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La situación espiritual según Jaspers - cristobal holzapfel

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Programa:<br />

“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Radio de la Universidad de Chile<br />

y<br />

Radio Universidad Santa María<br />

Realización:<br />

Cristóbal Holzapfel<br />

Ciclo:<br />

“<strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> <strong>según</strong> <strong>Jaspers</strong>”


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 336 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 19<br />

Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />

Audición: sábado 21 de septiembre a las 13,30 hrs.<br />

y domingo 22 de septiembre de 2002 a las 17 hrs.<br />

El filósofo y psiquiatra Karl <strong>Jaspers</strong>, que viviera entre 1883 y 1969, y que<br />

por lo tanto, viviera 86 años, publica en 1931 <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro<br />

tiempo, uno de los libros más leídos de su época y que, <strong>según</strong> nos iremos<br />

dando cuenta en nuestros análisis, no solamente sigue en plena vigencia, sino<br />

que nos habla de una <strong>situación</strong> que en lo fundamental sigue siendo la misma, y<br />

más encima, se ha agudizado.<br />

<strong>Jaspers</strong> parte por hablarnos de una amenaza que se cierne sobre el<br />

hombre de su tiempo que lo puede llevar al extravío. Pero, como en nuestro<br />

tiempo estamos sumidos, el pensamiento que vamos desarrollando en torno a<br />

él está en una constante transformación. Y esto plantea una <strong>situación</strong> distinta<br />

de cuando pensamos épocas pasadas, las que las podemos apreciar <strong>según</strong><br />

sus acontecimientos, sus fracasos y sus logros, todo lo cual constituye algo ya<br />

realizado.<br />

Mas, si atendemos a la trasformación de nuestro tiempo reconocemos<br />

en esto algo particularmente pronunciado y que lo caracteriza. <strong>Jaspers</strong>, así<br />

como otros, destaca esta característica de lo vertiginoso de la mudanza de<br />

todas las cosas en la que vivimos. En contraste con ello, él advierte sobre la<br />

perdurabilidad que caracterizaba a otras épocas, y dice al respecto:<br />

“Hubo tiempos en los cuales el hombre sentía su mundo como uno<br />

permanente, como uno entre una era áurea desaparecida y uno del fin del<br />

mundo, así determinado por la divinidad. Él se instalaba sin pretender cambiar<br />

el mundo. Su actuar estaba encaminado al mejoramiento de su <strong>situación</strong> en<br />

medio de circunstancias en sí mismas inmutables. En éstas se sabía él<br />

protegido, atado a la tierra y al cielo” (p. 5).<br />

P 1<br />

Se ha perdido la unión entre tierra y cielo. Esta es otra manera de<br />

expresar lo que en el postmodernismo, partiendo por Francois Lyotard, se ha<br />

llamado la perdida del “megarelato”, lo cual, como ya apunta su nombre, hace<br />

alusión a que tras la configuración de lo que llamamos mundo y realidad hay un<br />

relato, un discurso, es decir un lenguaje que no solamente lo articula, sino en el<br />

cual esa configuración y constitución tiene lugar.<br />

Y, entrando en el pensamiento de <strong>Jaspers</strong> propiamente tal, podríamos<br />

decir que en esa pérdida de la unión entre tierra y cielo, se adelanta toda su<br />

meditación en torno a la historia de la humanidad y a la “<strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de<br />

nuestro tiempo”.<br />

Habría que decir primero al respecto que se trataría de recuperar esa<br />

unión, mas, tal vez, no en el sentido de una re-iteración, una vuelta atrás, que<br />

por lo demás, sería imposible.<br />

<strong>La</strong> pérdida de la unión entre tierra y cielo se puede leer en el<br />

pensamiento jaspersiano al modo de la pérdida de la unión pareja entre lo que<br />

él llama terminológicamente “ser-ahí” y “existencia”.


<strong>La</strong> palabra alemana que con esta rara expresión “ser-ahí” traducimos<br />

corresponde a “Dasein”.<br />

El primero en usar la expresión “ser-ahí” fue el traductor español José<br />

Gaos de la obra principal de Martín Heidegger Ser y tiempo, sólo que el<br />

Dasein, el ser-ahí de uno y otro de los pensadores alemanes tiene<br />

significaciones completamente opuestas (lo cual corresponde, habría que<br />

puntualizar, a un asunto meramente particular que no implica una oposición<br />

entre sus pensamientos).<br />

Si el ser-ahí de Heidegger es ante todo la apertura que determina al<br />

hombre y en la que se puede manifestar la plenitud del ser, el ser-ahí de<br />

<strong>Jaspers</strong> es un “ser-ahí no más” (“bloss da zu sein”), y curiosamente esta<br />

manera de caracterizar el pensador a este mentado ser-ahí está en perfecta<br />

consonancia con cierta jerga juvenil chilena de los últimos años, como cuando<br />

se dice que “alguien” o “algo es ahí no más”.<br />

P 2<br />

En efecto, el hombre es meramente ser-ahí, a saber un ente vivo con un<br />

cuerpo que le demanda la satisfacción de múltiples necesidades, y a este serahí<br />

lo guía además una “conciencia general” (“Bewusstsein überhaupt”) que le<br />

permite estar y desarrollarse en un mundo dominado por estructuras de poder.<br />

Ahora bien, está claro que el término ‘ser-ahí’ es artificial, y en el caso de<br />

Ser y tiempo, el nuevo traductor, nuestro compatriota Jorge Eduardo Rivera, ha<br />

optado por no traducirlo. En el caso mío, persisto en la idea de traducirlo, sobre<br />

todo tratándose de <strong>Jaspers</strong>, porque tenemos como ayuda ese giro chilensis del<br />

“ser-ahí no más” y que, ya veíamos, usa también <strong>Jaspers</strong>. Aún así, con el<br />

objeto de evitar este término, al fin y al cabo, igualmente artificial, podría optar<br />

por traducir el Dasein alemán por otras modalidades, como la expresión que<br />

encontramos en Ortega y Gasset, el “hombre-masa”, pero creo que la dificultad<br />

que tiene un procedimiento de esta naturaleza es que inevitablemente nos<br />

pone muy en la línea de lo que el pensador español planteara en su obra <strong>La</strong><br />

rebelión de las masas.<br />

Pero entonces el hombre como mero “ser-ahí no más” no se realiza<br />

plenamente en lo que esencialmente es. Se trata para nuestro pensador que el<br />

hombre de un salto, y que es únicamente posible a partir de un acto de<br />

trascender hacia su posible ser-sí-mismo al que llama “existencia”. El afirmarse<br />

como esta posible existencia supone afirmarse parejamente como posibilidad y<br />

libertad.<br />

Pero, si decimos posibilidad, decimos esto no en el sentido de ser<br />

cualquier cosa o siquiera algo determinado, sino antes que eso, se trata de<br />

asumirse como que nosotros mismos somos esencialmente posibilidad, en el<br />

sentido por lo tanto de que nos asumimos como posibilidad, como poder-ser.<br />

Tan sólo en la medida en que nos asumimos como tales podemos<br />

ulteriormente elegir posibilidades genuinas, concretas y determinadas.<br />

P 3<br />

Llama la atención de que alrededor del año 1931 <strong>Jaspers</strong> destaque que<br />

se habla de crisis en todas partes, la crisis de esto o de lo otro, y por sobre todo<br />

la crisis del mundo y de la humanidad toda. Esto nos hace ver que seguimos en<br />

lo mismo, que si la crisis ya estaba entonces no hemos hecho sino ahondarla<br />

hasta el límite de lo inconcebible, de lo que ni la más aguda ciencia-ficción de<br />

un Julio Verne hubiera siquiera podido soñar en sus más extravagantes


fantasías: pensemos en la posibilidad ad portas de la clonación humana, por<br />

ejemplo.<br />

Pues bien, <strong>Jaspers</strong> habla también de crisis, pero la caracteriza, a mi<br />

juicio, del modo más radical, pues lo se advierte que del modo como él la<br />

entiende toda otra forma de concebirla queda atrás y aparece como<br />

secundaria. Él sostiene que la crisis consiste en el hecho de que, desde algún<br />

momento en adelante, el hombre se ha propuesto como máxima aspiración un<br />

“orden del ser-ahí” (“Daseinsordnung”).<br />

Esta sería pues la rotura de la unión entre cielo y tierra que se ha<br />

producido.<br />

Y resulta que por el camino de esa aspiración a un “orden del ser-ahí”,<br />

que se pretende autosuficiente, llegamos al final a convertir al mundo en una<br />

fábrica, en una máquina (Heidegger dirá más adelante: en una “estación de<br />

servicio”), y podríamos agregar aquí, en un supermercado. En la misma línea<br />

están las ideas de <strong>Jaspers</strong> para caracterizar nuestro mundo como “aparato”<br />

regido por una “planificación total”.<br />

Y, cómo no reconocer sobre todo hoy a más de setenta años de lo que<br />

escribiera <strong>Jaspers</strong> de que no hemos sino agrandado y perfeccionado la<br />

máquina, la fábrica, el supermercado y que hemos llegado hasta extremos<br />

inconcebibles como cultivar grandes porciones de nuestra costas, de “ese mar<br />

que tranquilo te baña” en zonas de cultivo de ostiones, en salmoneras y que<br />

parece que lo que nos hubiera quedado de los versos de nuestro himno<br />

nacional fuera únicamente el que sigue al anterior, que continúa aludiendo al<br />

mar como que: “te promete futuro esplendor”, y que además ocurre que ese<br />

“esplendor” hemos llegado a entenderlo de la manera más mezquina, como<br />

que se tratara de una cuestión puramente económica.<br />

Ésta es también pues nuestra <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo.<br />

¿Podremos salir de ella? ¿Tendremos la fuerza de salir de ella? ¿O todo se ha<br />

agotado ya, y ya no hay más fuerza del espíritu, no quedando más que ir cada<br />

vez más en declive en la pérdida del mundo cósmico y del hombre?<br />

P 4<br />

Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />

a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />

cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />

de nuestro tiempo”.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 337 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 20<br />

Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />

Audición: sábado 28 de septiembre a las 13,30 hrs.<br />

y domingo 29 de septiembre de 2002 a las 17 hrs.<br />

Veíamos como <strong>Jaspers</strong>, al hablar de la crisis de nuestro tiempo, se trata<br />

en ello de que habría habido una pérdida de la unión entre cielo y tierra, que<br />

desde entonces el hombre creería que únicamente valiéndose de lo que él<br />

hace en términos de satisfacer sus necesidades materiales y organizando un<br />

mundo al modo de una fábrica que funciona perfectamente bien, con ello<br />

habríamos logrado darle cumplimiento a nuestras máximas aspiraciones.<br />

Pues bien, ya <strong>Jaspers</strong> en 1932, en su obra <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de<br />

nuestro tiempo se da claramente cuenta de que por ese derrotero vamos a<br />

pérdida, y sucumbirá con ello el hombre y el mundo.<br />

Hoy por hoy ya hemos ido tan lejos, hemos hecho tan realidad la fábrica,<br />

el aparato, la estación de servicio y el supermercado en el que se debaten<br />

nuestras existencias al modo de un “Pienso luego consumo” que lo dicho por<br />

<strong>Jaspers</strong> hace más de setenta años se vuelve particularmente inquietante.<br />

<strong>La</strong> pérdida de la unión entre cielo y tierra alude a que el hombre, en lo<br />

que concierne al pensamiento de <strong>Jaspers</strong>, no habita únicamente en este<br />

mundo, sino que está esencialmente referido a lo trascendente, no sólo<br />

respecto de su propio ser, sino respecto del mundo mismo, vale decir, que<br />

habría una trascendencia a la cual éste está también este último referido.<br />

A lo de trascendente que hay en el hombre <strong>Jaspers</strong> lo llama existencia.<br />

Entendamos esto a través de un ejemplo particular: nuestro yo. El yo lo<br />

solemos entender y vivenciar tan sólo como cuerpo; o tal sólo como un yosocial:<br />

yo soy lo que soy para los otros; o tan sólo como un yo-logro, etc.; pero<br />

mi yo propiamente tal tendría que constituirse a través de un acto de trascender<br />

esas esquematizaciones que lo coartan y lo limitan, como el cuerpo y lo social.<br />

Él se puede constituir, trascendiendo aquellos esquemas, como posibilidad y<br />

libertad.<br />

Y lo mismo el mundo material, lo que conocemos no solamente como<br />

mundo humano, sino también la naturaleza y el cosmos, no serían<br />

autosuficientes, porque estarían referidos a una trascendencia. Mas, para<br />

nuestro pensador se trata de que respecto de ésta no hay sino cifras, y lo que<br />

hacen las religiones, la filosofía e incluso el arte no es sino intentar descifrar las<br />

cifras ocultas de la trascendencia.<br />

P 1<br />

Por ejemplo, pensemos en el amor. ¿Quién no ha tenido alguna vez la<br />

intuición del misterio del amor, de aquello que le pasa al enamorado, que siente<br />

que si él ama, da expresión con ello a la fuerza universal del amor que hay en<br />

todo? Y probablemente en un poema, como expresión artística, se le ocurre a<br />

este enamorado intentar plasmar aquello que no solamente es un sentimiento,<br />

sino un pensamiento. Claro está, es probable que tal vez se quede en un puro<br />

sentir de un romanticismo vulgar, como lo que escuchamos en tantas<br />

canciones populares de que te amo como la tierra a la lluvia, o cosas por el<br />

estilo. Pero, nuestro imaginario enamorado nos puede llevar quizás tan lejos


como a hacernos ver como lo que dice el Dante de que planetas y estrellas<br />

estarían movidas por el amor, o como dice Fichte, de que el amor es la<br />

finalidad última del cosmos.<br />

Otro ejemplo: mirando atentamente el mar a determinada hora en que<br />

los rayos solares caen sobre las aguas y forman determinado ángulo respecto<br />

de nuestro ojo, podemos ver miles de reflejos y espejos que centellean por un<br />

segundo. En buenas cuentas, lo que sucede es que en cada uno de estos<br />

reflejos, que se les ha llamado “salamandras” se refleja el mismísimo astro-rey.<br />

Ante esta visión maravillosa y que extasía nuestra mirada podríamos<br />

sospechar que en ello se manifiesta, al modo de una comunicación llena de<br />

mensajes, la trascendencia misma. Y así en cada cosa.<br />

P 2<br />

Lo cierto y que es indiscutible es que lo que se manifiesta en cada cosa<br />

es algo así como lo que los filósofos griegos llamaron el logos, esto es, una<br />

razón, una legalidad, un sentido que hay en cada cosa. ¿Pero si la<br />

trascendencia, digamos si ese logos es pensamiento, vida y voluntad,<br />

podríamos decir que todo ello se revela en cada cosa, en esas refulgencias de<br />

la luz solar llamadas salamandras, en el árbol y en su crecimiento, como en su<br />

floración?<br />

Lo que se nos muestra aquí es una cuestión que filosóficamente es<br />

particularmente inquietante, y que se vincula con la relación entre el todo y sus<br />

partes. Podríamos decir que esta relación se despliega en tres posibilidades,<br />

que son las siguientes:<br />

<strong>La</strong> primera tiene que ver con <strong>Jaspers</strong>; de acuerdo a ella el todo se<br />

oculta, y si bien determina a las partes, y que éstas sean como son y se<br />

comporten como se comportan, sin embargo, ello no se muestra en ellas, y,<br />

cabría agregar, el todo muestra en ellas a lo más su legalidad. Esta es la<br />

posibilidad que, junto con vincularse estrechamente con <strong>Jaspers</strong> y su idea de<br />

una trascendencia cifrada, podríamos llamar propiamente “metafísica”.<br />

<strong>La</strong> segunda nos plantea que en las partes se revela lo que hay en el<br />

todo; los reflejos del agua marina transmiten mensajes que hay que interpretar,<br />

y lo mismo la formación de las nubes, como si el halcón traza determinadas<br />

líneas de vuelo. Esta tarea la realizan adivinos, y es por eso que guarda<br />

relación con la mentalidad del hombre arcaico, pero que pervive aún en la<br />

cartomancia, en el tarot, en la numerología, en la astrología y en la alquimia.<br />

El tercer modo de darse la relación entre el todo y las partes podríamos<br />

identificarlo como de carácter materialista; de acuerdo a éste, las partes<br />

pueden comportarse de maneras muy diferenciadas y que no necesariamente<br />

se dan previamente y desde siempre en el todo. Por ejemplo, si hay ciertos<br />

entes que poseen voluntad y son libres, no necesariamente hay aquello en el<br />

todo. Lo mismo, si hay vida, aunque sea en un mínima parte del todo-universo,<br />

no por ello hay vida en el todo. Etc.<br />

P 3<br />

Cabe aclarar que <strong>Jaspers</strong>, con su concepción de las cifras de la<br />

trascendencia, podría decirse que fluctúa entre la primera relación entre el todo<br />

y las partes, en el sentido de un todo oculto, y la segunda, <strong>según</strong> la cual este<br />

todo deja huellas en las partes, en los fenómenos y en cada cosa que habría<br />

entonces que descifrar.<br />

Por otra parte, al establecer la relación entre el todo y las partes de esta<br />

manera tripartita se muestra en esto una vez más que la filosofía no es algo


que simplemente se desenvuelve en las mentes de los filósofos, sino que está<br />

siempre viva en el hombre. Y esto lo sostengo aquí por cuanto aquella relación<br />

tripartita se da en cada uno en el sentido de haber tomado ya una decisión por<br />

alguna de ellas, a pesar de que no se haya tomado conciencia de ella: en otras<br />

palabras, cada uno de nosotros se acerca a la idea de un todo oculto; o de un<br />

todo que revela sus secretos en las partes, en cada cosa; o de unas partes que<br />

pueden tener propiedades como la vida o la inteligencia y que no<br />

necesariamente están por anticipado en el todo.<br />

Y hay que añadir todavía que en cada uno incluso se conjugan estos<br />

tres modos de darse la consabida relación, ya que tan frecuentemente sucede<br />

que vemos signos y señales de algo trascendente en determinados<br />

acontecimientos, en una palabra que alguien dijo de manera aparentemente<br />

casual, en fenómenos de la naturaleza, como un pájaro que ha llegado una<br />

mañana a repiquetear con su pico nuestra ventana.<br />

Pero luego hay también largos periodos de tiempo donde nada de esto<br />

sucede, en los que parece que todo se desenvolviera por los canales<br />

habituales y conocidos, donde no hay la sorpresa o el anuncio de nada.<br />

Entonces nos volvemos escépticos y positivistas, y dejamos de creer siquiera<br />

en la posibilidad de que hayan aquellos signos y señales. Es más, nos<br />

encerramos hasta tal punto en la jaula de nuestros supuestos que, si acaso<br />

ellos ocurren, ya no los reconocemos.<br />

Pero, por lo que decimos a través de estos ejemplos, parece que<br />

hiciéramos valer únicamente los dos últimos modos de darse la relación entre<br />

el todo y las partes. Y entonces ¿qué pasa con el primero? ¿Está el todo como<br />

inevitablemente oculto únicamente en las mentes de unos pocos filósofos y<br />

teólogos negativos? Habría que responder que de ninguna manera: también<br />

esta experiencia la suele vivir cada uno, y cabe agregar que, de acuerdo a ella,<br />

lo enigmático y el misterio siguen vivos, sólo que no estamos más dispuestos a<br />

detectar su supuesta presencia en distintos acontecimientos y fenómenos,<br />

porque ello acaba por parecernos superstición.<br />

P 4<br />

Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />

a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />

cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />

de nuestro tiempo”.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 338 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 21<br />

Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />

Audición: sábado 5 de octubre a las 13,30 hrs.<br />

y domingo 6 de octubre de 2002 a las 17 hrs.<br />

Como premonición del tiempo venidero recuerda <strong>Jaspers</strong> las siguientes<br />

palabras de Goethe:<br />

“Más astuta y perspicaz llegará a ser la humanidad, pero no mejor ni<br />

más feliz ni más fuerte. Veo venir el tiempo en el que Dios no estará más<br />

contento con la humanidad y tendrá que aniquilarlo todo para que de ello surja<br />

una nueva creación” (p. 13). HAG<br />

Es probable que así sea con nuestro mundo en el que hace poco, en<br />

agosto de 2002 se formó una nube tóxica sobre Sri <strong>La</strong>nka, el sur de China y la<br />

India de causa humana, ya que era de monóxido de carbono y ocasionó<br />

muchos muertos. Si tenemos en cuenta que después de Estados Unidos,<br />

China es el segundo país que más contamina el planeta, podemos desde ya<br />

advertir que ello lógicamente ha de acarrear consecuencias muy negativas.<br />

Como el tema para <strong>Jaspers</strong> es <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo,<br />

libro aparecido en 1932 y que aquí examinamos, las palabras de Goethe tienen<br />

el alcance de un testimonio entre muchos que se recogen y en los que leemos<br />

acerca de una visión crítica de la época.<br />

Hay muchos testimonios surgidos principalmente en el siglo XIX, y ello<br />

se debe a que, como lo hace notar <strong>Jaspers</strong>, en aquel siglo se desarrolló y se<br />

perfeccionó como nunca la historiografía, Teniendo en cuenta esto, podemos<br />

reparar en que por lo mismo no es en absoluto casual que Nietzsche en la obra<br />

que examinábamos anteriormente – De lo conveniente e inconveniente de los<br />

estudios historiográficos para la vida -, vea de forma particularmente crítica el<br />

hecho de que por abultarse sobremanera la historiografía, los estudios<br />

históricos, ello va en desmedro de la historia, en otras palabras que el gestarse<br />

de la historia se va haciendo cada vez más pobre. Recordábamos en su<br />

oportunidad como en nuestra época Jean Baudrillard hablará de ella en el<br />

sentido de la “huelga de los acontecimientos”.<br />

Y el propio Nietzsche, entre los pensadores del siglo XIX sería el primero<br />

que correspondería citar a la hora de recordar testimonios de presagios sobre<br />

el tiempo venidero. Él es precisamente quien anuncia el nihilismo para los<br />

próximos siglos.<br />

Y así también otro de los testimonios que recuerda <strong>Jaspers</strong> aquí es <strong>La</strong><br />

decadencia de occidente de Oswald Spengler, que vio la luz en 1918, obra en<br />

la que las civilizaciones, y así también la civilización occidental, son vistas<br />

como seres vivos que tienen su nacimiento, su crecimiento, su apogeo, su<br />

decadencia y su muerte, lo cual estaría dentro del marco de una legalidad<br />

histórica.<br />

P 1<br />

Examinemos a continuación algunos de los puntos que analiza <strong>Jaspers</strong><br />

en un capítulo de la señalada obra, titulado “Origen del estado actual de las<br />

cosas”. Él parte por sostener allí lo siguiente:


“<strong>La</strong> pregunta por la <strong>situación</strong> presente del ser humano como por el<br />

resultado de su devenir y las chances de su futuro está planteada hoy de la<br />

manera más urgente que nunca. Hay respuestas que ven la posibilidad de un<br />

ocaso y otras, la posibilidad de un nuevo inicio; mas, una respuesta decisiva<br />

queda fuera” (p. 17).<br />

Hagamos notar que respecto de esta cita podemos advertir como la<br />

verdad es que la <strong>situación</strong> del mundo sigue siendo la misma, por cuanto si ya<br />

en los años treinta leemos algo así, todo lo dicho allí es como si estuviera dicho<br />

hoy. También a nosotros nos parece urgente preguntarnos por nuestras<br />

chances futuras, como también nos embarga la sospecha de la posibilidad de<br />

un ocaso, y por último, también albergamos, tal vez en un lugar recóndito de<br />

nosotros, la esperanza de un nuevo inicio.<br />

No dejemos de tener presente a su vez que <strong>Jaspers</strong> está diciendo todo<br />

esto en 1932, lo que significa que si él deja planteada la inquietud del ocaso del<br />

mundo, lo que viene después, por de pronto en su país, Alemania, y ya<br />

precisamente al año siguiente, 1933, con la toma del poder total por parte de<br />

Hitler, luego todas las atrocidades del nazismo, el holocausto, la Segunda<br />

Guerra Mundial, y finalmente la destrucción material y moral de Alemania, lo<br />

que se ha dado en llamar “la hora 0”, tanto más conmovedor resulta lo que<br />

acabamos de leer.<br />

Y como se trata de estas preguntas que no pierden su carácter de<br />

urgencia, a pesar de que hayan transcurrido desde entonces 70 años, nuestro<br />

pensador comienza aquí por ciertas consideraciones que apuntan a la historia<br />

en sus amplios horizontes que se pierden en el tiempo. Atendiendo a que como<br />

humanidad hemos emergido a lo largo de un tiempo inconmensurable de un<br />

estado salvaje, dice:<br />

“Frente a los cientos de miles de años, en los cuales nos eran<br />

inaccesibles ciertos pasos decisivos hacia la humanidad, corresponde a la<br />

historia perceptible para nosotros de unos 6.000 años un espacio de tiempo<br />

ínfimo. Dentro de él se muestra el hombre diseminado por la superficie<br />

terrestre, en variadas formas, que mantienen entre sí muy pocas o casi ninguna<br />

relación, y sin conocerse entre sí. Saliendo de ese estado comienza a brillar el<br />

ser humano occidental, que conquistó el globo terráqueo que condujo a los<br />

hombres a un conocimiento mutuo y a la conciencia de su co-pertenencia<br />

dentro de la humanidad /.../ (p. 17).<br />

P 2<br />

Destaquemos de estas últimas palabras lo que parece particularmente<br />

significativo y que podemos resumir en los siguientes puntos:<br />

1.El hombre ha tenido un larguísimo estado larvario.<br />

2.Saliendo de ese estado ha alcanzado el tiempo en el que él se<br />

muestra como suficientemente humanizado, correspondiendo ello al periodo<br />

ínfimo de apenas 6.000 años.<br />

3.Pero durante todo este tiempo inmemorial él ha estado diseminado por<br />

todo el planeta, y sin contacto de unas tribus y clanes con otros.<br />

4.Es recién la aparición del hombre occidental lo que va a permitir un<br />

conocimiento mutuo entre culturas y civilizaciones cercanas o de las antípodas,<br />

aunque por cierto, habría que agregar, de una manera muy gradual.<br />

Se me viene a la memoria, a propósito de esto, aquel momento en el<br />

que vive el hombre de Neandertal en Europa, tremendamente robusto y apto<br />

para soportar las inclemencias del tiempo, los fríos del invierno del norte


europeo, a ratos la escasez de alimentos en medio de parajes cubiertos de<br />

escarcha, nieve y hielo. Mas, luego aparece el Cro-Magnon, el cual no es<br />

precisamente robusto, pero sí muchísimo más hábil e inteligente. Y esto va a<br />

significar la sentencia de muerte para el Neandertal que lentamente se bate en<br />

retirada, ya que el Cro-Magnon va cada vez más ocupando sus espacios. Y de<br />

todo ello saldrá finalmente el homo sapiens.<br />

De la descripción que nos hacía <strong>Jaspers</strong> más arriba destaquemos ahora<br />

tan sólo él último punto, cual es como el hombre occidental gradualmente va a<br />

ser capaz de poner a toda la humanidad en contacto.<br />

Si se trata de aquilatar esto, el asunto es muy complejo, y casi parece<br />

que es preferible abstener el juicio, lo que no sería únicamente en razón de<br />

cierta comodidad. Esto se debe a que ciertamente podemos ver como muy<br />

benéfico que el hombre occidental haya contribuido a esta comunicación<br />

universal, mas el problema, por cierto, radica en cómo lo ha hecho. Nosotros,<br />

los latino-americanos sabemos muy bien cómo se realizó esa “comunicación” a<br />

través de la cruz y la espada, y habría que agregar, de una cruz que se<br />

imponía por la espada.<br />

Pero, lo que podemos llamar occidentalización del planeta ¿qué ha<br />

significado además? Al comienzo de esta sesión hablábamos de la nube tóxica.<br />

Eso ya lo dice todo.<br />

Yo recuerdo que cuando era niño en el campo en que crecí cerca de<br />

Valdivia, próximo a mi dormitorio de un segundo piso había un gallinero, y<br />

escuchaba el cacareo de las gallinas y el kikerikí por las mañanas de alguno de<br />

los gallos. Veía también como acechaba el peligro sobre el gallinero de los<br />

gavilanes que se posaban sobre algunos árboles y dirigían su mirada aquilina a<br />

una posible presa. No faltaba tampoco el zorro que merodeaba por un<br />

manzanal contiguo a ese gallinero.<br />

Pues bien, hoy al ver un pollo en uno de los gigantescos criaderos en un<br />

espacio de 30 cms al cuadrado vivir y morir allí, me embarga una tristeza sin<br />

límite, y sobre todo al considerar que las nuevas y futuras generaciones ya no<br />

verán eso que tuve todavía el privilegio de ver.<br />

Hoy por hoy, diríamos, llegamos a una <strong>situación</strong> tal que un pollo no es<br />

un pollo; es más bien una especie de maniquí de pollo, que es además el que<br />

acabamos por echar al plato.<br />

<strong>La</strong> “Cumbre de Johannesburgo” a fines de Agosto de 2002, cuyo tema<br />

es el planeta y la ecología, debería darnos mucho que pensar al respecto, y<br />

además no dejar de protestar por la actitud irresponsable y deshumanizada del<br />

gobierno norteamericano y su decisión de no participar en esa Cumbre,<br />

considerando que Estados Unidos es el principal contaminador del planeta.<br />

P 3<br />

Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />

a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />

cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />

de nuestro tiempo”.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 339 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 22<br />

Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />

Audición: sábado 12 de octubre a las 13,30 hrs.<br />

y domingo 13 de octubre de 2002 a las 17 hrs.<br />

<strong>Jaspers</strong> al considerar como la humanidad ha llegado a superar un<br />

estado salvaje, en el que distintas y heterogéneas tribus y culturas estaban<br />

diseminadas por el planeta sin contacto entre sí, y posteriormente con la<br />

aparición del hombre occidental se fue logrando una unión cada vez mayor de<br />

la humanidad, este logro fue únicamente posible en la medida en que hubo una<br />

orientación a partir de las siguientes ideas-fuerza: racionalidad, subjetividad, y<br />

el mundo como realidad fáctica. Vamos por orden:<br />

1.<strong>La</strong> racionalidad, sobre todo fundada en Grecia ha permitido un dominio<br />

técnico de la naturaleza, la formación del derecho en particular en Roma, el<br />

desarrollo de la economía, todo lo cual, agrega nuestro autor, ha inducido a<br />

una racionalización de todo nuestro quehacer que nos induce a someternos a<br />

un pensar lógico y a la constatación empírica.<br />

2.<strong>La</strong> subjetividad, entendida en el sentido de una autoafirmación de ella,<br />

y al mismo tiempo, del yo y del individuo. También esto ha tenido una larga<br />

preparación, y habría comenzado a despuntar con el descollar de distintas<br />

personalidades, como los profetas judíos, los filósofos griegos, los hombres de<br />

estado romanos.<br />

3.Lo propio del hombre occidental ha sido el concebir la realidad como<br />

fáctica. <strong>Jaspers</strong> dice al respecto lo siguiente:<br />

“Contra la pérdida oriental del mundo y la posibilidad de la nada que se<br />

asume con ello, en tanto el auténtico ser, para el hombre occidental el mundo<br />

como realidad fáctica en el tiempo no es algo que podamos pasar por alto” (p.<br />

18).<br />

<strong>Jaspers</strong> insiste sobre la reciprocidad que hay entre estos tres factores<br />

que han determinado nuestra <strong>situación</strong> actual.<br />

Sin entrar en alguna discrepancia con ello, a mi juicio, es sobre todo la<br />

racionalidad lo que ha sido lo determinante, y como que los otros dos factores –<br />

la autoafirmación del sujeto y la concepción de la realidad en tanto fáctica –<br />

quedan supeditados al despliegue de esa racionalidad, que habría que aclarar<br />

aquí, ha sido más que nada una racionalidad instrumental.<br />

P 1<br />

Y así al modo como si un pensador nos estuviera hablando de la<br />

<strong>situación</strong> actual del mundo, <strong>Jaspers</strong> caracteriza la <strong>situación</strong> del momento en<br />

que escribe <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo, vale decir 1932,<br />

atendiendo a los tres principios descritos – racionalidad, subjetividad y realidad<br />

fáctica -, agrega:<br />

“Los últimos siglos recién han desplegado estos tres principios; el siglo<br />

XIX los condujo a su máxima efectuación. El globo terráqueo es accesible en<br />

todos lados; el espacio está dado. Por primera vez ha llegado a ser el planeta<br />

un sitio abarcable y habitable del hombre. Todo se vincula con todo. El dominio<br />

técnico de espacio, tiempo y materia crece imprevisiblemente no más a través<br />

de descubrimientos individuales y casuales, sino a través del trabajo


planificado, de acuerdo a lo cual el descubrir mismo pasa a ser metódico y<br />

provocado” (p. 18).<br />

<strong>Jaspers</strong> describe a su vez este proceso de conquista del planeta en<br />

términos de una europeización, y respecto de lo cual el siglo XIX ha significado<br />

su completación. Ello lo podemos ver también como un movimiento de una<br />

aceleración cada vez mayor que ha llevado la marca de la modernidad, con el<br />

destacarse de personalidades individuales. Y agrega nuestro pensador que en<br />

ello se ha sentido como la historia de estos últimos siglos ha sido atravesada<br />

por “el orgullo de líderes y conductores, el júbilo de descubridores, la osadía<br />

calculada, la experiencia de límites extremos”, en todo lo cual se ha<br />

conservado igualmente cierta vida interior de la que ha emanado la fuerza para<br />

todas esas grandes realizaciones.<br />

Sin embargo, hemos llegado finalmente a un límite. <strong>Jaspers</strong>:<br />

“el movimiento de conquista externo se ha topado con su límite; el<br />

movimiento desplegado se encuentra al final con el rebote de sí mismo” (p. 19).<br />

HAJ<br />

En ello observamos un anticipo de lo que ha llegado a preocuparnos a<br />

nosotros y que viene a ser una marca de nuestro tiempo: el fin de la historia.<br />

Relativamente a este punto, el pensador francés Jean Baudrillard habla<br />

de algo que él llama “el punto Canetti” en su obra mayor <strong>La</strong>s estrategias<br />

fatales. Con ello se refiere a algún pasaje de la obra del escritor y Premio Nóbel<br />

Elías Canetti, en donde hay una alusión a un momento que no sabríamos<br />

ubicar con precisión, a partir del cual lo que conocemos como realidad e<br />

historia habría quedado atrás y que ya no podríamos recuperar.<br />

P 2<br />

Y, de un modo similar a como aparece esto también en Baudrillard, si lo<br />

que nos caracteriza, sobre todo como hombres modernos, es un tiempo lineal<br />

del progreso, pareciera que a partir de este punto (“el punto Canetti”) sucedería<br />

que podríamos, de algún modo, retornar al tiempo cíclico característico del<br />

hombre arcaico. Mas, para <strong>Jaspers</strong> esto se muestra como un imposible, no<br />

obstante darse cuenta de que ya en los años treinta estaríamos a un paso de<br />

ello. Escuchemos:<br />

“Los principios del hombre occidental descartan la estabilidad del mero<br />

repetirse en círculo. Cada cosa conocida impulsa al mismo tiempo hacia<br />

nuevas posibilidades. <strong>La</strong> realidad no consiste en un ser-así, sino que tiene que<br />

ser asumida como un conocimiento que significa a la vez alteración y acción”<br />

(p. 19). HAJ<br />

Siguiendo esta comparación con Baudrillard, cabe agregar aquí, por<br />

último, siguiendo al pensador francés, cuando la velocidad es demasiado alta,<br />

da la impresión que no avanzáramos, como que todo se volviera más lento, así<br />

nos dice también <strong>Jaspers</strong>, adelantándose con ello a lo que decenios más tarde<br />

se describirá como “velocidad del cambio”. <strong>Jaspers</strong>:<br />

“<strong>La</strong> rapidez de los movimientos ha crecido de siglo en siglo. Nada está<br />

más firme, todo es cuestionado y arrastrado hacia una posible modificación,<br />

pero finalmente en una fricción interna que no conociera como tal el siglo XIX”<br />

(p. 19).<br />

P 3<br />

El pensador, nacido en Oldenburg, nos dice que incluso hay una<br />

sensación de quiebre en todo, y hace alusión a como al parecer esto se viene


preparando desde antaño. Ya en el Antiguo Egipto encontramos el siguiente<br />

papiro que, citado por <strong>Jaspers</strong>, dice lo siguiente:<br />

“Los saqueadores están por todas partes...ya no se ara, cada uno dice:<br />

ya no sabemos lo que ocurre en el reino...<strong>La</strong> suciedad está en el reino, ya no<br />

hay nadie con trajes blancos...el reino se da vuelto como el disco del<br />

tornero...Ya no hay más seres humanos...El oro y el lapislázuli son colgados en<br />

los cuellos de las esclavas...la risa ha sucumbido...Los grandes y los chicos<br />

dicen: que yo no hubiera sido traído al mundo...A los ciudadanos se los ha<br />

puesto en la piedra del molino...las damas son como esclavas...Se roba los<br />

desperdicios del hocico de los cerdos, porque se tiene tanta hambre...<strong>La</strong>s<br />

oficinas son abiertas y sus listas se continúan...los escribanos, cuyas actas son<br />

destruidas...Se agrega a ello que se roba la tierra del reino por parte de unas<br />

pocas gentes descriteriadas...El secreto de los reyes es expuesto...Los<br />

funcionarios del reino son perseguidos...no hay un servicio que ya se realiza en<br />

el lugar apropiado, y ellos aparecen como rebaño amontonado sin<br />

pastor...ningún artista trabaja más...los hombres asesinan a los pocos que<br />

quedan...el que nada poseía posee ahora tesoros, y el más grande lo alaba...el<br />

que nada sabía de su dios le hace ahora sacrificios con el incienso de otro...la<br />

libertad ha llegado a todas las personas...Ay que finalmente se acabe todo con<br />

el hombre y no haya más embarazos ni partos. Que se calle la Tierra de tanto<br />

ruido y que no haya más rencillas...” (p. 19-20).<br />

P 4<br />

Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />

a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />

cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />

de nuestro tiempo”.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 340 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 23<br />

Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />

Audición: sábado 19 de octubre a las 13,30 hrs.<br />

y domingo 20 de octubre de 2002 a las 17 hrs.<br />

Para <strong>Jaspers</strong> lo nuevo de la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo no<br />

está en cierta decadencia moral, de la que pudiera hablarse y encontrar<br />

múltiples signos de ella por doquier. Ya un papiro del Antiguo Egipto, que él<br />

cita, habla de la decadencia, de las malas costumbres, del robo, el abuso, la<br />

calumnia, la envidia, y demás. A este respecto se le ocurre a nuestro pensador<br />

recordar además al historiador Tucídides refiriéndose al deplorable<br />

comportamiento de los hombres en la guerra del Peloponeso.<br />

Lo nuevo de la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo lo descubre en la<br />

desacralización, teniendo en cuenta, en todo caso, que en verdad el término<br />

que él usa para este punto es ‘Entgötterung’, lo que significa más bien una<br />

“desdivinización” (término que, recuerda <strong>Jaspers</strong>, usara Schiller). Y trátese de<br />

una desacralización o de una desdivinización, la cuestión que quedaría abierta<br />

a propósito de esto es si acaso ello alude a un olvido de lo divino y de lo sacro<br />

por parte de los hombres, o a un retiro y una huida de lo divino, y habría<br />

todavía una tercera posibilidad que no se compromete con ninguna de las<br />

anteriores: simplemente lo que se referiría a una desaparición de lo divino y de<br />

lo sacro, sea por causa humana o por causa de unos supuestos dioses que se<br />

alejaron. Y, si bien puede haber muchos antecedentes en la historia de algo<br />

así, lo cierto es que como se ha dado esto en Occidente es de carácter<br />

extremo.<br />

P 1<br />

Escuchemos:<br />

“En occidente se ha llevado a cabo este proceso en una radicalidad<br />

como en ningún otro lado. Si bien hubo los escépticos incrédulos de la vieja<br />

India y de la antigüedad, para los cuales no había sino lo que se nos presenta<br />

sensorialmente, después de que, estimándolo una nadidad, se agarraban a ello<br />

sin escrúpulos. Pero ellos hacían esto todavía en un mundo que fácticamente<br />

permanecía animado como un todo. En occidente, como consecuencia del<br />

cristianismo, se hizo posible otro escepticismo: la concepción del dios creador<br />

sobrenatural transformó el mundo completo de la creación en creatura. De la<br />

naturaleza desaparecieron los demonios paganos, del mundo los dioses. Lo<br />

creado pasó a ser objeto del conocimiento humano, el cual, en primer lugar,<br />

imitaba al mismo tiempo los pensamientos de Dios. El cristianismo protestante<br />

le dio cierta gravedad a esto: las ciencias naturales con su racionalización,<br />

matematización y mecanización del mundo tenían una afinidad con este<br />

cristianismo. Los grandes investigadores de la naturaleza de los siglos 17 y 18<br />

eran cristianos piadosos. Cuando, sin embargo, la duda acabó por borrar al<br />

dios creador, así quedó como ser la maquinaria del mundo cognoscible para<br />

las ciencias naturales, la cual, sin la degradación a la creatura nunca fue<br />

concebida de manera más torcida” (p. 20-21).<br />

Sin duda lo que toca aquí <strong>Jaspers</strong> es uno de los grandes temas – el de<br />

la desacralización -. Es el tema de los grecistas del siglo XIX que veían en el


nacimiento mismo de la filosofía occidental un tránsito del mito al logos; como<br />

también cabe reconocer que éste es el gran tema de Mircea Eliade, de Marcel<br />

Mauss, de Claude Lévi-Strauss y de varios otros antropólogos culturales. Y si<br />

no me refiero aquí a los teólogos Barth, Bultmann, Rahner y Tillich, con todo lo<br />

lúcidos y buceadores de aguas profundas que son, si en ellos se toca el tema<br />

de la desacralización es en el sentido de la pérdida de Dios mismo en nuestro<br />

mundo. Mientras que con los antropólogos culturales o historiadores de las<br />

religiones mencionados el tema es más bien la desacralización del mundo, lo<br />

cual, podríamos decir, tiene que ver con la pérdida de la huella de lo divino en<br />

nuestro mundo, que sería lo sacral, al decir de Hölderlin.<br />

P 2<br />

Tal vez sea éste el fenómeno más impresionante acontecido en nuestro<br />

mundo: precisamente que desde algún momento en adelante hayan huido las<br />

náyades, los sátiros, las ondinas (así como también lo dice Octavio Paz). El<br />

mundo dejó de estar habitado y cobijado por estos seres que solían ser la<br />

montaña, el río, el bosque, el mono, la serpiente, el elefante, todo desapareció,<br />

y a la larga acabó por ser cosificado. Fue a su vez esta cosificación de todo, del<br />

mundo completo, de minerales, animales, plantas y astros lo que permitió el<br />

enorme avance científico de la modernidad. Y hoy por hoy hemos ido tan lejos<br />

que casi parece que llegáramos al disco duro de la vida y del universo.<br />

Pensar que todo esto ha sido posible precisamente a partir de la<br />

mentada desacralización, y, por lo mismo, casi podría decirse de una suerte de<br />

falta de respeto al cosmos con toda su infinita variedad.<br />

Agreguemos también que en este proceso ha sido crucial el principio de<br />

razón suficiente, en la forma como fue formulado por Leibniz, de que todo lo<br />

que es obedece a una razón suficiente, lo cual quiere decir en el contexto en<br />

que nos movemos aquí que hay una explicación respecto de cualquier<br />

fenómeno del íntegro universo, que nos diga claramente por qué él es como es<br />

y se comporta como se comporta, sin que esto admita ninguna excepción.<br />

Podríamos decir entonces que a partir de ello todo fenómeno tiene que<br />

ser desacralizado, porque se somete al principio de razón suficiente, y si queda<br />

todavía algo de lo que es lo sacral, ello será transpuesto completamente a la<br />

trascendencia divina.<br />

Desde ese momento en adelante ha sucedido pues que el mundo en<br />

cierto modo ha perdido el halo místico que lo mantenía encumbrado hacia lo<br />

<strong>espiritual</strong>. Casi podríamos decir que desde entonces no es que Dios esté<br />

muerto, sino el mundo.<br />

P 3<br />

<strong>La</strong> muerte del mundo-cosmos, si bien la pensamos, lo cierto es que no<br />

constituye ninguna exageración, si tan sólo nos detenemos a pensar sobre lo<br />

que va aparejado al fenómeno de la desacralización y desdivinización de que<br />

habla <strong>Jaspers</strong>, y esto es lo que corresponde a la técnica.<br />

Como dice nuestro pensador, el mundo se ha vuelto una “fábrica” (cfr. p.<br />

22), y más adelante dirá también “aparato” y “máquina”. Pues bien, la<br />

característica de todo ello es que se trata de lo muerto, por mucho que tenga<br />

un tremendo poder, el cual, de todos modos, se debe al hombre que los ha<br />

inventado y producido.<br />

Y nuevamente si se trata de una decadencia en la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de<br />

nuestro tiempo, ello no tiene parangón con lo que ha sucedido en épocas<br />

anteriores. Escuchemos:


“Se ha comparado el presente con la época de la Antigüedad decadente,<br />

con aquella de los estados helenísticos, en los cuales acabó Grecia por<br />

hundirse, o con aquella del tercer siglo de la era cristiana, en el cual se<br />

desplomó la cultura de la Antigüedad. Sin embargo, hay diferencias esenciales.<br />

Antes se trataba de un mundo, que ocupaba un pequeño espacio de la<br />

superficie terrestre y que tenía el futuro de la humanidad todavía más allá de sí.<br />

Hoy por hoy, cuando el globo terrestre está enteramente conquistado, tiene que<br />

ingresar en la civilización que ha creado occidente lo que queda de lo humano.<br />

