que se le<br />

o-pone, como ob-iectum.<br />

La Física y Astrofísica de nuestro tiempo nos mueven a la reconsideración<br />

de que somos nada más que las partes de un Todo. El físico Fritjof Capra, que se<br />

ha embebido de la filosofía oriental, reafirma esto en El tao de la Física, al<br />

recordar que en el taoismo, el hinduismo y el budismo está presente esta idea de<br />

un cosmos todo interrelacionado (lo mismo cabe decir de Jung), y que habría sido<br />

sobre todo el cartesianismo con su separación entre la res cogitans y la res<br />

extensa, como también el racionalismo moderno, quienes nos habrían hecho<br />

olvidar esto; la consecuencia habría sido el desarrollo de una tecnología en<br />

conflicto con el medio-ambiente.<br />

Por su parte, el escritor mexicano Octavio Paz reflexiona sobre ello en su<br />

libro sobre el amor La llama doble:<br />

"Hoy, al finalizar la modernidad, redescubrimos que somos parte de la<br />

naturaleza. La tierra es un sistema de relaciones o, como decían los estoicos, una<br />

"cons-piración de elementos", todos movidos por la simpatía universal. Nosotros<br />

somos partes, piezas vivas de este sistema".


En Las palabras y las cosas Michel Foucault observa esta idea de<br />

simpatía presente en la antigüedad y el medioevo, lo cual le lleva a hablar de una<br />

“época de la semejanza”, durante la cual se suponía que el sentido de cuanto hay<br />

estaba en las cosas mismas (no era proyectado por el hombre), y entonces, la<br />

magna tarea era descifrarlo. Ello explica que el hombre de aquel tiempo<br />

desarrolló el arte de la adivinación, la magia, la cábala, la numerología, la<br />

mántica, la astrología, con la idea de que hay un mensaje secreto a descifrar en<br />

las nubes, en un cristal o en los astros. Así César antes de partir a una batalla, le<br />

ordena a sus adivinos echar a volar sus halcones, y los adivinos, según el vuelo<br />

que tracen en el cielo, vaticinan si habrá victoria o derrota.<br />

93. “Ser como un promontorio contra el que se estrellan las olas”.<br />

Así es como el filósofo Marco Aurelio le da expresión a uno de los conceptos<br />

claves del estoicismo: la ataraxía, que podríamos traducir como<br />

‘imperturbabilidad’. En otras palabras se trata de atenerse al lema de que nada te<br />

perturbe, nada te derribe, tienes que mantenerte fuerte y de pie sobre todo de<br />

cara al infortunio. De este modo la sentencia: “Ser como un promontorio contra el<br />

que se estrellan las olas” deja de significar un indiferentismo y un cerrado<br />

egoísmo, y debe entenderse en el sentido de ser tan fuerte como un promontorio<br />

que nada lo derrumbará.<br />

Ello nos lleva a pensar que se malentiende normalmente a la filosofía,<br />

cuando se la ve como la construcción de un pensamiento. Más bien, lo propio de<br />

la filosofía es hablar sobre lo que es, y en el caso del estoicismo en particular,<br />

sobre como es el ser humano. Es cierto que en cada una de sus propuestas hay<br />

un desafío; nada garantiza que realicemos esa ataraxía, esa imperturbabilidad, y<br />

mucho menos que tengamos más encima la fortaleza, la entereza, el aplomo<br />

para ello, y, sin embargo, cómo no, esa es una posibilidad claramente presente<br />

en el ser humano, que en cualquier momento se activa, y, por lo demás se activa,<br />

precisamente ante el infortunio. Y, sucede muchas veces que como quienes nos<br />

rodean nos ven vacilar, o nos ven incluso derrotados, anonadados en esos<br />

momentos, son ellos los que nos incitan precisamente a ser como aquel<br />

promontorio. Así, por ejemplo, cuando se trata de quien tiene que afrontar una<br />

grave enfermedad. Es, en esas ocasiones pues en que podemos advertir que el<br />

ser estoico surge de este modo espontáneamente en el ser humano, y que no se<br />

requiere haber leído a Marco Aurelio, Epicteto, Séneca, Cicerón o al fundador del<br />

estoicismo: Zenón de Ctio. Y ello explica no solamente por qué el estoicismo<br />

logró durante siglos ser una filosofía de vida, sino que, más que eso, haya sido<br />

una filosofía que se hizo práctica, es decir, que hubo muchas personas que,<br />

desde entonces, supieron conducir sus vidas estoicamente.<br />

En segundo lugar, el estado anímico e intelectual que acompaña a la<br />

ataraxía, la imperturbabilidad, es la apatheia, lo que podemos traducir como<br />

‘desapasionamiento’. Precisamente contribuye a alcanzar la imperturbabilidad el<br />

ejercicio de un auténtico des-ilusionarse de las cosas, en el sentido de evitar<br />

proyectar expectativas que van más allá de lo que estrictamente son. Así Marco<br />

Aurelio nos llama la atención sobre el sexo, considerando justamente toda la<br />

ilusión y el constructo que hacemos normalmente más allá de su materialización.<br />

Escuchemos el siguiente pasaje con un sabor de crudo realismo y alcances<br />

científicos respecto de la cópula tiempo ha superados:


“Al igual que se tiene un concepto de las carnes y pescados y comestibles<br />

semejantes, sabiendo que esto es un cadáver de pez, aquello cadáver de un<br />

pájaro o de un cerdo; y también que el Falerno es zumo de uva, y la toga pretexta<br />

lana de oveja teñida con sangre de marisco; y respecto a la relación sexual, que<br />

es una fricción del intestino y eyaculación de un moquillo acompañada de cierta<br />

convulsión. ¡Cómo, en efecto, estos conceptos alcanzan sus objetos y penetran<br />

en su interior, de modo que se puede ver lo que son! De igual modo es preciso<br />

actuar a lo largo de la vida entera, y cuando las cosas te dan la impresión de ser<br />

dignas de crédito en exceso, desnúdalas y observa su nulo valor, y despójalas de<br />

la ficción por la cual se vanaglorian” (S, VI, 13, p. 114-115).<br />

94.En torno a la propuesta del desapasionamiento de los estoicos.<br />

Los estoicos de la antigüedad greco-romana se percatan muy claramente del<br />

poder de la ilusión en el hombre que los induce a engañarse con muchas cosas<br />

creyendo que son mucho más de lo que en verdad son. Hoy en día hablaríamos<br />

en términos del poder del Imaginario, lo cual es ciertamente una clave importante<br />

para los publicistas, entre otros. Y ciertamente la televisión sabe manejar y<br />

manipular de manera en general muy certera con distintos Imaginarios colectivos.<br />

Así nos dice el estoico Marco Aurelio que cuando se trata de comidas que<br />

pueden gustarnos muchísimo y que despiertan ansiedad en nosotros, que no nos<br />

olvidemos que esto es un cadáver de pez, aquello cadáver de ave, eso otro<br />

cadáver de vaca, y demás. Lo mismo en relación a la toga que a él como<br />

emperador romano que fue, le correspondía usar; pues bien la toga es lana<br />

teñida con sangre de marisco (nos dice).<br />

De tal manera que parte sustancial del estoico es deapasionarse, quitarle<br />

a cada cosa su cuota de ilusión y de ese modo viviremos más en concordancia<br />

con la naturaleza y podremos a la vez – y esto es lo decisivo para el estoico –<br />

vivir más serenamente.<br />

Se trata pues de aplicar un análisis racional a nuestras usuales<br />

motivaciones: es como ver títeres, ilusionarse con la ficción que ahí se nos<br />

muestra, pero luego des-ilusionarse al observar al titiritero en acción. (Algo similar<br />

encontramos en El teatro de marionetas (Das Marionettentheater) de Heinrich von<br />

Kleist). Tenemos que ir de detrás de las cosas que provocan ilusión, ir tras<br />

bambalinas y advertir qué es en verdad aquello que tiene tales poderes de<br />

encantamiento. Únicamente así podremos a la vez que desengañarnos,<br />

desapasionarnos.<br />

Marco Aurelio aplica este criterio analítico incluso a la música, así nos dice:<br />

“/.../si divides la tonada melodiosa en cada uno de sus sones/.../” (S, XI, 2, p.<br />

194), insinuando con ello que de este modo te puedes desencantar para evitar<br />

que la música te atrape. De todos modos, cabe señalar que estos conceptos<br />

estéticos (al menos los que encontramos en los Soliloquios de Marco Aurelio) son<br />

discutibles, ya que es más que probable que al aplicar el criterio de la des-ilusión,<br />

nos quedemos sin goce estético (por ejemplo, viendo al titiritero como hace su<br />

representación), como también sin el goce de la música, y cómo no, también de<br />

comidas y bebidas.<br />

Sin embargo, éste es ni más ni menos el punto que le interesa al estoico:<br />

que formes tu alma de manera tan pura, practicando una perpetua catarsis,<br />

precisamente una purificación de ella, que tendrás que desapasionarte de tantas<br />

cosas de este mundo que te atrapan y confunden.


95.Marco Aurelio dice: “Todo lo que acontece es tan habitual y bien conocido<br />

como la rosa en primavera y los frutos en verano”.<br />

Una noción fundamental en el estoicismo es la del destino y una buena parte de<br />

la fuerza de su propuesta radica en amarlo, lo que se expresa como amor fati,<br />

amor al destino. Es más, toda la más elevada sabiduría que puede alcanzar el<br />

hombre es la de procurar siempre saber hacia dónde se dirige el destino. Es en<br />

ello en lo que el hombre puede realizar su libertad, y esto significa que somos<br />

libres para no sólo amar el destino, sino hacernos unos con él. Y si en ello por<br />

cierto que hay riesgo de error, la formación rigurosamente estoica debería<br />

contribuir a evitarlo.<br />

En ello advertimos que se trata sobre todo de una mirada dirigida al<br />

porvenir: que sepamos encauzar nuestra libertad con las elecciones que<br />

hacemos y las decisiones que tomamos en la dirección del destino, ya que éste<br />

fatalmente se cumplirá.<br />

Es por ello que sucede que cuando dirigimos nuestra mirada al pasado<br />

reconocemos que todo estaba determinado, que la suerte ya había sido echada.<br />

Por eso nos dice también Marco Aurelio:<br />

“Todo lo que te sucede estaba determinado por el conjunto desde el<br />

principio y estaba tramado” (S, IV, 26, p. 88),<br />

o también dicho más bellamente aun:<br />

“Todo lo que acontece es tan habitual y bien conocido como la rosa en<br />

primavera y los frutos en verano; algo parecido ocurre con la enfermedad, la<br />

muerte, la difamación, la conspiración y todo cuanto alegra o aflige a los necios”<br />

(S, pág.93).<br />

Y, en efecto, tan sólo somos libres con respecto al presente y el futuro,<br />

pero no respecto del pasado; éste ya no lo podemos modificar.<br />

En verdad, cabe reconocer que lo que dijera el filósofo-emperador acerca<br />

del destino está a la misma altura de lo que pudiéramos decir hoy de él,<br />

apoyándonos en nuestro desarrollo científico. En el filósofo hay un maduro sentir<br />

nuestro planeta (y sus continentes) como un punto en la inmensidad, y ello en el<br />

marco de la idea de un determinismo macrocósmico:<br />

“Asia, Europa, rincones del mundo; el mar entero, una gota de agua; el<br />

Atos, un pequeño terrón del mundo; todo el tiempo presente, un instante de la<br />

eternidad; todo es pequeño, mudable, caduco. / Todo procede de allá,<br />

arrancando de aquel común principio guía o derivado de él” (S, VI, 36, p. 122).<br />

Y, en cuanto a la relación que se puede establecer entre la noción<br />

aureliana de destino y el concepto de ‘determinismo’, vinculado hoy con las<br />

ciencias naturales (en particular con la física atómica):<br />

“Todas las cosas se hallan entrelazadas entre sí y su común vínculo es<br />

sagrado y casi ninguna es extraña a la otra, porque todas están coordinadas y<br />

contribuyen al orden del mismo mundo” (op. cit., VII, 9, p. 131).<br />

96.El destino como “azar atascado” según Jean Baudrillard.<br />

Está claro que para la mentalidad racional y científica que nos domina lo que<br />

para el hombre arcaico, antiguo o medieval era el destino, no tiene cabida ni<br />

justificación. De hecho, filosóficamente no sabríamos en principio como


justificar una idea así, si bien hay notables excepciones como Heidegger o<br />

Jaspers otorgándole algún sentido al destino.<br />

Mas, de momento nos interesa Jean Baudrillard que desarrolla una idea en<br />

torno al destino que parece asaz convincente. Se trata del “azar atascado”, vale<br />

decir todo aquello que parece sometido al azar, como por ejemplo, en la ruleta<br />

que salga tal número o tal otro, sucede de pronto que comienza a salir el<br />

mismo número una cantidad de veces que escapa a lo normal. Por ejemplo,<br />

que el “cero” comience a repetirse en una mesa de ruleta 4, 6, 9 y hasta 10<br />

veces seguidas. Seguramente lo que ocurriría entonces es que la gente de las<br />

otras mesas correría en masa a agolparse a ésta y no necesariamente para<br />

apostarle al “cero”, sino para dedicarse a la contemplación estupefacta de este<br />

acontecimiento. Y llegado al extremo que, supongamos, el cero hubiera salido<br />

15 veces consecutivas, entonces o la gente comenzaría tal vez a huir<br />

despavorida de ese lugar, temiendo que tal vez en ello hay algo diabólico, o<br />

bien comenzarían a caer de rodillas y a venerar en actitud religiosa al número<br />

cero como una suerte de ser sobrenatural.<br />

Y que el azar se atasque no tiene explicación en el determinismo o el<br />

probabilismo. Precisamente por ello de cara al “azar atascado” comienza a<br />

cobrar fuerza la idea de destino.<br />

Mas, lo interesante en esto a su vez es que el azar atascado tiene su<br />

aplicación no solamente en el juego, en los juegos precisamente llamados de<br />

azar, sino en toda situación. Basta, supongamos que comience a ocurrir lo<br />

mismo en forma reiterada en cualquier orden de cosas, como supongamos que<br />

en un lugar del océano se hundan siempre los barcos para que se atasque con<br />

ello el azar y comience a presentarse eso como una manifestación del destino.<br />

Y lo mismo si se repite reiteradamente algo positivo como a alguien que le<br />

ocurre tener éxito en todo lo que hace y sin ningún esfuerzo, pronto comienza a<br />

parecer ello como una cuestión de destino.<br />

En el caso del juego Baudrillard relaciona el atasco del azar con lo que<br />

llama “vértigo ideal”, como que los jugadores están bajo este vértigo a la<br />

espera de ese atasco; para Baudrillard esto es lo que genera en definitiva la<br />

pasión del juego. Escuchemos al filósofo y sociólogo francés:<br />

“El vértigo ideal es el de la jugada de dados que acaba por “abolir el<br />

azar”, cuando, contra toda probabilidad, el cero sale varias veces seguidas, por<br />

ejemplo. Éxtasis del azar atascado, cautivo en una serie definitiva, es el<br />

fantasma ideal del juego: ver, bajo el impacto del desafío, repetirse la misma<br />

jugada y a causa de esto abolirse el azar y la ley. Todo el mundo juega en<br />

espera de esta puja simbólica, es decir, de un acontecimiento que acaba con el<br />

proceso aleatorio sin volver a caer bajo el peso de una ley objetiva. Cada<br />

jugada singular no provoca sino un vértigo mediocre, pero cuando el destino<br />

puja – señal de que lo toma en serio – cuando parece desafiar al orden natural<br />

de las cosas y entrar en un delirio o en un vértigo ritual, entonces es cuando la<br />

pasión se desata y una pasión verdaderamente mortal se apodera de los<br />

espíritus” (Dls, p. 139).<br />

97.De cómo el vértigo interviene en el juego.


Uno de los más destacados filósofos del juego – Roger Caillois – entre los tipos<br />

de juego que clasifica, considera unos que son de alea, o sea de lo alea-torio,<br />

en otras palabras, juegos de azar, y otros que los llama de ilinx, término griego<br />

que significa vértigo. Estos últimos juegos de vértigo son por cierto, las<br />

acrobacias, como a su vez, la vida circense está especialmente centrada en<br />

ellos: el trapecio, el meter la cabeza en las fauces del león, y otros.<br />

Y, sucede además que los juegos se suelen amalgamar, potenciándose<br />

de este modo entre sí, vale decir, se generan efectos sinergéticos entre los<br />

juegos. Así, por ejemplo, en la ruleta, como juego de azar, cuando a un jugador<br />

comienza a irle bien, demasiado bien, y está ganando una cuantiosa suma de<br />

dinero, esto genera vértigo, y es difícil mantenerse incólume y frío, tanto para el<br />

jugador como para los espectadores en derredor. Si su apuesta ha sido<br />

preferentemente, supongamos, “ocho el negro”, y éste ya ha salido cinco veces<br />

consecutivas, comienza a haber clamor, gritos, es decir, vértigo, con la<br />

expectativa de cada número que salga a continuación cuando se ha echado a<br />

correr la bolita: ¿en qué casillero se detendrá? ¿Acaso otra vez en el “ocho el<br />

negro”? Y entonces, si efectivamente sale “ocho el negro”, hay ovación,<br />

aplausos, algarabía. El jugador vuelve a depositar esta vez una suma mayor en<br />

el mismo número y los que colindan con él. Sobre el “ocho el negro” se observa<br />

un verdadero castillo de fichas. Y, tamaña sorpresa, el “ocho el negro” ha salido<br />

nuevamente. Nuestro jugador procede nuevamente a armar esta vez un castillo<br />

tan grande de fichas en el “ocho el negro” y en torno a él que éste amenaza<br />

con derrumbarse. Ahora, ante la expectativa, si, para estupor de todos, saldrá<br />

este número nuevamente, del vértigo pasamos al éxtasis: ya nadie más juega<br />

en las otras mesas, todos se encuentran ahora alrededor de ésta como<br />

espectadores de algo así como el otorgamiento de los premios Oscar o de una<br />

ejecución en la plaza pública. Hay un silencio sepulcral. Únicamente se<br />

escucha el rodar de la bolita que da vueltas y vueltas. El tiempo se ha detenido.<br />

Cada segundo parece una eternidad.<br />

Y sucede otra vez la maravilla, el suceso que ya no parece tener una<br />

explicación lógica, escapando al determinismo y al probabilismo: el ocho el<br />

negro ha salido otra vez. Nuestro jugador se ve todavía incólume, no sabemos<br />

si tal vez por dentro está temblando.<br />

Y así podríamos proseguir. Jean Baudrillard, otro filósofo que desarrolla<br />

una teoría del juego, plantea que en el juego de azar todo conmina a que<br />

precisamente el “azar se atasque” – en nuestro ejemplo que el “ocho el negro”<br />

siga saliendo todavía muchas veces más – y esto es lo que genera el vértigo<br />

en los jugadores.<br />

Mas, a su vez lo relevante de todo esto es que Baudrillard nos suministra<br />

así un modo muy convincente de entender algo que, para nuestra mentalidad<br />

racional y lógica, nos puede resultar tan ajeno; me refiero al destino. Sucede<br />

que sobre el pantano del mero azar viene a mandar de pronto una fuerza<br />

inusitada, y ella ha sido llamada desde antiguo con distintos nombres: para los<br />

griegos: la Moira, para los romanos: el Fatum.<br />

98.Según Baudrillard el determinismo es un juguete del destino.


Podríamos decir que desde que los griegos formularan el principio de<br />

causalidad, el azar y lo que se suponía simplemente azaroso fue perdiendo<br />

cada vez más terreno. En cierto modo, en la medida que las posibilidades de<br />

entender por qué la luna tiene sus distintas fases, por qué la marea sube y<br />

baja, por qué hay eclipses solares y lunares, todo ello significó que al azar se le<br />

fue acorralando cada vez más. Pero, también la idea, o más bien, la creencia<br />

en el destino también comenzó a quedar cada vez más fuera del discurso.<br />

A fin de cuentas, quien salió triunfador de estas escaramuzas filosóficas<br />

fue la idea del determinismo. De la formulación del principio de razón suficiente<br />

por parte de Leibniz se desprende que todo lo que es, es como es y se<br />

comporta como se comporta porque tienen que haber razones suficientes para<br />

ello, y esto concierne en definitiva al universo del pasado, del presente y del<br />

futuro, no quedando ningún fenómeno fuera de su alcance.<br />

Podemos considerar azaroso, supongamos, que me haya encontrado<br />

con tal persona a la vuelta de una esquina, mas sabemos de antemano que si<br />

entramos a explicar las motivaciones psicológicas, laborales, o de otra índole,<br />

que explican por qué pasamos precisamente por esa esquina exactamente a<br />

tal hora y en tal segundo, aquello que era aparentemente azaroso se habrá<br />

desvanecido. Lo mismo si consideramos qué es lo que suscita el caminar de<br />

cada uno exactamente a tal velocidad, atendiendo a impulsos eléctricos de los<br />

nervios que se transmiten a los músculos, y demás, también desde esta<br />

perspectiva el azar se habrá esfumado. Y lo mismo si atendemos al flujo<br />

vehicular que había esa mañana del encuentro, la duración de las luces rojas<br />

de los semáforos, que obligaban a que cada uno de nosotros de camino a esa<br />

esquina, nos tuviéramos que detener, si llovía o no, todos estos factores<br />

azarosos se irán también desvaneciendo en esa aparente condición azarosa, al<br />

aplicar a todo ello el principio de razón suficiente.<br />

De tal modo que para nuestra mentalidad racional ¿acaso ha quedado<br />

definitivamente fuera de competencia el destino? Baudrillard nos muestra que<br />

no y abre nuestras mentes a su posibilidad, y ello ocurre para nuestro filósofo<br />

cuando el azar se atasca, cuando insensatamente los sucesos comienzan a<br />

quedarse pegados y se repiten sin explicación posible alguna. En nuestro<br />

ejemplo, supongamos que con esa persona comienzo a encontrarme a diario<br />

exactamente a la misma hora y en el mismo segundo en distintos puntos de la<br />

ciudad, y siempre a la vuelta de una esquina. Entonces se abre y se vuelve a<br />

inaugurar para nosotros la idea del destino, y por cierto respecto de éste, el<br />

determinismo no sería sino un juguete. Como lo plantea Baurillard, si el<br />

determinismo explica un orden natural, que incluye también un orden<br />

probabilístico de las cosas, el destino es el que lo viene a trastornar.<br />

Nuestras existencias se desenvuelven normalmente por unos carriles<br />

deterministas, con nuestras regularidades y rutinas, mas de pronto ese orden<br />

anquilosado se interrumpe y hace su entrada un nuevo regente que se resiste a<br />

toda explicación racional: el destino.<br />

99.Según Baudrillard, el azar es interrumpido por el determinismo, mas el<br />

determinismo es a su vez interrumpido por el destino.


Todo el empeño de la mentalidad racional, lógica y científica humana está en<br />

acorralar el azar, en circunscribirlo, acotarlo, de tal modo que lo que hasta<br />

ahora era en apariencia azaroso, hay una ley que desde aquí en adelante lo<br />

explica. En la medida en que la ciencia avanza, avanza también el<br />

determinismo. El científico experimenta que la fórmula o la ley que propone<br />

hasta las estrellas quedan con sus movimientos, con su corrimiento al rojo en el<br />

espectroscopio, sometidas a la ley, y entonces por muy estrellas que ellas<br />

sean, una vez descubierta la ley, sabremos de antemano que ellas no podrán<br />

hacer sino lo prescrito por la ley.<br />

Al científico le ocurre que prorrumpe en gritos de alborozo (como<br />

Arquímedes gritando: “¡eureka!”) cuando en la secuencia de los fenómenos que<br />

sea el caso lo que hasta ahora se presentaba como meramente azaroso, se<br />

descubre en ello una regularidad, una legalidad, una razón suficiente, ergo una<br />

forma de determinismo. A lo mejor puede ser una “ley metereológica”, que<br />

explica de manera inaugural lo que hasta ahora semejaba el vago e incierto<br />

régimen de lluvias, de la nieve, de la sequía, o de los erráticos tornados. Pero,<br />

como ya dice su solo nombre ‘meteoro-logía’ hay en ello una intuición a priori<br />

de que tras los fenómenos meteóricos del tiempo y el clima tiene que haber un<br />

logos, una razón, una legalidad, una razón suficiente. (Así Heidegger, en la<br />

misma línea sostiene en su obra El principio de razón que lo que sea la ‘biología’,<br />

la ‘geo-logía’, la ‘socio-logía’ suponen en cada caso que hay una razón<br />

suficiente que rige la vida, el planeta Tierra, la sociedad) (cfr. SvG, p. 48 ss.).<br />

De este modo pues sucede que el determinismo, con su logos, su razón,<br />

que le es propia, interrumpe el azar.<br />

Mas, Jean Baudrillard ofrece una sugerente posibilidad de entender algo<br />

que repele a la razón y su determinismo: el destino, precisamente porque lo<br />

interrumpiría. Esto es lo que ocurre cuando algo comienza a repetirse de<br />

manera completamente inexplicable y que puede dar lugar a lo que llamamos<br />

suerte o fortuna, pero también al estigma. Que algo vaya en forma reiterada<br />

bien o mal, sin que podamos echar mano de alguna explicación de ello, esto<br />

abre nuestra mente a algo así como el destino.<br />

100.Jorge Luis Borges poetiza el destino.<br />

¿Será que estamos siempre inmersos en el sucederse de las cosas, creyendo<br />

torpemente que todo ocurre azarosamente? Es cierto que el azar reviste<br />

también su propia fascinación, que nos gozamos precisamente de que las<br />

cosas, por muy importantes que sean, como encontrarse con alguien, conocer<br />

a alguien que será tan importante para nosotros, que todo eso pudiere ser nada<br />

más que casual. Mas, siempre nos queda la duda.<br />

Borges abre nuestras mentes a lo contrario al azar, al encadenamiento<br />

de sucesos a veces muy lejanos en el tiempo y el espacio, y que desde su<br />

trabazón conducen a que ella llegue a la puerta de mi casa a tocar el timbre.<br />

Borges:<br />

"Antes de que suene el presuroso timbre


y abran la puerta, y entres, oh esperada<br />

por la ansiedad, el universo tiene<br />

que haber ejecutado una infinita<br />

serie de actos concretos. Nadie puede<br />

computar ese vértigo, la cifra<br />

de lo que multiplican los espejos,<br />

de sombras que se alargan y regresan,<br />

de pasos que divergen y convergen.<br />

La arena no sabría numerarlos.<br />

(En mi pecho, el reloj de sangre mide<br />

el temeroso tiempo de la espera).<br />

Antes que llegues,<br />

un monje tiene que soñar con un ancla,<br />

un tigre tiene que morir en Sumatra,<br />

nueve hombres tienen que morir en Borneo".<br />

Y este otro que se llama "Las causas":<br />

"Los ponientes y las generaciones.<br />

Los días y ninguno fue el primero.<br />

La frescura del agua en la garganta<br />

de Adán. El ordenado Paraíso.<br />

El ojo descifrando la tiniebla.<br />

El amor de los lobos en el alba.<br />

La palabra. El hexámetro. El espejo.<br />

La Torre de Babel y la soberbia.<br />

La luna que miraban los caldeos.<br />

Las arenas innúmeras del Ganges.<br />

Chuang- Tzu y la mariposa que lo sueña.<br />

Las manzanas de oro de las islas.<br />

Los pasos del errante laberinto.<br />

El infinito lienzo de Penélope.<br />

El tiempo circular de los estoicos.<br />

La moneda en la boca del que ha muerto.


El peso de la espada en la balanza.<br />

Cada gota de agua en la clepsidra.<br />

Las águilas, los fastos, las legiones.<br />

César en la mañana de Farsalia.<br />

La sombra de las cruces en la tierra.<br />

El ajedrez y el álgebra del persa.<br />

Los rastros de las largas migraciones.<br />

La conquista de reinos por la espada.<br />

La brújula incesante. El mar abierto.<br />

El eco del reloj en la memoria.<br />

El rey ajusticiado por el hacha.<br />

El polvo incalculable que fue ejércitos.<br />

La voz del ruiseñor en Dinamarca.<br />

La escrupulosa línea del calígrafo.<br />

El rostro del suicida en el espejo.<br />

El naipe del tahúr. El oro ávido.<br />

Las formas de la nube en el desierto.<br />

Cada arabesco del calidoscopio.<br />

Cada remordimiento y cada lágrima.<br />

Se precisaron todas esas cosas<br />

para que nuestras manos se encontraran"<br />

101.Pensemos en el determinismo con apoyo en el ajedrez.<br />

La pasión, el hechizo del ajedrez están sin duda en seguir los vericuetos de<br />

una lógica implacable, en adelantarse a la secuencia absolutamente lógica de<br />

las movidas que tendrían que conducir inexorablemente al jaque mate. Pues<br />

bien, como en esa aventura, en esa anticipación de la secuencia secreta de<br />

algo que no es al fin y al cabo otra cosa que una figura de un determinismo<br />

lógico-matemático, justamente en vistas del descubrimiento de ese orden<br />

superior, advertimos que en verdad el determinismo se presenta en capas o<br />

niveles que se superponen. Por ejemplo, dentro de las posibilidades de<br />

anticipación de jugadas, el jugador alcanza a vislumbrar con su mente que<br />

ahora corresponde tal jugada, y la ejecuta. Pero, dentro de órdenes superiores<br />

que él no alcanza a ver, y probablemente tampoco su contrincante, tal vez es<br />

mejor otra jugada.<br />

Y valga esta comparación con la ciencia: en ella también el<br />

determinismo se presentaría al modo de esas capas o niveles: las paralelas


dejan de ser tales en la geometría no euclidanea, en lo macrocósmico, ya que<br />

el espacio sería curvo.<br />

Ello nos permite darnos cuenta que aquello que Kuhn ha pensado como<br />

cambio de paradigmas en la ciencia supone al mismo tiempo que al<br />

determinismo se lo va reconociendo en órdenes cada vez más amplios, como<br />

lo que sucede en el paso del geocentrismo al heliocentrismo, y de ahí al<br />

supuesto de que la vía láctea sería el centro, para aterrizar finalmente, como<br />

sería lo válido en la actualidad, en un sistema sin centro. Mas, en principio es<br />

perfectamente posible que a futuro se descubra algún centro del universo, tal<br />

vez en un hoyo negro, debido a lo cual advertiríamos que estamos desde ese<br />

momento en adelante bajo otra legalidad y otra forma de determinismo.<br />

Estas consideraciones en torno al ajedrez y la ciencia nos llevan al final<br />

a una reflexión más radical, y que es la siguiente: el determinismo se deja<br />

conocer porque por cierto se describe una determinada regularidad de<br />

fenómenos, mas esta regularidad de fenómenos es a su vez el resultado de<br />

regularidades que se explican a partir de órdenes también deterministas<br />

superiores, y en principio esto no tendría por qué detenerse, de tal manera que<br />

esos órdenes serían infinitos. Esto significa que lo que haya definitivamente<br />

tras la legalidad universal, esos determinismos superpuestos, en principio<br />

incluso infinitos, no se deje conocer jamás.<br />

Si se quiere, lo que se descubre con ello es en definitiva el misterio de lo<br />

que los griegos llamaron lógos, la razón de la cual participa el hombre y que lo<br />

hace ser un “animal racional”, un “animal poseedor de logos”, pero ello en tanto<br />

nada más participa del logos cósmico universal.<br />

102.¿Pesimismo en el estoicismo?<br />

Tal vez como una herencia del pesimismo que encontramos en la Grecia<br />

antigua, el estoicismo romano tiene significativamente esta impronta. En los<br />

Soliloquios de Marco Aurelio encontramos muchos <strong>pensamientos</strong> que trasuntan<br />

esa visión pesimista del mundo. Escuchemos:<br />

“Pues bien, encamina tus pasos a los objetos sometidos a la experiencia;<br />

¡cuán efímeros son, sin valor y capaces de estar en posesión de un libertino, de<br />

una prostituta o de un pirata! A continuación, pasa a indagar el carácter de los<br />

que contigo viven: a duras penas se puede soportar al más agradable de éstos,<br />

por no decir que incluso a sí mismo se soporta uno con dificultad. Así, pues, en<br />

medio de tal oscuridad y suciedad, y de tan gran flujo de la sustancia y del<br />

tiempo, del movimiento y de los objetos movidos, no concibo qué cosa puede ser<br />

especialmente estimada o, en suma, objeto de nuestros afanes. Por el contrario,<br />

es preciso exhortarse a sí mismo y esperar la desintegración natural, y no<br />

inquietarse por su demora/.../”.<br />

Más aún, hay un aire de desprecio por el mundo, por la ruindad de lo<br />

material. Marco Aurelio: “Todo es lo mismo; habitual por la experiencia, efímero<br />

por el tiempo y ruin por la materia” (S, IX, 14, p. 166).<br />

Igual, cómo no reconocer que estas reflexiones siempre le han dicho<br />

mucho al hombre. Por eso no es casual que el tango en general y en particular el<br />

tango “Cambalache” se nos venga a la memoria al leer esos pasajes aurelianos.


Es más, me atrevería a decir que siempre se presenta esta experiencia de la<br />

ruindad de lo material. Y esta visión escéptica y pesimista igual cobra hoy nueva<br />

fuerza, al observar tantos fenómenos de la cotidianidad: que alguien va a un<br />

programa de la televisión a hablar de las infidelidades de su esposa (por lo cual<br />

de seguro que más encima le pagan); que los escándalos en torno a la pedofilia<br />

en los últimos años en el mundo han sido más allá de lo imaginable; que en los<br />

actos terroristas mueren centenares y hasta miles de inocentes. Los ejemplos<br />

obviamente sobran.<br />

Mas, en el estoicismo la visión pesimista llega a ser tan extrema que es<br />

reconocible en él el fenómeno de “des-mundanación” (“Entweltlichung”), olvido y<br />

desprecio del mundo, así llamado por Karl Löwith, y que habría comenzado con el<br />

supuesto de que hay otro mundo trascendente en el que estaría la verdad, el ser,<br />

el bien e incluso el sentido último de la existencia humana. Pero, la atmósfera de<br />

ese menosprecio por el mundo en Marco Aurelio y en el estoicismo no es<br />

explicable en función del mentado establecimiento de la trascendencia, sino<br />

únicamente de acuerdo a una mirada distanciada, escéptica y pesimista del<br />

acontecer mundano presente y de todos los tiempos.<br />

Aún así, cabe reconocer que el pesimismo fatalista en discusión es a ratos<br />

aminorado por algunas observaciones, por lo cual no se tematiza únicamente una<br />

resignación ante un fatalismo cerrado. Es así como encontramos igualmente<br />

llamados a la acción en pro del bien común, superando así, al menos en parte,<br />

otro de los rasgos aparentes de la escuela estoica: el quietismo. En este contexto<br />

nos dice el filósofo-emperador romano que “el arte de vivir se asemeja más a la<br />

lucha que a la danza” .<br />

103.También en el estoicismo ya se trataba de “poner la otra mejilla”.<br />

Aparentemente el estoico romano Séneca se habría convertido al cristianismo. En<br />

todo caso, esto es algo que hasta el día de hoy sigue estando en discusión. Mas,<br />

Marco Aurelio, el filósofo estoico que fuera también emperador de Roma, hizo<br />

perseguir a los cristianos. Aún así, encontramos rasgos en su pensamiento que lo<br />

acercan al cristianismo. Desde luego, cabe destacar en primer lugar en relación a<br />

esto que el denominador común que puede haber entre ambos, se debe a que<br />

ellos están bajo la influencia del platonismo. Ello se traduce en el reconocimiento<br />

de que el hombre tendría que buscar la verdad en sí mismo y que ello a la vez es<br />

únicamente posible en la medida en que ante todo se dedica a purificar su alma:<br />

la catarsis. En efecto, estos rasgos platónicos se presentan tanto en el<br />

cristianismo como en el estoicismo, aunque en cada uno se desarrollan en<br />

distintas direcciones.<br />

Y así también en el contexto del pensamiento platónico, en este caso, en<br />

lo que corresponde a palabras de Sócrates, encontramos también una<br />

anticipación de la propuesta cristiana del “poner la otra mejilla”; en efecto, en el<br />

diálogo Gorgias de Platón leemos las palabras de su maestro que dicen que más<br />

vale padecer injusticia que cometerla. Ello es desarrollado en el contexto de la<br />

toma de conciencia de que si respondemos a la injusticia, supongamos aquella<br />

suscitada por la violencia, con más violencia, entonces entramos en un círculo<br />

infernal del que no hay salida. Únicamente en la medida en que estimamos como<br />

más encomiable padecer la injusticia que cometerla, estamos en condiciones de<br />

salir de aquel círculo infernal.


Y el “poner la otra mejilla” encuentra también en los Soliloquios su<br />

expresión. Escuchemos con la particular delicadeza y fina consideración moral<br />

con que expresa esto su autor, Marco Aurelio:<br />

“¿Me despreciará alguien? El verá. Yo, por mi parte, estaré a la<br />

expectativa para no ser sorprendido haciendo o diciendo algo merecedor de<br />

desprecio. ¿Me odiará? El verá. Pero yo seré benévolo y afable con todo el<br />

mundo, e incluso con ese mismo estaré dispuesto a demostrarle lo que<br />

menosprecia, sin insolencia, sin tampoco hacer alarde de mi tolerancia, sino<br />

sincera y amigablemente /.../”.<br />

104.La forma particular de relacionarse el estoicismo con la muerte.<br />

Los estoicos tuvieron una relación tan peculiar con la muerte que parte de su<br />

doctrina incluía el suicidio. Y como su filosofía era significativamente una forma<br />

de vida, de formación del alma y de un modo de ser, precisamente estoico, en<br />

consecuencia con ello, ellos también hacían efectivamente la aceptación del<br />

suicidio y muchos de ellos se suicidaban.<br />

Mas, el trasfondo que hay en esta aceptación del suicidio es su idea de un<br />

memento mori, equivaliendo esto último a una expresión que se ha constituido en<br />

parte de la terminología filosófica, y que significa “¡Recuerda que has de morir!”.<br />

Pues bien, lo sustancial de este memento mori estoico se manifiesta como una<br />

perpetua preparación a morir, mas ello a su vez en el sentido de estar a tal punto<br />

completo, entero, íntegro, con el alma cabalmente purificada, que puedas morir<br />

aunque ello tenga que suceder en el acto.<br />

Si el pensamiento filosófico del estoicismo tuvo en su época una<br />

extraordinaria fuerza que permitió que no solamente alguien que estaba<br />

destinado a ser emperador de Roma, como Marco Aurelio, sino también un<br />

esclavo liberto, como Epicteto se formaran y vivieran de acuerdo con los<br />

preceptos de la Escuela del Pórtico, ello sin duda se debe también a este<br />

particular memento mori: debes estar tan entero que estés preparado para morir<br />

en el acto y en cualquier instante.<br />

Y así podemos imaginarnos a Marco Aurelio en sus incesantes campañas<br />

militares, librando batallas en las orillas del Danubio, dirigiéndose a Siria, o en las<br />

cercanías de Viena, siempre preparado para morir, y será en este último lugar<br />

donde finalmente en efecto morirá. En su obra, Soliloquios, se presenta esta idea<br />

de la perpetua preparación a la muerte como asociada con la propiedad del alma<br />

del completarse, al poder siempre recoger sus frutos. Escuchemos:<br />

"Las propiedades del alma racional: se ve a sí misma, se analiza a sí<br />

misma, se desarrolla como quiere, recoge ella misma el fruto que produce<br />

(porque los frutos de las plantas y los productos de los animales otros los<br />

recogen), alcanza su propio fin, en cualquier momento que se presente el fin de<br />

su vida. No queda incompleta la acción entera /.../, sino que en todas partes y<br />

dondequiera que se la sorprenda, colma y cumple sin deficiencias su propósito,<br />

de modo que puede afirmar: "Recojo lo mío"" (S, XI, 1, p. 193).<br />

105.En lo fundamental, Heráclito desarrolló argumentos de enlace.<br />

Chaim Perelman en su Tratado de la argumentación plantea como cada cual<br />

construye su mundo, lo que para él importa, le inquieta, le preocupa, le atrae o<br />

le repele, sobre la base de la argumentación. Él distingue entre muchas


técnicas argumentativas. Su conocimiento contribuye sin duda no sólo a tomar<br />

conciencia de nuestra relación con el mundo y con los otros, sino también a<br />

fortalecerla y mejorarla.<br />

Así, por ejemplo, la técnica argumentativa de enlace de nociones.<br />

Citando a Gurwitsch, y como ejemplo de enlace, leemos en el Tratado de la<br />

argumentación lo siguiente: “La muerte no tiene un ser distinto que la separa de<br />

la vida; sino que sólo es una vida que se acaba”.<br />

Similar argumento encontramos en Heráclito y su pensamiento de la<br />

lucha de contrarios, siguiendo el cual nos muestra, como en este caso, que la<br />

muerte no es sino parte de la vida, agregando de manera lapidaria que<br />

únicamente los necios hacen la separación. Así también, el día y la noche, lo<br />

fuerte y lo débil, e incluso la justicia y la injusticia, como el bien y el mal, son<br />

también uno sólo: uno es precisamente el logos, la razón que los mantiene en<br />

sugestiva unión, pese a su aparente contrariedad y oposición. En efecto, sin el<br />

contraste con lo pequeño no podría haber lo grande, sin lo débil lo fuerte, como<br />

sin el mal el bien. Se trata, como dice en otro aforismo, no de escucharlo a él –<br />

Heráclito – sino al logos y reconoceremos que todo es uno.<br />

Pero así como hay argumentos de enlace, hay otros que son de<br />

disociación de nociones. Por ejemplo, como ha sido objeto de interminables<br />

discusiones y que ha dado lugar a muchos enfrentamientos, controversias y<br />

luchas históricas: disociar el matrimonio como determinado únicamente como<br />

matrimonio católico, como también por cierto la posibilidad de matrimonio entre<br />

un judío y una cristiana o musulmana. Y también se aplica la técnica disociativa<br />

cuando se excluye a la mujer del derecho a voto.<br />

Como se observa tan sólo a través de la consideración de enlace y<br />

disociación la argumentación resulta ser constructora no sólo de la historia,<br />

sino de cómo se desenvuelven nuestras vidas individuales y tanto el enlace<br />

como la disociación de nociones son en parte responsables de cambios que<br />

traen consigo potenciales conflictos o acuerdos, rupturas o conciliaciones.<br />

106.La retórica nos enseña también a cómo enfrentar la incompatibilidad.<br />

Desde un punto de vista retórico es distinto enfrentar una contradicción, lo cual<br />

se traduce normalmente en un rechazo hacia ella, por resultar insostenible, que<br />

enfrentar una incompatibilidad. Esto es más complejo y nos concierne a diario.<br />

Por ejemplo, en cuanto a la Guerra contra Irak, al Presidente Ricardo Lagos le<br />

tocó enfrentar la incompatibilidad en relación con la posición chilena entre el<br />

rechazo a esa guerra y la necesidad de la aprobación de Tratado de Libre<br />

Comercio con Estados Unidos. Si analizamos como lo hizo, diríamos que fue<br />

una salida muy inteligente y prudente, ya que si bien no fue expresis verbis un<br />

rechazo categórico a la invasión de Irak, ya que llamaba a darse un plazo<br />

razonable antes de emprender aquello, sin embargo igual esa posición chilena<br />

se entendió como rechazo. Y, visto desde el otro ángulo: como en términos<br />

formales no se trató de un rechazo categórico, la consecuencia de ello es que<br />

la relación con Estados Unidos no se vio afectada, ni tampoco el Tratado.<br />

También podemos pensar en otro conflicto vinculado con nuestro país: el<br />

que se refiere a mar por gas, por el lado de Bolivia, mientras que por el lado de<br />

Chile ambos asuntos se presentan como incompatibles. Y, cabe agregar, que<br />

justamente se intenta encontrar una salida a esta incompatibilidad, respecto de<br />

lo cual todavía no hay luces.


Otro ejemplo tomado del Tratado de la argumentación de Perelman se<br />

refiere a William Pitt, ministro inglés de Jorge III, a quien le sirvió<br />

especialmente, puesto que el rey estuvo aquejado de demencia durante un<br />

tiempo. En un discurso de 1796, Pitt exige optar por una de dos alternativas<br />

que están en juego, respecto de un conflicto bélico; ambas no pueden decidirse<br />

conjuntamente. Pitt dice:<br />

“/…/ los calificativos “pronta y honorable” se vuelven entonces<br />

incompatibles. En este caso, debemos elegir uno de los términos de la<br />

alternativa. Si adoptamos la moción, no podemos tener una paz “pronta y<br />

honorable””.<br />

Es decir, Pitt muestra con ello que hay una incompatibilidad entre una<br />

paz que se obtenga pronto y que al mismo tiempo esos términos de paz<br />

puedan ser honorables. Con ello plantea que la salida a la incompatibilidad en<br />

cuestión está en optar por una de ambas alternativas.<br />

Perelman plantea a su vez que la incompatibilidad suele ser nada más<br />

que una cuestión personal, tal vez incluso pasajera. Sin embargo, agrega, la<br />

incompatibilidad personal a veces es tal que conviene tomarla como una ley de<br />

la naturaleza, diciendo a propósito de esto lo siguiente:<br />

“Es difícil ser neutral entre mujeres que son amigas nuestras por igual,<br />

aunque entre ellas hayan roto su amistad por motivos en los que no tenemos<br />

nada que ver; con frecuencia, es preciso elegir entre ellas, o perderlas a<br />

ambas”.<br />

Como observamos, esta situación es muy singular, ya que, suponemos<br />

de antemano que, en contraste con otras incompatibilidades, por ejemplo, de<br />

carácter internacional, como la que recién comentábamos, sin embargo ésta<br />

parece ser y de hecho es mucho más compleja.<br />

107.Quién tiene la prerrogativa de entrar primero a la Iglesia: ¿el rey o el<br />

cardenal?<br />

El profesor y amigo mío Richard Wisser, profesor emérito de la Universidad<br />

Johannes-Gutenberg de Maguncia en Alemania, con ocasión invitarme a<br />

Worms, su ciudad natal y donde vive actualmente, me enseñaba su bella e<br />

interesante ciudad a las orillas del Rin. El relataba no sólo que, de acuerdo a la<br />

leyenda, en esta parte del río estaría el anillo de los Nibelungos, sino que<br />

también me hacía ver en qué medida el Rin era como la arteria de Alemania, y<br />

que en su historia, como en la época de Carlo Magno, ya sea que se tratara de<br />

elegir por parte de los Príncipes electores al Kaiser y coronarlo, de alguna<br />

forma de asamblea, o de la muerte y funeral del Kaiser, todo esto sucedía en<br />

las orillas del Rin, en ciudades como Aquisgrán, Maguncia, Worms o Speyer.<br />

Pues bien, de pronto nos encontrábamos ante la catedral “San Martín”<br />

de Worms y él me cuenta que en este lugar el oficial romano Martín, que ya<br />

había entrado en contacto con cristianos todavía perseguidos, junto con su<br />

legión tuvo que hacer el juramento a César, diciendo precisamente que era<br />

“miles caesari”, “soldado del César”, mas él dijo que era “miles cristi”, “soldado<br />

de Cristo”, razón por la cual fue decapitado en el acto en este mismo lugar en<br />

que ahora se ve la catedral que lleva su nombre.<br />

Y luego el profesor Wisser me muestra como en esta catedral se le dio<br />

arquitectónicamente una solución satisfactoria al derecho de (Vortrittsrecht),<br />

que alude a quien tiene derecho a entrar primero a un lugar, en este caso a la


catedral: si el rey o el cardenal. Y ello se refleja en iguales portales por los<br />

lados de la Iglesia, como también dos tronos: uno detrás del altar y el otro al<br />

extremo opuesto, que eran exactamente iguales, para el rey y el cardenal.<br />

Desde un punto de vista retórico interesa considerar cómo enfrentamos<br />

posibles incompatibilidades, en este caso en lo relativo al derecho de prelación,<br />

en que simplemente se trata de quién entra primero, si el cardenal o el rey, y<br />

ello naturalmente está en el contexto de la antigua no-separación que había<br />

entre iglesia y estado. Su separación será recién un fenómeno de los tiempos<br />

modernos.<br />

Si bien atendemos a esto, estamos siempre enfrentando<br />

incompatibilidades, y sin la estricta necesidad de seguir un curso de retórica,<br />

improvisamos salidas o soluciones para salir del paso, las cuales<br />

frecuentemente resultan. Así por ejemplo, si tenemos un invitado en nuestra<br />

casa que tiene ideas políticas en extremo opuestas a las nuestras, es probable<br />

que para no tornar desagradable el encuentro, sobre todo si hay más invitados,<br />

no toquemos ningún tema político, sabiendo por lo demás de antemano que<br />

seguramente ninguno de los dos cederá a sus respectivas posiciones. Ello<br />

tiene que ver naturalmente no sólo con cierto tacto diplomático, sino también –<br />

cómo no – con el fingimiento, de modo similar al ejemplo que pone Perelman,<br />

cuando al entrar a un baño nos encontramos con una mujer desnuda, nuestra<br />

manera de salir de esa incompatibilidad inesperada que se ha presentado,<br />

suele ser fingiendo que no hemos visto nada.<br />

108.Es curioso: hay argumentos que se devoran a sí mismos.<br />

Chaim Perelman en su por él llamada “nueva retórica” distingue unos<br />

argumentos que denomina de retorsión y cuya característica es que son de<br />

“autofagia”, es decir argumentos que se devoran a sí mismos, se autofagocitan.<br />

El primero y tal vez más sobresaliente de la tradición que cabría mencionar es<br />

el que corresponde al principio de no-contradicción formulado por Aristóteles, y<br />

que de acuerdo a como él lo plantea en el Libro Gamma de su Metafísica, este<br />

principio es irrefutable, ya que quien lo contradice tiene que asumirlo, si no<br />

quiere a su vez contradecirse a sí mismo respecto de su propia refutación.<br />

Lo mismo cabría decir de la negación de la verdad que hace Nietzsche.<br />

Resulta que ello supone que eso mismo que él está sosteniendo en su<br />

negación de la verdad, tendría que ser verdadero.<br />

También cabe citar a Heidegger criticando el principio de razón<br />

suficiente de Leibniz, que establece que todo lo que es y todo lo que sucede<br />

debe tener razones siquiera suficientes para que sea como es. De acuerdo con<br />

ello, todo el universo del pasado, del presente y del futuro, queda sometido a<br />

este principio. Mas que todo tenga un fundamento o razón suficiente, supone,<br />

siguiendo a Heidegger, que lo único que carece de ello es el fundamento<br />

mismo.<br />

También hacia finales de El ser y la nada de Sartre leemos que al<br />

hombre le cabe una responsabilidad sobre todas las cosas humanas que<br />

ocurren, pero de lo único que no sería responsable es de que es responsable.<br />

Aquí la responsabilidad se muerde la cola, como antes lo hacía el fundamento<br />

o la verdad.<br />

Si bien es cierto que estos argumentos técnicamente corresponden a<br />

argumentos de retorsión y autofagia, al mismo tiempo se pueden ver como


expresión de círculos hermenéuticos, que son aquellos en los que el<br />

pensamiento y el lenguaje entran cuando llegan a las fronteras de lo pensable y<br />

decible.<br />

Mas, centrémonos propiamente en los argumentos que en estricto rigor<br />

son de retorsión y que se autofagocitan. Recurramos a algunos ejemplos de<br />

Perelman. Precisamente haciendo ver que se está ante un argumento de este<br />

tipo se puede criticar la ley francesa que autoriza la anarquía. O como hoy en<br />

Alemania, lo que tiene que ver con el problema de la legalización de partidos<br />

neo-nazis, cuando ellos mismos niegan la democracia.<br />

Así también está en juego la retorsión cuando el estoico Epicteto replica<br />

a Epicuro en cuanto a la afirmación de abandonar los hijos: él mismo no habría<br />

sido abandonado por sus padres, aún diciendo aquello.<br />

109.El ridículo: una de las herramientas retóricas más poderosas.<br />

Cuando uno lee los diálogos platónicos, en los que el personaje e interlocutor<br />

principal es Sócrates, no deja de tener la impresión que si bien él critica a los<br />

sofistas, que son maestros en retórica, el propio Sócrates parece ser él más<br />

sofista y el más retórico de todos. Está impresión tiene probablemente alguna<br />

justificación ante todo en el hecho de su arte mayéutica, es decir, su arte de dar<br />

a luz la verdad, a través de unos pasos, entre los cuales se cuenta no sólo la<br />

lisonja, el encomio, sino también la ironía, y aparejada con ella, el ridículo. En<br />

otras palabras, primero se encomia a algún posible interlocutor, como por<br />

ejemplo, puede ser un general, que mejor que nadie tendría que saber qué es<br />

la valentía. Como el general habla únicamente de casos de valentía, como el<br />

de Ulises en el vientre del inmenso caballo de madera entrando en calidad de<br />

regalo a Troya, y otros, y por tratarse únicamente de ejemplos, Sócrates<br />

refutará al general, aplicando primero la ironía y el ridículo, en vistas de hablar<br />

a lo más sólo de casos de valentía, pero no de lo que define la valentía misma,<br />

y que precede a cualquier acto de valentía.<br />

Nos interesa aquí el ridículo, que es precisamente una de las<br />

herramientas retóricas más poderosas. Ante todo cabría aducir al respecto que<br />

el ridículo es hasta cierto punto inevitable desde el momento que al demostrarle<br />

al otro con argumentos sólidos que está equivocado y de que probablemente<br />

lleva más encima mucho tiempo aferrado a un error que no ha podido detectar<br />

por sí mismo, y que además es necesario que ahora otro se lo enrostre. Por lo<br />

general aquella persona que es objetada tendrá una sensación de ridículo,<br />

máxime si la objeción se suscita en forma pública.<br />

Chaim Perelman apunta varios aspectos del ridículo que contribuyen a<br />

delimitarlo y a observarlo en su justa proporción. Veamos esto punto por punto:<br />

1.El ridículo sería el arma más importante en la argumentación.<br />

2.El ridículo tiene que ver con una risa de exclusión, y hay que precisar<br />

que ésta no es cualquier risa, sino una con aires de sarcasmo.<br />

3.El ridículo ha sido lamentablemente utilizado como método<br />

pedagógico, y habría que agregar: en una medida más allá de lo razonable, lo<br />

cual de seguro que ha llevado a la educación y la pedagogía por un camino<br />

que ha provocado efectos muy negativos en lo que se refiere al desarrollo de la<br />

personalidad del alumno.<br />

4.No se pone en ridículo a quien no disfruta de ningún crédito. En<br />

efecto, podría decirse que justamente debido a esto no es conveniente utilizar


el ridículo como método pedagógico. Poner en ridículo a un alumno, todavía en<br />

proceso de crecimiento y maduración, es algo muy negativo para él, por cuanto<br />

no tiene todavía armas para defenderse.<br />

5.El ridículo desde luego que puede llegar a ser una forma de<br />

descalificación, y es por ello que, si él suele resultar inevitablemente de<br />

nuestras argumentaciones, sobre todo cuando éstas se desarrollan como<br />

objeciones, entonces es conveniente dosificar el ridículo en su justa medida.<br />

6.También sucede que uno mismo se expone al ridículo con el fin de<br />

averiguar si lo planteado es completamente contrario a lo que se estima sobre<br />

ello.<br />

7.De por sí hace el ridículo quien se opone a la lógica o a la experiencia.<br />

Lo mismo sucede con la oposición a la norma o a lo razonable.<br />

Terminemos con un ejemplo de Perelman que dice que se descalifican<br />

argumentos en función de que sus consecuencias llevan al ridículo: por<br />

ejemplo, el argumento en contra de la reencarnación, porque, si la hubiera:<br />

¿dónde habría tanta gente?<br />

110. No deja de sorprender que la argumentación se relacione con el ridículo.<br />

En efecto, es sorprendente que desde un punto de vista retórico el ridículo, en<br />

cuanto a poner o dejar en ridículo a otro, al interlocutor, al objetante, al<br />

contradictor de las tesis que sostenemos, juegue un papel. Mas, no cabe<br />

constatar sino simplemente de que ello es así, y es ilusorio pretender que no.<br />

En una reunión de trabajo, en un consejo, comité o directorio, cada unos de sus<br />

miembros experimenta esto en vivo. Quien aventura una tesis y la pone sobre<br />

el tapete de discusión, se arriesga a ser objetado, y junto con ello experimentar<br />

una sensación de ridículo. De uno u otro modo sentirá que su prestigio ganado<br />

merecidamente, es puesto en cuestión. Ha planteado algo que a él lo<br />

convencía plenamente; es más, se trata de un planteamiento que él fue<br />

elaborando con bastante antelación y cuidado y en cinco minutos un potencial<br />

objetante deja su planteamiento por el suelo, como que carece de suficiente<br />

asidero, fundamentación o justificación, que es poco realista, que tal vez traería<br />

consigo consecuencias contrarias a las esperadas, y todo ello naturalmente no<br />

puede sino hacer que nuestro sostenedor del planteamiento se sonroje, se irrite<br />

quizá, se moleste. La autoestima que se tiene se ve seriamente afectada y por<br />

cierto presiente también que la estima que tienen los otros interlocutores ,<br />

auditores o miembros del comité, de él.<br />

Claro está, la retórica se despliega en este mundo. Desde la mirada de<br />

Chaim Perelman ella se despliega sobre todo como argumentación que permite<br />

construir nuestro mundo y lo que llamamos “realidad”. Y las argumentaciones<br />

están por cierto expuestas a contra-argumentaciones y es en ese ir y venir de<br />

los argumentos, en sus posibles conflictos de unos con otros, en las<br />

controversias y discusiones, donde se hace presente el ridículo. Si bien lo<br />

analizamos, él juega un papel tan crucial que muchas veces la timidez de<br />

alguien está fuertemente suscitada por el temor al ridículo, ya que<br />

indudablemente la lesión psíquica que él suele causar puede ser grande,<br />

precisamente porque él afecta la auto-estima y la estima de los otros. En<br />

verdad, ambas estimas se entrelazan, ya que visiblemente la auto-estima está<br />

en dependencia de la estima que nos tienen los demás.


Es por ello que no sorprende que el ridículo haya jugado un papel en las<br />

discusiones de Sócrates con los sofistas, en este caso asociado con la ironía. Y<br />

fijémonos, a propósito de esto, como entre ridículo e ironía hay un nexo<br />

evidente. La ironía suscita el ridículo. En todo caso, cabe recordar que la ironía<br />

socrática tenía un claro propósito pedagógico como, por otra parte, si algo<br />

caracteriza a éste que es uno de los maestros de Occidente, es su afanosa<br />

búsqueda de la verdad, de tal modo que la ironía se articula en función de esa<br />

búsqueda.<br />

Por supuesto todo depende de cómo se gradúen y se presenten la ironía<br />

y el ridículo, Sin duda alguna que un genuino maestro procurará evitar que al<br />

objetar la tesis insostenible que presenta el alumno o incluso un colega, dejar a<br />

cualquiera de ellos en un ostentoso ridículo. Mas, ciertamente entre los<br />

parlamentarios, que representan distintas corrientes de opinión, las cosas<br />

pueden ser mucho más crudas e implacables. Y a veces así se da también en<br />

los ámbitos académicos, especialmente en los Congresos en que suele ocurrir<br />

que una ponencia es simplemente destrozada por algún posible objetante.<br />

111.El prestigio nos defiende del ridículo.<br />

Uno de los puntos más relevantes y sugerentes del pensamiento de Chaim<br />

Perelman sobre la retórica es que nos hace ver que el mundo es siempre el<br />

resultado de nuestros argumentos y argumentaciones, teniendo en cuenta que<br />

lo que distingue al argumento de la argumentación es simplemente que la<br />

segunda viene a ser la exposición de varios argumentos que se encadenan<br />

entre sí.<br />

Ahora bien, siendo así, la retórica tiene que basarse en los códigos y los<br />

valores que rigen en el mundo, como, asociado con ello, qué es lo que los<br />

hombres aprecian, menosprecian o desprecian, y ello por cierto atendiendo a<br />

cada comunidad y sociedad en la que se está inserto. Es por ello también que<br />

la retórica está en dependencia de las ideas y creencias, de las concepciones<br />

de mundo que se dan en cada época y lugar. Distintos son los códigos en el<br />

mundo musulmán que en el cristiano, en Estados Unidos que en Europa, y a su<br />

vez son otros los que hay en el Lejano Oriente que en Latinoamérica, y demás.<br />

Tomando esto en consideración, es comprensible que Platón haya situado a la<br />

retórica en el mundo de las apariencias, de las meras opiniones, de lo que no<br />

alcanza al mundo de las ideas, en el que está el ser y la verdad de todo.<br />

Mas, la retórica en verdad no se limita únicamente a los códigos<br />

establecidos y en uso. Ella inaugura a la vez otros nuevos, y así lo podemos<br />

observar hoy en día en la publicidad y los medios de comunicación. La retórica<br />

tiene por ello una nítida ingerencia en la proyección de mundo.<br />

A partir de esta inserción de la retórica en el mundo cotidiano y concreto,<br />

con sus poderes fácticos establecidos, se entiende que, por ejemplo, el ridículo<br />

pueda jugar un papel en la retórica, y que sucede que todos los argumentos<br />

que exponemos a los otros, están expuestos a ser puestos en ridículo, y con<br />

ello, directa o indirectamente, nosotros mismos que los hemos expuesto. El<br />

filósofo de la retórica Perelman plantea que el prestigio, ante todo, nos defiende<br />

del ridículo. Por ejemplo, si los argumentos de Gandhi parecían precisamente<br />

ridículos, a saber, el enfrentamiento del poder establecido siguiendo el camino<br />

de la no-violencia, en la medida en que Gandhi triunfó con esa estrategia, ganó


con ello prestigio y reconocimiento, con lo cual quedó a la salvaguardia del<br />

ridículo.<br />

Leamos lo que dice al respecto Isócrates, uno de los autores eminentes<br />

de la retórica en la tradición:<br />

“El prestigio del jefe se mide por su capacidad de imponer reglas que<br />

parezcan ridículas y obligar a sus subordinados a que las admitan”.<br />

Y agrega Perelman que así también todo lo que se refiere a la religión<br />

goza de un máximo prestigio, y asimismo las palabras de un profeta, quedando<br />

por ello también protegida del ridículo. Y agrega Perelman que, aunque se trate<br />

del “credo quia absurdum est”, “creo porque es absurdo”, formulado por<br />

Tertuliano, aunque ello repela justamente a la razón, también queda al amparo<br />

del ridículo.<br />

En todo caso, da la impresión que aparte del prestigio hay muchos<br />

fenómenos que nos protegen del ridículo. Mas, si decimos la edad, el investir<br />

alguna forma de autoridad – como ser no solamente presidente, ministro,<br />

embajador, obispo, sino ser padre o madre, juez, profesor, médico, y otros –<br />

podemos observar que también todo remite al prestigio. Y agreguemos más,<br />

aunque se trate del dinero, de alguien acaudalado, también en éste como en<br />

todos los casos anteriores, es siempre el prestigio lo determinante, lo que nos<br />

pone al resguardo del ridículo.<br />

Mas, naturalmente a lo que apuesta una genuina retórica, como la que<br />

concibe Perelman, a la que llama “nueva retórica”, es a que sea más bien la<br />

argumentación por sí sola lo decisivo, y que las cosas no estén decididas de<br />

antemano en función de lo establecido, en definitiva de lo que puede ser nada<br />

más que conservador, reaccionario y retrógrado, y el prestigio, como toda<br />

suerte de prerrogativas, suele ir de la mano con todo aquello.<br />

Sin embargo, igual corresponde agregar que del prestigio no nos<br />

libraremos jamás. Nada más pueden cambiar las prerrogativas que trae<br />

consigo, pero el prestigio tiene naturalmente su propia justificación. Y entonces<br />

lo inevitable será siempre que quien goza de menos prestigio tienda a<br />

experimentar y sufrir el ridículo. Y, como hemos visto, tampoco la<br />

argumentación se libra de ello: por cierto que gana en prestigio quien<br />

argumenta mejor.<br />

112.En torno a la crítica al esencialismo.<br />

En los últimos años la crítica al esencialismo se ha convertido en un lugar<br />

común. A través de ella, se pretende dejar fuera de lugar al concepto de<br />

esencia, restándole cualquier posibilidad de justificación y legitimación. Mas,<br />

cuando analizamos rigurosamente esta crítica, advertimos que carece de base.<br />

De uno u otro modo, lo que define a algo está en juego prácticamente en toda<br />

discusión y en todo análisis de un fenómeno. Por ejemplo, si se trata de una<br />

discusión en torno a lo que es el capitalismo, se trata de considerar lo que<br />

definiría esencialmente al capitalismo.<br />

A partir de ello se entiende que Perelman y Olbrechts Tyteca en su<br />

Tratado de la argumentación critique la concepción de John Stuart Mill de que<br />

las definiciones serían arbitrarias. Perelman plantea que, si las definiciones son<br />

arbitrarias, por ejemplo en su obra El utilitarismo en la que se intenta definir<br />

adecuadamente ese término ¿esa definición también sería arbitraria? Y<br />

Perelman responde a ello por supuesto que no.


Lo mismo, si se trata de definir, supongamos, el Estado, también se trata<br />

de sacar a la luz lo que lo define esencialmente, esto es, ni más ni menos que<br />

su esencia; en este caso, lo que cabe considerar es si el Estado es no<br />

solamente un Estado docente, sino también un Estado garante del orden<br />

institucional, si es también un Estado fuerte económicamente, o si esto último<br />

justamente resulta muy criticable.<br />

Mas, este mismo ejemplo nos hace ver que si hablamos de la legitimidad<br />

que, contra toda crítica, conserva el concepto de ‘esencia’, como sucedería<br />

desde Hegel en adelante, la esencia no debiera ser considerada más como<br />

inmóvil, inmutable, como las ideas platónicas, sino que, al contrario, ella sería<br />

móvil y mutable. Siguiendo esta línea hegeliana, Heidegger ocupa el concepto<br />

de ‘esencia’ de manera asaz frecuente, pero precisamente haciéndole aquel<br />

correctivo. Así, por ejemplo, cuando sostiene que la “esencia” del Dasein (el<br />

hombre) está en su existencia”, el término ‘esencia’ lo entrecomilla, para<br />

mostrarnos con ello que nuestra “esencia”, aquella “esencia” que define al ser<br />

humano, está en perpetuo cambio, se hace con el existir y cada cual la va<br />

haciendo individualmente.<br />

Vistas las cosas así, constatamos que no hay una esencia fija e<br />

inmutable de nada, como tampoco por cierto del Estado. Al contrario, ella se<br />

modifica históricamente hasta tal punto que pasamos en nuestra sociedad y en<br />

el mundo en los últimos años, de la idea de un Estado fuerte a uno débil.<br />

La controversia en torno al concepto de esencia puede ser también<br />

analizada a partir de una interesante distinción que nos ofrece Perelman, a<br />

saber, entre noción y definición. En verdad, sucede que por medio de las<br />

definiciones se alcanzan y se establecen las nociones. Puede decirse que las<br />

definiciones movilizan la noción. Y Perelman agrega que lo propio de una<br />

sociedad democrática es justamente esa movilización y dinamismo, por ende,<br />

que las nociones no se estanquen.<br />

Mas, al mismo tiempo, sucede que las definiciones de una noción<br />

suponen ciertas asociaciones o disociaciones que hacemos de nuevos factores<br />

o fenómenos que serían propios o impropios de esa noción. Así, por ejemplo,<br />

en la larga transición política que va de una forma monárquica a la democracia,<br />

el paso intermedio que distintas naciones europeas emprendieron, estuvo<br />

caracterizado por la monarquía constitucional. Ello significó que dentro de la<br />

noción de forma de gobierno, en sentido tradicional, lo que se asociaba con ello<br />

era la única posibilidad de la monarquía, y ello fue lo que tuvo que ser<br />

disociado para da lugar a la figura intermedia de la monarquía constitucional,<br />

vale decir, una forma monárquica con representación parlamentaria.<br />

Otro ejemplo: hasta hace no mucho tiempo se estimaba que el<br />

matrimonio era únicamente posible sobre la base de la unión conyugal de<br />

hombre con mujer, mas esta asociación ahora se comienza a disociar en<br />

distintos países, de lo que resulta una nueva asociación: la posibilidad de la<br />

unión conyugal entre homosexuales.<br />

Como podemos ver, es por sobre todo en la disociación que se ejerce al<br />

interior de las nociones lo que permite que se produzcan cambios de mayor o<br />

menor grado en nuestra sociedad.<br />

113.Argumentación y ser humano.


Así como el hombre ha sido entendido tradicionalmente como animal racional<br />

(Aristóteles), como voluntad de poder (Nietzsche), desde el trabajo (Marx),<br />

desde la emocionalidad (Scheler), como jugador, homo ludens (Huizinga), así<br />

lo podemos entender también desde la argumentación. El argumento, los<br />

argumentos, y como estos se constituyen en la medida en que se encadenan<br />

en argumentación, visiblemente determinan el ser del hombre. Ya Aristóteles<br />

en su Retórica y los principales exponentes de la retórica tradicional – desde<br />

Demóstenes y los sofistas, anteriores a Aristóteles, hasta Chaim Perelman –<br />

nos llevan a reconocer como nos determinan los argumentos. Mas, es sobre<br />

todo Perelman el que, como observamos tan sólo en el título de su obra<br />

Tratado de la argumentación, centrará especialmente su atención en ello. Sin<br />

embargo, a mi juicio, haciendo Perelman un análisis muy completo no<br />

solamente de nuestra distintas formas de argumentar, sino de ciertos<br />

argumentos particularmente radicales de los que hacemos uso, lo que no dice,<br />

lo que queda tácito en su obra, podría considerarse como lo más importante, y<br />

esto es que el ser humano es esencialmente argumental. Uno de esos<br />

argumentos que consideramos particularmente radicales es el argumento del<br />

sacrificio. Hemos dicho que hacemos uso de él, mas precisamente este<br />

argumento es de tal radicalidad que más bien somos determinados por él. En<br />

otras palabras, y fijémonos bien en lo que estamos diciendo, si analizamos qué<br />

es lo que está indisolublemente unido a la educación de los hijos, a la<br />

dedicación, por ejemplo, a la medicina, y el estar al día respecto de sus<br />

avances, y también en qué medida esa profesión que alguien ejerce supone<br />

también esa responsabilidad del estar up to date, todo ello se relaciona<br />

precisamente con el argumento del sacrificio del que, como decíamos, no<br />

solamente haríamos uso, sino que más bien estamos en él. Y desde luego, así<br />

también el taxista que trabaja 14 horas diarias para financiar los estudios<br />

universitarios de un hijo, y también – cómo no – el militar que incluso es<br />

educado para sacrificarse por la patria, si fuere necesario, como también el que<br />

simplemente tiene que costear las vacaciones de su familia, todos ellos y todos<br />

nosotros, prácticamente sin excepción, más bien estamos en múltiples y<br />

diversos argumentos del sacrificio y sin duda alguna que estaremos en ellos<br />

hasta la muerte. Lo único que se va modificando son los argumentos<br />

específicos mismos, a saber, cuáles son los que tenemos que ir enfrentando.<br />

Al considerar al hombre en su ser argumental desde luego el argumento<br />

del sacrificio nos muestra, a modo de ejemplo, sólo una perspectiva a partir de<br />

la cual podría entenderse esto. Hay múltiples otras de las que trataremos en<br />

otras ocasiones.<br />

En cierto sentido, podría decirse que cada hombre es un argumento.<br />

Cada ser humano anda por este mundo no solamente con su carne y sus<br />

huesos, sino que anda argumentando, y ello simplemente a través de lo que<br />

hace. Ello va desde el mendigo con su argumento de la compasión, el<br />

comerciante con su estrategia de venta, y hasta el mafioso con sus cálculos<br />

relacionados con la conservación del poder a como de lugar y que puede llevar<br />

tan lejos como a eliminar a todo obstáculo que se interponga en ello.<br />

Pues bien, si es así, que nuestro modo de ser es argumental, lo que<br />

sobre todo hay que destacar es que la democracia la podemos concebir<br />

adecuadamente a partir de ello, ya que aquello que la caracteriza es el permitir<br />

y resguardar el espacio de argumentación de la sociedad. En ese espacio se<br />

trata de que todos los argumentos que podrían considerarse tácitos salgan a


luz y se enfrenten con otros. Y, agregaría que cierta clave en lo relativo al<br />

estado actual del mundo, sería que a ese espacio llegara también el guerrillero,<br />

el terrorista, el delincuente a dialogar. Mas, como ello indudablemente que<br />

tiene cierto perfume de utopía, la preocupación debería comenzar mucho<br />

antes, consistiendo ella en generar ese espacio argumental en nuestras<br />

instituciones educacionales. Uno de los cauces principales que la educación<br />

debería seguir es el de enseñar a argumentar, para que no hable entonces<br />

nada más que el lenguaje de las armas, del instinto incuestionado que se<br />

pervierte, de la depresión que lleva inclementemente a la autodestrucción.<br />

.<br />

114.El argumento tautológico.<br />

En su Tratado de la argumentación Chaim Perelman considera, entre variados<br />

argumentos y formas de argumentar, el que llama de la tautología. Éste es<br />

interesante de atender porque, entre otras cosas, permite hacer perfectamente<br />

comprensible el deslinde entre lógica y retórica. En atención a ello, una<br />

tautología, desde un punto de vista lógico, es por ejemplo lo que se desprende<br />

de las sentencias de Parménides en su Poema del ser, que dichas<br />

simplemente, expresan que el ser es y el no-ser no es. A partir de ellas se<br />

puede formular el principio de identidad, o sea la tautología, y que se puede<br />

expresar como ens est ens, “un ente es un ente”, o dicho en términos de una<br />

formalización lógica: “para todo “x” se cumple que “”x” es igual a “x””, y así<br />

también vale esto para todo lo que pudiéramos imaginar: un árbol es un árbol,<br />

el perro es el perro, el planeta Tierra es el planeta Tierra.<br />

Este principio de identidad que, con todo lo evidente que es, como que<br />

incluso es la evidencia misma, igual tiene aplicaciones insospechadas. Por de<br />

pronto en el propio Poema del ser de que el ser sea y que el no-ser, por<br />

definición, no sea, se desprende que el ser es eterno, no puede haber<br />

comenzado a ser, porque tendría que comenzar desde el no-ser, y del no-ser,<br />

de la nada, nada se hace, ex nihilo nihil fit.<br />

También en las matemáticas podríamos decir que está en juego la<br />

identidad. Supongamos en una ecuación de segundo grado en cada uno de<br />

sus pasos está ya contenido el resultado de los valores a que se llegará al final.<br />

Mas, el uso retórico de la tautología que da lugar al argumento<br />

tautológico, se rige por otros parámetros. Cuando decimos que “un peso es un<br />

peso”, “un dólar es un dólar”, “un niño es un niño”, “la justicia es la justicia”, “el<br />

Estado es el Estado”, lo que está en juego es la insistencia en lo que algo<br />

propiamente es, y justo esa propiedad es la que solemos olvidar, no tener en<br />

cuenta. Por supuesto lo mismo cuando decimos que “un niño es un niño” lo que<br />

queremos decir es probablemente que no corresponde que un niño fume, que<br />

ande solo a altas horas de la noche por las calles, que inicie una vida sexual<br />

prematura, que no le haga caso a sus padres, y tantas otras situaciones<br />

posibles.<br />

Como observamos, un argumento tautológico, desde una perspectiva<br />

retórica es un argumento que, contrario a lo esperado, resulta muy enjundioso<br />

y cumple un papel significativo en nuestras argumentaciones. Por de pronto,<br />

este argumento cumple la función muy necesaria de evocar lo propio de cada<br />

fenómeno o de ciertos sucesos. Así también, cuando decimos “la guerra es la<br />

guerra”, “un crimen es un crimen”.


Diría que estos ejemplos nos hacen caer en cuenta que por medio del<br />

argumento tautológico inducimos a que cada cosa, fenómeno o suceso sea<br />

retrotraído al lugar que le es propio y lo que se supone que él debe significar.<br />

El argumento tautológico, así considerado, nos hace percatarnos de que<br />

cada cosa y fenómeno están de antemano protegidos bajo ciertas definiciones<br />

y códigos que debemos siempre y en todo momento tener presentes. “Los<br />

tribunales de justicia son los tribunales de justicia”, “la policía es la policía”, “las<br />

fuerzas armadas son las fuerzas armadas”, “la Casa de Gobierno de “La<br />

Moneda” es la Casa de Gobierno de “La Moneda”, “el parlamento es el<br />

parlamento”, y demás. Mas, desde luego depende en boca de quién y con qué<br />

propósitos se digan todas esas tautologías. Si están en boca de un anarquista,<br />

ellas tendrán de seguro el sentido de un propósito de revertir, de alterar no sólo<br />

cómo se debe entender todo aquello, sino cómo debería ser, o incluso no<br />

debería ser bajo ninguna circunstancia. En cambio, si aquellos mismos<br />

argumentos tautológicos están dichas por el ciudadano común y corriente, lo<br />

más probable es que la intención de aquellos argumentos sea la del respeto,<br />

de reafirmar, de fortalecer la Casa de Gobierno, el parlamento, los tribunales de<br />

justicia, y otras instituciones.<br />

Sobre esta base está claro que con el argumento tautológico se cumple<br />

lo mismo que con la retórica en general: que ella va de la mano con el sentido<br />

común, con las opiniones, los códigos, estimaciones y desestimaciones que<br />

rigen en este mundo concreto.<br />

115.El sol llueve sobre el mar.<br />

Privilegio del porteño que tiene ese regalo, ese espectáculo de la inmensa<br />

bahía ante sus ojos, y junto con ello las olas, la espuma, el aire, las brisas y los<br />

vientos que acompañan esa visión y la experiencias que se tiene con ella.<br />

Mas, a mi juicio, la visión más impresionante que se tiene de ello y que<br />

cala hasta las profundidades del alma, es la de los destellos que refulgen como<br />

estrellas que se forman en el mar por miles y millones debido a la incidencia de<br />

los rayos solares a determinada hora, especialmente de la mañana.<br />

Pienso que más que al niño, es al adulto a quien le impresiona esto.<br />

Cuando niños todo puede suscitar asombro y entonces una experiencia como<br />

ésta se integra en una totalidad indiscernible. Como jóvenes, por otra parte,<br />

solemos andar demasiado inmersos en nuestros propósitos. Es por ello que<br />

recién como adultos comenzamos a tener el acceso al goce de la<br />

contemplación.<br />

Pues bien, el espectáculo de las estrellas en el mar es de todo punto<br />

único y singular, ya que si lo analizamos, hay que decir primero que cada<br />

estrella (que algunos llaman ‘salamandras’, con lo que se les da cierto carácter<br />

esotérico y mitológico) es una ventana del sol, ya que destella así porque el sol<br />

se contacta con nuestro ojo en un ángulo preciso, lo cual naturalmente tiene<br />

que ver con la posición y la forma del agua, ya sea en la ola o en el valle de la<br />

ola. De este modo, a través de cada estrella el sol está comunicado con<br />

nosotros, y esta comunicación es nada más que a modo de guiño, de destello,<br />

de lo absolutamente instantáneo y efímero..<br />

Mas, luego hay que considerar la cantidad de estos destellos, que son<br />

por miles y millones y que al sucederse a cada segundo forman redes<br />

insospechadas, una suerte de circuitos eléctricos, que dan la impresión de un


mensaje casi imposible de decodificar. Tal vez el conocimiento científico con el<br />

tiempo pueda, aunque parcialmente, iniciar su decodificación. Entonces no<br />

sería nada extraño que se descubriera en ello, por ejemplo, cierta musicalidad,<br />

naturalmente en términos de armonía, y lo mismo cabría decir respecto de las<br />

figuras geométricas que se forman en el conjunto de los destellos.<br />

Sin embargo, como si lo anterior no fuera suficiente, estos destellos nos<br />

enseñan algo más que, parece retrotraerse en este caso al sujeto y sus<br />

condiciones perceptuales. Con el fin de aclarar esto, puedo contar que por<br />

años he visto estos destellos nada más a ras del agua, mas una mañana<br />

sucedió que cada destello dejó de presentarse sobre la superficie del agua y<br />

más bien pasó a situarse en la empuñadura de una espada que caía del cielo y<br />

al observar entonces los miles de destellos, se trataba de miles de espadas<br />

que caían sobre las aguas.<br />

Pero, para mi sorpresa, al cabo de un rato, la lluvia cósmica de espadas<br />

desaparecía y en una nueva visión volvía a ver los destellos a nivel puramente<br />

superficial. Entonces me preguntaba: ¿será que en esto se muestra la<br />

diferencia entre la mirada superficial, apegada al sentido común, y la mirada<br />

profunda que le dirigimos al mundo y a todo? ¡Qué asombroso es ver de un<br />

lado destellos en el agua y de otro que el sol literalmente está lloviendo sobre<br />

el mar! ¡Qué no hay únicamente lluvia de las nubes, sino lluvia solar!<br />

116.”Creo porque es absurdo”.<br />

Cuando comencé a estudiar filosofía, primero en la Universidad Austral de<br />

Chile, en Valdivia, sucedió esto en la mejor época, ya que tuve la oportunidad<br />

de tener los mejores maestros que se pudiera esperar; entre ellos Jorge Millas<br />

y Luis Oyarzún. En el curso de “Filosofía Medieval” tuve también a un excelente<br />

Profesor, llamado Elmar Boos, un cura alemán, a quien sigo encontrando de<br />

repente en las calles alrededor de la Plaza de Armas de Valdivia. De todo lo<br />

que aprendí con él, lejos lo que más me remeció fue aquella sentencia de<br />

Tertuliano: Credo, quia absurdum est, “Creo porque es absurdo”.<br />

Para mí, que me formaba en la filosofía y por consiguiente, en el rigor<br />

del pensamiento, esto no podía sino resultar provocativo, desafiante, y sobre<br />

todo porque parecía no considerar en absoluto algún privilegio que pudiere<br />

caberle al pensamiento. Y, sin embargo, ya me quedaba claro entonces que se<br />

jugaba con ello algo muy fundamental que concernía a lo esencial de la fe. De<br />

algún modo significaba este dictum que, a diferencia de la conciliación que<br />

pudiéremos encontrar entre razón y fe, como es lo propio de la doctrina del<br />

Padre de la Iglesia, Santo Tomás de Aquino, aquí simplemente la fe podía<br />

presentarse en una total irracionalidad, y, sin embargo, no sólo seguía<br />

incólume, sino fortalecida.<br />

Volvamos a Tertuliano. Digamos de él que vivió entre el siglo II y III d.C.<br />

Nació en Cartago supuestamente entre el 150 y 160 de la Era Cristíana.<br />

Después de haber llevado, según él mismo, una vida licenciosa, se convirtió en<br />

Roma al cristianismo en el 195. Su padre era centurión. Más tarde llegó a ser<br />

Presbítero de la Iglesia de Cartago. El credo quia absurdum est está en el<br />

contexto de su obra De carne Cristi, De la carne de Cristo, diciendo allí lo<br />

siguiente:


“El Hijo de Dios nació: no hay vergüenza porque es vergonzoso. Y el<br />

Hijo de Dios murió: es completamente creíble porque es inapropiado. Y<br />

enterrado, Él resucitó: es cierto porque imposible”.<br />

Advirtamos lo fuerte que es esto. Y además se trata de un modo de<br />

pensar que contiene argumentos que se repelen y se concilian a la vez. Ello se<br />

advierte en que, de un lado nos muestra la irracionalidad de la fe y sus<br />

contenidos, y del otro, no sólo que porque son irracionales, tenemos que creer<br />

en ellos, sino al mismo tiempo se agudiza en esas palabras la propia razón, ya<br />

que nos hace tomar conciencia que todas esas cosas que normalmente<br />

creemos, cuando bien las miramos, para la razón no serían sino desvarío: que<br />

el Hijo de Dios haya nacido, que haya muerto y luego resucitado.<br />

Y lo cierto es que con Tertuliano y su “Creo porque es absurdo” se<br />

desbroza una senda en la tradición que seguirán varios otros notables filósofos<br />

y teólogos. En esta línea, pienso que se pueden nombrar claramente a tres: a<br />

Pascal, para quien la fe sería una apuesta, a favor de la cual es mejor jugar, ya<br />

que si ganamos lo ganamos todo – la vida eterna – y si perdemos, no<br />

perdemos nada. Hay que mencionar luego a Kierkegaard para quien, así como<br />

lo plantea en Temor y temblor, los contenidos de la fe son para la razón locura.<br />

Y no podemos olvidar también a Miguel de Unamuno y su notabilísima obra Del<br />

sentimiento trágico de la vida, de acuerdo a la cual lo trágico está justamente<br />

señalado por el conflicto entre razón y fe.<br />

117.En torno al así llamado “hilozoísmo”.<br />

El pensamiento de Nietzsche en relación a la vida, como que todo es vida – y<br />

para él tan viva está una mariposa como un río o una estrella, rompiendo con<br />

ello con la definición biológica del concepto de vida que la adscribe únicamente<br />

a lo orgánico – puede parecer original, mas él es tan sólo original dentro de<br />

ciertos límites temporales. Ya los filósofos mañaneros, los llamados “presocráticos”,<br />

fueron conocidos como hilozoístas, lo que quiere decir que<br />

conciben el ser de las cosas como un compuesto de ‘hylle’, ‘materia’ y ‘zoé’,<br />

‘vida’. Así, por ejemplo, Tales de Mileto que sostiene que el origen, el arjé de<br />

todo es el agua, no está pensando el agua como algo exclusivamente material.<br />

El agua es algo animado que está no solamente dotado de vida, sino que<br />

además es capaz de otorgarla. De este modo, Tales no sería en absoluto un<br />

“materialista”.<br />

Y pensemos al respecto que, a pesar de la distancia que en apariencia<br />

este planteamiento tiene con la ciencia, sin embargo no deja de llamar la<br />

atención que hoy en día cuando se pregunta, por ejemplo, si acaso habría vida<br />

en el Planeta Marte, la clave que se estima en relación con ello es si<br />

eventualmente habría agua o no.<br />

Por otra parte, se habla también de la “sopa primordial”, vale decir, de<br />

algo líquido que habría en el origen de la vida, y esta vez desde un punto de<br />

vista biológico.<br />

Y ¿cómo no considerar también en este punto que nuestro primer<br />

Planeta en el que hemos habitado – la placenta – es ante todo un hogar<br />

líquido?<br />

Es de hacer notar a la vez que esta intuición que encontramos en el<br />

inicio mismo de la filosofía occidental en el siglo VI a.C., coincide con las<br />

creencias de las más diversas culturas del hombre arcaico, para las cuales


todo está animado, lo que nos lleva a su vez a recordar la afirmación de<br />

Aristóteles de que “todo es alma”, psijé.<br />

Y como se trata de los orígenes de la filosofía, hay que destacar en el<br />

planteamiento de Tales, como de sus pares filósofos de aquellos tiempos, lo<br />

que podríamos llamar una suerte de “voluntad de concepto”, es decir, una<br />

voluntad de alcanzar un concepto unitario suficiente para cada clase de<br />

fenómenos y para todos los fenómenos en su conjunto. Ello quiere decir que<br />

aquí prevalece a la vez la idea de unidad, la remisión de todo lo disperso y<br />

diverso a la unidad.<br />

Con esta voluntad, con este impulso nace la filosofía y posteriormente<br />

las ciencias seguirán desbrozando este mismo camino.<br />

118.El más extremo escepticismo: el pirronismo.<br />

Probablemente en toda la historia de la filosofía – y me atrevería a agregar – de<br />

la humanidad, no ha habido un escéptico más extremo que Pirrón de Elis, el<br />

filósofo griego, por lo demás considerado como fundador del escepticismo.<br />

El filósofo argentino Adolfo Carpio en su notable obra – Principios de<br />

filosofía – se refiere a Pirrón en los siguientes términos:<br />

“Al escepticismo absoluto o sistemático se lo llama también pirroniano<br />

porque fue Pirrón de Elis (entre 360 y 270 a.C. aproximadamente) el que lo<br />

formuló. Si puede decirse que lo haya formulado, porque Pirrón era un<br />

escéptico absoluto, es decir, negaba la posibilidad de cualquier conocimiento,<br />

fuera de lo que fuese; y por lo mismo negaba que pudiera siquiera afirmarse<br />

esto, que “el conocimiento es imposible”, puesto que ello implicaría ya cierto<br />

conocimiento – el de que no se sabe nada. Pirrón, por tanto, consecuente con<br />

su pensamiento, prefería no hablar, y en última instancia, como recurso final,<br />

trataba de limitarse a señalar con el dedo. / Todo esto puede parecer<br />

extravagante, y en cierto sentido lo es; pero conviene observar dos cosas. En<br />

primer lugar, que Pirrón era hombre íntegro, en el sentido de que tomaba con<br />

toda seriedad lo que enseñaba, al revés de tantos personajes cuya conducta<br />

nada tiene que ver con sus palabras. A Pirrón hubieron de practicarle dos o tres<br />

operaciones quirúrgicas, en una época en que no existían los anestésicos;<br />

pues bien, Pirrón soportó las intervenciones sin exhalar un solo grito ni emitir<br />

una sola queja, ya que gritar hubiese sido lo mismo que decir “me duele”,<br />

hubiese sido afirmar algo, cosa que su escepticismo le prohibía”.<br />

Hasta ahí el relato de Carpio.<br />

Cabe destacar al respecto lo notable del hecho de que la filosofía<br />

comience con estas experiencias extremas, en este caso de la duda y el<br />

escepticismo conducido, sostenido y soportado no sólo en el plano teórico – en<br />

el que se pueden decir muchas cosas, que no se ajustan a lo que hacemos –<br />

sino en el plano práctico. Con ello, observamos como ya en el tiempo de Pirrón,<br />

entre los siglos IV y III a.C. el logos, la razón, ya se ha afirmado hasta tal punto<br />

que es capaz de sostener los más extremos planteamientos de manera<br />

autonómica. La razón se presenta así desafiante, enfrentando a todo lo que es,<br />

a todos los fenómenos del universo, y en cuanto a Pirrón, para poner en duda<br />

su existencia o que pudiere establecerse alguna supuesta verdad.<br />

Si se quiere, en definitiva esto viene a ser lo relevante, y más todavía, lo<br />

decisivo: que la razón, el pensamiento se atreva a todo, en su búsqueda de la<br />

verdad.


119.¿Qué hay de común entre el escéptico Pirrón y el estoico Epicteto?<br />

Atendiendo al desarrollo de la historia de la filosofía – podría decirse – que el<br />

escepticismo no ha sido del todo abierto, sino que ha tenido un cierto sesgo: él<br />

se ha aliado en particular con el empirismo, poniendo todo en duda, menos lo<br />

que se nos revela a través de la experiencia sensorial. Se duda entonces no<br />

sobre todo, sino de los universales, del mundo de las ideas, todo lo cual el<br />

escéptico lo presenta como construcción racional, de algún modo como una<br />

suerte de ideación o de telaraña de la razón, que crea utopías y mundos<br />

posibles. Mas, cuando lo vemos de esa forma, cabe reconocer que ante todo<br />

esto hace alusión al filósofo y teólogo Guillermo de Ockham, el filósofo inglés<br />

que viviera entre los siglos 13 y 14, el cual ha sido conocido especialmente por<br />

la llamada “navaja de Ockham”; ello tiene que ver con su postura nominalista<br />

que supone que los universales (las ideas) son meros nombres y no tienen una<br />

existencia real; a esos viejos universales que provienen en particular del<br />

pensamiento aristotélico, habría que aplicar precisamente la navaja.<br />

Si se trata del escepticismo con base empírica, es decir, en la<br />

experiencia, cabe agregar que lo que estamos identificando con ello es también<br />

y muy en particular el escepticismo moderno con una marca más que nada<br />

inglesa, representada especialmente por David Hume.<br />

Mas, en Grecia, donde además nace el escepticismo con Pirrón de Elis,<br />

que viviera entre el 360 y el 270 a.C., el escepticismo, tal vez por ser el más<br />

radical y extremo de todos, se aplica precisamente a todo; tanto es así que<br />

Pirrón dice que ni siquiera se puede sostener que “el conocimiento es<br />

imposible”, ya que eso significa sostener ya algo, pretendiendo con ello que se<br />

sabe algo.<br />

Pues bien, este escepticismo involucraba a la vez consecuencias<br />

prácticas, y así se dice que Pirrón al ser sometido a una operación quirúrgica<br />

se resistía a quejarse, ya que ello habría significado nuevamente que afirmara<br />

algo, en este caso lo que concierne a la existencia del dolor.<br />

En el caso del estoico Epicteto, filósofo también griego, nacido en<br />

Hierópolis, Frigia, esclavo liberado por edicto de Nerón, que viviera entre el 50<br />

y el 138 d.C., nos encontramos ante una actitud similar, pero bajo otras<br />

coordenadas. Ellas tienen que ver precisamente con los presupuestos de la<br />

escuela estoica, fundada un par de siglos atrás por Zenón de Ctío, actual<br />

Chipre, y que Epicteto habrá de continuar, ahora con repercusión en el mundo<br />

romano. Tengamos en cuenta que Grecia en esa época se había convertido en<br />

una provincia del Imperio. Pues bien, uno de los <strong>pensamientos</strong> del estoicismo<br />

es el de la ataraxía, la imperturbabilidad o impasibilidad, que supone no sólo<br />

soportar todos los reveses que pueda presentar la existencia humana, sino<br />

ante todo dominarlos, estando por sobre ellos. Así se cuenta que cuando el<br />

amo de Epicteto, todavía esclavo, mas al parecer ya iniciado en los preceptos<br />

del estoicismo, le retorció una pierna hasta provocarle dolores indecibles, le<br />

advierte con toda tranquilidad que se la puede romper; y al suceder luego que<br />

efectivamente el amo le rompió la pierna, simplemente agrega con la misma<br />

serenidad anterior: “¿Has visto? Te lo había advertido”.<br />

120.¿Qué puede haber de común entre los filósofos y teólogos Guillermo de<br />

Ockham y Meister Eckart?


Filosóficamente hablando, nada, o en todo caso, muy poco. Pertenecen a<br />

corrientes diametralmente opuestas: el Maestro Eckhart como representante de<br />

la teología negativa, que viera la luz en el siglo IV con Dionisio Areopagita, y<br />

Guillermo de Ockham con su planteamiento nominalista, de acuerdo al cual las<br />

ideas y esencias universales son nada más que nombres y carecen de toda<br />

existencia real, lo que alimentará parte de la filosofía anglo-sajona, el<br />

positivismo lógico, la filosofía analítica, y otras corrientes, hasta la actualidad.<br />

Mas el Maestro Eckhart y Guillermo de Ockham fueron no solamente<br />

coetáneos, sino que los <strong>pensamientos</strong> de ambos fueron declarados heréticos<br />

por la Iglesia, iniciándose contra ellos un proceso de la Santa Inquisición.<br />

Eckart vivió entre 1260 y 1328, y Ockham vivió entre 1285 y 1347, el primero<br />

alemán, nacido en Hochheim, cerca de Gotha, proviniendo de una familia<br />

noble, y el segundo inglés, nacido en Surrey. Eckhart era de la Orden<br />

Dominicana; él enseñó y predicó en diversos conventos del ámbito alemán,<br />

obtuvo su magistratura en teología en Paris; por eso su nombre ‘Meister’, esto<br />

es, ‘Magister’, ‘Maestro’ Eckhart. Después de haber sido Director de la Orden<br />

Dominicana en Sajonia, posteriormente Vicario General en Bohemia, como<br />

también Director de la Escuela Superior de la Orden en Estrasburgo, desde<br />

1323 se radica finalmente en Colonia, enseñando en la Universidad del mismo<br />

nombre. Mas, poco tiempo después y a pesar de haber sido nombrado por la<br />

Iglesia en tan altos y honorables cargos, cae bajo sospecha de herejía, siendo<br />

sometido a proceso por la Inquisición desde 1326. Sin embargo, antes de esto,<br />

la estrategia al parecer es no acusarlo a él directamente, sino a varios<br />

discípulos influenciados por sus ideas, entre los cuales algunos pagarán con la<br />

vida por ello. Finalmente es el arzobispo de Colonia quien levanta cargos<br />

contra Meister Eckart ante el Papa, a la sazón Juan XXII, radicado en Avignon.<br />

En un primer momento Eckhart es absuelto, siendo fuertemente respaldado por<br />

la Orden. Mas, luego se inicia el proceso contra él. Probablemente sería<br />

atinado decir que el Maestro Eckhart tuvo la suerte de haberse librado de éste,<br />

ya que muere de camino a Avignon a ser juzgado. Pero, sus escritos no se<br />

libran de una sanción, ya que tras la muerte del Maestro, el Papa expide una<br />

bula, en la que se prohíben 28 proposiciones de su obra, considerándolas<br />

heréticas. Sin duda conspira en ello el hecho de que Eckart haya sido teólogo<br />

negativo, vale decir, haya propuesto una vía negativa para acercarse al<br />

supuesto verdadero Dios, haciendo caer todas las representaciones humanas y<br />

limitadas que tenemos de él. Mas, hay pasajes de la obra del Maestro que<br />

fueron estimados particularmente dudosos, como el siguiente “Dios y yo,<br />

ambos somos uno”, el cual hoy en día tal vez no sería motivo de ninguna<br />

sospecha.<br />

Y en el caso de Guillermo de Ockham, quien también fuera teólogo y<br />

filósofo, y estudiara primero en Oxford, llegando a ser, así como Eckhart,<br />

Magíster Theologiae, en 1321. El Canciller Luterell de Oxford le acusó de<br />

herejía, siendo citado al Papado en Avignon; y, como ya dijimos, por esos años<br />

el Papa era Juan XXII. En 1328, el mismo año de la muerte de Eckhart de<br />

camino al proceso, Ockham huye a Pisa, bajo el Kaiser Luis IV de Baviera, a<br />

quien seguirá posteriormente a Munich, apoyándolo en su lucha contra el<br />

Papado. Recordemos que era la época en que hubo Papas y Anti-Papas, como<br />

diversas sedes papales. Ockham procuraba separar la fe de la razón,<br />

especialmente en atención a la incapacidad de la razón de conocer lo


sobrenatural. En conjunción con ello, estimaba que las decisiones de la Iglesia,<br />

en tanto que únicamente podían apoyarse en la fe, debían ser consideradas<br />

arbitrarias. De ello se desprende a su vez la propuesta de una separación entre<br />

filosofía y teología, lo cual es conocido como la “vía moderna”, de la que<br />

Guillermo de Ockham será pues su precursor.<br />

121.El origen último de la filosofía: la propia debilidad.<br />

Así es para Epicteto, el filósofo estoico griego, nacido en Hierópolis, Frigia,<br />

esclavo liberado por edicto de Nerón, que viviera entre el 50 y el 138 d.C., lo<br />

que más de fondo tiene que ver con asumir nuestra esencial finitud.<br />

Tradicionalmente Platón y Aristóteles consideraban anteriormente que el origen<br />

de la filosofía es el asombro, el cual, si bien lo interpretamos significa un<br />

asombro que lleva tan lejos que el sólo hecho de que haya ser viene a ser el<br />

motivo de asombro para el que se inicia en la filosofía. Será el filósofo del siglo<br />

XX, Karl Jaspers, el que retomará este pensamiento de Epicteto, vinculando a<br />

su vez este origen de la filosofía en la debilidad e impotencia con la conmoción.<br />

Y Jaspers agrega al respecto que el asombro, como origen de la filosofía, tiene<br />

una connotación más que nada intelectual y en este sentido la conmoción<br />

suministra el componente afectivo y anímico – diríamos, el talante, el temple<br />

filosófico.<br />

En el caso de nuestro filósofo estoico, así como lo plantea en su<br />

Enquiridión, conocido también como el Manual, hay cosas que dependen y<br />

otras que no de nosotros. Pues bien, respecto de las que no dependen de<br />

nosotros, y no tenemos nada que hacer en relación con ellas, vale decir, lo<br />

irremediable, lo irreparable, no hay que lamentarse, por muy duras que éstas<br />

sean, como muerte, fama, riqueza o enfermedad. Y también de modo<br />

significativo lo que se refiere a nuestra condición social, como además si por<br />

tradición familiar realizamos un determinado oficio, todo ello también<br />

corresponde ser asumido, lo que recuerda a los estamentos sociales de la<br />

república platónica – artesanos, comerciantes, militares, políticos – que<br />

también tenían esa condición fija, como que se trataba de que cada cual<br />

realizara aquello que correspondía a su areté, a su virtud o capacidad.<br />

Mas, es ante todo nuestra propia debilidad, asociada con nuestra finitud,<br />

lo que provoca el origen de la filosofía, lo que debemos ante todo asumir. Si<br />

muere alguien y lo lamento a la desdicha no hago sino sumar una nueva<br />

desdicha. Asociado con ello, hay que destacar una de las ideas fuertes de la<br />

Escuela del Pórtico: el destino. Ante todo se trata de procurar hacerse uno con<br />

el destino para lo cual es necesaria la sabiduría, la cual se alcanzaría<br />

justamente a través de la formación en la doctrina estoica.<br />

Ahora bien, si entre otros, fama y riquezas son consideradas también<br />

como fenómenos que no dependen de nosotros, ello habla por sí mismo de que<br />

se trata de una época en la que el grado de autonomía del ser humano es muy<br />

limitado. Hoy en día vemos en nuestro derredor como esos fenómenos son<br />

parte de una programación y a veces incluso de un frío cálculo con elementos<br />

de publicidad y marketing. Y precisamente lo decidor al respecto es que nos<br />

hemos alejado de la vivencia del destino que si pesaba y era determinante para<br />

el griego o el romano.<br />

122.El fuego de Heráclito.


Ya lo reconoció Nietzsche: con Heráclito se respira algo absolutamente nuevo y<br />

sus intuiciones son enteramente certeras. De hecho, según el filósofo del<br />

martillo, Heráclito le resulta a él el pensador más cercano de toda la historia de<br />

la filosofía, y en esa cercanía se siente calidez. Esta cercanía se torna además<br />

manifiesta desde el momento que consideramos que el pensamiento del<br />

devenir, de la lucha de los contrarios que dan origen a todo fenómeno, de la<br />

guerra, Polemós, que sería el padre de todas las cosas, todos estos<br />

<strong>pensamientos</strong> heraclíteos se encuentran a su vez desarrollados por Nietzsche.<br />

Y antes que Nietzsche, ya Hegel había reconocido la grandeza de su<br />

pensamiento. En el caso particular de él, ciertamente la filiación salta a la vista:<br />

se trata nada menos que de su pensar dialéctico, de acuerdo al cual la<br />

negación de un fenómeno es constitutiva de él, y la dialéctica encuentra<br />

precisamente su origen, su primer desarrollo, en Heráclito. En las Lecciones<br />

sobre la historia de la filosofía de Hegel leemos:<br />

“Aquí vemos tierra: no hay ninguna proposición de Heráclito que yo no<br />

haya recogido en mi Lógica”.<br />

De lo mismo se darían cuenta más tarde Martin Heidegger y Eugen Fink.<br />

De ello da especialmente testimonio el Heráclito de ambos, en el que a través<br />

de un coloquio de seminario hacen un análisis en profundidad del pensamiento<br />

del filósofo de Éfeso.<br />

Escuchemos uno de sus aforismos (No. 30), en este caso uno de<br />

carácter cosmológico que nos habla del fuego como principio primordial:<br />

“Este mundo, el mismo para todos, no lo hizo ninguno de los dioses ni<br />

ninguno de los hombres, sino que siempre fue, es y será fuego siempre vivo,<br />

que se enciende según medida y se apaga según medida”.<br />

La palabra griega para ‘mundo’ es ‘cosmos’, término que aludía al<br />

universo, y significaba además ‘orden’, ‘adorno’. Al relacionar estas distintas<br />

acepciones, podemos decir que el griego percibía el universo como un orden<br />

armónico. Pues bien, éste está regido por el fuego, que para el filósofo<br />

apodado por los antiguos como skoteinos, el Oscuro, viene a ser la<br />

manifestación física del logos, la razón o el sentido que todo lo rige. Es patente<br />

entonces que el orden universal está dado por la razón que al materializarse<br />

como fuego, se prende y apaga según medida, metra.<br />

Heráclito puede considerarse también, como otros filósofos mañaneros,<br />

llamados “pre-socráticos”, un pensador hilozoísta, vale decir, que estima que<br />

todo está animado, que la vida está en todo, y que por lo tanto el fuego es a la<br />

vez el principio vital del cosmos. El fuego es además eterno, un principio<br />

siempre vivo.<br />

Al prestar atención tan sólo a este fragmento de Heráclito, nos<br />

percatamos como ese pensar manifiesta una sorprendente proximidad con las<br />

teorías astrofísicas actuales.<br />

123.Sobre el Itinerario del corazón.<br />

Itinerarium cordis (Itinerario del corazón), así se titula una reciente obra del<br />

filósofo chileno Jorge Eduardo Rivera,haciendo juego en ello, como dice<br />

nuestro autor, con el título de la obra de San Buenaventura Itinerarium mentis<br />

in Deum (Itinerario del alma hacia Dios). Y Rivera precisa: ““Itinerario del


corazón” significa, pues, la marcha del corazón a lo largo de la vida, de mi vida,<br />

una marcha que se encamina siempre más o más decididamente hacia Dios:<br />

Itinerarium cordis in Deum”. Dentro pues de esta marcha nos encontramos con<br />

numerosos ensayos, artículos y reseñas, como sobre el Padre Rafael<br />

Gandolfo, sobre “Ética y vida”, “La felicidad”, “Dios, ineludible en el orden<br />

práctico”, “Invitación a la existencia mística”, y otros.<br />

En lo que sigue me centraré en uno de los textos de esta obra de Rivera<br />

“La riqueza del sentir”, el cual es no sólo extraordinariamente lúcido, sino que<br />

contiene su propia riqueza. En él queda de manifiesto su cercanía con Xavier<br />

Zubiri, que en este texto es de mayor relevancia que Martin Heidegger, los dos<br />

filósofos que más poderosamente han influido en Rivera.<br />

A continuación destaquemos sucintamente lo que sería lo más notable<br />

de cada uno de los 5 sentidos tradicionales (dejando fuera lo propio de los<br />

sentidos internos: cenestesia, kinestesia y orientación). De la vista destaca el<br />

dominio, no solamente porque dominamos con la vista un paisaje, sino que –<br />

podemos agregar – porque con la vista solemos dar incluso órdenes. En<br />

contraste con la vista, el oído es más bien sumiso y tiene relación con el<br />

obedecer, teniendo ello su correlato en distintas lenguas: en griego: ‘akoúein’,<br />

‘oir’ y ‘upakoúeiv’; en latín: ‘audire’ y ‘obaudire’; en alemán: ‘horchen’ y<br />

‘gehorchen’. Esto significa que el oír se pone a disposición de lo oído,<br />

explicándose su relación con el obedecer justo a partir de ello, y ante todo<br />

tomando en cuenta de que se obedece la palabra oída que otro ha dicho. Por<br />

otra parte, si la vista tiene que ver con lo simultáneo, como lo que se presenta<br />

de una vez en cada caso a mi campo visual, el oído, porque tiene que ver con<br />

lo sucesivo, con la sucesión de sonidos, está emparentado con el tiempo, y<br />

sería el sentido más temporal de todos. En cuanto al tacto, éste es el sentido<br />

del apego a lo real, el que toca los objetos, en lo que se da un tocar que es<br />

recíproco, ya que así como yo toco algo soy a su vez tocado por ese cuerpo. Y<br />

es también el sentido que me con-tacta con el otro a quien puedo no sólo tocar,<br />

sino acariciar y besar. Por su parte, el olfato está sin duda muy vinculado a la<br />

atracción o repulsión que ejercen cosas y cuerpos sobre mí; él tiene una<br />

particular relación con formas de lenguaje, como fue tradicionalmente el<br />

lenguaje de las flores; asimismo es particularmente decidor que especialmente<br />

la mujer no sólo tenga su propio perfume natural, sino que a la vez se perfume<br />

ella misma. El olfato a la vez tiene particular relación con el pasado, el recuerdo<br />

y la nostalgia; solemos reconstruir episodios y escenas que hemos vivido nada<br />

más que a partir de un olor. Por último, el gusto es aquel sentido que se<br />

transmuta de lo externo (propio del tacto) a lo interno, y es notable como él es<br />

capaz de elevarse no solamente a la posibilidad de que nos guste un paisaje o<br />

una sinfonía, sino incluso Dios, como – según recuerda Rivera – en el Salmo<br />

33 de la Vulgata: Gustate et videte quam suavis est Dominus.<br />

124.Reflexión en torno al instante que se eterniza.<br />

Probablemente ha sido Kierkegaard quien inició una reflexión existencial en<br />

torno al instante. Si ya con Aristóteles el instante arroja la posibilidad de<br />

apresar en principio el tiempo, ya que éste al constar de pasado y futuro, de<br />

antes y después, nada de ello es, ya sea porque ya no es o todavía no es, el<br />

instante pues sería el único con una existencia propia. Mas, él es inapresable,


no lo podemos asir, lo cual nos lleva a considerar que el tiempo en su conjunto<br />

conlleva esa misma marca, y no sólo de lo inasible, sino de lo pasajero y<br />

efímero.<br />

En términos metafísicos cabe al menos la posibilidad de que “esto”, en lo<br />

que existimos – llámese universo o ser – es ilimitado, infinito y eterno; pues<br />

bien, si es así, se cumple que en esa plenitud inconmensurable todo lo que es,<br />

lo que haya transcurrido y por más largo que sea en medidas temporales, es<br />

asintóticamente igual a nada. Cualquier lapso temporal o ámbito espacial que<br />

comparemos con la ilimitación tendría que ser, en términos de una<br />

aproximación sin fin, igual a nada.<br />

Pero por supuesto también en términos de la astro-física, dadas las<br />

dimensiones que se estipulan del universo, se cumple algo muy similar: que<br />

cualquier medida temporal o espacial, al menos de nuestro entorno cósmico, es<br />

también prácticamente igual a nada en comparación con la edad y tamaño<br />

hipotético del universo.<br />

Pascal dice a propósito de lo que aquí estamos considerando, lo<br />

siguiente:<br />

“Lo finito se aniquila ante la presencia de lo infinito y se convierte en<br />

pura nada”.<br />

Y agrega, anticipando claramente con ello una orientación existencial de<br />

este pensamiento:<br />

“Cualquier límite al que nos propongamos aferrarnos y tener en él un<br />

sostén, se menea y nos abandona; y si pretendemos seguirlo, se nos escurre al<br />

querer agarrarlo, deslizándose y huyendo en eterna fuga”.<br />

Y ahora decididamente en esta orientación existencial, Kierkegaard<br />

piensa en el instante que se eterniza, vale decir, no cualquier instante, sino<br />

aquel ante todo de la gran elección, una elección que puede ser de vida o<br />

muerte, como en el caso del héroe. Es por eso que interesa aquí el instante,<br />

mas en su conexión con la eternidad, como a través de un hilo de plata. De<br />

este modo, puede decirnos el filósofo danés:<br />

“Si sólo acompañamos, si solamente podemos bailar una pieza en el<br />

torbellino del instante, así hemos vivido, y seremos envidiados por los otros<br />

infelices que se precipitan de cabeza en la vida ... así hemos vivido, pues qué<br />

mayor valor tiene una vida humana que los encantos efímeros de una<br />

jovencita” (114).<br />

Y continúa Kierkegaard, planteando que igual lo anterior es insuficiente:<br />

“Allí se predica el instante .... así se hace a un lado de la mejor forma a<br />

la eternidad por medio de puros instantes ... el miedo a la eternidad convierte al<br />

instante en abstracción”.<br />

Bien lo sabemos probablemente no cualquier instante tiene esa cualidad,<br />

esa grandeza de eternizarse, mas hay alguno posible que sí reúne esas<br />

condiciones y, si bien lo pensamos, son esos instantes los que marcarán en<br />

gran medida el rumbo de nuestras vidas. Respecto de distintos hechos que<br />

constituyen ahora tu realidad, lo que alguna vez decidiste lo hiciste para<br />

siempre.<br />

125.Curioso: nunca somos propiamente en el instante.<br />

Lo cierto es que, cuando nos detenemos a reflexionar, reconocemos – entre<br />

muchas cosas, naturalmente – una que es en particular azorante: que casi


nunca somos propiamente en el instante. La mayor parte del tiempo estamos<br />

determinados por nuestras expectativas, proyectos o tal vez también por cierto<br />

malestar que nos impide ingresar propiamente en el instante. Ello nos muestra<br />

que de un lado la razón que gobierna nuestras existencias es tan poderosa y<br />

determinante que, como bien lo viera Karl Jaspers, el instante resulta<br />

penosamente sacrificado con la promesa que ya llegará – pero al final – el<br />

anhelado cumplimiento del objetivo. Mas, de otro lado, también nuestra<br />

condición física y mental, nuestro encontrarnos bien o bajo cierto malestar,<br />

pasa a ser también una barrera para acceder al instante.<br />

Ello nos hace ver que acercarnos al instante, llegar por lo menos<br />

vivencialmente a rozarlo, no es nada fácil, y el propio instante plantea sus<br />

exigencias al respecto. Ello supone encontrarse en cierta integridad.<br />

Al parecer, por lo mismo, la vivencia erótica y amorosa supone esa<br />

posibilidad. En efecto, en ella es posible que ingresemos hasta tal punto en el<br />

instante que disfrutamos entonces de cada décima de segundo. Entonces,<br />

utilizando una expresión de Heidegger, temporalizamos el tiempo de otra<br />

manera, y podríamos decir en un sentido intra-temporal, sumergiéndonos más<br />

en un tiempo intensivo que extensivo.<br />

Y esa inmersión en el instante que se da en lo erótico y amoroso, es<br />

patente que también se da en la mística, en la meditación, en la creación, más<br />

precisamente en el acto de crear. En todas estas vivencias somos succionados<br />

por el instante y lo instantáneo hasta tal punto que estamos como olvidados de<br />

nosotros mismos, haciendo lo que hacemos, sin detenernos a pensar en ello.<br />

Salta a la vista además que éstas son, por otra parte, las vivencias sanadoras<br />

en las que la razón, sus proyectos, objetivos y exigencias, como nuestro<br />

bienestar o malestar, quedan relegados a un segundo plano.<br />

Sin embargo, solemos frecuentemente ver a las personas en nuestro<br />

derredor, y en ello en general estamos incluidos nosotros mismos, como presas<br />

en una malla de historias personales, en una suerte de película de sus vidas,<br />

en que cada cual está en cierto modo más bien actuando su vida, que<br />

propiamente viviendo. Cada cual se presenta en ciertos relatos y narraciones,<br />

cierta madeja existencial, de acuerdo a la cual lo que vemos de esas personas<br />

encaja en ello, en ese hilo conductor, y ellas mismas son por supuesto las<br />

primeras en estar preocupadas de esa coherencia.<br />

Ahora bien, cuando las personas están nada más que en eso, como si<br />

fueran títeres de sí mismos, o al modo de mariposas, clavadas por ellas<br />

mismas en el insectario, entonces no se asumen en su dimensión lúdica.<br />

Hay que decir al respecto que es notable como el juego exige esa plena<br />

inmersión en el instante, tanto para el que va en la cancha de carrera a meter<br />

un gol, como para el que está en una combinación de piezas pronto a acorralar<br />

al rey. Sin duda, como en general toda partida tiene inicio y fin y se desarrolla<br />

en un tiempo limitado, estamos entonces obligados a sumergirnos en el<br />

instante. Sin embargo, en la “Gran Partida” que, en cierto modo, es la<br />

existencia, sucede que por lo general, como decíamos más arriba, el instante<br />

es penosamente sacrificado. Mas, tal vez lo propiamente sabio sería jugar esa<br />

Gran Partida de un modo similar a nuestros juegos, y por lo tanto buceando,<br />

ojalá lo más posible, en el instante.<br />

126.”Pues lo mismo es pensar y ser”.


El nacimiento de la filosofía occidental va aparejado con el tránsito del mito al<br />

logos, a la razón. El hombre ahora se afirma cada vez más en el poder de su<br />

propia razón para explicar los fenómenos y el universo. Los filósofos griegos<br />

advirtieron, como especialmente lo hiciera Heráclito, que el logos, la razón,<br />

ante todo, rige el cosmos, y que ese logos supone una legalidad a la que se<br />

ajustan los fenómenos. En Parménides se expresa esto como necesidad,<br />

anánke, y ante todo ella se manifiesta en una sentencia clave de su Poema del<br />

ser, que dice: ”Pues lo mismo es pensar y ser”. Es manifiesto como con esta<br />

sentencia se abre el camino que habrá de seguir la filosofía y a su vez la<br />

ciencia. Lo que hace que el pensamiento sea precisamente pensamiento es la<br />

necesidad, es que las conexiones que en él se establecen sean necesarias, y<br />

estén dadas en el pensamiento, en la razón, en el logos. Sólo así se puede<br />

entender que el pensamiento como el logos determinen el comportamiento de<br />

los fenómenos en el universo.<br />

Será posteriormente a Parménides, Aristóteles quien nos enseñará,<br />

como padre de la lógica occidental, cómo se rige el pensamiento por principios<br />

y reglas. Ello se expresa en la lógica formal, que constituye la forma en que se<br />

debe desarrollar el pensar, por ejemplo, en cuanto a que éste no puede<br />

contradecirse, o que de premisas particulares o negativas, nada se infiere. De<br />

este modo, la lógica formal tiene que ver con la corrección o incorrección de<br />

nuestros razonamientos. La lógica material, en cambio, está ligada con los<br />

contenidos, con la verdad o falsedad de lo que está en juego en esos<br />

razonamientos, y por lo tanto especialmente la ciencia es el inconmensurable<br />

campo en el que ella se despliega.<br />

Y siguiendo el camino que se abre con la sentencia de Parménides –<br />

”Pues lo mismo es pensar y ser” – el principio de razón suficiente formulado por<br />

Leibniz constituye otro de sus hitos más descollantes, puesto que, de acuerdo<br />

a él, todo lo que es, es como es y sucede como sucede, porque tiene que<br />

haber razones siquiera suficientes para ello: por ejemplo, si llueve o no llueve,<br />

si sale el sol por el oriente y se esconde por el occidente. Y Leibniz plantea su<br />

conocido principio en el sentido de reddere rationem, vale decir, de dar la razón<br />

o el fundamento a lo que acontece. Esto es lo que hace del modo más humilde<br />

el conocimiento y la ciencia: le dan el fundamento o razón o lo que de por sí lo<br />

tiene en ello mismo. Por ejemplo, si la explicación de las mareas – que haya<br />

marea baja y alta – está en nuestro satélite natural: la luna, con ello se le da el<br />

fundamento a ese fenómeno; y, en rigor, según vemos, ese dar la razón, la<br />

ratio, es un volver a dar, reddere rationem, ya que en éste y en cualquier otro<br />

caso, que las mareas se expliquen por las fases de la luna, el fundamento está<br />

en ello mismo y el conocimiento no hace sino volver a darlo con su explicación.<br />

Nuevamente pues, como observamos, como ya lo dijera Parménides de<br />

Elea, en el siglo V a.C.: ”Pues lo mismo es pensar y ser”.<br />

Y un último hito del camino abierto por esta sentencia, el principio<br />

establecido por Hegel, que sostiene que “todo lo real es racional y que todo lo<br />

racional es real”.<br />

127.Con Leibniz somos conducidos de la física a la metafísica.<br />

En el Opúsculo de Leibniz de 1714 – Principios de la naturaleza y de la gracia –<br />

leemos primero lo que podemos llamar un “discurso físico”, de acuerdo al cual<br />

cabe señalar la razón de por qué distintos fenómenos se comportan como se


comportan. Mas, de pronto nos encontramos con una interrupción en el texto<br />

en que Leibniz dice lo siguiente:<br />

“Hasta aquí sólo hemos hablado como simples físicos; ahora debemos<br />

elevarnos a la metafísica, valiéndonos del gran principio, habitualmente poco<br />

empleado, que sostiene que nada se hace sin razón suficiente, es decir, que<br />

nada ocurre sin que le sea posible, al que conozca suficientemente las cosas,<br />

dar una razón que baste para determinar por qué es así y no de otro modo.<br />

Asentado este principio, la primera pregunta que tenemos derecho a formular<br />

será: ¿por qué hay algo más bien que nada? Pues la nada es más simple y<br />

más fácil que algo. Además , supuesto que deben existir cosas, es preciso que<br />

se pueda dar razón de por qué deben existir así y no de otro modo”.<br />

Pienso que este pasaje es absolutamente clarificador de lo que es la<br />

filosofía y lo más esencial de ella, que es la metafísica. En efecto, con ayuda<br />

del conocimiento empírico y la ciencia podemos tomar conciencia de<br />

explicaciones acerca de por qué las plantas se alimentan por fotosíntesis, cómo<br />

ocurre el movimiento planetario alrededor del sol, de qué forma hay que<br />

construir un puente sobre un río que tiene un determinado caudal, cómo puede<br />

llegar el hombre a la luna, en qué fecha hay que iniciar la cosecha de las<br />

frambuesas, qué enfermedades se podrían considerar como de origen<br />

genético, y demás. Esto quiere decir que en cada caso se trata de leyes que<br />

rigen el comportamiento de los fenómenos y la tarea del conocimiento y de la<br />

ciencia es descubrirlas. Y así nos podemos mover en el campo de cada ciencia<br />

particular, reconociendo la especificidad de leyes físicas, biológicas o químicas.<br />

Mas, Leibniz nos invita a partir de este discurso físico a dar un salto a un<br />

discurso metafísico, de acuerdo al cual se puede llegar a la formulación de un<br />

principio de validez universal y que no admite ninguna excepción y que dice<br />

simplemente que nada es sin razón, nihil est sine ratione. Y ello corresponde al<br />

principio de razón suficiente, de acuerdo al cual cada fenómeno es como es y<br />

se comporta como se comporta porque hay razones siquiera suficientes para<br />

ello. Podemos decir entonces que el universo entero, el universo del pasado,<br />

del presente y del futuro, ha estado, está y estará sometido al principio.<br />

Si bien aquilatamos esto, ya no importa aquí que haya una ley particular<br />

que explica las órbitas de los cometas, la formación de un cristal, los procesos<br />

de evaporación o de rarefacción, sino que el universo entero se muestra como<br />

sometido al principio de razón suficiente, al cual lo podemos observar así como<br />

el castillo de las leyes.<br />

Podemos decir entonces ahora que la filosofía consiste precisamente en<br />

este salto que damos de lo físico a lo meta-físico.<br />

Mas, respecto de nuestro principio, el asunto no acaba allí, ya que por<br />

de pronto en el dar el fundamento a un fenómeno nos podemos equivocar y<br />

podemos sostener, por ejemplo, que la Tierra es el centro del universo. Ello nos<br />

hace ver que el principio, como las leyes, que son su descendencia, actúan en<br />

cierto modo en los fenómenos mismos, y que el verdadero fundamento, por<br />

ejemplo, del origen del universo, de los hoyos negros, del fenómeno de la vida,<br />

“están ahí”, esperando que alguien los descubra.<br />

Y naturalmente, en función de nuestra finitud, podemos cometer en ello<br />

muchos errores.<br />

128.Si nadie me pregunta qué es el tiempo, lo sé, y si me lo preguntan, no lo<br />

sé.


