La situación espiritual según Jaspers - cristobal holzapfel
La situación espiritual según Jaspers - cristobal holzapfel
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Programa:<br />
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Radio de la Universidad de Chile<br />
y<br />
Radio Universidad Santa María<br />
Realización:<br />
Cristóbal Holzapfel<br />
Ciclo:<br />
“<strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> <strong>según</strong> <strong>Jaspers</strong>”
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 336 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 19<br />
Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />
Audición: sábado 21 de septiembre a las 13,30 hrs.<br />
y domingo 22 de septiembre de 2002 a las 17 hrs.<br />
El filósofo y psiquiatra Karl <strong>Jaspers</strong>, que viviera entre 1883 y 1969, y que<br />
por lo tanto, viviera 86 años, publica en 1931 <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro<br />
tiempo, uno de los libros más leídos de su época y que, <strong>según</strong> nos iremos<br />
dando cuenta en nuestros análisis, no solamente sigue en plena vigencia, sino<br />
que nos habla de una <strong>situación</strong> que en lo fundamental sigue siendo la misma, y<br />
más encima, se ha agudizado.<br />
<strong>Jaspers</strong> parte por hablarnos de una amenaza que se cierne sobre el<br />
hombre de su tiempo que lo puede llevar al extravío. Pero, como en nuestro<br />
tiempo estamos sumidos, el pensamiento que vamos desarrollando en torno a<br />
él está en una constante transformación. Y esto plantea una <strong>situación</strong> distinta<br />
de cuando pensamos épocas pasadas, las que las podemos apreciar <strong>según</strong><br />
sus acontecimientos, sus fracasos y sus logros, todo lo cual constituye algo ya<br />
realizado.<br />
Mas, si atendemos a la trasformación de nuestro tiempo reconocemos<br />
en esto algo particularmente pronunciado y que lo caracteriza. <strong>Jaspers</strong>, así<br />
como otros, destaca esta característica de lo vertiginoso de la mudanza de<br />
todas las cosas en la que vivimos. En contraste con ello, él advierte sobre la<br />
perdurabilidad que caracterizaba a otras épocas, y dice al respecto:<br />
“Hubo tiempos en los cuales el hombre sentía su mundo como uno<br />
permanente, como uno entre una era áurea desaparecida y uno del fin del<br />
mundo, así determinado por la divinidad. Él se instalaba sin pretender cambiar<br />
el mundo. Su actuar estaba encaminado al mejoramiento de su <strong>situación</strong> en<br />
medio de circunstancias en sí mismas inmutables. En éstas se sabía él<br />
protegido, atado a la tierra y al cielo” (p. 5).<br />
P 1<br />
Se ha perdido la unión entre tierra y cielo. Esta es otra manera de<br />
expresar lo que en el postmodernismo, partiendo por Francois Lyotard, se ha<br />
llamado la perdida del “megarelato”, lo cual, como ya apunta su nombre, hace<br />
alusión a que tras la configuración de lo que llamamos mundo y realidad hay un<br />
relato, un discurso, es decir un lenguaje que no solamente lo articula, sino en el<br />
cual esa configuración y constitución tiene lugar.<br />
Y, entrando en el pensamiento de <strong>Jaspers</strong> propiamente tal, podríamos<br />
decir que en esa pérdida de la unión entre tierra y cielo, se adelanta toda su<br />
meditación en torno a la historia de la humanidad y a la “<strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de<br />
nuestro tiempo”.<br />
Habría que decir primero al respecto que se trataría de recuperar esa<br />
unión, mas, tal vez, no en el sentido de una re-iteración, una vuelta atrás, que<br />
por lo demás, sería imposible.<br />
<strong>La</strong> pérdida de la unión entre tierra y cielo se puede leer en el<br />
pensamiento jaspersiano al modo de la pérdida de la unión pareja entre lo que<br />
él llama terminológicamente “ser-ahí” y “existencia”.
<strong>La</strong> palabra alemana que con esta rara expresión “ser-ahí” traducimos<br />
corresponde a “Dasein”.<br />
El primero en usar la expresión “ser-ahí” fue el traductor español José<br />
Gaos de la obra principal de Martín Heidegger Ser y tiempo, sólo que el<br />
Dasein, el ser-ahí de uno y otro de los pensadores alemanes tiene<br />
significaciones completamente opuestas (lo cual corresponde, habría que<br />
puntualizar, a un asunto meramente particular que no implica una oposición<br />
entre sus pensamientos).<br />
Si el ser-ahí de Heidegger es ante todo la apertura que determina al<br />
hombre y en la que se puede manifestar la plenitud del ser, el ser-ahí de<br />
<strong>Jaspers</strong> es un “ser-ahí no más” (“bloss da zu sein”), y curiosamente esta<br />
manera de caracterizar el pensador a este mentado ser-ahí está en perfecta<br />
consonancia con cierta jerga juvenil chilena de los últimos años, como cuando<br />
se dice que “alguien” o “algo es ahí no más”.<br />
P 2<br />
En efecto, el hombre es meramente ser-ahí, a saber un ente vivo con un<br />
cuerpo que le demanda la satisfacción de múltiples necesidades, y a este serahí<br />
lo guía además una “conciencia general” (“Bewusstsein überhaupt”) que le<br />
permite estar y desarrollarse en un mundo dominado por estructuras de poder.<br />
Ahora bien, está claro que el término ‘ser-ahí’ es artificial, y en el caso de<br />
Ser y tiempo, el nuevo traductor, nuestro compatriota Jorge Eduardo Rivera, ha<br />
optado por no traducirlo. En el caso mío, persisto en la idea de traducirlo, sobre<br />
todo tratándose de <strong>Jaspers</strong>, porque tenemos como ayuda ese giro chilensis del<br />
“ser-ahí no más” y que, ya veíamos, usa también <strong>Jaspers</strong>. Aún así, con el<br />
objeto de evitar este término, al fin y al cabo, igualmente artificial, podría optar<br />
por traducir el Dasein alemán por otras modalidades, como la expresión que<br />
encontramos en Ortega y Gasset, el “hombre-masa”, pero creo que la dificultad<br />
que tiene un procedimiento de esta naturaleza es que inevitablemente nos<br />
pone muy en la línea de lo que el pensador español planteara en su obra <strong>La</strong><br />
rebelión de las masas.<br />
Pero entonces el hombre como mero “ser-ahí no más” no se realiza<br />
plenamente en lo que esencialmente es. Se trata para nuestro pensador que el<br />
hombre de un salto, y que es únicamente posible a partir de un acto de<br />
trascender hacia su posible ser-sí-mismo al que llama “existencia”. El afirmarse<br />
como esta posible existencia supone afirmarse parejamente como posibilidad y<br />
libertad.<br />
Pero, si decimos posibilidad, decimos esto no en el sentido de ser<br />
cualquier cosa o siquiera algo determinado, sino antes que eso, se trata de<br />
asumirse como que nosotros mismos somos esencialmente posibilidad, en el<br />
sentido por lo tanto de que nos asumimos como posibilidad, como poder-ser.<br />
Tan sólo en la medida en que nos asumimos como tales podemos<br />
ulteriormente elegir posibilidades genuinas, concretas y determinadas.<br />
P 3<br />
Llama la atención de que alrededor del año 1931 <strong>Jaspers</strong> destaque que<br />
se habla de crisis en todas partes, la crisis de esto o de lo otro, y por sobre todo<br />
la crisis del mundo y de la humanidad toda. Esto nos hace ver que seguimos en<br />
lo mismo, que si la crisis ya estaba entonces no hemos hecho sino ahondarla<br />
hasta el límite de lo inconcebible, de lo que ni la más aguda ciencia-ficción de<br />
un Julio Verne hubiera siquiera podido soñar en sus más extravagantes
fantasías: pensemos en la posibilidad ad portas de la clonación humana, por<br />
ejemplo.<br />
Pues bien, <strong>Jaspers</strong> habla también de crisis, pero la caracteriza, a mi<br />
juicio, del modo más radical, pues lo se advierte que del modo como él la<br />
entiende toda otra forma de concebirla queda atrás y aparece como<br />
secundaria. Él sostiene que la crisis consiste en el hecho de que, desde algún<br />
momento en adelante, el hombre se ha propuesto como máxima aspiración un<br />
“orden del ser-ahí” (“Daseinsordnung”).<br />
Esta sería pues la rotura de la unión entre cielo y tierra que se ha<br />
producido.<br />
Y resulta que por el camino de esa aspiración a un “orden del ser-ahí”,<br />
que se pretende autosuficiente, llegamos al final a convertir al mundo en una<br />
fábrica, en una máquina (Heidegger dirá más adelante: en una “estación de<br />
servicio”), y podríamos agregar aquí, en un supermercado. En la misma línea<br />
están las ideas de <strong>Jaspers</strong> para caracterizar nuestro mundo como “aparato”<br />
regido por una “planificación total”.<br />
Y, cómo no reconocer sobre todo hoy a más de setenta años de lo que<br />
escribiera <strong>Jaspers</strong> de que no hemos sino agrandado y perfeccionado la<br />
máquina, la fábrica, el supermercado y que hemos llegado hasta extremos<br />
inconcebibles como cultivar grandes porciones de nuestra costas, de “ese mar<br />
que tranquilo te baña” en zonas de cultivo de ostiones, en salmoneras y que<br />
parece que lo que nos hubiera quedado de los versos de nuestro himno<br />
nacional fuera únicamente el que sigue al anterior, que continúa aludiendo al<br />
mar como que: “te promete futuro esplendor”, y que además ocurre que ese<br />
“esplendor” hemos llegado a entenderlo de la manera más mezquina, como<br />
que se tratara de una cuestión puramente económica.<br />
Ésta es también pues nuestra <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo.<br />
¿Podremos salir de ella? ¿Tendremos la fuerza de salir de ella? ¿O todo se ha<br />
agotado ya, y ya no hay más fuerza del espíritu, no quedando más que ir cada<br />
vez más en declive en la pérdida del mundo cósmico y del hombre?<br />
P 4<br />
Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />
a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />
cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />
de nuestro tiempo”.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 337 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 20<br />
Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />
Audición: sábado 28 de septiembre a las 13,30 hrs.<br />
y domingo 29 de septiembre de 2002 a las 17 hrs.<br />
Veíamos como <strong>Jaspers</strong>, al hablar de la crisis de nuestro tiempo, se trata<br />
en ello de que habría habido una pérdida de la unión entre cielo y tierra, que<br />
desde entonces el hombre creería que únicamente valiéndose de lo que él<br />
hace en términos de satisfacer sus necesidades materiales y organizando un<br />
mundo al modo de una fábrica que funciona perfectamente bien, con ello<br />
habríamos logrado darle cumplimiento a nuestras máximas aspiraciones.<br />
Pues bien, ya <strong>Jaspers</strong> en 1932, en su obra <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de<br />
nuestro tiempo se da claramente cuenta de que por ese derrotero vamos a<br />
pérdida, y sucumbirá con ello el hombre y el mundo.<br />
Hoy por hoy ya hemos ido tan lejos, hemos hecho tan realidad la fábrica,<br />
el aparato, la estación de servicio y el supermercado en el que se debaten<br />
nuestras existencias al modo de un “Pienso luego consumo” que lo dicho por<br />
<strong>Jaspers</strong> hace más de setenta años se vuelve particularmente inquietante.<br />
<strong>La</strong> pérdida de la unión entre cielo y tierra alude a que el hombre, en lo<br />
que concierne al pensamiento de <strong>Jaspers</strong>, no habita únicamente en este<br />
mundo, sino que está esencialmente referido a lo trascendente, no sólo<br />
respecto de su propio ser, sino respecto del mundo mismo, vale decir, que<br />
habría una trascendencia a la cual éste está también este último referido.<br />
A lo de trascendente que hay en el hombre <strong>Jaspers</strong> lo llama existencia.<br />
Entendamos esto a través de un ejemplo particular: nuestro yo. El yo lo<br />
solemos entender y vivenciar tan sólo como cuerpo; o tal sólo como un yosocial:<br />
yo soy lo que soy para los otros; o tan sólo como un yo-logro, etc.; pero<br />
mi yo propiamente tal tendría que constituirse a través de un acto de trascender<br />
esas esquematizaciones que lo coartan y lo limitan, como el cuerpo y lo social.<br />
Él se puede constituir, trascendiendo aquellos esquemas, como posibilidad y<br />
libertad.<br />
Y lo mismo el mundo material, lo que conocemos no solamente como<br />
mundo humano, sino también la naturaleza y el cosmos, no serían<br />
autosuficientes, porque estarían referidos a una trascendencia. Mas, para<br />
nuestro pensador se trata de que respecto de ésta no hay sino cifras, y lo que<br />
hacen las religiones, la filosofía e incluso el arte no es sino intentar descifrar las<br />
cifras ocultas de la trascendencia.<br />
P 1<br />
Por ejemplo, pensemos en el amor. ¿Quién no ha tenido alguna vez la<br />
intuición del misterio del amor, de aquello que le pasa al enamorado, que siente<br />
que si él ama, da expresión con ello a la fuerza universal del amor que hay en<br />
todo? Y probablemente en un poema, como expresión artística, se le ocurre a<br />
este enamorado intentar plasmar aquello que no solamente es un sentimiento,<br />
sino un pensamiento. Claro está, es probable que tal vez se quede en un puro<br />
sentir de un romanticismo vulgar, como lo que escuchamos en tantas<br />
canciones populares de que te amo como la tierra a la lluvia, o cosas por el<br />
estilo. Pero, nuestro imaginario enamorado nos puede llevar quizás tan lejos
como a hacernos ver como lo que dice el Dante de que planetas y estrellas<br />
estarían movidas por el amor, o como dice Fichte, de que el amor es la<br />
finalidad última del cosmos.<br />
Otro ejemplo: mirando atentamente el mar a determinada hora en que<br />
los rayos solares caen sobre las aguas y forman determinado ángulo respecto<br />
de nuestro ojo, podemos ver miles de reflejos y espejos que centellean por un<br />
segundo. En buenas cuentas, lo que sucede es que en cada uno de estos<br />
reflejos, que se les ha llamado “salamandras” se refleja el mismísimo astro-rey.<br />
Ante esta visión maravillosa y que extasía nuestra mirada podríamos<br />
sospechar que en ello se manifiesta, al modo de una comunicación llena de<br />
mensajes, la trascendencia misma. Y así en cada cosa.<br />
P 2<br />
Lo cierto y que es indiscutible es que lo que se manifiesta en cada cosa<br />
es algo así como lo que los filósofos griegos llamaron el logos, esto es, una<br />
razón, una legalidad, un sentido que hay en cada cosa. ¿Pero si la<br />
trascendencia, digamos si ese logos es pensamiento, vida y voluntad,<br />
podríamos decir que todo ello se revela en cada cosa, en esas refulgencias de<br />
la luz solar llamadas salamandras, en el árbol y en su crecimiento, como en su<br />
floración?<br />
Lo que se nos muestra aquí es una cuestión que filosóficamente es<br />
particularmente inquietante, y que se vincula con la relación entre el todo y sus<br />
partes. Podríamos decir que esta relación se despliega en tres posibilidades,<br />
que son las siguientes:<br />
<strong>La</strong> primera tiene que ver con <strong>Jaspers</strong>; de acuerdo a ella el todo se<br />
oculta, y si bien determina a las partes, y que éstas sean como son y se<br />
comporten como se comportan, sin embargo, ello no se muestra en ellas, y,<br />
cabría agregar, el todo muestra en ellas a lo más su legalidad. Esta es la<br />
posibilidad que, junto con vincularse estrechamente con <strong>Jaspers</strong> y su idea de<br />
una trascendencia cifrada, podríamos llamar propiamente “metafísica”.<br />
<strong>La</strong> segunda nos plantea que en las partes se revela lo que hay en el<br />
todo; los reflejos del agua marina transmiten mensajes que hay que interpretar,<br />
y lo mismo la formación de las nubes, como si el halcón traza determinadas<br />
líneas de vuelo. Esta tarea la realizan adivinos, y es por eso que guarda<br />
relación con la mentalidad del hombre arcaico, pero que pervive aún en la<br />
cartomancia, en el tarot, en la numerología, en la astrología y en la alquimia.<br />
El tercer modo de darse la relación entre el todo y las partes podríamos<br />
identificarlo como de carácter materialista; de acuerdo a éste, las partes<br />
pueden comportarse de maneras muy diferenciadas y que no necesariamente<br />
se dan previamente y desde siempre en el todo. Por ejemplo, si hay ciertos<br />
entes que poseen voluntad y son libres, no necesariamente hay aquello en el<br />
todo. Lo mismo, si hay vida, aunque sea en un mínima parte del todo-universo,<br />
no por ello hay vida en el todo. Etc.<br />
P 3<br />
Cabe aclarar que <strong>Jaspers</strong>, con su concepción de las cifras de la<br />
trascendencia, podría decirse que fluctúa entre la primera relación entre el todo<br />
y las partes, en el sentido de un todo oculto, y la segunda, <strong>según</strong> la cual este<br />
todo deja huellas en las partes, en los fenómenos y en cada cosa que habría<br />
entonces que descifrar.<br />
Por otra parte, al establecer la relación entre el todo y las partes de esta<br />
manera tripartita se muestra en esto una vez más que la filosofía no es algo
que simplemente se desenvuelve en las mentes de los filósofos, sino que está<br />
siempre viva en el hombre. Y esto lo sostengo aquí por cuanto aquella relación<br />
tripartita se da en cada uno en el sentido de haber tomado ya una decisión por<br />
alguna de ellas, a pesar de que no se haya tomado conciencia de ella: en otras<br />
palabras, cada uno de nosotros se acerca a la idea de un todo oculto; o de un<br />
todo que revela sus secretos en las partes, en cada cosa; o de unas partes que<br />
pueden tener propiedades como la vida o la inteligencia y que no<br />
necesariamente están por anticipado en el todo.<br />
Y hay que añadir todavía que en cada uno incluso se conjugan estos<br />
tres modos de darse la consabida relación, ya que tan frecuentemente sucede<br />
que vemos signos y señales de algo trascendente en determinados<br />
acontecimientos, en una palabra que alguien dijo de manera aparentemente<br />
casual, en fenómenos de la naturaleza, como un pájaro que ha llegado una<br />
mañana a repiquetear con su pico nuestra ventana.<br />
Pero luego hay también largos periodos de tiempo donde nada de esto<br />
sucede, en los que parece que todo se desenvolviera por los canales<br />
habituales y conocidos, donde no hay la sorpresa o el anuncio de nada.<br />
Entonces nos volvemos escépticos y positivistas, y dejamos de creer siquiera<br />
en la posibilidad de que hayan aquellos signos y señales. Es más, nos<br />
encerramos hasta tal punto en la jaula de nuestros supuestos que, si acaso<br />
ellos ocurren, ya no los reconocemos.<br />
Pero, por lo que decimos a través de estos ejemplos, parece que<br />
hiciéramos valer únicamente los dos últimos modos de darse la relación entre<br />
el todo y las partes. Y entonces ¿qué pasa con el primero? ¿Está el todo como<br />
inevitablemente oculto únicamente en las mentes de unos pocos filósofos y<br />
teólogos negativos? Habría que responder que de ninguna manera: también<br />
esta experiencia la suele vivir cada uno, y cabe agregar que, de acuerdo a ella,<br />
lo enigmático y el misterio siguen vivos, sólo que no estamos más dispuestos a<br />
detectar su supuesta presencia en distintos acontecimientos y fenómenos,<br />
porque ello acaba por parecernos superstición.<br />
P 4<br />
Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />
a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />
cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />
de nuestro tiempo”.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 338 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 21<br />
Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />
Audición: sábado 5 de octubre a las 13,30 hrs.<br />
y domingo 6 de octubre de 2002 a las 17 hrs.<br />
Como premonición del tiempo venidero recuerda <strong>Jaspers</strong> las siguientes<br />
palabras de Goethe:<br />
“Más astuta y perspicaz llegará a ser la humanidad, pero no mejor ni<br />
más feliz ni más fuerte. Veo venir el tiempo en el que Dios no estará más<br />
contento con la humanidad y tendrá que aniquilarlo todo para que de ello surja<br />