Antes disminuía la población; hoy en día, en cambio, crece a través de una<br />

multiplicación que nunca antes tuvo lugar. Antes había una amenaza externa,<br />

ahora es un caso particular esta amenaza, ya que la decadencia únicamente<br />

puede venir desde dentro, si es que ésta llega a afectar al todo. <strong>La</strong> diferencia<br />

palmaria con respecto al siglo tercero es, sin embargo, que entonces la técnica<br />

se estancó y comenzó a decaer, mientras que hoy progresa ella sin detención<br />

en un tiempo insólito. <strong>La</strong>s chances como el peligro que ello involucra son hoy<br />

impredescibles” (p. 21-22). HAJ<br />

El libro en el que se encuentra esta idea anticipatoria de las amenazas<br />

que se yerguen sobre el mundo corresponde a <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de<br />

nuestro tiempo, el cual, si bien vio la luz ya en 1932, en verdad, <strong>según</strong> señala<br />

su propio autor, ya estaba escrito en 1930, sólo que prefirió postergar sus<br />

publicación en más de un año, con el fin de no opacar los resultados de su obra<br />

mayor – Filosofía -, publicada en el 31.<br />

Vistas las cosas desde este punto de vista cronológico, tanto más debe<br />

llamarnos la atención que en <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> /.../ encontremos incluso un<br />

anticipo de aquello en lo cual estamos hoy sumergidos: la globalización.<br />

P 4<br />

Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />

a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />

cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />

de nuestro tiempo”.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 341 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 24<br />

Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />

Audición: sábado 26 de octubre a las 13,30 hrs.<br />

y domingo 27 de octubre de 2002 a las 17 hrs.<br />

Cuando Karl <strong>Jaspers</strong> ha terminado de escribir “<strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de<br />

nuestro tiempo” en 1930 está clara, lúcida y perfectamente conciente del<br />

problema del creciente dominio técnico del mundo. Así lo demuestra el<br />

siguiente pasaje:<br />

“Lo nuevo y externamente visible que pone desde ahora condiciones a<br />

toda la existencia humana en sus fundamentos es este despliegue del mundo<br />

técnico. Por primera vez ha comenzado una dominación real de la naturaleza.<br />

Si quisiera imaginarse nuestro mundo enterrado, así excavaciones futuras no<br />

sacarían a la luz bellezas, como las de la antigüedad, cuyos adoquines de las<br />

calles todavía nos encantan. En comparación con tiempos pasados se<br />

encontraría tanto fierro y pavimento de los últimos decenios, que se advertiría<br />

de que el hombre había convertido el planeta en una red de aparatos. El paso<br />

adelante es tan grande en comparación con todo tiempo pasado como el<br />

primer paso de la invención de las herramientas: la perspectiva de una<br />

transformación del planeta en una única fábrica para la explotación de sus<br />

materias primas y energías se hace patente” (p. 22).<br />

Refiriéndose todavía nuestro pensador a ese imaginario excavador<br />

agrega que éste no podría encontrar lo más significativo de nuestro mundo<br />

técnico, cual es lo que tiene que ver con la funcionalidad; por ejemplo, entre<br />

sus hallazgos, encontraría una torre de transmisiones radiales, pero no<br />

precisamente esa función; en otras palabras, lo que encontraría no serían las<br />

ondas de esas transmisiones. Con ello se destaca una relevante característica<br />

de nuestro mundo técnico en el sentido de cómo lo funcional, que hoy en día<br />

tiene que ver incluso con comunicaciones satelitales de distintos aparatos<br />

como televisión, telefonía e internet, acaba desplazando a lo físico. En nuestro<br />

tiempo llegamos incluso a la invención de un mundo significativamente virtual.<br />

El internet ha llegado a ser, por ejemplo, un espacio virtual tan inmenso<br />

que diríamos que corresponde hoy a nuestras pirámides, y su extensión, como<br />

la cantidad de información que hay en él, es simplemente inconmensurable. A<br />

modo de ejemplo, si ponemos la palabra “deus absconditus”, que significa “dios<br />

escondido” o “dios oculto”, aludiendo con ello al dios de los teólogos negativos<br />

que exige hacer caer todas las representaciones que tenemos de la divinidad,<br />

nos encontramos en el mes de octubre de 2002 con 84 páginas, cada una de<br />

las cuales contiene alrededor de unos 10 link, y cada uno de estos corresponde<br />

a libros, conferencias, grupos de investigaciones, institutos, y otros. Tan sólo si<br />

quisiéramos conocer todo lo que se ha dicho, pensado y programado en torno<br />

al “dios escondido”, probablemente con una sola vida no nos alcanzaría.<br />

P 1<br />

Si, como destaca también <strong>Jaspers</strong>, el mundo-cosmos fue<br />

“desdivinizado”, y agregaríamos, desacralizado, lo que trajo consigo una<br />

cosificación del mundo, desde entonces hemos cosificado no solamente la<br />

montaña y el río, sino también la flora y la fauna. Pues bien en nuestro tiempo a


través del despliegue sin límite de la funcionalidad, habríamos llegado incluso a<br />

someter a ello a lo físico, lo natural y lo corporal. En cierto modo, podría decirse<br />

que hemos extendido lo propio de un aparato o una máquina a los entes de la<br />

naturaleza. Hoy en día ya nos hemos habituado a comer distintos frutos que<br />

son resultados de injertos, de hibridación y de clonación.<br />

Veamos como continúa <strong>Jaspers</strong> más adelante describiendo nuestro<br />

mundo en términos de lo propio de un aparato o máquina:<br />

“Se podría plasmar la apertura de nuestro planeta como la estancia y la<br />

materia de una fábrica gigantesca, operada por masas humanas: ya no habrá<br />

más ahí una naturaleza pura e inmediata; sólo el material de la aparatura habla<br />

de lo dado por la naturaleza, y es, sin embargo, vinculado con las finalidades<br />

humanas, utilizado y carente de ser propio; se entra en contacto ya únicamente<br />

con materia hecha por el hombre; el mundo lo hay tan sólo como paisaje<br />

artificial, esta aparatura humana en el espacio, en la luz, en los tiempos del día<br />

y de las estaciones del año, una sola producción en conexión con medios de<br />

locomoción imparables, con los hombres atados a ellos, para tener su ser-ahí<br />

trabajando con los otros. Se ha alcanzado con ello un estado estable. <strong>La</strong>s<br />

materias y energías fueron explotadas sin dejar remanente. El control de la<br />

natalidad regula la reposición generacional. <strong>La</strong> eugenesia y la higiene se<br />

preocupan por una especie humana mejor. <strong>La</strong>s enfermedades han sido<br />

eliminadas. El abastecimiento de todos a través de los servicios de todos está<br />

regulado de acuerdo a un plan. No hay nada más que decidir. En el ciclo de<br />

generaciones que se repiten todo queda como está. Sin lucha y sin destino se<br />

da la alegría del ser-ahí de los hombres en una división inmodificable con poco<br />

tiempo de trabajo y mucho tiempo de recreación” (p. 63).<br />

P 2<br />

Pensar que <strong>Jaspers</strong> dice esto hace 70 años y el tiempo no ha hecho<br />

más que radicalizar lo que él intuyera. De alguna manera, se trata de que el<br />

artista es atrapado por su obra, la araña por su telaraña, así como la máquina<br />

acaba por atrapar al hombre.<br />

Tal vez el diagnóstico más certero que se puede hacer de nuestro<br />

tiempo es en el sentido de que en él tendría lugar una liberación de los poderes<br />

fácticos, y entre ellos particularmente el de la tecnología. Esta última puede<br />

llevar, con sus adelantos y sus inventos, al mundo en cualquier dirección, en lo<br />

que ya no está suficientemente claro si acaso incluso nos puede conducir<br />

derecho a la destrucción.<br />

El filósofo Walter Schulz dice en su obra Grundprobleme der Ethik<br />

(Problemas fundamentales de la ética) que si el hombre ha estado siempre<br />

determinado por una confianza en el mundo-cosmos o un temor a él, y que<br />

este temor caracterizaba al hombre arcaico, resulta que el mencionado temor<br />

ha vuelto a hacerse presente y a marcar nuestro modo como nos instalamos en<br />

el mundo. En los años ochenta, en los que Walter Schulz escribió esta obra<br />

estaban los misiles soviéticos SS 20 instalados la República Democrática<br />

Alemana, de la época, y del lado occidental, o sea en la República Federal<br />

Alemana, los norteamericanos tenían los misiles Pershing, lo cual significaba<br />

que el enfrentamiento podía ocurrir cualquier día, y que por lo tanto cualquier<br />

día podía ser el último.<br />

Mas, si acaso alguien dijera que al fin y al cabo se trata en este ejemplo<br />

de una cuestión de orden bélico y que las guerras se caracterizan porque son<br />

dentro de la historia de la humanidad de carácter pasajero, sin embargo habría


que decir que difícilmente se podría considerar como meramente pasajera una<br />

<strong>situación</strong> que duró por muchos años, y, en segundo lugar, habría que agregar<br />

que hay otras como la de vivir en una relativa cercanía a las centrales<br />

atómicas, que no son precisamente de carácter bélico, y que involucran un<br />

nivel de peligrosidad permanente que hace comprensible el que se exista<br />

entonces en términos de un temor al mundo.<br />

P 3<br />

Si con Baudrillard podemos decir que el hombre desarrolla estrategias<br />

en su modo de enfrentar el mundo, y que una de éstas es la tecnología, está<br />

claro que éstas, siendo en principio benéficas, se pueden volver contra él<br />

mismo.<br />

A propósito de esto, observaba en mi casa una araña que en el<br />

dormitorio, donde duermo, se había descolgado tanto en su propia tela, de un<br />

solo hilo, que casi llegaba a tocar algo, que en verdad, era mi cama, pero,<br />

como aún le faltaba, y al parecer, no se daba cuenta, titubeaba, porque para<br />

ella era simplemente un abismo interminable, y entonces volvía a subir<br />

trepando por su propio hilo; mas, luego, al parecer no convencida del todo de<br />

su proceder, volvía a bajar, hilvanando para ello su finísimo hilo. Y así seguía<br />

en este subir y bajar interminable. <strong>La</strong> verdad, ¡qué obra, qué sabiduría!<br />

Ahora pienso que en eso se revelaba algo del momento, de lo que nos<br />

ocurre hoy. Por ejemplo, comenzamos hoy en octubre de 2002 con la<br />

colonización del espacio exterior, ya que se construirá un estación orbital del<br />

tamaño de un edificio de 7 pisos, pero no sabemos, no tenemos claro a qué<br />

conducirá, si acaso a propagar justamente por el espacio exterior nuestro modo<br />

de ser depredador. Y la próxima estación se supone que es Marte.<br />

Somos como la araña que se descuelga de su propio hilo hasta un<br />

abismo al que ella no le ve ningún fondo, y entonces comienza a titubear si<br />

acaso seguir en esa empresa o volver sobre sus pasos. Es la aventura y sus<br />

riesgos a veces desmesurados que nos hacen dudar.<br />

P 4<br />

Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />

a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />

cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />

de nuestro tiempo”.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 342 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 25<br />

Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />

Audición: sábado 2 de noviembre a las 13,30 hrs.<br />

y domingo 3 de noviembre de 2002 a las 17 hrs.<br />

Estamos viendo que, de acuerdo al pensamiento desarrollado por Karl<br />

<strong>Jaspers</strong> en <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo, publicado en 1932, en<br />

aquel tiempo, distante de nosotros en 70 años, avizoraba él perfectamente que<br />

tal vez las grandes posibles catástrofes del futuro no serán de la naturaleza,<br />

sino producidas por la técnica que nosotros mismos, los seres humanos,<br />

hemos desarrollado y aplicado en nuestro dominio del mundo. Y resulta que la<br />

pretensión ha sido precisamente de lograr un dominio seguro que pueda<br />

garantizar una vida armónica para el mayor número de personas, cuando no<br />

para todas, alcanzando de este modo el anhelado logro del bien común. Se<br />

trata de un mundo sometido en definitiva a una rigurosa planificación técnica y<br />

científica exitosa. Mas, nuestro pensador nos pone en guardia al respecto<br />

Escuchemos:<br />

“Sin embargo, un tal estado es imposible. Poderes naturales<br />

impredecibles, potenciados a catástrofes técnicas, en cuanto a sus efectos<br />

devastadores, se interponen. Hay la desgracia específica de la falla técnica.<br />

Quizás un permanente combate de las pestes le arrebata a los hombres toda<br />

inmunidad, de tal manera que queden indefensos y expuestos a una peste<br />

impredecible. <strong>La</strong> pacificación a través del control de la natalidad es algo<br />

fácilmente pensado; sin embargo, el deseo de reproductibilidad, más fuerte en<br />

unos que en otros, retomará la batalla. <strong>La</strong> eugenesia no impedirá la<br />

conservación de los más débiles y el imparable empeoramiento racial; porque<br />

ya no se tiene más una medida objetiva para un juicio de valor de selección;<br />

aún más, esta /medida/ está reñida con la multiplicidad de las tipologías<br />

humanas originarias y sus posibilidades” (p. 63-64). HAJ<br />

P 1<br />

En el pasaje citado de <strong>Jaspers</strong> es tanto lo que se condensa. Diría que<br />

conjugan aquí distintas ideas que podríamos nombrar como felicidad,<br />

planificación, profilaxis, dominio.<br />

Veamos en qué forma: por de pronto, el hombre que anhela alcanzar un<br />

estado como individuo, como sociedad, y por último, como humanidad, de<br />

felicidad, y junto con ello de armonía, de justicia y de bien común. Ya<br />

Aristóteles se preocupa de aclarar que la eudaimonía, la felicidad no hay razón<br />

para librarla al azar o considerarla como un don de los dioses, y que, al<br />

contrario, ella se puede construir: la felicidad viene a ser el fruto de una<br />

actividad, a saber la actividad que se atiene al camino de la virtud. Podríamos<br />

reconocer como esto ha tenido un poder sobre la civilización occidental y es<br />

algo íntimamente vinculado con la fuerza de la razón que no deja nada fuera, y<br />

se adjudica una ingerencia incluso en lo relativo a cómo ser felices.


Pero luego estas proyecciones humanas se pueden volver contra el<br />

propio hombre, planteando con ello <strong>Jaspers</strong> algo similar a lo que encontramos<br />

en Baudrillard. Me refiero al siguiente pasaje de la última cita:<br />

“Quizás un permanente combate de las pestes le arrebata a los hombres<br />

toda inmunidad, de tal manera que queden indefensos y expuestos a una peste<br />

impredecible”.<br />

Como digo, observamos en esto un adelanto a lo que Baudrillard ha<br />

pensado como profilaxis, y a su vez, como ésta se revierte sobre el hombre<br />

mismo que se ha jugado por ello y la ha alcanzado. Esto tiene no solamente<br />

que ver con la salud, como que tanta profilaxis y asepsia nos hace vulnerables,<br />

como la llamada “chilenitis” que contraen los alemanes cuando vienen a Chile y<br />

toman agua de la llave (del grifo), sino que tiene que ver además con nuestras<br />

sociedades que al alcanzar un orden perfecto, mas de carácter maquínico, al<br />

modo del play-mobil, se hacen efectivamente tremendamente vulnerables,<br />

entre otros, al terrorismo.<br />

P 2<br />

En el mismo contexto de este efecto de reversibilidad baudrillardiano,<br />

que induce a que lo que planificamos se vuelva contra nosotros, y que nuestras<br />

estrategias se vuelvan “estrategias fatales”, reflexionemos también sobre este<br />

otro pasaje de la cita de más arriba:<br />

“<strong>La</strong> pacificación a través del control de la natalidad es algo fácilmente<br />

pensado; sin embargo, el deseo de reproductibilidad, más fuerte en unos que<br />

en otros, retomará la batalla. <strong>La</strong> eugenesia no impedirá la conservación de los<br />

más débiles y el imparable empeoramiento racial; porque ya no se tiene más<br />

una medida objetiva para un juicio de valor de selección; aún más, esta<br />

/medida/ está reñida con la multiplicidad de las tipologías humanas originarias y<br />

sus posibilidades”.<br />

Son palabras que resuenan hoy en día fuerte en nuestros sordos oídos,<br />

justamente en tiempos en los que el hombre con su saber tecno-científico se ha<br />

inmiscuido tan decididamente en el disco duro de la vida y sus posibilidades.<br />

Me refiero a las manipulaciones genéticas y la clonación en plantas, animales y<br />

hasta en el propio ser humano. Por decirlo así, como que muy a la ligera<br />

hemos entrado en eso, pero ¿cómo saber qué consecuencias trae consigo a<br />

futuro? Y esto lo emprendemos, no obstante darnos cuenta que las<br />

posibilidades del mal uso de esas manipulaciones están a la mano.<br />

Pero, sin duda el problema mayor relativo a lo que <strong>Jaspers</strong> nos dice en<br />

sus palabras es lo que atañe a una manera de pararse frente al mundo en<br />

términos de dominio, que por cierto no tiene por qué ser el único modo de<br />

relacionarse con él.<br />

Ello corresponde a una actitud que probablemente por no dejar ser al<br />

mundo y al cosmos, éste le da la espalda al hombre, revirtiendo sus<br />

planificaciones contra él mismo.<br />

P 3<br />

<strong>Jaspers</strong> piensa nuestra <strong>situación</strong> en el sentido de un dominio de la<br />

máquina y el aparato, como que el hombre no solamente queda atrapado en<br />

ello, sino que su organización que ha llegado a abarcar al planeta entero,<br />

supone una extensión de lo propio de un aparato. <strong>Jaspers</strong>:<br />

“Lo que en siglos fue el mundo del hombre parece derrumbarse. El<br />

mundo nuevo que surge como aparato de beneficencia del ser-ahí obliga a


todo a someterse a él. El hombre parece entregarse a aquello que es sólo<br />

medio, no finalidad, y mucho menos sentido” (p. 72). HAJ<br />

En efecto, lo que sea un aparato es algo que tiene el carácter de un<br />

medio, pero resulta que es también característico de nuestro tiempo el haber<br />

convertido lo que es medio en fin. Es tal el poder que tienen las invenciones<br />

humanas que el hombre tiende a quedar atrapado en ellas, y si tienen en<br />

principio el carácter de ser medios para alcanzar algo, por ejemplo el bien<br />

común, en cierto modo esta finalidad, esta meta pasa a ser olvidada, o en todo<br />

caso relegada a la mera posesión y uso del medio.<br />

Este mismo estar atrapado en un aparato y meramente atado a lo que es<br />

medio, junto con generar un extravío, genera una falta de confianza, y ello tiene<br />

a su vez el carácter de una crisis. <strong>Jaspers</strong>:<br />

“<strong>La</strong> crisis es realmente una falta de confianza. Cuando nos aferrábamos<br />

todavía a la forzosidad del derecho formal, de la ciencia rigurosa, de la<br />

convenciones firmes, así hay en ello un mero cálculo de las cosas, pero no una<br />

confianza. Si acaso todo es arrastrado a la finalidad de intereses de nuestro<br />

mero ser-ahí, así se suprime la conciencia de la sustancialidad del todo. De<br />

hecho hoy no se puede confiar en una cosa, un cargo, una ocupación, una<br />

persona, a no ser que nos aseguremos suficientemente en cada caso. Cada<br />

uno sabe de los engaños, desfiguraciones, de la falta de confiabilidad en el<br />

terreno que le es propio. Tan sólo hay confianza en el pequeño círculo, pero no<br />

una confianza en el todo” (p. 73).<br />

P 4<br />

Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />

a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />

cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />

de nuestro tiempo”.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 343 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 26<br />

Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />

Audición: sábado 9 de noviembre a las 13,30 hrs.<br />

y domingo 10 de noviembre de 2002 a las 17 hrs.<br />

A propósito de concebir <strong>Jaspers</strong> nuestro tiempo como que en él el<br />

mundo se ha convertido en una máquina o aparato, lo que expone en su obra<br />

<strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo, publicada hace 70 años en 1932,<br />

atendamos ahora a lo que desarrolla él en una posterior de 1949, Del origen y<br />

meta de la historia. Como veremos, en esta obra arrancando de la historia, se<br />

llega a una reflexión en torno en nuestro mundo como un aparato organizado<br />

por una planificación total.<br />

En la historia habría dos “respiraciones” (“Atemzüge”): la primera en la<br />

que hubieron muchas historias de distintos pueblos y civilizaciones, y la<br />

segunda en la que la historia en la modernidad se ha vuelto paulatinamente<br />

una sola. En este sentido, si otrora un hombre particular se desembarcaba de<br />

la historia de su comunidad, su sociedad (y no moría a consecuencia de ello),<br />

podía embarcarse eventualmente en otra. Pues bien, ello en rigor no es más<br />

posible. <strong>La</strong> historia se ha vuelto una historia del planeta. 1<br />

Y ello nos habla a su vez de un modo muy sugerente de concebir la<br />

globalización. En efecto, hoy parece cumplirse que la nación que no se<br />

embarca en la globalización deja de convertirse en un agente histórico, y es<br />

presumible que ello acarree consigo pobreza y muerte.<br />

Del mismo modo para el filósofo de Basilea la historia misma podría ser<br />

quizás un tránsito entre la prehistoria (en la que las culturas siguen el ritmo de<br />

un tiempo cíclico en rigor a-histórico) y algo futuro distinto que no podríamos<br />

anticipar en qué podría consistir (cfr. UZG, p. 72).<br />

P 1<br />

Esta idea de que lo que conocemos como historia podría acabar (sin que<br />

ello indefectiblemente implique un “fin de mundo”), se puede hacer<br />

comprensible con arreglo a la distinción entre sentidos de la historia hecha por<br />

Walter Schulz:<br />

1.Historia trágica (la de Heródoto), en cuanto a que la historia no está<br />

comandada por los hombres, sino por los dioses y el destino. Dice Schulz:<br />

“Heródoto intenta mostrar que tras las acciones de los hombres, que<br />

parecen casuales, están los dioses como los auténticos conductores de la<br />

historia. /.../ <strong>La</strong> interpretación de la historia de Heródoto está emparentada con<br />

el presupuesto de la tragedia griega clásica, cuyo sentido oculto es desencubrir<br />

el poder oculto de los dioses. El hombre puede caer en el encandilamiento; a<br />

cada momento el destino lo acecha”. 2<br />

1 Cfr. Karl <strong>Jaspers</strong>, Vom Ursprung und Ziel der Geschichte (Del origen y meta de la historia), Edit. Piper,<br />

München, 1959, p. 46, trad.mía. En adelante citaremos esta obra por medio de la abreviatura ‘UZG’. Ed.<br />

cast.: Origen y meta de la historia, trad. de Fernando Vela, Ediciones Altaya, Barcelona, 1998.<br />

2 Walter Schulz, Grundprobleme der Ethik (Problemas fundamentales de la ética), op. cit., p. 384 ss.,<br />

trad. mía.


2.Historia cristiana, en la que se supone una direccionalidad, dada por el<br />

camino de salvación hacia el Fin del Mundo y el Juicio Final.<br />

3.Historia moderna (la historia propiamente tal) que es la única de la cual<br />

su gestor es el hombre, y ésta es posible sobre la base de una<br />

autocomprensión de este ente que somos nosotros como autónomos y libres.<br />

Consustancial a este sentido de la historia es además la idea de<br />

progreso. Y es a ojos vista esta última idea la que hace rato ha entrado en<br />

crisis. Podemos verificar progresos específicos de la ciencias y de las técnicas,<br />

de ellas en conjunto y de cada una en particular, mas no del hombre mismo.<br />

Ello nos lleva a pensar en un extremo posible hacia el cual fatalmente nos<br />

encaminaríamos, cual es que, desapareciendo el progreso, desaparezca<br />

también la historia.<br />

En otras palabras: vuelta al tiempo cíclico, como aquél de la naturaleza y<br />

las culturas ancestrales, sólo que en este caso estaríamos ante un mundo que,<br />

autoprogramándose, se repite al infinito.<br />

P 2<br />

Pues bien, esta historia única en la que nos encontramos, y de la cual ya<br />

no es posible desembarcarnos, supone por una parte una occidentalización,<br />

que en definitiva se ha planetarizado, y por otra parte que sobre el mundo, al<br />

modo de un aparato, rige una planificación total (“Totalplanung”). Y esta<br />

planificación se apoya a su vez en un supuesto “saber total” (“Totalwissen”).<br />

Da qué pensar el tránsito inexorable que habría entre el saber total y la<br />

planificación total. Es como si el saber total estuviera embarazado de la<br />

planificación total que ha de parir. Mas, esta última requiere para su realización<br />

de un poder total del estado.<br />

Cabe agregar aquí que para el <strong>Jaspers</strong> de los años 30 del siglo XX,<br />

época en la cual la idea del estado estaba en pleno auge, se trata de vincular la<br />

planificación total con el estado, como si fuera una planificación total estatal.<br />

Mas, hoy las cosas han cambiado y el estado actual apenas tiene en el mejor<br />

de los casos un cuarto del poder que tenía antes. Visto esto así, cabe decir que<br />

la planificación sigue siendo total, pero hoy más que nada regida por las<br />

empresas a cuyo desenvolvimiento se supedita incluso el modo actual de hacer<br />

política, tanto la del poder legislativo, como del poder ejecutivo.<br />

Somos testigos en el mundo, y en particular en el siglo XX, de la acción<br />

de distintas formas de una planificación total y de un correspondiente poder<br />

total en los, por ello mismo, llamados “totalitarismos” (de izquierda o de<br />

derecha).<br />

<strong>Jaspers</strong> describe con precisión las características de estas formas de<br />

planificación total, algunas de las cuales destacamos a continuación:<br />

1.Se genera en ellas una economía de guerra, por lo cual lo que debería<br />

ser un estado de excepción se impone en un estado normal de paz.<br />

2.<strong>La</strong> planificación no es únicamente política y económica, sino que llega<br />

a controlar y dirigir incluso la vida <strong>espiritual</strong>.<br />

3.Un estado de planificación total decae en una oclocracia (gobierno de<br />

las masas), y es en atención a éstas o a los caprichos de alguna burocracia<br />

gobernante que se toman las decisiones.<br />

4.Para los planificadores estatales la ciudadanía pasa a ser una masa<br />

maleable, en la que aquellos que no creen en el modelo que se implanta son<br />

marginados de distintas formas (ostracismo, campos de concentración, y<br />

otros).


5.En la mentada planificación sucede “/.../ que el acicate de la<br />

competencia natural se pierde/.../ (UZG, p. 226), “/…/ el principio del agon<br />

queda fuera” (ib.). Esto va asociado con una burocratización sosa e indolente.<br />

6.<strong>La</strong> burocracia en cuestión se estructura en un aparato (Apparat) que<br />

llega a ser impenetrable e intocable incluso para el propio gobierno.<br />

7.El modelo a realizar en una planificación total constituye una<br />

abstracción, desprovista de toda conexión con lo concreto, sucediendo a<br />

parejas con ello que la idea se extiende a una ideología.<br />

8.Con la planificación total el hombre en vez de reconocerse como en-elmundo,<br />

tiene la pretensión de estar sobre-el-mundo.<br />

9.En la misma línea, es como si el “hombre planificador” quisiera en<br />

definitiva “producir al hombre”, y este desideratum lo constata <strong>Jaspers</strong> tanto en<br />

Marx como en el superhombre de Nietzsche (cfr. UZG, p. 235).<br />

P 3<br />

Mas, a estas caracterizaciones hay que agregar que con estupor<br />

constatamos hoy que, con independencia de totalitarismos de izquierda o<br />

derecha, la planificación total está a punto de cumplirse no solamente con la<br />

globalización, sino con la posibilidad de la clonación de la flora, la fauna y del<br />

hombre.<br />

Ahora bien, la planificación total tiene como paradigma a la técnica, y<br />

con ésta el planeta se ha vuelto una “fábrica” (cfr. op. cit., p. 129), y la<br />

naturaleza una “bodega de la humanidad” (op. cit., p. 155). Esto trae<br />

repercusiones para el hombre, el cual llega a ser un “habitante sin suelo” (ib.):<br />

“Amenaza el peligro de que el hombre se ahogue en la segunda<br />

naturaleza, que él produce técnicamente como la propia /.../” (ib.).<br />

<strong>La</strong> tecnificación se expande a tal punto que determina el esparcimiento y<br />

el tiempo libre.<br />

Si antes observábamos que el aparato de la burocracia es de tal peso<br />

que hasta los gobiernos se inclinan ante él, vemos ahora como el “paraje de<br />

máquinas” (“Maschinenlandschaft”) de la técnica es tan dominante que el<br />

hombre queda completamente subsumido en ello.<br />

P 4<br />

Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />

a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />

cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />

de nuestro tiempo”.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 344 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 27<br />

Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />

Audición: sábado 16 de noviembre a las 13,30 hrs.<br />

y domingo 17 de noviembre de 2002 a las 17 hrs.<br />

Siguiendo lo planteado por <strong>Jaspers</strong> en su obra Del origen y meta de la<br />

historia de 1949, el pensador sostiene que el mundo se presenta en nuestro<br />

tiempo como una máquina, un aparato, una fábrica, y ello debido muy<br />

particularmente al poder de una planificación total, sobre todo de carácter<br />

científico y técnico. Y ellos trae serias consecuencias no sólo para el mundo, el<br />

entorno, la naturaleza, sino también por cierto para el hombre. <strong>Jaspers</strong>:<br />

“El hombre se desarraiga, pierde el suelo y lo patrio, para ser ubicado en<br />

un puesto de la máquina, en lo que casa y terreno que le son asignados son<br />

como tipos de máquina /.../ <strong>La</strong> superficie de la Tierra deviene cada vez más en<br />

un paraje de máquinas. <strong>La</strong> vida del hombre adquiere un horizonte inusualmente<br />

estrecho en relación al pasado y al futuro, él pierde la tradición y la búsqueda<br />

de la meta final, él vive solamente en el presente; pero este presente se vacía<br />

cada vez más, cuanto menos es transportado por la sustancia del recuerdo y<br />

cuanto menos alberga posibilidades futuras en él que germinen como semilla”<br />

(UZG, p. 145). 3 HAJ<br />

<strong>La</strong> técnica que, en tanto es concebida como un medio para alcanzar<br />

fines superiores, se ha desvirtuado desde el momento en que pasa a tener la<br />

relevancia de un fin en sí mismo.<br />

<strong>La</strong> idea de la máquina es en esta concepción de la técnica la que da la<br />

pauta, y ella ha sido de tal gravitación que se ha generado una sociedad al<br />

modo de una gran máquina y del hombre como una pieza de ella (cfr. UZG, p.<br />

158). Esta especie de “máquina social”, en la que habríamos llegado a existir,<br />

está en conexión con la burocracia, la cual en tanto “tecnocracia” actúa a la<br />

manera de un “aparato”.<br />

P 1<br />

Atendiendo a esta idea de aparato, <strong>Jaspers</strong> se detiene en prestar<br />

atención a los antecedentes históricos que supone su gestación:<br />

“Como consecuencia de la configuración de la vida como trabajo<br />

maquinal se transforma así la sociedad en una única gran máquina, en la<br />

organización de la totalidad de la vida. Precursores de ello son las burocracias<br />

de Egipto, pasando por el Imperio Romano hasta los estados de funcionarios<br />

modernos. Todo lo que quiere efectuar /algo/ tiene que ser configurado <strong>según</strong><br />

el modelo de la máquina, esto es, tiene que alcanzar un carácter exacto, que<br />

se ciñe obligatoriamente a reglas externas. El más grande poder arranca de la<br />

mayor y la más elaborada de las máquinas” (ib.). HAJ<br />

Esta última reflexión nos permite percatarnos además de que la técnica<br />

no se presenta aislada, y se inserta en un mundo del trabajo. Atendiendo<br />

siempre al trasfondo histórico, el trabajo es también un fenómeno<br />

esencialmente moderno, y dado que despunta especialmente con el<br />

3 Nótese que Del Origen y meta de la historia es de 1949, y que más encima varias de sus ideas,<br />

incluyendo las concernientes a la técnica fueron desarrolladas ya en <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro<br />

tiempo de 1931. En contraste con ello, <strong>La</strong> pregunta por la técnica de Heidegger es de 1956.


calvinismo, surge geográficamente en los países del centro y del norte de<br />

Europa, irradiando posteriormente a todo el globo terráqueo. Escuchemos:<br />

“Los griegos menospreciaban todo trabajo físico como banáusico. El<br />

hombre pleno es aristócrata, no trabaja, posee ocio, hace política, vive en la<br />

lucha, va a la guerra, produce obras <strong>espiritual</strong>es. – Judíos y cristianos veían en<br />

el trabajo un castigo por el pecado. El hombre ha sido expulsado del paraíso, él<br />

soporta las consecuencias de la caída en el pecado, él debe comer su pan con<br />

el sudor de su frente. – Pascal encumbra esta concepción: el trabajo no<br />

solamente es carga, sino distracción de la tarea propia del hombre; el hombre<br />

revela el vacío del ajetreo mundanal; lo aparente que hay en el estar ocupado<br />

induce a la dispersión y oculta lo esencial. – Los protestantes ven empero en el<br />

trabajo la gran bendición. Milton describe la salvación del hombre en la<br />

expulsión del paraíso; Adán y Eva dejaron pronto que se secaran sus lágrimas:<br />

Ante ellos estaba el grande y ancho mundo,<br />

Donde pudieron encontrar el lugar de descanso,<br />

<strong>La</strong> providencia del Señor como guía...<br />

El ángel /sic./ Miguel dice a Adán:<br />

Agrega al saber finalmente la acción...<br />

Así no abandonarás triste el paraíso,<br />

Tú llevas en ti algo mucho más bendito.<br />

El calvinismo veía en el éxito del trabajo un signo de los elegidos. El<br />

concepto de deber del oficio mundano permaneció más tarde como<br />

consecuencia de la concepción religiosa también sin religión. El gusto por el<br />

trabajo y la bendición del trabajo, el honor del trabajo y el logro como rasero del<br />

valor humano crecieron en este suelo” (UZG, p. 146-147).<br />

P 2<br />

En lo que atañe al trabajo, ello se enmarca dentro de una de las<br />

transformaciones históricas más grandes, cual es el paso de una vita<br />

contemplativa a una vita activa.<br />

Y si la vida activa moderna y contemporánea ha supuesto el surgimiento<br />

de una sociedad laboral, siguiendo a Hannah Arendt, el trabajo ha llegado a ser<br />

sobre todo “producción” (“Herstellen”), distinto del “trabajo” (“Arbeit”)<br />

propiamente tal y de la “acción” (“Handeln”). 4<br />

Mas, al final, es la técnica misma la que comanda sobre el trabajo y el<br />

hombre, e incluso lo más concreto y su mayor realización – la máquina –.<br />

Recordemos como el hombre es en cierto modo atrapado por su propio<br />

producto, su propia telaraña -la máquina -, viviendo entonces en un “paraje de<br />

máquinas”, en una “máquina social” y siendo él mismo al final una “pieza de la<br />

máquina”. En este sentido, <strong>Jaspers</strong> habla del “demonio de la técnica”:<br />

“<strong>La</strong> técnica se propone con la transformación de la existencia laboral<br />

completa del hombre, transformar al hombre mismo. A la técnica producida por<br />

él no se puede sustraer más el hombre. Y lo cierto es que la técnica no sólo<br />

trae consigo chances impredecibles, sino peligros impredecibles. <strong>La</strong> técnica se<br />

4 Cfr. Hannah Arendt, Vita activa, Edit. Piper, München, 1999, cfr. esp. p. 16 ss.


ha convertido en un poder avasallador. El hombre ha caído bajo ella, sin darse<br />

cuenta, en tanto que acontece y como acontece. ¡Y quién podría hoy decir hoy<br />

que él se compenetra de ello! Mas, el demonio de la técnica no se supera<br />

compenetrándose de ella. Lo de maldito /Unheil/ que surge quizás sea<br />

accesible al dominio. /.../ Pero, en cada plan está nuevamente envuelto aquello<br />

“demoníaco” de lo imprevisible. El dominio técnico de lo técnico-maldito puede<br />

aumentarlo. <strong>La</strong> tecnocracia absoluta es por su parte una imposibilidad. /<br />

Estimar que la tarea de la superación de la técnica sea solucionable por medio<br />

de la técnica misma eso se convierte en un nuevo camino de maldición. /.../<br />

Pero, la pregunta queda como el hombre por su parte nuevamente manda<br />

sobre la técnica que ha llegado a enseñorearse de él. El destino del hombre<br />

pende del modo como él se hará cargo de las consecuencias de la técnica para<br />

su vida /.../” (UZG, p. 160).<br />

P 3<br />

Sin duda alguna, éste es un pasaje decisivo que subraya la cuestión de<br />

la técnica, y que se expresa simplemente así: los problemas de la técnica no se<br />

solucionan técnicamente. Sin duda también ésta es la cuestión álgida y<br />

probablemente la que menos se ve, se reconoce, o bien, la que queda como<br />

desatendida. En otras palabras, observamos como el hombre está siempre<br />

apoyándose justamente en lo contrario: como que los problemas técnicos<br />

pudieran solucionarse técnicamente.<br />

Está claro que si nos falla el computador, tendremos que recurrir al<br />

técnico, de igual modo que si falla el reactor nuclear habrá que recurrir al<br />

auxilio urgente de un equipo muy especializado de técnicos y científicos, y lo<br />

mismo sucede con la economía o la planificación estatal.<br />

Visto desde cerca, las cosas parecen muy lógicas así.<br />

Pero, volvamos al ejemplo del reactor nuclear, que tal vez lo hemos<br />

pasado un poco a la ligera, o el de un buque carguero que, debido a un<br />

accidente derrama 300.000 toneladas de petróleo al mar, destruyendo flora y<br />

fauna del litoral. ¿Podemos seguir sosteniendo en el caso de estos ejemplos<br />

que los problemas técnicos se solucionan técnicamente? Pienso que quien<br />

conteste simplemente que sí está siendo un poco irreflexivo y no se está<br />

percatando precisamente del problema de la técnica en el mundo<br />

contemporáneo, pues los mencionados ejemplos nos hacen caer en la cuenta<br />

de la necesidad primordial de un cambio de la conciencia del hombre en su<br />

relación con el entorno y con el planeta.<br />

P 4<br />

Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />

a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />

cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />

de nuestro tiempo”.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 345 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 28<br />

Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />

Audición: sábado 23 de noviembre a las 13,30 hrs.<br />

y domingo 24 de noviembre de 2002 a las 17 hrs.<br />

Siguiendo los pensamientos desarrollados por Karl <strong>Jaspers</strong> en su obra<br />

Del origen y meta de la historia de 1949, advertimos como este pensador ya en<br />

aquel tiempo, y antes aún, en otra obra – <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro<br />

tiempo, está perfectamente conciente del problema actual y futuro de la<br />

técnica. En la citada obra sobre la historia él vincula la determinación epocal de<br />

la técnica con la idea de la “planificación total”, ligada a un “saber total”.<br />

Si en este esquema ponemos primero a la planificación total, habría que<br />

reparar en que esto se debe a que históricamente la secuencia que sigue en<br />

ese esquema se originaría en ella, y más acotadamente, en esa planificación<br />

asociada al supuesto de un “saber total” (“Totalwissen”). Este último dimanaría<br />

históricamente de la concepción histórico-cristiana, que pretende abarcar la<br />

totalidad de la historia de la humanidad, incluso en todas sus posibilidades<br />

futuras, de una sola mirada, en la que se incluyen “creación, caída en el<br />

pecado, revelación del Hijo de Dios, fin del mundo y Juicio Final” (cfr. UZG, p.<br />

233). Este saber total se habría secularizado posteriormente en la filosofía de la<br />

historia:<br />

“<strong>La</strong> imagen total /Totalbild/ del pensamiento religioso de la providencia<br />

se transforma en el pensamiento de la necesidad del concepto, que rige<br />

dialécticamente la historia en Hegel, introduciéndose como pensamiento<br />

dialéctico una conexión oscura con el pensamiento causal de la necesidad, que<br />

piensa el marxismo. Finalmente la concepción vulgar de los historiadores del<br />

pensamiento causal en el todo se ha extrapolado en la creencia en la<br />

necesidad cognoscible del acontecer histórico” (UZG, p. 233).<br />

P 1<br />

Lo que alguna vez estuvo inserto en el ámbito de la fe, que incluía un<br />

supuesto saber total, es trasplantado a otro supuesto saber total, en este caso,<br />

de la razón que reconoce la legalidad propia del concepto que,<br />

desenvolviéndose, desplegándose, origina lo real (Hegel).<br />

Desde la mirada de Karl Löwith, especialmente el judeo-cristianismo, con<br />

su afirmación de la trascendencia, ha significado una “desmundanación”<br />

(“Entweltlichung”), olvido y menosprecio de “este mundo”, y esto ha sido el<br />

terreno preparatorio para el advenimiento de la técnica. 5 En comparación con<br />

otras, la desmundanación de la técnica es, a fin de cuentas, la más drástica de<br />

todas, puesto que implica una puesta en práctica, vale decir, no se limita<br />

únicamente a una contemplación o una teoría del mundo y de la naturaleza,<br />

sino que se traduce en explotación y consumo de recursos naturales.<br />

El punto decisivo en relación a la planificación total es su<br />

desquiciamiento y desfogue, no obstante la pretensión incesante de su<br />

realización. Y es que la planificación total atenta contra la libertad y de hecho<br />

5 Karl Löwith, Der Weltbegriff der neuzeitlichen Philosophie (El concepto de mundo en la filosofía<br />

moderna), en: Informe de Sesiones de la Academia de Ciencias de Heidelberg, -clase histórico-filosófica<br />

-, 1960, 4, artículo, Heidelberg, 1960.


en sus intentos de realización acaba inequívocamente negándola. Hemos visto<br />

como la planificación total sigue hoy su marcha y ya seguramente no falta<br />

mucho para llegar a programar íntegramente un mundo nuevo en un planeta<br />

artificial. Pero, a medida que somos empujados por la escarpada sin fin de la<br />

planificación total, al ir ésta de la mano con una negación de la libertad,<br />

negamos con ello al hombre mismo. Para <strong>Jaspers</strong> se cumple que “Ser-humano<br />

es ser-libre” (UZG, p. 235).<br />

P 2<br />

Volviendo al libro de <strong>Jaspers</strong> de 1932, <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro<br />

tiempo, se trata de que si nos encontramos en una crisis, ésta bien puede tener<br />

que ver con distintos aspectos de carácter moral, religioso, político, u otro, pero<br />

de fondo la crisis para nuestro pensador se debe a que el hombre persiste<br />

únicamente en su modo de ser como meramente “ahí”, como un “ser ahí no<br />

más”, solamente ocupado de la satisfacción de sus necesidades materiales y<br />

un acrecentamiento del poder. Escuchemos:<br />

“Lo que durante milenios fue el mundo del hombre, parece hoy<br />

derrumbarse. El mundo nuevo que surge como aparato del abastecimiento del<br />

ser-ahí, obliga a todo a estar a su servicio. El hombre parece disiparse en<br />

aquello que es sólo medio, no finalidad, y mucho menos sentido. Pero él no<br />

puede encontrar en esto satisfacción; a él le faltaría lo que le da valor y<br />

dignidad. Lo que era bajo toda necesidad el trasfondo incuestionado de su ser,<br />

está en extinción. Mientras él expande su ser-ahí, parece abandonar el ser,<br />

hacia el cual él volvería sobre sí mismo” (p. 72-73).<br />

Sin pretender igualar pensamiento de distinto origen y con distinto<br />

alcance, lo que plantea aquí <strong>Jaspers</strong> se vincula con el anuncio del nihilismo de<br />

por parte de Nietzsche, y habría que decir en el sentido de encontrarnos ya en<br />

él; por lo tanto se trataría de su consumación. De este modo, lo dicho por<br />

<strong>Jaspers</strong> puede ser comparado con lo que dice Zaratustra en torno del que<br />

llama el “último hombre”:<br />

Habiendo bajado de la montaña, Zaratustra enseña al pueblo su doctrina<br />

del superhombre, pero, como observa que todos quedan impertérritos e<br />

indiferentes ante su discurso (incluso, la muchedumbre que lo escucha en un<br />

mercado confunde el superhombre del que Zaratustra les habla con un<br />

equilibrista - un volantinero - que haría su presentación a continuación -),<br />

decide hablarles de algo distinto: del último hombre, y advierte que, aunque<br />

todavía “es tiempo de que el hombre fije su propia meta”, algún día “dejará de<br />

lanzar la flecha de su anhelo más allá del hombre” y “la cuerda de su arco no<br />

sabrá ya vibrar”, agregando finalmente que “es preciso tener todavía caos<br />

dentro de sí para poder dar a luz una estrella danzarina” (Z, p. 39).<br />

P 3<br />

Siguiendo con <strong>Jaspers</strong>, la cuestión es en definitiva asumir nuestra crisis<br />

no en primer lugar en sus particularidades, como que hay crisis de esto o lo<br />

otro, de energía, de la educación, etc., sino como que es nuestro destino.<br />

Únicamente de esta forma verdaderamente asumiremos la crisis y recién<br />

entonces podríamos estar en condiciones de superarla.<br />

Y con el fin de aquilatar esta crisis, corresponde dimensionarla en su<br />

vastedad, ante todo en cuanto a la extensión que han alcanzado la técnica y la<br />

economía. Escuchemos:<br />

“En tanto técnicos y económicos parecen todos los problemas haberse<br />

vuelto planetarios. El globo terráqueo no sólo se ha convertido en una trabazón


de sus relaciones económicas y en la unidad del dominio técnico del ser-ahí;<br />

cada vez más seres humanos miran al globo como un espacio cerrado, en el<br />

que ellos se encuentran unos con otros para el desarrollo de su historia. <strong>La</strong><br />

Guerra Mundial fue la primera guerra en el que la humanidad entera estaba<br />

comprometida” (p. 74). HAJ<br />

Pero con esto sucede que todo tiende a ser nivelado y uniformado, que<br />

es lo propio de la producción serial de la técnica. Y continúa nuestro pensador:<br />

“Con la unificación del planeta ha comenzado un proceso de nivelación,<br />

que se observa con espanto. Lo que para todos hoy pasa a ser general, es<br />

siempre lo superficial, lo insignificante e indiferente. Se hace un esfuerzo por<br />

esta nivelación como si trajera consigo la unificación de la humanidad. En<br />

plantaciones tropicales y en caletas pesqueras se ven las películas de las<br />

urbes. Por todas partes se ven los mismos vestidos. Los modos de<br />

relacionarse, los mismos bailes, el mismo deporte, las mismas palabras clave<br />

de un puré de lenguaje de ilustración, de positivismo anglosajón y de tradición<br />

teológica conquistan la redondez de la Tierra. En los congresos mundiales se<br />

fomenta esta nivelación en vez de ingresar en la auténtica comunicación de lo<br />

heterogéneo, se pretende aunarse en lo común que habría en religión y<br />

concepción del mundo. <strong>La</strong>s razas se mezclan. <strong>La</strong>s culturas históricas se<br />

desligan de sus raíces y caen en el mundo científico-técnico en una<br />

intelectualidad vacía” (p. 74). HAJ<br />

Como observamos, todo aquello que pudiera considerarse como<br />

grandes logros de la humanidad, como que los pueblos y las razas se han<br />

mezclado, y ha desaparecido una buena cuota de diferencias entre ellos, tiene<br />

indudablemente su revés, cual es la amenaza de que se pierdan las raíces. Es<br />

como lo que también ha pensado Jean Baudrillard en el sentido del que él<br />

llama el “infierno de lo Mismo”, a través de lo cual él llama la atención respecto<br />

la pérdida de las “alteridades”, y que pueden ser de distinto orden: culturales,<br />

raciales, lingüísticas. Por ejemplo, el que la lengua universal haya llegado a ser<br />

fundamentalmente el inglés va disolviendo la alteridad, el ser<br />

fundamentalmente otro de cada lengua. De igual modo, si la comida comienza<br />

a ser predominantemente la comida rápida estilo Mc. Donald’s, se corre el<br />

peligro que desaparezcan las alteridades de las comidas locales, regionales,<br />

nacionales.<br />

P 4<br />

Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />

a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />

cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />

de nuestro tiempo”.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 346 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 29<br />

Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />

Audición: sábado 30 de noviembre a las 13,30 hrs.<br />

y domingo 1 de diciembre de 2002 a las 17 hrs.<br />

<strong>Jaspers</strong>, así como otros, entre ellos: Ortega y Gasset y Heidegger<br />

reconoce en la historia de la humanidad que, junto con el advenimiento de las<br />

masas al poder, a lo que se dio inicio en particular desde la Revolución<br />

Francesa y posteriormente la Revolución Obrera de 1848, como finalmente con<br />

el marxismo y el fascismo en el siglo XX, como cabría agregar también, con el<br />

advenimiento de una democracia cada vez más representativa, pasando por<br />

etapas como el voto censitario, de acuerdo al cual sólo los más adinerados<br />

tenían derecho a voto, como a través del derecho a voto de la mujer, con todo<br />

lo necesario y justificado que ha sido este proceso, sin embargo ha ido ligado a<br />

un parejo imperio creciente de la medianía.<br />

<strong>La</strong>s diferencias de todo orden se han ido limando, y ello por supuesto,<br />

qué duda cabe, tiene su lado positivo, cual es que un mayor número de<br />

personas y ciudadanos participan del poder, entre otros, del poder adquisitivo,<br />

y sin embargo, esto curiosamente se transforma en una nueva forma de tiranía:<br />

la tiranía del hombre-medio que trae consigo que todo lo que sobresale de la<br />

medianía general sea aplacado, rebajado y aplanado. Escuchemos a <strong>Jaspers</strong>:<br />

“Ahora se ve sobre todo la insustituible pérdida de sustancia, que sin<br />

tregua avanza. <strong>La</strong> expresión fisiognómica de las generaciones parece<br />

descender permanentemente a un nivel más profundo. En cada profesión hay<br />

una queja debido a la falta de personalidades en la concurrencia de<br />

innumerables postulantes. Por todas partes está la masa de la medianía, en la<br />

que hay los funcionarios del aparato específicamente capacitados, que se<br />

concentran en él y se despliegan en él. <strong>La</strong> confusión suscitada por la posesión<br />

de casi todas las posibilidades de expresión del pasado deja al hombre bajo<br />

unas capas impenetrables. El gesto en vez del ser, lo múltiple en vez de lo uno,<br />

verbosidad en vez de una genuina comunicación, vivencias en vez de<br />

existencia, una mimetización general es la impronta” (p. 74-75).<br />

P 1<br />

Heidegger ha pensado también en esta medianía, como uno de los<br />

aspectos de lo que él originalmente ha llamado el fenómeno del “se” o “uno”, y<br />

que alude a que el hombre, llamado por Heidegger ‘Dasein’, en la cotidianidad,<br />

está determinado por decir lo que se dice, pensar como se piensa, vestirse,<br />

juzgar y opinar, como se viste, juzga y opina. El mentado “se”, que corresponde<br />

al pronombre reflexivo impersonal es traducido también como “uno”, porque<br />

muy frecuentemente decimos en castellano de que “uno hace las cosas así”, y<br />

otras frases por el estilo. Por otra parte, conviene además traducir como ‘uno’<br />

el alemán ‘man’ en vistas de que Heidegger destaca cómo este fenómeno se<br />

adueña de nuestra mismidad, al manifestarse en cada uno de nosotros como<br />

“uno-mismo”.<br />

<strong>La</strong> determinación de este se o uno es tal que se constituye en el poder<br />

de la cotidianidad en la que nos debatimos.