Aproximadamente así nos dice San Agustín en sus Confesiones. En ello se<br />

grafica de modo sobresaliente lo propio de la filosofía. Normalmente nos<br />

movemos en el mundo a partir de una actitud natural y damos por sentado que<br />

las cosas son como son, como, entre otros, que pasa el tiempo, qué hora, en<br />

qué fecha estamos, cuándo tiene tal persona cumpleaños, en qué momento<br />

comenzó propiamente la Revolución Francesa, y demás. Pero, al preguntarnos<br />

¿qué es el tiempo? de aquella cómoda, aquietada y superficial actitud natural<br />

pasamos a una actitud crítica.<br />

Ortega y Gasset, por su parte, nos invita también a entender la filosofía<br />

en esta perspectiva, al decirnos en su modo, muy español por cierto, que la<br />

filosofía tiene que ver con lo que es Perogrullo, en este caso, por ejemplo, que<br />

hay algo así como el tiempo y que su paso me afecta, me transforma, me hace<br />

envejecer, me acerca a la muerte.<br />

Pero ¿qué es el tiempo? Antes que a San Agustín, esta pregunta tuvo en<br />

vilo ya a Aristóteles y en su Física él la aborda espléndidamente.<br />

Mas, por ahora nos interesa cómo se presenta la cuestión del tiempo en<br />

San Agustín. Leemos en las Confesiones:<br />

“Pero ¿qué es el tiempo? ¿Quién podrá fácil y brevemente explicarlo?<br />

¿Quién es el que puede formar idea clara de lo que es el tiempo, de modo que<br />

se lo pueda explicar bien a otro? Y por otra parte, ¿qué cosa hay más común y<br />

más usada en nuestras conversaciones que el tiempo? Así entendemos bien lo<br />

que decimos, cuando hablamos del tiempo, y lo entendemos también cuando<br />

otros nos hablan de él. / Pues, ¿qué cosa es el tiempo? Si nadie me lo<br />

pregunta, yo lo sé para entenderlo; pero si quiero explicarlo a quien me lo<br />

pregunte, no lo sé para explicarlo. Pero me atrevo a decir que sé con<br />

certidumbre que si “ninguna cosa” pasara, no hubiera tiempo pasado; que si<br />

ninguna cosa sobreviniera de nuevo, no habría tiempo futuro, y si ninguna cosa<br />

existiera, no habría tiempo presente. / Pero aquellos dos tiempos que he<br />

nombrado, pasado y futuro, ¿de qué modo son o existen, si el pasado ya no es,<br />

y el futuro no existe todavía? Y en cuanto al tiempo presente, es cierto que si<br />

siempre fuera presente y no se mudara ni se fuera a ser pasado, ya no sería<br />

tiempo, sino eternidad. Luego si el tiempo presente, para que sea tiempo, es<br />

preciso que deje de ser presente y se convierta en pasado, ¿cómo decimos<br />

que el presente existe y tiene ser, supuesto que su ser estriba en que dejará de<br />

ser, pues no podemos decir con verdad que el presente es tiempo, sino en<br />

cuanto camino a dejar de ser?”<br />

Ya en lo que hemos leído encontramos al menos dos aproximaciones<br />

que develan distintos aspectos del tiempo. La primera, podríamos decir acusa<br />

un parentesco con el análisis aristotélico del tiempo, ya que tiempo sólo hay si<br />

hay cosas que pasan, que cambian, que se mueven. Para Aristóteles tiempo<br />

hay precisamente tan sólo en la medida en que hay cambio y movimiento.<br />

La segunda se refleja en esa decidida remisión al presente: si el pasado<br />

y el futuro no son – ya sea porque se refieren a lo que ya no es, o a lo que<br />

todavía no es – ello nos muestra que sólo podemos hablar del pasado o del<br />

futuro desde el presente.<br />

Dicho de otro modo, el presente es lo único con que contamos, y si<br />

acaso efectivamente contamos con él. Pero, si hablamos de contar con el<br />

presente, lo cierto es que en gran medida ello es posible con apoyo en el<br />

pasado, en lo que ya somos, y en el futuro, en lo que podemos ser.


129.El tiempo está hecho de instantes intemporales.<br />

Este es uno de los pasos argumentativos del Libro IV de la Física de<br />

Aristóteles. Pero ¿cómo llega a él? Por de pronto al hacerse la pregunta ¿qué<br />

es el tiempo? éste se muestra como siendo prácticamente nada, ya que consta<br />

de pasado y de futuro, mas el pasado ya no es y el futuro todavía no es, y lo<br />

mismo sucede al considerar que el tiempo consta de antes y después; sucede<br />

que ninguno de ellos propiamente es. Entonces el tiempo tendría que ser el<br />

instante, mas el instante, como unidad temporal mínima es a-temporal, ya que<br />

en él no podría haber pasar, transcurrir, antes o después. El instante es como<br />

el punto en la geometría: si una línea está hecha de puntos, el punto carece de<br />

extensión.<br />

Veamos como reflexiona sobre esto el filósofo argentino Adolfo Carpio<br />

en su obra Principios de Filosofía:<br />

“En verdad, parece como que sólo el presente tuviera auténtica realidad,<br />

que fuera lo único propiamente existente, lo único de lo que pueda decirse “es”.<br />

Pero, si se lo considera atentamente, ¿qué es el presente? Digamos que el<br />

presente es, v.gr., la hora, esta hora de lectura que estamos viviendo. Pero en<br />

seguida se advierte que de esta hora ya ha pasado algo, 20 minutos, digamos,<br />

que son pasado y por tanto ya no son; y también hay algo que todavía no ha<br />

pasado, 40 minutos todavía no son; de manera que el presente que buscamos<br />

se nos ha vuelto a escabullir. ¿No será entonces el presente un segundo, este<br />

segundo? Sin embargo, resulta claro que respecto de él se puede practicar la<br />

misma operación anterior, sin encontrar nunca, por más que se siga dividiendo,<br />

el presente buscado. De todo lo cual resulta, pues, que el presente parece no<br />

tener extensión, parece ser nada más que algo así como un punto matemático,<br />

irreal, sólo una línea divisoria ideal, una frontera entre el pasado y el futuro, es<br />

decir, un límite entre dos cosas que no existen, un fantasma de fantasmas”.<br />

Estas palabras de Carpio nos hacen ver lo enigmático que es el tiempo,<br />

que, como ya lo viera Aristóteles, está muy cercano al no-ser. Podríamos decir<br />

que el ser del tiempo es pasar y por ello a la vez desaparecer, desvanecerse.<br />

Ello explica también su carácter inasible, ya que en cuanto pretendemos<br />

atraparlo se nos escapa al pasado, sumergiéndose precisamente en el no-ser.<br />

Desde la otra dirección, pareciera que el presente no fuera mero pasar, ya que<br />

si es así ¿cómo se abre al futuro? ¿cómo ingresa el futuro en el presente? Y<br />

aquí nos topamos con algo inquietante: que al parecer lo que hay es un<br />

moverse desde el futuro, y si esto también alude a un pasar, sería un pasar que<br />

ya comienza en el futuro.<br />

Pues bien, esto que decimos aquí no resulta descabellado, ya que, con<br />

apoyo en Leibniz, podemos ver el universo como que en él lo primero es la<br />

posibilidad, que al ser necesaria, se hace realidad, y junto con ello, presente.<br />

130.Sócrates soldado.<br />

Un aspecto de la vida de Sócrates en el que solemos no reparar es que<br />

Sócrates fue también soldado que participó en varias batallas. Cuando<br />

Sócrates tenía 38 años, intervino en el Sitio de Potidea (432-430 a.C.), ciudad<br />

que se había sublevado contra Atenas. Participó posteriormente en las Batallas<br />

de Delio (en el 424) y Anfípolis (421), dando en estos acontecimientos bélicos


muestras de valentía y fortaleza. Hagamos referencia a continuación a lo que<br />

fue el Sitio de Potidea, colonia griega en la costa de Tracia. Ello lo hacemos<br />

con el fin de imaginarnos plásticamente en qué fue lo que participó Sócrates,<br />

sin duda adhiriendo a la causa de su ciudad, Atenas. Por de pronto, habría que<br />

señalar que el Sitio de Potidea como las batallas mencionadas en que Sócrates<br />

participó son parte del desarrollo de la Guerra del Peloponeso que es<br />

principalmente entre Esparta y Atenas, cada una de estas metrópolis con sus<br />

respectivas ciudades aliadas. Mas, esta larga guerra, que se inicia con Pericles<br />

como regente en Atenas, hacia el 435, está suscitada primero por un conflicto<br />

entre las ciudades de Corinto y Corcira – esta última actualmente conocida<br />

como Kerkira, la gran isla del Mar Jónico, y por influencia de la República de<br />

Venecia que siglos más tarde la conquistó, internacionalmente conocida como<br />

Korfú, la isla de la que se enamorara la emperatriz Sisi del Imperio Austro-<br />

Húngaro y el Kaiser alemán Guillermo II. Pues bien, sucede que Epidamnos,<br />

ciudad de la costa ilírica, es decir, más al norte de Corcira en el Mar Jónico,<br />

correspondiente a lo que hoy es Albania, es una ciudad que fue fundada tanto<br />

por Corcira como por Corinto, formándose allí dos partidos que se enfrentan.<br />

Esto trae consigo a la vez que Corinto y Corcira entren en conflicto. Como los<br />

representantes de Corcira le piden apoyo a Atenas, Pericles acoge<br />

favorablemente esta solicitud. En esta decisión de Pericles de seguro que entró<br />

en consideración el hecho de que Corcira era un aliado muy valioso para<br />

Atenas, por un lado, por su fuerte marina, como por otro lado, dada su posición<br />

geográfica, constituir una vía comercial hacia Italia y Sicilia. En todo caso, tan<br />

sólo en términos de una alianza defensiva, Atenas envió diez naves de guerra<br />

a Corcira en el 433. Y entonces sucedió lo inesperado: que los corintios<br />

lanzaron al mar su propia flota. Primero se enfrentaron las flotas de Corcira con<br />

las de Corinto, y como los corintios dominaran, la flota ateniense se vio<br />

obligada a intervenir. Entonces las naves corintias emprendieron la retirada.<br />

Pero, los asuntos no habían de quedar allí. En la costa de Tracia, al norte de<br />

Grecia, en Calcídica – no muy lejos de Estagira, de donde procede Aristóteles<br />

– se encuentra una antigua colonia corintia, llamada Potidea, ciudad que<br />

pagaba tributo a Atenas como todas las otras pertenecientes al Imperio<br />

Ateniense. Sin embargo Potidea seguía teniendo relaciones con Corinto,<br />

recibiendo incluso de ésta todos los años a su jefe, el “epidamiurgos”. Atenas<br />

no pudo tolerar más esta situación y le dio un ultimátum a Potidea, la cual no<br />

obstante se declaró en rebelión. Las cosas se agravaron más todavía cuando<br />

Corinto envió en apoyo de Potidea un ejército de mil hoplitas. Como<br />

consecuencia de ello Atenas envió entonces tres mil hoplitas, entre los que se<br />

contaba precisamente Sócrates. Éstos vencieron a los corintios a campo<br />

abierto ante los muros de Potidea, en cuya ciudad amurallada finalmente se<br />

fueron a encerrar. Entonces se inicia un largo sitio que habrá de durar dos<br />

años.<br />

131.Sócrates y la lucha por el concepto.<br />

La lucha por el concepto constituye el impulso de la filosofía en sus orígenes y<br />

al modo de un sello, marca a la filosofía para siempre. De lo que se trata es de<br />

definir cada término de manera adecuada, dar con su delimitación precisa.<br />

Observemos como las siguientes palabras acusan un parentesco: ‘de-finir’, ‘delimitar’<br />

y ‘de-terminar’; ellas aluden cada una respectivamente a ‘fin’, ‘límite’ y


‘término’. La de-finición tiene que ver pues con eso, con señalar con precisión<br />

los con-fines de un concepto. Y este sello inicial de la filosofía por supuesto que<br />

también caracterizará a las ciencias que irán naciendo de ella.<br />

Sin lugar a dudas el ejemplo más descollante de la lucha por el concepto<br />

está representado por Sócrates. Y cabe agregar de inmediato que también en<br />

este aspecto su pensamiento está en una visible unidad con el de su discípulo<br />

Platón. En Platón se trata de que el ser y la verdad de todo está en arquetipos<br />

originarios, en las ideas, resultando de ello que todos los fenómenos son tales<br />

simplemente porque participan de las ideas respectivas. Un ser humano es<br />

humano porque participa de la idea, diríamos de la fórmula de lo humano; un<br />

acto de justicia es tal porque participa de la idea de justicia; una obra es bella<br />

porque participa de la idea de belleza.<br />

Pues bien, como vemos, la lucha socrática por alcanzar el concepto es<br />

lo que permite la elevación a lo que Platón concibiera como mundo de las<br />

ideas, las cuales supuestamente pertenecen a otro mundo que antecede a<br />

éste.<br />

Podríamos decir, en aras de diferenciar adecuadamente concepto de<br />

idea, que en nuestro mundo cotidiano donde Sócrates discute, que<br />

frecuentemente es el ágora, la plaza pública en Atenas, a los pies de la<br />

Acrópolis, tiene que librarse la lucha por el concepto, y esto, en términos ahora<br />

platónicos, permitiría elevarse a la idea. Pero, desde luego, para que esto se<br />

cumpla, es necesario dar con el concepto, la definición precisa de lo que sea la<br />

justicia, la valentía, la virtud, o cualesquiera que sea el tema del Diálogo. Pues<br />

bien, esto no sucede y es por ello que los Diálogos socráticos acaban por lo<br />

general en aporías, en caminos sin salida, mas igual algo se ha podido avanzar<br />

en la dirección correcta. De todos modos, alcanzar el concepto es<br />

particularmente difícil desde el momento que la gente en general tiende a estar<br />

completamente apegada a las imágenes, las cuales impresionan, conmueven,<br />

sorprenden, generándose un extravío cuando ello trae consigo la incapacidad<br />

de alcanzar el concepto. Esto que Sócrates ejemplariza paradigmáticamente<br />

pues como lucha por el concepto, en todo caso y bajo ningún punto de vista, se<br />

limita a una cuestión semántica, diríamos de diccionario, de dar con el<br />

significado, la denotación precisa de una palabra, sino que ello concierne a<br />

algo de fondo: el hombre requiere de un concepto preciso de justicia, Estado,<br />

educación, economía, y demás con el fin de organizar la sociedad<br />

adecuadamente. Ello es aplicable prácticamente a toda situación imaginable, y<br />

podríamos agregar que es la falta de conceptos adecuados que se tenga sobre<br />

protección del entorno, urbanismo, desarrollo económico sustentable, lo que<br />

genera los mayores trastornos en nuestro mundo.<br />

132.La lucha por el concepto librada en la pregunta por la valentía.<br />

La lucha por el concepto – por de-finir y de-limitar del modo más preciso que<br />

significa una palabra, un concepto – tiene lugar prácticamente en todos los<br />

diálogos que escribiera Platón sobre su maestro Sócrates Tomemos como<br />

ejemplo uno de sus diálogos juveniles, el Laques, en que se trata de definir la<br />

valentía. Destaquemos a propósito de esto que a Sócrates le tiene que haber<br />

preocupado el tema, dado que él mismo, es sabido, que dio muestras de<br />

valentía y fortaleza al participar como hoplita, con 38 años de edad, primero en<br />

los inicios de la Guerra del Peloponeso, en el Sitio de Potidea, al norte de


Grecia, en Calcídica, sitio que se prolongó entre el 432 y 430 a.C.; y más tarde<br />

también participó en las Batallas de Delio, 424 y Anfípolis, 421.<br />

¿Y quién sería para Sócrates el más indicado para responder qué es la<br />

valentía? Naturalmente un General, como lo es Laques – al que el Diálogo<br />

debe su nombre – que Sócrates encuentra en sus andanzas. Veamos qué<br />

responde el General a aquella pregunta:<br />

“Por Zeus, Sócrates, no es difícil decirlo: si alguien queda en su puesto,<br />

y enfrenta al enemigo, y no huye, sabe que éste es valiente”.<br />

En esta respuesta Sócrates inmediatamente observa el problema de que<br />

se responde qué es la valentía con algo que tiene carácter de ejemplo. En ello<br />

se revela las dificultades que se presentan para alcanzar el concepto, ya que<br />

para ello es necesario ir más allá de casos, ejemplos e imágenes particulares<br />

que se tiene de la palabra que se intenta definir, y el hombre tiende a estar<br />

completamente apegado a las imágenes.<br />

Entonces Sócrates refuta la definición de valentía presentada por<br />

Laques que supone mantenerse en su puesto, aduciendo que en distintos<br />

casos y situaciones, como el de los escitas, se lucha retrocediendo, ya que<br />

primero avanzaban y lanzan flechas para luego inmediatamente después<br />

retirarse; por su parte, los espartanos en la Batalla de Platea retrocedieron con<br />

el fin de atraer a los persas, que cayeron en la trampa y fueron vencidos; y<br />

tengamos en cuenta que esta Batalla, librada en el 479 a.C. significó el fin de la<br />

Guerra contra Persia. Y, por lo demás, hay otras tantas situaciones, no sólo las<br />

bélicas, que tienen que ver con la valentía y que también deberían ser<br />

consideradas. Escuchemos al propio Sócrates deliberar al respecto:<br />

“Quería interrogarte, no sólo sobre la valentía de los hoplitas, sino<br />

también sobre la de la caballería y la de todos los combatientes en general. Y<br />

no solamente sobre la valentía de los combatientes, sino asimismo sobre la de<br />

los hombres expuestos a los peligros del mar; y sobre la que se manifiesta en<br />

la enfermedad, en la pobreza, en la vida política; la que resiste no sólo los<br />

males y los temores, sino también las pasiones y los placeres, sea luchando a<br />

pie firme o retirándose. Porque en todos estos casos, Laques, hay hombres<br />

valientes, ¿no?”.<br />

Cómo no encontrarle la razón a Sócrates. Se trata de definir la valentía,<br />

pero hay tantas situaciones humanas en las que ella se manifiesta, y si no se<br />

las tiene en cuenta, la definición será parcial y sesgada. Laques ensaya<br />

entonces otra definición diciendo que la valentía sería la persistencia sensata;<br />

incluso el propio Sócrates lo induce a esa nueva definición, a la que Laques<br />

asiente. Mas, en seguida comienza una nueva refutación, ya que hay<br />

situaciones en las que también se pone en juego la valentía y, respecto de las<br />

cuales, jamás podría sostenerse que actuamos sensatamente. Ello queda de<br />

manifiesto en la siguiente intervención de Sócrates:<br />

“En la guerra, un hombre resiste con firmeza y está dispuesto a<br />

combatir, por un cálculo inteligente, sabiendo que otros vendrán en su ayuda,<br />

que el adversario es menos numeroso y más débil que su propio bando, y que<br />

tiene además la ventaja de una mejor posición. Este hombre, cuya persistencia<br />

se apoya en tanta prudencia y preparativos, ¿te parece más valiente que quien,<br />

en las filas opuestas, sostiene enérgicamente su ataque y persiste en él?”<br />

Y Laques otra vez tiene que asentir. La lucha por alcanzar el concepto<br />

pues continúa.


133.Sócrates: el “torpedo” de Atenas.<br />

Así llamaban los atenienses a Sócrates. Desde luego este calificativo no tiene<br />

nada que ver con el torpedo que lanzan los submarinos y mucho menos con el<br />

“torpedo” del colegio, que consiste en la información que se mantiene oculta<br />

para un examen y donde están las respuestas a lo que se pregunta. No, nada<br />

de eso tiene que ver, y la clave del calificativo dado a Sócrates la encontramos<br />

en el Diálogo Menón, donde este mismo dice:<br />

“Si me permites una broma, te diré que, tanto por tu aspecto cuanto por<br />

otros respectos, me pareces muy semejante a ese chato pez marino llamado<br />

torpedo. Pues entorpece súbitamente a quien se le acerca y lo toca; y tú me<br />

parece que ahora has producido en mí algo semejante. Verdaderamente, se<br />

me han entorpecido el alma y la boca, y no sé ya qué responderte”.<br />

Aquí se alude a un pez eléctrico, especie de raya, que paraliza a sus<br />

víctimas, antes de devorarlas. ‘Torpedo’ viene del latín torpere, que significa<br />

‘anestesiar’, ‘paralizar’. Y, en cuanto a la forma física, este pez es chato, como<br />

lo era el rostro de Sócrates, de nariz chata.<br />

El sobrenombre, la verdad, está muy bien puesto, ya que lo que hacía el<br />

maestro era precisamente a través de la refutación, dejar paralizado al<br />

interlocutor interrogado. Así reconoce el propio Menón en el pasaje citado que<br />

le ha ocurrido esto a él mismo. Y efectos similares han padecido Laques,<br />

Gorgias, Teetetos, Eutifrón y otros. Cada uno al ser confrontado con lo que sea<br />

la justicia, la valentía, la piedad, la virtud, u otros, ha arriesgado una definición,<br />

siendo incitado para ello por el eironía de Sócrates, que adula a su interlocutor<br />

sobre todo por su inteligencia y sabiduría, y luego ha sufrido indefectiblemente<br />

el efecto paralizante de Sócrates, el pez torpedo, que lo ha tocado.<br />

Cuando leemos los diálogos socráticos en que se pone todo esto en<br />

juego, aquello conocido como “mayéutica”, el arte de dar a luz, de hacer parir la<br />

verdad, nunca podemos olvidar que tras él está su discípulo Platón escribiendo<br />

aquello. Y Platón fue muy influido por la religión órfica que se introdujo en<br />

Grecia, y uno de los puntos clave de la doctrina órfica es la catarsis, la<br />

depuración, la purificación.<br />

Pues bien, la catarsis se hace claramente presente en la mayéutica<br />

socrática, y sólo sobre esta base se puede comprender el efecto de parálisis<br />

del pez torpedo. El alma humana se haya por lo general atiborrada no sólo de<br />

imágenes, sino de prejuicios, inclinaciones, y por cierto además, errores y<br />

confusiones. Tengamos en cuenta nada más que el apego a las costumbres de<br />

cada comunidad, o en secciones más reducidas aun, a nuestro círculo de<br />

amigos, a la familia, al hecho de ser del sur o del norte, de tal clase socioeconómica<br />

u otra, en todo ello se muestra que lo que entendemos por<br />

matrimonio, Estado, justicia, sexualidad, amor, y otros, está expuesto a<br />

variaciones enormes. Pero, más que nada lo que cuenta para Sócrates es que<br />

el alma está apresada en imágenes y opiniones, creyendo que en ellas está la<br />

verdad. A ello se aplica ante todo pues la catarsis, la depuración, como una<br />

purga con efecto laxante. Aquí tiene lugar el efecto paralizante del torpedo<br />

Sócrates. Este efecto se manifiesta al modo del propio lema que lo guía en su<br />

camino filosófico: “Sólo sé que nada sé”, la docta ignorantia, el reconocimiento<br />

de la propia ignorancia, que nos deja precisamente paralizados, dado que se<br />

nos ha vaciado, depurado de las antiguas, inveteradas e incuestionadas<br />

opiniones a las que nos aferrábamos hasta ahora. Y al mismo tiempo que


paralizados, quedamos enmudecidos, pasmados, atónitos. Sólo así nuestra<br />

alma puede ser liberada y recién puesta en el camino de la verdad.<br />

Notable en la catarsis es además la correspondencia que manifiesta con<br />

la relación alma-cuerpo. Normalmente sólo nos preocupamos de que nuestro<br />

cuerpo está contaminado con mucha toxina y procuramos depurarlo, para lo<br />

cual practicamos algún deporte. Pero, nuestra alma ¿acaso no requiere<br />

también y quizás mucho más de similar tratamiento?<br />

134.La tragedia de Sócrates comienza cuando Querefonte consulta al Oráculo<br />

de Delfos.<br />

El libro La razón heroica (Sócrates y el oráculo de Delfos), publicado en 2006,<br />

del filósofo chileno Humberto Giannini se centra sobre todo en la anécdota del<br />

amigo de Sócrates – Querefonte – que fue al Oráculo de Delfos y le consultó<br />

acerca de quién sería el hombre más sabio de Atenas, y el Oráculo le<br />

respondió que Sócrates.<br />

Podemos imaginar la impresión que le ocasionara a Sócrates esta<br />

sentencia oracular. Tengamos en cuenta que en Delfos, en el Monte Parnaso<br />

(monte sagrado) no muy lejos del Estrecho de Corinto, estaba la Pitía, cuyo<br />

nombre deriva de la Pitón, vale decir, es poseedora de la sabiduría de la<br />

serpiente mitológica, y en el mismo lugar donde ella se ubicaba, entre dos<br />

rocas, está nada menos que el omphalos, el ombligo del mundo.<br />

Pues bien, el destino y la tragedia de Sócrates se fraguan a partir de<br />

este saber, de esta toma de conocimiento de la sentencia de la pitonisa. Ello se<br />

debe a que – según nos va mostrando Giannini en su obra que, en rigor, es<br />

una pieza teatral – Sócrates lo que hará a continuación será comprobar la tan<br />

increíble verdad de la sentencia oracular, en vistas de lo cual habrá de inquirir,<br />

detener a destacados conciudadanos, como al General Laques y preguntarle<br />

qué es la valentía, detener a Protágoras, a Gorgias, a Eutifrón, y no sólo<br />

preguntarles a ellos sobre un tema u otro, sino procurando saber si acaso<br />

alguno de éstos sería tal vez el ateniense más sabio; al constatar que no lo<br />

son, procederá a refutar lo que sostienen, todo lo cual lo irá convirtiendo en<br />

alguien molesto, perturbador, en un “torpedo”, el pez eléctrico que paraliza a<br />

quien toca, según lo habrá de comparar Menón en el Diálogo del mismo<br />

nombre. Al final de este proceso Sócrates no solamente llegará a la conclusión<br />

de que él sería el más sabio, ya que al menos sabe que no sabe nada, sino<br />

que el haber sabido del vaticinio le traerá nada menos que la muerte.<br />

Esta conexión entre saber y tragedia nos da mucho que pensar. Ella<br />

tiene que ver exactamente con la concepción de lo trágico de Karl Jaspers, y<br />

que podemos leer en su libro Esencia y formas de lo trágico. Si tomamos lo<br />

trágico según como se muestra ejemplarmente en Edipo Rey, la obra de<br />

Sófocles, podemos decir que hay tragedia sólo en tanto Edipo llega a saber,<br />

incluso ofendiendo a Tiresias – el adivino, el pitoniso, que ahí se presenta –<br />

que no le quiere decir la verdad, y echándole en cara que él – Edipo – ha<br />

descifrado el enigma de la esfinge y ello sobre la base del saber y no de la<br />

interpretación del vuelo de los pájaros, como lo hacen los adivinos. Y como el<br />

oráculo le había vaticinado a Edipo que asesinaría a su padre, se traslada<br />

incluso de región para que aquello no suceda, más en esa otra región habrá de<br />

suceder. Pero, incluso asesinando a su padre y casándose con su madre, no


hay todavía tragedia. Ella se desencadena sólo en tanto Edipo sabe, ya que<br />

Tiresias finalmente le dice la verdad.<br />

El título de esta obra teatral de Giannini es muy apropiado – “La razón<br />

heroica” – puesto que ante todo Sócrates es eso. La comparación que hace<br />

Sócrates de las leyes con los muros que protegen la polis es reveladora al<br />

respecto. Hay que respetar las leyes aunque signifique ello que te condenan a<br />

morir. Pero ¿muere con ello la razón? De ninguna manera. Es justo lo<br />

contrario, es la razón, la razón que de este modo es heroica hasta las últimas<br />

consecuencias, la que triunfa, y agregaría que triunfa para siempre y se vuelve<br />

así inmortal.<br />

Por su parte, Hegel presenta a Sócrates como una figura hecha de un<br />

solo trazo, de una sola idea que habrá de seguir hasta el final, sin que nada se<br />

interponga. Lo compara con la gran obra de arte y con otras figuras como<br />

Pericles que, cual modelos clásicos de humanidad, siguen su derrotero hasta el<br />

final. Sin duda también en ello está señalada su tragedia.<br />

135.Sócrates al modo de lo que Kierkegaard llamó “héroe del instante”.<br />

Se me ocurre que Sócrates puede ser concebido también al modo de cómo<br />

Kierkegaard pensara lo heroico. El héroe para Kierkegaard es siempre “héroe<br />

del instante”. El héroe es aquél que es capaz en un solo instante decisivo de<br />

arriesgarlo todo, de ponerlo todo en juego, sin importar cuánta sangre, sudor y<br />

lágrimas le haya costado aquello. De este modo, podemos reconocer a los que<br />

son venerados como héroes en la historia, aunque muchas leyendas se tejan<br />

en torno a ellos.<br />

Y si lo vemos por la contraparte, quien no arriesga todo en un momento,<br />

difícilmente puede ser considerado héroe.<br />

Si asumimos que es legítimo concebir al hombre desde el juego, vale<br />

decir, al hombre como jugador, como homo ludens, el tipo de juego que Roger<br />

Caillois ha clasificado como de ilinx, término griego que significa ‘vértigo’, viene<br />

a ser el tipo de juego que corresponde a las acciones heroicas. Pero, antes que<br />

eso, el supuesto héroe, como ninguno, parece ser paradigmático respecto del<br />

juego. ¿Y por qué es eso? Pues precisamente porque como ninguno es capaz<br />

de ponerlo todo en juego en un instante, nada menos que su propia vida.<br />

Esto último es muy decidor respecto del juego, ya que en verdad cuando<br />

propiamente jugamos, nos ponemos en juego, y esto quiere decir que el riesgo<br />

es parte constitutiva de lo lúdico. En otras palabras, quien no acomete riesgos,<br />

quizás no todo el rato, pero si al menos en ciertos momentos decisivos, no está<br />

propiamente jugando.<br />

Observado esto desde el pensamiento de Kierkegaard sobre el instante,<br />

podríamos decir que entonces, cuando ponemos todo en juego en un instante,<br />

el instante se eterniza, porque nos sumergimos en él, como si no hubiera nada<br />

más que importara.<br />

La expresión latina alia jacta est, “la suerte está echada” revela<br />

nítidamente lo que estamos diciendo, en cuanto interpreta a nuestro “héroe del<br />

instante”. Y en el caso de Sócrates – nuestro héroe filosófico – él se comporta<br />

precisamente así ya en la Apología, en la defensa ante los tribunales, ante la<br />

“Asamblea de los Quinientos”. No acepta el pago de una fianza, ni tampoco la<br />

huida. Él estima que si las leyes, que son como los muros que protegen la<br />

ciudad, lo condenan, igual debe acatarlas.


Y así observamos en el Fedón, el Diálogo dedicado a los últimos<br />

momentos de Sócrates, como no bastan los ruegos de los amigos que desista,<br />

ofreciéndoles ellos una salida. Nada es suficiente para Sócrates, cuya espera<br />

del momento final de beber la copa de la cicuta se ha alargado, ya que la nave<br />

que ha partido a Delos demora en volver a causa de temporales en el Egeo, lo<br />

que correspondía al ritual como agradecimiento al Dios que practicaban los<br />

atenienses por haber liberado a las víctimas del Minotauro, que en tiempos<br />

inmemoriales habían viajado con Teseo a Creta.<br />

Cuando años más tarde, debido a la muerte prematura de Alejandro<br />

Magno, los macedonios caen en descrédito, comenzó una persecución de los<br />

macedonios en Atenas, y entonces esto afectó también a Aristóteles que había<br />

sido maestro del joven Príncipe Alejandro. Mas, antes que cayera sobre él el<br />

edicto de ostracismo, Aristóteles decidió retirarse a la gran Isla de Eubea,<br />

donde poseía alguna tierra, y en palabras de él, hizo esto con el fin de impedir<br />

que los atenienses volvieran a hacerse culpables con la filosofía, como ya lo<br />

habían hecho con Sócrates.<br />

136.Alcibíades compara a Sócrates con el sátiro Marsias.<br />

Alcibíades, nacido en el seno de una poderosa y noble familia, fue un<br />

destacado General y político ateniense que vivió entre el 450 y el 404 a.C. ;a la<br />

muerte de su padre, quedó su educación a cargo de Pericles. Alcibíades se<br />

caracterizaba sobre todo por su extravagancia. Uno de los aspectos de su<br />

personalidad que lo vinculan con la filosofía es haber sido seguidor, admirador<br />

y amigo de Sócrates. Sobre todo destaca Alcibíades en uno de los Diálogos<br />

más destacados y célebres de Platón – el Banquete – el Diálogo sobre Eros, el<br />

amor. En la última parte de éste irrumpe bruscamente, y embriagado, en la<br />

escena del Diálogo, y entonces, siendo presa de un ataque de celos por ver a<br />

Sócrates en íntima conversación con otro de los invitados, en las palabras que<br />

dice compara a Sócrates con Marsias, aquel sátiro, fauno o sileno que al<br />

recoger la flauta desechada por Atenea, desafió a Apolo a un certamen, de<br />

acuerdo a cuyo resultado, el vencedor podía tratar al vencido como quisiera.<br />

Como ganara Apolo, que estaba indignado por la presunción de Marsias, lo ató<br />

a un árbol y lo desolló vivo. Su sangre se convirtió entonces en el Río Marsias,<br />

que es un afluente del Meandro, aquel río que desemboca en Mileto, en el Asia<br />

Menor.<br />

Escuchemos a continuación la comparación de Alcibíades, refiriéndose<br />

primero a Marsias:<br />

“Éste encantaba a los hombres por medio de sus instrumentos con el<br />

poder de su boca /.../ Tú te distingues de él tan sólo en cuanto consigues lo<br />

mismo sin instrumentos, con la sola palabra /.../ Si alguien, quienquiera que sea<br />

– una mujer, un hombre o un joven – te escucha a ti mismo o a otro que cuenta<br />

de tus palabras, y aunque quien las cuenta sea completamente insignificante,<br />

entonces quedamos embelesados y en éxtasis. Yo, al menos ¡oh hombres! si<br />

acaso no me presentara completamente embriagado, les juraría y os diría lo<br />

que yo mismo he padecido y padezco debido a sus palabras. Porque, cuando<br />

las escucho, me salta el corazón mucho más que a los bailarines coribantes, y<br />

me saltan las lágrimas bajo el efecto de sus palabras. A muchos otros veo<br />

padecer lo mismo /.../ Por este Marsias he quedado varias veces en un estado<br />

tal que me parecía que no valía la pena vivir, si acaso permaneciera así como


me encuentro /.../ Porque él me exige reconocer que es tanto lo que me falta y<br />

que, aparte de esto, me postergo a mí mismo, en tanto me ocupo de los<br />

asuntos de los atenienses. Con violencia me tapo las orejas y me dispongo a<br />

huir como de las sirenas, para no quedarme con él hasta que envejezca. Sólo<br />

con él me ha ocurrido lo que nadie supondría de mí: que me avergüence de<br />

alguien; pero me avergüenzo tan sólo de él. Porque estoy consciente que no<br />

puedo contradecirle en nada, que hay que hacer lo que él exige /.../ Me aparto<br />

y escapo de él entonces, y cuando lo veo, me avergüenzo de lo que debo<br />

reconocer. Y con frecuencia querría que él no estuviera más entre los hombres;<br />

pero si acaso sucediera esto, estaría, como bien lo sé, mucho más triste. No sé<br />

pues que debo pensar de este hombre”.<br />

Lo cierto es que entre Sócrates y Alcibíades – aparte de muchas cosas<br />

que pudieran decirse, pero que entran en el terreno de la especulación – había<br />

un lazo de vida y muerte. Ambos participaron juntos en dos grandes batallas –<br />

la de Potidea (en el 431) en la que Sócrates – se dice – le salvó la vida a<br />

Alcibíades, y en la de Delio (en el 424) en la que, ahora al revés, Alcibíades le<br />

salva la vida a Sócrates.<br />

La vida de Alcibíades es realmente como para hacer una gran película.<br />

Los favores y reveses de la fortuna que se presentan en ella son<br />

sorprendentes. Hacia el 422, una vez muerto ya Pericles, es partidario de la<br />

guerra contra Esparta. En el 415 organiza Alcibíades una gran expedición a<br />

Sicilia, con el fin de mantener el dominio ateniense, mas esta campaña deriva<br />

en un tremendo fracaso. Luego de esto se ve involucrado en un escándalo<br />

debido a una supuesta profanación de los misterios de Eleusis, a raíz de lo cual<br />

se le somete a proceso. Mas, no sólo no se presenta ante los tribunales, sino<br />

que busca refugio en Esparta (la archi-rival de Atenas). Mas, en razón de verse<br />

envuelto en Esparta en un complot contra él, huye nuevamente, y esta vez se<br />

acoge bajo la protección de Tisafernes – sátrapa persa de Sardes. Tiempo<br />

después, y tras haber tenido éxito en varias batallas, retorna a Atenas, donde<br />

no sólo logra recuperar el favor de los atenienses, sino que es nombrado<br />

comandante en jefe de las fuerzas armadas. Sin embargo, recién al año<br />

siguiente de este nombramiento sufre una enorme derrota en Notium, debido a<br />

lo cual es destituido. A consecuencia de ello, él mismo voluntariamente se<br />

destierra a Bitinia. Finalmente y al cabo de tres años de inactividad muere<br />

asesinado en Frigia.<br />

137.San Anselmo de Canterbury y su modo de resolver el conflicto entre razón y fe.<br />

Anselmo, que 4 siglos después de su muerte fuera canonizado, vivió entre 1033 y<br />

1109. Era italiano, nacido en Aosta, Saboya. Su padre supuestamente era muy<br />

derrochador, y fue debido a los malos tratos de su progenitor al morir su madre,<br />

abansonó el hogar paterno, yéndose a Francia, donde tras algunos años, cuando<br />

tenía 27, ingresó al Monasterio benedictino de Bec, en la Normandía, que se había<br />

convertido entonces en el primer centro cultural en Europa. La dirección de este<br />

monasterio estaba a cargo de Lanfranc. Interesa este Lanfranc, que también era<br />

italiano y venía de la Lombardía, ya que juega con Anselmo una suerte de vida<br />

paralela, pues junto con hacerse ambos amigos, ocurrió que a Anselmo le<br />

correspondió suceder a Lanfranc primero en la dirección del Monasterio. Mas, luego<br />

le correspondió nuevamente suceder a Lanfranc, que había sido Arzobispo de<br />

Canterbury (recordemos la dignidad eclesiástica más alta en Inglaterra), ya que una


vez muerto éste, fue desginado Anselmo como Arzobispo por el rey Guillermo II. La<br />

verdad es que en numerosas oportunidades se le había ofrecido esta dignidad, pero<br />

de manera igualmente reiterada la había rechazado. Cierto relato al respecto cuenta<br />

que encontrándose el rey en su lecho de enfermo, Anselmo tuvo que concurrir ante<br />

él, y que sus amigos, tanto de la Iglesia como seculares, lo sostuvieron firme delante<br />

del rey al momento que éste lo nombraba Arzobispo y que incluso levantaron su<br />

brazo al jurar por el nuevo cargo, forzándolo por último a sostener el báculo, símbolo<br />

del mando. Entonces ya era 1093 y Anselmo tenía 60 años. En razón de este<br />

nombramiento es que Anselmo es conocido en la historia como San Anselmo de<br />

Canterbury.<br />

Mas, con razón que Anselmo tenía enormes dificultades con éste como<br />

por lo demás con cualquier nombramiento. Desde entonces se las tuvo que ver<br />

con los entuertos de la política y de la siempre compleja relación de la realeza<br />

británica con el Vaticano. Es así como leemos en una carta dirigida al Papa:<br />

“Ya hace 4 años que soy Arzobispo y no he alcanzado nada; de manera<br />

inútil he vivido en medio de tremendos y desdeñables enredos de mi alma, de<br />

tal modo que frecuentemente quisiera que me sea lícito morir lejos de Inglaterra<br />

que tener que vivir allí”.<br />

Respecto de la relación entre razón y fe, que constituía el primerísimo<br />

tema indagado y discutido en aquellos años, claramente San Anselmo pone el<br />

mayor énfasis en la fe, dado que se trata de que ella es lo primero, sólo ella<br />

toca lo esencial y la razón tiene la misión de explicar aquello. Esto lo desarrolla<br />

en sus principales y más conocidas obras – Monologion y Proslogion. En este<br />

sentido, nos dice que:<br />

“El recto orden exige que primero creamos en las profundidades de la fe<br />

cristiana, antes que osemos, indagarlas por medio de la razón”.<br />

Ello se condensa en definitiva en la sentencia “credo ut intelligam”, “creo<br />

para comprender”, y que si la interpretamos por el lado negativo, supone que<br />

toda comprensión del mundo, del hombre, del sentido, recién se inicia con la fe,<br />

que, mientras no hay tal, toda comprensión es superficial y aparente.<br />

138.San Anselmo y la formulación del llamado “argumento ontológico”.<br />

En la historia de la filosofía nos encontramos en particular desde Aristóteles en<br />

adelante con reiteradas demostraciones de la existencia de Dios.<br />

Independientemente que se esté o no de acuerdo con ellas, claramente<br />

podemos reconocer como con ellas la razón asciende a un elevadísimo nivel.<br />

Probablemente lo que tiene más fuerza de las demostraciones aristotélicas es<br />

lo que atañe a una exigencia – y agreguemos, una necesidad – del<br />

pensamiento. Éste exige que haya una primera causa de todo, y esta causa,<br />

por definición, no puede ser efecto de una causa anterior (como, por ejemplo,<br />

el fuego que es causa del humo, a su vez es efecto de qué o quién lo<br />

encendió); ahora bien, si la supuesta primera causa es absolutamente tal,<br />

entonces ella, al no tener una causa anterior que la produzca, tiene que ser<br />

causa de sí misma, y a esto le llamamos Dios.<br />

Tal vez no menor es la lucidez de la demostración de San Anselmo, que<br />

viviera entre 1033 y 1109, de la existencia de Dios, expuesta en su Proslogion.<br />

Veamos como discurre:<br />

"Así, pues, ¡oh Señor!, Tú que das inteligencia a la fe, concédeme,<br />

cuanto conozcas que me sea conveniente, entender que existes, como lo


creemos, y que eres lo que creemos. Ciertamente, creemos que Tú eres algo<br />

mayor que lo cual nada puede ser pensado. / Se trata de saber si existe una<br />

naturaleza que sea tal, porque el insensato ha dicho en su corazón: no hay<br />

Dios. / Pero cuando me oye decir que hay algo por encima de lo cual no se<br />

puede pensar nada mayor, este mismo insensato entiende lo que digo; lo que<br />

entiende está en su entendimiento, incluso aunque no crea que aquello existe”.<br />

Y concluye más adelante: “Por consiguiente, si aquello mayor que lo cual nada<br />

puede pensarse existiese sólo en el entendimiento, se podría pensar algo<br />

mayor que aquello que es tal que no puede pensarse nada mayor. / Luego<br />

existe sin duda, en el entendimiento y en la realidad, algo mayor que lo cual<br />

nada puede ser pensado."<br />

En síntesis, podríamos decir, los pasos de esta prueba corresponden a<br />

los siguientes: que tengo en mí la idea de lo más grande que pueda pensarse,<br />

quod maior non sit, y que esto, lo mayor, lo más grande, por ser tal, tendría que<br />

existir no sólo en mí, sino también fuera de mí. Ahora bien, si todo el mundo<br />

concuerda, incluso el ateo, de que lo más grande que podemos pensar es Dios,<br />

entonces Dios existe.<br />

139.San Anselmo de Canterbury se enfrenta con el monje Gaunilo.<br />

En su obra Proslogion San Anselmo, que viviera entre los siglos XI y XII,<br />

desarrolla una demostración de la existencia de Dios que en síntesis contiene<br />

los siguientes pasos: tengo en mí la idea de lo más grande que pueda<br />

pensarse, quod maior non sit, y esto – lo mayor, lo más grande – por ser tal,<br />

tiene que existir no sólo en mí, sino también fuera de mí. Ahora bien, si todo el<br />

mundo concuerda (incluso el ateo) en que lo más grande que podemos pensar<br />

es Dios, entonces Dios existe.<br />

Gaunilo, monje coetáneo de San Anselmo en su obra Liber pro insipiente<br />

(Libro para el iniciado) critica esta demostración, haciendo ver lo injustificado<br />

que es el paso de lo ideal (lo pensado, Dios como lo más grande que hay) a lo<br />

real (lo existente), vale decir, que haya efectivamente tal. Con el fin de aclarar<br />

de manera didáctica esto, Gaunilo propone la siguiente metáfora: alguien tiene<br />

una idea de unas Islas Afortunadas perfectas y paradisíacas, y se permite<br />

concluir a partir de ello que tales islas deben existir necesariamente debido a<br />

su perfección, ya que ellas no serían perfectas, si acaso no existieran, vale<br />

decir, la perfección tiene que incluir la existencia, porque, de lo contrario, no es<br />

tal.<br />

San Anselmo replica entonces a Gaunilo planteando que su<br />

comparación de la idea de Dios con la idea de una isla perfecta es<br />

completamente impropia, ya que no se puede comparar algo inmaterial – Dios<br />

– con algo material – la isla – como tampoco jamás podría admitirse que algo<br />

material fuera perfecto.<br />

Siglos más tarde, en el siglo XVIII, Kant volverá sobre esta prueba,<br />

retomando en la Crítica de la razón pura un enfrentamiento de la prueba<br />

anselmiana de todo punto muy similar a la del monje Gaunilo, pero, diríamos,<br />

con mayor radicalidad y alcance. Como la prueba de San Anselmo pasó a ser<br />

conocida como “argumento ontológico”, lo que hace Kant es una “crítica al<br />

argumento ontológico”, sosteniendo que no podemos transitar de la esencia<br />

(algo pensado e ideal, lo que define a algo) al supuesto de su existencia real. El<br />

ser, nos dice Kant, "/.../no es un predicado real/.../”. En este sentido, agrega en


el mismo pasaje que al decir: "/.../Dios es", o "Hay un Dios", no añado nada<br />

nuevo al concepto de Dios". Aquí aparece también el conocido ejemplo de los<br />

táleros (moneda alemana de la época), que reza así: "Cien táleros reales no<br />

poseen en absoluto mayor contenido que cien táleros posibles". Desarrollando<br />

la misma idea, y para hacerla aun más gráfica, dirá él en otra parte que si cien<br />

táleros reales no fueran iguales a cien posibles (y desde luego viceversa), nos<br />

haríamos entonces más ricos, agregando unos ceros en nuestra cuenta<br />

(ejemplo que aquí parafraseo).<br />

Pero, podemos preguntarnos: ¿será tan así que no podemos predicar el<br />

ser de algo, por ejemplo, cuando hacemos algunas inferencias, y a partir de<br />

ello deducimos, por ejemplo, de que la causa de algo – de un incendio, de un<br />

crimen – fue tal y tal?<br />

Me parece al menos algo altamente discutible. Pongamos otro ejemplo:<br />

cuando el matemático Gauss les dice a los astrónomos de su época que<br />

dirijan sus telescopios en una cierta dirección en tal fecha y a tal hora, y<br />

descubrirán un planeta, descubriéndose en esta forma Neptuno, podemos<br />

decir que aquel planeta que antes no era para aquellos astrónomos, ahora<br />

precisamente es. Y ciertamente podemos suponer con sensatez que por<br />

aquellos días ante la impresión del extraordinario descubrimiento, esos<br />

astrónomos, los periódicos, y finalmente el grueso de la opinión pública<br />

emitieron reiteradamente juicios que predicaban que Neptuno es (algo real).<br />

140.La intrincada cuestión de supuestas demostraciones de la existencia de<br />

Dios.<br />

¿Qué más tentador podría haber para la razón que alcanzar nada menos que<br />

al apetecido supuesto Dios y demostrar ya que lo hay o, al contrario, que no lo<br />

hay? Así se entiende que ya en Grecia y desde los inicios mismos de la<br />

filosofía occidental esto haya sido una inquietud que mantenía ocupada a<br />

muchas mentes preclaras de aquellos tiempos. Así Jenófanes, considerado<br />

como iniciador de la filosofía occidental, sostiene que si los bueyes tuvieran<br />

dioses los vestirían con forma de bueyes; y ello nos enseña de manera muy<br />

aguda como en la aurora de la filosofía de manera muy aguda se critica el<br />

antropomorfismo teológico de un modo tal que está a la altura de la crítica que<br />

hiciera Ludwig Feuerbach en su obra La esencia del cristianismo en el siglo<br />

XIX.<br />

Pero, lo cierto es, si somos todo lo rigurosos que podamos, que si hay<br />

para la razón dificultades en demostrar la existencia de Dios, así también las<br />

hay, siendo por lo demás del mismo peso, dificultades para demostrar que no<br />

existe. A partir de la razón a Dios no podemos negarlo ni afirmarlo.<br />

Por un lado, si se trata de demostrarlo, según nos dice Aristóteles, si<br />

contemplamos el universo tenemos que reconocer que es necesario que haya<br />

una primera causa, absoluta, incausada ella mismo, y a su vez causa de sí<br />

misma, y a esto es legítimo llamarle “Dios”.<br />

Posteriormente en el siglo XI San Anselmo emprende una demostración<br />

de la existencia de Dios, conocida como “argumento ontológico”, de acuerdo a<br />

la cual se parte del supuesto de que tenemos en nosotros la idea de lo más<br />

grande que se pueda pensar, para desembocar en la conclusión del<br />

establecimiento de la existencia real de aquello, ya que sólo existiendo


ealmente puede ser lo más grande que hay; de lo contrario, no lo sería. Y<br />

como aquello, lo más grande es lo que llamamos Dios, por lo tanto Dios existe.<br />

Siglos más tarde Kant habrá de criticar el argumento ontológico de San<br />

Anselmo, arguyendo que no estamos autorizados a transitar desde lo que<br />

pensamos al supuesto de su existencia real.<br />

Mas, continuando con este diálogo que atraviesa las épocas hacia atrás<br />

o hacia delante, en Santo Tomás, medio milenio antes de Kant, podemos<br />

encontrar que, por anticipado, él tiene en cuenta esa crítica kantiana,<br />

esgrimiendo una posible defensa frente a ella. Leemos en la Suma Teológica:<br />

"El ser es la actualidad de toda forma o naturaleza: La bondad o la<br />

humanidad no significan nada en acto, sino en la medida en que se significa<br />

que son. Es necesario, por tanto, que el mismo ser se compare a la esencia<br />

que es distinta de él, como el acto a la potencia. -Ahora bien, como en Dios<br />

nada es potencial, se sigue que en Él la esencia no es distinta de su ser. Por<br />

consiguiente, su esencia es su ser".<br />

141.La filosofía ha sido tradicionalmente “filosofía teológica”.<br />

Singular asunto es que la filosofía haya sido desde sus orígenes “filosofía<br />

teológica”, en otras palabras, ha sucedido que la pregunta por lo más radical e<br />

universal – el ser – se ha aliado con la pregunta por lo que ante todo reclama<br />

para sí ser eso, lo más universal y radical, pero también lo más fundamental, el<br />

Fundamento mismo de cuanto hay – vale decir, Dios.<br />

Esta amalgama ha sido pues inevitable. Dios y el ser se presentan, de<br />

este modo, como algo Uno, inseparable, y por supuesto quien haga filosofía a<br />

fondo tendrá que reconocer esto o al menos tener una postura frente a ello.<br />

Aquí está en juego también, por eso mismo, algo innegable,<br />

indesmentible e insoslayable.<br />

Así ejermplarmente Aristóteles, al abordar la pregunta por el ser – a su<br />

modo y desde sus categorías de pensamiento – se encuentra al final con Dios.<br />

Los pasos argumentales de que consta este desenvolvimiento son,<br />

sucintamente expuestos, los siguientes:<br />

1.Por de pronto que cabe preguntarse por el ser con la mirada puesta en<br />

lo que es.<br />

2.Que eso que es está determinado por lo que es causa.<br />

3.Que las causas remiten a otras causas, ya que cada causa es a su vez<br />

efecto de otra anterior.<br />

4.Que en la regresión que se genera de este modo, ya que cada causa<br />

remite a una anterior, es necesario que haya un punto de parada, en otras<br />

palabras, que no puede haber una regresión al infinito.<br />

5.Que tiene que haber por lo tanto una primera causa, siendo ella misma<br />

in-causada.<br />

6.Que, por no ser ella efecto de una causa anterior, ella tendría que ser<br />

a su vez su propia causa, es decir, tendría que ser causa de sí – aquello que se<br />

llamó posteriormente en la latín causa sui.<br />

7.Y esto así pensado como causa de sí mismo, únicamente puede ser<br />

Dios. 8.Por lo tanto “Dios existe”.<br />

Esta demostración, que es notable y extraordinaria por su brillantez,<br />

antes de entrar en disquisiciones acerca de si está bien la demostración<br />

misma, si es correcta, o si acaso incluso siquiera se puede justificar una


“demostración de la existencia de Dios”, por de pronto nos hace ver que el<br />

amarre entre filosofía y teología es una cuestión insoslayable.<br />

Y así podríamos decir con el filósofo alemán Wilhelm Weischedel, de la<br />

Universidad Libre de Berlín, que desde Aristóteles en adelante tenemos<br />

filosofía teológica y que esta filosofía, con esa dirección, tendría un movimiento<br />

de auge, al modo de un arco que va primero desde Aristóteles hasta Hegel, y<br />

un movimiento de caída (en todo lo cual, es similar a un ser vivo) que se inicia<br />

con el positivismo decimonónico y se extiende hasta nosotros, que<br />

significativamente estamos determinados por el nihilismo.<br />

Desde luego que ha habido propuestas de superación de esa filosofía<br />

teológica tradicional, a la que Heidegger de modo muy original y preciso llamó<br />

“ontoteología”.<br />

Mas, por mucho que el esfuerzo de Martin Heidegger sea encomiable y<br />

haga avances muy interesantes en pos de esa superación, a mi modesto<br />

entender no lo logra, y esto no por una inesperable incapacidad de su<br />

pensamiento, sino porque, en el fondo, esto es imposible. Y lo es, porque<br />

desde el momento que el filósofo se pregunta por lo más radical – el ser, la<br />

plenitud, la realidad total, el universo, o como se llame – no puede sino<br />

enfrentar a la vez la pregunta por Dios, y si no reconoce esto, no está<br />

propiamente filosofando.<br />

142.Un “dios demostrado” es similar al zorro capturado por la jauría de perros<br />

Beagle.<br />

Así como el tema fundamental de la filosofía es el ser – ¿qué es ser? – así<br />

también podemos reconocer que el apetito de nuestra razón no consiste<br />

únicamente en alcanzar el ser, sino a Dios mismo. Ésta es de verás su mayor<br />

aventura. La ciencia puede explicar qué es una nube, cómo funciona la visión,<br />

cómo se reproducen las células, y al abrirnos a la totalidad del universo, la<br />

ciencia se encuentra con la filosofía, que se debate en la pregunta por el ser:<br />

ello queda muy expresado en la pregunta de Leibniz de por qué hay ser, hay<br />

siquiera algo, que no más bien nada. Es cierto que cuando nuestras preguntas<br />

e inquietudes llegan tan lejos que nos estamos preguntando por el universo, la<br />

plenitud o el ser, todas nuestras respuestas – incluidas las científicas – hacen<br />

agua. Y el asunto es que, justo llegados a ese punto, se abre entonces la<br />

pregunta por Dios. ¿Será que hay lo divino, unos dioses o Dios, tras esto que<br />

llamamos ser, que tal vez esto no es nada más que un velo, un mundo de<br />

apariencias – como lo vio Platón – y que descorriendo este velo llegaremos a<br />

ver el rostro de Dios? Por otra parte, naturalmente se considera en esto<br />

también que la razón – presa ora en los fenómenos, en la experiencia o en el<br />

criterio de la objetividad – no alcanza, no llega, no toca, ni siquiera roza a Dios,<br />

y que, en función de ello, el camino de acceso sería el de la fe – la fe que tiene<br />

su mayor fuerza, cuando como Tertuliano, creo porque es absurdo, credo quia<br />

absurdum est, o también concibiendo la fe al modo de la apuesta de Pascal o<br />

el salto de Kierkegaard.<br />

Es por ello que todo intento de demostración de la existencia de Dios<br />

tiene que parecer a fin de cuentas como lo que Heidegger expresa en la<br />

siguiente afirmación:


«/... / un dios que tiene que hacerse demostrar su existencia, tiene que<br />

ser al final un dios muy a-divino /no- divino, ungöttlich/, y la demostración de su<br />

existencia conduce a lo más a una blasfemia»<br />

Haciendo justicia, reconozcamos que este mismo pensamiento ya lo<br />

desarrollaron los así llamados teólogos negativos, cuyo inspirador y maestro ha<br />

sido Dionisio Areopagita, del siglo IV de la era cristiana.<br />

Pero, independientemente de esto, la cuestión verdaderamente<br />

problemática es que en la razón hay un impulso irrenunciable a lo absoluto,<br />

motivo por el cual la filosofía no solamente ha sido, sino que aparentemente<br />

seguirá siendo siempre – mientras sea – filosofía teológica, lo cual sería por lo<br />

tanto irrenunciable.<br />

A su vez ese acercamiento a Dios – por parte de la razón – remata en<br />

demostraciones, ya que la filosofía, por dar expresión al pensar, no puede sino<br />

atenerse a los dictámenes del pensamiento que estará siempre exigiendo una<br />

justificación irrenunciable de cualquier fenómeno de que trate, y aunque se<br />

trate nada menos que de Dios.<br />

Mas, cualesquiera que sean esas demostraciones – sean las de<br />

Aristóteles, San Anselmo, las vías de Santo Tomás, de Descartes, u otro – sin<br />

excepción siempre semejarán a la jauría de los Perros Beagle – en este caso,<br />

de la razón – a la caza del zorro, el cual suele al final, desesperado,<br />

esconderse en algún tronco viejo, donde al sentir la proximidad de los perros<br />

acechantes, acaba por morir de un paro cardiaco.<br />

Así también le ocurre al que únicamente procura allegarse a Dios por<br />

medio de la razón o el pensamiento – ese Dios, o, si se quiere, la<br />

representación que tenía de él – acabará muriendo aterrorizado, como el zorro.<br />

143.¿Por qué el único camino de acercamiento a Dios para la razón ha de ser<br />

el de la demostración de Dios?<br />

.Que la razón sea como es, cuáles son sus posibilidades, hasta dónde ella ha<br />

de alcanzar, todas éstos son asuntos que significativamente dependen de<br />

nosotros, de nuestro grado de apertura, de nuestra osadía, en definitiva de<br />

cómo debe entenderse la razón. Esta fue una cuestión que vio Kant con<br />

singular claridad – depende de cómo deba concebirse la razón para que ella<br />

tenga autorización a traspasar los límites de la experiencia e ir más allá allá del<br />

orden fenoménico.<br />

Es por ello que debemos preguntarnos acerca de qué razón estamos<br />

concibiendo cuando le atribuimos a ésta demostrar la existencia de Dios. Y, lo<br />

cierto es que parece una razón ante todo pre-potente, como que estuviera en<br />

juego algo así como: ¿a qué se atreve ésta?<br />

Mas ¿de dónde nace esta sensación de que aquello sería prepotencia<br />

de la razón? Al parecer, fueron los griegos los que la llevaron más lejos. En<br />

verdad, en el ámbito de lo intelectual, los griegos podrían ser considerados<br />

unos aventajados. No, esa sensación de prepotencia parece más bien tener su<br />

causa en el ámbito del cristianismo. Y más bien, es la propia filosofía que –<br />

tradicionalmente convertida en “filosofía teológica” – se ha puesto cotos a sí<br />

misma y ha terminado cuestionando el despliegue de su razón y hasta dónde<br />

ésta puede llegar.<br />

Al fin y al cabo, lo divino para los griegos parecía algo casi lúdico –<br />

ciertamente mitológico, pero con un resabio lúdico. Mientras que el Dios


cristiano exhibe dolor, es lo más cercano a lo humano, pareciendo incluso que<br />

el hombre mismo se hubiera deificado. Y también por cierto es un “Dios” que<br />

aunque ama, castiga, y aunque además, sea un castigo con amor. Pues bien –<br />

si se quiere, por todo un conjunto de rasgos morales que le atribuimos a ese<br />

“dios” que nos representamos – a ese Dios tan cercano a ti que, casi pareces<br />

tu mismo: ¿cómo lo vas a demostrar? Aquí se acabó el juego.<br />

Y por eso los teólogos negativos veían claramente en esto la expresión<br />

de una blasfemia, un sacrilegio, lo que sigue reiterando Heidegger.<br />

Demostrar, así lisa y llanamente a Dios parece blasfemia, y ello cobra<br />

tanta fuerza que acaba por convencernos de que es una blasfemia.<br />

De aquí proviene pues esa sensación de prepotencia.<br />

En todo caso, aparentemente ya se hicieron todos los intentos por<br />

demostrarlo, y está claro que no resultó.<br />

En función de estas consideraciones da la impresión que lo mejor sería<br />

que la razón se aventurara a otro modo de encontrarse con el supuesto Dios,<br />

ya no más en términos preponderantes de demostración, sino de un modo –<br />

podríamos decir, más suave y respetuoso – y tal vez con ello ensayamos un<br />

nuevo tipo de pensamiento, el pensar sin-fundamento, el pensar que – llamaría<br />

– lúdico.<br />

¿Y por qué el pensar ha de ser en su máximo extremo, sin-fundamento?<br />

Porque enfrentado a la plenitud, aquello que llamamos ser o el posible Dios,<br />

responde diciendo que: si hay Dios, entonces tiene Fundamento, pero ese<br />

Fundamento es sin-Fundamento.<br />

144.De cómo nos representamos las cosas. Ejemplo: la vía láctea.<br />

Podemos imaginar lo singulares que deben haber sido las representaciones del<br />

fuego para el hombre de los albores de la humanidad, cuando todavía no hacía<br />

uso de él, y a lo más lo veía en los incendios provocados por erupciones<br />

volcánicas o por alguna tormenta eléctrica. Por supuesto no es de extrañar que<br />

el fuego haya sido visto como algo divino, un demonio, un espíritu, y demás.<br />

Ejemplar en ello es lo que muestra la película “La guerra del fuego”.<br />

De las galaxias sabemos por de pronto a partir de una sola: nuestra<br />

galaxia, la vía láctea, que por milenios fue la única conocida. El propio término<br />

galaxia ya de por sí incluye la significación de una vía “láctea”, ya que<br />

significa en griego por de pronto eso: “de leche”. Según el mito<br />

griego, mientras Hera, la esposa de Zeus, amamantaba a Hércules, cayó una<br />

gota de leche, la cual, al rodar por el cielo, dejó esta “vía de leche”.<br />

Al ver en la noche el cielo nocturno, desde luego lo que vemos allí es lo<br />

que se ha llamado vía láctea, y es porque nuestra representación de aquello ya<br />

está demasiado férreamente atada con ese nombre y todo lo que él significa.<br />

Es casi imposible para nosotros ponernos en la situación de quien mira esa<br />

gigantesca mancha de leche sin ligarla de inmediato a nombre y concepto que<br />

se tiene de ello. Quizás el griego también no pudo sino ver en ello la gota de<br />

leche que se fue derramando. Mas, gota de leche o lo que fuere, lo interesante<br />

es ponerse en la situación de nombrar y darle algún relato a aquello que vemos<br />

allí, incluso procurando hacer abstracción de lo que tiene que ver con leche. Si<br />

hacemos esto, recién entonces podemos entender que, por su parte, los<br />

pitagóricos, se representaban nuestra galaxia como hecha de fuego; más bien,<br />

veían en ella los rescoldos del incendio provocado por Faetón, el hijo de Helios,


después de aquel desafortunado día en que subiera en el carro de su padre, y<br />

se cayera de los altos cielos; el mito dice además que al rozar el territorio del<br />

norte de África, la consecuencia del incendio de este carro del sol que se<br />

acercó demasiado a la Tierra, fue el desierto del Sahara.<br />

Ligado con el mito anterior, también se observó lo que conocemos como<br />

vía láctea no los rescoldos del incendio, sino la huella dejada por el carro solar<br />

que había recorrido el camino entre el aura y el atardecer, tantas veces, como<br />

días habían pasado hasta entonces en el universo.<br />

Más tarde, Teofrasto, el discípulo y sucesor de Aristóteles interpretaba la<br />

vía láctea como una suerte de rendija donde se observaba la luz del Empíreo,<br />

el cielo aristotélico. Y de todas las representaciones, ésta fue la que tuvo mayor<br />

vigencia a lo largo del tiempo, ya que perduró al menos hasta el siglo XVII.<br />

Siguiendo con esta misma idea de camino, los habitantes de las<br />

regiones septentrionales de Europa, más cercanas al polo norte, al tener a la<br />

vista la vía láctea tan sólo en la época más fría del año, veían en ella el blanco<br />

camino por donde bajaban los grandes hielos del invierno.<br />

Por su parte, los aztecas veían en la vía láctea un río caudaloso en el<br />

que navegaba Quetzacoatl.<br />

Por último, cabe mencionar aquella singular representación medieval de<br />

la vía láctea como el Camino de Santiago, del cual se veía la inmensa<br />

polvareda levantada hasta el cielo por los innumerables peregrinos que de<br />

todas las latitudes acudían al “Campo de la Estrella”, que es lo que significa<br />

precisamente ‘Compo-stella’.<br />

145.Un gran salto: advertir que la vía láctea es nuestra casa y que no<br />

alcanzamos a ser un día del año del sol.<br />

Las primeras representaciones de la vía láctea eran más que nada de carácter<br />

antropomórfico. Recordemos la representaciones de la gota de leche que se le<br />

cayera a Hércules, amamantado por Hera, y que rodara por los Altos Cielos. En<br />

Occidente Demócrito fue el primero en representarse la vía láctea como una<br />

pléyade de estrellas tan amontonadas entre sí que provocan ese característico<br />

color blanco. Siglos más tarde Galileo pudo corroborar esto posteriormente con<br />

su telescopio.<br />

Mas, el primero en reconocer que en verdad somos parte con nuestro<br />

sistema solar de la vía láctea, fue Thomas Wright y ello lo expuso en su obra<br />

An original theory of the universe, de 1750. Prácticamente al mismo tiempo el<br />

músico alemán, William Herschel, descubría lo mismo, sólo que con la errada<br />

suposición de que nosotros estaríamos en el centro mismo de nuestra galaxia,<br />

lo que constitutía todavía un resabio de geocentrismo. En contraste con ello,<br />

Wright fue más acertado al suponer que más bien el sol ocupaba una posición<br />

excéntrica en el sistema galáctico.<br />

Mas, considerando otro aspecto, el músico-astrónomo Herschel tuvo el<br />

mérito de plantear por primera vez de modo certero de que hay otras galaxias y<br />

que él supuso que correspodían a las varias Nubes, como las Nubes de<br />

Magallanes que observamos en el cielo y que tienen también el sugestivo color<br />

blancuzco. Y este mérito Herschel lo comparte con su coetáneo Kant, que<br />

propuso de similar modo que en verdad hay miles de galaxias.


Se llega así paulatinamente a la idea de que en el inmenso universo hay<br />

multitud de “universos-isla” que probablemente contienen infinidad de sistemas<br />

solares y planetas como el nuestro.<br />

Pues bien, de acuerdo a lo que sabemos en el último tiempo, nuestra<br />

galaxia tiene forma espiral, que consta de un llamado halo central y el disco,<br />

ubicándonos nosotros en alguno de los surcos de este disco. El brazo o surco<br />

en el que nos encontramos es llamado el de “Quilla-Orión-Cisne”. Otro brazo<br />

cercano al nuestro es el de Perseo. Por otro lado, nuestra galaxia tendría un<br />

diámetro de unos 100.000 años luz (Herschel había supuesto apenas 6.000).<br />

Tengamos en cuenta en ello que la luz recorre 300.000 kilómetros en un<br />

segundo. A su vez el espesor máximo del disco de nuestra galaxia es de<br />

20.000 años luz, y donde se ubica nuestro sistema solar, apenas 2.500 años<br />

luz. La posición del sol respecto del centro de la galaxia es relativamente<br />

excéntrica (supuestamente está a unos 30.000 años luz del centro).<br />

Por otra parte, todo lo que va girando en este disco, incluido nuestro<br />

sistema solar, gira a velocidades muy diversas en torno al centro galáctico,<br />

similar en esto a las distintas velocidades de los planetas en torno al sol. Y<br />

estas velocidades son particularmente sorprendentes: la nuestra con nuestro<br />

sistema solar girando en torno al centro galáctico es nada menos que de 216<br />

Kms./seg., y aún así para dar una sola vuelta en torno a la galaxia, la demora<br />

es alrededor de 250.000.000 de años. Esto quiere decir que durante la última<br />

vuelta aparecieron distintas formas de vida en nuestro planeta (reptiles,<br />

coníferas, saurios gigantescos), y que por supuesto nosotros, como<br />

humanidad, no alcanzamos todavía a completar esa vuelta. En otras palabras<br />

somos hasta ahora bastante menos que un día del año del sol.<br />

Y un último dato, nuestro sol-estrella es nada más que uno entre los<br />

otros del total aproximado de 100.000.000.000 de estrellas de que se compone<br />

tan sólo nuestra galaxia a la que pertenecemos.<br />

146.Nuestro conocimiento constata a fin de cuentas de que existimos en un<br />

innumerable enjambre de galaxias.<br />

Aquello que en la epistemología se ha llamado con Kuhn “cambio de<br />

paradigmas”, teniendo en cuenta en ello que, por ejemplo, debido al avance<br />

científico, pasemos de un modelo mecanicista a uno organicista, o la<br />

concepción de los seres vivos y del hombre que trae consigo la teoría de la<br />

evolución, resulta desde luego también aplicable al cambio que se ha<br />

producido en la nueva concepción del universo que despierta en el siglo XX.<br />

Ello es comparable a lo que suscitó Copérnico con su teoría heliocéntrica, al<br />

superar el geocentrismo, o lo que significara asumir que la Tierra no es plana,<br />

sino redonda y achatada en los polos.<br />

Y este cambio de paradigma, o incluso de horizonte, se cifra en<br />

particular en la constatación de que dejó de haber un cielo de estrellas fijas, y<br />

que en verdad está todo en movimiento, y además a velocidades vertiginosas.<br />

Por de pronto la Tierra rota sobre su eje a unos 1.600 Kms./hr., pero su<br />

velocidad de traslación alrededor del sol es de 29.8 Kms./seg., vale decir,<br />

107.280 Kms./hr., y a su vez la velocidad del sistema solar al que<br />

pertenecemos girando en torno a la vía láctea a través de uno de sus Brazos,<br />

el llamado “Quilla-Orión-Cisne”, al que pertenecemos, es de 216 Kms./seg.,<br />

vale decir, 777.600 Kms./hr. Aún así, desde el nacimiento de los reptiles hasta


el homo sapiens sapiens no hemos completado todavía una sola vuelta, ya que<br />

ésta demora alrededor de 250.000.000 de años.<br />

Nuestra galaxia tendría unos 100.000.000.000 de estrellas. A su vez ella<br />

pertenece a un sistema local conocido como M 31 (galaxia de Andrómeda), M<br />

33 (galaxia del Triángulo), y otras 20 más; este grupo se integra a su vez en el<br />

de Virgo, que sería nuestra hipergalaxia, el cual, por su parte, se integra<br />

nuevamente en la nube de galaxias de Coma Berenices. Y así llegamos a un<br />

supuesto cúmulo de galaxias, el cual nuevamente se integraría en un supercúmulo.<br />

En definitiva, estamos hablando de cientos de miles de millones de<br />

galaxias, que se mueven a velocidades cada vez más vertiginosas, pero<br />

recorriendo unas distancias siderales tan amplias que observadas desde<br />

cualquier astro más cercano parece que no se movieran.<br />

Pero, como si este enjambre inconmensurablemente gigantesco de<br />

galaxias no fuera ya lo suficientemene azorador y enigmático, se suma a ello<br />

que desde los últimos años se presta cada vez más atención a los hoyos<br />

negros, donde supuestamente las leyes conocidas hasta ahora entran en<br />

suspenso, y donde probablemente habría la posibilidad de ingresar a nuevos<br />

universos, como, por otro lado, cobra cada vez más fuerza la teoría del<br />

universo no-observable, la materia oculta, que representaría un porcentaje<br />

mucho mayor del universo que el correspondiente al universo fenoménico<br />

observable.<br />

Tal vez podría decirse con cierta justificación que, a grandes rasgos,<br />

esto es todo lo que sabemos de la gran mansión del universo en que<br />

habitamos. Y aparentemente se hace cada vez más plausible la idea de que el<br />

universo conocido no es sino una ínfima porción del universo no-conocido.<br />

147.El triple encuentro entre ciencia, filosofía y teología.<br />

Cuando tenemos presente la plenitud, ya sea del universo o del ser, podríamos<br />

decir que allí se encuentran la ciencia con la filosofía. Mas, probablemente lo<br />

que las divide es no solamente el modo de abordar lo que se investiga o<br />

piensa, sino sobre todo qué es lo que estaría autorizado que entre en uno u<br />

otro discurso. Así, por ejemplo, si los astrofísicos, como ejemplarmente lo hace<br />

Stephen Hawking, plantean que la pregunta por lo que habría antes del bigbang<br />

no está permitida, ya que con esa explosión originaria habría comenzado<br />

el tiempo mismo, desde la cosmología filosófica es plausible que antes del bigbang<br />

efectivamente no haya tiempo, sino eternidad, que es supra-temporal.<br />

Pero, esto lo puede sostener la filosofía, no la ciencia.<br />

Ello nos muestra que, alcanzado ese punto de la plenitud o totalidad, las<br />

aguas de la ciencia y de la filosofía a la vez que se juntan, inmediatamente se<br />

separan.<br />

Mas, igual es preciso y conveniente reconocer que al menos hay un<br />

lugar de encuentro, al cual a su vez llega un tercer visitante: la teología.<br />

Nuevamente de cara a la mencionada plenitud, el hombre religioso nos viene a<br />

hablar de lo divino y de Dios.<br />

Extraordinario encuentro triple éste que perfectamente lo podemos<br />

imaginar como un encuentro entre distintos personajes, cada uno con su<br />

carácter, estilo y modo de ver. Los tres de cara al enigma absoluto del ser o del<br />

universo y que cada uno percibe a su modo:


El científico que se atiene simplemente a lo que es resultado de la<br />

observación, del cálculo, de la aplicación rigurosa de su método, negándose<br />

categóricamente a ir más allá de eso.<br />

El filósofo que se abre a un ámbito que puede ir más allá de lo<br />

fenoménico, de lo que podemos observar, considerando que tal vez puede ser<br />

un supuesto mundo de ideas o arquetipos, del cual los fenómenos sólo son sus<br />

manifestaciones. O tal vez considerando que lo más originario es la posibilidad,<br />

mundos posibles que se harían posteriormente realidad.<br />

El teólogo que advierte que si bien la razón le hace ver que debe existir<br />

un dios creador, en todo caso no se lo puede demostrar, y que las<br />

demostraciones que haya dejan mucho que desear. Es más, un dios que se<br />

deja demostrar, probablemente no sería Dios, sino sólo una construcción<br />

nuestra, un fantasma de la razón. Atendiendo a estas consideraciones, al<br />

teólogo se le torna claro que la única posibilidad de acceso al supuesto Dios es<br />

a través de la fe, y ello exige dar un salto más allá de todo lo que el discurso<br />

racional pueda abarcar.<br />

Mas, cabe agregar que, incluso habiendo Dios, el enigma siempre<br />

persiste, en este caso el enigma de Dios mismo, no menor que el enigma de<br />

que haya ser o universo. Hacia fines de la Crítica de la razón pura Kant pone<br />

las siguientes palabras en boca de Dios:<br />

"Existo de eternidad en eternidad; nada hay fuera de mí, excepto lo que<br />

es algo por voluntad mía, pero ¿de dónde soy?"<br />

148.¿Personalidad o impersonalidad de Dios?<br />

Sobre este tema se ha escrito tanto y de parte de insignes pensadores,<br />

filósofos o teólogos. El supuesto de la impersonalidad de Dios ha sido juzgado<br />

por la Iglesiia como herejía y dentro de esta breve historia de mártires de la<br />

filosofía – Baruch de Spinoza, Johann Gottlieb Fichte, entre los más notables –<br />

algunos han tenido que pagar con el vilipendio, la reclusión, la expulsión de una<br />

universidad o incluso la salud.<br />

Karl Löwith en obra Dios, hombre y mundo se expresa sobre Spinoza en<br />

los siguientes términos:<br />

«Spinoza tuvo que defenderse de por vida contra el prejuicio del<br />

ateísmo. Ciertamente él estaba conciente de la osadía de sus <strong>pensamientos</strong>,<br />

pero la actitud de un insurgente le calzaba tan poco como a Descartes, y para<br />

mártir de su enseñanza se sentía como un hombre sin vocación, a él le movía<br />

exclusivamente el conocimiento, el cual no es para cualquiera, sino sólo para<br />

pocos. El emblema de su escudo era caute /... / Hoy apenas nos podemos<br />

imaginar, tras dos siglos de ejercitada tolerancia religiosa, y en definitiva,<br />

indiferencia, lo que significaba ser un libertin en el siglo 17. Y cuando Leibniz<br />

expone su relación con Spinoza como mucho mas superficial de lo que en<br />

verdad fue, juega aquí también un papel el que el ateísmo era temido como<br />

una peste contagiosa y era combatido con todos los medios. Si, en todo caso,<br />

«ateísmo», como lo que define una vez Spinoza, solo significara «querer<br />

honores y riquezas», entonces, sin duda, Spinoza no era ateo. Pero, si ser ateo<br />

significa tanto como no creer en un dios personal, sojuzgador y salvador, mas<br />

allá del mundo terrenal, entonces sin duda que sí lo era».<br />

En efecto, Spinoza destaca ante todo por su panteísmo, dado que para<br />

él Dios y el mundo son uno sólo, y la diferencia entre ambos es únicamente


una cuestión del punto de vista que adoptemos. Mas, de ninguna manera<br />

puede decirse que Spinoza haya sido ateo, desde el momento que Dios es<br />

para él todo, el alfa y ómega del universo. Y si se trata de la cuestión de la<br />

impersonalidad de Dios, esto se explica muy bien a partir de una metáfora que<br />

él mismo nos propone: suponer que Dios es persona equivale a creer que un<br />

can, un perro, podría ser como la constelación celeste del mismo nombre – can<br />

– así la extrapolación del ser-persona de los hombres al supuesto Dios.<br />

Y algo más llama particularmente la atención en el caso de Spinoza, el<br />

filósofo probablemente más vilipendiado de toda la historia de la filosofía tanto<br />

por la Sinagoga como por la Iglesia, y es que él destaca muy especialmente<br />

por ser el pensador de la tolerancia, aquél con quien comienza propiamente<br />

este pensamiento en Occidente. Pues bien, respecto de su posición de la<br />

impersonalidad divina no hubo tolerancia alguna respecto de él.<br />

Siguiendo una línea similar de pensamiento el jóven Fichte, recién<br />

llegado en 1791 a Königsberg a conocer al maestro, al que ya era conocido<br />

como una luminaria en el norte de Europa – Kant – debido a que éste tarda<br />

mucho en volver a recibir al jóven admirador, en el interludio de unos 40 días<br />

escribe éste último la obra Ensayo de una crítica de toda revelación, que<br />

aparece al año siguiente. Entre otras cosas a propósito de nuestro tema,<br />

leemos allí lo siguiente:<br />

“Este orden moral viviente y actuante es el mismo Dios; no tenemos<br />

necesidad de ningún otro Dios, y no podemos captar otro”.<br />

Y, andando el tiempo, Fichte habrá de pagar caro por ello: la expulsión<br />

de la Universidad de Jena.<br />

149.Pensadores que abiertamente proponen la filosofía como filosofía<br />

teológica.<br />

Desde temprano se ha mostrado que la preocupación filosófica, expresada al<br />

modo de la pregunta por el ser deriva en una preocupación pareja por Dios.<br />

Esta tesis está avalada por Heidegger a través de su idea de que habría una<br />

«estructura onto-teo-lógica de la metafísica».<br />

Wilhelm Weischedel, reconociendo también la presencia determinante de<br />

esa estructura, dice:<br />

“La exigencia de llegar a proposiciones sobre Dios acompaña a toda la<br />

historia de la filosofía; es más, ello constituye en extensos períodos su<br />

impulso esencial; y esto es tanto así que no se va descaminado, cuando se<br />

observan los esfuerzos de la filosofía teológica como el acontecer<br />

fundamental de la historia de la filosofía”.<br />

El mismo Weischedel trae una colección de citas que avalan esa tesis,<br />

dispersas a lo largo de su obra; de ellas selecciono aquellas que<br />

específicamente se refieren al hombre definido por su relación con dios, o a la<br />

tarea de la filosofía, definida como pregunta por dios, aun las que<br />

corresponden a la filosofía atea, posición a la que adhiere el propio<br />

Weischedel:<br />

Fichte: «la verdadera filosofía /... / arranca de la vida única, pura y<br />

divina». «Sólo es Dios, y fuera de él, nada».<br />

Schelling: La filosofía es «ciencia del absoluto», «ciencia de lo divino»<br />

.«Contemplación de Dios», «servicio a Dios (Gottesdienst)».


Hegel: «Así es Dios uno y único objeto de la filosofía; ocuparse de él,<br />

reconocer todo en él, retrotraer todo a él, así como derivar todo lo particular<br />

de él» y «justificarlo todo, en tanto emana de él, se mantiene en un nexo con<br />

él, vive de su iluminación y en ello tiene su alma», es su tarea; «La filosofía es<br />

por ello teología»; «La filosofía es en el hecho mismo servicio a Dios».<br />

Paul Tillich: «El preguntar existencial» es una «pasión teológica»; «El<br />

impulso a la filosofía lo da «un elemento teológico»; «Cada filósofo creador es<br />

un oculto teólogo».<br />

Scheler: «El hombre es el portador de una tendencia que trasciende todos<br />

los valores vitales y cuya dirección va a “lo divino", es el buscador de Dios».<br />

Jaspers: Filosofar es, así considerado, “interpretar las cifras de la<br />

trascendencia”; y en otro lugar dice: “Dios es/... / la trascendencia”.<br />

Agreguemos aquí todavía una cita de Descartes en carta a Mersenne del<br />

6.5.1630, que trae Karl Löwith en su obra sobre Dios, hombre y mundo en la<br />

metafísica de Descartes a Nietzsche:<br />

“No corresponde omitir decir que, si Dios no es, nada más de lo que es,<br />

sería verdadero; porque la existencia de Dios es la primera y la más eterna de<br />

las verdades que pueden ser, y la única de la cual proceden todas las otras”.<br />

150.Uno se puede autodeclarar ateo, pero también se puede ser acusado de<br />

tal.<br />

Podríamos decir que precisamente porque se ha concebido a la filosofía<br />

como filosofía teológica, desde el momento que la pregunta por el ser<br />

conduce en última instancia a la pregunta por el posible Dios, así también es<br />

importante destacar que en el seno de la filosofía se han desarrollado<br />

distintas posturas ateas a lo largo del tiempo. Mas, ello no significa que se<br />

abandone la filosofía teológica, sino que – como lo observa por lo demás el<br />

filósofo Wilhelm Weischedel, que se declara ateo – igual se permanece ligado<br />

a ella, aunque sea en un sentido de negación. Esto es lo que ejemplarmente<br />

representa el ateísmo de Ludwig Feuerbach. Por ejemplo, Feuerbach sostiene<br />

que Dios es «la esencia absoluta del alma humana».<br />

Mas, demasiadas veces la cuestión del ateísmo no ha correspondido a<br />

una cuestión objetiva. En el mundo griego la acusación equivalente no era de<br />

ateísmo, sino de asebía, impiedad. A Sócrates precisamente le recayó esta<br />

acusación que, agregada a otras, podríamos decir, le costó la vida. La<br />

acusación era la de negar los dioses de la ciudad, pero a la luz del<br />

pensamiento socrático que conocemos, esta acusación resulta muy dudosa.<br />

Es así como, con independencia de filósofos que se declararan ateos<br />

como el ya nombrado Feuerbach, pero también cabe incluir en la lista a<br />

Voltaire, Marx, Nietzsche y Sartre, la cuestión del ateísmo ha revestido la<br />

forma de una acusación de alguna religión – de la Sinagoga o de la Iglesia –<br />

como es el caso de Spinoza, afectado por ambas, o de Fichte, que a raiz de<br />

su supuesto ateismo perdiera la cátedra en la Universidad de Jena, como por<br />

lo demás nuevamente es el caso de Feuerbach, exonerado de la Universidad<br />

de Heidelberg, y que, a diferencia de Fichte, nunca más pudo volver a<br />

enseñar en una universidad alemana.<br />

Löwith dedica una buena parte de su obra Dios, hombre y mundo a<br />

Spinoza, y recuerda cómo en cierto momento el filósofo holandés,<br />

respondiendo a las acusaciones de ateo, manifiesta su estupor, en vistas de


que precisamente él enseña, y la cita es textual: «/... / que Dios es el bien más<br />

alto y que debe ser amado con espíritu libre».<br />

La verdad es que al parecer sucede con la acusación de ateísmo, cuando<br />

el involucrado y afectado no se ha declarado como tal, guarda similitud con<br />

los procesos contra la brujería. Y fueron durante siglos sobre todo mujeres las<br />

que padecieron esto, en lo que jugaban un papel importante ciertos prejuicios<br />

y creencias que circulaban en el ambiente: si una mujer pesaba poco, si tenía<br />

los ojos vidriosos, si bajo su presencia se espantaba el ganado, cualquiera de<br />

estos aspectos era ya motivo de sospecha de brujería.<br />

151.Heidegger y el permanecer denodadamente en la pregunta.<br />

El filósofo Wilhelm Weischedel de la Universidad Libre de Berlín se<br />

autodeclara ateo, mas su ateísmo es singular, ya que lo define como abierto.<br />

Seguramente que esto se debe a su pertenencia a una corriente<br />

heideggeriana de pensamiento, y resulta que para el filósofo de la Selva<br />

Negra – Martin Heidegger – lo que debe prevalecer en la filosofía y que la<br />

define como tal es la apertura, y, más que la pregunta, permanecer en la<br />

pregunta, sin pretender que con nuestras respuestas acerca de cualesquiera<br />

cuestiones filosóficas acaso esas cuestiones se despacharán de una vez. El<br />

ateísmo abierto de Weischedel supone de este modo no cerrarse a la<br />

pregunta por Dios, a la pregunta por su existencia, pero también no cerrarse a<br />

la posibilidad contraria de que no haya Dios.<br />

Me atrevería a agregar, a propósito de ello que de este modo queda<br />

claramente definida la filosofía en lo que se refiere a Dios. De todos modos, lo<br />

que puede resultar discutible es que Weischedel nombre ello como ateísmo, y<br />

aunque éste sea ateísmo abierto; podríamos decir que igual él podría definir<br />

su posición como “fe abierta”. En otras palabras, si ateísmo abierto o fe<br />

abierta, en ninguno de los casos parece hacérsele propiamente justicia al<br />

término ‘abierto’.<br />

Volviendo a Heidegger, al entender la filosofía en función de la apertura y<br />

la pregunta que, en rigor él llama ‘preguntabilidad’ (‘Fragwürdigkeit’), está con<br />

ello definiendo no sólo en qué consiste la filosofía y cómo debe desarrollarse,<br />

sino sobre todo el pensar que se despliega en ella.<br />

Tal vez esto es lo que más cuesta entender de la filosofía y de cómo ella<br />

procede en su andar, que no es otra cosa que su pensar. Los problemas se<br />

abordan de punta a cabo permaneciendo en la preguntabilidad. No es<br />

cuestión simplemente de decir, por ejemplo, que la realidad es meramente<br />

empírica, o que habría otra “realidad” aparte de la empírica, a saber, el reino<br />

de la mera posibilidad, o que el hombre es animal racional o es homo ludens,<br />

y así tampoco es cuestión simplemente de decidir y dejar por establecido que<br />

existe o no existe Dios. En términos heideggerianos, vamos siempre de<br />

camino a las verdaderas cuestiones filosóficas, ya que otro modo, si<br />

pretendemos haber simplemente llegado a ellas y haberlas resuelto, esas<br />

mismas cuestiones cambian de signo inmediatamente y se transforman<br />

entonces en aparentes cuestiones filosóficas, en pseudo-problemas.<br />

Pues bien, en lo que se refiere a permanecer en el ámbito de la pregunta<br />

leemos en la obra de Heidegger Nietzsche, en su volumen 1, lo siguiente:


«Para barruntar (bedenken) queda si el dios es más divino en la pregunta<br />

por él o entonces, cuando él es cierto; y como más cierto, según necesidad,<br />

puede ser puesto fuera, o, según necesidad, ser traído dentro».<br />

Heidegger manifiesta aquí la sospecha de que la certidumbre que<br />

podamos «tener» acerca de dios, significa objetivarlo y aun manipularlo, -<br />

«ponerlo fuera» o «traerlo dentro» en nuestro devenir existencial, según lo<br />

necesitemos o no.<br />

De este modo, la cuestión decisiva sería la preguntabilidad. Unicamente<br />

en ella el hombre propiamente se «humanizaría» en su relación con la<br />

divinidad.<br />

152.¿Ateísmo o asebía en el mundo griego?<br />

Así como la filosofía ha sido en particular desde Aristóteles metafísica del ser<br />

y de Dios al mismo tiempo, y luego con el advenimiento del cristianismo,<br />

filosofía cristiana, en distintas formas, y, justo en razón de ello, siempre<br />

procurando resguardar su independencia respecto de la religión, así también<br />

han surgido en el seno de la filosofía distintas formas de ateísmo.<br />

Escudriñemos en algunas de ellas, teniendo en cuenta que en el mundo<br />

griego no se trataba propiamente de ateísmo, sino que la negación de los<br />

dioses o de lo divino se la calificaba como asebía, término que<br />

aproximativamente podemos traducir como ‘impiedad’. Por ejemplo, el filósofo<br />

Protágoras de Abdera (de Tracia, Norte de Grecia), que viviera entre el 481 y<br />

411 a.C., fue acusado de asebía, y la sanción fue ostracismo, el destierro de<br />

Atenas. Probablemente su afirmación fundamental del “homo mensura”, a<br />

saber, de que el hombre es la medida de todas las cosas, tuvo que ver en<br />

ello.<br />

Ante todo una de las formas más lúcidas que cabe ligar (para decirlo<br />

suavemente) a una puesta en cuestión de lo divino y los dioses, en<br />

cualesquiera de sus representaciones, es la de Jenófanes de Colofón del siglo<br />

VI a. C., que puede ser visto nada menos que como fundador de la filosofía<br />

occidental. De tal modo pues que su pensamiento que, en rigor corresponde a<br />

una precursora crítica al antropomorfismo teológico, vale decir a las<br />

representaciones que son nada más que humanas de lo divino, sería como la<br />

semilla de la que arranca la filosofía occidental. Jenófanes viene de Colofón,<br />

ciudad griega un poco al sur del actual Izmir (Esmirna), hoy territorio turco.<br />

Luego él partirá a la península itálica, y será fundador de la escuela de Elea,<br />

siendo maestro de Parménides.<br />

Las palabras más conocidas de Jenófanes son las siguientes:<br />

“Si las reses y los potros y los leones tuvieran manos como hombres,<br />

podrían pintar como éstos y crear obras de arte. Entonces los potros pintarían<br />

de inmediato potros, lo mismo que las reses reses. Ellos también les darían<br />

imágenes a los dioses, y en cada caso según la apariencia de ellos mismos, le<br />

atribuirían esa forma corpórea a sus dioses”.<br />

No obstante lo anterior, el pensamiento de Jenófanes no puede ser<br />

calificado ni como ateísmo o como asebía, sino como una crítica que sería<br />

tanto de las representaciones humanas como materiales de lo divino. En razón<br />

de ello, su pensamiento nos acerca una concepción espiritual de lo divino y de<br />

Dios. Es así como también han llegado hasta nosotros las siguientes palabras,<br />

aludiendo a dios:


“Sin fatiga mueve el universo con el poder de su espíritu”.<br />

Critias, que fuera discípulo de Sócrates y al que Platón le dedica un<br />

Diálogo que lleva su nombre, sostiene que lo divino lo introdujo un hombre<br />

sagaz y astuto.<br />

Agreguemos aquí de paso que Critias fue un tirano ateniense,<br />

desterrado al término de la Guerra del Peloponeso, que regresó con otros<br />

exilados al caer Atenas en manos de Esparta en el 404 a.C., convirtiéndose<br />

en el jefe de los 30 tiranos establecidos allí por los espartanos. Fue<br />

particularmente severo con los demócratas, a muchos de los cuales hizo<br />

ejecutar sin juicio previo. Al final su destino se selló con ellos, ya que muere<br />

en lucha con los demócratas en el Pireo. Al traer a colación estos episodios<br />

de la vida de Critias, corresponde hacer el comentario que no parece<br />

reconocerse en nada a alguien que fuera discípulo de Sócrates.<br />

Prodicos de Ceos, la Isla del Mar Egeo del archipélago de las Cícladas,<br />

que fue un sofista también coetáneo de Sócrates (vive entre el 460 y el 399<br />

a.C.), como por otra parte fue embajador de Ceos en Atenas, sostiene que<br />

aquello que dura y sirve es reconocido y venerado como dios.<br />

153.El ateísmo y la Enciclopedia.<br />

Denis Diderot fue el artífice de la Enciclopedia, la Encyclopédie ou<br />

dictionnarise raissonné des sciences, des arts, et des métiers, cuya<br />

publicación se completó en 1765, apareciendo en total en 17 volúmenes. En<br />

ella colaboran varios de los más sobresalientes pensadores, científicos e<br />

investigadores como el Barón de Holbach, Rousseau, Montesquieu,<br />

D’Alembert, Turgot, y otros. Diderot destaca por ser uno de los representantes<br />

del ateísmo. Simulando un diálogo en el que la Naturaleza se dirige al<br />

hombre, dice lo siguiente:<br />

«En vano supersticioso buscas la felicidad más allá de los límites del<br />

mundo, en los que yo te he puesto. Osa liberarte del yugo de la religión, mi<br />

soberbia rival, que desconoce mis derechos; renuncia a los dioses que se han<br />

apropiado de mi forma, y retorna al imperio de mis leyes».<br />

Diderot provenía de Langres, de la región de Champagne. Se ganaba la<br />

vida traduciendo, catalogando y ordenando, e incluso escribiendo discursos. Su<br />

obra Pensamientos filosóficos de 1746 fue quemada por decreto del<br />

Parlamento de París. Más tarde sufriría también encarcelamiento por otro de<br />

sus escritos. Una vez libre comenzó a urdir la idea de una Enciclopedia que<br />

incluyerá todo el conocimiento humano, alcanzado hasta allí. De alguna forma<br />

el ateísmo de Diderot irradió sobre el conjunto de la Enciclopedia, que tiene<br />

una orientación más bien materialista. La Enciclopedia pasó a ser en su época<br />

el órgano de los pensadores radicales y se convirtió en un agente orientador de<br />

la opinión pública contra los abusos del ancien regime, el viejo régimen.<br />

Como, a pesar de la laboriosidad característica de Diderot, nunca pudo<br />

disfrutar de una holgura económica, la Zarina Catalina II de Rusia, la déspota<br />

ilustrada de origen alemán que provenía de Heidelberg, se compadeció de él;<br />

sobre todo en vistas de la admiración que le profesaba, y ya cuando vivía<br />

Diderot sus últimos años, la Zarina adquirió su biblioteca que la dejó en París a<br />

cargo del propio pensador, pagándole por ello una pensión anual.<br />

Holbach, en verdad, el Barón Paul Henri Dietrich de Holbach, que fuera<br />

a su vez discípulo precisamente de Diderot, y que profesara un ateísmo tan


extremo en sus expresiones que llegó a espantar no sólo a Federico El Grande,<br />

sino a Voltaire, que también en su época se declarara ateo, sostiene en su<br />

Sistema de la naturaleza que las representaciones de dios son quimeras<br />

dañinas para el género humano.<br />

Se suele citar a Voltaire, también colaborador de la Enciclopedia, como<br />

archirepresentante del ateísmo, mas probablemente, en contraste con<br />

Diderot, en Voltaire especialmente en su Diccionario filosófico, de 1764, junto<br />

con emprender allí un ataque contra la religión y la Iglesia, lo que<br />

encontramos es una forma de deísmo, vale decir, la concepción de un dios,<br />

que junto con crear el mundo, lo libra a su suerte.<br />

154.El ateísmo en el siglo XIX.<br />

Probablemente en el siglo XIX encontramos la concepción más lúcida de<br />

ateísmo de todos los tiempos, a saber la que representa Ludwig Feuerbach,<br />

especialmente en su obra De la esencia del cristianismo. Feuerbach enseñó en<br />

la Universidad de Heidelberg, donde abiertamente profesaba su postura atea,<br />

mas ello tuvo consecuencias: la expulsión no sólo de la Universidad de<br />

Heidelberg, sino que en los hechos, de todas las universidades alemanas.<br />

Aunque Feuerbach había decidido no volver nunca más a pisar una<br />

universidad, después de aquella expulsión, sin embargo en algún momento en<br />

el que se vio en la necesidad de postular a una universidad alemana, las<br />

puertas se le cerraron. Mas, como suelen ser los secretos caminos del destino,<br />

Feuerbach, retirado no sólo de la universidad, sino prácticamente del mundo,<br />

pudo escribir entonces su obra mayor – la recién citada De la esencia del<br />

cristianismo. En lo fundamental, podríamos decir que el ateísmo planteado allí<br />

se condensa en la fórmula de que Dios es igual al Hombre, en otras palabras,<br />

que tras lo que llamamos “Dios” no está, a fin de cuentas, sino el deseo<br />

humano de lo máximo, de la perfección, del absoluto. Ello se traduce en una<br />

reducción de todos los elementos y conceptos teológicos – como gracia,<br />

providencia, amor, bien, justicia, cielo, y demás – en conceptos antropológicos,<br />

ya que no es sino el anhelo, el deseo del hombre de esas perfecciones quien<br />

constituye la explicación de tales proyecciones.<br />

Para Feuerbach su ateísmo es, en sus palabras:<br />

«/... / sólo el honesto, insoslayable, manifiesto y efectivo ateísmo de la<br />

humanidad y ciencia moderna, traido a la conciencia».<br />

Y, entre las formas de ateísmo, representativas del siglo XIX, desde<br />

luego también corresponde incluir a Karl Marx, para quien la religión es sólo<br />

una «forma y modo de existir de la enajenación del ser humano, y junto con ello<br />

es, como en su célebre frase, el opio del pueblo.<br />

En este recuento no podemos olvidar a Nietzsche, que no sólo se<br />

declara libre-pensador en distintos momentos de su obra, sino también ateo.<br />

En todo caso, cabe destacar aquí que pensadores de la talla de Martin<br />

Heidegger ven en su célebre afirmación de que “Dios ha muerto” un grito de<br />

profundis, desde las profundidades del alma por el supuesto “verdadero Dios”,<br />

y no el Dios de una construcción de la teología racional.<br />

Para Heidegger, interpretando a Nietzsche, tras la afirmación de Así<br />

habló Zaratustra de la muerte de Dios hay en definitiva la muerte de una<br />

construcción racional nuestra, de un Dios que sería Padre, Juez, Persona y<br />

también Fundamento de cuanto hay. En la obra de Heidegger, Nietzsche,


leemos que tras la muerte de Dios lo que se esconde es la muerte de quien es<br />

(cita):<br />

«/... / 'padre', en relación al cual uno se salva, la 'personalidad' con la<br />

que se comercia y se expresa, el juez, con el que se regatea, el<br />

'recompensador', respecto del cual uno se hace pagar por sus virtudes, aquel<br />

dios con el que se hacen sus 'negocios'»<br />

155.El ateísmo de Proudhon.<br />

Pierre-Joseph Proudhon, que podría considerarse como el padre del socialismo<br />

francés, así como Marx lo fue del socialismo alemán, vivió entre 1809 y 1865.<br />

Era de origen muy humilde, de familia de artesanos y campesinos. Su padre<br />

era tonelero, oficio que el propio Pierre-Joseph también practicó, junto con<br />

muchos otros similares, como mozo de labranza o tipógrafo; su madre era<br />

cocinera. Mas, Proudhon desde temprano manifestó talento como escritor, y<br />

ello se tradujo en 1840 en su obra ¿Qué es la propiedad? Con esta obra pasó a<br />

ser conocido en toda Francia. Más tarde en 1843 aparece su obra fundamental,<br />

el Sistema de contradicciones económicas o la Filosofía de la Miseria. Al año<br />

siguiente, en respuesta Marx acusa recibo de este texto y escribe por su parte<br />

Miseria de la filosofía. Y si bien en La sagrada familia Marx tendrá palabras de<br />

elogio para Proudhon, tenderá a polemizar con él. Por ello se explica que<br />

Proudhon le escriba a Marx sobre este punto lo siguiente:<br />

“Después de haber demolido todos los dogmas a priori, no caigamos, a<br />

nuestra vez, en la contradicción de vuestro compatriota Lutero; no pensemos<br />

también nosotros en adoctrinar al pueblo; mantengamos una buena y leal<br />

polémica. Demos al mundo el ejemplo de una sabia y previsora tolerancia,<br />

pero, dado que estamos a la cabeza del movimiento, no nos transformemos en<br />

jefes de una nueva intolerancia, no nos situemos como apóstoles de una nueva<br />

religión, aunque ésta sea la religión de la lógica”.<br />

Y en cuanto al ateísmo de Proudhon, proclama él en su “Sistema de<br />

contradicciones económicas” la lucha contra Dios, el cual es el enemigo del<br />

hombre, al que le usurpa su libertad.<br />

Cuando hablamos de ateísmo, y no solamente de aquél de Proudhon,<br />

sino de Diderot, del Barón de Holbach, u otro, cabe considerar que el tono<br />

general de estos discursos varía, correspondiendo a un rechazo a toda religión<br />

o al cristianismo en particular, y, por lo tanto, en cada caso hay que deslindar el<br />

alcance respectivo. Así, por ejemplo, el Holbach sostiene en el Systeme de la<br />

nature de 1821 que dios «es la causa incomprensible de los efectos, que nos<br />

sorprenden y no podemos comprender»; y él mismo propone en otro pasaje, en<br />

cierta forma, un deus sive natura, como queda de manifiesto en las siguientes<br />

palabras:<br />

«Todo nos demuestra entonces que no debemos buscar la divinidad<br />

fuera de la naturaleza. Si queremos tener una idea de ella, debemos decir que<br />

sería la naturaleza».<br />

En fin, hay además curiosas formas de ateísmo, por lo demás, sin duda<br />

muy frecuentes en la cotidianidad, como el ateísmo de Hobbes, el cual trae a<br />

colación Karl Löwith, diciendo que:<br />

«Hobbes, que sabido es, era ateo, mas suficientemente inteligente como<br />

para estimar «no-inteligente» la negación de Dios /... /».


Lo anterior nos muestra así la ilegitimidad de cierto uso indiscriminado del<br />

término 'ateísmo'. Si se restringe éste exclusivamente a la negación del dios<br />

cristiano, sería, por ejemplo, ateo un musulmán, lo cual es absurdo. Si se<br />

restringe éste a la negación de un dios personal, diversas religiones naturales<br />

de algunas tribus serían ateas, lo cual ciertamente, también es absurdo. Si, por<br />

último, se restringe aquel a la negación del dios personal cristiano, entonces<br />

varias de las concepciones filosóficas en que se trata de dios (como<br />

singularmente es el caso de Spinoza) serían también ateas; y esto es<br />

igualmente absurdo, aunque este carácter absurdo sea más difícil de<br />

comprender y aceptar.<br />

156.”Amo, luego existo”.<br />

Descartes sostuvo “pienso, luego existo”, en lo que obviamente la expresión<br />

‘luego’ no tiene el alcance de ‘después’ o ‘más tarde’, sino que más bien de lo<br />

que se sigue de algo, de lo que algo supone, porque está implícito en ello.<br />

Según leemos en las más relevantes obras cartesianas – Discurso del<br />

método y Meditaciones metafísicas – alcanzamos esta primera verdad<br />

incuestionable, siguiendo el método de la duda, de dudar de lo que sea posible,<br />

de todo lo que no se le presente a mi mente de manera “clara y distinta”. Y así<br />

resulta que podemos dudar de todo, hasta de si tenemos un cuerpo, si es de<br />

día, pero no de que dudamos, y ya tan sólo al dudar pensamos. Ello quiere<br />

decir que somos algo, al menos algo que piensa. Por lo tanto, “pienso, luego<br />

existo”.<br />

Martin Heidegger ha criticado esto que se conoce como el “cogito<br />

cartesiano”, aduciendo que con él se demuestra un sujeto abstracto sin mundo<br />

– sin cuerpo, sin entorno, sin los otros.<br />

El cogito cartesiano, la sentencia “pienso luego existo”, se mueve ya en<br />

el plano de la certidumbre e implica un corte de la realidad. Ella puede ser la<br />

primera verdad desde el punto de vista del conocimiento, pero no lo es para lo<br />

humano en toda su amplitud y radicalidad.<br />

El hombre propiamente es, en tanto que ama, en tanto impregna de<br />

amor lo que vive, logrando además con ello precisamente vivificar, darle vida a<br />

lo que vive.<br />

En razón de estas consideraciones, me atrevo a sostener que en verdad<br />

lo más radical no es “pienso, luego existo”, sino “amo, luego existo”.<br />

Verdaderamente existo, estoy vivo en este planeta, me completo a mí mismo,<br />

encuentro un camino en el mundo, tan sólo en tanto que amo. Existir no está<br />

concebido así como algo meramente dado, sino que tiene que desplegarse, ir<br />

en busca de su completud, y esta la da precisamente el amar.<br />

A veces, en ciertas situaciones que se dan en las que vamos a las raíces<br />

de la existencia y del mundo, advertimos que si alguien nos preguntara por el<br />

sentido de estar aquí, el sentido de aquello por lo que nos esforzamos,<br />

luchamos, por lo que nos preocupa, nos desvela, nos inquieta, y también nos<br />

hace creer, soñar, proyectarnos, diría que es en primerísimo lugar el amar.<br />

Hay en esto algo tan simple como profundo, esencial y radical: amar. No<br />

hay otra receta.<br />

Incluso toda ética tiene que arrancar de aquí, desplegarse, y por último<br />

volver precisamente hasta aquí mismo, a este mismo punto de partida: amar,<br />

sólo amar.


Y amar en plenitud no sólo a la amada, a los hijos, a los padres, al<br />

prójimo, sino también a los animales, las plantas, el entorno, el universo entero,<br />

y por cierto a lo supuestamente divino.<br />

Todo comienza y termina así en el amor y por ello se entiende que él<br />

esté tan íntimamente emparentado con el sentido. Es más, en esto parece no<br />

haber alternativa: el amor es el sentido, o, si se quiere, es lo único que nos<br />

puede dar de veras sentido.<br />

157.El amor según San Agustín.<br />

"Dilige, et quod vis fac!". ("¡Ama y haz lo que quieras!").<br />

Así nos dijo San Agustín. ¡Qué admirable concisión y lucidez! Como que<br />

en esas cuatro palabras está contenida toda la sabiduría del mundo. Y por<br />

cierto Cristo, en quien él se inspira, fue precisamente eso lo que enseñó, mas<br />

el mundo y la historia de la humanidad siempre se están apartando de ésta, la<br />

más grande de todas las verdades.<br />

Que algo parecido a este mensaje universal de amor nos comunicara<br />

Buda con su enseñanza de la compasión, de ello tampoco cabe ninguna duda.<br />

Y lo mismo cabría decir de Sócrates con su pensamiento particularmente<br />

centrado en la justicia.<br />

Como, por otro lado corresponde nombrar también aquí a Platón, su<br />

discípulo, el cual escribe una de las obras más bellas de todos los tiempos, en<br />

torno a eros, el amor – El Banquete.<br />

Pero, volvamos a la cita de San Agustín: ama y haz lo que quieras.<br />

Tengamos en cuenta lo que dice la segunda parte de esa sentencia: “lo que<br />

quieras”. Atendamos a lo decidora que es, en la medida en que ella recién le da<br />

toda la fuerza y la radicalidad a la primera, que dice simplemente “ama”. En<br />

otras palabras, basta simplemente con que ames, nada más, y todo lo demás<br />

está resuelto.<br />

No hay sino el amor, incluso como camino y respuesta ética, pero<br />

también de la educación, de la política, y en rigor, de todo. Si hacemos filosofía,<br />

ciencia, arte, si practicamos un deporte, todo ello cobra sentido en la medida en<br />

que lo hacemos con amor.<br />

Y, siguiendo a San Agustín, él dice también:<br />

"Amor meus, pondus meum; illo feror, quocumque feror"<br />

("Mi amor es mi peso; por él voy dondequiera que voy").<br />

Estrictamente hablando, la primera sentencia ya contiene todo y esta<br />

segunda se mueve dentro del camino que la primera ha abierto. Mas aquí se<br />

agregan igual nuevas ideas e imágenes; por de pronto, el amor como peso,<br />

pondus (mi amor es mi peso), pero como uno tal no en el sentido de lo pesado<br />

y gravoso, sino peso como lo que valgo, como también como lo que es mi<br />

medida, aquello que arroja su resultado al ponerlo en una balanza, una suerte<br />

de balanza divina, de un Dios que es precisamente amor.<br />

Luego la segunda parte de esta sentencia nos dice: por él (por el amor)<br />

voy dondequiera que voy. Aquí destaca pues la idea de camino, siendo el amor<br />

el que le da una dirección a este camino, su orientación.


Y en ello se cumple – como se da también en otras constelaciones del<br />

sentido – que el fin o la finalidad se confunde, se hace uno con el camino, ya<br />

que siendo el amor aquello por lo cual voy hacia dondequiera, al mismo tiempo<br />

a cada paso, el amor es mi peso.<br />

Es bello esto y comprende algo no solamente filosófico, sino poético a la<br />

vez: el amor como peso y camino. Peso y camino se presentan aquí en un<br />

singular encuentro, y de manera implícita ambos términos están haciendo<br />

señas hacia otro más, y decisivo: el sentido. El amor, como peso y camino es el<br />

sentido.<br />

158.El amor según Santo Tomás.<br />

"El amor empuja al hombre fuera de sí y lo instala en el que ama:<br />

en el amor, el que ama siempre se abandona en cierto modo a sí<br />

mismo".<br />

Así nos dice de manera concisa y precisa Santo Tomás.<br />

Podríamos decir que resalta en ello la percepción como una fuerza de<br />

empuje, mas este empuje, esta pujanza es singular, ya que te lleva a ir más<br />

allá de tí, de tus narices, de tu metro cuadrado, para no sólo sentir al otro<br />

desde tu caja de resonancia, sino, más que eso, para instalarte en él, en el que<br />

amas, en el amado, la amada, lo amado.<br />

Y ello nos hace ver que el amor es una fuerza tal que ante todo dentro<br />

de sus posibilidades está el que te saque de ti mismo, es decir, vaya más allá<br />

de tu amor meramente propio. Éste último, el amor propio, cómo no, igual tiene<br />

su justificación, más aún, para el mismo Santo Tomás no es posible amar a<br />

otro si no hay primero este amor propio. Y está claro que está índole del amor<br />

tiene tal fuerza que lleva a tantas personas en este mundo a estar únicamente<br />

pendientes y preocupadas de sí mismas, de sus logros, de su bienestar, y si<br />

acaso aman a otro, ese amor suele tener como motivación nada más que la<br />

admiración, el elogio o la aprobación que recibe del otro.<br />

Pero, por otra parte, no basta que el amor te saque de ti mismo, de tus<br />

cuatro paredes, sino más encima es capaz de instalarte en el otro, y para<br />

decirlo con uno de los filósofos más destacados del amor – me refiero al<br />

platónico y florentino del renacimiento Marsilio Ficino – tratando en ello de un<br />

modo muy original el maridaje entre amor y muerte: cuando amo estoy muerto,<br />

porque ya no habito en mí mismo, y cuando más encima amo, sin ser<br />

correspondido, estoy completamente muerto, ya que entonces no habito en mí<br />

ni tampoco en el otro, que no me corresponde.<br />

Pero, según vemos, el maridaje aludido es tal que podemos caer en<br />

cuenta entonces que, habiendo correspondencia, igual estoy muerto, aunque<br />

no completamente, mas esa muerte es precisamente la vida, lo que da vida.<br />

Volviendo a Santo Tomás, el amor a su vez tiene una dirección y ésta<br />

está señalada por el bien. Dicho así simplemente, amamos lo bueno. Si ya en<br />

El Banquete de Platón se trataba en el discurso sobre eros de Sócrates de que<br />

eros está atado de nacimiento con la belleza, ya que de hecho fue procreado el<br />

día del nacimiento de la Belleza, representada por el nacimiento de Afrodita<br />

que los dioses celebraban en el Olimpo, en Tomás esta atadura, este vínculo<br />

está dado por el bien.


Y con ello queda señalada también la clave ética que hay en el amor.<br />

Como que a partir de ello, podemos releer la sentencia de San Agustín que de<br />

manera insuperable dice simplemente “ama y haz lo que quieras”.<br />

159.Amor intellectualis deus. Esto lo dice Spinoza, pero también lo diría Santo<br />

Tomás.<br />

"/.../ el amor incita a la unión de las cosas lo más posible.<br />

Por esta razón, el amor divino hace que el hombre,<br />

en la medida de lo posible, ya no viva su vida, sino la de Dios"<br />

Son palabras de Santo Tomás. Pero también él mismo nos dice que “El<br />

amor empuja al hombre fuera de sí y lo instala en el que ama”. Y vaya que<br />

fuerza se requiere para se me haga salir de mí mismo y pueda entonces<br />

habitar en otro. Pues bien, cuánto mayor tendría que ser esta fuerza para que<br />

un hombre, cualquier ser humano en particular, ya no viva su vida, sino la de<br />

Dios. Y ello podríamos decir, ya significa un salto tal que ya simplemente no<br />

puede ser dado por alguien en particular, y aunque sean muchos, como<br />

tampoco en definitiva por nada de lo humano con todas sus limitaciones, sino<br />

sólo en la medida en que Dios mismo es amor. Y en la medida en que Dios<br />

mismo, que es amor, te lleva a vivir su vida, el amor se diviniza, se vuelve parte<br />

del amor divino, y a fin de cuentas, acaba fundiéndose en él.<br />

Probablemente el amor intellectualis deus del filósofo Baruch de Spinoza<br />

dice lo mismo. Se trata de que cuando amamos, somos parte del amor divino.<br />

Lo cierto es que si está en juego un Dios, que esencialmente es amor,<br />

no podría ser de otro modo. Al amar, y entiéndase, al amar de veras y<br />

verazmente, no solamente somos parte, sino que nos fundimos con el amor<br />

divino. De este modo también nuestro “pequeño amor humano” se abre a lo<br />

infinito, inconmensurable.<br />

Y observemos a continuación como en una gran sinfonía distintas voces<br />

de la historia de la cultura nos están diciendo lo mismo. Así Dante: "Amor, che<br />

move il Sole e l'altre stelle".<br />

Y también Leibniz :<br />

"Amar es tener una tal disposición<br />

que encuentres en la felicidad del otro<br />

tu propia voluntad"<br />

Novalis:<br />

"El amor es la finalidad última de la historia universal,<br />

el amén del universo"<br />

Hegel:<br />

"El amor consiste en abandonar la conciencia de sí mismo,<br />

y no obstante recién poseerse a sí mismo en este devenir y olvido"<br />

Nietzsche:


"Todo gran amor no quiere amor: quiere más"<br />

Ortega y Gasset:<br />

"En el acto amoroso, la persona sale fuera de sí:<br />

es tal vez el máximo ensayo que la Naturaleza hace<br />

para que cada cual salga de sí mismo hacia otra cosa"<br />

Y finalmente Violeta Parra:<br />

"Lo que puede el sentimiento<br />

no lo ha podido el saber,<br />

ni el más claro proceder<br />

ni el más ancho pensamiento,<br />

todo lo cambia el momento<br />

cual mago condescendiente,<br />

nos aleja dulcemente<br />

de rencores y violencias,<br />

sólo el amor con su ciencia<br />

nos vuelve tan inocentes".<br />

160.Amor y sentido.<br />

Si la cuestión primordial que le preocupa al hombre es el sentido de su<br />

existencia, podríamos decir que éste lo podemos relacionar con distintos<br />

horizontes: poder, saber, creación, juego, muerte y amor. En todas éstas – que<br />

podríamos llamar ‘fuentes’ – el hombre encuentra sentido.<br />

El 'sentido' es también 'horizonte' porque orienta e ilumina. Así puede<br />

ser 'Dios' el supremo sentido, pero así también a lo mejor no hay aquel Sentido,<br />

o, en todo caso, si lo hay, estaría oculto. Distintos <strong>pensamientos</strong> de la filosofía<br />

contemporánea se acercan en mayor o menor grado a esta segunda<br />

posibilidad, así en particular Deleuze. Lo que llamamos 'sentido' tiene que ver<br />

aquí con una ausencia de él que intentamos llenar con nuestros anhelos y<br />

expectativas.<br />

Como bien ha sido planteado en distintos <strong>pensamientos</strong> filosóficos, sin<br />

duda que es la certeza absoluta de la muerte la que nos hace caer en cuenta<br />

que todo lo que hagamos o construyamos acaba en ella, y que por lo tanto<br />

obliga a admitir la posibilidad del sinsentido o del absurdo, como en Albert<br />

Camus.<br />

Pero, aquí no se trata de explayar una teoría del sentido. Lo relevante<br />

está en que actuamos, vivimos y nos desvivimos en relación a esos horizontes<br />

del sentido. Ellos están en interdependencia, o, al menos, deben estarlo. Lo<br />

decisivo radica en que por sobre todo el amor impregne los demás; su<br />

trascendencia se advierte cuando falta; entonces tenemos un poder prepotente<br />

y abusivo; un saber a lo más puramente formal, que no se expresa al modo de<br />

lo que Santo Tomás de Aquino llamara la ratio diligendi (la razón amorosa); una<br />

creación artística esteril; un juego puramente instrumentalizado en el que no<br />

hay la pasión de jugar, sino sólo de ganar.


Pero, por otra parte, si el poder no interactúa con los otros, quiere decir<br />

ello que estos últimos no “pueden” nada, carecen de fuerza.<br />

Si el saber no acompaña a los demás, se genera, por ejemplo, un poder<br />

político que, como lo plantea Sócrates en República I, equivale a una nave con<br />

un piloto ignorante que nos puede llevar al naufragio. Asimismo, sin el saber<br />

sólo puede haber juego sin reglas y creación sin canon estético. Y, si cierta<br />

forma de saber no acompaña al amor, en términos tomasianos también, no<br />

estaríamos amando lo que nuestra “razón amorosa” descubre como conforme<br />

al bien.<br />

Si el juego no anima a los otros horizontes de sentido, todo se vuelve de<br />

una seriedad y rigidez que con preclara visión Nietzsche ha criticado y<br />

ridiculizado.<br />

Si la creación no abre esos otros horizontes hacia nuevas posibilidades<br />

y perspectivas, fundando con ello nuevos mundos, todo se vuelve anodina<br />

repetición y rutina.<br />

Si la muerte no enseña la otra cara, la inevitable vanidad de lo humano y<br />

de justificar absolutamente nuestro estar aquí a través cada una de esas<br />

tentativas, todo se vuelve pretenciosa institución (que ciertamente en polvo se<br />

convertirá).<br />

Pero, si el amor no es capaz de contrarrestar, aunque parcialmente, la<br />

fatalidad de la muerte a través del intento de llenar los momentos, perpetuando<br />

el presente, mucho me temo, que no resta sino el severo "soporta y aguanta"<br />

de los estoicos.<br />

161.¿El amor como una vivencia filosófica?<br />

Cuando nos hacemos la pregunta por el sentido en su dimensión existencial, es<br />

decir nos preguntamos por el sentido de estar aquí, patentemente el amor se<br />

hace merecedor de constituir una respuesta a ello. Estamos aquí en este<br />

mundo, nacemos, vivimos y morimos, podríamos decir, para amar. El amor se<br />

presenta como una respuesta para la ética, la política, la educación, y en fin,<br />

para todos los quehaceres del humano. Bien podríamos estar tentados a decir<br />

que estamos aquí, como diría Fichte o de manera distinta, Marx, para hacer,<br />

para actuar, para transformar el mundo y la sociedad, mas ese hacer sólo<br />

puede legitimarse, si es un hacer y un actuar con amor.<br />

Es a partir del amor que impregnamos de sentido a lo que hacemos,<br />

pensamos, recordamos, imaginamos o creamos. El amor es la clave absoluta,<br />

y aunque él sea aquilatado como ideal, corresponde a uno tal que es realizable<br />

y con el poder de transformarnos y transformar el mundo que creamos.<br />

El cogito cartesiano, la sentencia “pienso luego existo”, se mueve en el<br />

plano de la certidumbre e implica un corte de la realidad, entre res cogitans – la<br />

cosa pensante que soy – y la res extensa – las cosas extensas, espaciales del<br />

mundo. Ella puede ser la primera verdad desde el punto de vista del<br />

conocimiento, pero no lo es para lo humano en toda su amplitud y radicalidad.<br />

El hombre propiamente es, en tanto que ama, en tanto impregna de<br />

amor lo que vive, logrando además con ello precisamente vivificar, darle vida a<br />

lo que vive.<br />

La primera certeza humana es por lo tanto “amo luego existo”. Quien no<br />

ama sólo es un humano a medias, un medio-hombre, alguien que ha errado el<br />

camino, porque se ha salido del camino de hacerse cada vez más hombre.