una nueva creación” (p. 13). HAG<br />
Es probable que así sea con nuestro mundo en el que hace poco, en<br />
agosto de 2002 se formó una nube tóxica sobre Sri <strong>La</strong>nka, el sur de China y la<br />
India de causa humana, ya que era de monóxido de carbono y ocasionó<br />
muchos muertos. Si tenemos en cuenta que después de Estados Unidos,<br />
China es el segundo país que más contamina el planeta, podemos desde ya<br />
advertir que ello lógicamente ha de acarrear consecuencias muy negativas.<br />
Como el tema para <strong>Jaspers</strong> es <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo,<br />
libro aparecido en 1932 y que aquí examinamos, las palabras de Goethe tienen<br />
el alcance de un testimonio entre muchos que se recogen y en los que leemos<br />
acerca de una visión crítica de la época.<br />
Hay muchos testimonios surgidos principalmente en el siglo XIX, y ello<br />
se debe a que, como lo hace notar <strong>Jaspers</strong>, en aquel siglo se desarrolló y se<br />
perfeccionó como nunca la historiografía, Teniendo en cuenta esto, podemos<br />
reparar en que por lo mismo no es en absoluto casual que Nietzsche en la obra<br />
que examinábamos anteriormente – De lo conveniente e inconveniente de los<br />
estudios historiográficos para la vida -, vea de forma particularmente crítica el<br />
hecho de que por abultarse sobremanera la historiografía, los estudios<br />
históricos, ello va en desmedro de la historia, en otras palabras que el gestarse<br />
de la historia se va haciendo cada vez más pobre. Recordábamos en su<br />
oportunidad como en nuestra época Jean Baudrillard hablará de ella en el<br />
sentido de la “huelga de los acontecimientos”.<br />
Y el propio Nietzsche, entre los pensadores del siglo XIX sería el primero<br />
que correspondería citar a la hora de recordar testimonios de presagios sobre<br />
el tiempo venidero. Él es precisamente quien anuncia el nihilismo para los<br />
próximos siglos.<br />
Y así también otro de los testimonios que recuerda <strong>Jaspers</strong> aquí es <strong>La</strong><br />
decadencia de occidente de Oswald Spengler, que vio la luz en 1918, obra en<br />
la que las civilizaciones, y así también la civilización occidental, son vistas<br />
como seres vivos que tienen su nacimiento, su crecimiento, su apogeo, su<br />
decadencia y su muerte, lo cual estaría dentro del marco de una legalidad<br />
histórica.<br />
P 1<br />
Examinemos a continuación algunos de los puntos que analiza <strong>Jaspers</strong><br />
en un capítulo de la señalada obra, titulado “Origen del estado actual de las<br />
cosas”. Él parte por sostener allí lo siguiente:
“<strong>La</strong> pregunta por la <strong>situación</strong> presente del ser humano como por el<br />
resultado de su devenir y las chances de su futuro está planteada hoy de la<br />
manera más urgente que nunca. Hay respuestas que ven la posibilidad de un<br />
ocaso y otras, la posibilidad de un nuevo inicio; mas, una respuesta decisiva<br />
queda fuera” (p. 17).<br />
Hagamos notar que respecto de esta cita podemos advertir como la<br />
verdad es que la <strong>situación</strong> del mundo sigue siendo la misma, por cuanto si ya<br />
en los años treinta leemos algo así, todo lo dicho allí es como si estuviera dicho<br />
hoy. También a nosotros nos parece urgente preguntarnos por nuestras<br />
chances futuras, como también nos embarga la sospecha de la posibilidad de<br />
un ocaso, y por último, también albergamos, tal vez en un lugar recóndito de<br />
nosotros, la esperanza de un nuevo inicio.<br />
No dejemos de tener presente a su vez que <strong>Jaspers</strong> está diciendo todo<br />
esto en 1932, lo que significa que si él deja planteada la inquietud del ocaso del<br />
mundo, lo que viene después, por de pronto en su país, Alemania, y ya<br />
precisamente al año siguiente, 1933, con la toma del poder total por parte de<br />
Hitler, luego todas las atrocidades del nazismo, el holocausto, la Segunda<br />
Guerra Mundial, y finalmente la destrucción material y moral de Alemania, lo<br />
que se ha dado en llamar “la hora 0”, tanto más conmovedor resulta lo que<br />
acabamos de leer.<br />
Y como se trata de estas preguntas que no pierden su carácter de<br />
urgencia, a pesar de que hayan transcurrido desde entonces 70 años, nuestro<br />
pensador comienza aquí por ciertas consideraciones que apuntan a la historia<br />
en sus amplios horizontes que se pierden en el tiempo. Atendiendo a que como<br />
humanidad hemos emergido a lo largo de un tiempo inconmensurable de un<br />
estado salvaje, dice:<br />
“Frente a los cientos de miles de años, en los cuales nos eran<br />
inaccesibles ciertos pasos decisivos hacia la humanidad, corresponde a la<br />
historia perceptible para nosotros de unos 6.000 años un espacio de tiempo<br />
ínfimo. Dentro de él se muestra el hombre diseminado por la superficie<br />
terrestre, en variadas formas, que mantienen entre sí muy pocas o casi ninguna<br />
relación, y sin conocerse entre sí. Saliendo de ese estado comienza a brillar el<br />
ser humano occidental, que conquistó el globo terráqueo que condujo a los<br />
hombres a un conocimiento mutuo y a la conciencia de su co-pertenencia<br />
dentro de la humanidad /.../ (p. 17).<br />
P 2<br />
Destaquemos de estas últimas palabras lo que parece particularmente<br />
significativo y que podemos resumir en los siguientes puntos:<br />
1.El hombre ha tenido un larguísimo estado larvario.<br />
2.Saliendo de ese estado ha alcanzado el tiempo en el que él se<br />
muestra como suficientemente humanizado, correspondiendo ello al periodo<br />
ínfimo de apenas 6.000 años.<br />
3.Pero durante todo este tiempo inmemorial él ha estado diseminado por<br />
todo el planeta, y sin contacto de unas tribus y clanes con otros.<br />
4.Es recién la aparición del hombre occidental lo que va a permitir un<br />
conocimiento mutuo entre culturas y civilizaciones cercanas o de las antípodas,<br />
aunque por cierto, habría que agregar, de una manera muy gradual.<br />
Se me viene a la memoria, a propósito de esto, aquel momento en el<br />
que vive el hombre de Neandertal en Europa, tremendamente robusto y apto<br />
para soportar las inclemencias del tiempo, los fríos del invierno del norte
europeo, a ratos la escasez de alimentos en medio de parajes cubiertos de<br />
escarcha, nieve y hielo. Mas, luego aparece el Cro-Magnon, el cual no es<br />
precisamente robusto, pero sí muchísimo más hábil e inteligente. Y esto va a<br />
significar la sentencia de muerte para el Neandertal que lentamente se bate en<br />
retirada, ya que el Cro-Magnon va cada vez más ocupando sus espacios. Y de<br />
todo ello saldrá finalmente el homo sapiens.<br />
De la descripción que nos hacía <strong>Jaspers</strong> más arriba destaquemos ahora<br />
tan sólo él último punto, cual es como el hombre occidental gradualmente va a<br />
ser capaz de poner a toda la humanidad en contacto.<br />
Si se trata de aquilatar esto, el asunto es muy complejo, y casi parece<br />
que es preferible abstener el juicio, lo que no sería únicamente en razón de<br />
cierta comodidad. Esto se debe a que ciertamente podemos ver como muy<br />
benéfico que el hombre occidental haya contribuido a esta comunicación<br />
universal, mas el problema, por cierto, radica en cómo lo ha hecho. Nosotros,<br />
los latino-americanos sabemos muy bien cómo se realizó esa “comunicación” a<br />
través de la cruz y la espada, y habría que agregar, de una cruz que se<br />
imponía por la espada.<br />
Pero, lo que podemos llamar occidentalización del planeta ¿qué ha<br />
significado además? Al comienzo de esta sesión hablábamos de la nube tóxica.<br />
Eso ya lo dice todo.<br />
Yo recuerdo que cuando era niño en el campo en que crecí cerca de<br />
Valdivia, próximo a mi dormitorio de un segundo piso había un gallinero, y<br />
escuchaba el cacareo de las gallinas y el kikerikí por las mañanas de alguno de<br />
los gallos. Veía también como acechaba el peligro sobre el gallinero de los<br />
gavilanes que se posaban sobre algunos árboles y dirigían su mirada aquilina a<br />
una posible presa. No faltaba tampoco el zorro que merodeaba por un<br />
manzanal contiguo a ese gallinero.<br />
Pues bien, hoy al ver un pollo en uno de los gigantescos criaderos en un<br />
espacio de 30 cms al cuadrado vivir y morir allí, me embarga una tristeza sin<br />
límite, y sobre todo al considerar que las nuevas y futuras generaciones ya no<br />
verán eso que tuve todavía el privilegio de ver.<br />
Hoy por hoy, diríamos, llegamos a una <strong>situación</strong> tal que un pollo no es<br />
un pollo; es más bien una especie de maniquí de pollo, que es además el que<br />
acabamos por echar al plato.<br />
<strong>La</strong> “Cumbre de Johannesburgo” a fines de Agosto de 2002, cuyo tema<br />
es el planeta y la ecología, debería darnos mucho que pensar al respecto, y<br />
además no dejar de protestar por la actitud irresponsable y deshumanizada del<br />
gobierno norteamericano y su decisión de no participar en esa Cumbre,<br />
considerando que Estados Unidos es el principal contaminador del planeta.<br />
P 3<br />
Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />
a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />
cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />
de nuestro tiempo”.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 339 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 22<br />
Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />
Audición: sábado 12 de octubre a las 13,30 hrs.<br />
y domingo 13 de octubre de 2002 a las 17 hrs.<br />
<strong>Jaspers</strong> al considerar como la humanidad ha llegado a superar un<br />
estado salvaje, en el que distintas y heterogéneas tribus y culturas estaban<br />
diseminadas por el planeta sin contacto entre sí, y posteriormente con la<br />
aparición del hombre occidental se fue logrando una unión cada vez mayor de<br />
la humanidad, este logro fue únicamente posible en la medida en que hubo una<br />
orientación a partir de las siguientes ideas-fuerza: racionalidad, subjetividad, y<br />
el mundo como realidad fáctica. Vamos por orden:<br />
1.<strong>La</strong> racionalidad, sobre todo fundada en Grecia ha permitido un dominio<br />
técnico de la naturaleza, la formación del derecho en particular en Roma, el<br />
desarrollo de la economía, todo lo cual, agrega nuestro autor, ha inducido a<br />
una racionalización de todo nuestro quehacer que nos induce a someternos a<br />
un pensar lógico y a la constatación empírica.<br />
2.<strong>La</strong> subjetividad, entendida en el sentido de una autoafirmación de ella,<br />
y al mismo tiempo, del yo y del individuo. También esto ha tenido una larga<br />
preparación, y habría comenzado a despuntar con el descollar de distintas<br />
personalidades, como los profetas judíos, los filósofos griegos, los hombres de<br />
estado romanos.<br />
3.Lo propio del hombre occidental ha sido el concebir la realidad como<br />
fáctica. <strong>Jaspers</strong> dice al respecto lo siguiente:<br />
“Contra la pérdida oriental del mundo y la posibilidad de la nada que se<br />
asume con ello, en tanto el auténtico ser, para el hombre occidental el mundo<br />
como realidad fáctica en el tiempo no es algo que podamos pasar por alto” (p.<br />
18).<br />
<strong>Jaspers</strong> insiste sobre la reciprocidad que hay entre estos tres factores<br />
que han determinado nuestra <strong>situación</strong> actual.<br />
Sin entrar en alguna discrepancia con ello, a mi juicio, es sobre todo la<br />
racionalidad lo que ha sido lo determinante, y como que los otros dos factores –<br />
la autoafirmación del sujeto y la concepción de la realidad en tanto fáctica –<br />
quedan supeditados al despliegue de esa racionalidad, que habría que aclarar<br />
aquí, ha sido más que nada una racionalidad instrumental.<br />
P 1<br />
Y así al modo como si un pensador nos estuviera hablando de la<br />
<strong>situación</strong> actual del mundo, <strong>Jaspers</strong> caracteriza la <strong>situación</strong> del momento en<br />
que escribe <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo, vale decir 1932,<br />
atendiendo a los tres principios descritos – racionalidad, subjetividad y realidad<br />
fáctica -, agrega:<br />
“Los últimos siglos recién han desplegado estos tres principios; el siglo<br />
XIX los condujo a su máxima efectuación. El globo terráqueo es accesible en<br />
todos lados; el espacio está dado. Por primera vez ha llegado a ser el planeta<br />
un sitio abarcable y habitable del hombre. Todo se vincula con todo. El dominio<br />
técnico de espacio, tiempo y materia crece imprevisiblemente no más a través<br />
de descubrimientos individuales y casuales, sino a través del trabajo
planificado, de acuerdo a lo cual el descubrir mismo pasa a ser metódico y<br />
provocado” (p. 18).<br />
<strong>Jaspers</strong> describe a su vez este proceso de conquista del planeta en<br />
términos de una europeización, y respecto de lo cual el siglo XIX ha significado<br />
su completación. Ello lo podemos ver también como un movimiento de una<br />
aceleración cada vez mayor que ha llevado la marca de la modernidad, con el<br />
destacarse de personalidades individuales. Y agrega nuestro pensador que en<br />
ello se ha sentido como la historia de estos últimos siglos ha sido atravesada<br />
por “el orgullo de líderes y conductores, el júbilo de descubridores, la osadía<br />
calculada, la experiencia de límites extremos”, en todo lo cual se ha<br />
conservado igualmente cierta vida interior de la que ha emanado la fuerza para<br />
todas esas grandes realizaciones.<br />
Sin embargo, hemos llegado finalmente a un límite. <strong>Jaspers</strong>:<br />
“el movimiento de conquista externo se ha topado con su límite; el<br />
movimiento desplegado se encuentra al final con el rebote de sí mismo” (p. 19).<br />
HAJ<br />
En ello observamos un anticipo de lo que ha llegado a preocuparnos a<br />
nosotros y que viene a ser una marca de nuestro tiempo: el fin de la historia.<br />
Relativamente a este punto, el pensador francés Jean Baudrillard habla<br />
de algo que él llama “el punto Canetti” en su obra mayor <strong>La</strong>s estrategias<br />
fatales. Con ello se refiere a algún pasaje de la obra del escritor y Premio Nóbel<br />
Elías Canetti, en donde hay una alusión a un momento que no sabríamos<br />
ubicar con precisión, a partir del cual lo que conocemos como realidad e<br />
historia habría quedado atrás y que ya no podríamos recuperar.<br />
P 2<br />
Y, de un modo similar a como aparece esto también en Baudrillard, si lo<br />
que nos caracteriza, sobre todo como hombres modernos, es un tiempo lineal<br />
del progreso, pareciera que a partir de este punto (“el punto Canetti”) sucedería<br />
que podríamos, de algún modo, retornar al tiempo cíclico característico del<br />
hombre arcaico. Mas, para <strong>Jaspers</strong> esto se muestra como un imposible, no<br />
obstante darse cuenta de que ya en los años treinta estaríamos a un paso de<br />
ello. Escuchemos:<br />
“Los principios del hombre occidental descartan la estabilidad del mero<br />
repetirse en círculo. Cada cosa conocida impulsa al mismo tiempo hacia<br />
nuevas posibilidades. <strong>La</strong> realidad no consiste en un ser-así, sino que tiene que<br />
ser asumida como un conocimiento que significa a la vez alteración y acción”<br />
(p. 19). HAJ<br />
Siguiendo esta comparación con Baudrillard, cabe agregar aquí, por<br />
último, siguiendo al pensador francés, cuando la velocidad es demasiado alta,<br />
da la impresión que no avanzáramos, como que todo se volviera más lento, así<br />
nos dice también <strong>Jaspers</strong>, adelantándose con ello a lo que decenios más tarde<br />
se describirá como “velocidad del cambio”. <strong>Jaspers</strong>:<br />
“<strong>La</strong> rapidez de los movimientos ha crecido de siglo en siglo. Nada está<br />
más firme, todo es cuestionado y arrastrado hacia una posible modificación,<br />
pero finalmente en una fricción interna que no conociera como tal el siglo XIX”<br />
(p. 19).<br />
P 3<br />
El pensador, nacido en Oldenburg, nos dice que incluso hay una<br />
sensación de quiebre en todo, y hace alusión a como al parecer esto se viene
preparando desde antaño. Ya en el Antiguo Egipto encontramos el siguiente<br />
papiro que, citado por <strong>Jaspers</strong>, dice lo siguiente:<br />
“Los saqueadores están por todas partes...ya no se ara, cada uno dice:<br />
ya no sabemos lo que ocurre en el reino...<strong>La</strong> suciedad está en el reino, ya no<br />
hay nadie con trajes blancos...el reino se da vuelto como el disco del<br />
tornero...Ya no hay más seres humanos...El oro y el lapislázuli son colgados en<br />
los cuellos de las esclavas...la risa ha sucumbido...Los grandes y los chicos<br />
dicen: que yo no hubiera sido traído al mundo...A los ciudadanos se los ha<br />
puesto en la piedra del molino...las damas son como esclavas...Se roba los<br />
desperdicios del hocico de los cerdos, porque se tiene tanta hambre...<strong>La</strong>s<br />
oficinas son abiertas y sus listas se continúan...los escribanos, cuyas actas son<br />
destruidas...Se agrega a ello que se roba la tierra del reino por parte de unas<br />
pocas gentes descriteriadas...El secreto de los reyes es expuesto...Los<br />
funcionarios del reino son perseguidos...no hay un servicio que ya se realiza en<br />
el lugar apropiado, y ellos aparecen como rebaño amontonado sin<br />
pastor...ningún artista trabaja más...los hombres asesinan a los pocos que<br />
quedan...el que nada poseía posee ahora tesoros, y el más grande lo alaba...el<br />
que nada sabía de su dios le hace ahora sacrificios con el incienso de otro...la<br />
libertad ha llegado a todas las personas...Ay que finalmente se acabe todo con<br />
el hombre y no haya más embarazos ni partos. Que se calle la Tierra de tanto<br />
ruido y que no haya más rencillas...” (p. 19-20).<br />
P 4<br />
Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />
a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />
cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />
de nuestro tiempo”.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 340 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 23<br />
Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />
Audición: sábado 19 de octubre a las 13,30 hrs.<br />
y domingo 20 de octubre de 2002 a las 17 hrs.<br />
Para <strong>Jaspers</strong> lo nuevo de la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo no<br />
está en cierta decadencia moral, de la que pudiera hablarse y encontrar<br />
múltiples signos de ella por doquier. Ya un papiro del Antiguo Egipto, que él<br />
cita, habla de la decadencia, de las malas costumbres, del robo, el abuso, la<br />
calumnia, la envidia, y demás. A este respecto se le ocurre a nuestro pensador<br />
recordar además al historiador Tucídides refiriéndose al deplorable<br />
comportamiento de los hombres en la guerra del Peloponeso.<br />
Lo nuevo de la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo lo descubre en la<br />
desacralización, teniendo en cuenta, en todo caso, que en verdad el término<br />
que él usa para este punto es ‘Entgötterung’, lo que significa más bien una<br />
“desdivinización” (término que, recuerda <strong>Jaspers</strong>, usara Schiller). Y trátese de<br />
una desacralización o de una desdivinización, la cuestión que quedaría abierta<br />
a propósito de esto es si acaso ello alude a un olvido de lo divino y de lo sacro<br />
por parte de los hombres, o a un retiro y una huida de lo divino, y habría<br />
todavía una tercera posibilidad que no se compromete con ninguna de las<br />
anteriores: simplemente lo que se referiría a una desaparición de lo divino y de<br />
lo sacro, sea por causa humana o por causa de unos supuestos dioses que se<br />
alejaron. Y, si bien puede haber muchos antecedentes en la historia de algo<br />
así, lo cierto es que como se ha dado esto en Occidente es de carácter<br />
extremo.<br />
P 1<br />
Escuchemos:<br />
“En occidente se ha llevado a cabo este proceso en una radicalidad<br />
como en ningún otro lado. Si bien hubo los escépticos incrédulos de la vieja<br />