Respecto del término ‘medianía’ (que es él mismo que usa <strong>Jaspers</strong>), en<br />

alemán: ‘Durchschnittlichkeit’, he optado por seguir la traducción de él que hace<br />

el filósofo chileno Jorge Eduardo Rivera. Siguiendo esta misma traducción de la<br />

obra mayor Ser y tiempo de Heidegger, veamos qué dice él de la medianía,<br />

atendiendo a como se manifiesta y rige sobre nuestro “coestar” y “convivir” con<br />

los otros:<br />

“El uno tiene sus modos de ser. <strong>La</strong> tendencia del coestar que hemos<br />

llamado la distancialidad se funda en el hecho de que el convivir procura como<br />

tal la medianía /Durchschnittlichkeit/. Ella es un carácter existencial del uno. Al<br />

uno le va esencialmente esta medianía en su ser. Por eso el uno se mueve<br />

fácticamente en la medianía de lo que se debe hacer, de lo que se acepta o se<br />

rechaza, de aquello a lo que se le concede o niega el éxito. En la previa<br />

determinación de lo que es posible o permitido intentar, la medianía vela sobre<br />

todo conato de excepción. Toda preeminencia queda silenciosamente nivelada.<br />

Todo lo originario se torna de la noche a la mañana banal. Cual si fuera cosa<br />

ya largo tiempo conocida. Todo lo laboriosamente conquistado se vuelve trivial.<br />

Todo misterio pierde su fuerza. <strong>La</strong> preocupación de la medianía revela una<br />

nueva y esencial tendencia del Dasein, a la que llamaremos la nivelación de<br />

todas las posibilidades de ser” (Rivera, p. 151).<br />

P 2<br />

Ortega y Gasset ha pensado el mismo fenómeno en cuestión en su obra<br />

El hombre y la gente, fundamentalmente a través del término ‘uso’, discurriendo<br />

en qué medida estos usos determinan nuestra convivencia. Por una parte, ellos<br />

son reconocidos como positivos, por cuanto permiten cierta economía; por<br />

ejemplo, si dar la mano para saludar a alguien es un uso no necesitamos<br />

deliberar cada vez acerca del sentido que puede tener esta acción, y nos<br />

conformamos con hacerla de una manera puramente mecánica, por lo general.<br />

Pero, por otro lado, Ortega reconoce también la negatividad de estos usos, en<br />

la medida en que nos llevan a realizar numerosas acciones porque es<br />

simplemente lo que la gente hace.<br />

Por otra parte, Ortega ha detectado también en particular la medianía, el<br />

achatamiento de las posibilidades de humana realización en su gran obra <strong>La</strong><br />

rebelión de las masas, que ya es asaz decidora considerando su solo título. En<br />

simetría con la idea de la medianía, el filósofo español habla allí del hombremasa.<br />

Volviendo a <strong>Jaspers</strong>, si se trata de que nuestro modo de ser elemental y<br />

básico es descrito como el propio de “ser-ahí”, en el sentido peculiar que tiene<br />

este término en él (distinto al de Heidegger) de estar apegado a la mera<br />

satisfacción de nuestras necesidades y al poder, en la medida en que el<br />

hombre continúa apoyado y aferrado a ese modo de ser, nunca dará el salto al<br />

ser-sí-mismo, modo de ser al que él llama ‘existencia’. El asunto es pues como<br />

desapegarnos de este “ser-ahí no más” y saltar a ser “existentes”, y hay que<br />

reconocer que normalmente esto es enormemente dificultoso.<br />

Es más, para <strong>Jaspers</strong> se trata respecto de este punto de que el hombre<br />

siempre estará en una inevitable desarmonía entre las demandas de su ser-ahí<br />

y el requerimiento y la apelación a ser existente. Aún así, sin duda al parecer<br />

ciertos hombres logran este salto.<br />

P 3<br />

El pensamiento de <strong>Jaspers</strong> no se queda en todo caso en este<br />

escepticismo respecto de las posibilidades de realización humana, y plantea


una salida a esta <strong>situación</strong>, que es al mismo tiempo una crisis del estar<br />

únicamente apegados al mero ser-ahí. Mas, la salida que plantea <strong>Jaspers</strong><br />

hasta cierto punto se podría estimar como que la historia la ha dejado fuera de<br />

lugar, no pareciendo tener para nosotros ningún sentido. <strong>La</strong> salida en cuestión<br />

tiene que ver con el estado. Probablemente en el propio <strong>Jaspers</strong> esto viene a<br />

ser una herencia fundamentalmente de Hegel y su elevada idea del estado.<br />

Diríamos por lo tanto que aquí está en juego más que el estado, el ideal del<br />

estado y su posibilidad de conducir a la humanidad a la realización de sus<br />

mayores aspiraciones.<br />

Sin embargo, para nosotros, me atrevería a decir, que el estado habría<br />

sido sino definitiva, al menos significativamente desplazado. Y más<br />

precisamente, de acuerdo a lo dicho más arriba, nos habría sucedido a los<br />

hombres de nuestro tiempo que el ideal del estado en cualquiera de sus formas<br />

habría fenecido.<br />

Y agreguemos aquí que ésta si que es una muerte real, ya que aquella<br />

otra de la proclama de Nietzsche de que “¡Dios ha muerto!” está siempre<br />

expuesta al revés que la sabiduría popular ha recogido en el Cementerio<br />

General de Santiago de Chile, donde leemos en una tumba: “Nietzsche: “¡Dios<br />

ha muerto!””; “Dios: “¡Nietzsche ha muerto!””.<br />

Proclamemos entonces nosotros a voz en cuello que para bien o para<br />

mal: “¡El estado ha muerto!”.<br />

En todo caso para <strong>Jaspers</strong> se trataría no de que el supuesto estado<br />

pudiera él mismo arrogarse la posibilidad de que el hombre, y aunque sean<br />

nada más que ciertos hombres, lleguen a ser existentes, sino de que él sería<br />

tan sólo el medio que hace posible aquello. Y el punto está en que para las<br />

sociedades contemporáneas, salvo tal vez China, al estado ya ni siquiera le<br />

cabe el modesto papel de ser medio, mediación o intermediación para poder<br />

realizar las más elevadas posibilidades humanas.<br />

P 4<br />

Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />

a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />

cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />

de nuestro tiempo”.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 347 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 30<br />

Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />

Audición: sábado 7 de diciembre a las 13,30 hrs.<br />

y domingo 8 de diciembre de 2002 a las 17 hrs.<br />

Ya hemos visto que para <strong>Jaspers</strong> la crisis de su tiempo, y podríamos<br />

agregar, del nuestro, consiste en querer únicamente establecer un orden del<br />

ser-ahí, significando éste un ser-ahí no más, un ser-ahí nada más que apegado<br />

a sus necesidades y atrapado en estructuras de poder. Y resulta que más<br />

encima acabamos siempre por establecer un cierto orden del ser-ahí a tal<br />

punto cerrado que casi no quedan ventanas abiertas para que algunos lleguen<br />

a ser existentes, que son aquellos que se asumen de la manera más genuina<br />

como posibilidad y libertad. Sin embargo, felizmente este orden del ser-ahí<br />

pretendido tiene sus límites. Escuchemos como lo dice nuestro pensador:<br />

“<strong>La</strong> inevitabilidad del orden del ser-ahí tenía sus límites en el hombre,<br />

que no se disipa en una función, y además, que no es solamente posible un<br />

único orden y ninguno posible de manera definitiva. El hombre, que no quiere<br />

únicamente ser-ahí, decide cuál tiene que elegirse y asegurarse; o bien, el<br />

hombre decae en el mero ser-ahí y permite que se decida sobre él” (p. 77).<br />

Y, claro está, esta decisión que realiza personalmente el hombre sobre<br />

sí mismo constituye una prerrogativa de él mismo, mas ello puede tener alguna<br />

repercusión sobre el todo, en la medida en que se juega aquí una<br />

autoafirmación, lo cual quiere decir que esto está mediatizado por el poder y<br />

ello tiene lugar, en cuanto a lo político, en el estado; y en cuanto a conducir al<br />

hombre desde la tradición a su nobleza, la educación. De esta forma, la política<br />

y la educación son para <strong>Jaspers</strong> las fuerzas configuradoras del estado.<br />

Podemos preguntarnos: ¿qué querrá decir esto último de una<br />

conducción de la tradición a la nobleza (Adel). Respuesta: esto debe<br />

entenderse en el sentido ni más, pero tampoco de menos, de un tránsito del<br />

ser-ahí al existente.<br />

En efecto, éste debería ser el papel más elevado de la educación.<br />

P 1<br />

Ya decíamos en la última oportunidad que encontramos en <strong>Jaspers</strong>,<br />

relativamente al punto que examinamos, una concepción tal vez ya<br />

sobrepasada del estado, como significando éste la instancia de mediatización<br />

que hace posible cualquier posibilidad de crecimiento del ser humano.<br />

Agregábamos entonces que el estado ya no se parece tener este significado y<br />

alcance para nosotros.<br />

Mas, cabría agregar a esta consideración que tampoco está claro lo que<br />

pueda resultar de un mundo, como el nuestro, en el que el estado ha sido tan<br />

achicado, en todo sentido, que casi parece una fuerza más, como una empresa<br />

entre otras, e incluso semejando una mediana-empresa entre las grandesempresas.<br />

Y sobre la base de este reconocimiento corresponde leer con atención<br />

estas páginas de <strong>Jaspers</strong> porque debido al modo como él concibe el estado, a<br />

lo mejor éste sigue en pie, teniendo tal vez incluso un alcance de salida.


Por otra parte, no cabe la menor duda de que el pensamiento<br />

jaspersiano sobre el estado no solamente es bello y probablemente verdadero,<br />

mas tiene inevitablemente cierto resabio de idealismo. En todo caso, vale la<br />

pena conocerlo en varios de sus puntos capitales.<br />

Por de pronto, él habla de una “voluntad de estado”, que permite que el<br />

estado se convierta en destino, precisamente en la medida en que esta<br />

voluntad es sostenida indefinidamente. Destaquemos de paso esta idea<br />

peculiar de destino, en cuanto tiene que ver con una elección, una decisión,<br />

una resolución sostenida. Si precisamos esto, se trata no del destino<br />

simplemente como lo que sobreviene, sino como que está en las manos del<br />

hombre en cierto modo provocarlo. Podríamos decir que, de este modo,<br />

primero se forja un destinado para que a partir de ello cobre vuelo el destino.<br />

Curiosa idea del destino, en todo caso, sobre la que tendremos que<br />

volver.<br />

P 2<br />

Una vez que esta voluntad de estado sostenida se ha hecho destino, lo<br />

que se forja con ello es una buena parte de la historia, y agreguemos, casi toda<br />

la historia, y tal vez somos solamente nosotros, estos extraños post-modernos,<br />

los que osamos apostar porque sin el mentado estado, sin el Leviatán,<br />

podríamos no solamente solventar nuestra <strong>situación</strong>, sino dar lugar a que el<br />

hombre crezca.<br />

Mas, tal vez, éste es el punto, que quizás ya ni siquiera se trata de que<br />

el hombre crezca, a no ser que en el terreno científico y tecnológico, sino tal<br />

sólo de que solvente su <strong>situación</strong>.<br />

Estas últimas consideraciones, diría que hacen más interesante todavía<br />

el pensamiento de <strong>Jaspers</strong> sobre el estado. Continuemos entonces con ello: se<br />

trata, decíamos, que esta voluntad de estado sostenida que se hace destino<br />

configura comunidad a lo largo de las generaciones. Se trata pues más encima,<br />

<strong>según</strong> vemos, que la idea de comunidad y de sociedad están intrínsecamente<br />

unidas a la idea de estado.<br />

Y además se agrega a lo anterior que el estado está expuesto de un<br />

lado al enfrentamiento con los otros estados y, como si esto fuera poco,<br />

además a un enfrentamiento consigo mismo, por hacerse cada vez más fuerte,<br />

consolidarse, superar sus tensiones internas, manteniendo de este modo un<br />

equilibrio.<br />

Podríamos agregar aquí que en los extremos, afecta de un lado al<br />

estado la posible guerra con otros estados, y , a su vez, la guerra consigo<br />

mismo, que es la guerra civil.<br />

P 3<br />

Lo cierto es que en la lenta y atenta lectura de <strong>Jaspers</strong> se descubre que<br />

incluso él alberga la más elevada idea del estado. De ello da testimonio el<br />

siguiente pasaje:<br />

“A la voluntad de estado le queda el orden del ser-ahí no solamente<br />

como objeto de su planificación racional para todos los hombres, sino que él es<br />

objeto de la decisión excluyente a través de la intervención de su poder. Él<br />

asume el pensamiento del estado de bienestar como el orden económico del<br />

ser-ahí, pero a través de ello se dirige al hombre mismo” (p. 78). HAJ<br />

Esto quiere decir que se trata en cuanto al estado y su misión no<br />

solamente de cosas particulares, como por ejemplo, el bienestar económico,<br />

sino del hombre mismo y sus posibilidades de la más elevada realización.


Mas, luego viene una acotación de la mayor relevancia, cual es el<br />

reconocimiento de que el estado no puede por sí mismo garantizar esta plena<br />

realización humana, y, sin embargo, se trata de que al menos nos proporcione<br />

esa posibilidad, es decir, permita que tenga cabida y que sea plausible.<br />

Y el estado, este Leviatán, de una parte, aferrándose al propósito de un<br />

bienestar económico, o simplemente del acrecentamiento de su poder,<br />

buscado afanosamente e incluso ciegamente, puede olvidar al ser humano. Y<br />

por la contraparte puede suceder que desde el intento de realización humana<br />

en sus elevadas aspiraciones se coarte el desarrollo del poder del estado.<br />

Esta tensión puede más encima llegar tal lejos que la voluntad de estado<br />

puede decaer en la oportunidad de lo inmediato, en cuanto a sus posibilidades<br />

de éxito; pero, del otro lado, puede suceder también que, persiguiendo un ideal,<br />

podemos pasar por alto la realidad del presente, resultando de ello un futuro<br />

tan sólo imaginario.<br />

P 4<br />

Sabemos muy bien por su Autobiografía que <strong>Jaspers</strong> al académico,<br />

sociólogo y filósofo que más admirara en su época fue a Max Weber, que<br />

enseñara en la Universidad de Heidelberg, igual que él.<br />

Sin duda que la idea del estado que <strong>Jaspers</strong> desarrolla tiene que ver con<br />

él, y en particular esta idea del estado, como la instancia poseedora del<br />

“monopolio del uso legítimo de la violencia”.<br />

Nuestro pensador dice a propósito de esto que dos cosas han sido<br />

tenidas en cuenta en ello: la exclusión de toda legitimidad de la violencia para<br />

la sociedad, y, en segundo lugar, el derecho exclusivo de la violencia por parte<br />

del estado.<br />

Como vemos, en ello juega un papel importante la distinción entre<br />

sociedad y estado, y si se trata de que sólo el estado es depositario de la<br />

posibilidad del uso de la violencia, por lo mismo este derecho está concentrado<br />

en él, y en nada ni nadie más. Por eso dice <strong>Jaspers</strong>:<br />

“El hombre, cada vez en la disposición de cuidar y de ampliar su existir a<br />

través del uso propio del arma, pasa a ser medio de la ejecución técnica del<br />

uso de la violencia estatalmente canalizado” (p. 79-80).<br />

P 5<br />

Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />

a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />

cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />

de nuestro tiempo”.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 348 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 31<br />

Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />

Audición: sábado 14 de diciembre a las 13,30 hrs.<br />

y domingo 15 de diciembre de 2002 a las 17 hrs.<br />

Relativamente a la concepción del estado que encontramos en <strong>Jaspers</strong>,<br />

decíamos que en los años 30 él representa el medio para que el hombre pueda<br />

alcanzar sus más altas realizaciones. En este sentido, el estado es para él una<br />

realidad <strong>espiritual</strong>, de la cual nos hemos apartado. Por eso leemos en <strong>La</strong><br />

<strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo:<br />

“<strong>La</strong> realidad <strong>espiritual</strong> del estado parece hoy como decaída, pero no del<br />

todo desaparecida” (p. 80). HAJ<br />

El estado le da a su vez un orden y un camino a la sociedad, y con su<br />

constitución él ha asumido tareas que antes estaban en manos de la sociedad,<br />

como lo que recuerda de su amigo y, junto con él, profesor de la Universidad<br />

de Heidelberg, Max Weber: que el estado habría asumido el “monopolio del uso<br />

legítimo de la violencia”. En contraste con ello, leemos:<br />

“Antes el hombre tenía que estar en todo momento en la disposición del<br />

uso de las armas con el fin de proteger su vida y ampliarla, y ello pasa a ser un<br />

medio de la ejecución técnica del uso de la violencia estatalmente canalizado”<br />

(ib.). HAJ<br />

Interesante es este modo de ver el contraste entre sociedad y estado,<br />

como que por haber un “poder de facto”, el estado viene a ser el que<br />

máximamente lo ostenta. El estado le da, al fin y al cabo, un orden a la<br />

sociedad, precisamente porque ese orden en su instauración requiere poder, e<br />

incluso porque inevitablemente tendrá que enfrentarse con otros órdenes.<br />

Escuchemos:<br />

“El hombre no puede ocultarse más el poder de facto /.../. A la mirada<br />

honesta se le torna manifiesto que todo orden sólo se conserva por el poder,<br />

porque se topa con los límites de un voluntad extraña para él” (p. 81).<br />

P 1<br />

Y el estado en tanto poder, en tanto un orden que se impone hacia<br />

dentro y que hacia fuera entra en la dificultad ya sea de conservarse como tal o<br />

de imponerse sobre otros, <strong>Jaspers</strong>, en particular respecto de este último punto,<br />

plantea como esa relación con los otros estados suele definirse en la guerra.<br />

De este modo, nuestro pensador tiene a la vista al estado y su modo de<br />

hacerse presente en la historia y que ha sido normalmente de manera bélica.<br />

Escuchemos:<br />

“El estado, en sí mismo ni legítimo ni ilegítimo, sin derivarse de algo<br />

externo, es el ser-ahí mismo de la voluntad que se fundamenta, que ha recibido<br />

y se ha dado el poder. De ello se sigue que hay siempre una pugna por el<br />

estado y de los estados con otros. Porque nunca hay un poder exclusivo de<br />

una humanidad que llena el mundo, sino que siempre hay un poder al lado de<br />

otros, con ellos y contra ellos. Siempre se busca un orden legal, pero cada una<br />

se funda en actos de violencia, que han decidido en la lucha y en la guerra en<br />

qué relación de dependencia y a través de qué principios aquel orden debe


perdurar. No hay una paz definitiva; las situaciones se transforman, las fuerzas,<br />

en cuya concentración consiste el poder, caen o se acrecientan” (p. 81). HAJ<br />

Pero, a su vez, como el estado no es la sociedad, sino que le imprime un<br />

orden, claramente esto requiere de una acción, que podemos caracterizar<br />

como política. De este modo, cabe sostener que la política debe ser entendida<br />

como lo que procura un orden y una organización estatal de la sociedad.<br />

P 2<br />

Sin embargo, la posibilidad de esta acción política puede sernos<br />

indiferente, es más, podemos ser indolentes y apáticos respecto de ella.<br />

Dado que seguimos siempre inmersos en una sociedad que el estado<br />

organiza sin dejar prácticamente nada fuera, lo cierto es que la tarea política de<br />

esa organización es por de pronto específica y normalmente no concita a todas<br />

las voluntades particulares a plegarse y participar de esta acción.<br />

Y, sin duda alguna esto es lo que ha ocurrido en el último tiempo: un<br />

retiro de la política y del estado, para volver al seno de la sociedad.<br />

Probablemente ello ha tenido que ver también con un cierto desencanto en el<br />

sentido de cómo el estado, y en particular diversos estados del siglo XX fueron<br />

avasalladores respecto de la sociedad, embarcándola en proyectos, como el<br />

comunismo y fascismo, que acabaron por derrumbarse. Y ya en los años<br />

treinta de los que habla <strong>Jaspers</strong> nos encontramos con la siguiente <strong>situación</strong>:<br />

“O bien nos sustraemos de la participación en el curso de las cosas.<br />

Ciertamente se obtienen ventajas en la contingencia del propio ser-ahí. Pero el<br />

todo se lo ve como cosa de otros, que han hecho de ello su profesión. Por<br />

todas partes uno se tropieza con los efectos de la violencia en un ser-así de la<br />

presente <strong>situación</strong>. Se encuentra que algo es injusto y sin-sentido. Pero se lo<br />

padece como algo extraño, que no es asunto de la propia responsabilidad. Se<br />

es en ello consecuente, en cuanto a no reclamar. Indiferente respecto de los<br />

acontecimientos no se deja vibrar al corazón con ellos. Que no se está<br />

orientado respecto de posibilidades en general o de la <strong>situación</strong> actual, es algo<br />

que uno honestamente se confiesa a sí mismo, y entonces nos sustraemos<br />

tanto del juicio como de la acción. Esta apoliticidad es el fracaso de aquél que<br />

no necesita saber lo que quiere, porque no quiere otra cosa que realizarse en<br />

su ser-sí-mismo falto de mundo, así como en un espacio sin tiempo. Él toma el<br />

destino humano histórico con una tolerancia pasiva, porque cree en una<br />

salvación a-histórica del alma. Él no conoce la responsabilidad de aquél que<br />

recién en el mundo es él mismo y que se estima culpable por aquello que<br />

acontece, en la medida en que no ha hecho lo que podía, preocupándose por<br />

lo que debería ocurrir” (p. 82-83).<br />

P 3<br />

Éste es el grave problema, el de la indiferencia y que puede deslizarse a<br />

la indolencia y la apatía. Simplemente lo que pasa en el mundo, y aunque se<br />

trate de la violencia que hay en él, de relaciones humanas de subordinación<br />

injustas, de groseras diferencias en el ingreso de la población, de la<br />

postergación en que e encuentran tantos, y tantas otras realidades. Incluso, el<br />

efecto acumulativo de tantos problemas que vemos en nuestro derredor genera<br />

un efecto paralizante.<br />

Sin embargo aquello que relata Michael Ende, y que podríamos llamar la<br />

política del barrendero de las calles, constituye una clave. Al observar al<br />

barrendero en su trabajo, como que tiene por ejemplo que barrer una larga<br />

avenida de kilómetros de largo, no se ve cómo podría realizar y concluir este


trabajo. Y la salida a esta <strong>situación</strong> es muy sencilla: hacer la primera barrida, y<br />

ya después todas las que siguen se darán casi de manera automática.<br />

En efecto, respecto de la <strong>situación</strong> en que nos encontramos, respecto de<br />

la crisis del mundo, respecto, agreguemos aquí, del estado de violencia que<br />

hay hoy en el planeta, algo se puede hacer, y lo importante es simplemente<br />

comenzar. Lo demás viene por sí solo.<br />

Es como lo que les ocurre a los escritores que frecuentemente están<br />

ante la hoja en blanco y pasan las horas y los días mirando por la ventana.<br />

Como es sabido y se suele escuchar: basta con escribir la primera frase. El<br />

libro luego saldrá por si solo.<br />

P 4<br />

Pero, así como nos caracteriza la mencionada apoliticidad indolente e<br />

indiferente, así también suele generarse lo contrario: un activismo sin ninguna<br />

orientación clara. Escuchemos:<br />

“O puede uno lanzarse a un ciego querer político. Se está insatisfecho<br />

con su ser-ahí y se culpa a las circunstancias, en relación con las cuales, en<br />

vez de en relación con nosotros mismos, se busca la única causa del estado<br />

del propio ser-ahí. Se tiene los instintos del entusiasmo y después del odio,<br />

sobre todo el instinto de la voluntad de poder como tal. Una inferencia ligera<br />

nos conduce a partir de un medio saber a la incondicionalidad inauténtica del<br />

fanatismo. Este estruendoso intervenir es el fenómeno más extendido de un<br />

cosaber y querer supuestamente político, vacilante a través de la época, y<br />

capaz de suscitar inquietud y de despertar, pero incapaz de seguir un camino”<br />

(p. 83).<br />

Como decíamos, en definitiva activismo, en el sentido de una acción por<br />

la acción, probablemente de reclamar por esto o por lo otro, de ir de marcha en<br />

marcha, y en algunas ocasiones lanzando piedras contra unos supuestos<br />

culpables, pero sin que haya una clara razón y un claro sentido.<br />

P 5<br />

Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />

a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />

cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />

de nuestro tiempo”.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 349 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 32<br />

Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />

Audición: sábado 21 de diciembre a las 13,30 hrs.<br />

y domingo 22 de diciembre de 2002 a las 17 hrs.<br />

En los años 30 <strong>Jaspers</strong> todavía cree en el estado como el medio que<br />

permite que la sociedad pueda realizar sus más altas aspiraciones, y hemos<br />

dicho a propósito de esto que nosotros hemos perdido significativamente esta<br />

creencia. Consiguientemente con ello, al estado le hemos restado importancia<br />

y poder, tanto en lo económico, en lo político, como en lo educacional. Desde<br />

luego ello ha tenido que ver con el neoliberalismo que hoy domina en el mundo,<br />

para el cual el estado debe cumplir un rol menor en la conducción de la<br />

sociedad.<br />

Pero, ya en esa época <strong>Jaspers</strong> se da cuenta en parte de la nueva<br />

<strong>situación</strong> que se anuncia, y por eso leemos en su libro <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de<br />

nuestro tiempo lo siguiente:<br />

“<strong>La</strong> misión para quien no fracasa es hoy convivir con el estado, que ya<br />

no tiene la aureola de la autoridad, que ya no supone una justificación<br />

suprasensorial de su acción presente, ni puede afirmarse como el centro<br />

racional del abastecimiento de todas las cosas humanas. Sostenerse<br />

concientemente sobre este fundamento, por el que toda existencia humana es,<br />

corresponde a un genuina conciencia de estado” (p. 83). HAJ<br />

En el caso de Alemania, el estado de los años 30 ya no es el estado de<br />

Federico II de Prusia, ni el del canciller Bismark. Precisamente un estado tal,<br />

podríamos suponer, glosando a <strong>Jaspers</strong>, era poseedor incluso de una<br />

dimensión suprasensible, a lo que cabe agregar que, si la monarquía, se<br />

suponía que era de origen divino, esto era efectivamente así vivido por la<br />

sociedad europea en épocas anteriores.<br />

Y lo que es de la mayor relevancia en el pasaje citado es que, asociado<br />

con lo dicho, vale decir, con este pérdida de la aureola del estado, se vincula lo<br />

que sería hoy una “conciencia de estado”. Esto quiere decir, en otras palabras,<br />

que, si se trata de una conciencia de estado, válida para la época, ésta sería en<br />

relación a un estado, digamos, sin aureola.<br />

P 1<br />

En este sentido, probablemente el contrapunto que habría que marcar<br />

entre nosotros y los años 30 de <strong>Jaspers</strong>, es que para nosotros el estado no<br />

solamente hace rato que perdió la aureola, sino que más encima, el ciudadano<br />

de hoy carece de eso que nuestro pensador llama “conciencia de estado”. En<br />

nuestro país vivimos esto particularmente cuando hay elecciones, en las que ya<br />

no sabemos por quién votar, por lo cual diría que significativamente se da algo<br />

así como un “voto a ciegas”. Y esto supone a la vez una <strong>situación</strong> muy<br />

singular, ya que el país entero es completamente tapado de fotos de los<br />

candidatos hasta el último rincón, y por lo mismo sin duda que sucede que de<br />

tanto “ver” acabamos por no ver en absoluto.<br />

Éste puede ser uno de los mejores ejemplos del sin-sentido del que trata<br />

Gilles Deleuze, y, que en cierto modo, se ha asumido en el post-modernismo, y<br />

que tiene que ver no con una falta de sentido (distanciándose en ello de Albert


Camus), sino con un exceso de él. En efecto, ocurre que es tan grande la<br />

“oferta de sentidos”, y entiéndase sentidos existenciales (y, habría que agregar,<br />

particularmente que esto ocurre en occidente, pero también en gran parte del<br />

planeta que se ha occidentalizado), como que uno puede ser católico, budista,<br />

de izquierda o derecha, terrorista, masón, opus-dei, hasta practicar el<br />

cybersexo, y todo ello como que tendría, de uno u otro modo, alguna<br />

justificación.<br />

Y así también tras los millares de fotos de los candidatos no vemos<br />

propiamente ninguna, y si acaso la vemos, me atrevería a decir, que, en cierto<br />

modo, lo que se genera es algo así como un “efecto fisiognómico del voto”, o<br />

sea yo voto por alguien, basándome, únicamente en su sonrisa, su mirada, o a<br />

lo mejor en función de una cierta pose.<br />

A propósito de esto, se sabe incluso que es decisiva la presencia en la<br />

propaganda, en los carteles, y en cuanto al número de carteles en las calles,<br />

como en los medios de comunicación por parte de cada candidato, como para<br />

que, a partir de ello, gane o pierda la elección. O sea, hoy lo que decide las<br />

elecciones es una cuestión lisa y llanamente de poder, y ello naturalmente va<br />

íntimamente asociado con el poder adquisitivo de los propios candidatos, en<br />

términos de si acaso son lo suficientemente solventes como para financiar una<br />

campaña electoral o no.<br />

P 2<br />

Pues bien, ¿y de qué da testimonio todo ello? <strong>La</strong> respuesta es clara y<br />

penosa a la vez: de una nula “conciencia de estado”, y aunque se trate del<br />

estado que ha perdido la aureola, <strong>según</strong> <strong>Jaspers</strong>, como también podríamos<br />

hablar de una falta pasmosa de una pareja “conciencia política”.<br />

Quisiera confesar a este respecto que a mí mismo me ha ocurrido que<br />

en los últimos años he votado en distintas ocasiones sin tener la menor idea de<br />

quién es el candidato, y lo he hecho nada más que en función de que me ha<br />

parecido, en función de la coyuntura del momento, que correspondería votar<br />

por un humanista, un comunista, un demócrata cristiano o un socialista.<br />

Ciertamente en las elecciones presidenciales la <strong>situación</strong> es distinta, por<br />

cuanto uno tiene efectivamente la posibilidad de interiorizarse de los<br />

candidatos, pero no ocurre lo mismo en las parlamentarias, y menos todavía,<br />

en las municipales.<br />

Por otra parte, éste es pronunciadamente un fenómeno de la urbe, en<br />

este caso, de Santiago en particular, ya que se me ocurre que puede ser algo<br />

distinto en las regiones, en las que seguramente hay una posibilidad mayor de<br />

conocer a cada candidato.<br />

A las anteriores consideraciones agreguemos aquí también que lo que<br />

sucede hoy en la política, y no solamente en nuestro país, sino en el mundo, es<br />

que ella ha sido simplemente sobrepasada, y con Baudrillard, podemos decir<br />

que estamos ya en la “transpolítica”, que es a su vez un aspecto más de lo que<br />

él denomina la “hiperrealidad”, característica de nuestro tiempo.<br />

P 3<br />

Llevando las cosas más lejos aun, podríamos decir que efectivamente lo<br />

que nos caracteriza es una nula “conciencia de estado” y una nula pareja<br />

“conciencia política”, y que a la hora de elegir a los representantes populares,<br />

lo hacemos a través de un “voto a ciegas”, un “voto fisiognómico” o un “voto<br />

determinado por el poder y la presencia del candidato en las calles y en los<br />

media”. Lo cierto es que con ello vuelve a cobrar relevancia lo que el viejo


Platón proponía en <strong>La</strong>s Leyes, cual es el voto por sorteo. Probablemente esto<br />

sería más sincero, ya que lo que nos caracteriza hoy es una especie de<br />

hipocresía política, de acuerdo a la cual nos llenamos la boca con un lenguaje<br />

como el del fortalecimiento de las instituciones y cosas por el estilo, cuando en<br />

verdad si hay el tal fortalecimiento de la institución de la representación popular<br />

es únicamente sobre la base del argumento nada más que tautológico de que<br />

una vez que se ha elegido a alguien, se lo ha elegido, vale decir, se trata de un<br />

fortalecimiento nada más que en atención al efecto. Pero el problema es el<br />

procedimiento, el método, el camino y los pasos que nos han llevado a elegir a<br />

alguien en particular, del cual no sabemos absolutamente nada, y ello no puede<br />

tener ninguna justificación.<br />

Nuestras reflexiones desarrolladas aquí hablan por supuesto de nuestro<br />

extravío, de nuestro descamino, de lo que se acerca al absurdo o ya es él<br />

mismo y no queremos, o no podemos reconocerlo.<br />

Y, por otra parte, estas reflexiones hablan de lo que se le ha dado<br />

muchos nombres en los últimos años, viniendo de muy diferentes corrientes y<br />

enfoques: lo “light”, la “insoportable levedad del ser”, y de ahí hasta “el imperio<br />

de lo efímero”, “el crepúsculo del deber” (éstos últimos dos nombres que<br />

corresponden a títulos de obras de Gilles Lipovetsky). Porque, en efecto, ocurre<br />

que en medio de nuestro extravío, de uno u otro modo, nos damos cuenta de<br />

nuestra <strong>situación</strong>, pero nadie quiere ya andar por el mundo con el “espíritu de<br />

la seriedad”, que se presentaría hoy en día con el tilde de “tonto grave”, y<br />

entonces, claro está, se toma esto por el lado humorístico. Y, resulta también<br />

claro, ¿cómo no va ser divertido que votemos a ciegas, es decir, que<br />

realicemos uno de los actos que deberían ser de los más serios por parte del<br />

ciudadano, de manera tan “light”?<br />

Y la conclusión de esto que cae de cajón es: ¿quién puede tomarse en<br />

serio esta farándula? Quizás ello explique también por qué los humoristas hoy<br />

en día tienen tanto éxito, y que a ratos de la impresión de que fueran más<br />

genuinos que nuestros políticos de hoy con su capacidad de desenmascarar<br />

ciertas verdades enterradas bajo la superficie, bajo la comodidad y la inercia.<br />

Es más, tal vez ellos han llegado a ser nuestros actuales políticos.<br />

P 5<br />

Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />

a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />

cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />

de nuestro tiempo”.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 350 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 33<br />

Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />

Audición: sábado 28 de diciembre a las 13,30 hrs.<br />

y domingo 29 de diciembre de 2002 a las 17 hrs.<br />

Al pensamiento de <strong>Jaspers</strong> le es propia lo que podríamos llamar una<br />

“sana dosis de escepticismo”.<br />

Él reconoce que nunca alcanzará el hombre una armonía, lo que tiene<br />

que ver en particular con la tensión que siempre habrá en el humano entre su<br />

modo de ser abocado a las necesidades y al poder y lo que él llama la<br />

existencia, el ser-sí-mismo del hombre, de acuerdo al cual él se asume como<br />

posibilidad y libertad. Frente a la necesidad que involucra lo que ya somos, y<br />

que no podemos cambiar, este pensador vislumbra que lo propiamente<br />

humano se juega en lo posible, con el fin de que, contrastando la posibilidad<br />

con la necesidad, con lo que ya es, la posibilidad pueda hacerse realidad.<br />

Este último pensamiento tiene que ver con las llamadas categorías de la<br />

modalidad – necesidad, posibilidad y realidad -. Ellas fueron pensadas primero<br />

por Leibniz como categorías ontológicas, en el sentido de cómo el ser está<br />

determinado por ellas. Se trata de cómo las posibilidades de ser algo y de un<br />

mundo completo combaten en la mente divina, para que contrastadas con lo<br />

que ya es, puedan hacerse realidad. Esto correspondería a una manera de<br />

entender lo pensado por el filósofo-matemático del siglo XVII.<br />

Más tarde Kant concibe estas categorías, precisamente como<br />

“categorías de la modalidad” y que conciernen al uso del entendimiento, lo que<br />

quiere decir que están pensadas dentro de un marco gnoseológico. Aquí se<br />

trata de que lo que percibo lo aprehendo como posible, real o necesario.<br />

Posteriormente Kierkegaard pensará estas categorías, podríamos decir,<br />

en tanto categorías existenciales y dentro de la misma línea se mueve el<br />

pensamiento de <strong>Jaspers</strong> en relación con ellas. Para el pensador danés se trata<br />

de que la necesidad, pensada existencialmente, tiene que ver con lo que ya<br />

somos y que no podemos modificar; la posibilidad tiene que ver, en cambio,<br />

con el futuro; y la realidad es lo que resulta del ajuste entre posibilidad y<br />

necesidad.<br />

P 1<br />

A partir de ello <strong>Jaspers</strong> en su obra Psicología de las concepciones del<br />

mundo de 1919 destaca tres tipos humanos:<br />

1.El determinista sería aquél apegado al determinismo en sus distintas<br />

formas, que pueden ser: 1.1.De naturaleza cósmica, como por ejemplo el estar<br />

particularmente determinado por lo instintivo y vegetativo, por el hambre, la<br />

sed, lo sexual, como también el estar determinado por el carácter o algo de<br />

orden genético. 2.2.<strong>La</strong> segunda clase de determinismo guarda relación con un<br />

estar determinado por normas y leyes, en el sentido de un apego irrestricto a<br />

ellas, vale decir, se trata aquí de una suerte de tipo rigorista.<br />

2.El segundo tipo humano sería el del soñador, el visionario, pero<br />

también el creador, cuyo manantial es el ámbito de lo posible.