Justamente por ello solemos decir - y con razón - que el mayor signo de<br />

vitalidad de una persona, independientemente de sus años, es su capacidad de<br />

amar. A quien lo abandonó la fuerza de amar, da la impresión de una llama a<br />

punto de apagarse, y es sin duda, únicamente el amor quien lo podrá alumbrar<br />

nuevamente.<br />

Muchas de estas cosas se oyen y se oyen demasiado, hay un mundo<br />

que desde la mañana a la noche le canta al amor, y parece que de tanto canto,<br />

de palabras que van al aire, que el amor se esfumara. Ello exige que nos<br />

preguntemos qué es eso del amor, y lo que lo circunda.<br />

Una buena parte de ello semeja una invención, una obsesión o una<br />

enfermedad. Es más, parece que el amor incluye todo ello, y, sin embargo,<br />

igual seguimos dispuestos a vivirlo y a entregarnos a él. ¿Qué hay entonces<br />

con él?<br />

Resulta sugerente por de pronto lo siguiente: dilucidar el amor viene a<br />

ser no solamente una vivencia filosófica, sino que - sostengo con énfasis -<br />

deviene en la vivencia filosófica misma. ¿A qué se debe esto?<br />

Pues bien, se debe a que a través de esta vivencia nos acercamos a lo<br />

que podríamos llamar la plenitud (según lo subrayan los más distintos enfoques<br />

y autores que han tratado el tema). El amor es un “anhelo de plenitud” que se<br />

explica porque provenimos de ella misma, la cual, en una primera<br />

aproximación, se nos aparece en la imagen de lo maternal, o, más<br />

precisamente, de la simbiosis feto-maternal.<br />

Esto significa que hay una ciclicidad en la vivencia amorosa, en la que<br />

toda pro-gresión que acontece cuando comenzamos a amar a alguien es al<br />

mismo tiempo una re-gresión a lo maternal. Esta, a su vez, es probable que<br />

remita a una ciclicidad de orden cósmico o divino, a saber, que provenimos de<br />

la naturaleza o de Dios, que son justamente las expresiones más descollantes<br />

de la aludida plenitud. El máximo gozo entonces se transfigura en una vuelta a<br />

ellas, o, al menos, en un acercarnos a esa frontera, que una vez que cruzamos,<br />

vale decir, que volvemos definitivamente a la naturaleza o a Dios, morimos. Por<br />

eso también la profunda y abundantísima simbología del maridaje entre amor y<br />

muerte.<br />

162.El peculiar matrimonio entre amor y muerte.<br />

Arranquemos hoy de una fórmula del amor, que, por supuesto, como toda<br />

fórmula que pudiera haber sobre un fenómeno como éste, es inevitablemente<br />

torpe:<br />

“El amor es el salir de sí mismo al encuentro con lo Otro, con lo que nos<br />

fundimos, y a raíz de lo cual, nos transformamos”.<br />

Mas, de esta fórmula hosca y bruta, en contraste con lo que de veras es<br />

el amor con su infinita sutileza, cabe destacar por de pronto el salir de sí<br />

mismo. Por supuesto se trata aquí del salir de sí mismo al encuentro con el otro<br />

– ella o él. Pero, hemos visto también que puede ser un encuentro con “Lo<br />

otro”, en la medida en que cuando hablamos de eros o amor, se trata también<br />

de la posibilidad del encuentro con Dios, los dioses o lo divino, como también<br />

puede ser el tema de arte, como en el caso del artista.<br />

Y junto con el mencionado encuentro, como dice nuestra torpe fórmula,<br />

se trata de una fusión. En otras palabras, de algún modo el encuentro se<br />

encamina en pos de una fusión. Mas, cabe agregar de inmediato que esta


fusión es inevitablemente parcial, ya que, de lo contrario, moriríamos en el acto.<br />

En efecto, si hubiera una fusión total, perderíamos completamente nuestra<br />

individuación, como individuos nos disgregaríamos, acabaríamos<br />

pulverizándonos, volatilizándonos en el otro o Lo Otro.<br />

Mas, lo sugestivo de este punto es que justamente en el amor como en<br />

el erotismo está este impulso a fundirse total y cabalmente, debido a lo cual el<br />

amor queda emparentado con la muerte, eros con tánatos. A propósito de ello,<br />

es muy llamativo que este maridaje se presente espontáneamente en la<br />

plástica; hay muchas pinturas de la tradición que así lo expresan.<br />

Por otra parte, como se muestra en particular desde Medea en adelante,<br />

como por supuesto también da testimonio de ello las Metamorfosis de Ovidio, y<br />

así en toda una literatura trágica que incluye a Romeo y Julieta, Tristán e<br />

Isolda, Calixto y Melibea, Werther y Carlota, es singular que las parejas de<br />

enamorados se presenten como figuras trágicas en general en la literatura<br />

universal. Por cierto, ello también habla de este peculiar matrimonio entre amor<br />

y muerte.<br />

Desde la perspectiva de Octavio Paz en La llama doble se trata de que<br />

en ello actúa uno de los 5 binomios que determinan al fenómeno amoroso, en<br />

este caso “obstáculo-transgresión”. Los obstáculos provienen sobre todo del<br />

mundo con sus diferenciaciones que le son características, como entre<br />

diferentes religiones, razas, origen social, orientación política, poder<br />

económico, y otras tantas. Y como es propia del amor una impronta que<br />

podemos llamar revolucionaria, las parejas de enamorados de todos los<br />

tiempos están enfrentando esos códigos sociales y obstáculos. Y pensar que<br />

con sus solos abrazos y besos pueden esas parejas provocar profundas<br />

transformaciones en la sociedad. En efecto, ellas son capaces de mostrar que<br />

es posible la unión de una cristiana con un judío, de una persona de izquierda<br />

con una de derecha, de ella que es de familia pobre con él que es de familia<br />

rica, de él de raza negra con ella de raza blanca.<br />

Visto de esta forma, esas parejas le enseñan al mundo no sólo que la<br />

superación de aquellos obstáculos es posible, sino hacia dónde debería<br />

encaminarse el mundo. Ellas muestran un lugar posible de encuentro, de<br />

conciliación, de superación de las diferencias, y, podría decirse, que la política<br />

tiene la misión ulterior de hacer realidad ese encuentro.<br />

163.¿Qué es eso de un supuesto “sí-mismo” que habría en nosotros?<br />

Aquello que llamamos “yo” es tan complejo que nunca lo podemos abarcar,<br />

percibir, sentir y pensar en todos sus confines. Y, sin embargo, en la<br />

cotidianidad tendemos a simplificarlo, a experimentar que nuestro yo se reduce<br />

a lo que en cada caso estoy haciendo, que tengo ganas de tal cosa, que tengo<br />

que hacer tal otra, que me gustaría la de más allá. El yo se vive entonces de<br />

acuerdo a muchas posibles experiencias y puede entonces extraviarse en ellas,<br />

sin que haya un centro, un eje, una unidad detrás de la multiplicidad. Esto ya lo<br />

vio perfectamente Kant, pero mucho antes que el filósofo de Königsberg, Platón<br />

en el Diálogo Teeteto aborda con notable lucidez esta misma problemática.<br />

Si ese supuesto eje, o como haya que representárselo es lo que<br />

llamamos nuestro “sí-mismo”, qué difícil resulta hablar de él, cuando en verdad<br />

normalmente, en el diario vivir, estamos tan alejados de algo así. Ocurre que<br />

simplemente somos, existimos, nos debatimos con esto, lo otro, y lo demás


allá, nos levantamos, desayunamos, vamos al trabajo, despachamos varias<br />

cosas en el lugar de trabajo, tenemos reuniones de trabajo, tal vez luego<br />

almorzamos con alguien que es también de ese lugar de trabajo, en la tarde<br />

seguimos con lo mismo, luego volvemos a casa, encontramos a nuestra<br />

esposa y nuestros hijos ya ocupados en algo, ya sea con el computador o<br />

viendo televisión, nos sumamos también a alguna de estas actividades, o tal<br />

vez cogemos un libro que estamos leyendo, y ya se acabó el día, llegando la<br />

hora de dormirse, finalmente durante la noche nos entregamos al sueño, mas<br />

en todo ello por ningún lado comparece el mentado sí-mismo. Mas bien, parece<br />

que él supusiera nada más que una construcción, una ficción, un Imaginario.<br />

Pero, si bien nos detenemos a pensar sobre el sí-mismo, advertiremos<br />

que él está en nosotros permanentemente al modo de una latencia, que en<br />

cualquier momento se activa. Y éste es el punto que corresponde destacar: que<br />

eso que llamamos sí-mismo no está en nosotros como algo dado, constituido,<br />

establecido, sino tan sólo al modo de una posibilidad, una virtualidad, una<br />

latencia, y que, en cuanto se presenta alguna situación de conflicto, se activa.<br />

Por ejemplo, en una situación puede suceder que alguien se sobrepasa<br />

en algunas cosas que se permite decirnos y que en el momento nos parecen<br />

ofensivas. O también, y ahora analizado esto desde un ángulo asertivo,<br />

constatamos que algo nos gusta, que interpreta, que es afín con nosotros – un<br />

libro, una película, una persona que venimos conociendo. Pues bien, en estas<br />

situaciones, ya sea negativas o asertivas, al parecer se despierta en nosotros<br />

este mentado sí-mismo, justamente porque se ve afectado o atraído, en<br />

sintonía con algo o alguien.<br />

164. Jean Baudrillard, el pensador del hiperrealismo.<br />

En 2007 ha muerto Baudrillard, el filósofo proveniente de la sociología, como<br />

otros tantos filósofos franceses (Roger Caillois, Georges Bataille), que pensara<br />

nuestro tiempo a fondo desde una perspectiva completamente original, osada y<br />

sugestiva. Sin haber sido el fundador del post-modernismo (ya que ese mérito<br />

le corresponde a Francois Lyotard), es tal vez el representante más destacado<br />

de este movimiento, que corresponde a la etapa más reciente del desarrollo<br />

filosófico planetario.<br />

Probablemente la obra clave de Baudrillard es Las estrategias fatales de<br />

1983, en la que encontramos prácticamente todos los principales fundamentos<br />

de su pensamiento: el hiperrealismo, la transpolítica, el objeto extático, la<br />

seducción. Obras posteriores como La ilusión del fin, La transparencia del mal,<br />

de alguna manera arrancan de los conceptos vertidos en Las estrategias<br />

fatales.<br />

Por de pronto, las estrategias fatales aluden a las estrategias del sujeto<br />

moderno en su afán de definir, controlar y dominar la realidad, en lo cual se ve<br />

completamente sobrepasado, deviniendo sus estrategias precisamente en una<br />

fatalidad (como que ellas tuvieran a fin de cuentas un efecto bumerang). Y esto<br />

es lo que sucede, por ejemplo, con la medicina: al generar ambientes cada vez<br />

más asépticos, con una higiene y una profilaxis cada vez mayores, acabamos<br />

por tener serios problemas inmunológicos, y estamos expuestos a bacterias y<br />

virus mutantes que se ciernen hoy sobre la humanidad entera. Baudrillard<br />

describe esto mismo al modo de un tránsito del valor de uso de las cosas a un<br />

valor de cambio y finalmente a un valor fractal, en el que perdemos el Norte.


Así, por ejemplo sucede también con las armas, que han tenido primero un<br />

valor de uso, luego un valor de cambio (y hasta este punto ha estado todo bajo<br />

un relativo control), para desembocar finalmente en el valor fractal, que<br />

corresponde a la fabricación de armas atómicas, capaces de destruir varias<br />

miles de veces la vida en el planeta, con lo cual la estrategia de la fabricación<br />

de armas se vuelve fatal. Al mismo tiempo estos objetos – como las armas o la<br />

medicina – quedan fuera de sí; desde el momento que se disparan en la<br />

mencionada fractalidad, se convierten en objetos extáticos.<br />

165.Baudrillard, pensador de la “Era Orbital”.<br />

En 2007 muere uno de los filósofos, proveniente de la sociología, más<br />

destacados del siglo XX y entrando ya el siglo XXI: Jean Baudrillard. Podemos<br />

ver a Baudrillard desde muchos ángulos, cada uno de los cuales está en cierta<br />

coincidencia con los otros, y entre ellos escogemos lo que nuestro pensador<br />

describe como el éxtasis del objeto u objeto extático. Baudrillard piensa de un<br />

modo original la relación sujeto-objeto, puesto que no se trata únicamente de<br />

que el conocimiento se explica a partir de esa relación (para conocer algo es<br />

necesario que el objeto se le presente al sujeto en lo que es) sino que por<br />

‘objeto’ Baudrillard entiende la realidad total, incluyendo ello por cierto al<br />

hombre y la sociedad. Pues bien, caracteriza a nuestra época que el sujeto<br />

(humano ya no es más capaz de definir, controlar y mucho menos dominar el<br />

objeto. Ejemplo de ello es el calentamiento global, el terrorismo, y otros. El<br />

sujeto humano se ve claramente sobrepasado en ello. Y al no poder hacerse<br />

suficientemente cargo del objeto, éste queda fuera de sí, se vuelve por lo tanto<br />

“objeto extático”. Y, como veíamos, dado que el objeto alude a la realidad total,<br />

en definitiva es la propia realidad la queda fuera de sí. Baudrillard describe esto<br />

en términos técnicos como ‘hiperrealismo’. Baudrillard es así el pensador del<br />

hiperrealismo.<br />

Este haber quedado el objeto, la realidad, fuera de sí se puede<br />

especificar, en las armas, cuando éstas se han vuelto atómicas, pero también<br />

en los más diversos ámbitos – la verdad es que prácticamente no queda nada<br />

fuera. Así la educación: desde el momento que entra la sospecha que lo que<br />

llamamos “educación” o “formación” más bien deforma, la educación queda<br />

fuera sí, es parte del objeto extático, y no menos sucede que desde el<br />

momento que entra la sospecha de que este mundo de unos ciudadanos<br />

llamados “cuerdos” en verdad semeja la locura desatada, y que probablemente<br />

un esquizo-frénico o un loco son más cuerdos que los sujetos llamados<br />

“normales”, entramos con ello en el dominio de la anti-psiquiatría, significando<br />

ello que también la psiquiatría ha quedado fuera de sí. Y así además, desde el<br />

momento que la moda tiene mucho más poder que la estética, la estética pasa<br />

a ser parte del éxtasis del objeto. Mas, por otra parte, todos estas<br />

manifestaciones particulares del objeto extático si acaso en el máximo extremo<br />

de su posibilidad se hicieran completamente efectivas, el desastre sería tal que<br />

equivaldría a una suerte de cataclismo apocalíptico, y es por ello que<br />

Baudrillard a su vez piensa nuestra era como “Era Orbital” en la que sucede<br />

que todas las manifestaciones del objeto extático, por decirlo así, quedan en<br />

órbita, circundan el planeta como posibilidades virtuales: así las armas<br />

atómicas, la anti-psiquiatría, la anti-pedagogía, la trans-política.<br />

De todos modos, para el pensador francés lo que conocemos como


historia y, según veíamos, realidad, ya ha quedado atrás, desapareció en la<br />

noche de los tiempos, en un punto, un momento relativamente indefinido del<br />

pasado que él llama “punto Canetti”, tomando en cuenta de que el nobel<br />

escritor Elías Canetti ha concebido una idea similar.<br />

166.El erotismo y el náufrago.<br />

Desde antiguo se ha reconocido en el erotismo y en el amor una experiencia de<br />

salir de sí mismo al encuentro con algo Otro, que puede ser una persona – ella<br />

o él – o también el tema para el escritor y el artista en general. Mas, en este<br />

salir-de sí-mismo, si acaso se cumpliera a cabalidad, significaría ello que<br />

morimos, que no podemos retornar a nuestra individualidad. De ahí que el<br />

matrimonio entre amor y muerte, incluso con anterioridad a distintos desarrollos<br />

filosóficos y psicológicos (por cierto Sigmund Freud también) que plantean<br />

esto, se ha presentado esta intuición de manera espontánea en la plástica.<br />

Esto último ya es bastante decidor, ya que permite constatar que el hombre, el<br />

enamorado, de manera espontánea en sus vivencias eróticas y amorosas<br />

experimenta esta cercanía con la muerte.<br />

Así también Georges Bataille concibe el erotismo en este perpetuo<br />

encuentro entre erotismo y muerte que parecen saludarse desde lejos y a<br />

veces acercándose mucho uno con otro. En los términos técnicos de su<br />

pensamiento se trata de que salimos del encierro en nuestras discontinuidades<br />

individuales para fluir y dejarnos llevar como por las olas del océano, en un<br />

continuum. Mas, al mismo tiempo sucede, según el filósofo y sociólogo francés<br />

que precisamente debido a que traspasar el límite de nuestra discontinuidad e<br />

insertarnos totalmente en el continuum, trae consigo la muerte, lo erótico lo<br />

vivimos en la cercanía de esa frontera sin atravesarla. Ello es lo que tiene que<br />

ver con el goce erótico que se manifiesta por lo tanto en un estar a punto de<br />

sucumbir. Esta experiencia, en rigor, es descrita como la del naúfrago que está<br />

en un estado de zozobra al borde de la muerte.<br />

Es curioso pues que la mayor afirmación de la vida que se da en el<br />

erotismo (y así lo ve el propio Bataille) coincida con la muerte. Mas, cuando<br />

bien lo pensamos, esto no resulta tan extraño: por ejemplo, en las guerras, y<br />

me refiero a las guerras tradicionales, no las actuales, en que se ponía en<br />

juego la bravura, como una máxima expresión vital, también ello muestra una<br />

clara coincidencia con la muerte.<br />

Y así también el modo como otro filósofo-sociólogo francés,<br />

extraordinariamente lúcido – Roger Caillois – piensa el juego, se trata en ello<br />

de que, de acuerdo a la clasificación de juegos que nos propone, habría, entre<br />

otros juegos de vértigo, en los cuales sucede precisamente que ponemos la<br />

vida en juego. También aquí pues, en lo lúdico, la cercanía con la muerte.<br />

¿Y no será entonces que estos fenómenos – la guerra o el juego – son<br />

también formas de erotismo?<br />

167.Entre el deseo occidental y el no-deseo oriental.<br />

Desde luego cuando hablamos de ‘occidente’ está claro que ello no<br />

corresponde más a límites geográficos. El planeta significativamente se ha<br />

occidentalizado y Japón como hoy en día China, Singapur, Corea del Sur o<br />

Taiwan tienen una impronta manifiestamente occidental. Mas, por suerte que


de todos modos queda aun la presencia de Oriente, por decirlo así, en Oriente:<br />

India, Vietnam, Birmania. Pues bien en varios de esos países, e incorporando<br />

en esto incluso a Japón o China, que igual conservan rasgos de su carácter<br />

oriental, se cultiva en esos territorios el budismo como también el taoísmo,<br />

aunque este último en menor escala.<br />

Pues bien, como se da en distintos aspectos, Oriente es mucho lo que<br />

nos puede enseñar a los occidentales y uno de los puntos en que ello se puede<br />

ver de un modo radical es en lo que guarda relación con la doctrina del nodeseo.<br />

Así uno de los Epigramas del Tao-te-king, la obra de Lao-tsé, del siglo<br />

VI a.C.:<br />

«El Tao permanece sin obrar<br />

y sin embargo no hay cosa que no haga.<br />

Si príncipes y señores pudieran atenerse a él<br />

todas las cosas por sí mismas se ordenarían.<br />

Si una vez ordenadas surgieran en ellas los deseos<br />

yo los disiparía por la simplicidad.<br />

La simplicidad engendra la ausencia de deseos<br />

la ausencia de deseos engendra la paz<br />

y así el mundo por sí mismo se endereza»<br />

Hay en esto, como vemos, un pensamiento no sólo en torno al nodeseo,<br />

sino a la vez y aparejado con ello, en torno a la simplicidad. Es esta<br />

última – la simplicidad, lo simple – lo que engendra la ausencia de deseos,<br />

ocurriendo que a partir de ello todo se endereza. Y según vemos además en el<br />

Epigrama citado, lo tratado – la simplicidad y el no-deseo – tiene repercusiones<br />

políticas, ya que se trataría de que príncipes y señores se gobernaran por ello.<br />

Y lo que no es menos importante: sólo de este modo podría haber finalmente<br />

paz.<br />

Mas, nosotros occidentales, hacemos justo lo contrario: a través de la<br />

publicidad, de la televisión, del cine comercial, de los artículos de consumo, de<br />

todo que lo se expone en las vitrinas de los mall: exacerbamos los deseos,<br />

apeteciendo siempre y prácticamente de contínuo esto o lo otro. Y por<br />

supuesto, naturalmente lo que esto trae consigo es a fin de cuentas una<br />

perpetua insatisfacción. La satisfacción del deseo siempre es momentánea y<br />

efímera, y ya al rato estamos deseando otra cosa.<br />

¿Y qué nos puede ayudar en este estado de perpetua insatisfacción del<br />

deseo que acaba consumiéndonos? Yo diría que ante todo detenerse a meditar<br />

– así simplemente meditar en posición yoga, en cualquier momento del día o<br />

de la noche en que podamos hacerlo y hacerlo bien. Y no necesariamente tiene<br />

que realizarse esto, siguiendo ciertas técnicas estrictas y tal vez demasiado<br />

difíciles de cumplir. No, se trata simplemente de detenerse, de desconectarse,<br />

de dejar pasar nuestras preocupaciones e inquietudes, y procurar simplemente<br />

estar, nada más que estar en ese momento, sumergirse en él, como si el<br />

tiempo ya no transcurriera. Por último, lo que más nos puede ayudar en ello<br />

para lograr ese simple, puro y llano estar, es a la vez respirar profundamente<br />

con largas inspiraciones y exalaciones más largas aun.


168.Tres mil años no es nada comparado con el tao.<br />

En el libro Cuentos de los inmortales taoístas de la Editorial Paidos nos<br />

encontramos con el siguiente cuento taoísta “El invitado de la cueva”,<br />

que relato a continuación a mi manera.<br />

Lü Yen era de una familia de policías, y se proponía seguir el camino de<br />

su padre con el propósito de llegar alguna vez a ocupar los más altos cargos en<br />

el estado. Estudió a Confucio, a sabios taoístas, también poesía, y practicó las<br />

artes marciales. Cuando tenía 20 años encontró a un taoísta que le dijo:<br />

“Tienes las cualidades de un inmortal y estás destinado a vivir más en<br />

una cabaña de paja que en una mansión dorada. Cuando encuentres a un<br />

hombre llamado Chungli Ch’uan, no dejes pasar la oportunidad”.<br />

En los siguientes años Lü Yen se presentó dos veces al servicio civil y<br />

en ambas oportunidades fue rechazado. Yendo de camino a la capital para<br />

pasar una última prueba, y ya bastante defraudado con sus propósitos, se<br />

detuvo en una posada para pernoctar. Allí encontró a un hombre que dijo<br />

llamarse Chungli Ch’uan, y agreó que también lo llamaban el “Ermitaño de la<br />

Cámara de la Nube”. Se trataba de aquél que años atrás le habían dicho que<br />

no dejara pasar la oportunidad de conocerlo. Así lo hizo y entonces Chungli<br />

Ch’uan, que en verdad era un maestro taoísta, le ofreció a nuestro Lü Yen<br />

seguirlo a las montañas y conocer el Tao. Lü Yen estaba muy tentado de<br />

decidirse a seguir al maestro, mas se mostraba indeciso. Al rato se fue a<br />

dormir, y entonces tuvo un sueño en el que sucedía que se cumplía su deseo<br />

de ocupar los más altos cargos en el estado, ya que había sido nombrado<br />

primer ministro del Emperador. Entonces se casó y tuvo una bella familia. Mas,<br />

luego sucedió en el sueño que fue víctima de intrigas en la corte, lo que trajo<br />

como consecuencia que todos sus hijos y nietos varones fueran ejecutados, y<br />

él mismo fuera enviado al exilio. Finalmente murió en país extranjero.<br />

Cuando despertó, temblando y mojado en sudor, lo primero que hizo fue<br />

acudir en busca del maestro, al que encontró sentado a la mesa tomando el té<br />

de la mañana. Apenas lo vio el maestro le dijo a Lü Yen “En una noche has<br />

vivido 20 años de tu vida”. Lü Yen se sorprendió al percatarse de que al<br />

parecer conocía el sueño que había tenido, y le preguntó entonces<br />

derechamente si sabía de su contenido, a lo que Chuangli Ch’uan respondió:<br />

“En tu sueño lograste tus objetivos, pero también lo perdiste todo.<br />

Ganancias y pérdidas son ilusiones del reino de los mortales. Sólo aquellos que<br />

ven más allá de las ilusiones son capaces de trascenderlas”.<br />

Entonces Lü Yen dijo:<br />

“Llévame contigo a las montañas. A partir de ahora, fama, riquezas y<br />

prestigio social no significan nada para mí”.<br />

El maestro le respondió a esto:<br />

“Has despertado de tus ilusiones. Ése es tu primer paso para cultivar el<br />

Tao. Sin embargo, antes de que pueda enseñarte las artes de la longevidad y<br />

la inmortalidad, tienes que fortalecer tus cimientos. Ahora tu cuerpo es débil y<br />

tu mente está desordenada. Cuando hayas construido los cimientos<br />

adecuados, volveré para enseñarte”.<br />

Luego de esto ambos se separaron, y al salir de la posada Lü Yen se<br />

dijo a sí mismo:<br />

“A partir de este momento, ya no soy Lü Yen el erudito. Tomaré el<br />

nombre de Lü Tung-pin (huésped de la cueva), pues ahora sé que no soy más


que un visitante en este reino, que quiere aprender el camino de vuelta al hogar<br />

de origen”.<br />

En los siguientes años el ahora llamado Lü Tung-pin vivió en una<br />

cabaña, vació su mente, fortaleció su cuerpo y siguió la doctrina del tao.<br />

Un día Chuangli Ch’uan apareció en su cabaña y felicitó a Lü Tung-pin<br />

por el trabajo que había realizado consigo mismo. Le preguntó si acaso ahora<br />

se sentía preparado para conocer las artes de la longevidad, a lo que nuestro<br />

protagonista asintió. El maestro Ch’uan le dijo que por de pronto le enseñaría a<br />

transformar las piedras en oro. Lü Tung-pin preguntó entonces si acaso esas<br />

pepitas de oro permanecerían para siempre como tales. Ch’uan respondió que<br />

no y que se mantendrían como áureas por tres mil años, después de lo cual<br />

volverían a ser piedras. Entonces Lü Tung-pin le manifestó que no se<br />

interesaba en aprender esta técnica porque podría causar daño a la gente.<br />

Ch’uan suspiró y dijo entonces que su comprensión del Tao era superior<br />

a la de él.<br />

¿Qué nos enseña este cuento taoísta? Que cualquier cosa temporal y<br />

aunque dure tres mil años, no vale nada comparado con la eternidad, con el<br />

Tao, que es precisamente eterno.<br />

169.Chin Yen y el arte de la longevidad.<br />

En la tradición China el arte de la longevidad tiene tal peso que es notable<br />

como este arte se expresa no solamente en textos taoístas o budistas, sino que<br />

en la vida real. Así el Emperador Chin Yen del siglo III a.C. estuvo marcado por<br />

esa obsesión. Se trata nada menos que del Emperador bajo cuyo reinado se<br />

construyó la muralla de China, se creó el alfabeto que hasta el día de hoy es<br />

propio de China, y China se convirtió en un gran imperio. Esta obsesión se<br />

refleja en su esperanza de lograr él mismo la inmortalidad, para lo cual,<br />

asesorado por un médico, comienza a ingerir azogue, mercurio líquido, bajo la<br />

creencia errónea que ello le prolongaría la vida. Pues bien, sucede más bien lo<br />

contrario, ya que muere con 50 años de edad. Mas, antes de ello, como el<br />

mercurio líquido afecta seriamente los nervios, el emperador se fue volviendo<br />

cada vez más un paranoico con muchos rasgos de locura. Esta creencia, para<br />

nosotros infundada, en las propiedades del mercurio, se debe a que, por ser<br />

este elemento capaz de disolver el oro, se le atribuían cualidades<br />

sobresalientes e incluso mágicas.<br />

A Chin Yen se debe también aquel increíble ejército de figuras humanas<br />

de terracota, cada una de las cuales mide en promedio 1.80 mts. y que fue<br />

descubierto y desenterrado recién en 1974, habiendo permanecido oculto por<br />

lo tanto por más de 2.000 años. Hasta ahora se han descubierto más de mil de<br />

esas esculturas que sorprenden no sólo por su estatura, sino por el detalle y los<br />

matices sobre todo del rostro de cada uno de los soldados de pie, con que<br />

fueron esculpidas. Ello es parte de todo una compleja necrópolis. Y, lo que es<br />

todavía más importante en relación con la longevidad, es que en el sector<br />

donde está la propia tumba del emperador, y que se ha optado por no abrir,<br />

con el fin de respetar su descanso eterno, está representado el imperio chino<br />

que logró construir Chin Yen atravesado por ríos de azogue, y rodeado por un<br />

mar también de azogue.<br />

Como toda gran historia, y ésta tiene incluso ribetes mágicos, ella nos<br />

brinda una lección, cual es que quien busca la longevidad o la inmortalidad, lo


más probable es que viva menos.<br />

Mas, probablemente, cabe agregar en este caso, lo que Chin Yen formó<br />

fue tan grande que marcó lo que es China para siempre, y en este sentido por<br />

esta vía indirecta, podría decirse, que sí alcanzó la inmortalidad tan anhelada.<br />

Se puede hacer una comparación con la salud. Ella también<br />

significativamente está determinada por un dejar-ser, por un dejarse llevar por<br />

la vida, sin pretender uno encauzarla, a través de medicamentos, ya que la<br />

consecuencia que suele traer ello es que el cuerpo pierde su equilibrio, el cual<br />

luego resulta muy difícil restablecerlo.<br />

Y así podrían a su vez considerarse todas las vivencias más radicales<br />

del ser humano, como el amor, la creación e incluso el pensar. Tan sólo tienen<br />

propiamente lugar esas vivencias en la medida en que nos entregamos a ellas.<br />

Por ejemplo con el pensar sucede que, cuando verdaderamente se da de esta<br />

forma, los <strong>pensamientos</strong> en cierto modo se nos presentan como en una<br />

película, sin que seamos nosotros quienes los comandamos; es como si una<br />

fuerza propia los impulsara y nosotros tan sólo debemos estar los<br />

suficientemente atentos para ir captando cómo se ilan unos con otros y qué es<br />

lo que nos dicen.<br />

170.El amor distinto del deseo.<br />

José Ortega y Gasset le critica a Santo Tomás de Aquino su concepción del<br />

amor que lo liga con el deseo. Citando el filósofo español a Tomás en sus<br />

Estudios sobre el amor, enfrenta él la siguiente fórmula:<br />

"el amor es el deseo de algo bueno en cuanto bueno - concupiscible circa<br />

bonum -; el odio, un deseo negativo, una repulsión de lo malo en cuanto tal -<br />

concupiscibile circa malum"<br />

Ello lo relaciona Ortega a su vez con el planteamiento de que el deseo es<br />

una fuerza centrípeta – deseo algo para mí, es decir intento apropiármelo, hacerlo<br />

mío – mientras que el amor sería una fuerza más bien centrífuga, vale decir, ella<br />

comenzaría justo ahí donde el deseo ha sido colmado.<br />

Ortega y Gasset reconoce en ello una filiación mayor con la concepción<br />

del amor de San Agustín, para el que se trata de que el amor es mi peso, y por él<br />

voy doquiera que voy.<br />

En otras palabras para Ortega el amor sería pura dilapidación, pura<br />

entrega, incluso involuntaria (y por eso también distinta del deseo), pura gracia<br />

que se derrama en lo amado.<br />

Mas, si el amor es de este modo distinto del deseo, ello se explica también<br />

porque a la vez que está en juego el deseo, también lo está el no-deseo, aquél<br />

camino oriental budista y taoísta, que probablemente nos lleva por un camino del<br />

amor distinto.<br />

En nuestro existir nos encontramos a la vez en la encrucijada entre dos<br />

caminos: el del deseo y el del no-deseo, correspondiendo este último a lo que<br />

significa el tao. Ambos nos interesan en este contexto como caminos del amor,<br />

pero al mismo tiempo también como caminos existenciales de autorrealización.<br />

¿Me realizo a través del deseo? ¿O, más bien, a través de una suspensión del<br />

deseo se me descubre algo más profundo que me invita a llegar más lejos? El<br />

deseo normalmente es presa de lo inmediato, el no-deseo me prepara para lo<br />

que de veras vale la pena y que más se ajusta a mí.<br />

En gran medida, la crisis de la sociedad occidental se debe a que ha


seguido un unilateral camino de deseo. Los economistas y los publicistas<br />

saben esto muy bien, y saben además que el deseo humano puede ser<br />

ilimitado; si bien no es necesaria la posesión de determinado artículo suntuario,<br />

se puede incitar a la conveniencia de poseerlo, por razones de status y<br />

similares. Esto nos lleva directamente al consumismo, a una pérdida de los<br />

valores de la sencillez y de la austeridad. Y así como podemos quedar<br />

obnubilados en medio del brillo de los artículos de consumo, así también<br />

podemos errar en lo que amamos, o que más bien no amamos, sino tan sólo<br />

deseamos.<br />

La doctrina taoísta y budista del no-deseo, que parcialmente se ha<br />

desarrollado también en la filosofía occidental, en el estoicismo y en la teología<br />

negativa, es iluminadora, y ello no solamente en relación al camino del amor,<br />

sino también en lo relativo a la sexualidad.<br />

Jean Baudrillard sostiene en su libro De la seducción que somos un<br />

cultura de la eyaculatio precox, en otras palabras, que, presos de la inmediatez<br />

del deseo, nos encaminamos demasiado rápido a un "fin" del acto sexual.<br />

Esto tiene que ver a su vez con una cuestión de orden temporal y con un<br />

modo especialmente moderno de vivir la temporalidad: la premura. Martin<br />

Heidegger sostiene que la in-quietud, la sensación de la falta de tiempo, de no<br />

tener tiempo, de intentar ganarle tiempo al tiempo, coincide con los inicios de la<br />

modernidad.<br />

171.La idea de trascender toda ciencia de San Juan de la Cruz.<br />

San Juan de la Cruz, que viviera en pleno siglo de oro español, que fuera<br />

amigo de Santa Teresa de Jesús, trabando ellos su amistad especialmente en<br />

Ávila, escribe lo siguiente en sus Coplas hechas sobre un éxtasis de alta<br />

contemplación:<br />

Éntreme donde no supe,<br />

Y quedéme no sabiendo,<br />

Toda ciencia trascendiendo.<br />

Yo no supe donde entraba,<br />

Pero, cuando allí me vi,<br />

Sin saber dónde me estaba,<br />

Grandes cosas entendí;<br />

No diré lo que sentí,<br />

Que me quedé no sabiendo,<br />

Toda ciencia trascendiendo.<br />

De paz y de piedad<br />

En la ciencia perfecta,<br />

En profunda soledd, entendida vía recta:<br />

Era cosa tan secreta,<br />

Que me quedé balbuciendo,<br />

Toda ciencia trascendiendo.<br />

Estaba tan embebido,<br />

Tan absorto y ajenado,


Que se quedó mi sentido<br />

De todo sentir privado;<br />

Y el espíritu dotado<br />

De un entender no entendiendo,<br />

Toda ciencia trascendiendo.<br />

El que aquí llega de vero,<br />

De sí mismo desfallece;<br />

Cuando sabía primero<br />

Mucho bajo le paresce;<br />

Y su ciencia tanto crece,<br />

Que se queda no sabiendo.<br />

Toda ciencia trascendiendo.<br />

Cuanto más alto se sube,<br />

Tanto menos entendía<br />

Que es la tenebrosa nube<br />

Que a la noche esclarecía;<br />

Por eso quien la sabía<br />

Queda siempre no sabiendo<br />

Toda ciencia trascendiendo.<br />

Este saber no sabiendo<br />

Es de tan alto poder,<br />

Que los sabios arguyendo<br />

Jamás le pueden vencer;<br />

Que no llega su saber<br />

A no entender entendiendo<br />

Toda ciencia trascendiendo.<br />

Y es de tal alta excelencia<br />

Aquesto sumo saber,<br />

Que no hay facultad ni ciencia<br />

Que le puedan emprender;<br />

Quien se supiere vencer<br />

Con un no saber sabiendo,<br />

Irá siempre trascendiendo.<br />

Y si lo queréis oír,<br />

Consiste esta suma ciencia<br />

En un subido sentir<br />

De la divinal Esencia;<br />

Es obra de su clemencia<br />

Hacer quedar no entendiendo,<br />

Toda ciencia trascendiendo.<br />

172.De cómo Bataille concibe el erotismo.


Georges Bataille, pensador francés del siglo XX. Ante todo podría decirse que<br />

es un pensador de trangresión, y el tema del erotismo tiene mucho que ver con<br />

eso. Y, como supuestamente los opuestos se atraen, una persona como él y<br />

con esas características, tuvo en sus comienzos vocación sacerdotal y de<br />

hecho asistió a un seminario católico, mas en 1922 perdió la fe. Su obra es<br />

abundante y ejerció poderosa influencia sobre Michel Foucault y Jacques<br />

Derrida. A su vez, influyen sobre él especialmente Nietzsche, Freud y Marcel<br />

Mauss, y también el Marqués de Sade.<br />

Ingresando en su concepción del erotismo cabe reconocer con él en<br />

primer lugar lo siguiente: somos individuos que tenemos una determinada forma<br />

de ser, unos valores, quizás una ideología política o un credo religioso, es decir,<br />

según nuestro filósofo francés: somos “discontínuos”. Esta discontinuidad, así<br />

concebida, como podemos ver, no se limita a lo físico, ya que somos desde luego<br />

discontínuos no sólo por ocupar un espacio y un tiempo, sino que se entiende<br />

además sobre una base espiritual. A su vez, esa nuestra discontinuidad o<br />

individualidad está protegida por normas, tabúes, o, en una sola palabra, por lo<br />

que llama nuestro autor: ‘interdictos’.<br />

Pues bien, sucede en el fenómeno erótico que amenazamos nuestra<br />

individualidad a la que nos hemos habituado, y al ser lo erótico, por lo general,<br />

algo compartido, resulta que también amenazamos la individualidad del otro (ella<br />

o él). Esta amenaza al concretarse la llama Bataille: ‘transgresión’. En otras<br />

palabras, en la manifestación erótica transgredimos no solamente nuestros<br />

propios interdictos, sino también los del otro.<br />

La razón de que se de en el erotismo esta suerte de mecanismo<br />

‘interdicto-transgresión’ se debe a que lo que vivenciamos, cuando nos<br />

erotizamos, es el anhelo de la continuidad de nuestro ser. Y este anhelo supone<br />

al mismo tiempo un “querer salirse de nuestra discontinuidad individual,<br />

intentando fundirnos en el otro”. Esto sucede particularmente en el acto sexual, y<br />

muy en especial en el orgasmo.<br />

Respecto de este punto, le he escuchado y leído decir algo que me parece<br />

muy acertado al psiquiatra Fernando Oyarzún, profesor de la Universidad Austral<br />

de Chile: el orgasmo es una experiencia humana radical, y lo es precisamente<br />

porque en ella se da una fusión casi total con el otro, un compartir muy cercano a<br />

la plenitud. Es por ello también que se puede trazar, siguiendo a Bataille, un<br />

paralelo entre el orgasmo y la experiencia mística, en la que intentamos fundirnos<br />

con lo divino.<br />

Ahora bien, el salirnos completamente de nuestra individualidad implica la<br />

muerte, y resulta que en el erotismo intentamos aquella fusión con el otro. Esto<br />

muestra que entre amor y muerte – entre eros y tánatos – hay una relación<br />

indisociable. Bataille nos recuerda a propósito de esta relación que los franceses<br />

llaman al orgasmo la “petit mort”, la pequeña muerte.<br />

Del mismo modo, Freud ya reconoció que hay dos instintos<br />

fundamentales: el instinto erótico que es esencialmente vital, y el instinto tanático.<br />

Es por ello que Bataille nos dice ya como primera afirmación de su libro:<br />

“Puede decirse que el erotismo es la aprobación de la vida hasta en la muerte”.<br />

173.La cercanía entre amor y muerte.<br />

Georges Bataille reconoce a su modo el maridaje entre amor y muerte, entre eros<br />

y tánatos. Él observa en el erotismo una tentativa de fundirnos plenamente con el


otro – ellá o él – y que en su extremo significaría la muerte. Mas, observa nuestro<br />

autor, algo nos coarta de traspasar la barrera de nuestra discontinuidad y lo<br />

erótico se jugaría sobre todo en mantenerse en ese límite, sin traspasarlo, algo<br />

así como debatiéndose por lo tanto entre la vida y la muerte. Este estado erótico<br />

esencialmente limítrofe lo describe Bataille más precisamente como “zozobra” (un<br />

estado similar al del náufrago que ha zozobrado en el mar).<br />

Escuchemos a Bataille describiendo la mencionada zozobra:<br />

“Queremos acceder al más allá sin franquear el paso, manteniéndonos<br />

prudentemente más acá”. “En el momento de dar el paso, el deseo nos arroja<br />

fuera de nosotros, ya no podemos más, el movimiento que nos lleva exigiría que<br />

nos rompiésemos. Pero el objeto del deseo, que se excede ante nosotros, vuelve<br />

a atarnos a la vida que excede el deseo. ¡Qué bueno es permanecer en el deseo<br />

de exceder, sin ir hasta el extremo, sin dar el paso! ¡Que bueno es permanecer<br />

largamente ante el objeto de ese deseo, mantenernos en vida en el deseo, en<br />

lugar de morir al ir hasta el extremo, cediendo al exceso de violencia del deseo!”.<br />

Bataille relaciona esta zozobra con la experiencia mística, y en particular la<br />

que se expresa en aquellas palabras de Santa Teresa de Jesús: “Muero porque<br />

no muero”, es decir, si nos atrevemos a interpretar ese pasaje sublime, diríamos:<br />

muero porque estoy atado a la vida, que me mantiene separado al mismo tiempo<br />

de Dios.<br />

Desde luego, resulta provocativo asociar el erotismo con la mística, algo<br />

que viene en particular de Freud, en cuanto a ver no sólo en la religión, sino en<br />

la cultura en general, distinas formas de sublimación de lo sexual.<br />

Y antes que Freud, ya Nietzsche concibió el espíritu dionisiaco de la<br />

desmesura y lo caótico como más orginario que el espíritu apolíneo de la<br />

mesura, el orden y la forma.<br />

Por otra parte, si Bataille reconoce ya a nivel de la expresión física un<br />

parentesco entre el estado místico y el erótico (sobre todo considerando el<br />

orgasmo) anteriormente a él Ortega y Gasset en sus Estudios sobre el amor<br />

reconocía estas similitudes, manifiestas en la expresión boquiabierta, los ojos<br />

desorbitados, cuerpo completamente distendido, después de una máxima<br />

tensión.<br />

174.Tres formas de erotismo según Bataille.<br />

Con Bataille podemos reconocer 3 formas de erotismo: el “erotismo de los<br />

cuerpos”, que es muy posesivo, el “erotismo de los corazones”, que es más libre<br />

y desprendido, y el “erotismo sagrado”, que se presenta en las culturas del<br />

hombre arcaico y en las religiones, y que curiosamente presenta las formas más<br />

extremas de erotismo, como veremos a continuación.<br />

En el pensamiento de Bataille en el hecho de reconocer una filiación entre<br />

los rituales del hombre arcaico y de las religiones, con el erotismo – llamado por<br />

lo mismo, “sagrado” – probablemente acusa en ello una influencia de Marcel<br />

Mauss. Es así como en las formas de erotismo sagrado, que tiene sus<br />

expresiones desde la pre-historia, nos encontramos con prácticas de violación,<br />

orgía, inmolación, crimen, canibalismo, es decir, con un sin-número de<br />

transgresiones de normas protectoras del individuo. Así nos relata Bataille que<br />

en las islas Sandwich y en las Fidji sucede que cuando muere el jefe tribal, que<br />

representa los interdictos y tabúes, se produce a continuación el enorme<br />

desborde, como expresión de la transgresión, con matanzas y violaciones.


Recién, cuando el cadáver del jefe tribal se ha podrido, termina la fiesta, y se<br />

reinstauran nuevamente los interdictos.<br />

Interesante aquí es traer a colación los análisis que hace Bataille en<br />

relación con una de las formas del erotismo sagrado, cual es el cristianismo. Nos<br />

dice que el cristianismo representa la “moral del interdicto”, en que sucede que la<br />

transgresión es interpretada como degradación, de tal manera que ella no tendría<br />

más cabida ni justificación. Sin embargo, como el cristianismo proviene, como<br />

toda religión, del paganismo – donde sí se ha manifestado el erotismo sagrado a<br />

través de la transgresión – sucede entonces que en el cristianismo también se dio<br />

originariamente la transgresión. El ejemplo que él pone para ello es el de la<br />

crucifixión, es decir un sacrificio humano, el sacrificio del Dios-hombre.<br />

Y este sacrificio, agrega, es rememorado en la misa a través de un<br />

“canibalismo”, pero tan sólo simbólico, en el que comemos y bebemos el cuerpo y<br />

la sangre de Cristo (el pan y el vino). Esto también ha sido planteado por Freud.<br />

Singular e interesante esta tesis del canibalismo simbólico en la misa,<br />

puesto que nos hace ver que en aquellas formas primitivas de erotismo, a saber<br />

de transgresión de los interdictos que protegen nuestra discontinuidad y la del<br />

otro, se estaba preparando la transgresión más compleja que es la que se dará<br />

con nuestras más sutiles maneras de enamorarnos y de vivenciar el amor.<br />

175.En el erotismo anhelamos insternarnos en un flujo.<br />

Siguiendo el pensamiento del erotismo de Bataille, cabe decir que en lo erótico<br />

anhelamos fundirnos con algo otro, prolongar nuestro ser más allá de nosotros<br />

mismos, en otras palabras, nuestra discontinuidad anhela integrarse en un<br />

continuum, una especie de flujo cósmico.<br />

Agreguemos ahora que la vida, el tiempo, la historia, música son<br />

expresiones del continuum, de la continuidad. Es por ello que la experiencia de<br />

insertarse en el continuum es una experiencia radical que nos acerca a la vida, al<br />

tiempo o a Dios.<br />

Esto es muy visible en el caso de la música. ¿Cuándo verdaderamente la<br />

sentimos? En cierto modo, cuando nos hacemos unos con ella. O también, puede<br />

ejemplificarse lo anterior de la siguiente manera: ¿Cuándo verdaderamente<br />

bailamos al compás de una música? Nuevamente, cuando nos hacemos unos<br />

con ella, lo cual implica un cierto salir de sí mismo y entregarse a lo otro – la<br />

música – así como lo hace el macumbero en Brasil, que acaba entrando en<br />

trance, o los distintos coribantes de variados rituales practicados a lo largo de la<br />

historia.<br />

Y esta experiencia de salir de sí mismo es también la propia de la droga, lo<br />

cual a su vez nos hace ver que por tener esta experiencia este caracter de un<br />

des-doblamiento, aunque parcial, de pronto puede suceder que no encontramos<br />

el camino de retorno hacia nuestro yo habitual. De ahí que esta experiencia es<br />

también peligrosa.<br />

El siguiente punto, que destaca Bataille, resulta también de singular<br />

importancia: el erotismo es expresión de un derroche, derrame, desborde. Esto lo<br />

muestra en una cercanía con la naturaleza, que se derrama en formas, colores,<br />

olores, sabores, donde sucede, por ejemplo, que en la reproducción de los<br />

árboles son innumerables las semillas que se pierden, etc.


Bataille ejemplifica esto además con la sexualidad, al preguntarnos: ¿para<br />

qué tantas cópulas? Ello es expresión de una exuberancia sexual, de un enorme<br />

derroche de fuerzas y energías que se despilfarran gratuitamente.<br />

Respecto de esto nuestro autor dice lúcida y bellamente lo siguiente,<br />

estableciendo nuevamente un vínculo entre eros y tánatos:<br />

“La sexualidad y la muerte no son más que los momentos agudos de una<br />

fiesta que la naturaleza celebra con la multitud inagotable de los seres, pues una<br />

y otra tienen el sentido del despilfarro ilimitado al que procede la naturaleza en<br />

contra del deseo de durar que es lo propio de cada ser”.<br />

En todo ello se da la vivencia de un movimiento que nos arrastra y como<br />

nos dejamos llevar por él, pero, claro está, ello puede ser aterrador precisamente<br />

cuando en tanto individuos con nuestras capacidades ya no tenemos ninguna<br />

ingerencia en ese ser arrastrados. Por lo mismo, cabe agregar que cuando<br />

conservamos algo de individuación, en ello experimentamos placer. Tal vez una<br />

imagen adecuada sería entonces ir en una canoa bajando vertiginosamente por<br />

un río torrentoso, y reparando en el hecho de que nosotros no podemos dejar de<br />

llevar el rumbo de nuestra embarcación.<br />

176.El “diccionario para los enamorados” de Roland Barthes.<br />

El filósofo Roland Barthes escribe una bellísima y – a mi juicio – muy lúcida obra:<br />

Fragmentos de un discurso amoroso. Por lo pronto, Barthes reconoce aquí que la<br />

vivencia amorosa dificilmente se deja explicitar en un discurso. De ahí el título del<br />

libro, donde se alude a los posibles “fragmentos”, es decir, retazos, pedazos de<br />

un “discurso amoroso”, que no logra articularse como un todo unitario.<br />

En efecto, si analizamos nuestra personal vivencia amorosa, nos<br />

percatamos que apenas podemos hablar de rasgos o aspectos parciales de ella,<br />

sin poder darle una unidad.<br />

Barthes desarrolla por lo mismo un “diccionario” de esa vivencia, en el que<br />

los términos a definir son por ejemplo: noche, salidas, suicidio, te amo, quererasir,<br />

locuela, ascesis, etc. Con ello intenta mostrar deliberadamente la<br />

imposibilidad de hacer un diccionario, y junto con ello explayar cualquier lógica<br />

posible del enamoramiento. Y, sin embargo su diccionario, aunque fragmentario,<br />

ahí está, lo podemos leer, está a disposición de los usuarios, que en este caso<br />

son los posibles enamorados que pueden consultarlo.<br />

Nuestro autor, el que escribe los Fragmentos, es además él mismo un<br />

sujeto enamorado. Nos dice en el epígrafe : “Es pues un enamorado el que habla<br />

y dice:” , y lo que sigue es el libro mismo. Él escribe sobre el amor desde el amor,<br />

pero esto mismo hace que se pierda la lógica del discurso. Dice Barthes al<br />

respecto:<br />

“¿Qué pienso del amor? – En resumen, no pienso nada. Querría saber lo<br />

que es, pero estando dentro lo veo en existencia, no en esencia. Aquello de<br />

donde yo quiero conocer (el amor) es la materia misma que uso para hablar (el<br />

discurso amoroso)/.../Igualmente discurriré bellamente sobre el amor a lo largo<br />

del año, pero no podré atrapar el concepto más que “por la cola”: por destellos,<br />

fórmulas, hallazgos de expresión, dispersados a través del gran torrente de lo<br />

Imaginario; estoy en el mal lugar del amor, que es su lugar deslumbrante: “El<br />

lugar más sombrío - dice un proverbio chino - está siempre bajo la lámpara”” (p.<br />

66).


Desde el comienzo de los análisis de Barthes, salta a la vista la relación<br />

entre nuestra vivencia amorosa y la vivencia mística. Esta semejanza se va a<br />

presentar numerosas veces, a propósito de variados matices y aspectos.<br />

Por ejemplo, el que el otro (hombre o mujer) es “todo”, así como<br />

similarmente puede serlo Dios para uno. Escuchemos a Barthes hablarnos de<br />

ello en un tono acogedor y amable, como lo hace en general en este libro:<br />

“Por una lógica singular, el sujeto amoroso percibe al otro como un<br />

Todo/.../y, al mismo tiempo, ese Todo le parece aportar un remanente, que él no<br />

puede expresar. Es todo el otro quien produce en él una visión estética: le loa su<br />

perfección, se vanagloria de haberlo elegido perfecto; imagina que el otro quiere<br />

ser amado, como él mismo querría serlo, no por tal o cual de sus cualidades/.../”<br />

(p. 27).<br />

177.El parentesco entre amor y mística según Roland Barthes.<br />

Que el otro – ella o él – se convierta para alguien enamorado en un supuesto<br />

todo, ya de por sí es una señal de cómo amor y mística están emparentados.<br />

Pero además sucede que relacionado con este “todo” está el carácter que llama<br />

Barthes de “lo atópico” (topos = lugar, por lo tanto lo atópico es lo sin-lugar). Esto<br />

se refiere al hecho de que por ser el otro “todo”, no lo puedo clasificar, rompe<br />

todas mis posibles clasificaciones y mis esquemas. Barthes al respecto:<br />

“Es átopos el otro que amo y que me fascina. No puedo clasificarlo puesto<br />

que es precisamente el Unico, la Imagen singular que ha venido milagrosamente<br />

a responder a la especificidad de mi deseo” (p. 42).<br />

Y continúa:<br />

“X...tenía por cierto “rasgos de carácter” por los cuales no era difícil de<br />

clasisificar (era “indiscreto”, “astuto”, “perezoso”, etcétera), pero en dos o tres<br />

ocasiones me había sido posible leer en sus ojos una expresión de tal inocencia<br />

(no hay otra palabra) que me obstinaba, sucediera lo que sucediese, en ponerlo,<br />

de algún modo, aparte de mí mismo, fuera de su propio carácter. En ese<br />

momento lo eximí de todo comentario. Como inocencia, la atopía resiste a la<br />

descripción, a la definición, al lenguaje, que es maya, clasificación de los<br />

Nombres (de las Faltas). Atópico, el otro hace temblar el lenguaje: no se puede<br />

hablar de él, sobre él; todo atributo es falso, doloroso, torpe, mortificante: el otro<br />

es incalificable (ese sería el verdadero sentido de átopos)” (p. 43).<br />

Efectivamente, si atendemos a nuestros enamoramientos, podremos<br />

darnos cuenta de que ella o él son para nosotros in-clasificables, escapan a<br />

nuestras esquemas y archivos mentales: y eso es justamente lo que nos fascina<br />

de ese otro.<br />

Lo místico se manifiesta también en un cierto “inmovilismo” que<br />

experimentamos en el abrazo y en el acoplamiento, ya que pareciera entonces<br />

que todo queda detenido en un momento que pretende hacerse eterno. En esto<br />

se hace presente lo maternal, sin duda como algo que inconcientemente<br />

buscamos, y es por ello que Barthes relaciona el incesto con ese abrazo.<br />

Escuchemos:<br />

“Fuera del acoplamiento/.../hay ese otro abrazo que es un enlazamiento<br />

inmóvil: estamos encantados, hechizados: estamos en el sueño, sin dormir;<br />

estamos en la voluptuosidad infantil del adormecimiento: es el momento de las<br />

historias contadas, el momento de la voz que viene a fijarme, a dejarme atónito,<br />

es el retorno a la madre (“en la calma tierna de tus brazos”, dice una poesía


musicalizada por Duparc). En este incesto prorrogado, todo está entonces<br />

suspendido: el tiempo, la ley, la prohibición; nada se agota, nada se quiere: todos<br />

los deseos son abolidos, porque parecen definitivamente colmados” (p. 24).<br />

Pero, al mismo tiempo, se manifiesta frente a la fuerza de lo maternal, una<br />

segunda fuerza: la de lo genital:<br />

“Sin embargo, en medio de este abrazo infantil, lo genital llega<br />

infaltablemente a surgir; corta la sensualidad difusa del abrazo incestuoso; la<br />

lógica del deseo se pone en marcha, el querer-asir vuelve, el adulto se<br />

sobreimprime al niño. Soy entonces dos sujetos a la vez: quiero la maternidad y<br />

la genitalidad. (El enamorado podría definirse como un niño que se tensa: tal era<br />

el joven Eros)”.<br />

178.En torno a lo fútil que suele haber en las vivencias amorosas.<br />

Siguiendo a Roland Barthes, podemos explorar cierta relación que hay entre el<br />

enamoramiento y la vivencia mística. En ambos casos está en juego otro ser, al<br />

que nos entregamos completamente y que sentimos como un "todo", sea éste<br />

otra persona, o Dios.<br />

El parentesco entre el enamoramiento y la mística se expresa también en<br />

el abismo existencial en el que nos sumergimos en el quiebre momentáneo o<br />

definitivo de una relación de pareja. Barthes sobre esto:<br />

“Cuando me ocurre abismarme así es porque no hay más lugar para mí en<br />

ninguna parte, ni siquiera en la muerte. La imagen del otro – a la que me adhería,<br />

de la que vivía – ya no existe; tan pronto es una catástrofe (fútil) la que parece<br />

alejarla para siempre, tan pronto es una felicidad excesiva la que me hace<br />

reencontrarla; de todas maneras, separado o disuelto, no soy acogido en ninguna<br />

parte; enfrente, ni yo ni tú, ni muerte, nadie más a quien hablar” (p. 22).<br />

Y todo lo que a él, a mí o a Usted nos puede pasar es, claro está, una<br />

catástrofe, pero agrega Barthes: fútil, es decir, baladí, vana, porque el<br />

enamoramiento que provoca todo esto ¿qué es en comparación con las<br />

verdaderas necesidades apremiantes, con los duros rigores de la vida? Es casi<br />

como una nadería en la que enredamos íntegramente nuestro ser. Sobre esto<br />

nuestro autor nos llama la atención en muchas ocasiones en sus Fragmentos de<br />

un discurso amoroso. Dice el filósofo francés:<br />

“Los acontecimientos de la vida amorosa son tan fútiles que no acceden a<br />

la escritura sino a través de un inmenso esfuerzo: uno se desalienta de escribir lo<br />

que, al escribirse, denuncia su propia chatura: “Encontré a X...en compañía de<br />

Y...”, “Hoy, X...no me ha telefoneado”, “X...estaba de mal humor”, etc.: ¿quién<br />

reconocería en esto una historia?” (p. 105).<br />

Y continúa:<br />

“En la vida amorosa, la trama de los incidentes es de una increíble<br />

futilidad./.../Cuando imagino seriamente suicidarme por una llamada telefónica<br />

que no llega, se produce una obscenidad tan grande como cuando, en Sade, el<br />

papa sodomiza un pavo./.../nada puede superar el inconveniente de un sujeto que<br />

se hunde porque su otro adopta un aire ausente, “mientras existen todavía tantos<br />

hombres en el mundo que mueren de hambre, mientras tantos pueblos luchan<br />

diariamente por su liberación, etc.”” (p. 194).<br />

Curioso pues: como en aquella vivencia, que en muchos aspectos se<br />

presenta como fútil, puede el ser humano sentir lo más grande, lo más hondo:<br />

todo lo concerniente a la vivencia del amor. Y, precisamente por tratarse de una


de las vivencias que más cala hondo y junto con ello, es de las que más lo<br />

pueden transformar, por lo mismo en ello, en el amar y cómo él se da, en qué<br />

forma, no acabamos nunca de aprender. Pareciera en todo caso que los frutos<br />

que va arrojando con el tiempo este “aprender a amar” van significando un irse<br />

despojando de tanta futilidad que acompaña al estar en amor: que me afecte<br />

tanto por cosas que no tienen ninguna importancia, que me sienta herido por esto<br />

o lo otro. ¿Cuánta superfluidad y preocupación por tonterías y caprichos, en los<br />

que solemos caer?<br />

Mas, como sea, con Barthes, lo interesante está en reconocer que la<br />

vivencia amorosa está muy frecuentemente ligada a lo fútil.<br />

179.La angustia de la separación que sentimos en el amor ¿tiene que ver con la<br />

madre?.<br />

En la vivencia amorosa – cómo no – solemos sentir la angustia de la separación.<br />

Ella o él no está, tarda, yo la espero. Escuchemos alguna confesión de Roland<br />

Barthes sobre esto:<br />

“Esta noche regresé solo al hotel; el otro decidió volver más tarde en la<br />

madrugada. Las angustias ya están ahí, como el veneno preparado (los celos, el<br />

abandono, la inquietud); sólo esperan que pase un poco de tiempo para poder<br />

declararse decentemente. Tomo un libro y un somnífero, “serenamente”. El<br />

silencio de este gran hotel es sonoro, indiferente, idiota (murmullo lejano de tinas<br />

que se vacían); los muebles, las lámparas, son estúpidos; no hay nada de<br />

amistoso donde buscar ánimo/.../. La angustia crece; observo su progresión,<br />

como Sócrates mientras conversaba (o yo mientras leía) sentía elevarse el frío de<br />

la cicuta” (p. 37).<br />

Y en estas separaciones parece manifestarse un secreto vínculo con lo<br />

maternal, acaso con los abandonos pasajeros de la madre. Sólo el sujeto bien<br />

destetado llega a ser más cabalmente autónomo con el tiempo, a propósito de lo<br />

cual Barthes nos recuerda que suele decirse que los sujetos destetados a medias<br />

serían los artistas, pero también el enamorado. Las siguientes palabras son<br />

decidoras al respecto:<br />

“A veces ocurre que soporto bien la ausencia. Estoy entonces “normal”:<br />

me ajusto a la manera en que “todo el mundo” soporta la partida de una “persona<br />

querida”; obedezco con eficacia al adiestramiento por el cual se me ha dado muy<br />

temprano el hábito de estar separado de mi madre – lo que no dejó, sin embargo,<br />

de ser doloroso (por no decir enloquecedor. Actúo como un sujeto bien destetado;<br />

sé alimentarme, mientras espero, de otras cosas que no vienen del seno<br />

materno” (p. 46).<br />

Asimismo también “manipulamos la ausencia” del otro, lo que también<br />

solíamos hacer cuando niños en relación a las pasajeras ausencias maternas.<br />

Entonces hacíamos incluso ciertos juegos a través de los cuales justamente<br />

manipulábamos esa ausencia. Barthes (basándose en un relato de Freud):<br />

“La ausencia dura, me es necesario soportarla. Voy pues a manipularla:<br />

transformar la distorsión del tiempo en vaivén, producir ritmo, abrir la escena del<br />

lenguaje (el lenguaje nace de la ausencia: el niño se agencia un carrete de hilo, lo<br />

lanza y lo recupera, imitando la partida y el regreso de la madre: se crea así un<br />

paradigma)./.../un momento muy breve, digamos, separa el tiempo en que el niño<br />

cree todavía a su madre ausente y aquél en que la cree ya muerta. Manipular la<br />

ausencia es aplazar este momento, retardar tanto tiempo como sea posible el


instante en que el otro podría caer descarnadamente de la ausencia a la muerte”<br />

(p. 48).<br />

180.El hombre como auto-producción.<br />

Cuando nos preguntamos por el sentido ¿acaso no podría decirse que el siglo<br />

XX ha sido el siglo de algunas de las experiencias más fuertes de<br />

desorientación y de sin-sentido y que en razón de ello no es casual que en las<br />

postrimerías del siglo se llegue al final al desarrollo de un pensamiento postmoderno,<br />

tal vez ante todo representado por Jean Baudrillard? ¿No se refleja<br />

también esta experiencia del sin-sentido no sólo en las guerras y el holocausto,<br />

sino en el arte y la filosofía? Pensemos de distinta forma tanto en Duchamp,<br />

Margritte, Miró, como en Ionesco, Beckett, Kafka, como por último en Deleuze,<br />

Camus, Foucault.<br />

Pero, si se trata de abordar la pregunta por el sentido, desde ya llama la<br />

atención que en la filosofía se desarrollen teorías del sentido recién en el siglo<br />

XX y no antes. La respuesta a esta inquietud la podemos encontrar en el modo<br />

como Karl Jaspers interpreta a Nietzsche, afirmando que lo que está en juego<br />

ante todo en el pensamiento del “filósofo del martillo” es la concepción del<br />

hombre como “el ente que se produce a sí mismo”. De este modo muy<br />

revelador el psiquiatra-filósofo nos invita a entender esa suerte de fantasma<br />

que es el superhombre de Nietzsche. El hombre está para ser superado,<br />

precisamente porque es “voluntad de superación”.<br />

Y, podríamos agregar siempre ha sido voluntad de superación, lo cual<br />

claramente se muestra en la historia. Probablemente si el reciente “Hombre de<br />

Neandertal” con una edad de apenas 40.000 años, el “Australophytecus”, que<br />

ya tiene más de un millón de años, nos vieran con nuestros aviones, celulares y<br />

la televisión, prácticamente no nos podrían entender. La distancia es sideral<br />

entre uno y otro, lo cual no quiere decir que seamos “superiores”.<br />

Por lo tanto, si siempre hemos sido esa voluntad de superación, la<br />

diferencia estaría en que con Nietzsche nos deberíamos asumir como tales.<br />

Posteriormente el pensamiento del propio Jaspers como de Heidegger,<br />

en que se concibe al hombre como poder-ser, posibilidad y proyección habrá<br />

de ahondar en este surco de la concepción de un hombre que ante todo es<br />

auto-producción.<br />

Desde esa auto-producción en adelante – podríamos decir – está en<br />

juego una concepción dinámica del hombre, y un ser humano así concebido<br />

tiene que preguntarse por el sentido, cuestionarlo, corriendo con ello también el<br />

peligro de extraviarlo. Claro está, si somos auto-producción, posibilidad o<br />

proyección, ya no tenemos un camino trazado que seguir, el cual, por ejemplo,<br />

pudiera estar dado por una religión determinada o por el estado, y aunque<br />

fuera éste un estado laico. Esto significa que a partir de esta concepción<br />

dinámica estamos siempre inevitablemente expuestos al vacío, y tenemos que<br />

irnos forjando, cada uno individualmente, paso a paso.<br />

¿Será esto algo lamentable? No necesariamente, ya que lo podemos ver<br />

así: ahora el hombre está permanentemente en el máximo desafío que tener<br />

que trazar él su propio camino.<br />

181.El hombre como buscador de sentido.


Al hombre lo podemos concebir de muchas maneras, así como sucede desde<br />

los griegos. Siempre se ha tratado de descubrir lo más esencial del hombre y<br />

que lo determina a ser como es: los griegos, tanto Platón como Aristóteles,<br />

pero también, habría que agregar a Heráclito, Parménides, y por cierto también<br />

Sócrates, concibieron que aquello más esencial era la razón. Pero así también<br />

se ha estimado que en vez de la razón, lo más esencial que nos determina<br />

sería la voluntad, como es el caso de Schopenhauer o Nietzsche. También el<br />

poder ha jugado un papel así, como con los sofistas, Maquiavelo u Hobbes. Y<br />

así también el hombre puede ser concebido como buscador de sentido. En<br />

todo lo que nos proponemos, decidimos, hacemos, lo que nos inquieta, nos<br />

preocupa, nos atrae o nos repele, aprobamos o rechazamos, estamos a la<br />

busca del sentido. De ello pareciera que no escapamos jamás, porque incluso<br />

cuando soñamos, nos solemos preguntar cuando despertamos por el sentido<br />

de lo que hemos soñado.<br />

A tal punto estamos determinados por el sentido que incluso podríamos<br />

considerar que genera cierto agotamiento o fastidio estar siempre presos en el<br />

hecho de que cada cosa, cada hecho, cada suceso tiene un sentido, el cual<br />

hay que develar.<br />

Con el fin de destacar suscintamente sólo algunos de los aspectos más<br />

relevantes acerca de cómo se puede entender el sentido, digamos en primer<br />

lugar que el sentido ante todo se da, es donación. Desde la primavera hasta<br />

una mirada, desde un libro hasta la práctica de un deporte, desde el cielo<br />

estrellado hasta el vaso de agua que bebemos, en todo podemos encontrar<br />

sentido, simplemente porque está potencialmente por doquier. El sentido tiene<br />

así un carácter de don, de regalo, simplemente se da, y habría que agregar que<br />

se da a destajo sin escatimar nada, de modo sobre-abundante. Hoy en día<br />

sucede que ingresamos a internet y ya se abre un mundo de infinitas<br />

posibilidades, podemos viajar relativamente cómodos y conocer otras culturas,<br />

y en todo ello habrá siempre más y más donación de sentido.<br />

Mas, en todo caso sucede que para que el sentido se constituya como<br />

tal, es necesario que esta universal donación se complemente con una<br />

dotación de sentido por parte nuestra. La primavera puede hacerse presente a<br />

diario en los árboles floridos de las calles, el libro puede seguir estando en la<br />

estantería, un gato pequeño puede incitarnos a jugar con él con el ovillo de<br />

lana, pero mientras yo mismo no realizo una dotación, una proyección respecto<br />

de esos árboles floridos, ya que me emocionan de alguna manera, mientras no<br />

abro el libro de la estantería y me sumerjo en él, mientras no comienzo a jugar<br />

con el gato, no se constituye el sentido, o, en todo caso, para ser más precisos:<br />

no se constituye ése sentido específico relativo a lo que se está donando, ya<br />

que naturalmente puedo en aquellos momentos estar determinado por otros<br />

sentidos que me mantienen absorto.<br />

De lo anterior se colige que si nos preocupa el sentido, si solemos<br />

hacernos preguntas en torno a él, si a ratos experimentamos incluso su falta,<br />

como que sentimos que, pese a que se da aparentemente por doquier, a mi no<br />

me llega eso y me resulta ajeno, se trataría de que al menos estuviéramos<br />

abiertos a aquella supuesta donación universal de sentido, mas teniendo claro<br />

de antemano que, mientras yo mismo no complemente esa donación con mi<br />

propia dotación, el sentido no se constituirá.<br />

182.Generadores del sentido.


Cuando nos preguntamos por el sentido en su dimensión existencial,<br />

encontramos que él sobre todo tiene que ver con la justificación que tiene lo que<br />

hacemos, decidimos, omitimos, nos entusiasma, nos repele. Como vemos, de<br />

esta forma, en todo momento, en términos de justificación, el sentido nos<br />

determina. Mas, la justificación que tiene lo que hago o dejo de hacer al mismo<br />

tiempo va unida a la orientación. Ella tiene que ver con finalidades y propósitos<br />

que trazo, que proyecto en mis decisiones, acciones, pero también en lo que<br />

estoy pensando e incluso sintiendo, recordando o imaginando. Lo cierto es que el<br />

sentido surge de la complementación de estos dos momentos: justificación y<br />

orientación. Ambos se compenetran íntegramente: ya en la justificación se hace<br />

presente la orientación, como viceversa.<br />

Mas, debemos preguntarnos también acerca de cómo se suscita el<br />

sentido, qué lo provoca, cómo se origina. Y respecto de ello, constatamos que<br />

ante todo el sentido comienza con el vínculo. Visiblemente el sentido se genera<br />

a partir del vínculo y la afinidad que tenemos con algo. Así encontramos<br />

sentido en espacios o momentos, con ciertas personas, respecto de algunos<br />

temas, y otros.<br />

Cabe agregar que los generadores del sentido suponen un efecto<br />

sinergético, de acuerdo al cual ellos interactúan y se potencian unos con otros.<br />

Es más, la sinergia se da en tanto de uno va emanando otro generador. Así el<br />

vínculo suscita el cobijo, que sería el segundo generador del sentido. Aquello a<br />

lo cual nos unimos nos brinda cobijo. El sentido tiene precisamente la virtud de<br />

cobijarnos, de ampararnos, de envolvernos bajo un manto de protección. Ello<br />

nos hace caer en cuenta del peso y relevancia del sentido, como que un<br />

hombre desprovisto de sentido semeja un desamparado, y suscita para los<br />

otros la impresión de desolación.<br />

El vínculo y el cobijo generan atadura. Al estar vinculados y cobijados en<br />

algo, ello tiende a atraparnos, quedando entonces cautivos. Si bien lo<br />

analizamos, éste es uno de los generadores del sentido que más da qué<br />

pensar, ya que se expresa con él – con la atadura – como el sentido a su vez<br />

supone límites; el sentido es algo que precisamente nos delimita, y por ello nos<br />

plantea también limitaciones. Al encontrar sentido en esto o lo otro, y más<br />

encima encontrar cobijo en ello, estoy atado en ello. Ello explica por qué la<br />

vivencia del sentido se expresa a veces al modo de ruptura, la cual sería<br />

justamente con respecto a la atadura del sentido. Por decirlo de algún modo,<br />

desatamos entonces la atadura del sentido en la cual hasta ahora nos<br />

encontrábamos.<br />

El vínculo, el cobijo y la atadura inducen a la reiteración. Se trata de que<br />

en relación con el sentido en el que estamos inmersos, volvemos a apostar por<br />

él, y si acaso esto no lo hacemos deliberadamente, sí por lo general de manera<br />

tácita. Al seguir bajo el alero de cierto sentido que ante todo nos cobija,<br />

continuamos en ello. De este modo con la re-iteración, lo reafirmamos. Ahora<br />

bien, esa reiteración no necesariamente es expresa. La mayoría de las veces<br />

es tácita. Por ejemplo reitero la relación de pareja en que me encuentro (que<br />

significa también atadura) con cada gesto cariñoso, a veces nada más que con<br />

la mirada.<br />

Vínculo, cobijo, atadura, reiteración generan por último aquello en lo que<br />

el sentido logra su mayor peso, fuerza y determinación: el sostén. Ante todo el<br />

sentido es lo que nos sostiene en la existencia. En el sostén la sinergia del


sentido encuentra su máxima expresión, ya que en él no sólo se suman, sino<br />

que encuentran su apogeo todos los generadores anteriores.<br />

183.Fuentes referenciales del sentido.<br />

Cuando nos preguntamos por el sentido en su dimensión existencial, podemos<br />

observar como el sentido lo encontramos en distintas fuentes que lo dispensan.<br />

En otras palabras, si al hombre lo concebimos como “buscador de sentido”, él –<br />

conciente o inconscientemente – es impulsado a encontrar el sentido en esas<br />

fuentes. Pero ¿cuáles son? ¿cómo clasificarlas? O siquiera ¿es posible una<br />

clasificación de ellas?<br />

Pienso que hasta cierto punto ello es posible.<br />

Pues bien, ante todo habría unos grandes referentes de la humanidad<br />

donde el hombre siempre ha estado encontrando sentido, y en rigor, sentidos<br />

que lo orientan. A estas fuentes las llamamos ‘fuentes referenciales’. Estas<br />

fuentes nos orientan incesantemente en la existencia, tanto como individuos,<br />

como también en tanto humanidad desde tiempo inmemorial, y por ello serían<br />

permanentes y universales. Ciertamente de cultura en cultura éstas pueden<br />

cambiar, habiendo notables diferencias culturales e históricas en cuanto a<br />

cuáles son las de mayor relevancia y determinación en la vida de un pueblo o<br />

sociedad.<br />

Las fuentes referenciales del sentido serían las siguientes: amor –<br />

amistad – poder – trabajo – juego – saber – creatividad – muerte.<br />

En efecto cada cual encuentra sentido en una u otra por lo general, sea<br />

en el amor, el trabajo, el saber, y otros. Pero ¿por qué la muerte puede ser<br />

también una fuente dispensadora de sentido? Al respecto cabe decir que la<br />

muerte en tanto lo que ha llegado a establecerse como parte de la terminología<br />

filosófica – me refiero a la muerte en tanto memento mori, lo que significa<br />

“recuerda que has de morir”, vale no sólo como una fuente más del sentido,<br />

sino incluso suele presentarse como el referente principal del sentido, en lo que<br />

encontraría su justificación todo lo que hacemos y por lo que luchamos. Así<br />

visiblemente no solamente en el memento mori de Sócrates, de acuerdo al cual<br />

concibe la vida como preparación a la muerte, sino también este memento mori<br />

se tematiza de variada manera en Goethe, Schopenhauer, Nietzsche,<br />

Heidegger.<br />

Pero el memento mori no tendría lugar tan sólo en distintos<br />

<strong>pensamientos</strong> filosóficos, sino que toda religión supone una forma de memento<br />

mori. En cada una de ellas la vida es también concebida como preparación a la<br />

muerte, ya sea de acuerdo a la tanatología propia de egipcios, hindúes,<br />

aztecas, musulmanes, de los samurai, de los kamikaze, de la religión órfica, o<br />

lo que guarda relación con la salvación, el juicio final y la posibilidad del ingreso<br />

en la vida eterna, como en el cristianismo.<br />

Así en Heidegger, en su obra mayor – Ser y tiempo – el ser-a-la-muerte<br />

(Sein-zum-Tode) que él concibe, suscita por su sola expresión un significado<br />

de arrojo temerario, por lo general propio de las actitudes heroicas. Y en efecto<br />

podríamos considerar esa expresión – ser-a-la-muerte – como tremendamente<br />

fuerte y sugestiva. Y más encima sucede que el ser-a-la-muerte heideggeriano<br />

constituye un momento de la posibilidad de ser-sí-mismo, más precisamente de<br />

la posibilidad de ser-entero.


La muerte se presenta, por otra parte, como la única certeza existencial<br />

absoluta. De todas las otras posibilidades que me determinan, como que pueda<br />

ser esto o lo otro, todo ello resulta siempre incierto, pero no que he de morir. La<br />

muerte es a la vez en Heidegger la posibilidad de la imposibilidad, porque, de<br />

acuerdo con ella, se anulan todas las posibilidades de las que disponemos en<br />

tanto existimos.<br />

184.Fuentes programáticas del sentido.<br />

Cuando nos preguntamos por el sentido existencial, visiblemente lo podemos<br />

encontrar en unas que podemos llamar “fuentes dispensadoras de sentido”. Y<br />

entre ellas, ante todo podemos reconocer unos grandes referentes de la<br />

humanidad donde el hombre siempre ha encontrado sentido. A estas las<br />

llamamos “fuentes referenciales del sentido”, entre las cuales se cuenta el<br />

amor, la amistad, el juego, el saber, el trabajo, y otros.<br />

En lo fundamental, estas fuentes referenciales serían a-históricas. En<br />

mayor o menor grado, con un mayor o menor énfasis en una u otra, las<br />

sociedades, la humanidad toda ha estado encontrando sentido en el trabajo, el<br />

amor, el juego, y demás, y ello naturalmente depende también de distintos<br />

momentos y épocas en la historia de un pueblo o de una sociedad en<br />

particular. Pero, en su conjunto estas fuentes referenciales se mantienen y<br />

perduran más allá de los avatares y las vicisitudes históricas.<br />

Pero, habría otras fuentes dispensadoras del sentido, que serían no sólo<br />

históricas, sino que incluso sucede que la historia la hacemos a partir de ellas.<br />

A éstas las llamamos “fuentes programáticas del sentido”. Sin duda podemos<br />

reconocer que la religión es una tremenda fuente dispensadora de sentido,<br />

como también lo es el arte, la ciencia, la política, y otros, y ellas revelan una<br />

duración histórica notable. Es más, claramente advertimos que el hombre<br />

configura, construye, proyecta el mundo sobre la base de estas fuentes del<br />

sentido: arte – técnica – ciencia – economía – derecho – política – moral –<br />

religión - filosofía. Pues bien, a ellas las llamaremos ‘fuentes programáticas del<br />

sentido’. Su duración cabría describirla como histórica, en cuanto a que están<br />

sujetas al devenir histórico. Además de históricas son particularmente<br />

mutables. Si bien son durables, ellas pueden nacer o morir en cierto momento;<br />

desde luego, la mayoría de ellas las encontramos en sociedades y culturas<br />

prácticamente desde su mismo nacimiento y se mantienen incólumes, como<br />

hasta cierto punto es el caso de la religión. Pero la ciencia no siempre ha<br />

estado. La economía, el derecho, el arte, la técnica y la moral son susceptibles<br />

de significativas variaciones y modificaciones.<br />

Lo interesante de estas fuentes programáticas es no solamente que el<br />

hombre hace la historia a partir de ellas, sino antes que eso, que lo que<br />

llamamos “mundo” es siempre también el resultado de ellas. En efecto,<br />

podemos entender por ‘mundo’ lo que resulta de la proyección de sentido<br />

propia del arte, la técnica, la ciencia, la economía, el derecho, y otras. El<br />

hombre es tan esencialmente “buscador de sentido” como “proyectante de<br />

mundo”, y su manera de proyectar el mundo sobre el espacio, en principio<br />

infinito, del cosmos, se canaliza a través de las fuentes programáticas del<br />

sentido.<br />

185.”Estática” y “dinámica” del sentido.


Aunque tengamos a ratos profundas crisis de sentido, sabemos de antemano<br />

que al menos eventualmente podemos encontrar sentido en el amor, el trabajo,<br />

el juego, y otros. A éstas los llamamos ‘fuentes referenciales’ del sentido.<br />

Podríamos agregar al respecto que de alguna manera se manifiesta en<br />

esto una relación entre diseño e implementación, ya que el diseño de lo que<br />

sería el sentido existencial y dónde poder encontrarlo está relativamente claro.<br />

Mas, luego se le presenta a cada cual, a estos “buscadores de sentido” que<br />

somos, un problema de implementación. Claro está, para que la vivencia del<br />

amor o la experiencia del trabajo puedan darle una justificación a lo que hago a<br />

diario, y me puedan a la vez orientar en la existencia, se trataría de<br />

enamorarme, de amar, de encontrar una pareja y ser correspondido en ese<br />

amor, como, por otra parte, se trata de que encuentre un trabajo a mi medida<br />

que ojalá me brinde no únicamente el sustento, sino en el que pueda<br />

autorrealizarme. Pero ¿cómo lo hago ¿cómo consigo todo esto? Es patente<br />

que por lo regular mis desvelos van por este derrotero, el derrotero de la<br />

implementación del sentido. Y es que si bien el sentido visiblemente se da por<br />

doquier, es donación: desde el vaso de agua que bebo hasta el beso que le<br />

doy a la amada, desde el paseo por el bosque sureño hasta el libro que estoy<br />

leyendo, desde el haber hecho cumbre en un cerro hasta el baño de mar en un<br />

día caluroso de verano, me dan, me brindan, me regalan sentido, no obstante<br />

esa donación sólo se completa, y, es más, se realiza, en la medida en que se<br />

complementa con mi propia dotación de sentido justamente a aquello que se<br />

me da, se me ofrece así, gratuitamente. De alguna manera entonces la aludida<br />

dotación se acerca a lo que recién hemos llamado ‘implementación’.<br />

Si bien lo pensamos, las fuentes referenciales representan lo que<br />

podríamos reconocer como una “estática del sentido”. Ellas están ahí desde<br />

siempre, son inmemoriales, a-históricas, están presentes en cada sociedad y<br />

cultura, aunque varíen nada más que en cuanto al énfasis mayor o menor que<br />

se pone en cada una de ellas. Ellas son, por decirlo así, nuestro “cielo<br />

estrellado del sentido”. Pero, hay otras fuentes dispensadoras de sentido, a<br />

partir de las cuales hacemos la historia y proyectamos lo que llamamos<br />

“mundo”; éstas son las fuentes programáticas – arte, ciencia, técnica, política,<br />

economía, derecho, y otras. ‘Mundo’ llamamos a lo que resulta de estas<br />

programaciones. Pues bien, a diferencia de las fuentes referenciales las<br />

fuentes programáticas son dinámicas. Ellas se caracterizan precisamente por<br />

estar siempre en desarrollo, en proceso, y cualquier detención en ellas,<br />

equivale a anquilosamiento y aun retroceso.<br />

Por último, conviene además detenerse en la relación entre estas<br />

fuentes programáticas y las fuentes referenciales del sentido. Las fuentes<br />

referenciales – amor-trabajo-juego, y otros – no sólo son fuentes, sino que,<br />

podríamos decir, constituyen los arcanos del sentido, arcanos que, cabe<br />

agregar, en lo esencial conllevan algo de carácter enigmático. Esta<br />

enigmaticidad se refleja precisamente en el hecho de que el hombre encuentre<br />

el sentido, la justificación de lo que hace y su orientación existencial, en ellos.<br />

Reconocido este alcance de las fuentes referenciales no es de extrañar<br />

entonces que las fuentes programáticas remitan a ellas. Así la ciencia y la<br />

filosofía remiten al saber, el trabajo a la economía, la creatividad al arte.<br />

186.¿La religión como fuente programática del sentido?


No deja de ser curioso que de cara a la tremenda pregunta filosófica por el<br />

sentido, por de pronto haya ciertos referentes, que actúan al modo de fuentes<br />

que dispensan sentido: el amor, la amistad, el trabajo, y otros. Pero también<br />

hay otras que podemos llamar “fuentes programáticas” del sentido, porque a<br />

partir de ellas proyectamos el mundo, y de esa proyección de mundo va<br />

resultando paso a paso lo que conocemos como historia. Las fuentes<br />

programáticas son el arte, la ciencia, la técnica, la política, la economía, el<br />

derecho, la moral, la filosofía, y entre ellas también la religión. Está claro que lo<br />

que conocemos como mundo resulta precisamente del modo como<br />

desarrollamos éstas. Más aún, incluso cabe agregar que estas distintas<br />

programaciones tienen tal extensión, abarcan tanto y tienen tal poder que, en<br />

cierto modo, se han adueñado de la proyección de mundo. Es visible como lo<br />

que hace cada cual ya se encauza por los carriles que esas programaciones<br />

abren. En efecto, nadie puede sustraerse a los parámetros económicos,<br />

tecnológicos o jurídicos que nos rigen, y lo que cada cual hace ya se encamina<br />

de por sí por esos derroteros. En ello no hay vuelta atrás, no hay escapatoria, o<br />

tal vez sólo la habría para el ermitaño que se retira al desierto o a la montaña.<br />

Mas, esta última posibilidad era claramente una alternativa en el medioevo, y<br />

hoy por hoy parece no hacerse presente de modo significativo.<br />

Pero, con todo ¿puede ser considerada la religión como una fuente<br />

programática del sentido con lo cual la dejamos en un mismo nivel que la<br />

técnica o la economía? Y en refuerzo de lo anterior, cabe agregar que resulta<br />

evidente que tiene que llamar la atención la inclusión, entre las fuentes<br />

programáticas, de la religión. Respecto de la religión hay que tener en cuenta lo<br />

siguiente: si cabe entenderla como culto y enseñanza que nos permite<br />

acercarnos a lo divino, cualesquiera sea el modo como nos representamos ello,<br />

ese culto tiene claramente que ver con la proyección de mundo. Mas, al mismo<br />

tiempo, como en la religión se trata de lo divino y de Dios mismo, desde luego<br />

que ello sobrepasa con creces el marco de una fuente programática; y si bien<br />

lo analizamos incluso sobrepasa el marco de las fuentes dispensadoras de<br />

sentido en general. Lo divino y Dios en el único lugar en el que pueden tener<br />

cabida es en relación con la pregunta metafísica si acaso hay sentido o no en<br />

términos absolutos. Y ello se debe a que el supuesto Dios, así como el ser,<br />

correspondería verlo como el donante absoluto y total del sentido. Y así las<br />

religiones con su creencia en Dios o en varios dioses claramente nos presentan<br />

una respuesta diáfana respecto del sentido: que éste lo hay, y que puede ser,<br />

por ejemplo, la salvación.<br />

Mas, al instalarnos fuera de la religión, que haya o no haya sentido, en<br />

términos absolutos, queda más bien en calidad de pregunta y problema. Al<br />

parecer, no puede ser sino así como se presenta esto en la filosofía, y ello la<br />

define en cuanto tal.<br />

187.Fuentes ocasionales y persistentes del sentido.<br />

Ciertamente que el hombre, cada uno de nosotros, a lo largo de nuestras vidas<br />

puede experimentar y experimenta profundas crisis de sentido – y me refiero al<br />

sentido existencial de estar aquí, de saber o no tener muy en claro qué hacer,<br />

por qué luchar, por qué jugáselas.


Ahora bien, al ser humano lo podemos concebir como “buscador de<br />

sentido”, considerando que prácticamente en todo lo que hace cada cual, lo<br />

que deja de hacer, aquello por lo que apuesta, que le preocupa, que le<br />

entusiasma o le repele, y aun en lo que sueña está en juego el sentido. Esto<br />

significa pues que el sentido es una cuestión – e incluso tal vez la cuestión<br />

decisiva respecto del hombre y su estadía en el mundo.<br />

Mas, por mucho que como buscadores de sentido estemos expuestos a<br />

crisis que nos llevan a perder el rumbo y a perder incluso en casos extremos<br />

las ganas de vivir, es patente que hay grandes referentes del sentido que el<br />

hombre siempre ha tenido en cierto modo a disposición, que son como fuentes<br />

o abrevaderos, a los que cada cual puede acercarse a beber de las aguas del<br />

sentido. A estos grandes referentes los llamamos “fuentes referenciales del<br />

sentido”, como, por ejemplo, el amor, la amistad, el poder, el juego, el saber, y<br />

otros.<br />

Estas fuentes referenciales son a-históricas en la medida en que<br />

siempre están ahí, se presentan en cada sociedad y cultura, y únicamente<br />

varía el énfasis y la jerarquía mayor o menor que pueda tener cada una de<br />

esas fuentes en particular.<br />

Pero, hay otras fuentes dispensadoras del sentido, donde también nos<br />

acercamos cual ciervos a abrevarnos de ellas, las cuales no sólo son<br />

históricas, sino que constituyen los motores de la historia. En rigor, a partir de<br />

ellas hacemos la historia y proyectamos lo que llamamos “mundo”. Es por ello<br />

que a estas fuentes las llamamos “fuentes programáticas del sentido”, las<br />

cuales son, por ejemplo, la técnica, la ciencia, el arte, la política, la moral, la<br />

economía, el derecho, incluso la propia filosofía, y otras.<br />

Hasta aquí podríamos considerar que podemos clasificar las fuentes<br />

dispensadoras de sentido, en la medida en que valen para la sociedad e<br />

incluso para la humanidad en su conjunto.<br />

Mas, luego se presentan otras fuentes que son más bien inclasificables,<br />

dado que son estrictamente de carácter individual. Las primeras fuentes de<br />

este tipo serían las “fuentes ocasionales”, aludiendo con ello a que el sentido<br />

existencial parte siempre por configurarse en una ocasión determinada,<br />

supongamos la ocasión de conocer una persona, de entrar en contacto con un<br />

libro, de visitar un lugar que nos atrae particularmente. Es por ello que el<br />

sentido que se constituye ocasionalmente puede ulteriormente volverse<br />

persistente, y por lo mismo pasamos de una fuente ocasional a una persistente<br />

de sentido: aquella persona que conocimos no sólo resultó pasar a ser nuestra<br />

pareja, sino con quien formamos una familia, el libro que cayó en mis manos<br />

me permitió a temprana edad descubrir la literatura, en aquel lugar que me<br />

atrajera acabé construyendo una casa donde habito.<br />

Y, según podemos observar, las fuentes ocasionales, sobre todo en la<br />

medida en que se convierten en persistentes, constituyen las fuentes que más<br />

profundamente me llevan a vivir el sentido. Es más pareciera que el sentido<br />

pasa a estar determinado más que nada nada por las fuentes persistentes, y<br />

que todo lo que hacemos constituye una lucha por ahondar cada vez más en<br />

ellas.<br />

188.Fuentes icónicas del sentido.


Como buscadores de sentido que somos, el sentido existencial lo encontramos<br />

en fuentes que lo dispensan ( en “fuentes dispensadoras de sentido”) como<br />

puede ser distintamente no solamente el amor, el saber, el poder, el juego, la<br />

política, la ciencia, el arte, y otros, sino que también lo encontramos en “fuentes<br />

ocasionales” – la ocasión de conocer una persona, por ejemplo – que a la larga<br />

pueden convertirse en “fuentes persistentes del sentido”, como por sobre todo<br />

es para la sociedad el matrimonio o la profesión. Lo cierto es que estas últimas<br />

– las fuentes persistentes – tiene tal peso que la sociedad tiende sobre todo a<br />

refrendar, afirmar y reafirmar éstas. Es más, ello trae consigo que las posibles<br />

fuentes ocasionales queden significativamente postergadas, como que pueden<br />

alterar, perturbar o trastornar nuestras fuentes persistentes. Así, la ocasión de<br />

conocer otra persona, darse el tiempo para ello puede traer como<br />

consecuencia que la fuente persistente que hasta ahora me sostenía, en<br />

cuanto a mi relación de pareja, entre en crisis. Por lo mismo se entiende que se<br />

de un cierto rehuir de las fuentes ocasionales del sentido, y ello pesa sobre<br />

todo en cuanto a que – si nos preguntamos por la genealogía del sentido – todo<br />

sentido comienza siempre en una fuente ocasional, a la vez que con el vínculo<br />

que tenemos con aquello que nos atrae, nos llama la atención, nos despierta<br />

inquietudes, nos hace tal vez incluso soñar, y otros. Así como visto de esta<br />

forma la primera de las fuentes dispensadoras de sentido es la fuente<br />

ocasional, el primero de los generadores del sentido es patentemente el<br />

vínculo.<br />

Pero nuestra clasificación de las fuentes dispensadoras de sentido no se<br />

completa mientras no consideremos que a su vez hay unas fuentes que<br />

podemos llamar “icónicas” del sentido, vale decir el sentido tiene cierta<br />

sorprendente cualidad de materializarse, sustancializarse, y es así como un<br />

cuadro, una fotografía, pero también mi reloj, cierto sombrero que uso, como<br />

puede ser también desde luego, la playa donde me gusta ir, la montaña que me<br />

entusiasma escalar, la ciudad natal donde crecimos, cierto gran río que hay en<br />

esa ciudad, todo aquello diríamos que se iconiza, se convierte en fuente<br />

dispensadora de sentido. Si atendemos al alcance que esto tiene podemos<br />

fácilmente advertir que en definitiva el universo entero es fuente icónica del<br />

sentido. Todo lo que hay en él – la cordillera nevada del invierno, una playa<br />

solitaria en el desierto nortino, el cielo estrellado, la puesta de sol, la mirada del<br />

gato que parece inspeccionarnos hasta las entrañas, el copo de nieve que al<br />

estrellarse contra la ventana adopta la forma de una compleja figura geométrica<br />

– cada cosa, y, en rigor, todo, sin que nada pudiere quedar fuera, puede ser<br />

fuente icónica del sentido.<br />

Y así es explicable que haya símbolos de enorme poder en la historia,<br />

como la cruz, la espada, la toga, la tiara, el birrete, la hoz y el martillo, la<br />

swástica, la media-luna, la estrella de seis puntas, y otros que son<br />

precisamente fuentes icónicas del sentido capaces de mover a masas<br />

humanas completas en su defensa y a luchar por ellas.<br />

189.La determinación de las fuentes referenciales del sentido.<br />

En relación a la clasificación de distintas fuentes del sentido que proponemos,<br />

cabe destacar el carácter universal de las fuentes referenciales – amor,<br />

amistad, trabajo, saber, juego y otros – el carácter histórico de las fuentes


programáticas – ciencia, arte, técnica, economía, derecho, y otras – y el<br />

carácter individual de las fuentes ocasionales o persistentes.<br />

La universalidad de las fuentes referenciales revela precisamente los<br />

grandes referentes del sentido, y que en mayor o menor grado, con cierto<br />

énfasis en uno u otro, están siempre ahí y cumplen el papel predominante en<br />

relación con la orientación del hombre en su existencia.<br />

La historicidad de las fuentes programáticas se revela en la proyección<br />

de mundo, realizada con apoyo en ellas y la mencionada proyección se va<br />

modificando de acuerdo al desarrollo histórico, las condiciones, necesidades y<br />

desafíos que se presentan en cada época.<br />

Si las fuentes referenciales o programáticas conciernen a la humanidad<br />

o a la sociedad en su conjunto, con las especificidades propias de cada<br />

sociedad y comunidad, las fuentes ocasionales o persistentes del sentido son,<br />

como decíamos, individuales. Es más, en cierto modo la conformación de cada<br />

individuo con su personalidad, su modo de ser, su manera de relacionarse con<br />

cosas y personas, está en gran medida determinada por las fuentes<br />

ocasionales, y más que eso, por unas fuentes ocasionales que se han vuelto<br />

persistentes, y con las cuales nos atan vínculos y compromisos. Así la ocasión<br />

de conocer una persona puede eventualemente pasar de ser una fuente<br />

ocasional a una fuente persistente de sentido, en la medida en que ella se<br />

convierte en tu pareja.<br />

Y también hay que reconocer aquí que estas fuentes ocasionales o<br />

persistentes del sentido reciben su orientación en último término, de las fuentes<br />

referenciales, ya que por de pronto que esa persona te haya gustado tiene que<br />

ver con el erotismo y el amor. Lo mismo si alguna vez te interesaste por un libro<br />

de poesía y posteriormente llegaste tu mismo a ser poeta (ello tiene que ver<br />

tanto con las fuentes referenciales del saber como de la creatividad).<br />

Es patente además también aquí un fenómeno de sinergia entre las<br />

fuentes; unas se potencian con otras: una fuente persistente recibe su más<br />

propia orientación en conjunción con las fuentes referenciales, y entiéndase,<br />

con alguna o varias de éstas en particular. Así el amor que le tenemos a<br />

alguien lo vivimos como fuente persistente. De similar modo solemos<br />

alimentarnos de fuentes ocasionales que están ligadas a nuestras fuentes<br />

persistentes. Y, cabe agregar, que es reconocible que prácticamente todas las<br />

fuentes sin excepción se potencian con fuentes icónicas; así el cetro, la<br />

espada, un castillo o un rascacielos son fuentes icónicas del poder; lo mismo<br />

los cuerpos lo son de lo erótico; la cruz, la media luna de distintas religiones;<br />

pero, está claro, también mi escritorio, el lugar en que nos conocimos con<br />

alguien, el bar al que solemos ir, todo ello suele ser fuente icónica de fuentes<br />

ocasionales o persistentes de sentido.<br />

Por último, hay que destacar que las fuentes referenciales son a tal<br />

punto determinantes que todas las fuentes se inspiran en ellas, dándole una<br />

cierta expresión al amor, a la amistad, al poder, al saber, y otros. Es lo que, por<br />

ejemplo, hace la religión, la moral, el derecho, la economía, la técnica, el arte, y<br />

otros. Vistas de esta forma, las fuentes referenciales como fuentes de<br />

inspiración para toda otra fuente, reconocemos en ellas un carácter pasivo que<br />

al mismo tiempo es capaz de desplegar una enorme actividad, en particular en<br />

las fuentes programáticas, encargadas de la proyección de mundo.<br />

190.Entre el sentido y el sin-sentido.


El hombre por ser buscador de sentido está determinado por lo mismo a la vez<br />

por la posibilidad del sin-sentido. En efecto, si una de las fuentes que<br />

dispensan sentido es, por ejemplo, el trabajo, bien sabemos que la cesantía, el<br />

quedar de pronto sin trabajo, es una experiencia que deja a muchas personas,<br />

afectadas por esto, en los bordes del sin-sentido.<br />

Pero que haya unas supuestas dispensadoras de sentido se relaciona a<br />

la vez con el modo como se codifican esas fuentes, en otras palabras, si una<br />

fuente dispensadora de sentido es patentemente el juego, que juguemos de<br />

una u otra forma, como a su vez que juguemos tales y cuales juegos, ello<br />

supone ciertas maneras de interpretar todo aquello y visiblemente puede variar<br />

mucho de una cultura a otra. Lo que tiene sentido en cierta forma aquí, lo<br />

pierde allá, y viceversa.<br />

En el siglo XVIII Jonathan Swift escribe en 1726 Los viajes de Gulliver,<br />

obra en la que podemos compartir esta misma experiencia con él. Basta<br />

simplemente con alterar las situaciones, y ya sea que Gulliver, con su anhelo<br />

de aventuras, vaya donde los lilliputienses en su primer viaje de ultramar, o<br />

donde los gigantes de Brobdingnag en su segundo viaje, los códigos acerca de<br />

cómo conducirse en esos países cambian completamente, sucediendo a la par<br />

que al presentar Swift esos códigos en su arbitrariedad, ridiculiza<br />

indirectamente con ello los códigos de su propia sociedad (la irlandesa y la<br />

inglesa), y más que ello había que decir, de Europa, y de la humanidad toda.<br />

En su tercer viaje se encuentra con Laputa, una isla flotante. Veamos<br />

como describe Swift ciertas características de los laputienses:<br />

“Obervé por aquí y por allí a muchos, vestidos con ropa de criados, que<br />

llevaban en la mano una vejiga hinchada, como un desgranador, colocada en el<br />

extremo de un palo corto. En cada vejiga había una pequeña cantidad de<br />

guisantes secos o pequeños guijarros (como se me informó después). Con<br />

aquellas vejigas de vez en cuando golpeaban la boca y las orejas de los que<br />

estaban junto a ellos, práctica a la que yo no podría asignar un significado. Al<br />

parecer, las mentes de esa gente están tan absortas en intensas<br />

especulaciones, que no pueden hablar ni escuchar lo que dicten los demás a<br />

menos que los despierten mediante algún contacto exterior sobre los órganos<br />

del habla y del oído; por esta razón, las personas que pueden pagarlo siempre<br />

tienen un bastidor (el original es climenole) en la familia, como un doméstico<br />

más, y no salen de viaje, ni van de visita sin él. Y la misión de este funcionario<br />

es, cuando están reunidas dos o más personas, golpear suavemente con la<br />

vejiga la boca de la persona que va a hablar y la oreja derecha de aquel a<br />

quien se dirige. Este bastidor se emplea igualmente en acompañar a su amo en<br />

sus paseos, y en el momento oportuno, darle un suave golpe en los ojos,<br />

porque está siempre tan absorto en sus meditaciones, que corre el peligro de<br />

caer por los precipicios, de golpearse la cabeza en todos los postes y en las<br />

calles, de tropezar con los demás, o tropezar él mismo y caer al desagüe”.<br />

191.El sentido se presenta siempre en cadena.<br />

Los sentidos existenciales que nos determinan como buscadores de sentido que<br />

somos nunca se presentan aislados. Siempre van en cadena. En el plano<br />

existencial, el sentido se presenta tanto como justificación como orientación.<br />

Vivenciamos pues el sentido en cuanto a la justificación que tiene lo que


pensamos, imaginamos, decidimos o hacemos, como también en cuanto a la<br />

orientación que podemos tener a partir de ello. Pues bien, todo ello se presenta<br />

siempre en cadena, ya que se trata precisamente de que una justificación remite<br />

a otra y lo mismo sucede con la orientación. Es así como, por ejemplo, si realizo<br />

la compra de un terreno, es en razón de vivir con mi familia allí, y ello nuevamente<br />

en razón de que en ese lugar cada cual podría realizar adecuadamente su vida, y<br />

esto nuevamente en razón de otra cosa, y así sucesivamente. Esto lo ha<br />

planteado el filósofo, profesor de la Universidad Libre de Berlín, Wilhelm<br />

Weischedel, en su opera magna El dios de los filósofos.<br />

Estas cadenas, para precisar, cobran sentido siempre desde lo universal,<br />

que, en rigor, se presenta siempre como algo relativo y gradual, ya que a su vez<br />

nuevamente eso “más universal”, constituirá una instancia particular respecto de<br />

algo más universal aun.<br />

Tengamos como referente la historia para ello. Los ejemplos sobran por<br />

doquier. Cogamos alguno al azar. De acuerdo a la obra Aléxandros, El hijo del<br />

sueño de Valerio Massimo Manfredi: cuando Filipo de Macedonia le regala una<br />

corcel negro azabache con una estrella blanca en su frente a su hijo Alejandro,<br />

que será el único que podrá domarlo, y al cual el propio príncipe le llamará<br />

“Bucéfalo”, el comentario que le hace Filipo a su hijo una vez que ha observado<br />

como Alejandro ha podido montar el caballo, será: “Hijo mío, búscate otro reino:<br />

Macedonia no es lo suficientemente grande para ti”. Esto nos muestra como<br />

Filipo con este magnífico regalo a su hijo ya está pensando en la conquista de<br />

nuevos territorios, que en efecto realizará Alejandro. Él habrá de formar uno de<br />

los imperios más grandes del mundo, que habrá de extenderse hasta el río Indo.<br />

Ello nos hace ver que el sentido está dado por lo más universal – la estrategia<br />

política y militar de Filipo – en relación a una acción particular como es el hecho<br />

de darle aquel magnífico regalo a Alejandro. De hecho con su Bucéfalo<br />

emprenderá la conquista de aquellas inmensas extensiones que abarcan Persia,<br />

Egipto, Babilonia, India, y otros.<br />

Y ciertamente que esta cadena de sentidos continúa, y aquello que era lo<br />

más universal – la estrategia política y militar de Filipo – será nuevamente una<br />

instancia particular, un eslabón más de la cadena, en relación a lo que sería para<br />

él el ser padre de Alejandro y la responsabilidad que como padre le cabe para<br />

prepararlo para una gran misión. Probablemente el que haya puesto en manos<br />

nada menos que del propio Aristóteles la educación de Alejandro, y para lo cual<br />

incluso haya hecho contruir una villa – Mieza – donde se habría de realizar esa<br />

tarea, puede considerarse como ese sentido más universal.<br />

192.La tensión entre fuentes persistentes y ocasionales del sentido.<br />

Respecto del sentido, cabe destacar como en general lo encontramos en<br />

diversas fuentes que lo dispensan, como pueden ser distintamente el amor, el<br />

trabajo, pero también el arte, la ciencia, y otros. Este tipo de fuentes pueden<br />

ser consideradas sociales, ya que guardan relación con cada sociedad en<br />

particular. Mas, luego hay otro tipo de fuentes, que serían más bien<br />

individuales, las cuales por de pronto son ocasionales: se trata de la ocasión de<br />

estar, supongamos, nuevamente en amena conversación con una persona<br />

determinada. Esta fuente que llamamos ocasional desde luego que brinda<br />

sentidos e incluso nuevos sentidos existenciales pueden arrancar de aquí. Mas,


puede suceder a la vez que aquellas fuentes ocasionales se transformen en<br />

fuentes persistentes del sentido. En el caso de nuestro ejemplo: nos hacemos<br />

finalmente amigos con aquella persona. Y en la medida en que aquella amistad<br />

se prolonga en el tiempo, con ello mismo se prueba que se ha convertido para<br />

nosotros, y de manera recíproca, en fuente persistente de sentido.<br />

Pues bien sucede que en nuestras fuentes persistentes de sentido,<br />

como el matrimonio o la profesión, intentamos echar cada vez más raíces,<br />

como que todo se centra en definitiva en ellas y constituyen el motivo de<br />

nuestros desvelos y de nuestra lucha. La verdad es que no conocemos<br />

alternativa suficientemente convincente. Visiblemente ello guarda a su vez<br />

relación con el tiempo, ya que, de alguna manera, al sentido lo podemos ver<br />

como una estrategia para enfrentar el paso inexorable del tiempo. A propósito<br />

de ello, Octavio Paz ha pensado en el amor en esta misma perspectiva, a<br />

saber, como la estrategia más exitosa que hasta ahora ha conocido el hombre<br />

para enfrentar el paso del tiempo. Pues bien, que tanto del sentido como del<br />

amor podamos decir que se trata de estas “estrategias” (término que, en este<br />

caso, usamos en sentido figurativo) no es casual, desde el momento que en<br />

cuanto a la pregunta por el sentido de la existencia humana, tal vez no<br />

conocemos mejor respuesta que la del amor: estamos aquí en definitiva para<br />

amar, para darle vida a todo, vivificar no solamente a las personas que nos<br />

rodean, sino nuestro entorno y la comunidad a que pertenecemos, con el don<br />

del amor.<br />

Este alcance del amor en términos de vivificar, de dar vida, por supuesto<br />

que habría que decir que ante todo es cristiano, pero también lo han<br />

desarrollado de un modo original, cada uno a su manera, José Ortega y Gasset<br />

y Karl Jaspers.<br />

Mas, por otro lado, la insistencia excesiva en las fuentes persistentes,<br />

trae consigo que las fuentes ocasionales se posterguen, y es en ellas donde<br />

nacen, donde se originan sentidos nuevos. Ello se entiende porque, de uno u<br />

otro modo, ya estamos afincados en una fuente persistente, y queremos evitar<br />

que algo de carácter ocasional nos distraiga y nos pueda apartar de esa fuente<br />

persistente. Esto cobra tal peso que incluso se genera más que nada un temor<br />

a las fuentes ocasionales.<br />

Cuando ello se presenta en un grado extremo, seguramente que nos<br />

encontramos ad portas de una crisis de sentido, en la cual sucede que nuestras<br />

fuentes persistentes, debido a renovarse, a no dejar que entre aire fresco en<br />

ellas, comienzan a transformarse en una rutina tediosa y hasta insoportable. A<br />

partir de ello se explica también que pueda generarse un trend por las fuentes<br />

ocasionales, rehuyendo siempre del compromiso, lo cual nuevamente genera<br />

extravío, sólo que de distinta naturaleza.<br />

193.La “des-realidad” que vive el enamorado.<br />

Tal vez podría decirse que Roland Barthes, el filósofo francés que naciera en<br />

Cherburgo, en su obra Fragmentos de un discurso amoroso, más que hablar del<br />

amor, de lo que trata es del enamoramiento. Como que en vistas del carácter<br />

efímero y evanescente que siempre se le está reconociendo a la vivencia<br />

amorosa, puede ésta comenzar arbitrariamente en algún momento y también<br />

terminar del mismo modo.


En razón de ello, Barthes trata muy especialmente sobre la figura del<br />

enamorado, intentando dar con sus principales trazos: la cuestión consiste<br />

entonces en cómo perfilar a este sujeto que llamamos ‘enamorado’.<br />

Ciertamente que hay numerosas figuras históricas de enamorados y una<br />

de las más sobresalientes es la del Werther de Goethe, el poeta alemán, que<br />

inspirara a toda una generación. Por este motivo, el Werther pasa a ser en los<br />

análisis de Barthes en su libro sobre el discurso amoroso, un fértil cultivo de<br />

reflexión.<br />

Y como el enamorado Werther, así como otros, acaba suicidándose por<br />

amor, también en este acto de abandono de la vida lo imitaron muchos en la<br />

época romántica, lo cual en algún momento hizo que el propio Goethe se<br />

horrorizara al tomar conciencia de los estragos que provocara su maravillosa<br />

creación.<br />

Ahora bien, el enamorado está en una relación sui generis con el mundo y<br />

la realidad. Como todo – el paisaje, los distintos ambientes en que se encuentra –<br />

lo ve, lo siente, lo tiñe con su peculiar tonalidad afectiva, la realidad habitual<br />

desde su perspectiva no es que se vuelva irreal, sino que Barthes nos dice que<br />

más bien se “des-realiza”. En cierto modo, el enamorado vive normalmente una<br />

“des-realidad”, en la que las cosas y las personas de su derredor no importan, ya<br />

que árboles, mesas, lámparas, todo esta transido, traspasado por la presencia<br />

imaginaria del otro. El siguiente pasaje nos habla de ello:<br />

“Dónde están “las cosas”? ¿En el espacio amoroso, o en el espacio<br />

mundano? ¿Dónde está “el pueril reverso de las cosas”? ¿Qué es lo pueril? ¿Es<br />

“cantar el tedio, los dolores, las tristezas, las melancolías, la muerte, las tinieblas,<br />

lo sombrío”, etc. - todo eso que, según se dice, hace el enamorado? ¿Es, por el<br />

contrario, hablar, parlotear, cotorrear, espulgar al mundo, sus violencias, sus<br />

conflictos, sus apuestas, su generalidad - todo eso que hacen los otros?” (p.<br />

102).<br />

194.¿Qué tipo de sujeto es ése que llamamos “el enamorado” según Roland<br />

Barthes?.<br />

A Roland Barthes le preocupa la figura de ese sujeto singular que es el<br />

enamorado. Por de pronto lo caracterizaría a éste una relación peculiar con la<br />

realidad. Lo real a él, según Barthes, se le des-realizaría, ya que todo su<br />

derredor está teñido con la coloratura de su temple, su estado anímico y<br />

afectivo. Una mesa, por ejemplo, no sería simplemente eso – una mesa – sino<br />

algo que emerge desde la alegría, y entonces se ve luminosa, o se hunde en la<br />

tristeza, y entonces la mesa palidece y se vuelve sombría.<br />

Mas, por otra parte, como un nuevo aspecto de esta “des-realidad” que<br />

vive el enamorado, hay para él una incertidumbre de los signos. Cualquier cosa<br />

que diga la persona amada resulta incierta, se pierde en una multivocidad de<br />

sentidos. Esta incertidumbre sígnica de la que habla uno de los más<br />

destacados semióticos del siglo XX, como es precisamente Roland Barthes, es<br />

ejemplificada a través de esa suerte de torturador de la casa que es el teléfono<br />

(o, como sería hoy en día el celular). Barthes:<br />

“Si el otro, accidental o descuidadamente, me da el número de teléfono de<br />

un lugar donde puedo encontrarlo a tales horas, enloquezco de inmediato: ¿debo<br />

o no telefonearle? (No serviría de nada decirme que puedo telefonearle – tal es<br />

el sentido objetivo, razonable, del mensaje –, puesto que precisamente por ese


permiso ya no sé qué hacer)./.../todo lo que es nuevo, lo que altera, no se recibe<br />

como si fuera un hecho sino como si fuera un signo que hay que interpretar./.../Si<br />

el otro me ha dado ese nuevo número de teléfono, eso ¿qué signo representa?<br />

¿Era una invitación a usarlo de inmediato, por placer, o solamente, llegado el<br />

caso, por necesidad? Mi respuesta será ella misma un signo, que el otro<br />

interpretará fatalmente, desencadenando así, entre él y yo, un cruzamiento<br />

tumultuoso de imágenes. Todo significa: mediante esta proposición yo me<br />

fraguo, me ato en el cálculo, me impido gozar” (p. 70).<br />

Y estos devaneos continúan:<br />

“A veces, a fuerza de no pensar en “nada” (como diría la gente), me agoto;<br />

intento entonces, sobresaltado, recurrir, como un ahogado que se impulsa con los<br />

pies desde el suelo del mar, a una decisión espontánea (la espontaneidad: gran<br />

sueño: paraíso, poder, goce): ¡Y bien, telefonéale, ya que tienes ganas! Pero el<br />

recurso es vano: el tiempo amoroso no permite ajustar el impulso y el acto,<br />

hacerlos coincidir: no soy el hombre de los pequeños “acting-out”; mi locura es<br />

moderada, no se ve; inmediatamente tengo miedo de las consecuencias, de toda<br />

consecuencia: es mi miedo - mi deliberación - el que es “espontáneo”” (ib.).<br />

En todo lo que vamos viendo se perfila la figura de un enamorado (el<br />

propio autor, que, según dice al comienzo del libro Fragmentos de un discurso<br />

amoroso, habla como un enamorado) que se comporta como lo hacía<br />

tradicionalmente la mujer: él espera y se des-espera porque ella no está, se<br />

ausentó, se atrasó, etc. Esto nos hace ver que los papeles hombre-mujer en<br />

cierto modo se han invertido históricamente. Antes la mujer era por sobre todo<br />

Penélope esperando durante 20 años a Ulises, hilando y deshilando el manto. Y a<br />

propósito de ello, Barthes:<br />

“Históricamente, el discurso de la ausencia lo pronuncia la Mujer: la Mujer<br />

es sedentaria, el Hombre es cazador, viajero; la Mujer es fiel (espera), el Hombre<br />

es rondador (navega, rúa). Es la Mujer quien da forma a la ausencia, quien<br />

elabora su ficción, puesto que tiene el tiempo para ello; teje y canta; las<br />

Hilanderas, los Cantos de tejedoras dicen a la vez la inmovilidad (por el ronroneo<br />

del Torno de hilar) y la ausencia (a lo lejos, ritmos de viaje, marejadas,<br />

cabalgatas). Se sigue de ello que en todo hombre que dice la ausencia del otro, lo<br />

femenino se declara: este hombre que espera y que sufre, está milagrosamente<br />

feminizado. Un hombre no está feminizado porque sea invertido, sino por estar<br />

enamorado” (p. 46).<br />

195.A Karl Jaspers el médico de la familia le pronosticó corta vida.<br />

Digamos de Karl Jaspers por de pronto que se trata de uno de los filósofos más<br />

grandes del siglo XX con un derrotero singular, por venir de la Psiquiatría. Al<br />

mismo tiempo, estamos ante una figura que fue capaz de hacer una inmensa<br />

obra de su vida, regida ésta por una consecuencia rigurosa de punta a cabo, y,<br />

por decirlo así, a pesar de su pesar: me refiero a que fue un hombre muy<br />

enfermo, al que ya en 1901, cuando tiene apenas 18 años, un amigo de la<br />

familia, el Dr. Albert Fraenkel, le diagnostica "éxtasis bronquiales" y una<br />

deficiencia en el pulmón izquierdo, y, por si esto fuera poco, le pronostica una<br />

vida corta (lo que por suerte no se cumplió; al fin y al cabo vivirá 86 años). Con<br />

Fraenkel mantendrá Jaspers una amistad hasta la muerte del primero,<br />

acaecida en Heidelberg en 1938, cuando había sido despojado de todos sus


cargos y difamado por los nazis, por ser judío. Jaspers lo visita entonces en su<br />

lecho de moribundo, él mismo que a su vez a esas alturas también había sido<br />

despojado de su venia legendi, es decir, de su derecho a enseñar, como<br />

también de su derecho a publicar por parte de los nazis, y ésta vez no por ser<br />

judío, ya que no lo era, sino por estar casado desde 1910 con Gertrud Maier,<br />

judía, de quien decidió nunca separarse, a pesar de que los nazis en la<br />

Universidad de Heidelberg así se lo plantearan, como condición para que<br />

continuara sus labores académicas en su rumbo normal. De hecho, en relación<br />

a este punto, funcionarios ad hoc de la Universidad le plantearon abiertamente<br />

que debía separarse, y Jaspers les dio a entender que si lo haría, para que lo<br />

dejaran tranquilo con su esposa, mas no tenía la más mínima intención de<br />

hacerlo. Y este mismo incidente se relaciona con la mentira y el engaño y la<br />

concepción filosófica que Jaspers desarrolla de ellos; en lo fundamental se<br />

trata que la mentira, bajo ciertas circunstancias marginales, se justifica; ello lo<br />

desarrolla tanto en su autobiografía Destino y voluntad (Schicksal und Wille)<br />

como en sus obras mayores, especialmente Filosofía de 1931.<br />

Entre 1902 y 1903 estudió Medicina en Berlin, luego entre 1903 y 1906<br />

en Göttingen y finalmente completa estos estudios entre 1906 y 1908 en<br />

Heidelberg. Sus vacaciones las aprovecha en ese tiempo en algunas ocasiones<br />

para ir al norte de Alemania, en particular a su casa natal en Oldenburg, donde<br />

él mismo construye un laboratorio que al mismo tiempo incluía un observatorio<br />

que Jaspers adaptó para tales efectos y poder ver el cielo estrellado. En ese<br />

tiempo no tenía ningún interés por las así llamadas "ciencias del espíritu"<br />

("Geisteswissenschaften"), incluso él mismo dice que durante su estadía en<br />

Göttingen no tuvo noticia de Husserl, que en ese tiempo enseñaba allí.<br />

Finalmente en 1909, a la edad de 25 años se recibe como médico en la<br />

Universidad de Heidelberg con la disertación "Nostalgia y delito" (Heimweh und<br />

Verbrechen), el mismo año en que conoce a quien será su futura esposa y<br />

compañera inseparable de toda la vida - Gertrud -. En este año también<br />

comienza a trabajar en la Clínica Psiquiátrica de Heidelberg. Entre 1910 y 1913<br />

surgen los frutos de sus investigaciones psiquiátricas con una verdadera fiebre<br />

publicística, a través de la aparición de múltiples artículos sobre mediciones de<br />

inteligencia, demencia, corporalidad y juicio de realidad, análisis de<br />

percepciones alucinatorias, la orientación psicopatológica en psicopatología,<br />

esquizofrenia, y que culminarán en su obra Psicopatología general de 1913.<br />

Con ello Jaspers pasa a tener un nombre dentro del mundo académico de la<br />

época. En 1916 es designado Profesor Extraordinario de Psicología en la<br />

Universidad de Heidelberg.<br />

Con todo, pronto habrá de concluir su carrera en la Psiquiatría, si bien<br />

más tarde en los años 20 aparecerán sus patografías sobre Strindberg, Van<br />

Gogh y Nietzsche. Su camino era otro: era la filosofía.<br />

196. A Karl Jaspers la muerte le acompañó toda la vida.<br />

Desde temprano acompañó la muerte al filósofo, fundador del existencialismo,<br />

Karl Jaspers. Se trataba en ello de la grave y crónica enfermedad de “éxtasis<br />

broquiales”, que, de acuerdo con las indicaciones que ya recibiera del amigo de<br />

la familia, el Dr. Fraenkel, significaba que tenía que expectorar varias veces al<br />

día; de lo contrario comenzaba a manifestarse la fiebre, escalofríos, escupir


sangre e infecciones pulmonares, que lo dejaban postrado y al borde del<br />

colapso. Es más, llegó a darse incluso la situación, a raíz de ello, que en las<br />

clases en las aulas universitarias, Jaspers hacía unas pausas de 15 minutos<br />

entre medio, precisamente con el fin de retirarse a hacer estas<br />

expectoraciones.<br />

El biógrafo, discípulo y amigo, Hans Saner, nos dice que en los primeros<br />

años a Jaspers le ayudó mucho la lectura de Spinoza en esta situación<br />

siempre extrema, y ello seguramente, entre otras razones, porque en el filósofo<br />

judío-holandés encontramos esa austeridad que nos enseña como sobrellevar<br />

los infortunios<br />

Sin duda alguna, asociado con su enfermedad, en Jaspers se despierta<br />

desde muy temprano una radical toma de conciencia de la muerte (al fin y al<br />

cabo él tenía que sentirse a sí mismo como una especie de "condenado" a una<br />

preconizada corta vida, tal como lo había pronosticado el mencionado Dr.<br />

Fraenkel). Así leemos en su Diario de Vida y en distintas cartas de esos años:<br />

"Me sorprendo de repente que yo esté aquí. Desde unas tinieblas<br />

desconocidas asciende el hombre individual peldaño a peldaño a la conciencia<br />

de su existencia. Él siente que no alcanza a significar algo en una existencia<br />

que se ha completado" (Diario de Vida, 1905).<br />

O también en una carta, donde sostiene que los grandes problemas "de<br />

los que todo parece depender" son las preguntas "qué significa la muerte, qué<br />

significa una individualidad" (Carta de Mayo de 1905).<br />

Puede decirse que Jaspers ha sido, dentro de la historia de la filosofía,<br />

uno de los únicos filósofos que estuvo crónicamente enfermo casi a lo largo de<br />

toda su vida. Otro caso similar es el de Friedrich Nietzsche. Mas, a diferencia<br />

de éste último, Jaspers contó ante todo con el apoyo de su esposa, Gertrud<br />

Maier, y que él amó profundamente, mientras que uno de los rasgos de la vida<br />

de Nietzsche es el de su profunda y conmovedora soledad, y que<br />

prácticamente nunca tuvo una pareja, salvo la corta relación que tuvo con Lou<br />

Andreas Salomé, que al cabo tan sólo de unos meses, acabó en un quiebre.<br />

A Gertrud la conoce Jaspers a través de Ernst Maier, amigo de él y<br />

también filósofo. Desde 1910 Gertrud será la esposa de Jaspers y compañera<br />

inseparable de él y por cierto también un apoyo permanente y seguro en<br />

relación a afrontar la enfermedad de que padecía.<br />

La conciencia de morir determina al ser humano, nos dice Jaspers, y se<br />

expresa en todo lo que hace. Es por ello que hay que estar permanentemente a<br />

la escucha del "memento mori" (Carta de Agosto de 1904). Recién a partir de la<br />

omnipresencia de la muerte "estamos siempre en el límite" (Carta de Junio de<br />

1905).<br />

197.Sobre el difícil tránsito de Karl Jaspers de la psiquiatría a la filosofía.<br />

Entre los Profesores cuyas lecciones más frecuentó Jaspers está Heinrich<br />

Rickert, el filósofo neokantiano que, junto con Ernst Cassirer y Wilhelm<br />

Windelband, es uno de los más importantes representantes de esa corriente en<br />

Alemania. Con Rickert Jaspers, si bien hizo su habilitación, y de su calidad de<br />

alumno paso a ser al cabo de un tiempo un par que discutía con él cuestiones<br />

filosóficas fundamentales, pronto comenzaron a haber dificultades en su<br />

relación, y ello hasta tal punto que cuando Jaspers postuló a una cátedra en el<br />

Departamento de Filosofía de la Universidad de Heidelberg, se encontró con la


oposición de Rickert. Por suerte y en beneficio de la historia de la filosofía,<br />

finalmente Jaspers triunfó en esta situación, respecto de lo cual cabe decir no<br />

sólo que Jaspers pasó a ser finalmente catedrático de Filosofía, en 1920, sino<br />

uno de los filósofos más destacados del siglo XX, y desde luego de mucho<br />

mayor relevancia que Rickert, su encarnado opositor (el cual, sin embargo,<br />

ocupa también, cómo no, un sitial destacado en la filosofía del siglo pasado).<br />

Respecto de lo filosófico, corresponde decir, en primer lugar, que<br />

Jaspers nunca realizó estudios formales de filosofía, como corresponde<br />

además en las universidades alemanas, bajo la dirección de un profesor.<br />

Mas, sus lecturas filosóficas se inician tempranamente con Spinoza,<br />

Lucrecio, Schopenhauer, Nietzsche, Plotino, Schelling, Kant, y más tarde desde<br />

1913: Kierkegaard, y Hegel.<br />

El tránsito de la psiquiatría a la filosofía se completó durante la larga<br />

estadía de Jaspers en Heidelberg. Hans Saner, su biógrado, sostiene que ya<br />

antes de la lectura de Kierkegaard, se habían abierto para Jaspers los que<br />

serían los grandes temas de su pensamiento: existencia, trascendencia,<br />

conciencia, situación límite, comunicación.<br />

En una carta de 1902, cuando Jaspers tiene todavía escasos 19 años,<br />

leemos que: "La filosofía es de un extraordinario valor. Si acaso no la hubiera,<br />

la vida sería terrible" (Jaspers, Monografías Rowohlt, Hamburgo, 1999).<br />

Desde 1909 comenzó Jaspers sus lecturas de Edmund Husserl, el padre<br />

de la fenomenología, y en 1913 lo conoció personalmente. En él pudo admirar<br />

el intento de la forjación de un nuevo método, y en palabras del biógrado y<br />

discípulo Hans Saner:<br />

"la disciplina del pensamiento, el poder de esclarecer los supuestos, la<br />

exactitud en la distinción de matices, la remisión a las cosas mismas",<br />

mas tomando distancia de quien es considerado como el padre de la<br />

fenomenología, y agregando de un modo crítico que:<br />

"Si bien Husserl había forjado un instrumento del análisis exacto, que le<br />

permitía ver de cerca cosas hasta ahora nunca vistas, y él puso en marcha la<br />

actitud del ver, mas lo que él vio era filosóficamente irrelevante. Aquí faltaba la<br />

mirada para lo que era existencialmente relevante".<br />

Del mismo modo influyeron también los filósofos destacados del<br />

momento, como Max Scheler y Georg Simmel, con los cuales conversaba<br />

Jaspers ocasionalmente. Así también cabe nombrar aquí a Georg Lukács y a<br />

Ernst Bloch. Por ejemplo, de este último dice que le atraía su modo espontáneo<br />

y cálido, y en palabras de Saner:<br />

"la riqueza en ocurrencias; pero la tendencia a lo gnóstico, teosófico, el<br />

amor por lo utópico le parecía demasiado grande, el pensar muy dado a saltar,<br />

en cierto modo, genial, como para poder seguirlo".<br />

En definitiva, agrega el biógrafo de Jaspers, diciendo que tanto Lukács<br />

como Bloch:<br />

"le resultaban sospechosos, porque los rodeaba un aura pública de lo<br />

profético, que ellos permitían, sin ser ellos mismos profetas".<br />

Pero, había una figura en Heidelberg, a quien Jaspers le tuvo la más<br />

grande admiración, la que lo marcaría y se mantendría de por vida: Max<br />

Weber. Jaspers dice de él: "Él fue para mí el filósofo personificado de nuestro<br />

tiempo" (de su libro Recheschaft und Ausblick, Balance y perspectiva).<br />

198.Heidegger llamado por la Sra. de Husserl: el “niño fenomenológico”.


Karl Jaspers y Martin Heidegger son tal vez los pensadores alemanes más<br />

destacados del siglo XX. Ellos se conocieron, como cosa de destino, nada<br />

menos que para la celebración de un cumpleaños de Edmund Husserl (maestro<br />

de Heidegger) en el año 1920, en Friburgo en Brisgovia, donde Husserl<br />

enseñaba, y del cual Heidegger era su Asistente.<br />

Con ello comienza una larga amistad con su auge, con muchos gestos<br />

de auténtica filia griega, su climax, en el que Heidegger llega a proponerle a su<br />

amigo la formación de un "sociedad de lucha" a la que pertenecerían<br />

únicamente ellos dos, y el desenlace que será finalmente el doloroso quiebre<br />

de esta bella amistad.<br />

En cierto modo, podríamos decir, por distintas razones que ya<br />

analizaremos, en esta amistad profunda se reproduce una buena parte de la<br />

historia también dolorosa de Alemania de entreguerras, el nazismo, la guerra,<br />

la derrota de Alemania y su recuperación, la que para Jaspers nunca fue del<br />

todo convincente.<br />

Centrándonos en el momento de climax de esta amistad, como<br />

decíamos ella tiene que ver con la propuesta de la formación de una "sociedad<br />

de lucha" ("Kampfgemeinschaft") entre ambos pensadores. Si bien la propuesta<br />

nace de Heidegger, cabe reconocer que en ella se ponen en juego varios de<br />

los que serán los puntos capitales del pensamiento de Jaspers: por de pronto<br />

las ideas de comunicación y lucha amorosa. Jaspers es, entre muchos otros<br />

aspectos, el filósofo de la comunicación, el que piensa en la posibilidad de una<br />

genuina comunicación existencial. Ello está a su vez relacionado con la idea<br />

pareja de una lucha amorosa, de acuerdo a la cual se trata de una lucha tal que<br />

puede darse entre las existencias, que hayamos entregado de antemano<br />

cualquier arma que tengamos (entiéndase aquí “arma” en sentido figurativo),<br />

como también dejando a un lado toda posible cautela o reserva. Para Jaspers<br />

el hombre únicamente puede ser sí mismo en comunicación con el otro, y la<br />

lucha amorosa viene a ser la expresión de esa comunicación. En otras<br />

palabras, podríamos decir que en la propuesta de la sociedad de lucha palpita<br />

el más alto sentido socrático del diálogo y de la dialéctica platónica (tomando<br />

igualmente en consideración que el propio Jaspers se encargará de hacer<br />

oportunamente las distinciones necesarias al respecto).<br />

Partamos en lo que se refiere a esta relación inter-filosófica desde que<br />

ambos pensadores se conocen. Ello ocurre el día 8 de Abril de 1920 (que<br />

podría considerarse histórico dentro de la historia de la filosofía), con motivo del<br />

cumpleaños 61 de Edmund Husserl.<br />

Jaspers comenta este encuentro en su "Autobiografía filosófica"<br />

haciendo alusión a una anécdota divertida. Escuchemos:<br />

"En los primeros meses de 1920 estuvimos mi Señora y yo algunos días<br />

en Friburgo, con ocasión de hablar con Husserl y Heidegger. Se celebraba el<br />

cumpleaños de Husserl. Estábamos en un amplio círculo alrededor de la mesa<br />

para la hora del café. En ese contexto la Señora Husserl llamó a Heidegger el<br />

"niño fenomenológico".<br />

199.Jaspers a Heidegger: “Si Ud. tiene la posibilidad y las ganas, venga muy<br />

pronto, por favor”.