India y de la antigüedad, para los cuales no había sino lo que se nos presenta<br />
sensorialmente, después de que, estimándolo una nadidad, se agarraban a ello<br />
sin escrúpulos. Pero ellos hacían esto todavía en un mundo que fácticamente<br />
permanecía animado como un todo. En occidente, como consecuencia del<br />
cristianismo, se hizo posible otro escepticismo: la concepción del dios creador<br />
sobrenatural transformó el mundo completo de la creación en creatura. De la<br />
naturaleza desaparecieron los demonios paganos, del mundo los dioses. Lo<br />
creado pasó a ser objeto del conocimiento humano, el cual, en primer lugar,<br />
imitaba al mismo tiempo los pensamientos de Dios. El cristianismo protestante<br />
le dio cierta gravedad a esto: las ciencias naturales con su racionalización,<br />
matematización y mecanización del mundo tenían una afinidad con este<br />
cristianismo. Los grandes investigadores de la naturaleza de los siglos 17 y 18<br />
eran cristianos piadosos. Cuando, sin embargo, la duda acabó por borrar al<br />
dios creador, así quedó como ser la maquinaria del mundo cognoscible para<br />
las ciencias naturales, la cual, sin la degradación a la creatura nunca fue<br />
concebida de manera más torcida” (p. 20-21).<br />
Sin duda lo que toca aquí <strong>Jaspers</strong> es uno de los grandes temas – el de<br />
la desacralización -. Es el tema de los grecistas del siglo XIX que veían en el
nacimiento mismo de la filosofía occidental un tránsito del mito al logos; como<br />
también cabe reconocer que éste es el gran tema de Mircea Eliade, de Marcel<br />
Mauss, de Claude Lévi-Strauss y de varios otros antropólogos culturales. Y si<br />
no me refiero aquí a los teólogos Barth, Bultmann, Rahner y Tillich, con todo lo<br />
lúcidos y buceadores de aguas profundas que son, si en ellos se toca el tema<br />
de la desacralización es en el sentido de la pérdida de Dios mismo en nuestro<br />
mundo. Mientras que con los antropólogos culturales o historiadores de las<br />
religiones mencionados el tema es más bien la desacralización del mundo, lo<br />
cual, podríamos decir, tiene que ver con la pérdida de la huella de lo divino en<br />
nuestro mundo, que sería lo sacral, al decir de Hölderlin.<br />
P 2<br />
Tal vez sea éste el fenómeno más impresionante acontecido en nuestro<br />
mundo: precisamente que desde algún momento en adelante hayan huido las<br />
náyades, los sátiros, las ondinas (así como también lo dice Octavio Paz). El<br />
mundo dejó de estar habitado y cobijado por estos seres que solían ser la<br />
montaña, el río, el bosque, el mono, la serpiente, el elefante, todo desapareció,<br />
y a la larga acabó por ser cosificado. Fue a su vez esta cosificación de todo, del<br />
mundo completo, de minerales, animales, plantas y astros lo que permitió el<br />
enorme avance científico de la modernidad. Y hoy por hoy hemos ido tan lejos<br />
que casi parece que llegáramos al disco duro de la vida y del universo.<br />
Pensar que todo esto ha sido posible precisamente a partir de la<br />
mentada desacralización, y, por lo mismo, casi podría decirse de una suerte de<br />
falta de respeto al cosmos con toda su infinita variedad.<br />
Agreguemos también que en este proceso ha sido crucial el principio de<br />
razón suficiente, en la forma como fue formulado por Leibniz, de que todo lo<br />
que es obedece a una razón suficiente, lo cual quiere decir en el contexto en<br />
que nos movemos aquí que hay una explicación respecto de cualquier<br />
fenómeno del íntegro universo, que nos diga claramente por qué él es como es<br />
y se comporta como se comporta, sin que esto admita ninguna excepción.<br />
Podríamos decir entonces que a partir de ello todo fenómeno tiene que<br />
ser desacralizado, porque se somete al principio de razón suficiente, y si queda<br />
todavía algo de lo que es lo sacral, ello será transpuesto completamente a la<br />
trascendencia divina.<br />
Desde ese momento en adelante ha sucedido pues que el mundo en<br />
cierto modo ha perdido el halo místico que lo mantenía encumbrado hacia lo<br />
<strong>espiritual</strong>. Casi podríamos decir que desde entonces no es que Dios esté<br />
muerto, sino el mundo.<br />
P 3<br />
<strong>La</strong> muerte del mundo-cosmos, si bien la pensamos, lo cierto es que no<br />
constituye ninguna exageración, si tan sólo nos detenemos a pensar sobre lo<br />
que va aparejado al fenómeno de la desacralización y desdivinización de que<br />
habla <strong>Jaspers</strong>, y esto es lo que corresponde a la técnica.<br />
Como dice nuestro pensador, el mundo se ha vuelto una “fábrica” (cfr. p.<br />
22), y más adelante dirá también “aparato” y “máquina”. Pues bien, la<br />
característica de todo ello es que se trata de lo muerto, por mucho que tenga<br />
un tremendo poder, el cual, de todos modos, se debe al hombre que los ha<br />
inventado y producido.<br />
Y nuevamente si se trata de una decadencia en la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de<br />
nuestro tiempo, ello no tiene parangón con lo que ha sucedido en épocas<br />
anteriores. Escuchemos:
“Se ha comparado el presente con la época de la Antigüedad decadente,<br />
con aquella de los estados helenísticos, en los cuales acabó Grecia por<br />
hundirse, o con aquella del tercer siglo de la era cristiana, en el cual se<br />
desplomó la cultura de la Antigüedad. Sin embargo, hay diferencias esenciales.<br />
Antes se trataba de un mundo, que ocupaba un pequeño espacio de la<br />
superficie terrestre y que tenía el futuro de la humanidad todavía más allá de sí.<br />
Hoy por hoy, cuando el globo terrestre está enteramente conquistado, tiene que<br />
ingresar en la civilización que ha creado occidente lo que queda de lo humano.<br />
Antes disminuía la población; hoy en día, en cambio, crece a través de una<br />
multiplicación que nunca antes tuvo lugar. Antes había una amenaza externa,<br />
ahora es un caso particular esta amenaza, ya que la decadencia únicamente<br />
puede venir desde dentro, si es que ésta llega a afectar al todo. <strong>La</strong> diferencia<br />
palmaria con respecto al siglo tercero es, sin embargo, que entonces la técnica<br />
se estancó y comenzó a decaer, mientras que hoy progresa ella sin detención<br />
en un tiempo insólito. <strong>La</strong>s chances como el peligro que ello involucra son hoy<br />
impredescibles” (p. 21-22). HAJ<br />
El libro en el que se encuentra esta idea anticipatoria de las amenazas<br />
que se yerguen sobre el mundo corresponde a <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de<br />
nuestro tiempo, el cual, si bien vio la luz ya en 1932, en verdad, <strong>según</strong> señala<br />
su propio autor, ya estaba escrito en 1930, sólo que prefirió postergar sus<br />
publicación en más de un año, con el fin de no opacar los resultados de su obra<br />
mayor – Filosofía -, publicada en el 31.<br />
Vistas las cosas desde este punto de vista cronológico, tanto más debe<br />
llamarnos la atención que en <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> /.../ encontremos incluso un<br />
anticipo de aquello en lo cual estamos hoy sumergidos: la globalización.<br />
P 4<br />
Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />
a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />
cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />
de nuestro tiempo”.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 341 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 24<br />
Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />
Audición: sábado 26 de octubre a las 13,30 hrs.<br />
y domingo 27 de octubre de 2002 a las 17 hrs.<br />
Cuando Karl <strong>Jaspers</strong> ha terminado de escribir “<strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de<br />
nuestro tiempo” en 1930 está clara, lúcida y perfectamente conciente del<br />
problema del creciente dominio técnico del mundo. Así lo demuestra el<br />
siguiente pasaje:<br />
“Lo nuevo y externamente visible que pone desde ahora condiciones a<br />
toda la existencia humana en sus fundamentos es este despliegue del mundo<br />
técnico. Por primera vez ha comenzado una dominación real de la naturaleza.<br />
Si quisiera imaginarse nuestro mundo enterrado, así excavaciones futuras no<br />
sacarían a la luz bellezas, como las de la antigüedad, cuyos adoquines de las<br />
calles todavía nos encantan. En comparación con tiempos pasados se<br />
encontraría tanto fierro y pavimento de los últimos decenios, que se advertiría<br />
de que el hombre había convertido el planeta en una red de aparatos. El paso<br />
adelante es tan grande en comparación con todo tiempo pasado como el<br />
primer paso de la invención de las herramientas: la perspectiva de una<br />
transformación del planeta en una única fábrica para la explotación de sus<br />
materias primas y energías se hace patente” (p. 22).<br />
Refiriéndose todavía nuestro pensador a ese imaginario excavador<br />
agrega que éste no podría encontrar lo más significativo de nuestro mundo<br />
técnico, cual es lo que tiene que ver con la funcionalidad; por ejemplo, entre<br />
sus hallazgos, encontraría una torre de transmisiones radiales, pero no<br />
precisamente esa función; en otras palabras, lo que encontraría no serían las<br />
ondas de esas transmisiones. Con ello se destaca una relevante característica<br />
de nuestro mundo técnico en el sentido de cómo lo funcional, que hoy en día<br />
tiene que ver incluso con comunicaciones satelitales de distintos aparatos<br />
como televisión, telefonía e internet, acaba desplazando a lo físico. En nuestro<br />
tiempo llegamos incluso a la invención de un mundo significativamente virtual.<br />
El internet ha llegado a ser, por ejemplo, un espacio virtual tan inmenso<br />
que diríamos que corresponde hoy a nuestras pirámides, y su extensión, como<br />
la cantidad de información que hay en él, es simplemente inconmensurable. A<br />
modo de ejemplo, si ponemos la palabra “deus absconditus”, que significa “dios<br />
escondido” o “dios oculto”, aludiendo con ello al dios de los teólogos negativos<br />
que exige hacer caer todas las representaciones que tenemos de la divinidad,<br />
nos encontramos en el mes de octubre de 2002 con 84 páginas, cada una de<br />
las cuales contiene alrededor de unos 10 link, y cada uno de estos corresponde<br />
a libros, conferencias, grupos de investigaciones, institutos, y otros. Tan sólo si<br />
quisiéramos conocer todo lo que se ha dicho, pensado y programado en torno<br />
al “dios escondido”, probablemente con una sola vida no nos alcanzaría.<br />
P 1<br />
Si, como destaca también <strong>Jaspers</strong>, el mundo-cosmos fue<br />
“desdivinizado”, y agregaríamos, desacralizado, lo que trajo consigo una<br />
cosificación del mundo, desde entonces hemos cosificado no solamente la<br />
montaña y el río, sino también la flora y la fauna. Pues bien en nuestro tiempo a
través del despliegue sin límite de la funcionalidad, habríamos llegado incluso a<br />
someter a ello a lo físico, lo natural y lo corporal. En cierto modo, podría decirse<br />
que hemos extendido lo propio de un aparato o una máquina a los entes de la<br />
naturaleza. Hoy en día ya nos hemos habituado a comer distintos frutos que<br />
son resultados de injertos, de hibridación y de clonación.<br />
Veamos como continúa <strong>Jaspers</strong> más adelante describiendo nuestro<br />
mundo en términos de lo propio de un aparato o máquina:<br />
“Se podría plasmar la apertura de nuestro planeta como la estancia y la<br />
materia de una fábrica gigantesca, operada por masas humanas: ya no habrá<br />
más ahí una naturaleza pura e inmediata; sólo el material de la aparatura habla<br />
de lo dado por la naturaleza, y es, sin embargo, vinculado con las finalidades<br />
humanas, utilizado y carente de ser propio; se entra en contacto ya únicamente<br />
con materia hecha por el hombre; el mundo lo hay tan sólo como paisaje<br />
artificial, esta aparatura humana en el espacio, en la luz, en los tiempos del día<br />
y de las estaciones del año, una sola producción en conexión con medios de<br />
locomoción imparables, con los hombres atados a ellos, para tener su ser-ahí<br />
trabajando con los otros. Se ha alcanzado con ello un estado estable. <strong>La</strong>s<br />
materias y energías fueron explotadas sin dejar remanente. El control de la<br />
natalidad regula la reposición generacional. <strong>La</strong> eugenesia y la higiene se<br />
preocupan por una especie humana mejor. <strong>La</strong>s enfermedades han sido<br />
eliminadas. El abastecimiento de todos a través de los servicios de todos está<br />
regulado de acuerdo a un plan. No hay nada más que decidir. En el ciclo de<br />
generaciones que se repiten todo queda como está. Sin lucha y sin destino se<br />
da la alegría del ser-ahí de los hombres en una división inmodificable con poco<br />
tiempo de trabajo y mucho tiempo de recreación” (p. 63).<br />
P 2<br />
Pensar que <strong>Jaspers</strong> dice esto hace 70 años y el tiempo no ha hecho<br />
más que radicalizar lo que él intuyera. De alguna manera, se trata de que el<br />
artista es atrapado por su obra, la araña por su telaraña, así como la máquina<br />
acaba por atrapar al hombre.<br />
Tal vez el diagnóstico más certero que se puede hacer de nuestro<br />
tiempo es en el sentido de que en él tendría lugar una liberación de los poderes<br />
fácticos, y entre ellos particularmente el de la tecnología. Esta última puede<br />
llevar, con sus adelantos y sus inventos, al mundo en cualquier dirección, en lo<br />
que ya no está suficientemente claro si acaso incluso nos puede conducir<br />
derecho a la destrucción.<br />
El filósofo Walter Schulz dice en su obra Grundprobleme der Ethik<br />
(Problemas fundamentales de la ética) que si el hombre ha estado siempre<br />
determinado por una confianza en el mundo-cosmos o un temor a él, y que<br />
este temor caracterizaba al hombre arcaico, resulta que el mencionado temor<br />
ha vuelto a hacerse presente y a marcar nuestro modo como nos instalamos en<br />
el mundo. En los años ochenta, en los que Walter Schulz escribió esta obra<br />
estaban los misiles soviéticos SS 20 instalados la República Democrática<br />
Alemana, de la época, y del lado occidental, o sea en la República Federal<br />
Alemana, los norteamericanos tenían los misiles Pershing, lo cual significaba<br />
que el enfrentamiento podía ocurrir cualquier día, y que por lo tanto cualquier<br />
día podía ser el último.<br />
Mas, si acaso alguien dijera que al fin y al cabo se trata en este ejemplo<br />
de una cuestión de orden bélico y que las guerras se caracterizan porque son<br />
dentro de la historia de la humanidad de carácter pasajero, sin embargo habría
que decir que difícilmente se podría considerar como meramente pasajera una<br />
<strong>situación</strong> que duró por muchos años, y, en segundo lugar, habría que agregar<br />
que hay otras como la de vivir en una relativa cercanía a las centrales<br />
atómicas, que no son precisamente de carácter bélico, y que involucran un<br />
nivel de peligrosidad permanente que hace comprensible el que se exista<br />
entonces en términos de un temor al mundo.<br />
P 3<br />
Si con Baudrillard podemos decir que el hombre desarrolla estrategias<br />
en su modo de enfrentar el mundo, y que una de éstas es la tecnología, está<br />
claro que éstas, siendo en principio benéficas, se pueden volver contra él<br />
mismo.<br />
A propósito de esto, observaba en mi casa una araña que en el<br />
dormitorio, donde duermo, se había descolgado tanto en su propia tela, de un<br />
solo hilo, que casi llegaba a tocar algo, que en verdad, era mi cama, pero,<br />
como aún le faltaba, y al parecer, no se daba cuenta, titubeaba, porque para<br />
ella era simplemente un abismo interminable, y entonces volvía a subir<br />
trepando por su propio hilo; mas, luego, al parecer no convencida del todo de<br />
su proceder, volvía a bajar, hilvanando para ello su finísimo hilo. Y así seguía<br />
en este subir y bajar interminable. <strong>La</strong> verdad, ¡qué obra, qué sabiduría!<br />
Ahora pienso que en eso se revelaba algo del momento, de lo que nos<br />
ocurre hoy. Por ejemplo, comenzamos hoy en octubre de 2002 con la<br />
colonización del espacio exterior, ya que se construirá un estación orbital del<br />
tamaño de un edificio de 7 pisos, pero no sabemos, no tenemos claro a qué<br />
conducirá, si acaso a propagar justamente por el espacio exterior nuestro modo<br />
de ser depredador. Y la próxima estación se supone que es Marte.<br />
Somos como la araña que se descuelga de su propio hilo hasta un<br />
abismo al que ella no le ve ningún fondo, y entonces comienza a titubear si<br />
acaso seguir en esa empresa o volver sobre sus pasos. Es la aventura y sus<br />
riesgos a veces desmesurados que nos hacen dudar.<br />
P 4<br />
Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />
a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />
cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />
de nuestro tiempo”.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 342 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 25<br />
Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />
Audición: sábado 2 de noviembre a las 13,30 hrs.<br />
y domingo 3 de noviembre de 2002 a las 17 hrs.<br />
Estamos viendo que, de acuerdo al pensamiento desarrollado por Karl<br />
<strong>Jaspers</strong> en <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo, publicado en 1932, en<br />
aquel tiempo, distante de nosotros en 70 años, avizoraba él perfectamente que<br />
tal vez las grandes posibles catástrofes del futuro no serán de la naturaleza,<br />
sino producidas por la técnica que nosotros mismos, los seres humanos,<br />
hemos desarrollado y aplicado en nuestro dominio del mundo. Y resulta que la<br />
pretensión ha sido precisamente de lograr un dominio seguro que pueda<br />
garantizar una vida armónica para el mayor número de personas, cuando no<br />
para todas, alcanzando de este modo el anhelado logro del bien común. Se<br />
trata de un mundo sometido en definitiva a una rigurosa planificación técnica y<br />
científica exitosa. Mas, nuestro pensador nos pone en guardia al respecto<br />
Escuchemos:<br />
“Sin embargo, un tal estado es imposible. Poderes naturales<br />
impredecibles, potenciados a catástrofes técnicas, en cuanto a sus efectos<br />
devastadores, se interponen. Hay la desgracia específica de la falla técnica.<br />
Quizás un permanente combate de las pestes le arrebata a los hombres toda<br />
inmunidad, de tal manera que queden indefensos y expuestos a una peste<br />
impredecible. <strong>La</strong> pacificación a través del control de la natalidad es algo<br />
fácilmente pensado; sin embargo, el deseo de reproductibilidad, más fuerte en<br />
unos que en otros, retomará la batalla. <strong>La</strong> eugenesia no impedirá la<br />
conservación de los más débiles y el imparable empeoramiento racial; porque<br />
ya no se tiene más una medida objetiva para un juicio de valor de selección;<br />
aún más, esta /medida/ está reñida con la multiplicidad de las tipologías<br />
humanas originarias y sus posibilidades” (p. 63-64). HAJ<br />
P 1<br />
En el pasaje citado de <strong>Jaspers</strong> es tanto lo que se condensa. Diría que<br />
conjugan aquí distintas ideas que podríamos nombrar como felicidad,<br />
planificación, profilaxis, dominio.<br />
Veamos en qué forma: por de pronto, el hombre que anhela alcanzar un<br />
estado como individuo, como sociedad, y por último, como humanidad, de<br />
felicidad, y junto con ello de armonía, de justicia y de bien común. Ya<br />
Aristóteles se preocupa de aclarar que la eudaimonía, la felicidad no hay razón<br />
para librarla al azar o considerarla como un don de los dioses, y que, al<br />
contrario, ella se puede construir: la felicidad viene a ser el fruto de una<br />
actividad, a saber la actividad que se atiene al camino de la virtud. Podríamos<br />
reconocer como esto ha tenido un poder sobre la civilización occidental y es<br />
algo íntimamente vinculado con la fuerza de la razón que no deja nada fuera, y<br />
se adjudica una ingerencia incluso en lo relativo a cómo ser felices.