3.Y el tercer tipo es el del realista, que sería el sujeto eminentemente<br />

activo y emprendedor, que es capaz de ajustar lo posible con ciertas<br />

condiciones predeterminadas.<br />

Podríamos decir que lo que llama <strong>Jaspers</strong> el existente corresponde<br />

sobre todo al tipo realista, el capaz de traducir lo posible en realidad, mas<br />

integrando al mismo tiempo a los otros.<br />

Pero, como veíamos más arriba, él advierte claramente acerca de la<br />

imposibilidad de que ello se cumpla a cabalidad, de tal modo que el hombre<br />

nunca alcanzará una armonía. En nuestro pensador juega un papel una<br />

dimensión de fracaso, mas se trata de un “auténtico fracaso”.<br />

Esto es lo que tiene que ver con lo que considerábamos más arriba<br />

como una “sana dosis de escepticismo”.<br />

P 2<br />

Hemos visto como <strong>Jaspers</strong> tiene una elevada concepción del estado, ya<br />

que plantea que él debería ser el medio para la realización de las más elevadas<br />

aspiraciones de la sociedad. Y, antes que eso todavía, él piensa que el estado<br />

es el llamado a conducir la sociedad en una dirección apropiada y ascendente.<br />

Hemos visto como esta concepción del estado desde el año 30, en que él<br />

planteara esto, hasta ahora ha perdido vigencia.<br />

Pero, el mencionado escepticismo se aplica también a las posibilidades<br />

reales de que el estado sea capaz de cumplir con aquella alta meta de la<br />

conducción de la sociedad. Leemos en <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro<br />

tiempo:<br />

“Aquí, antes bien, se encuentra el individuo, en el tejido inmenso del<br />

humano derivar y querer, entregado en sus situaciones al acaecer histórico que<br />

se verifica en actos de poder político sin ser aprehensible en visión íntegra<br />

como totalidad. Sobre esta base de las cosas humanas pierden su sentido el<br />

ciego desear, la apasionada rebeldía y la impaciente ambición. Sólo la<br />

paciencia a largo plazo, en maridaje con contenida decisión, dispuesta a la<br />

intervención repentina y el vasto saber que por encima de la coacción de lo real<br />

se abre al espacio infinito de lo posible, pueden lograr aquí algo que sea más<br />

que mero tumulto, destrucción y derivar de las cosas” (rdlS, p.89) HAJ<br />

Se hace alusión aquí a la experiencia de la humanidad a lo largo del<br />

tiempo de los vaivenes de la historia que han llevado a la sociedad, a pueblos y<br />

naciones enteras de un lado para otro, ocasionándose en ello mucha<br />

destrucción y un sufrimiento sin límite. Esto es lo que aparece en las palabras<br />

del filósofo como la deriva, y podríamos agregar, el errar humano.<br />

. P 3<br />

<strong>Jaspers</strong> advierte que el estado social es el llamado a organizar la<br />

sociedad, y tengamos en cuenta que esto se plantea ya en los años 30. Tras la<br />

debacle del nazismo y de la Segunda Guerra Mundial cabe reconocer que lo<br />

que se mantuvo fue la idea de este estado social, el cual con el desarrollo de la<br />

República Federal Alemana, se tradujo en la así llamada “red social”, que se<br />

conserva hasta nuestros días. Pero, aun el estado social se encuentra con<br />

barreras infranqueables. Escuchemos:<br />

“Pero hay los límites inevitables: en las características de las masas<br />

humanas; en la inevitable impiedad de la selección social y biológica; en la<br />

desigual limitación del campo de acción vital de la mayoría; en la diversidad de<br />

razas, caracteres y dotes en los hombres; en el diverso aumento de población<br />

de los grupos afines. Por eso ha de considerarse el Estado no sólo como


función de garantía del régimen legal, sino como campo de lucha por el modo y<br />

dirección del uso de la violencia, en algún momento inevitable. En todo tiempo<br />

soportó el hombre sufrimiento y pesar. Hoy quisiera librarse conscientemente<br />

de ellos por una disposición de la totalidad lo más acertada posible” (rdls, 91).<br />

Lo cierto es que el pensamiento recién esbozado <strong>Jaspers</strong> lo lleva tan<br />

lejos, me refiero a la esencial desarmonía que habría en lo humano (como que<br />

de acuerdo a sus propios términos, no se logra una armonía entre ser-ahí y<br />

existencia), trae esto consigo injusticia, violencia y guerra, las cuales, por ser<br />

inevitables, se trataría, diríamos, de amenguarlas lo más posible.<br />

P 4<br />

Y en lo que atañe al individuo, en cuanto a como distintos procesos<br />

históricos le pueden afectar, como ocurre tan frecuentemente se puede ser<br />

expatriado, o bien, por diversos motivos, perder o renunciar a la nacionalidad.<br />

En cualquier caso, el afectado paga caro por ello, no solamente porque<br />

viviendo en otro país, a lo más se es frecuentemente tolerado, <strong>según</strong> advierte<br />

<strong>Jaspers</strong>, sino además porque hay ciertos vínculos esenciales para nuestro<br />

habitar el mundo que se pierden sin remedio. Esto último se vincula con el<br />

hecho de que antes que ser miembros de un estado, lo somos de una sociedad<br />

y de un suelo patrio, de un terruño.<br />

Cabe recordar aquí el triste ostracismo que afectó al poeta romano<br />

Ovidio por un edicto real de expatriación dictado por César Augusto, a raíz de<br />

lo cual tuvo que abandonar Roma, y vivir por el resto de sus días en la lejana<br />

colonia del imperio, Tomis, en el Mar Negro. Además sucedió que él nunca se<br />

pudo enterar ni siquiera de la razón del edicto.<br />

Es sorprendente que junto con reflexionar <strong>Jaspers</strong> en los 30 acerca de<br />

esto, haga algunas precisiones al respecto que sugieren que no se trata<br />

únicamente del exilio, expatriación u ostracismo, sino de lo que puede ser una<br />

pérdida o una renuncia a la nacionalidad, ya que fue esto justamente lo que a<br />

él le sucedió en la post-guerra, aceptando primero el llamado de la Universidad<br />

de Basilea en Suiza y luego con el tiempo llegando a poseer en propiedad la<br />

ciudadanía helvética.<br />

Es decir, se trata en estas palabras de una suerte de premonición que lo<br />

afectó a él mismo. ¿Profecía auto-cumplida?<br />

Y el trasfondo que ello tiene es singularmente dramático, ya que por ser<br />

<strong>Jaspers</strong> casado con una mujer judía, Gertrud Maier, las autoridades nazis de la<br />

Universidad de Heidelberg le exigieron separarse de su mujer, a lo que él se<br />

negó categóricamente. Y esto tuvo como consecuencia la pérdida de la venia<br />

legendi, el derecho a enseñar en la universidad, en 1934, y la pérdida al<br />

derecho de publicar, en 1937. Además a <strong>Jaspers</strong> se le hizo instalar una agente<br />

nazi en su casa, que controlaba todos sus movimientos.<br />

Pues bien, esta dura experiencia vivida durante los años duros de la<br />

dictadura fueron un motivo decisivo para la aceptación del llamado de la<br />

Universidad de Basilea y su nueva vida en Suiza, no obstante él siguió muy de<br />

cerca durante el resto de su vida, incluso de una manera obsesiva, el<br />

desenvolvimiento de la República Federal de Alemania.<br />

P 5<br />

Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />

a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />

cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />

de nuestro tiempo”.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 351 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 34<br />

Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />

Audición: sábado 4 de enero a las 13,30 hrs.<br />

y domingo 5 de enero de 2003 a las 17 hrs.<br />

El diagnóstico que hace <strong>Jaspers</strong> de la crisis de su época consiste en que<br />

el hombre, y junto con ello, la sociedad se sostiene casi únicamente sobre una<br />

base material de satisfacción de necesidades y de afán de poder. Y a este<br />

modo de ser del hombre determinado de esta forma él le llama ‘ser-ahí’, distinto<br />

de lo que él llama ‘existencia’, que consiste fundamentalmente en asumirse<br />

como posibilidad y libertad.<br />

El término ‘existencia’ ya aparece con este significado en una de las<br />

grandes obras primerizas, la Psicología de las concepciones del mundo, de<br />

1919.<br />

Pero, lo cierto es que todo lo que tiene que ver con la mencionada<br />

existencia no es nada fácil, y no solamente en cuanto a su realización, sino en<br />

cuanto a su recta aprehensión. De alguna manera, se trata incluso de que si<br />

logramos definirla, al mismo tiempo con ello la hemos perdido, puesto que la<br />

hemos fijado, así como si pudiéramos objetivarla. <strong>La</strong> Psicología de las<br />

concepciones del mundo nos aporta, en todo caso, algunas señales relativas a<br />

como podríamos entenderla, mas siempre en un cierto borde muy tenue, casi<br />

imperceptible.<br />

Así, por ejemplo, en lo que concierne a la relación con los otros, es decir,<br />

en lo relativo a nuestro ser social. Escuchemos como reflexiona nuestro autor a<br />

propósito de esto:<br />

“Frente y en contra de la entrega a la comunidad, de la eterna<br />

pertenencia a ella, hay en el hombre un impulso individual al hacerse-sí-mismo<br />

como proceso, como un problema antinómico, no como un salto abstracto al<br />

átomo. En la historia surge a partir de este aislamiento de algunos la mayor<br />

parte de lo creador, que después de un rechazo inicial de la comunidad, es<br />

asumido. Así como sin solidaridad social no hay continuidad y conservación de<br />

la herencia <strong>espiritual</strong>, así sin la fuerza aislada individualista no hay creación<br />

nueva. Kant mostró el antagonismo entre sociabilidad y in-sociabilidad,<br />

entendiendo la evolución humana a partir de la “sociabilidad insociable”<br />

(“ungesellige Geselligkeit”). Desde este antagonismo crece para Kant el talento,<br />

la singularidad, y, en general, todo lo valioso” (PDLCDM, p. 405, trad. mía).<br />

P 1<br />

Advertimos en ello el carácter de la nueva filosofía de la existencia,<br />

llamada posteriormente el “existencialismo” que comenzara a despuntar en<br />

aquella época. Y ello se pone de manifiesto, entre otros, en el hecho de que<br />

aquí no se da simplemente por sentado que el hombre sea un “animal social”,<br />

sino en buena medida, el hombre está igualmente determinado por lo propio, lo<br />

que se da en cada uno de manera única y singular. En lo que atañe al punto de<br />

lo social, por ejemplo, resulta que ya en el propio Kant (muy anterior a la<br />

filosofía de la existencia) se encuentra esta concepción que al parecer nos<br />

caracteriza y nos interpreta, de que somos “sociables insociables”. Como que<br />

sucede todo el tiempo que lo que hace crecer a la sociedad y llevarla en una


dirección ascendente, hacia un “futuro esplendor”, es lo que proviene del<br />

aislamiento de algunos, los creadores. En este sentido, continúa <strong>Jaspers</strong>:<br />

“<strong>La</strong> sola conciencia de comunidad mata toda fuerza aisladora. Sólo en<br />

tanto la comunidad pueda asimilarla y conservarla, puede acoger entonces a<br />

tales individuos. <strong>La</strong>s fuerzas más poderosas individualistas fueron empujadas<br />

en todo tiempo a la soledad, cuando no fueron destruidas. Sobre la base de la<br />

tradición de milenios, en que la comunidad ha acogido a aquellos individuos<br />

(por ej., Nietzsche, Kierkegaard) viven tales solitarios en tanto entes no<br />

sociables. Ellos tienen a su haber los logros de la comunidad (la tradición del<br />

espíritu), y sin embargo no viven lo contrario, la pertenencia a la comunidad, y<br />

no ven en ella, en todo caso, medida ni deber, aunque una nostalgia los<br />

arrastre hacia ella” (405).<br />

Esto es decisivo, pues lo que está en juego es que lo social no acabe<br />

asfixiando al individuo. Nuestro parecido con las abejas, las hormigas o las<br />

termitas es hasta cierto punto. Ello quiere decir también que cabe ver desde<br />

luego de un lado nuestro ser social, pero reconociendo que incluso una buena<br />

parte de la fuerza que lleva a la sociedad adelante proviene de individuos<br />

solitarios que se han aislado a conciencia.<br />

Y esto por cierto le da una gran relevancia a la concepción kantiana<br />

citada del hombre como “insociable sociabilidad”.<br />

P 2<br />

A partir de ello se explica además la relación con el estado, vale decir,<br />

en el sentido de dar cabida a los solitarios, los que se aíslan, y necesitan de<br />

este aislamiento para su proceso creativo. Esto comienza a despertar en<br />

particular con los estoicos, pero va a cobrar vuelo sobre todo en la modernidad,<br />

precisamente en la medida en que el individuo y el yo no sólo han nacido, sino<br />

que han crecido y madurado. Para <strong>Jaspers</strong> antecedentes de este proceso han<br />

sido ya los profetas de Israel.<br />

Agreguemos aquí que en el otro extremo de este proceso de<br />

individuación está la ilustración y el modo como Kant la entiende, en el sentido<br />

de que el hombre habría alcanzado una “mayoría de edad”, “Mündigkeit”,<br />

término que podemos traducir también como ‘madurez’, y si relacionamos esto<br />

con la concepción de la conciencia como un tribunal que el filósofo de la Prusia<br />

Oriental desarrolla en su Metafísica de las costumbres, de 1797, podríamos<br />

completar esta explicación, diciendo que ha llegado la época en que el hombre<br />

puede, en cuanto a lo que sucede en el tribunal interno de su conciencia, ser<br />

juez y parte a la vez. Esto quiere decir que aquello que para el propio Kant<br />

resulta ser una concepción espuria de la conciencia, ya que, obviamente desde<br />

un punto de vista jurídico, por ejemplo, es altamente cuestionable que se sea<br />

juez y parte a la vez, sin embargo, veamos esto por su lado positivo, en cuanto<br />

que lo que caracteriza a un hombre, cuando llega a su madurez es<br />

precisamente esa capacidad de desdoblarse en distintas personas, en que una<br />

es juez, la otra acusado, la otra fiscal acusador, y la otra abogado defensor.<br />

A propósito de esto, es particularmente decidor que en la concepción no<br />

autonómica, sino hereronómica de la conciencia de Tomás de Aquino, la<br />

conciencia, la así llamada ‘syndéresis’ tenga únicamente el carácter de juez, el<br />

cual más encima es Dios, y Dios realmente presente en nosotros, en nuestra<br />

conciencia, a cuya voz, la vox dei, si acaso le desobedecemos, nos<br />

condenamos.


Decíamos que aun en lo que atañe a nuestra relación con el estado,<br />

cabe reconocer la justificación del aislamiento de los solitarios. Pero así<br />

también hay toda una gama de posibilidades de apartarse del estado o de<br />

guardar distancia respecto de él. Escuchemos lo siguiente de la Psicología de<br />

las concepciones del mundo:<br />

“Al estado se le opone el individuo de manera variada. El estado puede<br />

ser utilizado como un mero medio para el ego (por ej., Alcibíades). El estado es<br />

respetado como medio para la existencia y la educación (por ej., el filósofo<br />

platónico), el individuo se sitúa con su conciencia de sí y en lo fundamental,<br />

fuera, y co-trabaja, sin embargo, en el todo. O finalmente: el individuo se<br />

sustrae completamente al estado, como por ej. los filósofos griegos tardíos se<br />

retiraron completamente de la vida pública a la soledad. Ellos enseñaron que el<br />

mundo es un estado, aparejando con ello el universalismo sin límite con el<br />

individualismo atómico. El único sentido era la paz del alma y la postura<br />

contemplativa del individuo singular” (405, trad.m.).<br />

P 3<br />

Bajo la influencia de Kierkegaard, <strong>Jaspers</strong> concibe al existente en tanto<br />

un sí-mismo que deviene, vale decir, así como para él la verdad es en<br />

movimiento y se da a lo largo del tiempo, lo mismo nuestro sí-mismo se da en<br />

el devenir, y esto quiere decir a su vez que si me detengo en este proceso, si<br />

me fijo a mí mismo, como que sería tal y tal, con eso precisamente lo liquido y<br />

el sí-mismo se desvanece.<br />

Y este devenir de sí-mismo guarda relación además con el riesgo y el<br />

sacrificio. Al ser-sí-mismo podemos ascender en la medida en que estoy<br />

dispuesto a resquebrajar mi mero ser-ahí, tan sólo apegado a las necesidades<br />

y al poder, en otras palabras, estoy dispuesto a arriesgarme y a sacrificar lo<br />

que concierne a esa armazón (Gehäuse) de mi ser-ahí y su mundo. Pero<br />

sucede al mismo tiempo que así como no puedo nunca objetivar la existencia,<br />

al modo de señalarla con un dedo y reconocerla, como que pudiéramos<br />

identificar un existente que pasa por la calle, así tampoco nunca puedo<br />

objetivar quién se arriesga y quién se sacrifica, y aunque se trate de algo visible<br />

como el supuesto sacrificio de alguien en la guerra, en un duelo, por el estado,<br />

o a través de la experimentación científica, como aquellos hombres de ciencia<br />

que se han sacrificado por el saber, ingiriendo un veneno letal y describiendo<br />

paso a paso sus efectos, hasta que efectivamente han acabado muriendo.<br />

Lo que plantea <strong>Jaspers</strong> al respecto es incluso que podemos arriesgarnos<br />

y sacrificar mucho de lo que tiene que ver con nuestro modo de ser como<br />

seres-ahí, como por ejemplo por el estado, pero probablemente ello va<br />

acompañado por un sacrificarse nada más que por eso, sin que comprometa<br />

esencialmente nuestro ser. Es decir, al sacrificarnos por el estado, a lo mejor lo<br />

que nos alimenta sigue siendo un afán de poder.<br />

El posible ser-sí-mismo, diríamos, que lo que tiene de grande y<br />

maravilloso es la imposibilidad de su objetivación. De lo contrario, no sería tal y<br />

sería probablemente pasto para la publicidad.<br />

P 5<br />

Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />

a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />

cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />

de nuestro tiempo”.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 352 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 35<br />

Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />

Audición: sábado 11 de enero a las 13,30 hrs.<br />

y domingo 12 de enero de 2003 a las 17 hrs.<br />

Que un filósofo sea escéptico, o en él haya una “sana dosis de<br />

escepticismo” no es gratuito, y trae consecuencias.<br />

En el caso de <strong>Jaspers</strong>, como hemos visto, el caso es más bien el<br />

segundo: no es que sea un filósofo escéptico, pero sí hay en él una “sana dosis<br />

de escepticismo”.<br />

Por de pronto, esto tiene repercusión sobre el modo de pensar la guerra<br />

y la paz, en particular desde el momento en que se le encuentra a la guerra<br />

algún tipo de justificación.<br />

En una primera aproximación a este tema, y todavía con independencia<br />

del modo como lo aborda <strong>Jaspers</strong>, podríamos en todo caso reconocer que<br />

algún sentido tiene el procurar el llevar las cosas tan lejos, como aventurarse a<br />

encontrarle una justificación a la guerra, desde el momento que reconocemos,<br />

no sin pesar, que estamos siempre en guerra, que ella se presenta<br />

prácticamente en todos los momentos de la historia de la humanidad.<br />

Hay que llamar la atención respecto de esto, en cuanto a que siempre ha<br />

estado en juego un concepto de “paz armada”, de lo cual se trata ya en <strong>La</strong>s<br />

leyes (Nomoi) de Platón, y ello quiere decir que se considera que la paz<br />

precisamente tan sólo se justifica sobre la base de un estar preparado para<br />

cualquier ataque del enemigo. Lo que hay tras esto es pues una desconfianza<br />

respecto del otro, y máxime cuando se presenta como potencial enemigo, y,<br />

asociado con ello, un deliberado desengañarse de cualquier posible<br />

justificación que pudiera tener la paz pura y simplemente.<br />

P 1<br />

Mas, en esto claramente detectamos una disociación en el ser humano,<br />

desde el momento que nuestras relaciones humanas “cercanas”, vale decir, al<br />

interior de la familia, y con nuestros amigos o conocidos son pacíficas, y en<br />

términos del entendimiento y la confianza. Mas, sucede que en el plano<br />

internacional, esto es, en lo que concierne a las relaciones humanas, que<br />

podríamos llamar “lejanas” (sirviéndonos de esta terminología que propone el<br />

filósofo Walter Schulz), no somos capaces de ser pacíficos en la misma forma,<br />

sino, como decíamos, únicamente en los términos de la “paz armada”.<br />

Cabe recordar además que el concepto de paz armada ha tenido tanta<br />

fuerza que incluso hasta los inicios del siglo XX que alguien se declarara<br />

“pacifista”, o que fuera declarado y tildado de “pacifista” podía traer<br />

consecuencias nefastas, ya que incluso se solía pagar con la vida por ello. En<br />

algunos casos se consideraba que se era simplemente traidor a la patria, por<br />

propugnar una doctrina peligrosa para la soberanía y que ponía en peligro a la<br />

nación. El pacifismo era visto como una suerte de invitación a que el enemigo,<br />

que se identificaba frecuentemente con el país vecino, invadiera o atacara a la<br />

propia nación.<br />

Con todo lo criticable que este modo tradicional y milenario de ver la<br />

guerra y la paz pueda ser, resulta perfectamente entendible en épocas


históricas en las que se cumplía en efecto que los estados y los imperios se<br />

estaban mutuamente al acecho, ya que habían intereses comunes respecto de<br />

un mismo territorio, u otro. A veces se trataba a su vez, de la formación de<br />

alianzas y coaliciones, que tenían que ver con equilibrios de poder, y el<br />

mecanismo para zanjar estas discrepancias, cuando fracasaba la diplomacia,<br />

era simplemente la guerra. Los ejemplos sobran, la historia está enteramente<br />

atravesada de ellos<br />

Ésta es la <strong>situación</strong> característica de la historia europea en especial de<br />

los siglos XVII y XVIII, e incluso del XIX..Pensemos en la Francia napoleónica,<br />

por ejemplo, en que con el fin de enfrentar al enemigo común, Napoleón<br />

Bonaparte, se forma una alianza entre Prusia, Austria, Rusia e Inglaterra, y<br />

será recién la batalla de Waterloo, que tuvo lugar el 18 de Junio de 1815, la<br />

decisiva y la definitiva caída de Napoleón. El Congreso de Viena ya había<br />

comenzado a sesionar el 9 de Junio del mismo año, y de él resultará un nuevo<br />

orden para Europa, vale decir, unas nuevas alianzas. Junto al príncipe<br />

Metternich y Talleyrand, el filósofo Wilhelm von Humboldt es otro de los<br />

dignatarios que participa en el Congreso, representando a Prusia. Es<br />

particularmente decidor que a propósito del mencionado Congreso y de sus<br />

resultados, el príncipe Carlos José de Ligne haya dicho entonces que “El<br />

congreso no marcha, sino que baila” (“Le congrès ne marche pas, il danse”),<br />

aludiendo con ello a las muchas fiestas y bailes que tenían lugar en medio de<br />

las discusiones respecto de un nuevo orden, lo que se planteó como la<br />

“restauración”.<br />

Y esto es decidor, por cuanto, podríamos decir, en aquellos tiempos el<br />

mundo transitaba casi como un fluido entre guerras terriblemente cruentas y la<br />

fiesta, a la cual no mucho tiempo después le seguía una nueva guerra.<br />

P 2<br />

Dice <strong>Jaspers</strong> en sus reflexiones en torno a la guerra:<br />

“Porque el poder del estado no es único, sino en cada caso un poder<br />

entre otras individualidades estatales, y porque un poder estatal tiene otras<br />

posibilidades de ordenamiento que las que son vigentes, el poder recurre a la<br />

violencia, cuando el acuerdo de pacto o de facto fracasa. Guerra y revolución<br />

son los límites de la asistencia social del ser-ahí por cuya decisión se sitúa<br />

sobre una nueva base de efectividad y legitimidad. Mientras se procure<br />

evitarlas, permanecen ellas como posibilidad la pregunta irresoluta para todo<br />

ser-ahí. Si acaso quiere evitarse la guerra a toda costa, se irá tambaleando<br />

ciegamente derecho a ella, cuando se es maniobrado por el otro a esta<br />

<strong>situación</strong>, en la que o se es destruido o esclavizado. Si acaso al menos se<br />

quiere evitar la guerra en la medida de nuestras fuerzas, así exige la dureza de<br />

la realidad contar en todo momento con su posibilidad y mantener despierto el<br />

sentido de lo que significa “a cualquier precio”” (p. 86).HAJ<br />

Por cierto, si se quiere evitar la guerra, no se puede sacrificar al mismo<br />

tiempo la dignidad, si se está siendo provocado alevosamente por otro estado.<br />

Es por ello que nuestro pensador llama la atención sobre lo que puede<br />

significar el mantenimiento de la paz “a cualquier precio” y a como de lugar.<br />

Sin duda lo que plantea <strong>Jaspers</strong> tiene su justificación propia, mas en<br />

esto entra a tallar lo que guarda relación con el momento histórico que se vive.<br />

Desde los años 30, incluso antes de la II Guerra Mundial, hasta ahora ha<br />

pasado mucho tiempo y la potenciales guerras se han vuelto cada vez más<br />

peligrosas.


Mas tarde, en 1958, reflexionará <strong>Jaspers</strong> sobre la bomba atómica, a raíz<br />

de las atrocidades de Hiroshima y Nagasaki. En “<strong>La</strong> bomba atómica y el futuro<br />

del ser humano. Conciencia política en nuestro tiempo” leemos:<br />

“Una <strong>situación</strong> completamente nueva se ha generado con la bomba<br />

atómica. Hasta ahora podía el hombre quitarse la vida individualmente. En la<br />

lucha él podía matar y ser muerto. Se podía exterminar a pueblos enteros.<br />

Ahora puede la humanidad en su conjunto ser aniquilada por los hombres”<br />

(Saner, p. 105).<br />

Y ello trae consigo una nueva conciencia política, por cuanto la<br />

verdadera política pasa a ser hoy “política mundial” que tiene que proponerse<br />

un “orden mundial” (cfr. ib.).<br />

P 3<br />

Mas, en los años 30 podríamos decir que está vigente todavía cierto<br />

concepto heroico de la guerra, la que se vincula incluso con un sentido de<br />

destino. De este modo se explican estas palabras de “<strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de<br />

nuestro tiempo:<br />

“En la guerra como desarrollo efectivo en los hechos de la violencia, se<br />

manifiesta el destino – después de pasar por resoluciones premeditadas – por<br />

decisión física. Reside en él un pathos: ofrecer la vida por la fe en el valor<br />

incondicional de la propia esencia: antes muerto que esclavo. Cuanto más<br />

decididamente real sea a los beligerantes por propia voluntad lo que va en ello,<br />

más posible será en el hombre elevarse a esa tensión” (rdls, p. 92).HAJ<br />

<strong>La</strong> guerra, así como se la concibe aquí, tiene que ver de este modo con<br />

lo heroico, en la medida en que se está dispuesto al auto-sacrificio por una<br />

causa que se estima noble. Y a partir de ello se explica además la ligazón que<br />

puede tener la guerra con el destino.<br />

Podríamos agregar a estas consideraciones que hasta el siglo XIX se<br />

mantenía todavía cierta idea romántica de la guerra, por cuanto se daba incluso<br />

en el ámbito de los intelectuales, de los poetas y artistas que la guerra aparecía<br />

como un espacio en el que era posible luchar por aquello en lo que se creía<br />

(respecto de lo cual cabe recordar también las Cruzadas destinadas a<br />

recuperar la Tierra Santa).<br />

Solía ocurrir todavía en el XIX que si en tiempos de paz no era posible<br />

realizar lo que parecía lo más elevado, a veces simplemente en razón de que<br />

se había fracasado en la vida, la guerra se presentaba como la promesa para<br />

hacer posible aquella realización.<br />

De este modo, vemos como Richard Wagner lucha en las barricadas de<br />

la revolución del 48 y Nietzsche va a luchar por la patria en la guerra francoprusiana,<br />

en la que, si bien no toma las armas y trabaja como enfermero, acaba<br />

contrayendo disentería, contagiado por los heridos en el campo de batalla que<br />

quedaron bajo su cuidado en un vagón cerrado de ferrocarriles, sin la<br />

apropiada ventilación. Y esta enfermedad lo afectará de por vida.<br />

P 4<br />

Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />

a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />

cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />

de nuestro tiempo”.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 353 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 36<br />

Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />

Audición: sábado 18 de enero a las 13,30 hrs.<br />

y domingo 19 de enero de 2003 a las 17 hrs.<br />

Podríamos decir que <strong>Jaspers</strong> es también un pensador del destino. Si<br />

bien lo propio del destino es precisamente lo que irrumpe, lo que se sobrepone,<br />

y justamente a costa de lo establecido, de las costumbres e incluso a costa del<br />

orden natural de las cosas. Respecto del destino, por lo tanto, lo que descolla<br />

sobre todo es el estar irremediablemente entregados a él. Así solemos ver<br />

como destino muchos hechos y acontecimientos que escapan al orden de las<br />

cosas al que nos habíamos acostumbrado hasta cierto momento, y es por ello<br />

que esto suele tener que ver con algo negativo, como puede ser una<br />

enfermedad, o una guerra, y otros, pero también por supuesto cosas positivas,<br />

como que hayamos encontrado una persona con la que descubrimos tener una<br />

afinidad plena.<br />

En este sentido, y tomando en cuenta lo más esencial del destino, éste<br />

se nos presenta como algo externo y que se impone, a veces incluso<br />

violentamente. Diríamos que ésta es la parte terrible, pero que puede ser<br />

también afortunada del destino. El punto principal respecto de ello, es que<br />

nosotros no tenemos ninguna ingerencia.<br />

Mas, hay otra forma de concebir eso que llamamos destino, que<br />

encontramos en <strong>Jaspers</strong> (como también, en Heidegger), y que está en línea<br />

con Nietzsche, en cuanto a que en definitiva nuestra voluntad es la que se<br />

puede convertir en destino. De esta forma se da aquí un vínculo íntimo entre<br />

destino y destinado, incluso en el sentido de que el destinado “hace” el destino.<br />

Encontramos esta conjunción entre el destinado y el destino, en el<br />

sentido de una voluntad que se ha vuelto destino en los siguientes pasajes de<br />

“Así habló Zaratustra”, donde Zaratustra dice a quienes escuchen su palabra:<br />

“Pero quien ha descubierto el país “hombre” ha descubierto también el<br />

país “futuro de los hombres”. ¡Ahora vosotros debéis ser mis marineros, bravos,<br />

pacientes! / ¡Caminad erguidos a tiempo, oh hermanos míos, aprended a<br />

caminar erguidos! El mar está tempestuoso: muchos quieren servirse de<br />

vosotros para volver a erguirse. / El mar está tempestuoso: todo está en el mar.<br />

¡Bien! ¡Adelante! ¡Viejos corazones de marineros! / ¡Qué importa el país de los<br />

padres! Nuestro timón quiere dirigirse hacia donde está el país de nuestros<br />

hijos! ¡Hacia allá lánzase tempestuoso, más tempestuoso que el mismo mar,<br />

nuestro gran anhelo! –" (p. 294).<br />

P 1<br />

En ello se advierte de modo rotundo la visión por sobre todo futurista de<br />

Nietzsche, lo que relaciona con una voluntad, la suya propia, que se ha vuelto<br />

necesidad, destino, y es de este modo como en Nietzsche también habría que<br />

entender lo trágico: en el sentido de una voluntad trágica forjadora del destino,<br />

destino que sería, o pasaría a ser también de la humanidad, porque se revela<br />

como el camino del hombre.<br />

“¡Oh tú voluntad mía! ¡Tú viraje de toda necesidad, tú necesidad mía!”<br />

(Z, p. 295),


siguiendo de inmediato a ello la preocupación que asiste al que ha<br />

luchado demasiado: que podría caer antes de llegar a la meta. Y, desde luego,<br />

podríamos agregar al respecto, que en ello trasunta algo de carácter<br />

autobiográfico: es la propia voluntad de Nietzsche la que se endureció como el<br />

diamante y se convirtió en necesidad y así hasta el final, hasta las últimas<br />

consecuencias, hasta la locura incluida, respecto de la cual – sabemos –<br />

Nietzsche temía y sabía que le sobrevendría -:<br />

“¡Presérvame de todas las victorias pequeñas! / Tú providencia de mi<br />

alma, que yo llamo destino! ¡Tú que estás dentro de mí! ¡Tú que estás encima<br />

de mí! ¡Presérvame y resérvame para un gran destino!” (ib.).<br />

Nótese la alusión a lo más interno de él mismo que a la vez está sobre él<br />

– su propia voluntad, a la que se encomienda como a un dios, y literalmente en<br />

este sentido de ser como si fuera un dios, precisamente porque para él eso es<br />

únicamente posible porque “¡Dios ha muerto!”.<br />

P 2<br />

Y, en segundo lugar, cabe destacar también esa atractiva idea de la<br />

reserva para un gran destino, algo así como que en la vida acaso la copa se<br />

vacía de una vez y sólo una vez, y ya..., agregando a esto que si te equivocas y<br />

vacías tu copa a destiempo, perdiste:<br />

“Y tu última grandeza, voluntad mía, resérvatela para tu último instante, -<br />

¡para ser inexorable en tu victoria! ¡Ay, quien no ha sucumbido a su victoria! /<br />

Ay, a quién no se le oscurecieron los ojos en ese crepúsculo ebrio! ¡Ay, a quién<br />

no le vaciló el pie y desaprendió, en la victoria, - a estar de pie! -” (Z, p. 294-<br />

295),<br />

en lo que leemos entre líneas no solamente la aludida preocupación de<br />

caer delante de la meta, sino también la alusión aparejada a ello de que los<br />

momentos finales, aquellos justo antes de llegar a la cumbre son los más<br />

difíciles, y podemos quedar, como algunos escaladores del Himalaya, a cien<br />

metros de la cumbre, donde está lleno de cruces y tumbas.<br />

Por eso también lo que sigue que es como un rezo, una oración a sí<br />

mismo, a lo más recóndito de él que está a la vez sobre él – su voluntad -:<br />

“ – Que yo esté preparado y maduro alguna vez en el gran mediodía:<br />

preparado y maduro como bronce ardiente, como nube grávida de rayos y<br />

como ubre hinchada de leche: - / como una estrella preparada y madura en su<br />

mediodía, ardiente, perforada, bienaventurada gracias a las aniquiladoras<br />

flechas solares: - / - como el sol mismo, y como una inexorable voluntad solar,<br />

¡dispuesto a aniquilar en la victoria! / ¡Oh voluntad, viraje de toda necesidad, tú<br />

necesidad mía! ¡Resérvame para una gran victoria!” -- /” (Z, p. 296).<br />

P 3<br />

Estas palabras de Zaratustra-Nietzsche son tanto bellas como<br />

profundas, y me atrevería a decir, sublimes, y como observamos se trata de<br />

cómo la voluntad se puede volver ella misma destino.<br />

Como anticipaba más arriba, este mismo alcance del destino<br />

encontramos en <strong>Jaspers</strong>. El destino lo hay en una voluntad que persiste en su<br />

elección, y si lo trágico se mantiene igual aquí, ello se debe a que hay en esto<br />

un jugárselas por algo hasta tal punto que daríamos la vida por ello. Y en esto<br />

es donde a su vez juega un papel el modo como <strong>Jaspers</strong> habla de la guerra. En<br />

esta <strong>situación</strong> extrema – la guerra – es justamente donde se suelen conjugar<br />

estos distintos elementos. Ya veíamos la vez pasada como ello tiene que ver<br />

con un sentido de la guerra, todavía propio del siglo XIX, y que ya se ha


perdido, de acuerdo al cual ella se asociaba con convicciones íntimas de los<br />

individuos que participaban en ella. Desde luego, cabe decir, que algo de esto<br />

se mantiene aun hoy en día, pero, reconozcamos, al modo de un pálido reflejo<br />

de lo que alguna vez fue. Escuchemos a <strong>Jaspers</strong> al respecto:<br />

“Hoy la guerra parece haber cambiado en su sentido desde el momento<br />

en que no es guerra por fe, sino guerra de intereses, ni es guerra de auténticas<br />

comunidades culturales, sino de zonas estatales y ni siquiera es lucha entre<br />

hombres, sino lucha técnica entre máquinas y contra la población pasiva. En<br />

ella no parece ya luchar lo noble en el hombre, por su porvenir. Por ella no se<br />

va a una decisión histórica, como en la victoria de los griegos sobre los persas,<br />

en que se funda, hasta hoy, la personalidad occidental, y en el triunfo de los<br />

romanos sobre los cartagineses, que la consolidó” (rdls, p. 92-93).<br />

P 4<br />

Esto lo sabemos hoy mejor que nunca. Ya lo vimos en la Guerra del<br />

Golfo, cómodamente sentados delante de las pantallas de nuestros televisores,<br />

y haciendo zapping para saltar de una competencia de golf, de un desfile de<br />

modas, o de una película sobre alguna guerra en particular, a la guerra “real”, y<br />

ello dentro de la virtualidad propia de la televisión. ¿Y qué veíamos allí? No<br />

precisamente unos soldados luchando cuerpo a cuerpo, sino misiles cayendo<br />

sobre puntos supuestamente estratégicos. En la Era de la Técnica, y en<br />

consecuencia con ello, las guerras son también técnicas. Por lo mismo, si<br />

acaso hay tras ello todavía convicción y voluntad que se vuelve destino, de eso<br />

sólo habrían restos, resabios.<br />

Por otra parte, como ya destacábamos también, la visión de <strong>Jaspers</strong> de<br />

la guerra, tiene el carácter de lo desenfadado y de lo realista, similar a lo que<br />

encontramos en Nietzsche, o en el siglo XX, en Ernst Jünger. Es decir, aquí se<br />

reconoce cierta justificación de la guerra, aunque sea al modo de un último<br />

recurso, cuando la diplomacia se ha agotado. Sobre esta base se puede<br />

entender la alusión de <strong>Jaspers</strong> a la victoria de los griegos, en buenas cuentas<br />

del macedonio Alejandro Magno sobre los persas, como la de los romanos<br />

sobre Cartago, ya que precisamente ambas, con todo los cruentas que pueden<br />

haber sido esas batallas (los romanos, junto con dejar a ras de suelo a<br />

Cartago, acaban arrojando sal sobre ese terreno, para que no crezca nada más<br />

allí), fueron las que permitieron que Europa y Occidente haya llegado a ser lo<br />

que resultó, para bien o para mal. Y de ello también provenimos nosotros, los<br />

latinoamericanos, para bien o para mal.<br />

P 5<br />

Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />

a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />

cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />

de nuestro tiempo”.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 354 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 37<br />

Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />

Audición: sábado 25 de enero a las 13,30 hrs.<br />

y domingo 26 de enero de 2003 a las 17 hrs.<br />

Sin duda alguna, se justifica una condena de la guerra en cualquiera de<br />

sus formas, mas lo que observamos es que las guerras reiteradamente tienen<br />

lugar y nuestra época no constituye una excepción. En este sentido, <strong>Jaspers</strong><br />

tiene una visión realista de la guerra y la paz. Dentro de esta perspectiva tiene<br />

en cuenta, por ejemplo, que no se puede tener paz a cualquier precio, a costa<br />

de la humillación, del atropello o de la burla, y que, por lo tanto, hay situaciones<br />

de tensión entre los estados que pueden llevar inevitablemente a la guerra.<br />

Mas, al mismo tiempo, ya en los años 30, en <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro<br />

tiempo, reconoce la peligrosidad que involucra cualquier eventual guerra futura.<br />

Tomemos en consideración que esto está dicho varios años antes de la II<br />

Guerra.<br />

Y, si bien esa particular peligrosidad de la guerra ya en esa época,<br />

debido más que nada al perfeccionamiento técnico de las armas, tiene su<br />

benéfico revés, porque puede amedrentar y refrenar cualquier guerra posible,<br />

sin embargo, en la medida en que las armas son cada vez más poderosas,<br />

siempre afecta a la humanidad la amenaza de que ellas pudieran usarse en<br />

algún caso de conflicto. Escuchemos:<br />

“Sin embargo, en el horizonte no se evidencia ninguna garantía de que<br />

los pueblos europeos no vuelvan a guerrear nuevamente. <strong>La</strong> posibilidad de paz<br />

en que se trabaja, podría, tal vez, llegar a ser una realidad por el hecho de que<br />

el desarrollo técnico de las armas de guerra imposibilite la lucha, porque en el<br />

reducido espacio, incluso para el atacante supondría la ruina. Pero queda la<br />

posibilidad de una nueva guerra, que, más terrible que todas, fuese el fin del<br />

europeo actual” (rdls, p. 93). HAJ<br />

En ello el pensador tiene en mente el Tratado de Versalles, el cual dejó a<br />

Alemania, como consecuencia de la I Guerra, bajo limitaciones excesivas que,<br />

en efecto, fueron el fermento de un nuevo conflicto. Lo inquietante que hay en<br />

esto es que, por lo mismo, ya en el tratado de paz, para dejar atrás el fantasma<br />

de la guerra, se estaba sembrando inmediatamente la próxima, la cual, de<br />

hecho, fue terriblemente desvastadora.<br />

P 1<br />

Mas, el pensamiento en torno a la guerra de nuestro pensador es más<br />

radical, y podría estimarse que estas consideraciones relativas a la <strong>situación</strong> de<br />

Europa de ese momento son nada más que un síntoma de cierto carácter<br />

beligerante que hay en el hombre. Escuchemos:<br />

“Aunque se lograran resolver los motivos posibles de guerra en lo<br />

económico y en lo que los tratados regulables se refiere, queda en el aire la<br />

cuestión de si anida algo en el hombre que es como una oscura y ciega<br />

voluntad de guerra: algo que lo estimula a transformarse, a salir de lo cotidiano,<br />

de la estabilidad de las circunstancias, algo como una voluntad de muerte y<br />

destrucción y entrega, un entusiasmo incierto por la formación de un mundo<br />

nuevo, o bien unas caballerescas ganas de pelea que desconocen la realidad;


o una voluntad de vigencia que quiere manifestarse en lo que puede soportar y<br />

el libre riesgo de muerte que se prefiere al sufrimiento pasivo de la muerte<br />

como final de una existencia que no vale la pena” (rdls, p. 93-94). HAJ<br />

Reconocemos en esto la profundidad del pensamiento de <strong>Jaspers</strong> sobre<br />

la guerra. Él nos deja ante la duda inquietante de que la guerra tan sólo en el<br />

mejor de los casos hasta cierto punto está en manos del hombre poder evitar a<br />

través de acuerdos, tratados, y otros. Mas, en definitiva ella tendría su<br />

explicación en una dimensión originaria, en el ser del hombre, y que se<br />

manifiesta como un intento a romper con lo establecido, con la cotidianidad<br />

rutinaria, o sea, al fin y al cabo, con aquel modo de ser que <strong>Jaspers</strong> describe<br />

como ser-ahí, como un ser-ahí-no-más.<br />

Y esto es particularmente inquietante, desde el momento en que la<br />

posibilidad más elevada del hombre, caracterizada por él como existencia,<br />

como un poder-ser asumido y libre, significa también un quiebre con aquel<br />

modo de ser elemental: el mero ser-ahí. Esto quiere decir que en la guerra,<br />

mas no por cierto en cada guerra ni en todas las guerras, sino en lo que<br />

podríamos llamar “esencia de lo bélico” está también este germen del salto a la<br />

existencia, pero que puede desembocar en lo nefasto y terrible.<br />

P 2<br />

Comparativamente, en la II Parte de Filosofía, de 1931, titulada<br />

“Esclarecimiento existencial” observamos como también el enfermo mental,<br />

como suele ser el esquizofrénico (tema que ha indagado en profundidad<br />

<strong>Jaspers</strong> en la primera de sus obras mayores Psicopatología general, de 1919),<br />

pero también en el suicida, e incluso en el delicuente, está también, así como<br />

en lo bélico, este germen del salto a la existencia. Advertimos, de este modo,<br />

como del quiebre con el ser-ahí, con nuestro modo de ser nada más que<br />

abocado a las necesidades y afanoso de poder, puede surgir no sólo lo grande,<br />

sino también lo terrible.<br />

Podríamos decir al respecto que, como se trata de la ruptura con un<br />

orden, el orden de lo establecido, de por sí la ruptura ya es un exceso, y más<br />

bien la licencia para un exceso, el que, en cuanto tal, no tiene límites y puede<br />

conducir a la luz o a lo terrible y las tinieblas de lo siniestro.<br />

Tengamos en cuenta a su vez que aquello que llamamos el “orden del<br />

ser-ahí” suele apoyarse sobre unos cimientos muy cuestionables. Pensemos,<br />

por ejemplo, nada más que en el orden actual del mundo, en el que miles de<br />

millones de seres humanos tienen un ingreso menor de 2 dólares diarios, o en<br />

el hecho de que por diversos motivos que es el caso analizar aquí, la que<br />

vendría a ser hoy en día la única superpotencia del planeta, Estados Unidos, se<br />

ha convertido en una especie de policía internacional.<br />

P 3<br />

Para poder entender que en el quiebre del ser-ahí están comprometidos<br />

desde una actitud veraz hasta el delicuente, hay que precisar primero que, con<br />

cierto apoyo en Kant, <strong>Jaspers</strong> ve el mundo del ser-ahí como condicionado,<br />

como que en él todo se justifica en términos de una relación entre medios y<br />

fines, mas el posible ser-sí-mismo del existente está determinado por la<br />

posibilidad de una acción incondicional.<br />

Por ejemplo, la justicia puede perfectamente darle expresión a la<br />

demanda de la mencionada acción incondicional. Ahora bien, la forma como<br />

realicemos la justicia, qué medidas concretas tomemos, si acaso la idea de<br />

justicia la traducimos en una ideología, todo ello corresponde ya a las


demandas de un "actuar-<strong>según</strong>-finalidades" ("Zweckhandeln"). A propósito de<br />

esto, leamos algunos pasajes del “Esclarecimiento existencial”:<br />

"Actuar-<strong>según</strong>-finalidades está condicionado por la finalidad a hacer<br />

explícita y la cual es nada más que medio /de otras/. El actuar incondicional, al<br />

contrario, es él mismo querido como tal; en tanto como actuar en el mundo<br />

tiene finalidades, él está insuficientemente fundado en ellas. Mientras que al<br />

actuar-<strong>según</strong>-finalidades le gustaría conocer una finalidad última, que empero<br />

nunca puede encontrar, no necesita el actuar incondicional una finalidad última,<br />

ya que lo es en sí mismo como expresión de un ser" (p. 294).<br />

P 4<br />

Pero, claro está, fijémosnos bien en lo que ocurre con esta acción<br />

incondicional, por ejemplo la correspondiente a la justicia, en un mundo<br />

caracterizado enteramente por el condicionamiento. Aquí se produce<br />

inevitablemente un choque. <strong>Jaspers</strong>:<br />

"<strong>La</strong> incondicionalidad no tiene una relación tranquila con el ser-ahí; es<br />

recién en el quiebre del ser-ahí el movimiento de su realización. / El hombre, el<br />

único ser /Wesen/ actuante, está de hecho en un quiebre con su ser-ahí" (p.<br />

296).<br />

<strong>Jaspers</strong> sostiene que sólo el hombre actúa, el resto de la naturaleza,<br />

incluyendo los animales, es parte de un acontecer - Geschehen -. <strong>Jaspers</strong>:<br />

"Desde el movimiento de los astros hasta las transformaciones sobre la<br />

superficie terrestre sólo hay acontecer. Planta y animal viven en una<br />

inconsciente relación-de-finalidades /Zweckbezogenheit/ de su ser-ahí cerrado<br />

en sí mismo. Sólo el hombre actúa" (p. 292)). HAJ<br />

Pues bien, este único ser actuante está en un quiebre con el ser-ahí, el<br />

cual es ya en primer lugar con la naturaleza. Y continúa:<br />

"Él quiebra con la naturaleza con el fin, o bien de hacerse uno con ella<br />

libremente, o bien caer en ella salvajemente, lo que no es un retorno a la<br />

naturaleza, sino una desvirtuación del hombre, que no puede dejar de ser<br />

hombre" (p. 297). HAJ<br />

Pero luego ese quiebre (que también incluye a la técnica), se amplía a<br />

toda forma de "orden-del- ser-ahí" ("Daseinsordnung") como estado, sociedad,<br />

estado, iglesia, incluso la vida misma. Desde esta perspectiva, que tiene que<br />

ver con el planteamiento de que el hombre no agota su ser como mero ser-ahí,<br />