Estas palabras reflejan lo que fue esta íntima amistad entre los que, a mi juicio,<br />

son los más grandes filósofos del siglo XX: Karl Jaspers y Martin Heidegger.<br />

Cuando ambos se conocen en Friburgo con ocasión del cumpleaños de<br />

Husserl, el 8 de Abril de 1920, Jaspers, con su obra Psicopatología general (de<br />

1913) y su Psicología de las cosmovisiones (de 1919), ya es una figura<br />

destacada en el mundo académico alemán, y es a su vez 6 años mayor que<br />

Heidegger. La verdad es que Jaspers viene a ser el primero en sellar esta<br />

amistad. De manera acogedora y jovial le dice a Heidegger en carta del<br />

28.6.1921:<br />

"¿Usted no querrá titularme "Profesor"? ¿Justo cuando hace ya harto<br />

tiempo que hemos iniciado una relación "filosófica"? ¿O confía en mí tan<br />

poco?"<br />

Por su parte, Heidegger será el primero en hablar de una así llamada<br />

"sociedad de lucha" (Kampfgemeinschaft) entre ambos, idea que encuentra<br />

inmediata acogida en Jaspers y que seguirá vigente a lo largo de gran parte de<br />

sus vidas.<br />

La propuesta de una "sociedad de lucha" se apoya en el hecho de que<br />

ambos pensadores se ven a sí mismos como marginales a las corrientes<br />

filosóficas imperantes en ese momento en Alemania, las cuales representan<br />

para ellos una "filosofía escolar" que tiene a Heinrich Rickert a la cabeza.<br />

Este connotado Profesor neokantiano hace una Recensión bastante<br />

negativa de la Psicología de las cosmovisiones y al mismo tiempo se opone en<br />

1922 al nombramiento de Jaspers como Profesor Ordinarius de Filosofía (grado<br />

máximo) de la Universidad de Heidelberg, el cual, no obstante, obtendrá.<br />

Esa marginalidad de ambos respecto de la filosofía oficial alemana del<br />

momento a la que al nombre de Rickert, se pliegan los de Wilhelm Windelband,<br />

Ernst Cassirer, Nicolai Hartmann y Max Scheler, entre otros, va aparejada con<br />

el hecho de encontrarse ambos en cierta soledad, la que a su vez habrá de<br />

contribuir, sin duda alguna, a que puedan y tengan que concentrarse en el<br />

desarrollo de su pensamiento de largo alcance. Por otra parte, la mencionada<br />

soledad guarda relación con el hecho de estar Heidegger en los inicios de su<br />

camino, como Asistente de Husserl, y Jaspers, teniendo que enfrentar el<br />

mundo académico de los profesores de filosofía en el que recién ha ingresado,<br />

viniendo de la Psiquiatría.<br />

Después de haberse conocido ambos en Abril del 20, ya pronto<br />

comienzan las estadías de Heidegger en casa de Jaspers y su esposa Gertrud,<br />

las que se extienden normalmente a varios días. Junto con hacerle Jaspers una<br />

cordial invitación a su amigo, entrando incluso en aspectos domésticos (cuando<br />

los Jaspers tienen todavía una casa pequeña en Heidelberg), veamos como<br />

Jaspers hace alusión a la "sociedad de lucha" en carta del 6.9.1922:<br />

"Me adelanto ahora a referirme a su visita a Heidelberg y lo vuelvo a<br />

invitar a hacer una estadía donde nosotros; mas, tengo que repetir que el lugar<br />

es relativamente primitivo (cama en la chaiselongue de la biblioteca, baño en el<br />

toillete - de otro modo, no resulta en nuestra casa). Sería bello pues que alguna<br />

vez pudiéramos filosofar en horas adecuadas durante unos días, poniendo a<br />

prueba y consolidando la "sociedad de lucha". Me imagino que vivimos juntos -<br />

cada en su habitación, mi mujer está de viaje -, cada uno haciendo lo que<br />

quiere, y que nosotros - independientemente de las comidas - nos reunimos<br />

según nos plazca y hablemos, especialmente en el crepúsculo, o como se de,<br />

sin ninguna imposición. Si Ud. tiene la posibilidad y las ganas, venga muy


pronto, por favor, y anúnciese a tiempo. El 14 de septiembre vuelve mi mujer, y<br />

entonces me gustaría estar nuevamente solo. Acerca de los costos de viaje,<br />

me hago cargo yo, tomando en cuenta la situación presente de nuestras vidas.<br />

Sobre eso no necesitamos discutir. Agrego un billete (1000 marcos) para el<br />

viaje".<br />

200.La “sociedad de lucha” Jaspers-Heidegger.<br />

Ambos pensadores – Karl Jaspers y Martin Heidegger – se hicieron amigos en<br />

1920, y desde entonces al menos hasta 1934, es decir, por un lapso de 14<br />

años, esta amistad tendrá un movimiento de auge, si bien en los últimos años<br />

antes del 34, comenzarán a manifestarse algunas grietas. El remate de ello, es<br />

decir, cuando la grieta habrá de pasar a un quiebre, tendrá como motivo la<br />

adhesión de Heidegger al nacional-socialismo. Si bien, años más tarde, en la<br />

post-guerra esta amistad renacerá, ya será ello tan sólo en forma epistolar.<br />

Pero volvamos ahora al año 20. Heidegger ha realizado una estadía de 8<br />

días en casa de Jaspers en la ciudad de Heidelberg, en las orillas del Río<br />

Neckar. Esta estadía tiene que haber sido muy bella y fructífera, y por eso<br />

leemos en carta de Heidegger del 19.11.1922 lo siguiente:<br />

"Los ocho días donde Ud. me acompañan permanentemente. Lo<br />

repentino, hacia el exterior sin acontecer de estos días, la seguridad del 'estilo',<br />

en el que un día crecía sin artificio en el siguiente, el tránsito no sentimental y<br />

áspero con el que una amistad advino a nosotros, la certidumbre creciente de<br />

una sociedad de lucha asegurada por ambas 'partes' - todo ello es para mí<br />

inquietante al espíritu, como son el mundo y la vida para el filósofo".<br />

Y agrega que a la vuelta de la estadía en Heidelberg se encontró con la<br />

noticia que había interés en él en la Universidad de Marburgo, y que Paul<br />

Natorp quería mayores informaciones sobre sus futuros proyectos. Ya al año<br />

siguiente Heidegger será nombrado Profesor Extraordinario de la Universidad<br />

de Marburgo, a instancias precisamente de Natorp, a quien a su vez sucederá.<br />

Natorp habrá de morir apenas un año después (en 1924).<br />

Tengamos en cuenta lo que significa una estadía de 8 días en los que lo<br />

único que importa es la convivencia filosófica acompañada por un desinterés<br />

en el acontecer inmediato del mundo exterior. Diría que hoy ya casi no<br />

podemos dimensionar lo que una estadía de esta naturaleza verdaderamente<br />

es. Junto con haber perdido el sentido genuino de la soledad hemos perdido<br />

también el sentido de la auténtica convivencia y amistad.<br />

En la última carta de Heidegger encontrábamos a su vez una alusión a la<br />

“sociedad de lucha” – Kampfgemeinschaft – (que ambos se habían propuesto<br />

formar) y en una de sus formulaciones radicales.<br />

5 días más tarde le dará Jaspers una formulación del mismo nivel de<br />

radicalidad a esa sociedad de lucha, en la que se muestra la convicción ya<br />

temprana que ambos tenían de ser ellos los únicos y genuinos pensadores de<br />

la época. Se podría decir que esto parece bastante extremo y pretencioso, sin<br />

embargo, cabe agregar que la aseveración de Jaspers, que tiene el carácter de<br />

vaticinio, a la larga, en mayor o menor grado, se cumplió. Leemos allí en esa<br />

carta del 24.11.22:<br />

"¡Muchas gracias! Ud. sabe, cuanto ha significado también para mí<br />

nuestra convivencia y cuáles expectativas futuras tengo. En el desierto<br />

filosófico de la época es bello cuando se tiene la vivencia de la confianza. Y


ambos no sabemos lo que queremos, esto es, ambos somos transportados por<br />

un saber, que todavía no se constituye explícitamente. ¡Qué resultará de ello!<br />

En un pensamiento reiterado sobre esos días he interpretado aquella<br />

afirmación suya de que debería surgir alguna vez un Anuario, en el sentido de<br />

que ambos deberíamos hacerlo: La Filosofía de la Época, Cuadernos Críticos<br />

de Martin Heidegger y Karl Jaspers".<br />

201.Heidegger a Jaspers: " Desde septiembre del 23 vivo con Ud. bajo el<br />

supuesto de que Ud. es mi amigo ".<br />

Estos dos grandes pensadores del siglo XX se propusieron formar una así<br />

llamada “sociedad de lucha”, y esa idea pasó a ser entre ambos una especie<br />

de imaginario que incluso, después de haberse quebrado esta amistad en<br />

1934, cuando se reanuda ésta epistolarmente en la post-guerra, se volverá a<br />

ella; es más, en esos momentos la sociedad de lucha será una clave en la<br />

recuperación y reanudación de esa gran amistad. Y si bien la sociedad de<br />

lucha se presenta en el epistolario entre Jaspers y Heidegger siempre como un<br />

proyecto, podría decirse que sus encuentros prolongados en casa de Jaspers<br />

en Heidelberg, como el propio epistolario, serán un testimonio de esta singular<br />

sociedad. Pero ¿en qué sentido decimos esto? Y más precisamente: ¿Qué<br />

cabe entender por la llamada “sociedad de lucha” para sostener con<br />

fundamento que ella se hizo realidad, aunque haya sido tan sólo parcialmente?<br />

De acuerdo a las alusiones de ambos pensadores al respecto, se trata de que<br />

ambos ante todo filosofen libremente (es decir, sin pautas previas) acerca de<br />

las principales cuestiones filosóficas, y que enfrenten a través de ello al medio<br />

académico filosófico de la Alemania de ese momento, y que consideran<br />

mediocre, en palabras de Jaspers, un “desierto filosófico”.<br />

Visto de este modo, el alcance de la aludida sociedad de lucha,<br />

podríamos decir que los encuentros de ambos filósofos y el testimonio de ellos<br />

en el epistolario, habla a favor de que la mentada sociedad de lucha se hizo<br />

realidad, al menos parcialmente.<br />

En Jaspers uno de los <strong>pensamientos</strong> que destaca, por encontrar en él un<br />

vasto y radical desarrollo, es el de la comunicación. Relativamente a ella, se<br />

trata por de pronto de que la posibilidad de ser-sí-mismo del hombre se da en<br />

la comunicación. Cabe reconocer que ello está en relación con la profunda<br />

amistad que Jaspers tuvo con Heidegger desde que se conocieron en 1920. En<br />

noviembre de 1922 Heidegger está más de una semana en la casa de su<br />

amigo en Heidelberg, y ello marcará una imborrable impresión en ambos por el<br />

resto de sus vidas. En carta del 17.4.1924 le dirá Heidegger a su amigo:<br />

"Desde septiembre del 23 vivo con Ud. bajo el supuesto de que Ud. es<br />

mi amigo. Ésta es la fe que soporta todo en el amor".<br />

Los Jaspers, el filósofo y su mujer Gertrud, le manifiestan a Heidegger<br />

grandes gestos de amistad y aprecio no solamente a través de las invitaciones<br />

a su casa, sino, también en asuntos de orden económico. Por ejemplo, junto<br />

con recibir Heidegger el llamado a la Universidad de Marburgo, y alegrarse<br />

asimismo de haber recibido al mismo tiempo la tercera edición de la<br />

Psicopatología general de Jaspers (carta del 19.6.1923), la propia Gertrud le<br />

hace el ofrecimiento de una suma de dinero considerable (1 millón de marcos)<br />

con el fin de ayudarle a Heidegger en su mudanza e instalación en Marburgo.


Y lo cierto es que no solamente una buena parte de la filosofía alemana<br />

del siglo XX será desarrollada directamente por ellos, sino incluso en lo que<br />

atañe a las universidades alemanas y su sistema de llamados a distintos<br />

profesores a ocupar determinadas cátedras. Ellos participarán en ello, pero<br />

procurarán al mismo tiempo mantenerse cada vez más al margen.<br />

202.La relación de Jaspers y Heidegger con Edmund Husserl.<br />

La “sociedad de lucha” (Kampfgemeinschaft) que Karl Jaspers y Martin<br />

Heidegger se propusieron formar, tenía el propósito no sólo de que ambos se<br />

dedicarían a filosofar de manera conjunta, sino que además enfrentarían a la<br />

filosofía que calificaban de “escolar” que se desarrollaba en esos momentos en<br />

Alemania. Pues bien del giro crítico que tenía la mencionada sociedad<br />

prácticamente no se escapó ninguno de los filósofos más destacados de los<br />

años 20 en las universidades alemanas. En el epistolario Jaspers-Heidegger se<br />

hacen presente muchos juicios críticos acerca de los filósofos alemanes del<br />

momento: Heinrich Rickert, Ernst Cassirer, Max Scheler y ni siquiera se escapa<br />

el propio Edmund Husserl, de quien Heidegger es todavía en el 23 su<br />

Asistente. Por ejemplo, en carta que es nada menos que del propio Heidegger<br />

del 14.7.1923 (y lo digo así, debido a su contenido) leemos:<br />

"Ud. sabe que Husserl ha obtenido un llamado a Berlin; él se comporta<br />

en esto peor que un docente privado que confunde el ordinariato /ambos son<br />

grados académicos de las universidades alemanas/ con la eterna<br />

bienaventuranza. Lo que ocurre queda en la niebla - por de pronto se ve a sí<br />

mismo como el Praeceptor Germaniae -, Husserl está completamente fuera de<br />

sus cabales, si alguna vez estuvo "en" ellos, lo que a mí me parece cada vez<br />

más dudoso. Él titubea entre una cosa y otra y dice trivialidades que son de<br />

lamentar. Vive de la misión de ser "el fundador de la fenomenología", no hay<br />

ser humano que sepa qué es eso - el que está aquí un semestre se da cuenta<br />

de lo que está pasando".<br />

Y acaba diciendo: "Filosofemos socráticamente".<br />

Años más tarde, en 1929, cuando Heidegger ya es muy conocido a<br />

través de la publicación de Ser y tiempo en 1927, en relación al discurso que él<br />

pronuncia el 8.4.1929, con ocasión de la celebración del cumpleaños 70 de<br />

Husserl, le dice Jaspers en carta de una semana más tarde:<br />

"Acerca del discurso sobre Husserl tengo algunas preguntas<br />

impertinentes que hacerle".<br />

Las tales "preguntas impertinentes" se referían a las palabras<br />

excesivamente elogiosas que ha pronunciado Heidegger sobre su maestro, al<br />

mismo tiempo que lo ha estado criticando severamente en sus cartas.<br />

Dice Heidegger en su discurso que Husserl:<br />

"ha abierto un espacio completamente nuevo para el preguntar filosófico,<br />

con nuevas exigencias, distintas estimaciones, con una nueva mirada para las<br />

fuerzas ocultas de la gran tradición de la filosofía occidental".<br />

La filosofía de Husserl, agrega:<br />

"no consiste en un mero esquema de orientación en el mundo, no es<br />

simplemente un medio o una obra de la existencia humana, sino ésta misma,<br />

en tanto acontece en libertad desde su fundamento".<br />

Esta filosofía, dice además que está abierta


"para un coloquio con las fuerzas actuantes de la totalidad de la<br />

existencia".<br />

Y por último, termina diciendo que ésta es<br />

"la actitud del filósofo: el oir el canto anunciador que se hace perceptible<br />

en el acontecer del mundo".<br />

Desde luego, Jaspers pide una explicación respecto de esto, pero muy<br />

discretamente, máxime cuando Heidegger, según veíamos recién, ha criticado<br />

y prácticamente se ha burlado de su maestro.<br />

203.El filósofo Ernesto Grassi, figura controvertida para Jaspers y Heidegger.<br />

Cuando Giussepina Grammatico, Directora del Centro de Estudios Clásicos de<br />

la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, invitó en 1988 a<br />

Ernesto Grassi, que había estado radicado en Chile y había enseñado en el<br />

Pedagógico, y que a la sazón ya tenía 86 años, con ocasión de inaugurar la<br />

Cátedra que llevaría su mismo nombre, respondió Grassi lo suguiente:<br />

“Quiero dar las gracias –decía- al señor Rector y al señor Decano, por el<br />

honor que me han concedido. Sin ninguna modestia, agrego: lamentablemente<br />

no lo merezco. Acepto exclusivamente como vínculo con Chile, con toda la<br />

nostalgia por un tiempo que se ha ido. Lamento no poder estar presente –tengo<br />

ochenta y seis años y apenas resisto las ocho horas de viaje para los Estados<br />

Unidos-. ¡Cuánto me gustaría volver a encontrar a los amigos! ... Trato de ver<br />

con los ojos de la fantasía vuestros paisajes, el Pedagógico de entonces, a don<br />

Juan Gómez Millas, en ese tiempo Rector; pero en vano; todo ha pasado ...”<br />

Tres años después Grassi partía de este mundo.<br />

Ernesto Grassi había nacido en Milán, Italia. Después de una dura<br />

juventud a causa de una grave enfermedad, comenzó a interesarse por la<br />

filosofía. Estudió filosofía en la Universidad de Friburgo, Alemania. Su<br />

doctorado lo concluyó en 1925 en la Universidad de Milán. Desde 1929 fue<br />

docente en la Universidad de Friburgo, teniendo en ese tiempo la ocasión de<br />

seguir distintos cursos con Martin Heidegger. Mientras docupaba el cargo de<br />

Director del Instituto Italiano de Estudios Humanísticos en Berlín, tuvo que huir<br />

del régimen nazi, refugiándose en Florencia. Desde 1943 al 46 fue Profesor<br />

Visitante de la Universidad de Zürich en Suiza y desde 1948 fue Profesor de la<br />

Universidad de München. En los años 50 estará en Chile, donde dejará una<br />

profunda huella. Los temas que principalmente aborda Grassi corresponden al<br />

humanismo italiano y la retórica.<br />

Interesante es la relación tanto de Jaspers como de Heidegger con<br />

Ernesto Grassi, al menos según lo que consta en el Epistolario de ambos:<br />

Grassi se acerca primero a Jaspers a comienzos del 28, y lo envía, junto con<br />

su recomendación a Heidegger, diciéndole que Grassi le ha dado una buena<br />

impresión y que ya ha leído su libro (Ser y Tiempo).<br />

Sin embargo, la impresión de Heidegger no es la misma, y se la<br />

manifiesta a Jaspers en carta del 10.2.1928:<br />

"El Sr. Dr. Grassi me causó impresión en los primeros momentos a<br />

través de su intensidad y cierta comprensión. Pero, me he puesto dudoso<br />

respecto de hasta qué punto no es ésta una naturaleza periodística que en lo<br />

fundamental anda a la caza del dernier cri".<br />

A esta alusión de Heidegger de que Grassi andaría a la caza del “último<br />

grito” (dernier cri), así como en la expresión “el último grito de la moda”,


esponde Jaspers dos días más tarde en carta del 12.2.1928, sin duda influido<br />

por la palabras de Heidegger sobre Grassi, y más aún, modificando al parecer<br />

a causa de ellas, su impresión de Grassi:<br />

"El Dr. Grassi me ha dado subsecuentemente la misma impresión que a<br />

Ud. Si uno le da el dedo chico, ya lo quiere devorar entero. Pero, igual es<br />

sorprendente cómo él logra concebir asuntos filosóficos. Él es un entrevistador<br />

brillante".<br />

204.Heidegger confirma su asistencia a las Jornadas de Davos, entre otros,<br />

porque tendrá allí la posibilidad la esquiar.<br />

Las Jornadas de Davos, en los Alpes suizos, tienen lugar en Abril de 1929, y<br />

serán sobre todo conocidas porque hubo un enfrentamiento muy fuerte entre<br />

Heidegger y el neokantiano Ernst Cassirer. De hecho, entre las muchas<br />

opiniones relativas a lo que ahí sucedió, la Sra. de Cassirer se refiere en muy<br />

malos términos a Heidegger, aduciendo que éste le causara muy mala<br />

impresión.<br />

Entre los expositores de esa Jornadas está también Rudolf Carnap y<br />

entre los muchos asistentes se encuentra Emmanuel Lévinas, que por aquel<br />

tiempo era alumno de Heidegger.<br />

El filósofo de Friburgo tuvo aquí la ocasión de deslindar su pensamiento<br />

no sólo de Ernst Cassirer, sino de la Escuela de Marburgo, de tendencia<br />

neokantiana, y él venía precisamente de haber sido catedrático de la<br />

Universidad de Marburgo. Ahora en 1929, las Jornadas de Davos, vienen a ser<br />

un anticipo de la asunción de la cátedra que hereda de Husserl en la<br />

Universidad de Friburgo. La Lección Inaugural, con ocasión de la asunción de<br />

esta cátedra es el 24 de Julio de 1929, y se titula ¿Qué es metafísica?<br />

De las Jornadas de Davos ya le había hablado Heidegger a Jaspers en<br />

carta del 21.12.1928, meses antes de que tengan lugar, contándole que ha<br />

recibido una invitación y proponiéndole que se encuentren en esas alturas. El<br />

tema es la Crítica de la razón pura de Kant y la tarea de una fundamentación<br />

de la metafísica.<br />

Ambos, Heidegger y Jaspers, se dan clara cuenta de que este tipo de<br />

eventos no hay que tomárselos muy en serio, que son algo casi meramente<br />

publicitario, y por eso Heidegger (lo que no deja de ser divertido) reconoce en<br />

su carta que él ya tan sólo en función de las salidas a esquiar confirmará su<br />

asistencia. Heidegger era muy aficionado al esquí, y precisamente en una<br />

época en la que este deporte implicaba mucho sacrificio, ya que escasamente<br />

había andariveles.<br />

Jaspers no asiste. Lo cierto es que su crónica enfermedad de “éxtasis<br />

bronquiales”, que suponía el riesgo permanente de contraer infecciones, se lo<br />

impedía categóricamente.<br />

Una vez que las Jornadas de Davos han tenido lugar, en carta del<br />

25.6.1929, después de referirse al hecho afortunado de no tener que ver más<br />

(en el momento) con preguntas en torno a llamados a las universidades, dice<br />

Heidegger:<br />

"Por otra parte - a pesar de todo lo que no fue alegre y lo que no calzaba<br />

con mi estilo - en Davos pude experimentar de manera inmediata y fuerte de<br />

que todavía tiene un sentido estar ahí; y es así como hay comprar el hecho de<br />

que se generen habladurías en torno a uno".


En estas palabras de Heidegger laten dos cosas: una que tiene que ver<br />

con el hecho de que entre él y Cassirer hubo en Davos un enfrentamiento que<br />

fue muy agresivo de parte de Heidegger, y la otra que se refiere a que Jaspers<br />

al parecer en ningún momento hizo algún ademán de ir a ese Congreso.<br />

205.Heidegger a Jaspers: "en el silencio filosofo siempre con Usted".<br />

Éstas palabras dichas por Heidegger en Abril de 1926 a su amigo Jaspers, dan<br />

cuenta no sólo de la profunda e íntima amistad que había por aquel entonces<br />

entre ambos, sino de una suerte de comunión filosófica que ambos formaban.<br />

Si pudiéramos decirlo en términos aproximativos, se trata de una amistad que<br />

es tanto “real” como filosófica – y si es que se puede diferenciar entre ambos.<br />

El año 29 la amistad de estos pensadores se mantiene y continua su<br />

marcha. Por ejemplo, en carta posterior a las “Jornadas de Davos”, que<br />

tuvieron lugar en Marzo de ese año, le dice Heidegger a su amigo una frase<br />

que no deja de conmover: "en el silencio filosofo siempre con Usted", y si nos<br />

vamos hacia atrás encontramos tanto más expresiones del mismo tenor: en<br />

carta del 24.4.1926, escrita desde su cabaña en Todtnauberg, que construyera<br />

en 1922 con ayuda de sus alumnos, le dice Heidegger a Jaspers:<br />

"Ya es profunda noche - la tormenta barre sobre las alturas, en la<br />

cabaña crujen las vigas, la vida yace pura, simple y grande para el alma. / A<br />

menudo deseo en estas horas que estuviera aquí arriba conmigo. Entretanto no<br />

comprendo que allá abajo se pueda jugar unos papeles tan singulares".<br />

¡Qué bello pasaje! Es uno de los más conmovedores, como que en él<br />

está todo contenido y en una particular tensión, me refiero a lo que habrá de<br />

sobrevenir años más tarde. Es precisamente a Heidegger, al modo de una<br />

ironía del destino, que le tocará nada menos que ocupar un papel muy singular<br />

“allá abajo”, y ello a causa del lamentable error político de su adhesión al<br />

nacional-socialismo. Y ese papel que jugará le costará 5 años más tarde, a la<br />

altura de 1934, la amistad con su íntimo amigo Jaspers.<br />

Mas, de momento no hay todavía ni un solo pálpito de lo que<br />

sobrevendrá y que afectará tanto sus vidas, las de su país como de Europa<br />

entera y gran parte del mundo. Aún está el mundo en calma, si bien sin duda<br />

en el año 29 ya está la incertidumbre de lo que viene flotando en el ambiente.<br />

El pasaje de la carta de Heidegger que dice “Entretanto no comprendo<br />

que allá abajo se pueda jugar unos papeles tan singulares", cabe agregar que<br />

resulta particularmente decidor para la compleja relación entre filosofía y<br />

acción. ¿Hasta qué punto y hasta dónde le corresponde al filósofo actuar,<br />

asumir alguno de esos roles de “allá abajo”?<br />

En entrevista de Frederic de Towarnicki y de Jean-Michel Palnier,<br />

publicada en 1969 (bajo el título “Conversación” en el sitio www.heidegger en<br />

castellano) a la pregunta de Palnier:<br />

“Se le ha reprochado algunas veces la distancia que parece tomar en<br />

relación con los sucesos de la historia mundial”,<br />

Heidegger contesta:<br />

“El pensamiento está siempre un poco solitario. Cuando se lo<br />

compromete se lo puede desviar. Le diré una cosa. Lo aprendí en 1933 durante<br />

mi rectorado, en un momento trágico de la historia alemana. Me sentí<br />

engañado. ¿Un filósofo comprometido es aún filósofo? La manera como la


filosofía realmente actúa sobre los hombres y la historia, el filósofo mismo ¿qué<br />

sabe de ello? La filosofía no se deja organizar”.<br />

206.De cómo Jaspers recibió la obra Ser y tiempo de Heidegger.<br />

En carta del primero de Mayo de 1927 le agradece Karl Jaspers a su amigo<br />

Martin Heidegger el envío que le ha hecho la Editorial Max Niemeyer de la que<br />

sería en definitiva la obra mayor de este pensador - Ser y tiempo -.<br />

En esta carta se hace alusión a la "sociedad (o comunidad) de lucha"<br />

("Kampfgemeinschaft") que ambos se han propuesto formar, y en el sentido de<br />

esa amistad y comunidad entre ambos dice el pensador de Heidelberg<br />

refiriéndose a Ser y tiempo:<br />

"Todavía no he podido leerlo nuevamente, lo he ojeado nada más y he<br />

leído por encima algunas páginas. Me siento como en Navidad: como si<br />

hubiéramos escalado una nueva meseta, en la que todavía no nos podemos<br />

habituar; por eso la comunidad en orígenes todavía no formulados, y la<br />

divergencia, incluso el asombro recíproco de los primeros movimientos y la<br />

orientación todavía medio a ciegas, que cada uno ha hecho".<br />

Es decir, con el libro recién recibido - probablemente el libro de filosofía<br />

que más impacto ha ocasionado en el siglo XX -, y que recién está ojeando,<br />

Jaspers hace un comentario de admiración por la obra lograda y deja entrever<br />

que la amistad alcanza con ello una nueva meseta a la que hay que habituarse<br />

todavía.<br />

Mas, esta íntima y maravillosa amistad que más adelante habrá de<br />

quebrarse, pero que hasta ahora ha ido en ascenso, supone Jaspers en su<br />

Autobiografía filosófica que como a él no lo motivó mucho Ser y tiempo, no<br />

haciendo mayores comentarios (supongamos una Reseña, como la que había<br />

hecho Heidegger sobre su Psicología de las concepciones de mundo), habría<br />

en ello un primer distanciamiento de parte de su amigo. Incluso relativamente a<br />

una nueva edición de su Psicología de las concepciones de mundo Jaspers<br />

reconoce no haberse interesado mayormente por la interpretación de<br />

Heidegger, ya que le parecía un tanto fuera de lugar. Pero dejemos que sea el<br />

propio Jaspers que hable:<br />

"La aparición de "Ser y tiempo" (1927) de Heidegger no trajo consigo<br />

una profundización, sino más bien una superficialización de nuestra relación,<br />

sin que yo entonces lo notara. Reaccioné sin estar propiamente interesado,<br />

como años atrás en relación a su crítica a mi Psicología de las concepciones.<br />

Ya en 1922 me había leído Heidegger algunas páginas de un manuscrito de<br />

ese tiempo. Me parecía incomprensible. Yo incitaba a un modo de expresión<br />

natural. Heidegger dijo ocasionalmente más tarde que él estaba mucho más<br />

avanzado y que lo anterior ya había sido superado, y que algo resultaría. Sobre<br />

el contenido del libro aparecido en 1927 no supe nunca nada antes. Ahora veía<br />

una obra que causaba inmediatamente impresión por la intensidad de la<br />

elaboración, la construcción de la conceptualización, lo certero de un uso<br />

lingüístico a menudo iluminador. Mas, a pesar del brillo de su potente análisis<br />

me parecía improductiva para aquello que yo filosóficamente buscaba".<br />

Es decir, estamos ante una amistad que tiene aquí un primer traspié.<br />

Quizás algo de ello late en la carta de Jaspers ya citada, alusiva a esa<br />

sensación de haber escalado hasta una nueva meseta, pero sin saber bien<br />

donde se encuentran ambos. Y, como observamos, este primer traspié es


estrictamente filosófico, y tiene que ver con cierta extrañeza que siente Jaspers<br />

ante la gran obra de su amigo.<br />

207.Jaspers a Heidegger: “Desde tiempos inmemoriales le he escuchado a Ud.<br />

hoy como a nadie”.<br />

De alguna manera cuando Jaspers recibió la opera magna de su amigo Martin<br />

Heidegger, Ser y tiempo, visiblemente no le provocó mayor entusiasmo, y esto<br />

que sucedió el primero de Mayo de 1927 puede, hasta cierto punto,<br />

considerarse como el primer traspié en esta bella amistad.<br />

Leemos a propósito de esto en la Autobiografía de Jaspers:<br />

"Yo me alegraba por la obra del hombre ligado conmigo, pero estaba<br />

desanimado de leerla, quedaba pronto estancado, porque el estilo, el contenido<br />

o el modo de pensar no me hablaban. Percibía además al libro no como algo<br />

contra lo cual tenía que pensar, con el cual tenía que enfrentarme. A diferencia<br />

de las conversaciones con Heidegger, desde allí no provenía ningún impulso. /<br />

Heidegger tenía que estar desilusionado. Yo no le brindaba, como mayor que<br />

era, el servicio de una lectura radical y crítica, estando imbuido en el trabajo<br />

completamente demandante de mi filosofar, así como él como joven había<br />

puesto de relieve su propio pensamiento de cara a mi 'Psicología de las<br />

concepciones de mundo'. De modo comprensible tuvo ello una<br />

correspondencia con el hecho de que por su parte él no mostrara ningún<br />

interés por mis publicaciones posteriores".<br />

Mas, no obstante estas consideraciones posteriores de Jaspers<br />

expuestas en su Autobiografía filosófica, a la altura de 1929 la amistad entre<br />

ambos se mantiene incólume.<br />

En carta del 25.2.28, fechada en Marburgo, le cuenta Heidegger a su<br />

amigo que ha recibido un llamado de la Universidad de Friburgo, y que ha sido<br />

propuesto como unico loco (lo que suena muy divertido en castellano) y se<br />

refiere al hecho de que ha sido propuesto como el único candidato (único lugar)<br />

posible para ocupar una cátedra, en este caso, la de Husserl.<br />

La nueva cátedra la habrá de asumir con su Lección Inaugural que<br />

corresponde a lo que hoy conocemos como ¿Qué es metafísica?<br />

Y es así como más de un año después, en carta del 18.10.29, esta vez<br />

fechada en Friburgo, Heidegger le comunica a Jaspers que ha sido invitado por<br />

la Universidad de Heidelberg a dictar en Diciembre una Conferencia, y que él<br />

se propone hablar sobre el mismo tema de su Lección Inaugural (es decir,<br />

principalmente sobre la nada).<br />

Una vez que se ha llevado a cabo esta Conferencia le dice Jaspers a<br />

Heidegger en carta del 5.12.29:<br />

"Desde tiempos inmemoriales le he escuchado a Ud. hoy como a nadie.<br />

Como en el aire puro me sentía extraordinariamente bien en ese ininterrumpido<br />

trascender",<br />

y termina diciendo:<br />

"¡Todavía se filosofa!"<br />

208.Heidegger a Jaspers: “Ayer por la tarde recibí telegráficamente desde el<br />

cielo azul un llamado a Berlin”.


Tal vez no sería exagerado decir que Martin Heidegger, junto con ser uno de<br />

los más grandes pensadores del siglo XX, es también una de las figuras más<br />

enigmáticas de ese siglo. Por de pronto, una de las cosas que llama la atención<br />

es su casi nula concesión de entrevistas, a pesar del asedio de periodistas e<br />

interesados cuando ya era una figura de renombre mundial. Heidegger<br />

concedió tres entrevistas: una a Jean-Michel Palnier, otra a Richard Wisser y<br />

una tercera a la Revista “Der Spiegel”, con la condición de que esta última<br />

fuera publicada de manera póstuma, y de hecho la revista la publicó en el<br />

número posterior a la muerte de Heidegger, acaecida en 1976.<br />

Sin duda uno de los hechos que remarca esta enigmaticidad del<br />

pensador es todo lo que circunda al llamado que recibiera de la Universidad de<br />

Berlín en 1930 a ocupar la cátedra más importante de Alemania, la cátedra de<br />

Hegel y Schelling.<br />

Con el sistema de llamados que caracteriza a la universidad alemana,<br />

Heidegger, antes de este llamado a la Universidad de Berlín, había recibido<br />

otros dos anteriores: primero a la Universidad de Marburgo y posteriormente a<br />

la Universidad de Friburgo. Apenas ha recibido el llamado de Berlín se lo<br />

comunica a su amigo Jaspers en carta del 29 de Marzo de 1930 en los<br />

siguientes términos entusiastas y divertidos:<br />

"Ayer por la tarde recibí telegráficamente desde el cielo azul un llamado<br />

a Berlin".<br />

Y ocurre que el mismo día 29.3.30 Jaspers le escribe a su amigo<br />

felicitándolo por ese llamado, del cual se ha enterado por la prensa (parece que<br />

las cartas se cruzaron):<br />

"Recién leía en el diario que Ud. ha recibido un llamado a Berlin. Lo<br />

felicito de corazón. Sobre Ud. ha caído no solamente el más grande honor que<br />

le puede ser otorgado a un filósofo universitario, sino que además pasa a<br />

ocupar el puesto más visible y experimentará y elaborará con ello nuevos<br />

impulsos hasta ahora no conocidos en su filosofar. No hay mejor oportunidad".<br />

No hay que olvidar el máximo prestigio de ésta, la cátedra más<br />

importante de Alemania, y es por ello también que lo que sigue en la carta de<br />

Jaspers corresponde a un noble reconocimiento personal:<br />

"Que alguna vez yo también albergué la expectativa de Berlin, me hace<br />

sentir un leve dolor. Pero él es el más pequeño posible, porque Ud. ha recibido<br />

este llamado. Porque la conciencia de que una vez ocurre lo recto y que en ese<br />

instante es inobjetable y justo que Ud. asuma esta posibilidad de acción,<br />

constituye una alegría tan afirmativa que el dolor obra como algo muy personal,<br />

privado y tranquilo, comenzando a desaparecer ya en el origen mismo. /<br />

¿Podré hablar con Ud. ahora en sus viajes berlineses? Me alegraría que ello<br />

fuera posible, gracias a sus disposiciones".<br />

209.Heidegger rechaza el llamado a la Universidad de Berlín.<br />

El 29 de Marzo de 1930 le comunicaba Heidegger a su íntimo amigo Jaspers la<br />

siguiente noticia en términos exultantes de entusiasmo, lo siguiente:<br />

"Ayer por la tarde recibí telegráficamente desde el cielo azul un llamado<br />

a Berlin".<br />

Jaspers se alegra por la noticia de poder obtener la cátedra más<br />

importante de Alemania, en cierto modo, la cátedra desde la cual Heidegger


tendrá la posibilidad de hablarle a toda la Academia filosófica alemana, y así se<br />

lo comunica a Heidegger.<br />

Pero luego viene lo que tiene que haber sido muy impresionante para<br />

Jaspers y para todo el mundo académico alemán de la época: Heidegger,<br />

después de menos de dos meses, rechaza ésa, la cátedra más apetecida de<br />

Alemania, lo cual se lo comunica a su amigo de Heidelberg en carta del<br />

17.5.30, la cual dice así:<br />

"¡Querido Jaspers! / Novedades no tengo para comunicarle y decirle<br />

solamente lo que ya le he confiado, a partir de los sentimientos de amistad.<br />

Hace algunos días he rechazado el llamado a Berlin".<br />

Luego aparecerá el bello y conmovedor escrito ¿Por qué permanecemos<br />

en la provincia? que culmina con un rechazo rotundo (diciendo<br />

"irrevocablemente no") al "llamado" que le hiciera la Universidad de Berlin. En<br />

ese texto, con el fin de exponer los motivos de "permanecer en la provincia", y<br />

tras describir su habitat en la cabaña de Todtnauberg, dice:<br />

"Este es mi mundo de trabajo visto con los ojos mirones del huésped o<br />

del veraneante. Yo mismo nunca miro realmente el paisaje. Siento su<br />

transformación continua, de día y de noche, en el gran ir y venir de las<br />

estaciones. La pesadez de la montaña y la dureza de la roca primitiva, el<br />

contenido crecer de los abetos, la gala luminosa y sencilla de los prados<br />

florecientes, el murmullo del arroyo de la montaña en la vasta noche del otoño,<br />

la austera sencillez de los llanos totalmente recubiertos de nieve, todo esto se<br />

apiña y se agolpa y vibra allá arriba a través de la existencia diaria".<br />

A mi juicio, uno de los <strong>pensamientos</strong> más lúcidos y profundos del<br />

pensador de la Selva Negra es lo que concierne al habitar, como habitamos el<br />

mundo y la posibilidad de un habitar genuino, así como en particular lo<br />

desarrolla en Construir habitar pensar, y notemos como a propósito del pasaje<br />

recién citado, diríamos que el habitar es verdaderamente genuino cuando en<br />

cierto modo nos hacemos unos con el entorno. Por eso dice: “Yo mismo nunca<br />

miro realmente el paisaje. Siento su transformación continua, de día y de<br />

noche, en el gran ir y venir de las estaciones”.<br />

Y luego esa misma impresión sobrecogedora de la naturaleza en su<br />

invitación a filosofar:<br />

"Cuando en la profunda noche del invierno una ronca tormenta de nieve<br />

brama sacudiéndose en torno del albergue y oscurece y oculta todo, entonces<br />

es la hora propicia de la filosofía. Su preguntar debe entonces tornarse sencillo<br />

y esencial. La elaboración de cada pensamiento no puede ser sino ardua y<br />

severa. El esfuerzo por acuñar las palabras se parece a la resistencia de los<br />

enhiestos abetos contra la tormenta" (op. cit., p. 2).<br />

210.El planeta Tierra cada vez más chico.<br />

Recuerdo que en los años 60 todavía había una sensación de lo<br />

inconmensurable del planeta, de algo a la vez que inmenso, enigmático.<br />

Pues bien, ha sucedido y de manera impresionante que nuestro planeta,<br />

nuestra casa, se ha ido achicando, hasta el punto que da la impresión de que<br />

hoy lo vemos como a través de un efecto “zoom”, como que no fuera más<br />

grande que una pelota de fútbol. Seguramente que en ello influye el hecho de<br />

que nos hemos ido acercando cada vez más, no sólo los continentes, sino los<br />

países, las razas, las culturas. Nos embarcamos en un avión y en unas horas


estamos en África, en el Lejano Oriente, en la Polinesia. Pero también a través<br />

del programa de Internet, el “Google Earth”, nos permite recorrer el planeta<br />

completo, visitar las pirámides de Egipto la Muralla China o Isla de Pascua, a<br />

través de las fotos satelitales. Además sucede que al planeta con sus distintas<br />

latitudes y realidades políticas, económicas y culturales lo vemos en la<br />

televisión, en lo cual se presenta de manera instantánea lo que sucede aquí y<br />

en las antípodas del globo terráqueo.<br />

En cierto modo, podemos decir que, junto con lo expresado<br />

anteriormente, ha sucedido que al planeta lo hemos objetualizado cada vez<br />

más, lo vemos como en un plano o en el eje de las coordenadas.<br />

Mas, que la Tierra termine siendo casi como una pelota de futbol o tal<br />

vez de golf, es algo de larga data. Podríamos decir que comienza<br />

especialmente con los viajes de ultramar de la época del renacimiento. Con la<br />

modernidad asistimos a una configuración de la imagen de mundo. Así lo<br />

piensa Martin Heidegger en un texto que se llama precisamente La época de la<br />

imagen de mundo, de 1938. Escuchemos algo de lo que nos dice allí:<br />

“El fenómeno fundamental de la Edad Moderna es la conquista del<br />

mundo como imagen. La palabra imagen significa ahora la configuración de la<br />

producción representadora. En ella, el hombre lucha por alcanzar la posición en<br />

que puede llegar a ser aquel ente que da la medida a todo ente y que pone<br />

todas las normas”.<br />

Y a propósito de cómo la Tierra se ha vuelto cada vez más pequeña,<br />

podemos ver con Heidegger como eso va aparejado con la impresión de lo<br />

gigantesco, y esto último suscitado especialmente por los avances científicotecnológicos.<br />

Escuchemos nuevamente al pensador de la Selva Negra<br />

hablando por de pronto del proceso que comienza a vivirse en la modernidad<br />

de contrastar y confrontar distintas visiones de mundo:<br />

“Una señal que evidencia este proceso es que en todas partes aparece<br />

lo gigantesco bajo las formas y disfraces más diversos. Por ejemplo, lo<br />

gigantesco se muestra en el sentido de lo cada vez más pequeño. Estamos<br />

pensando en las cifras de la física atómica. Lo gigantesco se afirma bajo una<br />

forma que precisamente parece hacerlo desaparecer: en la aniquilación de las<br />

grandes distancias gracias al avión, en la representación en toda su<br />

cotidianeidad, producida a placer y sin ningún esfuerzo, de mundos extraños y<br />

lejanos gracias a la radio”.<br />

211.Los problemas ecológicos vistos desde la filosofía.<br />

Arranquemos en esta reflexión de lo siguiente: vemos, cada cual ve, mira,<br />

observa, salvo naturalmente quien es ciego. Mas, para que veamos, el cosmos<br />

ha tenido que evolucionar hasta tal punto para que sea posible que ciertos<br />

entes – insectos, peces, animales y hasta el ser humano – vean, es decir que<br />

puedan, por decirlo así, llevar cierto registro de lo que hay en derredor. En una<br />

etapa posterior supuestamente ese registro visual estos entes, estos seres<br />

vivos, han podido retenerlo, para poder recordarlo. Mas, en rigor todo esto lo ha<br />

hecho el cosmos, y literalmente se cumple que si nosotros vemos, si un pez o<br />

un insecto ven, es el cosmos el que ve a través de ellos. No puede ser otra<br />

manera. Nada más podría agregarse al respecto. Ciertamente que lo que cada<br />

cual ve, y en el caso del ser humano, cómo lo interpreta, esto depende<br />

precisamente de cada uno, mas no el acto de ver. Éste no lo hemos creado ni


producido nosotros. Nacemos con la capacidad de ver, oir, sentir, recordar,<br />

imaginar, pensar, soñar, y nada de eso lo hacemos nosotros, sino que es parte<br />

de la gran “fábrica” que es el cosmos, la naturaleza, el universo o el ser – sin<br />

que tenga mayor importancia en este contexto cómo llamamos a aquello. Y,<br />

como decimos, en cuanto al acto de ver, oir, sentir y hasta recordar, imaginar,<br />

pensar y soñar, no lo hacemos nosotros, sino que es el cosmos el que lo<br />

realiza a través nuestro, siendo ello parte de su propia evolución.<br />

Este pensamiento fue determinante en la filosofía occidental con motivo<br />

del surgimiento de una nueva corriente filosófica: el idealismo alemán. Fichte<br />

sostiene: si yo pienso, ello piensa por mí. Y ese “ello” es precisamente el ser o<br />

universo. Lo propio del idealismo alemán – y a Fichte le seguirán Schelling y<br />

Hegel – es convertir el sujeto humano cartesiano-kantiano, el sujeto que<br />

precisamente estaba en juego en el pensamiento de Descartes o de Kant, en<br />

un sujeto universal.<br />

Mas, luego la filosofía posterior al idealismo alemán se olvidó de ello y<br />

las preocupaciones filosóficas pasaron a ser otras. En todo caso, con Jaspers y<br />

Heidegger se retoman algunas de esas cuestiones que estuvieron en juego en<br />

el idealismo alemán.<br />

Pero, cabe reconocer que en aquello olvidado había algo crucial y<br />

decisivo, y que podríamos describir así: somos nada más que hijos del<br />

inconmensurable cosmos. Por lo demás esta intuición, según lo muestra Mircea<br />

Eliade, ya la tenía el hombre arcaico con su creencia en un anima mundi, un<br />

alma del mundo, de la cual simplemente formamos parte.<br />

Por otro lado, es probable que el cosmos, al evolucionar y comenzar a<br />

ver, oir, pensar, y demás, lo haga no sólo a través nuestro, sino de cientos de<br />

miles de millones de otros posibles seres tan concientes y al menos tan<br />

inteligentes como nosotros, y con los cuales supuestamente todavía no nos<br />

contacatamos, y que poblarían también miles de millones de planetas similares<br />

al nuestro.<br />

Sin embargo, el sujeto moderno se experimenta y se autoafirma<br />

fundamentalmene en la separación, en la escisión, en la fisión sujeto-objeto,<br />

por lo tanto ve al objeto, como algo que se le opone, lo cual involucra a los<br />

fenómenos y al entorno.<br />

Filosóficamente podríamos decir entonces que hemos depredado el<br />

medio-ambiente hasta llegar a ser incluso en parte causantes del calentamiento<br />

global, porque nos hemos olvidado de que somos nada más que hijos del<br />

cosmos, no menos que la hoja, la ola o la nube, y en esto, aparte de la filosofía,<br />

la sabiduría del hombre arcaico tiene mucho que enseñarnos.<br />

212.Heidegger prefiere permanecer en la provincia.<br />

El rechazo que hiciera Martin Heidegger del llamado a la Universidad de Berlín,<br />

desistiendo con ello de pasar a ocupar la principal cátedra de las universidades<br />

alemanas tuvo que ver con su decisión de “permanecer en la provincia”. Así lo<br />

constatamos a través de un opúsculo con este propósito que se llama<br />

precisamente Por qué permanecemos en la provincia. Ahí en la provincia<br />

Heidegger está arraigado en la Selva Negra, en su cabaña de Todtnauberg,<br />

rodeado de abetos, de la copiosa nieve invernal, de los vientos que braman en<br />

la noche, de las tormentas eléctricas, de los viejos leñadores que fuman la pipa<br />

en silencio alrededor de una fogata.


Jaspers, cuando recibió la noticia de que Heidegger habría recibido un<br />

llamado de la Universidad de Berlin para ocupar la que en definitiva es la<br />

cátedra de Hegel y Schelling, felicitó a su amigo y le deseó lo mejor. Al propio<br />

Jaspers, hasta lo conmueve este ofrecimiento que ha recibido porque él mismo<br />

reconoce (y muy noblemente) en una carta haber añorado él mismo esa<br />

cátedra. Pero cuál sería su sorpresa cuando un par de meses más tarde<br />

Heidegger rechazaba el ofrecimiento.<br />

Posteriormente, en carta del 17.5.30 se advierte lo molesto que ha<br />

quedado Heidegger con todo el asunto que ha rodeado al llamado de Berlin.<br />

Repitiendo primero algunas revelaciones que le hiciera el Ministro del Estado<br />

Federal de Baden, le cuenta a Jaspers algunos entretelones del llamado,<br />

descalificando de paso a dos de los más destacados filósofos de la época.<br />

Escuchemos:<br />

"La facultad había propuesto unico loco /candidato único/ a Cassirer,<br />

rechazado a Hartmann y "designado" a mí, pero manifestando dudas relativas<br />

a la juventud, y demás. / Se quería de este modo agregar a los cuatro<br />

mediocres y deficientes un quinto inofensivo".<br />

(No sabemos a quienes se refieren los otros dos, aparte de Ernst<br />

Cassirer y Nicolai Hartmann).<br />

Y, si bien Jaspers ha instado primero a su amigo a que acepte la<br />

mentada cátedra, tras el rechazo de Heidegger, tiende de todos modos a<br />

justificar su decisión, pensando en lo importante que ha de ser para su amigo<br />

"permanecer en la provincia", en los alrededores de su tierra natal. Pero, al<br />

mismo tiempo, manifiesta su preocupación por lo que en ese momento sucede<br />

con la universidad en Alemania. En ese sentido, se advierte en él algo<br />

visionario, porque lo que vendrá en no mucho tiempo más con el nacionalsocialismo,<br />

va a ser una reestruturación radical de la universidad.<br />

Teniendo estas consideraciones en mente, leamos el siguiente pasaje<br />

de su carta del 24.5.30 dirigida a Heidegger:<br />

"Su rechazo definitivo me ha motivado nuevamente. Con posterioridad lo<br />

entiendo. La certidumbre de su resolución no deja asomar alguna duda<br />

respecto de que Ud. ha elegido rectamente. Lo que filosóficamente todavía<br />

dormita en Ud. y que sólo es perceptible para Ud. mismo, puede salir a luz<br />

mejor aquí en el sur en uno de los oasis del desierto presente. A pesar de ello,<br />

estimo que no es indiferente el hecho de que el filosofar no se realice en Berlin,<br />

en atención a la realidad actual. Hay en ello una renuncia y un llamado, cuyo<br />

último significado todavía no comprendo. Resultará algo bueno de ello. Le<br />

deseo lo mejor para su trabajo sobre la base de la razón tan decididamente<br />

asumida por Ud. / De momento tiene su decisión una significación objetiva para<br />

nuestra universidad alemana. Porque para muchos será algo sugestivo: Berlin<br />

baja en valor, las pequeñas universidades suben. No creo que eso se olvide<br />

rápidamente".<br />

213.Jaspers a Heidegger: filosofemos y así evitaremos el solipsismo<br />

característico de la filosofía.<br />

Que Jaspers y Heidegger se hayan propuesto formar una “sociedad de lucha”<br />

constituye una apuesta por lograr algo que es esencial a la filosofía: la<br />

comunicación, la que, sin embargo, visiblemente en los medios filosóficos tan


penosamente se olvida, optando más bien por el camino solipsista, palabra<br />

que, como bien sabemos, significa etimológicamente ‘sólo yo mismo’.<br />

Luego en carta de mayo del 30, y volviendo sobre la antigua proposición,<br />

y habría que decir, el sueño albergado y añorado por ambos, de la formación<br />

de una "sociedad de lucha", Jaspers expresa su anhelo de que Heidegger<br />

pudiera interesarse por Heidelberg, donde él enseña, y así en atención al<br />

supuesto de estar juntos, se refiere incluso a la posibilidad de una verficación<br />

de la filosofía de la existencia, por él mismo fundada (y que posteriormente se<br />

llamó ‘existencialismo’. Dice ahí Jaspers que:<br />

"Se decidiría si ambos estamos condiciones de filosofar, incluso en una<br />

discusión radical, o de seguir el viejo camino solipsista, como el que siempre se<br />

ha dado en las universidades: donde ha habido solamente polémica, pero<br />

nunca realización, y donde nadie "se acerca mucho a otro". Sería para nosotros<br />

como una verificación de la filosofía de la existencia, que no se la ha podido<br />

derechamente querer y hacer. Si acaso en la situación de la opinión pública<br />

resultara un movimiento a realizar a lo largo de unos años, habría entonces en<br />

el filosofar una nueva apelación y una verificación para los otros que verían que<br />

esto, que es realidad, se puede llevar a cabo. Si esto no resulta, así habría un<br />

dolor de especie singular para mí y creo que también para Ud."<br />

Jaspers confiesa por último como en todo lo que se refiere a estos<br />

grandes proyectos la salud no lo acompaña, sumándose a ello aun el temor de<br />

que su vida será probablemente muy corta (lo que a fin de cuentas, por suerte,<br />

no se cumplió). En todo caso el Doctor Albert Fraenkel le había pronosticado<br />

pocos años de vida.<br />

Lo cierto es que en todo este primer periodo de la amistad entre estos<br />

dos grandes pensadores (ya han pasado diez años desde que se conocieran<br />

con motivo del cumpleaños de Husserl, el 8.4.1920), los gestos de amistad son,<br />

según reconoce el propio Jaspers por lo demás, más nítidos y manifiestos en<br />

Heidegger hacia su amigo, que no al revés.<br />

Por ejemplo, algo así se hace patente en lo relativo a la recepción de las<br />

obras mayores de cada uno que se han hecho enviar recíprocamente: Ser y<br />

tiempo de Heidegger recibido en 1927 y Filosofía, recibido por Heidegger en<br />

Diciembre del 31. La recepción de Ser y tiempo fue bastante parca por parte de<br />

Jaspers, y que él supone incluso que ello habría suscitado un primer<br />

alejamiento de Heidegger.<br />

En contraste con ello veamos como Heidegger recibe Filosofía, de la que<br />

reconoce haber leído hasta ahora los finales de "Metafísica", su Parte final. De<br />

ello trata su carta del 20.12.31, donde dice respecto a su magna obra:<br />

"Lo esencial es que finalmente hoy en la filosofía con su obra hay algo<br />

allí que es insoslayable y total. Ud. habla desde la actitud clara y decisiva del<br />

vencedor y desde la riqueza de lo probado existencialmente. / La obra traerá a<br />

luz la falta de fuerza oculta de los débiles y de los apenas diestros, hará<br />

modestos a todos los que genuinamente anhelan, pero que son pequeños, y<br />

dotará de alas a todos los que somos desconocidos y que hemos recibido un<br />

designio".<br />

214.“Ojalá pudiera encontrarlo en los valles elevados en una esquina del<br />

bosque".


En 1930 Martin Heidegger es llamado a ocupar la principal cátedra de la<br />

Universidad de Berlin, la más importante en Alemania, la cátedra que fuera de<br />

Hegel y Schelling, y lo más insólito para todo el mundo en su época fue que al<br />

cabo de dos meses la rechazara. Lo cierto es que, contra todo el brillo, el<br />

reconocimiento y el prestigio, él simplemente prefiere permanecer en la<br />

provincia, no perder la oportunidad de viajar todas las veces que pueda de<br />

Friburgo a su cabaña de Todtnauberg, situada en plena Selva Negra, y a unos<br />

80 Kms. de ciudad universitaria. En todo caso, Heidegger piensa que quien<br />

sería el más apropiado para ocupar esa cátedra es su íntimo amigo Karl<br />

Jaspers, quien a la sazón es a su vez caterdrático en la Universidad de<br />

Heidelberg. Una vez que el pensador de Friburgo ha recibido una de las obras<br />

principales de Jaspers – Filosofía – y refiriéndose al hecho de que sería<br />

Jaspers el llamado a ocupar la cátedra de Berlin, continúa Heidegger en este<br />

notable reconocimiento del valor de su amigo:<br />

"Ud. posee ahora no únicamente el suelo, los horizontes más<br />

enriquecidos y la seguridad de la posición, sino también la definida valentía,<br />

para estar realmente de pie allí",<br />

agregando después:<br />

"Que la alegre distensión dinámica tras haber completado este camino<br />

constituya una preparación del segundo camino hacia la genuina opinión<br />

pública del conductor "sabio" y guardián".<br />

Finalmente se expresa una vez más el Heidegger, que cual Nietzsche,<br />

está siempre viendo las realidades mundanales desde la lejanía de un filósofo,<br />

amigo de los leñadores y campechanos que fuman la pipa en silencio bajo el<br />

cielo estrellado, diciendo estar espantado con el éxito "dudoso" de Ser y<br />

tiempo, haciendo alusión al "parloteo heideggeriano", y confesando haberse<br />

atrevido con algo que sobrepasa su "fuerza existencial", agregando a ello que:<br />

"Desde entonces existo en el rol de un cuidador en una galería que, ente<br />

otros, tiene que prestar atención a que la cortinas de las ventanas se levanten y<br />

bajen de la manera correcta, para que las pocas grandes obras de la tradición<br />

tengan una iluminación más o menos adecuada para los espectadores<br />

ocasionales".<br />

Dice además que:<br />

"Como medio suabo estoy también en la edad de los suabos, en la que<br />

se vuelve uno suficientemente prudente para saber lo que puede y debe y lo<br />

que no",<br />

para terminar manifestando sus preferencias que nunca acaba de<br />

subrayar por la cabaña de Todtnauberg y todo lo que se puede vivir allí; dice,<br />

refiriéndose a su familia:<br />

"Mañana nos vamos a la cabaña por todos los días feriados /de<br />

navidad/. Luego habrá nuevamente tormenta de nieve y el aullar de los zorros<br />

en el bosque nevado y el alto cielo nocturno y las caminatas solitarias por los<br />

valles serenos".<br />

En la respuesta del 24.12.31 a esta carta le dirá Jaspers:<br />

"En su cabaña estará incomparablemente bien. Ojalá pudiera<br />

encontrarlo en los valles elevados en una esquina del bosque".<br />

215.Una amistad atravesada por el acontecer político de la Alemania de 1933.


El acontecer histórico-nacional y mundial no es ajeno a la vida de las personas,<br />

y menos cuando éstas son figuras públicas. Esto la verdad es que se puede<br />

aplicar a cualquier nación. Mas, cuando sucede que se desarrolla en un país un<br />

movimiento como el nacional-socialismo, de índole totalitaria, y sobre todo<br />

cuando éste llega a ostentar el poder, entonces la sociedad completa, cada uno<br />

de sus miembros, está obligada a alinearse con el regimen o sufrir las<br />

consecuencias. Y esto por supuesto que, especialmente a los filósofos Martin<br />

Heidegger y Karl Jaspers tenía que afectarlos, en uno u otro sentido, no sólo<br />

como personas y especialmente, en lo que a ambos concierne, en cuanto a su<br />

amistad, sino también en su quehacer filosófico.<br />

Se trata de que con el nacional-socialismo se está iniciando en la patria<br />

común de estos pensadores una de las transformaciones más radicales de la<br />

sociedad alemana, y nadie puede quedar al margen de ello. El momento crítico,<br />

el punto de inflexión de esta situación viene a ser Marzo de 1933, cuando Hitler<br />

asume el poder total.<br />

En carta del 3.4.33 le manifiesta Heidegger a su amigo de Heidelberg su<br />

preocupación por la influencia que pueden tener los acontecimientos políticos<br />

en la transformación de la universidad alemana. En ella se refiere al filósofo,<br />

que fuera nacional-socialista Alfred Baumler y al pedagogo Ernst Krieck,<br />

también nacional-socialista, profesor ordinario en la Universidad de Heidelberg<br />

y desde 1937 Rector de esa Universidad, bajo cuyo mandato Jaspers fue<br />

expulsado de ese plantel. Baumler y Krieck influyeron poderosamente en la<br />

filosofía política nacional-socialista. La alusión de Heidegger a ambos es en el<br />

sentido de que de ellos sería esperable algún esclarecimiento de lo que<br />

ocurrirá con la universidad en Alemania, pero que hasta ahora no ha habido<br />

ninguno.<br />

Especialmente con Krieck Heidegger entrará en una enemistad total, y<br />

ello fundamentalmente debido a los ataques que le hiciera Krieck en la Revista<br />

de tendencia nacional-socialista "Pueblo en gestación" ("Volk im Werden"),<br />

donde tilda a Heidegger como uno de aquellos "que trabajan secretamente en<br />

una destrucción del movimiento innovador nacional-socialista", agregando<br />

además que las fuentes de su pensar "no han sido siempre precisamente<br />

germánicas" y que en su pensar se refleja "el pensamiento del judío contrario a<br />

la especie /artfremd/" (p. 255).<br />

Mas, todo eso sucederá un año después de la carta de abril del 33 que<br />

ahora comentamos. En ella percibimos en su parte final como ya se insinúa la<br />

visión política de Heidegger, lamentablemente identificada con el nazismo. Dice<br />

Heidegger:<br />

"Así de cuestionable que muchas cosas parezcan, así percibo siempre<br />

más que estamos creciendo en una nueva realidad y que una edad se ha<br />

vuelto vieja. / Todo depende si preparamos para la filosofía el lugar adecuado<br />

para el ataque y le ayudamos a dar con la palabra".<br />

216.En torno al momento de quiebre de la amistad entre Heidegger y Jaspers.<br />

El quiebre de la amistad entre Jaspers y Heidegger se debe a lo que<br />

podríamos llamar "error político" de Heidegger: el haber adherido al nacionalsocialismo.<br />

Pero, claro está, no tan sólo es éste un error político, sino también<br />

un "error filosófico", dado que la filosofía tiene una profunda relación con las<br />

concepciones de mundo que se tiene en una época.


En Marzo de 1933 hace Heidegger la que habría de ser su última larga<br />

estadía en la casa de Jaspers en Heidelberg, en su casa de la Plöckstrasse 66.<br />

En su Autobiografía filosófica dirá 20 años tarde Jaspers sobre este encuentro<br />

lo siguiente:<br />

"A fines de marzo de 1933 estuvo Heidegger por última vez para una<br />

larga estadía donde nosotros. A pesar del nacional-socialismo triunfal de las<br />

elecciones de marzo, conversamos como antes. Él compró para mí un disco de<br />

música litúrgica gregoriana que ambos escuchamos. Más rápido que lo<br />

planificado Heidegger tuvo que partir. 'Hay que ubicarse /einschalten/, dijo él, a<br />

propósito del rápido desarrollo de la realidad nacional-socialista. Yo me<br />

sorprendí y no pregunté nada".<br />

El 21 de abril de 1933 Heidegger es designado el primer Rector<br />

nacional-socialista de una universidad alemana. En carta del 25.5.33 anuncia<br />

Heidegger visita a Jaspers. Esta visita se debe a que ha sido invitado por el<br />

Centro de Estudiantes de la Universidad de Heidelberg de tendencia nacionalsocialista,<br />

a dictar una conferencia, la que se habrá de titular La universidad en<br />

el nuevo reino y que pronunciara Heidegger el 30.5.33.<br />

En la Autobiografía filosófica de Jaspers leemos sobre este nuevo<br />

encuentro y la Conferencia de su amigo lo siguiente:<br />

"En Mayo estuvo él otra vez brevemente y por última vez donde<br />

nosotros, con ocasión de una conferencia que él dio en su calidad de Rector de<br />

la Universidad de Friburgo ante los estudiantes y profesores de Heidelberg, y<br />

en calidad además del camarada Heidegger, así saludado por el Presidente<br />

Scheel del Centro de Estudiantes de Heidelberg. En cuanto a la forma fue una<br />

conferencia magistral, en cuanto al contenido, un programa de la renovación<br />

nacional-socialista de la universidad...Se le agradeció con un fuerte aplauso de<br />

los estudiantes y de unos pocos profesores. Yo permanecía en un lado con las<br />

piernas estiradas, las manos en el bolsillo, sin moverme".<br />

Seguramente es aquí donde ya se produce el quiebre. Podemos<br />

imaginar el shok que esto le provocó a Jaspers. Pero, el quebrantamiento<br />

definitivo de la relación se iba a confirmar inmediatamente después cuando<br />

Heidegger fuera a la casa de su amigo, en uniforme nazi color caqui, almorzara<br />

con él y se plantearan en ese momento temas de política contingente. Jaspers<br />

relata esto como sigue:<br />

"Desde mi punto de vista, desde entonces las conversaciones no fueron<br />

más abiertas. Yo le dije que se había esperado que él se la jugara por nuestra<br />

universidad y su gran tradición. No hubo respuesta. Hablé sobre la cuestión<br />

judía, sobre el sin-sentido malévolo de los sabios de Zion, a lo que replicó: 'Hay<br />

pues una peligrosa unión internacional de los judíos'. En la mesa dijo en tono<br />

rabioso que es un despropósito el hecho de que haya tantos profesores de<br />

filosofía, que habría que conservar en toda Alemania sólo dos o tres. ¿Cuáles<br />

pues? pregunté. No hubo respuesta. '¿Cómo puede un hombre tan falto de<br />

formación /ungebildeter/ gobernar Alemania?' / La formación /Bildung/ es<br />

completamente irrelevante', contestó él, 'vea Ud. solamente sus maravillosas<br />

manos'".<br />

217.El vasallaje amoroso.<br />

Es curioso como las relaciones amorosas no son del todo ajenas a cuestiones de<br />

poder. En expresiones muy atingentes de Octavio Paz: el amor también está


determinado por la relación dominio-sumisión. Naturalmente esta relación<br />

acontece de modo distinto, según ella se da en términos sociales, políticos o<br />

económicos. Ella se expresa en lo amoroso en un ámbito sentimental, y<br />

sutilmente en la pareja uno es el que domina y el otro el que se somete. En todo<br />

caso, probablemente en la medida en que una relación va logrando un más alto<br />

grado de madurez esa diferencia y tensión tiende a disiparse. En el amor<br />

profundo, que nace más allá de un mero enamoramiento, aquel sentimiento de<br />

dependencia se aminora, pero, sin duda que siempre está, siempre hay alguna<br />

forma de relación dominio-sumisión que recae sobre uno de los dos en particular,<br />

unidos por un sentimiento o pasión.<br />

Así también Roland Barthes, al reflexionar sobre el amor, plantea que<br />

históricamente incluso se ha producido una inversión en la relación hombremujer.<br />

Tradicionalmente era más bien la mujer la que - cual Penélope - esperaba<br />

al héroe, al guerrero, al campeón, y en esa espera de infinita paciencia sufría, se<br />

angustiaba, se desesperaba, pero permanecía siempre honesta y fiel. Pero esta<br />

dependencia, esto que llama Barthes "vasallaje amoroso" se ha invertido<br />

significamente, dándose hoy esos estados anímicos casi más en el hombre que<br />

en la mujer.<br />

Éste término ‘vasallaje amoroso’ está muy bien elegido, desde el momento<br />

que se apoya en el concepto medieval del ‘vasallaje’, es decir, la relación que se<br />

daba entre el vasallo y su Señor, que le brindaba protección, a cambio del pago<br />

de tributos. Y en el caso del amor, ocurre pues que uno de los dos – él o ella – se<br />

declara vasallo de su señor – cualquiera de los dos, dependiendo del caso.<br />

Y este vasallaje al que nos sometemos, si bien nos puede en algunos<br />

casos humillar, sin embargo igualmente lo queremos resguardar. El es quizás a<br />

ratos una “dulce”, pero a ratos también “pesada dependencia”. Sin embargo, por<br />

otro lado, el mencionaddo vasallaje es al mismo tiempo para Barthes expresión<br />

de una futilidad: estamos frecuentemente pendientes, por ejemplo, del llamado<br />

telefónico, y cosas así. Escuchemos:<br />

“La mecánica del vasallaje amoroso exige una futilidad sin fondo. Puesto<br />

que para que la dependencia se manifieste en su pureza es necesario que estalle<br />

en las circunstancias más irrisorias y devenga inconfesable a fuerza de<br />

pusilanimidad: esperar un llamado telefónico es de algún modo una dependencia<br />

demasiado burda;/.../y, como ese llamado telefónico, que no quiero perder, me<br />

aportará alguna nueva ocasión de someterme, se diría que actúo enérgicamente<br />

para preservar el espacio mismo de la dependencia y permitir a tal dependencia<br />

que se ejerza: estoy enloquecido de dependencia, pero además/.../estoy<br />

humillado por ese enloquecimiento” (p. 92).<br />

218.El enamorado y el juego de las sillas musicales.<br />

El perfil del enamorado es muy singular. A Roland Barthes en sus Fragmentos de<br />

un discurso amoroso le interesa describir esta singular figura. Tengamos en<br />

cuenta por de pronto como la ha caracterizado Stendhal en la siguiente<br />

descripción, teniendo como modelo al Werther de Goethe:<br />

“El amor de Werther es como el sentimiento de un colegial que ha hecho<br />

una tragedia, y mil veces mejor: es un nuevo fin en la vida, un nuevo fin en el que<br />

se concentra todo y que cambia la faz de todas las cosas. El amor pasión<br />

presenta a los ojos de un hombre toda la naturaleza con sus aspectos sublimes<br />

como una novedad recién inventada. Se asombra de no haber visto el


espectáculo singular que ahora se descubre ante su alma. Todo es nuevo, todo<br />

es vivo, todo respira el interés más apasionado. Un amante ve a la mujer que<br />

ama en la línea del horizonte de todos los paisajes que encuentra, y al caminar<br />

cien leguas para verla apenas un instante, cada árbol, cada roca le hablan de ella<br />

de manera diferente y le enseñan de ella algo nuevo" (p. 292).<br />

Siguiendo las cavilaciones de Barthes, él destaca, entre muchos aspectos,<br />

que las preocupaciones del enamorado en torno a ella o él no tienen que ver con<br />

las preocupaciones corrientes que mueven al mundo; está como separado del<br />

mundo. Los otros, sus amigos o conocidos están “colocados”, son, dicho en<br />

italiano “sistemati”, son, por ejemplo, entre otras cosas, “el marido de...”, y eso<br />

representa una clara posición dentro del sistema, mientras que el enamorado no<br />

tiene ninguna definida. Esto lo hace a ratos experimentar una desazón: mira con<br />

cierta tristeza a los “colocados”, y así le ocurre también a Werther, el personaje<br />

de Goethe. El quiere ser el marido de Carlota, pero ella es de Alberto.<br />

Escuchemos a Barthes deliberar sobre esto:<br />

“Werther quiere colocarse: “Yo...¡su marido! Oh, Dios que me hiciste, si<br />

me hubieras deparado esa dicha, mi vida entera hubiera sido una constante<br />

oración, etcétera”: Werther quiere una plaza que está ya tomada, la de Alberto.<br />

Quiere entrar en sistema (“colocado”, en italiano, se dice sistemato). Puesto que<br />

el sistema es un conjunto en el que todo el mundo tiene su plaza (incluso aunque<br />

no sea buena); los esposos, los amantes, los tríos, los propios marginados<br />

(droga, seducción), bien alojados en su marginalidad: todo el mundo salvo yo” (p.<br />

61).<br />

Así el enamorado se perfila plásticamente en aquel juego que todos<br />

jugamos alguna vez cuando niños en las fiestas de cumpleaños, y es a Barthes a<br />

quien se le ocurre esta ingeniosa comparación:<br />

“Juego: hay tantas sillas como niños, menos una; mientras los niños giran<br />

una dama toca el piano; cuando se detiene, cada niño se precipita sobre una silla<br />

y se sienta, salvo el menos hábil, el menos brutal o el menos afortunado, que<br />

queda en pie, bobo, de más: el enamorado” (ib.).<br />

219.¿Cómo enfrentar incompatibilidades?.<br />

El filósofo Chaim Perelman, que enseñara en la Universidad de Bruselas, en su<br />

Tratado de la argumentación se detiene a analizar cómo enfrentar<br />

incompatibilidades, para lo cual considera fundamentalmente tres actitudes:<br />

lógica, práctica y diplomática. Aquí lo que hay que tener en cuenta es que las<br />

incompatibilidades en donde más suelen producirse es entre un lado,<br />

representado por la conceptos, teorías, normas, principios, convicciones,<br />

creencias, concepciones de mundo, y de otro lado, hechos y acciones.<br />

Pensemos, por ejemplo, la incompatibilidad entre el sistema de educación y la<br />

obtención de lucro. Visto de esta forma, el hombre lógico tiende a resolver la<br />

incompatibilidad que se produce a nivel de la concepción que se tiene de la<br />

educación, mientras que el hombre práctico tiende a resolver esto simplemente<br />

a través de los hechos, es decir, atendiendo probablemente al dinamismo que<br />

se produce en el sistema educional, al abrir la posibilidad del lucro, para<br />

ulteriormente procurar que eso tenga algún respaldo teórico y legal. El hombre<br />

diplomático, o bien tiende a evitar que la incompatibilidad se exprese<br />

efectivamente, o bien tiende a dilatarla y postergarla para más adelante.


Uno de los casos interesantes y de gran relevancia histórica para<br />

enfrentar la incompatibilidad es el que concierne al derecho de prelación, el<br />

cual tuvo que ver en general con el derecho a ser primero en los más diversos<br />

aspectos: por ejemplo, quién entra primero a la iglesia: si el rey o el cardenal.<br />

Chaim Perelman nos presenta algunos casos divertidos, como el siguiente<br />

tomado de Proust:<br />

“En ciertos casos, ante la imposibilidad de llegar a un acuerdo, se<br />

prefiere convenir que el hijo de Luis XIV, Monseigneur, no recibirá en sus<br />

habitaciones a ningún soberano extranjero sino fuera, al aire libre, para que no<br />

se diga que al entrar en el castillo uno ha precedido al otro, y el Elector<br />

palatino, al recibir al duque de Chevreuse a cenar, finge, para no cederle el<br />

paso, estar enfermo y cena con él pero acostado, lo que zanja la dificultad”.<br />

Y otro ejemplo divertido más que se refiere a la “salida diplomática” de<br />

cara a una incompatibilidad. Escuchemos:<br />

“En Japón, es una regla recibir a las visitas sólo si se está vestido<br />

decentemente. Si una visita inesperada sorprende al granjero en su trabajo,<br />

simulará que no lo ha visto, hasta que no se haya cambiado de ropa, lo cual<br />

puede hacerse en la misma habitación en la que espera la visita”.<br />

Hasta aquí, como observamos, se trata de formalidades que, salta a la<br />

vista, conllevan un componente teatral, el cual, bien sopesado, las reviste de un<br />

aspecto no sólo de excentricidad, sino de comicidad. Mas, siguiendo el mismo<br />

hilo conductor, llegamos finalmente a la ficción y el actuar teatral como modo<br />

de salir de la incompatibilidad. Así, continuando con los ejemplos divertidos: si<br />

como visitas entramos a un baño en casa de amigos, y vemos a una de las<br />

mujeres también invitadas, desnuda, ateniéndose a ciertas reglas de ser<br />

caballero, fingimos no haber visto nada. Según Perelman, este modo de salir<br />

del empacho de la incompatibilidad se da en el plano de la acción.<br />

Escuchemos:<br />

“La ficción, la mentira, el silencio, sirven para evitar una incompatibilidad<br />

en el plano de la acción, para no tener que resolverla en el plano teórico. El<br />

hipócrita simula adoptar una regla de conducta conforme con la de los demás<br />

con el fin de librarse de tener que justificar una conducta que prefiere y que<br />

adopta en realidad. Con frecuencia, se ha dicho que la hipocresía era una<br />

homenaje que el vicio rinde a la virtud; sería necesario precisar que la<br />

hipocresía es un homenaje a un valor determinado, el que se sacrifica, al<br />

tiempo que se simula seguirlo, porque se rehúsa confrontando con otros<br />

valores”.<br />

220.Auge y caída en una relación según Barthes.<br />

Siguiendo a Roland Barthes, una relación de pareja tiene su historia, sus pasos,<br />

como una novela: su nudo, climax y desenlace, y ese desenlace puede no ser<br />

definitivo, puede haber también un reinicio. Dice el filósofo:<br />

“/.../cuando el enamorado encuentra al otro, hay afirmación inmediata<br />

(psicológicamente: deslumbramiento, entusiasmo, exaltación, proyección loca de<br />

un futuro pleno: soy devorado por el deseo, por el impulso de ser feliz): digo sí a<br />

todo (cegándome). Sigue un largo túnel: mi primer sí está carcomido de dudas, el<br />

valor amoroso es incesantemente amenazado de depreciación: es el momento<br />

de la pasión triste, la ascensión del resentimiento y de la oblación. De este túnel,<br />

sin embargo, puedo salir; puedo “superar”, sin liquidar; lo que afirmé una primera


vez puedo afirmarlo de nuevo sin repetirlo/.../: afirmo el primer encuentro en su<br />

diferencia/.../. Digo al otro/.../: Recomencemos” (p. 32).<br />

Como vemos, Barthes tiene una visión más bien escéptica del amor: lo<br />

que primero hay es fascinación, mas luego sigue un largo tunel.<br />

Crucial es aquí en cuanto al primer momento de auge, de ascensión todo<br />

lo que es primero: primera escena, primera visión, primera imagen, primer<br />

encuentro: ahí se produjo la fascinación . Barthes destaca que las relaciones<br />

comienzan con ese primer momento y lo relaciona de manera muy bella con “el<br />

rapto de una imagen”: literalmente raptamos una imagen del otro, lo que al mismo<br />

tiempo supone que somos nosotros los raptados por esa imagen. Barthes nos<br />

aclara que en la conquista amorosa del otro el sujeto (conquistador) se desdobla<br />

en objeto, porque es él en el fondo, el que está siendo conquistado, quien lo ha<br />

deslumbrado.<br />

Es lo mismo que plantea otro filósofo francés contemporáneo: Jean<br />

Baudrillard, cuando, a propósito de uno de los temas que más le obsesionan - la<br />

seducción - dice que el sujeto seductor se vuelve siempre objeto seducido.<br />

Corresponde agregar aquí que aquella recapitulación de la primera visión<br />

está íntimamente ligada con Goethe, para quien la “Urszene”, la escena originaria<br />

adopta una significación trascendental. Esto es muy importante y además en un<br />

plano muy concreto de relaciones amorosas, ya que existe siempre la posibilidad<br />

de reanudar una relación dolorosamente quebrada a través de esa recapitulación.<br />

Y Barthes destaca esa primera visión además como un cuadro (o una<br />

fotografía); lo que sigue a continuación es la obra teatral o la película, el desarrollarse<br />

de la semilla o el gen.<br />

Hay por ello una proyección cosmológica en esto. Así como en la<br />

naturaleza, en lo primario, en una simple semilla, está ya contenida<br />

potencialmente la encina, o en el gen el hombre, así también en la primera visión<br />

(que suele ser el “flechazo”, representado mitológicamente por Cupido que nos<br />

hiere y nos abre una “llaga de amor”) está contenida (y maravillosamente sellada)<br />

la relación íntegra.<br />

Podríamos agregar aquí también lo siguiente: que la primera escena, el<br />

primer encuentro o la primera visión tiene además otra gracia que podríamos<br />

llamar "la virginalidad". En efecto, la primera escena representa el momento único<br />

y exclusivo y que después se pierde, en que nos vimos por primera vez y en<br />

función de esa visión, sin la mediatización de ninguna racionalización,<br />

descubrimos que nos gustábamos.<br />

221.Toda relación comienza por un “rapto de imagen”.<br />

Roland Barthes plantea que una relación de pareja comienza por un rapto de<br />

imagen, lo que apunta precisamente al hecho de que somos literalmente<br />

raptados por la imagen de ella o de él, dependiendo del caso. Al respecto,<br />

Barthes:<br />

“La lengua (el vocabulario) ha planteado desde hace mucho tiempo la<br />

equivalencia del amor y la guerra: en los dos casos se trata de conquistar, de<br />

raptar, de capturar, etc. Cada vez que un sujeto “cae” enamorado, prorroga un<br />

poco el tiempo arcaico en que los hombres debían raptar a las mujeres (para<br />

asegurar la exogamia): todo enamorado que recibe el flechazo tiene algo de<br />

Sabina (o de cualquiera de las raptadas célebres)” (p. 205).


Dicho sea de paso, tengamos aquí brevemente en consideración el<br />

sentido de la así llamada exogamia (del griego εξo, ‘externo’ y γαμεω, ‘casarse’).<br />

Había que raptar mujeres de pueblos vecinos para asegurar una progenie sana,<br />

ya que el excesivo apareamiento entre parejas del mismo poblado, por lo general<br />

de baja población, a veces amurallado y relativamente aislado, conducía a<br />

deformaciones genéticas.<br />

Pero, según adelantábamos también, acontece un singular<br />

“desdoblamiento del sujeto” raptado por la imagen. Sucede que el sujeto<br />

conquistador, seductor, que se presenta como activo, es más bien pasivo, porque<br />

para seducir tiene a su vez que dejarse seducir él mismo. El sujeto seductor se<br />

convierte así - diríamos dialécticamente - en objeto seducido. Y si esto lo<br />

relacionamos parejamente con la relación hombre-mujer en términos históricos,<br />

nos podemos percatar de que el tradicional sujeto masculino conquistador y<br />

seductor se ha feminizado sorprendentemente; es él el que se manifiesta por<br />

sobre todo como seducido, y en su relativa pasividad, la espera a ella, sufre y<br />

desespera por ella. Si hablamos en términos del aludido "rapto de la imagen",<br />

resulta que el sujeto masculino moderno es más bien el raptado por ella. Dice<br />

Barthes:<br />

“Sin embargo, curiosa contradanza: en el mito antiguo, el raptor es activo,<br />

quiere secuestrar a su presa, es sujeto del rapto (cuyo objeto es una Mujer, como<br />

se sabe, siempre pasiva); en el mito moderno (el del amor-pasión), ocurre lo<br />

contrario: el raptor no quiere nada, no hace nada; está inmóvil (como una<br />

imagen), y el objeto raptado es el verdadero sujeto del rapto; el objeto de la<br />

captura deviene el sujeto del amor; y el sujeto de la conquista pasa a la<br />

categoría de objeto amado” (ib.).<br />

En este momento (el primero, el originario del "rapto de la imagen”)<br />

acontece entonces el “flechazo” que provoca una “herida”. Pero, como esa flecha<br />

se clava en las entrañas de nuestro ser, en nuestra intimidad, esta experiencia<br />

nos hace individualizarnos, nos hace al mismo tiempo “ser sujetos”. Escuchemos<br />

a Barthes:<br />

“Esta inversión singular /la del sujeto conquistador en objeto conquistado/<br />

proviene tal vez de esto: “el “sujeto” es para nosotros (¿desde el cristianismo?) el<br />

que sufre: donde hay herida hay sujeto: die Wunde! die Wunde! /¡la herida! ¡la<br />

herida!/ dice Parsifal, convirtiéndose por ello en “él mismo”; y cuanto más abierta<br />

es la herida, en el centro del cuerpo (en el “corazón”), más sujeto deviene el<br />

sujeto: porque el sujeto es la intimidad (“La herida [...] es de una intimidad<br />

espantosa”). Tal es la herida de amor: una abertura radical (en las “raíces’ del<br />

ser), que no llega a cerrarse, y por la que el sujeto fluye, constituyéndose como<br />

sujeto en ese fluir mismo. /.../ El flechazo es una hipnosis: soy fascinado por una<br />

imagen: primero sacudido, electrizado, mudado, trastornado, “torpedeado”/.../” (p.<br />

206).<br />

222.La fascinación desatada por un Imaginario.<br />

Según Roland Barthes la relación de pareja comienza por un primer momento<br />

de fascinación, y si en ello hay un flechazo, ya que hemos sido atravesados por<br />

alguna flecha de Cupido, esa flecha provoca en nosotros una grieta, una<br />

herida. A través de esa grieta comenzamos ahora a “fluir” constantemente de día<br />

y de noche? Sentimos que todo lo que somos “fluye” desde esa grieta. Nuestra<br />

subjetividad comienza ahora a hacerse desde ahí: es casi como renacer. Mas, en


gran medida, la primera fascinación está suscitada por un Imaginario, algo que<br />

proyectamos, que construimos. En ello se pondría de relieve una secreta<br />

correspondencia con la naturaleza. Barthes:<br />

“En el mundo animal el desencadenante de la mecánica sexual no es un<br />

individuo pormenorizado, sino solamente una forma, un fetiche coloreado (así<br />

larga amarras lo Imaginario). En la imagen fascinante lo que me impresiona<br />

(como si fuera ya un papel sensible) no es la suma de sus detalles sino tal o cual<br />

inflexión” (p. 208).<br />

Y en correspondencia con el ámbito humano, sucede que nos impresionan<br />

aquellos “detalles” del otro que nos han conmovido particularmente en la “escena<br />

originaria”, en el primer momento de fascinación. Algo, que puede ser<br />

insignificante, o incluso una tontería, nos llega, como un efluvio, que se ajusta<br />

completamente a mi deseo, con lo cual nos desembarazamos de cánones<br />

estéticos tradicionales:<br />

“Del otro, lo que llega bruscamente a tocarme (a raptarme) es la voz, la<br />

caída de los hombros, la esbeltez de su silueta, la tibieza de la mano, el sesgo de<br />

una sonrisa, etc./.../puedo prendarme de una pose ligeramente vulgar (adoptada<br />

por provocación): hay trivialidades sutiles, móviles, que pasan rápidamente sobre<br />

el cuerpo del otro: una manera breve (pero excesiva) de separar los dedos, de<br />

abrir las piernas, de remover los carnosos labios al comer, de dedicarse a una<br />

ocupación muy prosaica, de volver idiota a su cuerpo un segundo, por continencia<br />

(lo que fascina en la “trivialidad” del otro es tal vez que, por un momento muy<br />

corto, sorprendo en él, separado del resto de su persona, como un gesto de<br />

prostitución)” (ib.).<br />

Sorprendente constatación ésta que me hace recordar un pasaje de la<br />

novela "Tonka" del austríaco Robert Musil de la primera mitad del siglo, donde<br />

describe que al estar tirado a la orilla de un río con "Tonka", lo que le atrae de<br />

ella es cierta deformidad que hay en los dedos de sus pies.<br />

Esto nos lleva a reflexionar sobre cánones estéticos tradicionales, hoy por<br />

hoy ya no más procedentes del arte, sino más bien impuestos por la moda. Y<br />

resulta que lo que siempre más vende de la moda, independientemente de<br />

ocasionales exotiqueses, es lo proporcionado, con lo cual en cierto modo se<br />

nivelan nuestros gustos. Pero, al mismo tiempo, como bien se ha dicho ello tiene<br />

que ver hoy con la belleza diet, la obsesión por cierta esbeltez a toda costa, y<br />

bien sabemos que esto no siempre ha sido así. En el tiempo del Renacimiento,<br />

según lo constatamos en la pintura de Miguel Angel o de Rafael, por ejemplo,<br />

como había problemas de hambruna, ser gordo o gorda era sinónimo de status, y<br />

las bellezas de la época eran precisamente gordas.<br />

Digamos finalmente respecto de este punto que en todo caso es<br />

precisamente este gusto por leves desproporciones (labios excesivamente finos o<br />

abultados) lo que tiende a perderse en nuestra cultura de masas comandada por<br />

la moda y la publicidad.<br />

223.El genius loci y su relevancia en las relaciones humanas.<br />

Probablemente Martin Heidegger, como ningún pensador, nos ha hecho ver no<br />

sólo que somos en el espacio, que habitamos espacialmente, sino que al<br />

mismo tiempo está en juego la búsqueda de un espacio genuino. En cierto<br />

modo, lo que mejor refleja esto es el lugar. Se trata entonces de cómo cada<br />

uno busca sus lugares propios. Lo cierto es que cada lugar tiene su genio,


precisamente el genius loci. No habitamos en una suerte de espacio abstracto,<br />

tal como si estuviéramos y nos desplazaramos de un punto a punto en algo así<br />

como el eje de las coordenadas, sino que habitamos en lugares que nos<br />

afectan, nos impresionan, nos conmueven, nos sentimos a gusto o a disgusto<br />

en ellos. Y, visto desde esta perspectiva, sucede que también en el encuentro<br />

con el otro, emociona particularmente compartir un mismo lugar, y entonces ya<br />

no necesariamente se trata de un lugar físico, sino eminentemente espirtitual.<br />

Entre muchos aspectos, éste es sin duda el lugar de la comunicación, el lugar<br />

en el que ella es posible. Y ésta es una comunicación de tal índole que no son<br />

necesarias las palabras. Para quienes comparten ese lugar, sucede que el<br />

silencio habla; ellos experimentan un hablar silente. Y nuevamente, de acuerdo<br />

con Heidegger, se trata de que, atendiendo a su concepción del lenguaje, éste<br />

es tanto más propio cuánto más en sí mismo está, y así sucede que en<br />

definitiva es el propio lenguaje que hay en todo, el lenguaje del ser, el que<br />

habla. No cabe duda de que con ello Heidegger logra expresar un máximo<br />

desafío en cuanto al hablar y escribir no sólo para el filósofo, sino para el poeta:<br />

que el hablar surga precisamente de un tal lugar en el que habla el propio<br />

lenguaje del ser.<br />

En contraste con ello, el habitar el mundo por parte del hombre<br />

contemporáneo nos empuja justamente a la pérdida del lugar propio, y<br />

acabamos habitando en una suerte de espacio geométrico, similar al que se da<br />

en los video-juegos o el que experimentamos cuando nos desplazamos a altas<br />

velocidades por alguna super-carretera. Pero, incluso en estos espacios, que<br />

constituyen una especie de no-lugares, tenemos la posibilidad de habitar en el<br />

lugar propio, el cual cuando presentimos que un otro también habita ahí, se<br />

produce un fenómeno ya no sólo de comunicación, sino de comunión. Y en la<br />

comunicación que se da entonces, resulta que son dos sí-mismos en sus<br />

respectivas posibilidades quienes se comunican, y justo en un mutuo<br />

reconocimiento permanentemente sostenido de la mutua posibildad de ser-símismos.<br />

De esta manera Jaspers piensa en la comunicación y en su más<br />

elevada posibilidad.<br />

Cabe destacar que en la íntima amistad que hubo entre Jaspers y<br />

Heidegger, cuando el primero le dice al segundo: "En su cabaña estará<br />

incomparablemente bien. Ojalá pudiera encontrarlo en los valles elevados en<br />

una esquina del bosque", imaginando en ello a Heidegger en el entorno de su<br />

cabaña de Todtnauberg, se expresa en ello la alusión a un lugar que ambos<br />

comparten. Y, claro está ese lugar, que ante todo es un lugar íntimo e<br />

espiritual, puede perfectamente tener una profunda afinidad con la cabaña de<br />

Todtnauberg o alguna esquina del bosque. Y hay además en aquella frase de<br />

Jaspers la alusión al anhelo de un encuentro, el cual es, como vemos, un<br />

encuentro en las alturas. Podríamos decir que Jaspers estuvo siempre, en<br />

cierto modo, encontrando a su amigo en una esquina del bosque; más aún, a<br />

pesar del abismal quiebre que sobrevendrá en esta amistad, siguiendo con<br />

esta misma imagen hecha metáfora, Jaspers y Heidegger, desde la lejanía<br />

entre ambos, seguirían igual encontrándose a la vuelta de una esquina del<br />

bosque, como en un lugar que es un "afuera", más allá de todo parámetro<br />

convencional.<br />

224.Al menos podemos conservar el lugar propio.


Uno de los profundos anhelos del ser humano es el de eternizar el instante,<br />

que precisamente suceda que ciertos instantes privilegiados puedan<br />

perpetuarse hasta tal punto que no necesitemos más que estar allí, y que ello<br />

nos bastaría como para encontrarnos en algo así como la plenitud. Pero, desde<br />

luego los instantes no sólo pasan, sino que, hasta cierto punto, son inasibles;<br />

apenas queremos atrapar alguno, ya se nos fue. Y, si bien hay algo que es<br />

irremediable en ello en términos absolutos, sin embargo el lugar, o más bien<br />

aquellos lugares que apreciamos como los más propios, nos permite, aunque<br />

sea parcialmente, superar la imposibilidad de eternizar el instante. En ello hay<br />

que tener en cuenta que el instante que anhelamos perpetuar ha acontecido en<br />

un lugar. Probablemente lo de menos es que este lugar pueda tener ciertas<br />

correspondencias con cierto lugar físico en particular, ya que ante todo este<br />

lugar es íntimo, inasible, intangible, es espiritual. Y se trata, a propósito de ello,<br />

que si nuestro sí-mismo es, en algún sentido, él tendría que habitar ese lugar.<br />

Es por ello también que nos provoca particular emoción cuando otro de pronto<br />

presentimos que comparte ese lugar con nosotros. Es lo que sucede en los<br />

lazos amicales y amorosos.<br />

Entonces, como observamos, no obstante el instante no pueda<br />

eternizarse, sin embargo el lugar en el que él ha sido vivido, permanece<br />

siempre allí, como para poder volver a visitarlo, poder volver a estar, a habitar<br />

en él.<br />

Todo ello me recuerda una película china - "Después de la vida" - en la<br />

que se trata de una suerte de “limbo”, que está representado a través de<br />

parajes humanos, donde hay muchos muertos que habitan en un edificio algo<br />

retirado, pero conectado igual con la ciudad. La tarea que tienen estos muertos<br />

es proponer el recuerdo que más aprecien y añoren de su vida, que tiene que<br />

ser minuciosamente descrito, para que posteriormente se represente una<br />

película de él. Posteriormente en una sala de cine de estos edificios del limbo<br />

se exhiben estos sueños y apenas ello se cumple, los muertos van partiendo al<br />

otro mundo, quedándose para siempre en ese sueño.<br />

Y así pues, podríamos imaginar a dos pensadores que fueron íntimos<br />

amigos – Heidegger y Jaspers – que siempre se encontraron en algún lugar en<br />

el que sintonizaban. Pues bien, como sucede que las circunstancias de la vida<br />

y la historia los fueron separando, ese lugar en el que ambos siempre<br />

eventualmente podrían volver a encontrarse ha quedado plasmado en una<br />

carta de Jaspers de Navidad de 1931, sabiendo que su amigo pasará Navidad<br />

en su cabaña de Todtnauberg junto a su familia, y donde Jaspers dice: "En su<br />

cabaña estará incomparablemente bien. Ojalá pudiera encontrarlo en los valles<br />

elevados en una esquina del bosque".<br />

225.En torno al “principio antrópico”.<br />

La razón se puede vincular con lo que llamamos determinismo, y esto involucra<br />

al hombre. Toda vez que la razón avanza en sus exploraciones, sobre todo en<br />

el campo de la ciencia, descubre nuevos y nuevos campos donde campea el<br />

determinismo. Y ello se debe a que, al ir descubriendo leyes, según las cuales<br />

se comportan los fenómenos, ya sea fenómenos químicos, físicos o biológicos,<br />

avanza el determinismo. El determinismo, en su forma extrema, tiene que ver<br />

con lo que en la Física se discute como “principio antrópico”. De acuerdo a<br />

éste, el universo es como es porque yo lo estoy pensando y estoy preguntando


por él; por el contrario, si no fuera como es, no podría estar preguntando nada,<br />

ni existiría yo. Así lo formula el filósofo dedicado a la epistemología Jorge<br />

Estrella, de origen argentino, que por años enseñara en el Departamento de<br />

Filosofía de la Universidad de Chile. Por su parte, Stephen W. Hawking en su<br />

obra – Historia del tiempo – con su incansable búsqueda de la “teoría unificada<br />

completa que describiría todos los fenómenos del universo” – y léase esto<br />

último así textualmente – analiza aquel presupuesto (antrópico) en los<br />

siguientes términos:<br />

“Pero si realmente existiera una teoría unificada completa, ésta también<br />

determinaría presumiblemente nuestras acciones. ¡Así la teoría misma<br />

determinaría el resultado de nuestra búsqueda de ella!”.<br />

El principio antrópico es de enorme relevancia desde el momento en que<br />

en él está considerado que no somos sino partes, somos hijos del cosmos o<br />

universo, y si nosotros estamos pensando el universo, ello se debe a que él<br />

mismo ha evolucionado hasta que nosotros lo pensamos.<br />

Aún así, el texto de Hawking da pie a una doble lectura. La lectura<br />

extrema sería que si yo estoy pensando el universo, éste tiene que haber<br />

evolucionado hasta permitir que eso suceda. Esto la verdad es que es<br />

indiscutible. Mas, la segunda lectura, que por lo demás corresponde a<br />

Hawking, pretende que el contenido concreto del conocimiento viene a ser<br />

también un resultado de la evolución del universo. Pienso al respecto que en<br />

verdad se justifica tan sólo la primera lectura, y ello se refiere no únicamente al<br />

pensamiento, sino también a la capacidad de ver, de oir, de sentir, de imaginar,<br />

de recordar. Sin embargo el contenido concreto de lo que pienso, imagino,<br />

recuerdo, siento, esto, podríamos agregar, es mi propio producto, mi propio<br />

fruto. Y sólo cuando doy con una verdad, como puede haber sido la gravitación<br />

universal o podría llegar a serlo la teoría unificada del universo, entonces se<br />

muestra en ello que es el propio cosmos o universo el que nos ha llevado a tal<br />

conclusión.<br />

Cabe agregar que el principio antrópico ya tiene sus antecedentes en la<br />

antigüedad y aun en la mentalidad del hombre arcaico. De aquellos tiempos<br />

viene la intuición de que no somos sino partes de un cosmos viviente y<br />

depositario de una sabiduría absoluta. La concepción platónica del “Gran<br />

Animal” en el Timeo podríamos decir en este sentido que viene a plasmar una<br />

intuición ancestral. El estoicismo continuará en esa misma línea.<br />

226.Lo macro- y micro-cósmico según Leibniz.<br />

Leibniz, el filósofo multifacético, que aparte de filósofo fuera matemático,<br />

historiador, jurista, entre otros, es probablemente quien por primera vez en la<br />

historia de la filosofía ha pensado en la relación entre lo macro- y lo microcósmico,<br />

incluso en términos de que habría una relación especular (de espejos)<br />

entre ambos, y es así como leemos en su opúsculo Monadología lo siguiente:<br />

“/.../cada porción de materia puede concebirse como un jardín lleno de<br />

plantas, o como una laguna llena de peces. Pero cada rama de la planta, cada<br />

miembro del animal, cada gota de sus humores es, a su vez, un tal jardín y una<br />

tal laguna”.<br />

En efecto, por de pronto, sorprende como es completamente similar la<br />

estructura del átomo, el sistema solar y las galaxias. En cada caso se trata de<br />

que hay un centro en torno al cual giran estrellas, planetas o electrones. Se


trata en cierto modo de una misma trama que atraviesa todo, en lo grande<br />

como en lo pequeño, y según sea que nos dirijamos a los últimos confines del<br />

universo o nos sumerjamos en lo ínfimo y mínimo, la trama seguirá siendo la<br />

misma. Ciertamente que los estoicos con su pensamiento en torno a la<br />

simpatía universal intuyeron y expusieron algo similar, sólo que ellos no<br />

atendieron propiamente a lo microcósmico. Más bien el parentesco de la<br />

propuesta de Leibniz respecto a la relación de similitud entre lo macro- y lo<br />

micro-cósmico sería con la teoría atomista de Demócrito, ya que de acuerdo a<br />

ésta, los fenómenos, cualesquiera que sean, en lo grande como en lo pequeño,<br />

están compuestos de átomos.<br />

Pero, nuevamente a diferencia de Demócrito, cuya teoría atomista en lo<br />

fundamental es materialista, Leibniz plantea la mónada. A propósito de ésta,<br />

diría que si hay una cuestión difícil de asimilar en la filosofía, ésta es la de la<br />

mónada. Pues bien ¿qué podríamos entender por ella? Me atrevería a decir, al<br />

respecto, que las mónadas constituyen una suerte de átomos espirituales, vale<br />

decir que ellos no son simplemente materiales y toda la múltiple variedad de<br />

mónadas minerales, vegetales, animales y humanas que haya, cada una con<br />

su perspectiva, con un radio limitado de representación de su entorno, están<br />

conectadas con la suprema mónada divina. Pero, a su vez sucede que en cada<br />

una de las mónadas particulares y limitadas en sus perpectivas, está la huella<br />

de la totalidad de las mónadas, y en este sentido, cada mónada es un espejo<br />

del universo.<br />

Al concebir Leibniz la mónada, como decíamos, como un átomo<br />

espiritual, probablemente nuestro filósofo-matemático se ha adelantado en<br />

siglos al desarrollo científico, que, por razones, de las exigencias del apego al<br />

método científico con los requisitos de objetividad y coherencia, no puede<br />

reconocer esta dimensión espiritual que habría en la dimensión íntima de la<br />

materia y del universo.<br />

227.La doble sustancia según Aristóteles.<br />

Aristóteles piensa ante todo el ser como sustancia. Si nos preguntamos por el<br />

ser de cualquier cosa, éste se muestra en primer lugar como sustancia, lo cual<br />

en la terminología aristotélica alude a una independencia. Esto quiere decir que<br />

del ser de algo decimos, predicamos algo y esto que decimos o predicamos<br />

corresponde a cualidades y accidentes. Por ejemplo, decimos del árbol que es<br />

de cierta altura, que su tronco es de tal grosor. Pues bien, éstos serían sus<br />

accidentes. Y ello tiene su correlato en el lenguaje en la relación entre el sujeto<br />

(que alude a la sustancia real) y el predicado, que corresponde a lo que<br />

decimos de ese sujeto. Así, por ejemplo, si decimos que “la rosa es blanca”, lo<br />

blanco es accidental para la rosa. Y estos términos ‘sustancia’ y ‘accidente’<br />

Aristóteles los reconoce como relativos, ya que posteriormente, por ejemplo,<br />

podemos decir que el blanco es algo determinado, y entonces el color blanco<br />

valdrá como sustancia o sujeto. Es cierto que cabe la posibilidad que lo que<br />

digamos de algo refleje efectivamente su carácter sustancial o esencial, como<br />

cuando decimos “el blanco es un color”. En este caso, de acuerdo a la<br />

terminología de Kant, éste corresponde a un juicio analítico, por cuanto en el<br />

concepto del sujeto ya está comprendido el concepto del predicado. Y, para<br />

seguir con esta comparación entre Aristóteles y Kant, sucede que cuando<br />

predicamos accidentes de una sustancia, a la cual no le pertenecen siempre y


necesariamente, como al decir de que “tal árbol es frondoso”, en la<br />

terminología kantiana, esto correspondería a un juicio sintético, dado que en el<br />

concepto de ‘tal árbol’ no está contenido el que sea necesariamente frondoso.<br />

Mas, volviendo a Aristóteles, lo que más nos interesa es que la sustancia<br />

es, por de pronto, sustancia primera, vale decir, el individuo único e irrepetible<br />

al que me estoy refiriendo, así como hablo de mi caballo llamado “Bronce”, y no<br />

de otra cosa. Pero, y aquí viene el problema, si yo quiero hablar de este caballo<br />

tal y tal, o definirlo, no tengo alternativa que decir “es caballo”, pero ‘caballo’ ya<br />

es un universal y vale para todos los caballo reales e incluso posibles; y<br />

‘caballo’ es universal, es la especie de todos los caballos. Ésta es la sustancia<br />

segunda. Y es entonces cuando nos percatamos que estamos aquí de cara a<br />

un abismo entre la primera y la segunda sustancia.<br />

Lo que ha intuido y desarrollado de modo brillante el filósofo de Estagira<br />

en su Metafísica es uno de los problemas cruciales del lenguaje, del saber, de<br />

la ciencia, de toda forma de conocimiento. Los conceptos de que nos servimos<br />

y las teorías que desarrollamos son discontinuos y quedarán siempre<br />

desfasados de los fenómenos que son partes de un flujo, de un continuum. Así,<br />

a modo de ejemplo, la causalidad. En verdad, que el fuego sea causa del<br />

humo, en la realidad ello es parte de un continuum, como que es propio del<br />

fuego provocar humo, pero nosotros con nuestro afán de explicar los<br />

fenómenos, hacemos la separación entre causa y efecto. Y lo mismo cabría<br />

decir del tiempo. El tiempo en sí mismo es un continuum, es decir un flujo<br />

indiferenciado, y lo mismo cabría decir de la historia, pero nosotros hacemos<br />

por de pronto la separación entre pasado, presente y futuro, como también<br />

decimos que en 1492 ocurrió tal y tal, que mi cumpleaños es en tal fecha, y<br />

demás, pero todas estas separaciones no están en el tiempo mismo.<br />

En atención a ello, podría decirse que en contraste con el lenguaje<br />

racional-conceptual, especialmente científico, la poesía, la música y el arte en<br />

general procuran un lenguaje distinto, un lenguaje simbólico cargado de<br />

sugerencias y señales que al menos parcialmente logra traspasar esa frontera,<br />

para lograr alcanzar el continuum, el flujo, en la cual existimos.<br />

228.El problema de la educación visto desde Nicanor Parra.<br />

El ingenioso y divertido poema “Los Profesores” de Nicanor Parra nos lleva a<br />

reflexionar sobre el problema de la educación, el modo cómo se la imparte y<br />

aplica. Dice como sigue:<br />

“Los profesores nos volvieron locos<br />

a preguntas que no venían al caso<br />

cómo se suman los números complejos<br />

hay o no hay arañas en la luna<br />

¿es posible cantar con la boca cerrada?<br />

quién le pintó bigotes a la Gioconda<br />

como se llaman los habitantes de Jerusalén<br />

hay o no hay oxígeno en el aire<br />

cuántos son los apóstoles de Cristo<br />

cuál es el significado de la palabra consueta<br />

cuáles fueron las palabras que dijo Cristo en la cruz<br />

quién es el autor de Madame Bovary


dónde escribió Cervantes el Quijote<br />

cómo mató David al gigante Goliat<br />

etimología de la palabra filosofía<br />

cuál es la capital de Venezuela<br />

cuándo llegaron los españoles a Chile”.<br />

Y luego:<br />

“Dentadura del tigre<br />

nombre científico de la golondrina<br />

de cuántas partes consta una misa solemne<br />

cuál es la fórmula del anhídrido sulfúrico<br />

cómo se suman las fracciones de distinto denominador<br />

estómago de los rumiantes<br />

árbol genealógico de Felipe II<br />

Maestros Cantores de Nüremberg<br />

Evangelio según San Mateo<br />

nombre cinco poetas finlandeses<br />

etimología de la palabra etimología”.<br />

En buenas cuentas, lo que se nos ha enseñado y se sigue enseñando<br />

en los colegios y hasta en la universidad es algo así como un mecanismo<br />

mnemotécnico consistente en recordar una cantidad innumerable de<br />

asociaciones y relaciones entre una cosa y otra. Y desde luego esto<br />

prácticamente suscita la impresión de una especie de tortura a la que seríamos<br />

sometidos, dado que permanece en la oscuridad la razón y el sentido de<br />

aprender esas cosas. De alguna manera todo ese conjunto de datos<br />

amontonados y abigarrados semeja un total y completo absurdo que a nadie<br />

debería interesarle. Es cierto que cada una de esas relaciones y asociaciones<br />

algo dice (salvo algunas que de por sí son un disparate, como si hay o no<br />

arañas en la luna) pero lo más importante es el contexto, únicamente dentro del<br />

cual cada dato encontraría su sentido. Pues bien, pienso que todos hemos<br />

vivido y padecido bajo este sistema de educación y por ello no es casual que<br />

nuestro afamado anti-poeta lo haya plasmado en un poema, o, si se quiere,<br />

anti-poema.<br />

229.¡Que todo tenga razones suficientes para ser como es!.<br />

Leibniz fórmula en la Teodicea el principio de razón suficiente en los siguientes<br />

términos:<br />

"/.../ principio de razón suficiente: que nunca acontece algo sin una<br />

causa o siquiera una razón determinada, esto es, sin una cierta razón a priori,<br />

por qué existe algo y no más bien no existe y por qué existe más bien de éste<br />

que de ningún otro modo. Este importante principio vale para todos los<br />

acontecimientos, y no se deja aducir ninguna prueba contraria".<br />

Se trata de este modo que no hay ninguna cosa, fenómeno, situación,<br />

evento que acontezca sin que haya para ello una razón suficiente para ser<br />

como es y comportarse como se comporta. La razón suficiente es, en este<br />

sentido, una razón siquiera suficiente, ya que relativamente al acontecer de<br />

cualquier evento está en ello comprometido el universo entero. Por ejemplo:


que las hojas se amarilleen en otoño supone explicaciones que pueden venir<br />

de la biología, de la química, de la física, y, cómo no, de la astronomía.<br />

Sin duda, lo que se hace presente con la razón suficiente (raisson<br />

suffisante) es una legalidad universal, un logos cósmico (así como ya lo<br />

intuyeran los filósofos pre-socráticos, en particular, Heráclito).<br />

Sucede pues que si hay sol, si llueve, si hay neblina, si cae rocío, si es<br />

otoño, si nos visita próximamente un cometa, si los objetos están pegados al<br />

planeta Tierra y no salen volando al espacio, si hay vida en este planeta, si los<br />

pulpos secretan tinta, si el pavo-real macho abre su rueda en el cortejo erótico,<br />

si el reventar de las olas del mar genera espuma, si el aceite no se mezcla con<br />

el agua, si los perros aúllan con el ulular de las sirenas, si hay gaviotas en el<br />

Río Mapocho de Santiago, si los cóndores pliegan sus alas y caen a gran<br />

velocidad sobre sus presas, si la cigarra hace un chicharreo con el restregar de<br />

sus patas, si los pelícanos vuelan en formación, si el extracto de amapola<br />

provoca estados narcóticos, si el encantamiento de la Loreley hacía que los<br />

marineros naufragaran en el Rin, si el número es el resultado de la división de<br />

la circunferencia por el diámetro, si las abejas graban en su campo visual las<br />

posiciones del sol, si el cristalino es un músculo elástico que actúa como lente,<br />

si Paris entre Atenea, Hera y Afrodita escoge a esta última, si la disminución de<br />

los intereses bancarios trae una disminución de la cesantía, si en la Antártica<br />

se están formando lagunas, si el papel se quema a 451 grados Fahrenheit, si<br />

truena, si hay un tsunami, si están dadas las condiciones para la paz en el<br />

Ulster, si 'Dalai Lama' significa 'océano (de la sabiduría)'...todo ello obedece a<br />

una razón suficiente.<br />

230.Los juegos de vértigo empujan a todos los juegos hacia nuevas<br />

posibilidades.<br />

Llama muchísimo la atención que el tema del juego y sobre todo en cuanto a<br />

una posible teoría del juego en la historia de la filosofía sea tan reciente. En<br />

rigor, comienza abruptamente con la publicación de Homo ludens de Johan<br />

Huizinga en 1938. Ciertamente que hay antecedentes preliminares como aquel<br />

aforismo de Heráclito en que nos presenta a un cosmos eterno que sería un<br />

niño que juega. Y ciertamente también lo lúdico se presenta en el pensamiento<br />

de Nietzsche. Incluso podríamos agregar que Heráclito o Nietzsche en lo poco<br />

que han dicho del juego, han dicho cuestiones fundamentales, pero de verdad<br />

es que con Huizinga se trata propiamente de una concepción del ser humano<br />

como jugador, como homo ludens. Huizinga fue holandés y vivió entre 1872 y<br />

1945, muriendo el primero de Febrero, meses antes de que finalizara la guerra.<br />

Cursó estudios en Groninga, su ciudad natal y posteriormente en Leipzig,<br />

Alemania. Su actividad docente se inició en Haarlem y más tarde continuó en<br />

Ámsterdam. Luego continuaría la docencia en la Universidad de Leiden entre<br />

1915 y 1942. Cuando los nazis cerraron esta última universidad fue deternido y<br />

confinado en St. Michielsgestel y desterrado posteriormente en Overrijssel y<br />

Güeldres, hasta su muerte.<br />

Roger Caillois publica 20 años después del Homo ludens de Huizinga<br />

otra de las grandes obras de filosofía del juego – Los hombres y los juegos, de<br />

1958. Caillois fue un sociólogo y filósofo francés que nació en Reims el 3 de<br />

Marzo de 1913 y murió el 21 de Diciembre de 1978 en Kremlin-Bicetre. Fue cofundador<br />

con Georges Bataille y Michel Leiris de College de Sociologie.


Perteneció al grupo de los surrealistas con André Breton que le tenía a la<br />

cabeza del movimiento. Con los surrealistas rompe, sin embargo, cuando<br />

apenas tenía 21 años. En 1939, con el comienzo de la II Guerra, se exilia en<br />

Argentina. Fruto de esta estadía es su traducción al francés de obras de Jorge<br />

Luis Borges y de Alejo Carpentier. Fue además un alto funcionario de la<br />

UNESCO, así como miembro de la Academia Francesa desde 1971.<br />

Pues bien, Caillois distingue, entre uno de los tipos de juego, los juegos<br />

de ilinx, término griego que significa de juegos de vértigo. Estos juegos se<br />

llaman así porque, de acuerdo con éstos, ponemos en ellos la vida en juego,<br />

así como ocurre en las acrobacias. El salto del ángel, como el que se realiza en<br />

algún precipicio de la cordillera venezolana, es un ejemplo impresionante de<br />

ello. Pero asimismo las alas delta, el parapente, el snow-board, cuando este se<br />

practica lanzándose por la ladera de un cerro, el paracaidismo, el trapecio,<br />

sobre todo cuando es sin red, y demás. En estos juegos propiamente tales es<br />

sorprendente que, por decirlo así, se ponga la vida en juego “por deporte”. Y,<br />

por su parte, en cuanto a la dimensión lúdica del hombre en el mundo lo que<br />

más tendemos a admirar son los actos heroicos, ya sea los que suceden en la<br />

guerra o en distintas situaciones extremas, como en las catástrofes naturales o<br />

en los incendios.<br />

Estos juegos van mucho más allá de otro tipo de juego que distingue<br />

Caillois – los juegos de agon – ya que en éstos se trata de nuestras<br />

capacidades, habilidades o destrezas, que se enfrentan con otras. Ellos<br />

corresponden, por lo demás, a los juegos que normalmente practicamos y la<br />

mayoría de los deportes, físicos o mentales, son de esta índole.<br />

Mas, donde verdaderamente se extreman nuestras capacidades y<br />

posibilidades es en los juegos de vértigo. Ellos son los únicos capaces de<br />

romper con los barrotes del agon que supuestamente tenemos y que hemos<br />

delimitado. Es por ello que a través del ilinx el hombre jugador se abre a<br />

nuevas posibilidades hasta cada momento insospechadas. Es así como con los<br />

juegos de ilinx, de vértigo, la fronteras de lo lúdico se amplían, y junto con ello<br />

el hombre que se aventura a explorar terrenos hasta ahora desconocidos.<br />

231.El placer de jugar.<br />

Distintos filósofos del juego reconocen que lo esencial de él es su sin por qué,<br />

su falta de razón, en otras palabras, que jugamos simplemente por jugar. Uno<br />

de estos filósofos del juego – Roger Caillois – plantea que el juego está<br />

determinado por la dupla paidiá-ludus. El primer término ‘paidiá’, de origen<br />

griego, que tiene que ver con ‘paidos’, que significa ‘niño’, se entiende como<br />

‘placer’, ‘alegría’, y que incluso puede ascender a la ‘algarabía’. Pues bien, en<br />

ello se refleja justamente la esencia del juego a la que nos referíamos – su sin<br />

por qué. Jugamos simplemente por el placer de jugar. Precisamente es ese<br />

placer el que nos impulsa a jugar. Si éste no lo hay, quiere decir que la esencia<br />

de lo lúdico está alterada. Por eso, agreguemos, que es penoso ver de pronto a<br />

ciertos equipos de fútbol que más bien da la impresión que experimentaran<br />

sufrimiento al jugar, dado seguramente no sólo por su obsesión de ganar a<br />

como de lugar, sino a su vez por la presión que reciben del director técnico, en<br />

lo cual se suscita una reacción en cadena, ya que a su vez este último está<br />

sometido a la presión de la directiva del plantel. En contraste con ello, los<br />

penta-campeones – la selección de Brasil – parece que nunca pierden ese


placer, y como en ello se manifiesta la esencia de lo lúdico, tal vez esto<br />

constituye la explicación más contundente de por qué son probablemente los<br />

mejores a lo largo del tiempo.<br />

El segundo término de aquella dupla paidiá-ludus es pues ‘ludus’, en<br />

latín ‘juego’, y que Caillois entiende como lo relativo a las dificultades que en<br />

cada juego hay que sortear. Por de pronto en todo juego, en particular de agon,<br />

vale decir, de competencia – trátese de juegos físicos o mentales, fútbol o<br />

ajedrez – hay dificultades que sortear a cada jugada, con cada movida. Pues<br />

bien, se trata no únicamente de que la paidiá, la alegría, el placer de jugar,<br />

acompaña al juego en el incio, sino que se mantiene a lo largo de él, y esto<br />

significa que ese placer también nos incita a sortear cada una de las<br />

dificultades que se nos presentan con el ludus. Y esto se da no sólo en los<br />

juegos de agon, de competencia, sino que en todos los demás juegos que<br />

clasifica Caillois, ya sea de mimicry, es decir, de roles, de alea, es decir, de<br />

azar, como la ruleta o la lotería, y de ilinx, de vértigo, como las acrobacias. Hay<br />

el placer de sortear las dificultades, por ejemplo, para quien, practicando uno<br />

de esos juegos de vértigo, se lanza en snow-board por la ladera de la montaña,<br />

saltando a veces 10 o hasta 50 metros, o inclusive más, al vacio, para caer en<br />

un paño de nieve, que se sabe de antemano cuán movediza puede ser, y si<br />

acaso se podría con ello provocar un alud. Hay el placer de sortear las<br />

dificultades en el juego de roles, en el que al jugar, como los niños, a ser el<br />

policía o el ladrón, ese rol tiene que convencer e impresionar, y lo mismo, por<br />

supuesto, ya el actor profesional al hacer de Rey Lear, de Fausto o Margarita.<br />

En menor grado, en todo caso, se presenta el momento del ludus, concerniente<br />

al sortear las difiultades, en el juego de alea, del azar, ya que en ello ni por<br />

muchas habilidades e inteligencia que tengamos, nos entregamos justamente a<br />

lo aleatorio.<br />

232.Si bien lo pensamos: en verdad, jugamos porque estamos puestos en<br />

juego.<br />

Martin Heidegger no es propiamente un filósofo del juego, como lo han sido<br />

Johan Huizinga, Roger Caillois o Eugen Fink, mas en él encontramos ciertos<br />

<strong>pensamientos</strong> fundamentales acerca del juego. Ante todo, lo que cabe destacar<br />

es que su pensamiento del juego lleva el sello de su pensamiento en conjunto<br />

centrado en el ser, vale decir, es de carácter ontocéntrico. ¿Y qué quiere decir<br />

esto? Pienso que la siguiente afirmación de Heidegger responde a esta<br />

pregunta con meridiana claridad: “El hombre juega porque está puesto en juego<br />

en el juego del ser”. Mas, nuevamente habría que preguntar: ¿qué quiere decir<br />

esto? Y bien, podríamos responder ahora – y también con apoyo en Heidegger<br />

– que desde el momento en que nacemos, en cierto modo, estamos puestos en<br />

juego, y no solamente porque alguna vez hemos de morir, sino en todo<br />

momento, y por supuesto ante todo en situaciones especiales o extremas,<br />

como cuando nos enfermamos, o enfrentamos una situación en que se tomará<br />

una decisión que nos habrá de afectar y ello no depende de nosotros. Mas, en<br />

nuestro mundo, que en buena medida se ha vuelto amenazador y hostil,<br />

experimentamos al caminar por las calles, desplazarnos en auto por grandes<br />

avenidas, viajar en avión, que estamos puestos en juego y ello no solamente<br />

debido a la posibilidad de accidentes, sino de la delicuencia, del terrorismo, y<br />

otros.


Si ponemos en una trabazón la sentencia de Heidegger, que citábamos<br />

más arriba con los juegos que clasifica Roger Caillois, podemos decir ahora de<br />

modo más completo que en verdad sucede que “el hombre juega<br />

principalmente juegos de agón, es decir, de competencia, porque está puesto<br />

en juego en el juego de alea, vale decir, el juego del azar o del destino”, en<br />

otras palabras, precisamente el azar de haber nacido, de encontrarnos aquí<br />

viviendo, luchando, enfrentando lo que la existencia nos va deparando, pero<br />

ciertamente también gozando a ratos de esto o lo otro, y, sin embargo, para a<br />

fin de cuentas, morir, o, si se quiere, tener que morir.<br />

Como vemos, el juego de alea, que en parte podemos vivenciar como de<br />

azar y en parte de destino, nos hace caer en cuenta, como ningún otro, que<br />

jugamos porque estamos puestos en juego. Y sería no solamente acertado,<br />

sino bello: observar que en verdad jugamos juegos de azar, como la ruleta, u<br />

otros, porque damos expresión a nuestro estar puestos en juego.<br />

Por lo demás, cuando bien lo pensamos, cada cual, en mayor o menor<br />

grado, viene a ser una suerte de fruto del azar. Me permito contar algo personal<br />

a propósito de esto que a su vez me lo contara mi padre con sus más que<br />

ochenta años: mi tatarabuelo, el primer Holzapfel en Chile, y que llegara por<br />

estas parajes de finis terrae en 1853, fue Alcalde de Menden, cerca de<br />

Hannover en Alemania; resulta que un amigo le solicitó que fuera su aval y él<br />

aceptó; mas, ello iba aparejado con el hecho de por aquella época hacía poco<br />

se había inventado la letra de cambio, y así como muchos (entre otros, por<br />

ejemplo, Richard Wagner, el músico) este sujeto se endeudó con aquellas<br />

letras por una cifra considerable; y entonces la policía llegó a buscar a mi<br />

antepasado, el cual arrancó con su familia justo a tiempo hacia los Países<br />

Bajos. Allí, en algún puerto se le ocurrió coger el primer barco de viajes de<br />

ultramar, creyendo que lo llevaría a Estados Unidos, donde tenía la intención<br />

de radicarse. Pues bien, se equivocó y se dio la casualidad que el barco venía<br />

a Chile, y a fin de cuentas, aquí estoy yo.<br />

233.De los juegos de destino a los juegos de azar.<br />

Entre los distintos juegos, que clasifica Roger Caillois están los juegos de alea,<br />

vale decir del azar o del destino. Por de pronto, podríamos decir que son uno u<br />

otro – juegos de azar o de destino – dependiendo como cada cual los vivencie.<br />

Pero también sucede que en la antigüedad y el medioevo aquellos juegos de<br />

alea eran más bien vividos como de destino; así, si en Bizancio habían carreras<br />

de caballo (frente al actual Palacio del Topkapi) y del resultado de esas<br />

carreras, de acuerdo a lo que cada cual apostaba, dependían los cargos que se<br />

podían obtener en el gobierno, esto era vivido como algo de destino, mas que<br />

fruto de un mero azar.<br />

Mas, si lo que interesa en la filosofía del juego no es en primer lugar que<br />

hayan variados juegos en particular – como ping-pong, carioca, tejo, u otros –<br />

sino que el hombre, así como es esencialmente racional, también es jugador.<br />

Por ello mismo se puede entender que Caillois vea también en el chamanismo<br />

un juego de alea, y habría que agregar de un alea de destino; se trata de cómo<br />

realizando ciertos rituales se invoca a fuerzas supranaturales para que llueva o<br />

deje de llover, venga la paz, o se acabe la peste. Y así también el llamado<br />

“juicio divino” practicado en el medioevo.