Pero luego estas proyecciones humanas se pueden volver contra el<br />
propio hombre, planteando con ello <strong>Jaspers</strong> algo similar a lo que encontramos<br />
en Baudrillard. Me refiero al siguiente pasaje de la última cita:<br />
“Quizás un permanente combate de las pestes le arrebata a los hombres<br />
toda inmunidad, de tal manera que queden indefensos y expuestos a una peste<br />
impredecible”.<br />
Como digo, observamos en esto un adelanto a lo que Baudrillard ha<br />
pensado como profilaxis, y a su vez, como ésta se revierte sobre el hombre<br />
mismo que se ha jugado por ello y la ha alcanzado. Esto tiene no solamente<br />
que ver con la salud, como que tanta profilaxis y asepsia nos hace vulnerables,<br />
como la llamada “chilenitis” que contraen los alemanes cuando vienen a Chile y<br />
toman agua de la llave (del grifo), sino que tiene que ver además con nuestras<br />
sociedades que al alcanzar un orden perfecto, mas de carácter maquínico, al<br />
modo del play-mobil, se hacen efectivamente tremendamente vulnerables,<br />
entre otros, al terrorismo.<br />
P 2<br />
En el mismo contexto de este efecto de reversibilidad baudrillardiano,<br />
que induce a que lo que planificamos se vuelva contra nosotros, y que nuestras<br />
estrategias se vuelvan “estrategias fatales”, reflexionemos también sobre este<br />
otro pasaje de la cita de más arriba:<br />
“<strong>La</strong> pacificación a través del control de la natalidad es algo fácilmente<br />
pensado; sin embargo, el deseo de reproductibilidad, más fuerte en unos que<br />
en otros, retomará la batalla. <strong>La</strong> eugenesia no impedirá la conservación de los<br />
más débiles y el imparable empeoramiento racial; porque ya no se tiene más<br />
una medida objetiva para un juicio de valor de selección; aún más, esta<br />
/medida/ está reñida con la multiplicidad de las tipologías humanas originarias y<br />
sus posibilidades”.<br />
Son palabras que resuenan hoy en día fuerte en nuestros sordos oídos,<br />
justamente en tiempos en los que el hombre con su saber tecno-científico se ha<br />
inmiscuido tan decididamente en el disco duro de la vida y sus posibilidades.<br />
Me refiero a las manipulaciones genéticas y la clonación en plantas, animales y<br />
hasta en el propio ser humano. Por decirlo así, como que muy a la ligera<br />
hemos entrado en eso, pero ¿cómo saber qué consecuencias trae consigo a<br />
futuro? Y esto lo emprendemos, no obstante darnos cuenta que las<br />
posibilidades del mal uso de esas manipulaciones están a la mano.<br />
Pero, sin duda el problema mayor relativo a lo que <strong>Jaspers</strong> nos dice en<br />
sus palabras es lo que atañe a una manera de pararse frente al mundo en<br />
términos de dominio, que por cierto no tiene por qué ser el único modo de<br />
relacionarse con él.<br />
Ello corresponde a una actitud que probablemente por no dejar ser al<br />
mundo y al cosmos, éste le da la espalda al hombre, revirtiendo sus<br />
planificaciones contra él mismo.<br />
P 3<br />
<strong>Jaspers</strong> piensa nuestra <strong>situación</strong> en el sentido de un dominio de la<br />
máquina y el aparato, como que el hombre no solamente queda atrapado en<br />
ello, sino que su organización que ha llegado a abarcar al planeta entero,<br />
supone una extensión de lo propio de un aparato. <strong>Jaspers</strong>:<br />
“Lo que en siglos fue el mundo del hombre parece derrumbarse. El<br />
mundo nuevo que surge como aparato de beneficencia del ser-ahí obliga a
todo a someterse a él. El hombre parece entregarse a aquello que es sólo<br />
medio, no finalidad, y mucho menos sentido” (p. 72). HAJ<br />
En efecto, lo que sea un aparato es algo que tiene el carácter de un<br />
medio, pero resulta que es también característico de nuestro tiempo el haber<br />
convertido lo que es medio en fin. Es tal el poder que tienen las invenciones<br />
humanas que el hombre tiende a quedar atrapado en ellas, y si tienen en<br />
principio el carácter de ser medios para alcanzar algo, por ejemplo el bien<br />
común, en cierto modo esta finalidad, esta meta pasa a ser olvidada, o en todo<br />
caso relegada a la mera posesión y uso del medio.<br />
Este mismo estar atrapado en un aparato y meramente atado a lo que es<br />
medio, junto con generar un extravío, genera una falta de confianza, y ello tiene<br />
a su vez el carácter de una crisis. <strong>Jaspers</strong>:<br />
“<strong>La</strong> crisis es realmente una falta de confianza. Cuando nos aferrábamos<br />
todavía a la forzosidad del derecho formal, de la ciencia rigurosa, de la<br />
convenciones firmes, así hay en ello un mero cálculo de las cosas, pero no una<br />
confianza. Si acaso todo es arrastrado a la finalidad de intereses de nuestro<br />
mero ser-ahí, así se suprime la conciencia de la sustancialidad del todo. De<br />
hecho hoy no se puede confiar en una cosa, un cargo, una ocupación, una<br />
persona, a no ser que nos aseguremos suficientemente en cada caso. Cada<br />
uno sabe de los engaños, desfiguraciones, de la falta de confiabilidad en el<br />
terreno que le es propio. Tan sólo hay confianza en el pequeño círculo, pero no<br />
una confianza en el todo” (p. 73).<br />
P 4<br />
Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />
a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />
cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />
de nuestro tiempo”.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 343 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 26<br />
Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />
Audición: sábado 9 de noviembre a las 13,30 hrs.<br />
y domingo 10 de noviembre de 2002 a las 17 hrs.<br />
A propósito de concebir <strong>Jaspers</strong> nuestro tiempo como que en él el<br />
mundo se ha convertido en una máquina o aparato, lo que expone en su obra<br />
<strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo, publicada hace 70 años en 1932,<br />
atendamos ahora a lo que desarrolla él en una posterior de 1949, Del origen y<br />
meta de la historia. Como veremos, en esta obra arrancando de la historia, se<br />
llega a una reflexión en torno en nuestro mundo como un aparato organizado<br />
por una planificación total.<br />
En la historia habría dos “respiraciones” (“Atemzüge”): la primera en la<br />
que hubieron muchas historias de distintos pueblos y civilizaciones, y la<br />
segunda en la que la historia en la modernidad se ha vuelto paulatinamente<br />
una sola. En este sentido, si otrora un hombre particular se desembarcaba de<br />
la historia de su comunidad, su sociedad (y no moría a consecuencia de ello),<br />
podía embarcarse eventualmente en otra. Pues bien, ello en rigor no es más<br />
posible. <strong>La</strong> historia se ha vuelto una historia del planeta. 1<br />
Y ello nos habla a su vez de un modo muy sugerente de concebir la<br />
globalización. En efecto, hoy parece cumplirse que la nación que no se<br />
embarca en la globalización deja de convertirse en un agente histórico, y es<br />
presumible que ello acarree consigo pobreza y muerte.<br />
Del mismo modo para el filósofo de Basilea la historia misma podría ser<br />
quizás un tránsito entre la prehistoria (en la que las culturas siguen el ritmo de<br />
un tiempo cíclico en rigor a-histórico) y algo futuro distinto que no podríamos<br />
anticipar en qué podría consistir (cfr. UZG, p. 72).<br />
P 1<br />
Esta idea de que lo que conocemos como historia podría acabar (sin que<br />
ello indefectiblemente implique un “fin de mundo”), se puede hacer<br />
comprensible con arreglo a la distinción entre sentidos de la historia hecha por<br />
Walter Schulz:<br />
1.Historia trágica (la de Heródoto), en cuanto a que la historia no está<br />
comandada por los hombres, sino por los dioses y el destino. Dice Schulz:<br />
“Heródoto intenta mostrar que tras las acciones de los hombres, que<br />
parecen casuales, están los dioses como los auténticos conductores de la<br />
historia. /.../ <strong>La</strong> interpretación de la historia de Heródoto está emparentada con<br />
el presupuesto de la tragedia griega clásica, cuyo sentido oculto es desencubrir<br />
el poder oculto de los dioses. El hombre puede caer en el encandilamiento; a<br />
cada momento el destino lo acecha”. 2<br />
1 Cfr. Karl <strong>Jaspers</strong>, Vom Ursprung und Ziel der Geschichte (Del origen y meta de la historia), Edit. Piper,<br />
München, 1959, p. 46, trad.mía. En adelante citaremos esta obra por medio de la abreviatura ‘UZG’. Ed.<br />
cast.: Origen y meta de la historia, trad. de Fernando Vela, Ediciones Altaya, Barcelona, 1998.<br />
2 Walter Schulz, Grundprobleme der Ethik (Problemas fundamentales de la ética), op. cit., p. 384 ss.,<br />
trad. mía.
2.Historia cristiana, en la que se supone una direccionalidad, dada por el<br />
camino de salvación hacia el Fin del Mundo y el Juicio Final.<br />
3.Historia moderna (la historia propiamente tal) que es la única de la cual<br />
su gestor es el hombre, y ésta es posible sobre la base de una<br />
autocomprensión de este ente que somos nosotros como autónomos y libres.<br />
Consustancial a este sentido de la historia es además la idea de<br />
progreso. Y es a ojos vista esta última idea la que hace rato ha entrado en<br />
crisis. Podemos verificar progresos específicos de la ciencias y de las técnicas,<br />
de ellas en conjunto y de cada una en particular, mas no del hombre mismo.<br />
Ello nos lleva a pensar en un extremo posible hacia el cual fatalmente nos<br />
encaminaríamos, cual es que, desapareciendo el progreso, desaparezca<br />
también la historia.<br />
En otras palabras: vuelta al tiempo cíclico, como aquél de la naturaleza y<br />
las culturas ancestrales, sólo que en este caso estaríamos ante un mundo que,<br />
autoprogramándose, se repite al infinito.<br />
P 2<br />
Pues bien, esta historia única en la que nos encontramos, y de la cual ya<br />
no es posible desembarcarnos, supone por una parte una occidentalización,<br />
que en definitiva se ha planetarizado, y por otra parte que sobre el mundo, al<br />
modo de un aparato, rige una planificación total (“Totalplanung”). Y esta<br />
planificación se apoya a su vez en un supuesto “saber total” (“Totalwissen”).<br />
Da qué pensar el tránsito inexorable que habría entre el saber total y la<br />
planificación total. Es como si el saber total estuviera embarazado de la<br />
planificación total que ha de parir. Mas, esta última requiere para su realización<br />
de un poder total del estado.<br />
Cabe agregar aquí que para el <strong>Jaspers</strong> de los años 30 del siglo XX,<br />
época en la cual la idea del estado estaba en pleno auge, se trata de vincular la<br />
planificación total con el estado, como si fuera una planificación total estatal.<br />
Mas, hoy las cosas han cambiado y el estado actual apenas tiene en el mejor<br />
de los casos un cuarto del poder que tenía antes. Visto esto así, cabe decir que<br />
la planificación sigue siendo total, pero hoy más que nada regida por las<br />
empresas a cuyo desenvolvimiento se supedita incluso el modo actual de hacer<br />
política, tanto la del poder legislativo, como del poder ejecutivo.<br />
Somos testigos en el mundo, y en particular en el siglo XX, de la acción<br />
de distintas formas de una planificación total y de un correspondiente poder<br />
total en los, por ello mismo, llamados “totalitarismos” (de izquierda o de<br />
derecha).<br />
<strong>Jaspers</strong> describe con precisión las características de estas formas de<br />
planificación total, algunas de las cuales destacamos a continuación:<br />
1.Se genera en ellas una economía de guerra, por lo cual lo que debería<br />
ser un estado de excepción se impone en un estado normal de paz.<br />
2.<strong>La</strong> planificación no es únicamente política y económica, sino que llega<br />
a controlar y dirigir incluso la vida <strong>espiritual</strong>.<br />
3.Un estado de planificación total decae en una oclocracia (gobierno de<br />
las masas), y es en atención a éstas o a los caprichos de alguna burocracia<br />
gobernante que se toman las decisiones.<br />
4.Para los planificadores estatales la ciudadanía pasa a ser una masa<br />
maleable, en la que aquellos que no creen en el modelo que se implanta son<br />
marginados de distintas formas (ostracismo, campos de concentración, y<br />
otros).
5.En la mentada planificación sucede “/.../ que el acicate de la<br />
competencia natural se pierde/.../ (UZG, p. 226), “/…/ el principio del agon<br />
queda fuera” (ib.). Esto va asociado con una burocratización sosa e indolente.<br />
6.<strong>La</strong> burocracia en cuestión se estructura en un aparato (Apparat) que<br />
llega a ser impenetrable e intocable incluso para el propio gobierno.<br />
7.El modelo a realizar en una planificación total constituye una<br />
abstracción, desprovista de toda conexión con lo concreto, sucediendo a<br />
parejas con ello que la idea se extiende a una ideología.<br />
8.Con la planificación total el hombre en vez de reconocerse como en-elmundo,<br />
tiene la pretensión de estar sobre-el-mundo.<br />
9.En la misma línea, es como si el “hombre planificador” quisiera en<br />
definitiva “producir al hombre”, y este desideratum lo constata <strong>Jaspers</strong> tanto en<br />
Marx como en el superhombre de Nietzsche (cfr. UZG, p. 235).<br />
P 3<br />
Mas, a estas caracterizaciones hay que agregar que con estupor<br />
constatamos hoy que, con independencia de totalitarismos de izquierda o<br />
derecha, la planificación total está a punto de cumplirse no solamente con la<br />
globalización, sino con la posibilidad de la clonación de la flora, la fauna y del<br />
hombre.<br />
Ahora bien, la planificación total tiene como paradigma a la técnica, y<br />
con ésta el planeta se ha vuelto una “fábrica” (cfr. op. cit., p. 129), y la<br />
naturaleza una “bodega de la humanidad” (op. cit., p. 155). Esto trae<br />
repercusiones para el hombre, el cual llega a ser un “habitante sin suelo” (ib.):<br />
“Amenaza el peligro de que el hombre se ahogue en la segunda<br />
naturaleza, que él produce técnicamente como la propia /.../” (ib.).<br />
<strong>La</strong> tecnificación se expande a tal punto que determina el esparcimiento y<br />
el tiempo libre.<br />
Si antes observábamos que el aparato de la burocracia es de tal peso<br />
que hasta los gobiernos se inclinan ante él, vemos ahora como el “paraje de<br />
máquinas” (“Maschinenlandschaft”) de la técnica es tan dominante que el<br />
hombre queda completamente subsumido en ello.<br />
P 4<br />
Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />
a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />
cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />
de nuestro tiempo”.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 344 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 27<br />
Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />
Audición: sábado 16 de noviembre a las 13,30 hrs.<br />
y domingo 17 de noviembre de 2002 a las 17 hrs.<br />
Siguiendo lo planteado por <strong>Jaspers</strong> en su obra Del origen y meta de la<br />
historia de 1949, el pensador sostiene que el mundo se presenta en nuestro<br />
tiempo como una máquina, un aparato, una fábrica, y ello debido muy<br />
particularmente al poder de una planificación total, sobre todo de carácter<br />
científico y técnico. Y ellos trae serias consecuencias no sólo para el mundo, el<br />
entorno, la naturaleza, sino también por cierto para el hombre. <strong>Jaspers</strong>:<br />
“El hombre se desarraiga, pierde el suelo y lo patrio, para ser ubicado en<br />
un puesto de la máquina, en lo que casa y terreno que le son asignados son<br />
como tipos de máquina /.../ <strong>La</strong> superficie de la Tierra deviene cada vez más en<br />
un paraje de máquinas. <strong>La</strong> vida del hombre adquiere un horizonte inusualmente<br />
estrecho en relación al pasado y al futuro, él pierde la tradición y la búsqueda<br />
de la meta final, él vive solamente en el presente; pero este presente se vacía<br />
cada vez más, cuanto menos es transportado por la sustancia del recuerdo y<br />
cuanto menos alberga posibilidades futuras en él que germinen como semilla”<br />
(UZG, p. 145). 3 HAJ<br />
<strong>La</strong> técnica que, en tanto es concebida como un medio para alcanzar<br />
fines superiores, se ha desvirtuado desde el momento en que pasa a tener la<br />
relevancia de un fin en sí mismo.<br />
<strong>La</strong> idea de la máquina es en esta concepción de la técnica la que da la<br />
pauta, y ella ha sido de tal gravitación que se ha generado una sociedad al<br />
modo de una gran máquina y del hombre como una pieza de ella (cfr. UZG, p.<br />
158). Esta especie de “máquina social”, en la que habríamos llegado a existir,<br />
está en conexión con la burocracia, la cual en tanto “tecnocracia” actúa a la<br />
manera de un “aparato”.<br />
P 1<br />
Atendiendo a esta idea de aparato, <strong>Jaspers</strong> se detiene en prestar<br />
atención a los antecedentes históricos que supone su gestación:<br />
“Como consecuencia de la configuración de la vida como trabajo<br />
maquinal se transforma así la sociedad en una única gran máquina, en la<br />
organización de la totalidad de la vida. Precursores de ello son las burocracias<br />
de Egipto, pasando por el Imperio Romano hasta los estados de funcionarios<br />
modernos. Todo lo que quiere efectuar /algo/ tiene que ser configurado <strong>según</strong><br />
el modelo de la máquina, esto es, tiene que alcanzar un carácter exacto, que<br />
se ciñe obligatoriamente a reglas externas. El más grande poder arranca de la<br />
mayor y la más elaborada de las máquinas” (ib.). HAJ<br />
Esta última reflexión nos permite percatarnos además de que la técnica<br />
no se presenta aislada, y se inserta en un mundo del trabajo. Atendiendo<br />
siempre al trasfondo histórico, el trabajo es también un fenómeno<br />
esencialmente moderno, y dado que despunta especialmente con el<br />
3 Nótese que Del Origen y meta de la historia es de 1949, y que más encima varias de sus ideas,<br />
incluyendo las concernientes a la técnica fueron desarrolladas ya en <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro<br />
tiempo de 1931. En contraste con ello, <strong>La</strong> pregunta por la técnica de Heidegger es de 1956.