<strong>Jaspers</strong> dirige su atención con mucha perspicacia a lo que sucede con el<br />

delicuente, el enfermo mental (Geisteskranke) y el suicida, porque<br />

efectivamente ellos también quiebran a su manera con el orden-del- ser-ahí,<br />

incluso con la vida, como es el caso del suicida, el cual de alguna manera<br />

puede decir en los momentos previos a su acto fatal: aquí mando yo, pero ese<br />

"yo" que así discurre y osadamente decide, ya no es mero ser-ahí (cfr. p. 298,<br />

300 ss.).<br />

Ello explica también porque nuestro <strong>Jaspers</strong> le presta tanta atención a<br />

Van Gogh, Strindberg y Nietzsche y les dedica importantes análisis y escritos.<br />

P 5<br />

Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />

a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />

cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />

de nuestro tiempo”.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 355 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 38<br />

Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />

Audición: sábado 1 de marzo a las 13,30 hrs.<br />

y domingo 2 de marzo de 2003 a las 17 hrs.<br />

Uno de los aspectos interesantes que tiene el análisis de la guerra y la<br />

paz que hace <strong>Jaspers</strong> radica particularmente en ver al hombre de alguna<br />

manera en esa tensión entre ambas posibilidades, al modo de una estructura<br />

constitutiva de nuestro ser, de la que no podemos escapar. Por más que<br />

intentemos inclinar la balanza hacia el lado de la paz, y procuremos aquello<br />

que llamó Kant la “paz perpetua de la humanidad”, observamos a lo largo de la<br />

historia como esto no se cumple, como ello se muestra ilusorio y propio de un<br />

“falso idealismo”.<br />

Destaquemos a propósito de esto lo curioso que es que el idealismo<br />

pueda ser “falso”, en algunos casos (habría que precisar). En efecto, el<br />

idealismo suele ser falso cuando nos hace aferrarnos a algo que a lo largo del<br />

tiempo se ha de mostrar como meramente ilusorio, y aunque a él lo animen<br />

loables propósitos.<br />

En una oportunidad anterior veíamos como estamos tan lejos siempre de<br />

darle cumplimiento a aquella esperanza de Kant de la paz perpetua, que en las<br />

relaciones internacionales siempre está en juego una idea de “paz armada”,<br />

como que hay el convencimiento general por parte de las naciones de que<br />

únicamente en la medida en que se está suficientemente armado, puede<br />

garantizarse la paz, pero agreguemos aquí: nada más que hasta cierto punto.<br />

Veíamos a su vez en esa oportunidad, como en contraste con ello, en<br />

las relaciones humanas, que podemos llamar “de lo cercano”, con los<br />

parientes, con los amigos, nos basamos en una idea de paz más genuina, en el<br />

sentido del entendimiento, la confianza, el respeto, la comprensión y la<br />

comunicación.<br />

El hombre pues está de este modo en esta disociación entre la paz<br />

armada y la paz como confianza (para decirlo en una sola palabra).<br />

P 1<br />

<strong>La</strong> mirada de Japers corresponde entonces a un hombre atrapado en<br />

esta tensión guerra-paz, sin poder nunca quedarse y sostenerse en uno solo de<br />

estos polos.<br />

Quizás lo interesante de ver las cosas de este modo radica a su vez en<br />

el hecho de que en verdad, en un sentido ontológico, estamos ante un solo<br />

fenómeno (y no dos), al que simplemente podríamos llamar “guerra-paz”, en<br />

que sucede que el hombre se desliza como sobre un péndulo de uno al otro y<br />

de vuelta al primero. Algo parecido, podría decirse respecto de la dupla amorodio,<br />

como ya lo reconoce el filósofo florentino del Renacimiento, Marsilio<br />

Ficino en sus “Comentarios al Banquete de Platón”, como que, mirada esa<br />

dupla en profundidad, se trata de un solo sentimiento que puede deslizarse<br />

hacia uno u otro polo.<br />

Escuchemos a <strong>Jaspers</strong>:<br />

“Que no hay una posibilidad visible para una paz definitiva ni tampoco<br />

para una guerra imbuida de sustancia histórica, y que el hombre está en la


tensión entre el orden del ser-ahí y la violencia, es algo que hay que aceptar. El<br />

círculo vicioso del temor a la guerra que trae consigo para su aseguramiento el<br />

armamentismo, que al final conduce a la guerra, que se quisiera evitar, puede<br />

ser quebrado o bien por un único poder que surja con la unión y acuerdo de los<br />

hombres en posesión de los medios de guerra y que pudiera prohibírsela a los<br />

demás pueblos, o por un destino invisible que abriera paso entre la ruina a un<br />

nuevo ser humano. Querer este camino sería ciega impotencia; mas para él,<br />

como de su posibilidad, debe estar preparado quien no se engaña” (p.89).<br />

P 2<br />

Podríamos decir que la imbricación de la paz con la guerra es pensada<br />

por <strong>Jaspers</strong> como parte de nuestra estructura, mas lo que califica como círculo<br />

vicioso, y que lo vemos atravesar la historia es como el temor a la guerra<br />

conduce al armamentismo y finalmente a la guerra.<br />

Habría una posibilidad concreta, en todo caso, y que <strong>Jaspers</strong> destaca en<br />

el pasaje citado, de alcanzar una paz duradera o tal vez definitiva, siempre y<br />

cuando se de la <strong>situación</strong> de que un estado poderoso inclinara a los otros a<br />

deponer, e incluso entregar sus armas, quedando únicamente él como el<br />

garante de la paz.<br />

Relativamente a este punto, sorprende constatar de cómo desde hace<br />

ya algún tiempo nos encontramos, para bien o para mal, en esta <strong>situación</strong>, o<br />

más bien, al parecer vamos de camino hacia allá, en cuanto a que la<br />

superpotencia única que va quedando, Estados Unidos, se erige hoy como el<br />

garante de la paz mundial, para lo cual hace un papel, que este mismo estado<br />

se atribuye, como de policía internacional. Y esto es tan impresionante, como<br />

también de tal actualidad, que observamos como Estados Unidos simplemente<br />

dictamina prohibiciones de armas químicas y nucleares a todos los países del<br />

orbe, pero que no se aplica a sí mismo.<br />

Quienes observamos con atención y preocupación el acontecer mundial<br />

nos damos cuenta, en todo caso, que el asunto es sumamente complejo, por<br />

cuanto se trata también de una cierta <strong>situación</strong> a la que se ha llegado a raíz de<br />

la fuerza de las circunstancias, aunque, por otra parte, uno tiende a pensar de<br />

que si la actitud de Estados Unidos fuera más abierta y comprometida con el<br />

resto del planeta, las cosas podrían ser muy distintas.<br />

P 3<br />

Y ello tiene a su vez tanta fuerza efectiva que si hay temor a la guerra y<br />

éste no puede traducirse en armamentismo, como sería el caso de Alemania,<br />

bajo las consecuencias del Tratado de Versalles, después de la I Guerra, esto<br />

mismo ya pasa a ser el germen de la II Guerra Mundial, que efectivamente se<br />

produjo. Éste es pues el círculo vicioso, el cual es a la vez un círculo infernal.<br />

Escuchemos:<br />

“Queda la cuestión de la facultad de armarse como tal. También con el<br />

logro de una paz duradera está a la larga perdido quien se ha sustraído a la<br />

preparación interior para la lucha física. Lo que se ha impuesto a Alemania, un<br />

ejército profesional y supresión del servicio obligatorio, supondría, si se<br />

generalizara, el mayor peligro para la paz /.../” (rdls, p. 95).<br />

El carácter epocal de este escrito que examinamos, <strong>La</strong> <strong>situación</strong><br />

<strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo, de 1932, se advierte no solamente en este tipo de<br />

alusiones, como al Tratado de Versalles, sino además en la visión que se tiene<br />

del pacifismo, en el sentido de ver en esta postura un peligro respecto de la<br />

posibilidad de nuevas guerras, que se puede incluso poner en parangón con lo


que se vincula con el belicismo. En todo caso, el asunto es que tanto el<br />

pacifismo como el belicismo ocultan ya sea la humillación de una paza a<br />

cualquier precio, o las atrocidades sin límite de la guerra. Escuchemos:<br />

“<strong>La</strong> dificultad está en el velamiento /de las situaciones/ que hay en todos<br />

lados” (p. 90). “<strong>La</strong>s paradas militares que despiertan la voluntad de guerra, no<br />

muestran a la población los ataques por medio de gases, ni el hambre, ni la<br />

verdadera muerte. Los argumentos pacifistas callan lo que supone ser<br />

esclavizado y vivir sobre el principio de no oponer resistencia. Ambos ocultan el<br />

fondo del mal que es la oscura válvula de todas aquellas fuerzas que, al cabo,<br />

descargan en la guerra: el considerar la propia existencia incuestionablemente<br />

como la mejor, como la única verdadera; la incapacidad de colocarse en el<br />

punto de vista y en la <strong>situación</strong> de los demás sin traicionarse a sí mismo; el<br />

temor que pide seguridad y que sólo la encuentra en la superioridad de poder<br />

sobre los demás; la ambición de poder, como tal; las falsedades contra uno<br />

mismo y contra los demás, que hacen de la vida una confusión, con la<br />

afirmación ciega de la pasión indiscutible y el impulso hacia la tiniebla que<br />

busca el recurso violento” (rdls, p. 96).<br />

P 4<br />

Nos damos cuenta, de este modo, como <strong>Jaspers</strong> tiene en la mira al ser<br />

humano en cuanto tal y en su más cruda realidad. Y esta realidad se encuentra<br />

bajo limitaciones muy difíciles de superar. Centremos nuestra atención en<br />

algunas de las limitaciones analizadas por <strong>Jaspers</strong> en la última cita:<br />

1.Considerar la propia existencia como la mejor.<br />

2.<strong>La</strong> incapacidad de colocarse en el punto de vista del otro, que<br />

seguramente defiende sus intereses con la misma justificación con que<br />

nosotros defendemos los propios.<br />

3.El temor que nos induce a la búsqueda de seguridad, en aras de su<br />

superación, seguridad que tenemos la sensación que sólo alcanzaremos<br />

teniendo mayor poder sobre los demás.<br />

Podríamos decir que estos tres factores tienen tal fuerza que<br />

prácticamente nos ponen ante un callejón sin salida respecto de las<br />

posibilidades reales de alcanzar y conservar la paz.<br />

Es más, me atrevería a agregar que resulta incluso ingenuo siquiera<br />

pretender que superaremos estas condiciones de partida. Que mi existencia es<br />

la mejor; que únicamente me coloco en mi propia perspectiva; y que<br />

experimento temor respecto del otro, lo que me lleva afanosamente a buscar la<br />

seguridad, y, al mismo tiempo, a intentar tener más poder que los otros, todo<br />

ello representa hasta cierto punto un dato innegable, si se quiere analizar la<br />

<strong>situación</strong> en que se encuentra el hombre respecto de la guerra y la paz.<br />

P 5<br />

Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />

a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />

cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />

de nuestro tiempo”.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 356 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 39<br />

Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />

Audición: sábado 8 de marzo a las 13,30 hrs.<br />

y domingo 9 de marzo de 2003 a las 17 hrs.<br />

Si en términos políticos al mundo lo ha caracterizado un tránsito de una<br />

sociedad aristocrática de castas y clases (que tienen el poder y las riendas del<br />

gobierno), a la democracia, éste ha sido radical, de profundas consecuencias, y<br />

también doloroso, por cuanto se ha derramado mucha sangre por ello. Es lo<br />

que ha tenido que ver con la Revolución Francesa y varias otras que le<br />

siguieron en el tiempo.<br />

Y, sin duda, el pequeño grupo aristocrático con el poder en sus manos<br />

recibía en los más distintos estados e imperios una formación privilegiada. Ello<br />

permitía a estos grupos, al rey, al príncipe, al sultán, al zar, y a los miembros de<br />

la corte dirigir el gobierno en propiedad.<br />

Mas, el problema, como bien sabemos, fue, en particular en distintas<br />

latitudes de Occidente, que esta estratificación social fue reconocida con el<br />

paso del tiempo como injusta, lo que llevó a la revolución.<br />

Y la nueva <strong>situación</strong> generada a partir de esto nos ha dejado a lo largo<br />

de un tiempo indefinido, en el cual todavía nos encontramos, en un punto que,<br />

por muchas razones, podría considerarse como incierto. Destacaría aquí nada<br />

más que 2 aspectos que ameritan nuestra atención:<br />

1.El hecho de una falta de preparación de las masas, que eligen a sus<br />

representantes y autoridades de una manera que no deja de ser hasta cierto<br />

punto aleatoria y caótica.<br />

2.El gobernar más que nada en función de ganarse el apoyo de las<br />

masas suscita una extravío del rumbo de la sociedad y de la historia.<br />

P 1<br />

Sobre la base de éstas y otras consideraciones atendidas por <strong>Jaspers</strong>,<br />

puede él sostener que, de este modo, no se cumple que la historia universal<br />

sea el tribunal del mundo, o de la humanidad (Weltgerciht). Escuchemos:<br />

“Que, <strong>según</strong> la convicción de Schiller y de Hegel, la historia universal<br />

sea el tribunal de la Humanidad, es algo a lo que apenas podemos dar crédito.<br />

<strong>La</strong> realización en el fracaso puede ser tan verdadera como en el éxito. Lo que<br />

tiene la primacía ante la trascendencia nadie puede saberlo” (rdls, p. 97).<br />

Lo decisivo es lo último: como de cara a la trascendencia o al ser mismo<br />

la historia universal no puede ser el tribunal del mundo desde el momento que<br />

no podemos saber cuáles son sus parámetros, y lo que para los hombres es<br />

éxito a la luz de la trascendencia puede ser fracaso, o viceversa.<br />

Y, habría que precisar, que la historia universal no ha sido el tribunal del<br />

mundo tampoco durante la era, que podemos llamar simplemente<br />

“aristocrática”, porque se apoyaba en una estratificación social injusta, como<br />

tampoco durante la era, que llamamos aquí “democrática”, por una falta de<br />

conducción adecuada de la sociedad.<br />

En todo caso, <strong>Jaspers</strong> tiene en su libro <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro<br />

tiempo casi exclusivamente en cuenta la penuria de su tiempo, y por<br />

consiguiente, el de la era democrática. Y lo cierto es que su cuestionamiento lo


lleva más lejos aun, en el sentido de plantear algunas dudas respecto de la<br />

democracia misma y sus propósitos. Esto puede sonar chocante a nuestros<br />

oídos contemporáneos que tan sólo prestan justamente oídos a lo que les<br />

suena bien, y una palabra casi sagrada para ellos no es otra que la palabra<br />

democracia. Mas, lo propio de la filosofía es llevar las preguntas hasta las<br />

últimas consecuencias, y así como Nietzsche ponía en entredicho no<br />

solamente al socialismo de la época, sino también a la democracia, así<br />

encontramos en <strong>Jaspers</strong> interesantes cuestionamientos al respecto.<br />

Escuchemos:<br />

“Es una fundamental cuestión política, histórica universal de nuestro<br />

tiempo la de si las masas pueden ser democratizadas, si la naturaleza media<br />

del hombre es, en definitiva, apta para incorporar a su vida, de hecho una<br />

participación en la responsabilidad como ciudadano, por medio de asumir en su<br />

vida un saber y una decisión conjunta respecto de las líneas fundamentales. Es<br />

indudable que hoy los electores, en su inmensa mayoría, no obedecen a una<br />

convicción fundada en el conocimiento sino a incomprobables ilusiones y vanas<br />

promesas; que representa un papel muy importante la pasividad de quienes se<br />

abstienen de votar; que minorías y burocracias fluctuantes e individuos<br />

gobiernan debido a situaciones fortuitas. <strong>La</strong> masa sólo puede decidir por<br />

mayoría. <strong>La</strong> lucha por las mayorías con todos los medios de la propaganda, de<br />

la sugestión, del engaño, de la actuación con miras a intereses particulares<br />

parece ser el único camino al gobierno” (p. 92).<br />

P 2<br />

Alguna vez hablábamos de lo que podríamos llamar un “voto a ciegas”,<br />

como que hoy por hoy en nuestras elecciones ya no sabemos propiamente por<br />

quién votamos, y esto, la verdad, es que le pasa a casi todo el mundo. Es<br />

sabido, sobre la base de estadísticas, de que casi siempre gana las elecciones<br />

simplemente aquél con mayor presencia en las calles, y esto es apenas un<br />

ejemplo entre muchos de cómo está significativamente desvirtuada la<br />

democracia. A ello se agrega que el poder de los medios de comunicación que<br />

prácticamente se constituye en el poder tras el poder. Y junto con los media, en<br />

particular con la televisión, entra el poder de la imagen, en cierto modo<br />

independizada de las ideas, siendo incluso más fuerte que estas últimas.<br />

Y el poder de la imagen es tal que suele desvirtuarse en función de ella<br />

incluso la actuación de la justicia. Hoy en día vivimos esto en nuestro país, me<br />

refiero a lo que viene sucediendo desde los últimos meses del 2002, en cuanto<br />

a que si a distintas autoridades se las ha encarcelado, es tal la presión que<br />

realiza el gobierno sobre la justicia, que se dificulta con ello el esclarecimiento<br />

de los hechos. Y en este contexto se suele escuchar mucho argumentos<br />

alusivos a que la <strong>situación</strong> en cuestión afecta la imagen de nuestro país, y<br />

cosas por el estilo.<br />

Con todo, como suele decirse, la democracia es considerada como la<br />

mejor entre todas las malas soluciones, al modo del principio de la preferencia<br />

del mal menor para evitar uno mayor.<br />

A su vez afecta nuestro mundo la falta de verdaderos líderes,<br />

conductores, caudillos, y justamente porque se ponen al servicio de la masa. Y,<br />

si bien cabe tener en cuenta lo que plantea Jean Baudrillard en <strong>La</strong>s estrategias<br />

fatales de que la masa no sabe qué desear, y requiere de ídolos que la<br />

acicateen y la conduzcan en determinada dirección, el problema es entonces


de cómo nuestros caudillos se abocan al parecer únicamente a lo que la masa<br />

puede apreciar o despreciar.<br />

P 3<br />

Escuchemos:<br />

“El auténtico caudillo, que, como continuidad de una vida, puede señalar<br />

el camino y adoptar las resoluciones, sólo puede darse cuando encuentra el<br />

ámbito preparado para recibirle. <strong>La</strong> cuestión es hoy a qué apela el caudillo en<br />

las masas, qué instintos han de despertarse, a qué índole de capacidades se le<br />

brinda oportunidad, qué caracteres quedan excluidos. Quien políticamente<br />

quiere, debe infundir voluntad a las masas. Estas masas pueden ser una<br />

minoría. Pero caudillos que por sí mismos inspiren a quienes por sí mismos<br />

son, han aparecido en la <strong>situación</strong> actual, hasta ahora, raramente. Los caudillos<br />

son, o exponentes de una <strong>situación</strong>, condicionados bajo control constante y<br />

sólo mirados con desconfianza, o la voluntad momentánea de muchos, o con<br />

cuya transformación desaparecen; o son demagogos, desconocidos en su<br />

verdadera realidad, que durante algún tiempo embriagan a las masas: o están,<br />

en comunidad con una minoría, en posesión interesada del poder militar de<br />

hecho, por el que todos los demás son subyugados, quieran o no” (rdls, p. 98-<br />

99).<br />

El diagnóstico es pues el de la falta de auténticos conductores. A<br />

propósito de ello podemos advertir, y especialmente en nuestro país, que<br />

siendo que al periodista le corresponde una posición relativamente subalterna<br />

en la conducción de la sociedad, ya que su tarea es fundamentalmente<br />

informar, en vistas de que no hay los tales auténticos conductores, él suele<br />

asumir este rol, y se convierte en una figura de la más alta aprobación y estima.<br />

Ya en una oportunidad anterior veíamos como <strong>Jaspers</strong> en <strong>La</strong> <strong>situación</strong><br />

<strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo conserva todavía una elevada idea del estado,<br />

aunque advierte que ya es un estado que ha perdido la aureola. Pues bien,<br />

ahora se observa esto en el sentido de cómo el estado tiende a sucumbir bajo<br />

la masa. <strong>Jaspers</strong>:<br />

“Con tales tendencias del caudillismo evidencia el estado en la época de<br />

la absolutización del orden de las masas, de la técnica y la economía, que está<br />

apresado en tendencias que lo destruyen en su idea” (p. 93).<br />

Lo que decide es entonces nuestro modo de ser elemental, en tanto ser<br />

meramente ahí, lo que se traduce en lo concreto en un estado regido por la<br />

técnica y la economía.<br />

Con ello <strong>Jaspers</strong> logra no solamente explicar y describir lo que ya<br />

sucede en los años treinta, sino vaticinar el tiempo venidero, ya que<br />

patentemente nos encontramos hoy en día en una <strong>situación</strong> como la descrita,<br />

sólo que mucho más pronunciada.<br />

<strong>La</strong> técnica y la economía llevan el rumbo del mundo, a la vez que la<br />

política y la ética han sido significativamente desplazadas.<br />

P 4<br />

Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />

a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />

cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />

de nuestro tiempo”.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 357 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 40<br />

Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />

Audición: sábado 15 de marzo a las 13,30 hrs.<br />

y domingo 16 de marzo de 2003 a las 17 hrs.<br />

Así como hay el tiempo cósmico, hay una calendarización y medición<br />

que hacemos de él y que corresponde a nuestro modo de vincularnos y<br />

regirnos por el tiempo como seres humanos. Ya en ello se descubre que no<br />

sólo hay tiempo, sino temporalidad. Que el tiempo de la niñez lo vivamos más<br />

velozmente que el tiempo de nuestra adultez alude también a distintos modos<br />

de la temporalidad. A su vez, cómo nos determina el pasado, el presente y el<br />

futuro, en el sentido, por ejemplo, de que el joven es más que nada futuro y el<br />

viejo pasado, todo es temporalidad y temporalización. Esto fue pensado<br />

fundamentalmente por <strong>Jaspers</strong>.<br />

Heidegger hará su propio desarrollo al respecto en el que, como es<br />

característico de su pensar, se pondrá un énfasis en el ser, como el que<br />

determina al hombre.<br />

Con la historia sucede algo similar, por cuanto nos relacionamos con ella<br />

de distinta forma, y ello tiene que ver con la historicidad. Ya en Nietzsche<br />

encontramos un anticipo de esto especialmente atendiendo a lo que tratáramos<br />

anteriormente de distintos modos de la historiografía (del relato histórico), pero<br />

también, <strong>según</strong> veíamos, de la misma historia. Recordemos que para<br />

Nietzsche hay los modos monumentalista, anticuario y crítico. En cada uno de<br />

ellos nos ponemos en relación con el acontecer histórico de distinta manera.<br />

Teniendo claridad sobre lo anterior, <strong>Jaspers</strong> se preocupa de precisar la<br />

relación con la historia que caracteriza nuestro tiempo, destacando que ella<br />

está fuertemente determinada por un darle la espalda al pasado. Y si bien es<br />

propio de nuestra época la posesión de una considerable información acerca<br />

del pasado en archivos, museos y bibliotecas, sin embargo prima en ello la<br />

erudición y no una genuina relación con el pasado.<br />

Y entonces, cabe hacer la pregunta: ¿en qué consistiría esa supuesta<br />

genuina relación con el pasado? <strong>La</strong> respuesta es que ella se da en la medida<br />

en que recién el pasado y su correspondiente conocimiento y asunción nos<br />

permite ser propiamente.<br />

Es como lo que Goethe expresa simplemente en una frase, cuando dice<br />

que hoy por hoy se requiere ni más ni menos que una memoria de al menos<br />

unos 3.000 años para que un hombre llegue a ser propiamente tal.<br />

P 1<br />

Escuchemos a <strong>Jaspers</strong>:<br />

“Ha surgido una hostilidad a la cultura que reduce el contenido <strong>espiritual</strong><br />

a la capacidad técnica y la expresión del mínimo, desnudo ser-ahí. Esta actitud<br />

es el correlato al proceso de la tecnificación del planeta como de la vida del<br />

individuo, en tanto se interrumpe la tradición histórica en todos los pueblos,<br />

para poner sobre un nuevo fundamento la totalidad del ser-ahí: sólo puede<br />

subsistir lo que ingresa en el mundo de la Ratio técnica, creado por Occidente,<br />

pero de validez general por su efectividad y sentido. Este ingreso condiciona<br />

una conmoción que alcanza hasta las raíces del ser humano” (p. 110).


Ya hemos analizado anteriormente la cuestión de la técnica y la<br />

determinación de nuestro mundo. Ahora observamos esto desde la perspectiva<br />

de este darle la espalda a la tradición histórica, que la técnica trae consigo.<br />

Esto tiene su propia lógica desde el momento en que las exigencias de los<br />

nuevos inventos y productos técnicos nos abocan al presente y a las<br />

posibilidades futuras, en lo que cabe considerar a su vez que esa inventiva<br />

genera la más gigantesca transformación del mundo y de manera<br />

extraordinariamente veloz. Agreguemos que esa misma velocidad va ligada a<br />

una falta de tiempo, y resulta que aquella adecuada relación con la tradición<br />

requiere justamente de tiempo.<br />

Y lo que es más importante en la última cita es como tras la técnica hay<br />

una racionalidad específica, a la que llama aquí <strong>Jaspers</strong> “Ratio técnica”. Ella<br />

corresponde no más a una razón libre y comprometida con una adecuada<br />

relación entre hombre y mundo, sino a un razón que se ha emancipado y se<br />

apoya únicamente en sus propias posibilidades de calculabilidad y de dominio,<br />

a través de poderosos criterios y parámetros de explotabilidad, eficiencia y<br />

funcionalidad.<br />

Este giro hay que hacerlo notar aquí porque constituye un anticipo más<br />

de lo planteado por <strong>Jaspers</strong> en 1932 de lo que hará Heidegger en 1956 en <strong>La</strong><br />

proposición del fundamento, planteando que tras la técnica está el principio de<br />

razón suficiente en una modalidad específica. En todo caso, reconozcamos<br />

también que el análisis heideggeriano emprendido allí es brillante y no queda<br />

en absoluto menoscabado por el hecho de que <strong>Jaspers</strong> haya pensado con<br />

anterioridad ciertas cuestiones fundamentales del problema de la técnica.<br />

P 2<br />

Habría que aclarar también que <strong>Jaspers</strong> es lo suficientemente preciso<br />

como para caracterizar nuestro tiempo en términos de un darle la espalda a la<br />

tradición histórica, y no meramente a la historia, y más específicamente a la<br />

historiografía. Y destaca también que es característica de nuestro tiempo una<br />

“hostilidad cultural”. Esto quiere decir que aquí está en juego al mismo tiempo<br />

la cultura y todo lo que está incluido en el legado de la tradición.<br />

Vista la aludida pérdida de la tradición con ese alcance, entendemos<br />

recién por qué y hasta qué punto ella es tan determinante que si la dejamos<br />

atrás o comienza a sernos indiferente o irrelevante, efectivamente ello puede<br />

conllevar un severo extravío.<br />

En lo sustancial, ello quiere decir que a la técnica por sí misma no le<br />

corresponde fijar ningún rumbo del hombre, del mundo o de la historia, y<br />

constatamos con preocupación que ni más ni menos esto es lo que<br />

indiscutiblemente sucede. El mentado rumbo únicamente se puede iluminar y<br />

fijar desde las obras del hombre, desde los hechos y acontecimientos, desde la<br />

plástica, la música, la filosofía, las religiones y los mitos.<br />

Éste es también un punto importante desde el momento en que se tiene<br />

en cuenta que en la historiografía suele predominar un sesgo meramente<br />

político, en lo que se advierte una constricción de los asuntos humanos e<br />

históricos a un desarrollo de colectividades en tanto estados y sus encuentros y<br />

desencuentros con otros estados. En otras palabras, la historiografía que se lee<br />

en muchas obras da la impresión de ser un relato del desarrollo de uno o más<br />

estados.<br />

Y las sociedades, como los individuos (que no son meramente<br />

ciudadanos de un estado) que hay detrás han quedado postergadas.


Mas, esto afortunadamente está cambiando en los últimos años.<br />

P 3<br />

En relación a la técnica entra a tallar además una nueva consideración<br />

que da mucho que pensar. Ella atañe a que el paso hacia la técnica caracteriza<br />

nuestro mundo occidental, más aun, puede y debe ser observado como un<br />

impulso que viene de su propio desarrollo, a saber, al modo de un designio. En<br />

este sentido es decidor que uno de los grandes mitos fundacionales de nuestro<br />

modo de ser occidental sea el de Prometeo que le roba el fuego a los dioses.<br />

Y el consabido designio es tal que cabe decir que relativamente a él<br />

incluso no hemos tenido significativamente una opción. Mas, en lo que<br />

concierne a otras culturas, más encima sucede que la técnica occidental<br />

adviene sobre ellas desde fuera, transformándolas con consecuencias<br />

devastadoras. <strong>Jaspers</strong>:<br />

“<strong>La</strong> ruptura, es, en Occidente, la más honda que se haya experimentado<br />

jamás; mas al haber sido creada por el mismo Occidente en su desarrollo<br />

<strong>espiritual</strong>, se sitúa aquí en la continuidad de un mundo al que pertenece. Pero<br />

para todas las demás culturas llega de fuera como una catástrofe. Nada puede<br />

subsistir en la vieja forma. Los grandes pueblos de cultura de la India y del Asia<br />

oriental se encuentran, como nosotros, ante el mismo problema básico. O se<br />

transforman dentro del mundo de la civilización técnica, con sus condiciones<br />

sociológicas y sus consecuencias, o se hunden” (rdls, p. 118-119).<br />

P 4<br />

Si bien se pueden hacer muchas diferenciaciones al respecto, lo cierto<br />

es que lo planteado aquí por <strong>Jaspers</strong> hay que verlo del modo más radical,<br />

como que se refiere ante todo a la irrupción de una nueva mentalidad<br />

comandada por la “Ratio técnica” (y de una razón instrumental) que genera una<br />

disrupción en distintas culturas. En efecto, un bosque tiene que perder su<br />

aureola de la sacralidad para echarlo abajo y hacer tablas o chips con él.<br />

El choque, el trastorno y la devastación de una cultura invadida por otra<br />

es aquí inevitable, a menos que de partida se coloque a la técnica es su justo<br />

lugar al servicio del hombre y de la naturaleza. Pero, como bien vemos, esto no<br />

es el caso y todavía no queremos entenderlo.<br />

<strong>La</strong>mentablemente, como hemos dicho en alguna oportunidad, el hombre<br />

suele casi siempre aprender a partir de colapsos. En este caso se trataría de<br />

un colapso de origen técnico que, por ejemplo, acabe generando un hoyo de tal<br />

tamaño en la capa de ozono que comience a haber cada más muerte en el<br />

planeta de flora, fauna y seres humanos.<br />

P 5<br />

Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />

a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />

cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />

de nuestro tiempo”.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 371 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 54<br />

Audición: domingo 22 de junio de 2003 a las 17 hrs.<br />

En <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo <strong>Jaspers</strong> observa que es tal<br />

el peso que tiene la existencia-humana-concreta – aquella que se apoya en el<br />

mundo dado de estructuras de poder, al que llama también el “aparato” - que<br />

éste termina por ahogar prácticamente todo posible ser-sí-mismo. Pues bien,<br />

en cuanto al rescate del ser del hombre, el papel decisivo no le cabe más a la<br />

religión, sino a la filosofía. Leemos que:<br />

“El filosofar ha llegado a convertirse en el fundamento para el ser<br />

auténtico del hombre” (134).<br />

Y agrega más adelante:<br />

“No más la divinidad revelada, de la que depende todo, es lo primero, no<br />

más el mundo, que subsiste, sino que lo primero es el hombre que, sin<br />

embargo, nunca está conforme consigo mismo y puja más allá de sí” (134).<br />

En efecto, podemos decir con <strong>Jaspers</strong> de que hoy podemos como<br />

nunca mirar como el bogador hacia atrás - el tiempo, la historia y la pre-historia<br />

de los que provenimos -, en los que se han jugado ingentes posibilidades<br />

humanas de grávidas consecuencias. Se trata no únicamente de la religión,<br />

sino también y muy particularmente de la política, y resulta que nos<br />

encontramos hoy ante el derrumbe de concepciones del mundo y de<br />

ideologías. A todo ello nuestro pensador le da el nombre apropiado: nihilismo,<br />

que nos pone de cara a la nada, agregando que esta nada, no obstante toda la<br />

carga negativa que conlleva, va aparejada, sin embargo, con la más grande<br />

libertad, ya que precisamente no hay nada que nos obligue a ir por un camino u<br />

otro.<br />

Pero, por otro lado, una nada que da la posibilidad de que el hombre de<br />

la manera más libre siga su propio rumbo, va inevitablemente acompañada por<br />

una angustia sartreana del tener justamente que elegir. <strong>Jaspers</strong>, mucho antes<br />

que Sartre, en 1932, ya reconoce esta angustia.<br />

P 1<br />

Escuchemos:<br />

“El hombre no queda hoy ya troquelado asimilándose lo que su mundo le<br />

ofrece como ser por la tradición. Entregado sólo a ella se dispersa. En un<br />

sentido nuevo ha de mantenerse por sí mismo individualmente: ha de ayudarse<br />

a sí mismo desde el momento que no es libre por la asimilación de la sustancia<br />

que todo lo penetra, sino que lo es en el vacío de la nada. Cuando la<br />

trascendencia se oculta, el hombre sólo puede llegar a ella por sí mismo” (145,<br />

RDLS).<br />

Al decir <strong>Jaspers</strong> que el hombre no es más libre en función de “la<br />

asimilación de una sustancia que todo lo penetra”, se refiere a que no hay más<br />

una creencia o una idea suficientemente fuerte que determine al hombre y que<br />

baste volcarse sobre ella como para estar en el recto camino, sino que estamos<br />

hoy, por el contrario, de cara a la nada.<br />

Y continúa:<br />

“El ayudarse a sí mismo lleva al que actualmente filosofa al modo como<br />

es pensado el ser humano. Los viejos contrastes de los puntos de vista


individualista y socialista, liberal y conservador, revolucionario y reaccionario,<br />

progresista y retardatario, materialista e idealista, no son adecuados ya,<br />

aunque hayan de servir todavía, en todas partes, de bandera o de injuria. Una<br />

confrontación de puntos de vista, como si hubiese varios para escoger, no es<br />

ya el método para llegar uno a su verdad” (145, RDLS).<br />

P 2<br />

Ahora bien, si es la filosofía la que mejor nos permite por una parte<br />

enterarnos del estado actual de las cosas y al mismo tiempo de su salida, hay<br />

que considerar que esto que llamamos aquí lo “actual” o el “hoy” se refiere a<br />

una obra de 1932. Esto es importante en cuanto a una cuestión temporal, y<br />

más bien habría que decir de temporalidad, y en estricto rigor de la<br />

temporalidad propia de la filosofía. Si planteamos esto con Heidegger cabe<br />

sostener que es propio del pensar filosófico el demorarse en las cosas (con<br />

Parménides diríamos que “los molinos muelen lento”). Lo que podemos llamar<br />

“temporalidad filosófica” tiene que ver por lo tanto con la lentitud.<br />

A ello corresponde agregar que si el tema es lo relativo al hombre, el<br />

mundo y la historia, se da además en relación con ello que los cambios<br />

significativos y decisivos demoran.<br />

Quiero decir con ello que lo que <strong>Jaspers</strong> describe en la obra del 32 en lo<br />

sustancial se mantiene inalterado y sigue plenamente vigente. Por ejemplo, si<br />

él se da clara cuenta de que hemos ingresado en un mundo bajo la batuta de la<br />

técnica, y que entramos en la era de la planificación total, es patente que esto<br />

no sólo se mantiene, sino que se ha ahondado y radicalizado hasta un extremo<br />

inimaginable. Pensemos nada más que, a propósito de la planificación total, ya<br />

iniciamos la clonación vegetal y animal y que lo único que nos hace vacilar<br />

todavía es la posibilidad de iniciar más encima la clonación humana.<br />

P 3<br />

Y a continuación viene lo decisivo que nos revela precisamente el papel<br />

crucial y actual que le cabe a la filosofía. En lo sustantivo, se trata de que el<br />

hombre, de cara a la nada, se asuma plenamente como posibilidad y libertad.<br />

Únicamente a partir de ello podrá decidir con rectitud qué hacer. Escuchemos:<br />

“El hombre es siempre más que lo que él sabe de sí mismo. Él no es lo<br />

que de una vez por todas es, sino que es camino; no es solamente una<br />

existencia-concreta como constancia, sino posibilidad dada por la libertad, a<br />

partir de la cual él decide en su quehacer fáctico lo que es. / El hombre no es<br />

una rotunda existencia-concreta que simplemente se repite a lo largo de las<br />

generaciones, como tampoco una existencia-concreta patente que se evidencia<br />

a sí misma. Él se abre paso, atravesando la pasividad de renovados e idénticos<br />

círculos y está referido a la actividad de continuar con el movimiento hacia una<br />

finalidad desconocida” (135-136).<br />

Y esto no es todo. No se trata tan sólo de que somos siempre más de lo<br />

que sabemos de nosotros mismos, de que estamos determinados como<br />

posibilidad y libertad y por un impulso hacia finalidades desconocidas, sino que,<br />

por ello mismo, estamos inevitablemente siempre escindidos. <strong>Jaspers</strong>:<br />

“Por ello está el hombre escindido en su ser más profundo. Como sea<br />

que se piense, él se pone a sí mismo de manera pensante contra sí mismo y<br />

contra lo otro. Todas las cosas las ve en oposiciones. / Cada vez algo tiene otro<br />

sentido, ya sea que él se escinda en espíritu y carne, entendimiento y<br />

sensorialidad, alma y cuerpo, deber e inclinación, como además en su ser y su<br />

apariencia, su hacer y su pensar, en aquello que él hace y aquello que él


estima debiera hacer. Lo decisivo es que él siempre tiene que escindirse. No<br />

hay ser humano sin escisión. Mas, en ella él no puede quedarse. Cómo él la<br />

supera, arroja el modo como se aprehende a sí mismo” (136).<br />

P 4<br />

Al leer las anteriores palabras se tiene la impresión de tener la ocasión<br />

de ingresar en nuestro ser y nuestra verdad más íntima. Somos posibilidad,<br />

ser-posible, poder-ser y libertad, pero esto mismo nos determina como<br />

escisión, en cuanto estamos determinados por un impulso de ir siempre más<br />

allá de lo que somos, de nuestro estado actual, y esto tanto respecto de<br />

nosotros mismos como respecto del mundo y la sociedad.<br />

Y esta escisión puede ser por cierto más o menos llevadera. De pronto<br />

ella es muy fuerte, ya sea entre nuestras inclinaciones y nuestros deberes,<br />

como entre nuestro pensar y nuestro hacer, que entramos en conflicto con<br />

nosotros mismos.<br />

En este sentido, estamos siempre en pos de lograr una armonía y un<br />

equilibrio y nos afanamos en ello. Mas, ella nunca la alcanzamos propiamente.<br />

A lo más es ilusoria o apenas momentánea.<br />

Es más: <strong>Jaspers</strong> vincula el posible ser-sí-mismo del hombre, lo que él<br />

también llama la existencia, con la incondicionalidad, y ésta únicamente se da<br />

como requerimiento, como exigencia, como apelación sobre la base de la<br />

tensión propia que hay en aquella escisión. Nos dice el pensador al respecto:<br />

“/.../ porque la incondicionalidad surge solamente en la tensión, en la que<br />

el ser-sí-mismo se asume violentamente como tal” (137).<br />

En el mundo de nuestras existencias-concretas todo es, por el contrario,<br />

condicional, todo se transa, todo esta mediatizado por múltiples razonamientos<br />

y argumentaciones. Y esa condicionalidad llega tan lejos que hasta el hombre<br />

mismo se somete a ella, sin que haya un límite definitivo en esto.<br />

Kant fue probablemente el primero en haber vinculado su ética con la<br />

incondicionalidad, y en su Metafísica de las costumbres plantea claramente<br />

como los valores éticos más originarios, por ejemplo, la honradez y la lealtad,<br />

no admiten condiciones: no puede justificarse bajo ningún punto de vista que<br />

yo sea honrado, por ejemplo, en tales circunstancias, pero en otras no.<br />

Pues bien, <strong>Jaspers</strong> toma este sentido de la incondicionalidad kantiana y<br />

lo lleva más lejos todavía, sosteniendo que el salto a ser-sí-mismo del hombre<br />

surge a partir de una exigencia incondicional.<br />

P 6<br />

El Ciclo “Filosofía de la historia” continúa el próximo domingo a las cinco<br />

de la tarde.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 372 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 55<br />

Audición: domingo 29 de junio de 2003 a las 17 hrs.<br />

Es de una enorme relevancia para la filosofía y su futuro atender al<br />

modo como entiende Karl <strong>Jaspers</strong> la “filosofía de la existencia”<br />

(“Existenzphilosophie”), y que se ha dado en llamar “existencialismo”. Cabe<br />

considerar al respecto que si queremos saber de qué trata la filosofía de la<br />

existencia, él es en primer lugar el llamado a hacerlo, puesto que es uno de los<br />

fundadores de esta corriente filosófica.<br />

Por de pronto, para él tiene tanto peso la filosofía de la existencia que la<br />

filosofía misma es concebida como tal. En lo que sigue podremos entender a<br />

qué se debe esto.<br />

Mas, respecto del hombre hay muchas ciencias precisamente<br />

“humanas”, que tratan de él. Pues bien, para <strong>Jaspers</strong> éstas no tocan al ser del<br />

hombre propiamente tal, en razón de que ven al hombre como objeto, pero<br />

también como el mero resultado de lo que ya es, su ser meramente dado, y<br />

que al mismo tiempo coincide con lo que ya conocemos de él. Leemos en el<br />

Capítulo “Filosofía de la existencia” de <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro<br />

tiempo:<br />

“<strong>La</strong> sociología, la psicología, y la antropología enseñan a ver el hombre<br />

como objeto apto para la experimentación, con cuya ayuda y por medio de<br />

determinadas disposiciones es modificable; así se conoce, ciertamente, algo en<br />

el hombre, no el hombre mismo; pero el hombre, como posibilidad de su<br />

espontaneidad, se vuelve contra su mero ser resultado. No es para el individuo<br />

pura y simplemente apremiante él cómo es sociológica o psicológica o<br />

antropológicamente construido. Se emancipa de lo que las ciencias quisieran<br />

decidir de él en apariencia definitivamente, al captar lo realmente cognoscible<br />

como algo sólo particular y relativo” (158, RDLS).<br />

P 1<br />

Y el conocimiento mismo sólo tiene su justificación en función del<br />

hombre de acuerdo a lo que él se propone hacer con él. Esto solemos olvidarlo,<br />

por cuanto vemos al conocimiento y el saber como teniendo una justificación en<br />

sí mismos. Esto significaría poner los bueyes delante de la carreta.<br />

Escuchemos:<br />

“El hombre necesita para su actuar en toda <strong>situación</strong> y en todas las<br />

profesiones, conocimientos específicos de las cosas y de sí mismo. Pero nunca<br />

bastan estos conocimientos. Pues sólo adquieren plenitud de sentido por medio<br />

del que los posee. Lo que hago con ellos sólo es determinado por mi verdadero<br />

querer. <strong>La</strong>s mejores leyes, las más acertadas disposiciones, los más certeros<br />

resultados del saber, la técnica de mayor efectividad, pueden ser utilizados en<br />

sentido contrario. Se convierten en nada si los hombres no los colman de<br />

sustantiva realidad. Lo que en realidad acontece no puede ser únicamente<br />

cambiado por el mejoramiento de los conocimientos, sino decisivamente sólo<br />

por el ser del hombre; su actitud íntima, el modo cómo es consciente en su<br />

mundo, la sustancia de aquello que le satisface, es el origen de lo que hace”<br />

(159, RDLS). HAJ


¿A qué se debe que el ser del hombre sea tan singular que rebase<br />

siempre todo conocimiento que se tiene de él? El conocimiento tiende a fijarlo<br />

como objeto. Para ello se atiene a su estructura bío-psico-social, pero el<br />

hombre es siempre más que eso. En definitiva para <strong>Jaspers</strong> el hombre es<br />

posibilidad, ser-posible, poder-ser, y, junto con ello, libertad. Y esta posibilidad<br />

y libertad, como nos damos probablemente cuenta, está íntimamente enlazada<br />

con el ser histórico del hombre. En otras palabras, porque el hombre es<br />

histórico, en cierto modo, nunca es el que es.<br />

P 2<br />

Para <strong>Jaspers</strong> es la filosofía de la existencia la que ante todo plantea<br />

esto, a saber que el ser del hombre es posibilidad y libertad y que su ser es<br />

siempre más que lo meramente dado y lo que conocemos de él. Ello se debe,<br />

por de pronto a que, como dice su nombre, ella es “filosofía de la existencia”.<br />

En la terminología jaspersiana la existencia alude a nuestro posible ser-símismo.<br />

Esto debe entenderse en el sentido de que el hombre no agota su ser,<br />

como hemos visto, en lo meramente dado, lo que sería una existencia tan sólo<br />

empírica o concreta. En este sentido, la “filosofía de la existencia” ya constituye<br />

por sí sola la señal.<br />

Mas, como en tanto existencia concreta habitamos en un mundo que<br />

requiere de un orden y una organización, el hombre requiere primero de una<br />

“Orientación filosófica mundanal”, y de ello se trata en la I Parte de Filosofía, su<br />

obra mayor de 1931. <strong>La</strong> II Parte se titula “Esclarecimiento existencial”, y en ella<br />

se tematiza acerca de la posibilidad de ser-sí-mismo. <strong>La</strong> III Parte, titulada<br />