Pues bien, en todo ello el ser humano vivenció un alea de destino. Mas,<br />

en la medida en que el hombre con el advenimiento de la modernidad, el<br />

acrecentamiento de la razón, el nacimiento de la ciencia moderna, se fue<br />

apartando cada vez más del destino, esto también repercutió sobre el juego. En<br />

efecto, con el incremento de los juegos de azar, especialmente de naipes y de<br />

la ruleta, el juego pasó definitivamente a ser percibido en relación a lo aleatorio.<br />

El último paso en esta dirección lo da la lotería, que es sobre todo un invento<br />

del siglo XX. Interesante es aquí que la lotería fue creada por distintos estados.<br />

Caillois reflexiona sobre esto, planteando que la razón de esto radica en el<br />

ofrecimiento de una compensación a los juegos agonales, vale decir de<br />

competencia, en los que siempre está embarcado el mundo, y que, entre otras<br />

cosas, puede generar una enorme injusticia en la distribución del ingreso. Así<br />

tiene lugar la promesa para toda la población de que con tal de apostar en la<br />

lotería de la noche a la mañana hasta el más marginado de la sociedad se<br />

puede hacer rico, y más encima, sin ningún esfuerzo.<br />

En Chile se da la singularidad de que una universidad se financia en<br />

buena medida a través de la lotería. Ésta es la Universidad de Concepción.<br />

Sin embargo, cabe agregar que una noción como la de destino tan sólo<br />

parcialmente la hemos dejado atrás. Sin duda el que gana en la lotería de<br />

pronto $1.000.000.0000 de pesos experimenta igualmente que sería una suerte<br />

de destinado, que probablemente esto no se debe a él mismo, sino al supuesto<br />

Dios.<br />

234.El gran juego.<br />

A tal punto, somos homo ludens, jugadores, como nos llamó Johan Huizinga,<br />

que, cabe decir, no solamente de que jugamos distintos juegos (lo que sería lo<br />

de menos), sino que la existencia humana semeja algo lúdico, con su<br />

nacimiento, al modo de una apertura del telón, su entrada en escena, en un<br />

escenario en el que hacemos distintas figuras, y por último, la caída del telón.<br />

Visto de esta forma, ¿no será, como lo ha pensado Heidegger, que jugamos<br />

porque estamos puestos en juego? En efecto. Y cabe agregar que es<br />

específicamente el juego de alea, el juego de azar o destino, dependiendo<br />

cómo lo vivamos, el que mejor da cuenta de nuestro estar puestos en juego. Y<br />

como en este juego nos encontramos desde siempre, no siendo ni siquiera<br />

necesario de que estemos haciendo o jugando algo específico, es que a él lo<br />

podemos llamar el “Gran Juego”. El hombre es pues homo ludens porque está<br />

puesto en juego en el gran juego, el juego de simplemente ser, estar aquí por<br />

un rato, y después ir paulatinamente retirándose. Los grandes filósofos del<br />

juego, como Caillois, pero también distintamente Deleuze, Baudrillard, y como<br />

veíamos recién, también Heidegger, tienen como referente principal para su<br />

reflexión sobre lo lúdico, los juegos de azar o destino, y ello aunque<br />

preferentemente estemos casi todo el tiempo jugando juegos de agón, de<br />

competencia, en los que unas destrezas y habilidades se enfretan con otras.<br />

Pero, no sólo los filósofos del juego tienen al juego de alea, de lo aleatorio, del<br />

azar o destino en mente para su reflexión, sino también es el tipo de juego que<br />

cumple un papel en una aproximación matemática a lo lúdico, como también<br />

desde la economía, como el Premio Nóbel, John Nash. Es más, en la literatura<br />

también se cumple algo similar, y es así que tanto Jorge Luis Borges con “La


lotería de Babilonia”, de 1944, como Fiodor Dostoyevski con “El jugador” han<br />

tenido los juegos de alea como principal referente.<br />

Borges relata como primero se comenzó en la antigua Babilonia por<br />

unos meros sorteos de azar sin mayores consecuencias, mas luego se<br />

introdujo en esos sorteos no solamente la posibilidad de apreciables premios,<br />

sino de severos castigos, aunque se tratara de que entre 30 números había 29<br />

favorables y uno desfavorable. El que obtenía este número desfavorable tenía<br />

que pagar una multa cuantiosa. Entonces esta lotería comienza<br />

verdaderamente a tomar poder y, en cierto modo, a apoderarse de la gente.<br />

Dice Borges al respecto:<br />

“Los babilonios se entregaron al juego. El que no adquiría suertes era<br />

considerado un pusilánime, un apocado. Con el tiempo, ese desdén justificado<br />

se duplicó. Era despreciado el que no jugaba, pero también eran despreciados<br />

los perdedores que abonaban la multa”.<br />

Pero esto todavía no es suficiente. El poder de esta lotería babilónica se<br />

apodera de la gente, agrandando cada vez más sus tentáculos, hasta<br />

convertirse en un monstruo. Y esta lotería se dirige de ahora en adelante desde<br />

un centro. Borges:<br />

“La Compañía (así empezó a llamársela desde entonces) tuvo que velar<br />

por los ganadores, que no podían cobrar los premios si faltaba en las cajas el<br />

importe casi total de las multas. Entabló una demanda a los perdedores: el juez<br />

los condenó a pagar la multa original y las costas o a unos días de cárcel.<br />

Todos optaron por la cárcel, para defraudar a la Compañía. De esta bravata de<br />

unos pocos nace el todopoder de la Compañía: su valor eclesiástico,<br />

metafísico”.<br />

235.¿No será que jugamos juegos de competencia porque vivimos en una<br />

sociedad de competencia?.<br />

Y en la misma línea podríamos preguntar: ¿No será que jugamos juegos de<br />

azar, porque ante todo estamos determinados por el azar? Y podríamos<br />

continuar para preguntar a continuación: ¿No será que jugamos juegos de<br />

vértigo – acrobacias, y demás – en los que ponemos la vida en juego, porque<br />

admiramos por sobre todo los actos heroicos en los que se pone la vida en<br />

juego? Y por último preguntemos: ¿No será que jugamos juegos de roles<br />

porque el camino que recorremos en la existencia consiste sobre todo en su<br />

primera etapa en jugar distintos roles para encontrar finalmente el que más nos<br />

acomoda?<br />

En todo ello tenemos presente la clasificación de los juegos de Roger<br />

Caillois de juegos de agon o competencia, alea o azar/destino, mimicry o de<br />

simulación o de roles, ilinx o de vértigo.<br />

Y al parecer es efectivamente, como decíamos más arriba. Por de pronto<br />

llama la atención que nos afanemos y nos desvivamos tanto por los deportes<br />

físicos o mentales, que son en su gran mayoría juegos de agón o de<br />

competencia. Y ello se explicaría porque ante todo habitamos en una sociedad<br />

en la que se enfrentan unas habilidades, destrezas y capacidades con otras, y<br />

ello desde luego no únicamente como una característica de la actual sociedad<br />

llamada precisamente “de competencia”. Hay aquí medición de fuerzas, de<br />

quién corre más rápido, quién salta más alto o más lejos, quién es capaz dar un<br />

jaque mate a su contrincante, quién hace el slalum en el menor tiempo posible.


Y en correspondencia con ello en nuestra sociedad laboral se trata de quién<br />

tiene el mejor currículo, quién vende más, quién hace mejores negocios, quién<br />

exibe mejor rendimiento a fin de mes.<br />

Lo mismo si se trata del alea o azar: porque estamos determinados por<br />

el azar por de pronto de haber nacido, de todas las vicisitudes que se van<br />

presentando en la existencia, enfermedades que podamos contraer, pero<br />

también haber conocido a una mujer que habrá de ser nuestra esposa y la<br />

madre de nuestros hijos, todo ello de seguro que es determinante para que<br />

juguemos a la ruleta o la lotería, por mucho que no estemos conscientes de<br />

ello.<br />

De similar modo, si lo que más admiramos es que alguien se la juegue<br />

por entero por algo, que esté incluso dispuesto a dar la vida por algo, y por<br />

supuesto por algo que valga la pena, lo que se relaciona con los actos heroicos<br />

y el hecho de que prácticamente en cada nación haya un panteón de los<br />

héroes, que por lo general son venerados nada menos que como padres de la<br />

patria, todo ello es más que probable que nos impulse a jugar juegos de ilinx o<br />

de vértigo.<br />

Y, por último en el caso de los juegos de mimicry o de roles se da justo<br />

la situación inversa: sucede con ellos que es más bien el hecho de que<br />

ingresamos en la existencia jugando a ser otro, como el juego de roles, jugando<br />

a ser policía o ladrón, hombre o mujer, médico o paciente, rey o mendigo, de<br />

ello al parecer va resultando posteriormente que en la conformación de nuestra<br />

personalidad nos vayamos ensayando en distintos estilos, experimentando con<br />

distintas formas, hasta encontrar la que más se nos ajusta, con la que nos<br />

sentimos más a gusto. Y, como vemos, es patente que en este caso<br />

precisamente nuestro modo de ser, en este caso infantil, originaria y<br />

naturalmente lúdico, nos ha llevado a comportarnos también lúdicamente en el<br />

mundo, y de acuerdo al juego de roles.<br />

236.¿En “El jugador” de Dostoyevski el juego dentro del juego.<br />

Ésta es la inclusión – el juego dentro del juego – que nos presenta uno de los<br />

más grandes escritores de todos los tiempos – Dostoyevski – en una de sus<br />

obras – El jugador. En ello hay que tener en cuenta que Dostoyevski fue él<br />

mismo un empedernido jugador, y – cómo no – de la ruleta. En “El jugador”<br />

esta inclusión del juego en el juego se da al modo de la relación entre el juego<br />

y la vida. Como que el juego, en este caso el juego de ruleta, sucede dentro de<br />

otro juego, propio de la vida misma y de las circunstancias que se presentan.<br />

A su vez, en esta obra se perfila, como dice su título, la personalidad y el<br />

modo de ser del jugador. Tal vez ya al llamar a su protagonista “el jugador” se<br />

esta calificando esto como un extravío. El jugador en cuestión es Aleksieyi<br />

Ivánovich, alguien que acaba perdido en el juego, o más bien se trata de que el<br />

juego lo perdió, atrapándolo con sus tentáculos. Y, más precisamente, es el<br />

juego de azar, la ruleta, que acaba por anularlo como individuo, como<br />

ciudadano, de cierta integridad moral y espiritual. Al final quedan de él tan sólo<br />

los despojos de lo humano, de quien no está más en sus cabales y dispuesto al<br />

trabajo y al sacrificio, careciendo a la vez de todo proyecto. Y el juego que<br />

puede atrapar y diezmar de esta manera no puede ser otro que el de alea, de<br />

azar – en este caso, la ruleta.


Sin duda el juego pasa así a ser aniquilador cuando no se respeta más<br />

lo que el filósofo del juego – Roger Caillois – llama la separación propia de lo<br />

lúdico, el constituir una actividad separada y delimitada en el espacio y en el<br />

tiempo, es decir, cuando el juego pasa a ser simplemente tu vida.<br />

Y ocurre aquí también que el juego de alea no cabe restringirlo a lo que<br />

se circunscribe a la ruleta, sino que determina también la suerte de cada cual<br />

en sus respectivas existencias en relación a las posiciones que cada uno<br />

ocupa, cómo se comporta y qué acciones realiza a partir de ellas. En “El<br />

jugador”, como ya decíamos se pone en conjunción, de este modo, al juego<br />

con la vida. Así el protagonista Ivánovich, secretario de un general (o que se<br />

hace llamar “general”, pero que sería más bien un coronel retirado), se queja<br />

de su situación económica que le ha tocado, que califica de lacaya, e intenta<br />

superarla a través de un golpe de suerte en la ruleta. Podríamos decir que en<br />

este caso de una modalidad del azar, la de un juego específicamente tal, se<br />

espera que se superponga al azar de un determinismo económico.<br />

También la mayoría de los otros personajes – el general, su prometida<br />

Blanche, De-Grillet, y otros – están a la espera de un golpe de suerte (y<br />

bastante cruel, dicho sea de paso): que se muera Bábuschka, la madre del<br />

general, señora de una inmensa fortuna y que dejaría una cuantiosa herencia.<br />

Pero esto no ocurre durante todo el tiempo que más lo esperan y lo necesitan<br />

los interesados. De San Petersburgo, donde ella está radicada, llegan<br />

continuamente telegramas que anuncian que se mantiene estable, dentro de su<br />

postración, debida a su avanzada edad.<br />

El nombre de la ciudad alemana imaginaria – Rulettenburg (literalmente<br />

‘La ciudad de la ruleta’) – en donde transcurre la acción es asaz decidor<br />

respecto del alea – del juego y de la vida apoyada en el azar.<br />

237.Juego plebeyo y juego de caballeros.<br />

En “El jugador”, la obra de Dostoyevski de 1866, interesa perfilar lo que sería<br />

una “actitud existencial lúdica”. Ella tiene que ver con la distinción entre “juego<br />

de caballeros” y “juego plebeyo”, que nos ofrece el autor. Y si bien esta<br />

consideración la podríamos eventualmente limitar a una cuestión de orden<br />

social y económico, lo cierto es que cabe verla en un sentido más amplio: el<br />

juego propiamente tal tiene lugar cuando jugamos por jugar, lo que se vincula<br />

con el sin – por qué del juego, esto es, el jugar sin estar determinado por la<br />

necesidad de ganar, cual si fuera un negocio. Sólo el caballero puede<br />

permitirse esto, el lacayo, la plebe, no. Aleksieyi Ivánovich, el protagonista, es<br />

secretario de un general y pretendiente de su hija, que no se interesa por él en<br />

razón de su modesta condición. La única salida a su desafortunada situación la<br />

encuentra en el juego de ruleta, mas su juego por lo mismo tendrá la<br />

deleznable marca de lo plebeyo. Escuchemos cómo expresa esto Ivánovich:<br />

“Porque hay dos juegos: uno..., propio del gentleman, y otro..., plebeyo,<br />

interesado, juego de toda la chusma. Aquí esto se distingue muy bien y ¡qué<br />

ruin es, en realidad, tal distinción! El gentleman, por ejemplo, puede poner<br />

cinco o diez mil luises de oro, rara vez más, aunque también puede poner mil<br />

francos, si es muy rico, pero únicamente por el solo jugar, por divertirse, sobre<br />

todo por presenciar el proceso del ganador o del perdidoso; pero en modo<br />

alguno debe interesarle el ganar. Si gana, puede, por ejemplo, echarse a reír<br />

alto, hacerle alguna observación a alguno de los que le rodean, y hasta puede


volver a poner, y doblar la postura, pero tan sólo por curiosidad, por observar<br />

las suertes, por hacer cábalas y no por el plebeyo deseo de ganar. En una<br />

palabra: que a todas aquellas mesas de juego a la ruleta y al trente et quarante<br />

ha de mirarlas no de otro modo que como una distracción imaginada<br />

únicamente para su recreo”.<br />

En esto descolla lo aristocrático-lúdico, algo de carácter no banáusico. Si<br />

bien lo interpretamos, sale a luz aquí una distancia respecto de las<br />

necesidades de todo orden, y en este sentido, el juego nos permite elevarnos<br />

por sobre ellas, cumpliendo de este modo un papel similar al de la elevación<br />

espiritual, al menos en su punto de arranque. Relativamente a esta distancia<br />

respecto de las necesidades, que, junto con lo aristocrático, que caracterizaría<br />

a una “actitud existencial lúdica”, llama la atención que los juegos de alea sean<br />

los únicos que nos abren a una relación con el azar-destino y lo trascendente, y<br />

por la contraparte, son también los únicos que, aunque sea en su momento de<br />

desvirtuación, hacen uso de lo que más tiene que ver con la satisfacción de las<br />

necesidades y lo que en lo mundanal resulta ser lo más apreciado: el dinero.<br />

Visto de esta forma, puede decirse que el juego de alea, de azar, pero que<br />

también puede ser vivenciado como destino, es el juego sublime y vil a la vez.<br />

Tanto nos puede elevar hacia estados del alma superiores, en que quedamos a<br />

la espera de la manifestación de una fuerza sobre-natural, como nos puede<br />

arrastar y perder por los vericuetos del dinero y el comercio, lo que nos puede<br />

extraviar completamente.<br />

238.Pensamientos clave de una posible “ética del juego”.<br />

Que no hemos reflexionado suficientemente acerca del juego nos lo hace ver,<br />

entre otras cosas, que hay en él distintas claves decisivas para la ética. En ello<br />

cabe observar cómo los juegos propiamente tales nos enseñan a comportarnos<br />

como ciudadanos. Por de pronto esto despunta en lo que resulta más evidente:<br />

los juegos nos enseñan a respetar las reglas, y ello naturalmente constituye<br />

una base para que en tanto ciudadanos respetemos normas y leyes. Y ello la<br />

verdad es de no poca monta desde el momento que durante la niñez, la<br />

adolescencia y la juventud le dedicamos mucho tiempo al juego, y entonces<br />

ese respeto a las reglas, podemos suponer repercutirá de alguna forma en<br />

nuestro comportamiento posterior cuando, como ciudadanos, nos insertemos<br />

en la sociedad laboral.<br />

En segundo lugar, el fair play, el juego limpio, muy asociado con el<br />

anterior aspecto del respeto a la regla, sólo que tal vez con un alcance mayor<br />

todavía. Aquí no se trata únicamente de nuestra relación con reglas del fútbol o<br />

del ajedrez, sino de jugar limpiamente en todo su alcance, y ello concierne<br />

sobre todo a la relación que tengo con el otro jugador, el contrincante.<br />

Imaginémonos la relevancia que el fair play adopta no sólo en el fútbol, sino<br />

más claramente todavía en el box. Y entiéndase que precisamente, porque<br />

está el mandato del fair play, por eso mismo puede haber frecuentes<br />

transgresiones, así como el famoso cabezazo de Zidane, el golpe del box, o el<br />

también mal-afamado truco del Condor Rojas.<br />

En tercer lugar, la igualdad de oportunidades. Sin duda, éste también es<br />

un punto decisivo. Paradigmáticamente el juego se basa y hace realidad en<br />

cada partido o certámen este anhelo del espíritu democrático. El jugador y su<br />

contrincante necesariamente deben tener garantizada una igualdad de


oportunidades, y cuando este mínimo requisito no se cumple, el juego<br />

simplemente no tiene lugar. El número de jugadores tiene que ser él mismo<br />

para cada uno de los equipos, en el proceso de selección se garantiza que<br />

todos jugadores o equipos tengan los mismas chances, y demás. Y, sin<br />

embargo esta igualdad de oportunidades que es condición de todo juego, en la<br />

sociedad pasa a ser una aspiración democrática muy difícil de alcanzar. Desde<br />

el momento que hay personas que viven debajo de algún puente del Río<br />

Mapocho, simplemente la igualdad de oportunidades no está garantizada para<br />

ellos.<br />

Y en cuarto lugar, una enseñanza más compleja del juego. Y habría que<br />

agregar que en este caso no son los juegos tales o cuales los que nos enseñan<br />

algo, sino nuestra condición ontológica como homo ludens, como jugadores. Se<br />

trata de que en nuestra sociedad jugamos juegos de competencia y esto no<br />

sólo de acuerdo a las leyes del mercado, de la oferta y la demanda, sino en<br />

términos políticos, profesionales, y otros. En este juego, que cabe calificar<br />

como agonal, como juego de agon, es decir, precisamente de competencia,<br />

sucede además que unas capacidades, habilidades y destrezas se enfrentan<br />

con otras. Ahora bien, esas capacidades agonales que hemos recibido<br />

potencialmente ya desde el nacimiento, son aleatorias en su origen. Te tocó tal<br />

capacidad, talento, u otro. Y entonces si fuiste afortunado en esta dotación que<br />

recibiste, tu deber es devolver ello al conjunto de la sociedad, para favorecer a<br />

los menos dotados o simplemente menos afortunados.<br />

Recordemos a propósito de esto unas palabras de don José Tomás<br />

Urmeneta, el empresario y filántropo chileno del siglo XIX, y que podría<br />

considerarse un modelo empresarial para todas las futuras generaciones,<br />

cuando dice:<br />

“La fortuna sólo es el medio de crear la grandeza de un país y de reparar<br />

las injusticias del destino y de las desigualdades de aptitudes. La acumulación<br />

de millones es el más vil de los egoísmos”.<br />

239.El juego nos enseña a tomar distancia respecto de lo que hacemos.<br />

En su obra “El jugador” Dostoyevski ofrece una distinción respecto del juego de<br />

enorme relevancia filosófica: entre juego de caballeros y juego plebeyo, y ello<br />

está concebido en relación a un juego de azar, como es la ruleta, en el que,<br />

como sabemos, se juega dinero. Como el caballero, y más encima cuando es<br />

rico, puede darse el lujo de jugar por jugar, está por ello más cercano a la<br />

esencia del juego, que supone precisamente el sin por qué, la falta de razón<br />

suficiente del juego, así como especialmente los niños cuando juegan. Es más,<br />

incluso ni siquiera se trata aquí de ser inmensamente rico, sino que aunque el<br />

caballero lo pierda todo, esto tampoco tendrá relevancia para él porque el<br />

dinero para él, se supone, que no vale. El juego plebeyo, en cambio, supone en<br />

cierto modo introducir en el juego ciertos aspectos que son más bien propios<br />

del mundo concreto en que vivimos, y por eso significa jugar por interés,<br />

prácticamente haciendo del juego una suerte de posibilidad comercial, un<br />

negocio. Y naturalmente entonces ya no se juega por jugar simplemente, sino<br />

para ganar. En ello y en todo lo que trasunta la aludida distinción experimenta<br />

su tremenda frustración el protagonista de “El jugador”, y al que se debe el<br />

nombre el cuento: Aleksieyi Ivánovich. Él pretende a la hija del general, de<br />

quien él es secretario, mas ella no se fija en él, simplemente (así lo supone él)


porque es un modesto secretario. Entonces la única salida que encuentra de<br />

cara a esta situación es la ruleta, mas sucede así que tendrá que jugar y<br />

jugárselas como un plebeyo y no como un caballero. Por eso Ivánovich dice:<br />

“El verdadero gentleman, aunque pierda toda su fortuna, no debe<br />

denotar emoción. El dinero debe ser una cosa tan despreciable para el<br />

gentleman, que casi no vale la pena preocuparse de él”.<br />

Como observamos, esta caracterización del juego, ante todo como<br />

“juego de caballeros” alude a la vez a una distancia (aristocráctica) con<br />

respecto a nuestras necesidades. En ello incluso podemos reconocer una de<br />

las tantas llaves maestras que nos permiten acceder al modo de ser del<br />

hombre. En este caso lo que se nos descubre es un vínculo con lo que<br />

llamamos “estilo”. Si, por ejemplo, comemos un pedazo de pan o bebemos<br />

agua es muy distinto hacer esto de un modo animal por solo hambre o sed, que<br />

guardando una distancia respecto de ello, a saber, hacerlo con estilo; en otras<br />

palabras, y según lo dicho, hacerlo lúdicamente.<br />

Ciertamente el comer o beber de esta manera – con distancia y<br />

lúdicamente – induce a su vez a una satisfacción de nuestras necesidades,<br />

probablemente incluso más plena. Un caso extremo de ello sería lo que nos<br />

presenta la célebre escena de la película “La quimera de oro” de Chaplín, en la<br />

que éste imagina un bistec, echando una suela de zapato al sartén, y unos<br />

cordones de zapato que hace deslizar por su boca, imaginando unos tallarines.<br />

No es casual que la aristocracia de sangre y de clase incorpore dentro<br />

de su estilo la distancia, y justamente además porque no está determinada por<br />

el apremio de la satisfacción de las necesidades físicas y materiales. Ello se<br />

asocia también con el poder y la autoridad; y el protocolo se preocupa de<br />

establecer incluso reglamentariamente qué distancias del monarca o del<br />

príncipe hay que respetar. Mas, si en esto reconocemos todavía lo lúdico, ello<br />

se tiende a perder, cuando las distancias se reglamentan y se transforman en<br />

mera formalidad.<br />

240.Relevancia filosófica de la distancia.<br />

Probablemente ha sido Nietzsche que, como ningún otro pensador, ha llamado<br />

la atención sobre la distancia, hasta el punto de hablar de un “pathos de la<br />

distancia” que caracteriza al hombre en sus posibilidades más elevadas. A<br />

partir de ello se puede entender que el filósofo del martillo haya mirado con<br />

recelo todo lo que circunda al “amor al prójimo”, ya que respecto de ese amor<br />

le parecía que entonces no habría selección, y sin ésta se rebajan las<br />

posibilidades de una auténtica relación. Por ello se entiende también que<br />

hablara Nietzsche de esa singularidad que es el “amor a lo lejano”.<br />

Así, por ejemplo, cuando Octavio Paz describe el erotismo y el cortejo<br />

erótico metafóricamente como pararayos de lo sexual. Esto implica que el<br />

erotismo supone una distancia que incluye cierto juego, precisamente del<br />

cortejo, evitándose así la inmediatez e inminencia a que empuja la sexualidad.<br />

En este caso la distancia a que aludimos se entrelaza con el tiempo; ella se<br />

expresa al modo de un demorarse, retardar, darse tiempo, extenderse en el<br />

tiempo, sin quedar presos en lo meramente inmediato del presente.<br />

Mas, si bien lo analizamos, la distancia puede no sólo determinar las<br />

relaciones con los otros seres humanos, sino con el mundo, con los fenómenos<br />

en general. La descripción que hace Jaspers en su Psicología de las


concepciones de mundo, de 1919, del goce y de la actitud gozadora es<br />

sobresaliente. Destaquemos al menos dos puntos de su descripción: que el<br />

goce nunca está en una relación inmediata con la cosa de que se goza, sino<br />

mediata, ya que todo goce es en definitiva autogoce. En este sentido, el goce<br />

es distinto del placer porque este último es inmediatista, en razón de su directa<br />

dependencia del objeto de placer. En segundo lugar, que el goce equivale a<br />

una suerte de superestructura que se levanta sobre todas las cosas, ya que<br />

prácticamente de todo es posible gozar; hay quien goza no solamente de la<br />

buena comida, sino de comer sapos y culebras (tengamos en cuenta en ello las<br />

diferencias culturales que se presentan en el planeta respecto de hábitos<br />

alimenticios); hay quien goza del agua cálida y otro del agua fría para bañarse<br />

en el mar; hay quien goza de la visión de paisajes naturales, y otro de paisajes<br />

urbanos, etc. Escuchemos a Jaspers al respecto:<br />

“El goce no es una actitud ante la cosa (esta actitud objetiva sería llena<br />

de placer o de displacer, mientras que la oposición al goce es la ascesis), sino<br />

ante la vivencia, también ante la vivencia de la cosa. Todo goce es, a fin de<br />

cuentas, goce de sí mismo. La conciencia se entrega a su objeto, y el goce<br />

está en la entrega, no en la cosa” (131),<br />

y sigue más adelante:<br />

“Así, el goce se edifica en todas partes como una superestructura sobre<br />

la inmediatez; sobre el placer embriagador, en la música, por ejemplo, el goce<br />

de la embriaguez; sobre la comprensión objetiva el goce en la actitud objetiva;<br />

sobre el placer sensual el goce en el placer sensual, sobre el dolor el goce en<br />

el dolor. Todo lo inmediato es sencillo, en cierto modo ingenuo; todo goce es<br />

refinado. La inmediatez permanece en la cosa, el goce sigue buscando siempre<br />

otros objetos de goce que, como tales, no precisan seguir interesándole. El<br />

goce amplía las actitudes a la totalidad de mundo y vivencia y, sin embargo, no<br />

necesita poseer nada de ellos. Precisamente nunca está en la cosa, sino<br />

solamente en el goce”<br />

241.Tres ideas filosóficas del filósofo Luc Ferry.<br />

Luc Ferry pertenece a la generación de los “nuevos filósofos” en Francia, que<br />

no tendrían esa impronta sombría o en todo caso melancólica, de Sartre,<br />

Camus, y me atrevería a agregar: Barthes, Deleuze, Foucault, Derrida y<br />

Baudrillard. En Entrevista de la Revista “Artes y letras” del Diario “El Mercurio”<br />

del domingo 17 de Junio de 2007, siguiendo el decurso de las preguntas que<br />

hacía la entrevistadora Ana Francisca Aldunate, diría que se destacan las<br />

siguientes ideas que me han parecido extraordinariamente interesantes:<br />

nuestros “sueños despiertos”, el grado acerca de cómo estamos determinados<br />

por el miedo, y el “cristianismo sin Dios”.<br />

Veamos primero como, a propósito de los “sueños despiertos”, el filósofo<br />

nos dice:<br />

“Nosotros vivimos permanentemente en lo que Freud denominaba “los<br />

sueños despiertos”, es decir, esas pequeñas historias que nos contamos a<br />

nosotros mismos para corregir la realidad: uno sueña que se ha ganado la<br />

lotería y calcula de qué forma gastará su dinero; se imagina campeón de fútbol,<br />

pianista virtuoso, actor célebre, revestido de todos los dones con innumerables<br />

éxitos amorosos, i cluso, cuando un pequeño jefe nos amarga la vida, cuando<br />

alguien más fuerte nos oprime o un competidor nos hace sombra, nos<br />

contamos historias en las que los ponemos en su sitio, les cerramos la boca,


etc. Casi todos nuestros sueños de éxito social toman elementos de este<br />

modelo infantil…Pero, en el fondo, sabemos bien que incluso si lográsemos<br />

realizar nuestros “sueños despiertos” no seríamos necesariamente más felices:<br />

surgirían otros problemas, nuevas frustraciones, envidias, fracasos”.<br />

La segunda idea de Ferry es la del miedo. Veamos cómo se explaya<br />

respecto de él:<br />

“Cuando yo era niño, se nos enseñaba que ser adulto era ser capaz de<br />

superar los miedos que nos bloquean, nos aprisionan y nos impiden vivir libres<br />

y abiertos a los demás. Se nos decía “que un hombrecito no tiene miedo” de la<br />

oscuridad, del lobo, de lo que usted quiera. Pero hoy día los europeos tienen<br />

miedo de todo: del sexo, del alcohol, del tabaco, de la velocidad en la carretera,<br />

de un trozo de carne o de pollo, de Turquía, de la globalización, de la<br />

nanotecnología, de los organismos genéticamente modificados…entre muchas<br />

otras cosas. A decir verdad, no solamente están muertos de miedo, sino que<br />

además han transformado el miedo en una pasión para nada vergonzante ni<br />

necesaria de superar, sino, en un vector de prudencia, hasta de sabiduría. Bajo<br />

el efecto de la ecología contemporánea pensamos que el miedo es el primer<br />

paso hacia el gamoso “principio de precaución”. Y las organizaciones juveniles<br />

son las primeras en militar en este sentido…Evidentement, no todo es falso en<br />

este “principio de precaución”, pero a fuerza de plantearlo como un absoluto<br />

vamos a terminar perdiendo el mensaje más profundo de todas las grandes<br />

filosofías, a saber, que el fin último de la existencia, la verdadera sabiduría,<br />

consiste en lograr superar nuestros miedos para ser por fin libres y amar a los<br />

demás”.<br />

Y la tercera idea: cristianismo sin Dios. Ferry se reconoce ateo, y, sin<br />

embargo comulga fundamentalmente con el ideario ético del cristianismo,<br />

fundamentalmente en lo que atañe a la ley del amor. Piensa que no tenemos<br />

alternativa, no cabe sino tener la mejor convivencia posible con el otro, ponerse<br />

en su lugar, acogerlo, comunicarse con él, y para ello no es necesario creer en<br />

la vida eterna, y demás.<br />

242. El “dios de los filósofos.<br />

Tal como reconocen de distinta manera Martin Heidegger y Wilhelm<br />

Weischedel, la filosofìa se constituyó desde antiguo como “ontoteología”<br />

(Heidegger) o “filosofía teológica” (Weischedel). 1 Independientemente de lo que<br />

ambos filósofos hayan planteado al respecto, podríamos decir que las palabras<br />

‘ser’ y ‘Dios’ son de tal alcance que apuntan a lo más universal y lo más<br />

esencial que pudiera concebirse. En cierto modo, cada palabra supone una<br />

demanda de significado que, como en la “ética del discurso”, suele ser de<br />

carácter performático o deontológico. Vale decir, por ejemplo, las palabras<br />

‘comprar’, ‘vender’, ‘robar’ y ‘regalar’ suponen no sólo algunos significados, sino<br />

ciertas acciones que se esperan. Sobre esta base podemos entonces sostener<br />

que el alcance y la correspondiente demanda de significado de las palabras<br />

‘ser ‘ y ‘Dios’ (nada más que en tanto palabras) es tal que nada queda fuera de<br />

sus dominios, y por lo tanto, dado que esos dominios son omniabarcantes,<br />

1 Cfr. Wilhelm Weischedel. Der Gott der Philosophen. Gundlegung einer philosophischen Theologie im<br />

Zeitalter des Nihilismus (El dios de los filósofos. Fundamentación de una filosofía teológica en la era<br />

del nihilismo), vol. 1 y 2. Edit. Wissenschaftliche Buchgesellschaft, Darmstadt 1983. En adelante<br />

‘GdPh’.


tienen necesariamente que cubrirse una con otra. A parir de ello la filosofía no<br />

puede ser sino filosofía teológica u ontoteología (habría pues, como se llama el<br />

escrito de Heidegger al respecto, una “estructura ontoteológica de la<br />

metafísica”. 2 Para Weischedel, según como desarrolla esto en su opera magna<br />

Der Gott der Philosophen (El dios de los filósofos), ésta habría tenido (como un<br />

ser vivo) un movimiento de auge que va desde Aristóteles hasta Hegel y un<br />

movimiento de decadencia, que se inicia con el positivismo decimonónico (a la<br />

cabeza Feuerbach) y que se prolonga hasta nuestros días. Por de pronto, es<br />

necesario atender a las razones según las cuales la filosofía teológica se inicia<br />

con Aristóteles, incluso de modo ejemplar. Al respecto, cabe decir que el<br />

Estagirita, al preguntarse por un “esto aquí”, como puede ser cualquier cosa,<br />

ello remite a su causa, sucediendo que a su vez esta causa viene a ser efecto<br />

de una causa anterior, nuevamente respecto de la cual se da lo mismo, que es<br />

efecto de una causa anterior, y así sucesivamente. Aristóteles aplica a ello el<br />

criterio de no regresión al infinito, dado que “el pensamiento requiere de un<br />

punto de parada para entender”. Independientemente de lo cuestionable que es<br />

este criterio o principio, su aplicación conduce al establecimiento de una<br />

primera causa, siendo ella misma incausada, y por lo tanto causa de sí misma<br />

(causa sui); por lo tanto, Dios existe.<br />

Aquí nace propiamente el llamado “dios de los filósofos” (lo que le da el<br />

título a la obra de Weischedel), y éste se desplegará, de la mano de la filosofía,<br />

teológica hasta su culminación en Hegel (en el espíritu o razón universal).<br />

243.Feuerbach y el “dios de los filósofos.<br />

El filósofo de la Universidad Libre de Berlín Wilhelm Weischedel plantea como<br />

prácticamente desde sus inicios la filosofía se desarrolló como “filosofía<br />

teológica”, en particular y con decidida fuerza desde Aristóteles. Más<br />

precisamente, la filosofía teológica habría tenido un movimiento de auge<br />

desde Aristóteles hasta Hegel y un movimiento de decadencia desde<br />

Feuerbach en adelante. Refirámonos ahora al inicio de esta decadencia con<br />

Ludwig Feuerbach, y con el ateísmo que él sostiene. Según relata el propio<br />

Weischedel en otro de sus libros – Die philosophische Hintetreppe (La<br />

escalera trasera de la filosofía) – Feuerbach proclamó su ateísmo en la<br />

Universidad de Heidelberg, a raíz de lo cual fue expulsado y no volvió más a<br />

pisar el suelo de una universidad alemana. 3 Su obra capital – La esencia del<br />

cristianismo – es posterior y en ella va a fundamentar sólidamente el ateísmo.<br />

Pero, atendamos a lo singular que es éste. Desde ya llama la atención el título<br />

de la obra: la esencia del cristianismo, y que bajo ese título se sostenga una<br />

postura atea. La explicación de ello está precisamente en qué consiste este<br />

ateísmo. Digámoslo de una vez en la formulación más extrema de Feuerbach:<br />

la esencia del hombre es Dios, en otras palabras Dios no representa sino las<br />

máximas aspiraciones del hombre: un máximo poder: la omnipotencia; un<br />

máximo saber: la omnisciencia; una capacidad de determinar él mismo el<br />

curso de la historia: la Providencia; una máxima capacidad de amar: un Dios<br />

que es amor; una capacidad de perdonarlo todo: la gracia. Dios no es algo<br />

2 Cfr. Martin Heidegger. Die onto-theo-logische Verfasszíng der Metaphysík (La estructura onto-teológica<br />

de la metafísica), en: Identität uind Differenz, Edit. Günther Neske, Pfullingen 1957. En adelante,<br />

‘DoV’.<br />

3 WIlhelm Weischedel, Die philosophische Hintertreppe, dtv, München, 2003. / Ed. Cast.: Los filósofos<br />

entre bambalinas, Edit. FCE, México, 1972.


distinto en definitiva que el deseo humano, y consiguientemente a lo que<br />

procede Feuerbach es a reducir todo elemento teológico a elementos<br />

antropológicos. El filósofo de la llamada “izquierda hegeliana” propone que<br />

Dios = Hombre: "El ser absoluto, el Dios del hombre, es su propia esencia". 4<br />

Visto Feuerbach desde esta perspectiva, podemos entender que,<br />

aunque con él se inicie la decadencia de la filosofía teológica, no obstante ella<br />

pervive, aunque comienza a apagarse; Dios y lo divino comienzan epocalmente<br />

a quedar cada vez más en la retaguardia. Y de modo similar cabría referirse a<br />

lo que involucra la sentencia de Nietzsche, tanto a través del portavoz del loco<br />

del mercado, como de Zaratrustra, que dicen: “¡Dios ha muerto!”: con Nietzsche<br />

también se cumple – aunque obviamente ello da lugar a un desarrollo distinto y<br />

completamente original – de que al hombre y a la relación hombre-mundo<br />

tenemos que entenderlo desde el trasmundismo, principalmente representado<br />

por el cristianismo y, en un sentido más amplio, por la “metafísica platónicocristiana”.<br />

244.Expresiones de la filosofía teológica en la historia de la filosofía.<br />

El filósofo Wilhelm Weischedel sostiene a propósito de la filosofía teológica lo<br />

siguiente:<br />

“La exigencia de llegar a proposiciones sobre Dios acompaña a toda la<br />

historia de la filosofía; es más, ello constituye en extensos períodos su<br />

impulso esencial; y esto es tanto así que no se va descaminado, cuando se<br />

observan los esfuerzos de la filosofía teológica como el acontecer<br />

fundamental de la historia de la filosofía” (GdPh, vol. 1, p. 38).<br />

El propio Weischedel trae una colección de citas que avalan la tesis de<br />

que la filosofía ha sido principalmente filosofía teológica. Estas citas están<br />

dispersas a lo largo de su obra; de ellas selecciono aquellas que se refieren al<br />

hombre definido por su relación con dios, a la tarea de la filosofía definida<br />

como pregunta por dios, e incluso algunas que corresponden a la filosofía<br />

atea, posición a la que adhiere el propio Weischedel.<br />

Arranquemos en todo caso con una cita de Karl Löwith sobre Descartes<br />

(Carta a Mersenne del 16 de Mayo de 1630):<br />

“Il ne faut done pas diré que si Deus non esset, nihilominus istae veritates<br />

essent verae; car I'existence de Dieu est la premiére et la plus éternelle de<br />

toutes les vérités qui peuvent etre, et la seule d'o'u proc'edent toutes les<br />

autres”. 5<br />

Y ahora sí las citas tomadas de la inmensa obra de Weischedel:<br />

Fichte (y habría que agregar, pese a la disputa del ateísmo –<br />

Atheismusstreit – que se generó en torno a él):<br />

“la verdadera filosofía /... / arranca de la vida única, pura y divina”.<br />

“Sólo es Dios, y fuera de él, nada” (GdPh, v. 1, p. 231).<br />

Schelling:<br />

La filosofía es «ciencia del absoluto», “ciencia de lo divino”,<br />

“Contemplación de Dios”, “servicio a Dios /Gottesdienst/” (GdPh, v., p. 254).<br />

Hegel:<br />

4<br />

Ludwig Feuerbach, De la esencia del cristianismo, trad. de Franz Huber, Edit. Claridad, Bs. As. 1941,<br />

pág. 19.<br />

5<br />

Karl Löwith, Gott, Mensch und Welt in der Metaphysik von Descartes bis zu Nietzsche (Dios, hombre y<br />

mundo en la metafísica desde Descartes hasta Nietzsche). Edit. Vandenhoeck & Ruprecht, Gottingen<br />

1967, p. 35.


“Así es Dios uno y único objeto de la filosofía; ocuparse de él, reconocer<br />

todo en él, retrotraer todo a él, así como derivar todo lo particular de él” y<br />

“justificarlo todo, en tanto que emana de él, se mantiene en un nexo con él,<br />

vive de su iluminación y en ello tiene su alma”, es su tarea; “La filosofía es por<br />

ello teología”; “La filosofía es en el hecho mismo servicio a Dios” (GdPh, v. 1,<br />

p. 287).<br />

Scheler:<br />

”El hombre es el portador de una tendencia que trasciende todos los<br />

valores vitales y cuya dirección va a lo “divino"”. Él es el “buscador de Dios”<br />

(GdPh, v. 1, p. 112).<br />

Paul Tillich:<br />

“El preguntar existencial» es una «pasión teológica”.<br />

“El impulso a la filosofía lo da “un elemento teológico””.<br />

“Cada filósofo creador es un oculto teólogo” (GdPh, v. 1, p. 96).<br />

Jaspers:<br />

Filosofar es, así considerado, “interpretar las cifras de la trascendencia”<br />

(GdPh, v. 1, pág. 136). “Dios es/... / la trascendencia” (GdPh, v. 1, p. 127).<br />

Ahora por el lado del ateísmo:<br />

Marx:<br />

“La crítica de la religión es el supuesto de toda crítica” (GdPh, v. 1, p.<br />

411).<br />

Y para culminar finalmente<br />

Feuerbach:<br />

Dios es “la esencia absoluta del alma humana” (GdPh, v. 1, p. 406).<br />

245.El “dios de los filósofos” y Kant.<br />

El dios de los filósofos ha estado en juego a lo largo de toda la filosofía<br />

teológica, tanto en su auge como en su caída. Significativamente él se ha<br />

expresado en el intento de la razón de remontarse hasta él mismo, y<br />

valiéndose exclusivamente de sí misma, sin apoyo en la fe. Es lo que<br />

advertimos en las demostraciones de la existencia de Dios. Ciertamente,<br />

salvo las demostraciones de Aristóteles, como ellas se presentan en un marco<br />

que ya es no solamente el de la filosofía teológica, sino más precisamente de<br />

la filosofía teológica cristiana, en definitiva se apunta en ellas al Dios cristiano.<br />

Ejemplares en este sentido son las palabras de Descartes, que Walter Schulz<br />

recuerda en El dios de la metafísica moderna, y justo en un Capítulo sobre el<br />

dios de los filósofos en la metafísica moderna, relativas a que en las<br />

Meditaciones metafísicas él (Descartes) ofrece un camino seguro a Dios para<br />

el que vacila en la fe. 6<br />

Pero, lo cierto es que, si bien examinamos estas pruebas, ya sea las de<br />

Anselmo, Tomás o del propio Descartes, perfectamente ellas, que dan lugar<br />

también a vías, como es el caso de Tomás, se pueden leer con<br />

independencia del supuesto de que su autor está pensando en el Dios<br />

cristiano. En otras palabras, en ellas está netamente en juego el dios de los<br />

6 Cfr., Walter Schulz, Der Gott der neuzeitlichen Metaphysik, Edit. Neske, Pfullingen, 1982, Cap.: “Der<br />

“Gott der Philosophen” in der neuzeitlichen Metaphysik” (“El “dios de los filósofos” en la metafísica<br />

moderna”. /Ed. Cast.: Schulz, El dios de la metafísica moderna, trad. de Fidelfo Linares, FCE, México,<br />

1961.


filósofos, y suponen un tal grado de abstracción que se parte o se llega a la<br />

sola idea de Dios.<br />

Por esta razón, resulta muy acertado el análisis de Kant en cuanto a<br />

considerar que en estas demostraciones lo que se lleva a cabo es un tránsito<br />

de la esencia (la definición, la mera idea que tengo de algo) al supuesto de su<br />

existencia real. Y Kant critica este tránsito justamente en su conocida “crítica<br />

al argumento ontológico”. Este último nombre se debe a que, bajo la mirada<br />

de Kant, la prueba ontológica sería la más sólida, y es en ella donde se<br />

cumple este solo arrancar de la esencia (pensada), de la sola idea de Dios,<br />

para rematar en el supuesto de su existencia real. A su vez para el filósofo de<br />

Königsberg las pruebas llamadas ‘cosmológica’ y ‘físico-teológica’ (o<br />

teleológica) son nada más que pruebas ontológicas disfrazadas. 7 Dice Kant:<br />

"Toda la fuerza demostrativa contenida en el llamado argumento<br />

cosmológico no consiste, pues, en otra cosa que en el argumento ontológico,<br />

construido con meros conceptos; la supuesta experiencia es superflua; tal vez<br />

puede conducirnos al concepto de necesidad absoluta, pero no demostrar tal<br />

necesidad en una cosa determinada" (CRP, A 607).<br />

Y respecto de la prueba físico-teológica o teleológica (la más cercana a<br />

la “razón ordinaria) que hace alusión a como la maravilla del orden del<br />

universo nos lleva la conclusión de un Dios ordenador y omnisciente:<br />

"/.../sostengo que la prueba físico-teológica nunca puede demostrar por<br />

sí sola la existencia de un ser supremo, sino que siempre se ve obligada a<br />

dejar que sea el argumento ontológico (al que el físico-teológico sirve de<br />

simple introducción) el que supla la insuficiencia del primero" (CRP, A 625).<br />

246.¿Podemos transitar de esencia a existencia?<br />

Según lo detecta acertadamente Kant, lo que está en juego en las<br />

demostraciones de la existencia de Dios es un tránsito de esencia a<br />

existencia – para él, en todo caso, ilegítimo. Por esencia debe entenderse en<br />

este contexto una “esencia pensada”, y más precisamente la definición de<br />

algo. Y aplicado esto al supuesto de la existencia de Dios, quiere decir que<br />

por mucho que se le muestre al pensamiento que, por ejemplo, siendo Dios lo<br />

más grande que podemos pensar (San Anselmo), tendría que existir no sólo<br />

en mi mente, sino también fuera de ella – en ello haríamos justamente un<br />

tránsito ilegítimo de esencia a existencia.<br />

Y lo que atañe a la imposibilidad del tránsito de esencia a existencia<br />

Kant lo refiere no sólo a Dios, sino también al ser. El ser, sostiene Kant,<br />

"/.../no es un predicado real/.../"(CRP, A 598), agregando que al decir que<br />

"/.../Dios es", o "Hay un Dios", no añado nada nuevo al concepto de Dios"<br />

(CRP, A 599). Aquí aparece también el conocido ejemplo de los táleros, que<br />

reza así:<br />

"Cien táleros reales no poseen en absoluto mayor contenido que cien<br />

táleros posibles" (CRP, A 599).<br />

Desarrollando la misma idea, y para hacerla aun más gráfica, añade él<br />

que si cien táleros reales no fueran iguales a cien posibles, nos haríamos<br />

más ricos, agregando unos ceros en nuestra cuenta (ejemplo aquí<br />

parafraseado) (cfr. CRP, A 599).<br />

7 Cfr. Kant. Crítica de la razón pura. Trad. de Pedro Ribas, Ediciones Alfaguara,Madrid 1978, A591-<br />

B619. En adelante 'CRP'.


Para entender en todo su alcance lo que aquí está en juego, Kant nos<br />

está planteando algo que concierne además a la necesidad. En otras<br />

palabras, por mucho que se le presente al pensamiento algo como necesario,<br />

no por eso existe. Y en efecto, podríamos agregar que en la matemática se<br />

trata de relaciones necesarias, y no por ello se justifica pretender que<br />

aquellas relaciones se hayan realizado en algún lugar, se hayan hecho<br />

realidad física y concreta, aunque en muchos casos ello haya ocurrido.<br />

Lo anterior también lo podemos formular así: por mucho que a nuestro<br />

pensamiento se le presente algo como necesario, no por ello eso<br />

necesariamente es. Si en las demostraciones se estipula "la necesidad de un<br />

ente necesario", ya que Dios sería perfecto, y la perfección exige como aspecto<br />

consustancial la existencia, esa necesidad no demanda realidad, o si se quiere,<br />

realización alguna.<br />

Kant advierte la relevancia del problema que aquí se presenta. Por eso<br />

sostiene que ante la presencia de lo forzosamente necesario, se le abre un<br />

abismo a la razón. Sostiene el pensador de Königsberg:<br />

"La incondicionada necesidad que nos hace falta de modo tan<br />

indispensable como último apoyo de todas las cosas constituye el verdadero<br />

abismo para la razón” (CRP, A 613).<br />

Y al tenor de esta misma inquietud, provocativamente pone en boca del<br />

propio Dios la siguiente duda respecto de sí mismo:<br />

"Existo de eternidad en eternidad; nada hay fuera de mí, excepto lo que es<br />

algo por voluntad mía, pero ¿de dónde soy?" (CRP, A 613).<br />

247.El pensamiento íntimamente ligado a la necesidad.<br />

Sin duda gran parte de la fuerza de determinación que ha tenido el<br />

pensamiento se debe a su nexo, su trabazón, su maridaje con la necesidad. Ya<br />

en los inicios mismos de la filosofía, incluso en lo que se considera como el<br />

legado más antiguo de la filosofía occidental – concretamente en los<br />

fragmentos de Anaximandro – se hace presente el mencionado maridaje. Ello<br />

atañe a la expresión ‘’, que podemos traducir como “es necesario”. En el<br />

caso particular de Anaximandro, en lo que atañe a su segundo fragmento, se<br />

trata de que es necesario que todo lo que llega a ser deje de ser, y que ello se<br />

cumple de acuerdo al orden de Cronos, el tiempo; en otras palabras, puede<br />

transcurrir mucho, muchísimo tiempo, y podríamos hablar hasta de miríadas,<br />

de eones de tiempo, como en lo atañe a la vida de una galaxia, y habrá de<br />

cumplirse que lo que llegó a ser, habrá de dejar de ser.<br />

Y agreguemos que si los fragmentos de Anaximandro constituyen el legado<br />

más antiguo, y que, gracias a la filosofía, el hombre hizo el tránsito del mito al<br />

logos, del mito a la razón, podemos agregar que ese tránsito se ha debido<br />

primordialmente a que el logos, la razón y el pensamiento se lo entendió en su<br />

íntimo nexo con la necesidad. En otras palabras, si el pensamiento no expresa<br />

lo necesario, entonces se cae en la arbitrariedad y el subjetivismo.<br />

Posteriormente, en el Poema del ser de Parménides, se ha tratado<br />

relativamente a esto – el nexo pensamiento-necesidad – como de una<br />

cuestión crucial: el pensamiento está íntimamente ligado a la necesidad. En el<br />

mencionado Poema se presenta no sólo el término ‘’ ‘es necesario’, sino<br />

también ‘’, ‘necesidad’. Es más, podríamos agregar a propósito de esto<br />

que, estando ya Parménides claramente situado en el nuevo terreno del<br />

logos, le da una expresión mítica a la necesidad en su alusión a Moira, que


simboliza el destino, a la cual hasta los mismos dioses quedan sometidos Y<br />

ello tiene que ver con los <strong>pensamientos</strong> que el filósofo de Elea desarrolla en<br />

este Poema y que pone además en boca de la diosa ‘Dike’, la diosa de lo<br />

recto, que es tanto de la justicia como de la verdad. Ello es notable además<br />

porque la diosa de la verdad, por supuesto, no puede decir sino la verdad. Y<br />

esto atañe ante todo a que “lo que es, es” y “lo que no es, no es”. Aunque<br />

pueda decirse que esto es lo que, por definición, es de progrullo, a través de<br />

lo cual se formula además el principio de identidad, trae consigo<br />

consecuencias de incalculables proporciones, dado que, si es así, el ser no<br />

puede haber comenzado a ser, ni tampoco podría dejar de ser, ya que ambos<br />

casos, o bien “sería el no ser” antes de ese supuesto comienzo absoluto, o<br />

“sería el no-ser” después de ese supuesto fin absoluto.<br />

Todo ello se conecta además con este otro principio sostenido por<br />

Parménides:<br />

“Lo mismo es pensar y ser”.<br />

En otras palabras, lo que se le muestra como necesario al pensamiento<br />

tiene que estar en correspondencia con el ser.<br />

Y si de acuerdo a lo anterior sucede que el ser no puede ser sino eterno,<br />

dado no puede comenzar ni terminar, si bien lo observamos, ésta podría ser<br />

una respuesta más válida que el supuesto de una finitud espacio-temporal del<br />

universo que sigue haciéndose presente en la astrofísica contemporánea.<br />

248.La prueba de la ‘contingentia mundi’.<br />

Indiscutiblemente, con base en Aristóteles, la tercera vía de Tomás de Aquino<br />

para mostrar la necesidad de la existencia de Dios, es de lo más grande en lo<br />

que a posibles demostraciones de la existencia divina se refiere. De todos<br />

modos, cabe advertir, Tomás tiene el cuidado de hablar de ‘vías’ y no de<br />

‘demostraciones’, quizás teniendo en cuenta en ello que “demostrar a Dios”<br />

constituiría de por sí una blasfemia.<br />

Veamos cómo se presenta esto en la tercera vía tomasiana para alcanzar<br />

a Dios. Aquí se parte de la aseveración de que los entes están caracterizados<br />

de acuerdo a la posibilidad, como que es posible que sean o no sean (y<br />

habría que agregar, que sean esto o lo otro). Pensemos que nosotros mismos<br />

alguna vez no fuimos y luego no seremos, y lo mismo cabría decir de nuestro<br />

planeta, de la vía láctea a que pertenecemos, y a fin de cuentas, de todo, del<br />

cosmos íntegro. Tomás:<br />

"Ahora bien, es imposible que todas las cosas que son de este modo<br />

existan siempre, porque lo que puede no existir, en algún momento no existe.<br />

Por tanto, si todas las cosas pueden no existir, en algún momento nada ha<br />

existido. Pero si esto fuese verdad, tampoco ahora nada existiría, pues lo que<br />

no existe no empieza a existir sino por algo que existe: si nada fuese<br />

existente, sería imposible que algo comenzara a existir, y de este modo nada<br />

existiría, lo cual es manifiestamente falso";<br />

de lo que infiere:<br />

"Por consiguiente, no todas las cosas tienen sólo la posibilidad de existir,<br />

sino que es preciso que algo exista necesariamente",<br />

concluyendo:<br />

"Pues bien, todo lo que es necesario, o tiene causa de su necesidad en<br />

otro, o no tiene causa de su necesidad. No es posible que se proceda al


infinito./... /Por consiguiente, es preciso que haya algo que sea necesario por<br />

sí mismo,/.../ a lo cual todos llaman Dios". 8<br />

Kant expone a su modo la prueba por la contingencia – contingentia<br />

mundi – (así también es conocida la tercera vía) diciendo simplemente que:<br />

"Si algo existe, tiene que existir también un ser absolutamente necesario.<br />

Ahora bien, existo al menos yo. Por consiguiente, existe un ser absolutamente<br />

necesario" (CRP, A 604).<br />

La tercera vía puede ser así reforzada a través de otros conceptos, como<br />

los de contingencia y condicionamiento. Si todo lo que conocemos es<br />

condicionado, diríamos actualmente hasta los hoyos negros y supercúmulos<br />

de galaxias, así también lo es el big-bang, y ello nos muestra a todas luces<br />

que el cosmos en su integridad no es autosuficiente, ya que sigue siendo<br />

condicionado, de tal modo que él exige lo incondicionado, relativamente a su<br />

justificación, en cuanto a tener una razón suficiente para ser.<br />

Es más, podemos reconocer que claramente el pensamiento y la ciencia,<br />

con todos sus avances hasta nuestros días, sigue encontrándose ante la<br />

misma disyuntiva: siempre podremos ir nada más que de lo condicionado a<br />

condiciones que lo suscitan, pero que siguen siendo ellas mismas<br />

condicionadas, y de ello no tenemos forma de salir.<br />

249.Hyphotesis non fingo.<br />

Es cierto que respecto de explicaciones parciales en la historia de la ciencia<br />

se ha recurrido a Dios, al supuesto éter o al flogisto, como el elemento que<br />

llenaría los vacíos entre los cuerpos materiales considerados los más<br />

elementales. Mas, en todo ello se trata de hipótesis redundantes, lo que nos<br />

lleva a recordar el planteamiento de Newton: hypothesis non fingo. El pasaje<br />

se encuentra en el General Scholium de la segunda edición de Philosophia<br />

naturalis. Principia Mathematica, donde dice:<br />

“I have not as yet been able to discover the reason for these properties of<br />

gravity from phenomena, and I do not feign hypotheses”. (“No he sido capaz de<br />

descubrir la razón de estas propiedades de los fenómenos, y no finjo<br />

hipótesis”).<br />

Pero, distinto es cuando se trata de la totalidad, de una plenitud fuera de<br />

la cual no hay nada. Entonces efectivamente se muestra la insuficiencia de<br />

esa plenitud del cosmos que sigue siendo condicionada y no autosuficiente.<br />

Diría que aquí entramos en un plano en el cual las hipótesis dejan de ser<br />

redundantes, ya que de por sí se trata no sólo de un enigma, sino del mayor<br />

de todos los enigmas: que haya ser, que algo sea, que sea el universo, que<br />

sea esa pléyade inconmensurable de galaxias y cúmulos de galaxias, esos<br />

cientos de miles de millones de galaxias, que seamos nosotros, que estemos<br />

conscientes, que hayamos nacido, que estemos aquí, que tengamos que<br />

morir. Aquí, por supuesto, toda teoría científica se queda corta y las<br />

concepciones filosóficas levantan vuelo, pero tengamos en claro: más que<br />

nada para traer ese enigma universal insondable, ése el más arcano de todos<br />

los secretos, ése que es la llave maestra de todo, de un supuesto sentido del<br />

hombre en la tierra. Llegamos a este mundo con este secreto y con él nos<br />

vamos.<br />

8 Cfr. Tomas de Aquino. Suma Teologica, quaest.2,I parte, pass. Cfr. también Tomas<br />

de Aquino. Antologia, Dirigida por el Instituto de Filosofía de la Universidad Católica de Valparaíso.<br />

Edit. Gabriela Mistral, Stgo. 1975..,pág. 44-45.


A partir de ello resulta perfectamente comprensible que quedemos<br />

siempre en un estado de azoramiento y estupefacción, y a fin de cuentas esta<br />

experiencia la tenemos toda vez que contemplamos el cielo nocturno, mas<br />

¿quién ha dicho que tenga necesariamente que haber una respuesta? De<br />

todos modos – cómo no – es cierto que nuestra razón en principio sabe de<br />

antemano que todo lo que encuentra a su paso tiene una explicación, una<br />

razón siquiera suficiente para ser como es. Esto es lo que establece el<br />

principio de razón suficiente de Leibniz. Y entonces la razón llevada de este<br />

impulso, acaba por preguntar con Leibniz mismo: pero ¿por qué es el ser que<br />

no más bien la nada?<br />

Pues bien, podríamos decir que con nuestro responder de esto, lo otro y<br />

lo de más allá, hasta aquí no más llegamos, y entonces lo único que parece<br />

justificarse es el silencio.<br />

Es cierto que la religión, a diferencia de la filosofía, nos entrega<br />

respuestas, mas ello es pasando al ámbito de la fe, y junto con ello, saliendo<br />

del ámbito del pensamiento, en sentido estricto.<br />

250.¿La fe como confianza o como creencia?<br />

¿Hay el camino de la fe a Dios? Se ha supuesto que sí lo hay. Mas ¿qué es la<br />

fe? Si en griego el equivalente al término ‘fe’ es , éste significa<br />

‘confianza’; el término latino ‘fides’ del cual más directamente proviene<br />

nuestra palabra ‘fe’ significa principalmente ‘creencia’, aunque también incluye<br />

‘confianza’. Pienso que es probablemente una experiencia más radical vivir la<br />

fe como confianza que como creencia. Ésta última fácilmente se puede<br />

extraviar y ser conducida a creer muchas cosas y así caer en la superstición.<br />

Podemos hacer de Dios un ídolo, al cual lo figuramos en cierto modo como<br />

más nos acomoda. Me parece que distinta es la fe como confianza, la cual, a<br />

diferencia de la creencia, no pretende tanto representarse a un dios<br />

determinado con tales y cuales características, atributos, propiedades, sino<br />

más bien como algo profundo, insondable, como por lo demás y de modo<br />

análogo sucede con las personas en quienes depositamos nuestra confianza.<br />

Y aunque es cierto que posteriormente podrán defraudarte esas personas y<br />

ciertamente tú también podrás defraudar a quienes confiaban en ti, con la<br />

vivencia de la fe como confianza también podremos sentirnos en muchas<br />

ocasiones defraudados. Ello está bien – por qué no – ya que habla de lo viva<br />

que puede ser nuestra fe. Ahora bien, probablemente lo que sucede con la fe<br />

como confianza, dado que está referida nada menos que a Dios, es que ella<br />

tiene más posibilidades de persistir, pervivir, permanecer inquebrantable a lo<br />

largo del tiempo y de la vida entera.<br />

Por otra parte, agregaría que la fe como confianza tiene como aliada a la<br />

intuición, mas ésta sería una alianza muy particular, ya que ante todo cuenta<br />

cierta notable autonomía de la confianza; y justo, en razón de ello, no necesita<br />

de alianza alguna. Pero a ratos tal vez esta confianza llama a quien puede ser<br />

en distintos momentos su aliada: la intuición. Quizás cuando en la confianza<br />

vacilamos mucho y estamos muy desorientados y perdidos, en esa situación<br />

suele hacer acto de presencia la intuición para decirnos o tal vez sólo<br />

susurrarnos en el oído que hay Dios. Y ello naturalmente le da nuevas alas a<br />

la confianza.<br />

Con todo, es cierto que esta confianza de la cual hablamos siempre<br />

puede estar nada más que referida al camino de nuestra existencia individual,


al mundo o a cierta supuesta armonía cósmica, de acuerdo a la cual siempre<br />

las cosas se ordenan, se reparan, y lo que se había apartado, descarrilado,<br />

vuelve a estar en su lugar. Pero, aparentemente en la confianza profunda y<br />

radical de que estamos hablando, requerimos de algo más, y por eso que es<br />

comprensible que la depositemos únicamente en lo divino, y en nada más, y<br />

aunque esto divino sea tal vez lo que simplemente podríamos llamar “algo”,<br />

una suerte de “no se qué”, al fin y al cabo, simplemente un enigma.<br />

251.¿Será que el camino a Dios es únicamente el de la fe?<br />

¿Será que el camino a Dios en efecto es únicamente el de la fe? ¿Qué pasa,<br />

por ejemplo, con el sentir? ¿No hay esas vivencias de sentir la presencia de lo<br />

divino? Por supuesto que sí, pero tal vez no necesariamente sobre la base de<br />

la fe y sus prerrogativas, sino más bien sobre la base de la razón, ese sentir<br />

suscita desconfianza. A ese sentir se le ve muy propenso a la figuración, la<br />

ideación. Mas, en ello la razón tradicional ha sido muy autoritaria, ya que ante<br />

todo el sentir nos permite entrar mucho más en contacto con el otro ser<br />

humano que la razón. Y ese contacto no necesariamente físico, sino ante todo<br />

afectivo y anímico, sería no sólo con tu pareja, sino con cualquier otro<br />

humano, y además no solamente humano, sino con animales, plantas, con el<br />

paisaje y al fin y al cabo con el entorno, y hasta con las estrellas. En la historia<br />

de la filosofía ha sido en particular el fenomenólogo Max Scheler quien más<br />

nos llamó la atención sobre el sentir y la emocionalidad. No es la razón la que<br />

puede llegar a lo que él concibe como persona, que tiene particularmente que<br />

ver con una intimidad, un fuero interno, sino la emoción. El otro me emociona<br />

y ello recién me permite contactarme propiamente con él (o ella). Esto tiene<br />

que ver a su vez con la empatía.<br />

¡Cuánto de esto echamos hoy de menos en el mundo actual! Un<br />

mundo en buena medida numérico, de estadísticas, encuestas, ratting, y<br />

demás, en el que frecuentemente sucede que algunos señores se sientan<br />

para planificar en abstacto y sobre la base de ciertos esquemas, con variables<br />

matemáticas, proyecciones tendenciales, y otros, cuestiones que habrán de<br />

incidir en la población, y sin que se haya escuchado ni atendido propiamente<br />

a las necesidades de nadie en particular.<br />

Volvamos a nuestra pregunta inicial: si acaso a Dios nos podemos<br />

acercar también a través del sentir. Podría decirse que sí, pero tan sólo en la<br />

medida en que sea la fe lo que precede y orienta, y tal vez una fe vivenciada<br />

más como confianza que como creencia en algo determinado. Y entonces,<br />

claro está, esa fe como confianza vive a su vez de un sentir la presencia de lo<br />

divino. Es más, si no hay la enriquecedora compañía, la buena compañía del<br />

sentir, probablemente ésa es una fe seca, huera, vacía.<br />

Y la razón, ¿no es otro camino legítimo a Dios? Por cierto, aunque este<br />

camino se ha prestado para el abuso Diría que el abuso está en las distintas<br />

demostraciones de la existencia divina que ha emprendido la tradición<br />

filosófica. Falta en ello la prudente distancia que habría que tener a la vez<br />

sobre esas mismas demostraciones, por muy lúcidas y aparentemente<br />

conclusivas que éstas sean. En otras palabras, el abuso (lo que a la vez<br />

puede recibir el nombre de sacrilegio o blasfemia, incluso) ha estado más que<br />

nada en no advertir que probablemente lo único que se está demostrando es<br />

la necesidad de un concepto, una idea, ya sea de lo absoluto, de lo


incondicionado, de lo necesario, y aun de lo que no puede no ser, pero ello<br />

tan sólo teniendo una validez intrínseca a la razón y al pensamiento.<br />

252.¿Transitamos o no de esencia a existencia?<br />

En las demostraciones de la existencia de Dios, como bien lo viera Kant, está<br />

en juego un tránsito de esencia a existencia, y léase esto en términos de un<br />

tránsito de una esencia pensada como propia de la divinidad, al supuesto de<br />

su existencia real. El argumento en el que se lleva a cabo este tránsito es<br />

llamado “argumento ontológico”, y se trata para el pensador de Königsberg de<br />

que este argumento no se justifica, precisamente porque no es admisible<br />

hacer el mencionado tránsito. En otras palabras, por mucho que yo pueda<br />

demostrar con argumentos de que algo es, no por eso es ello efectiva y<br />

realmente.<br />

Sin embargo, corresponde destacar que, pese a la fuerza conclusiva que<br />

tiene la crítica kantiana al argumento ontológico y las consecuencias que se<br />

siguen de ella, todos los filósofos que emprendieron demostraciones de la<br />

existencia divina, entre ellos Tomás de Aquino, bien podrían muy bien<br />

resguardarse de esa crítica. Es más, Tomás sostiene que en el único caso en<br />

que se cumple un tránsito necesario de esencia a existencia (o ser) es en<br />

Dios. Respecto de ningún otro ente se cumple esto, ya que, por ejemplo, de la<br />

consideración de que habría una esencia que es "ser racional", no se sigue<br />

que haya efectivamente seres humanos (vale decir, animales racionales),<br />

como de la esencia de que habría la posibilidad de seres compuestos de una<br />

parte de pez y otra de mujer, no se sigue que haya sirenas. Pero, en lo que se<br />

refiere a dios, al tratarse de una esencia que es perfección, y la perfección<br />

demanda ser, sí se justifica el tránsito de esencia a existencia. Leemos en la<br />

Summa Theologica:<br />

"El ser es la actualidad de toda forma o naturaleza: La bondad o la<br />

humanidad no significan nada en acto, sino en la medida en que se significa<br />

que son. Es necesario, por tanto, que el mismo ser se compare a la esencia<br />

que es distinta de él, como el acto a la potencia. – Ahora bien, como en Dios<br />

nada es potencial, se sigue que en Él la esencia no es distinta de su ser. Por<br />

consiguiente, su esencia es su ser". 10<br />

Ello guarda relación a la vez con la concepción de Dios como ens<br />

realissimum, el ente más real entre los entes posibles. Todo otro ente es<br />

posible, contingente o condicionado, mientras que en el caso de Dios, su<br />

esencia reclama su existencia.<br />

Podemos agregar a esto que, si Kant planteó a su vez la posible<br />

demostración de la existencia de Dios en forma de antinomia, vale decir, por<br />

medio de un tipo de argumento, respecto del cual se formula tanto una tesis,<br />

en que se demuestra que Dios existe, y una antítesis, en que se demuestra lo<br />

contrario, podríamos, atendiendo a lo que decíamos anteriormente, formular<br />

una posible quinta antinomia. En la tesis de ésta planteamos la necesidad<br />

exclusiva en el caso de Dios, de transitar de esencia a existencia, por ejemplo<br />

haciendo ver como todo lo que conocemos del cosmos es condicionado y<br />

dependiente, y ello no se sostiene por sí mismo, ergo tiene que haber algo<br />

incondicionado y absoluto, llamado Dios; y en la antítesis planteamos que<br />

este tránsito de esencia a existencia no es legítimo.<br />

Y así, a fin de cuentas, la razón queda oscilando entre Aristóteles,<br />

Anselmo, Tomás, Descartes, y todos quienes formularon distintas


demostraciones de la existencia de Dios, y Kant que las critica a todas en<br />

bloque.<br />

Diría en definitiva que en esta situación de oscilación se encuentra la<br />

razón y tiene que asumirla como tal.<br />

253.Heidegger y el “dios de los filósofos”.<br />

Martin Heidegger se propone superar lo que él llama “onto-teo-logía”, vale<br />

decir, teniendo en cuenta a través de esta expresión que en la tradición<br />

metafísica se ha pensado no simplemente en el ser, sino que a la par en Dios,<br />

y más precisamente el ser en tanto Dios. En el escrito titulado La estructura<br />

ontoteológica de la metafísica dice el pensador de Friburgo:<br />

“El carácter onto-teo-lógico de la metafísica ha llegado a ser<br />

cuestionable /fragwürdig/ para el pensar” (DoV, p. 51).<br />

Pero, ¿de qué dios se trata aquí? El texto nos da la predicible respuesta:<br />

se trata en primer lugar del dios causa sui. A través de esta expresión se alude<br />

especialmente al así llamado “dios de los filósofos”, el cual, cabe agregar, tiene<br />

su base especialmente en Aristóteles. Si Dios, por definición tendría que ser<br />

primera causa de todo (ya que si fuera, dice Aristóteles, causa quinta, por<br />

ejemplo, la cuarta sería más divina, y lo mismo, si fuera causa segunda, la<br />

primera sería más divina, entonces esta primera causa, ya no puede ser efecto<br />

de una causa anterior, sino ser causa de sí misma, vale decir, causa sui<br />

(aunque esta expresión no es de Aristóteles, sino muy posterior. De este ”dios<br />

causa sui” dice Heidegger:<br />

“A este dios no le puede orar el hombre ni ofrecer sacrificios. Ante la<br />

Causa sui no puede el hombre caer de rodillas ni hacer música o bailar” (DoV,<br />

pág. 70).<br />

Heidegger plantea además aquí que éste sería no sólo el dios de los<br />

filósofos, sino el dios teológico-bíblico, sin duda considerando en ello lo que ha<br />

hecho la teología racional con el supuesto Dios.<br />

Por otra parte, dado que precisamente el dios causa sui de uno u otro<br />

modo permite su demostración, así como veíamos en relación a la<br />

demostración aristotélica, Heidegger (y habría que agregar, sin reconocerlo)<br />

hace eco del planteamiento radical de la teología negativa, que sostiene<br />

simplemente que un dios demostrado, o un dios que se deja demostrar no es<br />

dios. Leemos en el Nietzsche de Heidegger que:<br />

“/... / un dios que tiene que hacerse demostrar su existencia, tiene que<br />

ser al final un dios muy a-divino /no- divino, ungöttlich/, y la demostración de su<br />

existencia conduce a lo más a una blasfemia”. 9<br />

Esto explica el alcance del pasaje de La estructura ontoteológica /... /<br />

donde Heidegger expresamente opta por callar sobre dios y junto con ello,<br />

por el desenvolvimiento de un “pensar sin-dios”:<br />

“El que ha experimentado desde madura proveniencia a la Teología,<br />

tanto aquella de la fe cristiana, corno aquella de la filosofía, prefiere, en el<br />

ámbito del pensar, callar hoy sobre Dios” (DoV, p. 51).<br />

Así como Ser y tiempo ya está bajo la égida del desarrollo de una<br />

filosofía del más acá, en oposición a la transfilosofía o filosofía del más allá de<br />

la tradición, también en ello y en el conjunto de la obra heideggeriana es<br />

nítidamente reconocible el pensar sin-Dios.<br />

9 Heidegger, Nietzsche, vol. 1, Edit. Neske, Pfullingen, 1961, p. 366, trad. mía. En adelante ‘N’.


254.Heidegger no acepta el rótulo de “filósofo ateo”.<br />

El profesor de filosofía Ramón Alcoberro de la Universidad de Gerona,<br />

Cataluña, España, sostiene lo siguiente respecto del escrito de Sartre El<br />

existencialismo es un humanismo, donde éste describe a Heidegger como<br />

“existencialista ateo”:<br />

“El existencialismo es un humanismo es en origen el resumen de<br />

una conferencia que Sartre pronunció el 29 de octubre de 1945 en el<br />

club Maintenant [“Ahora”], creado por Marc Beigbeder y Jacques<br />

Calmy, con el añadido de algunos momentos de la discusión que la<br />

siguió, en que se perfilan diversos temas. La conferencia marcó un<br />

hito en su momento, incluso como acontecimiento social. Hubo gente<br />

arremolinada a la entrada y en los días siguientes aparecieron<br />

reseñas en los principales periódicos de la época” (sitio web). HASr.A<br />

Sin embargo, dos años más tarde, en 1947 en la Carta sobre el<br />

“humanismo”, que en parte es una respuesta al escrito de Sartre, Heidegger no<br />

admite aquella calificación de ateo puesta por Sartre. Leemos en la Carta de<br />

Heidegger, haciendo algunas aclaraciones respecto de su pensamiento y<br />

apartándose del tilde sartreano:<br />

“Por eso, con la determinación existencial de la esencia del hombre<br />

todavía no se ha decidido nada sobre la «existencia de dios» o su «no-ser», así<br />

como tampoco sobre la posibilidad o imposibilidad de los dioses. Por eso, no<br />

sólo resulta prematuro, sino incluso erróneo en su procedimiento, afirmar que la<br />

interpretación de la esencia del hombre a partir de la relación de dicha esencia<br />

con la verdad del ser es ateísmo. Esta clasificación arbitraria revela además<br />

una falta de atención en la lectura”.<br />

Y continúa luego Heidegger describiendo su pensamiento a través de<br />

sucesivos despejos que conducen al final a la pregunta por Dios:<br />

“Sólo a partir de la verdad del ser se puede pensar la esencia de lo<br />

sagrado. Sólo a partir de la esencia de lo sagrado se puede pensar la esencia<br />

de la divinidad. Sólo a la luz de la esencia de la divinidad puede ser pensado y<br />

dicho qué debe nombrar la palabra «dios»” (sitio web “Heidegger en<br />

castellano”). 10<br />

En definitiva, la falta de preocupación por Dios se explica porque en<br />

nuestra época hemos perdido parejamente el vínculo con lo sagrado y la<br />

salvación. Escuchemos como sigue Heidegger:<br />

“¿O acaso no tenemos que empezar por comprender y escuchar<br />

cuidadosamente todas estas palabras para poder experimentar después como<br />

hombres, es decir, como seres exsistentes, una relación de dios con el<br />

hombre? ¿Y cómo va a poder preguntar el hombre de la actual historia mundial<br />

de modo serio y riguroso si el dios se acerca o se sustrae cuando él mismo<br />

omite adentrarse con su pensar en la única dimensión en que se puede<br />

preguntar esa pregunta? Pero ésta es la dimensión de lo sagrado, que<br />

permanece cerrada incluso como dimensión si el espacio abierto del ser no<br />

10 Heidegger. Brief über den «Humanismus» (Carta sobre el «humanismo»), en : Wegmarken (Marcas<br />

en el camino), Gesamtausgabe (Obras completas), vol. 9. Edit. Vittorio Klostermann, Frankfurt am Main<br />

1976, pág. 351 (182) Cfr. trad. en: Carta sobre el «humanismo». Trad. de Alberto Wagner de Reyna, en:<br />

Doctrina de la verdad según Platón /y/ Carta sobre el «humanismo». Ediciones de la Universidad de<br />

Chile, Stgo. s. a., pág. 213-214.


está aclarado y, en su claro, no está próximo al hombre. Tal vez lo<br />

característico de esta era mundial sea precisamente que se ha cerrado a la<br />

dimensión de lo salvo. Tal vez sea éste el único mal” (sitio web “Heidegger en<br />

castellano”).<br />

255.¿Quién gritó por Dios “de profundis”: Heidegger o Nietzsche?<br />

El filósofo francés Francois Fédier, invitado varias veces a Chile,<br />

especialmente por Pontificia Universidad Católica de Valparaíso como<br />

también por la Universidad de Chile, recuerda en el artículo “Heidegger et<br />

Dieu” 11 (Heidegger y Dios) que el pensador le encargó a Bernhard Welte su<br />

propio Sermón Funerario (lo que por cierto habla de la singularidad del<br />

pensador de Friburgo). Posteriormente el Sermón, redactado por Welte, fue<br />

suscrito por Heidegger, y respecto de él corresponde destacar que se basa<br />

principalmente en el texto de Heidegger: La palabra de Nietzsche: “¡Dios ha<br />

muerto!”, y así como Heidegger interpreta en ese texto aquella sentencia en el<br />

sentido de con ella Nietzsche habría estado gritando por Dios de profundis.<br />

De acuerdo con ello, el Dios que ha muerto, declarado por Nietzsche a través<br />

de dos relatos – el de un loco que entra al mercado gritando aquello y<br />

Zaratustra – alude a una estructura supransensible, dispensadora de sentido,<br />

que supone un quíntuple conjunto de fundamento-verdad-finalidad-valorunidad.<br />

Todo ello se habría perdido, pero esto no significa que el supuesto<br />

Dios mismo, que no necesariamente se deja representar por esas ideas<br />

“humanas demasiado humanas”, habría realmente muerto. Cabe hacer notar<br />

además lo problemática y cuestionable que resulta, nada más que en<br />

términos lógicos, una afirmación que sostenga que “Dios ha muerto”, porque<br />

por definición, si Dios es inmortal, no podría morir. A lo más se puede<br />

sostener que “Dios no existe”, pero no que Dios murió. De todos modos,<br />

independientemente de la falta de fundamentación que hay en una afirmación<br />

así, el amigo de Heidegger, Bernhard Welte, finaliza el Sermón Funerario<br />

citando los pasajes finales del mismo texto, pero refiriéndolos a Heidegger,<br />

diciendo:<br />

“¿Quizás ha gritado allí un pensador verdaderamente de profundis?”. 12<br />

Mas, cabe preguntarse, en beneficio de la duda, si efectivamente hay en<br />

la obra de Nietzsche elementos suficientes como para asegurar que éste al<br />

sostener que Dios ha muerto, haya estado gritando por Dios de profundis,<br />

como se grita por él, por el “verdadero Dios” en los Salmos de la Biblia. Las<br />

razones que da Heidegger para ello y que resumíamos arriba no parecen<br />

suficientes. En cambio, sí parecen haber razones suficientes para justificar la<br />

interpretación de Welte, dado que Heidegger mismo la suscribe, sucediendo<br />

entonces que sí cabe decir de él que habría gritado por Dios y que esto se<br />

reflejaría en varios aspectos de su pensamiento: ir en busca de un Dios más<br />

divino (göttlicher Gott) y no quedarse en el Dios no-divino (ungötlich), el dios<br />

causa-sui, el dios concebido por los filósofos. Y lo mismo en lo que se refiere<br />

a los alcances que tiene el pensar sin-Dios o la afirmación de que la filosofía<br />

cristiana sería un “hierro de madera”. En ambos casos se trata más bien de<br />

11<br />

Cfr. Francois Fédier. Heidegger el Dieu, en: Heidegger el la question de Dieu editado por Richard<br />

Kearney y ]oseph O'Leary, Paris 1980.<br />

12<br />

Bernhard Welte. Sllchenllnd Fínden (Buscar y encontrar), en: Zllm Gedenken an Martín Heídegger.<br />

Gedenkschríft der Stadt Messkírch fiir íhren Sohn llnd Ehrenbiirger (En memoria de Martin Heidegger.<br />

Escrito memorial de la ciudad de Messkirch para su hijo y ciudadano ilustre), Messkirch 1977.


caminos a seguir por el pensamiento y que nos permitan acercarnos al<br />

supuesto “verdadero Dios”.<br />

256.El ateísmo de Sartre.<br />

En el escrito de 1945 El existencialismo es un humanismo Sartre encara las<br />

consecuencias que trae su postura atea: Por de pronto sostiene lo siguiente:<br />

“Y cuando se habla de desamparo, expresión cara a Heidegger,<br />

queremos decir solamente que Dios no existe, y que de esto hay que sacar<br />

las últimas consecuencias. El existencialismo se opone decididamente a<br />

cierto tipo de moral laica que quisiera suprimir a Dios con el menor gasto<br />

posible. Cuando hacia 1880 algunos profesores franceses trataron de<br />

constituir una moral laica, dijeron más o menos esto: Dios es una hipótesis<br />

inútil y costosa, nosotros la suprimimos; pero es necesario, sin embargo, para<br />

que haya una moral, una sociedad, un mundo vigilado, que ciertos valores se<br />

tomen en serio y se consideren como existentes a priori; es necesario que sea<br />

obligatorio a priori que sea uno honrado, que no mienta, que no pegue a su<br />

mujer, que tenga hijos, etc., etc.… Haremos, por lo tanto, un pequeño trabajo<br />

que permitirá demostrar que estos valores existen, a pesar de todo, inscritos<br />

en un cielo inteligible, aunque, por otra parte, Dios no exista. Dicho en otra<br />

forma —y es, según creo yo, la tendencia de todo lo que se llama en Francia<br />

radicalismo—, nada se cambiará aunque Dios no exista; encontraremos las<br />

mismas normas de honradez, de progreso, de humanismo, y habremos hecho<br />

de Dios una hipótesis superada que morirá tranquilamente y por sí misma”.<br />

Mas, Sartre, de modo similar a Dostoievsky, a través del personaje<br />

Raskolnikov, de Crimen y Castigo, plantea que el no creer en Dios, y al mismo<br />

tiempo en un bien absoluto que nos oriente, trae como consecuencia que<br />

“todo está permitido”, y que únicamente a partir de esa libertad demasiado<br />

amplia del ser humano podemos darnos nosotros mismos un orden, aunque<br />

éste ya no tenga más un fundamento absoluto en el que apoyarse. Sartre:<br />

“El existencialista, por el contrario, piensa que es muy incómodo que Dios<br />

no exista, porque con él desaparece toda posibilidad de encontrar valores en<br />

un cielo inteligible; ya no se puede tener el bien a priori, porque no hay más<br />

conciencia infinita y perfecta para pensarlo; no está escrito en ninguna parte<br />

que el bien exista, que haya que ser honrado, que no haya que mentir; puesto<br />

que precisamente estamos en un plano donde solamente hay hombres.<br />

Dostoievsky escribe: “Si Dios no existiera, todo estaría permitido”. Este es el<br />

punto de partida del existencialismo. En efecto, todo está permitido si Dios no<br />

existe y, en consecuencia, el hombre está abandonado, porque no encuentra<br />

ni en sí ni fuera de sí una posibilidad de aferrarse. No encuentra ante todo<br />

excusas. Si, en efecto, la existencia precede a la esencia, no se podrá jamás<br />

explicar la referencia a una naturaleza humana dada y fija; dicho de otro<br />

modo, no hay determinismo, el hombre es libre, el hombre es libertad. Si, por<br />

otra parte, Dios no existe, no encontramos frente a nosotros valores u<br />

órdenes que legitimen nuestra conducta. Así, no tenemos ni detrás ni delante<br />

de nosotros, en el dominio luminoso de los valores, justificaciones o excusas.<br />

Estamos solos, sin excusas. Es lo que expresaré diciendo que el hombre está<br />

condenado a ser libre. Condenado, porque no se ha creado a sí mismo, y sin<br />

embargo, por otro lado, libre, porque una vez arrojado al mundo es<br />

responsable de todo lo que hace”.


257.Cinco fenómenos fundamentales.<br />

El filósofo Eugen Fink nos habla de 5 fenómenos fundamentales que<br />

determinan la existencia humana, y esto lo desarrolla precisamente en su obra<br />

publicada post-mortem, en 1979, titulada Fenómenos fundamentales de la<br />

existencia humana. Estos fenómenos son: muerte, eros, trabajo, lucha y juego.<br />

Ellos valen a su vez como horizontes de sentido que le permiten al hombre<br />

orientarse en la existencia. Eugen Fink nace en 1905 en Constanza, la ciudad a<br />

orillas del lago del mismo nombre en Alemania, y muere en 1975 en Friburgo<br />

en Brisgovia. Después de su primera etapa en Constanza, sus estudios<br />

superiores los realizó en Münster, Berlín y finalmente en Friburgo. En esta<br />

última universidad se doctoró con Edmund Husserl en 1929. A su vez fue<br />

Asistente de éste e incluso prefirió continuar como tal cuando en 1933 a<br />

Husserl se le quiso más en su calidad de Profesor Emérito, debido a su origen<br />

judío en plena época del nazismo, Fink prefirió solidarizar con su maestro,<br />

continuando ahora sus labores como Asistente privado de él, y no continuar en<br />

la universidad. Después de la muerte de Husserl, en 1938, tuvo la osadía de<br />

sacar en forma clandestina la obra de Husserl fuera del país, y llevarla a<br />

Lovaina, Bélgica, dedicándose por completo a esa obra, hasta que en 1940 fue<br />

tomado preso junto con muchos otros alemanes, por parte de los franceses,<br />

que en ese momento estaban militarmente presentes en Bélgica, y esto debido<br />

a que los alemanes eran considerados como sospechosos de actividades de<br />

espionaje. Recién fue liberado de prisión cuando los alemanes invadieron<br />

Bélgica.<br />

Su mujer, una señora muy encantadora de cierta edad, me ha contado<br />

personalmente en Friburgo que debido a esa estadía en prisión, Fink contrajo<br />

después distintas enfermedades que finalmente lo indujeron a jubilar y<br />

continuar como Profesor Emérito, encontrando la muerte cuatro años más<br />

tarde, en 1975.<br />

Como el juego es uno de los fenómenos fundamentales de la obra<br />

señalada, exploremos cómo lo concibe por de pronto en conexión con los otros<br />

fenómenos fundamentales. Ante todo se atiende aquí (similar a lo que hace<br />

Heidegger en Ser y tiempo) a una co-originariedad, una igual originariedad,<br />

entre estos fenómenos. Esto trae consigo una concepción original de la<br />

existencia humana, ya que significa quebrar el supuesto tradicional de que<br />

habría algún principio fundamental que determina al ser humano, o a otros<br />

fenómenos, y que habría adicionalmente fenómenos determinados y derivados<br />

de él. No, al contrario aquí se trata e que el hombre es tan esencialmente<br />

mortal, como amante, trabajador, luchador o jugador. Es más, la aludida “cooriginariedad”<br />

a a la vez co-determinación, por cuanto los 5 fenómenos<br />

mencionados se determinan además unos con otros. Escuchemos:<br />

“Con ello nombramos un quinto fenómeno fundamental de la existencia<br />

humana. Si es nombrado al final, no es porque sea lo “último” en el sentido de<br />

un orden jerárquico ― menos importante y de menor significación que muerte<br />

trabajo, dominio y amor. El juego es tan originario como estos fenómenos.<br />

Impera y gobierna de punta a cabo la entera existencia humana, y determina<br />

esencialmente su modo de ser ― y también el modo del comprender humano<br />

del ser. Atraviesa los otros fenómenos fundamentales de la existencia humana<br />

y está con ellos indisolublemente trabado y entrelazado”.<br />

258.Curioso: para Fink sólo el ser humano muere, ama, trabaja, lucha y juega.


Esto tiene que ver con una cuestión de sentido. El filósofo Eugen Fink sostiene<br />

que sólo el hombre realiza todo aquello en busca del sentido, y además en el<br />

caso particular del juego, transita entre ámbitos de realidad e irrealidad, y esto<br />

lo hace espontáneamente el niño. Dice Fink:<br />

“El juego es una posibilidad exclusiva de la existencia humana, jugar<br />

puede sólo el hombre, ni el animal ni dios pueden jugar. Sólo el ente que se<br />

conduce de modo finito con respecto al universo que lo rodea, sosteniéndose<br />

siempre en el espacio intermedio entre realidad y posibilidad, existe en el<br />

juego”.<br />

Como Fink acusa una poderosa influencia no sólo de Husserl, sino<br />

también de Heidegger, ya éste último sostenía en Ser y tiempo que sólo el<br />

hombre muere porque está radicalmente determinado como “ser-a-la-muerte”.<br />

Fink patentemente acoge esto y lo aplica a los cinco fenómenos fundamentales<br />

de la existencia humana, que él considera: como decíamos, muerte y juego,<br />

pero también trabajo, lucha y amor. Y en cada caso Fink tiene que ir<br />

deslindando territorios, y decir, por ejemplo, que sólo el ser humano, porque lo<br />

hace en pos del sentido que ello tiene, mientras que abejas, termitas, hormigas,<br />

sólo en apariencia trabajan, ya que en todo ello están simplemente predeterminadas<br />

por el instinto. Pero Fink plantea a su vez la exclusividad de la<br />

calidad de jugador del hombre como algo problemático, como que el ser del<br />

hombre se juega precisamente en intentos una y otra vez de diferenciarse del<br />

animal. Escuchemos:<br />

“¡Difícil es la delimitación del juego humano frente a lo que se designa en<br />

la investigación biológico-zoológica del comportamiento precisamente como<br />

juego de los animales. ¿No hay indesmentiblemente en el reino animal<br />

numerosos y variados modos de comportamiento que precisamente debemos<br />

designar como un “jugar”? ¿No podemos encontrar otra experiencia para ello?<br />

Sobre todo el comportamiento de los cachorros parece emparentado de<br />

muchas formas con el de los niños, en cuanto a su estilo conductual<br />

sorprendentemente similar. El reciproco cazar y huir, el juego de captura, la<br />

puesta a prueba de las fuerzas crecientes en riñas y aparente lucha, la<br />

inquietud, la urgentemente vital descarga de fuerza y alegría vital, la<br />

conocemos tanto en el animal como en el hombre. Desde su modo de<br />

presentarse hay similitudes notables.<br />

Sin embargo, hay similitudes entre el hombre y el animal no sólo en el<br />

modo de comportamiento de las crías humanas y animales – en tanto ser vivo,<br />

en tanto “animal” estamos emparentados y somos similares al animal, en<br />

innumerables rasgos, tan similares y emparentados que el hombre, desde<br />

milenios, busca siempre una y otra vez nuevas fórmulas para distinguirse del<br />

animal. La antropología tiene quizás uno de sus más fuertes impulsos en está<br />

voluntad de diferenciación”.<br />

En efecto, podemos agregar, todo el crecimiento del ser humano se<br />

desenvuelve precisamente en la perspectiva de superación de lo meramente<br />

natural e instintivo en él, y ello ha tenido tanta fuerza que puede generar hasta<br />

trastornos, lo que ha obligado ciertamente a una vuelta atrás, al origen, y ello<br />

se ha manifestado al modo de reiterados intentos de recuperación del cuerpo y<br />

de un mayor apego a esta vida y este mundo.<br />

259.Gran parte de la tarea de la filosofía se aplica a rescatar los fenómenos ya<br />

interpretados y definidos en la cotidianidad.


Esta tarea emprende Eugen Fink al tratar sobre los fenómenos fundamentales<br />

de la existencia humana: eros, muerte, trabajo, lucha y juego. Por ejemplo,<br />

respecto de la muerte, en la cotidianidad se está ya bajo ciertas<br />

interpretaciones de ella o prácticas que se realizan, y que provienen, entre<br />

otros, de la religión. Pero, la filosofía tiene que preguntarse qué es el morir, qué<br />

hay con la muerte ajena, qué hay con la muerte propia, cómo estamos<br />

determinados por el morir. Y así en cada caso tiene que hacer lo mismo con el<br />

amar, trabajar, luchar. En el caso del juego, escuchemos qué nos dice Fink al<br />

respecto:<br />

“Cada cual conoce el juego, es un fenómeno del todo conocido. Para él<br />

vale también aquella sentencia de Hegel que lo conocido no es todavía lo<br />

reconocido. 13 Precisamente lo que nos es completamente familiar se sustrae<br />

frecuentemente de la manera más pertinaz a un comprender conceptual. Cada<br />

cual conoce el juego a partir de su propia vida, ha tenido experiencias con él y<br />

acerca de él, conoce el comportamiento lúdico de los congéneres, conoce<br />

innumerables formas en que se juega, conoce los juegos públicos, los<br />

espectáculos circenses masivos, los juegos de entretención, los juegos<br />

infantiles y los juegos algo más esforzados, menos fáciles y menos relajados<br />

de los adultos. ― Cada cual conoce también elementos lúdicos en el campo<br />

del trabajo y de la política, en el trato entre ambos sexos, elementos lúdicos en<br />

casi todos los ámbitos de la cultura. El “homo ludens” no está separado del<br />

“homo faber” ni del “homo politicus”. El juego es una dimensión existencial que<br />

está coludida y entrelazada de múltiples maneras con las otras. Cada ser<br />

humano ha jugado también ya, y puede hablar de ello desde su propia<br />

experiencia. El juego no tiene que ser traído recién desde fuera para poder ser<br />

tema de una meditación; estamos en cada caso ya en el juego, estamos<br />

familiarizados con esta posibilidad fundamental, aun cuando no juguemos<br />

actualmente o tengamos la opinión de haber dejado atrás hace mucho tiempo<br />

la fase lúdica de la vida. Cada cual conoce un sinnúmero de situaciones lúdicas<br />

en el ámbito privado, familiar, y público”.<br />

Pero esa familiaridad, agreguemos, esa cotidianidad, llena de<br />

convencionalismos, encubre los fenómenos, ya sea porque ha sancionado ya<br />

sobre el ser de distintos fenómenos, como sobre el juego, o simplemente<br />

porque se pretende que no ha menester de una definición de lo que sea el<br />

caso. En cuanto al juego, claro está que jugamos, pero no reparamos, por<br />

ejemplo, que por ser esencialmente el juego sin finalidad, hay en él la<br />

posibilidad de un “tiempo libre” nos dice Fink. Y por supuesto en ese tiempo<br />

libre y en esa sin-finalidad tenemos la posibilidad de recuperarnos<br />

precisamente de lo contrario que habitualmente nos domina: el tiempo siempre<br />

lleno que llevamos con nosotros y la finalidad necesitada de justificación que<br />

exigimos de casi todo lo que hacemos.<br />

260.Una bella definición del filósofo Eugen Fink: el hombre como testigo del<br />

ser.<br />

Si con Heidegger podemos decir que el ser humano es ser-ahí, vale decir, el<br />

ahí donde se puede revelar, como también ocultar todo lo que es, con Fink<br />

podemos decir que el hombre es el único ente que da testimonio de lo que es y<br />

del ser en plenitud. Podríamos decir que en nosotros se atestigua el planeta<br />

13 Cf. G. W. F. Hegel: Phänomenologie des Geistes (Hoffmeister), Hamburg 6 1952, 28.


Tierra, nuestra casa que es tan impresionante ver hoy en día desde imágenes<br />

satelitales o de sondas espaciales, mostrándose como lo que es: un astro que<br />

sigue su ruta, ahí solitaria en medio de la inmensidad. Pues bien, somos<br />

nosotros quienes damos testimonio de ello. Y hasta ahora somos los únicos<br />

entes que conocemos que lo hacen, que atestiguan esto o lo otro. Damos<br />

testimonio también de las estrellas, pero no observamos ningún animal<br />

mirándolas y haciéndose preguntas sobre ellas. Y este sentido de<br />

testimonialidad (Zeugenschaft) Fink lo va aplicando a cada uno de los<br />

fenómenos fundamentales que, según él, determinan la existencia humana:<br />

muerte, trabajo, lucha, eros y juego. Escuchemos lo que dice de ellos en su<br />

conjunto en cuanto al mencionado dar testimonio del hombre:<br />

“La costumbre, la tradición y las fuerzas tradicionales de las<br />

instituciones, en su anunciada teoría de la vida, han hecho ya afirmaciones<br />

sobre el trabajo, el amor, la muerte —y han desarrollado actitudes firmes,<br />

posturas públicas, ordenamientos moralmente sancionados, etc. Cuando<br />

nosotros filosofando queremos comportarnos relativamente a los fenómenos<br />

fundamentales de nuestra existencia, no podemos simplemente asumir y<br />

repetir estas significaciones tradicionales – nosotros tenemos que pensarlos a<br />

partir de nuestro presente, de nuestra testimonialdad”.<br />

Y veamos a continuación qué dice nuestro pensador de uno de estos<br />

fenómenos fundamentales desde la testimonialidad: la muerte:<br />

“Y constituye una gran dificultad en relación a la muerte en tanto<br />

momento del existente mayormente “interpretado”, practicar la necesaria<br />

discreción – de sólo expresar lo que desde nosotros, a partir de la<br />

testimonialidad de nuestra propia vida, podemos decir sobre ello. Pero es más<br />

honesto aquí saber menos que afirmar que se sabe mucho. En lo que<br />

concierne al destino del más-allá del alma, una continuación después de la<br />

muerte, así pueden ser éstos los objetos elevados de la fe y de la esperanza.<br />

Pero ellos no pueden ser objetos del saber humano, no son zonas de una<br />

experiencia posible para nosotros. Pero la filosofía tiene ciertas preguntas<br />

críticas dirigidas a la fe, así ante todo cuando ella pregunta por los elementosde-construcción<br />

de los “mundos” supraterrenales del más allá, por el sentido<br />

del perdurar, por el derecho del uso de representaciones de espacio y tiempo,<br />

más allá del espacio y el tiempo terrenal. Lo que la filosofía puede decir<br />

respecto de la muerte puede parecer poco frente a las descripciones coloridas,<br />

floridas, entusiastas y que despiertan temor, que ofrece el mito del Reino de<br />

los Muertos. Lo que la filosofía puede decir es un saber del no-saber – ella está<br />

todavía más acá de la Laguna Estigia, ella otea el terreno del fenómeno, la<br />

variada, cambiante, móvil esfera del hacerse presente, ve la danza y la ronda<br />

de las cosas finitas, su aparecer y desaparecer, su florecer y marchitar – y ve,<br />

por otra parte, allí sobre el oscuro río del tiempo el reino informe, inaprensible<br />

de las sombras de los que han partido, el gran vacío silente de la nada. Ella no<br />

ha estado aún en el bote de Aquerón, no ha bebido de las aguas del Leteo,<br />

pero tiene la más aguda conciencia de este “todavía no”. Por eso ella nunca<br />

puede hablar como si hubiera vuelto ya del submundo, habiendo lanzado la<br />

mirada del pensar a las cosas del más allá”.<br />

261.Invitación de la filosofía a asumirnos en nuestro ser mortal.<br />

Ya desde el Fedón, el diálogo platónico en que se relata la muerte de Sócrates,<br />

podríamos decir que la filosofía nos invita a asumir nuestro ser mortal, y no


simplemente concebir la muerte como algo que viene al final, que ya llegará y<br />

que por mientras habría que tener aquello simplemente en un sobre reservado,<br />

en un cofre y al mismo tiempo en alguno de nuestros más recónditos alvéolos<br />

cerebrales. La filosofía desde Sócrates y en variadas expresiones ha sido una<br />

invitación al: melete tanatou, ¡prepárate a morir!, como posteriormente expresa<br />

también la fórmula latina, aunque con otro acento: memento mori, ¡recuerda<br />

que has de morir! Así también Eugen Fink delibera sobre la muerte en los<br />

siguientes términos:<br />

“La interioridad de nuestro ser-aquí, el estar-presente de nuestro<br />

presente vivenciado se determina a partir de nuestra relación con la muerte.<br />

¿Qué extraña “relación” es ésta? ¿Es en general una remisión, una ligazón,<br />

similar a la relación entre dos cosas? ¿Somos nosotros aquí y la muerte “allá”?<br />

¿O acaso está ella en todas partes, doquiera que nosotros somos? El hombre<br />

como hombre vive a la sombra de la muerte. Esto no quiere decir que nosotros<br />

pensamos permanentemente en ella, que nos encontramos en un estado de<br />

ánimo mustio. Ella está ahí, aunque nosotros nos alegramos en la dicha más<br />

desprendida, en éxtasis sublimes. Nosotros sabemos de ella, sabemos de la<br />

mortalidad del hombre – del finalizar de todo esfuerzo, de todos los<br />

padecimientos y alegrías. La muerte nos es cierta, pero incierta es para<br />

nosotros la hora de su llegar. La certeza de la muerte atraviesa todas nuestras<br />

posibilidades. Ello no precisa acontecer en una tristeza que huye del mundo, en<br />

angustia y horror, que amarga cada placer, envenena cada goce. Ellas son sólo<br />

posibilidades limitadas de comportarnos con respecto a la muerte, de pispar su<br />

sombría majestad, ante la cual todo se conmueve hasta la médula. Hay otras,<br />

completamente otras actitudes, que no son menos originarias y donde la<br />

muerte ha perdido su aguijón, sin que éste sea superado a través de una<br />

“doctrina de salvación sobrenatural”. La certeza de la muerte del hombre no se<br />

puede establecer ni constreñir a estados anímicos depresivos. Ella actúa<br />

también en los estados anímicos festivos, “elevados”, aunque de otro modo.<br />

Pero la certeza de la muerte es inapartable, es la posición más interior del<br />

hombre. El hombre no se entiende casualmente como “mortal”.<br />

Y luego continúa Fink su reflexión, diciendo:<br />

“Lo que crece está determinado a caer, lo que tiene fuerza pertenece a<br />

lo corruptible. Todo lo vivo finaliza pero también las cosas poderosas que no<br />

están vivas devienen, los cerros y los ríos, los continentes y los mares.<br />

Tampoco las cosas más poderosas tienen la fuerza para sostenerse sin<br />

agotarse en el ser contra el poder absoluto del tiempo, que trae y quita,<br />

construye y destruye, une y corta. Sobre el cambio y el curso de todas las<br />

cosas finitas está el esplendor y la sombra de Perséfone. El hombre no es sin<br />

embargo tan sólo un ente finito en medio de variadas cosas finitas. En medio<br />

de la transitoriedad general y del torbellino temporal, del nacimiento y<br />

decadencia sólo es el hombre el que se comporta en relación con la<br />

transitoriedad en cuanto tal. El hombre es porque esta abierto a lo pasajero en<br />

tanto pasajero, a lo pasajero de todas las cosas y de sí mismo, el mortal. Él no<br />

es arrancado de la corriente del tiempo, sabe de su caer y desaparecer, capta<br />

el viento voraz, el viento silbante de la transitoriedad. Todos los entes vivos que<br />

habitan la tierra tienen que finalizar, sin embargo “morir” sólo puede el hombre”.<br />

262.”El viento silbante de la transitoriedad”.


El filósofo Eugen Fink vivió entre 1905 y 1975. Fue profesor de la Universidad<br />

de Friburgo y en sus inicios Asistente de Edmund Husserl. Gracias a él se<br />

salvó la obra de Husserl, el fundador de la fenomenología, de origen judío, al<br />

llevarla en forma clandestina fuera de Alemania, a Lovaina, Bélgica en la época<br />

del nazismo. Y como en Lovaina, en 1938, sucedió que lo tomaron preso, como<br />

sucedía con muchos alemanes en aquel entonces por sospecha de espionaje,<br />

según me ha contado personalmente su esposa en Friburgo, a raíz de ello y de<br />

las malas condiciones carcelarias, Fink contrajo enfermedades sucesivas<br />

durante el resto de su vida, y ya en 1971 tuvo que pasar a ser Profesor<br />

Emérito, muriendo 4 años más tarde, sin enterar los 70 años.<br />

Por la época que vivió de entreguerra y del auge del nazismo como por<br />

su vida personal, quizás él vivenció muy a fondo la transitoriedad<br />

(Vergänglichkeit). Escuchemos a Fink reflexionar sobre esto:<br />

“Todo lo vivo, no sólo el hombre, es pasajero; incluso todas las cosas<br />

finitas están signadas a sucumbir, ellas portan la marca del fuego de la<br />

aniquilación. Todo, lo que brilla entre el cielo y la tierra, entre la amplitud abierta<br />

y el fondo cerrado-sustentador, es “agotable”, no posee una fuerza inagotable<br />

para sostenerse en el ser. “De dónde es el llegar-a-ser de las cosas, en eso<br />

acontece también su dejar-de-ser según la necesidad; porque ellas saldan<br />

castigo y penitencia por su injusticia cometida según el orden del tiempo”<br />

(fragmento 1), dice el dicho de Anaximandro en los inicios de la filosofía<br />

occidental. “Todo lo que surge vale tanto para que sucumba” [Goethe] 1 ; no<br />

sólo el hombre se marchita como la hierba ante la guadaña del segador,<br />

también el animal tiene que sucumbir, todo lo que nace vuelve a su origen, que<br />

alguna vez lo arrojó fuera. Lo que proviene de un seno acaba en la tumba.<br />

Como es la misma diosa la que trae las flores, la pradera verde y la ola amarilla<br />

de los campos estivales, pero también el barbecho de invierno y la aridez del<br />

campo, así está tramado el salir y el sucumbir de todas las cosas finitas. Lo que<br />

crece está determinado a caer, lo que tiene fuerza pertenece a lo corruptible.<br />

Todo lo vivo finaliza pero también las cosas poderosas que no están vivas,<br />

devienen, los cerros y los ríos, los continentes y los mares. Tampoco las cosas<br />

más poderosas tienen la fuerza para sostenerse sin agotarse en el ser contra el<br />

poder absoluto del tiempo, que trae y quita, construye y destruye, une y corta.<br />

Sobre el cambio y el curso de todas las cosas finitas está el esplendor y la<br />

sombra de Perséfone. El hombre no es sin embargo tan sólo un ente finito en<br />

medio de variadas cosas finitas. En medio de la transitoriedad general y del<br />

torbellino temporal, del nacimiento y decadencia sólo es el hombre el que se<br />

comporta en relación con la transitoriedad en cuanto tal. El hombre es porque<br />

está abierto a lo pasajero en tanto pasajero, a lo pasajero de todas las cosas y<br />

de sí mismo, el mortal. Él no es arrancado de la corriente del tiempo, sabe de<br />

su caer y desaparecer, capta el viento voraz, el viento silbante de la<br />

transitoriedad”.<br />

263.Una comparación interesante entre ser-mortal, ser-móvil, ser-artificial y servendible.<br />

Con el fin de acotar filosóficamente nuestro esencial ser-mortal, Eugen Fink<br />

nos ofrece la siguiente comparación entre ser-mortal, ser-móvil, ser-artificial y<br />

ser-vendible:<br />

1 Goethe: Fausto I, estudio.


“Comparemos ahora la expresión lingüística “mortal” con otras<br />

expresiones como “móvil” o “artificial” o “vendible”, y similares. Lo móvil puede<br />

ser movido (o moverse él mismo), ponerse en movimiento, en movilidad, él no<br />

puede estar siempre en un movimiento actual. El ser-movible es un modo de<br />

ser de una cosa material a la que le pertenece tanto el “reposo” como el<br />

“movimiento”: ser-móvil quiere decir por ello, o encontrarse en reposo o en<br />

movimiento. El término mienta una cosa del modo completo como ella es, y<br />

cuando sea que es. Lo “móvil” no cesa en absoluto mientras es de ser movible.<br />

La movilidad es una propiedad esencial no adicional, que podía ir o venir. O la<br />

expresión: lo artificial. Ser-artificial determina el ser íntegro de todas las cosas<br />

elaboradas, producidas. El término describe el ser de las cosas artificiales<br />

desde su procedencia. Su procedencia no es lo que al comienzo de estos<br />

casos tenía importancia y que ya no interese más ulteriormente. Ellas<br />

permanecen, mientras son, determinadas por su origen; ellas no cesan nunca<br />

de ser “cosas artificiales”; en tanto ellas duren, ellas no pueden llegar a ser<br />

cosas naturales maduras. O las cosas pueden estar determinadas también a<br />

través de una “finalidad” impresa en ellas, una finalidad que ellas mismas no<br />

persiguen, que más bien es perseguida con ellas. Los frutos no necesitan tener<br />

desde sí mismos el carácter de la “ventabilidad”. En tanto mercancía está su<br />

ser asentado en un carácter general extraño. El hombre no puede tan sólo<br />

determinar otras cosas para algo, imprimirles una finalidad, él puede tratar<br />

también de ese modo a los otros y a sí mismo. Él se da una determinación, él<br />

elige “una profesión”. Cuanto más amplias son sus posibilidades de elección,<br />

cuanto menor es su coacción interna, tanto menos tiene patentemente una<br />

elección el que ya está en una vocación de acuerdo a la cual persigue algo.<br />

Esta determinación interna puede ser cogida o errada, pero no elegida. / ¿Qué<br />

hay pues con la mortalidad del hombre? ¿a él lo determina como la movilidad<br />

determina el ser de una cosa corporal – o la procedencia indemostrable el ser<br />

de la cosa manufacturada? Con la palabra “mortal” no se describe, sin<br />

embargo, cómo se comporta el hombre continuamente. Él vive pues mientras<br />

es su ser mortal. El poder-ser-movido concierne a la cosa corporal de una<br />

manera distinta que al poder-morir del hombre. Cuando comienza el<br />

movimiento, continúa durando la cosa corporal; cuando el hombre muere,<br />

desaparece. La potencialidad es aquí más bien uno de los posibles no-ser<br />

como del posible ser”.<br />

264.La tensión entre relación personal y modo público de cara a la muerte.<br />

Esto es algo que cada cual vive, en mayor o menor grado y en distintas<br />

intensidades a lo largo de nuestra existencia. Como sabemos del morir y<br />

nuestro propio futuro morir, vamos desarrollando un modo íntimo y personal de<br />

relacionarnos con aquello. Y este modo personal suele marcar un fuerte<br />

contraste con el modo público de relacionarse con la muerte. Entramos a un<br />

supermercado y junto con carnes, frutas, verduras, bebidas y demás artículos<br />

se nos ofrece la muerte, por decirlo así: una tumba en algún parque del<br />

recuerdo. La muerte es así también parte de lo que Heidegger pensara como la<br />

forma contemporánea de presentarse lo que es: la disposición, el que todo esté<br />

ahí dispuesto, listo para ser utilizado, aprovechado y consumido.<br />

Eugen reflexiona en los siguientes términos sobre la tensión entre<br />

relación personal y modo público de cara a la muerte:


“Usualmente no esta el hombre en una relación expresa con su muerte.<br />

Él permanece en el espacio de la costumbre, de la tradición, del uso, se mueve<br />

en una interpretación de sentido pública de la muerte humana y de la<br />

mortalidad de nuestro género. Lo público, a lo que él pertenece, ya ha<br />

interpretado de antemano la muerte como tal, no hay comunidad humana que<br />

pudiere subsistir sin una interpretación de la muerte en general. La<br />

interpretación de la muerte es un rasgo fundamental de cada sociedad en<br />

general. El culto, el más antiguo uso, las relaciones vitales más intimas se<br />

vinculan con la interpretación de la muerte. Pero tampoco la sociedad<br />

tecnificada más moderna puede subsistir nunca sin una tal interpretación,<br />

aunque se oculte tras un “aparato”. La opinión pública se encuentra<br />

necesariamente en su círculo vital con la muerte como un poder tremendo, que<br />

ella no debe ni puede negar, pasar por alto. Pero ella hace siempre de nuevo<br />

intentos de arreglárselas de alguna manera con este inhóspito poder, que<br />

puede aniquilar todos sus planes, destruir todas las esperanzas, y, al mismo<br />

tiempo, conjurarlo y desterrarlo en formas de culto, aliviar a<br />

los hombres, a través de estructuras de beneficencia, de los golpes imprevistos<br />

del destino de los casos de muerte, reglamentando la realización de la vida<br />

pública al normar la actividades relativas a la muerte. En la opinión pública está<br />

de cierto modo establecido cómo corresponde comportarse respecto de la<br />

muerte, cómo se conserva esa “postura”, cómo se practica el duelo, los ritos<br />

funerarios son conocidos y reconocidos. Hay toda una rama industrial moderna<br />

que vive de aquello. La esperanza de vida de los hombres individuales hace<br />

tiempo ya que se calcula sobre la base de estadísticas de mortalidad de las<br />

compañías de seguro, y que se expresa en una contabilizada cuantía de la<br />

prima. Sin embargo, sería completamente falso si acaso se quisiera ver en la<br />

postura pública respecto de la muerte sólo una relación inauténtica con la<br />

muerte y, en vez de eso, se quisiera dar la palabra a un comportamiento, de<br />

acuerdo al cual, el individuo solitario se contrapone a la interpretación de la<br />

muerte de la comunidad de la polis”.<br />

Y Fink llama finalmente la atención respecto de que la filosofía no puede<br />

descuidar las formas colectivas de vivenciar la muerte:<br />

“Hay también un “individualismo” derivado extremo en la filosofía de la<br />

muerte, que precisamente impide que los misterios del alma que se despide, a<br />

la cual se le dedica la guirnalda viva, la escultura de la muerte y la memoria,<br />

lleguen a ser una permanente e insoslayable pregunta del pensar”.<br />

265.Estamos tan absortos en el trabajo que no pensamos sobre él.<br />

Al abordar Eugen Fink el trabajo como uno de los fenómenos fundamentales<br />

que determinan nuestra existencia, plantea un serio problema en cuanto a su<br />

dilucidación: que estamos tan absortos en el trabajo que no nos detenemos a<br />

pensar sobre él, y entonces podríamos agregar al respecto: que ésta viene a<br />

ser la forma más peligrosa o venturosa, fasta o nefasta de determinación,<br />

precisamente porque es ciega y sorda y no alcanzamos a tomar propiamente<br />

conciencia de ella. En ello es similar a ciertos instintos o pasiones que arrastran<br />

de tal modo a un sujeto que no alcanza a tomar conciencia de ello. Y es así<br />

como nuestra sociedad, como bien lo vio Hannah Arendt se ha convertido ante<br />

todo en una sociedad laboral. Y justo porque es así, porque el poder de<br />

determinación del trabajo se ha vuelto total y avasallador, ello se mantiene e<br />

incluso acentúa, sin que nada se le pueda oponer, dado que justamente hay la


sorprendente ausencia de un pensamiento sobre él. Desde luego Arendt, pero<br />

también Marx, consituyen excepciones, pero es demasiado lo que falta. Y<br />

dentro de estas excepciones cuenta también Fink y sobre todo porque además<br />

comienza por plantear este problema de una tendencia a la cerrazón que hay<br />

en este fenómeno, impidiendo que propiamente se muestre ontológicamente en<br />

su modo de ser. Escuchemos a Fink al respecto:<br />

“Lo que es el trabajo lo entendemos de antemano; pero de ninguna<br />

manera podemos decir que nuestro entendimiento lo penetra completamente.<br />

La profunda extrañeza del trabajo humano por lo general se nos sustrae,<br />

porque difícilmente somos capaces de tener la distancia del asombrarse. Por lo<br />

general nos encontramos sumidos ya en cualesquiera “trabajos” y “negocios”,<br />

inmersos en cosas similares, ocupados del quehacer; no tenemos tiempo para<br />

reflexionar sobre el trabajo. En el trabajo se exige suficiente esfuerzo, no sólo<br />

de las manos, sino también de la cabeza; atención y aplicación de<br />

conocimientos y habilidades atraviesan el curso laboral. Se piensa quizás cómo<br />

mejorar el procedimiento, cómo racionalizar los métodos laborales, cómo<br />

pueden incrementarse las utilidades. Pero normalmente no se despilfarra<br />

ningún pensamiento sobre la esencia del trabajo. Eso parece una ocupación<br />

ociosa para ociosos, que miran al otro trabajar y que se hacen <strong>pensamientos</strong><br />

de alto vuelo sobre ello. Así más o menos es la típica reacción del hombre<br />

ingenuo contra la presunción de reflexionar sobre el trabajo. Esta aserción<br />

carece de una arista polémica. Ello tan sólo muestra que el modo humano de<br />

existir en el espacio del “trabajo”, por decirlo así, repele la serenidad de una<br />

reflexión sobre su propia esencia. Esto no vale sólo para el trabajo manual, que<br />

está colmado de un pesado esfuerzo corporal. También vale para las<br />

actividades intelectuales, especialmente de carácter técnico. También para las<br />

ciencias operadas técnicamente. A la realización laboral le es propio un<br />

encogimiento singular; absorbe al hombre trabajador, no le permite la distancia<br />

de una contemplación morosa. Por ello una reflexión realizada aquí tiene que<br />

imponerse a la tendencia a la cerrazón del trabajo”.<br />

266.Grandeza y miseria del trabajo.<br />

Esta doble posibilidad contradictoria se hace más presente que nunca en<br />

nuestra sociedad eminentemente laboral. Descuella la grandeza del trabajo y<br />

sus logros, y máxime en un mundo donde hay tanta cesantía. Pero, por otra<br />

parte, es tan manifiesto a la vez que hay explotación, que hay el trabajo mal<br />

remunerado, que hay aprovechamiento del otro, degradación, el considerar al<br />

otro tan sólo como una fuerza productiva y verlo únicamente en función de su<br />

rendimiento. Pero, con todo lo importantes y gravitantes que son estas<br />

manifestaciones particulares del trabajo, en eso no está su carácter doble de<br />

grandeza y miseria, sino en lo fundamental. Escuchemos a Fink deliberar sobre<br />

el mencionado doblez:<br />

“¿Cómo entendemos, por lo pronto y de una manera general, el trabajo?<br />

¿bajo qué aspectos se nos presenta? Y bien, resulta claro decir que los<br />

aspectos del trabajo no sólo son múltiples, sino con frecuencia fuertemente<br />

contrarios. Se nos presenta, acaso, como fatiga, como servidumbre, como<br />

carga – o como manifestación del poder humano, como expresión del poder<br />

creativo – se presenta como “maldición” – o como “bendición”, como un mal<br />

necesario, inevitable – o como la “esencia acreditada del hombre”. También<br />

aquellos aspectos dobles, contradictorios, dan testimonio de cómo grandeza y


miseria del hombre están íntimamente emparentados – cómo puede edificar su<br />

grandeza precisamente sobre el terreno de su miseria. ¿Por qué trabajamos –<br />

o por qué “tenemos que trabajar”? ¿No es deseable una sociedad en la que el<br />

trabajo sea realizado por máquinas, robots, y que el hombre pueda vivir<br />

libremente el goce de su existencia? El mundo antiguo le dio la posibilidad del<br />

goce vital, dentro de un cierto rango, a los ciudadanos libres a través de la<br />

institución horrorosa e inhumana de la esclavitud, pero para ello tuvo que<br />

valerse de la existencia única-en-el-tiempo de otros hombres. La indignación<br />

moral ante tales asperezas es un noble sentimiento de la filantropía, pero con<br />

ello se olvida de manera ligera que la esclavitud continúa bajo otras formas<br />

refinadas en el mundo moderno”<br />

En esto el filósofo Eugen Fink mete el dedo en la llaga, ya que nosotros<br />

podemos tan sólo hacernos ilusiones de que hemos dejado atrás la esclavitud.<br />

Claro está, hemos cambiado las leyes, y la esclavitud no es legal en el mundo<br />

civilizado, sin embargo, continúa bajo formas disfrazadas de lo presentable y<br />

exhibible.<br />

267.En la cotidianidad, el juego un fenómeno marginal, pero no fundamental de<br />

nuestra existencia.<br />

Para Eugen Fink y los filósofos del juego, partiendo por Johan Huizinga, el<br />

juego es una determinación esencial de nuestra existencia. Como decía<br />

Huizinga en 1938, somos esencialmente homo ludens, somos jugadores. Sin<br />

embargo, en la cotidianidad no reconocemos esa determinación esencial. Y es<br />

que la cotidianidad en la que vivimos se nutre de convencionalismos y códigos<br />

en torno a prácticamente todos los asuntos humanos, pero interpretándolos y<br />

sancionándolos de modo superficial. Y justamente esto le da una relevancia<br />

enorme a la filosofía en cuanto a enfrentar esas conceptualizaciones cotidianas<br />

de esto y lo otro. Tengamos en cuenta la figura emblemática de la filosofía –<br />

Sócrates – interrumpiendo el camino del juez o del general para preguntarles<br />

qué es la justicia o qué la valentía, para constatar que éstos, que se suponen<br />

tendrían que darle claras definiciones de esos conceptos, sin embargo no es<br />

así.<br />

Escuchemos lo que dice Fink a propósito del juego y cómo se presenta<br />

en nuesta cotidianidad:<br />

“¿Qué es, pues, lo característico de la interpretación cotidiana del juego<br />

humano? No otra cosa que el intento de reprimir el juego del núcleo esencial de<br />

la existencia, de des-esencializarlo, de concebirlo como un “epifenómeno” de<br />

nuestra vida, de quitarle el peso de una genuina significatividad vital. Si bien se<br />

observa lo frecuente del juego, el gran interés de los hombres en el juego, la<br />

intensidad con que se lo práctica, el aprecio ascendente del juego en conexión<br />

con el creciente tiempo libre en una sociedad tecnificada, no obstante se<br />

contempla, en general, el juego ante todo como “recreo”, como “distensión”,<br />

como tiempo de esparcimiento y como ociosidad alegre, como la “pausa”<br />

benefactora, que interrumpe el día laboral o que es la ocupación del día<br />

feriado. Doquiera que interprete el juego a partir de una contraposición con el<br />

trabajo o, en general, con la realización seria de la vida, estamos ante la<br />

concepción del juego más superficial, sin embargo dominante en la<br />

cotidianidad. El juego vale, entonces, sólo como un fenómeno complementario<br />

–vale como lo no-serio, no-comprometido, lo arbitrario-antojadizo. Aunque se<br />

quiera conceder que tiene un poder sobre los hombres y ejerce un estímulo


atrayente, así, sin embargo, no es concebido en su positividad propia, a saber,<br />

es mal interpretado sólo como un juego intermedio entre las actividades vitales<br />

serias, como pausa, como relleno del tiempo libre. Sobre todo para la vida de<br />

los adultos se tiene a disposición, en la cotidianidad, una concepción del juego<br />

que bagateliza esto. Se juega –pero precisamente sólo a medias, en broma,<br />

como entretención, como esparcimiento, como desacoplamiento provisorio de<br />

la servidumbre laboral, incluso quizá con una finalidad terapéutica– para<br />

relajarse, regenerarse, sustraerse de la pesada seriedad de la vida; se hace<br />

uso del juego como del sueño. La realidad de la vida adulta, dícese, son las<br />

decisiones, las decisiones morales, políticas, el esfuerzo del trabajo, la dureza<br />

de la lucha, la responsabilidad de sí y por los suyos, sólo al niño le sería<br />

permitido todavía vivir en el juego, pasar las horas en alegre despreocupación,<br />

perder el tiempo. La felicidad de la niñez, su alegría de jugar sería breve, una<br />

época de nuestro tiempo vital, en que tenemos tiempo, porque aún no sabemos<br />

nada del tiempo, todavía no vemos en el ahora lo pasado, el ya-no y el aún-no,<br />

donde vegetamos en un presente profundo carente de conciencia, en cierto<br />

modo estamos, transportados por el flujo vital, no reconocemos aún la<br />

corriente que corre hacia nuestro fin. El puro presente de la niñez sería el<br />

tiempo del juego”.<br />

268.El filósofo Jürgen Habermas enfrentando el fundamentalismo.<br />

Habermas, el filósofo de la Escuela de Frankfurt, indudablemente que tiene el<br />

talento de percibir en el ambiente y en la época cualés son los detonantes de<br />

los grandes problemas. Y, entre muchos, que nos afectan hoy, desde luego<br />

salta a la vista: el calentamiento global, la globalización, la mala distribución del<br />

ingreso, y otros. Mas, él se ha preocupado últimamente de otro de estos<br />

grandes problemas: el fundamentalismo y las religiones que lo promueven. En<br />

el Congreso Internacional de Filosofía, que llevaba como título “Identidad y<br />

diferencia”, realizado en Noviembre de 2007, en la ciudad de Mazatlán, México,<br />

y al cual tuviera la ocasión de asistir, Habermas cerró el Congreso con una<br />

extraordinaria conferencia sobre el tema mencionado. Habíamos por lo menos<br />

mil personas que lo escuchábamos atentamente con respetuoso silencio.<br />

La preocupación de Habermas se centraba naturalmente en los<br />

desmanes, violencia, destrucción y terrorismo que trae consigo el<br />

fundamentalismo, lo que, según él, obliga a replantearse el papel de las<br />

religiones en la sociedad contemporánea.<br />

La verdad, su conferencia traslucía en todo caso una postura más bien<br />

crítica no sólo del fundamentalismo, sino de las religiones en general, incluso<br />

aunque no se trate de religiones que no promueven el fundamentalismo. Y la<br />

categoría en la que Habermas se basaba para emprender esta crítica era muy<br />

singular: se trataba de lo que él definía como “razón secular”, entendiendo por<br />

tal una razón que describía como “no-metafísica”, que no se orienta más a<br />

explicaciones absolutas, totales y universales, sino más bien, en términos<br />

inmanentistas, de la relación del hombre con el mundo, y particularmente de la<br />

sociedad y de cómo ésta debe organizarse.<br />

En esta perspectiva su planteamiento resultaba extremo y ciertamente<br />

polémico, ya que su propuesta planteaba en definitiva la necesidad de una<br />

“neutralización de la religión” en la sociedad contemporánea. Mas, entonces<br />

cabe preguntarse: a partir de una propuesta como esta de la neutralización<br />

¿cómo subsiste la religión? Y es aquí donde el planteamiento de Habermas


acusaba su mayor debilidad, dado que si una religión vive de un vínculo con lo<br />

sacro y lo divino, y de ciertos rituales y sacramentos que se practican en<br />

relación con ello, y agreguemos que sólo de este modo la religión se mantiene<br />

viva, entonces una propuesta de neutralización resulta cuestionable, ya que a<br />

la postre significa cortarle no sólo las alas a la religión, sino anularla. Y el<br />

problema del planteamiento de Habermas radicaba en cierta pretendida<br />

generalización de su éste, sin entrar propiamente a establecer necesarias<br />

diferencias entre la religión y ciertos casos particulares de fundamentalismo.<br />

Diría en definitiva que la propuesta de la neutralización debería limitarse<br />

al fudamentalismo, no pudiendo ello abarcar a las religiones en su conjunto, y<br />

agregaría, a ninguna en particular, ya que no parece que haya una sola religión<br />

que directamente promueva el fundamentalismo. Es por ello, que se hace<br />

necesario preguntarse primera acerca de cómo se delimita el fundamentalismo<br />

en relación a la religión en particular de la que depende.<br />

Resultó singular que al fin de la conferencia alguien le preguntó a<br />

Habermas acerca de lo que había conversado con el Papa Benedicto XVI,<br />

cuando éste recién asumió. Lo cierto, es que su respuesta dio la impresión de<br />

ser evasiva, y resulta difícil imaginarse que le hubiera directa y abiertamente<br />

planteado su propuesta de la neutralización de la religión por parte de la razón<br />

secular.<br />

269.¿Un nuevo tipo de juego: el peripathos?<br />

En un Congreso sobre “Filosofía del juego y del deporte” en el que participé en<br />

Noviembre de 2007, que tuvo lugar en la Universidad Ibero-americana de<br />

Ciudad de México, la psicólogo Katya Mandoki de la Universidad Autónoma de<br />

México (distinta que la Universidad Nacional Autónoma de México, la UNAM),<br />

sobre la base de la clasificación de los juegos de Roger Caillois, de acuerdo a<br />

la cual hay juegos de agon (competencia), de alea (azar o destino), mimicry<br />

(roles) e ilinx (vértigo), planteó en su conferencia un quinto tipo de juegos: los<br />

juegos de peripathos, que serían de aventura o de exploración. Tengamos<br />

presente aquí como trasfondo, la Escuela Peripatética del Liceo de Aristóteles,<br />

llamada así en razón de la costumbre del maestro de “leer caminando”.<br />

El juego peripatético o de aventura se referiría no solamente a las<br />

aventuras, llamésmoslas “físicas”, de exploración de territorios, sino también a<br />

lo que podríamos llamar aventura del conocer, dado que aquí también hay<br />

exploración. Este planteamiento me resultó sugerente y me convenció de<br />

inmediato, aunque ulteriormente comencé a ver varias dificultades involucradas<br />

en ello. Por de pronto, lo que resulta convincente es que el mencionado juego<br />

de peripathos tenga un correlato real, en otras palabras, que efectivamente el<br />

hombre también se comporta de modo lúdico en el subir una montaña (el así<br />

llamado montañismo), como por otra parte, que haya juegos de adivinanza, que<br />

se han multiplicado mucho en el último tiempo: escrúpulo, pictograma, este<br />

último consistente en que hay dos grupos, y entonces se saca alguna tarjeta<br />

que se la ve en secreto, donde está escrita una palabra que es la que habría<br />

que dibujar (sin escribir ninguna letra), y el grupo al que uno pertenece tiene<br />

que advinar. Si dice “puente”, pues nada más fácil, pero si dice, supongamos<br />

“solidaridad”, nada más difícil de dibujar.<br />

Y agreguemos que tanto en la aventura física (alpinismo o andinismo)<br />

como mental se dan varios de los ingredientes del juego: la sin-finalidad, que<br />

juguemos por jugar, y que toda vez que hay razones o finalidades por las


cuales jugamos, el juego tiende a desvirtuarse; por otra parte, se da también en<br />

la aventura la alegría de jugar, la paidiá, y el ludus, que alude al tener que<br />

sortear dificultades que se presentan. Agreguemos también con Fink, que con<br />

el juego de aventura (este así llamado ‘peripathos’) se da también la posibilidad<br />

de un “tiempo libre” del que disponemos y en el que nos sumergimos, y<br />

relacionado con ello también, como en ese tiempo libre sucede que el instante<br />

se eterniza y al estar sumergidos en él nos aproximamos a la vivencia de un<br />

eterno presente.<br />

Ahora bien, podría sostenerse que el peripathos no sería sino una<br />

modalidad del agon, de los juegos agonales, los juegos de competencia, en<br />

que justamente ponemos en juego nuestras competencias, destrezas y<br />

habilidades que se enfrentan con otras. Si, esto es efectivo, pero el peripathos<br />

introduce un nuevo elemento que va más allá del agon: el descubrimiento, y<br />

por eso es que se trata de juegos de exploración.<br />

Una segunda dificultad radicaría en el hecho de consitituir una<br />

posibilidad del peripathos la exploración en el ámbito del saber, dado que,<br />

podríamos sostener, que en el saber y en el conocimiento no hay sino<br />

fundamentación que se expresa en teoría y sistema, y ello no es de carácter<br />

lúdico. Mas, esto también tiene una solución, en la medida en que<br />

consideramos que el peripathos, aventura o exploración se da en la fase previa<br />

de sondeo, tanteo, apuesta por cietas posibilidades, y que ulteriormente<br />

culmina, en el mejor de los casos, en una teoría, una ley, una fórmula.<br />

270.Dificultad de ser.<br />

Podríamos decir que desde Parménides, del siglo V a.C., el filósofo de Elea, en<br />

Sicilia, la filosofía se centra en lo que se podría considerar lo más radical,<br />

esencial y universal: el ser. ¿Qué podría haber más esencial que el hecho de<br />

que algo sea? Que sea chico, grande, fuerte, débil, rojo, azul, bello, feo, bueno,<br />

malo, duro, blando, liso, rugoso, que sea recuerdo, atracción, pensamiento, que<br />

sea pez, nube, mariposa, o incluso que sea el número 10, es más, que sea un<br />

centauro, un sátiro, todo ello es secundario. Incluso de aquello que parece lo<br />

más universal, como cuando decimos materia, mundo, universo, de todo ello<br />

cabe decir justamente que es. Lo absolutamente primero es que algo es. Esto<br />

ya lo vio el Eleata con meridiana claridad. Y con este enigma de que “algo es”,<br />

que es el universo, que somos nosotros, llegamos y nos retiramos de este<br />

mundo.<br />

Tal vez nuestro estado anímico e intelectual más propio sea estar<br />

atónito, en estado de perpetua estupefacción, agregando a ello que el que deja<br />

de estarlo en cierto modo se olvidó justo de lo que le era más propio. En cierta<br />

edad imprecisa, cuando éramos ya jóvenes, en algún momento tomamos<br />

conciencia de esto, pero tal vez luego lo olvidamos.<br />

Pero: qué es “es”. ¿Qué significa esa palabra que usamos tan<br />

descuidadamente y que nos resulta tan cómoda? Justamente de tanto usarla<br />

todo el tiempo, todos los días, se desgasta, se trivializa y se vuelve anodina. Y<br />

entonces la filosofía es ante todo la llamada a romper ese cascarón de las<br />

opiniones, para decirlo en términos platónicos, de la opinión pública. Si la<br />

filosofía se origina en el asombro, podría decirse que toda auténtica filosofía<br />

por muchas explicaciones lúcidas que de, debería más bien no sólo mantener<br />

ese asombro, sino más encima acrecentarlo.