calvinismo, surge geográficamente en los países del centro y del norte de<br />
Europa, irradiando posteriormente a todo el globo terráqueo. Escuchemos:<br />
“Los griegos menospreciaban todo trabajo físico como banáusico. El<br />
hombre pleno es aristócrata, no trabaja, posee ocio, hace política, vive en la<br />
lucha, va a la guerra, produce obras <strong>espiritual</strong>es. – Judíos y cristianos veían en<br />
el trabajo un castigo por el pecado. El hombre ha sido expulsado del paraíso, él<br />
soporta las consecuencias de la caída en el pecado, él debe comer su pan con<br />
el sudor de su frente. – Pascal encumbra esta concepción: el trabajo no<br />
solamente es carga, sino distracción de la tarea propia del hombre; el hombre<br />
revela el vacío del ajetreo mundanal; lo aparente que hay en el estar ocupado<br />
induce a la dispersión y oculta lo esencial. – Los protestantes ven empero en el<br />
trabajo la gran bendición. Milton describe la salvación del hombre en la<br />
expulsión del paraíso; Adán y Eva dejaron pronto que se secaran sus lágrimas:<br />
Ante ellos estaba el grande y ancho mundo,<br />
Donde pudieron encontrar el lugar de descanso,<br />
<strong>La</strong> providencia del Señor como guía...<br />
El ángel /sic./ Miguel dice a Adán:<br />
Agrega al saber finalmente la acción...<br />
Así no abandonarás triste el paraíso,<br />
Tú llevas en ti algo mucho más bendito.<br />
El calvinismo veía en el éxito del trabajo un signo de los elegidos. El<br />
concepto de deber del oficio mundano permaneció más tarde como<br />
consecuencia de la concepción religiosa también sin religión. El gusto por el<br />
trabajo y la bendición del trabajo, el honor del trabajo y el logro como rasero del<br />
valor humano crecieron en este suelo” (UZG, p. 146-147).<br />
P 2<br />
En lo que atañe al trabajo, ello se enmarca dentro de una de las<br />
transformaciones históricas más grandes, cual es el paso de una vita<br />
contemplativa a una vita activa.<br />
Y si la vida activa moderna y contemporánea ha supuesto el surgimiento<br />
de una sociedad laboral, siguiendo a Hannah Arendt, el trabajo ha llegado a ser<br />
sobre todo “producción” (“Herstellen”), distinto del “trabajo” (“Arbeit”)<br />
propiamente tal y de la “acción” (“Handeln”). 4<br />
Mas, al final, es la técnica misma la que comanda sobre el trabajo y el<br />
hombre, e incluso lo más concreto y su mayor realización – la máquina –.<br />
Recordemos como el hombre es en cierto modo atrapado por su propio<br />
producto, su propia telaraña -la máquina -, viviendo entonces en un “paraje de<br />
máquinas”, en una “máquina social” y siendo él mismo al final una “pieza de la<br />
máquina”. En este sentido, <strong>Jaspers</strong> habla del “demonio de la técnica”:<br />
“<strong>La</strong> técnica se propone con la transformación de la existencia laboral<br />
completa del hombre, transformar al hombre mismo. A la técnica producida por<br />
él no se puede sustraer más el hombre. Y lo cierto es que la técnica no sólo<br />
trae consigo chances impredecibles, sino peligros impredecibles. <strong>La</strong> técnica se<br />
4 Cfr. Hannah Arendt, Vita activa, Edit. Piper, München, 1999, cfr. esp. p. 16 ss.
ha convertido en un poder avasallador. El hombre ha caído bajo ella, sin darse<br />
cuenta, en tanto que acontece y como acontece. ¡Y quién podría hoy decir hoy<br />
que él se compenetra de ello! Mas, el demonio de la técnica no se supera<br />
compenetrándose de ella. Lo de maldito /Unheil/ que surge quizás sea<br />
accesible al dominio. /.../ Pero, en cada plan está nuevamente envuelto aquello<br />
“demoníaco” de lo imprevisible. El dominio técnico de lo técnico-maldito puede<br />
aumentarlo. <strong>La</strong> tecnocracia absoluta es por su parte una imposibilidad. /<br />
Estimar que la tarea de la superación de la técnica sea solucionable por medio<br />
de la técnica misma eso se convierte en un nuevo camino de maldición. /.../<br />
Pero, la pregunta queda como el hombre por su parte nuevamente manda<br />
sobre la técnica que ha llegado a enseñorearse de él. El destino del hombre<br />
pende del modo como él se hará cargo de las consecuencias de la técnica para<br />
su vida /.../” (UZG, p. 160).<br />
P 3<br />
Sin duda alguna, éste es un pasaje decisivo que subraya la cuestión de<br />
la técnica, y que se expresa simplemente así: los problemas de la técnica no se<br />
solucionan técnicamente. Sin duda también ésta es la cuestión álgida y<br />
probablemente la que menos se ve, se reconoce, o bien, la que queda como<br />
desatendida. En otras palabras, observamos como el hombre está siempre<br />
apoyándose justamente en lo contrario: como que los problemas técnicos<br />
pudieran solucionarse técnicamente.<br />
Está claro que si nos falla el computador, tendremos que recurrir al<br />
técnico, de igual modo que si falla el reactor nuclear habrá que recurrir al<br />
auxilio urgente de un equipo muy especializado de técnicos y científicos, y lo<br />
mismo sucede con la economía o la planificación estatal.<br />
Visto desde cerca, las cosas parecen muy lógicas así.<br />
Pero, volvamos al ejemplo del reactor nuclear, que tal vez lo hemos<br />
pasado un poco a la ligera, o el de un buque carguero que, debido a un<br />
accidente derrama 300.000 toneladas de petróleo al mar, destruyendo flora y<br />
fauna del litoral. ¿Podemos seguir sosteniendo en el caso de estos ejemplos<br />
que los problemas técnicos se solucionan técnicamente? Pienso que quien<br />
conteste simplemente que sí está siendo un poco irreflexivo y no se está<br />
percatando precisamente del problema de la técnica en el mundo<br />
contemporáneo, pues los mencionados ejemplos nos hacen caer en la cuenta<br />
de la necesidad primordial de un cambio de la conciencia del hombre en su<br />
relación con el entorno y con el planeta.<br />
P 4<br />
Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />
a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />
cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />
de nuestro tiempo”.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 345 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 28<br />
Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />
Audición: sábado 23 de noviembre a las 13,30 hrs.<br />
y domingo 24 de noviembre de 2002 a las 17 hrs.<br />
Siguiendo los pensamientos desarrollados por Karl <strong>Jaspers</strong> en su obra<br />
Del origen y meta de la historia de 1949, advertimos como este pensador ya en<br />
aquel tiempo, y antes aún, en otra obra – <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro<br />
tiempo, está perfectamente conciente del problema actual y futuro de la<br />
técnica. En la citada obra sobre la historia él vincula la determinación epocal de<br />
la técnica con la idea de la “planificación total”, ligada a un “saber total”.<br />
Si en este esquema ponemos primero a la planificación total, habría que<br />
reparar en que esto se debe a que históricamente la secuencia que sigue en<br />
ese esquema se originaría en ella, y más acotadamente, en esa planificación<br />
asociada al supuesto de un “saber total” (“Totalwissen”). Este último dimanaría<br />
históricamente de la concepción histórico-cristiana, que pretende abarcar la<br />
totalidad de la historia de la humanidad, incluso en todas sus posibilidades<br />
futuras, de una sola mirada, en la que se incluyen “creación, caída en el<br />
pecado, revelación del Hijo de Dios, fin del mundo y Juicio Final” (cfr. UZG, p.<br />
233). Este saber total se habría secularizado posteriormente en la filosofía de la<br />
historia:<br />
“<strong>La</strong> imagen total /Totalbild/ del pensamiento religioso de la providencia<br />
se transforma en el pensamiento de la necesidad del concepto, que rige<br />
dialécticamente la historia en Hegel, introduciéndose como pensamiento<br />
dialéctico una conexión oscura con el pensamiento causal de la necesidad, que<br />
piensa el marxismo. Finalmente la concepción vulgar de los historiadores del<br />
pensamiento causal en el todo se ha extrapolado en la creencia en la<br />
necesidad cognoscible del acontecer histórico” (UZG, p. 233).<br />
P 1<br />
Lo que alguna vez estuvo inserto en el ámbito de la fe, que incluía un<br />
supuesto saber total, es trasplantado a otro supuesto saber total, en este caso,<br />
de la razón que reconoce la legalidad propia del concepto que,<br />
desenvolviéndose, desplegándose, origina lo real (Hegel).<br />
Desde la mirada de Karl Löwith, especialmente el judeo-cristianismo, con<br />
su afirmación de la trascendencia, ha significado una “desmundanación”<br />
(“Entweltlichung”), olvido y menosprecio de “este mundo”, y esto ha sido el<br />
terreno preparatorio para el advenimiento de la técnica. 5 En comparación con<br />
otras, la desmundanación de la técnica es, a fin de cuentas, la más drástica de<br />
todas, puesto que implica una puesta en práctica, vale decir, no se limita<br />
únicamente a una contemplación o una teoría del mundo y de la naturaleza,<br />
sino que se traduce en explotación y consumo de recursos naturales.<br />
El punto decisivo en relación a la planificación total es su<br />
desquiciamiento y desfogue, no obstante la pretensión incesante de su<br />
realización. Y es que la planificación total atenta contra la libertad y de hecho<br />
5 Karl Löwith, Der Weltbegriff der neuzeitlichen Philosophie (El concepto de mundo en la filosofía<br />
moderna), en: Informe de Sesiones de la Academia de Ciencias de Heidelberg, -clase histórico-filosófica<br />
-, 1960, 4, artículo, Heidelberg, 1960.
en sus intentos de realización acaba inequívocamente negándola. Hemos visto<br />
como la planificación total sigue hoy su marcha y ya seguramente no falta<br />
mucho para llegar a programar íntegramente un mundo nuevo en un planeta<br />
artificial. Pero, a medida que somos empujados por la escarpada sin fin de la<br />
planificación total, al ir ésta de la mano con una negación de la libertad,<br />
negamos con ello al hombre mismo. Para <strong>Jaspers</strong> se cumple que “Ser-humano<br />
es ser-libre” (UZG, p. 235).<br />
P 2<br />
Volviendo al libro de <strong>Jaspers</strong> de 1932, <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro<br />
tiempo, se trata de que si nos encontramos en una crisis, ésta bien puede tener<br />
que ver con distintos aspectos de carácter moral, religioso, político, u otro, pero<br />
de fondo la crisis para nuestro pensador se debe a que el hombre persiste<br />
únicamente en su modo de ser como meramente “ahí”, como un “ser ahí no<br />
más”, solamente ocupado de la satisfacción de sus necesidades materiales y<br />
un acrecentamiento del poder. Escuchemos:<br />
“Lo que durante milenios fue el mundo del hombre, parece hoy<br />
derrumbarse. El mundo nuevo que surge como aparato del abastecimiento del<br />
ser-ahí, obliga a todo a estar a su servicio. El hombre parece disiparse en<br />
aquello que es sólo medio, no finalidad, y mucho menos sentido. Pero él no<br />
puede encontrar en esto satisfacción; a él le faltaría lo que le da valor y<br />
dignidad. Lo que era bajo toda necesidad el trasfondo incuestionado de su ser,<br />
está en extinción. Mientras él expande su ser-ahí, parece abandonar el ser,<br />
hacia el cual él volvería sobre sí mismo” (p. 72-73).<br />
Sin pretender igualar pensamiento de distinto origen y con distinto<br />
alcance, lo que plantea aquí <strong>Jaspers</strong> se vincula con el anuncio del nihilismo de<br />
por parte de Nietzsche, y habría que decir en el sentido de encontrarnos ya en<br />
él; por lo tanto se trataría de su consumación. De este modo, lo dicho por<br />
<strong>Jaspers</strong> puede ser comparado con lo que dice Zaratustra en torno del que<br />
llama el “último hombre”:<br />
Habiendo bajado de la montaña, Zaratustra enseña al pueblo su doctrina<br />
del superhombre, pero, como observa que todos quedan impertérritos e<br />
indiferentes ante su discurso (incluso, la muchedumbre que lo escucha en un<br />
mercado confunde el superhombre del que Zaratustra les habla con un<br />
equilibrista - un volantinero - que haría su presentación a continuación -),<br />
decide hablarles de algo distinto: del último hombre, y advierte que, aunque<br />
todavía “es tiempo de que el hombre fije su propia meta”, algún día “dejará de<br />
lanzar la flecha de su anhelo más allá del hombre” y “la cuerda de su arco no<br />
sabrá ya vibrar”, agregando finalmente que “es preciso tener todavía caos<br />
dentro de sí para poder dar a luz una estrella danzarina” (Z, p. 39).<br />
P 3<br />
Siguiendo con <strong>Jaspers</strong>, la cuestión es en definitiva asumir nuestra crisis<br />
no en primer lugar en sus particularidades, como que hay crisis de esto o lo<br />
otro, de energía, de la educación, etc., sino como que es nuestro destino.<br />
Únicamente de esta forma verdaderamente asumiremos la crisis y recién<br />
entonces podríamos estar en condiciones de superarla.<br />
Y con el fin de aquilatar esta crisis, corresponde dimensionarla en su<br />
vastedad, ante todo en cuanto a la extensión que han alcanzado la técnica y la<br />
economía. Escuchemos:<br />
“En tanto técnicos y económicos parecen todos los problemas haberse<br />
vuelto planetarios. El globo terráqueo no sólo se ha convertido en una trabazón
de sus relaciones económicas y en la unidad del dominio técnico del ser-ahí;<br />
cada vez más seres humanos miran al globo como un espacio cerrado, en el<br />
que ellos se encuentran unos con otros para el desarrollo de su historia. <strong>La</strong><br />
Guerra Mundial fue la primera guerra en el que la humanidad entera estaba<br />
comprometida” (p. 74). HAJ<br />
Pero con esto sucede que todo tiende a ser nivelado y uniformado, que<br />
es lo propio de la producción serial de la técnica. Y continúa nuestro pensador:<br />
“Con la unificación del planeta ha comenzado un proceso de nivelación,<br />
que se observa con espanto. Lo que para todos hoy pasa a ser general, es<br />
siempre lo superficial, lo insignificante e indiferente. Se hace un esfuerzo por<br />
esta nivelación como si trajera consigo la unificación de la humanidad. En<br />
plantaciones tropicales y en caletas pesqueras se ven las películas de las<br />
urbes. Por todas partes se ven los mismos vestidos. Los modos de<br />
relacionarse, los mismos bailes, el mismo deporte, las mismas palabras clave<br />
de un puré de lenguaje de ilustración, de positivismo anglosajón y de tradición<br />
teológica conquistan la redondez de la Tierra. En los congresos mundiales se<br />
fomenta esta nivelación en vez de ingresar en la auténtica comunicación de lo<br />
heterogéneo, se pretende aunarse en lo común que habría en religión y<br />
concepción del mundo. <strong>La</strong>s razas se mezclan. <strong>La</strong>s culturas históricas se<br />
desligan de sus raíces y caen en el mundo científico-técnico en una<br />
intelectualidad vacía” (p. 74). HAJ<br />
Como observamos, todo aquello que pudiera considerarse como<br />
grandes logros de la humanidad, como que los pueblos y las razas se han<br />
mezclado, y ha desaparecido una buena cuota de diferencias entre ellos, tiene<br />
indudablemente su revés, cual es la amenaza de que se pierdan las raíces. Es<br />
como lo que también ha pensado Jean Baudrillard en el sentido del que él<br />
llama el “infierno de lo Mismo”, a través de lo cual él llama la atención respecto<br />
la pérdida de las “alteridades”, y que pueden ser de distinto orden: culturales,<br />
raciales, lingüísticas. Por ejemplo, el que la lengua universal haya llegado a ser<br />
fundamentalmente el inglés va disolviendo la alteridad, el ser<br />
fundamentalmente otro de cada lengua. De igual modo, si la comida comienza<br />
a ser predominantemente la comida rápida estilo Mc. Donald’s, se corre el<br />
peligro que desaparezcan las alteridades de las comidas locales, regionales,<br />
nacionales.<br />
P 4<br />
Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />
a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />
cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />
de nuestro tiempo”.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 346 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 29<br />
Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />
Audición: sábado 30 de noviembre a las 13,30 hrs.<br />
y domingo 1 de diciembre de 2002 a las 17 hrs.<br />
<strong>Jaspers</strong>, así como otros, entre ellos: Ortega y Gasset y Heidegger<br />
reconoce en la historia de la humanidad que, junto con el advenimiento de las<br />
masas al poder, a lo que se dio inicio en particular desde la Revolución<br />
Francesa y posteriormente la Revolución Obrera de 1848, como finalmente con<br />
el marxismo y el fascismo en el siglo XX, como cabría agregar también, con el<br />
advenimiento de una democracia cada vez más representativa, pasando por<br />
etapas como el voto censitario, de acuerdo al cual sólo los más adinerados<br />
tenían derecho a voto, como a través del derecho a voto de la mujer, con todo<br />
lo necesario y justificado que ha sido este proceso, sin embargo ha ido ligado a<br />
un parejo imperio creciente de la medianía.<br />
<strong>La</strong>s diferencias de todo orden se han ido limando, y ello por supuesto,<br />
qué duda cabe, tiene su lado positivo, cual es que un mayor número de<br />
personas y ciudadanos participan del poder, entre otros, del poder adquisitivo,<br />
y sin embargo, esto curiosamente se transforma en una nueva forma de tiranía:<br />
la tiranía del hombre-medio que trae consigo que todo lo que sobresale de la<br />
medianía general sea aplacado, rebajado y aplanado. Escuchemos a <strong>Jaspers</strong>:<br />
“Ahora se ve sobre todo la insustituible pérdida de sustancia, que sin<br />
tregua avanza. <strong>La</strong> expresión fisiognómica de las generaciones parece<br />
descender permanentemente a un nivel más profundo. En cada profesión hay<br />
una queja debido a la falta de personalidades en la concurrencia de<br />
innumerables postulantes. Por todas partes está la masa de la medianía, en la<br />
que hay los funcionarios del aparato específicamente capacitados, que se<br />
concentran en él y se despliegan en él. <strong>La</strong> confusión suscitada por la posesión<br />
de casi todas las posibilidades de expresión del pasado deja al hombre bajo<br />
unas capas impenetrables. El gesto en vez del ser, lo múltiple en vez de lo uno,<br />
verbosidad en vez de una genuina comunicación, vivencias en vez de<br />
existencia, una mimetización general es la impronta” (p. 74-75).<br />
P 1<br />
Heidegger ha pensado también en esta medianía, como uno de los<br />
aspectos de lo que él originalmente ha llamado el fenómeno del “se” o “uno”, y<br />
que alude a que el hombre, llamado por Heidegger ‘Dasein’, en la cotidianidad,<br />
está determinado por decir lo que se dice, pensar como se piensa, vestirse,<br />
juzgar y opinar, como se viste, juzga y opina. El mentado “se”, que corresponde<br />
al pronombre reflexivo impersonal es traducido también como “uno”, porque<br />
muy frecuentemente decimos en castellano de que “uno hace las cosas así”, y<br />
otras frases por el estilo. Por otra parte, conviene además traducir como ‘uno’<br />
el alemán ‘man’ en vistas de que Heidegger destaca cómo este fenómeno se<br />
adueña de nuestra mismidad, al manifestarse en cada uno de nosotros como<br />
“uno-mismo”.<br />
<strong>La</strong> determinación de este se o uno es tal que se constituye en el poder<br />
de la cotidianidad en la que nos debatimos.