“Metafísica”, pone en relación la posibilidad de la existencia con el ser<br />

propiamente tal, y al mismo tiempo, con lo que sea el verdadero Dios.<br />

Escuchemos:<br />

“<strong>La</strong> filosofía de la existencia es el pensar que utiliza, pero rebasa, todos<br />

los conocimientos específicos, y por el cual el hombre quisiera llegar a ser él<br />

mismo. Este pensar no conoce objetos, sino que elucida y hace efectivo al<br />

mismo tiempo el ser de aquel que de tal manera piensa. Suspenso, en trance<br />

de fluctuación por el rebasar de todo conocimiento del mundo que fija el ser<br />

(como orientación filosófica del mundo), apela a su libertad (como elucidación<br />

de la existencia) y crea el espacio de su quehacer apremiante en el conjurar de<br />

la trascendencia (como metafísica)” (159, RDLS).<br />

P 3<br />

Vista de esta forma, la filosofía de la existencia es la existencia misma,<br />

o, si se quiere, es el ámbito en el que se mantiene viva esta posibilidad. Y la<br />

mencionada posibilidad es, valga la redundancia, asumirse a sí mismo como<br />

posibilidad, como poder-ser, lo cual significa a su vez nunca quedarse en lo<br />

que ya sabemos del hombre. Cabe agregar a ello que la propia filosofía de la<br />

existencia está expuesta al peligro de quedarse en el saber sobre el hombre<br />

que se genera al interior de ella. De este modo se entienden las siguientes<br />

palabras:<br />

“<strong>La</strong> filosofía de la existencia se perdería inmediatamente si de nuevo<br />

cree saber lo que es el hombre. Establecería nuevamente esquemas para la<br />

investigación de la vida humana y animal, convirtiéndose de nuevo en<br />

antropología, psicología y sociología. Su sentido sólo es posible si permanece<br />

sin fundamento en su objetividad. Suscita lo que no conoce; elucida y mueve,<br />

pero no fija. Para el hombre, que está en camino, es la expresión por la que se


mantiene a sí mismo en su dirección, el medio que le preserva sus instantes<br />

supremos para la realización por su vida” (160-161, RDLS).<br />

Es decir, tenemos aquí por primera vez, tal vez recién después de los<br />

estoicos, una filosofía que se entiende en sí misma en atención a la posible<br />

realización de un modo de ser del hombre, y que tiene que ver con aquello que<br />

llama nuestro pensador: la existencia. Con ello, la filosofía se vuelve, ella<br />

misma, existencial, justamente “filosofía de la existencia”.<br />

P 4<br />

Precisando aún más, escuchemos lo siguiente:<br />

“Al carecer de objeto, la elucidación de la existencia no conduce a<br />

ningún resultado. <strong>La</strong> claridad de la conciencia contiene la aspiración, pero no<br />

trae la plenitud de cumplimiento. He de conformarme con ser quien conoce.<br />

Pues no soy lo que conozco, ni conozco lo que soy. En vez de conocer mi<br />

existencia, sólo puedo incoar el proceso de elucidación” (161, RDLS).<br />

Es tal el alcance de lo que se está concibiendo aquí como “filosofía de la<br />

existencia” que con ello queda trazado el futuro de la filosofía misma. Esto<br />

quiere decir que de aquí en adelante todos los ámbitos de la filosofía quedan<br />

remitidos a una posibilidad del ser del hombre, la existencia, de la que trata<br />

justamente la filosofía de la existencia. Por ejemplo, veamos qué sucede con la<br />

metafísica, lo que la filosofía esencialmente es. Escuchemos:<br />

“<strong>La</strong> creación del mundo objetivo metafísico o la evidenciabilidad del<br />

origen del ser, no es nada en cuanto está desprendido de la existencia.<br />

Considerado psicológicamente, es sólo enunciado y consta de formas de la<br />

fantasía, de pensamientos que conmueven de modo peculiar, de contenidos de<br />

relatos y de construcciones del ser, que, ante todo saber aprehensor,<br />

desaparecen en el acto. Con ello adquiere el hombre reposo o la claridad de su<br />

inquietud y riesgo cuando en ello parece revelársele lo propiamente verdadero”<br />

(161-162, RDLS).<br />

Como advertimos, éste es un modo completamente distinto de<br />

replantear la metafísica que el de Kant; incluso diríamos que es su opuesto. En<br />

el caso de Kant, se trata de una posible metafísica futura como ciencia,<br />

mientras que <strong>Jaspers</strong> se da perfectamente cuenta que aquello es un<br />

descamino: se trata para él más bien, de la metafísica ligada al modo de ser de<br />

la existencia por parte del hombre. <strong>Jaspers</strong>:<br />

“Hoy son los intentos de metafísica existencialmente tan confusos como<br />

todo filosofar. Pero su posibilidad se ha hecho más pura, si bien más angosta.<br />

Al hacerse inconfundible el saber apremiante de la existencia, ya no es posible<br />

la metafísica a la manera del saber científico, sino que ha de ser tomada<br />

decisivamente en una dirección completamente distinta” (162, RDLS).<br />

P 5<br />

El Ciclo “Filosofía de la historia” continúa el próximo domingo a las cinco<br />

de la tarde.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 373 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 56<br />

Audición: domingo 6 de julio de 2003 a las 17 hrs.<br />

Si atendemos a la principal división de <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro<br />

tiempo de <strong>Jaspers</strong>, cabe considerar que las Partes que hemos analizado hasta<br />

ahora son las siguientes:<br />

I.“Límites del orden de la existencia concreta”, en que se ha<br />

caracterizado nuestro tiempo como dominado por la técnica, dentro de lo cual<br />

se presenta el mundo como un aparato o una máquina, regido por una<br />

“planificación total”.<br />

II.“<strong>La</strong> voluntad de totalidad”, en que se trata de fuerzas configuradoras<br />

de existencia concreta y del mundo, como el estado y la educación, atendiendo<br />

al papel que ellos deberían jugar.<br />

III.“Decadencia y posibilidad del espíritu”, en que se analiza tanto la<br />

formación humana como la actividad <strong>espiritual</strong>, que suponen el arte, la ciencia<br />

y la filosofía, mostrando a propósito de ello tanto su desvirtuación como el<br />

posible recto camino.<br />

IV.“Cómo es concebido hoy el ser humano”, en que se tiene en cuenta<br />

como la sociología, la sicología y la antropología al ver al hombre como objeto,<br />

no llegan al hombre propiamente tal, y que tan sólo la “filosofía de la existencia”<br />

podría acceder al ser del hombre; más aún, se trata de que en ella está la única<br />

salida posible para una <strong>situación</strong> de nuestro tiempo, en el que la esencia de lo<br />

humano está amenazado.<br />

<strong>La</strong> V. y última Parte, que comenzaríamos a analizar ahora, se titula “Qué<br />

puede llegar a ser del hombre”. Ella tiene el carácter de un replanteo de todo lo<br />

concerniente a la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo, como una <strong>situación</strong> de<br />

negación de hombre y mundo, y en qué se puede afirmar el hombre para<br />

abrirse paso hacia un nuevo horizonte.<br />

P 1<br />

Por de pronto, reconoce nuestro pensador en cuanto al cambio de la<br />

humanidad y la posible salida de la actual <strong>situación</strong> decadente la relevancia<br />

que le cabría a cierto “poder anónimo”. Ello está dicho en el sentido de que lo<br />

más probable es que el cambio esperado no tendría que venir de algo visible ni<br />

conocido, como que todo lo que se da a conocer ya está bajo la égida de la<br />

existencia concreta, determinada por las necesidades meramente básicas y el<br />

poder. Escuchemos:<br />

“<strong>La</strong> cuestión de las potencias anónimas no es la cuestión de lo<br />

desconocido que puede encontrarse y conocerse para colocarse nuevamente,<br />

en la misma actitud inquiridora, ante lo nuevo desconocido. Sólo allende lo<br />

desconocido y en su diferenciación, tropieza el hombre con lo inasible que no<br />

es lo transitoriamente desconocido sino lo esencialmente anónimo. Lo anónimo<br />

que hubiera sido conocido, no lo habría sido nunca” (163, RDLS).<br />

Como vemos, <strong>Jaspers</strong> al hablar de lo anónimo, lo está pensando de<br />

manera extrema como lo que de principio a fin permanece como tal. En este<br />

sentido, no puede manifestarse sino como lo inesperado e impredecible. Es<br />

más, si acaso lo vemos de esta forma, tiene por ello mismo ciertos visos de lo<br />

que llamamos destino.


Mas, esta fuerza anónima enfrenta una <strong>situación</strong> difícil, de acuerdo a la<br />

cual el hombre está atrapado en su modo de ser meramente elemental: la<br />

existencia concreta o empírica, la cual se presenta a su vez dentro de un orden<br />

o régimen existencial. Y éste es al modo de un bloque particularmente<br />

resistente a toda modificación.<br />

P 2<br />

Este nuestro modo de ser elemental está caracterizado por una<br />

“indecisión” (“Entscheidungslosigkeit”), lo que se puede poner en parangón con<br />

lo que Heidegger tematiza en su obra mayor Ser y tiempo como la cotidianidad<br />

regida por el “uno” o “se” (se dicen las cosas que se dicen, etc.): la mentada<br />

cotidianidad está caracterizada fundamentalmente como “indiferencia” respecto<br />

de la posibilidad de ser-sí-mismo o no serlo. Dice <strong>Jaspers</strong>:<br />

“<strong>La</strong> indecisión se ha convertido en la forma de paz que exige el interés<br />

general del régimen existencial. Hay, pues, una lucha secreta entre la voluntad<br />

que busca la decisión sobre el verdadero ser y la voluntad de no lucha que<br />

sólo continúa una existencia que se mantiene como tal; incluso la dejaría<br />

deslizarse en la ciénaga donde cesa la posibilidad del ser humano. Pero el<br />

régimen existencial le tranquiliza y convence de que hace lo justo y en justicia<br />

obra, si se conduce de modo que las verdaderas decisiones no sean exigidas<br />

nunca” (164, RDLS).<br />

Como vemos, la indecisión tiene que ver con las alternativas de lucha o<br />

no-lucha, y como se trata justamente de indecisión, resulta que nos quedamos<br />

simplemente en la disyuntiva entre una u otra, sin resolverla.<br />

Sin embargo, lo que sea el hombre, nos dice <strong>Jaspers</strong>, no es algo que<br />

simplemente pueda abandonarse. Sigue latiendo, crepitando, bullendo siempre<br />

como posibilidad que en algún momento habrá de irrumpir, y ello aunque se<br />

haya opacado hasta la raíz de nuestro ser. Escuchemos:<br />

“Pero, es que el hombre no puede abandonarse. Es, como posibilidad de<br />

la libertad, o su realización verdadera, o su inversión, en que no encuentra<br />

reposo. Caído en la inversión, se hace opaca su raíz. Tropezamos con las<br />

precauciones, con las formas sociales y verbales” (164, RDLS).<br />

P 3<br />

Hasta aquí, podría decirse, que nuestro ser se haya extraviado y<br />

opacado se debe a lo que el pensador alemán llama “sofística moderna”, la<br />

cual nos mantiene dentro de aquella indiferencia e indecisión de la que<br />

hablábamos más arriba. Éste sería el régimen existencial en el que nos<br />

encontramos atrapados. Pero, un paso más allá de ese confortable régimen de<br />

la sofística moderna se genera una forma inquisitorial, la cual actúa al modo de<br />

panóptico (para decirlo con Foucault), vigilando sobre todo posible conato de<br />

un ser-sí-mismo propio y auténtico, y que pretendiera con ello apartarse de<br />

aquel régimen existencial. Hablando del hombre que se ha extraviado de su<br />

ser, leemos:<br />

“En el extravío se vuelve él contra la libertad. En secreto amor al ser,<br />

que él era como posibilidad, está él presionado a arruinarlo por todas partes<br />

donde él pudiera encontrárselo. Su oscuro respeto se convierte así en un odio<br />

profundo. Él se sirve de los regímenes existenciales, utilizando impropiamente<br />

argumentos de la libertad para destruir a esta misma mediante la violencia del<br />

aparato. <strong>La</strong> esencia de la libertad es lucha; ella no procura aplacar, sino<br />

agudizar, no dejar pasar, sino forzar su revelación” (153-154). HAJ


Reconocemos en esto el tremendo poder de nuestro modo de ser más<br />

elemental, la existencia concreta, que termina por volverse contra la posibilidad<br />

de la auténtica existencia. Mas, es importante aquí la que podríamos describir<br />

como confianza en un sí mismo del hombre que, tarde o temprano, contra<br />

viento y marea, y cueste lo que cueste, se habrá de revelar. Y ello se debe a<br />

que “la esencia de la libertad es lucha”. Recordemos que nuestro ser propio, la<br />

virtual autenticidad del hombre, no consiste sino en asumirse a sí mismo como<br />

posibilidad y libertad.<br />

P 4<br />

Pues bien, vistas las cosas así, se trata de cómo el sí-mismo (selbst) late<br />

en nosotros como esa posibilidad y libertad, que siendo esencialmente lucha,<br />

tiene que enfrentar al bloque del régimen existencial. Y, como adelantábamos<br />

más arriba, el último eslabón de éste tiene que ver con la adopción de una<br />

forma inquisitorial que sanciona todo conato de excepción. Escuchemos:<br />

“Pero la hostilidad anónima contra la libertad convierte la lucha <strong>espiritual</strong><br />

en la <strong>espiritual</strong>idad invertida de la inquisición: mientras finge ignorar al sermismo<br />

allí donde no puede hacerse con él y se evade en todas partes donde<br />

debiera hacer acto de presencia, se ase a la primera oportunidad donde poder<br />

intervenir en la existencia del ser-mismo, o destruirla por la sentencia de un<br />

poder público. Se condena, no se pregunta; se llega al acercamiento excesivo:<br />

lo que conviene a la auténtica comunicación, a las actitudes y modalidades de<br />

conducta más íntimas, es sometido a público agravio por exhibición y<br />

desgarramiento de las cosas privadas. Sólo la traición de la propia posibilidad<br />

es capaz de esta inquisitorial conducta que en un mundo carente de<br />

comunicación se abre paso, aquí y allá, sorprendiendo” (165, RDLS).<br />

Y, podríamos agregar, en efecto, esto sí que sorprende: que<br />

precisamente en nombre de una supuesta <strong>espiritual</strong>idad, representada por una<br />

forma inquisitorial, se atente contra el sí-mismo del hombre. Ello nos hace ver<br />

que no todo lo que brilla es oro, como dice el adagio, y, por lo tanto, que no<br />

todo lo que se apoda a sí mismo como espíritu, fuerza <strong>espiritual</strong>, <strong>espiritual</strong>idad,<br />

efectivamente lo es, como en este caso en que sucede que el régimen<br />

existencial de la existencia concreta llega a tener tal grado de poder que<br />

termina implantándose en lo que se estima como lo más preciado, lo más<br />

elevado, lo más sagrado del hombre: su <strong>espiritual</strong>idad.<br />

P 5<br />

El Ciclo “Filosofía de la historia” continúa el próximo domingo a las cinco<br />

de la tarde.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 374 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 57<br />

Audición: domingo 13 de julio de 2003 a las 17 hrs.<br />

<strong>Jaspers</strong> analiza la <strong>situación</strong> de nuestro tiempo, en cuanto a que en ella<br />

ha menguado significativamente la fuerza para que el hombre despegue de su<br />

existencia concreta hacia la existencia propiamente tal, que consiste no en<br />

seguir algún proyecto particular, procurando realizar ciertas metas también<br />

particulares, sino ante todo en asumirse a sí mismo como posibilidad y libertad.<br />

En la existencia concreta domina a su vez un modo de ser sofístico del<br />

hombre. En concordancia con lo que fueron los sofistas que discutían con<br />

Sócrates, éste se caracteriza por el dominio del arte de la palabra, o sea, de la<br />

retórica. <strong>Jaspers</strong> lo ve sobre todo en el sentido del que es diestro en<br />

argumentar hasta tal punto que es capaz de justificar lo que sea el caso. Desde<br />

su perspectiva, lo que especialmente justifica el sofista contemporáneo es el<br />

mundo acorde con nuestras existencias concretas tal cual es. Veamos como<br />

caracteriza nuestro pensador esta actitud sofística, atendiendo a la forma como<br />

se manifiesta ella en la cotidianidad:<br />

“Se deja caer patéticamente en el descontento radical y adopta los<br />

ademanes de un heroísmo del sufrimiento. <strong>La</strong> actitud de la ironía sin existencia<br />

le es habitual. / Carece de carácter, sin ser malévolo; es bondadoso y<br />

malévolo, servicial sin ser desconsiderado, y no es nada verdaderamente.<br />

Comete las pequeñas deshonestidades y fraudes y es también probo y<br />

honrado, pero nunca en grande; no es nadie en la consecuencia. / Nunca<br />

adversario cabal, no da la cara, lo olvida todo y desconoce la íntima<br />

responsabilidad, de la cual, sin embargo, habla siempre. Carece de la<br />

independencia de lo incondicional, pero tiene la desvinculación del no ser y en<br />

ella la violencia momentánea y variable a placer, de la afirmación. / Encuentra<br />

en el intelectualismo su único hogar. En él se encuentra a gusto porque es aquí<br />

la tarea única el interpretarlo todo, en movimiento pensante, como otra cosa. Lo<br />

confunde todo. Por falta del ser-mismo, nunca puede llegar a hacer de la<br />

ciencia algo propio. Según la <strong>situación</strong> , vacila entre la superstición científica y<br />

la superstición hostil a la ciencia. / Su pasión es la discusión. Necesita palabras<br />

decididas y adopta actitudes radicales, aunque no se mantenga firme en ellas.<br />

Acepta lo que dice el contrario. A todos concede que lo que dicen está bien,<br />

sólo que habría que añadir esto y modificar lo otro. Da su completa aprobación<br />

para hacer después como si nada hubiera dicho” (p. 167-168, RDLS).<br />

P 1<br />

En estas caracterizaciones del modo de ser sofístico del hombre como<br />

existencia concreta, encontramos muchas similitudes con lo Heidegger ha<br />

tematizado y explicado como el “se” o “uno” (das Man) en Ser y tiempo. Este<br />

fenómeno rige sobre nuestro modo de ser cotidiano y nos induce a actuar,<br />

opinar, hablar como se actúa, habla y opina. Una de sus características es lo<br />

que el filósofo chileno Jorge Eduardo Rivera ha traducido como ‘medianía’, que<br />

corresponde al término alemán ‘Durchschnittlichkeit’. Y precisamente esta<br />

característica es a su vez lo que más resalta en la correspondiente<br />

caracterización del sofista de nuestro tiempo en el texto jaspersiano. Se trata<br />

de alguien que no se la juega por nada en particular, que, en cierto modo, lo


lleva adelante una inercia, que trae como consecuencia un acomodo a la<br />

<strong>situación</strong> dada que sea el caso.<br />

<strong>La</strong> existencia concreta con su pareja actitud sofísitica de <strong>Jaspers</strong> o el<br />

uno de Heidegger y su interpretación del mundo, suponen un modo de razonar<br />

al modo de una argumentación que acaba por justificar cualquier cosa,<br />

perdiéndose la necesaria jerarquía, distinción y diferencias de nivel entre<br />

fenómenos de distinta índole.<br />

Si intentamos rastrear hacia atrás dónde y cuándo se genera esta<br />

argumentación desprovista de rigor, se podría retroceder tanto en el tiempo,<br />

que podríamos llegar a los sofistas.<br />

Mas, en el orden de lo más cercano, probablemente Hegel sea el<br />

primero en distinguir entre la razón y lo que podríamos traducir como raciocinio<br />

o racionalización, que corresponde a una forma ya desvirtuada de la razón.<br />

<strong>La</strong> distinción previa de Kant entre razón (Vernunft) y entendimiento<br />

(Verstand), nos ayuda a entender mejor como se ha llegado a producir una<br />

desvirtuación de la razón. <strong>La</strong> razón descubre las verdades, mientras que el<br />

entendimiento es meramente operacional.<br />

Con el tiempo, esta diferencia no sólo se fue acrecentando, sino que en<br />

verdad sucedió que el entendimiento, y posteriormente el racionalizar fue<br />

conquistando cada vez más terreno, hasta el punto de relegar a la razón a un<br />

segundo plano.<br />

P 2<br />

De este modo, se llega a una <strong>situación</strong> en la que lo que se hace valer es<br />

un argumentar sin límite, que llegando a conclusiones, al fin y al cabo,<br />

arbitrarias, carece de control de la instancia superior de la razón, ya que está<br />

brilla por su ausencia.<br />

A partir de ello se puede entender por qué Max Weber detecta el<br />

fenómeno de la instrumentalización de la razón, lo que podemos asociar con<br />

una razón hoy por hoy fundamentalmente al servicio de la tecnología y la<br />

economía. De esta razón instrumental se preocuparán muy especialmente<br />

distintos filósofos de la Escuela de Frankfurt, incluyendo a Habermas.<br />

El filósofo de la Universidad de Bruselas Perelman, junto con su<br />

ayudante Olbrechts, escriben en 1958 el Tratado de la argumentación, que<br />

lleva por subtítulo “O de la nueva retórica”. En esta obra su enfoque principal es<br />

que la así concebida “nueva retórica” es precisamente teoría de la<br />

argumentación. Por de pronto la argumentación tiene que ver con la formación<br />

de una comunidad democrática. Ello se debe a que cuando argumentamos con<br />

otro, le otorgamos con ello el “derecho a réplica” y lo reconocemos como un<br />

interlocutor válido.<br />

Y otro de los aspectos de la nueva retórica que plantea Perelman es<br />

que, entendida como teoría de la argumentación, ella amplía su radio, lo que<br />

trae parejamente consigo que el radio de la lógica se restringe.<br />

Ello nos interesa aquí en cuanto al dominio de la argumentación, y junto<br />

con ello, de la retórica. Lo que sucede pues en virtud de este dominio es que<br />

las fronteras entre lógica y retórica se vuelven borrosas.<br />

Ello es además perfectamente entendible, entre otros, en vistas de lo<br />

siguiente:<br />

Expliquémoslo valiéndonos del siguiente relato, presentado en una<br />

Conferencia dictada en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la<br />

Universidad de Chile, por la filósofa española Adela Cortina. Ella se refería a


una suerte de característica “dicotomía perversa” (como ella la llamaba), que<br />

suele presentarnos la ética, así como en la siguiente <strong>situación</strong>: se está<br />

incendiando el museo; ¿qué debemos salvar? ¿Un Rembrandt o un gatito? Si<br />

respondemos que el Rembrandt, aduciendo que de por sí hay tantos gatos,<br />

mientras que este Rembrandt es uno sólo e irrepetible, que la cultura tiene un<br />

valor incalculable, y muchas otras razones más. Mas, probablemente un niño<br />

diría inmediata y espontáneamente que habría que salvar el gatito.<br />

Si bien, la filósofa presentaba esta <strong>situación</strong> en el sentido de algo hasta<br />

cierto punto teórico, pero que prácticamente nunca se da, sin embargo, me<br />

atrevo a sostener lo contrario, en el sentido de que, a lo mejor, no en los<br />

mismos términos, estamos a cada rato expuestos a este tipo de dicotomías.<br />

¿Se continúa con la construcción de central hidroeléctrica “Ralco” o se<br />

interrumpe su construcción? Lo cierto es que, por ejemplo, ante una dicotomía<br />

como esta no hay modo de salir que sea de carácter estrictamente lógico. Hay<br />

razones en pro y en contra, y la conclusión y decisión que se justifiquen serán a<br />

fin de cuentas arbitrarias, y significarán que se habrá traspasado la frontera,<br />

partiendo del razonar, para caer en la racionalización caprichosa.<br />

P 3<br />

Ahora bien, Perelman no ve con malos ojos esto. Se trata, de acuerdo a<br />

su análisis, que inevitablemente se abre paso lo que concierne a la<br />

argumentación, y junto con ello, la retórica, y esto significa que, si precisamente<br />

ello tiene un carácter inevitable, entonces no queda más que asumirlo y<br />

hacerse cargo de ello de la mejor manera. Visto así, su libro sobre Teoría de la<br />

argumentación puede ser apreciado más debidamente.<br />

Mas, volvamos sobre los asuntos de la cotidianidad que nos conciernen.<br />

¿Hay o no hay que subir los impuestos? ¿Corresponde o no tomar medidas<br />

severas, por ejemplo, contra los empresarios-microbuseros, en relación al<br />

flagelo del smog de Santiago? ¿Corresponde aplicar decididamente la justicia<br />

en relación no solamente a casos de fraude al fisco, sino también de los así<br />

llamados “sobresueldos”? Respecto de la toma de terreno de Peñalolén por<br />

parte de gente sin un techo para sus familias, ¿corresponde proceder a su<br />

desalojamiento? En relación con las reivindicaciones territoriales de los<br />

mapuches, ¿debería el gobierno proceder a comprar amplios terrenos para<br />

ellos donde puedan hacer sus vidas y desarrollar su cultura adecuadamente?<br />

Respecto de la clonación, ¿debería proceder a prohibirse incluso hasta la<br />

investigación en el ámbito específico de la clonación humana?<br />

En todos estos casos y en aras de las decisiones que hay que tomar,<br />

podemos advertir nítidamente como no actúa aquí un razonar estrictamente<br />

lógico que encontrara certezas y verdades irredargüibles, sino la<br />

argumentación, que tan sólo podrá enseñarnos que una decisión particular<br />

tiene en definitiva una justificación, porque se ha logrado cierto acuerdo o<br />

consenso al respecto.<br />

P 4<br />

El Ciclo “Filosofía de la historia” continúa el próximo domingo a las cinco<br />

de la tarde.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 375 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 58<br />

Audición: domingo 20 de julio de 2003 a las 17 hrs.<br />

<strong>Jaspers</strong> analiza nuestro tiempo considerando, entre muchos aspectos el<br />

dominio de un modo de pensar sofístico. Ello lo hemos visto en cuanto se trata<br />

de una degradación de la razón, a saber, de una razón que deriva en una<br />

racionalización que tiende a justificar las cosas tal como están dadas, y ello de<br />

manera superficial y arbitraria. Hablando del hombre de nuestro tiempo, bajo el<br />

dominio de una sofística acorde con la época, escuchemos las siguientes<br />

palabras de <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo:<br />

“Para él es condición vital el poderlo tratar todo racionalmente. Adopta<br />

modos de pensar, categorías y métodos sin excepción, pero sólo como forma<br />

verbal, no como sustantivo movimiento del conocer. Piensa en consecuencia<br />

silogística para alcanzar un éxito momentáneo con los conocidos medios<br />

lógicos, se sirve de la dialéctica para trastocar, en antítesis, ingeniosamente,<br />

cualquier cosa que pueda decirse, recurre a la intuición y al ejemplo sin<br />

acercarse nunca a la cosa, y a la tosca comprensibilidad, pues se preocupa<br />

retóricamente del efecto y no de la intelección. Cuenta con la capacidad de<br />

olvido de los demás. El pathos de su decisión retórica le permite evadirse como<br />

una anguila de cuanto pudiera asirse a él. Justifica o recusa <strong>según</strong> conviene.<br />

Lo que dice es un juego sin construcción en el curso del tiempo, la<br />

comunicación con él un desvanecerse en lo sin fondo. Aceptar el diálogo con él<br />

equivale a disiparse. En definitiva, está penetrado angustiosamente de la<br />

conciencia de su nulidad y, sin embargo, no quiere dar el salto que habría de<br />

llevarle al ser” (RDLS, p. 168-169).<br />

P 1<br />

Ahora bien, si se trata en todo esto de cómo la razón se ha desvirtuado<br />

en racionalización arbitraria, la razón propiamente tal, comprometida en la<br />

búsqueda de la verdad queda cada vez supeditada a un segundo plano.<br />

Detengámonos a pensar adecuadamente este punto, en el sentido de<br />

que observamos claramente como la razón que se despliega en la ciencia, y en<br />

particular, en las ciencias naturales, persiste visiblemente en ese compromiso,<br />

mientras que, por contraste con ello, vemos también como en los ámbitos de la<br />

política, del periodismo, de los medios de comunicación se da una marcada<br />

instrumentalización de la razón.<br />

Pero, lo cierto es que esto no se explica tan simplemente. Hay algo más<br />

de fondo a lo que hay que prestar atención. Tanto <strong>Jaspers</strong>, en particular en una<br />

de sus obras mayores – Von der Wahrheit (De la verdad) – de 1949, como<br />

especialmente Heidegger en Ser y tiempo, y en el artículo sobre <strong>La</strong> esencia de<br />

la verdad, plantean distintos sentidos y niveles de la verdad. En el caso de<br />

Heidegger él reconoce que lo que ha primado y dominado es el sentido de la<br />

verdad como adecuación entre intelecto y cosa (adaequatio intellectus et res) y<br />

esto se ha dado en particular en las ciencias naturales, cuyos conocimientos, al<br />

traducirse en tecnología y economía, supone esto que la transformación<br />

incesante del mundo a la que asistimos está pues precisamente presidida por<br />

la verdad como adecuación.


En el caso de <strong>Jaspers</strong>, él observa este proceso como una degradación<br />

de la razón y su empeño consiste en rescatar la genuina razón.<br />

P 2<br />

Interesante es aquí traer a colación como se observa esto, siguiendo el<br />

análisis del autor de la por él mismo llamada “nueva retórica”. Me refiero al<br />

filósofo de origen polaco, y que enseñara en la Universidad de Bruselas,<br />

Perelman. Él concibe la retórica como “teoría de la argumentación”, y observa<br />

la acción de esta en la conformación de una sociedad democrática. Si yo<br />

argumento con otro, estoy con ello desde ya en la predisposición de<br />

reconocerlo como un interlocutor válido, como sujeto hablante debidamente<br />

legitimado, como a su vez estoy también en la disposición de eventualmente<br />

admitir que lo que él plantea, y no lo mío, constituye una verdad.<br />

Pues bien, siguiendo este mismo análisis, sucede que lo que vastamente<br />

domina la configuración tanto de la sociedad como del mundo que hace el<br />

hombre es la argumentación, y atendiendo a ello, aquí no cuenta tanto lo que<br />

hemos tratado más arriba como una degradación de la razón.<br />

Por de pronto, habría que agregar que él concibe la retórica como<br />

especialmente referida a un auditorio, respecto del cual buscamos la adhesión.<br />

El punto es que no solamente hay auditorios externos, homogéneos o<br />

heterogéneos, sino además auditorios internos. En otras palabras, a la relación<br />

con un auditorio externo, le precede una deliberación con nuestro propio<br />

auditorio interior, una deliberación consigo mismo. (Podríamos decir como en<br />

esto se muestra una vez más como lo propio del hombre es una suerte de<br />

desdoblamiento de sí en distintas personalidades).<br />

P 3<br />

El siguiente pasaje del Tratado de la argumentación de Perelman es<br />

iluminador al respecto; teniendo presente la aludida deliberación consigo<br />

mismo, y los alcances de la argumentación dentro de ese marco, leemos allí:<br />

“No podemos distinguir, en la deliberación íntima, entre una reflexión que<br />

correspondiera a una discusión y otra que sólo fuera una búsqueda de<br />

argumentos a favor de una posición adoptada de antemano? ¿Podemos fiarnos<br />

por completo de la sinceridad del individuo que delibera para decirnos si está<br />

en pos de la mejor regla de conducta, o si elabora un alegato íntimo? El<br />

psicoanálisis nos ha enseñado a desconfiar incluso de lo que en conciencia nos<br />

parece indudable. Pero las distinciones que establece entre razones y<br />

racionalizaciones no pueden comprenderse si no se trata a la deliberación<br />

como un caso particular de argumentación. El psicólogo dirá que los motivos<br />

alegados por el sujeto, para explicar su conducta, constituyen<br />

racionalizaciones, si difieren de los móviles reales que lo han determinado a<br />

actuar y que el individuo ignora. En cuanto a nosotros, emplearemos el término<br />

“racionalización” en un sentido más amplio, sin atender al hecho de que el<br />

individuo ignora, o no, los verdaderos motivos de su conducta. Si parece<br />

ridículo, a primera vista que un ser ponderado, tras haber actuado por motivos<br />

muy “razonables”, se esfuerce por dar, en su fuero interno, razones muy<br />

diferentes de sus actos, menos verosímiles, pero que lo colocan en un lugar<br />

más destacado, semejante racionalización se explica perfectamente cuando la<br />

considera un alegato anticipado para uso de los demás, que puede, además,<br />

adaptarse especialmente a tal o cual presunto oyente. Esta racionalización no<br />

significa, en modo alguno, como estima Schopenhauer, que nuestro “intelecto”<br />

no haga más que camuflar los verdaderos motivos de nuestros actos, los


cuales serían por completo irracionales. Tal vez se haya reflexionado<br />

perfectamente sobre los actos y haya habido otras razones distintas de las que<br />

después se intenta que la conciencia las admita. Quienes no ven, o no admiten,<br />

la importancia de la argumentación no pueden explicarse la racionalización,<br />

que sólo sería para ellos la sombra de una sombra” Perelman, 88-89).<br />

P 3<br />

Lo descrito arriba se refiere, como dijimos, a la relación con nuestro<br />

propio auditorio interno, en términos de una deliberación consigo mismo, y<br />

observamos como aquí ya acontece la argumentación, no pudiéndonos<br />

precaver de las manipulaciones en que podemos incurrir con nuestro<br />

abigarrado argumentar. Apoyándose en Schopenhauer, Perelman observa<br />

como nuestra conciencia no se sustrae a la posibilidad de caer en estas<br />

manipulaciones.<br />

Al respecto, es interesante el caso del revolucionario inglés Cromwell<br />

que cita <strong>Jaspers</strong>. Se trata de Oliver Cromwell, que vivió entre 1599 y 1658 y<br />

que fue miembro del parlamento inglés de ambas cámaras. A su vez, junto con<br />

desatarse la guerra civil, organizó el ejército del parlamento. Entonces sucedió<br />

que el rey Carlos I huyó a Escocia para hacer un pacto con ese reino, lo cual<br />

significó que cayera en desgracia para Crowell, quien junto con derrotar a los<br />

escoceses, mandó a decapitar al rey en 1649. En la II Parte de Filosofía,<br />

“Esclarecimiento existencial”, de 1931, leemos lo siguiente:<br />

"Cromwell rezaba la noche completa ante decisiones que, de acuerdo a<br />

su conciencia, le eran imposibles. Él encontraba en la oración la aprobación y a<br />

partir de ello la certeza, gracias a la cual se permitía hacer lo que políticamente<br />

era necesario" (p. 274).<br />

Tomemos en cuenta que Cromwell se convirtió en un riguroso puritano.<br />

Mas, a estos rezos que buscan el beneplácito divino para determinadas<br />

acciones, como podía ser la orden de la ejecución de Carlos I, le sigue<br />

inmediatamente la interesante crítica jaspersiana:<br />

"El que experimenta indicaciones objetivas en la oración, tiene que<br />

resultarnos dudoso. Para quien la conciencia y la oración le resultan idénticas<br />

en sus efectos, con el resultado de extraer derechos de ello, está abismalmente<br />

separado del hombre que intenta en una comunicación sin límite en el mundo ir<br />

a los orígenes de la conciencia, y sostenerse sólo en ese límite en la más<br />

profunda soledad sin ningún derecho ante la trascendencia, que él llama Dios"<br />

(ib.).<br />

P 4<br />

El Ciclo “Filosofía de la historia” continúa el próximo domingo a las cinco<br />

de la tarde.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 376 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 59<br />

Audición: domingo 27 de julio de 2003 a las 17 hrs.<br />

Analicemos desde hoy, siguiendo el pensamiento de <strong>Jaspers</strong>, lo que<br />

concierne al problema de la acción.<br />

Si reflexionamos sobre esto, de inmediato cabe plantear el problema<br />

desde una doble perspectiva: la que concierne en general a la acción de la<br />

sociedad, de cada ciudadano, de cada individuo, y la que concierne al filósofo,<br />

esto es, de cómo podría ser la acción del filósofo.<br />

En el transcurso de nuestras reflexiones habrá que ver si acaso en<br />

definitiva se justifica o no esta separación.<br />

Si partimos por lo primero, encontramos una enormidad de<br />

planteamientos a lo largo de la historia de la filosofía, en la medida en que ello<br />

se vincula con la ética y la filosofía política. Aquí los términos decisivos tienen<br />

que ver con la responsabilidad, la justicia y el bien común, entre otros.<br />

Pero, nos interesa aquí explorar más bien lo segundo. Se trata de la<br />

pregunta kantiana en torno a lo que podemos y debemos hacer, pero desde el<br />

punto de vista del filósofo.<br />

El filósofo se sitúa fuera y desde ahí habla como <strong>Jaspers</strong> sobre <strong>La</strong><br />

<strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo, sobre <strong>La</strong> pregunta por la técnica, como<br />

Heidegger, sobre unas Contemplaciones intempestivas, como Nietzsche, sobre<br />

El destino del hombre, como Fichte, sobre ¿Qué es la ilustración?, como Kant.<br />

Ahora bien, está claro que ese “afuera” (sobre el que ha pensado entre<br />

otros, Foucault, concibiéndolo por cierto a su manera) es al mismo tiempo el<br />

“adentro”, pero cabe agregar que se trata de un “adentro”, sólo que de un<br />

“adentro” tal, respecto del cual el filósofo tendría la llave maestra para penetrar<br />

en él, el cual paradojalmente se presenta a la vez como “afuera”.<br />

P 1<br />

El filósofo tiene por lo mismo al parecer esta mirada aquilina que le<br />

permite mirar desde lontananza.<br />

Y esta mirada que podría decirse que el filósofo supone simplemente<br />

como propia de la filosofía, al mismo tiempo, la gente espera del filósofo esa<br />

mirada.<br />

Mas, ¿será el filósofo con su mirada aquilina como Zaratustra que baja<br />

de la montaña, intenta comunicar su mensaje a los hombres, se desencanta, y<br />

vuelve a la montaña, para disponerse otra vez, en un tiempo futuro, a bajar<br />

nuevamente?<br />

Tal vez lo discutible aquí sería ese carácter mesiánico de Zaratustra,<br />

probablemente ajeno al filósofo.<br />

Lo que en todo caso nos enseña Zaratustra es que el filósofo está<br />

caracterizado por este subir y bajar la montaña, esto es, debatirse entre un<br />

afuera total (en la cima de la montaña) y un afuera del adentro, como en medio<br />

del mundo, con sus estrecheces y dolores.<br />

Pongamos otro ejemplo: el filósofo-sociólogo Roger Caillois, en tanto<br />

filósofo del juego, puede decirnos que en tanto humanos jugamos juegos de<br />

agon, de competencia, y que, en cuanto sociedad, nos caracteriza y nos anima<br />

este juego.


Vinculado esto con el filósofo, emisor de este pensamiento, el problema<br />

está en que él mismo participa de este juego.<br />

Veamos a continuación como enfrenta <strong>Jaspers</strong> el problema de la acción<br />

en relación simplemente con el hombre, sin que esto dependa de la dicotomía<br />

que planteábamos entre la posible acción de cada individuo y la del filósofo.<br />

P 2<br />

Siguiendo la Psicología de las concepciones del mundo, obra de 1919,<br />

nos apercibimos en primer lugar de lo siguiente: que entre acción y culpa, o<br />

más bien, culpabilidad, hay una asociación indisoluble. Esto explica que la<br />

cuestión de la acción aparezca precisamente en un Capítulo que se titula<br />

“Schuld”, “culpa” Ya veremos qué significa esto:<br />

“Que para una experiencia posible toda realización de valores alguna<br />

vez sucumbe, que toda realización de valores está atada a las condiciones de<br />

la casualidad, es algo conmovedor. Pero todo ello no alcanza tan<br />

profundamente como las antinomias que hacen inevitable la culpa. Es posible<br />

ver la culpa como algo finito, como algo evitable; es posible concebir culpas<br />

/Verschuldungen/ particulares, pero no la esencial culpa /wesenhafte Schuld/;<br />

entonces está el hombre aquí no más en la <strong>situación</strong> límite, sino que configura<br />

una vida tal, de acuerdo a un optimismo ético, que él siente, dentro de lo<br />

posible, como libre de culpa: el estoico alcanza la conciencia de una autoseguridad<br />

ética, que, vista desde el punto de vista de la <strong>situación</strong> límite, se<br />

presenta como un persistir en la finitud, como una ceguera respecto de las<br />

antinomias y como soberbia del hombre finito” (PdW, 273-274, trad. mía).<br />

Destaquemos varios de los puntos principales contenidos en las últimas<br />

palabras de <strong>Jaspers</strong>:<br />

1.Que hay un desfase entre los valores y su realización, porque se<br />

enfrentan con las “condiciones de la casualidad” de una <strong>situación</strong> dada, que es<br />

particularmente resistente a ellos. Así pensemos, por ejemplo, la justicia.<br />

2.Ello atañe a una inevitable culpa, pero ésta no se la reconoce, cuando<br />

no se la ve como una “esencial culpa” que nos determina, sino como culpas<br />

/Verschuldungen/ en plural.<br />

3.A partir de ello es posible un “optimismo ético” libre de culpa,<br />

precisamente porque se estima que se está libre de culpas particulares, sin<br />

consideración alguna de la esencial culpa que nos determina, que es lo que<br />

permite entender la culpa como “<strong>situación</strong> límite”, en la que desde siempre nos<br />

encontramos. Tengamos en cuenta aquí que para <strong>Jaspers</strong> una de las<br />

situaciones límites que caracterizan al hombre, es justamente la culpa.<br />

4.Este último sería el caso de los estoicos, y que se da como un<br />

afirmarse dentro de la finitud, en términos de una auto-seguridad soberbia.<br />

P 3<br />

Dicho sea de paso, las palabras citadas, especialmente lo que concierne<br />

al reconocimiento de una “esencial culpa” y su distinción respecto de las culpas<br />

particulares, ello lo está planteando <strong>Jaspers</strong> aquí, en este libro de 1919, mucho<br />

antes que Heidegger que desarrolla la idea de una “culpabilidad”<br />

(“Schuldigkeit”) especialmente en Ser y tiempo, publicado en 1927.<br />

Si contextualizamos esto que <strong>Jaspers</strong> describe como afirmación de la<br />

finitud de los estoicos, y la consiguiente independencia de la culpa, cabe<br />

recordar que ellos plantean que existimos en un flujo que es expresión de la<br />

adiaphora, vale decir de la indiferencia respecto de nuestras valoraciones, y por<br />

ello proponen la “suspensión del juicio”, de modo de hacerse unos con ese


flujo. A su vez, podemos describir esto como “ética trágica” en la medida en<br />

que lo decisivo es únicamente el destino (de ese flujo precisamente). Mas,<br />

siguiendo los análisis de Ricoeur de Finitud y culpabilidad, habría que decir que<br />

ésta sería una ética trágica sólo en el sentido de cómo aquí no estamos todavía<br />

frente a un momento en que se haya dado inicio al proceso de “internalización<br />

del mal”, como es lo propio de la ética trágica en la que bien y mal son<br />

externalidades ajenas a la culpa de un individuo, de un grupo o de la tribu. <strong>La</strong><br />

diferencia que tendría el estoicismo con la ética trágica, asociada a la<br />

externalidad del mal y del bien, radicaría en que ese flujo es, como ya dijimos,<br />

es adiaphora, indiferencia frente al bien y al mal, como a cualquier valor.<br />

P 4<br />

Sigamos con <strong>Jaspers</strong>. Él destaca como, a diferencia de los estoicos, la<br />

culpa, en tanto culpabilidad originaria, puede ser hasta tal punto radical y<br />

decisiva que, al modo de cómo se da esto en el homo religiosus, que puede<br />

llevarnos a la desesperación, como sería lo que se muestra en Agustín, Lutero<br />

y Kierkegaard, en quien la desesperación es expresamente reconocida como<br />

nuestra “enfermedad mortal”, pero que al mismo tiempo, nos puede humanizar.<br />

Probablemente el término “afirmación de la finitud” de los estoicos no<br />

sea un término feliz y apropiado para referirse a la culpabilidad, puesto que<br />

ésta se la concibe tanto en <strong>Jaspers</strong> como en Heidegger, justamente como<br />

asociada con la finitud, lo cual se trasluce en la siguiente cita de la Psicología<br />

de las concepciones del mundo:<br />

“<strong>La</strong> esfera de la valoración ética es muy amplia. <strong>La</strong> valoración ética se<br />

relaciona con acciones y sus consecuencias: las consecuencias por todos<br />

lados inevitables, que, de acuerdo a un juicio ético – cualesquiera sean sus<br />

contenidos – deben ser queridas, revelan la veracidad de la palabra de Goethe:<br />

El que actúa está siempre falto de conciencia. Corresponde al sentido propio<br />

de la “responsabilidad” en la acción, que el hombre está dispuesto a echar<br />

sobre sí la culpa. Porque a la única posibilidad de evitar esta antinomia, el noactuar,<br />

se le otorga éticamente un acento negativo; en cuanto a la ejecución<br />

empírica, tiene que conducir el no-actuar, en tanto una negación de la voluntad<br />

de existir, a una rápida destrucción de la propia existencia, y además con el<br />

“dejar de hacer” llegamos de inmediato a la más grande “falta de amor””. (PdW,<br />

274).<br />

Advertimos aquí como <strong>Jaspers</strong> concibe una culpabilidad originaria que<br />

nos determina sobre todo en cuanto a la inevitable consecuencia de nuestras<br />

acciones, y pensando en ello cita la palabra de Goethe: “El que actúa está<br />

siempre falto de conciencia”; en otras palabras, no podemos sino actuar a<br />

ciegas.<br />

Con ello quedamos en la antesala para seguir pensando sobre el<br />

problema de la justificación de la acción.<br />

P 4<br />

El Ciclo “Filosofía de la historia” continúa el próximo domingo a las cinco<br />

de la tarde.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 377 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 60<br />