Pero luego está esta otra aplicación de la palabra, en cuanto se refiere<br />

también a nosotros mismos, a nuestro propio ser. Y, por supuesto este ser que<br />

somos es tan distinto de todo otro que conocemos. Martin Heidegger se<br />

preocupa de esto y enfoca ello en función de nuestra facticidad más propia; en<br />

otras palabras: ¿en qué consiste nuestro factum? Y nos dice en su obra capital<br />

Ser y tiempo que este factum que somos consiste en ser y tener que ser, sin de<br />

dónde ni adónde.<br />

José Ortega y Gasset trata en Historia como sistema, del año 1935,<br />

observa este factum nuestro como “dificultad”, y cita al longevo escritor<br />

Fontenelle que ya viejo, hablaba de una “dificultad de ser”. Escuchemos:<br />

“La vida, en efecto, da mucho que hacer. Cuando el médico, sorprendido<br />

de que Fontenelle cumpliese en plena salud sus cien años, le preguntaba qué<br />

sentía, el centenario respondió: Rien, rien du tout... Seulement une certaine<br />

difficulté d'être. Debemos generalizar y decir que la vida, no sólo a los cien<br />

años, sino siempre, consiste en difficulté d'être, Su modo de ser es<br />

formalmente ser difícil, un ser que consiste en problemática tarea. Frente al ser<br />

suficiente de la sustancia o cosa, la vida es el ser indigente, el ente que lo<br />

único que tiene es, propiamente, menesteres. El astro, en cambio, va, dormido<br />

como un niño en su cuna, por el carril de su órbita”.<br />

En lo que recién escuchábamos Ortega cita a Fontenelle. Se trata del<br />

Bernard le Bovier de Fontenelle que nace en 1657 y muere en 1757. Como<br />

podemos observar, con sus “dificultad de ser” y como la fue enfrentando llegó a<br />

ser longevo.<br />

271.¿Co-originariedad en las concepciones del hombre?<br />

Heidegger es sin lugar a dudas quien más nos ha llamado la atención sobre la<br />

tendencia tradicional a hacer derivar todo de un principio. Así, en la<br />

antropología filosófica ha predominado la concepción del hombre como “animal<br />

racional”, fórmula que proviene de Aristóteles, suponiendo con ello que lo<br />

esencial que nos determina y distingue como seres humanos, es la razón, y<br />

entonces todo lo demás sería derivado. Y, podríamos decir, la misma tendencia<br />

se hace presente en la ciencia, por ejemplo, en la biología, al considerar la<br />

determinación de la vida desde el código del ADN, o en la astrofísica, al<br />

suponer que el universo se origina a partir del big-bang.<br />

El planteamiento de Heidegger en su obra Ser y tiempo es, al contrario,<br />

el de la co-originariedad, lo cual supone que las distintas determinaciones de<br />

nuestro ser – proyección, estado de arrojado, apertura, ser-a-la-muerte,<br />

conciencia, resolución, temporalidad, historicidad – son co-originarias, vale<br />

decir, nos determinan desde una igual originariedad ontológica.<br />

Eugen Fink, en su obra Fenómenos fundamentales de la existencia<br />

humana sigue la misma tendencia y considera que justamente esos fenómenos<br />

fundamentales – muerte-eros-trabajo-lucha-juego – son co-originarios.<br />

Diría que ello compromete directamente a la razón y nuestro modo de<br />

pensar. La tendencia tradicional de la razón es considerar – prácticamente<br />

como doctrina – que todo tiene que derivar de un principio; cualquier posibilidad<br />

contraria la estima y desecha como irracional. Pero, si ya la propia biología<br />

estipula que genética y medio-ambiente son determinantes de la vida,<br />

probablemente con ello se aproxima a la co-originariedad, y lo mismo cabría<br />

decir de la astrofísica, al considerar que haya la posibilidad de múltiples bigbang.


En el caso del ser humano podemos incluso ampliar la co-originariedad<br />

al conjunto de las concepciones del hombre de la antropología filosófica, y<br />

plantear en consecuencia que es tan originaria la determinación de la razón,<br />

como de la voluntad, la imaginación, el juego, u otras. Somos tan<br />

esencialmente racionales como somos volitivos, imaginativos o lúdicos. No hay<br />

una razón de peso o decisiva para considerar que uno de estos fenómenos<br />

tenga un grado de radicalidad o de determinación mayor que el otro. Ellos<br />

interactúan determinando en su conjunto lo que somos.<br />

Y lo mismo cabría decir si agregamos a las anteriores concepciones del<br />

hombre la de Arnold Gehlen que lo concibe como carencia, queriendo esto<br />

decir que en comparación con nuestros congéneres más cercanos – los<br />

animales – somos carentes, debido a nuestra escasa dotación instintiva: no<br />

tenemos ni de cerca la capacidad visual del águila, la celeridad del gepardo, la<br />

capacidad de soportar hambre de una garrapata, y demás, pero sobre la base<br />

de esta carencia, desarrollamos todo lo más elevado – arte, ciencia, religión,<br />

filosofía. Pues bien, también podría decirse que la carencia está en el nivel<br />

ontológico de co-originariedad. Y entonces podemos decir que somos totoracionales,<br />

toto-volitivos, toto-lúdicos o toto-carentes, pero siempre<br />

considerando que ello sucede en términos de una interacción de<br />

determinaciones co-originarias.<br />

272.Ser y sentido.<br />

La pregunta filosófica fundamental desde Parménides para adelante es la<br />

pregunta por el ser. El Eleata ya se dio cuenta que no hay una palabra más<br />

radical que ésta. La única que se le puede comparar, a mi modo de ver, es la<br />

palabra ‘Dios’, y esto nada más que en tanto palabras, considerando el ámbito<br />

que abarcan y qué radicalidad suponen. Algo es y ulteriormente podemos decir<br />

que es árbol, pez, número cinco, el recuerdo de una fiesta de navidad cuando<br />

tenía ocho años y me regalaron una bicicleta, y otros modos de ser como el de<br />

un valor como la justicia o el del ente de ficción, como el personaje de una<br />

novela, y otros. Y con Parménides preguntamos entonces: pero ¿qué es “es”?<br />

¿Qué queremos decir cuando decimos que algo es? Pues bien, este “es” para<br />

Parménides es invariable, inconmovible, inalterable, inmóvil, y ello se entiende<br />

muy bien si consideramos que el “es” mismo, en tanto que “es”, no puede<br />

variar. Y por otra parte, este “es” es eterno, ya que si hubiera comenzado,<br />

tendría que haberlo hecho desde el no-ser, y tampoco podría finalizar, porque<br />

si lo hiciera tendrían que “ser el no-ser”, después del “es”.<br />

Pero, así como en lo universal el ser, el “es” tiene tal alcance, que no<br />

deja nada fuera, y sería entonces el término más universal y esencial, en lo que<br />

atañe al ser humano también expresa él lo más radical. En efecto, no puede<br />

haber nada más radical que el hecho que somos. Pero, este nuestro ser es en<br />

el tiempo, cambia, se altera, se transforma, crece, envejece y muere, y sin<br />

embargo nuevamente, podríamos decir, que a la vez hay algo inalterable en él<br />

y que se refleja simplemente en el hecho de que somos – y ello con<br />

independencia de lo que seamos. Y entonces podemos tener la experiencia a<br />

ratos de volver sobre nuestro ser, nada más que sobre este hecho simple, pero<br />

tremendo a la vez, de que somos. Y esto lo podemos vivir con un temple<br />

elevado de gozo, de agradecimiento, pero también como carga, de manera<br />

angustiosa o incluso como pesadumbre. O también lo podemos vivir como<br />

asombro, precisamente como asombro de que seamos y que junto con ello sea


el mundo, sean los otros, el paisaje y demás. Con ello bordeamos el terreno de<br />

la pregunta y el problema, ya que tanto nos preguntamos entonces por nuestro<br />

ser y el ser de la plenitud, como que también lo problematizamos.<br />

Rara vez ocurre esto, rara vez hay esta experiencia, pero la filosofía nos<br />

invita a tenerla. Al fin y al cabo, somos en el tiempo, vamos de camino a la<br />

muerte que a cada cual le llegará, y entonces enhorabuena que se despierte<br />

por de pronto a ratos, y tal vez posteriormente de modo persistente, el asombro<br />

ante el sólo hecho de que haya ser y de que seamos nosotros, cuando<br />

observamos en nuestro derredor que tantos que nos eran cercanos, ya han<br />

dejado de ser – ¿o tal vez siguen siendo de otra manera y con otra conciencia<br />

de sí mismos?<br />

273.Conciencia como apertura y orientación.<br />

Ante todo cabe decir que, según lo han visto distintos filósofos, especialmente<br />

partiendo por Nietzsche, la conciencia surge como un fenómeno de<br />

introversión, interiorización o internalización. Y, como todo proviene del<br />

universo, podemos decir que si somos conscientes es porque el propio<br />

universo se expresa de esta forma a través nuestro. Es el universo pues el que<br />

se internaliza y se siente, contempla, piensa y hasta se sueña a través nuestro<br />

y de todas la posibilidades de la conciencia. En rigor, somos hijos del ser o<br />

universo. Si estamos concientes, es porque el universo está consciente a<br />

través nuestro. Si estamos vivos es porque la vida permite que lo estemos y se<br />

ha desarrollado de tal modo que alguna vez hayamos nacido y otra vez<br />

tengamos que morir.<br />

Pero, el problema es que nos olvidamos de ello y creemos en una ciega<br />

autonomía del sujeto moderno. El ser del hombre es esencialmente ser parcial,<br />

ser nada más que parte de una inmensidad, que lo sobrepasa infinitamente.<br />

Fichte sostuvo “si yo pienso, ello piensa por mí”, poniendo con ello en<br />

cuestión el cogito, el “yo pienso” cartesiano, y con ello da lugar a la generación<br />

de un nuevo movimiento filosófico, conocido como “idealismo alemán”.<br />

Podría decirse que hay razones en pro y en contra en relación a que el<br />

término para la conciencia sea uno solo en castellano y en las lenguas<br />

romances, y es que la conciencia es apertura y orientación a la vez. Ello no<br />

quiere decir que lo sean al mismo tiempo, sino simplemente que la conciencia<br />

es doble:<br />

Por una parte, apertura, en cuanto a través de todo lo que ella se vale: el<br />

sentir, recordar, imaginar se abre a los fenómenos. Ello sucede en un primer<br />

momento a través de una exquisita, compleja y variada receptividad de la<br />

conciencia, en lo que se manifiestan incluso grados que van desde una elevada<br />

conciencia hasta el inconsciente. Tengamos en consideración que también a<br />

través del sueño entran en la conciencia contenidos e imágenes del<br />

inconsciente. En un segundo momento la conciencia es activa y procesa y<br />

elabora todo aquello que ha captado en su receptividad.<br />

Por otra parte, la conciencia es orientación, en cuanto a que<br />

precisamente a partir de esta apertura, ojalá lo más amplia posible, nos damos<br />

una orientación, que especialmente nos señala qué debemos hacer, qué<br />

decisiones tomar.<br />

Volviendo a la conciencia como apertura, la conciencia propiamente se<br />

abre al fenómeno cuando se entrega a él, cuando lo deja ser, lo deja<br />

manifestarse, empapándose, embebiéndose, abrevándose de él. Ello es lo


propio de la contemplación y es ante todo ella la que amplía los márgenes de la<br />

conciencia, abriéndose a la posibilidad de que lo Otro se apodere de mí. Esto<br />

se da en experiencias como las del amar, crear, jugar, creer, sentir, imaginar,<br />

recordar, soñar, pero también, como especialmente lo ha planteado Heidegger,<br />

en el pensar. El pensar tiene ante todo el aspecto contemplativo de esa<br />

entrega, de un entregarse a pensar y que los <strong>pensamientos</strong> naveguen por sí<br />

mismos y te lleven donde te lleven. Este aspecto es pasivo, mas hay por<br />

supuesto también un lado activo de proyección y de construcción del pensar,<br />

del sentir y, como ya decíamos, de todo lo demás. Únicamente así, en<br />

atención a la claridad que obtenemos en esta apertura, que incluso recibe<br />

contenidos del inconsciente, podemos orientarnos de manera recta en la<br />

existencia.<br />

274.¿Libertad humana?<br />

El filósofo Eugen Fink pone en duda nuestra libertad, lo cual no<br />

necesariamente significa que la niegue, sino que más bien la restringue. En<br />

cierto modo, nos creemos libres de modo excesivo e injustificado, y que no se<br />

corrobora en los hechos. Por una parte, está, como cuestión externa, nuestra<br />

dependencia de necesidades naturales, pero luego tambien, como cuestión<br />

interna, lo que concierne al auto-dominio, a controlar nuestras pasiones.<br />

Veamos cómo desarrolla esto el filósofo de la Universidad de Friburgo:<br />

“En cierto sentido el hombre es absolutamente un “esclavo”. No es un<br />

ente autosatisfecho, carece de la autarkeia. La libertad – entendida a la antigua<br />

– es menos la soberanía de las decisiones volitivas que el ser autosuficiente.<br />

Quien no depende de nada, quien no requiere de nadie, quien se satisface<br />

completamente: sólo él es verdaderamente libre. Patentemente no puede<br />

decirse esto lisa y llanamente del hombre. Antes bien, vale de Dios. Pero<br />

también el dios griego, como se refiere a él el mito, está bajo la moira, tiene por<br />

otra parte muchas “necesidades”; si bien obtiene el alimento sin esfuerzo, no<br />

tiene que “trabajar” para sobrevivir; su trabajo es más bien juego, esparcimiento<br />

como las habilidades de Atenea o Hefesto. Quizás se muestra en esta actividad<br />

aligerada y libre de esfuerzo de los dioses griegos un rasgo esencial del<br />

trabajo, que no surge de la menesterosidad. Para nosotros es por de pronto<br />

más sorprendente el carácter esencial opuesto del trabajo: estar ligado a la<br />

penuria humana. El hombre se entiende como un ser viviente indigente,<br />

carente, necesitado, como un esclavo de la naturaleza. No hay nada repudiable<br />

en esta esclavitud de la naturaleza (naturalia non sunt turpia); constituye un<br />

destino humano universal el ser dependiente, no poder valerse completamente<br />

de sí mismo. A un hombre lo llamamos “libre”, cuando sobre el fondo de su<br />

dependencia natural, que es irrevocable, conserva una cierta y limitada<br />

independencia, cuando no cae en la dependencia de congéneres, en la<br />

dependencia de instintos y de pasiones ciegas, cuando conserva y sostiene su<br />

“sí-mismo”. La libertad del hombre no es pensable de tal modo que excluye<br />

toda subyugación bajo necesidades naturales, ella se puede constituir con<br />

sentido recién sobre el terreno de la ligazón natural. Si a ratos se juzga esta<br />

“limitación” como menoscabo, se funda ello en la extendida minusvaloración<br />

occidental de lo sensorial. El hombre como ser espiritual esta constreñido y<br />

“mancillado” por el cuerpo y sus menesterosidades; se sueña con una<br />

existencia inmaculada espiritual, en el éter puro del espíritu; se niega – en todo<br />

caso de manera pusilánime – el cuerpo como cárcel del alma, no pudiendo sin


embargo desplazarlo. Pero no se tiene claridad de que con ello se co-niega<br />

también el espíritu humano específico: no somos un espíritu divino encerrado<br />

en un cuerpo animal. La corporalidad del hombre es tan poco animal, como su<br />

espíritu divino. La existencia humana es una unidad íntima entre cuerpo y alma:<br />

a nuestro espíritu finito le pertenece esencialmente la muerte y el trabajo, la<br />

lucha, el amor y el juego. Estos fenómenos fundamentales de la existencia se<br />

co-enraízan todos también en la corporalidad”.<br />

275.En torno a nuestras necesidades que generan dependencia.<br />

Somos libres, nos creemos libres, jugamos con la libertad y siempre estamos<br />

suponiendo que decidimos algo con plena libertad, pero casi nunca nos<br />

detenemos a aquilatar hasta qué punto somos a la par dependientes de<br />

múltiples necesidades que somos instados a satisfacer. Escuchemos como<br />

reflexiona el filósofo Eugen Fink sobre esto:<br />

“¿Cómo se ve la dependencia de la naturaleza del hombre? En primer<br />

lugar, se puede proponer fácilmente un sistema de necesidades<br />

fundamentales. El hombre necesita alimento para su conservación vital. Como<br />

organismo viviente se encuentra en un proceso metabólico. Está en<br />

dependencia de otros entes, de otras cosas apetecibles. Como organismo<br />

tiende a “reproducirse”, está en dependencia de la pareja sexual. El instinto de<br />

nutrición y el sexual son instintos originarios elementales; el hombre sigue tales<br />

instintos en compañía de otros congéneres, a saber, en otras asociaciones<br />

vitales. Es un ser viviente social, un zoon politikon. En las asociaciones se<br />

constituye un estilo de cómo seguir los instintos, se generan reglas, usos. A<br />

partir de la sociabilidad surgen de nuevo numerosas motivaciones, que<br />

conducen a nuevas necesidades. Por ejemplo, la necesidad de adorno, de<br />

ornamento en conexión con la atracción sexual, o como distintivo de poder y<br />

dignidad. De este modo, de acuerdo a una actitud natural, se puede prescribir<br />

una genealogía del “mundo humano” a partir de formas primitivas animales,<br />

hacer derivar el reino humano necesariamente del reino animal – pero lo que,<br />

en el mejor de los casos, resulta de una tal observación es el orgullo de una<br />

especie simiesca, que considerablemente ha llegado muy lejos. Que el hombre<br />

puede ser observado zoológicamente hay que admitirlo. Se concibe y se<br />

describe luego una serie de fenómenos fisiológicos que hombres y animales<br />

tienen en común, los procesos de alimentación, apareamiento, etc. Pero<br />

entonces con ello no se concibe lo esencial humano. Y lo humano no se<br />

encuentra primero en una “impronta institucional”, en los caracteres de la<br />

costumbre, a los que le atribuimos acaso la “propiedad”, el “matrimonio”, la<br />

“familia” y el “estado”, sino que se encuentra ya en los fenómenos<br />

fundamentales, que exhiben el sustrato de configuraciones morales, se<br />

encuentra ya en el “manjar” humano, en el “licor” humano, se encuentra ya en<br />

el amor y se encuentra en el pueblo. Las necesidades humanas fundamentales<br />

son de antemano más que las menesterosidades animales. / El hombre está<br />

abierto a su carencia como tal. Si bien el animal de seguro también siente el<br />

hambre corrosiva y la sed ardiente y el apetito sexual, sin embargo no vive en<br />

una autorrelación expresa y tampoco en una apertura que se diera<br />

conjuntamente con una tal autorrelación para aquello hacia lo cual su carencia<br />

pueda transformar. Pero el hombre entiende también lo no dado, lo pendiente,<br />

lo faltante como tal, porque no está atrapado en el momento, sino que se<br />

comporta con el tiempo en cuanto tal. Porque él comprensivamente puede


transponerse a lo pasado y futuro, puede aprender a tener experiencias y<br />

preocuparse de la previsión, puede volverse astuto a partir de los perjuicios. El<br />

hombre ha aprendido a esquivar las carencias que vuelven siempre una y otra<br />

vez, enfrentándolas a través de la planificación – en el tiempo pletórico pensar<br />

ya en el tiempo de carencia /…/”.<br />

276.Eugen Fink: “El hombre tiene su posible grandeza sólo en el espacio de su<br />

miseria”.<br />

Si Heráclito piensa en la lucha de los contrarios y cómo la vida y lo viviente<br />

surge de esa contrariedad, y posteriormente Hegel piensa que la negación es<br />

constitutiva de cada fenómeno, tal vez uno de los terrenos donde más se<br />

corrobora esto es en los afectos, en lo anímico, como en los valores. Respecto<br />

de los segundos – los valores – podemos decir con Max Scheler que cada valor<br />

depende en su vigencia de la presencia del contrario; así, si lo que domina es<br />

la justicia, su demanda se acrecienta en la medida en que falta. Y así también<br />

ocurre con el sufrimiento y la felicidad. Esta última – la felicidad – la sentimos<br />

con fuerza cuando es sobre la base de la superación del sufrimiento, y<br />

agreguemos que al parecer cuando no es así, tendemos a no sentirla ni<br />

reconocerla, y ello se traduce en que no aprovechamos esos momentos. Con la<br />

vivencia de la felicidad en nuestra sociedad, que es eminentemente laboral,<br />

sucede lo mismo y su vivencia conlleva por lo general la marca del trabajo<br />

realizado y la fatiga que éste trae consigo. Escuchemos a Eugen Fink<br />

reflexionar sobre esto:<br />

“El trabajo como fenómeno del vivir humano es únicamente conocido,<br />

experimentado por la mayoría de los hombres, sufrido como penalidad, como<br />

tormento cotidiano, como tributo que saldamos — sólo pocas “excepciones”<br />

parasitarias de la sociedad, mendigos y ociosos opulentos pueden sustraerse a<br />

él; pero también ellos viven del trabajo de sus congéneres, su existencia inútil<br />

depende de los otros, que la sostienen. El desprecio que afecta a los parásitos,<br />

tiene su razón más profunda en el déficit, en la atrofia de un momento<br />

existencial esencial; ellos son lisiados existenciales. A través del trabajo damos<br />

testimonio de manera especial de nuestra finitud, de la grandeza y la miseria de<br />

nuestra existencia. En el trabajo experimentamos la dureza, carga y esfuerzo<br />

de nuestra vida, pero a la vez también la felicidad del logro. El trabajo es una<br />

fuente de experiencias opresivas y felices, a saber, que la felicidad presupone<br />

precisamente la opresión y recién es posible sobre su fondo. Esto constituye<br />

una constelación completamente peculiar. La felicidad humana siempre surge<br />

desde el fondo del sufrimiento — no es la bienaventuranza nunca insufrible del<br />

dios; está atravesada por el saber de su fragilidad, de su naturaleza fugaz.<br />

Nuestra felicidad tiene el color de nuestra tristeza y en nuestra tristeza brilla<br />

como una estrella en la noche ya la felicidad finita futura. Esta ambivalencia<br />

permite aclarar que muchas de nuestras “contrariedades” estén encadenadas y<br />

atadas entre sí, que no pueden una sin la otra, que se presuponen<br />

recíprocamente. El hombre tiene su posible grandeza sólo en el espacio de su<br />

miseria”.<br />

277.El lujo se convierte en una “segunda naturaleza” del hombre.<br />

Con todo lo cuestionable que pueda parecer el lujo, sobre todo en un mundo de<br />

tanta carestía en el que sucede incluso que algunos sectores de la población<br />

mundial padecen de desabastecimiento de agua, sin embargo es el lujo y lo


superfluo lo que produce un salto cualitativo en el trabajo y en definitiva en el<br />

ser humano. Ello es así porque dede el momento en que los logros del trabajo<br />

humano se traducen en ir más allá de la mera satisfacción de necesidades<br />

naturales y elementales, surgen nuevas posibilidades del confort, se<br />

incrementan las comunicaciones, los viajes de ultramar, marítimos o aéreos,<br />

los viajes espaciales, la comunicación a través de teléfonos móviles, etc. En<br />

todo ello se potencia a su vez la invención y la fantasía creando nuevas<br />

necesidades… necesidades que, por lo mismo, antes no eran tales. Pero, si<br />

bien cabe destacar estos logros, ocurre que el trabajo siempre se engarza con<br />

el dominio y es inseparable de él; es más, el trabajo está casi sin excepción al<br />

servicio del dominio social, económico, jurídico y político que lo encauza en la<br />

dirección que le interesa al grupo de poder dominante.<br />

Si en una sociedad como la nuestra el trabajo da un salto cualitativo con<br />

el lujo, de todos modos, él sigue marcando una división, al dejar a una parte de<br />

la sociedad con escasas posibilidades de acceso a esos lujos. Por otra parte, si<br />

el impacto del trabajo en la sociedad de por sí es cuestionable, lo cierto es que<br />

por el lado de la naturaleza y del medio ambiente la cosa es mucho peor, ya<br />

que los nuevos y nuevos lujos que ejercen atracción sobre la sociedad, van<br />

significando un deterioro del entorno, del suelo, de flora y fauna cada vez<br />

mayor.<br />

Estas disquisiciones sobre el trabajo y su relación con el dominio nos<br />

permiten darnos cuenta de la importancia y necesidad de atender a la reflexión<br />

filosófica sobre estos temas. Como en general es constatable aquí una falta,<br />

ello trae consecuencias negativas para consideraciones meramente<br />

sociológicas, psicológicas o políticas del trabajo que se mueven de este modo<br />

en un nivel superficial. Escuchemos al filósofo Eugen Fink reflexionar sobre el<br />

trabajo:<br />

“El trabajo no es o bien una “bendición” o bien una “maldición”, es por lo<br />

mismo bendito y maldito, al mismo tiempo esfuerzo y felicidad en el logro, al<br />

mismo tiempo esclavitud y dominio. En el trabajo humano se expresa la<br />

sumisión de un ente libre bajo necesidades naturales, bajo menesterosidades,<br />

pero también la fuerza titánica de ir mucho más allá de las meras necesidades,<br />

de construir un descomunal mundo de logros como documentación de la<br />

libertad humana finita. Si acaso estamos condenados a comer nuestro pan con<br />

el sudor de la frente, de preparar el barbecho que tiene más cardos y espinas<br />

que espigas, así consiste nuestro orgullo no solamente en producir lo necesario<br />

para la vida, sino también lo superfluo. Esta dinámica yace implícitamente en el<br />

trabajo humano; él conduce a lo titánico-desmedido, él produce nuevas<br />

necesidades más allá de las necesidades naturales elementales: necesidades<br />

de lujo, que pronto se convierten en una “segunda naturaleza” del hombre. En<br />

el curso del trabajo se transforma no sólo el alcance y el sentido del trabajo, se<br />

transforma al trabajador. Esto quiere decir, formulado abstractamente: el<br />

trabajo elabora no solo objetos, sino a la par siempre también a sí mismo. Y<br />

también en esta auto-relación del trabajo se da el impulso de una poderosa<br />

dinámica. La mirada dirigida a la esencia dinámica del trabajo es importante,<br />

porque en ello se manifiesta la particular historicidad del trabajo”.<br />

278.La tarea de la filosofía: ir al rescate del fenómeno.<br />

En el caso del fenómeno del trabajo se muestra en forma patente cómo la tarea<br />

de la filosofía es ir al rescate del fenómeno. Sobre todo el trabajo se encuentra


siempre desde ya enmarcado en ciertas interpretaciones convencionales que<br />

provienen de la ideología, de políticas públicas, de los grupos dominantes, de<br />

la legislación laboral, y demás. Sin duda todas estas miradas son muy<br />

enriquecedoras y necesarias de atender, mas cada una de ellas en particular<br />

suele estar atravesada por intereses y expectativas particulares, y entonces el<br />

fenómeno del trabajo es visto a través de esa malla. Y, si bien es cierto que en<br />

ello se juegan cuestiones de enorme relevancia, como el número de horas de<br />

trabajo, las condiciones sanitarias y seguridad del lugar de trabajo, el nivel de<br />

ingresos, el sueldo mínimo, derechos de salud, de vivienda, y otros, qué días<br />

correspondería ser declarados feriado, etc., sin embargo esas sucesivas<br />

miradas suelen quedar atrapadas precisamente en todas estas cuestiones<br />

“urgentes”, pasando por alto lo esencial. Por otra parte, la reflexión filosófica<br />

acerca del trabajo trae consigo a su vez que el trabajador, el funcionario, el<br />

ejecutivo, el empleado, el jefe se detenga a pensar sobre lo que hace y ello<br />

considerando que por lo general cada cual justamente por estar en cierto modo<br />

subsumido en su quehacer, está por ello mismo a la vez extraviado en ello.<br />

Una cosa, un asunto por despachar lo lleva a otro, y así.<br />

Escuchemos al filósofo Eugen Fink introducirse en la problemática en<br />

primer lugar, metodológica, de ganar un concepto filosófico adecuado del<br />

trabajo, sobre todo en atención a que, dado que en nuestra época el trabajo se<br />

ha sobredimensionado, y cabe reconocer que vivimos en una sociedad laboral,<br />

la pregunta por el sentido de la existencia está atravesada por la pregunta en<br />

torno al trabajo. Fink::<br />

“Ante todo vale tener en perspectiva esta historia del trabajo si se hace<br />

el intento de ir más allá del conocimiento cotidiano del fenómeno del trabajo en<br />

dirección a un concepto filosófico del mismo. Un tal concepto lleva consigo<br />

inevitablemente una tensión. Tiene que ser, por una parte, “universal”, esto es,<br />

señalar absolutamente la esencia del trabajo, y él tiene que ser también<br />

“histórico”, a saber, caracterizar una situación determinada de la auto-evolución<br />

dinámica del trabajo humano, vale decir, de la situación de nuestro presente.<br />

Las dificultades que enfrentamos en la obtención de un concepto filosófico no<br />

radican en el hecho de que las transformaciones históricas del trabajo<br />

acompañan en cada caso a interpretaciones de sentido coadyuvantes, a<br />

intentos de auto-comprensión del trabajador humano, a “interpretaciones”<br />

sociales de distintas clases, a ideologías de la lucha de clases, y similares.<br />

Tales interpretaciones determinan la atmósfera de la significatividad vital del<br />

trabajo. No es en ningún caso fácil sustraerse a esta disputa y “sine ira et<br />

studio” tan sólo describir lo que es. La pregunta por la naturaleza del trabajo es<br />

una pregunta-en-disputa, con la cual una y otra vez se lucha por el sentido de<br />

la vida. A ratos ella tiene casi la seriedad enconada de una guerra de religión”.<br />

279.La lucha hoy ya no es por la religión, sino por nuevas condiciones<br />

laborales.<br />

Sin duda alguna que la filosofía tiene una fuerza revolucionaria enorme, mas<br />

ello es visible únicamente cuando se la encara rectamente. Y esto sucede<br />

cuando se entiende que ella se dirige a la consideración de la esencia de los<br />

fenómenos. Pensemos en fenómenos fundamentales que nos determinan<br />

como, por ejemplo, la muerte. De inmediato advertimos que sobre ella ya caen<br />

determinadas definiciones y conceptualizaciones de la religión, de las<br />

costumbres, de la medicina, u otros. Pues bien, si la filosofía nos muestra que


la muerte se vincula con la pregunta por el sentido de la existencia, ella adopta<br />

otra faz que desde esas otras perspectivas no se ve. Lo mismo sucede con otro<br />

fenómeno fundamental que nos determina – el trabajo. Él ya es entendido<br />

desde ideologías, grupos de poder, u otros, en todo lo cual lo que prima es el<br />

interés, debido a lo cual se pasa por alto su esencia. Por de pronto, en aras<br />

precisamente a una esencia del trabajo, ante todo cabe reconocer que esta<br />

esencia es de carácter histórico y deviene epocalmente. Mas, este mismo<br />

devenir temporal nos hace ver a la vez que hoy más que nunca estamos<br />

decididamente determinados por el trabajo. Nuestra principal preocupación es<br />

por él y no más por un supuesto ultra-mundo. A tal punto es esto así que el<br />

trabajo pasa a representar el principal motivo por el cual luchamos.<br />

Escuchemos a Eugen Fink deliberar sobre esto:<br />

“En la época histórica del mundo en la cual la gigantesca fuerza técnica<br />

del trabajo domina el primer plano del mundo humano tiene que convertirse la<br />

pregunta por el sentido del trabajo en la imperiosa pregunta decisiva por el<br />

sentido de la existencia. Que épocas tempranas hayan combatido por fórmulas<br />

dogmáticas de la religión, porque para ellos pues en la relación del hombre con<br />

dios esta soportado y conformado todo el andamiaje de la existencia, así hoy<br />

se combate con el mismo fervor y pasión por la significación del trabajo. Parece<br />

como si el hombre hubiera encontrado en ello un nuevo centro gravitacional, un<br />

nuevo núcleo vital de su existencia mundanal. Después de que a lo largo de los<br />

siglos soñó y anheló ir más allá, sobre la existencia terrena, a la espera del<br />

destino post-mortal y condujo su vida en la preparación a ello, parece que<br />

ahora se volcara a la tierra, para organizarse aquí en lo temporal. Todas las<br />

posibilidades del bienestar terreno o la miseria dependen del “trabajo”: de la<br />

efectividad, de los beneficios del trabajo, de la distribución de la carga y la<br />

utilidad laboral, de la pregunta si los bienes logrados por el trabajo le son<br />

adjudicados al que los logra o a los extraños usufructadores — a saber, de la<br />

estructura de la “división del trabajo”, de la construcción económica de la<br />

sociedad. El hombre no está dispuesto a soportar más las formas heredadas<br />

tradicionales de la organización laboral, en tanto aceptar un “orden dado por<br />

dios”. A partir de la dinámica desatada del trabajo moderno tiene que ser<br />

entendido que el trabajo se organiza primariamente a sí mismo, que trabaja en<br />

la nueva configuración de las relaciones laborales”.<br />

280.Cuando el producir se extralimita, comienza también un cuestionamiento<br />

de las condiciones laborales.<br />

El trabajo ocupa tanto tiempo en nuestras vidas que pasa visiblemente a<br />

constituir parte del sentido de ella. Y justo desde ese momento en que el<br />

trabajo se vuelve avasallador, lo que ocurre en particular en el siglo XIX con la<br />

Revolución Industrial, se inicia con ello también un radical cuestionamiento<br />

respecto de las condiciones laborales, del nivel de ingresos del trabajador, y<br />

demás, lo cual consituirá el impulso de la Revolución Obrera de 1848 en<br />

Europa. Un pálido reflejo de ello tendremos en Chile con Francisco Bilbao,<br />

quien formara la “Sociedad de la Igualdad”, que llegó a tener un número<br />

considerable de miembros; Bilbao se propuso hacer una Revolución Obrera en<br />

nuestro país, mas ello se tradujo en un rotundo fracaso.<br />

Por otra parte, si el trabajo en nuestra sociedad laboral se vuelve así de<br />

determinante de nuestro modo de ser, se trata a su vez de enfrentar esta<br />

situación reforzando otros fenómenos fundamentales de la existencia que


también nos determinan. Lo que puede servir de guía en ello es la pregunta por<br />

el sentido, reconociendo que cada uno de estos fenómenos fundamentales<br />

consituye un abrevadero donde bebemos de las aguas del sentido. Siguiendo<br />

al filósofo Eugen Fink, estos fenómenos fundamentales de la existencia<br />

humana son cinco, a saber: muerte, trabajo, lucha, eros y juego. Se trataría<br />

pues de mantener a éstos en un equilibrio. Escuchemos cómo desarrolla él<br />

estas ideas:<br />

“Trabajo es — entendido formalmente — un “producir”, un efectuar<br />

aquello que no está simplemente dado por la naturaleza. A lo largo de extensos<br />

espacios históricos el trabajo estaba al mismo tiempo atrapado, estaba<br />

organizado bajo formas sociales sacrosantas, tenía a la vez una función servil<br />

en la totalidad de la vida. El trabajo está constreñido a la producción del<br />

requerimiento necesario para la vida y de un lujo moderado. Recién la<br />

extralimitación moderna del trabajo, que condujo posteriormente en la época<br />

maquínica moderna al desatarse de energías laborales impetuosas, despertó la<br />

tendencia de que el producir se relacionaba absolutamente con la producción<br />

de condiciones del producir. El trabajo como producir extralimitado, sin límite,<br />

procura ahora construir sus propias condiciones sociales, componer su propia<br />

construcción. El trastorno revolucionario del orden social humano a través de la<br />

disputa sobre la esencia del trabajo y sobre una división del trabajo derecha,<br />

justa, determina también naturalmente la situación de nuestra pregunta sobre<br />

un concepto filosófico del trabajo. / Pero se trata decisivamente, a mi juicio, de<br />

no extraviarse en una unilateral “posición absoluta” del fenómeno laboral,<br />

aunque esta tendencia es ahora actualmente histórica. El trabajo es un<br />

fenómeno fundamental esencial de la existencia, pero no el único. Las épocas<br />

de la historia humana se caracterizan en un profundo sentido de acuerdo a qué<br />

fenómenos fundamentales llevan el notorio rumbo durante un tiempo, pasando<br />

al primer plano del escenario de la vida. Pero siempre persiste el acoplamiento,<br />

la trabazón y ligazón de los motivos existenciales elementales, aunque<br />

cambien los énfasis; siempre estaremos sometidos a la muerte, siempre se<br />

renueva la existencia desde los milagros del amor, siempre está en juego la<br />

actualización ritualxxxx de la posición ritual del hombre en el mundo —y<br />

siempre irrumpen las duras contrariedades vitales en el trabajo y el dominio.<br />

Vale entonces mantenerse concientes de la mirada unilateral, si nosotros<br />

alguna vez destacamos reflexivamente un fenómeno fundamental —como justo<br />

ahora, el trabajo”.<br />

281.”Los años salvajes de la filosofía”.<br />

De este modo subtitula Rüdiger Safranski su obra sobre “Schopenhauer”. Ya<br />

en la primera página de este libro describe estos “años salvajes de la filosofía”.<br />

Escuchemos:<br />

“Este libro es una declaración de amor a la filosofía. Lo que alguna vez<br />

hubo: pensar a Dios y al mundo, con corazón ardiente. El gran asombro sobre<br />

aquello de que algo es y no es nada. El libro mirá hacia atrás a un mundo<br />

hundido, cuando la filosofía, tal vez por última vez, estuvo en esplendente<br />

florecimiento. Los “años salvajes de la filosofía”: Kant, Fichte, Schelling, la<br />

filosofía del romanticismo, Hegel, Feuerbach, el joven Marx. De modo tan<br />

excitante y excitado no se había pensado jamás. La razón de ello: el<br />

descubrimiento del yo, se presentara éste en el rol del espíritu, de la moralidad,<br />

de la naturaleza, del cuerpo, del proletariado – había en ello una concordancia


eufórica, dando lugar a las más extravagantes extravagancias. Se traía en ello<br />

de vuelta “las riquezas dilapidadas en el cielo”. Se advertía que éstas eran<br />

cosas de propia hechura. Se llegaba a sus posesiones, no obstante emprender<br />

viajes a orillas muy distantes. Ello deleita por un tiempo, pero después<br />

desilusiona. En tanto que en los antiguos reinos de la metafísica se descubre lo<br />

que es de propia hechura, pierden ellos su encanto, sus promesas. Se vuelven<br />

opacos y triviales. Lo que es: ‘ser’, no se sabe más, aunque en todas partes se<br />

diga: ‘el ser determina a la conciencia”.<br />

En todo ello Safranski observa la marca del romanticismo y que tiene<br />

que ver con este descubrimiento del yo, con Fichte a la cabeza, y que luego<br />

estará seguido, aunque por distintos caminos, tanto por el joven Hegel como<br />

por el joven Schopenhauer, Hölderlin, y muchos más. Se trata de encontrar el<br />

todo en uno mismo. Pero así como está la fascinación del primer momento del<br />

descubrimiento, en un segundo momento viene la saturación. Y esta saturación<br />

tiene que ver a la vez con una suerte de degradación de distintos fenómenos:<br />

por ejemplo, la fe ya no es más simplemente fe, sino un “querer creer”.<br />

Sigamos escuchando a Safranski reflexionar sobre esto más adelante:<br />

“Ellos deben creer en lo que ellos mismos han hecho y deben vivenciar<br />

lo producido como lo recibido. Quieren obtener del ‘hacer’ aquella unio mystica<br />

que sólo el dejar-ser puede garantizar. Quieren delante de la plataforma<br />

admirar el gran juego y están al mismo tiempo en el escenario. Ellos son<br />

directores que quieren encantarse a ellos mismos. La fe en el arte romántica<br />

quiere lo imposible: ella quiere, por medio del refinamiento producir ingenuidad,<br />

con el resultado de que en lugar de las antiguas sustancias se presenta el<br />

gabinete de espejos de las duplicaciones: el sentir del sentir, el creer en el<br />

creer, el pensar del pensar”.<br />

282.La “des-realidad” del enamorado.<br />

Roland Barthes en sus Fragmentos de un discurso amoroso se centra mucho<br />

en intentar explicar el modo de ser de esa figura peculiar – el enamorado –<br />

que, por cierto, puede corresponder a cualquiera de nosotros cuando estamos<br />

precisamente en-amor. Barthes destaca que el enamorado vive en una especie<br />

de des-realidad, ya que todo su contorno lo tiñe con una tonalidad afectiva, en la<br />

que presiente la presencia de ella o él. Su realidad no es irrealidad, sino "desrealidad".<br />

En esta singular "des-realidad" vemos todo con un brillo de<br />

luminosidad, mientras vivimos una plenitud amorosa, y todo pálido y lánguido en<br />

momentos de zozobra. Incluso podemos llegar a hacer del día noche, como que<br />

todo está sombrío en nuestro derredor a plena luz del día.<br />

Por otra parte, no se trata simplemente de que haya una supuesta realidad<br />

convencional, válida en general, la irrealidad y esta singular modalidad<br />

intermedia, entre una y otra que destaca Barthes: la des-realidad, sino que más<br />

bien hay algo activo en ello y que se presenta como un tránsito. Quiero decir con<br />

ello que para el enamorado la realidad más bien se “des-realiza”, se tiñe<br />

marcadamente con el temple anímico y afectivo.<br />

Cabe destacar al respecto que algo similar le ocurre al artista, al pintor, al<br />

poeta, al músico, como además al místico. Por ejemplo, en este último también<br />

puede des-realizarse la realidad al vivir este mundo como exilio o como caída y<br />

extravío.<br />

En la figura del enamorado la mencionada des-realidad se traduce<br />

también en una inevitable incertidumbre de los signos, de acuerdo a la cual


cualquier cosa que el otro haga o exprese está expuesta a innumerables<br />

interpretaciones; el enamorado no tiene por ello nada sólido en que apoyarse. La<br />

"des-realidad" se manifiesta también en ese aislamiento que vive normalmente la<br />

pareja que se sustrae al mundo, que experimenta a todo vecino como indiscreto.<br />

En contraste con ello, Barthes muestra con agudeza que el mundo se<br />

mueve sobre la base de una moral de la elección, en la que cada uno está<br />

tomando permanentemente decisiones sobre las más diversas cosas, sucediendo<br />

que al presentarse alternativas de acción, elegimos una de ellas, a partir de lo<br />

cual se presentan nuevamente otras alternativas, entre las cuales elegimos otra<br />

vez una, y así sucesivamente. Pero, al enamorado le pasa que no se ciñe en<br />

absoluto a esa moral de la elección, vale decir, normalmente está haciendo lo<br />

ilógico, lo inesperado: por ejemplo, si todo indica que no debe telefonear, de<br />

pronto agarra el teléfono y llama, etc.<br />

En el enamoramiento hay prácticas singulares; por ejemplo, cuando ella<br />

está ausente, "manipulamos la ausencia", haciendo un singular ritual; por ej., a<br />

veces puede ser que la invoquemos para que nos rescate de una situación<br />

mundana de mucha seducción en que nos encontramos.<br />

La "manipulación de la ausencia" puede darse también a través del<br />

ascetismo, que practicamos cuando la relación se ha acabado; este ascetismo se<br />

refleja, por ejemplo, en cortes de pelo que semejan un atentado contra sí mismo,<br />

levantarse de madrugada, pasar deliberadamente frío, hacer ayuno, exponerse a<br />

situaciones peligrosas.<br />

283.Los 5 binomios de Octavio Paz.<br />

Octavio Paz en La llama doble propone 5 binomios para intentar concebir el amor<br />

de manera adecuada. Estos binomios permiten por lo tanto iluminar el fenómeno<br />

tan complejo que él se propone desentrañar a su manera, como ya comenzara<br />

por hacerlo y de manera ejemplar Platón en El Banquete. Los aludiddos binomios<br />

son: exclusividad-promiscuidad, obstáculo-transgresión, fatalidad-libertad, cuerpoalma,<br />

dominio-sumisión. A continuación, ordeno estos binomios a mi manera con<br />

el fin de dar una breve explicación de cada uno de ellos en forma secuencial:<br />

cuerpo-alma, exclusividad-promiscuidad, fatalidad-libertad, obstáculotransgresión,<br />

dominio-sumisión.<br />

Respecto del primer binomio, cuerpo-alma, hay que decir primero que Paz<br />

propone una reveladora distinción entre tres niveles: sexo, erotismo y amor. El<br />

sexo está considerado aquí como algo netamente físico, y que no requiere de<br />

mayores explicaciones. Y si Paz dice “sexo” es para marcar sin disimulos este<br />

aspecto concreto. En cambio, si usara el término ‘sexualidad’, éste ya supone<br />

algo más complejo. El erotismo es la ritualización del sexo a través de distintas<br />

formas de cortejo. Sexo y erotismo permanecen apegados indisolublemente al<br />

cuerpo. Mientras que el amor supone una relación con la persona. Nos<br />

enamoramos no simplemente de un cuerpo, sino de una persona. Es decir, recién<br />

con el amor traspasamos la frontera de lo meramente físico y corporal. Nos<br />

enamoramos ante todo de un alma y no simplemente de un cuerpo.<br />

Ahora bien, sexo, erotismo y amor interactúan y se interrelacionan, cuando<br />

nos enamoramos se hace presente el plexo completo de los tres momentos.<br />

Pero, si se trata del sexo, bien sabemos que él puede darse sin amor.<br />

En relación al binomio exclusividad-promiscuidad, cabe decir que justo<br />

porque nos enamoramos de una persona, nos enamoramos a la vez de alguien<br />

único e irrepetible. Cuerpos podemos desear y poseer muchos, así como en el


Banquete platónico, eros en una primera etapa ama muchos cuerpos. En ello ya<br />

se vislumbra claramente que el amor reclama para sí exclusividad, mientras que<br />

sexo y erotismo tienden más bien a la promiscuidad. Y naturalmente, porque es<br />

así, cada cual, en mayor o menor grado, y dependiendo de su concepción de<br />

mundo, de inclinaciones naturales, del medio en que ha crecido, se encuentra en<br />

esta tensión entre exclusividad y promiscuidad. Somos cuerpo y alma que<br />

deseamos y amamos otro ser que es también cuerpo y alma.<br />

En relación al binomio fatalidad-libertad, precisamente en la medida en<br />

que más se acentúa el carácter de exclusividad del otro a quien amamos, de<br />

modo directamente proporcional se acrecienta una vivencia de fatalidad o de<br />

destino. Eras tu la persona que me estaba reservada y no podría haber sido otra,<br />

y similares expresiones dan cuenta de esto. Y precisamente en la medida en que<br />

se acrecienta la posibilidad de promiscuidad, tanto más vivimos y gozamos de<br />

nuestra libertad de elegir, cambiar, comenzar de nuevo y hasta de extraviarnos y<br />

perdernos.<br />

Con el binomio obstáculo-transgresión comenzamos a apartarnos de la<br />

marca cuerpo-alma que determina los binomios anteriores. Aquí más bien se trata<br />

de cómo en toda relación se presentan obstáculos tanto internos de cada cual,<br />

como externos, de la sociedad, de la comunidad a la que pertenecemos, del<br />

círculo en que nos desvenvolvemos, que transgredir. Gran parte de la fuerza que<br />

tiene el amor suele provenir justamente de esta transgresión.<br />

En el binomio dominio-sumisión se trata de que también las relaciones<br />

amorosas están atravesadas por cuestiones relativas al poder – quién manda y<br />

quién se somete en el plano de los sentimientos – y lo interesante es que dominio<br />

y sumisión en el plano sentimental suelen no concordar en absoluto con el plano<br />

de las relaciones de poder que rigen en el mundo económico y político.<br />

284.La relación cuerpo-alma en el plano del amor.<br />

Que seamos cuerpo y alma, que seamos alma, que seamos este compuesto,<br />

todo ello deja por lo general muchas interrogantes sin responder. Si<br />

efectivamente fuera así, que somos este compuesto de cuerpo y alma ¿cómo se<br />

relacionan los integrantes de este compuesto entre sí? Hoy se prefiere hablar de<br />

mente, en vez de alma, y se ha desarrollado la así llamada “filosofía de la mente”,<br />

mas lo que prima en ello es una visión materialista que tiene como modelo la<br />

inteligencia artificial y junto con ello se orienta según modelos computacionales.<br />

Y, si bien es cierto que es mucho lo que se puede ganar con ello respecto de las<br />

operaciones de nuestra mente y explicar mecanismos de asociación, y demás, lo<br />

cierto es que igual nos deja disconformes, ya que nos damos cuenta que lo<br />

humano es mucho más que eso y que las cuestiones decisivas se juegan en otro<br />

plano. Concebir al hombre y la mente a la vez según un modelo de programa lo<br />

que deja de lado y que incluso no lo puede explicar en lo más mínimo es que si<br />

somos un programa, éste es más bien auto-programático, ya que arranca de<br />

libres elecciones y decisiones. En otras palabras, podemos explicar todas las<br />

operaciones de un computador, pero igual éste requiere del suministro de energía<br />

y de que alguien lo eche a andar, lo encienda.<br />

Y, para nuestra sorpresa, uno de los planos en que podría decirse que<br />

vuelve a cobrar vuelo la concepción del ser humano como un compuesto de alma<br />

y cuerpo es en lo que se refiere al amor. El Premio Nobel Octavio Paz en su libro<br />

sobre el amor, que se demoró 30 años en escribir – La llama doble – plantea con<br />

meridiana claridad que nos enamoramos no simplemente de un cuerpo, sino de


una persona, que es una entidad netamente espiritual, intangible, única e<br />

irrepetible. De tal modo que con el fin de revalidar la concepción del alma no<br />

necesitamos elevarnos a través de singulares cavilaciones para procurar<br />

encontrarnos con ella, con su ser y su pareja legitimación, sino, a través de una<br />

vivencia al alcance de todos y de cada uno, como es el amor, el alma vuelve a<br />

levantar vuelo.<br />

Añadamos a lo anterior que en forma velada el alma se encuentra tras el<br />

concepto de persona, y por lo tanto tampoco es necesario recurrir a la vivencia<br />

del amor con el fin de validar el alma, su ser y determinación, sino que basta con<br />

basarnos en las relaciones humanas, y como éstas se dan como relaciones entre<br />

personas, para validar junto con ello a la vilipendiada alma.<br />

Y, volviendo al amor, así como somos cuerpo y alma, de este modo<br />

también el amor se potencia porque está en alianza con lo sexual y lo erótico.<br />

Pero, bien sabemos que en relación a lo estrictamente sexual, ello puede<br />

realizarse sin amor, y, por la contraparte, lo que suele llamarse “amor platónico”,<br />

puede prescindir del contacto corporal. Ello nos muestra que los tres momentos<br />

de sexo, erotismo (que sería el modo como lo sexual se ritualiza con el cortejo) y<br />

amor, tanto se interrelacionan e interactúan, como pueden actuar de modo<br />

separado.<br />

Mas, lo que nos interesa aquí es que nos enamoramos de una persona, de<br />

una entidad espiritual intangible, única e irrepetible, y precisamente esto es lo que<br />

permite que el amor, mucho más que sexo y erotismo, levante vuelo en la historia<br />

de la humanidad, se convierta en poesía, literatura, música como alcance<br />

también lugares místicos y celestiales.<br />

285.Exclusividad versus promiscuidad.<br />

Octavio Paz reflexiona sobre el fenómeno del amor y, entre muchas estrategias<br />

para abordarlo se vale de esta dupla exclusividad-promiscuidad, que le permite<br />

zanjar diferencias esclarfecedoras respecto del fenómeno en cuestión. Si bien el<br />

amor hay que concebirlo a su vez dentro del plexo sexo-erotismo y amor<br />

propiamente tal, y que estos momentos interactúan, no es menos cierto que cada<br />

uno de ello tiene sus propios fueros. Ante todo está el hecho de que nos<br />

enamoramos de una persona, y no simplemente de un cuerpo. La persona, junto<br />

con ser intangible, es única e irrepetible. Y esto demanda su propia exigencia: la<br />

exclusividad. Al enamorarnos de una persona, impone ello una exclusividad. En<br />

otras palabras, salvo contadas excepciones, nos enamoramos de una sola<br />

persona, y sin embargo a nivel del cuerpo, podemos sentir deseos por muchos<br />

cuerpos, en lo cual radica la tendencia a la promicuisdad propia de lo sexual,<br />

considerado en forma separada.<br />

Nos debatimos pues entre exclusividad, que exige la naturaleza misma del<br />

amor, y promiscuidad. Ello también da expresión a nuestra doble naturaleza<br />

humana: somos tanto instinto y razón, naturaleza y cultura, pero también atañe<br />

esto, como recién veíamos, a la relación que me vincula con el otro, en términos<br />

de exclusividad versus promiscuidad. Y éstas no son meras hueras palabras, sino<br />

que efectivamente lo vivimos en esta forma. La infidelidad habla de sobrada<br />

manera de ello y los trastornos que ésta trae por lo general consigo. Octavio Paz<br />

se encarga de insistir en que el amor mismo supone esta exclusividad y ello al<br />

parecer con independencia de determinaciones culturales. Y el hecho de que en<br />

ciertos pueblos, como los esquimales, haya habido la costumbre de ofrecer la<br />

esposa al huésped, como señal de cortesía, ello no contradice la mentada


exclusividad propia del amor, dado que podría decirse que en ello lo que<br />

propiamente se ofrece es un cuerpo.<br />

Por otro lado, si nos enamoramos de una persona en términos de<br />

exclusividad, ésta es una vivencia que igual se despliega, como cualquier otra, en<br />

la historia. Y esta dependencia histórica se muestra ante todo en lo que respecta<br />

al reconocimiento del otro como persona. Parte sustancial de la evolución del<br />

hombre es su reconocimiento como persona. Gran parte de las fricciones entre<br />

los hombres han tenido que ver con una falta de reconocimiento del otro como<br />

persona, tanto a nivel doméstico y familiar como social. Formas de racismo,<br />

sectarismo y totalitarismo son proclives a esta falta de reconocimiento. La<br />

discusión con la que tuvo que ver en particular Fray Bartolomé de Las Casas en<br />

defensa de los indígenas americanos, se relaciona con esto: el no reconocimiento<br />

de los indígenas como seres humanos consistía en lo fundamental en un no<br />

reconocimiento de ellos como personas. Lo mismo la lucha que emprendió Las<br />

Casas contra formas de esclavitud de los indígenas.<br />

Y así también esto ha afectado muy particularmente a la mujer. Los<br />

términos sujeto y objeto son aquí relevantes, por cuanto el no reconocimiento del<br />

otro como persona va de la mano con una objetualización de éste. En este<br />

sentido, hasta que la mujer haya llegado a ser reconocida como un sujeto<br />

plenipotenciario con los mismos derechos que el hombre, ha habido un largo que<br />

recorrer y que en el caso de algunas culturas y pueblos aún no concluye.<br />

286.Obstáculo-transgresión.<br />

A través de este binomio obstáculo-transgresión Octavio Paz alude a que por<br />

ser el amor esencialmente transgresión, hay siempre obstáculos que superar<br />

(en Georges Bataille se trata de interdictos). Como una sus manifestaciones<br />

predominantes, el Premio Nobel se refiere a las convenciones. Los ejemplos<br />

están por todos lados, en la literatura y en la vida real. En ello se refleja el<br />

conflicto en que se encuentran Werther y Carlota, Tristán e Isolda, Romeo y<br />

Julieta, Paolo y Francesca, Dante y Beatrice, Lanzarote y la Reina Ginebra. En<br />

todos estos casos las convenciones se presentan con distintas facetas: Carlota<br />

es esposa de Alberto, Isolda es prometida del Rey, los Montesco y los<br />

Capuleto son familias rivales.<br />

Y así también en la vida real. Pensemos en los Estados Unidos de los<br />

sesenta: si un negro y una blanca se enamoraban, su amor se manifestaba de<br />

manera osada y ostentosa como transgresión.<br />

El vínculo entre amor y transgresión nos lleva a revisar a su vez el<br />

criterio aristotélico de la semejanza (que el Estagirita establece como<br />

fundamento de las relaciones amicales). Para el filósofo se entablan relaciones<br />

de amistad en función de compartir los mismos gustos o tener similares<br />

intereses, o, más radicalmente aún, porque el otro es semejante a mí. Según<br />

Aristóteles cuando en la amistad no hay semejanza, se busca entonces al<br />

menos una compensación, lo que quiere decir que ella siempre prima.<br />

Llamo la atención sobre esto, porque, como contrapunto a lo anterior:<br />

parece ser que los grandes amores y amistades se caracterizan más bien por<br />

un encuentro entre personas desemejantes, por ejemplo, cuando un hombre<br />

rico ama a una mujer pobre, o un cristiano es amigo de un musulmán,<br />

normalmente sucede que esas relaciones aparecen como ejemplares dignos<br />

de emulación. Mas, esto lo decimos con cierta comodidad en una época en la<br />

que el ágape cristiano, el sentido del amor como amor al prójimo, al débil, al


pobre y al enemigo (que no supone el eros o la filía griega) ya es constitutivo<br />

de nuestra cultura, al menos en su calidad de ideal. En cambio, el griego<br />

miraba los otros pueblos como bárbaros y a los esclavos no se les reconocía<br />

como seres humanos, de tal manera que relativamente a ellos no podía haber<br />

semejanza que justificara la amistad o el amor.<br />

Pero, en lo fundamental, el criterio aristotélico de la semejanza es<br />

certero, en cuanto que en cualquier caso se cumple que si hay una<br />

desemejanza grande entre dos personas, para que sean amigos, al menos<br />

tiene que haber una compensación: uno es rico pero malhumorado, y el otro<br />

pobre pero bienhumorado. Pero ¿ocurrirá lo mismo con el amor?<br />

En este plano parece incluso que la sociedad avanzara en términos<br />

democráticos en la medida en que los contrarios – los que son de distinta<br />

procedencia racial, religiosa, social, política, econonómica y cultural – se<br />

encuentran, convirtiéndose así en émulos a los que otros habrán de seguir.<br />

287.Fatalidad-libertad.<br />

Uno de los binomios de los que se vale Ocavio Paz para abordar el fenómeno del<br />

amor es el de fatalidad-libertad. ¿Qué hay tras la expresión “yo te amo”? ¿Qué yo<br />

he elegido libremente amarte o que yo no puedo sino amarte y estoy destinado a<br />

hacerlo? Ya tan sólo en este dilema existencial podemos adivinar la fuerza que<br />

puede tener el binomio aludido – fatalidad-libertad – para abordar el fenómeno<br />

del amor. Y, como podemos observar, esto lo puede vivir cada cual y no es<br />

necesario recurrir a la metafísica occidental para encontrarle a ello un sustento.<br />

Más aún, confrontados nuevamente al mencionado binomio, por lo general en<br />

nuestro sentir del amor se hace más presente algo próximo al destino o fatalidad<br />

que una sensación de libertad. Y ello encuentra una explicación muy simple: el<br />

amor es ante todo algo que nos llega, que se apodera de nosotros, no es algo<br />

que de ninguna manera elegimos propiamente. La elección que puede haber en<br />

ello es necesariamente ulterior: una vez que aquel sentir se apodera de mí<br />

intento elegir y decidir algo, mas cabe agregar aquí que incluso esta elección y<br />

posterior decisión palidecen, casi no se sienten, ya que más bien se manifesta en<br />

nosotros un impulso irrefrenable, sin elección ni decisión consciente.<br />

Octavio Paz relaciona el binomio con diferencias entre Oriente y<br />

Occidente, y ello se expresa al modo de un amor de destino oriental, versus un<br />

amor libre occidental. Paz destaca cómo esto tiene que ver con la religión.<br />

Escuchemos:<br />

"/.../ en Oriente el amor fue pensado dentro de una tradición religiosa; no<br />

fue un pensamiento autónomo sino una derivación de esta o aquella doctrina. En<br />

cambio, en Occidente, desde el principio, la filosofía del amor fue concebida y<br />

pensada fuera de la religión oficial y, a veces, frente a ella" (p. 37).<br />

El ejemplo más deslumbrante es sin duda Platón y su pensamiento en<br />

torno al amor desarrollado en El Banquete, como, por otra parte, recuerda Paz<br />

que el "amor cortés" "/.../ fue visto por la Iglesia no sólo con inquietud sino con<br />

reprobación" (p. 37).<br />

Y es justamente sobre la base de una concepción religiosa que una idea<br />

como la del destino y de la predestinación se puede hacer más fuerte. Este es<br />

también el terreno fecundo para la idea del karma, que, por apoyarse a su vez en<br />

la doctrina de la reencarnación, está vinculado incluso con una predestinación<br />

que nos viene de vidas anteriores.


Y es así como también el amor, el que nos unamos a una determinada<br />

persona o sintamos unos deseos incontenibles de otra, puede ser vivenciado<br />

como karma, lo que tiene sus correspondientes expresiones en la literatura<br />

oriental.<br />

288.Dominio-sumisión.<br />

Sorprendente como aun un sentimiento como el del amor pueda tener que ver<br />

con cuestiones de poder, mas Octavio Paz muestra de manera convincente<br />

que sí. Y además lo singular de esto es que este asunto de poder se juegue en<br />

el plano de los sentimientos. Aun el amor está traspasado por sutiles y, a<br />

veces, no tan sutiles formas de poder. También sucede aquí pues que alguien<br />

manda y alguien se somete.<br />

Por su parte, Roland Barthes usa una acertada expresión para esto -"vasallaje<br />

amoroso"-. Ella significa que en una relación se practica una peculiar forma de<br />

poder. El enamorado - hombre o mujer- se declara tácitamente vasallo, lo cual<br />

significa que se inicia una forma de dependencia; dependemos de las<br />

atenciones y consideraciones del otro, pero probablemente también de sus<br />

caprichos y arbitrariedades para sentirnos bien. Normalmente en los inicios de<br />

la relación, cuando ambos se comportan propiamente como enamorados en<br />

toda su pureza, aquel vasallaje es mutuo, ya que aún no se perfila, en un<br />

soterráneo juego, quién será definitivamente, o por un tiempo indefinido,<br />

vasallo del otro.<br />

Es patente además que, vinculado con este par, se pueden analizar<br />

muchos conflictos de pareja, ya que él lleva en su seno la posibilidad del abuso<br />

y la humillación; y más encima nos predisponemos a ello, cuando nos decimos<br />

en un monólogo interior: "porque la amo, estoy dispuesto a perdonarle sus<br />

excesos, sus olvidos, sus chantajes, sus desconsideraciones".<br />

En el dominio-sumisión hay también un claro desenvolvimiento histórico,<br />

ya que ha sido tradicionalmente la mujer la que ha practicado el mencionado<br />

vasallaje, ya sea porque ella misma se ha declarado vasalla de su hombre o<br />

porque se ha dado por establecido, según las costumbres, de que es así y así<br />

debe ser. Todos los autores (desde Stendhal en adelante) detectan un giro<br />

histórico decisivo que se produjo en el siglo XII en la Provenza francesa con la<br />

aparición del así llamado "amor cortés". Sucede que a partir de él se invertirá el<br />

vasallaje amoroso (expresión además muy afín a ese momento histórico en el<br />

que impera el vasallaje en un marco económico y político). Lo que viene<br />

después como forma de amar encuentra sus expresiones literarias en El<br />

Quijote, Tristán e Isolda, siguiendo hasta el Werther, y así incluso alcanzando<br />

nuestro tiempo. Y en todo ello se plasma en la literatura como<br />

maravillosamente el hombre se ha convertido en vasallo de la mujer, lo que por<br />

secretos senderos habrá de hacerse realidad. Justamente la singular práctica<br />

del amor cortés da plena expresión a esta forma de amor con sus formas<br />

peculiares, en particular en lo que atañe al servicio al que el poeta o el<br />

caballero se someten para precisamente servir a su Dama. Ello se traduce a su<br />

vez en grados como los de pretendiente y aceptado. Sucede además que para<br />

pasar del primero al segundo el pretendiente tiene que someterse a numerosas<br />

pruebas de amor, las cuales en aquella época podían consistir en nada menos<br />

que ir de peregrinaje a Jerusalén.<br />

289.La peculiar relación del hombre con la naturaleza.


En nuestro mundo en el que la tecnología, lo artificial y los artefactos nos resultan<br />

muchísimo más cercanos que la naturaleza, conviene de cuando en vez recordar<br />

nuestra relación que a la vez es de pertenencia, como de distanciamiento con<br />

ella. Con este fin, apoyémonos en ciertas disquisiciones de Eugen Fink al<br />

respecto. Escuchemos:<br />

“Extrañados de la naturaleza, abandonados de su amparo cobijador, no<br />

podemos, en todo caso, nunca sustraernos del todo de ella: nos sustraemos de<br />

ella, por decir así, sólo hasta tanto que experimentamos nuestra caída en ella –<br />

ganamos tanta distancia para reconocer nuestro asentamiento en la naturaleza,<br />

tanto nos alejamos de ella para entenderla como el poder al que nos expone y<br />

que al mismo tiempo nos cobija: como “gran madre” y como opositora del<br />

hombre. La naturaleza nos rodea a los humanos doquiera que estemos, sea en<br />

la campiña floreciente o el desierto, en la elevada cordillera solitaria o en la<br />

ciudad multitudinaria – y ella nos vuelve siempre el rostro enigmático de<br />

acuerdo al cual se nos aparece como infinitamente confiable y al mismo tiempo<br />

como radicalmente enemiga. Planta y animal no han emergido, por decirlo así,<br />

del fondo de la naturaleza, ellos están todavía “dentro”, no han ganado todavía<br />

una distancia respecto de ella para volcarse a ella nostálgicamente – como el<br />

hombre. Sobre la base de la forma existencial sensorial de nuestra corporalidad<br />

sabemos de nuestra trabazón con la naturaleza – con cada bocado y con cada<br />

sorbo realizamos una “encarnación” en la tierra, una comunión con los<br />

elementos; cada respiración nos liga con el aire marino circundante, cada<br />

mirada nos une con la claridad del fuego celeste. De acuerdo a nuestra<br />

existencia sensorial corpórea, estamos a la vez cogidos, regidos y atravesados<br />

por la naturaleza. Pero este ser cogido no está exento de tensiones, ella no nos<br />

recorre de través como una corriente anímica incesante. No vivimos más en el<br />

paraíso mítico, donde no había preocupaciones ni necesidades, donde había a<br />

la mano alimento en abundancia. La naturaleza está en nosotros también en<br />

las formas atribuladas del fracaso personal, del hambre, de la necesidad<br />

insatisfecha. La necesidad de la carencia revela de manera más apremiante y<br />

sorprendente el poder de la naturaleza en nosotros que la satisfacción, que<br />

hasta cierto punto “oculta” las menesterosidades. Pero la carencia, en tanto<br />

humana, no es simplemente un sentir que capta el deseo insatisfecho, ella es<br />

también un modo fundamental del comprender, a saber, del comprender la<br />

naturaleza que nos coge y rige, se nos puede sustraer. Nunca sabemos más<br />

de la esencia donante de la naturaleza que cuando ella falla. En este saber de<br />

la carencia se funda el trabajo humano, en tanto tiene su motivación en la<br />

menesterosidad de la existencia corpóreo-sensorial del hombre. Los seres<br />

incorpóreos, los espíritus puros no necesitan ni pueden trabajar. El trabajo es<br />

un concepto que, aplicado a ángeles y dioses, se torna falto de sentido. El<br />

trabajo es sólo posible en un ente que está corporalmente enraizado en la<br />

tierra. El trabajo es una especial forma intensiva de existencia corpórea. Por<br />

otra parte el animal corpóreo no puede “trabajar”, no tiene una apertura<br />

comprensora con respecto a su comunión corpórea con la tierra. Ella le es en<br />

este punto análoga como en lo relativo a la mortalidad. Sólo el ente humano<br />

transitorio y sabedor de su transitoriedad es mortal. Sólo el hombre enraizado<br />

corporalmente en la tierra y sabedor de tal enraizamiento puede trabajar”.<br />

290.Porque tenemos un cuerpo, una buena parte del trabajo conduce a satisfacer<br />

sus necesidades.


Si somos un compuesto de mente y cuerpo, ello afecta al trabajo, atendiendo<br />

precisamente a qué trabajos y con qué fin los realizamos. Por de pronto, una<br />

buena parte del trabajo debe consistir en satisfacer necesidades básicas de<br />

alimentación y abrigo. Bien sabemos que en tanto humanidad tenemos en esto<br />

todavía enormes falencias ya que una parte importante de la población mundial<br />

no alcanza a cubrir estas necesidades, y ello ni siquiera considerando otras<br />

necesidades también de un plano básico, como salud y educación. Mas el<br />

crecimiento del hombre en gran medida se orienta en ir más allá de este nivel<br />

básico, y ello trae consigo que el propio trabajo no sólo se transforme, sino que se<br />

potencie. De la satisfacción de necesidades pasamos entonces al lujo y a lo<br />

suntuario, que hay que verlos en toda su gama de posibilidades, y no como algo<br />

que estuviera simplemente demás. Ello depende naturalmente de lo que<br />

incluimos bajo el concepto de lujo. También, en algún sentido, las actividades<br />

artísticas, religiosas, filosóficas o científicas podrían caer bajo esta categoría.<br />

Lo que atañe a estas consideraciones nos ayuda a pensarlo mejor desde<br />

la perspectiva de cómo el hombre se instala, se enraíza en la naturaleza.<br />

Escuchemos a Eugen Fink reflexionar sobre esto:<br />

“Ahora bien, ¿de qué manera se enraíza el hombre corporalmente en la<br />

naturaleza, cómo se perfila a partir de ella una serie de “necesidades”, de<br />

estados y situaciones menesterosas? Lo que primero se aprehende de buena<br />

manera en una tal perspectiva son motivaciones constantes del trabajo<br />

humano, a la par a-históricas, motivaciones que atraviesan todos los tiempos.<br />

Siempre necesita el hombre “alimento, “vestimenta”, “habitación”, “protección<br />

de calor o frío”, siempre necesita él del lar para el sueño y para el amor, de la<br />

cuna para el niño, del arma para la lucha, y otros. Pero estas necesidades<br />

constantes cambian, sin embargo, su figura, se perfeccionan, se transforman<br />

en el curso de la evolución cultural humana; no hay un quedarse en formas<br />

arcaicas: la capacidad inventiva del hombre, la fantasía, transforma las formas<br />

iniciales y las figuras, se introducen transformaciones del gusto y de la<br />

necesidad de un equipamiento más lujoso, etc. Pero el campo de juego de<br />

tales transformaciones en su conjunto está limitado. En tanto el trabajo deriva<br />

motivacionalmente de tales necesidades fundamentales, vale decir, exhibe sólo<br />

una “respuesta” humana a un desafío, él procura tan sólo transformar un<br />

estado menesteroso; a saber, un estado menesteroso que está inevitablemente<br />

dado con la existencia corpóreo-sensorial del hombre – el cual retorna<br />

rítmicamente como hambre y sed. Pero el cuerpo del hombre no es sólo un<br />

“lugar” de necesidades específicas que suscitan trabajo – él es también el lugar<br />

específico de acciones sensoriales. No tan sólo trabajamos en aras de nuestra<br />

existencia corpórea y sus “necesidades”, trabajamos también mediante y con<br />

nuestro cuerpo. El cuerpo es el órgano primario de nuestro trabajo. Esto quiere<br />

decir que tan sólo un ente que está corporalmente enraizado en la tierra puede<br />

ejecutar, llevar a cabo trabajos, puede ser trabajador. Con ello se hace alusión<br />

ahora no tan sólo al trabajo manual – en contraste con el “trabajo intelectual”.<br />

Cada trabajo humano requiere, en general, del cuerpo –y aunque sea tan sólo<br />

para transcribir <strong>pensamientos</strong> o para dictar la trascripción de otro”.<br />

291.Las 4 formas de amor de Stendhal.<br />

El escritor francés, autor, entre otros, de Rojo y negro – Henri-Marie Beyle –<br />

conocido como Stendhal y que vivió entre 1783 y 1842, desarolla una filosofía del<br />

amor que ha marcado rumbo en su libro Del amor. Destaquemos de su vida que


vivió en Milán entre 1814 y 1821, participó como funcionario en la campaña rusa<br />

de Napoleón, fue crítico de arte en París entre 1821 y 1830, y diplomático a partir<br />

de la revolución de julio de 1830.<br />

En el primer capítulo de Del amor nos ofrece su interesante y decidora<br />

clasificación de la formas de amor; son ellas 4: el amor-pasión, el amor-placer, el<br />

amor-vanidad y el amor físico.<br />

De todas estas formas de amor, sin duda solamente el amor-pasión es el<br />

verdadero amor. En él nos entregamos íntegramente y sin reservas al otro -ella o<br />

él-. Por eso mismo, ésta es también la forma más profunda de amar, es aquella<br />

que nos hace sentir muy intensamente ese anhelo – que podríamos concebir con<br />

Georges Bataille – de fundirnos con el otro. El amor-pasión es, por lo mismo<br />

también, aquella forma de amar que, en su plenitud nos hace sentir los abismos<br />

de la existencia y la muerte; es además la forma de amar –que largamente<br />

tematiza Roland Barthes, en la que el otro se muestra como un "Todo" para<br />

nosotros, induciéndonos a la práctica de un vasallaje amoroso; el amor-pasión<br />

es, por último, el amor que preferentemente se tematiza en la poesía y la<br />

literatura universales, con sus célebres exponentes como Eneas y Dido, Romeo y<br />

Julieta, Tristán e Isolda, Werter y Carlota, y otros. Lo que llamamos "amor" se<br />

manifiesta especialmente como una cristalización, así como, nos dice Stendhal,<br />

se cristaliza una rama de árbol en una mina de sal. Es decir, el amor consiste en<br />

los "cristales" que nosotros vamos agregando a esa rama.<br />

Pero, justamente por esta impronta de profundidad que tiene el amorpasión,<br />

es que suelen producirse conflictos; actúan en él por sobre todo las<br />

emociones y en menor grado la inteligencia, por lo cual resulta fácil herir<br />

suceptibilidades individuales.<br />

El amor-placer, en contraste con el anterior, supone un cierto acuerdo<br />

tácito: lo que importa es el placer, ante todo pasarlo bien. Respecto de él, y<br />

primero contrastándolo nos dice Stendhal:<br />

"En este cuadro todo, hasta las sombras, debe ser color de rosa, no debe<br />

entrar en él, con ningún pretexto, nada desagradable so pena de carecer de<br />

mundo, de buen tono, de delicadeza, etc. Un hombre de alta estirpe conoce de<br />

antemano todos los procedimientos que debe emplear y hallar en las diversas<br />

fases de este amor; no habiendo en él nada de pasión y de espontaneidad hay a<br />

veces más delicadeza que en el amor verdadero; es una preciosa y fina<br />

miniatura/.../, y mientras que el amor pasión nos arrastra por encima de nuestros<br />

intereses, el amor placer sabe siempre conformarse a ellos" (p. 97-98).<br />

En tercer lugar, el amor-vanidad más bien tendría que ser clasificado<br />

como pseudo-amor. En él lo que cuenta es más que nada el interés, que las<br />

personas se unen con otras estando esto fuertemente mediatizado por el interés<br />

– fundamentalmente dado por el poder en todas sus formas – el prestigio, la<br />

fama, el dinero. Ahora bien, tal vez como una crítica a una visión muy lapidaria de<br />

Stendhal al respecto, cabe decir que desde luego parte del atractivo de una<br />

persona lo constituyen sus logros, y que éstos no tienen por qué esconderse ni<br />

disimularse.<br />

La cuarta forma de amor – el amor-físico – no requiere de mayores<br />

explicaciones: en ello se trata de una forma elemental que corresponde a la<br />

atracción sexual que viene a ser un inicio de lo que luego decantará como amor.<br />

292.Weimar como “el mundo de la casita de un caracol”.


En la época de Goethe Weimar era la meca de la cultura no sólo alemana, sino<br />

en gran medida europea. A comienzos del siglo XIX todavían residían allí Goethe,<br />

Herder, Wieland, todos nombres de primer orden en las letras alemanas. Ésta es<br />

también la razón por la cual la madre del filósofo Arthur Schopenhauer – Johanna<br />

– una vez muerto su marido – el empresario Heinrich Floris Schopenhauer – que<br />

hacia fines de su vida residía en Hamburgo, decide trasladarse a Weimar. Ella<br />

misma literata encontró ahí su lugar y apenas llegada allí en 1806 ya le expresa<br />

por carta a su hijo Arthur manifestaciones de alegría. En una carta del 28 de Abril<br />

de 1807, citada por Rüdiger Safranski en su obra sobre Schopenhauer, justifica<br />

Johanna a Arthur su decisión de haber escogido Weimar, en vez de haber<br />

regresado a Danzig, aquel puerto del Mar del Norte en la frontera entre Alemania<br />

y Polonia, diciendo que:<br />

“/…/ ella habría estado muy decidida a escoger entre dos caminos el<br />

aparentemente más maravilloso, como lo que hice con la determinación de mi<br />

lugar de residencia, en tanto que en vez de elegir mi ciudad natal, donde están<br />

mis amigos y parientes, como cualquier mujer lo hubiera hecho en mi lugar,<br />

escogí el para mí mi muy extraño Weimar” (109).<br />

Y allí ingresa Johanna, de apellido de soltera, Trosiener, en la sociedad de<br />

Weimar, incluso haciendo valer, por herencia de su marido, el título nobiliario del<br />

cual él nunca hizo uso: Hofrätin, consejera de la corte. La sociedad de Weimar<br />

era tan rígida que, según nos recuerda Safranski, en el Teatro, las butacas para<br />

la nobleza estaban limitadas sólo a 16 familias, y Weimar por aquel tiempo<br />

apenas sobrepasaba los 7.000 habitantes. Hasta el propio Goethe tuvo que<br />

enfrentar muchas situaciones conflictivas en vistas de su relación de amantes con<br />

Christiane Vulpius, mucho menor que él y de otra clase social. Ella había<br />

trabajado para prácticamente el único industrial de Weimar, el Señor Bertuch, y<br />

había estado a cargo de una fábrica de flores artificiales, que se contaba entre las<br />

propiedades de este señor.<br />

Quien años antes había sido actriz del teatro que formara Goethe en<br />

Weimar – Karoline Jagemann – y con la cual Goethe se indispusiera<br />

severamente, escribe en su biografía lo siguiente respecto de la mentada relación<br />

de amantes:<br />

“Cuando vine de Mannheim, la relación estaba públicamente establecida,<br />

y que la Vulpius vivía donde Goethe, era para la ciudad algo inaudito. Él fue el<br />

primero y único que se atrevió a despreciar la opinión pública sin remordimientos,<br />

y que se encontraba que esto era tanto más perjudicial dado que había en ello<br />

una violación del derecho que hasta cierto punto le otorgaba la amistad<br />

principesca”<br />

Y Goethe condujo esta situación a un extremo por cuanto más encima<br />

tuvo un hijo – Augusto – con Christiane.<br />

En contraste con el brillo de esta ciudad-luz de la cultura, con apoyo en<br />

varias crónicas de viaje de la época, Safranski muestra como en gran medida<br />

Weimar era una ciudad, por decir lo menos, opaca, con una pobre arquitectura,<br />

con escasísima vida social, con rutas de acceso en muy mal estado, todo ello<br />

naturalmente en comparación con las grandes ciudades de aquel entonces. El<br />

poeta Schiller, que había residido allí años antes, manifiesta su incomprensión de<br />

cómo su íntimo amigo, Goethe, continúa viviendo allí y se refiere a Weimar como<br />

“Schneckenhauswelt”, “el mundo de la casita de un caracol”.


293.Da que pensar que en alemán acción – ‘Hand-lung’ – tiene que ver con<br />

‘Hand’, ‘mano’.<br />

“Tenemos” un cuerpo, pero en general poco y nada lo sentimos. Le hacemos<br />

ejecutar cosas casi como autómata. No nos detenemos a reflexionar sobre él.<br />

¿Quién piensa alguna vez sobre sus manos? Casi nunca sucede esto, y sin<br />

embargo, ¡qué asombrosas son! ¡toda la inteligencia y habilidades que ellas<br />

pueden expresar! La mano del pintor, del escultor, del músico, del dibujante, del<br />

caricaturista, del artesano y – cómo no – del técnico, del obrero de la<br />

construcción, del plomero, del albañil, del ebanista, del talabartero, del orfebre,<br />

las manos para nadar, que golpean, pero que también saben acariciar. Son<br />

manos hábiles, en las que se misteriosamente se plasman las sutilezas del alma.<br />

Y una vez más sucede, a propósito de esto, que las etimologías nos dan<br />

que pensar, nos ofrecen claves para mejor entender la relación entre hombre y<br />

mundo. En este caso, es decidor que en alemán acción – ‘Hand-lung’ – tiene que<br />

ver con ‘Hand’, ‘mano’, como que ante todo el trabajo lo hacemos manualmente y<br />

son nuestras manos, las manos humanas, las que, para bien o para mal, han<br />

transformado el mundo. Escuchemos cómo reflexiona Eugen Fink sobre esto:<br />

“La función del cuerpo humano como condición de posibilidad del trabajo<br />

se la concibe e interpreta la mayor parte de las veces de modo muy<br />

“naturalista”; el cuerpo no es la primera y más próxima “herramienta”, más bien<br />

se funda la posibilidad de herramientas en la naturaleza del cuerpo. Es<br />

evidente que objetivamente no es incorrecto cuando la anatomía del cuerpo<br />

humano describe la función fisiológica del brazo como una acción de palanca;<br />

pero eso es un aspecto exterior, suplementario. Se tiene que haber<br />

experimentado algo así como trato, como el trato manual con palancas, para<br />

que retrospectivamente pueda ubicarse la función corpórea en la óptica de los<br />

instrumentos. Pero al mismo tiempo es necesario, así como la defensa<br />

respecto de una interpretación naturalística-masiva del cuerpo humano como<br />

“instrumento”, el apartamiento de una concepción sublime-idealista del hacer,<br />

que sólo habla de decisiones libres de la voluntad —pero olvida que tales<br />

decisiones deben ser pues decisiones a actuar — y que en la acción <br />

tiene que ser co-entendida la mano . El problema del trabajo se<br />

manifiesta íntimamente trabado con el problema de la existencia corpórea del<br />

hombre. El trabajo indesmentiblemente tiene motivos esenciales en las<br />

necesidades fundamentales del hombre corpóreamente arraigado en la tierra,<br />

que vive en un intercambio elemental con tierra y agua, aire y luz, que es<br />

colmado y dejado vacío, que es satisfecho y que tiene hambre. El hombre no<br />

puede vivir —a no ser que en pocas islas bienaventuradas de los mares del sur<br />

— como las azucenas del campo y las aves del cielo, sin trabajo, sin previsión<br />

y planificación; tiene que esforzarse, tiene que sembrar para cosechar, tiene<br />

que juntar abarrotes. No estamos rodeados por una dilapidadora plenitud de<br />

frutas comestibles; debemos obtener de un suelo yermo nuestro pan diario”.<br />

294.El amor como un fenómeno de cristalización.<br />

Ésta es la gran intuición que habrá de marcar rumbo en la filosofía del amor, y fue<br />

planteada por Stendhal en su libro Del amor. La cristalización hace alusión a ese<br />

fenómeno singular del amor y que lo caracteriza esencialmente a la mirada de<br />

Stendhal de convertirse con inusitada rapidez en el tiempo uno para el otro, una<br />

persona para otra literalmente en un “Todo” imprescindible que pasa a ocupar<br />

incluso el lugar del sentido de nuestra existencia. Desde luego la mentalidad de


Stendhal, formada y forjada en la Ilustración, lo lleva a considerar que con todo lo<br />

maravilloso que esto puede ser y que de hecho es para él este fenómeno de<br />

cristalización, hay también algo mórbido en ello, algo del carácter de una<br />

enfermedad – y más específicamente, cabe agregar de una psicopatología.<br />

A partir de la teoría de la cristalización se gatillarán con el tiempo, no<br />

obstante la diferencia de los significados de los términos que se usan, otras<br />

teorías que, en lo fundamental, plantearán lo mismo, así como Roland Barthes<br />

que asocia al amor con la construcción de un “Imaginario”, o Julia Kristeva que lo<br />

entiende como un modo de idealización y relaciona esto incluso con la teoría<br />

narcísica, de acuerdo a la cual creemos enamorarnos de otro, pero no hacemos<br />

en ello más que proyectar en el otro lo que más deseamos en relación a nosotros<br />

mismos, así como en el mito Narciso al verse éste reflejado en las aguas, se<br />

enamora de quien cree que es otro, pero es el él mismo.<br />

Por su parte, Stendhal expone su teoría de la cristalización al modo de<br />

una metáfora o símil. Escuchemos:<br />

"Si se deja a la cabeza de un amante trabajar durante veinticuatro horas,<br />

resultará lo siguiente: / En las minas de sal de Salzburgo, se arroja a las<br />

profundidades abandonadas de la mina una rama de árbol despojada de sus<br />

hojas por el invierno; si se saca al cabo de dos o tres meses, está cubierta de<br />

cristales brillantes; las ramillas más diminutas, no más gruesas que las patas de<br />

un pajarillo, aparecen guarnecidas de infinitos diamantes trémulos y<br />

deslumbradores; imposible reconocer la rama primitiva" (p. 101).<br />

Posteriormente en el siglo XX, más precisamente en textos especialmente<br />

de los años veinte, que se traducirán luego en la obra Estudios sobre el amor, de<br />

José Ortega y Gasset, en que uno de esos Estudios está dedicado a Stendhal, el<br />

filósofo ibérico critica muy severamente la teoría de la cristalización,<br />

desdeñándola y considerándola única y exclusivamente desde el ángulo de la<br />

ficción y la fantasía, como que cuando nos enamoramos en definitiva se trataría<br />

de algo que no es y que en definitiva inventamos. Mas, al respecto, podemos<br />

conceder que esto perfectamente puede ser así y que Stendhal no tomó los<br />

suficientes resguardos para que su teoría de la cristalización no se deslizará a<br />

este supuesto, sin embargo, ocurre aquí lo mismo que en otros planos de<br />

decisiva influencia sobre la humanidad y sobre cada ser humano en particular;<br />

me refiero al mito y a la religión. Bien podría ser que estuviera en todo ello en<br />

juego lo que para la razón sería una ficción o una fantasía, y no obstante, ¡vaya<br />

como ellos han podido arrastrar a pueblos enteros y plasmar culturas y<br />

civilizaciones! Por lo tanto, si el amor es ficción, por decirlo así, ésta es una<br />

ficción activa y dinámica, capaz de transformar la vida de las personas.<br />

295.¿Qué es eso que concibe Stendhal como “amor-vanidad”?<br />

Esta forma de pseudo-amor nos da que pensar, porque atendiendo a su alcance,<br />

podemos desenmascarar diversos amores que parecen tales, pero que en el<br />

fondo están determinados por la vanidad. ¿Hasta qué punto no sucede que<br />

andamos con ella porque es bonita, y su belleza es la que concuerda con los<br />

cánones de la moda en boga? ¿No es ella un adorno para nosotros que tal vez<br />

nos afirma en nuestro status, cuando estamos en un coktel o en una fiesta? O<br />

sucede que, puede preguntarse ella: ¿Qué es lo que me gusta de él? En<br />

realidad, ¿me gusta por lo que representa, por el auto que tiene, etc.? ¿No es mi<br />

interés lo predominante en esta relación? ¿No lo veo a él como un adorno que<br />

me afirma en lo que yo quiero representar para los otros?


Estas preguntas de personajes imaginarios nos hacen tomar conciencia<br />

de lo fuerte que es también esta pseudo-forma de amor y cuál es más o menos<br />

su en extensión, que nos envuelve también quizás a cada uno de nosotros y<br />

nuestros pretendidos amores.<br />

Stendhal hace la siguiente alusión respecto de esta forma de amor:<br />

"La inmensa mayoría de los hombres, sobre todo en Francia, desea y<br />

tiene una mujer de moda, como se posee un hermoso caballo, como una cosa<br />

necesaria al lujo del mancebo" (ib.).<br />

Asimismo ejemplifica Stendhal la forma del amor-vanidad con casos<br />

divertidos, como el de una hermosa mujer (cita):<br />

"/.../que no podía menos que encontrar encantador a un hombre que fuera<br />

duque o par. Pero, fiel al principio monárquico, en cuanto llegaba un príncipe a la<br />

corte, dejaba plantado al duque" (ib.).<br />

Y así en nuestro tiempo ¿cómo no ver pura vanidad en tantos amores con<br />

los famosos, los millonarios, y demás? Más aún, podría decirse, que esta forma<br />

de amor tiende a hacerse tan fuerte que da a ratos la impresión de que lo que<br />

hemos conocido como amor-pasión, (y que el propio Stedhal se encarga de<br />

delimitar) tiende a desaparecer, desapareciendo con ello también el único<br />

verdadero amor, el amor que es al mismo tiempo abismal y que suele bordear la<br />

muerte.<br />

Mas, al respecto cabe aducir que tal vez la posición de Stendhal es en<br />

exceso lapidaria y que así como Aristóteles concibió tres formas de amistad: por<br />

placer, por conveniencia y por virtud, y tenderíamos a decir que sólo la última es<br />

la verdadera amistad, sin embargo Aristóteles, con ponderada visión, advierte<br />

que el entramado de las relaciones que permiten la formación de una sociedad, lo<br />

constituyen relaciones comerciales, políticas, y de otra índole, que son<br />

precisamente de conveniencia e interés, lo que da lugar además a intereses<br />

recíprocos, así también podría decirse que en las relaciones de pareja y los<br />

matrimonios que se constituyen parte del atractivo que puede tener una persona<br />

se vincula no sólo con su belleza, como en el caso de una mujer, sino con sus<br />

logros, como en el caso del hombre, y viceversa también. Hay probablemente<br />

algo tan fuerte en ello que si el remedio fuera extirparlo, el remedio sería peor que<br />

la supuesta enfermedad.<br />

296.El complicado nacimiento de Arthur Schopenhauer.<br />

El filósofo alemán, aunque nació el 22 de Febrero de 1788 en Danzig, el puerto<br />

del Norte de Alemania, donde ha estado la frontera entre Alemania y Polonia,<br />

estuvo a punto de nacer en Inglaterra. De hecho, su padre – Heinrich Floris<br />

Schopenhauer – empresario, se proponía esto. Podría agregarse que así como<br />

Schopenhauer no nació de casualidad inglés, también fue de casualidad que<br />

naciera alemán. Danzig, de donde venían sus padres, estaba por aquel tiempo<br />

en manos polacas. Lo cierto es que el exitoso empresario que fue Heinrich Floris,<br />

el padre del filósofo, con ocasión de encontrarse en Berlin en 1773, se entrevistó<br />

nada menos que con el Kaiser prusiano Federico El Grande, y éste le advirtió en<br />

francés, como era el lenguaje de la corte en aquel tiempo, que se alejara de<br />

Danzig, ya que esta ciudad perdería sus libertades que hasta entonces gozaba<br />

de comerciar tanto con Polonia como con Prusia (Danzig había tenido su época<br />

de gloria, cuando formó parte de la Liga Hanseática), y el emperador le dijo:<br />

“Voilá les calimites de la ville de Dansic”, según relata Rüdiger Safranski en su<br />

obra sobre Schopenhauer. Pero el republicano Heinrich Floris desistió de


abandonar su Danzig natal. Con todo, igual se propuso él viajar con Johanna con<br />

el fin de que su futuro hijo, el que vendría a ser Arthur, naciera en Inglaterra.<br />

Heinrich Floris Schopenhauer había casado con Johanna Trosiener, 20<br />

años menor y de una familia de nivel medio. En su biografía Johanna contará<br />

después lo difícil que fue este momento, ya que ella se resistía a esta idea<br />

extravagante de su marido de que su hijo naciera en Inglaterra. Johanna describe<br />

así esta situación:<br />

“Que mi marido quería otorgarle este derecho (la ciudadanía inglesa) de<br />

acuerdo a sus relaciones como comerciante, a su esperado hijo, dado que la<br />

oportunidad se ofreció plenamente, que él aplicó todo para moverme a esperar el<br />

momento del parto en Londres, era muy natural; pero al menos ninguna mujer<br />

cuestionará mi abierta confesión de que me era esta vez infinitamente difícil<br />

ajustarme a su deseo. Recién tras duros enfrentamientos conmigo misma, que<br />

soporté sola, pude lograr triunfar sobre mi interna resistencia” (23).<br />

Pero una vez superado este momento difícil, para sopresa de Heinrich<br />

Floris, ocurrió que Johanna se sintió absolutamente acogida y a gusto, incluso<br />

demasiado a gusto en Londres, y se rodeó de gente atractiva, pudiendo poner a<br />

prueba lo que hacía tiempo ya venía anhelando: lograr reunir, como Madame de<br />

Stäel o Madame de Pompadour, en torno suyo a personas selectas del ambiente<br />

literario.<br />

No está claro, destaca Safranski, qué motivos podrían haber movido a<br />

Heinrich Floris a desistir del propósito de que su hijo naciera en Londres. La<br />

propia Johanna no es clara al respecto en su Biografía. Tal vez sería cierto temor<br />

a perderla al no verse él mismo incorporado en el círculo de los amigos<br />

londinenses de Johanna. No está claro. El hecho es que emprenden la vuelta a<br />

Danzig a fines de Noviembre de 1787. De noche cruzan el Canal de la Mancha<br />

en Dover hacia Calais. Suben en una silla especial a la embarazada. Luego irán<br />

por ásperos caminos de piedra. Se encuentran con mucho barro, hace mucho frío<br />

y tienen que alojar en lugares de emergencia. Johanna a ratos está a punto de<br />

desmayarse. Finalmente llegan a Danzig. Pronto habrá de nacer Arthur.<br />

¿Habrá influido esta díficil estadía en el vientre materno antes de nacer en<br />

el pesimismo de su pensamiento?<br />

297.¿Será que el trabajo impulsa al hombre a espacios de libertad cada vez<br />

mayores?<br />

Eugen Fink nos ofrece un pensamiento que nos conduce a una pregunta<br />

interesante que atañe a cierta recóndita relación entre trabajo y libertad. ¿Es la<br />

libertad la que permite que el trabajo evolucione hacia nuevas posibilidades? O,<br />

al revés: ¿Es el trabajo que evoluciona de tal modo que nos lleva a nuevos<br />

espacios de libertad? De hecho, al respecto hay un punto clave: que desde el<br />

momento que el trabajo humano no se aboca simplemente a la satisfacción de<br />

necesidades básicas, y conduce a abrir nuevos ámbitos en los que el hombre<br />

encontrará a su vez nuevas posibilidades, se muestra como con ello se amplía<br />

parejamente el radio de nuestra libertad. Escuchemos a Fink discurrir sobre esto:<br />

“Pero el trabajo humano no se funda así en las menesterosidades<br />

naturales de tal modo que pudiera agotarlas con su satisfacción. Las<br />

menesterosidades de la necesidad corporal son los duros e inclementes<br />

profesores y maestros de crianza del trabajo — pero una vez despertado,<br />

revela una esencia dinámica, inquieta; él se apaga y despierta rítmicamente de<br />

acuerdo al ritmo de menesterosidades que se apagan y que luego nuevamente


se encienden; él revela nuevos rasgos esenciales, que no hay que entender a<br />

partir de necesidades corpóreas. En el trabajo que el hombre debe hacer para<br />

persistir y sostenerse en la vida, tiene él la experiencia de que el trabajo le<br />

otorga poder, si bien un poder finito y perecedero de manera múltiple, pero, es<br />

pues un poder único, que lo distingue de los otros seres vivos. En el trabajo él<br />

esta consciente de su libertad, se reconoce como un poder creador, productor,<br />

que puede llegar a ser causa de que otras cosas sean. El hombre se<br />

experimenta como una puerta a la realidad; a partir de su libertad puede surgir<br />

“lo ente” con cierta impronta. Si bien la libertad es el presupuesto interno del<br />

trabajo, sólo en el trabajo él está conciente de ella; el trabajo es un camino para<br />

la autoconciencia de la libertad humana. El hombre aprende a ponerse como<br />

finalidad propia, a utilizar otros entes como medio. En el esfuerzo tiene el sabor<br />

del acicate oculto de su fuerza creadora, advierte que la necesidad natural a<br />

satisfacer sólo es una salida pero no significa el fin de su fuerza productora,<br />

que se le ofrecen amplias posibilidades del producir y llevar a cabo; que el<br />

esclavo de la naturaleza encadenado a la necesidad se presume — hasta<br />

cierto punto — como su “señor”. . Este rasgo esencial del trabajo, que surge de<br />

la conciencia finita de la libertad del hombre, lo denominábamos “lo titánico”. En<br />

el mito de prometeo, el ladrón del fuego celeste, está simbolizado este<br />

momento de la movilidad inquieta de la libertad y del trabajo humano. De un<br />

modo prometeico es el habitar humano sobre la tierra, el trabajo sin tregua,<br />

inquieto, cada vez más abarcador que hace tiempo no es más sólo<br />

“satisfacción de necesidades naturales”, sino que él mismo se ha convertido en<br />

una necesidad de libertad insaciable, que necesita siempre de nuevas autoafirmaciones<br />

y auto-concientizaciones, y que no alcanza ningún fin. Es un<br />

pathos grandioso, portentoso, una pasión demoníaca, la que arrastra al hombre<br />

en su trabajo, hasta que él cree que ha sometido toda la Tierra y que avanza<br />

hacia la conquista de espacios interestelares. La falta de límites en la<br />

prosecución de la tendencia laboral prometeica es una señal ambigua, que da<br />

a la vez testimonio del poder y de la debilidad del hombre”.<br />

298.Las fases del amor según Stendhal.<br />

Como parte consutancial de la teoría stendhaliana del amor, consideremos sus<br />

fases, momentos o etapas, de las cuales las tres primeras explican su<br />

nacimiento: 1. la admiración, 2. el placer, 3. la esperanza, 4. "Ha nacido el amor"<br />

(p. 100).<br />

Respecto de lo que concierne a la primera fase – la admiración – Ortega y<br />

Gasset desarrolla una interesante concepción en la que el amor está íntimamente<br />

asociado con la atención: de pronto alguien que nos atrae focaliza nuestra<br />

mirada, nuestro oído registra todo lo que ella dice, en fin, nuestra atención<br />

completa se vuelca hacia ella. Podríamos decir que en esta primera fase se trata<br />

no sólo de que miramos, sino que ad-miramos la persona que nos atrae.<br />

Más allá de la admiración el segundo momento expresa el placer que nos<br />

provoca esa persona; Stendhal lo describe así: "El admirador se dice: ¡Qué<br />

placer darle y recibir besos, etc.!" (p. 100). Mas, esto no quiere decir que<br />

efectivamente ya haya tales besos; todo ello puede corresponder todavía a un<br />

placer puramente imaginario.<br />

El tercer momento es naturalmente la esperanza, esto es, más allá de la<br />

admiración y del placer que ella me provoca, tengo razones (quizás solamente<br />

ficticias) de albergar alguna esperanza de que puedo ser correspondido.