Respecto del término ‘medianía’ (que es él mismo que usa <strong>Jaspers</strong>), en<br />
alemán: ‘Durchschnittlichkeit’, he optado por seguir la traducción de él que hace<br />
el filósofo chileno Jorge Eduardo Rivera. Siguiendo esta misma traducción de la<br />
obra mayor Ser y tiempo de Heidegger, veamos qué dice él de la medianía,<br />
atendiendo a como se manifiesta y rige sobre nuestro “coestar” y “convivir” con<br />
los otros:<br />
“El uno tiene sus modos de ser. <strong>La</strong> tendencia del coestar que hemos<br />
llamado la distancialidad se funda en el hecho de que el convivir procura como<br />
tal la medianía /Durchschnittlichkeit/. Ella es un carácter existencial del uno. Al<br />
uno le va esencialmente esta medianía en su ser. Por eso el uno se mueve<br />
fácticamente en la medianía de lo que se debe hacer, de lo que se acepta o se<br />
rechaza, de aquello a lo que se le concede o niega el éxito. En la previa<br />
determinación de lo que es posible o permitido intentar, la medianía vela sobre<br />
todo conato de excepción. Toda preeminencia queda silenciosamente nivelada.<br />
Todo lo originario se torna de la noche a la mañana banal. Cual si fuera cosa<br />
ya largo tiempo conocida. Todo lo laboriosamente conquistado se vuelve trivial.<br />
Todo misterio pierde su fuerza. <strong>La</strong> preocupación de la medianía revela una<br />
nueva y esencial tendencia del Dasein, a la que llamaremos la nivelación de<br />
todas las posibilidades de ser” (Rivera, p. 151).<br />
P 2<br />
Ortega y Gasset ha pensado el mismo fenómeno en cuestión en su obra<br />
El hombre y la gente, fundamentalmente a través del término ‘uso’, discurriendo<br />
en qué medida estos usos determinan nuestra convivencia. Por una parte, ellos<br />
son reconocidos como positivos, por cuanto permiten cierta economía; por<br />
ejemplo, si dar la mano para saludar a alguien es un uso no necesitamos<br />
deliberar cada vez acerca del sentido que puede tener esta acción, y nos<br />
conformamos con hacerla de una manera puramente mecánica, por lo general.<br />
Pero, por otro lado, Ortega reconoce también la negatividad de estos usos, en<br />
la medida en que nos llevan a realizar numerosas acciones porque es<br />
simplemente lo que la gente hace.<br />
Por otra parte, Ortega ha detectado también en particular la medianía, el<br />
achatamiento de las posibilidades de humana realización en su gran obra <strong>La</strong><br />
rebelión de las masas, que ya es asaz decidora considerando su solo título. En<br />
simetría con la idea de la medianía, el filósofo español habla allí del hombremasa.<br />
Volviendo a <strong>Jaspers</strong>, si se trata de que nuestro modo de ser elemental y<br />
básico es descrito como el propio de “ser-ahí”, en el sentido peculiar que tiene<br />
este término en él (distinto al de Heidegger) de estar apegado a la mera<br />
satisfacción de nuestras necesidades y al poder, en la medida en que el<br />
hombre continúa apoyado y aferrado a ese modo de ser, nunca dará el salto al<br />
ser-sí-mismo, modo de ser al que él llama ‘existencia’. El asunto es pues como<br />
desapegarnos de este “ser-ahí no más” y saltar a ser “existentes”, y hay que<br />
reconocer que normalmente esto es enormemente dificultoso.<br />
Es más, para <strong>Jaspers</strong> se trata respecto de este punto de que el hombre<br />
siempre estará en una inevitable desarmonía entre las demandas de su ser-ahí<br />
y el requerimiento y la apelación a ser existente. Aún así, sin duda al parecer<br />
ciertos hombres logran este salto.<br />
P 3<br />
El pensamiento de <strong>Jaspers</strong> no se queda en todo caso en este<br />
escepticismo respecto de las posibilidades de realización humana, y plantea
una salida a esta <strong>situación</strong>, que es al mismo tiempo una crisis del estar<br />
únicamente apegados al mero ser-ahí. Mas, la salida que plantea <strong>Jaspers</strong><br />
hasta cierto punto se podría estimar como que la historia la ha dejado fuera de<br />
lugar, no pareciendo tener para nosotros ningún sentido. <strong>La</strong> salida en cuestión<br />
tiene que ver con el estado. Probablemente en el propio <strong>Jaspers</strong> esto viene a<br />
ser una herencia fundamentalmente de Hegel y su elevada idea del estado.<br />
Diríamos por lo tanto que aquí está en juego más que el estado, el ideal del<br />
estado y su posibilidad de conducir a la humanidad a la realización de sus<br />
mayores aspiraciones.<br />
Sin embargo, para nosotros, me atrevería a decir, que el estado habría<br />
sido sino definitiva, al menos significativamente desplazado. Y más<br />
precisamente, de acuerdo a lo dicho más arriba, nos habría sucedido a los<br />
hombres de nuestro tiempo que el ideal del estado en cualquiera de sus formas<br />
habría fenecido.<br />
Y agreguemos aquí que ésta si que es una muerte real, ya que aquella<br />
otra de la proclama de Nietzsche de que “¡Dios ha muerto!” está siempre<br />
expuesta al revés que la sabiduría popular ha recogido en el Cementerio<br />
General de Santiago de Chile, donde leemos en una tumba: “Nietzsche: “¡Dios<br />
ha muerto!””; “Dios: “¡Nietzsche ha muerto!””.<br />
Proclamemos entonces nosotros a voz en cuello que para bien o para<br />
mal: “¡El estado ha muerto!”.<br />
En todo caso para <strong>Jaspers</strong> se trataría no de que el supuesto estado<br />
pudiera él mismo arrogarse la posibilidad de que el hombre, y aunque sean<br />
nada más que ciertos hombres, lleguen a ser existentes, sino de que él sería<br />
tan sólo el medio que hace posible aquello. Y el punto está en que para las<br />
sociedades contemporáneas, salvo tal vez China, al estado ya ni siquiera le<br />
cabe el modesto papel de ser medio, mediación o intermediación para poder<br />
realizar las más elevadas posibilidades humanas.<br />
P 4<br />
Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />
a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />
cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />
de nuestro tiempo”.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 347 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 30<br />
Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />
Audición: sábado 7 de diciembre a las 13,30 hrs.<br />
y domingo 8 de diciembre de 2002 a las 17 hrs.<br />
Ya hemos visto que para <strong>Jaspers</strong> la crisis de su tiempo, y podríamos<br />
agregar, del nuestro, consiste en querer únicamente establecer un orden del<br />
ser-ahí, significando éste un ser-ahí no más, un ser-ahí nada más que apegado<br />
a sus necesidades y atrapado en estructuras de poder. Y resulta que más<br />
encima acabamos siempre por establecer un cierto orden del ser-ahí a tal<br />
punto cerrado que casi no quedan ventanas abiertas para que algunos lleguen<br />
a ser existentes, que son aquellos que se asumen de la manera más genuina<br />
como posibilidad y libertad. Sin embargo, felizmente este orden del ser-ahí<br />
pretendido tiene sus límites. Escuchemos como lo dice nuestro pensador:<br />
“<strong>La</strong> inevitabilidad del orden del ser-ahí tenía sus límites en el hombre,<br />
que no se disipa en una función, y además, que no es solamente posible un<br />
único orden y ninguno posible de manera definitiva. El hombre, que no quiere<br />
únicamente ser-ahí, decide cuál tiene que elegirse y asegurarse; o bien, el<br />
hombre decae en el mero ser-ahí y permite que se decida sobre él” (p. 77).<br />
Y, claro está, esta decisión que realiza personalmente el hombre sobre<br />
sí mismo constituye una prerrogativa de él mismo, mas ello puede tener alguna<br />
repercusión sobre el todo, en la medida en que se juega aquí una<br />
autoafirmación, lo cual quiere decir que esto está mediatizado por el poder y<br />
ello tiene lugar, en cuanto a lo político, en el estado; y en cuanto a conducir al<br />
hombre desde la tradición a su nobleza, la educación. De esta forma, la política<br />
y la educación son para <strong>Jaspers</strong> las fuerzas configuradoras del estado.<br />
Podemos preguntarnos: ¿qué querrá decir esto último de una<br />
conducción de la tradición a la nobleza (Adel). Respuesta: esto debe<br />
entenderse en el sentido ni más, pero tampoco de menos, de un tránsito del<br />
ser-ahí al existente.<br />
En efecto, éste debería ser el papel más elevado de la educación.<br />
P 1<br />
Ya decíamos en la última oportunidad que encontramos en <strong>Jaspers</strong>,<br />
relativamente al punto que examinamos, una concepción tal vez ya<br />
sobrepasada del estado, como significando éste la instancia de mediatización<br />
que hace posible cualquier posibilidad de crecimiento del ser humano.<br />
Agregábamos entonces que el estado ya no se parece tener este significado y<br />
alcance para nosotros.<br />
Mas, cabría agregar a esta consideración que tampoco está claro lo que<br />
pueda resultar de un mundo, como el nuestro, en el que el estado ha sido tan<br />
achicado, en todo sentido, que casi parece una fuerza más, como una empresa<br />
entre otras, e incluso semejando una mediana-empresa entre las grandesempresas.<br />
Y sobre la base de este reconocimiento corresponde leer con atención<br />
estas páginas de <strong>Jaspers</strong> porque debido al modo como él concibe el estado, a<br />
lo mejor éste sigue en pie, teniendo tal vez incluso un alcance de salida.
Por otra parte, no cabe la menor duda de que el pensamiento<br />
jaspersiano sobre el estado no solamente es bello y probablemente verdadero,<br />
mas tiene inevitablemente cierto resabio de idealismo. En todo caso, vale la<br />
pena conocerlo en varios de sus puntos capitales.<br />
Por de pronto, él habla de una “voluntad de estado”, que permite que el<br />
estado se convierta en destino, precisamente en la medida en que esta<br />
voluntad es sostenida indefinidamente. Destaquemos de paso esta idea<br />
peculiar de destino, en cuanto tiene que ver con una elección, una decisión,<br />
una resolución sostenida. Si precisamos esto, se trata no del destino<br />
simplemente como lo que sobreviene, sino como que está en las manos del<br />
hombre en cierto modo provocarlo. Podríamos decir que, de este modo,<br />
primero se forja un destinado para que a partir de ello cobre vuelo el destino.<br />
Curiosa idea del destino, en todo caso, sobre la que tendremos que<br />
volver.<br />
P 2<br />
Una vez que esta voluntad de estado sostenida se ha hecho destino, lo<br />
que se forja con ello es una buena parte de la historia, y agreguemos, casi toda<br />
la historia, y tal vez somos solamente nosotros, estos extraños post-modernos,<br />
los que osamos apostar porque sin el mentado estado, sin el Leviatán,<br />
podríamos no solamente solventar nuestra <strong>situación</strong>, sino dar lugar a que el<br />
hombre crezca.<br />
Mas, tal vez, éste es el punto, que quizás ya ni siquiera se trata de que<br />
el hombre crezca, a no ser que en el terreno científico y tecnológico, sino tal<br />
sólo de que solvente su <strong>situación</strong>.<br />
Estas últimas consideraciones, diría que hacen más interesante todavía<br />
el pensamiento de <strong>Jaspers</strong> sobre el estado. Continuemos entonces con ello: se<br />
trata, decíamos, que esta voluntad de estado sostenida que se hace destino<br />
configura comunidad a lo largo de las generaciones. Se trata pues más encima,<br />
<strong>según</strong> vemos, que la idea de comunidad y de sociedad están intrínsecamente<br />
unidas a la idea de estado.<br />
Y además se agrega a lo anterior que el estado está expuesto de un<br />
lado al enfrentamiento con los otros estados y, como si esto fuera poco,<br />
además a un enfrentamiento consigo mismo, por hacerse cada vez más fuerte,<br />
consolidarse, superar sus tensiones internas, manteniendo de este modo un<br />
equilibrio.<br />
Podríamos agregar aquí que en los extremos, afecta de un lado al<br />
estado la posible guerra con otros estados, y , a su vez, la guerra consigo<br />
mismo, que es la guerra civil.<br />
P 3<br />
Lo cierto es que en la lenta y atenta lectura de <strong>Jaspers</strong> se descubre que<br />
incluso él alberga la más elevada idea del estado. De ello da testimonio el<br />
siguiente pasaje:<br />
“A la voluntad de estado le queda el orden del ser-ahí no solamente<br />
como objeto de su planificación racional para todos los hombres, sino que él es<br />
objeto de la decisión excluyente a través de la intervención de su poder. Él<br />
asume el pensamiento del estado de bienestar como el orden económico del<br />
ser-ahí, pero a través de ello se dirige al hombre mismo” (p. 78). HAJ<br />
Esto quiere decir que se trata en cuanto al estado y su misión no<br />
solamente de cosas particulares, como por ejemplo, el bienestar económico,<br />
sino del hombre mismo y sus posibilidades de la más elevada realización.