Audición: domingo 3 de agosto de 2003 a las 17 hrs.<br />

Estamos analizando de cómo <strong>Jaspers</strong> reconoce en el hombre una “culpa<br />

esencial”, anterior a cualquier culpa particular, en un sentido que tiene que ver<br />

con el hecho de que las consecuencias imprevisibles de nuestras acciones<br />

siempre nos rebasan. En este contexto recuerda la afirmación de Goethe: “El<br />

que actúa está siempre falto de conciencia”.<br />

Pero luego intervienen las consideraciones o convicciones<br />

(Gesinnungen) y motivos que fundamentan la acción. Respecto de ello, dice<br />

<strong>Jaspers</strong> en su Psicología de las concepciones del mundo:<br />

“Aquí entra el auto-control ético, que una vez que se ha puesto en<br />

ejercicio, nunca está satisfecho, nunca ve algo absolutamente puro. Aunque se<br />

trate de que, de acuerdo a un aislamiento artificial, el motivo particular parezca<br />

y sea completamente puro, la totalidad de las condiciones del sentimiento y de<br />

las convicciones y de los impulsos no lo es: cada pureza es tal vez alcanzada a<br />

través de un sostener una cierta ceguera; la orientación hacia el ganar una<br />

visión de conjunto sobre la realidad no se ha seguido suficientemente, lo que<br />

es condición de un actuar con sentido, y por eso también éticamente” (274).<br />

HAJ<br />

Si antes había una insuficiencia respecto del saber acerca de las<br />

consecuencias de cada acción, ahora se trata de una insuficiencia del saber<br />

acerca de las motivaciones y los impulsos que nos llevan a la acción. En<br />

ambos casos se revela un saber inevitablemente limitado.<br />

P 1<br />

Esto guarda relación con el pensamiento jaspersiano sobre la libertad,<br />

en que se trata de cómo por de pronto hay condiciones de la libertad, como<br />

precisamente el saber, que constituyen en todo caso un aspecto de ella, pero<br />

que no la agotan. Escuchemos acerca de cómo se desarrolla esto en el<br />

“Esclarecimiento existencial”, que corresponde a la II Parte de Filosofía,<br />

publicada el 32, es decir, 13 años después que la Psicología de las<br />

concepciones del mundo, la obra en la que actualmente nos basamos:<br />

Por de pronto, reconozcamos cómo el saber nos señala particularmente<br />

como seres humanos: lo que meramente ocurre (lo que es mero acontecer<br />

fenoménico) no es libre, y me doy cuenta de que yo no me limito a ser<br />

simplemente un momento más de ese ocurrir. Ello se debe a que sé que soy.<br />

Hago lo que hago y sé que yo lo hago. Muero como todo otro ser vivo, pero sé<br />

que tengo que morir. Este saber no me arranca de la ineluctable necesidad,<br />

pero eleva al yo sobre lo nada más que necesario. <strong>Jaspers</strong>: "En el saber no soy<br />

libre, pero sin saber no hay libertad" (Ph. II, p. 177).<br />

Agreguemos aquí que si libremente tomamos una decisión, el saber en<br />

el que nos apoyamos es siempre limitado, y en este sentido, cabe decir que<br />

ineludiblemente actuamos siempre a ciegas, siguiendo en esto otra vez a<br />

Goethe.<br />

Pero luego aparece también el libre albedrío, como que sería<br />

nuevamente condición de la libertad, pero no condición suficiente como para<br />

dar cuenta de ella. Y el libre albedrío también está ligado a la señalada


limitación del saber: a través del saber me encuentro en un ámbito de múltiples<br />

posibilidades de las que sé que tengo que elegir alguna. Mi albedrío está<br />

determinado por lo que sé, pero recién dijimos que lo que decido puede resultar<br />

erróneo, porque mi saber es siempre limitado. Y, sin embargo, tengo que<br />

actuar, para lo cual me tengo que decidir, y aunque tenga que apoyarme en un<br />

saber presupuesto y limitado. El citado actuar a ciegas de Goethe se pone de<br />

manifiesto especialmente aquí.<br />

Pero, igual no radica en esta dependencia del albedrío de un saber<br />

limitado su insuficiencia para cubrir lo que sea la libertad. Su insuficiencia<br />

radica en última instancia en que las posibilidades a elegir del albedrío tienden<br />

a abstraerse de mí, sin que importe al final que soy yo el que está eligiendo.<br />

P 2<br />

Volvamos a la Psicología de las concepciones del mundo, donde<br />

continúa <strong>Jaspers</strong> reflexionando sobre estas condiciones, en definitiva<br />

insuficientes, de nuestro actuar:<br />

“En esta valoración ética se toma el hombre a sí mismo frente a un<br />

parámetro absoluto, el cual solo el hombre puede aplicarse a sí mismo. Y el<br />

sostener ese parámetro absoluto lo hace permanentemente persistir en la<br />

conciencia de una carencia y culpabilización /Verschuldung/, no en ésta o en la<br />

otra, sino en el todo. Como, por la contraparte, la dimisión /Aufgabe/ del<br />

parámetro absoluto conduce a la “disculpa” /”Entschuldigung”/ y al abandono<br />

de la esfera ética en pro de la legalidad, de la costumbre, de la decencia, y<br />

demás” (275).<br />

Reconozcamos como en ello <strong>Jaspers</strong> pone de relieve una culpabilidad,<br />

anterior a toda culpa particular, y ello sobre la base de la relación con el todo<br />

que es intrínseca al hombre. Y percatémonos que esto está dicho en 1919,<br />

mucho antes que Heidegger concibiera la ‘culpabilidad’ (‘Schuldigsein’), de la<br />

que trata Ser y tiempo. Interesa aquí destacar que Heidegger mismo le propuso<br />

a <strong>Jaspers</strong>, cuando recién comenzaba su amistad el año 20, reseñar la<br />

Psicología de las concepciones del mundo, Reseña que apareció años más<br />

tarde en Wegmarken, obra traducida hoy como Hitos.<br />

Destaquemos también que esta forma de concebir la culpabilidad, tanto<br />

por parte de <strong>Jaspers</strong> como de Heidegger, es distinta de lo que atañe al pecado<br />

original. Especialmente desde Heidegger se asume la culpabilidad<br />

ontológicamente, es decir como algo que concierne a la estructura de nuestro<br />

ser, mientras que el pecado original supone ya una explicación óntica de la<br />

culpa, en el sentido de haber contraído una culpa ante Dios, un pecado<br />

concreto, el primero de todos, que determina que la humanidad que sigue a<br />

Adán sea esencialmente pecadora.<br />

Ricoeur se pregunta en introducción a la simbólica del mal sobre las<br />

posibilidades hermeneúticas de interpretar el pecado original, y entre ellas –<br />

que, en todo caso, él no asume -, incluye una que es de carácter biológico. De<br />

acuerdo a ella, se trataría de una suerte de contagio (diríamos casi al modo de<br />

un virus).<br />

P 3<br />

Volvamos a la última cita de <strong>Jaspers</strong>. Ella decía en su parte final que<br />

cuando cede aquella relación con el todo, sucede entonces que somos disculpados<br />

(ent-schuldigt), lo cual acarrea consigo también un abandono de los<br />

parámetros éticos en pro de la legalidad, la costumbre o la decencia. En ello se<br />

hace patente la diferencia entre lo que sería lo propiamente ético, que supone


esta relación con el todo, en el sentido de nuestra esencial finitud, de no poder<br />

nunca saber ni abarcar plenamente los motivos o las consecuencias de<br />

nuestras acciones, y lo que sería la moral de las costumbres, como lo que<br />

atañe a normas de comportamiento o a la legalidad. Y el asunto es que en el<br />

primer ámbito, a su vez también el más originario, se da la culpabilidad,<br />

mientras que en el segundo, tan sólo son posibles las culpas particulares.<br />

Esta culpabilidad además no se deja decir ni explicar, lo cual la pone en<br />

el terreno de lo inaprensible e incomunicable. Se asocia por ello, al mismo<br />

tiempo, con el callar. <strong>Jaspers</strong>:<br />

“Esta última “culpa” – no hay que pensar en todo caso en delitos, faltas y<br />

demás en el sentido de lo cotidiano, todo lo cual es externo -, la vive el hombre,<br />

en cierto modo, en soledad, y el callar (no como un activo callar, sino como un<br />

permanecer inexpreso) es de alguna manera inevitable, a pesar de toda<br />

voluntad para la comunicación” (275). HAJ<br />

Y este modo de vivenciar la culpa, nos lleva a vivenciarla a la vez como<br />

una de las situaciones límite. Recordemos que para <strong>Jaspers</strong> la posibilidad de<br />

ser-sí-mismo del hombre se gesta a partir de esas situaciones. Ellas nos<br />

obligan a ser-desde-el-origen, y entre ellas, como vemos, la culpa. Mas,<br />

<strong>Jaspers</strong> reconoce que vivenciar la culpa, diríamos, como culpabilidad originaria,<br />

es algo que le está reservado sólo a pocos. Escuchamos al respecto:<br />

“<strong>La</strong> mayor parte de los hombres no vivencia esta <strong>situación</strong> límite ética;<br />

se puede existir de acuerdo a fuerzas vitales, con un rigor de las costumbres<br />

estoico y seguro para sí, ateniéndose a la obediencia de normas autoritativas,<br />

como a los principios acostumbrados y formulados de una comunidad” (276).<br />

Agreguemos aquí, por último, ciertos pensamientos decisivos de Paul<br />

Ricoeur sobre la culpabilidad: por de pronto de cómo ella va aparejada con el<br />

proceso que él describe como de “internalización del mal”, en el sentido de que<br />

el hombre arcaico vivía el mal, y el bien, como algo externo que le sobreviene,<br />

sin que en una primera etapa, medie la asunción de ninguna culpa.<br />

Precisamente, al iniciar el mal y el bien su internalización, se habrá de generar<br />

en definitiva una culpabilidad individual (y no simplemente colectiva).<br />

Ahora bien, la mencionada culpabilidad individual nos puede llevar a<br />

negarnos y a ver distintos fenómenos, como nuestro cuerpo, como depositario<br />

de potenciales culpas, como también le plantea exigencias al hombre que le<br />

obligan a superar fundamentalmente el apego a sus meras necesidades y el<br />

deseo de lo fácil. Vista de este modo la culpabilidad, así concebida, está aliada<br />

con el ascetismo.<br />

P 4<br />

El Ciclo “Filosofía de la historia” continúa el próximo domingo a las cinco<br />

de la tarde.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 378 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 61<br />

Audición: domingo 10 de agosto de 2003 a las 17 hrs.<br />

Goethe afirma, <strong>según</strong> recuerda el filósofo <strong>Jaspers</strong>, que el hombre actúa<br />

sin conciencia. <strong>Jaspers</strong> interpreta esto sobre todo en el sentido de la<br />

insuficiencia de nuestro saber que inevitablemente es limitado. Puede decirse<br />

al respecto que ya Aristóteles reconoce que hay una racionalidad específica<br />

concerniente a la praxis, la acción, y ésta es el nous theoretikós (en cierto<br />

modo, un anticipo de la razón práctica de Kant). Pues bien, si ella está<br />

encargada de orientar y justificar la acción, cabe sostener con <strong>Jaspers</strong> que esa<br />

razón no alcanza a abarcar con el saber que desarrolla ni los motivos ni las<br />

consecuencias de nuestras acciones, resultando, de este modo, como dice<br />

Goethe, que actuamos sin conciencia.<br />

Siguiendo lo anterior, puede sostenerse, si se quiere, que el ‘scire’ (el<br />

‘saber’) del ‘con-scire’ (del ‘con-saber’, de la ‘con-scientia’), y entiéndase de la<br />

conciencia llamada “moral”, es insuficiente para verdaderamente justificar la<br />

acción, cualesquiera que ésta sea.<br />

Vinculemos esto con el principio de razón suficiente de Leibniz, de<br />

acuerdo al cual todos los fenómenos y sucesos son como son y se comportan<br />

de acuerdo a una o múltiples razones suficientes. Él domina no solamente<br />

sobre el acontecer físico del universo del pasado, del presente y del futuro, sino<br />

también sobre el orden práctico y moral de lo que concierne a nuestras<br />

decisiones y acciones.<br />

P 1<br />

Antes que Schopenhauer y Kant, es el propio Leibniz quien extiende su<br />

principio de razón suficiente a lo moral. Así leemos en una de sus obras<br />

póstumas, los Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano, originalmente<br />

concebida como réplica a los Ensayos sobre el entendimiento humano de<br />

Locke, lo siguiente:<br />

“Y si no siempre podemos saber la razón que nos determina, o mejor,<br />

aquella por la cual nos determinamos a nosotros mismos, es debido a que<br />

somos igual de incapaces para darnos cuenta de todo el juego de nuestro<br />

espíritu y sus pensamientos, casi siempre imperceptibles y confusos, como<br />

para distinguir todos los mecanismos que la naturaleza hace intervenir en<br />

nuestro cuerpo. Así, si entendiésemos por necesidad la determinación segura<br />

del hombre, que podría ser prevista por un espíritu perfecto que conociese<br />

exhaustivamente todas las circunstancias de lo que sucede dentro y fuera del<br />

hombre, entonces sería seguro que todo acto libre sería necesario, puesto que<br />

los pensamientos están tan determinados como los movimientos a los cuales<br />

representan: pero hay que distinguir lo necesario de lo contingente, aunque se<br />

trate de lo contingente determinado”. 6<br />

Nótese como se destaca particularmente aquí la unión entre un estadio<br />

metafísico, en el que rige el principio de no-contradicción sobre las verdades de<br />

razón, que son necesarias, como las matemáticas, por ejemplo, y un estadio<br />

6 Leibniz, Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano, trad. de Javier Echeverría Ezponda, Editora<br />

Nacional, Madrid, 1983, Libro II, Cap. XXI, p. 207.


físico y moral, en el cual rige el principio de razón suficiente sobre las verdades<br />

de hecho, que son contingentes, aunque su regencia se extiende también al<br />

estadio metafísico. (Ya veremos como se controla la aludida contingencia en lo<br />

moral).<br />

P 2<br />

Pero, como podemos ver, al mismo tiempo que se reconoce esta unión,<br />

más aún, esta incardinación de lo moral en lo metafísico, sin embargo Leibniz<br />

recomienda su distinción. Únicamente para aquel supuesto “espíritu perfecto”,<br />

en definitiva para la representación clara y cabal de la mónada divina, sucede<br />

que hay un conocimiento exhaustivo (y previo) de todo lo que le acontece al<br />

hombre, a cada hombre particular, que es una mónada <strong>espiritual</strong> con<br />

representaciones limitadas y confusas, no obstante estén potencialmente en<br />

cada una de ellas las huellas de la totalidad. Y luego, precisando más la<br />

distinción aludida:<br />

“Y no sólo las verdades contingentes no son necesarias, sino que sus<br />

nexos tampoco tienen siempre una necesidad absoluta, pues hay que<br />

reconocer que existen diferencias en la manera de determinar entre las<br />

consecuencias que se deducen en materia necesaria y las que se deducen en<br />

materia contingente. <strong>La</strong>s consecuencias matemáticas y metafísicas hacen<br />

necesario, pero las consecuencias físicas y morales inclinan sin hacer<br />

necesario; lo físico mismo tiene algo de moral y de voluntario en relación a<br />

Dios, puesto que las leyes del movimiento no tienen otra necesidad que la de lo<br />

mejor. Y como los cuerpos no eligen por sí mismos (al haber elegido Dios por<br />

ellos), el uso ha querido que se les denomine agentes necesarios, a lo cual yo<br />

no me opongo, con tal de que no se confunda lo necesario y lo determinado, y<br />

que no se vaya a imaginar que los seres libres actúan de manera<br />

indeterminada, error que ha primado en algunos pensadores, y que destruye<br />

las verdades más importantes, incluido el siguiente y fundamental axioma:<br />

“nada sucede sin razón”, sin el cual no se puede demostrar adecuadamente ni<br />

la existencia de Dios ni otras muchas verdades” (op. cit., p. 207-208).<br />

P 3<br />

Destaquemos los siguientes 3 puntos de esta última cita.<br />

1.Se aclara de qué manera la contingencia, que afecta a lo moral, no<br />

está librada a la arbitrariedad, en cuanto que si el opuesto de una necesidad<br />

metafísica es imposible, porque implica contradicción, el opuesto de una<br />

necesidad moral es inconveniente: “Necesitas (est) metaphysica, cujus<br />

oppositum est impossibile, seu implicat contradictionem; moralis, cujus<br />

oppositum est inconveniens”. 7<br />

2.Lex melioris, Principe du meilleur. A partir de la concepción de que<br />

“éste es el mejor de los mundos posibles”, lo que se funda a su vez en la<br />

harmonia praestabilita, se capta más diáfanamente la incarnidación de lo moral<br />

en el orden físico y metafísico, puesto que todo lo que acontece está<br />

indeclinablemente orientado hacia lo mejor:<br />

“Porque las ideas de Dios contienen una cantidad infinita de mundos<br />

posibles y sólo uno sólo de ellos puede existir, así tiene que haber una razón<br />

suficiente para la elección de Dios, que lo determina a él más a un mundo que<br />

a otro”. 8<br />

7<br />

Citado por Friedrich Jodl, Geschichte der Ethik /Historia de la ética/, vol. I, Cap. XIV “Leibniz”,Edit.<br />

Cotta, Berlin, 1920, p. 662.<br />

8<br />

Leibniz, Monadologie, op. cit., p. 53, trad. mía.


Y luego:<br />

“Esta razón puede encontrarse en la adecuación, vale decir, en los<br />

grados de perfección, que contienen los mundos; cada posible tiene el derecho<br />

a exigir existencia, de acuerdo a la medida de la perfección contenido en él”<br />

(op. cit., p. 54).<br />

No hemos de entrar aquí en la polémica en torno a los siguientes puntos<br />

que han dado origen a grandes discusiones teológicas, los cuales dejamos<br />

únicamente planteados a continuación:<br />

a.Si Dios sólo puede crear en cada caso el mejor de los mundos<br />

posibles, se perdería con ello su libertad. Y la réplica a ello: la sujeción a lo que<br />

a la omnisciencia divina se le revela como lo mejor no limitaría en absoluto su<br />

libertad.<br />

b.<strong>La</strong> pre-sciencia divina, de acuerdo a la cual Dios pre-ve de<br />

antemano todo futuro acontecer, coartaría la libertad humana. Y la réplica a<br />

ello: como Dios no está en el tiempo, Él ve todo en un eterno presente, sin fijar<br />

nada particular de antemano.<br />

c.No parece forzoso que Dios cree el mejor de los mundos<br />

posibles, cuando basta que su bondad suscite la creación de un mundo bueno.<br />

Y la réplica a ello: la sabiduría divina exige que Dios elija no lo bueno, sino lo<br />

óptimo.<br />

d.Si Deus est, unde malum? (Si Dios es, ¿de dónde el mal?)<br />

Pudiendo la omnipotencia divina evitar el mal, resulta un contrasentido que lo<br />

permita. Y como una de las tantas réplicas a ello, a lo que se aboca la mayor<br />

parte de la Teodicea: el mal es el precio de la creación de un ente libre, que<br />

goza justamente de la libertad de elegir entre bien y mal.<br />

3.Éste, el mejor de los mundos posibles a partir de la armonía<br />

preestablecida, está enteramente articulado y regido por el principio que<br />

establece que “nada sucede sin razón”.<br />

Hasta aquí lo que se refiere a Leibniz.<br />

Mas, corresponde agregar que, atendiendo a <strong>Jaspers</strong> que recuerda la<br />

afirmación de Goethe de que actuamos sin conciencia, digamos que todas las<br />

razones suficientes que puedan esgrimirse y establecer para justificar la acción<br />

serán de todos modos “insuficientes”.<br />

Y ello por lo demás no estaría en discordancia con el propio Leibniz,<br />

desde el momento que se cumple en lo que atañe a las perspectivas limitadas<br />

de las mónadas que somos. Sólo para la supuesta mónada divina, en la que<br />

está la perspectiva de todas las perspectivas, se cumple que habría una<br />

suficiencia absoluta para todas las acciones humanas, no solamente en cuanto<br />

a las “buenas”, sino también en cuanto a las “malas”, considerando que de aquí<br />

a la eternidad estas últimas cambian de signo, de acuerdo a la doctrina de la<br />

armonía prestablecida y la lex melioris.<br />

P 4<br />

El Ciclo “Filosofía de la historia” continúa el próximo domingo a las cinco<br />

de la tarde.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 379 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 62<br />

Audición: domingo 17 de agosto de 2003 a las 17 hrs.<br />

<strong>Jaspers</strong> recuerda la afirmación de Goethe que dice que el hombre actúa<br />

siempre sin conciencia (gewissenlos). Ello se debe, <strong>según</strong> el filósofo de<br />

Heidelberg, a nuestro saber limitado, y por lo mismo, a nuestra incapacidad de<br />

conocer a fondo tanto las motivaciones de la acción (si acaso han sido limpias),<br />

como sus consecuencias.<br />

Podemos vincular esto con el principio de razón suficiente que no<br />

solamente rige sobre el universo íntegro, sino también sobre las acciones<br />

humanas. De acuerdo a la formulación por Leibniz del principio de razón, se<br />

cumple que todo lo que es y lo que acontece, haya acontecido o acontecerá, es<br />

como es y se comporta como se comporta, de acuerdo a una o múltiples<br />

razones suficientes. El alcances del principio de razón suficiente es tal que ni<br />

un solo fenómeno o suceso queda fuera de su dominio. “Nihil est sine ratione”<br />

(“Nada es sin razón”), como dice Heidegger interpretando a Leibniz, equivale a<br />

“Omne ens habet rationem” (“Todo ente tiene una razón /o fundamento/”). Es<br />

más, ello corresponde a una primera acentuación del principio que e puede<br />

marcar con la cursiva: Nihil est sine ratione. Pero, habría la posibilidad de una<br />

segunda acentuación: Nihil est sine ratione. En esta segunda acentuación ya<br />

no se trata de que todos los entes, los fenómenos, las cosas obedezcan a la<br />

razón suficiente para ser lo que son y comportarse como se comportan, sino el<br />

propio ser, es decir, ser = razón suficiente o fundamento.<br />

Con ello, es decir, de la primera a la segunda acentuación, hemos dado<br />

un salto que caracteriza al pensar filosófico. (El ejercicio del pensar filosófico lo<br />

podemos caracterizar en el sentido de este salto).<br />

Planteadas las cosas así, la pregunta leibniziana: “¿Por qué es el ser<br />

que no más bien la nada?” se entiende claramente en el contexto de la<br />

segunda acentuación. A través de ella Leibniz no está más preguntando por<br />

qué esto o lo otro, sino ¿por qué es el ser propiamente tal? Y él la responde,<br />

diciendo: “Porque Dios es”, con lo cual no solamente el ser sino también Dios<br />

son pensados como Razón Suficiente y Fundamento.<br />

P 1<br />

Si pensamos esto en términos de orden, con ello queda establecido un<br />

orden total y universal de la razón suficiente en el que se pueden desplegar<br />

todos los saberes y las ciencias, las “ontologías regionales”, para dar con las<br />

razones suficientes de fenómenos físicos, químicos, biológicos, históricos,<br />

psíquicos o sociales, de acuerdo a cada ciencia en particular. En cada una de<br />

ellas opera el principium rationis sufficientis como principium reddendae rationis<br />

sufficientis, es decir, principio del volver a dar el fundamento. Este último<br />

corresponde a lo que podríamos llamar estadio epistemológico del principio. De<br />

acuerdo a él, el conocer en cualquiera de sus formas y variedades, supone un<br />

reddere, un volver a dar, un devolver el fundamento a lo que de por sí lo tiene.<br />

En otras palabras, si Crick y Watson en 1953 explican el funcionamiento de la<br />

doble espiral del ADN, significa esto que vuelven a dar el fundamento al<br />

fenómeno de la vida, la cual desde que se originó con la primera célula, en<br />

nuestro planeta o en otro lado, la tiene en ella.


Pero, sopesando la gravedad y relevancia del problema de la acción en<br />

todo su alcance y radicalidad en el sentido de la afirmación de Goethe de que<br />

actuamos sin conciencia, se trata de qué hacemos con todo ese<br />

inconmensurable conocimiento de las ciencias, fruto del reddendum del<br />

principio de razón suficiente.<br />

Y es aquí donde radica el problema, probablemente el más grande<br />

problema de nuestro tiempo.<br />

Si la acción es inevitablemente a ciegas, ello salta a la vista si miramos,<br />

aunque sea muy por encima, en nuestro derredor: el conocimiento científico<br />

traducido en tecnologías no sólo concernientes a la salud y la medicina, sino a<br />

los mataderos, al aparato bélico y a la que el filósofo español Gustavo Bueno<br />

llama hoy la “telebasura”.<br />

P 2<br />

Además es necesario decir aquí que desde luego lo decisivo será<br />

siempre la acción, a saber qué decisiones tomamos, qué hacemos y que<br />

transformaciones provocamos en el mundo. Pero a la vez está claro que las<br />

acciones tienen que estar comandadas e inspiradas en algo, y por eso el papel<br />

que le cabe no solamente a la razón práctica y a la conciencia, sino a las ideas<br />

y creencias que le dan una orientación a la acción.<br />

En atención a lo anterior, podemos darnos cuenta que incluso lo que<br />

concierne a la razón teórica y sus contenidos es lo que normalmente nos brinda<br />

esa esperada orientación.<br />

El problema de nuestro tiempo es, visto desde esta perspectiva, que la<br />

acción, o, por lo menos, lo más cercano a ella, como sería la tecnología o la<br />

economía, tiende a auto-justificarse, y entonces asistimos a una suerte de<br />

activismo que carece de un sentido que sea siquiera medianamente<br />

convincente.<br />

Aquí no se trata únicamente de que si alguna vez se construyeron<br />

centrales nucleares en Alemania para abastecer de electricidad, ahora hayan<br />

comenzado a cerrarlas por motivos que tienen que ver con los peligros para la<br />

humanidad entera de un accidente nuclear. No se trata únicamente de esto,<br />

aunque relativamente a este mismo ejemplo hay que recordar como los verdes<br />

alemanes se tomaron durantes tiempos muy prolongados varias de esas<br />

centrales, y que hubo muchas escaramuzas con la policía, que costaron más<br />

de un muerto y muchos heridos. En fin, si alguna vez se construyeron y otra<br />

vez se destruyeron las centrales nucleares, eso todavía podría considerarse un<br />

error de cálculo, un error en el reddendum de la razón suficiente.<br />

No, el error y el despropósito más profundo que hay en esto es que se<br />

tomen decisiones sobre la base de una suerte de independencia de la acción, y<br />

de lo más cercano a ella: la tecnología y la economía, desconsiderando y<br />

desatendiendo con ello al ser humano y su mundo.<br />

P 3<br />

Pues bien, con lo que sucede en esa desatención y, cabría agregar, en<br />

lo que se equivoca el pensar calculante técnico-económico, es que alguna vez<br />

aquello que fue postergado se rebelará y volverá a manifestarse; en este caso,<br />

me refiero al hombre mismo que vuelve a hacerse presente con las demandas<br />

propias de su ser para que se le resguarde propiamente.<br />

Incluso hasta la misma naturaleza parece comportarse de tal modo:<br />

¿acaso no llama la atención, por ejemplo, que el mundo se haya llenado de<br />

farmacias, especialmente nuestro país, de Isapres, de Clínicas y Hospitales, y


demás, como si la población estuviera muy enferma. Pues bien, al parecer lo<br />

está, y entonces no cabe preguntarse si acaso esto no tiene que ver con lo que<br />

comemos, que ya no parece natural, y con la carne que proviene de unos<br />

mataderos horrendos, que serían en este mundo lo más cercano al infierno<br />

más espantoso que pudiera concebir la imaginación.<br />

<strong>La</strong> naturaleza se venga. Esto lo ha pensado Baudrillard, y junto con ello<br />

además que las producciones humanas, por ejemplo, las de la tecnología,<br />

tienen un efecto de reversibilidad, y caen como un bumerang de vuelta al<br />

propio hombre. Éste es también para Baudrillard el secreto del objeto, su ironía,<br />

la ironía de la naturaleza, del universo, que pretende dominar o al menos<br />

controlar el sujeto<br />

P 4<br />

Al transitar el hombre desde una vida contemplativa, que a través del<br />

ocio <strong>espiritual</strong>, del pensamiento y de la fe, orientaba y le daba sentidos<br />

elevados a la acción, a una vida activa, hemos llevado esto tan lejos, que<br />

acabamos habitando en un mundo en el que hay demasiada acción, un exceso<br />

increíble de acción por todos lados.<br />

Es más, en cuanto a lo que se refiere a la acción cabe decir que<br />

probablemente lo que prima a lo largo de la historia es el errar. Es patente que<br />

es así desde el momento que se tiene mínimamente en cuenta los horrores de<br />

las guerras, de las deportaciones, de los miles y millones de muertos que han<br />

quedado en el camino tras la aplicación de ciertos modelos ideológicos. En<br />

este último caso podemos observar cómo la insuficiencia no está tan sólo en<br />

una acción que se ha independizado, sino en el modelo teórico-ideológico<br />

mismo, y que a la larga, se ha mostrado como nuevamente ha inducido a la<br />

humanidad, a la sociedad, o a un pueblo en particular, a errar.<br />

Probablemente se ha pensado muy poco hasta ahora sobre el errar<br />

(Heidegger lo hace en todo caso hacia fines de su opúsculo De la esencia de la<br />

verdad) y del carácter errático y errabundo del hombre, que al parecer le es<br />

esencial.<br />

El decurso de la historia suscita en este sentido la impresión por<br />

supuesto de muchos logros y avances, pero a la vez, cómo no, de la barbarie,<br />

del atropello y del retroceso.<br />

Por eso probablemente no hay para la filosofía, en tanto ética, nada más<br />

importante que pensar adecuadamente la acción y tal vez ésta es también la<br />

pregunta más relevante y necesaria en el momento actual.<br />

P 4<br />

El Ciclo “Filosofía de la historia” continúa el próximo domingo a las cinco<br />

de la tarde.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 380 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 63<br />

Audición: domingo 24 de agosto de 2003 a las 17 hrs.<br />

Si nuestro tema es “filosofía de la historia”, últimamente nos hemos<br />

abocado al problema de la acción. Ante todo podría decirse, la historia es<br />

acción. En la filosofía de manera reiterada se ha pensado sobre la acción, y en<br />

general lo que podemos constatar es que ella ha sido pensada desde las<br />

posibilidades más elevadas del ser humano. Lo que más ha preocupado al<br />

respecto es una suerte de desfase que se produce entre lo que el hombre cree<br />

y piensa, como a su vez entre los ideales que se forja, y la acción. Cuando ello<br />

ocurre de manera extrema, lo que observamos es una acción desprovista de<br />

todo sentido, que tiene las características de lo maquínico, de lo que se hace<br />

simplemente porque se hace, sin que medie una reflexión suficiente que<br />

preceda a la acción.<br />

Mas, podemos constatar también que la acción suele ser brutal y trae<br />

consigo el que corra mucha sangre, ocasionando grandes trastornos y<br />

sufrimientos sin límite a lo largo de la historia, cuando precisamente los ideales<br />

y las ideologías de por sí ya suponen un grave extravío, y ello sucede<br />

normalmente porque plantean distintas formas de separación, de exclusión y<br />

hasta de eliminación de grupos humanos, en función de que constituyen razas<br />

o credos diferentes, a los que se les hace aparecer como enemigos o como<br />

culpables de un cierto estado de las cosas, o de ciertas situaciones. Y<br />

curiosamente en este caso aquello se genera no precisamente en función del<br />

aludido desfase entre ideas y creencias, y la acción.<br />

Esto que observamos llega incluso hasta tal extremo que casi podría<br />

decirse, sin caer en exageraciones, que la historia ha consistido de manera<br />

muy significativa justamente en eso.<br />

P 1<br />

Si se trata entonces, como decíamos, de concebir la acción desde las<br />

posibilidades más elevadas del ser humano, así lo constatamos distintamente,<br />

por ejemplo en <strong>Jaspers</strong> o en Heidegger.<br />

En el caso de <strong>Jaspers</strong>, cuyo pensamiento venimos examinando desde<br />

hace algún tiempo, el asunto es superar ese desfase, planteando que la acción<br />

externa debe estar suscitada por una acción interna, y considera que la<br />

filosofía, el arte o la religión son formas de esta última, la acción interna.<br />

Cabe preguntarse al respecto si acaso lo que podría considerarse como<br />

una salida para el problema de la acción no sea la consideración de que<br />

aquella acción interna sea por si sola suficiente. En otras palabras, que la<br />

acción del hombre sea simplemente pensar, creer y crear, sin que eso<br />

necesariamente haya de traducirse a posteriori en una acción externa, que sea<br />

como su resultado.<br />

Esta posibilidad nos da que pensar desde el momento que constatamos<br />

que en el mundo occidentalizado en que vivimos una de sus características que<br />

notoriamente sobresale es algo así como un exceso de acción.<br />

Y podemos preguntarnos entonces: ¿a qué se debe esto? Pues bien, su<br />

razón de ser estaría en que especialmente la tecnología y la economía son las<br />

que llevan el rumbo del mundo, y su modo de ser es precisamente ante todo


activo. En otras palabras, a diferencia de la filosofía o la religión, el modo de<br />

ser tecnológico y económico es el del hacer. Y ello es a tal punto así que si<br />

miramos en nuestro derredor, vemos demasiadas cosas, demasiados<br />

artefactos, y si se quiere, un mundo, por lo mismo, demasiado artificial, lo que,<br />

como bien sabemos, por lo demás, ha traído consigo un severo daño, hasta<br />

cierto punto irreparable, del entorno y del planeta íntegro.<br />

Vistas las cosas de esta manera, indudablemente, el Oriente tiene<br />

mucho que enseñarnos, puesto que hay allí una fuerte cultura que<br />

predominantemente ha integrado en su modo de ser la meditación. Y, cabe<br />

reconocer al respecto que un lama, un monje budista meditando está<br />

claramente en armonía con su entorno, y no así el hombre con una motosierra<br />

en sus manos.<br />

P 2<br />

Veamos a continuación como podemos abordar el problema de la acción<br />

desde lo que es el hombre mismo y su relación con el mundo.<br />

El hombre puede ser concebido como una proyección ilimitable que hace<br />

mundo.<br />

Que el hombre sea proyección, y al mismo tiempo, poder-ser y<br />

posibilidad es algo que sabemos desde <strong>Jaspers</strong> y Heidegger. Se trata, en todo<br />

caso, de una posibilidad, no como aquella de que pueda o no pueda llover, sino<br />

de una posibilidad asumida, esto es, en el sentido de que el propio ser del<br />

hombre se despliega como posibilidad.<br />

Y esta es una proyección ilimitable, mas no ilimitada. Si fuera así<br />

estaríamos concibiendo al hombre como eterno. Ella es ilimitable entre el<br />

nacimiento y la muerte, y esto significa que es dentro de nuestra finitud. Sobre<br />

lo que haya antes del nacimiento o después de la muerte no nos podemos<br />

pronunciar. Esto es motivo de fe. Esto último lo he aprendido en particular de<br />

Heidegger.<br />

Ahora bien, la ilimitabilidad de esa proyección que somos, se debe a una<br />

doble razón: por una parte, porque, en tanto proyectantes, nos estamos<br />

proyectando permanentemente entre el nacimiento y la muerte. Y, por la otra<br />

parte, en cuanto a que lo que proyectamos, lo proyectado, nunca es último,<br />

definitivo y absoluto.<br />

Se trata además de que esta proyección se canaliza en lo que<br />

podríamos llamar “programaciones”, como es la técnica, la ciencia, el arte, la<br />

moral, la política, el derecho, la economía y la filosofía. Todas ellas hacen el<br />

mundo. Podríamos decir que ellas son a la vez las estrategias de la proyección<br />

ilimitable en cuanto a cómo hacer el mundo.<br />

P 3<br />

Sucede además que al interior de cada programación hay muchas<br />

perspectivas (así las podemos llamar). Por ejemplo, distintos partidos políticos,<br />

distintas ciencias, distintas concepciones morales, distintas religiones. Y a su<br />

vez dentro de cada perspectiva hay sub-perspectivas, como distintas teorías de<br />

una ciencia en particular, como la física, o distintas corrientes de opinión dentro<br />

de un partido político, distintas creencias, sacramentos y rituales, dentro de una<br />

misma religión.<br />

Por otro lado, entre las distintas programaciones suelen haber tensiones<br />

y conflictos, como entre la religión y la ciencia, entre la moral y la técnica, como<br />

también entre la moral y el arte. <strong>La</strong> historia de la humanidad está jalonada por


estos conflictos, como a su vez por los que suceden dentro de las perspectivas<br />

o sub-perspectivas de una misma programación.<br />

Mas, así como somos esencialmente una proyección ilimitable, que lo<br />

que proyecta lo estima siempre como superable, así también podemos ser una<br />

proyección limitada. Ella se entiende en función de que el hombre suele<br />

asegurar que lo que ha proyectado, trátese de teorías, ideologías,<br />

concepciones morales, creencias religiosas, es último, definitivo y absoluto.<br />

Pero la propia historia, en la que sucede que estados completos y<br />

superpotencias que se auto-definían bajo el manto de una ideología, se<br />

desmoronan.<br />

Pienso que en ello está también la raíz de la violencia, más<br />

precisamente en el hecho de que el hombre en los terrenos de la política, de la<br />

moral y de la religión despliega una proyección limitada, estimando que lo<br />

proyectado es definitivo. Y si bien tiene alguna justificación el que, por ejemplo,<br />

en la moral lo que el hombre proyecta sea suficientemente duradero, sin<br />

embargo podemos advertir como nuestras normas de comportamiento y de<br />

convivencia varían en el tiempo, y de generación en generación.<br />

P 4<br />

Corresponde agregar también a nuestras consideraciones respecto de la<br />

acción y como se puede pensar ésta desde lo que es el ser humano y su<br />

relación con el mundo aquello que plantea <strong>Jaspers</strong> y que se refiere a lo trágico.<br />

Siempre habrá para él un desgarro entre la existencia concreta que somos y la<br />

existencia o el ser-sí-mismo, que esencialmente es posibilidad y libertad, y en<br />

este sentido somos trágicos, aunque también lo somos, de acuerdo a este<br />

pensador, simplemente porque hemos de morir.<br />

Lo anterior quiere decir, por ejemplo, que si hoy por hoy no hacemos<br />

sino apostar por normas de convivencia democráticas, y vemos en esto nuestra<br />

salvación, no podemos dejar de decir al respecto que esto, al fin y al cabo, no<br />

es sino una apuesta, en la que, como en toda apuesta, nos puede ir bien o mal.<br />

Quien sabe si la democracia a corto plazo nos permita ver como plausible todo<br />

lo puede ser de carácter benéfico, ciertos logros, cierta realización razonable,<br />

cierta felicidad mesurada, como humanidad, y no sólo como individuos, como<br />

nación o como grupos determinados, pero, a la larga ¿no será lo que nos lleve<br />

a la destrucción. ¿No será que el evitar a toda costa las guerras, a través de<br />

gigantescas protestas en las calles de todo el mundo, nos conduzca a suprimir<br />

toda futura guerra, y que esto nos empuje irremediablemente a la guerra total<br />

que alguna vez se producirá? ¿No será que el irrestricto respeto por los<br />

derechos humanos, nos traslade alguna vez a un escenario en el que la<br />

explosión demográfica será a tal punto desmedida que acabaremos igual<br />

matándonos unos con otros simplemente por una lechuga, ya que los animales<br />

los habremos devorado ya?<br />

Éstas son preguntas que sólo pueden quedar planteadas.<br />

Como dice Goethe, <strong>según</strong> recuerda <strong>Jaspers</strong>, el hombre actúa<br />

inevitablemente a ciegas.<br />

P 5<br />

El Ciclo “Filosofía de la historia” continúa el próximo domingo a las cinco<br />

de la tarde.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 381 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Tema: “El problema de la acción”<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 64<br />

Audición: domingo 31 de agosto de 2003 a las 17 hrs.<br />

En sus reflexiones en torno a la acción, entiéndase de cómo justificar la<br />

acción, <strong>Jaspers</strong> tiene particularmente en cuenta a Kierkegaard. También en él,<br />

así como ha sido característico en la historia de la filosofía, se trata de pensar<br />

la acción desde las posibilidades más elevadas del ser humano. En su caso<br />

ello guarda relación con la culpa, o más bien culpabilidad esencial, anterior a<br />

cualquier culpa particular. Ello se explica porque mediante la mencionada<br />

culpabilidad estamos vinculados con lo absoluto. Ello nos hace ver que en<br />

verdad tanto <strong>Jaspers</strong> como Heidegger pensaron desde esta dimensión la<br />

culpabilidad, o “culpa esencial” , como la llama <strong>Jaspers</strong>, apoyándose en<br />

Kierkegaard. Para <strong>Jaspers</strong> se trata a su vez de la culpa como una de las<br />

situaciones límite, tal como aparece en la obra en que nos estamos basando,<br />

su Psicología de las concepciones del mundo. Escuchemos lo siguiente<br />

tomado de allí:<br />

“En las situaciones límite se destaca la conciencia más acentuada de la<br />

existencia, que como tal conciencia lo es de algo absoluto. A partir de aquí toda<br />

existencia aparece en lo infinito como algo abstracto, es un existir conforme al<br />

esquema, por muy diferenciado que pueda éste ser. A la vista del infinito o del<br />

absoluto el hombre tiene la sensación de salir de un velo de generalidades<br />

abstractas en las que él vivía su vida como algo natural. Por ello escribe<br />

Kierkegaard que la “culpa es la expresión más concreta de la existencia...<br />

Cuanto más abstracto es el individuo, tanto menos se comporta en orden a una<br />

bienaventuranza eterna, y tanto más se aleja también de la culpa pues la<br />

abstracción hace la existencia indiferente, pero la culpa es la expresión de la<br />

autoafirmación más acentuada de la existencia...”” (trad. de Mariano Marín<br />

Casero, Edit. Gredos, p. 363).<br />

P 1<br />

En efecto, se trata de que si nos asumimos como culpables en el sentido<br />

de la “culpa esencial”, nos ponemos con ello en relación con lo absoluto.<br />

Recordemos que aquella culpabilidad tiene que ver con nuestra esencial finitud,<br />

y ello también se vincula con el problema de la acción, por cuanto, <strong>según</strong><br />

hemos visto, para <strong>Jaspers</strong> actuamos inevitablemente a ciegas, sin poder saber<br />

suficientemente ni de las motivaciones ni de las consecuencias de la acción.<br />

En el pasaje que recién citábamos, se destacaba además otra idea que<br />

<strong>Jaspers</strong> ha tomado de Kierkegaard, y ésta se refiere a que “culpa es la<br />

expresión más concreta de la existencia...”. Asumiendo la culpa de este modo,<br />

dejamos de ser meras generalidades abstractas. Cabe decir que, sobre la base<br />

de Temor y temblor de Kierkegaard, este distanciamiento respecto de las<br />

generalidades abstractas se explica en el sentido de cómo la vida ética está<br />

asociada con lo general, diríamos con el imperativo categórico, pero regirnos<br />

únicamente por ello nos lleva a ser en cierto modo nada más que una suerte de<br />

abstracciones. Sólo en la vida religiosa para el filósofo de Copenhaguen la<br />

existencia se concreta, y en ella asumimos a la vez nuestra esencial culpa.