Y luego viene con el ser correspondido en aquella esperanza el<br />

nacimiento del amor (cuarta etapa)..<br />

La quinta fase corresponde por lo tanto a la primera cristalización. Al<br />

respecto, en la cristalización se centra la teoría de Stendhal. Con quien se<br />

enamora sucede que la persona amada aparece muy pronto como revestida de<br />

brillantes cristales<br />

La sexta fase es bien peculiar, ya que corresponde a dudas y vacilaciones,<br />

una vez realizada la cristalización, y junto en ello una puesta en cuestión en<br />

relación a si el entusiasmo que nos provoca quien nos atrae se justifica realmente<br />

o no.<br />

Y así llegamos, cuando la relación no sucumbe en las dudas, a la séptima<br />

fase: la segunda cristalización. Ésta suele ser más poderosa que la primera, y<br />

aún así, puede suceder que se pase otra vez por una fase de dudas, temores,<br />

sospechas, a la que seguiría eventualmente una tercera cristalización, y así<br />

sucesivamente.<br />

Sin duda que, podríamos agregar nosotros, viene posteriormente también<br />

ese momento en el que cesan las sucesivas cristalizaciones. Sobre esa base nos<br />

preguntamos: si cesa el fenómeno de la cristalización, ¿cesa con ello también el<br />

amor? Me atrevería a suponer que en este proceso, por el que tal vez pasan la<br />

mayoría de los matrimonios, lo que se produce es más bien una estabilización,<br />

sin que esto excluya la posibilidad de que aún en la añosa pareja, continúen<br />

gestándose una y otra vez nuevas cristalizaciones.<br />

Por otra parte, como en el orden cósmico todo es cíclico, ¿no hay ciertas<br />

razones para suponer que así como en la vivencia amorosa se va de la madera,<br />

la concha marina o la piedra a la cristalización, a partir de cierto punto ¿sucedería<br />

también lo inverso, y sería tal vez en este segundo proceso regresivo, pero no<br />

repetitivo, en el que se "prueba" verdaderamente una pareja?<br />

299.La difícil decisión de Schopenhauer.<br />

Definitivamente Arthur Schopenhauer estaba destinado a seguir el camino de la<br />

empresa y el comercio de su padre Heinrich Floris. Éste siempre se preocupó de<br />

que recibiera la mejor formación como tal. Así ya a temprana edad, en 1797,<br />

cuando Arthur tiene escasos 9 años, una vez que la familia Schopenhauer se<br />

había trasladado de Danzig a Hamburgo, el padre emprende un viaje con su hijo<br />

y después de pasar por París, deja a su hijo bajo la tutela de la familia Grégoires<br />

de Blésimaire en el puerto de Le Havre, ubicado justo en la desembocadura del<br />

Río Sena, y ello con el fin de que aprenda francés, en aquél tiempo necesario<br />

para el comercio internacional. La estadía en Le Havre será la época más feliz de<br />

su vida, según reconoce el filósofo posteriormente en su Biografía. En el seno de<br />

esa familia se hará íntimo amigo de Anthime, amistad que se prolongará en el<br />

tiempo. Pero, en esta situación sucede que a la vez pierde (por causa de muerte)<br />

al que era su mejor amigo en Hamburgo – Gottfried Jänisch – de una de las<br />

familias que marcaron el progreso en la ciudad hanseática.<br />

Más tarde, de vuelta en Hamburgo, en 1799, cuando Arthur está ya en los<br />

12 años, el padre lo matricula en el Instituto Privado Runge especial para la<br />

formación de futuros comerciantes. Ahí se hace de nuevos amigos – Lorenz<br />

Meyer y Karl Godeffroy – y como suele suceder, esta amistad será por unos ocho<br />

años, y después nada más que cosa del pasado. El biógrafo de Schopenhauer,<br />

Rüdiger Safranski, relata acerca del futuro de esos amigos: Godeffroy será


diplomático en San Petersburgo y Meyer seguirá los pasos de su padre<br />

empresario y a su vez llegará a ser senador de Hamburgo.<br />

No sabemos mucho a través de Arthur de la célebre visita a Hamburgo en<br />

estos años de Lord Nelson, acompañado de quien en verdad era su amante –<br />

Lady Hamilton. Según destaca Safranski, la “anglomanía” de los hanseáticos,<br />

suscitó que esta visita causara gran sensación. Todo ello sucedió un 23 de<br />

Octubre de 1800. Y aunque Nelson venía en esos momentos de defender la<br />

Casa Real de Nápoles de un asedio del republicanismo, el recibimiento en<br />

Hamburgo igual fue de gran acogimiento, pese a la tradición precisamente<br />

republicana de esta ciudad.<br />

Durante estos incipientes inicios de una carrera empresarial Arthur ya ha<br />

leído a Voltaire y Rousseau, y a estas lecturas se suman otras de varios literatos<br />

europeos. A través de esta experiencia Arthur comienza a descubrir que su<br />

camino tal vez no es el comercio o la empresa y eso que estamos recién en<br />

1802, cuando cuenta apenas con 14 años. Y como se atreve a manifestarle esto<br />

a su padre, éste lo pone de golpe ante la gran encrucijada que marcará de una<br />

vez y para siempre el rumbo de su vida: o la vida del neg-otium o del otium, de la<br />

carrera hacia el éxito empresarial, o literatura y filosofía (todavía no está del todo<br />

claro si será precisamente la filosofía. Y como se da a su vez la ocasión de un<br />

viaje por Europa que los padres Heinrich Floris y Johanna se proponen realizar,<br />

un viaje netamente cultural, consistente en visitar varios de los relevantes hitos de<br />

la cultura europea, el padre traduce la necesidad de decisión por parte de su hijo<br />

en algo más duro todavía: hacer el viaje y después la carrera empresarial, o no<br />

hacer el viaje y optar de inmediato por lo que llamaríamos las humanidades, lo<br />

que se traducía en ese momento en concreto en continuar su formación en un<br />

Gymnasium, el Liceo que en la tradición alemana, conduce posteriormente a la<br />

universidad. Arthur está todavía en la edad de la pubertad y es perfectamente<br />

comprensible que haya optado por el viaje, si bien en secreto su decisión iba<br />

macerándose von vientos favorables hacia la filosofía. Curiosamente será<br />

Johanna con la que a futuro él tuvo una relación tremendamente conflictiva e<br />

incluso de quiebre, quien liberará a Arthur de la pesada carga de la exigencia<br />

paterna.<br />

300.La tensa relación entre hombre y naturaleza.<br />

La naturaleza se le presenta al ser humano como un “estado salvaje” al cual él<br />

procura imprimirle su sello. Mas, estado salvaje no implica desorden; todo lo<br />

contrario la naturaleza tiene su orden, y habría que decir incluso que es el orden;<br />

pues bien, a este orden el hombre le impone otro propio, lo cual provoca severos<br />

trastornos. Las siguientes palabras de Eugen Fink nos invitan a reflexionar sobre<br />

esto:<br />

“el trabajo está referido al estado salvaje. Esto no debe ser comprendido<br />

ahora en ningún sentido romántico. Bajo “estado salvaje” entendemos ahora<br />

tan sólo al ente abandonado a sí mismo, a la conexión de la realidad de las<br />

cosas, sobre las que no obra ningún ente libre, ningún ente libre finito. En esta<br />

conexión de la realidad sólo hay cosas que están ahí de por sí, aquí no hay<br />

cosas que sean creadas y producidas a partir de la libertad. El estado salvaje<br />

no necesita significar caos, falta de reglas y desorden — quiere decir<br />

crecimiento natural, de naturaleza. En tal crecimiento están también<br />

incorporados los seres vivos y ellos siguen su huella según su naturaleza. La<br />

selva originaria, la estepa está atravesada de seres salvajes, de senderos de


tropel de elefantes, y otros; los animales marcan sus huellas vitales en el<br />

paisaje, mas ellos son partes constitutivas del estado salvaje. De otro modo<br />

sucede con el hombre. Si bien, como todo ser viviente, él también es un hijo de<br />

la naturaleza — pero es el ente enigmático que se ha sustraído parcialmente al<br />

gran anatema y que se ha arrogado la libertad y se ha levantado contra la<br />

naturaleza. El tigre descuartizador permanece asimismo en el cautiverio de la<br />

naturaleza, al igual que el suave borrego, al que mata. Sólo el hombre rompe<br />

con el cautiverio de la naturaleza sin poder nunca sustraerse del todo a ella.<br />

Todavía en su libertad es él un cautivo. Pero de este modo llega a ser él el<br />

perturbador de la paz natural. El hombre no se inserta en el estado salvaje,<br />

avanza contra el estado salvaje, intenta reprimirlo, superarlo, por de pronto tan<br />

sólo en el pequeño espacio donde construye su cabaña, donde instala su<br />

horno, donde cultiva su barbecho – donde atrapa a los animales salvajes, los<br />

domestica y cría – donde explota el bosque, abre la tierra con el arado, injerta<br />

plantas, y otros; lo que le arranca al estado salvaje tiene que fatigosamente<br />

defenderlo contra él, y frecuentemente es sometido en este combate; pero la<br />

historia del hombre está llena de derrotas y victorias en la lucha con el estado<br />

salvaje, y cada vez mas crece el círculo de las cosas a las cuales el hombre le<br />

imprime su sello, el sello de su conmutación y transformación laboral. El trabajo<br />

tiene el sentido de la supresión del estado salvaje. El ente que hasta ahora ha<br />

sido abandonado a sí mismo tiene que ser “modificado” desde el hombre. En el<br />

estado salvaje no hay “historia”; los árboles crecen como hace milenios, caen<br />

durante la tormenta y se pudren; los astros siguen sus derroteros y sus órbitas<br />

regulan las estaciones del año, los períodos de crecimiento y de detención.<br />

Recién con la irrupción del hombre comienza el tiempo histórico: las cosas<br />

naturales portan formas humanas ocasionadas por el trabajo; el hombre<br />

paulatinamente toma posesión del entorno alcanzable para él, destruye el<br />

estado salvaje y lo transforma en paisaje cultural”.<br />

301.La apasionada vida de Stendhal.<br />

En verdad cuando uno lee acerca de una biografía, como la de Henri-Marie<br />

Beyle, apodado Stendhal, se encuentra con una perspectiva de la vida como algo<br />

apasionante, fascinante, y también llena de vicisitudes, reveses, bruscos cambios<br />

de la fortuna, de altibajos en todos los planos – en el trabajo, en el amor, en la<br />

política. En contraste con ello nuestras vidas semejan algo pálido y aburrido.<br />

Destaquemos de modo suscinto nada más que algunos pasajes de esta vida. Por<br />

de pronto, él nace en Grenoble en 1783, su alcanza apenas escasos 59 años, ya<br />

que muere en París en 1842, a consecuencia de un ataque de apoplejía en la<br />

calle. Con sólo 7 años de edad, muere su madre. Cuando tiene 12, su padre, que<br />

era abogado en la Audiencia Provincial, es encarcelado, durante el régimen del<br />

terror, debido a su defensa de la monarquía. Su abuelo materno, que era médico,<br />

pasa entonces a ser como un padre para Henri-Marie. Nuestro personaje se<br />

educa primero en Grenoble. Más tarde entra a trabajar en el Ministerio de<br />

Defensa en París y con eso inicia una carrera política y diplomática que corre<br />

paralela a su carrera como escritor. Alrededor del cambio de siglo ingresa en el<br />

Ejército y tiene lugar su primer viaje a Italia, en calidad de subteniente de<br />

dragones, como parte de la Campaña de Italia de Napoleón. Italia es el país que<br />

por sobre todo amará y al que le dedicará parte de sus escritos. Es el caso del<br />

libro Roma, Nápoles y Florencia de 1815, aparecido tras dos años en Milán. En<br />

Italia conoce también la música de Domenico Cimarosa y Gioacchino Rossini. De


este último escribe una Biografía. Luego abandona el Ejército y comienza a<br />

trabajar como funcionario en la administración imperial en Alemania, Austria y<br />

Rusia. Este trabajo le permite mantenerse al margen de las batallas del ejército<br />

napoleónico. En esta época Henri-Marie tiene una primera amante – Madame<br />

Rébuffel – que es la primera de una larguísima lista. Y luego continúan en la vida<br />

de quien ya pasará a ser conocido como Stendhal estadías en Roma,<br />

Civitavecchia, Nápoles, Trieste, Londres, ocupando en varias de estas ciudades<br />

cargos dilplomáticos, y así hasta el fin de su vida.<br />

Pero Stendhal es conocido sobre todo por sus grandes novelas, que<br />

marcan hitos en la literatura universal. Ante todo Rojo y negro, la gran novela del<br />

siglo XIX, aparecida en 1830, La cartuja de Parma, de 1839. A nosotros nos<br />

interesa aquí el libro Del amor, de 1822, o sea cuando Stendhal está próximo a<br />

los cuarenta años. Leemos allí pasajes en que trasunta una concepción clásica<br />

de la mujer y para los parámetros de hoy no sólo anticuada, sino hasta<br />

insostenible en muchos aspectos. Pero, independientemente de esto, en lo<br />

fundamental, junto a muchos otros puntos, lo que hay que destacar es su<br />

concepción del amor como un fenómeno de cristalización, como que sucede con<br />

la pareja que recién se viene conociendo que muy pronto cada cual se convierte<br />

para el otro en un “todo”, una “plenitud” que llega a adoptar incluso ribetes<br />

místicos. Ahora bien, según Stendhal esto sobrepasa la ecuánime y crítica<br />

racionalidad y se daría más en la mujer que en el hombre. Escuchemos:<br />

"Una mujer no puede guiarse por el hábito de ser razonable, ese hábito<br />

que yo, hombre, contraigo forzosamente en mi oficina, trabajando seis horas<br />

diarias en cosas frías y razonables. Hasta fuera del amor, propenden a<br />

entregarse a la imaginación y generalmente exaltadas; por eso la desaparición de<br />

los defectos del ser amado tiene que ser en ella más rápida" (ib.).<br />

Y este otro pasaje que habla muy bien de la mujer:<br />

"Las mujeres tienen la capacidad de sentir de admirable manera los<br />

matices afectivos, las variaciones más insensibles del corazón humano, las más<br />

leves reacciones del amor propio" (p. 144).<br />

302. La clásica relación entre hombre y mujer a los ojos de Stendhal.<br />

En el libro Del amor, de 1822, de Stendhal, leemos jucios en torno a la relación<br />

entre hopmbre y mujer, que llevan la marca de una visión clásica, que en gran<br />

medida han quedado atrás. ¿O será que pretendemos que es así, sin detenernos<br />

a pensar esto bien? ¿Será que nos creemos muy adelantados y que hemos<br />

inaugurado nuevos parámetros, no obstante habría cuestiones sustanciales en la<br />

relación entre hombre y mujer que se mantienen incólumes? Para formarnos un<br />

juicio más apropiado sobre esto, escuchemos al propio Stendhal:<br />

“En cuanto a la valentía moral, tan superior a la otra, la firmeza de una<br />

mujer que resiste a su amor es la cosa más admirable que puede existir en la<br />

tierra. Todas las demás demostraciones posibles de valor son cosa baladí junto a<br />

una valentía tan contra natura y tan penosa" (p. 161).<br />

Como ya adelantara, predomina aquí la imagen clásica de la mujer y de la<br />

relación hombre-mujer, y es sobre esto que nos preguntamos si todavía conserva<br />

cierta vigencia. Por ejemplo, Stendhal destaca como es el hombre el que "ataca"<br />

y ella la que "se defiende", él solicita y ella niega, él es atrevido y ella tímida. En el<br />

mismo tenor, escuchemos la descripción de varios sutiles matices de esta<br />

diferenciación de género:


"El hombre se dice: ¿Lograré gustarle? ¿Querrá amarme? / La mujer: ¿No<br />

será por juego por lo que me dice que me ama? ¿Será un carácter firme? ¿Podrá<br />

responder de sí mismo, de la constancia de sus sentimientos?" (p. 113).<br />

Y otras sutiles percepciones más del literato francés:<br />

"En el hombre la esperanza depende simplemente de los actos de la<br />

mujer amada; nada más fácil de interpretar. En las mujeres, la esperanza tiene<br />

que fundarse en consideraciones morales muy difíciles de apreciar exactamente"<br />

(ib.).<br />

Y luego:<br />

"Las mujeres tienen que ser, pues, mucho más desconfiadas. En virtud de<br />

sus costumbres, todos los movimientos intelectuales que se producen en las<br />

fases del nacimiento del amor son en ellas más suaves, más cautelosos, más<br />

lentos, menos decididos; hay en ellas por tanto más disposiciones para la<br />

constancia, menos facilidad para desistir de una cristalización comenzada" (ib.).<br />

En el mismo contexto, Stendhal se refiere a la diferencia de género en<br />

cuanto a la seducción y el cortejo, o como lo llama él: el sitio. Dice:<br />

"Para el hombre es humillante que el sitio se prolongue; mientras que para<br />

una mujer es una gloria" (p. 114).<br />

La mujer, por otra parte, está mucho más atenta a cada detalle, a la fecha<br />

exacta en que se conocieron, etc.; podría decirse que la mujer lleva una especie<br />

de protocolo de la relación. Escuchemos:<br />

"Una mujer es capaz de amar y no decir en todo un año más de diez o<br />

doce palabras al hombre preferido. En el fondo de su corazón, lleva nota del<br />

número de veces que lo ha visto: ha ido dos veces con él al teatro, otras dos<br />

coinciden en una comida; la ha saludado tres veces en el paseo" (ib.).<br />

Hay además un delicado cuidado en ella de rescatar lo vivido y<br />

conservarlo en toda su pureza, por lo cual acaba practicando una suerte de<br />

fetichismo. Stendhal:<br />

"Una noche, en un juego, él le besó la mano; se observa que, desde<br />

entonces, ya no permite, con ningún pretexto e incluso a riesgo de llamar la<br />

atención, que nadie le bese la mano" (ib.).<br />

303.Aristóteles: “sin amigos, nadie querría vivir, aun viéndose saciado de todos<br />

los demás bienes”.<br />

Sobre la amistad (la filía) piensa ya Aristóteles y le dedica el Libro VIII de la Etica<br />

dedicada a su padre Nicómaco. Por de pronto nos dice el filósofo que la amistad<br />

es una virtud. Esta palabra 'virtud' ('areté' en griego), es una palabra fundamental<br />

en la cultura helénica. Werner Jaeger en su obra Paideia (término que significa<br />

'educación' o 'formación') le dedica una buena parte de ella al análisis de la<br />

evolución histórica de la areté que en un primer período fue entendida como<br />

valentía, luego como justicia, y finalmente como sabiduría. En cada caso la areté<br />

ha significado fundamentalmente una capacidad, una virtud, semejante a como<br />

seguimos hoy en día usando esta palabra.<br />

En la Etica Nicomaquea Aristóteles propone a la virtud como el camino<br />

para alcanzar lo más alto: el bien y la felicidad ('eudaimonía'). La felicidad sería<br />

aquel fin último, que ya no es ningún medio para otro fin más elevado, sino, antes<br />

bien, todos los fines particulares de cuanto hacemos se articulan en función de la<br />

mencionada felicidad.<br />

Pues bien, Aristóteles define la virtud (la areté) como 'mesotés', vale decir<br />

como justo punto medio en la acción, entre posibles excesos y defectos. Esto se


presenta como un criterio para reconocer los valores: por ejemplo, la virtud no es<br />

ser tacaños ni botarates, sino generosos.<br />

Así también la amistad es una virtud, o, agrega Aristóteles, "va<br />

acompañada de virtud", y continúa:<br />

"Además, es absolutamente indispensable para la vida: sin amigos, nadie<br />

querría vivir, aun viéndose saciado de todos los demás bienes. Incluso los ricos,<br />

los que están en posesión de los cargos y del poder supremo, tienen, al parecer,<br />

una especial necesidad de tener amigos" (1154 b).<br />

Luego agrega la decisiva importancia que tiene la amistad en lo que atañe<br />

a la política, la organización de la sociedad y de la polis:<br />

"La amistad parece incluso ser el lazo de las ciudades, y parece atraer la<br />

atención de los legisladores más incluso que la justicia. La concordia, que se<br />

parece en alguna medida a la amistad, parece ser el objeto de su primordial<br />

solicitud, mientras que procura eliminar de alguna manera la discordia, enemiga<br />

de la amistad. Por otra parte, si los ciudadanos practicaran entre sí la amistad, no<br />

tendrían en manera alguna necesidad de la justicia; pero, aun suponiéndolos<br />

justos, tendrían necesidad de la amistad, y la justicia, en el punto máximo de su<br />

perfección, parece tener la naturaleza de la amistad" (1155 a).<br />

¡Qué extraordinario planteamiento éste de Aristóteles! Que la justicia está<br />

muy próxima a la amistad, que parece incluso que la justicia en su máxima<br />

perfección sería como la amistad.<br />

Este carácter - diríamos "político" de la amistad, en el buen sentido de la<br />

palabra - lleva a Octavio Paz a hacer la siguiente comparación entre amor y<br />

amistad:<br />

"El amor se presenta, casi siempre, como una ruptura o violación del<br />

orden social; es un desafío a las costumbres y a las instituciones de la<br />

comunidad. Es una pasión que, al unir a los amantes, los separa de la sociedad.<br />

Una república de enamorados sería ingobernable; el ideal político de una<br />

sociedad civilizada - nunca realizado - sería una república de amigos" (p. 114).<br />

304.Schopenhauer reflexiona sobre la decisión.<br />

Cuando Arthur Schopenhauer tiene apenas 14 años, en 1802, se ve obligado a<br />

tomar una decisión entre la carrera empresarial a la que le insta su padre<br />

Heinrich Floris, cuando la familia está radicada en Hamburgo, o el camino de las<br />

humanidades. Como el hijo, todavía en edad de la pubertad, se atreve a<br />

manifestarle al padre su inclinación a seguir el camino de las humanidades, el<br />

padre lo pone en la encrucijada, y ante la expectativa de un viaje cultural por<br />

Europa, le plantea que o bien viaja con él y su esposa Johanna por Europa y<br />

luego sigue la carrera empresarial, o bien no viaja con ellos y opta desde ya por<br />

el camino de las humanidades. Como Arthur todavía es muy joven, no se atreve<br />

del todo a zanjar de una vez y de modo prematuro esta situación optando por el<br />

que será en definitiva su camino: las humanidades y en particular la filosofía, y<br />

entonces opta por el viaje, pero en secreto en ese largo viaje estará madurando<br />

lentamente su vocación humanística. Habrá en el mismo viaje harto tiempo<br />

disponible para ello, especialmente cuando el padre lo deja durante unos meses<br />

en un Instituto en Wimbledon, Inglaterra, con el fin de que aprenda inglés,<br />

mientras él y su mujer siguen viajando a Escocia. Y sin duda, esta decisión entre<br />

la carrera comercial y empresarial, y las humanidades que finalmente se hará<br />

efectiva tres años más tarde tras la muerte del padre, será – cómo no – la<br />

decisión de su vida que habrá de trazar el rumbo hasta la muerte. En el libro


Metafísica de las costumbres de Schopenhauer, basado en alguna de las<br />

Lecciones que diera en la Universidad de Berlín en 1820, universidad en la que<br />

en todo caso sólo alcanzó a estar unos seis meses, leemos en torno a la decisión<br />

el siguiente pensamiento, que seguramente tiene que haber estado muy<br />

influenciado por la propia decisión que a él le cupo tomar en vida:<br />

“Porque, así como nuestro camino físico en la Tierra siempre es una línea<br />

y no una superficie, así en la vida debemos empuñar algo uno y quierer poseerlo,<br />

dejando mucho a un lado a izquierda y derecha, renunciando a ello. No nos<br />

podemos decidir, sino como los niños en el mercado, nos decidimos por todo lo<br />

que nos impresiona al pasar, entonces éste es el anhelo equivocado de convertir<br />

la línea de nuestro camino en una superficie; a la postre andamos zigzagueando,<br />

encandilados por fuegos fatuos, erramos en una dirección y en otra, y no<br />

alcanzamos nada. El que quiere ser todo, no puede ser sino nada” (64).<br />

Y en la última comunicación del padre, de Noviembre de 1804, ya cuando<br />

han retornado del largo viaje de un año y medio, y a un año de su muerte (que<br />

nunca ha quedado claro si fue un suicidio o no), le dice éste a su hijo:<br />

“Y en lo que concierne al andar derecho y el permanecer sentado, así te<br />

aconsejo que a cada cual con el que te relaciones ler solicites que te de un golpe<br />

cada vez que te extravíes irreflexivamente en grandes asuntos. Así han<br />

procedido los hijos de príncipes, sin intimidarse ante el dolor por corto tiempo,<br />

evitando de este modo andar por el mundo como palurdos”.<br />

La impronta del padre en Arthur Schopenhauer, pese a haber<br />

representado el camino opuesto al suyo, fue definitiva, siempre lo admiró, y, sin<br />

embargo, con Johanna, su madre, que lo instó a tomar la decisión final por las<br />

humanidades, tuvo una relación conflictiva de por vida.<br />

305.El trabajo y el ejercicio de la libertad.<br />

Compartimos con los animales el estar absolutamente en dependencia de la<br />

satisfacción de necesidades naturales; de otro modo no sobrevivimos. El trabajo<br />

en buena parte está también bajo esta determinación; trabajamos para satisfacer<br />

esas necesidades. En ello el ejercicio de nuestra libertad es bastante mínimo,<br />

mas sí se manifiesta un cambio decisivo, cuando el trabajo se desliga de lo<br />

necesario, de lo que al menos para sobrevivir no es justamente necesario, por lo<br />

tanto, cuando se refiere a lo superfluo. Y así como con ello se dispara el<br />

fenómeno del trabajo e inicia un proceso de crecimiento con incalculables<br />

posibilidades de desarrollo, así también nuestra libertad la ejercemos de un modo<br />

a la vez más radical y amplio. Eugen Fink advierte en ello parejamente cierta<br />

conexión con la fiesta, la celebración, el culto. Justamente al celebrar el hombre<br />

la naturaleza y su pertenencia a ella, tanto atendiendo a lo que ella ofrece como<br />

deniega, el hombre celebra el trabajo. Escuchemos a Fink reflexionar sobre esto:<br />

“El hombre está embarcado en la naturaleza animal, en el tumulto<br />

salvaje alborotado de lo vivo, donde cada criatura procura introducir en la<br />

propia trama al ente extraño, por decirlo así, viviendo permanentemente del<br />

robo. Sólo que esta absorción y aplicación de cosas extrañas no acontece en la<br />

instintividad sorda, ciega, como en el caso de los otros seres vivos. Las<br />

“necesidades naturales” de su vida senso-corpóreas están iluminadas de<br />

acuerdo al sentido, llevan consigo una significatividad profunda, simbólica; ellas<br />

son modos de un trato mágico-comprensor con los elementos, “encarnaciones<br />

de la tierra”, una comunión de la criatura expuesta con el fondo materno del<br />

cual no se puede nunca escapar, ni eludir, que nos sobreviene con cada


ocado, con cada sorbo. En la no rendición de cuenta de las necesidades<br />

fundamentales damos testimonio de nuestra pertenencia a la naturaleza<br />

elemental, pero sabemos que este pertenecer y este saber nos separa de la<br />

planta y el animal, y le da la intimidad de un sentir comprensor a nuestra<br />

relación con la naturaleza. En el culto está sostenida y conservada, en una<br />

gestualidad ritual, la apertura comprensora originaria del hombre para la<br />

naturaleza que lo domina; el culto tan sólo hace explícito lo que es vital como<br />

devoción incipiente de la naturaleza en el trato humano con las cosas; el culto<br />

asciende a lo festivo lo que diariamente es la realidad vital humana, expresa la<br />

profundidad del sentimiento que de otro modo palidece en la cotidianidad. Es<br />

muy significativo el hecho de que las acciones rituales se realicen de manera<br />

múltiple en formas estilizadas de satisfacción de necesidades humanas: en la<br />

celebración del festín, en lavativas, en gestualidades eróticas. El contenido<br />

permanente que hay en la simple partición del pan es inimaginable. Arrancando<br />

de la apertura del hombre para su necesidad y, al mismo tiempo, para la<br />

naturaleza dadivosa o denegadora, surge la motivación de sentido del trabajo,<br />

que es concebido y practicado como giro necesario de las necesidades. Pero<br />

con ello se conecta, gracias a la fantasía humana, gracias a la imaginación,<br />

una continuación de los requerimientos más allá de las necesidades naturales:<br />

la generación de las necesidades de lujo, que renovadamente motivan nuevos<br />

trabajos y a los cuales ellas dan curso. Y finalmente se llega a una motivación<br />

completamente nueva del trabajo, a saber, a partir del sentimiento de poder de<br />

la libertad humana. El hombre trabaja porque tiene que apaciguar necesidades<br />

elementales, cambiar las necesidades — pero también porque en el trabajo él<br />

puede efectuar su poder libre, porque puede gozar plenamente de su fuerza<br />

creadora”.<br />

306.Indignación de Stendhal relativa al matrimonio por conveniencia.<br />

En 1822, cuando aparece el libro Del amor de Stendhal, había caído Napoleón<br />

hace ya unos siete años. Francia se encontraba en la Restauración con los<br />

Borbones de vuelta a la regencia de la nación. Mas, en este libro hay anotaciones<br />

y reflexiones tomadas desde muchos años atrás, como lo que se advierte en el<br />

siguiente relato, en que Stendhal cuestiona ciertas uniones maritales de su<br />

época:<br />

"Esta tarde, 17 de febrero de 1790, acabo de ver/.../lo que llaman una<br />

ceremonia de familia, es decir, unos hombres que pasan por honestos, una<br />

sociedad respetable, celebrando la felicidad de mademoiselle de Marille,<br />

muchacha bella, inteligente, virtuosa que tiene la suerte de casarse con monsieur<br />

R., viejo achacoso, repugnante, grosero, imbécil, pero rico, y al que ella ha visto<br />

hoy por tercera vez al firmar el contrato. / Si algo caracteriza un siglo infame, es<br />

semejante motivo de triunfo, es la ridiculez de semejante alegría, y, en<br />

perspectiva, la crueldad mojigata con que esta misma sociedad derramará el<br />

desprecio a manos llenas sobre la menor imprudencia de una pobre mujer joven<br />

y enamorada" (p. 132).<br />

Según advertimos, hay indignación, repulsión, pero también impotencia en<br />

las palabras de Stendhal, ya que dejan ver como este tipo de uniones estaban<br />

completamente arraigadas, eran una costumbre social. Aunque seguramente,<br />

habría que agregar, es precisamente gracias a voces que se alzan, como la de él,<br />

que esa costumbre comenzó paulatinamente a quedar sepultada en el pasado<br />

(aunque sería ingenuo pensar que del todo). Hoy en día, como en todo tiempo,


sin duda alguna que hay matrimonios en que la motivación principal es la<br />

conveniencia, pero, con apoyo en Foucault y su Historia de la sexualidad,<br />

podemos decir que nuestra situación tiene una especificidad muy propia: sucede<br />

en ella que de pronto yo me puedo estar casando a futuro con la mujer que<br />

casualmente se ha sentado a mi lado en el metro, y será nuestra decisión<br />

absolutamente autónoma el hacerlo; mas, ésta es una experiencia reciente que<br />

apenas tiene poco más de un siglo.<br />

Pues bien, es contra las uniones por supuestas conveniencias que<br />

Stendhal protesta, y en relación a las cuales, según ya se entrevé, justifica la<br />

infidelidad femenina. Escuchémoslo en otro pasaje:<br />

"Que una mujer se acueste con un hombre al que sólo se ha visto dos<br />

veces, después de tres palabras latinas dichas en la iglesia, es mucho más<br />

impúdico que ceder a pesar suyo a un hombre al que adora desde hace dos<br />

años" (p. 133).<br />

En este auténtico rechazo y repulsa moral, Stendhal, como hijo de su<br />

época, deja ver un toque de romanticismo: él se muestra como un "enamorado<br />

del amor", alguien que procura salvaguardar el genuino amor a como dé lugar. Y<br />

esto implica a la par respetarlo como quizás lo más precioso que hemos<br />

conocido. Esto involucra un respeto a todas las formas de amor: amor de pareja,<br />

amor filial, amor paternal y maternal, amor al prójimo, amor a la vida, amor a la<br />

naturaleza, amor a lo divino. Mas, de todo ese conjunto de variaciones del amor<br />

nos interesa mirar el amor hacia dentro, y descubrir que el verdadero, grande,<br />

profundo e infinito amor, el que quiere trasponer toda frontera, el que se deja<br />

rozar por la muerte, tanto en su entrega total, como cuando está amenazado, ése<br />

es el que Stendhal llama “amor-pasión”. Pues bien, es precisamente este amor,<br />

que es el verdadero, el que puede desaparecer y con ello hacer sucumbir al amor<br />

mismo. Una sociedad que por cansancio o por excesos de materialidad y<br />

consumismo diera este paso fatal hacia esa desaparición del amor,<br />

indudablemente sería una sociedad atrozmente deshumanizada.<br />

307.Amor y amistad.<br />

Una de las discusiones interesantes que hubo en la Grecia clásica fue en torno a<br />

supuestas prerrogativas del amor o de la amistad. En Platón claramente la<br />

balanza se inclina hacia la amistad. La filía, la amistad, él la puso en un sitial más<br />

alto que al amor. Podemos suponer que ello se debe en gran medida al carácter<br />

de equilibrio, equidad, justicia, concordia, prudencia y sensatez que la<br />

acompañan, y que la hacen aparecer como una elevada virtud. Probablemente la<br />

amistad es de este modo el más grande ideal ético y político que permite y alienta<br />

la construcción de la sociedad.<br />

Y algo similar cabe decir de Aristóteles. Mas, nos quedaríamos sin<br />

entender realmente de qué estamos hablando, si no tenemos en cuenta que esto<br />

que llamamos “amor” nosotros lo vivimos primero bajo la influencia del amor<br />

cortés del siglo XII y luego del romanticismo, que se inicia en las postrimerías del<br />

siglo XVIII. Si no se tiene en cuenta este antecedente no se puede entender bien<br />

esa predilección por la amistad. Aun así, cabe reconocer que la vivencia del amor<br />

ya se encuentra muy madura en Grecia y Roma. Si no se entiendera así no se<br />

entendería el rapto de Helena, la espera de Penélope, la poetisa Safo, la<br />

desesperación de Dido por la partida de Eneas, como la obra de Ovidio.


Más allá de Aristóteles, recuerda Octavio Paz, que ha sido Plutarco,<br />

Cicerón y posteriormente Montaigne quienes han reflexionado muy<br />

especialmente acerca de la amistad.<br />

Michel Eyquem de Montaigne, filósofo francés del siglo XVI, que fuera<br />

entre otras cosas, parlamentario y alcalde de Bordeaux, tiene el mérito<br />

indiscutible de haber sido quien impuso el género literario del ensayo, como<br />

forma de reflexión y de escritura. Al mismo tiempo, puede considerársele como el<br />

fundador del escepticismo moderno. Pues bien, con Montaigne se recapitula la<br />

helénica predilección de la amistad. Escuchemos cómo se manifiesta esto en sus<br />

Ensayos:<br />

"aunque el amor nace también de la elección, ocupa un lugar distinto al de<br />

la amistad...Su fuego, lo confieso, es más activo, punzante y ávido; pero es un<br />

fuego temerario y voluble...un fuego febril" (p. 113).<br />

En cambio (sigue Montaigne):<br />

"la amistad es un calor parejo y universal, templado y a la medida...un<br />

calor constante y tranquilo, todo pulimento y sin asperezas..." (ib.). HAM<br />

La amistad, como ya decía Aristóteles, está en una cercanía con la<br />

concordia y la justicia y es así un "calor parejo y universal", mientras que el amor<br />

está siempre expuesto a conflictos, lo que queda claro al tenor de estas palabras<br />

del filósofo de Estagira:<br />

"La amistad es necesaria. Más aún: es admirable; nosotros no<br />

escatimamos nuestros elogios a los que tienen el culto de ella, y un gran número<br />

de amigos constituye uno de los bienes más envidiables y honrosos; algunos<br />

incluso opinan que es una misma cosa ser un hombre honesto y un amigo fiel"<br />

(1155 a). HAA<br />

Sin embargo, ninguna de estas consideraciones constituye razón<br />

suficiente para justificar una supuesta superioridad de la amistad o del amor. Si la<br />

amistad es más apacible y probablemente permite más el desarrollo de ciertas<br />

virtudes morales, en lo que coinciden Aristóteles y Montaigne, lo que revela el<br />

amor y sus posiblidades de apertura del sentir a lo infinito, a lo que bordea los<br />

abismos y la muerte, por su parte, la amistad no lo puede.<br />

308.El trabajo y la transformación del entorno.<br />

El trabajo, como ya lo viera Hegel, conlleva un momento de negación, ya que<br />

aquello a lo cual se aplica – el bosque, el agua, el aire, el animal – es<br />

precisamente negado, para imprimirle una nueva forma. Y considerando nuestros<br />

problemas inconmensurables problemas ecológicos, nos ayuda considerar esta<br />

relación con la materia que estamos in-formando, dándole forma (para decirlo así<br />

con Aristóteles), el entorno que transformamos, y prestar mucha atención en<br />

cada caso respecto del grado de negación de aquello que in-formamos o transformamos.<br />

Eugen Fink piensa esto a partir del cambio que se genera en lo que<br />

llama “estado salvaje” con el trabajo. Escuchemos:<br />

“El trabajo queda siempre referido al “estado salvaje”, es una lucha con<br />

lo salvaje. El esfuerzo del trabajo apunta a delimitar el estado salvaje,<br />

arrancarle su terreno, relegarlo cada vez más al borde del mundo humano –<br />

para finalmente convertirlo en un humanum, al modo de un museum, de una<br />

“reserva forestal”. El hombre celebra, al parecer, su victoria más orgullosa<br />

sobre el estado salvaje cuando lo exhibe en una jaula cercada, cuando puede<br />

convertirlo en sensacionalismo turístico. Él se convierte entonces en un campo<br />

aparte, en una “reserva”. Hoy parece estar casi todo el globo terráqueo


sometido y sujeto al hombre. Tenemos una larga historia tras nosotros, durante<br />

la cual el poderío del hombre fue expandido paso a paso de manera esforzada.<br />

El suelo es campo de pastoreo y de barbecho, asentamiento humano o, en los<br />

páramos, “terreno estratégico”; los bosques no son más bosque nativo, son<br />

campos de plantación forestados, explotados, que arrojan su ganancia con el<br />

aporte regular de madera; los ríos son vías de navegación, suministradores de<br />

energía para centrales eléctricas; tierra y mar están de mil maneras<br />

incorporadas en la utilización humana, e incluso hasta la glacial alta cordillera,<br />

la solitaria ciénaga, es abierta y utilizada para la circulación de forasteros. Este<br />

carácter de utilización, a saber, de trabajo del entorno, significa el precipitado<br />

de un curso histórico; los resultados de un trabajo milenario le han dado una<br />

impronta “humana” a la faz de la Tierra. Esto no vale sólo para las cosas<br />

inanimadas, para la tierra cultivada y el océano navegado, vale también para el<br />

mundo vegetal y animal. Desde hace mucho se han ennoblecido las especies<br />

silvestres de las hierbas y los tipos de grano, se los ha convertido en plantas de<br />

cultivo; los árboles son cuidados, la vid es preparada diligentemente; los<br />

animales caseros son domesticados, programáticamente criados. La mayoría<br />

de las cosas que nos rodean no son más al modo de la forma natural originaria<br />

de lo que crece de manera silvestre, están transformadas y configuradas por el<br />

hombre. El entorno tiene en las cosas mismas el sello violento del hombre”.<br />

(hasta aquí grabación del 14.1.2008)<br />

309.Primer Ejemplo de los Cuentos del Conde de Lucanor.<br />

Los Cuentos o Ejemplos del Conde de Lucanor de Juan Manuel, y que<br />

aparecieron en el siglo 14, más exactamente en 1335, contienen una rica<br />

sabiduría, muy ligada a cuestiones de orden moral y cotidiano. El nombre de los<br />

Cuentos se debe a que en ellos platica el Conde de Lucanor con Patronio, al que<br />

le pide consejos sobre distintos asuntos que le preocupan. Primero el Conde<br />

expone el motivo de su preocupación y luego Patronio responde a su inquietud a<br />

través de un símil Analicemos a continuación el primero de ellos. En él el Conde<br />

de Lucanor le plantea a Patronio que un hombre poderoso le dijo que por haber<br />

tenido algunos problemas en sus tierras, se proponía no regresar jamás, y que<br />

entonces quería dejarle con todas sus posesiones. Patronio responde con un<br />

relato que trata sobre un asunto entre un rey y un ministro suyo. Escuchemos<br />

este relato (que puede compararse, como veremos, con el Libro de Job del<br />

Antiguo Testamento). El relato es introducido como sigue:<br />

“Señor -dijo Patronio-, había un rey que tenía un ministro en quien<br />

confiaba mucho. Como a los hombres afortunados la gente siempre los envidia,<br />

así ocurrió con él, pues los demás privados, recelosos de su influencia sobre el<br />

rey, buscaron la forma de hacerle caer en desgracia con su señor. Lo acusaron<br />

repetidas veces ante el rey, aunque no consiguieron que el monarca le retirara<br />

su confianza, dudara de su lealtad o prescindiera de sus servicios. Cuando<br />

vieron la inutilidad de sus acusaciones, dijeron al rey que aquel ministro<br />

maquinaba su muerte para que su hijo menor subiera al trono y, cuando él<br />

tuviera la tutela del infante, se haría con todo el poder proclamándose señor de<br />

aquellos reinos”.<br />

Estos privados del rey lograron en definitiva sembrar la duda en su<br />

señor, y le propusieron ponerlo a prueba. El relato continúa así:<br />

“Pasados unos días, mientras conversaba con su privado, /el rey/ le dijo<br />

entre otras cosas que estaba cansado de la vida de este mundo, pues le


parecía que todo era vanidad. En aquella ocasión no le dijo nada más. A los<br />

pocos días de esto, hablando otra vez con aquel ministro, volvió el rey sobre el<br />

mismo tema, insistiendo en la vaciedad de la vida que llevaba y de cuanto<br />

boato rodeaba su existencia. Esto se lo dijo tantas veces y de tantas maneras<br />

que el ministro creyó que el rey estaba desengañado de las vanidades del<br />

mundo y que no le satisfacían ni las riquezas ni los placeres en que vivía. El<br />

rey, cuando vio que a su privado le había convencido, le dijo un día que estaba<br />

decidido a alejarse de las glorias del mundo y quería marcharse a un lugar<br />

recóndito donde nadie lo conociera para hacer allí penitencia por sus pecados.<br />

Recordó al ministro que de esta forma pensaba lograr el perdón de Dios y<br />

ganar la gloria del Paraíso”.<br />

Finalmente el rey le planteó derechamente a su ministro que tenía el<br />

propósito de retirarse de su reino y dejarle a él a cargo de todos sus castillos,<br />

posesiones, como de su esposa y famillia. Esto acabó al fin y al cabo por<br />

entusiasmar al ministro y de vuelta en su casa decidió contárselo a un<br />

ayudante que tenía, y que era muy sabio. Éste le dijo que estaba a punto de<br />

cometer un grave error que lo ponía en peligro, ya que el rey lo que estaba<br />

haciendo era ponerlo a prueba, en vistas de la envidia que suscitaba entre los<br />

cortesanos. Siguiendo este consejo, el ministro se presentó ante el rey de<br />

madrugada con vestidos harapientos, lo que suscitó el asombro de éste. El<br />

ministro le dijo que ya que el rey había tomado la determinación de retirarse del<br />

reino, como lo había seguido en todo, también se retiraría con él Esto<br />

constituyó una prueba definitiva de lealtad para el rey que entonces le contó la<br />

verdad de todo.<br />

En concordancia con ello, en el mismo tenor aconseja Patronio al Conde<br />

de Lucanor no acoger la propuesta de su amigo (que, en verdad, está poniendo<br />

a prueba su amistad), sino simplemente hablar con él y manifestarle su apoyo<br />

en vistas de la situación en que se encuentra.<br />

310.Segundo Ejemplo de los Cuentos del Conde de Lucanor.<br />

En la Colección de Cuentos del Conde de Lucanor de Juan Manuel, del siglo<br />

14, el segundo Cuento o Ejemplo comienza con las dudas que le plantea el<br />

Conde a su consejero Patronio, en vistas de que si opta por hacer algo,<br />

muchas personas lo criticarán y si hace lo contrario también.<br />

Con el fin de dar con una salida a esta situación de incertidumbre e<br />

inacción, Patronio cuenta el siguiente relato, que trata sobre sobre un padre<br />

que ante cualquier cosa que se dispone a hacer, recibe críticas de su hijo. Se<br />

dio la ocasión que el padre y el hijo, que eran labradores, tenían que ir con una<br />

cabalgadura al mercado de abastos de la ciudad, y llevaban a ésta sin carga,<br />

con el fin de traerlas cargadas a su regreso. Y entonces sucede lo siguiente.<br />

Escuchemos lo que dice el relato:<br />

“Y camino del mercado, yendo los dos a pie y la bestia sin carga alguna,<br />

se encontraron con unos hombres que ya volvían. Cuando, después de los<br />

saludos habituales, se separaron unos de otros, los que volvían empezaron a<br />

decir entre ellos que no les parecían muy juiciosos ni el padre ni el hijo, pues<br />

los dos caminaban a pie mientras la bestia iba sin peso alguno. El buen<br />

hombre, al oírlo, preguntó a su hijo qué le parecía lo que habían dicho aquellos<br />

hombres, contestándole el hijo que era verdad, porque, al ir el animal sin carga,<br />

no era muy sensato que ellos dos fueran a pie. Entonces el padre mandó a su<br />

hijo que subiese en la cabalgadura. / Así continuaron su camino hasta que se


encontraron con otros hombres, los cuales, cuando se hubieron alejado un<br />

poco, empezaron a comentar la equivocación del padre, que, siendo anciano y<br />

viejo, iba a pie, mientras el mozo, que podría caminar sin fatigarse, iba a lomos<br />

del animal. De nuevo preguntó el buen hombre a su hijo qué pensaba sobre lo<br />

que habían dicho, y este le contestó que parecían tener razón. Entonces el<br />

padre mandó a su hijo bajar de la bestia y se acomodó él sobre el animal. / Al<br />

poco rato se encontraron con otros que criticaron la dureza del padre, pues él,<br />

que estaba acostumbrado a los más duros trabajos, iba cabalgando, mientras<br />

que el joven, que aún no estaba acostumbrado a las fatigas, iba a pie.<br />

Entonces preguntó aquel buen hombre a su hijo qué le parecía lo que decían<br />

estos otros, replicándole el hijo que, en su opinión, decían la verdad.<br />

Inmediatamente el padre mandó a su hijo subir con él en la cabalgadura para<br />

que ninguno caminase a pie. / Y yendo así los dos, se encontraron con otros<br />

hombres, que comenzaron a decir que la bestia que montaban era tan flaca y<br />

tan débil que apenas podía soportar su peso, y que estaba muy mal que los<br />

dos fueran montados en ella. El buen hombre preguntó otra vez a su hijo qué le<br />

parecía lo que habían dicho aquellos, contestándole el joven que, a su juicio,<br />

decían la verdad”.<br />

Esta experiencia vivida le sirve luego al padre para darle una enseñanza<br />

a su hijo, diciéndole que siempre habrá motivos para criticar cualquier decisión,<br />

que cada cosa a la vez que tiene sus lados buenos, también tiene otros lados<br />

malos, y que de lo que se trata es simplemente de hacer las cosas a conciencia<br />

sin importar qué digan los otros.<br />

Y, a propósito de este Ejemplo, Patronio agrega al Conde de Lucanor<br />

que conviene no actuar precipitadamente, y solicitar consejo cuando sea<br />

necesario.<br />

311.Tercer Ejemplo de los Cuentos del Conde de Lucanor.<br />

En la Colección de Cuentos del Conde de Lucanor de Juan Manuel, del siglo<br />

14, el Tercer Ejemplo tiene que ver con la preocupación que tiene el Conde de<br />

la salvación de su alma, lo que le comunica a su consejero Patronio. El Conde<br />

reconoce haber cometido muchos pecados, haber matado muchos moros,<br />

haberse enemistado con los propios cristianos e incluso con su rey.<br />

Patronio responde a esta inquietued, como es habitual, con un símil, y<br />

más precisamente una historia ejemplar que debería darle una orientación al<br />

Conde. El relato dice así:<br />

“Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, un ermitaño llevaba muy santa<br />

vida, hacía mucho bien y muchas penitencias para lograr la gracia de Dios. Y<br />

por ello, Nuestro Señor fue con él misericordioso y le prometió que entraría en<br />

el reino de los cielos. El ermitaño agradeció mucho esta revelación divina y,<br />

como estaba ya seguro de salvarse, rogó a Dios que le indicara quién sería su<br />

compañero en el Paraíso. Y aunque Nuestro Señor le dijo por medio de un<br />

ángel que no preguntara tal cosa, tanto insistió el ermitaño que Dios Nuestro<br />

Señor accedió a darle una respuesta y, así, le hizo saber por un ángel que el<br />

rey de Inglaterra y él estarían juntos en el Paraíso. / Tal respuesta no agradó<br />

mucho al ermitaño, pues conocía muy bien al rey y sabía que siempre andaba<br />

en guerras y que había matado, robado y desheredado a muchos, y había<br />

llevado una vida muy opuesta a la suya, que le parecía muy alejada del camino<br />

de la salvación. Por todo esto estaba el ermitaño muy disgustado. / Cuando<br />

Dios Nuestro Señor lo vio así, le mandó decir con el ángel que no se quejara ni


se sorprendiera de lo que le había dicho, y que debía estar seguro de que más<br />

honra y más galardón merecía ante Dios el rey Ricardo con un solo salto que él<br />

con todas sus buenas obras. El ermitaño se quedó muy sorprendido y le<br />

preguntó al ángel cómo podía ser así. / El ángel le contó que los reyes de<br />

Francia, Inglaterra y Navarra habían pasado a Tierra Santa. Y cuando llegaron<br />

al puerto, estando todos armados para emprender la conquista, vieron en las<br />

riberas tal cantidad de moros que dudaron de poder desembarcar. Entonces el<br />

rey de Francia pidió al rey de Inglaterra que viniese a su nave para decidir los<br />

dos lo que habrían de hacer”.<br />

Entonces el Rey de Inglaterra se encomendó a Dios y saltó a las aguas<br />

del mar con su caballo. El relato sigue así:<br />

“El rey, después, se lanzó contra los moros. / Cuando los ingleses vieron<br />

a su rey entrar en combate, saltaron todos al mar para ayudarle y se lanzaron<br />

contra los enemigos. Al ver esto los franceses, pensaron que sería una afrenta<br />

para ellos no entrar en combate y, como no son gente que soporte los agravios,<br />

saltaron todos al mar y lucharon contra los moros. Cuando estos les vieron<br />

iniciar su ataque, sin miedo a morir y con ánimo tan gallardo, rehusaron<br />

enfrentarse a ellos, abandonando el puerto y huyendo en desbandada. Al llegar<br />

a tierra, los cristianos mataron a cuantos pudieron alcanzar y consiguieron la<br />

victoria, prestando gran servicio a la causa del Señor. Tan gran victoria se inició<br />

con el salto que dio en el mar el rey de Inglaterra”.<br />

El ermitaño, al oir esto, se dio cuenta de que era un gran honor tener a<br />

tal compañero en el Cielo, y Patronio agregó al Conde de Lucanor que debía<br />

hacer lo mismo: encomendarse a Dios y seguir siendo un caballero que lucha<br />

por su fe.<br />

312.Cuarto Ejemplo de los Cuentos del Conde de Lucanor.<br />

En la Colección de Cuentos del Conde de Lucanor de Juan Manuel, del siglo<br />

14, el Cuarto Ejemplo tiene que ver con la preocupación que tiene el Conde por<br />

una empresa arriesgada que le proponen, lo que le comunica a su consejero<br />

Patronio en los siguientes términos:<br />

“Patronio, gracias a Dios yo tengo mis tierras bien cultivadas y<br />

pacificadas, así como todo lo que preciso según mi estado y, por suerte, quizás<br />

más, según dicen mis iguales y vecinos, algunos de los cuales me aconsejan<br />

que inicie una empresa de cierto riesgo. Pero aunque yo siento grandes deseos<br />

de hacerlo, por la confianza que tengo en vos no la he querido comenzar hasta<br />

hablaros, para que me aconsejéis lo que deba hacer en este asunto.<br />

Entonces Patronio le cuenta al Conde el siguiente Ejemplo iluminador:<br />

“Señor Conde Lucanor, había un genovés muy rico y muy afortunado, en<br />

opinión de sus vecinos. Este genovés enfermó gravemente y, notando que se<br />

moría, reunió a parientes y amigos y, cuando estos llegaron, mandó llamar a su<br />

mujer y a sus hijos; se sentó en una sala muy hermosa desde donde se veía el<br />

mar y la costa; hizo traer sus joyas y riquezas y, cuando las tuvo cerca,<br />

comenzó a hablar en broma con su alma: / Alma, bien veo que quieres<br />

abandonarme y no sé por qué, pues si buscas mujer e hijos, aquí tienes unos<br />

tan maravillosos que podrás sentirte satisfecha; si buscas parientes y amigos,<br />

también aquí tienes muchos y muy distinguidos; si buscas plata, oro, piedras<br />

preciosas, joyas, tapices, mercancías para traficar, aquí tienes tal cantidad que<br />

nunca ambicionarás más; si quieres naves y galeras que te produzcan riqueza<br />

y aumenten tu honra, ahí están, en el puerto que se ve desde esta sala; si


uscas tierras y huertas fértiles, que también sean frescas y deleitosas, están<br />

bajo estas ventanas; si quieres caballos y mulas, y aves y perros para la caza y<br />

para tu diversión, y hasta juglares para que te acompañen y distraigan; si<br />

buscas casa suntuosa, bien equipada con camas y estrados y cuantas cosas<br />

son necesarias, de todo esto no te falta nada. Y pues no te das por satisfecha<br />

con tantos bienes ni quieres gozar de ellos, es evidente que no los deseas. Si<br />

prefieres ir en busca de lo desconocido, vete con la ira de Dios, que será muy<br />

necio quien se aflija por el mal que te venga”.<br />

A lo que sigue la asociación con la situación del Conde, que hace<br />

Patronio, diciendo:<br />

“Y vos, señor Conde Lucanor, pues gracias a Dios estáis en paz, con<br />

bien y con honra, pienso que no será de buen juicio arriesgar todo lo que ahora<br />

poseéis para iniciar la empresa que os aconsejan”<br />

Y el Ejemplo concluye, como siempre, con el seguimiento del buen<br />

consejo de Patronio y que al autor de estos Ejemplos, Juan Manuel, le pareció<br />

digno de recopilar, agregando también, como en los otros Ejemplos, un refrán,<br />

en este caso muy difunddido entre las viejas de Castilla, y que dice<br />

simplemente así:<br />

“El que esté bien sentado, no se levante”.<br />

313.Quinto Ejemplo de los Cuentos del Conde de Lucanor.<br />

En la Colección de Cuentos del Conde de Lucanor de Juan Manuel, del siglo<br />

14, el Quinto Ejemplo tiene que ver con la preocupación que tiene el Conde por<br />

las alabanzas que le dirige una persona, después de lo cual le propone un<br />

negocio, lo cual se lo comunica a su consejero Patronio. Este da respuesta a<br />

su inquietud por medio del siguiente relato en torno a un cuervo y una zorra:<br />

“Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, el cuervo encontró una vez un<br />

gran pedazo de queso y se subió a un árbol para comérselo con tranquilidad,<br />

sin que nadie le molestara. Estando así el cuervo, acertó a pasar la zorra<br />

debajo del árbol y, cuando vio el queso, empezó a urdir la forma de quitárselo.<br />

Con ese fin le dijo: / Don Cuervo, desde hace mucho tiempo he oído hablar de<br />

vos, de vuestra nobleza y de vuestra gallardía, pero aunque os he buscado por<br />

todas partes, ni Dios ni mi suerte me han permitido encontraros antes. Ahora<br />

que os veo, pienso que sois muy superior a lo que me decían. Y para que veáis<br />

que no trato de lisonjearos, no sólo os diré vuestras buenas prendas, sino<br />

también los defectos que os atribuyen. Todos dicen que, como el color de<br />

vuestras plumas, ojos, patas y garras es negro, y como el negro no es tan<br />

bonito como otros colores, el ser vos tan negro os hace muy feo, sin darse<br />

cuenta de su error pues, aunque vuestras plumas son negras, tienen un tono<br />

azulado, como las del pavo real, que es la más bella de las aves. Y pues<br />

vuestros ojos son para ver, como el negro hace ver mejor, los ojos negros son<br />

los mejores y por ello todos alaban los ojos de la gacela, que los tiene más<br />

oscuros que ningún animal. Además, vuestro pico y vuestras uñas son más<br />

fuertes que los de ninguna otra ave de vuestro tamaño. También quiero deciros<br />

que voláis con tal ligereza que podéis ir contra el viento, aunque sea muy<br />

fuerte, cosa que otras muchas aves no pueden hacer tan fácilmente como vos.<br />

Y así creo que, como Dios todo lo hace bien, no habrá consentido que vos, tan<br />

perfecto en todo, no pudieseis cantar mejor que el resto de las aves, y porque<br />

Dios me ha otorgado la dicha de veros y he podido comprobar que sois más<br />

bello de lo que dicen, me sentiría muy dichosa de oír vuestro canto”.


Y el relato continúa más adelante:<br />

“Cuando el cuervo se vio tan alabado por la zorra, como era verdad<br />

cuanto decía, creyó que no lo engañaba y, pensando que era su amiga, no<br />

sospechó que lo hacía por quitarle el queso. Convencido el cuervo por sus<br />

palabras y halagos, abrió el pico para cantar, por complacer a la zorra. Cuando<br />

abrió la boca, cayó el queso a tierra, lo cogió la zorra y escapó con él. Así fue<br />

engañado el cuervo por las alabanzas de su falsa amiga, que le hizo creerse<br />

más hermoso y más perfecto de lo que realmente era”.<br />

A este Ejemplo le sigue el consejo:<br />

“Y vos, señor Conde Lucanor, pues veis que, aunque Dios os otorgó<br />

muchos bienes, aquel hombre os quiere convencer de que vuestro poder y<br />

estado aventajan en mucho la realidad, creed que lo hace por engañaros. Y,<br />

por tanto, debéis estar prevenido y actuar como hombre de buen juicio”.<br />

314.El trasfondo cósmico de la amistad en Aristóteles.<br />

Iniciando su excursión en la amistad, Aristóteles, como buen filósofo, tiene en<br />

consideración cierto fondo metafísico que la explicaría ya en el sentido de una<br />

afinidad entre los semejantes, como en Empédocles, o basándose en Heráclito,<br />

en tanto afinidad entre los contrarios.<br />

Para concebir adecuadamente la amistad se trata por lo tanto de partir por<br />

algo de orden cósmico. Esto es característico del pensamiento aristotélico: que al<br />

abordar un fenómeno, el parámetro es de carácter cosmológico. Así lo ha hecho<br />

también en relación con la justicia en el Libro V de la Ética a Nicómaco. La mirada<br />

se dirige al cosmos para encontrar en él la armonía que se expresa como<br />

proporcionalidad, por ejemplo entre lo que da un agente, a saber calor y luz del<br />

Sol y lo que puede recibir el paciente, a saber la Tierra, para que sea posible la<br />

vida en ella; si no hay esta proporción, vale decir, hay demasiado calor y luz, o<br />

muy poco, ello significa muerte.<br />

En el caso de la amistad, se trata del trasfondo cósmico de la afinidad que<br />

habría por semejanza entre los fenómenos (así como la proporcionalidad lo es en<br />

el caso de la justicia). Cabe reconocer aquí que en cada especie, cada miembro<br />

de ella busca a sus semejantes, y esto tanto en el reino vegetal como animal. En<br />

el reino mineral también es así, por cuanto unas montañas se agrupan con otras<br />

para formar una cordillera o una serranía, la arena se junta con más arena y<br />

forma una playa, unas dunas o un desierto. Pero, si bien es así, que lo semejante<br />

atrae lo semejante, cabe agregar que así se da en el orden de lo esencial, como<br />

es el caso de los ejemplos que hemos puesto, sin embargo al mismo tiempo se<br />

da lo contrario: que hay atracción entre lo que es desemejante. Aparentemente<br />

esto es así en un segundo plano, que ya no es el esencial. La explicación de ello<br />

estaría en el hecho de que es la desemejanza, la diferencia, incluso lo que<br />

genera cierto desequilibrio, lo que permite que haya devenir, movimiento, cambio,<br />

proceso. Aristóteles también reconoce la acción de la desemejanza, y en<br />

particular en el caso de la amistad; ella permite la complementación, la<br />

compensación. Los ejemplos que da al respecto son del tenor que si uno de los<br />

amigos, pongamos el caso, es locuaz y a la vez temeroso, el otro es parco y a la<br />

vez osado, ocurriendo que uno se complementa con el otro.<br />

Semejanza y desemejanza se presentan a la vez como las fuerzas de la<br />

concordia y la discordia que, ante todo, actúan en el cosmos, antes de<br />

manifestarse de manera restrictiva en las relaciones humanas. Concordia y<br />

discordia, Eros y Eris, así se presentan en la "Teogonía" de Hesíodo, es decir, por


una parte Eros, entendido aquí como una fuerza cósmica de atracción y<br />

concordia, y que podemos llamar tanto amor como amistad, y Eris, a su vez como<br />

una fuerza cósmica, pero de disputa, de enfrentamiento, de guerra, de discordia.<br />

Atendamos aquí también a la relación de las palabras 'con-cordia' y 'dis-cordia'<br />

con 'cor', 'corazón'. En este sentido, concordia aludiría a un corazón en armomía<br />

consigo mismo y discordia a un corazón dividido, disarmónico.<br />

Vistas las cosas en esta perspectiva metafísica, ¿será que lo que vivimos<br />

como amor, amistad, odio y enemistad, no son más que unas determinaciones de<br />

origen cósmico que de pronto se manifiestan en nosotros?<br />

315.Las clases de amistad según Aristóteles.<br />

En el Libro VIII sobre la amistad de la "Etica Nicomaquea" de Aristóteles sostiene<br />

él que hay tres clases de amistad: la amistad por placer, por utilidad, y la<br />

verdadera amistad, que perfilaremos en lo que sigue. Por de pronto un carácter<br />

les es común a estas tres: la reciprocidad, mas podría agregarse, que a su vez la<br />

verdadera expresión de reciprocidad se da únicamente en la verdadera amistad.<br />

Entendamos lo dicho siguiendo al filósofo griego:<br />

"/.../ los que se testimonian mutuamente una amistad, fundada en la<br />

utilidad que ellos puedan sacar de ella, no se aman por sí mismos, sino en la<br />

esperanza de conseguir el uno del otro alguna ventaja. Lo mismo hay que decir<br />

de aquellos cuya amistad se funda en el placer; no es por su naturaleza profunda<br />

por lo que ellos hayan gusto en las personas de espíritu refinado, sino<br />

únicamente por el agrado que hayan en ellos. / Así, pues, amar a causa de la<br />

utilidad es sentir afecto en otro a lo que de forma personal es ventajoso; amar a<br />

causa del placer es sentir afecto a otro por lo que personalmente es agradable;<br />

en una palabra, uno no ama a su amigo porque él es él, se le ama en la medida<br />

en que él es útil o agradable" (1155 b).<br />

En la verdadera amistad sucede pues que yo soy amigo de él o de ella por<br />

ser él o ella. Si la razón de mi vínculo es el placer o la utilidad, estamos entonces<br />

ante pseudoformas de amistad, o, más bien habría que precisar, siguiendo el<br />

pensamiento de Aristóteles, se trata de un cierto tipo de relaciones absolutamente<br />

necesarias para la organización de la sociedad, pero que no constituyen la<br />

verdadera amistad. El Estagirita ve claramente la necesidad de estos vínculos en<br />

que el elemento de unión es compartir el placer o la recíproca utilidad o beneficio.<br />

Pero justamente aquí es donde la verdadera reciprocidad no se da cabalmente:<br />

ella es únicamente posible en la verdadera amistad. De pronto el placer y el<br />

agrado lo experimenta más que nada uno solo, como uno solo también puede ser<br />

el que obtiene ciertos beneficios utilitarios de la relación.<br />

Aristóteles pone con ello una valla alta para la amistad, y lo que cabe<br />

destacar es que esta valla está dada por la esencia misma del fenómeno. Justo<br />

lo esencial de la amistad es el apreciar al otro en cuanto tal y esto de manera<br />

recíproca, y no en función de alguna cualidad específica de la otra persona.<br />

Ello se subraya aun más en las siguientes palabras de Aristóteles:<br />

"Estas amistades no nacen, pues, más que de circunstancias accidentales;<br />

no es, pues, por lo que él es en verdad por lo que se ama al amigo, sino en tanto<br />

que él es capaz de procurar en un caso ciertas ventajas y en el otro algún placer.<br />

Resulta de ello que las amistades de esta clase son débiles y frágiles, siendo<br />

también mudables los que las experimentan; el día en que los amigos no nos son<br />

ya ni útiles ni agradables dejamos de amarlos. Por lo demás, lo útil mismo es<br />

susceptible de cambios según las circunstancias. Al desaparecer la causa de la


amistad, desaparece también ella, ya que ella no tenía más que este único<br />

fundamento" (1156 b).<br />

316.Elección y exclusividad en la amistad.<br />

Tanto el amor como la amistad exigen elección y exclusividad. En efecto, tanto a<br />

la pareja como a los amigos los elegimos, y por otra parte, si bien la exclusividad<br />

en el amor es mayor que en la amistad, sin embargo, igualmente resulta irrisorio<br />

decir que uno es amigo de una multitud. Aunque de pronto sintamos un<br />

sentimiento así, como que nos dan ganas de abrazar a todo el mundo sin<br />

distinciones de clase, prestigio y poder, y aunque éste sentimiento que puede<br />

embargarnos en algunas ocasiones es por cierto muy noble, sin embargo no es<br />

justamente la amistad la que se expresa allí, sino algo así como un sentir erótico<br />

de unión cósmica con nuestros congéneres, como que al fin y al cabo<br />

provenimos de un mismo tronco, y, por mucho que las alambradas y toda suerte<br />

de barreras del mundo nos separen, y tan solamente la muerte nos una (como en<br />

el poema de Jorge Manrique), podemos, pese a ello, retornar de pronto en vida a<br />

esa unión simbiótica.<br />

En distintos rituales de la época que el filósofo rumano de nuestro siglo -<br />

Mircea Eliade - llama como la del "hombre arcaico" se practicaba esta unión<br />

colectiva, incluso invirtiendo las jerarquías sociales, de tal manera que el que<br />

ocupaba un estrado superior dentro de la tribu, durante el ritual festivo ocupaba<br />

uno inferior, y viceversa. En Occidente ello ha tenido su correlato en la así<br />

llamada “fiesta de los locos” de orígenes medievales.<br />

Volviendo a la relación entre amor y amistad, ya hemos dicho que hay un<br />

punto en que ambas se separan radicalmente, y es que la amistad requiere de la<br />

reciprocidad, mientras que yo puedo estar enamorado de alguien que a su vez no<br />

lo está de mí en absoluto. Otra diferencia: el amor nace de un golpe de vista, lo<br />

cual – de acuerdo con Stendhal - no significa que en ese primer golpe, en esa<br />

visión fotográfica, en ese flechazo ya esté el amor por entero ahí y como ya<br />

consumado, sino que a partir de ello nace un vínculo amoroso en estado larvario;<br />

la amistad, en cambio, requiere de tiempo, es un "trabajo", una siembra a veces<br />

de toda la vida.<br />

Constituye un pensamiento tremendamente lúcido de Aristóteles aquella<br />

afirmación de que la verdadera naturaleza de la justicia es, en el fondo, la<br />

amistad. La filía ('amistad' en griego) se constituye, de este modo, en un ideal<br />

ético y político para la construcción de una sociedad armónica y plena. Y la<br />

verdadera amistad es la que Aristóteles describe como amistad por virtud,<br />

teniendo en cuenta en ello que entonces nos hacemos amigos única y<br />

exclusivamente en función del ser del otro. En razón de ello, cualifica el filósofo la<br />

amistad por virtud en un íntimo vínculo con el bien, dado que se trata<br />

precisamente de querer el bien del otro. Y esto a su vez es únicamente posible<br />

en la medida que, por decirlo así, desde mi propio bien quiero el bien del otro, y<br />

viceversa. Como vemos, es en este plano esencial donde actúa la semejanza:<br />

que lo semejante atrae a lo semejante. Tomando en consideración estos<br />

aspectos, Aristóteles cualifica de la siguiente manera la así llamada “amistad por<br />

virtud”:<br />

"La amistad perfecta es la de los buenos y de aquellos que se asemejan<br />

por la virtud. Ellos se quieren mutuamente el bien en el mismo sentido, ya que<br />

ello ocurre en tanto que ellos mismos son buenos; ahora bien: su bondad les es<br />

esencial. Pero querer el bien de sus amigos por su propia persona es alcanzar la


cima de la amistad: estos sentimientos traducen el fondo mismo del ser, y no un<br />

estado accidental del mismo" (1156 b).<br />

317.Para hacerse amigos uno con otros es necesario hacer consumido juntos<br />

muchos saleros.<br />

En lo fundamental, Aristóteles concibe la verdadera amistad en función de la<br />

semejanza: lo semejante atrae a lo semejante. A partir de ello se entiende<br />

también que se vincule la amistad con el bien: si quiero al amigo lo quiero en su<br />

bien, y a su vez sólo desde mi propio bien puedo querer su bien, y viceversa. La<br />

verdadera amistad, llamada por Aristóteles, “amistad por virtud” es en función del<br />

ser del otro y no de particularidades específicas que tengan ver con el agrado o la<br />

conveniencia que me brinda la relación. Las amistades por mero placer o por<br />

utilidad son propias de personas de "moralidad mediocre", agrega el filósofo. Por<br />

otro lado, este tipo de amistades está expuesto a una serie de conflictos, como<br />

calumnias y riñas, aunque esto se circunscribe más bien a las amistades por<br />

utilidad. Es por ello que el filósofo de Estagira dice además en forma concluyente:<br />

"De la distinción que acabamos de establecer entre las distintas formas de<br />

amistad resultará que las personas sin elevación moral contraerán amistad por<br />

placer o por interés, ya que se parecen entre sí bajo este punto de vista, mientras<br />

que las personas de bien estarán unidas por un lazo verdaderamente personal,<br />

en tanto que personas de bien, porque ellas son semejantes. Son, pues, los<br />

buenos los que son amigos en el sentido más estricto del término; los demás no<br />

lo son más que por analogía con los primeros y accidentalmente" (1157 b).<br />

Aristóteles hace luego interesantes disquisiciones acerca de como la<br />

amistad por utilidad suele darse muy especialmente entre ciertos viejos, que<br />

tienden a dejarse motivar por personas que les reportan algunos beneficios,<br />

mientras que en el caso de los jóvenes lo que suele prevalecer es el vínculo por<br />

placer, supongamos por ejemplo, en tanto se practica un mismo deporte, o cosas<br />

así. La verdadera amistad la sitúa Aristóteles más bien cronológicamente en la<br />

edad madura.<br />

Aludiendo al tiempo de la amistad, a su lento hacerse, nuestro filósofo<br />

propone la metáfora de los saleros, según la cual habría que consumir muchos<br />

saleros antes de llegar siquiera a conocerse uno con otro. (1157 a). Este dicho<br />

aristotélico estaba en una bolsa de sal que alguna vez me regalaron en<br />

Heilbronn, Alemania, donde hay minas de sal. La ciudad de Heilbronn se<br />

presentaba así a los afuerinos con un bello dicho en el que se vinculaba el tiempo<br />

del consumo de la sal y el tiempo de la amistad.<br />

También relacionado con una cuestión de tiempo está la diferencia que<br />

Aristóteles reconoce entre amistad y amor. Como ya sabemos, él se suma en<br />

esto al característico enaltecimiento griego de la amistad sobre el amor, con todo<br />

lo discutible que ello pueda parecer. Como también Aristóteles reconoce que el<br />

amor está muy atado al tener a la vista al ser amado, agrega al respecto lo<br />

siguiente:<br />

"Pero cuando la flor de la edad se marchita, ocurre que también se<br />

desvanece el amor; la vista del ser amado no deleita ya al amante, ya no se<br />

dirigen solicitudes y cuidados al ser amado. Por el contrario, la unión persiste<br />

cuando un largo comercio ha hecho querido a cada uno el carácter del otro,<br />

gracias a la conformidad que ha producido" (1157 a).<br />

Es decir, el propio pensador de hace alrededor de 2300 años atrás nos da<br />

la clave para solucionar este desajuste que eventualmente se produciría con el


amor al paso de los años: se trata de que el vínculo de la pareja lo mantiene de<br />

fondo la amistad.<br />

318.De como el hombre se objetiva en el mundo.<br />

El filósofo Eugen Fink en su obra Fenómenos fundamentales de la existencia<br />

humana reflexiona por de pronto acerca del trabajo: él vale precisamente como<br />

uno de estos fenómenos fundamentales. Uno de los aspectos cruciales que<br />

conciernen a este fenómeno del trabajo es que a costa de él – para bien o para<br />

mal – el hombre emprende la más gigantesca transformación del entorno, en<br />

todo caso, hoy diríamos que esto sucede más para mal que para bien. El hombre<br />

en cierto modo, podría decirse que se objetiva en el entorno, en el mundo, lo cual<br />

naturalmente acarrea la transformación del ambiente salvaje o silvestre en un<br />

ambiente artificial. Y justamente porque es así conviene indagar, como lo hace<br />

Fink, sobre el impacto que impone el trabajo sobre el entorno, precisando al<br />

respecto que en todo caso, este “impacto” está pensado ontológicamente en lo<br />

que sigue – desde sus condiciones mismas. Escuchemos a Fink:<br />

“Ahora bien, se podría quizás objetar y decir que sería una banalidad<br />

tautológica que el entorno humano porte rasgos humanos; esto no es nada<br />

sorprendente o acaso un problema – sería más bien un problema si esto no<br />

fuera así. A través del hecho de que el hombre vivencie el mundo, recibiría en<br />

su totalidad el color del que lo vivencia; al hombre lo rodearía un mundo<br />

humano –como a la foca un mundo de focas. El hombre podría ocasionalmente<br />

presentarse en el mundo de focas, como la foca en el nuestro – con la<br />

diferencia, en todo caso, que la foca no intentaría utilizarnos, servirse de<br />

nosotros, mientras que nosotros nos aprovecharíamos industrialmente de su<br />

grasa aceitosa”.<br />

Y sigue Fink más adelante atendiendo a su vez a la relación con el<br />

mundo en términos cognitivos, afectivos y poéticos:<br />

“Tenemos en muchos sentidos un “mundo humano”: por un lado como el<br />

percibido por nosotros, que está bajo determinadas condiciones de nuestra<br />

capacidad perceptiva; por otro lado, como el que nos toca afectivamente, que<br />

nos está dado en caracteres de sentido: el suelo de la patria, el terruño, y<br />

demás”<br />

Luego entra Fink específicamente en lo que concierne a los productos<br />

laborales, a la relación laboral con el entorno, y que se traduce en una<br />

lamentable pérdida del estado salvaje, del entorno natural y silvestre:<br />

“/…/ Si decimos de estos productos laborales que llevan en sí el sello del<br />

hombre, que exhiben el producto de nuestra fuerza libre, creadora, así<br />

mentamos pues algo esencialmente distinto que sólo un carácter de donación<br />

de cosas independientes con respecto a nosotros. El trabajo se esconde en las<br />

cosas mismas, se ha precipitado, “objetivado” en ellas. Nuestro entorno es en<br />

gran medida un mundo histórico surgido del trabajo. Si bien el trabajo está en sí<br />

mismo vinculado con el estado salvaje, que él transforma en libertad – no<br />

obstante, apenas tenemos todavía el aparecer abierto del estado salvaje en<br />

nuestra situación histórica tardía; el mostrarse del estado salvaje ha<br />

desaparecido ampliamente de nuestro entorno.”<br />

Y ocurre además según Fink que ya trabajamos hace rato en un entorno<br />

a su vez ya trabajado, por lo cual el trabajo adopta una dimensión histórica.<br />

Escuchemos:


“Las cosas-de-arranque para nuestro “trabajo” son ya ellas mismas<br />

productos laborales, se refieren a estados históricos anteriores, son resultados<br />

de una “técnica” poco desarrollada. La mayoría de las cosas que llamamos<br />

“materia prima”, ya están atravesadas por el trabajo humano; el algodón que<br />

las máquinas urden y tejen ha crecido en campos que han sido preparados por<br />

el hombre deliberadamente, y que son explotados con ciertos fines, la madera<br />

crece en bosques cuidados por la silvicultura. Cada generación sigue<br />

trabajando en las construcciones laborales de generaciones anteriores. El<br />

entorno del hombre con su impronta laboral es un mundo histórico”.<br />

319.Contraste entre deseo y amor según Stendhal.<br />

Stendhal protesta contra las uniones conyugales de su época – entre el siglo<br />

XVIII y XIX – que frecuentemente eran por conveniencia. Y como estas uniones<br />

eran acordadas en general por hombres, el escritor francés justifica la infidelidad<br />

femenina. Escuchemos lo que dice en su libro Del amor:<br />

"Que una mujer se acueste con un hombre al que sólo se ha visto dos<br />

veces, después de tres palabras latinas dichas en la iglesia, es mucho más<br />

impúdico que ceder a pesar suyo a un hombre al que adora desde hace dos<br />

años" (p. 133).<br />

Y así también lo que trasunta el siguiente relato de nuestro autor:<br />

"Una muchacha oye decir que Eduardo, un pariente suyo que va a volver<br />

del ejército, es un joven de la más alta distinción. Le aseguran que la ama ya por<br />

su fama, pero probablemente querrá verla antes de pedirla a sus padres. La<br />

muchacha ve un día en la iglesia a un forastero, oye que le llaman Eduardo y ya<br />

no piensa sino en él: le ama. Al cabo de ocho días, llega el verdadero Eduardo;<br />

no es el de la iglesia, y la doncella palidece; será desgraciada toda su vida si la<br />

obligan a casarse con él" (p. 115).<br />

Por cierto que estas situaciones las vemos como deshumanizadas con<br />

nuestros ojos de hoy, pero en ese tiempo se estaba dando precisamente una<br />

lucha por la realización del verdadero amor; por eso las justas protestas de<br />

Stendhal.En este auténtico rechazo y repulsa moral, Stendhal, como hijo de su<br />

época, deja ver un toque de romanticismo: él se muestra como un "enamorado<br />

del amor", alguien que procura salvaguardar el genuino amor a como dé lugar.<br />

Este punto da que pensar, ya que si nuestra forma de amar – y en<br />

especial el amor-pasión, que representa para Stendhal el genuino amor – es<br />

también histórica (como lo fue también el matrimonio por conveniencia) y se liga<br />

ante todo con el cristianismo y con el amor cortés de la Provenza del siglo XII.<br />

Tenemos pues que darnos cuenta de que esto que todavía seguimos llamando<br />

'amor' podría eventualmente desaparecer, y naturalmente depende de nosotros<br />

conservarlo. Esto implica a la par respetarlo como lo más precioso que hemos<br />

conocido. Esto involucra un respeto a todas las formas de amor: amor de pareja,<br />

amor filial, amor paternal y maternal, amor al prójimo, amor a la vida, amor a la<br />

naturaleza, amor a Dios. Cada cual, según sus particulares inclinaciones, vive<br />

con mayor énfasis una forma de amor que otra.<br />

¿Cómo podemos representarnos más de cerca el genuino amor del que<br />

habla Stendhal? Las siguientes palabras de él ayudan a esclarecer esto:<br />

"Desde el momento en que ama, el hombre más sensato no ve ya nada tal<br />

como es. Exagera en menos sus propias cualidades y en más los favores del<br />

objeto amado" (p. 119).


A lo anterior se suma la siguiente reflexión, que propone una relación<br />

singular entre deseo y amor, en términos de la dependencia del primero respecto<br />

del segundo:<br />

"Esta es la razón moral por la cual el amor es la más fuerte de las<br />

pasiones. En las demás, los deseos tienen que acomodarse a las frías<br />

realidades; aquí son las realidades las que se apresuran a amoldarse a los<br />

deseos; por eso es ésta la pasión en que los deseos violentos encuentran los<br />

mayores goces" (p. 118).<br />

320. Sexto Ejemplo de los Cuentos del Conde de Lucanor.<br />

¿Quién no ha tenido la experiencia de un mal que tiene que ser arrancado de raiz<br />

y en sus comienzos mismos, ya que de otro modo, una vez que crece se hace<br />

muy difícil y casi imposible arrancarlo? Esto sucede en los más distintos ámbitos,<br />

en rigor, tiene que ver con todo lo que nos puede perder, lo que tiene la fuerza de<br />

atraparnos. Una vez que le tomamos el gusto a aquello, ya cuesta quitárselo de<br />

encima, y ello suele amenazar seriamente el orden necesario en nuestras vidas.<br />

Lamentablemente sucede además, y muy frecuentemente, en la historia, y<br />

entonces no afecta sólo a uno o a un grupo, sino a naciones, y en algunos casos<br />

al mundo entero. A veces se trata de un político que ejerce atracción en la masa<br />

con discursos extremos, a veces es un fenómeno económico al que no le prestó<br />

suficiente atención, a veces un paso en falso que conduce a una guerra, que<br />

despiués no se sabe cómo terminar. Casi podría decirse que vivimos bajo la<br />

fatalidad de males que en su estado germinal no fueron arrancados de raíz. Y por<br />

ser algo tan importante lo que aquí está en juego, es significativo que se exprese<br />

en un relato, un Cuento, como son los “Ejemplos” del Conde de Lucanor.<br />

En la Colección de Cuentos del Conde de Lucanor de Juan Manuel, del siglo<br />

14, el Sexto Ejemplo tiene que ver con la preocupación que tiene el Conde por<br />

su mala relación con unos vecinos que se están organizando contra él, lo cual<br />

se lo comunica a su consejero Patronio.<br />

Y Patronio responde contando lo que le sucedió a la golondrina con las<br />

demás aves:<br />

“Señor Conde Lucanor -dijo Patronio- la golondrina vio que un hombre<br />

sembraba lino y, guiada por su buen juicio, pensó que, cuando el lino creciera,<br />

los hombres podrían hacer con él redes y lazos para cazar a los pájaros.<br />

Inmediatamente se dirigió a estos, los reunió y les dijo que los hombres habían<br />

plantado lino y que, si llegara a crecer, debían estar seguros de los peligros y<br />

daños que ello suponía. Por eso les aconsejó ir a los campos de lino y<br />

arrancarlo antes de que naciese. Les hizo esa propuesta porque es más fácil<br />

atacar los males en su raíz, pero después es mucho más difícil. Sin embargo,<br />

las demás aves no le dieron ninguna importancia y no quisieron arrancar la<br />

simiente. La golondrina les insistió muchas veces para que lo hicieran, hasta<br />

que vio cómo los pájaros no se daban cuenta del peligro ni les preocupaba;<br />

pero, mientras tanto, el lino seguía encañando y las aves ya no podían<br />

arrancarlo con sus picos y patas. Cuando los pájaros vieron que el lino estaba<br />

ya muy crecido y que no podían reparar el daño que se les avecinaba, se<br />

arrepintieron por no haberle puesto remedio antes, aunque sus lamentaciones<br />

fueron inútiles pues ya no podían evitar su mal. / Antes de esto que os he<br />

contado, viendo la golondrina que los demás pájaros no querían remediar el<br />

peligro que los amenazaba, habló con los hombres, se puso bajo su protección<br />

y ganó tranquilidad y seguridad para sí y para su especie. Desde entonces las


golondrinas viven seguras y sin daño entre los hombres, que no las persiguen.<br />

A las demás aves, que no supieron prevenir el peligro, las acosan y cazan<br />

todos los días con redes y lazos”.<br />

321. Séptimo Ejemplo de los Cuentos del Conde de Lucanor.<br />

Schiller dijo de la fantasía:<br />

“El mundo maravilloso de la fantasía que me abre sus puertas y en<br />

cuyas mil y floridas ramas se mece con tanta delicia el arrobado espítitu, presta<br />

más eco a los latidos de un corazón embriagado”.<br />

La fantasía a la que se entrega el poeta lo eleva, y como dice Schiller,<br />

cuánto más embriagado el corazón de ella, mayores son las dádivas.<br />

Pero la fantasía también es de la mayor relevancia en nuestro derredor,<br />

es la que en todo orden de cosas nos abre a un mundo de posibilidades que<br />

eventualmente se harán realidad. Esto es lo que trasunta en las siguientes<br />

palabras de Herder:<br />

“La fantasía es la flor de toda organización material puesta al servicio de<br />

la facultad de pensar”.<br />

Pero, precisamente por ello mismo, la fantasía nos puede extraviar. De ello se<br />

trata en el Séptimo Ejemplo de la Colección de Cuentos del Conde de Lucanor<br />

de Juan Manuel, del siglo 14, el cual tiene que ver con la preocupación que<br />

tiene el Conde por una propuesta que le ha hecho un hombre y que es muy<br />

prometedora, a lo cual responde su consejero Patronio con un Cuento de lo<br />

que le ocurrió a una tal doña Truhana, y que dice así:<br />

“Señor conde -dijo Patronio-, había una mujer que se llamaba doña<br />

Truhana, que era más pobre que rica, la cual, yendo un día al mercado, llevaba<br />

una olla de miel en la cabeza. Mientras iba por el camino, empezó a pensar<br />

que vendería la miel y que, con lo que le diesen, compraría una partida de<br />

huevos, de los cuales nacerían gallinas, y que luego, con el dinero que le<br />

diesen por las gallinas, compraría ovejas, y así fue comprando y vendiendo,<br />

siempre con ganancias, hasta que se vio más rica que ninguna de sus vecinas.<br />

/ Luego pensó que, siendo tan rica, podría casar bien a sus hijos e hijas, y que<br />

iría acompañada por la calle de yernos y nueras y, pensó también que todos<br />

comentarían su buena suerte pues había llegado a tener tantos bienes aunque<br />

había nacido muy pobre. / Así, pensando en esto, comenzó a reír con mucha<br />

alegría por su buena suerte y, riendo, riendo, se dio una palmada en la frente,<br />

la olla cayó al suelo y se rompió en mil pedazos. Doña Truhana, cuando vio la<br />

olla rota y la miel esparcida por el suelo, empezó a llorar y a lamentarse muy<br />

amargamente porque había perdido todas las riquezas que esperaba obtener<br />

de la olla si no se hubiera roto. Así, porque puso toda su confianza en<br />

fantasías, no pudo hacer nada de lo que esperaba y deseaba tanto”.<br />

Revelador Ejemplo éste para cada cual que a veces se deja llevar por<br />

fantasías, imaginándose un futuro promisorio pleno de realización, y luego con<br />

el tiempo ocurre que acabamos estrellándonos con una realidad que ha<br />

resultado contrapuesta.<br />

Este relato, como muchos de los así llamados “Ejemplos” del Conde de<br />

Lucanor, nos sirve para estar atentos a esa inclinación a la fantasía de uno<br />

mismo y a habitar en mundos de ficción, y en este caso para traernos a la<br />

memoria de que simplemente no nos ocurra lo de doña Truhana.<br />

322. Noveno Ejemplo de los Cuentos del Conde de Lucanor.


En la Colección de Cuentos del Conde de Lucanor de Juan Manuel, del siglo<br />

14, el Noveno Ejemplo tiene que ver con la preocupación que tiene el Conde<br />

por una antigua rencilla que tiene con un vecino, mas se ha dado la ocasión<br />

que un caballero más poderoso que ellos los amenaza y les puede infligir<br />

mucho daño, a lo cual responde su consejero Patronio con el relato de un<br />

Cuento, que dice así:<br />

“Señor conde -comenzó Patronio-, dos caballeros que estaban en Túnez<br />

con el infante don Enrique eran muy amigos y vivían juntos. Estos dos<br />

caballeros no tenían sino un caballo cada uno, y mientras ellos se estimaban y<br />

respetaban, sus caballos se tenían un odio feroz. Como los caballeros no eran<br />

tan ricos que pudieran pagar estancias distintas, y por la malquerencia de sus<br />

caballos no podían compartirlas, llevaban una vida muy enojosa. Cuando pasó<br />

cierto tiempo y vieron que no había solución, se lo contaron al infante don<br />

Enrique y le pidieron como favor que echara aquellos caballos a un león que<br />

tenía el rey de Túnez. / Don Enrique habló con el rey de Túnez, que les pagó<br />

muy bien los caballos y los mandó meter en el patio donde estaba el león. Al<br />

verse los caballos juntos en aquel lugar, antes de que el león saliese de su<br />

jaula empezaron a pelear con mucha ira. Estando en lo más violento de su<br />

pelea, abrieron la jaula del león y, cuando los caballos lo vieron suelto por el<br />

patio, se echaron a temblar y se fueron acercando el uno al otro. Cuando<br />

estuvieron juntos, se quedaron así un rato y luego se lanzaron los dos contra el<br />

león, al que atacaron con cascos y dientes de modo tan violento que hubo de<br />

buscar refugio en su jaula. Los dos caballos quedaron sin daño, porque el león<br />

no pudo herirlos ni siquiera levemente y, después de esto, los dos caballos se<br />

hicieron tan amigos que comían en el mismo pesebre y dormían juntos en la<br />

misma cuadra, aunque era muy pequeña. Esta amistad nació entre ellos por el<br />

miedo que les produjo la presencia del león.”<br />

Siempre en estos Cuentos o Ejemplos, el consejo de Patronio se agrega<br />

a continuación del relato, pero por lo general resulta demasiado evidente. En<br />

este caso sólo destacaría que junto con decir este consejo que conviene aliarse<br />

con quien es tu enemigo en aras de hacer una común defensa contra un<br />

tercero, una vez que ambos han logrado sortear el peligro conviene que sigas<br />

atento al proceder de tu antiguo enemigo, ya que es posible que vuelva a<br />

comportarse como lo hacía antes.<br />

Lo que prevalece pues en los Cuentos del Conde de Lucanor es la<br />

prudencia y la sensatez, como especialmente en este caso.<br />

El Ejemplo, expuesto, el Noveno, es iluminador para eventuales<br />

situaciones en que nos podemos encontrar. Él vale tanto para relaciones<br />

humanas con nuestras personas próximas, con nuestros conocidos en los<br />

distintos círculos en que nos desenvolvemos, como también en lo que atañe a<br />

las relaciones internacionales. La II Guerra Mundial no la podrían haber ganado<br />

los Aliados si no hubiera sido justo a través de una Alianza entre las potencias<br />

occidentales y Rusia. Pero, por otra parte, cabe aducir respecto de este caso<br />

que las potencias occidentales no tomaron bien en cuenta nuestro Noveno<br />

Ejemplo, ya que si antes de la Guerra hubo enemistad, esta habría de<br />

continuar después de ella, lo cual fue suscitado principalmente a partir de la<br />

construcción del Muro de Berlín.<br />

323.Diferencia entre fatalidad y destino.


Escuchemos primero a Dantón que, con sus palabras, claramente presagia su<br />

trágico final:<br />

“Muchas veces la frente que esperaba ceñir una corona de laurel se ve<br />

ensangrentada por una corona de espinas”.<br />

Estamos hablando de Georges-Jacques Danton, nacido en 1759 y<br />

guillotinado el 5 de Abril de 1794, con apenas 34 años de edad. El que fuera<br />

Ministro de Justicia y que en la Francia revolucionaria llegó en algún momento<br />

a detentar el mayor poder en la nación. El que hubiera firmado la sentencia a<br />

muerte de Luis XVI, aunque antes había sido partidario del destierro. El que<br />

fuera amigo y de la misma línea que Robespierre, y fue finalmente el propio<br />

Robespierre quien firmó su sentencia de muerte. Hacia 1793 Danton se había<br />

alineado con los así llamados “indulgentes” que procuraban una política<br />

moderada y acabar con el terror. Las últimas palabras de Danton, antes de<br />

subir al cadalso, fueron: “No olvidéis, sobre todo no olvidéis de mostrar mi<br />

cabeza al pueblo; merece la pena”.<br />

Escuchemos a continuación tres <strong>pensamientos</strong> de Goethe en torno a la<br />

fatalidad:<br />

“El bien y el mal acontecen siempre al hombre cuando menos lo piensa;<br />

ni aun al anunciársenos, creemos ni en uno ni en otro”.<br />

“A pesar de no tener pelo de tontos, hemos visto destruir todo aquello<br />

que más procurábamos conservar”.<br />

“Los hombres cuerdos y prudentes ceden a la ley imperiosa de lo que no<br />

tiene remedio. Sobre los espítirus de la generalidad de los mortales ejerce una<br />

fuerza incontratable el hecho consumado y lo que hasta ahora imposible<br />

parece, una vez realizado se impone a la generalidad”.<br />

Quizás en las palabras de Danton sobre el cambio de la corona de laurel<br />

por una corona de espinas pesa más la fatalidad, mientras que en Goethe más<br />

bien la idea de destino, considerando que este último es menos rígido y<br />

específico que la primera. Por lo mismo, probablemente el destino es más<br />

abierto y se eleva más a un plano espiritual que la fatalidad, la cual tiende más<br />

a materializarse y hacerse efectiva en algo muy particular y concreto.<br />

Y ahora unas reflexiones en torno al destino de Cervantes:<br />

“Deje caminar a su hijo por donde su estrella le llama”.<br />

“Y está muy puesto en razón; / que el quiere porfiar / contra su estrella,<br />

ha de dar / coces contra el aguijón”.<br />

“/…/ porque las desgracias / traen su corriente de lejos / y no existe<br />

ciencia humana / que prevenga su remedio”.<br />

También Cervantes reconoce la posibilidad del hombre como forjador de<br />

su propio destino. Y justo porque es así, reconocemos en ella diferencias entre<br />

destino y fatalidad (tengamos de todos modos en cuenta que Cervantes<br />

distingue a la vez entre destino y fortuna). Podríamos decir que esto se explica<br />

porque fatalidad y fortuna van de la mano. Ello se debe al hecho de estar más<br />

apegadas al acontecer concreto, pudiendo dar lugar ello a lo fasto y lo nefasto.<br />

El destino, al contrario, corresponde a los más altos designios. Escuchemos<br />

pues nuevamente a Cervantes decir brevemente que:<br />

“Cada cual se fabrica su destino, no tiene aquí Fortuna alguna parte”.<br />

324.Comenzamos hablando distinto y terminamos haciendo la guerra.<br />

Ya en el siglo XVIII el filólogo británico William Jones comenzó a plantear que<br />

habría un tronco común lingüístico indoeuropeo en función de semejanzas entre


el sánscrito, el latín, el griego y el persa antiguo o zendo. Se suman a ello el<br />

armenio, hitita y frigio. Posteriormente continuaría Franz Bopp en la misma línea.<br />

Veamos estas semejanzas en concreto, por de pronto en relación con la palabra<br />

‘perro’. Todos los antiguos pueblos mencionados ya habían domesticado este<br />

animal y lo llaman de modo muy similar con una raíz común: en sánscrito ‘svan’,<br />

en lituano ‘szun’, en irlandés arcaico ‘cun’, en griego ‘xün’ o ‘kynos’, en latín<br />

‘canis’, en antiguo alemán ‘hun’, en inglés ‘hound’.<br />

En las palabras ‘padre’ y ‘madre’ se advierte claramente el tronco común:<br />

‘pítar’ y ‘mátar’ en sánscrito, ‘háir’ y ‘máir’ en armenio, ‘pátros’ y ‘méter’ en griego,<br />

‘pater’ y ‘mater’ en latín, ‘Vater’ y ‘Mutter’ en alemán, ‘father’ y ‘mother’ en inglés.<br />

Pero luego comienza la separación: la cabra ‘caper’ se extiende al celta y<br />

al teutón, mientras que en los demás idiomas indoeuropeos tiene un nombre<br />

similar a la palabra griega ‘ahúx’.<br />

En el caso del cobre la palabra antigua era ‘aes’, ‘aiz, ‘erz’, ‘ayas’, pero se<br />

impuso el nombre semítico ‘cobre’. En el latín antiguo todavía se mantuvo ‘aes’,<br />

pero en el latín popular se impuso ‘cuprum’.<br />

En el caso del oro, el latín ‘aurum’ es similar al sánscrito ‘auranyia’ y el<br />

persa ‘zauranya’, en cambio de los teutones proviene ‘gulth’, en inglés ‘gold’.<br />

La historiadora Natalia Navarrete, de cuyo libro Historia de Occidente<br />

extraemos estos datos, dice de manera elocuente que: “El lenguaje, como un fósil<br />

del espíritu, conservó el pasado de las razas”, y agrega respecto del surgimiento<br />

de los arios:<br />

“Así, llegó a surgir la teoría del origen común de todos los pueblos de<br />

lenguas indoeuropeas, conocida con el nombre de Teoría de los Arios. Se supuso<br />

que el centro de dispersión de las razas que hablan o hablaron una lengua<br />

indoeuropea, habría sido la región crucial entre el Cáucaso y Ucrania, al sur de<br />

Rusia, desde donde partieron sucesivas migraciones, unas hacia Persia y la<br />

India, otras hacia Europa; otras, a través de la Irania, avanzaron al Asia Menor<br />

(Elamitas, Cassitas, Hititas, Medos y Persas)”.<br />

De este tronco común se desprendieron distintas razas que poblaron<br />

Europa. Dice la historiadora Navarrete:<br />

“Hacia el oeste se habrían desprendido los Teutones, Celtas, Vénetos e<br />

Italiotas, que llegan al extremo oeste de Europa. A esta oleada siguió otra de<br />

Letones, Dacios, Ilirios y Helenos (el conjunto de naciones de lengua<br />

indoeuropea que llegó a constituir la raza griega); la tercera dislocación fue la<br />

de los Tracios y Eslavos; finalmente, los últimos que partieron hacia el Oeste<br />

fueron los Sármatas, Cimerios y Escitas”.<br />

Vistas las cosas de esta forma, y tomando en cuenta este común origen<br />

racial y lingüístico, advertimos la verdad simbólica que contiene el relato de la<br />

Torre de Babel del capítulo 11 del Génesis. De todos modos, ya la construcción<br />

de la Torre, cuyo gestor fue Nemrod, constituía una desmesura, ya con ella los<br />

hombres pretendían alcanzar el cielo. Y así como en este relato de la común a<br />

la dispersión de lenguas, se llega al final también a la discordia y a la guerra.<br />

325.Materialismo histórico.<br />

El materialismo histórico corresponde a una teoría que ya se había desarrollado<br />

antes de Karl Marx en la teoría de la historia y antropología. Aunque Marx viene a<br />

ser su autor principal, el materialismo histórico no se circunscribe por lo tanto al<br />

marxismo. En lo fundamental, esta teoría plantea que los cambios históricos se<br />

deben a los cambios parejos de los modos de producción y no a la conciencia, el


arte, la religión, la ciencia, todo lo cual correspondería más bien a una<br />

superestructura. Las fases del materialismo histórico serían: comunismo primitivo,<br />

despotismo oriental, esclavismo, feudalismo, capitalismo, y a ellos le seguirían el<br />

socialismo y el comunismo.<br />

En el Prólogo de la obra Contribución a la crítica de la economía, de 1859,<br />

de Marx, nos dice él:<br />

“En la producción social de su vida, los hombres contraen determinadas<br />

relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de<br />

producción que corresponden a una determinada fase de desarrollo de sus<br />

fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción<br />

forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la que se<br />

levanta la superestructura jurídica y política, y a la que corresponden<br />

determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida<br />

material condiciona el proceso de la vida social, política y espiritual en general.<br />

No es la conciencia del hombre la que determina su ser, sino, por el contrario,<br />

el ser social es lo que determina su conciencia. Al llegar a una determinada<br />

fase de desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en<br />

contradicción con las relaciones de producción existentes, o, lo que no es más<br />

que la expresión jurídica de esto, con las relaciones de propiedad dentro de las<br />

cuales se han desenvuelto hasta allí. De formas de desarrollo de las fuerzas<br />

productivas, estas relaciones se convierten en trabas suyas. Y se abre así una<br />

época de revolución social. Al cambiar la base económica se revoluciona, más<br />

o menos rápidamente, toda la inmensa superestructura erigida sobre ella.<br />

Cuando se estudian esas revoluciones, hay que distinguir siempre entre los<br />

cambios materiales ocurridos en las condiciones económicas de producción, y<br />

que pueden apreciarse con la exactitud propia de las ciencias naturales, y las<br />

formas jurídicas, políticas, religiosas, artísticas o filosóficas, en una palabra, las<br />

formas ideológicas en que los hombres adquieren conciencia de este conflicto y<br />

luchan por resolverlo. Y del mismo modo que no podemos juzgar a un individuo<br />

por lo que él piensa de sí, no podemos juzgar tampoco a estas épocas de<br />

revolución por su conciencia, sino que, por el contrario, hay que explicarse esta<br />

conciencia por las contradicciones de la vida material, por el conflicto existente<br />

entre las fuerzas productivas sociales y las relaciones de producción”.<br />

Con ello sale a luz la tesis básica probablemente de mayor relevancia<br />

que se ha discutido en relación con el marxismo: si efectivamente son las<br />

condiciones materiales de los modos de producción lo determinante de los<br />

cambios históricos, y no por ejemplo la religión o el mito. ¿No implica ello<br />

desconocer el poder configurador histórico que han tenido estos últimos? ¿Y no<br />

estrella de este modo la tesis básica del marxismo precisamente con las<br />

evidencias históricas?<br />

326.Eugen Fink sobre el materialismo histórico.<br />

El filósofo Eugen Fink describe en los siguientes términos lo propio del<br />

materialismo histórico, centrándose en el fenómeno del trabajo. Dice así:<br />

“Y un tipo de perspectiva de las cosas humanas en general, que se<br />

realiza ante todo bajo la óptica del trabajo, y que conoce la materia terrenal de<br />

acuerdo a la acción sensóreo-corporal del trabajar y no según el sustrato<br />

objetivo, materia terrenal a partir de la cual se mueve y configura<br />

históricamente la sociedad humana, es el “materialismo histórico”. Él no<br />

constituye una tesis especulativa al modo de que el “material”, la materia en el


sentido corriente, sea la realidad única, esencial; él no constituye una<br />

absolutización-de-la-naturaleza, y, por lo pronto, tampoco la hipótesis absoluta<br />

de una naturaleza independiente del hombre, a saber, de su sustrato concebido<br />

físicamente. El “materialismo histórico” entiende el trabajo como la decisiva<br />

fuerza fundamental del hombre configuradora de la historia, ve por ello en la<br />

economía, en el proceso laboral, la manifestación esencial de la libertad<br />

humana, ve en las formas sociales desfiguradas y desnaturalizadas de la<br />

organización laboral, en tanto están superpuestas por constelaciones feudales<br />

de poder, el fulminante revolucionario de un desarrollo histórico, que finalmente<br />

tendría que conducir a la liberación del trabajador y a la autoconciencia del<br />

trabajo humano. Ni la “historia de las ideas”, ni la historia de la religión, del arte,<br />

de la filosofía, revela el centro de la historia; todo ello sería una “super<br />

estructura ideológica” sobre la economía que se modifica históricamente, un<br />

reflejo conciente de procesos duros, fácticos, en el mundo laboral humano. Sin<br />

duda se oculta en la doctrina del “materialismo histórico” una fuerza inmensa,<br />

porque aquí, aunque de manera extremadamente unilateral, se remite a un<br />

fenómeno fundamental de la existencia humana, a saber, en un tiempo que<br />

parece pertenecerle a la técnica”.<br />

A Fink le interesa centrar su reflexión en torno al materialismo histórico<br />

en el trabajo, considerando que para él éste es uno de los fenómenos<br />

existenciales humanos. Y como sucede que además hemos llegado a vivir en<br />

una sociedad que, ante todo, es laboral, tanto más peso cobra esto. En la<br />

misma línea leemos en el Prólogo a la Contribución a la crítica de la economía,<br />

de 1859, de Marx, estas palabras de él:<br />

“Ninguna formación social desaparece antes de que se desarrollen todas<br />

las fuerzas productivas que caben dentro de ella, y jamás aparecen nuevas y<br />

más altas relaciones de producción antes de que las condiciones materiales de<br />

su existencia hayan madurado en el seno de la propia sociedad antigua. Por<br />

eso, la humanidad se propone siempre únicamente los objetivos que puede<br />

alcanzar, pues, bien miradas las cosas, vemos siempre que estos objetivos<br />

sólo brotan cuando ya se dan o, por lo menos, se están gestando, las<br />

condiciones materiales para su realización”.<br />

Con todo, tratándose del papel que les cabe a los modos de producción<br />

o al trabajo ¿reflejarán ellos, por sí sólos, la determinación fundamental de la<br />

sociedad y de la existencia humana? ¿No podría ser esto justo al revés? ¿No<br />

hay otras determinaciones, como juego, saber, creación, fe, mito que podrían<br />

ser las que verdaderamente representarían el fundamento del cual resultarán<br />

unos modos de producción acordes con ello? Pensemos en los países<br />

islámicos, por ejemplo: ¿no parece ser la religión allí lo que fundamentalmente<br />

configura esas sociedades?<br />

Pienso que lo que de veras es propiamente filosófico es sacar a luz<br />

estas preguntas, antes de quedar encerrados y guarnecidos en alguna posición<br />

particular.<br />

327. Décimo Ejemplo de los Cuentos del Conde de Lucanor.<br />

En la Colección de Cuentos del Conde de Lucanor de Juan Manuel, del siglo<br />

14, el Décimo Ejemplo tiene que ver con la preocupación que tiene el Conde<br />

por cierta situación de pobreza en la que se encuentra, a lo cual responde su<br />

consejero Patronio con el relato de un Cuento, que dice así:


“Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, para que encontréis consuelo<br />

cuando eso os ocurra, os convendría saber lo que les ocurrió a dos hombres<br />

que fueron muy ricos. / El conde le pidió que le contase lo que les había<br />

sucedido. / Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, uno de estos hombres llegó a<br />

tal extremo de pobreza que no tenía absolutamente nada que comer. Después<br />

de mucho esforzarse para encontrar algo con que alimentarse, no halló sino<br />

una escudilla llena de altramuces /o sea arvejas/. Al acordarse de cuán rico<br />

había sido y verse ahora hambriento, con una escudilla de altramuces como<br />

única comida, pues sabéis que son tan amargos y tienen tan mal sabor, se<br />

puso a llorar amargamente; pero, como tenía mucha hambre, empezó a<br />

comérselos y, mientras los comía, seguía llorando y las pieles las echaba tras<br />

de sí. Estando él con este pesar y con esta pena, notó que a sus espaldas<br />

caminaba otro hombre y, al volver la cabeza, vio que el hombre que le seguía<br />

estaba comiendo las pieles de los altramuces que él había tirado al suelo. Se<br />

trataba del otro hombre de quien os dije que también había sido rico. / Cuando<br />

aquello vio el que comía los altramuces, preguntó al otro por qué se comía las<br />

pieles que él tiraba. El segundo le contestó que había sido más rico que él,<br />

pero ahora era tanta su pobreza y tenía tanta hambre que se alegraba mucho<br />

si encontraba, al menos, pieles de altramuces con que alimentarse. Al oír esto,<br />

el que comía los altramuces se tuvo por consolado, pues comprendió que<br />

había otros más pobres que él, teniendo menos motivos para desesperarse.<br />

Con este consuelo, luchó por salir de su pobreza y, ayudado por Dios, salió de<br />

ella y otra vez volvió a ser rico”.<br />

Este Cuento interpreta probablemente a cada cual. En la sencillez de su<br />

exposición, característica en general de los Cuentos del Conde de Lucanor,<br />

aparecidos nada menos que en 1335, probablemente nos ayuda a detenernos a<br />

aquilatar lo que tenemos, lo cual siendo en tantos casos nada o casi nada, sin<br />

embargo no advertimos torpemente lo mucho que es tal vez eso poco que<br />

tenemos. Y, claro está, nos ayuda a aquilatar adecuadamente esta situación,<br />

cuando vemos a algún otro que tiene aun menos. Por otra parte, esta misma<br />

actitud nos ayuda a tener una mejor disposición para abrirnos a la posbilidad de<br />

que vengan tiempos mejores.<br />

En una de las ediciones, la de Juan Vicedo, el editor, nos dice éste lo<br />

siguiente acerca de estos Cuentos o Ejemplos:<br />

“Este libro fue escrito por don Juan, hijo del muy noble infante don<br />

Manuel, con el deseo de que los hombres hagan en este mundo tales obras<br />

que les resulten provechosas para su honra, su hacienda y estado, así como<br />

para que encuentren el camino de la salvación. Con este fin escribió los<br />

cuentos más provechosos que él sabía, para que los hombres puedan guiarse<br />

por medio de ellos, pues sería extraño que a alguien le sucediera alguna cosa<br />

que no se parezca a alguna de las contadas aquí”.<br />

328. Undécimo Ejemplo de los Cuentos del Conde de Lucanor.<br />

En la Colección de Cuentos del Conde de Lucanor de Juan Manuel, del siglo<br />

14, el Undécimo Ejemplo tiene que ver con la preocupación que tiene el Conde,<br />

dado que alguien le pidió ayuda con la promesa de devolverle posteriormente<br />

el favor. A ello responde Patronio con el relato de un Cuento, que trata de un<br />

deán (un canónigo) que deseaba aprender el arte de la nigromancia (la práctica<br />

de adivinar el futuro invocando los muertos). Entonces viajó a Toledo donde se<br />

encontraba el mago llamado Illán. El mago lo recibió muy acogedoramente y lo


invitó a almorzar. Recién en la sobremesa pudo el deán exponer el motivo de<br />

su visita, diciendo que quería aprender el arte de nigromancia y agregando que<br />

lo recompensaría por ello. A ello replicó don Illán, diciéndole que los que<br />

prometen algo, cuando alcanzan dignidades más altas y prosperan mucho, no<br />

cumplen sus promesas. Mas, el deán aseguró que si lo haría.<br />

El mago le propuso, después de tratar de éste y otros temas, que, con el<br />

objeto de enseñar la nigromancia, tenían que retirarse a un lugar muy apartado.<br />

A continuación el mago llamó a una criada y le pidió que para la cena preparara<br />

unas perdices, pero que las asase recién cuando él se lo ordenara. Entonces<br />

invitó al deán a bajar por unas escaleras, y bajaron tanto que pareció que<br />

llegaron hasta un lugar mucho mas bajo que el río Tajo. Ahí había una amplia<br />

estancia con biblioteca. Entonces comienzan a suceder una serie de singulares<br />

eventos. Primero se presentan dos hombres que le dicen al deán que su tío, el<br />

arzobispo, está gravemente enfermo, mas el deán no quizo abandonar de<br />

inmediato sus estudios recién iniciados y decidió postergar la visita a su tío<br />

para unos días más tarde. Tras tres o cuatro días llegaron otros hombres<br />

trayendo una carta en que al deán se le comunicaba la muerte de su tío y se<br />

agregaba que lo más probable es que se le nombrara su sucesor. Esto sucede<br />

a continuación, tras otros tantos días. Al enterarse de ello el mago le pidió que<br />

concediese la vacante del deanazgo que quedaba a un hijo suyo, pero el<br />

nuevo arzobispo le pidió comprensión al mago, ya que nombraría deán a un<br />

hermano suyo, y el pidió a la vez que se fuera él con su hijo, acompañándolo a<br />

Santiago de Compostela. Así lo hizo don Illán.<br />

En lo que sigue, y a lo largo de los años, se van sucediendo muchos<br />

sucesivos nombramientos, y el antiguo deán va alcanzando dignidades cada<br />

vez más altas. Y en cada oportunidad vez el mago le recuerda su promesa al<br />

antiguo deán, así cuando es nombrado cardenal, y éste le va respondiendo que<br />

nombrará a un tío y luego otro tío más, dándose las cosas del mismo modo<br />

cuando finalmente el antiguo deán es nombrado papa en Roma. Don Illán, que<br />

lo ha seguido a todas partes le reprocha al ahora papa no haber cumplido<br />

nunca su promesa, debido a lo cual el papa se enoja tanto que lo amenaza con<br />

hacerlo encarcelar bajo la acusación de la práctica de la nigromancia. Don Illán<br />

se da cuenta finalmente que nada podía esperar de él y que ni siquiera le daba<br />

dinero para comer en el camino de vuelta. Entonces llama a la criada<br />

ordenándole que había llegado la hora de asar las perdices. Y el relato termina<br />

así. El texto dice:<br />

“Cuando don Illán dijo esto, se encontró el papa en Toledo, como deán<br />

de Santiago, tal y como estaba cuando allí llegó, siendo tan grande su<br />

vergüenza que no supo qué decir para disculparse. Don Illán lo miró y le dijo<br />

que bien podía marcharse, pues ya había comprobado lo que podía esperar de<br />

él, y que daría por mal empleadas las perdices si lo invitase a comer”.<br />

(hasta aquí grabacion del lunes 3 de marzo de 2008).<br />

329.El estudiante Sand asesina a Kotzebue.<br />

El 23 de Marzo de 1819 el estudiante de teología Karl Ludwig Sand asesina con<br />

un cuchillo al dramaturgo August-Friedrich von Kotzebue en Mannheim, Alemania<br />

(muy cerca de Heidelberg). Se trata de un coflicto político. Kotzebue, de ideas<br />

conservadoras, venía criticando el movimiento liberal en Alemania, y junto con<br />

ello criticaba la presencia de este movimiento en las Burschenschaften alemanas<br />

– la institución de jóvenes estudiantes universitarios. Debido a esto, Kotzebue


tiene que refugiarse en Mannheim, pero hasta allá lo persigue el estudiante Sand,<br />

para asesinarlo.<br />

Kotzebue había nacido en Weimar en 1761. Una vez recibido como<br />

abogado, a través del embajador de Prusia pasó a ser secretario del gobernador<br />

de San Petersburgo. Casó con una rusa y después de San Petersburgo vive en<br />

Estonia, donde ocupará un cargo muy importante, como jefe e la magistratura.<br />

Luego vivió en Paris y Maguncia, Alemania. Pero, Kotzebue destaca más que<br />

nada por sus obras teatrales, algunas de las cuales – por ejemplo, “El extraño” y<br />

“Odio humano y arrepentimiento” – tienen pronto éxito tanto en Alemania como<br />

en el extranjero, en particular en Inglaterra y Estados Unidos.<br />

Kotzebue, al parecer, tenía cierto carácter difícil pues cuando asume como<br />

dramaturgo en el Teatro de la Corte en Viena, entra en dificultades con los<br />

actores y tiene que renunciar. Cuando posteriormente tiene la intención de<br />

radicarse en su ciudad natal – Weimar – probablemente en vistas de haber sido<br />

un crítico del romanticismo, se encuentra con la resistencia de Goethe.<br />

Finalmente nuestro dramaturgo se radica en Mannheim, donde habrá de<br />

encontrar la muerte a manos del estudiante Sand. Éste habrá de ser<br />

posteriormente ejecutado en la misma Mannheim. Karl Ludwig Sand era a la<br />

sazón un estudiante de 25 años, nacido en Wunsiedel, Prusia, y el menor de 8<br />

hermanos, de los cuales murieron tres.<br />

Las consecuencias políticas del asesinato de Kotezebue son enormes. Por<br />

de pronto se aprueban las Leyes de Karlsbad, a instancias de Metternich, ya que<br />

el territorio de Mannheim y Heidelberg se encontraba entonces bajo el dominio<br />

habsburgo. Estas leyes permiten una serie de drásticas medidas de persecución<br />

de los liberales. Mas, como suele suceder, por la contraparte, estas mismas<br />

leyes, le dan todavía más fuelle al movimiento.<br />

Lo que habla de lo poderoso que era en esos momentos el movimiento<br />

liberal en Alemania, al que se unía el fervor patriótico tras la caída de Napoleón, y<br />

el antisemitismo, es como después del asesinato del estudiante Sand, éste<br />

comienza a ser cada vez más glorificado. Y esto sobre todo sucede tras su<br />

ejecución, especialmente en Heidelberg, la ciudad universitaria, vecina de<br />

Mannheim.<br />

Rüdiger Safranski describe estos excesos posteriores a la ejecución,<br />

recordando que el propio verdugo que ejecutó a Sand, estaba posteriormente tan<br />

arrepentido que construyó una casa en unos viñedos aledaños de Heidelberg con<br />

las tablas y vigas del cadalso. Y esta casa comenzó desde entonces a ser<br />

visitada por los estudiantes universitarios durante los años venideros. A su vez<br />

mucha gente de Heidelberg y sus estudiantes en particular adquirían objetos que<br />

estaban teñidos con la sangre del estudiante ejecutado por la espada.<br />

330.Historia y vida según Nietzsche.<br />

Este tema lo podríamos llamar en una primera aproximación: “De cómo<br />

escribimos la historia según Nietzsche”. En ello nos basamos en su escrito De<br />

lo conveniente e inconveniente de la historiografía para la vida de 1874, que es<br />

parte de su obra Contemplaciones intempestivas.<br />

Nietzsche parte aquí por recordar las siguientes palabras de Goethe:<br />

“A propósito, me resulta odioso todo aquello que sólo me enseña, sin<br />

que acreciente mi actividad o la vivifique inmediatamente” (p.245). 14<br />

14 Friedrich Nietzsche, Vom Nutzen und Nachteil der Historie für das Leben (De lo conveniente e<br />

inconveniente de la historiografía para la vida), en: Unzeitgemässe Betrachtungen (Contemplaciones


Por de pronto reconoce Nietzsche que estas palabras sirven de<br />

orientación para desarrollar la cuestión de lo conveniente o inconveniente de<br />

los estudios historiográficos para la vida, ya que, como dice ese enunciado y<br />

título de este escrito, se trata de que esos estudios nos sirvan para la vida, en<br />

cierto modo, nos ayuden a vivir mejor.<br />

Y si esta inquietud está planteada en estos términos, esto tiene su<br />

justificación en que muy frecuentemente aquellos estudios no tienen tal<br />

propósito, y suelen estar animados por una erudición que se solaza consigo<br />

misma. Escuchemos cómo lo dice Nietzsche:<br />

“Ciertamente necesitamos la historiografía, pero la necesitamos de otro<br />

modo que el habitual ocioso la necesita en el jardín del saber, aunque éste mire<br />

aristocráticamente hacia abajo nuestras toscas y poco agraciadas necesidades.<br />

Esto quiere decir que necesitamos de la historiografía para la vida y para la<br />

acción, no para el cómodo retraimiento de la vida y de la acción o para el<br />

embellecimiento de la vida que se apetece a sí misma y de la cobarde y mala<br />

acción. Sólo en tanto la historiografía le sirva a la vida, queremos nosotros<br />

servirle /.../” (ib.).<br />

Nietzsche enfrenta con ello la característica erudición de la historiografía,<br />

que se solaza en un saber de mil y una cosas, saber que ulteriormente se<br />

ostenta ante los otros y que suele servir para impactar y producir una fuerte<br />

impresión en los demás. Y ello está planteado por Nietzsche en el siglo que a<br />

él le tocara vivir, el siglo XIX, en que la historiografía se acrecienta hasta tal<br />

punto que comienza a desbordar.<br />

La clasificación de la historiografía que el pensador nos propone en este<br />

escrito, a saber, historiografía anticuaria, monumentalista y crítica contribuye a<br />

su vez a pensar la relación entre historiografía y vida. Podemos nada que<br />

conservar la venerable tradición y considerar que en lo propio – mi país, mi<br />

ciudad, el puente que hay en ella, su catedral, el colegio y la universidad en las<br />

que estudié – en todo ello está la verdad y los parámetros de todo lo que vale<br />

para mí, como ocurre con el estilo historiográfico anticuario. En este<br />

tradicionalismo anticuario la vida queda en cierto modo anquilosada. Podemos<br />

también monumentalizar ciertos acontecimientos y considerarlos como hitos<br />

fundacionales de la nación, como en el estilo monumentalista. En ello está más<br />

presente la vida, pero a la vez en términos de una ficción que hemos<br />

construido. Podemos, por último, poner en tela de juicio el devenir histórico<br />

habido hasta aquí, para abrirnos hacia nuevas posibilidades futuras, como en el<br />

estilo crítico. Y es aquí donde probablemente la vida se hace más plenamente<br />

presente, en cierto modo, se vuelve rediviva.<br />

331.Historia e historiografía.<br />

Cabe preguntarse si cuando Nietzsche escribe uno de sus textos primerizos:<br />

“De la utilidad e inutilidad de la historiografía para la vida” efectivamente se<br />

está limitando en ello sólo a la historiografía, vale decir, la escritura e<br />

interpretación de la historia, o no será que también remite esto a la historia<br />

propiamente tal. Pienso que esto último es lo que vale, y ello aunque el propio<br />

Nietzsche diga en el título de su texto: ‘Historie’, ‘historiografía’ y no<br />

‘Geschichte’, ‘historia’.<br />

intempestivas), en: Sämtliche Werke (Obras completas), vol. 1, Deutscher Taschenbuch Verlag de<br />

Gruyter, München, 1988.


Con todo, cabe agregar que solemos usar la palabra ‘historia’ para<br />

referirnos indistintamente a los hechos o a la interpretación de éstos, y esto<br />

amerita nuestra atención, por cuanto normalmente encontramos en distintos<br />

ámbitos una nítida separación entre los hechos, los fenómenos, las cosas y el<br />

estudio, la explicación o la interpretación que se hace de ellos: así en las<br />

ciencias, por ejemplo, si decimos ‘bio-logía’, ‘socio-logía’ o ‘psico-logía’ la<br />

alusión al ‘logos’ que hay en cada uno de estos términos hace referencia a que<br />

se trata de un plano del lenguaje, de la explicación de los fenómenos<br />

concernientes a la vida, a la sociedad o a nuestra psiquis.<br />

Entonces, podemos preguntarnos: cómo así no se cumple lo mismo con<br />

la ‘historia’, ya que si la distinguimos de lo que hemos llamado más arriba<br />

‘historiografía’, lo cierto es que la recurrencia a este término es relativamente<br />

artificial y en general de escaso uso. De hecho, las facultades y departamentos<br />

en los que se estudia la historia se llaman también “Facultad o Departamento<br />

de Historia” y no de “Historiografía”, y lo mismo se observa en distintos idiomas<br />

europeos. La verdad es que el término que citábamos más arriba y que usa<br />

Nietzsche para salvar esta situación – ‘Historie’ – prácticamente nadie lo usa.<br />

El supuesto que anteriormente planteaba de que Nietzsche estaría<br />

hablando no sólo de la utilidad e inutilidad de la historiografía para la vida sino<br />

de la historia misma, la historia de los hechos concretos, con todo el drama que<br />

ello involucra, se apoya en distintos pasajes del texto nietzscheano, en los que,<br />

por ejemplo, parece estar más en juego el actor de la historia que su cronista,<br />

escritor, intérprete o profesor. Así sobre todo en lo que Nietzsche plantea de<br />

modo tremendamente lúcido de entrada: que la gran historia es la que proviene<br />

de lo “a-histórico”, es decir, de un estar plenamente volcado al acontecer<br />

inmediato, sin que nos esté determinando entonces sobre todo la mirada vuelta<br />

hacia atrás, en términos más que nada de cuestionarnos entonces si acaso se<br />

justificaría o no lo que estamos a punto de hacer – saltar a las filas enemigas,<br />

clavar una bandera o hacer una barricada. Nietzsche plantea con mucha fuerza<br />

que si lo genuinamente histórico no provendría de lo a-histórico, nada grande<br />

habría en la historia. Y bien digo, en la historia, ya que al parecer no se trata<br />

aquí de historiografía, o en el mejor de los casos, sólo secundariamente.<br />

332. ¿Qué es eso de las “contemplaciones intempestivas” de Nietzsche?.<br />

Al Nietzsche le preocupa el nexo entre historia y vida, que ambos estén<br />

íntimamente vinculados, y por eso el título de su escrito de 1873 “De la utilidad<br />

e inutilidad de la historiografía para la vida”. En este contexto Nietzsche parte<br />

por citar a Goethe. Escuchemos:<br />

““Por lo demás, detesto todo aquello que únicamente me instruye pero<br />

sin acrecentar o vivificar de inmediato mi actividad”. Estas son palabras de<br />

Goethe que, como un Ceterum censeo cordialmente expresado, pueden servir<br />

de introducción a nuestra consideración sobre el valor y el no-valor de la<br />

historia”. HAN<br />

Aclaremos que „Ceterum censeo Carthaginem esse delendam“,<br />

traducido: „Por lo demás estimo que Cartago tiene que ser destruido“, es una<br />

sentencia que Catón pronunciaba al final de cada sesión del senado romano,<br />

independiente del tema que se estuviera tratando. Finalmente el senado<br />

aprobó esa destrucción lo que condujo a la Tercera Guerra Púnica y la<br />

consiguiente destrucción.


Y continúa Nietzsche con sus disquisiciones preliminares en el Prólogo<br />

al texto sobre la historia, diciendo:<br />

“Es cierto que necesitamos la historia, pero de otra manera que el<br />

refinado paseante por el jardín de la ciencia, por más que este mire con<br />

altanero desdén nuestras necesidades y apremios rudos y simples. Es decir,<br />

necesitamos la historia para la vida y la acción, no para apartarnos<br />

cómodamente de la vida y la acción, y menos para encubrir la vida egoísta y la<br />

acción vil y cobarde. Tan solo en cuanto la historia está al servicio de la vida<br />

queremos servir a la historia. Pero hay una forma de hacer historia y valorarla<br />

en que la vida se atrofia y degenera: fenómeno que, según los singulares<br />

síntomas de nuestro tiempo, es preciso plantear, por más que ello sea<br />

doloroso”.<br />

Y como esta visión de la historia va deliberadamente en contra de la<br />

tradición de sus estudios historiográficos, es por ello que Nietzsche le da una<br />

impronta “intempestiva” a su planteamiento, vale decir de lo que irrumpe con<br />

algo nuevo y avasallador en la superficie de lo que se estila y acostumbra.<br />

Tengamos presente que el mencionado escrito es parte de las<br />

Contemplaciones intempestivas. La palabra ‘intempestiva’ es traducción de la<br />

palabra alemana ‘unzeitgemäss’, que también podríamos traducir con otra<br />

palabra que ya mencionamos: ‘extemporáneo’. Estableciendo un nexo entre<br />

ambas, podríamos decir que lo extemporáneo suele tener el carácter de lo<br />

intempestivo, a saber, de lo que por estar fuera de su tiempo, y, en cierto<br />

modo, fuera de lugar, irrumpe como algo nuevo e insólito que trastorna las<br />

creencias y convicciones, los parámetros establecidos hasta ese momento. Es<br />

por ello que Nietzsche agrega:<br />

“Intempestiva es también esta consideración, puesto que trato de<br />

interpretar como un mal, una enfermedad, un defecto, algo de lo que nuestra<br />

época está, con razón, orgullosa: su cultura histórica, pues creo que todos<br />

nosotros sufrimos de una fiebre histórica devorante y, al menos, deberíamos<br />

reconocer que es así”.<br />

333. Historia y continuum.<br />

Llama la atención que usemos la palabra ‘historia’ para referirnos indistintamente<br />

a los hechos o al relato e interpretación de éstos. Conviene que nos<br />

detengamos en esto por cuanto normalmente encontramos en distintos ámbitos<br />

una nítida separación entre hechos, fenómenos, cosas y estudio, explicación o<br />

interpretación que se hace de ellos: así en las ciencias, por ejemplo, si decimos<br />

‘bio-logía’, ‘socio-logía’ o ‘psico-logía’ la alusión al ‘logos’ que hay en cada uno<br />

de estos términos hace referencia a que se trata de un plano del lenguaje, y<br />

más precisamente, de la explicación de los fenómenos concernientes a la vida,<br />

a la sociedad o a nuestra psiquis. Y entonces: ¿cómo así no se cumple lo<br />

mismo con la ‘historia’, ya que si la distinguimos de lo que hemos llamado más<br />

arriba ‘historiografía’, lo cierto es que la recurrencia a este término es<br />

relativamente artificial y en general de escaso uso? De hecho, las facultades y<br />

departamentos en los que se estudia la historia se llaman también “Facultad o<br />

Departamento de Historia” y no de “Historiografía”.<br />

Esto nos deja atónitos y no sabemos a qué se debe. Mas, igualmente<br />

propongo aquí un intento de explicación, cual es el siguiente: la historia está en<br />

una tal cercanía con lo que podemos llamar el “continuum”, el flujo en sí mismo<br />

indiferenciado del acontecer humano en el mundo, que por ello mismo se


esistirá siempre al análisis que se quiere hacer de ese continuum a través de<br />

discontinuidades que lo interrumpen en su libre curso, como conceptos,<br />

categorías, explicaciones, interpretaciones, teorías, sistematizaciones. Tal vez<br />

podemos hasta cierto punto señalar que el asesinato del Conde de Wallenstein,<br />

el general de los inicios de la Guerra de los Treinta Años en el siglo XVII, o que<br />

César cruzó el Rubicón constituyen hechos que sucedieron por tales y cuales<br />

motivos. Es más, podemos también hasta cierto punto explicar sucesos tan<br />

complejos como la Independencia de los países americanos, o el cisma del<br />

cristianismo que se produce especialmente con Lutero, y que se vincula de<br />

distinta forma con Melanchton, Münzer, Zwingli y Calvino, y que a su vez tiene<br />

un anticipo en Huss, mas nuestras explicaciones serán siempre insuficientes.<br />

Con Heidegger podemos decir que ellas lo son porque la historia humana es<br />

nada más que parte de la historia del ser, esto es, de algo que ante todo nos<br />

trasciende, y esto significa que de ello no podemos dar cuenta.<br />

En otras palabras, que el término ‘historia’, lo usemos indistintamente<br />

para referirnos a los hechos o a la interpretación de ellos, se debe a que la<br />

historia es ese continuum en el que estamos insertos, que nos inunda y nos<br />

envuelve y que no podemos traducir en una legalidad.<br />

Dicho al revés: si pudiéramos traducir el acontecer histórico en una<br />

legalidad, lo más probable es que casi de inmediato se establecería y<br />

oficializaría el término ‘historiografía’, ‘historiología’, u otro, para distinguir este<br />

plano del discurso de los hechos a los que se refiere.<br />

Por otra parte, importa aquí que en la historia lo que falta es<br />

precisamente una legalidad y lo que vale entonces es el relato. La propia<br />

historia, independientemente del relato historiográfico, es ella misma como un<br />

relato y tanto más es lo que el historiador consigue cuanto más se apega a los<br />

hechos y en cierto modo los va fotografiando, presentándolos tal como<br />

sucedieron.<br />

¿Acaso ello anula la posibilidad de una teoría de la historia o de una<br />

filosofía de la historia? En absoluto, ya que el intento de encontrar una<br />

legalidad, una razón suficiente en los hechos, de por qué las cosas suceden<br />

como suceden y se desarrollan como se desarrollan, por cierto que tiene plena<br />

justificación y constituye una tarea insoslayable.<br />

334.Instante, olvido y felicidad.<br />

Nietzsche traduce en palabras – a mi modo de ver – aquella añoranza que<br />

solemos tener de estar así simplemente sumergidos en el presente, y más<br />

todavía, en el instante. El ejemplo que él pone para ello es el rebaño que pasta<br />

en el campo. Pero tal vez no es necesario ir tan lejos, y basta simplemente<br />

pensar en el niño jugando y de cómo está completamente sumergido en lo que<br />

hace.<br />

Lo cierto es que esto que estamos diciendo es enormemente decidor<br />

para nosotros y deberíamos prestarle un máximo de atención. Por lo general<br />

estamos atrapados en nuestras preocupaciones, arrastrando la cadena del<br />

pasado, e inquietos por el porvenir. Estamos entre el ayer y el anteayer y el<br />

mañana y pasado mañana, pero nunca aquí, propiamente aquí, en nuestro<br />

presente, en cada preciso instante que estamos viviendo. Pues bien,<br />

únicamente siendo propiamente en el instante, volviendo en cierto modo a ser<br />

como niños, estamos por ello mismo también en el olvido, y sorprendentemente<br />

la conjunción de estas dos experiencias: instante y olvido, trae consigo la


felicidad. Ésta que ahora se ha vuelto una triple conjunción – instante-olvidofelicidad<br />

– la descubre Nietzsche con meridiana claridad.<br />

Por otra parte, Nietzsche advierte como además sucede que el hombre<br />

es –quéralo o no, como el animal del rebaño, “animal del instante”. Ello tiene<br />

que ver con el tiempo. De acuerdo a este trasfondo temporal, lo que es un<br />

instante en el movimiento de la vía láctea es en el planeta Tierra ni más ni<br />

menos que el comienzo y el final de la humanidad. Visto de esta forma, nuestro<br />

no-estar-aquí, no-estar-en-el-instante, estar-en-el-pasado-y-el-futuro adopta un<br />

carácter ilusorio.<br />

Todo esto trasunta en el pensamiento del jóven Nietzsche, de apenas 29<br />

años, tomado de su escrito “De la utilidad e inutilidad de la historiografía para la<br />

vida”, de 1873, y que a continuación cito:<br />

“Observa el rebaño que paciendo pasa ante ti: no sabe qué significa el<br />

ayer ni el hoy, salta de un lado para otro, come, descansa, digiere, salta de<br />

nuevo, y así de la mañana a la noche y día tras día, atado estrechamente, con<br />

su placer o dolor, al poste del momento y sin conocer, por esta razón, la<br />

tristeza ni el hastío. Es un espectáculo difícil de comprender para el hombre -<br />

pues este se jacta de su humana condición frente a los animales y, sin<br />

embargo, contempla con envidia la felicidad de estos-, porque él no quiere más<br />

que eso, vivir, como el animal, sin hartazgo y sin dolor. Pero lo pretende en<br />

vano, porque no lo quiere como el animal. El hombre pregunta acaso al animal:<br />

¿por qué no me hablas de tu felicidad y te limitas a mirarme? El animal quisiera<br />

responder y decirle: esto pasa porque yo siempre olvido lo que iba a decir -pero<br />

de repente olvidó también esta respuesta y calló: de modo que el hombre se<br />

quedó asombrado. / Pero se asombró también de sí mismo por el hecho de no<br />

aprender a olvidar y estar siempre encadenado al pasado: por muy lejos y muy<br />

rápido que corra, la cadena corre siempre con él. Es un verdadero prodigio: el<br />

instante, de repente está aquí, de repente desaparece. Surgió de la nada y en<br />

la nada se desvanece. Retorna, sin embargo, como fantasma, para perturbar la<br />

paz de un momento posterior. Continuamente se desprende una página del<br />

libro del tiempo, cae, se va lejos flotando, retorna imprevistamente y se posa en<br />

el regazo del hombre. Entonces, el hombre dice: «me acuerdo» y envidia al<br />

animal que inmediatamente olvida y ve cada instante morir verdaderamente,<br />

hundirse de nuevo en la niebla y en la noche y desaparecer para siempre”.<br />

335.La pregunta por la acción en relación a la adhesión de Heidegger al nacionalsocialismo.<br />

El problema de la acción es sin duda de lo más relevante para la filosofía. Este<br />

problema la compromete en un doble sentido: de un lado, porque a partir de<br />

ella se podría concebir una acción genuina, y del otro lado, que esto mismo<br />

supone que la propia filosofía sea llevada a la práctica. Ello quiere decir a la<br />

vez que la filosofía se traduzca en un modo de ser, un modo de instalarse en el<br />

mundo. Este antiguo cometido ha sido en verdad únicamente realizado por los<br />

estoicos, y en particular por el estoicismo romano.<br />

Mas, el resultado del nexo entre filosofía, historia y acción no es<br />

siempre feliz. Es justamente el problema que afectó a Platón, cuando Dionisio,<br />

regente en Siracusa, intenta realizar el modelo platónico de La República, lo<br />

que a fin de cuentas deriva en una revolución sangrienta y el consiguiente<br />

fracaso rotundo de la aplicación de ese modelo.


Relativamente a esto, alguna vez me contó uno de los más destacados<br />

filósofos y discípulos de Heidegger, Max Müller, que, una vez terminada la<br />

guerra, va Heidegger (que había adherido al nacional-socialismo) en un tranvía<br />

en Friburgo y un pasajero impertinente se acerca y le pregunta: “¿De vuelta de<br />

Siracusa?”<br />

Respecto de esta opción de Heidegger, que podría considerarse como<br />

su error político, un pasaje de la Introducción a la Metafísica (obra publicada en<br />

1953, pero basada en una Lección dictada en 1935), es ilustrativo, ya que nos<br />

permite darnos cuenta de que Heidegger tenía un concepto muy singular del<br />

nacional-socialismo. Hagamos notar que él tuvo ocasión de revisar el texto<br />

antes de su publicación en 1951, y, sin embargo, optó por dejar intacto el<br />

siguiente pasaje:<br />

“Lo que hoy se ofrece por todas partes como filosofía del nacionalsocialismo<br />

– pero que no tiene absolutamente nada que ver con la interior<br />

verdad y grandeza de este movimiento (a saber, el contacto entre la técnica<br />

planetariamente determinada y el hombre moderno) – hace su pesca en esas<br />

turbias aguas de “valores” y “totalidades”” (IM, p. 236).<br />

Desde luego, resulta del todo objetable reconocer verdad y grandeza a<br />

un movimiento que condujo al holocausto. El gesto de dejar este pasaje<br />

inalterado puede ser interpretado de distinta manera: bien puede ser visto en el<br />

sentido de quien asume aquello de lo que está o estuvo convencido; sabido es<br />

además que Heidegger nunca dio una explicación o justificación con respecto a<br />

su adhesión al nacional-socialismo. O este gesto puede ser visto también en el<br />

sentido de quien no ha querido admitir un grave error y persiste<br />

contumazmente en él mismo.<br />

Sean cuáles fueren las razones, lo cierto es que Heidegger calló y no<br />

tenemos otra posibilidad que o bien interpretar su inquietante silencio, o bien<br />

callar nosotros también.<br />

336.El ser del hombre es un “imperfecto que nunca alcanza la perfección”.<br />

A Nietzsche le interesa sobre todo el vínculo que la historia tendría con la vida.<br />

Por eso el título de su escrito “De lo conveniente e inconveniente de la<br />

historiografía para la vida”.<br />

Con el fin de allegarnos a lo propiamente histórico, llama la atención que<br />

una primera aproximación a ello sea el dolor. A esto se llega a partir de una<br />

toma de conciencia del pasar que va relegando todo justamente a un pasado.<br />

En contraste con ello, nos dice Nietzsche, el ganado que pasta en el potrero es<br />

puro presente, sin noción del ayer, del hoy o del mañana, y es propiamente un<br />

animal del instante como también del olvido inmediato de cuanto va<br />

sucediendo. El animal se esfuma en la niebla y en la noche, y en todo momento<br />

es como es, un ente completo. Y así vemos con admiración a los animales<br />

estar sumergidos en el instante, y los vemos casi con envidia, como el niño que<br />

juega. En este sentido, el animal, como el niño, es a-histórico.<br />

El ser humano, en cambio, recuerda y en cuanto emprende va siempre<br />

arrastrando la cadena de sus recuerdos. El pasado lo oprime y dificulta su<br />

camino como una carga invisible y oscura. El ser del hombre es un “imperfecto<br />

que nunca alcanza la perfección”, en palabras de Nietzsche. Y agrega que la<br />

muerte le hace finalmente apercibirse de que su existencia es “una cosa, que<br />

vive de negarse, consumirse y contradecirse a sí misma”. Con todo,<br />

corresponde subrayar que Nietzsche en ello manifiesta una visión que cabría


que considerar como unilateral del pasado, ya que lo ve únicamente como<br />

carga. Ello además está en coincidencia con futuros desarrollos de su<br />

pensamiento, más allá del texto que examinamos, que ha escrito un jóven<br />

Nietzsche de aproximadamente 29 años. En esa etapa posterior el pasado<br />

aparece entonces como ligado a una no-aceptación de él, ya que por lo que<br />

hemos hecho seremos juzgados, en lo cual nuestro pensador ve la acción del<br />

“espíritu de la venganza”. Ello se relaciona a la vez con su furibunda crítica al<br />

cristianismo<br />

Volviendo al escrito de 1873 – “De lo conveniente e inconveniente de la<br />

historiografía para la vida” – escuchemos como el propio Nietzsche plantea las<br />

ideas esbozadas más arriba:<br />

“El hombre, en cambio, ha de bregar con la carga cada vez más y más<br />

aplastante del pasado, carga que lo abate o lo doblega y obstaculiza su marcha<br />

como invisible y oscuro fardo que él puede alguna vez hacer ostentación de<br />

negar y que, en el trato con sus semejantes, con gusto niega: para provocar su<br />

envidia. Por eso le conmueve, como si recordase un paraíso perdido, ver un<br />

rebaño pastando o, en un círculo más familiar, al niño que no tiene ningún<br />

pasado que negar y que, en feliz ceguedad, se concentra en su juego, entre las<br />

vallas del pasado y del futuro. Y, sin embargo, su juego ha de ser interrumpido:<br />

bien pronto será despertado de su olvido. Enseguida aprende la palabra «fue»,<br />

palabra puente con la que tienen acceso al hombre, lucha, dolor y hastío, para<br />

recordarle lo que fundamentalmente es su existencia -un imperfectum que<br />

nunca llega a perfeccionarse. Y cuando, finalmente, la muerte aporta el<br />

anhelado olvido, ella suprime el presente y el existir, plasmando así su sello a<br />

la noción de que la existencia es un ininterrumpido haber sido, algo que vive de<br />

negarse, destruirse y contradecirse a sí mismo”.<br />

337.Reflexiones en torno a la acción a partir de Heidegger.<br />

Si nos hemos de preguntar acerca de la acción, antes de extraviarnos en los<br />

dimes y diretes de tan controvertida cuestión, es necesario atender a lo que<br />

Heidegger plantea respecto de su concepción de la metafísica y su relación con<br />

la historia. En la Introducción a la metafísica Heidegger nos ofrece justamente<br />

como introducción a ella lo que atañe a la pregunta formulada por Leibniz “¿Por<br />

qué es el ser que no más bien la nada?”; ésta es llamada la “interrogación<br />

metafísica fundamental”. Y es partir del análisis de ella que se descubre el nexo<br />

con la historia y la acción:<br />

“Nuestro preguntar la interrogación metafísica fundamental es histórico,<br />

porque abre el acontecer de la existencia humana en sus referencias<br />

esenciales, es decir, la abre al ente como tal y en su totalidad, según las<br />

posibilidades y por-venires no cuestionados, y con eso los vuelve a atar con su<br />

comienzo pretérito, 15 agravándolos y dificultándolos en su presente. En este<br />

preguntar, nuestra existencia es llamada a su acontecer histórico, en el pleno<br />

sentido de la palabra, y el llamado apunta a ella y a la decisión en ella<br />

contenida. Y eso no ocurre incidentalmente, en el sentido de una aplicación útil<br />

desde el punto de vista moral o propio de una concepción del mundo, sino que<br />

la posición fundamental, y la actitud del preguntar, es en sí histórica: está y se<br />

sostiene en el acontecer; pregunta a partir de él y para él” (IM, p. 82).