Mas, luego viene una acotación de la mayor relevancia, cual es el<br />
reconocimiento de que el estado no puede por sí mismo garantizar esta plena<br />
realización humana, y, sin embargo, se trata de que al menos nos proporcione<br />
esa posibilidad, es decir, permita que tenga cabida y que sea plausible.<br />
Y el estado, este Leviatán, de una parte, aferrándose al propósito de un<br />
bienestar económico, o simplemente del acrecentamiento de su poder,<br />
buscado afanosamente e incluso ciegamente, puede olvidar al ser humano. Y<br />
por la contraparte puede suceder que desde el intento de realización humana<br />
en sus elevadas aspiraciones se coarte el desarrollo del poder del estado.<br />
Esta tensión puede más encima llegar tal lejos que la voluntad de estado<br />
puede decaer en la oportunidad de lo inmediato, en cuanto a sus posibilidades<br />
de éxito; pero, del otro lado, puede suceder también que, persiguiendo un ideal,<br />
podemos pasar por alto la realidad del presente, resultando de ello un futuro<br />
tan sólo imaginario.<br />
P 4<br />
Sabemos muy bien por su Autobiografía que <strong>Jaspers</strong> al académico,<br />
sociólogo y filósofo que más admirara en su época fue a Max Weber, que<br />
enseñara en la Universidad de Heidelberg, igual que él.<br />
Sin duda que la idea del estado que <strong>Jaspers</strong> desarrolla tiene que ver con<br />
él, y en particular esta idea del estado, como la instancia poseedora del<br />
“monopolio del uso legítimo de la violencia”.<br />
Nuestro pensador dice a propósito de esto que dos cosas han sido<br />
tenidas en cuenta en ello: la exclusión de toda legitimidad de la violencia para<br />
la sociedad, y, en segundo lugar, el derecho exclusivo de la violencia por parte<br />
del estado.<br />
Como vemos, en ello juega un papel importante la distinción entre<br />
sociedad y estado, y si se trata de que sólo el estado es depositario de la<br />
posibilidad del uso de la violencia, por lo mismo este derecho está concentrado<br />
en él, y en nada ni nadie más. Por eso dice <strong>Jaspers</strong>:<br />
“El hombre, cada vez en la disposición de cuidar y de ampliar su existir a<br />
través del uso propio del arma, pasa a ser medio de la ejecución técnica del<br />
uso de la violencia estatalmente canalizado” (p. 79-80).<br />
P 5<br />
Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />
a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />
cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />
de nuestro tiempo”.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 348 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 31<br />
Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />
Audición: sábado 14 de diciembre a las 13,30 hrs.<br />
y domingo 15 de diciembre de 2002 a las 17 hrs.<br />
Relativamente a la concepción del estado que encontramos en <strong>Jaspers</strong>,<br />
decíamos que en los años 30 él representa el medio para que el hombre pueda<br />
alcanzar sus más altas realizaciones. En este sentido, el estado es para él una<br />
realidad <strong>espiritual</strong>, de la cual nos hemos apartado. Por eso leemos en <strong>La</strong><br />
<strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo:<br />
“<strong>La</strong> realidad <strong>espiritual</strong> del estado parece hoy como decaída, pero no del<br />
todo desaparecida” (p. 80). HAJ<br />
El estado le da a su vez un orden y un camino a la sociedad, y con su<br />
constitución él ha asumido tareas que antes estaban en manos de la sociedad,<br />
como lo que recuerda de su amigo y, junto con él, profesor de la Universidad<br />
de Heidelberg, Max Weber: que el estado habría asumido el “monopolio del uso<br />
legítimo de la violencia”. En contraste con ello, leemos:<br />
“Antes el hombre tenía que estar en todo momento en la disposición del<br />
uso de las armas con el fin de proteger su vida y ampliarla, y ello pasa a ser un<br />
medio de la ejecución técnica del uso de la violencia estatalmente canalizado”<br />
(ib.). HAJ<br />
Interesante es este modo de ver el contraste entre sociedad y estado,<br />
como que por haber un “poder de facto”, el estado viene a ser el que<br />
máximamente lo ostenta. El estado le da, al fin y al cabo, un orden a la<br />
sociedad, precisamente porque ese orden en su instauración requiere poder, e<br />
incluso porque inevitablemente tendrá que enfrentarse con otros órdenes.<br />
Escuchemos:<br />
“El hombre no puede ocultarse más el poder de facto /.../. A la mirada<br />
honesta se le torna manifiesto que todo orden sólo se conserva por el poder,<br />
porque se topa con los límites de un voluntad extraña para él” (p. 81).<br />
P 1<br />
Y el estado en tanto poder, en tanto un orden que se impone hacia<br />
dentro y que hacia fuera entra en la dificultad ya sea de conservarse como tal o<br />
de imponerse sobre otros, <strong>Jaspers</strong>, en particular respecto de este último punto,<br />
plantea como esa relación con los otros estados suele definirse en la guerra.<br />
De este modo, nuestro pensador tiene a la vista al estado y su modo de<br />
hacerse presente en la historia y que ha sido normalmente de manera bélica.<br />
Escuchemos:<br />
“El estado, en sí mismo ni legítimo ni ilegítimo, sin derivarse de algo<br />
externo, es el ser-ahí mismo de la voluntad que se fundamenta, que ha recibido<br />
y se ha dado el poder. De ello se sigue que hay siempre una pugna por el<br />
estado y de los estados con otros. Porque nunca hay un poder exclusivo de<br />
una humanidad que llena el mundo, sino que siempre hay un poder al lado de<br />
otros, con ellos y contra ellos. Siempre se busca un orden legal, pero cada una<br />
se funda en actos de violencia, que han decidido en la lucha y en la guerra en<br />
qué relación de dependencia y a través de qué principios aquel orden debe
perdurar. No hay una paz definitiva; las situaciones se transforman, las fuerzas,<br />
en cuya concentración consiste el poder, caen o se acrecientan” (p. 81). HAJ<br />
Pero, a su vez, como el estado no es la sociedad, sino que le imprime un<br />
orden, claramente esto requiere de una acción, que podemos caracterizar<br />
como política. De este modo, cabe sostener que la política debe ser entendida<br />
como lo que procura un orden y una organización estatal de la sociedad.<br />
P 2<br />
Sin embargo, la posibilidad de esta acción política puede sernos<br />
indiferente, es más, podemos ser indolentes y apáticos respecto de ella.<br />
Dado que seguimos siempre inmersos en una sociedad que el estado<br />
organiza sin dejar prácticamente nada fuera, lo cierto es que la tarea política de<br />
esa organización es por de pronto específica y normalmente no concita a todas<br />
las voluntades particulares a plegarse y participar de esta acción.<br />
Y, sin duda alguna esto es lo que ha ocurrido en el último tiempo: un<br />
retiro de la política y del estado, para volver al seno de la sociedad.<br />
Probablemente ello ha tenido que ver también con un cierto desencanto en el<br />
sentido de cómo el estado, y en particular diversos estados del siglo XX fueron<br />
avasalladores respecto de la sociedad, embarcándola en proyectos, como el<br />
comunismo y fascismo, que acabaron por derrumbarse. Y ya en los años<br />
treinta de los que habla <strong>Jaspers</strong> nos encontramos con la siguiente <strong>situación</strong>:<br />
“O bien nos sustraemos de la participación en el curso de las cosas.<br />
Ciertamente se obtienen ventajas en la contingencia del propio ser-ahí. Pero el<br />
todo se lo ve como cosa de otros, que han hecho de ello su profesión. Por<br />
todas partes uno se tropieza con los efectos de la violencia en un ser-así de la<br />
presente <strong>situación</strong>. Se encuentra que algo es injusto y sin-sentido. Pero se lo<br />
padece como algo extraño, que no es asunto de la propia responsabilidad. Se<br />
es en ello consecuente, en cuanto a no reclamar. Indiferente respecto de los<br />
acontecimientos no se deja vibrar al corazón con ellos. Que no se está<br />
orientado respecto de posibilidades en general o de la <strong>situación</strong> actual, es algo<br />
que uno honestamente se confiesa a sí mismo, y entonces nos sustraemos<br />
tanto del juicio como de la acción. Esta apoliticidad es el fracaso de aquél que<br />
no necesita saber lo que quiere, porque no quiere otra cosa que realizarse en<br />
su ser-sí-mismo falto de mundo, así como en un espacio sin tiempo. Él toma el<br />
destino humano histórico con una tolerancia pasiva, porque cree en una<br />
salvación a-histórica del alma. Él no conoce la responsabilidad de aquél que<br />
recién en el mundo es él mismo y que se estima culpable por aquello que<br />
acontece, en la medida en que no ha hecho lo que podía, preocupándose por<br />
lo que debería ocurrir” (p. 82-83).<br />
P 3<br />
Éste es el grave problema, el de la indiferencia y que puede deslizarse a<br />
la indolencia y la apatía. Simplemente lo que pasa en el mundo, y aunque se<br />
trate de la violencia que hay en él, de relaciones humanas de subordinación<br />
injustas, de groseras diferencias en el ingreso de la población, de la<br />
postergación en que e encuentran tantos, y tantas otras realidades. Incluso, el<br />
efecto acumulativo de tantos problemas que vemos en nuestro derredor genera<br />
un efecto paralizante.<br />
Sin embargo aquello que relata Michael Ende, y que podríamos llamar la<br />
política del barrendero de las calles, constituye una clave. Al observar al<br />
barrendero en su trabajo, como que tiene por ejemplo que barrer una larga<br />
avenida de kilómetros de largo, no se ve cómo podría realizar y concluir este
trabajo. Y la salida a esta <strong>situación</strong> es muy sencilla: hacer la primera barrida, y<br />
ya después todas las que siguen se darán casi de manera automática.<br />
En efecto, respecto de la <strong>situación</strong> en que nos encontramos, respecto de<br />
la crisis del mundo, respecto, agreguemos aquí, del estado de violencia que<br />
hay hoy en el planeta, algo se puede hacer, y lo importante es simplemente<br />
comenzar. Lo demás viene por sí solo.<br />
Es como lo que les ocurre a los escritores que frecuentemente están<br />
ante la hoja en blanco y pasan las horas y los días mirando por la ventana.<br />
Como es sabido y se suele escuchar: basta con escribir la primera frase. El<br />
libro luego saldrá por si solo.<br />
P 4<br />
Pero, así como nos caracteriza la mencionada apoliticidad indolente e<br />
indiferente, así también suele generarse lo contrario: un activismo sin ninguna<br />
orientación clara. Escuchemos:<br />
“O puede uno lanzarse a un ciego querer político. Se está insatisfecho<br />
con su ser-ahí y se culpa a las circunstancias, en relación con las cuales, en<br />
vez de en relación con nosotros mismos, se busca la única causa del estado<br />
del propio ser-ahí. Se tiene los instintos del entusiasmo y después del odio,<br />
sobre todo el instinto de la voluntad de poder como tal. Una inferencia ligera<br />
nos conduce a partir de un medio saber a la incondicionalidad inauténtica del<br />
fanatismo. Este estruendoso intervenir es el fenómeno más extendido de un<br />
cosaber y querer supuestamente político, vacilante a través de la época, y<br />
capaz de suscitar inquietud y de despertar, pero incapaz de seguir un camino”<br />
(p. 83).<br />
Como decíamos, en definitiva activismo, en el sentido de una acción por<br />
la acción, probablemente de reclamar por esto o por lo otro, de ir de marcha en<br />
marcha, y en algunas ocasiones lanzando piedras contra unos supuestos<br />
culpables, pero sin que haya una clara razón y un claro sentido.<br />
P 5<br />
Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />
a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />
cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />
de nuestro tiempo”.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 349 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 32<br />
Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />
Audición: sábado 21 de diciembre a las 13,30 hrs.<br />
y domingo 22 de diciembre de 2002 a las 17 hrs.<br />
En los años 30 <strong>Jaspers</strong> todavía cree en el estado como el medio que<br />
permite que la sociedad pueda realizar sus más altas aspiraciones, y hemos<br />
dicho a propósito de esto que nosotros hemos perdido significativamente esta<br />
creencia. Consiguientemente con ello, al estado le hemos restado importancia<br />
y poder, tanto en lo económico, en lo político, como en lo educacional. Desde<br />
luego ello ha tenido que ver con el neoliberalismo que hoy domina en el mundo,<br />
para el cual el estado debe cumplir un rol menor en la conducción de la<br />
sociedad.<br />
Pero, ya en esa época <strong>Jaspers</strong> se da cuenta en parte de la nueva<br />
<strong>situación</strong> que se anuncia, y por eso leemos en su libro <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de<br />
nuestro tiempo lo siguiente:<br />
“<strong>La</strong> misión para quien no fracasa es hoy convivir con el estado, que ya<br />
no tiene la aureola de la autoridad, que ya no supone una justificación<br />
suprasensorial de su acción presente, ni puede afirmarse como el centro<br />
racional del abastecimiento de todas las cosas humanas. Sostenerse<br />
concientemente sobre este fundamento, por el que toda existencia humana es,<br />
corresponde a un genuina conciencia de estado” (p. 83). HAJ<br />
En el caso de Alemania, el estado de los años 30 ya no es el estado de<br />
Federico II de Prusia, ni el del canciller Bismark. Precisamente un estado tal,<br />
podríamos suponer, glosando a <strong>Jaspers</strong>, era poseedor incluso de una<br />
dimensión suprasensible, a lo que cabe agregar que, si la monarquía, se<br />
suponía que era de origen divino, esto era efectivamente así vivido por la<br />
sociedad europea en épocas anteriores.<br />
Y lo que es de la mayor relevancia en el pasaje citado es que, asociado<br />
con lo dicho, vale decir, con este pérdida de la aureola del estado, se vincula lo<br />
que sería hoy una “conciencia de estado”. Esto quiere decir, en otras palabras,<br />
que, si se trata de una conciencia de estado, válida para la época, ésta sería en<br />
relación a un estado, digamos, sin aureola.<br />
P 1<br />
En este sentido, probablemente el contrapunto que habría que marcar<br />
entre nosotros y los años 30 de <strong>Jaspers</strong>, es que para nosotros el estado no<br />
solamente hace rato que perdió la aureola, sino que más encima, el ciudadano<br />
de hoy carece de eso que nuestro pensador llama “conciencia de estado”. En<br />
nuestro país vivimos esto particularmente cuando hay elecciones, en las que ya<br />
no sabemos por quién votar, por lo cual diría que significativamente se da algo<br />
así como un “voto a ciegas”. Y esto supone a la vez una <strong>situación</strong> muy<br />
singular, ya que el país entero es completamente tapado de fotos de los<br />
candidatos hasta el último rincón, y por lo mismo sin duda que sucede que de<br />
tanto “ver” acabamos por no ver en absoluto.<br />
Éste puede ser uno de los mejores ejemplos del sin-sentido del que trata<br />
Gilles Deleuze, y, que en cierto modo, se ha asumido en el post-modernismo, y<br />
que tiene que ver no con una falta de sentido (distanciándose en ello de Albert
Camus), sino con un exceso de él. En efecto, ocurre que es tan grande la<br />
“oferta de sentidos”, y entiéndase sentidos existenciales (y, habría que agregar,<br />
particularmente que esto ocurre en occidente, pero también en gran parte del<br />
planeta que se ha occidentalizado), como que uno puede ser católico, budista,<br />
de izquierda o derecha, terrorista, masón, opus-dei, hasta practicar el<br />
cybersexo, y todo ello como que tendría, de uno u otro modo, alguna<br />
justificación.<br />
Y así también tras los millares de fotos de los candidatos no vemos<br />
propiamente ninguna, y si acaso la vemos, me atrevería a decir, que, en cierto<br />
modo, lo que se genera es algo así como un “efecto fisiognómico del voto”, o<br />
sea yo voto por alguien, basándome, únicamente en su sonrisa, su mirada, o a<br />
lo mejor en función de una cierta pose.<br />
A propósito de esto, se sabe incluso que es decisiva la presencia en la<br />
propaganda, en los carteles, y en cuanto al número de carteles en las calles,<br />
como en los medios de comunicación por parte de cada candidato, como para<br />
que, a partir de ello, gane o pierda la elección. O sea, hoy lo que decide las<br />
elecciones es una cuestión lisa y llanamente de poder, y ello naturalmente va<br />
íntimamente asociado con el poder adquisitivo de los propios candidatos, en<br />
términos de si acaso son lo suficientemente solventes como para financiar una<br />
campaña electoral o no.<br />
P 2<br />
Pues bien, ¿y de qué da testimonio todo ello? <strong>La</strong> respuesta es clara y<br />
penosa a la vez: de una nula “conciencia de estado”, y aunque se trate del<br />
estado que ha perdido la aureola, <strong>según</strong> <strong>Jaspers</strong>, como también podríamos<br />
hablar de una falta pasmosa de una pareja “conciencia política”.<br />
Quisiera confesar a este respecto que a mí mismo me ha ocurrido que<br />
en los últimos años he votado en distintas ocasiones sin tener la menor idea de<br />
quién es el candidato, y lo he hecho nada más que en función de que me ha<br />
parecido, en función de la coyuntura del momento, que correspondería votar<br />
por un humanista, un comunista, un demócrata cristiano o un socialista.<br />
Ciertamente en las elecciones presidenciales la <strong>situación</strong> es distinta, por<br />
cuanto uno tiene efectivamente la posibilidad de interiorizarse de los<br />
candidatos, pero no ocurre lo mismo en las parlamentarias, y menos todavía,<br />
en las municipales.<br />
Por otra parte, éste es pronunciadamente un fenómeno de la urbe, en<br />
este caso, de Santiago en particular, ya que se me ocurre que puede ser algo<br />
distinto en las regiones, en las que seguramente hay una posibilidad mayor de<br />
conocer a cada candidato.<br />
A las anteriores consideraciones agreguemos aquí también que lo que<br />
sucede hoy en la política, y no solamente en nuestro país, sino en el mundo, es<br />
que ella ha sido simplemente sobrepasada, y con Baudrillard, podemos decir<br />
que estamos ya en la “transpolítica”, que es a su vez un aspecto más de lo que<br />
él denomina la “hiperrealidad”, característica de nuestro tiempo.<br />
P 3<br />
Llevando las cosas más lejos aun, podríamos decir que efectivamente lo<br />
que nos caracteriza es una nula “conciencia de estado” y una nula pareja<br />
“conciencia política”, y que a la hora de elegir a los representantes populares,<br />
lo hacemos a través de un “voto a ciegas”, un “voto fisiognómico” o un “voto<br />
determinado por el poder y la presencia del candidato en las calles y en los<br />
media”. Lo cierto es que con ello vuelve a cobrar relevancia lo que el viejo
Platón proponía en <strong>La</strong>s Leyes, cual es el voto por sorteo. Probablemente esto<br />
sería más sincero, ya que lo que nos caracteriza hoy es una especie de<br />
hipocresía política, de acuerdo a la cual nos llenamos la boca con un lenguaje<br />
como el del fortalecimiento de las instituciones y cosas por el estilo, cuando en<br />
verdad si hay el tal fortalecimiento de la institución de la representación popular<br />
es únicamente sobre la base del argumento nada más que tautológico de que<br />
una vez que se ha elegido a alguien, se lo ha elegido, vale decir, se trata de un<br />
fortalecimiento nada más que en atención al efecto. Pero el problema es el<br />
procedimiento, el método, el camino y los pasos que nos han llevado a elegir a<br />
alguien en particular, del cual no sabemos absolutamente nada, y ello no puede<br />
tener ninguna justificación.<br />
Nuestras reflexiones desarrolladas aquí hablan por supuesto de nuestro<br />
extravío, de nuestro descamino, de lo que se acerca al absurdo o ya es él<br />
mismo y no queremos, o no podemos reconocerlo.<br />
Y, por otra parte, estas reflexiones hablan de lo que se le ha dado<br />
muchos nombres en los últimos años, viniendo de muy diferentes corrientes y<br />
enfoques: lo “light”, la “insoportable levedad del ser”, y de ahí hasta “el imperio<br />
de lo efímero”, “el crepúsculo del deber” (éstos últimos dos nombres que<br />
corresponden a títulos de obras de Gilles Lipovetsky). Porque, en efecto, ocurre<br />
que en medio de nuestro extravío, de uno u otro modo, nos damos cuenta de<br />
nuestra <strong>situación</strong>, pero nadie quiere ya andar por el mundo con el “espíritu de<br />
la seriedad”, que se presentaría hoy en día con el tilde de “tonto grave”, y<br />
entonces, claro está, se toma esto por el lado humorístico. Y, resulta también<br />
claro, ¿cómo no va ser divertido que votemos a ciegas, es decir, que<br />
realicemos uno de los actos que deberían ser de los más serios por parte del<br />
ciudadano, de manera tan “light”?<br />
Y la conclusión de esto que cae de cajón es: ¿quién puede tomarse en<br />
serio esta farándula? Quizás ello explique también por qué los humoristas hoy<br />
en día tienen tanto éxito, y que a ratos de la impresión de que fueran más<br />
genuinos que nuestros políticos de hoy con su capacidad de desenmascarar<br />
ciertas verdades enterradas bajo la superficie, bajo la comodidad y la inercia.<br />
Es más, tal vez ellos han llegado a ser nuestros actuales políticos.<br />
P 5<br />
Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />
a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />
cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />
de nuestro tiempo”.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 350 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 33<br />
Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />
Audición: sábado 28 de diciembre a las 13,30 hrs.<br />
y domingo 29 de diciembre de 2002 a las 17 hrs.<br />
Al pensamiento de <strong>Jaspers</strong> le es propia lo que podríamos llamar una<br />
“sana dosis de escepticismo”.<br />
Él reconoce que nunca alcanzará el hombre una armonía, lo que tiene<br />
que ver en particular con la tensión que siempre habrá en el humano entre su<br />
modo de ser abocado a las necesidades y al poder y lo que él llama la<br />
existencia, el ser-sí-mismo del hombre, de acuerdo al cual él se asume como<br />
posibilidad y libertad. Frente a la necesidad que involucra lo que ya somos, y<br />
que no podemos cambiar, este pensador vislumbra que lo propiamente<br />
humano se juega en lo posible, con el fin de que, contrastando la posibilidad<br />
con la necesidad, con lo que ya es, la posibilidad pueda hacerse realidad.<br />
Este último pensamiento tiene que ver con las llamadas categorías de la<br />
modalidad – necesidad, posibilidad y realidad -. Ellas fueron pensadas primero<br />
por Leibniz como categorías ontológicas, en el sentido de cómo el ser está<br />
determinado por ellas. Se trata de cómo las posibilidades de ser algo y de un<br />
mundo completo combaten en la mente divina, para que contrastadas con lo<br />
que ya es, puedan hacerse realidad. Esto correspondería a una manera de<br />
entender lo pensado por el filósofo-matemático del siglo XVII.<br />
Más tarde Kant concibe estas categorías, precisamente como<br />
“categorías de la modalidad” y que conciernen al uso del entendimiento, lo que<br />
quiere decir que están pensadas dentro de un marco gnoseológico. Aquí se<br />
trata de que lo que percibo lo aprehendo como posible, real o necesario.<br />
Posteriormente Kierkegaard pensará estas categorías, podríamos decir,<br />
en tanto categorías existenciales y dentro de la misma línea se mueve el<br />
pensamiento de <strong>Jaspers</strong> en relación con ellas. Para el pensador danés se trata<br />
de que la necesidad, pensada existencialmente, tiene que ver con lo que ya<br />
somos y que no podemos modificar; la posibilidad tiene que ver, en cambio,<br />
con el futuro; y la realidad es lo que resulta del ajuste entre posibilidad y<br />
necesidad.<br />
P 1<br />
A partir de ello <strong>Jaspers</strong> en su obra Psicología de las concepciones del<br />
mundo de 1919 destaca tres tipos humanos:<br />
1.El determinista sería aquél apegado al determinismo en sus distintas<br />
formas, que pueden ser: 1.1.De naturaleza cósmica, como por ejemplo el estar<br />
particularmente determinado por lo instintivo y vegetativo, por el hambre, la<br />
sed, lo sexual, como también el estar determinado por el carácter o algo de<br />
orden genético. 2.2.<strong>La</strong> segunda clase de determinismo guarda relación con un<br />
estar determinado por normas y leyes, en el sentido de un apego irrestricto a<br />
ellas, vale decir, se trata aquí de una suerte de tipo rigorista.<br />
2.El segundo tipo humano sería el del soñador, el visionario, pero<br />
también el creador, cuyo manantial es el ámbito de lo posible.