Al hacer alguna comparación con <strong>Jaspers</strong> en cuanto a este punto hay<br />

que tener cuidado. En él lo que traducimos como ‘existencia concreta’ (el<br />

‘Dasein’) es lo que corresponde a nuestro ser-tan-sólo-ahí, es decir, de acuerdo<br />

a lo meramente dado, que corresponde a la satisfacción de distintas<br />

necesidades y un afán de poder: Pues bien, para el filósofo de Heidelberg esta<br />

existencia concreta es la que está determinada por aquellas generalidades, que<br />

la existencia propiamente tal, esto es, auténtica, si bien no ha dejado atrás, al<br />

menos su ser no está delimitado por ellas.<br />

P 2<br />

Sigamos con <strong>Jaspers</strong> citando a Kierkegaard respecto de los alcances de<br />

la mentada culpa:<br />

“<strong>La</strong> característica de esta conciencia definitiva de la culpa es la totalidad.<br />

Y como antinomia, infinitud, límite, absoluto son conceptos que giran todos en<br />

torno a lo mismo, así también puede Kierkegaard mencionar la culpa como<br />

característica de la totalidad: “<strong>La</strong> totalidad de la culpa se origina para el<br />

individuo cuando él asocia su culpa, aunque fuese una sola, aunque fuese la<br />

más insignificante de todas, a la relación con la bienaventuranza eterna””<br />

(MMC, 363).<br />

Fijémonos en como para Kierkegaard se alcanzaría esa dimensión de la<br />

culpa esencial, apenas asociamos una culpa particular, por insignificante que<br />

sea, con la “bienaventuranza eterna” (“ewige Seligkeit”), lo que quiere decir que<br />

no supeditamos aquella culpa particular simplemente a una generalidad, como<br />

puede ser la justicia, o de cara a los padres o nuestros superiores que nos<br />

juzgan, sino que a la totalidad y lo absoluto. A este respecto <strong>Jaspers</strong> cita otra<br />

vez a Kierkegaard:<br />

“”<strong>La</strong> culpa total es lo decisivo; haberse cargado de culpa catorce veces,<br />

en comparación con esto, es un juego de niños”. El niño deja que su culpa<br />

permanezca como algo aislado, sin “asociarla”; se arrepiente, recibe golpes,<br />

quiere ser un niño mejor y olvida la culpa: no tiene conciencia definitiva de la<br />

culpa. 9 Ésta es la “conciencia decisiva de la culpa esencial, no de ésta o<br />

aquella culpa”” (MMC, 364).<br />

P 3<br />

Y, como hemos visto, relativo a la culpa esencial la relación con el todo<br />

es lo decisivo. <strong>Jaspers</strong> otra vez glosando primero y luego citando a<br />

Kierkegaard:<br />

“El hombre con conciencia total de la culpa “está cautivo siempre, uncido<br />

con los arreos de la culpa”. “Jamás consiste en echar manos a la obra de vez<br />

en cuando, sino en la constancia de la <strong>situación</strong>, en la constancia con la que<br />

esto es reunido con todo... En esto radica todo el arte de existir”” (MMC, 364).<br />

Destaquemos lo último en que se trata de la aludida culpa esencial como<br />

vinculada con “el arte de existir”. Y por eso recuerda <strong>Jaspers</strong> en seguida estas<br />

otras palabras:<br />

““<strong>La</strong> conciencia de la culpa es la expresión decisiva del pathos<br />

existencial frente a una bienaventuranza eterna”” (MMC, 364).<br />

Y para <strong>Jaspers</strong> lo que importa por sobre todo de esto es lo que atañe a<br />

la culpa como <strong>situación</strong> límite, así como el sufrimiento y la muerte, que<br />

9 Aquí el traductor Mariano Marín Casero en la versión de la Edit. Gredos confunde las comillas,<br />

entrecomillando citas como si fueran Kiekegaard, y no poniendo las comillas correspondientes cuando es<br />

cita de Kierkegaard.


tenemos que sobrellevar, justamente porque nos encontramos desde siempre y<br />

para siempre en esa <strong>situación</strong>.<br />

Pero hay más: la culpa esencial de la que hablamos no podemos<br />

representárnosla, porque si lo hacemos, la volvemos finita, lo mismo si<br />

pretendemos recordarla. En efecto cualquier representación, aun la propia de la<br />

culpa que recuerdo, y que probablemente me lleva incluso a desesperar, trae<br />

consigo nada más que un hacer finita la culpa y a la vez ponernos de este<br />

modo de cara no a la culpa, sino a una culpa particular. Por eso, citando<br />

nuevamente a Kierkegaard:<br />

“De la vivencia puede decirse aquí, como en otras ocasiones, en lo<br />

esencial que “el recuerdo eterno de la culpa no se deja expresar externamente,<br />

es inconmensurable, pues toda expresión externa hace finita la culpa” (MMC,<br />

364).<br />

Y de la consideración de esto se sigue a su vez lo relativo al silencio, en<br />

cuanto a que aquella culpa esencial es inexpresable. <strong>Jaspers</strong>:<br />

“Ésta es una de las razones del silencio inevitable sobre la interioridad<br />

última. Otra razón del silencio es la defensa propia contra la medianía. Este<br />

silencio ha ocupado a Kierkegaard: “Cierto que un hombre puede exigir<br />

esfuerzos de sí mismo de los que le disuadiría el amigo mejor dispuesto a ellos,<br />

si tuviese noticia de ello”. El hombre no puede ni debe decir esta norma<br />

absoluta...”Todo el que verdaderamente ha arriesgado su vida, ha tenido la<br />

norma del silencio; pues un amigo no puede ni debe nunca aconsejar esto,<br />

sencillamente porque aquel que, queriendo arriesgar su vida, precisa un amigo<br />

de confianza para reflexionar con él, no sirve para eso”...”aquel que guarda<br />

silencio no se queja a nadie más que a sí mismo, no ofende a nadie con sus<br />

aspiraciones;” (MMC, 364-365).<br />

P 4<br />

Sin duda hay en esta concepción radical y ontológica de la culpa como<br />

culpa esencial, anterior a toda posible culpa particular, y que no podemos<br />

representarnos ni acotarla, como tampoco expresarla o describirla, algo de la<br />

mayor relevancia para el hombre. Y ello es así sobre todo en el sentido de que<br />

la culpa entendida de esta forma, permite que el hombre establezca y se<br />

determine de acuerdo a límites. Ciertamente esos límites se acotan como esto<br />

o lo otro, lo permitido, lo debido, y demás, pero ello ya tiene que ver con un<br />

plano óntico de cómo se concreta la culpa como asociada a lo que puede<br />

suscitar culpas particulares. Y el punto está en que estas mismas posibles<br />

culpas particulares no las habría si antes no estamos determinados por la culpa<br />

esencial.<br />

Por último, cabe decir que si esta última, la culpa esencial, no la hubiere,<br />

y por consiguiente tampoco las culpas particulares, el hombre sería como un<br />

bruto desatado que puede abusar, engañar, asesinar sin límite.<br />

Ahora bien, esto es por otra parte lo que en parte sucede en la<br />

cotidianidad y en la historia, y ello quiere decir entonces que ciertos hombres a<br />

lo más ven nada más que posibles culpas particulares, suscitadas por la<br />

transgresión de ciertas leyes positivas o de costumbres, pero no se han<br />

asumido a sí mismos como esencialmente culpables.<br />

P 5<br />

Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo<br />

domingo a las cinco de la tarde con el tema “El problema de la acción”.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 382 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Tema: “El problema de la acción”<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 65<br />

Audición: domingo 7 de septiembre de 2003 a las 17 hrs.<br />

Como hemos visto, en la filosofía se ha pensado casi siempre y sin<br />

excepción el problema de la acción desde las posibilidades más elevadas del<br />

ser humano. Ello es perfectamente comprensible desde el momento que se<br />

tiene en cuenta el descamino y el extravío de la acción humana en la historia y<br />

en la cotidianidad.<br />

En el caso particular de <strong>Jaspers</strong> se trata incluso de que la acción estaría<br />

mediatizada por la “culpa esencial”, lo que quiere decir, como dice este<br />

nombre, que el hombre se asuma como esencialmente culpable. Y esto quiere<br />

decir a su vez que lo decisivo no es ésta o aquella culpa particular, sino la<br />

culpa esencial. Hemos visto que esta última se explica en función de nuestra<br />

finitud, desde el momento en que, al ponernos en relación con el todo,<br />

advertimos nuestras limitaciones, pero junto con ello también nuestro serdeudor.<br />

Veamos esto por el lado negativo, esto es, suponiendo que no nos<br />

asumiéramos en cuanto esta culpa esencial: así bastaría simplemente que<br />

cumpliéramos en el mejor de los casos con normas y leyes y únicamente<br />

cuando esto no ocurre, experimentamos culpa. Pero, <strong>según</strong> podemos darnos<br />

cuenta, esto es precisamente fariseísmo. Desde el pensamiento jaspersiano,<br />

esto es lo que tiene que ver con lo que él llama generalidades (término que<br />

está tomado en este sentido y con este alcance de Kierkegaard – éste las llama<br />

“generalidades abstractas” -). Ellas se relacionan con las costumbres, normas y<br />

leyes, mas ellas rigen sobre nuestras existencias meramente concretas, y no<br />

sobre la existencia, el ser-sí-mismo, propiamente tal.<br />

Visto desde otro ángulo, lo anterior – vale decir, lo relativo a asumirnos<br />

como esencialmente culpables - atañe además al fenómeno de la conciencia<br />

moral, en el sentido de que justamente debido a ello la mala conciencia y no la<br />

buena conciencia sería las más originaria. Y si bien en este caso ello se debe<br />

principalmente a la doctrina del pecado original, igual ello induce a que el<br />

hombre experimente su culpabilidad originaria sobre la base de su finitud<br />

esencial.<br />

P 1<br />

De todos modos hay que destacar aquí una diferencia fundamental entre<br />

la doctrina del pecado original y la culpa esencial de <strong>Jaspers</strong>, en el sentido de<br />

cómo para esta última el pecado original sigue correspondiendo a una cierta<br />

particularización de la culpa.<br />

<strong>La</strong> cuestión decisiva es pues la culpa esencial. Ésta es la que humaniza<br />

al hombre. Veamos esto nuevamente por el lado negativo: si el hombre no se<br />

asume como esencialmente culpable, y se siente bien y afirmado en una<br />

supuesta buena conciencia, cumpliendo nada más que con costumbres,<br />

normas y leyes, ¿entonces qué sentido de deuda puede haber respecto de las<br />

carencias y los horrores de este mundo? Como ya hemos recordado, para<br />

<strong>Jaspers</strong>, el mundo está siempre en ruinas, y en este sentido también, y habría<br />

que agregar, ante todo debido a ello, somos culpables. Ahora bien, si no


econozco mi deuda para con los otros, por ejemplo, respecto del hecho de que<br />

hay y siempre ha habido miseria y niños que se mueren de hambre,<br />

indudablemente este no reconocimiento es un flagrante signo de<br />

deshumanización. Y, en efecto, este no-reconocimiento me puede llevar a una<br />

vida en la que estoy fundamentalmente preocupado de mi propio bienestar y<br />

del que corresponde a mi familia. A mis hijos logro darles una buena<br />

educación, a mi esposa un bello hogar y satisfacer sus deseos. Vivimos en una<br />

<strong>situación</strong> tal que no nos falta absolutamente nada.<br />

Mas, podría decirse que igual aquí hay algo fundamental que falta y éste<br />

es precisamente el reconocimiento de la culpa esencial, mi deuda eterna que<br />

tengo con el mundo, y que ni con el mayor de todos los esfuerzos y sacrificios,<br />

como ni con la mayor de las entregas podría de ninguna manera saldar a<br />

cabalidad.<br />

En este sentido entonces debe entenderse la culpa esencial como<br />

también su conexión con la acción. Ello se explica fundamentalmente por<br />

cuanto recién a partir de la asunción de la mentada culpa esencial puedo<br />

propiamente actuar.<br />

P 2<br />

En alemán la palabra ‘Schuld’ significa tanto ‘culpa’ como ‘deuda’. En<br />

este último caso se la usa preferentemente en el prural ‘Schulden’, ‘deudas’.<br />

Esta doble acepción es particularmente decidora en el sentido de lo que<br />

venimos diciendo, por cuanto se trata de que la culpa esencial se explica<br />

particularmente en relación a nuestra deuda para con el mundo. Diríamos que<br />

se trata de nuestro “ser deudor”, que es la forma como se suele traducir el<br />

término ‘Schuldigsein’, que usa Heidegger. En esto coinciden los traductores: el<br />

español José Gaos y el chileno Jorge Eduardo Rivera.<br />

Heidegger, que desarrolla esta idea de un ser deudor o de una<br />

culpabilidad originaria del Dasein (el hombre) en Ser y tiempo, de 1927, sin<br />

duda alguna que estuvo fuertemente influido por el pensamiento de quien hasta<br />

ese momento era su íntimo amigo: Karl <strong>Jaspers</strong>, que desarrolla estas ideas en<br />

la Psicología de las concepciones del mundo, obra que es de 1919, y que el<br />

propio Heidegger le solicitara a <strong>Jaspers</strong>, reseñar.<br />

Pues bien, podríamos entonces decir que la culpa esencial corresponde<br />

a la deuda que tenemos y que siempre tendremos con el mundo, y que por<br />

consiguiente es como una deuda eterna. Cabría agregar que las deudas y<br />

culpas particulares que contraemos en nuestra condición de existencias<br />

concretas, como, por ejemplo, si simplemente en alguna <strong>situación</strong> nos<br />

olvidamos de concurrir a una cita que habíamos acordado previamente con<br />

alguien, esta culpa es subsanable, en cuanto a que de alguna manera ella está<br />

definida en el marco de las generalidades que rigen el comportamiento y la<br />

interrelación humana. Se espera en este caso que le demos una disculpa a la<br />

persona afectada por nuestro olvido, y que se quedó esperando en vano. Se<br />

espera a su vez que esa otra persona nos perdone, siempre que haya motivos<br />

suficientes para hacerlo, lo cual guarda relación con nuestra actitud de<br />

disculpa, con la calidad de nuestro gesto, e incluso con el hecho de que<br />

probablemente es la primera vez que ha sucedido este olvido.<br />

P 3<br />

Fijémonos hasta qué punto estamos determinados como existencias<br />

concretas que se ciñen a distintas generalidades. Hasta Sócrates muere<br />

pidiendo que se cancele un gallo. Y en efecto, es necesario cumplir con esas


generalidades, es lo que permite que nos constituyamos en sociedad. Hay<br />

costumbres, normas y leyes que respetar. Pero el punto está en que ello puede<br />

ser suficiente para ser honorables ciudadanos, pero no propiamente hombres.<br />

Esto es en definitiva lo que está en juego con una noción como la de la culpa<br />

esencial, que nos hace ver que las culpas particulares no constituyen toda la<br />

culpa.<br />

A estas consideraciones cabe agregar también que la posibilidad del ser<br />

culpógeno del hombre, incluso cuando esto se desliza hacia una patología, se<br />

vincula normalmente con culpas particulares. Esto es interesante porque es lo<br />

contrario de lo que espera. Se trata precisamente de que tenderíamos a<br />

suponer que ese posible ser culpógeno del hombre se vincularía con la<br />

asunción de una supuesta culpa esencial. Este vínculo tal vez se justificaría, si<br />

atendemos a lo que concierne al pecado original, y ello le da una justificación al<br />

modo como se establece el mentado vínculo en la crítica de Nietzsche al<br />

cristianismo.<br />

Ello se explica además desde el momento en que, como hemos visto, la<br />

doctrina del pecado original estaría también dentro del marco de una culpa<br />

original que, en este caso, se ha generalizado para toda la humanidad.<br />

Pero, distinto es lo que atañe a la culpa esencial. El descubrirla y<br />

plantearla como constitutiva de lo humano no tiene nada que ver con algo del<br />

orden de lo culpógeno, como que se explicaría a partir de ese supuesto ser<br />

culpógeno del hombre. Al contrario, del modo como se manifiesta normalmente<br />

eso que llamamos aquí lo culpógeno se debe a como un hombre, un grupo o<br />

una comunidad pueden quedar atrapados en cierta culpa particular. A veces<br />

esa culpa puede corresponder a una falta tan grave, lo que se determina en<br />

función de las generalidades que nos rigen como existencias concretas, como<br />

por ejemplo, un crimen de lesa humanidad, que la vida de una persona o de un<br />

grupo queda enteramente infestada por lo que ella o ellos hicieron en algún<br />

momento.<br />

Como este ser culpógeno del hombre suele estar muy asociado con una<br />

mentalidad religiosa, puede verse probablemente también, y con razón, a los<br />

mandamientos y preceptos religiosos, como generalidades, cuya omisión, por<br />

mínima que ella pueda parecer, conduce a esas personas a estar<br />

constantemente culpabilizándose. Pensemos, por ejemplo, en la omisión de no<br />

ir a la misa el día domingo, y lo que esto significaba especialmente hasta los<br />

años 70 u 80.<br />

P 4<br />

Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo<br />

domingo a las cinco de la tarde con el tema “El problema de la acción”.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 383 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Tema: “El problema de la acción”<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 66<br />

Audición: domingo 14 de septiembre de 2003 a las 17 hrs.<br />

<strong>Jaspers</strong> descubre que hay algo ontológicamente anterior a las culpas<br />

particulares, y esto es la “culpa esencial” o culpabilidad. Recién porque hay ella<br />

es que podemos sentirnos culpables de esto o lo otro. Ello tiene que ver dentro<br />

de su pensamiento desarrollado ya en la Psicología de las concepciones del<br />

mundo de 1919 - con el pensamiento de la culpa como una de las “situaciones<br />

límite”, junto con la lucha, la muerte y la casualidad. En comparación con la otra<br />

obra mayor posterior - Filosofía – del 31, entre las situaciones límite<br />

consideradas aquí ya no está incluida la casualidad (Zufall), y en vez de ella<br />

aparece el sufrimiento (Leiden). El que haya salido la casualidad tal vez se<br />

explique en función de su alcance, por cuanto éste es a tal punto amplio que se<br />

refiere en definitiva a lo propio de nuestras existencias concretas, expuestas<br />

precisamente a la casualidad, a lo accidental y al azar. Es decir, la casualidad<br />

viene a ser poco diferenciada.<br />

Por el otro lado, llama también la atención de que aparezca ahora el<br />

sufrimiento como una de las situaciones límite, vale decir de carácter<br />

permanente. Desde luego ello no puede explicarse en función de cuestiones<br />

puramente autobiográficas, como que el propio <strong>Jaspers</strong> sufrió mucho y, debido<br />

a su enfermedad crónica – que, con el tiempo se pudo establecer que se<br />

trataba de “éxtasis bronquiales” – ya a temprana edad se le pronosticó de que<br />

viviría muy poco, lo que por suerte no se cumplió. No, el sufrimiento no se<br />

puede explicar simplemente de esta forma. Sería demasiado irrespetuoso y por<br />

último grosero. Él tiene más bien que ver con el sufrimiento del alma. En todo<br />

caso, <strong>Jaspers</strong> reconoce la primera forma de sufrimiento, a la que llama<br />

“sufrimiento fáctico”, y tiene que ver con nuestras existencias meramente<br />

concretas.<br />

P 1<br />

Escuchemos lo que nos dice en Filosofía, su obra mayor del 31 sobre<br />

este sufrimiento fáctico, en lo que parece que se hicieran presentes sus propios<br />

sufrimientos:<br />

“Los muchos sufrimientos que, en ciertas situaciones, se adelantan al<br />

primer plano, y que otras veces son dominados con energía, pero que jamás<br />

pueden ser ignorados, son inabarcables. Los dolores físicos que tienen que<br />

soportarse una y otra vez; las enfermedades, las cuales no sólo ponen en<br />

cuestión la vida, sino que hacen descender al hombre viviendo por bajo de su<br />

propio ser el impotente esfuerzo, que fracasa en el afán de vencer y en lugar<br />

del verdadero rostro de mi ser, hace aparecer irremediablemente un rostro<br />

desfigurado; el volverse loco, teniendo conciencia de ello y en un estado que<br />

apenas puede vivirse después, morir sin morir – la senilidad patológica en el<br />

sentido de atrofiamiento; la aniquilación por la fuerza y poder de otro y las<br />

consecuencias de la dependencia en todas las formas de la esclavitud; el<br />

hambre -. El sufrimiento es reducción de la existencia empírica, destrucción<br />

parcial; detrás de todos los sufrimientos está la muerte. En la clase de<br />

sufrimiento y en la intensidad del dolor hay las mayores diferencias. Sin


embargo, en definitiva puede afectar a todos lo mismo y todos tenemos que<br />

soportar su parte; nadie se libra de él” (FV, 101-102).<br />

P 2<br />

En el pensamiento jaspersiano lo decisivo se juega en el contraste entre<br />

las existencias meramente concretas que somos y el salto a la existencia<br />

propiamente tal. Hemos visto como en el primer plano no nos asumimos<br />

propiamente de acuerdo con nuestra “culpa esencial” o culpabilidad, sino que a<br />

lo más vivenciamos lo que concierne a la culpa en el sentido de contraer culpas<br />

particulares. Ellas se fundan en las generalidades de la costumbre, la ley y la<br />

norma que atañen a nuestras existencias meramente concretas. En contraste<br />

con ello, hemos visto como la “culpa esencial” guarda relación con nuestra<br />

finitud, en cuanto a que siempre hay mal en el mundo, pero podemos hacernos<br />

cargo sólo parcialmente de ello.<br />

En simetría con esto, el sufrimiento, como recién veíamos, puede ser<br />

“fáctico” y atañe entonces a nuestra existencia concreta. Mas, habría otra<br />

dimensión del sufrimiento que es propio de la existencia propiamente tal, y ésta<br />

modalidad supone que vivenciamos el sufrimiento como <strong>situación</strong> límite.<br />

Escuchemos:<br />

“Cuando me comporto como si el sufrimiento no fuera definitivo sino<br />

evitable, entonces no estoy todavía en la <strong>situación</strong> límite sino que aprehendo<br />

los sufrimientos como, ciertamente, infinitos en número, pero no como<br />

perteneciendo necesariamente a la existencia empírica: entonces son<br />

particulares y no afectan a la totalidad de la existencia empírica. / Yo lucho<br />

contra el sufrimiento sobre el supuesto de que pudo haber sido suprimido. Este<br />

combate tiene éxito de hecho y se convierte en una condición de la existencia<br />

empírica del hombre. Cada cual participa en esta lucha y se exige, en tanto es<br />

sincero y ve la <strong>situación</strong>, el más cabal esfuerzo en este combate con todos los<br />

medios convenientes racionales y empíricos. El éxito es, en verdad, siempre<br />

limitado. Sin embargo, se hace abstracción del dolor como si no fuera<br />

necesariamente inherente a la existencia empírica, forjándonos una utopía<br />

<strong>según</strong> la cual, cuando la biología y la medicina hayan alcanzado su cima y el<br />

arte político la justicia perfecta, se sabrá evitar todo dolor, toda enfermedad y<br />

toda dependencia opresora; la muerte será como la extinción sin dolor, ni<br />

temida ni deseada, de una luz” (FV, 102).<br />

P 3<br />

Y sigue nuestro filósofo:<br />

“Estos pensamientos sobre la extinción del dolor parecen salvadores<br />

pero no pueden libertar. <strong>La</strong> existencia empírica, que no arrostre de frente la<br />

necesidad del sufrimiento, tiene que alimentarse de ilusiones engañosas. Yo<br />

eludo el sufrimiento en mí mismo porque no comprendo los hechos y, por tanto,<br />

no soy afectado existencialmente por ellos, no los transformo en actividad, sino<br />

que no hago más que sufrir; yo limito instintivamente mi campo de visión, por<br />

ejemplo, no quiero saber del médico la verdad, no quiero reconocer mi<br />

enfermedad ni ver mi deficiencia física y <strong>espiritual</strong>, ni claramente cuál es mi<br />

<strong>situación</strong> social en la realidad en lugar de estar en claro, en todos mis<br />

esfuerzos para anular el sufrimiento, respecto a la medida en que son<br />

insuprimibles, al renunciar a la claridad renuncio también a combatir racional y<br />

eficazmente mi sufrimiento, en tanto que yo, ciego de rabia, atribuyo la culpa<br />

solamente a la malevolencia y tontería de otro y me consuelo con el<br />

pensamiento pasivo de que terminará el sufrimiento con la simple aniquilación


del culpable. O bien me sustraigo al sufrimiento del otro manteniéndome<br />

alejado y retirándome oportunamente de un hombre cuando su desdicha es<br />

irremediable. Así se ensancha la sima abierta entre los felices y los<br />

desagraciados, por virtud del embotamiento y el silencio; se hace uno<br />

indiferente y desconsiderado, al cabo incluso se llega a menospreciar y odiar al<br />

que sufre, lo mismo que muchos animales atormentan hasta la muerte a los<br />

compañeros enfermos” (FV, 102-103).<br />

P 4<br />

Podríamos decir que si somos esencialmente culpables, mientras hay<br />

dolor y hambre en el mundo, lo mismo sufrimiento. En este sentido, la felicidad<br />

sola, completamente ajena al sufrimiento, es vacía y no puede convencernos<br />

en su valor. Es por ello que <strong>Jaspers</strong> puede asociar el sufrimiento con uno de<br />

los elementos esenciales de su pensamiento, cual es el despertar de la<br />

existencia, que no es otro que el despertar del hombre. Escuchemos:<br />

“DESPERTAR DE LA “EXISTENCIA” POR VIRTUD DEL<br />

SUFRIMIENTO. – En cambio, en la <strong>situación</strong> límite, el sufrimiento sólo puede<br />

presentarse como inevitable. Ahora yo aprehendo mi sufrimiento como la parte<br />

que me ha correspondido, me lamento y sufro verdaderamente, no trato de<br />

disimulármelo, vivo en tensión entre la voluntad de decir “sí” a mi sufrimiento y<br />

de no poder decir nunca “sí” definitivamente, lucho contra el sufrimiento para<br />

limitarlo, para diferirlo; pero, teniéndolo como algo que me es extraño, sin<br />

embargo, lo tengo como perteneciéndome y no alcanzo ni la serenidad de la<br />

armonía soportándolo pasivamente ni me enfurezco en la oscura<br />

incomprensión. Cada cual tiene que soportar y cumplir el dolor que le toca.<br />

Nadie puede sustraerse a él. / Si no hubiera más que la felicidad de la<br />

existencia empírica, entonces la posible “existencia” quedaría como dormida.<br />

Es cosa singular que la pura felicidad parezca vacía. Así como el sufrimiento<br />

anula la existencia empírica fáctica, la felicidad parece amenazar el verdadero<br />

ser. En el estado de felicidad hay una objeción interior por virtud de un saber<br />

que la permite subsistir. <strong>La</strong> felicidad tiene que ser puesta en cuestión para<br />

después de restablecida ser entonces verdadera felicidad; la verdad de la<br />

felicidad se eleva sobre la base del fracaso” (FV, 103-104).<br />

P 5<br />

Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo<br />

domingo a las cinco de la tarde con el tema “El problema de la acción”.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 384 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Tema: “El problema de la acción”<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 67<br />

Audición: domingo 21 de septiembre de 2003 a las 17 hrs.<br />

Nos llamaba la atención cómo así el sufrimiento no apareciera entre las<br />

situaciones límite en la obra de <strong>Jaspers</strong> – Psicología de las concepciones del<br />

mundo – de 1919, y, en cambio si aparecía en Filosofía de 1931. En verdad, de<br />

acuerdo a la primera de estas obras mencionadas, la importancia del<br />

sufrimiento (Leiden) es tal que por eso no es una <strong>situación</strong> límite más – así<br />

pensaba <strong>Jaspers</strong> en ese tiempo en el que se estaba completando su transición<br />

de la Psiquiatría a la Filosofía -.<br />

Por este motivo, leemos en la mencionada Psicología /.../ que el<br />

sufrimiento es común a todas la situaciones límite. Recordemos que las<br />

mentadas situaciones límite que se presentan en esta obra son: lucha, muerte,<br />

casualidad y culpa. Que lucha, muerte y culpa produzcan sufrimiento, está por<br />

demás claro; en el caso de la casualidad, ello se explica, porque lo que está en<br />

juego en ella es el quedar expuesto a lo azaroso y lo impredecible. En todo<br />

caso esta <strong>situación</strong> límite – la de la casualidad – desaparecerá en la obra del<br />

31 y precisamente en su reemplazo aparecerá el sufrimiento. Escuchemos:<br />

“Lo común a todas las situaciones límite es que producen sufrimiento.<br />

Pero tienen también en común que despliegan fuerzas que van acompañadas<br />

del placer de la existencia, del sentido, del crecer. El sufrir no es una <strong>situación</strong><br />

límite entre otras, sino que todas, bajo el punto de vista subjetivo, devienen a<br />

sufrimiento. El placer y el sufrimiento están encadenados inevitablemente uno a<br />

otro. Ambos son algo último, avasallador, insuperable, esencial a nuestra<br />

<strong>situación</strong>. Como sufrimiento, aprehendemos solamente una cara, enumeramos<br />

lo negativo del valor. Podría intentarse, probablemente, también una<br />

descripción de lo positivo del valor, de la alegría, de las sublimaciones del<br />

sentido (MMC, p. 324).<br />

P 1<br />

Para <strong>Jaspers</strong> se trata de cómo estamos determinados por una condición<br />

antinómica, vale decir, de opuestos, de lucha de contrarios, idea que, si no<br />

vamos tan lejos como a Heráclito, proviene fundamentalmente de Kierkegaard.<br />

En este sentido, el sufrimiento y todas las situaciones límite las vivimos sobre<br />

esa tensión antinómica; en otras palabras, vivimos tanto el sufrimiento como<br />

falta de alegría, como esta última en tanto falta de sufrimiento, pero sin que<br />

nunca se den simplemente aisladamente.<br />

Lo anterior explica por qué el Capítulo sobre las situaciones límite en<br />

particular, tomando a cada una por separado, está inserto dentro de una<br />

Sección más amplia, titulada “<strong>La</strong> estructura antinómica de la existencia<br />

concreta”.<br />

Detengámonos en el análisis de esta estructura. Por de pronto, se trata<br />

de la antinomia y la oposición en general y <strong>según</strong> los alcances que tiene cada<br />

una de sus modalidades. Escuchemos:<br />

“Hay muchos conceptos de oposiciones. Frente a la oposición lógica (por<br />

ejemplo, del juicio afirmativo y negativo) está la oposición real (por ejemplo<br />

atracción y repulsa, vida y muerte). Distinta a ambas es la oposición de valores


(por ejemplo útil y perjudicial). El tipo de la oposición lógica es la contradicción.<br />

<strong>La</strong> oposición real no aparece, en primer lugar, como mera diversidad (por<br />

ejemplo azul y verde) a diferencia de la igualdad; en segundo lugar como<br />

polaridad (por ejemplo caliente-frío, oscuro-claro); entre los dos polos, las<br />

oposiciones máximas, discurre una serie de cruces, que pueden concebirse<br />

como escalonados gradualmente; en tercer lugar, como antagonismo de<br />

fuerzas contrapuestas que se inhiben, anulan, substraen, se unen a otras<br />

fuerzas (por ejemplo electricidad positiva y negativa, paralelogramo de fuerzas,<br />

instintos que se combaten) (MMC, p. 305).<br />

P 2<br />

Como observamos, para <strong>Jaspers</strong> la antinomia se presenta en los<br />

distintos planos del ser: en un plano lógico, en el que se hace valer como<br />

contradicción; en un plano real, en el que puede mostrarse como diversidad,<br />

pero también como polaridad e incluso como antagonismo.<br />

Visto de esta forma, se entiende como así la antinomia es constitutiva<br />

del ser en todas sus manifestaciones, y lo que es más interesante para<br />

nosotros: por cierto es también constitutiva de lo humano, como que el hombre<br />

necesita para su desarrollo de la diversidad, la polaridad y aun el antagonismo<br />

entre fuerzas contrarias. Podemos pensar aquí en lo que filosóficamente<br />

significa la prueba y el ser puesto a prueba, en la medida en que precisamente<br />

ello requiere de una fricción entre fuerzas y elementos antagónicos.<br />

<strong>Jaspers</strong> examina primero el alcance de lo antinómico por el lado del<br />

objeto. Esto tiene que ver:<br />

1.Con las oposiciones que se le presentan al pensar, por ejemplo en<br />

relación con la continuidad versus discontinuidad, así como se desarrolló estos<br />

en el pensamiento de los Eleatas, aquella escuela filosófica del siglo V a.C.<br />

radicada en Siracusa, a la que pertenecieron Zenón, su fundador, y<br />

Parménides. Existimos en un continuum, que se expresa, por ejemplo, como<br />

tiempo, pero el pensamiento al intentar definir el tiempo, lo discontinúa, al hacer<br />

diferenciaciones entre pasado, presente, futuro, antes, ahora, después, y otros.<br />

2.También entran aquí en juego las antinomias de la realidad, por<br />

ejemplo, en lo que atañe a la pregunta en torno a la ilimitación o limitación del<br />

universo, lo que en particular tiene que ver con las antinomias desarrolladas<br />

por Kant, léase las “antinomias cosmológicas”. Tanto bajo el supuesto de que<br />

el universo es finito en el tiempo o en el espacio, como bajo el supuesto<br />

contrario, el pensamiento queda de cara a una incógnita que no puede<br />

resolver.<br />

Mas este carácter antinómico que afecta tanto al pensar propiamente tal<br />

como a la realidad no anquilosa nuestra actividad intelectual, sino que, como lo<br />

plantea nuestro filósofo, constituye un acicate. Es más, el hecho de que no se<br />

puedan explicar o resolver las cuestiones últimas, se traduce en un impulso<br />

para las ciencias, que entonces se abocan al estudio de partes o tipos de entes<br />

del vasto e inconmensurable universo, es decir, desarrollan aquello que<br />

Heidegger llamó certeramente “ontologías regionales”.<br />

P 3<br />

En cuanto a lo que concierne al carácter antinómico por el lado del<br />

objeto, también se trata aquí de lo referente a los valores y a la acción. Si bien<br />

este terreno tiene que ver con el sujeto, sin embargo se refiere específicamente<br />

a la objetividad y las generalidades de costumbres, normas y valores en que el<br />

hombre se apoya con el fin de actuar apropiadamente. Escuchemos:


“<strong>La</strong> <strong>situación</strong> objetiva es para el hombre muy conmovedora, porque él no<br />

solamente conoce la realidad, sino que también valora y para su existencia<br />

interviene en ella obrando a partir de valoraciones y fines. Los valores<br />

consisten enteramente en oposiciones y falta de valor. A todo valor está unido<br />

en una forma totalmente general una falta de valor. Los valores obtienen la<br />

forma de un algo objetivo, de un reino especial, como algo que tiene validez en<br />

sí, que debe ser cumplido o exigido. Entre este reino de los valores y la<br />

realidad existe una tensión: En lugar de que lo que es real también tenga valor<br />

y todo valor sea real por el contrario, la realidad es sin consideración alguna a<br />

las oposiciones de valor, y el hombre anda por su parte un camino infinito de<br />

realización de valores, al menos <strong>según</strong> su intencionalidad, quedando<br />

objetivamente completamente problemático, si en realidad en la sucesión del<br />

tiempo se da “progreso” en la realización de valores; o si solamente hay series<br />

de realización de valores y de destrucción de valores en los individuos aislados<br />

y en períodos de tiempo limitados, aunque también largos” (MMC, 311).<br />

<strong>Jaspers</strong> tiene muy en cuenta aquí el desfase que inevitablemente hay<br />

entre las cosas y fenómenos, que en sí mismos, son a-valóricos, es decir, son<br />

independientes de nuestras valoraciones y los valores y valoraciones que<br />

nosotros hacemos y tenemos que hacer con el fin de orientar nuestras<br />

existencias.<br />

P 4<br />

Lo anterior nos muestra como el filósofo nacido en Oldenburg tiene muy<br />

presente ya aquí, en esta obra de 1919, elementos de lo que podríamos llamar<br />

una “ética negativa”, vale decir, una ética tal en la que se trata o de “suspender<br />

el juicio”, como plantearon esto los estoicos, o de estar determinados por una<br />

“predisposición al retiro de las valoraciones”, con el fin de mantenernos lo más<br />

próximos a las cosas, fenómenos, situaciones y eventos que conforman el<br />

mundo en que nos debatimos. Esto lo he desarrollado en el libro Aventura<br />

ética. Hacia una ética originaria.<br />

Y <strong>Jaspers</strong> lo que tiene además en cuenta en las palabras citadas más<br />

arriba es como el mundo va cambiando, de tal manera que lo que alguna vez<br />

valoramos de alguna forma ya no lo podemos seguir valorando igual. Mas,<br />

cuidadosamente él deja planteado este desfase, esta antinomia que se da<br />

entre los valores y la realidad, como algo sobre lo cual se suscitan muchas<br />

preguntas. Citemos otra vez sus últimas palabras:<br />

“En lugar de que lo que es real también tenga valor y todo valor sea real<br />

por el contrario, la realidad es sin consideración alguna a las oposiciones de<br />

valor, y el hombre anda por su parte un camino infinito de realización de<br />

valores, al menos <strong>según</strong> su intencionalidad, quedando objetivamente<br />

completamente problemático, si en realidad en la sucesión del tiempo se da<br />

“progreso” en la realización de valores; o si solamente hay series de realización<br />

de valores y de destrucción de valores en los individuos aislados y en períodos<br />

de tiempo limitados, aunque también largos”.<br />

P 5<br />

Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo<br />

domingo a las cinco de la tarde con el tema “El problema de la acción”.


“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />

Realización: Cristóbal Holzapfel<br />

Programa No. 385 para la Radio de la Universidad de Chile<br />

Tema: “El problema de la acción”<br />

Ciclo: Filosofía de la historia 68<br />

Audición: domingo 28 de septiembre de 2003 a las 17 hrs.<br />

<strong>Jaspers</strong> analiza al hombre fundamentalmente sobre la base de un<br />

carácter antinómico que lo determina. Últimamente veíamos como ello se<br />

plantea también en el ámbito valórico. Ello tiene que ver en particular con el<br />

hecho de que los valores y valoraciones que hacemos siempre están en<br />

tensión con aquello sobre lo cual éstos recaen – las cosas, los fenómenos, las<br />

situaciones, los eventos, los acontecimientos – que valoramos, y esto en el<br />

sentido de que estos últimos son esencialmente a-valóricos, vale decir,<br />

independientes de los valores y valoraciones. Ello hace necesario que ya<br />

pronto o al cabo de un tiempo haya que retirar las valoraciones, con el fin de<br />

atender a un nuevo estado de cosas. Podríamos agregar aquí que esto no<br />

necesariamente implica relativismo, sino tan sólo reconocimiento de que el<br />

modo como valoramos las cosas cambia, sin que ello signifique eo ipso que los<br />

valores propiamente tales cambiaran.<br />

El mencionado carácter antinómico lo vincula <strong>Jaspers</strong> también con la<br />

acción, en el sentido de cómo, siguiendo en esto a Goethe, el hombre actúa<br />

inevitablemente a ciegas, por cuanto no puede conocer ni la totalidad de las<br />

motivaciones, ni de las consecuencias de una acción determinada. De esto<br />

tratábamos en una oportunidad anterior. Completemos ahora ese análisis<br />

iniciado. <strong>Jaspers</strong>:<br />

“Todo obrar en orden a los valores tiene consecuencias que no quiso el<br />

operante ni puede querer. Ningún obrar tiene de una forma pura y sin<br />

consecuencias concomitantes los efectos deseados. Ejemplos de ello serían:<br />

Yo quiero amor al prójimo y cultura <strong>espiritual</strong>; para poder realizar estas cosas<br />

donde sea, acepto realmente la explotación humana – como algo inevitable –<br />

aunque a mí vista esté muy oculta” (MMC, 312).<br />

P 1<br />

En definitiva, el reconocimiento del aludido carácter antinómico se apoya<br />

en la concepción de la finitud de la existencia humana. Para nuestro pensador<br />

se trata de que el hombre nunca puede alcanzar una armonía; él esta siempre<br />

en tensión entre fuerzas opuestas que no puede desconocer. Así esto atañe<br />

incluso al reconocimiento, como veíamos recién, de que si hay vida <strong>espiritual</strong>,<br />

tenemos que aceptar que ello es posible porque hay explotación. En otras<br />

palabras, el trabajo de otros que se preocupan de asegurar la satisfacción de<br />

las necesidades básicas del ser humano, hace posible esa <strong>espiritual</strong>idad, y lo<br />

mismo podría decirse del hecho que hayan estudios superiores e investigación<br />

científica. Así también para <strong>Jaspers</strong> la exclusión total y absoluta de la mentira<br />

es insostenible. Hay distintas situaciones en las que la mentira tiene<br />

justificación. Y así podrían ponerse muchos otros ejemplos que revelan esa<br />

esencial disarmonía del ser humano.<br />

Hasta aquí hemos tratado del carácter antinómico del hombre por el lado<br />

del objeto. Como hemos visto, ello ha tenido que ver, entre otros, con la<br />

realidad; por ejemplo, en lo que atañe al universo, éste puede ser concebido<br />

espacio-temporalmente tanto como finito como infinito. Hemos visto que lo


eferente al objeto también concierne a los valores, que constituirían un<br />

sustento para la acción. En este sentido aquellos valores se pretende que<br />

serían objetivos, pero como veíamos, lo antinómico también los atraviesa.<br />

P 2<br />

Ahora, por el lado del sujeto, también despunta lo antinómico. Y si lo<br />

antinómico en la realidad, en el universo, posibilita al fin y al cabo que haya<br />

movimiento (entre lo fuerte y lo débil, por ejemplo), así lo antinómico en el<br />

hombre permite que él crezca, madure y se desarrolle. <strong>Jaspers</strong>:<br />

“En los instintos las oposiciones están encadenadas unas a otras. Si se<br />

tiene un instinto, se origina en una polaridad. No podemos desembarazarnos<br />

de un instinto, a lo sumo de toda la polaridad. Mientras que la concepción<br />

racionalista, no intuitiva espera que al existir en lo anímico una parte de la<br />

oposición, falte lógicamente la parte contrapuesta; en realidad ocurre que la<br />

disciplina de una parte puede tener el efecto principal para acuñación de la<br />

personalidad, sobre todo para el obrar; pero en la vivencia misma existen las<br />

dos partes y nos está permitido deducir de una parte la existencia de la otra.<br />

Necesidad de placer y necesidad de displacer, sadismo y masoquismo,<br />

voluntad de poder y deseo de sumisión, amor y odio,, necesidad de sosiego,<br />

etc., van parejos; en una palabra, frente a todo querer está un no querer.<br />

“<strong>La</strong>s oposiciones como contraste se provocan mutuamente. Una<br />

evolución anímica hacia una parte tiende al cambio hacia la contrapuesta,<br />

precisamente de la manera más intensa cuando se produce una evolución pura<br />

y elevada de una posibilidad. Ya en lo fisiológico, el mirar prolongadamente un<br />

color produce una persistencia de la imagen en el color complementario.<br />

También en el mundo de los sentimientos, las tristezas intensas se cambian<br />

después de algún tiempo, a veces por el motivo más insignificante determinado<br />

por condiciones internas, en alegría que quizás no es adecuada a la <strong>situación</strong><br />

total, y a la inversa. Finalmente tiene validez siempre lo que, por mostrarse en<br />

esta época de una forma especialmente clara, se ha dicho del hombre<br />

medieval: “Lo contrapuesto se presenta en una cercanía inmediata, búsqueda<br />

del mundo y huida de él; la renuncia y el placer más salvaje, amor y atroz<br />

crueldad, misericordia y dureza caballeresca, entendimiento a secas y exceso<br />

de sentimiento, impresiones de la cercanía de Dios y abandono de Dios”.<br />

(Gass, citado por V. Eicken). El que desea mucho placer, ha de aguantar<br />

mucho displacer. El que no desea el displacer, ha de renunciar al placer (como<br />

los estoicos). <strong>La</strong> ascesis aumenta el goce. Sólo el asceta vive las tentaciones<br />

de San Antonio, pero tampoco logra salvarse de ellas” (MMC, 313-314).<br />

P 3<br />

Sin duda alguna, la antinómico, las oposiciones, los contrastes son lo<br />

decisivo y los requerimos para nuestro desarrollo. Podríamos decir como en<br />

este sentido el hombre únicamente puede crecer si es puesto a prueba.<br />

Además, así como en la naturaleza y el universo, esas oposiciones generan<br />

movimiento, así también ello hace posible el cambio y el crecimiento en el<br />

hombre.<br />

Esta manera de entender y de asumir nuestro carácter antinómico, como<br />

podemos observar, también tiene repercusiones en relación con la formación<br />

ética del hombre. Es más, el hombre suele ser más completo, si es como San<br />

Antonio, si está bajo tentación, si vive o ha vivido esos contrastes y<br />

contrariedades, que no el hombre que frecuentemente, porque se somete a la<br />

formalidad de una institución, queda con ello de por sí al resguardo de esas


tensiones. Es cierto, como sostenía el propio <strong>Jaspers</strong>, que siguiendo los<br />

dictámenes de una disciplina, solemos vivir solamente un lado de las cosas,<br />

mas en la vida no es así. Sigamos con <strong>Jaspers</strong>:<br />

“<strong>La</strong> evolución individual se consuma en oposiciones, de modo que con<br />

frecuencia sólo podemos negar algo después que lo hemos hecho; tener y<br />

seguir principios de vida, después de haberlos vivido una vez <strong>según</strong> otros. Sólo<br />

el que es “pecador” puede ser también “moral”. Lo que para uno es evidente y<br />

realizable para su vida, porque ha dejado tras sí lo contrario, para el otro es<br />

vacío y vano o inauténtico. Los grandes conversos; San Agustín, San<br />

Francisco, Tolstoi obtuvieron su forma de vida tras una existencia mundana.<br />

Para todo el que los sigue, sin condiciones previas, esta forma de vida ha de<br />

tener un carácter absolutamente distinto. <strong>Jaspers</strong>:<br />

“Nuestra existencia perdura entre polos contrarios, que cada uno por sí<br />

nos llevaría a un caos o a una forma de existencia muerta, pero que juntos<br />

exigen y producen lo contrapuesto: adiestramiento y crecimiento natural,<br />

costumbres y originalidad, forma y responsabilidad anímica, adaptación y<br />

autoafirmación, etc.” (MMC, 314-315).<br />

P 4<br />

Los anteriores pensamientos están a su vez íntimamente vinculados con<br />

la libertad. Podríamos decir que la libertad la vivimos precisamente en esos<br />

contrastes y oposiciones. Es más, incluso la hacen posible. Adán y Eva no son<br />

libres justamente porque en el Paraíso no hay oposición.<br />

Llevemos las cosas más lejos todavía. En un Ciclo anterior de “<strong>La</strong> fiesta<br />

del pensamiento” decíamos que podemos sospechar que es una falacia la que<br />

se esconde tras argumentaciones demasiado extremas en apariencia muy<br />

sensatas y que trasuntan una visión a-crítica respecto de los males de este<br />

mundo, llámense criminalidad, prostitución, drogadicción, y otros tantos<br />

fenómenos que aluden a males que son de responsabilidad humana,<br />

planteando lo innecesario y fútil de ellos, pretendiendo que está siempre tan a<br />

la mano la posibilidad de un mundo donde aquella <strong>situación</strong> ignominiosa no<br />

existiría más; en otras palabras, se especula acerca de un mundo futuro donde<br />

el mal no existiría.<br />

Mas, basta recurrir a Heráclito para hacer patente lo que me atrevería a<br />

llamar provocativamente “falso idealismo” que hay tras las propuestas de mundos<br />

sin fricción, oposición y contrariedad, y, para decirlo en pocas palabras, que<br />

Polemos (la Guerra) es el Padre de todas las cosas, que no hay lo caliente sin lo<br />

frío, lo húmedo sin lo seco, el día sin la noche, la primavera sin el otoño, y,<br />

entrando en el terreno ético, no hay tampoco la justicia sin la injusticia, lo bueno<br />

sin lo malo, y viceversa.<br />

P 5<br />

Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo<br />

domingo a las cinco de la tarde con el tema “El problema de la acción”.

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