Ya a propósito de la obra capital de Heidegger – Ser y tiempo – cabe<br />

decir que hay un vínculo esencial entre la pregunta por el ser y la pregunta por<br />

el ser humano, llamado por nuestro pensador Dasein (vale decir, el existente),<br />

como también un vínculo entre éste y la acción. De esto se trata sobre todo en<br />

la II Sección de Ser y tiempo. La pregunta por la acción (genuina) se presenta<br />

en el contexto de la consideración de que el Dasein concebido a lo largo de la I<br />

Sección sería especialmente el Dasein cotidiano entre el nacimiento y la<br />

muerte, en lo que la determinación específica del nacimiento como de la<br />

muerte en su ser han quedado hasta ese momento fuera del desarrollo del<br />

“Análisis de la Existencia”, emprendido en esa obra. Heidegger plantea<br />

entonces, en el parágrafo 45, en el inicio mismo de la II Sección de Ser y<br />

tiempo la pregunta acerca de la posibilidad de un “ser entero” (Ganzsein) del<br />

Dasein, en el que sí estaría incluida esa determinación de muerte y nacimiento,<br />

y arrancando del cual habría que preguntarse por la acción:<br />

“¿Cuándo y en qué forma se ha asegurado el análisis existencial de que,<br />

al tomar pie en la cotidianidad, hacía entrar al Dasein entero – a este ente,<br />

desde su “comienzo” hasta su “final” – en la mirada fenomenológicamente<br />

tematizante?” (Syt, p. 253).<br />

Y más abajo:<br />

“Y si la existencia determina el ser del Dasein y la esencia de la<br />

existencia está co-constituida por el poder-ser, entonces, mientras exista, el<br />

Dasein, pudiendo ser, tendrá siempre que no ser todavía algo. Un ente cuya<br />

esencia consiste en la existencia se resiste esencialmente a la posibilidad de<br />

ser aprehendido como un ente entero” (ib.).<br />

Heidegger piensa así en un ser humano que tendría que actuar desde<br />

un posible ser-entero, y no a partir del apego a lo inmediato y regular.<br />

338.De cómo, según Baudrillard, nos determina la “tendencia a los excesos”.<br />

Jean Baudrillard se preocupa de atender a la seducción, procurando mostrar su<br />

enorme trascendencia, no sólo en los ámbitos más visibles de su acción, cuales son<br />

la relación de pareja, la publicidad y la política, sino literalmente en todos los<br />

ámbitos humanos.<br />

En su libro De la seducción, en el que encontramos - en mi opinión - un<br />

brillante y original análisis de punta a cabo, Baudrillard comienza por reconocer la<br />

llamativa postergación histórica de la seducción:<br />

"Un destino indeleble recae sobre la seducción. Para la religión fue la<br />

estrategia del diablo, ya fuese bruja o amante. Es el artificio del mundo. Esta<br />

maldición ha permanecido a través de la moral y la filosofía, hoy a través del<br />

psicoanálisis y la "liberación del deseo". Puede parecer paradójico que,<br />

promocionados los valores del sexo, del mal y de la perversión, festejando hoy todo<br />

lo que ha sido maldito su resurrección a menudo programada, la seducción, sin<br />

embargo, haya quedado en la sombra - donde incluso ha entrado definitivamente". 16<br />

HAB<br />

En efecto, vivimos hoy en el mundo de la píldora, de la emancipación sexual<br />

femenina. A pesar del sida, hay un frenesí sexual en el ambiente, en el diario<br />

bombardeo de imágenes a través de la publicidad, la televisión y el cine, y todo ello<br />

16 Jean Baudrillard, De la seducción, Trad. Elena Benarroch, Edit. Cátedra, Madrid 1989, p. 9. En<br />

adelante cuando se indique número de página sin referencia expresa a alguna obra en particular, se trata<br />

de una referencia a De la seducción.


está traspasado por la seducción. Sin embargo, al parecer, no nos hemos<br />

preocupado de reflexionar suficientemente en torno a ella. Más aún, nos advierte<br />

Baudrillard, como incluso el psicoanálisis con su teoría de la líbido, en lo<br />

fundamental, la ha dejado fuera. El primer Freud comenzó con una preocupación en<br />

torno a este fenómeno – la seducción – pero luego quedó está postergada y esta<br />

postergación y omisión a la vez ha persistido en el tiempo.<br />

Baudrillard nos habla de una tendencia a los excesos, característica de<br />

nuestro tiempo, con lo cual suministra un aciago balance del momento, por decir lo<br />

menos. En ello actúa la seducción. El filósofo-sociólogo nos muestra como la<br />

aparente autonomía del sujeto moderno, emprendedor de una pujante economía y<br />

de una deslumbrante tecnología, no es tal. En el fondo, este sujeto moderno está<br />

dominado por lo que él mismo ya no controla, como puede ser el que haya<br />

desarrollado un arsenal atómico tal, capaz de destruir miles de veces la vida del<br />

planeta. Aparte de ello, esta tendencia a los excesos se manifiesta en muy distintos<br />

planos. Por ejemplo: cuando ya no hay cánones estéticos definidos, la estética<br />

tiende a desaparecer bajo el imperio de la moda; cuando entramos en la sospecha<br />

de que nuestros sistemas de enseñanza deforman más bien al alumno (tema de<br />

notoria actualidad) nos congraciamos con la anti-pegagogía; cuando sospechamos<br />

también de que el mundo que estamos construyendo es literalmente una locura, y la<br />

psiquiatría comienza a ver a los que son supuestamente "cuerdos" como anormales,<br />

entramos en la anti-psiquiatría; cuando en lo sexual está todo permitido,<br />

nos acercamos al fin de lo sexual, que es a su vez su exceso - el porno; cuando la<br />

sociedad no tiene más unas metas políticas claras, y todo queda librado al<br />

economicismo, la sociedad se transforma en masa..<br />

339.El jóven Schopenhauer contemplando las galeras.<br />

El jóven Artthur Schopenhauer, cuando recién tenía unos 15 años fue invitado<br />

por su padre Heinrich Floris y su madre Johanna a emprender un viaje cultural<br />

por Europa. Después de haber estado unos meses en Inglaterra, en 1804<br />

recorren Francia y entonces visitan Bordeaux. Sorprendentemente, debido a<br />

ciertas relaciones familiares, aloja la familia unos días en la misma casa en que<br />

había estado el poeta Friedrich Hölderlin dos años antes, para ser instructor de<br />

los hijos del vinicultor Daniel Cristoph Meyer, que era a la vez el Cónsul<br />

General de Hamburgo. No se sabe bien por qué Hölderlin después de llegar a<br />

esa casa, y manifestarse como muy contento y agradecido por haber sido muy<br />

bien recibido, según carta a su madre, abandona el lugar tan sólo después de 3<br />

días. La razón de ello podría estar en que probablemente Hölderlin habría<br />

recibido allí una noticia de Susette Gontard, que agonizaba en Frankfurt, a la<br />

que él llamó Diotima, con quien tuvo una relación clandestina.<br />

En el “Diario de Vida” de Schopenhauer encontramos las siguientes<br />

observaciones sobre los hombres en las galeras, que Rüdiger Safranski cita en<br />

su obra sobre el filósofo. Al leer esas observaciones uno inmediatamente<br />

piensa en lo que la visión del espectáculo de las galeras puede haber influido<br />

en el pesimismo del futuro filósofo. Primero describe el jóven Schopenhauer<br />

que hay en las galeras distintas clases de delicuentes: en primer lugar, los que<br />

han cometido sólo pequeños delitos y están sólo poco tiempo allí; a ellos se les<br />

suman desertores y soldados insuboridinados; ellos tienen sólo un anillo de<br />

hierro en el pie y circulan libremente. La segunda clase está constituida por<br />

quienes han cometido delitos mayores; ellos trabajan de a dos con pesadas<br />

cadenas en los pies y que los unen a ambos. La tercera clase corresponde a la


de delincuentes que han cometido los más graves delitos; ellos están atados a<br />

las galeras y realizan los trabajos que les imponen estando sentados. Dejemos<br />

que siga el popio Schopenhauer con la descripción (en lo que sorprende cómo<br />

alguien que es prácticamente un niño, puede hacer una descripción tan prolija y<br />

aguda. Escuchemos:<br />

“El sino de estos infelices lo estimo mucho más horroroso que el de los<br />

condenados a muerte. Las galeras, que vi desde afuera, parecen el lugar de<br />

estadía más sucio y asqueroso, que pudiera pensarse. Las galeras no navegan<br />

más a altamar: son naves viejas condenadas. El sitio de los condenados es el<br />

banco, al cual están atados. Su alimento es nada más que agua y pan: y no<br />

comprendo cómo ellos, sin un alimento más potente y consumidos por la pena,<br />

con el arduo trabajo, no sucumben antes: porque durante su esclavitud son<br />

tratados como animales de carga” (80).<br />

Luego se pregunta el púber Schopenhauer acerca del futuro del<br />

condenado, diciendo que:<br />

“él retorna a un mundo, para el cual él estaba muerto por diez años: las<br />

expectativas que él tal vez tuvo, cuando era 10 años más jóven, han<br />

desaparecido: nadie quiere contratar al que viene de la galera: y 10 años de<br />

castigo no han limpiado nada de los delitos de su momento. Él tiene que<br />

convertirse por segunda vez en un delincuente y acaba ante el supremo<br />

tribunal”.<br />

340.¿Lo histórico proviniendo de lo a-histórico?.<br />

Según Nietzsche, si la cadena del pasar que arrastramos con nuestros<br />

recuerdos está inevitablemente asociada con el dolor, así el olvido con la<br />

felicidad que es posible a partir de un descargarnos del peso que llevamos<br />

encima. Y es por este motivo que a su vez si esa cadena de recuerdos nos<br />

hace ser históricos, el olvido nos hace ser a-históricos. Nietzsche:<br />

“Pensemos en el ejemplo extremo de aquel hombre que no poseyera la<br />

capacidad de olvidar, que estuviera condenado a ver permanentemente un<br />

devenir: uno tal no cree más en su propio ser, no cree más en sí mismo, ve<br />

todo escurrir apartándose en puntos móviles, perdiéndose en esta corriente del<br />

devenir: él, como el discípulo de Heráclito, no se atreverá finalmente a levantar<br />

un dedo. A todo actuar le pertenece el olvido: como a la vida de todo lo<br />

orgánico no solamente le pertenece la luz, sino también la oscuridad” (p. 250).<br />

HAN<br />

Esto guarda relación con ciertos sujetos, pero también culturas y<br />

pueblos, que por disponer de una fuerte capacidad de olvido, y, al mismo<br />

tiempo, de la “capacidad plástica” de moldear los sucesos, de “transformar lo<br />

pasado y extraño”, de “curar heridas”, de “reemplazar lo perdido”. Éstas serían<br />

las naturalezas que mejor se instalan en la historia, pero, nótese bien, ello es<br />

debido a su capacidad del olvido a-histórica, y, ni más ni menos que ellas son<br />

las que llevan el rumbo del mundo.<br />

Por la contraparte, hay otros sujetos que tienden a quedarse enredados<br />

en cada cosa, que son incapaces de olvidar nada. Refiriéndose a esa<br />

incapacidad de olvido, y contrastándola con su contraria, dice Nietzsche:<br />

“Hay hombres que poseen tan poco esa capacidad que se desangran<br />

irremediablemente por una única vivencia, por un único dolor, frecuentemente<br />

incluso por una única y tierna injusticia, como por una muy pequeña llaga; del<br />

otro lado, hay aquellos que les afectan tan poco los accidentes de la vida, que


son más salvajes y atroces e incluso los hechos de su propia maldad que en<br />

medio de ello o muy poco después alcanzan un estado de bienestar y una<br />

suerte de conciencia serena” (p. 251).<br />

En razón de las anteriores consideraciones concluye Nietzsche en lo<br />

siguiente:<br />

“lo a-histórico y lo histórico es necesario de igual modo para la salud de<br />

un sujeto, de un pueblo y de una cultura” (p. 252).<br />

Dimensionemos bien lo que ya comienza a insinuarse en el<br />

planteamiento nietzscheano, cual es la siguiente paradoja: que en lo ahistórico,<br />

en esa capacidad de olvido, asociada a una capacidad plástica de<br />

moldear lo pasado, se anuncia lo que sería lo propiamente histórico. Nietzsche:<br />

“/.../estimaremos la capacidad de sentir, hasta cierto grado ahistóricamente,<br />

como la más importante y originaria, en tanto en ella está el<br />

fundamento sobre el cual recién puede levantarse algo recto, sano y grande,<br />

algo verdaderamente humano” (p. 252).<br />

341.Cómo defendernos cuando nuestros dominios están muy diversificados.<br />

En la Colección de Cuentos del Conde de Lucanor de Juan Manuel, del siglo<br />

14, el Duodécimo Ejemplo tiene que ver con la preocupación que tiene el<br />

Conde por poseer tanto señoríos y tierras bien fortalecidas y otras poco<br />

defendidas en lugares distantes, a lo cual responde su consejero Patronio<br />

primero con una reflexión sutil acerca del peso del compromiso que lleva el que<br />

da consejos, y dice:<br />

“Señor Conde Lucanor, en asuntos graves y problemáticos es muy<br />

arriesgado dar un consejo, pues muchas veces podemos equivocarnos, al no<br />

estar seguros de cómo terminarán las cosas. Con frecuencia vemos que,<br />

pensando una cosa, sale después otra muy distinta, porque lo que tememos<br />

que salga mal, sale luego bien, y lo que creíamos que saldría bien, luego<br />

resulta mal; por ello, si el consejero es hombre leal y de justa intención, cuando<br />

ha de dar un consejo se siente en grave apuro y, si no sale bien, queda el<br />

consejero humillado y desacreditado. Por cuanto os digo, señor conde, me<br />

gustaría evitarme el aconsejaros, pues se trata de una situación muy delicada y<br />

peligrosa, pero como queréis que sea yo quien os aconseje, y no puedo<br />

negarme, me gustaría mucho contaros lo que sucedió a un gallo con una zorra.<br />

/ El conde le pidió que se lo contara.<br />

Y este Cuento dice así:<br />

“Señor conde, había un buen hombre que tenía una casa en la montaña<br />

y que criaba muchas gallinas y gallos, además de otros animales. Sucedió que<br />

un día uno de sus gallos se alejó de la casa y se adentró en el campo, sin<br />

pensar en el peligro que podía correr, cuando lo vio la zorra, que se le fue<br />

acercando muy sigilosamente para matarlo. Al verla, el gallo se subió a un<br />

árbol que estaba un poco alejado de los otros. Viendo la zorra que el gallo<br />

estaba fuera de su alcance, tomó gran pesar porque se le había escapado y<br />

empezó a pensar cómo podía cogerlo. Fue derecha al árbol y comenzó a<br />

halagar al gallo, rogándole que bajase y siguiera su paseo por el campo; pero<br />

el gallo no se dejó convencer. Viendo la zorra que con halagos no conseguiría<br />

nada, empezó a amenazar diciéndole que, pues no se fiaba de ella, ya le<br />

buscaría motivos para arrepentirse. Mas como el gallo se sentía a salvo, no<br />

hacía caso de sus amenazas ni de sus halagos. / »Cuando la zorra comprendió<br />

que no podría engañarlo con estas tretas, se fue al árbol y se puso a roer su


corteza con los dientes, dando grandes golpes con la cola en el tronco. El<br />

infeliz del gallo se atemorizó sin razón y, sin pensar que aquella amenaza de la<br />

zorra nunca podría hacerle daño, se llenó de miedo y quiso huir hacia los otros<br />

árboles donde esperaba encontrarse más seguro y, pues no podía llegar a la<br />

cima de la montaña, voló a otro árbol. Al ver la zorra que sin motivo se<br />

asustaba, empezó a perseguirlo de árbol en árbol, hasta que consiguió cogerlo<br />

y comérselo”.<br />

El consejo para el Conde que se desprende de esto está claro:<br />

preocuparse de proteger lo principal (es decir, quedarse protegido en el árbol<br />

en que uno está) y no dejarse distraer por lo secundario (no volar a buscar<br />

refugio en otros árboles alejados del centro).<br />

342.Concepciones del ser humano.<br />

Si pudiéramos sintetizar las principales concepciones del hombre que han sido<br />

decisivas, diría que podrían centrarse en las 10 siguientes, las cuales a su vez se<br />

presentan cronológicamente. Ello nos habla parejamente de cómo cada una ha<br />

ido surgiendo de una discusión y confrontación con la que inmediatamente le<br />

antecede en el tiempo e incluso con algunas o todas las anteriores. Cada una de<br />

estas concepciones ha surgido en el seno de la filosofía, salvo dos de ellas, lo<br />

que haremos ver en lo que sigue. Ello es decidor respecto de la perpetua<br />

actualidad de la filosofía. Como dice Hegel, la filosofía es la expresión de cómo<br />

cada tiempo histórico se entiende a sí mismo. Por otra parte, destaquemos que<br />

estas concepciones comienzan con un periodo milenario anterior al tránsito del<br />

mito al logos, y por lo tanto, anterior a la filosofía que ha dado lugar a ese tránsito,<br />

y ello corresponde a la primera concepción del hombre, reflejada en el homo<br />

sacer, el hombre sagrado, u hombre regido por arquetipos. Este tránsito<br />

representa la transformación más profunda que ha experimentado la humanidad<br />

hasta nuestros días. Desde el momento en que transitamos al logos o la razón (lo<br />

que sucedió ejemplarmente en Grecia) no se vislumbra todavía que pudiera<br />

haber en todo el futuro de la humanidad un giro más radical. Si la nueva<br />

concepción del hombre a que da lugar el aludido tránsito, dada por la concepción<br />

antropológica del “animal racional” (segunda concepción) entra posteriormente en<br />

crisis con la tercera concepción, la del hombre como hecho a imagen y<br />

semejanza de Dios (la cual si bien no ha surgido en el seno de la filosofía, sí ha<br />

tenido desarrollos también filosóficos), lo que le sigue a ella es la cuarta<br />

concepción – que se expresa como antropocentrismo, “autoposición central” o<br />

“primado del sujeto”, desarrollada por Descartes. Todo lo que es queda en<br />

dependencia del sujeto que lo representa. Ello se complemente con el<br />

planteamiento posterior de Kant que establece que el sujeto modifica y regula al<br />

objeto en el acto de conocer. Se establece aquí un sujeto fuerte, que dará lugar a<br />

una nueva nueva era: la modernidad que se extiende hasta nuestros días. Si<br />

tendemos un arco que va desde esta cuarta concepción del hombre hasta la<br />

última, la duodécima, que se expresa como la concepción de un “sujeto frágil”,<br />

desarrollada sobre todo por Ricoeur (y ya veremos por qué se trata aquí de la<br />

mencionada fragilidad) el mencionado arco curiosamente parte por la fortaleza<br />

del sujeto moderno hasta acabar en la fragilidad de un sujeto que tal vez habría<br />

que llamar “post-moderno”.<br />

Hagamos pues el recuento de las concepciones del hombre, que<br />

representan a la vez los principales modos como éste se ha entendido y<br />

principalmente a través de la filosofía:


1.Homo sacer; 2.Animal racional; 3.Hecho a imagen y semejanza de Dios;<br />

4.Antropocentrismo; 5.Sujeto finito; 6.Sujeto activo; 7.Sujeto volitivo. 8.Sujeto<br />

individual; 9.Proyección; 10.Sujeto frágil.<br />

Concluyamos nuestras aclaraciones preliminares, diciendo que en la<br />

quinta concepción – la del sujeto finito – el hombre se entiende desde el idealismo<br />

alemán por contraste, en su finitud, con el sujeto absoluto y divino. El hombre se<br />

entiende aquí nada más que como resultado de una evolución cósmica presidida<br />

por la razón o espíritu universal (Hegel).La sexta concepción – del sujeto activo –<br />

la representan Fichte y Marx. Con Fichte es la razón práctica que rige la acción la<br />

que recién le da una justificación y un sentido a la razón teórica, y no al revés.<br />

Con Marx el hombre es concebido como trabajador y lo que lo que determina es<br />

fundamentalmente la producción. El sujeto volitivo, determinado por la voluntad,<br />

representado por Schopenhauer y Nietzsche corresponde a nuestra séptima<br />

concepción. La octava expresa el giro hacia un sujeto individual y no más el<br />

hombre considerado abstractamente, siendo iniciada por Kierkegaard. La novena<br />

concepción antropológica corresponde al hombre como proyección, y este<br />

camino ha sido desbrozado por Jaspers y Heidegger. Y la décima es la del sujeto<br />

frágil, lábil o débil, que, entre otros, ya sólo es capaza de atenerse a “mínimos<br />

morales”, y aquí Ricoeur y Vattimo valen como sus portavoces.<br />

343.Cómo somos actores en la historia y la pasión por una mujer.<br />

Nietzsche observa nuestro ser histórico como fundamentalmente atado al<br />

pasado y la tradición, con la moral, el derecho y distintas instituciones<br />

establecidas, que más bien frenan y coartan el que la humanidad se pueda<br />

abrir a nuevas posibilidades futuras. Es por ello que él entiende que lo<br />

genuinamente histórico, tendría que provenir de un estado a-histórico del<br />

hombre, en que sucede que éste actúa sin estar su acción mediatizada por el<br />

pasado, ya que éste es una cadena que arrastramos. Es por ello que también<br />

es necesario el olvido que entonces va aparejado con lo a-histórico. El<br />

siguiente pasaje de Nietzsche es clarificador al respecto:<br />

“Es cierto: recién gracias a que el hombre pensando, volviendo a pensar,<br />

comparando, distinguiendo, concluyendo, delimita aquel elemento a-histórico,<br />

recién gracias a que al interior de aquella nube vaporosa que encierra, surge<br />

un brillo de luz claro y refulgente, esto es, recién gracias a la capacidad de<br />

utilizar lo pasado para la vida y hacer nuevamente historia de lo ocurrido, se<br />

hace el hombre hombre: pero en una sobredimensión de historiografía nunca<br />

habría comenzado ni se habría atrevido a comenzar. ¿Dónde se encuentran<br />

acciones, que el hombre pueda realizar, sin haberse introducido antes en<br />

aquella capa de vapor de lo a-histórico?” (p. 252-253).<br />

El pensador de Sils-Maria pone un ejemplo de esto, hablándonos de la<br />

pasión, ya sea la de alguien que tiene una pasión por una mujer, por un<br />

pensamiento, y por lo que agrega más adelante, por una acción, y ésta es una<br />

pasión que lo tumba y lo arrastra, y que trastorna todo su mundo. Este hombre<br />

es en esa situación ciego para lo que hay detrás y sordo para lo que hay al<br />

lado, como si se tratara de un “ruido opaco y sin significación”. Tan atrapado<br />

está en su obsesión que únicamente lo que la ocasiona se le presenta colorido,<br />

sonoro, brillante y le mantiene ocupados todos sus sentidos. A su vez, todos<br />

los juicios de valor que hasta ese momento han regido sobre él son<br />

modificados y desvalorizados y se pregunta cómo así hasta el momento él ha


sido como el desquiciado de opiniones extrañas. Incluso agrega, refiriéndose a<br />

este estado pasional de ser atrapado por algo, lo siguiente:<br />

“Es el estado más injusto del mundo, estrecho, desagradecido respecto<br />

de lo pasado, ciego respecto de peligros, sordo respecto de advertencias, un<br />

pequeño remolino viviente en un mar muerto de noche y olvido: y a pesar de<br />

ello es este estado – a-histórico, contra-histórico a todo su través – la cuna de<br />

nacimiento no solamente de una acción injusta, sino más bien de cada acción<br />

justa; y ningún artista logrará su cuadro, ningún general su victoria, ningún<br />

pueblo su libertad, sin haber antes querido un estado a-histórico. Como el que<br />

actúa, según la expresión de Goethe, carece siempre de conciencia, así<br />

también él carece de saber, él olvida la mayoría de las cosas para hacer lo uno,<br />

él es injusto con respecto a lo que queda a sus espaldas y conoce sólo un<br />

derecho, el derecho de aquello que debe ser realizado ahora” (p. 254).<br />

Y finalmente se vincula esto con el amor, que es como ese “amor a lo<br />

lejano”, como que en relación no a lo cercano, sino a lo lejano deberíamos<br />

jugárnosla. En este caso se trata de un amor a la propia acción. Escuchemos:<br />

“Así el que actúa ama infinitamente más su acción que lo que ella<br />

merece ser amada; y las mejores acciones ocurren en aquella<br />

sobreabundancia del amor, que en cada caso ellas no son merecedoras de<br />

este amor, y aunque su valor pueda ser en otra ocasión inconmensurablemente<br />

grande” (p. 254).<br />

344.La amistad en distintos tipos de relaciones humanas.<br />

La amistad óptima - según Aristóteles - se da por semejanza (en el caso del amor<br />

esto es al menos, discutible). Pero, las relaciones humanas se dan siempre en<br />

ciertos grados de proximidad con la semejanza o con la desemejanza. Por<br />

ejemplo, en las relaciones laborales, eminentemente jerárquicas, prima sin duda<br />

la desemejanza, en cuanto a niveles de mando y obediencia, aptitudes<br />

profesionales, y aún en lo que concierne al saber versus ignorancia. Aún así,<br />

según nos muestra Aristóteles, en estas relaciones es posible la amistad, aunque<br />

sin duda ella sea más difícil y tenga características especiales. Escuchemos<br />

como discurre él, adentrándose en el entramado de estas relaciones, desde la<br />

perspectiva de las valoraciones jerárquicas sobre todo propias de su época:<br />

"Hay aún otra especie de amistad: la que connota un elemento de<br />

superioridad, por ejemplo, los sentimientos de un padre respecto de su hijo, los<br />

que unen generalmente a una persona de mayor edad con una persona de<br />

menor edad, a un marido con su esposa y a todo hombre revestido de autoridad<br />

con el que está sometido a esa autoridad" (1158 b).<br />

Notemos cómo en el último pasaje citado se hace presente un machismo<br />

tradicional. Nada sería más discutible en nuestra época que considerar al marido<br />

como superior a la esposa. Con todo, es necesario ver a cada pensador, por<br />

grande que sea, bajo los parámetros de la época que le tocó vivir y de la nuestra.<br />

Y ocurre que también en las relaciones amicales por desemejanza la<br />

relación de uno con otro es de distinta índole, y junto con ello hay maneras de<br />

compensar la desigualdad. Escuchemos al filósofo:<br />

"Además , hay que distinguir entre el afecto del padre para con su hijo y el<br />

del hijo para con su padre, igual que entre el del marido con su mujer y el de la<br />

mujer con su marido. A cada uno de ellos corresponde una virtud propia; todos<br />

estos afectos se manifiestan de distinta manera y obedecen a razones diversas.


.../ No se tienen, pues, por ambas partes los mismos deberes, y uno no debe<br />

buscar esta identidad. No obstante, cuando los hijos dan a sus padres lo que de<br />

derecho les corresponde y cuando los padres hacen lo mismo con sus hijos, la<br />

amistad entre ellos será duradera y razonable. Pero en todas las amistades en<br />

que interviene un elemento de superioridad hay que amar según la ley de<br />

proporción; por ejemplo, es necesario que el mejor sea amado en mayor grado<br />

de lo que él ama; que ocurra lo mismo para el que hace más favores y así en<br />

todos los casos semejantes. Pues cuando se ama de una manera proporcionada<br />

al mérito, se establece una especie de igualdad, carácter propio, según parece,<br />

de la amistad" (1158 b).<br />

El ojo realista de Aristóteles le hace ver que así como en las relaciones<br />

jerárquicas en general se cumple que la desemejanza busca equilibrarse a través<br />

de ciertas compensaciones, esto también afecta a la amistad cuando hay<br />

desemejanza. Es decir, por ejemplo, si él es un empresario exitoso, es probable<br />

que encuentre una compensación en su amigo pobre, porque es inteligente, o<br />

porque posee ciertos rasgos de personalidad, como el ser extrovertido que se<br />

compensan con el carácter más bien tímido del primero. O, aquel empresario, a<br />

pesar de irle tan bien en lo suyo, es algo lúgubre, y el amigo tiene particularmente<br />

buen humor, y otros.<br />

345.De cómo todo proviene del trabajo.<br />

El fenómeno del trabajo es para el filósofo Eugen Fink una de las<br />

determinaciones radicales de nuestra existencia. Con ello está hablando a<br />

nombre de su época, ya que históricamente el trabajo ha ido aumentando cada<br />

vez más su capacidad de determinación de la sociedad y cada uno de sus<br />

miembros.<br />

“La historia es el reino de la libertad, pero no sólo de la libertad del<br />

pensamiento, sino de la “libertad que se expresa”; y una tal libertad que se<br />

expresa es el acto-del-trabajo, la puesta en ejecución de planes, propósitos,<br />

decisiones en “acciones” corpóreas, las cuales acaban en productos, en<br />

complejos de obra”.<br />

Destaquemos cómo Fink relaciona acertadamente la libertad con el<br />

trabajo, y podríamos decir, en sentido más amplio, con la producción. En<br />

efecto, nuestro ser libres lo expresamos ante todo en lo que producimos, lo que<br />

puede ser de muy diversa índole. Y sigue Fink:<br />

“El concepto de “cultura” quiere decir, de acuerdo a su sentido originario,<br />

el cultivo del campo, esto es, un comportamiento laboral que en tanto<br />

manifestación de la vida del hombre en el combate con el estado salvaje,<br />

procura obtener alimentación, vestido, habitación. La moralidad humana surge<br />

con la casa y el horno. En el curso laboral confecciona lo imperioso, lo<br />

necesario y el lujo superficial, la ornamentación de la vida. El trabajo humano<br />

produce la colonización, la polis, el templo de los dioses, las alhajas de las<br />

mujeres, las armas del guerrero y las herramientas del trabajador”.<br />

Notable como, al decir de Fink, la cultura se eleva desde su rudimentario<br />

origen en el cultivo del campo hasta constelaciones de nuestra vida espiritual, y<br />

es así como el trabajo produce no sólo la herramienta, sino la catedral gótica. Y<br />

nuevamente sigue Fink:<br />

“Sobre la base del “trabajo físico”, corpóreo, aquejado de fatiga, se eleva<br />

recién la posibilidad del trabajo “espiritual puro”. En la problemática de la<br />

“división del trabajo” por de pronto no entramos. El “concepto de cultura”


corriente, que proviene hoy de una filosofía de la cultura popularizada, idealista,<br />

se refiere especialmente a modos de comportamiento “espirituales”, “poderes<br />

formativos”, los cuales surgen más del ocio creador que del trabajo creador; la<br />

creación de la cultura con el cultivo del campo ha cedido, la cultura se ha vuelto<br />

“noble”. Pese a todo permanece el mundo histórico del hombre en gran medida<br />

configurado y caracterizado por la realización laboral de la obra. El hombre se<br />

rodea siempre con las construcciones que ha traído a la existencia, que<br />

mediante su libertad forzó a persistir”.<br />

346.A veces se arguye que la justificación de un acción radica en la forzosidad.<br />

En la Colección de Cuentos del Conde de Lucanor de Juan Manuel, del siglo<br />

14, el Décimocuarto Ejemplo tiene que ver con la preocupación que tiene el<br />

Conde porque mucho daño le es inflingido en sus señoríos y quienes lo llevan a<br />

cabo pretenden justificar esto en razón de que lo habrían tenido que hacer por<br />

necesidad. A ello responde su consejero Patronio con el relato del siguiente<br />

Ejemplo. Escuchemos:<br />

“Señor Conde Lucanor -dijo Patronio-, lo que me habéis contado, y sobre<br />

lo cual me pedís consejo, se parece mucho a lo que ocurrió a un hombre que<br />

cazaba perdices. / El conde le pidió que se lo contase. / Señor conde -dijo<br />

Patronio-, había un hombre que tendió sus redes para cazar perdices y, cuando<br />

ya había cobrado bastantes, el cazador volvió junto a la red donde estaban sus<br />

presas. A medida que las iba cogiendo, las sacaba de la red y las mataba y,<br />

mientras esto hacía, el viento, que le daba de lleno en los ojos, le hacía llorar.<br />

Al ver esto, una de las perdices, que estaba dentro de la malla, comenzó a<br />

decir a sus compañeras: / ¡Mirad, amigas, lo que le pasa a este hombre!<br />

¡Aunque nos está matando, mirad cómo siente nuestra muerte y por eso llora! /<br />

Pero otra perdiz que estaba revoloteando por allí, que por ser más vieja y más<br />

sabia que la otra no había caído en la red, le respondió: / Amiga, doy gracias a<br />

Dios porque me he salvado de la red y ahora le pido que nos salve a todas mis<br />

amigas y a mí de un hombre que busca nuestra muerte, aunque dé a entender<br />

con lágrimas que lo siente mucho””.<br />

A ello le sigue el consejo de Patronio al Conde y que es el siguiente:<br />

»Vos, señor Conde Lucanor, evitad siempre al que os hace daño,<br />

aunque os dé a entender que lo siente mucho; pero si alguno os perjudica, no<br />

buscando vuestra deshonra, y el daño no es muy grave para vos, si se trata de<br />

una persona a la que estéis agradecido, que además lo ha hecho forzada por<br />

las circunstancias, os aconsejo que no le concedáis demasiada importancia,<br />

aunque debéis procurar que no se repita tan frecuentemente que llegue a<br />

dañar vuestro buen nombre o vuestros intereses. Pero si os perjudica<br />

voluntariamente, romped con él para que vuestros bienes y vuestra fama no se<br />

vean lesionados o perjudicados”.<br />

Como podemos observar, los Cuentos del Conde de Lucanor constan de<br />

enseñanzas que son a tal punto universales que expresan situaciones que para el<br />

ser humano se mantienen a lo largo del tiempo, vale decir, se trata de constantes.<br />

Y dentro de estas constantes está precisamente la situación de la justificación de<br />

una acción perjudicial sobre la base de la forzosidad. Mas, suele suceder que<br />

quien la realiza, como el hombre que está matando las perdices, sólo en<br />

apariencia se estaría lamentando por sus actos, ya que está llorando<br />

simplemente porque el viento le da en los ojos. Ello nos lleva a ser cuidadosos en


esto y analizar muy precisamente la situación de la justificación de un perjuicio<br />

sobre la base de la forzosidad.<br />

347.Entre la moral y la ética.<br />

Por lo general, se estima que la distinción entre moral y ética radica en que la<br />

moral viene de las costumbres de cada grupo humano, de la comunidad, de una<br />

cultura o pueblo determinado, mientras que la ética guarda relación con una<br />

conciencia individual que juzga qué debe hacer y que tiene particularmente en<br />

cuenta los preceptos, normas y valores inscritos en cierta moral a la que nos<br />

adherimos.<br />

Intentemos ver a continuación esta diferencia entre ambas de un modo<br />

concreto, como teniendo que ver con nuestras vivencias y nuestro proceso de<br />

crecimiento y madurez.<br />

Tomemos conciencia por de pronto que vivimos en un mundo moral:<br />

desde que nacemos comenzamos, en los inicios lentamente, y luego con cada<br />

vez mayor celeridad, a enfrentar una moral ya constituida. Nuestros padres,<br />

nuestros hermanos mayores, la gente ya actúa de acuerdo a ciertos valores y<br />

principios, y supuestamente movidos por una conciencia moral. Al cabo de un<br />

tiempo vamos constatando que parejamente sucede que están<br />

permanentemente ocurriendo transgresiones del orden moral que se estima<br />

sigue vigente, que, si se habla mucho de justicia, parece primar lo contrario, que<br />

si se hace mucho aspaviento de la posesión de bienes materiales, hay a la par<br />

miseria, que, pareciendo tan sensato vivir en paz, hay guerras. Advertimos así<br />

que ese plano moral representa más bien un mundo ideal, por el que se supone,<br />

debemos luchar.<br />

Apoyándonos probablemente en ciertas lecturas, notamos también de<br />

que lo moral está muy unido con lo jurídico, con lo político y con lo religioso.<br />

Quizás convencidos por la enorme relevancia que tiene por ejemplo el bien o la<br />

justicia, tomamos a lo mejor la decisión de canalizar nuestra inquietud por hacer<br />

un mundo mejor, adhiriendo a un partido político o a un credo religioso.<br />

Mas, de acuerdo tal vez a particulares propensiones intelectuales<br />

nuestras, y alcanzando en ese plano cierta madurez, podemos ver esas posibles<br />

adhesiones como tomas prematuras de decisión que nos hacen quedar presos<br />

dentro de ciertos códigos. Nos acercamos entonces a una visión filosófica de lo<br />

ético y al sumergirnos cada vez más en ella, nos vamos percatando de que el<br />

nuevo habitat que adoptamos es bastante desolador, ya que no estamos sin más<br />

dispuestos a hacer las cosas que habitualmente se hacen: ganar dinero, o aún,<br />

cosas en principio desde luego dignas de todo encomio, como luchar por la<br />

justicia.<br />

Estamos entonces sumidos en cierto cuestionamiento general, mas en<br />

gran medida la madurez de cada cual se prueba en el modo cómo salimos de él,<br />

aunque esto no significa de ningún modo abandonar nuestra actitud y mirada<br />

crítica.<br />

348.A veces nos detenemos a ver el mundo y la vida.<br />

A veces nos detenemos a ver el mundo y la vida y ¿cómo se nos presenta?<br />

Como primera observación, vemos que el humano está fuertemente<br />

determinado por un conjunto de necesidades de orden material por satisfacer,<br />

que hay una fuerte competividad y que lo que tendencialmente prima es un<br />

querer tener cada vez más poder, que el poder que se busca es por sobre todo


un poder material, que esto trae consigo cierto agotamiento del espíritu, que lo<br />

que llamamos cultura tiende también a ser cada vez más presa del consumismo,<br />

que frente a un mundo fuertemente organizado y codificado, hay muchos que en<br />

vez de aprovechar drogas suaves como una experiencia positiva y que nos<br />

puede hacer crecer, se autodestruyen en sus "vuelos", que hay desolación y<br />

dolor, que los grados de destrucción a los que se puede llegar con la guerra son<br />

tremendos, que el mundo está por sobre todo regido de acuerdo a parámetros<br />

económicos que traen consigo una injusta distribución del ingreso, ya que buena<br />

parte de la población vive con el mínimo para subsistir, pero, con todo, y con<br />

todo el panorama aciago que nos presenta el mundo cuando nada más<br />

reflexionamos sobre él, al mismo tiempo, la vida no ha perdido su encanto, que<br />

hay un mundo tecnológico fascinante que se ensancha cada vez más, aunque<br />

por cierto también provocando serios daños sobre todo medio-ambientales, que<br />

hay fascinantes logros especialmente en la literatura y en el cine, que la fuerza<br />

de la fantasía y la imaginación no se agota en absoluto, que hay tantas personas<br />

anónimas que son de una generosidad y grandeza de alma increíbles, y que por<br />

último parece que todo el mundo estuviera de acuerdo, y aparentemente con<br />

razón, de que el amor es la clave, la panacea universal.<br />

Supongamos por un momento que presumiblemente ésa fuera la<br />

respuesta del hombre, la solución a todos sus problemas: el amor, pero: ¿qué<br />

amor? ¿El amor de pareja? ¿Cómo así? ¿No sobresale el fracaso de ese amor<br />

en nuestro tiempo? ¿No prima más el dolor que la alegría en esa forma de<br />

amor? Y, si no es el amor de pareja, ¿será otra forma de amor? ¿El amor a<br />

Dios? Pero, ¿qué Dios? ¿El Dios cristiano o musulmán? ¿Un dios que es puro<br />

amor y bien? Pero, ¿y por qué permite el mal, las peores crueldades,<br />

atrocidades, el dolor inconmensurable? ¿Y si además, no creo en Dios?<br />

¿Quedaré así fuera del amor? Pero, ¿puede justificarse que la fuerza del amor<br />

divino me deje fuera de ese amor, y que por lo tanto, sea un perdido, un<br />

condenado?<br />

Y, claro está, seguramente la respuesta final es el amor, mas ya vemos<br />

que esto sólo en apariencia es de fácil comprensión.<br />

Si la respuesta es el amor, ésta es paradojalmente tanto nuestra meta<br />

como el camino para llegar a ella: es amor en busca de su propia plenitud final<br />

(que es la meta).<br />

Pero, el camino parece que siempre lo andamos a tientas, que son<br />

muchos los fracasos, que sobran los buenos ejemplos, pero que<br />

sustancialmente el mundo y nosotros mismos no mejoramos.<br />

(hasta aquí última grabación en marzo, 2008).<br />

349.Algunas disquisiciones en torno a la ética filosófica.<br />

La ética religiosa no puede sino ser dogmática, como, por definición, lo es<br />

cualquiera de las religiones de las cuales se desprende; mientras que la ética<br />

filosófica, en su conjunto, supone una apertura a distintas posibilidades de<br />

concebir lo ético, y en ese marco asistimos a un amplísimo abanico de<br />

posibilidades y de propuestas éticas contrapuestas. Bien situados entonces en<br />

una ética filosófica y asumiendo su necesaria apertura, nos podemos y nos<br />

tenemos que preguntar acerca de todo lo que concierne a lo ético: qué es la<br />

conciencia humana que valora, qué los valores; cómo acontece el proceso de<br />

valorar, de hacer recaer sobre cosas y personas valoraciones de distinta


naturaleza; qué escalas valóricas se han propuesto y se pueden proponer; y<br />

otras preguntas. Ello nos enseña qué lo que prima en un enfoque de esta laya no<br />

es en absoluto el hecho de que haya ciertas respuestas de las que pudiéramos<br />

echar mano, sino el preguntar adecuadamente.<br />

Mas, lo moral – cómo no – despierta suspicacia. Ella se debe a que la<br />

moral ha estado muy frecuentemente en la historia al servicio de poderes<br />

establecidos, fundamentalmente de la religión y del estado, y que por lo tanto ha<br />

estado predominantemente respaldando al establishment. A propósito de esto,<br />

atendamos a Nietzsche que, como ningún otro, ha embestido contra los<br />

fundamentos de todo lo que se creía hasta su tiempo, y criticando duramente la<br />

moral tradicional, la moral especialmente cristiana, nos propone al mismo tiempo<br />

su propia moral, con todo lo discutible que ella sea. Si tomamos pues conciencia<br />

histórica de nuestra ubicación hoy, deberíamos, gracias a Nietzsche y a muchos<br />

que le acompañan, estimar como rescatados estos términos que pueden ser y<br />

han sido tan odiosos: 'ética' y 'moral', la que tan frecuentemente se presenta<br />

además como 'moralina'.<br />

Sumado a la mentada sospecha que nos muestra a ratos a la<br />

in-moralidad más atractiva que la moralidad – lo que le hace a Nietzsche<br />

autodenominarse justamente un inmoralista y un decadente, porque en forma<br />

deliberada de-cae de los esquemas de la moral tradicional – está esta otra<br />

sospecha de similar gravitación y que la expresa Jean Baudrillard, al sostener<br />

que la inmoralidad y no la moralidad es el motor de la historia humana. Leemos<br />

en Las estrategias fatales:<br />

"No es la moralidad ni el sistema positivo de valores de una sociedad lo<br />

que la hace progresar, es su inmoralidad y su vicio. / No es nunca el Bien ni lo<br />

Bueno, sea éste el ideal y platónico de la moral, o el pragmático y objetivo de la<br />

ciencia y de la técnica, quienes dirigen el cambio o la vitalidad de una sociedad;<br />

la impulsión motora procede del libertinaje, sea éste el de las imágenes, de las<br />

ideas o de los signos. / Los sistemas racionales de la moral, del valor, de la<br />

ciencia, de la razón sólo dirigen la evolución lineal de las sociedades, su historia<br />

visible. Pero hasta la energía profunda que impulsa esas cosas viene de fuera.<br />

Del prestigio, del desafío, de todos los impulsos seductores o antagonistas,<br />

incluido los suicidas, que no tienen nada que ver con una moral social o una<br />

moral de la historia o del progreso. / La rivalidad es más poderosa que cualquier<br />

moralidad, y la rivalidad es inmoral. La moda es más poderosa que cualquier<br />

estética, y la moda es inmoral."/.../"El libertinaje de los signos, en todos los<br />

terrenos, es mucho más poderoso que la realidad, y el libertinaje de los signos<br />

es inmoral. El juego, cuyas reglas son inmemoriales, es mucho más poderoso<br />

que el trabajo, y el juego es inmoral. La seducción, bajo todas sus formas, es<br />

mucho más poderosa que el amor o el interés, y la seducción es inmoral" (p.<br />

76-77).<br />

Podremos estar de acuerdo con Baudrillard o no, pero sus palabras nos<br />

dan mucho que pensar acerca de nuestra situación.<br />

350.Moralidad e inmoralidad.<br />

A partir de una postura escéptica sobre la ética, como la del filósofo francés Jean<br />

Baudrillard, él plantea en su libro Las estrategias fatales que la inmoralidad y no<br />

la moralidad es el motor de la historia de la humanidad. Esto se debería a que lo<br />

que verdaderamente motiva, genera, transforma el estado de las cosas a cada


momento es la fascinación que suscita el romper con códigos, creencias y<br />

valores vigentes en un determinado momento.<br />

Este argumento, con todo lo sugestivo que es, lo podemos analizar<br />

críticamente. En cuanto a su validez, lo circunscribimos a aquellas formas de<br />

ruptura con la moralidad vigente que son fructíferas, esto es, las que traen un<br />

nuevo orden, una nueva manera de ver las cosas, ya en el ámbito religioso,<br />

cultural o político, y que, a la vez, sea viable.<br />

Pero, veamos ahora otro aspecto del supuesto de que efectivamente la<br />

inmoralidad tendría un mayor peso histórico que la moralidad.<br />

Al detenernos en esto, habría que agregar inmediatamente, respecto de la<br />

validación del supuesto anterior, que ello no le quita ni un ápice a lo que<br />

especialmente Kant y posteriormente Max Scheler tan certeramente han<br />

destacado como la dimensión ideal de los valores.<br />

Esto significa que, aunque el empeño de diversas expresiones históricas<br />

de lo que concierne a lo ético (como las de los sofistas, Maquiavelo, Hobbes,<br />

Nietzsche) corresponda al intento de mostrarnos que la fuerza de los hechos (lo<br />

que es de facto ) es más potente que la fuerza del derecho (lo que es de jure ), y<br />

esa fuerza de los hechos se define en función de que, de una u otra forma, lo<br />

que mueve el mundo es un poder de carácter más bien inmoral, ello no anula en<br />

absoluto la validez de continuar actuando en pos de lo que sean el bien, la<br />

verdad y la justicia.<br />

Quizás éste sea el verdadero y abismal conflicto moral en el que se<br />

encuentra el hombre de todos los tiempos, en especial el hombre moderno para<br />

el cual la libertad es como el principal de todos los valores. Me refiero al conflicto<br />

entre lo que idealmente debe ser de una cierta forma - y en este sentido los<br />

valores son al mismo tiempo ideales - y lo que ocurre en el plano concreto de la<br />

cruda realidad. A veces esa realidad cotidiana, atravesada por un juego de poder<br />

y de intereses, nos abruma y nos hace desesperanzarnos respecto de ciertos<br />

ideales en los que creemos, por ejemplo, que relativamente a la justicia tal como<br />

se la practica, no se le hace honor a su nombre y que pagan justos por<br />

pecadores, que al rico no se le juzga igual que al pobre, que hay quienes han<br />

cometido tremendas estafas y están libres porque tienen santos en la corte, por<br />

un “tráfico de influencias” o por su poder económico, social o político.<br />

351.Los valores viven de lo que los contraría.<br />

Uno de los grandes axiólogos (es decir, un filósofo de los valores) del siglo XX,<br />

me refiero a Max Scheler, destaca la dimensión dialéctica de los valores. Ella<br />

apunta a la relación entre los valores y la realidad humana concreta, respecto de<br />

la cual sucede que un valor tiene más fuerza en la medida en que no se hace<br />

presente en una circunstancia histórica determinada; vale decir, si lo que más se<br />

echa de menos en una comunidad es la justicia, tanto más seguramente<br />

comenzará a lucharse por ella. Y, al contrario, si en una idílica comunidad<br />

hubiera solamente justicia, paz, riqueza y salud, se tendería fácilmente allí a<br />

olvidar esos valores.<br />

Lo anterior es constatable en los hechos: por ejemplo, en los países en<br />

los que la pobreza es un fenómeno muy reducido, se tiende a olvidar el<br />

significado de la riqueza, ya que a ésta se la da por descontado. Pero apenas la<br />

pobreza comienza a ser algo significativo, entonces se hace notar la diferencia<br />

entre pobreza y riqueza, lo que se traduce en reclamos, manifestaciones y una<br />

acción política de demandas sociales.


Lo mismo puede decirse de lo que trae consigo vivir mucho tiempo en un<br />

estado de paz asegurado. La consecuencia de ello es que tendemos a olvidar lo<br />

que eso significa y olvidamos el fantasma de la guerra.<br />

Ello quiere decir, siguiendo el pensamiento de la índole dialéctica de los<br />

valores, propuesto por Scheler, que los valores necesitan de esa fricción con lo<br />

contrario, con el anti-valor o dis-valor, con el fin de mantenerse vivos. Más aún,<br />

los valores requieren del dis-valor, de su presencia actual, o al menos, potencial,<br />

para mantener su vigencia: así el bien tiene sentido en la medida que hay el mal,<br />

y lo mismo la justicia respecto de la injusticia.<br />

De alguna manera este pensamiento está anticipado por Heráclito en<br />

términos de lo que sería la lucha de los contrarios, que todas las cosas y la vida<br />

misma se constituye a partir de la contrariedad. No hay lo fuerte sin lo débil, lo<br />

justo sin lo injusto, lo bueno sin lo malo. Con Max Scheler, diríamos, que se<br />

agrega a lo planteado por Heráclito la consideración propiamente dialéctica de la<br />

negación. La negación es constitutiva del fenómeno. El disvalor, el antivalor,<br />

mantiene vivo al valor, no menos que la policía se mantiene viva con la<br />

delincuencia, y si no hay delincuencia, el aparato policial tiende a decaer, a dormir<br />

el sueño de los justos.<br />

En los procesos cósmicos advertimos lo mismo, en los que claramente se<br />

advierte como el carnívoro vive del herbívoro, el fuego del aire, la propia vida de<br />

la muerte de los individuos, que permite la conservación de las especies.<br />

Este pensamiento es interesante a la vez porque pone claramente en<br />

conexión procesos cósmicos con procesos del mundo espiritual, como es lo que<br />

corresponde a los valores y lo ético. Podríamos decir que así como en los<br />

procesos cósmicos, sobre todo a nivel químico y físico se dan procesos de<br />

combustión, así también en los valores, puesto que aquello que los enciende y<br />

acrecienta es su contrario. Ello tiene también una expresión contundente en la<br />

política. La contrariedad alimenta movimientos sociales y políticos que por lo<br />

general tienen más fuerza con sus reclamos bajo la opresión de regímenes<br />

autoritarios que en democracia.<br />

352.¿Es posible una “ética puramente empírica”?<br />

Uno de los ejemplos más decidores de la determinación de la dimensión ideal en<br />

el plano ético corresponde al libro, a través del cual Schopenhauer ganara en su<br />

época un premio otorgado por la Academia Danesa de las Ciencias: El<br />

fundamento de la moral, de 1840. En esta atractiva obra Schopenhauer<br />

comienza por reclamar contra los excesos de la ética idealista que nos habla del<br />

bien y la justicia, marchando los asuntos humanos completamente a contrapelo,<br />

los cuales se debaten en guerras, abusos y toda suerte de crímenes,.<br />

En aras de encontrar entonces un fundamento convincente para la moral,<br />

él opta entonces por el desarrollo de una así llamada "ética empírica". La primera<br />

tarea que, consecuentemente con ese objetivo, emprende nuestro autor, es ir a<br />

los hechos mismos, para lo cual comienza por clasificar las acciones humanas<br />

concretas, con el fin de descubrir en ellas alguna que cumpla con el requisito de<br />

representar el buscado fundamento de la moral. El clasifica las acciones<br />

humanas, según el fin que se persigue en ellas. Ellas son acciones egoístas,<br />

cuando ese fin es nada más que el bien de sí mismo; malévolas, cuando se<br />

persigue el mal ajeno; y altruístas, cuando se persigue el bien ajeno. Unicamente<br />

en estas últimas estaría el anhelado fundamento moral, las cuales, por otro lado,<br />

las concibe Schopenhauer con exigencias extremas propias más bien de la


santidad, como que en ellas se trata única y exclusivamente de actuar en pos del<br />

bien del otro, sin tener para nada en cuenta el bien personal.<br />

Es así como, fijémonos bien, los primeros avances en esta "ética<br />

empírica" nos hacen ver que hurgando en las acciones humanas, y encontrando<br />

entre ellas unas que son preferibles, se nos ha colado imperceptiblemente la<br />

dimensión de lo ideal, a la que, al parecer, jamás podemos sustraernos.<br />

Pero, no nos apresuremos tanto en juzgar el planteamiento<br />

schopenhaueriano. Pensemos bien, y consideremos que a un pensador de su<br />

altura no se le escapa que,junto con proponer una ética empírica, apoyada en<br />

las acciones concretas, está proponiendo unas acciones que “deben ser”<br />

realizadas, y solamente éstas valen como fundamento de la moral.<br />

Evidentemente está pensando que, por escasas que sean las acciones<br />

puramente altruístas, éstas igualmente existen, aunque tengamos para ello que<br />

poner como ejemplo las acciones de un santo. Y, evidentemente también ocurre<br />

que esas acciones se justifica que junto con ser un modelo a emular, tengan al<br />

mismo tiempo el rango de fundamento de la moral.<br />

De todos modos cabe reconocer que esas acciones, dada su exigencia<br />

extrema de no incluir en ellas en absoluto la más mínima consideración de un<br />

bien propio, sino son imposibles, brillan entonces por una escasez tal que<br />

revisten al mismo tiempo de cierto carácter ideal. En efecto, tanto las acciones<br />

de un santo, como las de un héroe conllevan cierta dimensión ideal, en el sentido<br />

de ser acciones que implican a tal grado la entrega total a una causa, lo que<br />

incluye también la posibilidad de entregar la propia vida, que, por este mismo<br />

motivo, se elevan a una condición de ideales. Y es que los ideales desde luego<br />

no equivalen a meras abstracciones gratuitas, sino que están en íntima conexión<br />

con la realidad humana. Por de pronto, su papel consiste en conducir a ésta en<br />

una determinada dirección, sea ésta la del bien común, de la paz universal, de la<br />

solidaridad o de lo que represente el ideal en cuestión. Mas, por otro lado, los<br />

ideales es presumible que procedan de hechos excepcionales realizados por<br />

hombres también excepcionales, y que a través de su gesta han demostrado<br />

que aquellos ideales son posibles.<br />

353.El secreto de la razón.<br />

La palabra ‘razón’ proviene del latín ‘ratio’, significando esta última tanto ‘razón’<br />

como ‘fundamento’ y también ‘cuenta’ y ‘cálculo’. El verbo correspondiente es<br />

‘reri’, ‘pensar’, ‘calcular’. Y se agregan a ello muchos otros derivados como<br />

‘ración’, equivalente a ‘porción’, como también en el sentido de parte, ‘rata’, que<br />

tiene que ver con el ‘prorrateo’ que atañe, entre otros, a modalidades de<br />

compra. 17<br />

Este origen del término lo considera Heidegger, centrando su análisis en<br />

las dos primeras acepciones de ‘ratio’, ‘razón’ y ‘fundamento’, para mostrar con<br />

ello, y valiéndose de una metáfora, en La proposición del fundamento que se<br />

genera aquí una ‘horquilla’ (cfr. SvG, p. 173 ss.). Y el problema es entonces<br />

encontrar la unión entrambos, entre razón y fundamento.<br />

Sobre esto nos proponemos pensar en lo que sigue. 18 La cuestión central<br />

que ante todo corresponde reconocer es que la razón es a la vez fundamento,<br />

17 Joan Corominas, Breve Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana, Madrid: Gredos, 1994.<br />

18 Heidegger, Der Satz vom Grund, Pfullingen: Neske, 1971. Ed. cast.: La proposición del fundamento,<br />

trad. de Félix Duque y Jorge Pérez de Tudela , Barcelona: Ediciones del Serbal-Guitard, 1991. Otra trad.:<br />

El principio de razón; en ¿Qué es filosofía?, trad. de José Luis Molinuelo, Madrid: Narcea, 1978.


vale decir, que lo conlleva como lo que es esencial. A partir de ello se puede<br />

entender por qué la razón está siempre animada por la búsqueda del fundamento<br />

de esto o lo otro, de lo que se está preguntando en cada caso, y mientras no hay<br />

una respuesta (en términos de Leibniz una razón o fundamento siquiera<br />

suficiente) la razón no se acalla ni se tranquilizada. La razón está así, siempre y<br />

en todo momento por lo demás, bajo la obsesión del fundamento, que siempre<br />

tiene que haberlo. El principio de razón suficiente de Leibniz dice así:<br />

"/.../ principio de razón suficiente: que nunca acontece algo sin una<br />

causa o siquiera una razón determinada, esto es, sin una cierta razón a priori,<br />

por qué existe algo y no más bien no existe y por qué existe más bien de éste<br />

que de ningún otro modo. Este importante principio vale para todos los<br />

acontecimientos, y no se deja aducir ninguna prueba contraria". 19<br />

Que la razón sea a la vez fundamento, significa que al ir ella en pos del<br />

fundamento, lo que está haciendo en rigor corresponde a una introversión, la cual<br />

naturalmente a la vez se acompaña de una extroversión, de un mirar hacia fuera<br />

el fenómeno del cual busca su fundamento.<br />

Martin Heidegger desarrolla una interesante concepción del poder en la<br />

medida que lo asocia con el principio de razón suficiente. En efecto, puede<br />

decirse que con toda seguridad tras toda forma de poder está el mencionado<br />

principio. En cada caso, ya sea en el poder político, económico, social, técnico, o<br />

el poder del saber, se trata de si lo que se emprende, las decisiones que se<br />

toman, las nuevas inversiones que se hacen, si lo que se está fabricando, tiene o<br />

no fundamento, justificación. De este modo, puede decirse incluso que finalmente<br />

el poder es el principio de razón suficiente. Ahora bien, si como veíamos más<br />

arriba el mencionado principio no consiste en otra cosa que en la razón misma,<br />

entonces podemos decir que el poder es simplemente la razón.<br />

Mas, el problema viene a ser entonces cómo este poder de la razón se<br />

puede desvirtuar al rebajarse la razón a un mero cálculo de posibilidades, debido<br />

a lo cual se instrumentaliza y puede acabar justificando cosas aberrrantes y hasta<br />

horrorosas. Es por ello que cabe sostener que, si concebimos con Aristóteles al<br />

hombre como animal racional, se trata de que la razón nunca se aparte de lo<br />

humano, nunca se deshumanice. Éste ha de ser siempre nuestro Norte.<br />

354.Weimar, otrora ciudad-luz en Alemania.<br />

Tras la muerte de Heinrich Floris, el padre del filósofo Arthur Schopenhauer, la<br />

madre de este último – Johanna – el 21 de Septiembre de 1806 emprende viaje<br />

desde Hamburgo a Weimar, en aquel tiempo con la presencia de Goethe,<br />

Wieland, Herder, y otros intelectuales, la ciudad luz en Alemania. A Arthur,<br />

entonces un joven de 18 años, le deja la siguiente carta antes de su partida:<br />

“Recién te has ido; todavía huelo el humo de tu cigarro, y se que en mucho<br />

tiempo no te veré. Pasamos juntos la tarde muy contentos; deja que esto sea la<br />

despedida. Que te vaya bien mi bueno, querido Arthur, cuando tu recibas estas<br />

líneas, presumiblemente ya no estaré más aquí; pero aunque todavía estuviera,<br />

no vengas, no puedo soportar la despedida. Nos podemos pues volver a ver,<br />

cuando queramos; espero que no pasará mucho tiempo cuando nos permita la<br />

razón quererlo. Que te vaya bien, te defraudo por primera vez; había solicitado los<br />

caballos para las seis y media, espero que no te duela demasiado, que te haya<br />

19 Leibniz, Theodizee, Frankfurt am Main: Insel, 1986, I Parte, # 44, trad.m./ Ed. cast.: Teodicea, # 44, en:<br />

Obras, Tomo V, trad. de Patricio Azcárate, Casa Editorial de Medina, s/a.


defraudado; lo hice por mí; porque se cuán débil soy en tales momentos y cuánto<br />

me afecta cada fuerte emoción” (108).<br />

Y una vez ya en Weimar, donde Johanna se encuentra como en el<br />

Olimpo, le escribe a su hijo, diciéndole:<br />

“El trato me parece aquí muy agradable y no demasiado costoso, con un<br />

poco de esfuerzo y menos costos todavía me será más fácil todavía reunir una<br />

vez a la semana en torno a mi mesa del té a las mejores cabezas en Weimar, y<br />

quizás en Alemania, y en general poder conducir una vida muy agradable” (91).<br />

Rüdiger Safranski describe la vida en Weimar, mostrando la otra cara del<br />

Olimpo alemán: sus vías de acceso están en muy mal estado, la vida nocturna es<br />

mínima, ya que desde las 7 de la tarde en adelante está todo oscuro, salvo los<br />

días que hay ópera. Distintos viajeros, por sobre todo ingleses, encuentran<br />

aburrido a Weimar. De todos modos, la función semanal de la ópera es<br />

frecuentada por todos, entre los cuales ocupan los lugares reservados no más<br />

que unas dieciséis familias de la nobleza y destacados intelectuales. Entre ellos<br />

se encuentra el propio Goethe, que mantiene una relación con Christiane Vulpius,<br />

una jóven que había trabajado como florista para un empresario del lugar. En<br />

esta villa de sólo unos cinco mil habitantes Goethe pasa a ser objeto de<br />

comentarios y chismes, a los que no se sustrae otra actriz, de la que el jóven<br />

Schopenhauer se enamorará – Karoline Jagemann – mas ese será un amor<br />

infeliz del futuro filósofo, ya que lo dejará por un príncipe. Dice esta actriz de<br />

modo deslenguado sobre la controvertida relación de Goethe, que además era su<br />

director en la Academia de Teatro de Weimar:<br />

“Cuando llegué de Mannheim, la relación estaba públicamente<br />

establecida, y que la Vulpius vivía con Goethe, para la ciudad era algo insólito. Él<br />

era el primero y el único que se atrevía a despreciar la opinión pública, sin temor,<br />

y esto se lo estimaba tanto más ofensivo cuanto se veía en ello un mal uso de la<br />

prerrogativa que le daba la amistad con la nobleza, en algún sentido”.<br />

A poco de llegar Johanna a este mundo comienza a tener pleno éxito con<br />

sus planes, ya que pronto logra formar una atractiva e importante tertulia semanal<br />

con Goethe a la cabeza, con quien será íntima amiga.<br />

355.Una leyenda del Talmud interpretada por Hannah Arendt.<br />

Con todo lo necesaria para la convivencia humana que es la ética y la moral<br />

¿cómo no reconocer que inevitablemente los parámetros éticos suelen resultar<br />

incómodos y desagradables. Que estemos de pronto juzgando en términos éticos<br />

a alguien de por sí puede ser tan desagradable para el que juzga, para el<br />

sometido a ese juicio, como para eventuales testigos presenciales de ello.<br />

Humberto Gianninni trae a colación en su libro Del bien que se espera y<br />

del bien que se debe un relato de la filósofo Hanna Arendt que es esclarecedor<br />

respecto de un modo distinto de concebir lo ético. Se trata de una leyenda<br />

talmúdica que dice que Dios decide salvar el mundo (que se ha descarriado)<br />

exclusivamente en razón de 36 hombres justos. Ahora bien, ni siquiera ellos<br />

mismos saben que es exclusivamente a causa de ellos que el mundo será<br />

salvado.<br />

A esto se refiere lo que Giannini llama aquí la sancta ignorantia de los<br />

justos, con apoyo en Arendt, a través de lo cual apunta a que el bien y la justicia<br />

suelen expresarse por medio de una espontaneidad completamente ajena a un<br />

estar conciente de que se está siendo bueno o justo. Giannini comenta al<br />

respecto:


"Lo que Hannah Arendt plantea a propósito de esta narración es que la<br />

bondad, aquella que va instantáneamente a lo suyo, al concentrarse en su propia<br />

eficacia, al instalarse apasionadamente en su propio fin, se vuelve distraída<br />

respecto de sí misma; ingrávida y transparente para la conciencia del hombre<br />

bueno". 20<br />

Esto pone hasta cierto punto en entredicho la ética kantiana que es por<br />

sobre todo una ética del deber, y así como Kant critica toda forma de moral que<br />

reconozca la eticidad de un acto, que se justifique en función del contenido que<br />

se realiza, esto es, la búsqueda de la utilidad o de la felicidad, y no en función de<br />

que una norma nos obliga a actuar, así también, podríamos decir, podemos<br />

cuestionar el que los actos éticos los realicemos sobre la base del sometimiento a<br />

una norma, y no en forma espontánea, como sería el caso de esos 36 hombres<br />

justos que, sin saberlo siquiera ellos mismos, están posibilitando la salvación del<br />

mundo.<br />

Aún así, en favor del planteamiento kantiano, se podría aducir que lo ético<br />

no puede quedar librado a una espontaneidad, pero lo cierto es que, siguiendo a<br />

Hannah Arendt, parece haber actos buenos y justos que son simplemente<br />

espontáneos, y tal vez sean ellos incluso, los que tienen que convertirse en<br />

paradigmas a emular.<br />

Giannini sigue comentando a propósito de esta condición de los hombres<br />

justos:<br />

"El alma bondadosa - y , como bien lo señala H. Arendt, también el alma<br />

del hombre sabio - posee una extraña inclinación a retraerse a las miradas,<br />

incluso a la propia, a fin de estar plenamente en lo que hace y no volverse<br />

morosa a causa del mismo mirar" (ib.).<br />

356.Napoleón invade Weimar y uno de los afectados por ello es Goethe.<br />

Cuando Johanna Schopenhauer, la madre del filósofo del mismo nombre, se ha<br />

mudado a Weimar, donde pronto entabla amistad con Goethe, se encuentra allí<br />

en 1806 de lo más contenta, cuando comienza de pronto a arreciar la guerra,<br />

debido a la invasión napoleónica. Cerca de Weimar tienen lugar las batallas de<br />

Auersted y Jena. Según Johanna en carta a su hijo, le cuenta que Goethe decía<br />

que “ella se habría convertido en una weimarenesa con un bautizo de fuego”<br />

(118). Un mes antes, cuando ya se presume que la situación se volverá difícil,<br />

Johanna todavía está optimista, y dice en una carta del 29 de Septiembre de<br />

1806 a Arthur:<br />

“Aquí reina el mejor ánimo, el ejército pronto avanzará, cómo será<br />

entonces, permanece todavía en la oscuridad, mas todo está bien, no obstante la<br />

guerra es inevitable; entretanto empero hay mucho entusiasmo y vida” (118).<br />

Si bien Weimar pertenece al Principado de Sajonia, igual las decisiones<br />

que tome Prusia la afectan, y esto se comprueba así justo en este caso. Hasta<br />

ahora Prusia había estado del lado de Napoleón, pero de pronto cambia su<br />

estrategia y el emperador hace un pacto con el Zar. Napoleón da el ultimátum.<br />

Como Prusia no se retracta, el Corso da la orden de avanzar con sus tropas, y<br />

entonces Prusia se ve obligada a declararle la guerra, en lo que el Príncipe Carlos<br />

Augusto de Sajonia-Weimar le sigue. Respecto de esta determinación del<br />

20 Humberto Giannini, Del bien que se debe y del bien que se<br />

espera, Dolmen Ediciones, Stgo. 1997, p. 45.


Príncipe, Goethe, como ministro que era, aconseja urgentemente desistir de esto<br />

y no exponer a Weimar a una posible invasión.<br />

A comienzos de Octubre ya se escuchan los cañones cerca de Weimar.<br />

Johanna, que entretanto se había hecho amiga del general alemán Von<br />

Kalckreuth en alguna reunión social en Hamburgo, piensa huir de Weimar con su<br />

hija Adele y con el apoyo del General. Arthur entretanto se encuentra en<br />

Hamburgo. Mas, según cuenta, Rüdiger Safranski en su libro sobre<br />

Schopenhauer, sólo hay tiempo para unos abrazos, pero no para conseguir<br />

caballos y preparar la huida. Finalmente, el propio General tiene que partir al<br />

frente de la guerra. Ni siquiera la Princesa Ana Amalia puede conseguirle<br />

caballos a Johanna, su hija y sus empleados para la huida, debido a lo cual<br />

acaban quedándose en Weimar y enfrentando simplemente lo que se presente<br />

con la frente en alto. Curioso como en medio de esta situación todavía hay tiempo<br />

para ir al teatro. Pero ya al día siguiente, el 15 de Octubre de 1806, se sienten los<br />

cañones y la parte delantera de la ciudad está en llamas. Una vez que la ciudad<br />

se ha rendido, los solados franceses tienen licencia para el saqueo de la ciudad.<br />

Johanna y su hija Adele se las arreglan de alguna manera para evitar esto y sólo<br />

les toca recibir a unos oficiales a los que tienen que atender con comidas y<br />

bebidas. Por la noche mucha gente llega a casa de Johanna y encuentran allí<br />

refugio.<br />

Fue Goethe quien lo pasó muy mal en este saqueo de Weimar, ya que en<br />

la mitad de la noche se presentaron soldados en su casa, provocando gran<br />

desorden, y sin que el poeta supiera si de ello escaparía con vida. Johanna que lo<br />

ve en su casa después, describe así esta situación, diciendo de Goethe que él:<br />

“no había visto jamás un cuadro así de horroroso, rodeado él de papeles<br />

desparramados y rajados, él mismo estaba de pie sobre el suelo, frío y como<br />

petrificado…Él parecía como el rey Lear, sólo que el rey Lear estaba loco, y aquí<br />

era el mundo el que estaba loco” (122-123).<br />

357.Para que un acto sea ético ¿requiere que haya sido hecho deliberadamente?<br />

Complejo problema éste. Podemos pensarlo considerando la posibilidad<br />

contraria, con apoyo en el relato del Talmud, que nos recuerda la filósofa<br />

Hannah Arendt, y que nos habla de que Dios está defraudado con la raza<br />

humana que ha creado y decide eliminarla, mas al dirigir su mirada al mundo se<br />

percata de que hay 36 hombres justos y que son tales, sin saberlo ellos mismos.<br />

En buenas cuentas, se trata de la sancta ignorantia de los justos. Pues bien,<br />

Dios se retracta entonces de la destrucción que iba a emprender y el mundo se<br />

salva únicamente debido a estos hombres justos, pero ellos no saben nada de<br />

esto.<br />

Se abre con ello una dimensión de lo ético que representa el polo opuesto<br />

de la concepción de Kant que entiende lo ético en función del apego irrestricto a<br />

la norma.<br />

Por su parte, el filósofo chileno Humberto Giannini, al interpretar esto en<br />

su libro Del bien que se espera y del bien que se debe, plantea que es propio del<br />

hombre bueno y del sabio estar completamente imbuido en su hacer, y distraído<br />

respecto de sí mismo. Y para reforzar su tesis, Giannini plantea lo siguiente:<br />

"Si la sancta ignorantia de los justos levanta una sombra de sospecha<br />

sobre cualquier voluntad que se proyecte como determinación abstracta a ir<br />

realizando el bien por el mundo; levanta la sospecha de si acaso esa voluntad<br />

ofrece la condición interna suficiente para que el bien, incluso en el supuesto de


que sea concretamente realizado entre los hombres, alcance la dimensión<br />

misteriosa, trascendente, del bien moral" (p. 46).<br />

Notable es en este contexto destacar además la dimensión misteriosa del<br />

bien, a lo que cabría añadir que únicamente el bien espontáneo es capaz de<br />

rescatar aquella dimensión. En efecto, no puede haber ningún misterio en un<br />

bien realizado porque una norma o una ley nos obligan a ello.<br />

Y, extremando las cosas, ¿no será esa moral formal y apegada a la<br />

norma la "pequeña moral", con todo lo necesaria y lo inevitable que sea como<br />

para organizar adecuadamente una sociedad en la que reine un mínimo orden?<br />

Y continúa Giannini reforzando esta sospecha del bien autoproclamado:<br />

"El problema se centra, pues, en la dimensión desbordante de todo<br />

proyecto de bien, como determinación al vacío, abstracta, de una voluntad que<br />

bien pudiera revelarse en el camino como mera voluntad de poder, de<br />

autoafirmación que, desde lo más recóndito de sí, mirará como accesorio o<br />

complementario el bien del otro, preocupada como está de ser ella su causa" (p.<br />

46).<br />

Giannini toca aquí un problema inquietante: ¿cómo poder distinguir la<br />

verdadera moralidad de un proyecto, de una empresa, de una acción? Imposible.<br />

¿Cuál sea la intencionalidad que persiga su agente? No podemos saberlo.<br />

¿Querrá este hombre rico con su conducta dadivosa y generosa, ser reconocido,<br />

y, ocultamente, ésta es su principal motivación? No podemos saberlo<br />

nuevamente. Quizás incluso se justifique por ello adoptar un criterio pragmático<br />

que privilegie los efectos y desestime las intencionalidades. Y, en efecto, parece<br />

que, relativamente a esto, éste es el enfoque habitual. ¿Pero no será éste<br />

también un enfoque simplemente cómodo?<br />

358.Para Aristóteles lo mejor sería una “república de amigos”.<br />

La justicia no es la única virtud que Aristóteles piensa como relativa a una<br />

adecuada relación interpersonal, sino también la amistad. Tanto es así que él<br />

plantea que la justicia tiene en el fondo la naturaleza de la amistad.<br />

La justicia, en tanto ha sido concebida por el filósofo de Estagira como<br />

equidad, no queda presa en la ley, sin embargo está igualmente muy apegada a<br />

lo legal. La amistad, en cambio, tiene un componente personal, afectivo y<br />

anímico que obviamente la justicia no alcanza a cubrir.<br />

Esta misma consideración nos permite reconocer en ella el signo de una<br />

profunda eticidad, como que justamente en ella se ponen en juego nuestras<br />

cualidades morales más elevadas, como la honestidad, la perseverancia, la<br />

confianza y la lealtad.<br />

Si en el mundo griego, como lo podemos ver ya en Platón, se puso en un<br />

sitial más alto a la amistad que al amor, podemos sospechar que ello es, en<br />

gran medida, debido a este carácter de equilibrio, equidad, justicia, concordia,<br />

prudencia y sensatez que la acompañan, y que la hacen aparecer como una<br />

elevadísima virtud. Probablemente la amistad es, de este modo, el más grande<br />

ideal ético y político que permite y alienta la construcción de la sociedad.<br />

En palabras de Aristóteles, tomadas de su Libro VIII, dedicado a la 'filía',<br />

la amistad, de la "Ética Nicomaquea":<br />

"La amistad es necesaria. Más aún: es admirable; nosotros no<br />

escatimamos nuestros elogios a los que tienen el culto de ella, y gran número de<br />

amigos constituye uno de los bienes más envidiables y honrosos; algunos


incluso opinan que es una misma cosa ser un hombre honesto y un amigo fiel"<br />

(1155 a).<br />

Aristóteles sostiene que la amistad es una virtud, o agrega él: "va<br />

acompañada de virtud", y continúa:<br />

"Además, es absolutamente indispensable para la vida: sin amigos, nadie<br />

querría vivir, aun viéndose saciado de todos los demás bienes. Incluso los ricos,<br />

los que están en posesión de los cargos y del poder supremo, tienen, al parecer,<br />

una especial necesidad de tener amigos" (1154 b).<br />

Luego agrega la decisiva importancia que tiene la amistad en lo que atañe<br />

a la política, la organización de la sociedad y de la polis:<br />

"La amistad parece incluso ser el lazo de las ciudades, y parece atraer la<br />

atención de los legisladores más incluso que la justicia. La concordia, que se<br />

parece en alguna medida a la amistad, parece ser el objeto de su primordial<br />

solicitud, mientras que procura eliminar de alguna manera la discordia, enemiga<br />

de la amistad. Por otra parte, si los ciudadanos practicaran entre sí la amistad,<br />

no tendrían en manera alguna necesidad de la justicia; pero, aun suponiéndolos<br />

justos, tendrían necesidad de la amistad, y la justicia, en el punto máximo de su<br />

perfección, parece tener la naturaleza de la amistad" (1155 a).<br />

¡Qué extraordinario planteamiento éste de Aristóteles! Que la justicia está<br />

muy próxima a la amistad, que parece incluso que la justicia en su máxima<br />

perfección sería como la amistad.<br />

359.Placer y dolor según Stendhal.<br />

El poeta y filósofo del amor – Stendhal – descubre distintos ingredientes que<br />

acompañan a la vivencia amorosa, tales como el temor y el sufrimiento. Estos le<br />

son consustanciales, ya que dada la mútua compenetración y co-pertenencia que<br />

se da en el amor, cualquier amenaza o postergación de ello suscita precisamente<br />

temor y sufrimiento. Dice Stendhal:<br />

"Yo no llamo pasión más que a la probada en largos sufrimientos, y<br />

sufrimientos de esos que las novelas se guardan bien de pintar, y que, por otra<br />

parte, no pueden pintar" (p. 307).<br />

Más aún, nuestro autor participa de la convicción que el dolor es en<br />

general más fuerte que el placer, tesis que, por lo demás comparte con<br />

Nietzsche, el cual a su vez fue un gran admirador de Stendhal; de hecho lo<br />

consideró el mejor escritor del siglo XIX. Escuchemos a Stendhal al respecto:<br />

"En primer lugar, el placer no produce ni la mitad de impresión que el<br />

dolor, y, además, aparte de la desventaja de la cantidad de emoción, la<br />

intensidad de la simpatía suscitada por la pintura de la felicidad apenas llega a la<br />

mitad de la que suscita el infortunio" (p. 342).<br />

Stendhal escribe este libro, así como posteriormente Roland Barthes en el<br />

siglo XX, bajo los efectos de un amor frustrado. El personaje que lo representa -<br />

Salviati- dice:<br />

"Desesperado por el infortunio a que el amor me reduce, maldigo mi<br />

existencia. El tiempo es sombrío, llueve, un frío tardío ha venido a entristecer de<br />

nuevo la naturaleza que, después de un largo invierno, se asomaba a la<br />

primavera" (p. 164).<br />

La fuerza de lo que llamamos 'amor' se expresa no solamente en estos<br />

estados en que nos sume el amor cuando se frustra, sino en varios otros<br />

sugestivos y paradojales rasgos; por ejemplo, el siguiente:


"El enamorado siente un placer delicioso en estrechar en sus brazos a una<br />

mujer que le causa mucho mal/.../" (p. 304).<br />

Otro rasgo nos permite ver como la contrapartida de la concepción<br />

platónica del amor en tanto "el anhelo de engendrar en la belleza". Si tomamos<br />

en cuenta la esencia y fuerza del amor como cristalización, vale decir como algo<br />

similar que ocurre con la generación de los cristales, que tras provenir de un ser<br />

opaco, comienzan a refulgir con los rayos solares, resulta que con el amor se dan<br />

sorprendentes procesos alquímicos, como el de convertir a la fealdad en belleza.<br />

Stendhal a propósito de esto:<br />

"Hasta los pequeños defectos de su rostro, una marca de viruela, por<br />

ejemplo, enternecen al hombre enamorado y le sumergen en un profundo éxtasis<br />

cuando la ve en otra mujer/.../Y es que, en presencia de esa marca de viruela,<br />

experimenta mil sentimientos/.../en su mayoría deliciosos/.../" (p. 126).<br />

Sin duda un ejemplo bastante exagerado para nuestra sensibilidad, pero<br />

no olvidemos que en la época de Stendhal, entre los siglos XVIII y XIX la viruela<br />

era una peste con carácter de epidemia.<br />

360.Lo trágico según Jaspers.<br />

En su concepción de lo trágico Karl Jaspers arranca de la idea de cómo es<br />

propio del hombre la búsqueda de la verdad. 21<br />

Esta búsqueda se habría manifestado, antes que en la filosofía y la<br />

ciencia, en el mito y la religión. Es por ello que puede afirmar, al menos en lo<br />

que se refiere a lo que nos es más cercano – la religión, y teniendo en cuenta<br />

su origen inmemorial – que sin religión, la filosofía y la ciencia quedarían vacías<br />

de contenido. En otras palabras, podemos decir incluso que la religión se debe<br />

a esa búsqueda de la verdad y si ella no se hubiera desplegado a lo largo de<br />

miles de años, no habría podido surgir la filosofía y la ciencia.<br />

Pero tampoco el arte se desliga de esta determinación de la verdad, ya<br />

que, según nuestro pensador, él da forma a la intuición de la verdad y del ser,<br />

embelleciéndolos.<br />

A su vez, es en este contexto, y por tratarse de una expresión artística,<br />

en el que tiene lugar nuestro tema – lo trágico – ya que él representa una de<br />

estas intuiciones. A tal punto es así para Jaspers que la cuestión central de lo<br />

trágico está constituida por el saber. La tragedia hace patente y se<br />

desencadena únicamente en la medida en que se despliega un saber en torno<br />

a hechos acaecidos, por lo general terribles. Estos corresponden a sucesos<br />

únicos e irrepetibles, debido a lo cual llevan la carga de lo irremediable e<br />

irreparable. Mas, los mentados sucesos conllevan no sólo la carga de lo<br />

irreparable, de aquello que ya no podemos corregir o rectificar, sino ante todo<br />

de lo inevitable. En eso último reconocemos la determinación del destino que,<br />

tradicionalmente siempre se ha considerado como constitutiva de lo trágico.<br />

Y con el fin de introducir desde ya otro de los componentes de este<br />

saber trágico, se trata de cómo pese al reconocimiento de la determinación del<br />

destino, el héroe trágico (ejemplarmente representado por Edipo) asume la<br />

culpa por el suceso terrible acaecido.<br />

Pero, como decíamos, no son aquellos sucesos en sí mismos, por muy<br />

horrorosos que sean, los que hacen que lo trágico se manifieste, y junto con<br />

21 Atendemos en lo que sigue a la obra Über das Tragische (Sobre lo trágico) de Karl Jaspers, München,<br />

1990; en lo sucesivo ‘ÜdT’. Esta obra en lo sustancial está basada en una parte de una de sus obras<br />

mayores: De la verdad (Von der Wahrheit).


ello, se constituya como tal, sino el saber de ellos y el saber de la propia<br />

culpabilidad.<br />

Teniendo en cuenta este núcleo del análisis de lo trágico dado por el<br />

saber, Jaspers interpreta, siguiendo este hilo conductor, la concepción de lo<br />

trágico que Aristóteles desarrolla en la Poética, en la que en lo fundamental se<br />

trata de cómo la tragedia enseña y transforma al ser humano, en la medida en<br />

que el terror (fobos) y la compasión (éleos) generan una catarsis, una<br />

purificación del alma (tanto del espectador como de los actores y el coro). En<br />

razón de ello, y en cierto modo, asimilando aquella concepción aristotélica,<br />

cabe sostener que el saber trágico supone un despertar que origina una<br />

catarsis que nos transforma.<br />

Ahora bien, en esa transformación suscitada por el saber trágico se<br />

anuncia el último y probablemente más decisivo componente del análisis de<br />

Jaspers de lo trágico: el trascender. Siguiendo el camino de la vivencia de lo<br />

trágico, trascendemos, traspasamos, vamos más allá de nuestra condición<br />

meramente dada.<br />

361.¿Qué es una Weltanschauung?<br />

El término Weltanschauung, que podemos traducir como ‘concepción de<br />

mundo’ o ‘consmovisión’, se lo debemos en primer lugar a Wilhelm Dilthey, el<br />

filósofo que naciera en Wiesbaden en 1833 y muriera en el Tirol en 1911.<br />

Sobre todo importa aquí la referencia a la obra de Dilthey: Teoría de la<br />

concepción de mundo. Ensayos sobre filosofía de la filosofía, que apareciera<br />

como obra póstuma en 1919. Posteriormente filósofo Karl Jaspers (que viviera<br />

entre 1883 y 1969) retoma este tema de la concepción de mundo y publica en<br />

1919 su Psicología de las concepciones de mundo.<br />

Partiremos para ello centrándonos en una sus primeras obras mayores,<br />

la Psicología de las concepciones del mundo de 1919. Es una obra que<br />

pertenece al período en que recientemente Jaspers ha hecho su ingreso en la<br />

filosofía, viniendo de la Psiquiatría. Ello tiene lugar en la universidad en que<br />

enseña, la Universidad de Heidelberg, a la sazón una de las más prestigiosas<br />

de Alemania. En el Departamento de Filosofía Jaspers encuentra grandes<br />

resistencias que superar, especialmente de quien se opusiera a su ingreso allí:<br />

nada menos que el destacado neokantiano Heinrich Rickert. Y ello pese a que<br />

Jaspers, con sus 35 años ya era una figura de renombre en los ámbitos<br />

académicos universitarios, especialmente debido a su gran obra anterior: la<br />

Psicopatología general, de 1913.<br />

El tema de las concepciones del mundo, es decir de las<br />

Weltanschauungen, que también podemos traducir como ‘cosmovisiones’ ya<br />

había sido introducido por Wilhelm Dilthey, y dentro de su pensamiento ellas<br />

dan expresión a su historicismo, vale decir, a lo que tiene que ver con el<br />

supuesto de que en cada época lo que se desarrolla en ciencia, arte, derecho,<br />

economía, técnica, como también lo que atañe a la filosofía o la religión, está<br />

suscitado por ciertas configuraciones generales que corresponden a estas<br />

llamadas concepciones del mundo.<br />

Lo que hace Jaspers es introducirse en la cosmovisión propiamente tal,<br />

con el fin de estudiar sus componentes, los cuales serían fundamentalmente<br />

dos: actitud (Einstellung) e imagen de mundo (Weltbild). De ese ensamblaje<br />

entre una actitud que, supongamos, puede ser contemplativa o activa, como de


una imagen de mundo que, supongamos puede ser sénsoro-espacial o<br />

espíritu-cultural, surge cada concepción de mundo.<br />

Veamos como de entrada Jaspers define una concepción de mundo:<br />

“¿Qué es una concepción de mundo? Algo total y universal. Cuando por<br />

ejemplo se habla de saber: no se trata de un saber particular, sino del saber<br />

como totalidad, como cosmos. Pero la concepción de mundo no es únicamente<br />

un saber, sino que se manifiesta en valoraciones, en la configuración de la<br />

vida, el destino, en las jerarquías vividas de valores. O ambas cosas bajo otro<br />

modo de expresión: cuando hablamos de concepciones de mundo, así<br />

queremos decir ideas, lo último y total del hombre, tanto subjetivamente en<br />

tanto vivencia, fuerza y modo de pensar, como objetivamente en tanto mundo<br />

configurado objetivamente” (PW, p. 2, tr.m.).<br />

362.Nuestra época pensada desde la concepción de mundo.<br />

En nuestra época se muestra diáfanamente como una de las cuestiones<br />

decisivas que se juegan está directamente relacionada con las concepciones<br />

de mundo, y ello lo podemos observar en el choque cultural, especialmente<br />

entre la civilización cristiana y la musulmana. A cada cultura y civilización le<br />

corresponde alguna concepción de mundo, entendiendo por tal, siguiendo la<br />

Psicología de las concepciones de mundo”, de Karl Jaspers, un compuesto de<br />

actitudes e imágenes de mundo. Ello involucra normas de comportamiento, la<br />

configuración de ciertas valoraciones, valores y escalas valóricas, estilos de<br />

relacionarse con los otros, como a su vez cierta imagen de un mundo<br />

mecánica, orgánica, cultural, espiritual, y otros. Pensando en ello, es triste<br />

observar como junto con la desaparición de una cultura, desaparece también<br />

una compleja, rica y original concepción de mundo. Y sabemos muy bien que<br />

en nuestro mundo en proceso de paulatina globalización el peligro de la<br />

extinción de culturas y de concepciones de mundo es una realidad indiscutible.<br />

Jaspers entiende la concepción de mundo de acuerdo a dos<br />

componentes: uno relativo al sujeto, a saber, la actitud (Einstellung), y otro<br />

relativo al objeto, a saber, la imagen de mundo (Weltbild). El lúcido y riguroso<br />

análisis de Jaspers sobre las actitudes y las imágenes de mundo es<br />

enormemente rico y ofrece una base categorial de gran relevancia en relación<br />

con diversos ámbitos, que pueden ser no solamente la psicología, sino también<br />

antropología filosófica, ética, estética, filosofía de la historia y filosofía política.<br />

Como en toda concepción de mundo hay un componente subjetivo y otro<br />

objetivo, se piensa aquí la relación sujeto-objeto de un modo muy sugerente,<br />

por cuanto descubre la tensión que hay en ella y que guarda relación con el<br />

modo como se acentúan el sujeto y el objeto de distinta manera.<br />

De todos modos cabe anotar desde ya que ciertamente Jaspers, así<br />

como Heidegger, es un pensador al que especialmente le preocupa la<br />

superación de aquella fisión sujeto-objeto (Subjekt-Objekt Spaltung), en vistas<br />

de que el ser (el tema por excelencia de la filosofía) trasciende esa relación. La<br />

sola expresión ‘fisión sujeto-objeto’ pone de manifiesto que Jaspers utiliza un<br />

término que tiene una carga semántica vinculada con la física atómica,<br />

precisamente lo que atañe a la fisión del átomo, que es la clave de la bomba<br />

atómica.<br />

Pero, lo que es más importante, Jaspers nos muestra que esa fisión no<br />

es únicamente un asunto gnoseológico, sino que va mucho más allá, y en<br />

definitiva se traduce en concepciones de mundo y en una tipología humana. Y


justamente a partir de la diferenciada tensión entre sujeto y objeto Jaspers<br />

comienza por clasificar distintos tipos de actitudes e imágenes de mundo. En<br />

ello no se trata simplemente de que la actitud tenga que ver con el sujeto y la<br />

imagen de mundo con el objeto, sino de que internamente en cada uno de esos<br />

componentes se carga la balanza de la fisión sujeto-objeto en una y otra<br />

dirección.<br />

Por ejemplo, la actitud activa, propia en general del empresario o del<br />

técnico, enfatiza sobre todo el objeto, en cuanto lo experimenta como lo que<br />

está ahí simplemente para ser modificado. La actitud contempativa, en cambio,<br />

deja ser al objeto.<br />

363.Tipos de actitudes de nuestra relación con el mundo.<br />

El psiquiatra-filósofo Karl Jaspers piensa la concepción de mundo<br />

(Weltanschauung) como un componente de actitud e imagen de mundo. En lo<br />

relativo a cada uno de estos componentes, la relación sujeto-objeto se presenta<br />

en cada uno de ellos de manera diferenciada.<br />

Por de pronto, las actitudes son las siguientes:<br />

1.Actitudes objetivas, en las que el objeto tiene una primacía.<br />

A su vez estas actitudes objetivas pueden ser:<br />

1.1.Activa, que considera el objeto como algo modificable a su manera.<br />

1.2.Contemplativa, que más bien deja ser al objeto tal cual es. Ella<br />

puede ser a su vez:<br />

1.21.Intuitiva, que capta del objeto lo esencial.<br />

1.22.Estética, que transfigura al objeto como un todo.<br />

1.23.Racional, que del objeto abstrae sólo algunos elementos.<br />

1.3.Mística, en la que el sujeto se funde en el objeto (lo divino).<br />

2.Actitudes autorreflexivas, en las que el sujeto tiene una primacía.<br />

2.1.Autorreflexión activa.<br />

2.11.Gozadora: actitud que se orienta al goce del objeto.<br />

2.12.Ascética: actitud que más bien goza de la abstención del objeto.<br />

2.13.Autoconformación (Selbstgestaltung) del sí-mismo a través de<br />

negaciones y afirmaciones, goce y abstención.<br />

2.2.Actitud reflexiva e inmediata, que tienen que ver con la percepción<br />

del objeto y del mundo en cuanto a un apego a lo inmediato, o de<br />

manera reflexiva.<br />

3.Actitud entusiástica: el sujeto se eleva al común encuentro en una<br />

unidad superior junto con el objeto, que aquí pasa a ser otro sujeto,<br />

como sucede particularmente en el amor.<br />

A su vez, digamos escuetamente que por el lado de las imágenes de<br />

mundo habría:<br />

1.Imagen de mundo sensoro-espacial, entre las cuales se cuenta con<br />

una imagen de mundo:<br />

1.1.Natural-mecánica.<br />

1.2.Natural-histórica.<br />

1.3.Natural-mítica.<br />

1.4.Técnica.<br />

2.Imagen de mundo espíritu-cultural.<br />

3.Imagen de mundo metafísica. Respecto de esta última, precisemos<br />

que la representación que nos formamos del ser o de la plenitud es fugaz y no<br />

la podemos retener.


Indagar las concepciones de mundo y sus componentes nos permite<br />

comprender qué clase de mundo concebimos y la relación que tenemos con él.<br />

Sin duda esto es lo de mayor relevancia para nosotros: que justamente lo que<br />

desarrollamos filosóficamente pueda aclarar quienes somos, quienes queremos<br />

ser, como a su vez en qué mundo habitamos y qué mundo queremos.<br />

364.“De los nuevos trajes del Emperador”.<br />

El Cuento de Hans Cristian Andersen “De los nuevos trajes del Emperador”,<br />

aparecido el 7 de Abril de 1837, tiene como antecedente el “Cuento XXXII” de<br />

la colección española de relatos “El Conde de Lucanor” de 1335, de Juan<br />

Manuel, vale decir, casi exactamente medio milenio antes que Andersen<br />

Comencemos por resumir el relato del Cuento de Andersen:<br />

En antiguos tiempos había un Emperador que era muy vanidoso y que le<br />

encataba vestir de modo elegante. Se ocupaba casi sólo de esto. A tal punto<br />

era así que los ciudadanos en vez de decir que el Emperador estaría en<br />

reuniones de consejo, preocupado del gobierno, decían que estaba en el<br />

vestidor. En la gran ciudad en que residía el Imperio, un día se hicieron<br />

presentes unos rufianes que se hacían pasar por tejedores, y le ofrecieron al<br />

Emperador confeccionar para él el traje más hermoso que pudiera imaginarse.<br />

Este traje tenía la peculiaridad de ser invisible y se haría sólo visible para todo<br />

aquél que no fuera inepto en sus funciones o irremediablemente estúpido. El<br />

Emperador se entusiasmó con esto porque pensó no sólo en la belleza<br />

insuperable de su traje, sino en que ello le permitiría distinguir a los ineptos y<br />

estúpidos que pudiera haber en su reino. Entonces accedió a esta propuesta<br />

de trabajo y los supuestos tejedores se pusieron manos a la obra. Se les hizo<br />

enviar seda para ese trabajo, mas ésta, junto con el cuantiosísimo oro<br />

correspondiente a su labor, lo guardaron para ellos. Lo cierto es que nada más<br />

hacían como si tejieran algo, pero no utilizaban en ello ningún material. El<br />

Emperador quizo entonces saber cómo iban los trabajos y envió a su Primer<br />

Ministro, un hombre ya viejo y con mucha experiencia. Cuando los tejedores le<br />

presentaron el traje en preparación, se restregaba los ojos por no ver, en<br />

verdad, nada, ningún hilo, ningún material, ninguna prenda de vestir. Mas,<br />

entonces pensó que si reconocía esto lo creerían inepto o estúpido, de tal<br />

modo que cuando los tejedores le preguntaron su parecer acerca del traje en<br />

confección, el Ministro dijo que lo encontaba bellísimo. Luego el Emperador<br />

envió a otro de sus ministros, y el resultado fue el mismo. Finalmente él propio<br />

Emperador decidió visitar el taller de trabajo y fue con un séquito de<br />

cortesanos. El resultado de esta visita fue igual, pero esta vez se trataba de<br />

que él mismo no veía ningún traje, ya que, en rigor, no había nada allí. Así<br />

como los ministros anteriores, se dijo a sí mismo que no veía nada, pero<br />

cuando le preguntaron los cortesanos su parecer sobre el traje, su forma, su<br />

material, sus colores, dijo que lo encontraba magnífico. Finalmente los<br />

tejedores pasaron la noche en vela, enteramente dedicados a la terminación<br />

del traje y trabajando a vista y presencia de quienes quisieran ver su obra. Al<br />

día siguiente se procedío a vestir al Emperador con el nuevo traje, que en<br />

verdad no era ninguno, luego de lo cual se trataba de presentárselo al pueblo<br />

desfilando por las calles junto con la corte para que su nueva vestimenta fuera<br />

admirada. Cortesanos y pueblo se decían a sí mismos que no veían nada, pero<br />

como advertían que el vecino sí declaraba ver un traje de belleza inigualable,<br />

cada cual repetía lo mismo, para no desenmascararse como inepto o estúpido.


Y entonces sucedió que un niño entre la multitud simplemente gritó: “¡Pero si<br />

no lleva nada puesto!”, y su padre al escucharlo, dijo “¡Dios bendito, escuchad<br />

la voz de la inocencia!”, luego de lo cual se corrió la voz y las carcajadas. El<br />

Emperador, al escuchar esto, barruntó que en verdad el pueblo tiene razón,<br />

mas pensó “Hay que aguantar hasta el fin”, y siguió tan altivo como antes,<br />

entretanto los ayudantes de cámara continuaban sosteniendo la inexistente<br />

cola de su traje.<br />

365.El Cuento XXII del Conde de Lucanor.<br />

La modernidad está caracterizada por la primacía del sujeto (en la relación<br />

entre sujeto y objeto), la cual se inicia con Descartes, y luego en términos de<br />

Kant se trata de cómo el sujeto regula y modifica al objeto en el acto de<br />

conocer. Ello ha sido condición para que el sujeto emprenda a la vez un largo<br />

proceso de emancipación y autonomización en el que nos encontraríamos<br />

hasta nuestra época. El sujeto, habiendo tenido su momento fundacional en la<br />

filosofía, se despliega a través de la ciencia, técnica, política, derecho, ética,<br />

arte y teología. El fundamento de todo este impresionante desarrollo no ha sido<br />

pues otro que el sujeto que paulatinamente se volvió plenipotenciario.<br />

Claro está, el sujeto modifica el objeto, y lo modifica hasta tal punto que<br />

nuestro ver está determinado por lo que queremos ver e incluso por lo que<br />

conviene que veamos, para no parecer ineptos o estúpidos, como en el Cuento<br />

“De los nuevos trajes del Emperador” de Hans Christian Andersen, publicado<br />

en 1837. Ahí el relato concluye cuando en pleno desfile, el Emperador desfila<br />

completamente desnudo, creyendo que va vestido – ya que los sastres<br />

impostores le han hecho creer que han confeccionado un traje tan maravilloso<br />

para él y que sólo el que no es “inepto o estúpido” podría no ver – es un niño el<br />

único que se atreve a gritar que va desnudo, lo que genera risas entre el<br />

pueblo espectador, risa que se generaliza y se convierte en carcajada.<br />

Como vemos, el primado moderno del sujeto sobre el objeto en el acto<br />

de conocer, en la constitución del conocimiento puede llevar tan lejos que se<br />

puede tratar de “ver lo invisible”, ver algo donde, en rigor, no hay nada. Esta<br />

nueva manera de entender nuestras sensaciones, la percepción, en buenas<br />

cuentas, el acto de representarnos algo, trae consigo a su vez una nueva<br />

concepción del conocimiento, y junto con ello, de lo que llamamos “realidad”.<br />

Por otra parte, como ello afecta también al entendimiento, y en definitiva, a<br />

cómo entendemos las cosas, con Kant tomamos conciencia de que el acto de<br />

conocer se completa con la imposición de conceptos de causa, unidad,<br />

posibilidad, y otros, incluso de existencia, a lo que percibimos a través de los<br />

sentidos.<br />

Pero, nuestros ojos no sólo ven lo que están determinados a ver, por las<br />

condiciones del conocimiento, sino además por lo que conviene que veamos. Y<br />

esto implica que el Cuento de los trajes del Emperador conlleva otro alcance,<br />

que podemos calificar como político. La primacía moderna del sujeto y su<br />

regulación del objeto se condice perfectamente con la política y el poder que<br />

han tenido en este espacio de tiempo las ideologías, la propaganda, la<br />

publicidad y los medios de comunicación.<br />

La dimensión política del Cuento en cuestión es sobre todo la que está<br />

subrayada en la versión española del “Conde de Lucanor” (Cuento – o Ejemplo<br />

– XXXII) de Juan Manuel. El relato es prácticamente el mismo que el de<br />

Andersen, sólo que aquí la diferencia está en que el que no ve la tela no es hijo


de su padre (lo cual naturalmente podía afectar severamente cuestiones de<br />

sucesión, primogenitura y herencia), sucediendo en este caso más encima que<br />

si el Rey no ve la tela, habrá que suponer que perderá el trono. Entonces es un<br />

sencillo palafrenero (que por su inferior rango social no tiene nada que perder<br />

al decir la verdad) el que le dice directamente al rey que está desnudo. En la<br />

versión española, ante la negativa del rey a aceptar la verdad de las palabras<br />

del palafrenero, el esparcimiento de ellas entre la gente, es lo que doblega su<br />

obstinación. El Rey recibe así una lección moral.<br />

La versión de Andersen, en cambio, viene a ser más representativa de la<br />

modernidad, ya que el relato lo hace culminar con el empecinamiento del<br />

Emperador a hacer caso omiso de las carcajadas de la gente y continuar como<br />

si nada con su corte y toda la parafernalia.<br />

366.¿Provienen los ideales de ciertas conductas ejemplares?<br />

Cabe hacerse la pregunta acerca de dónde provendrán grandísimos ideales<br />

como el del bien, la justicia, el honor, la pureza, y otros. Lo más plausible es que<br />

ellos provengan de ciertas conductas que se convierten en paradigmáticas.<br />

Pensemos además en la santidad, o, podríamos agregar, una nueva forma de<br />

amar, cual es la representada por Cristo.<br />

Como punto de apoyo de esta hipótesis podemos traer a colación el<br />

intento de Arthur Schopenhauer de fundar la ética sobre la base de determinado<br />

tipo de acciones, que serían las acciones altruístas, las cuales, a su vez, están<br />

concebidas con tal grado de extrema exigencia, que en ellas no debe haber en lo<br />

más mínimo la consideración de un bien personal. Y si bien estas acciones<br />

seguramente que son escasísimas, sin embargo igual podemos reconocer que<br />

las hay. A ello cabe añadir que ya tan sólo habiendo una sola, queda con ello<br />

demostrado que son posibles, convirtiéndose después eventualmente en<br />

ideales. Por otra parte, el hecho de que estas acciones sean escasísimas, no<br />

representa mayor dificultad, ya que lo propio de lo raro y de lo más preciado es<br />

precisamente su escasez, así como el oro vale, ante todo, porque es escaso, y la<br />

arena, porque es tan abundante, tiene poco valor.<br />

Pero, no obstante hay cierta base como para encontrar en la realidad<br />

humana la presencia de ideales y valores, sin embargo la contraposición, el<br />

desfase entre lo ideal y lo factual está éticamente siempre en juego. La historia<br />

de la ética ha estado atravesada por esta contraposición especialmente desde<br />

Platón en adelante; y es manifiesto que no solamente la historia de la ética, sino,<br />

antes bien, la historia de la humanidad.<br />

Antes de entrar en lo que involucra la mencionada contraposición,<br />

apercibámonos de la fuerza determinante de los ideales en relación con la<br />

existencia humana, valiéndonos para ello del Epílogo que Ortega y Gasset<br />

escribe para el libro "De Francesca a Beatrice" de la escritora argentina Victoria<br />

Ocampo, que aparece en la edición de los Estudios sobre el amor. Leemos allí<br />

lo siguiente:<br />

"Y así como la presión atmosférica, la temperatura, la sequedad, la luz<br />

excitan, irritan nuestras actividades corporales, hay en el paisaje figuras<br />

corpóreas o imaginarias cuyo oficio consiste en disparar nuestras actividades<br />

espirituales que, a su vez, arrastran en pos el aparato corporal. Esos excitantes<br />

psíquicos son los ideales, ni más ni menos" (p. 11-12).<br />

He aquí pues una visión de los ideales que los pone en conexión con la<br />

vida misma, como que ésta es empujada por ellos. Continúa el español:


"Cese, pues, la vaga, untuosa, pseudomística plática de los ideales. Son<br />

estos, en resolución, cuanto atrae y excita nuestra actividad espiritual, son<br />

resortes biológicos, fulminantes para la explosión de energías. Sin ellos la vida<br />

no funciona. Nuestro contorno, que está poblado, no sólo de cosas reales, sino<br />

también de rostros extraterrenos y hasta imposibles, contiene un repertorio<br />

variadísimo de ellos. Los hay mínimos, humildes, que casi no nos confesamos;<br />

los hay gigantescos, de histórico tamaño, que ponen en tensión nuestra<br />

existencia entera y a veces la de todo un pueblo y toda una edad" (ib.).<br />

367.Los ideales como “espuelas de la vida”.<br />

En el Epílogo que Ortega y Gasset escribe para el libro "De Francesca a<br />

Beatrice" de la escritora argentina Victoria Ocampo, que aparece en la edición de<br />

los Estudios sobre el amor, tomamos conciencia de un modo distinto de entender<br />

los ideales, y que se refleja en las siguientes palabras:<br />

"Y así como la presión atmosférica, la temperatura, la sequedad, la luz<br />

excitan, irritan nuestras actividades corporales, hay en el paisaje figuras<br />

corpóreas o imaginarias cuyo oficio consiste en disparar nuestras actividades<br />

espirituales que, a su vez, arrastran en pos el aparato corporal. Esos excitantes<br />

psíquicos son los ideales, ni más ni menos" (p. 11-12).<br />

Y continúa:<br />

"Cese, pues, la vaga, untuosa, pseudomística plática de los ideales. Son<br />

estos, en resolución, cuanto atrae y excita nuestra actividad espiritual, son<br />

resortes biológicos, fulminantes para la explosión de energías. Sin ellos la vida<br />

no funciona. Nuestro contorno, que está poblado, no sólo de cosas reales, sino<br />

también de rostros extraterrenos y hasta imposibles, contiene un repertorio<br />

variadísimo de ellos. Los hay mínimos, humildes, que casi no nos confesamos;<br />

los hay gigantescos, de histórico tamaño, que ponen en tensión nuestra<br />

existencia entera y a veces la de todo un pueblo y toda una edad" (ib.).<br />

Y finalmente el filósofo concluye, diciendo:<br />

"Si el nombre de ideales quiere dejarse sólo para estos mayúsculos no<br />

hay inconveniente con tal de recordar que lo que tienen de ideales no es lo que<br />

tienen de grandes, no es su trascendencia objetiva, sino lo que tienen de común<br />

con los más pequeños estímulos del vivir: encantar, atraer, irritar, disparar<br />

nuestras potencias. El ideal es un órgano de toda vida encargado de excitarla.<br />

Como los antiguos caballeros, la vida, señora, usa espuela. Por esto, la biología<br />

de cada ser debe analizar no sólo su cuerpo, sino también describir el inventario<br />

de sus ideales. A veces padecemos de una vital decadencia, que no procede de<br />

enfermedad en nuestro cuerpo ni en nuestra alma, sino de una mala higiene de<br />

ideales" (ib.).<br />

Mas, no obstante esta íntima relación entre la vida y sus “espuelas” - los<br />

ideales -, de acuerdo a la que, corresponde agregar además que ellos<br />

representan la dimensión futurista de la existencia humana, los ideales suelen<br />

estar muy alejados de lo concreto, cotidiano e histórico.<br />

El planteamiento orteguiano tiene así visos de una original visión en torno<br />

al alcance de los ideales humanos, la cual es fruto de un largo derrotero, en el<br />

que nos hemos ido alejando cada vez más de la concepción platónica de ideas y<br />

valores, que, con Nietzsche, podemos decir, fueron extrapolados a un<br />

supuesto"trasmundo".<br />

"Y así como la presión atmosférica, la temperatura, la sequedad, la luz excitan,<br />

irritan nuestras actividades corporales, hay en el paisaje figuras corpóreas o


imaginarias cuyo oficio consiste en disparar nuestras actividades espirituales<br />

que, a su vez, arrastran en pos el aparato corporal. Esos excitantes psíquicos<br />

son los ideales, ni más ni menos" (p. 11-12).<br />

He aquí pues una visión de los ideales que los pone en conexión con la<br />

vida misma, como que ésta es empujada por ellos. Continúa el español:<br />

"Cese, pues, la vaga, untuosa, pseudomística plática de los ideales. Son<br />

estos, en resolución, cuanto atrae y excita nuestra actividad espiritual, son<br />

resortes biológicos, fulminantes para la explosión de energías. Sin ellos la vida<br />

no funciona. Nuestro contorno, que está poblado, no sólo de cosas reales, sino<br />

también de rostros extraterrenos y hasta imposibles, contiene un repertorio<br />

variadísimo de ellos. Los hay mínimos, humildes, que casi no nos confesamos;<br />

los hay gigantescos, de histórico tamaño, que ponen en tensión nuestra<br />

existencia entera y a veces la de todo un pueblo y toda una edad" (ib.).<br />

368."Una tabla de valores está suspendida sobre cada pueblo”.<br />

Ésta es una frase de Friedrich Nietzsche del discurso de Así habló Zaratustra<br />

"De las mil metas y de la única meta". Leemos allí que los valores (que<br />

justamente aquí son vistos en su condición de ideales) representan el intento de<br />

superación de un pueblo (o de un individuo). En otras palabras, que como sea<br />

que se entienda la justicia, el honor o la valentía, ellos siempre significará un<br />

desafío, una meta a alcanzar. Dice Zaratustra, el portavoz de Nietzsche:<br />

"Una tabla de valores está suspendida sobre cada pueblo. Mira, es la<br />

tabla de sus superaciones; mira, es la voz de su voluntad de poder. / Laudable<br />

es aquello que le parece difícil; a lo que es indispensable y a la vez difícil llámalo<br />

bueno, y a lo que libera incluso de la suprema necesidad, a lo más raro, a lo<br />

dificilísimo, a eso lo ensalza como santo" (p. 95).<br />

Y luego ejemplifica Zaratustra a través de la mención de tres pueblos y de<br />

como se ha presentado para cada uno de ellos su respectiva tabla de<br />

superaciones. Estos tres son, según el traductor Andrés Sánchez Pascual de Así<br />

habló Zaratustra: el pueblo persa, el pueblo judío y el pueblo alemán. Dice<br />

Zaratustra:<br />

"Decir la verdad y saber manejar bien el arco y la flecha" - esto le parecía<br />

precioso y a la vez difícil a aquel pueblo del que proviene mi nombre - el nombre<br />

que para mí es a la vez precioso y difícil. / "Honrar padre y madre y ser dóciles<br />

para con ellos hasta la raíz del alma": ésta fue la tabla de la superación que otro<br />

pueblo suspendió por encima de sí, y con ello se hizo poderoso y eterno. /<br />

"Guardar fidelidad y dar por ella el honor y la sangre aun por causas malvadas y<br />

peligrosas": con esa enseñanza se domeñó a sí mismo otro pueblo, y<br />

domeñándose de ese modo quedó pesadamente grávido de grandes<br />

esperanzas" (p. 96).<br />

Y para subrayar el carácter antropocéntrico y no teocéntrico de los<br />

ideales, agrega Zaratustra lo siguiente:<br />

"En verdad, los hombres se han dado a sí mismos todo su bien y todo su<br />

mal. En verdad, no los tomaron de otra parte, no los encontraron, éstos no<br />

cayeron sobre ellos como una voz del cielo" (ib.).<br />

Esto se relaciona a su vez en Nietzsche con su pensamiento de que los<br />

valores son escencialmente vitales, esto es, que son parte de la vida misma, en<br />

tanto que la empujan hacia delante, señalando nuevas metas y desafíos para<br />

ella.


Atractiva concepción de valores e ideales (que más tarde desarrollará<br />

también Ortega y Gasset) en tanto que los inscribe en la esencia misma de la<br />

vida, y más encima como lo que la empuja, la impulsa, la acicatea hacia delante,<br />

llevándola al auto-desafío, al trazado de nuevas y siempre nueves metas, sin<br />

que este proceso se detenga jamás. Mas, en verdad, el mencionado proceso<br />

puede detenerse cuando aquellos valores se anquilosan y ya la única exigencia<br />

que plantean es de carácter conservadurista. Y tengamos presenta que la<br />

consecuencia de esto equivale a una detención pareja en la proyección de<br />

mundo, traduciéndose ello a la vez en una parálisis general en la cultura.<br />

Es por ello que lo que más corresponde subrayar es el planteamiento de<br />

Nietzsche de las tablas de valores de cada pueblo como tablas de superaciones.<br />

El valor que nos imponemos, y habría que agregar, no sólo como pueblo,<br />

comunidad o nación, sino como individuos, representa a la vez una posible<br />

superación.<br />

Ahora bien, la mencionada superación no hay que entenderla como<br />

superación de un valor determinado, sino como en aras de alcanzarlo, como la<br />

valentía, el desafío se convierte en algo perpetuo.<br />

369. "¡Llega ser el que eres!".<br />

La concepción nietzscheana de ideales y valores en tanto motivos de superación<br />

de la vida misma, es especialmente decidora como para entender rectamente el<br />

imperativo que formulara Píndaro, el poeta de la Tebas de la Grecia clásica, del<br />

siglo V a.C. en sus "Píticas", y que dice: "¡Llega ser el que eres!". En otras<br />

palabras, los ideales y los valores deben encauzarse en la dirección de la<br />

afirmación y resguardo de lo más esencial del hombre.<br />

Haciendo una interpretación de esta sentencia y abstrayéndola de su<br />

conjunto, en este caso, del conjunto de la obra Píticas en que se presenta,<br />

podríamos decir lo siguiente: Lo que primero nos impacta de una afirmación<br />

como ésta es que se trata ante todo de ser quien somos, y, sin embargo, si bien<br />

examinamos esto, ello no supone que se trate nada más de ser fulano o sutano.<br />

Eso sería la expresión de un conservadurismo que le quitaría todo carácter de<br />

desafío a la sentencia en cuestión.<br />

No, al contrario, se trata del reconocimiento, que se ha reiterado en<br />

distintas concepciones éticas a lo largo de la historia, y desde los más opuestos<br />

ángulos: que por lo regular no somos nosotros mismos, que estamos, en cierto<br />

modo apartados de nuestro ser, por de pronto, como desconectados de nuestras<br />

raíces, de lo más esencial, y por lo tanto, estamos des-arraigados, ent-wurzelt,<br />

según lo muestra Heidegger a su manera. Es por ello también que estamos<br />

siempre en cierto modo en la búsqueda, diríamos, en pos de nuestro ser.<br />

Y la aventura ética que emprendemos tiene, desde ya, tambien este<br />

alcance: se trata de una aventura hacia dentro de sí, partiendo de aquel punto en<br />

el que nos confesamos nuestro propio desarraigo. De tal manera entonces que<br />

el imperativo del poeta tebano apela a un recóndito ser-sí-mismo auténtico, lo<br />

cual explica también que Heidegger en Ser y tiempo (así como, antes que él,<br />

Kierkegaard y Nietzsche) haga suya esta máxima.<br />

Y, por todo lo dicho, no se trata de que esta sentencia-máxima pretenda<br />

significar una prescindencia de todo deber, sino que, justo al contrario, trae a la<br />

luz el deber más radical de todos: el deber de ser sí mismo. En otras palabras,<br />

no hay aquí alusión alguna a que se deba ser, hacer o decidir esto o lo otro, sino<br />

ante todo que se debe ser-sí-mismo.


Tomado en esta forma, advertimos la fuerza arrolladora de este aforismo,<br />

como que por sí solo es capaz de iluminar el ser de lo ético, es decir, la<br />

mencionada sentencia está de este modo a la base de toda ética, de toda forma<br />

histórica particular como ella se presenta. Esto implica también que, en un<br />

sentido u otro y a través de unos u otros conceptos, toda ética le da cierta<br />

expresión al imperativo de ser el que somos, lo cual, bien aquilatado, significa<br />

que la ética debe procurar afirmar y resguardar el ser del hombre.<br />

370.Deber de autenticidad.<br />

“Deber de autenticidad” es una expresión que usó mi maestro, el filósofo Jorge<br />

Millas, cuando renunció no sólo a la Universidad Austral de Chile, de cuya<br />

Facultad de Filosofía y Letras había sido Decano, sino a todas las<br />

universidades chilenas, cuando éstas había perdido su esencial autonomía,<br />

bajo la intervención y el sistema de Rectores Delegados del Régimen Militar.<br />

Podríamos decir que similar deber de autenticidad está ya contenido en<br />

la sentencia del poeta tebano Píndaro que sostiene "¡Llega a ser el que eres!"<br />

Como primera impresión, ella parece aludir a una prescindencia de toda forma<br />

de deber. En efecto, ella sugiere al parecer que nos apartemos de cualquier<br />

forma de deber particular, como el deber de que hagamos esto o lo otro. Pero,<br />

una prescindencia total del deber es sólo en apariencia, ya que en esta<br />

sentencia se expresa la forma más radical del deber: el deber de autenticidad, el<br />

deber de ser-sí-mismo.<br />

Si dividimos la sentencia en dos partes, diríamos que la primera expresa<br />

"llega a ser" y la segunda "el que eres". La primera es gramatical y<br />

semánticamente la expresión de un imperativo, y la segunda "el que eres"<br />

supone una alusión a nuestra esencia. Decíamos a propósito de ello que no se<br />

trata, como podría dar la impresión de que seamos lisa y llanamente quienes<br />

somos a cada momento. Esto equivaldría a un grosero conservadurismo. Al<br />

contrario, esa esencia que somos no podemos considerarla simplemente como<br />

algo dado, una suerte de dato del que arrancamos, sino que nuestra esencia, el<br />

ser verdaderamente quienes somos, es un permanente desafío que tenemos por<br />

delante, es una tarea de nunca acabar.<br />

El imperativo pindárico nos habla de la autenticidad, pero ésta, en su<br />

calidad de concepto filosófico fundamental, es muy reciente. En verdad recien<br />

Kierkegaard la convierte en un concepto de tal envergadura.<br />

Esto revela una vez más el carácter histórico de los términos. Por<br />

ejemplo, una palabra como 'libertad', en el sentido de que el hombre sería<br />

esencialmente libre, y que su tarea consistiría en alcanzar y resguardar esa<br />

libertad, éste es un concepto y una experiencia esencialmente moderna, y, en<br />

rigor no más antigua que la Revolución Francesa. El hombre antiguo, el griego<br />

en particular concibió una libertad en el sentido de la autarquía (la eleutería) del<br />

ser ciudadano libreo, en oposición al esclavo, y el hombre medieval concibió una<br />

libertad en el sentido del libre albedrío.<br />

Lo mismo cabría decir de conceptos como 'voluntad' y 'conciencia', pero<br />

también el de la 'seducción' que ya examinamos en el Ciclo anterior sobre<br />

"Lecturas del amor". Es recién con Baudrillard - y con ciertos antecedentes en<br />

Kierkegaard también - que la seducción se convierte en un concepto filosófico<br />

fundamental, aunque todavía no se lo reconozca en todo su alcance, como<br />

tampoco se reconozcan los logros de Baudrillard en esta materia.


Pero, si recién a partir del filósofo danés la autenticidad es descubierta en<br />

toda su radicalidad, tal y como ocurre precisamente con los conceptos<br />

filosóficos fundamentales, advertimos que ella ha estado siempre en juego como<br />

una cuestión decisiva. Pero, esto ha sucedido de una manera indirecta. Me<br />

explico: toda propuesta ética que encontremos desde la antigüedad en adelante<br />

va a suponer siempre que junto con ella se está planteando que la esencia del<br />

hombre que éste debe realizar tiene tales y cuales características: consiste en<br />

realizar plenamente la potencialidad de su razón, en seguir el camino de la fe, u<br />

otro.<br />

371.¿Por qué recién con Kierkegaard la autenticidad se convierte en una<br />

cuestión filosófica central?<br />

La preocupación por la autenticidad ha estado desde remotos tiempos en la<br />

humanidad. Durante milenios ella estuvo determinada por nuestra pertenencia,<br />

nuestro ser partes de algo mayor, ya sea el estado o alguna religión. Ha sigo<br />

necesario un proceso de sostenida individuación, de liberación de aquella<br />

pertenencia anterior, para que la autenticidad llegue a ser algo que me<br />

compromete a mí conmigo mismo. En la historia de la filosofía éste es el<br />

momento que representa Sören Kierkegarrd, en el siglo XIX.<br />

Es más que probable que el hombre antiguo y medieval no haya sentido<br />

este desafío de ser auténtico, así como lo experimenta el hombre<br />

contemporáneo. Seguramente que ello tiene que ver con la tarea más que nada<br />

realizada dentro de la modernidad de formarse como individuo y junto con ello<br />

ser cada vez más libres, por lo tanto ser capacer de realizar su propio proyecto,<br />

a todo lo cual ligamos la autenticidad. La vivencia de la autenticidad tiene poca<br />

cabida en la perspectiva de ser óptimos ciudadanos - polités - empeñados en la<br />

tarea de la construcción de la polis, como en la perspectiva de existir en una<br />

actitud de obediencia a la Iglesia.<br />

Es entonces para el hombre contemporáneo y el hombre de nuestro<br />

tiempo para quien tiene lugar la autenticidad, tanto es así, que le sentimos como<br />

un valor decisivo intransable e irremplazable. Y esto se debe al hecho<br />

irredargüible de que nuestra individualidad, nuestra autenticidad está amenazada<br />

por fuerzas como el mercado, que cual feria, exibe artículos de consumo, cosas<br />

variopintas que nos invitan a poseerlas, queriendo convencernos de que su<br />

posesión trae consigo lo mejor para nosotros, como que ése y no otro es el<br />

camino a seguir.<br />

Pero, si la autenticidad tiene sentido sólo cuando está amenazada,<br />

asimismo sucede que ese mismo mundo publicitario (que es el agente de tal<br />

amenaza), genera como estrategia mensajes y apelaciones a la autenticidad.<br />

Esto es visible en la mayoría de los réclames publicitarios. En ellos se habla de<br />

como tomando una bebida, adquiriendo un auto, yendo de vacaciones a cierto<br />

lugar seríamos mucho más nostros mismos.<br />

Después de Kierkegaard, ha sido primero Karl Jaspers y luego Martin<br />

Heidegger quienes han desarrollado un pensamiento, de acuerdo al cual, el<br />

hombre está esencialmente enfrentado a la tarea de ser-sí-mismo, de ser<br />

auténtico, a lo cual lo llama su conciencia (así en particular, en Heidegger). En<br />

este contexto, la conciencia recupera el antiguo sentido de una voz. Pero, la así<br />

llamada voz de la conciencia, tal como ha sido concebida en la tradición y que


aparece distintamente en el cristianismo o en Kant, desde la perspectiva<br />

heideggeriana, dice demasiado, señalando que debemos hacer esto o lo otro. Al<br />

contrario, el llamado de la conciencia en Heidegger no dice nada, sino que es<br />

una hablar silente, pero que dice mucho más que todo decir habitual.<br />

Que la conciencia no diga nada en particular es decidor respecto de<br />

nuestro tema – la autenticidad – ya que justamente al no estar más el individuo<br />

excesivamente supeditado a ciertas instituciones, no tiene ahora un camino<br />

predeterminado que seguir. La conciencia tradicional solía hablar nada más que<br />

en el sentido de un llamado a seguir ese camino, más ahora no hay ninguno,<br />

sino que cada cual lo tiene que hacer por sí mismo.

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