3.Y el tercer tipo es el del realista, que sería el sujeto eminentemente<br />
activo y emprendedor, que es capaz de ajustar lo posible con ciertas<br />
condiciones predeterminadas.<br />
Podríamos decir que lo que llama <strong>Jaspers</strong> el existente corresponde<br />
sobre todo al tipo realista, el capaz de traducir lo posible en realidad, mas<br />
integrando al mismo tiempo a los otros.<br />
Pero, como veíamos más arriba, él advierte claramente acerca de la<br />
imposibilidad de que ello se cumpla a cabalidad, de tal modo que el hombre<br />
nunca alcanzará una armonía. En nuestro pensador juega un papel una<br />
dimensión de fracaso, mas se trata de un “auténtico fracaso”.<br />
Esto es lo que tiene que ver con lo que considerábamos más arriba<br />
como una “sana dosis de escepticismo”.<br />
P 2<br />
Hemos visto como <strong>Jaspers</strong> tiene una elevada concepción del estado, ya<br />
que plantea que él debería ser el medio para la realización de las más elevadas<br />
aspiraciones de la sociedad. Y, antes que eso todavía, él piensa que el estado<br />
es el llamado a conducir la sociedad en una dirección apropiada y ascendente.<br />
Hemos visto como esta concepción del estado desde el año 30, en que él<br />
planteara esto, hasta ahora ha perdido vigencia.<br />
Pero, el mencionado escepticismo se aplica también a las posibilidades<br />
reales de que el estado sea capaz de cumplir con aquella alta meta de la<br />
conducción de la sociedad. Leemos en <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro<br />
tiempo:<br />
“Aquí, antes bien, se encuentra el individuo, en el tejido inmenso del<br />
humano derivar y querer, entregado en sus situaciones al acaecer histórico que<br />
se verifica en actos de poder político sin ser aprehensible en visión íntegra<br />
como totalidad. Sobre esta base de las cosas humanas pierden su sentido el<br />
ciego desear, la apasionada rebeldía y la impaciente ambición. Sólo la<br />
paciencia a largo plazo, en maridaje con contenida decisión, dispuesta a la<br />
intervención repentina y el vasto saber que por encima de la coacción de lo real<br />
se abre al espacio infinito de lo posible, pueden lograr aquí algo que sea más<br />
que mero tumulto, destrucción y derivar de las cosas” (rdlS, p.89) HAJ<br />
Se hace alusión aquí a la experiencia de la humanidad a lo largo del<br />
tiempo de los vaivenes de la historia que han llevado a la sociedad, a pueblos y<br />
naciones enteras de un lado para otro, ocasionándose en ello mucha<br />
destrucción y un sufrimiento sin límite. Esto es lo que aparece en las palabras<br />
del filósofo como la deriva, y podríamos agregar, el errar humano.<br />
. P 3<br />
<strong>Jaspers</strong> advierte que el estado social es el llamado a organizar la<br />
sociedad, y tengamos en cuenta que esto se plantea ya en los años 30. Tras la<br />
debacle del nazismo y de la Segunda Guerra Mundial cabe reconocer que lo<br />
que se mantuvo fue la idea de este estado social, el cual con el desarrollo de la<br />
República Federal Alemana, se tradujo en la así llamada “red social”, que se<br />
conserva hasta nuestros días. Pero, aun el estado social se encuentra con<br />
barreras infranqueables. Escuchemos:<br />
“Pero hay los límites inevitables: en las características de las masas<br />
humanas; en la inevitable impiedad de la selección social y biológica; en la<br />
desigual limitación del campo de acción vital de la mayoría; en la diversidad de<br />
razas, caracteres y dotes en los hombres; en el diverso aumento de población<br />
de los grupos afines. Por eso ha de considerarse el Estado no sólo como
función de garantía del régimen legal, sino como campo de lucha por el modo y<br />
dirección del uso de la violencia, en algún momento inevitable. En todo tiempo<br />
soportó el hombre sufrimiento y pesar. Hoy quisiera librarse conscientemente<br />
de ellos por una disposición de la totalidad lo más acertada posible” (rdls, 91).<br />
Lo cierto es que el pensamiento recién esbozado <strong>Jaspers</strong> lo lleva tan<br />
lejos, me refiero a la esencial desarmonía que habría en lo humano (como que<br />
de acuerdo a sus propios términos, no se logra una armonía entre ser-ahí y<br />
existencia), trae esto consigo injusticia, violencia y guerra, las cuales, por ser<br />
inevitables, se trataría, diríamos, de amenguarlas lo más posible.<br />
P 4<br />
Y en lo que atañe al individuo, en cuanto a como distintos procesos<br />
históricos le pueden afectar, como ocurre tan frecuentemente se puede ser<br />
expatriado, o bien, por diversos motivos, perder o renunciar a la nacionalidad.<br />
En cualquier caso, el afectado paga caro por ello, no solamente porque<br />
viviendo en otro país, a lo más se es frecuentemente tolerado, <strong>según</strong> advierte<br />
<strong>Jaspers</strong>, sino además porque hay ciertos vínculos esenciales para nuestro<br />
habitar el mundo que se pierden sin remedio. Esto último se vincula con el<br />
hecho de que antes que ser miembros de un estado, lo somos de una sociedad<br />
y de un suelo patrio, de un terruño.<br />
Cabe recordar aquí el triste ostracismo que afectó al poeta romano<br />
Ovidio por un edicto real de expatriación dictado por César Augusto, a raíz de<br />
lo cual tuvo que abandonar Roma, y vivir por el resto de sus días en la lejana<br />
colonia del imperio, Tomis, en el Mar Negro. Además sucedió que él nunca se<br />
pudo enterar ni siquiera de la razón del edicto.<br />
Es sorprendente que junto con reflexionar <strong>Jaspers</strong> en los 30 acerca de<br />
esto, haga algunas precisiones al respecto que sugieren que no se trata<br />
únicamente del exilio, expatriación u ostracismo, sino de lo que puede ser una<br />
pérdida o una renuncia a la nacionalidad, ya que fue esto justamente lo que a<br />
él le sucedió en la post-guerra, aceptando primero el llamado de la Universidad<br />
de Basilea en Suiza y luego con el tiempo llegando a poseer en propiedad la<br />
ciudadanía helvética.<br />
Es decir, se trata en estas palabras de una suerte de premonición que lo<br />
afectó a él mismo. ¿Profecía auto-cumplida?<br />
Y el trasfondo que ello tiene es singularmente dramático, ya que por ser<br />
<strong>Jaspers</strong> casado con una mujer judía, Gertrud Maier, las autoridades nazis de la<br />
Universidad de Heidelberg le exigieron separarse de su mujer, a lo que él se<br />
negó categóricamente. Y esto tuvo como consecuencia la pérdida de la venia<br />
legendi, el derecho a enseñar en la universidad, en 1934, y la pérdida al<br />
derecho de publicar, en 1937. Además a <strong>Jaspers</strong> se le hizo instalar una agente<br />
nazi en su casa, que controlaba todos sus movimientos.<br />
Pues bien, esta dura experiencia vivida durante los años duros de la<br />
dictadura fueron un motivo decisivo para la aceptación del llamado de la<br />
Universidad de Basilea y su nueva vida en Suiza, no obstante él siguió muy de<br />
cerca durante el resto de su vida, incluso de una manera obsesiva, el<br />
desenvolvimiento de la República Federal de Alemania.<br />
P 5<br />
Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />
a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />
cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />
de nuestro tiempo”.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 351 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 34<br />
Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />
Audición: sábado 4 de enero a las 13,30 hrs.<br />
y domingo 5 de enero de 2003 a las 17 hrs.<br />
El diagnóstico que hace <strong>Jaspers</strong> de la crisis de su época consiste en que<br />
el hombre, y junto con ello, la sociedad se sostiene casi únicamente sobre una<br />
base material de satisfacción de necesidades y de afán de poder. Y a este<br />
modo de ser del hombre determinado de esta forma él le llama ‘ser-ahí’, distinto<br />
de lo que él llama ‘existencia’, que consiste fundamentalmente en asumirse<br />
como posibilidad y libertad.<br />
El término ‘existencia’ ya aparece con este significado en una de las<br />
grandes obras primerizas, la Psicología de las concepciones del mundo, de<br />
1919.<br />
Pero, lo cierto es que todo lo que tiene que ver con la mencionada<br />
existencia no es nada fácil, y no solamente en cuanto a su realización, sino en<br />
cuanto a su recta aprehensión. De alguna manera, se trata incluso de que si<br />
logramos definirla, al mismo tiempo con ello la hemos perdido, puesto que la<br />
hemos fijado, así como si pudiéramos objetivarla. <strong>La</strong> Psicología de las<br />
concepciones del mundo nos aporta, en todo caso, algunas señales relativas a<br />
como podríamos entenderla, mas siempre en un cierto borde muy tenue, casi<br />
imperceptible.<br />
Así, por ejemplo, en lo que concierne a la relación con los otros, es decir,<br />
en lo relativo a nuestro ser social. Escuchemos como reflexiona nuestro autor a<br />
propósito de esto:<br />
“Frente y en contra de la entrega a la comunidad, de la eterna<br />
pertenencia a ella, hay en el hombre un impulso individual al hacerse-sí-mismo<br />
como proceso, como un problema antinómico, no como un salto abstracto al<br />
átomo. En la historia surge a partir de este aislamiento de algunos la mayor<br />
parte de lo creador, que después de un rechazo inicial de la comunidad, es<br />
asumido. Así como sin solidaridad social no hay continuidad y conservación de<br />
la herencia <strong>espiritual</strong>, así sin la fuerza aislada individualista no hay creación<br />
nueva. Kant mostró el antagonismo entre sociabilidad y in-sociabilidad,<br />
entendiendo la evolución humana a partir de la “sociabilidad insociable”<br />
(“ungesellige Geselligkeit”). Desde este antagonismo crece para Kant el talento,<br />
la singularidad, y, en general, todo lo valioso” (PDLCDM, p. 405, trad. mía).<br />
P 1<br />
Advertimos en ello el carácter de la nueva filosofía de la existencia,<br />
llamada posteriormente el “existencialismo” que comenzara a despuntar en<br />
aquella época. Y ello se pone de manifiesto, entre otros, en el hecho de que<br />
aquí no se da simplemente por sentado que el hombre sea un “animal social”,<br />
sino en buena medida, el hombre está igualmente determinado por lo propio, lo<br />
que se da en cada uno de manera única y singular. En lo que atañe al punto de<br />
lo social, por ejemplo, resulta que ya en el propio Kant (muy anterior a la<br />
filosofía de la existencia) se encuentra esta concepción que al parecer nos<br />
caracteriza y nos interpreta, de que somos “sociables insociables”. Como que<br />
sucede todo el tiempo que lo que hace crecer a la sociedad y llevarla en una
dirección ascendente, hacia un “futuro esplendor”, es lo que proviene del<br />
aislamiento de algunos, los creadores. En este sentido, continúa <strong>Jaspers</strong>:<br />
“<strong>La</strong> sola conciencia de comunidad mata toda fuerza aisladora. Sólo en<br />
tanto la comunidad pueda asimilarla y conservarla, puede acoger entonces a<br />
tales individuos. <strong>La</strong>s fuerzas más poderosas individualistas fueron empujadas<br />
en todo tiempo a la soledad, cuando no fueron destruidas. Sobre la base de la<br />
tradición de milenios, en que la comunidad ha acogido a aquellos individuos<br />
(por ej., Nietzsche, Kierkegaard) viven tales solitarios en tanto entes no<br />
sociables. Ellos tienen a su haber los logros de la comunidad (la tradición del<br />
espíritu), y sin embargo no viven lo contrario, la pertenencia a la comunidad, y<br />
no ven en ella, en todo caso, medida ni deber, aunque una nostalgia los<br />
arrastre hacia ella” (405).<br />
Esto es decisivo, pues lo que está en juego es que lo social no acabe<br />
asfixiando al individuo. Nuestro parecido con las abejas, las hormigas o las<br />
termitas es hasta cierto punto. Ello quiere decir también que cabe ver desde<br />
luego de un lado nuestro ser social, pero reconociendo que incluso una buena<br />
parte de la fuerza que lleva a la sociedad adelante proviene de individuos<br />
solitarios que se han aislado a conciencia.<br />
Y esto por cierto le da una gran relevancia a la concepción kantiana<br />
citada del hombre como “insociable sociabilidad”.<br />
P 2<br />
A partir de ello se explica además la relación con el estado, vale decir,<br />
en el sentido de dar cabida a los solitarios, los que se aíslan, y necesitan de<br />
este aislamiento para su proceso creativo. Esto comienza a despertar en<br />
particular con los estoicos, pero va a cobrar vuelo sobre todo en la modernidad,<br />
precisamente en la medida en que el individuo y el yo no sólo han nacido, sino<br />
que han crecido y madurado. Para <strong>Jaspers</strong> antecedentes de este proceso han<br />
sido ya los profetas de Israel.<br />
Agreguemos aquí que en el otro extremo de este proceso de<br />
individuación está la ilustración y el modo como Kant la entiende, en el sentido<br />
de que el hombre habría alcanzado una “mayoría de edad”, “Mündigkeit”,<br />
término que podemos traducir también como ‘madurez’, y si relacionamos esto<br />
con la concepción de la conciencia como un tribunal que el filósofo de la Prusia<br />
Oriental desarrolla en su Metafísica de las costumbres, de 1797, podríamos<br />
completar esta explicación, diciendo que ha llegado la época en que el hombre<br />
puede, en cuanto a lo que sucede en el tribunal interno de su conciencia, ser<br />
juez y parte a la vez. Esto quiere decir que aquello que para el propio Kant<br />
resulta ser una concepción espuria de la conciencia, ya que, obviamente desde<br />
un punto de vista jurídico, por ejemplo, es altamente cuestionable que se sea<br />
juez y parte a la vez, sin embargo, veamos esto por su lado positivo, en cuanto<br />
que lo que caracteriza a un hombre, cuando llega a su madurez es<br />
precisamente esa capacidad de desdoblarse en distintas personas, en que una<br />
es juez, la otra acusado, la otra fiscal acusador, y la otra abogado defensor.<br />
A propósito de esto, es particularmente decidor que en la concepción no<br />
autonómica, sino hereronómica de la conciencia de Tomás de Aquino, la<br />
conciencia, la así llamada ‘syndéresis’ tenga únicamente el carácter de juez, el<br />
cual más encima es Dios, y Dios realmente presente en nosotros, en nuestra<br />
conciencia, a cuya voz, la vox dei, si acaso le desobedecemos, nos<br />
condenamos.
Decíamos que aun en lo que atañe a nuestra relación con el estado,<br />
cabe reconocer la justificación del aislamiento de los solitarios. Pero así<br />
también hay toda una gama de posibilidades de apartarse del estado o de<br />
guardar distancia respecto de él. Escuchemos lo siguiente de la Psicología de<br />
las concepciones del mundo:<br />
“Al estado se le opone el individuo de manera variada. El estado puede<br />
ser utilizado como un mero medio para el ego (por ej., Alcibíades). El estado es<br />
respetado como medio para la existencia y la educación (por ej., el filósofo<br />
platónico), el individuo se sitúa con su conciencia de sí y en lo fundamental,<br />
fuera, y co-trabaja, sin embargo, en el todo. O finalmente: el individuo se<br />
sustrae completamente al estado, como por ej. los filósofos griegos tardíos se<br />
retiraron completamente de la vida pública a la soledad. Ellos enseñaron que el<br />
mundo es un estado, aparejando con ello el universalismo sin límite con el<br />
individualismo atómico. El único sentido era la paz del alma y la postura<br />
contemplativa del individuo singular” (405, trad.m.).<br />
P 3<br />
Bajo la influencia de Kierkegaard, <strong>Jaspers</strong> concibe al existente en tanto<br />
un sí-mismo que deviene, vale decir, así como para él la verdad es en<br />
movimiento y se da a lo largo del tiempo, lo mismo nuestro sí-mismo se da en<br />
el devenir, y esto quiere decir a su vez que si me detengo en este proceso, si<br />
me fijo a mí mismo, como que sería tal y tal, con eso precisamente lo liquido y<br />
el sí-mismo se desvanece.<br />
Y este devenir de sí-mismo guarda relación además con el riesgo y el<br />
sacrificio. Al ser-sí-mismo podemos ascender en la medida en que estoy<br />
dispuesto a resquebrajar mi mero ser-ahí, tan sólo apegado a las necesidades<br />
y al poder, en otras palabras, estoy dispuesto a arriesgarme y a sacrificar lo<br />
que concierne a esa armazón (Gehäuse) de mi ser-ahí y su mundo. Pero<br />
sucede al mismo tiempo que así como no puedo nunca objetivar la existencia,<br />
al modo de señalarla con un dedo y reconocerla, como que pudiéramos<br />
identificar un existente que pasa por la calle, así tampoco nunca puedo<br />
objetivar quién se arriesga y quién se sacrifica, y aunque se trate de algo visible<br />
como el supuesto sacrificio de alguien en la guerra, en un duelo, por el estado,<br />
o a través de la experimentación científica, como aquellos hombres de ciencia<br />
que se han sacrificado por el saber, ingiriendo un veneno letal y describiendo<br />
paso a paso sus efectos, hasta que efectivamente han acabado muriendo.<br />
Lo que plantea <strong>Jaspers</strong> al respecto es incluso que podemos arriesgarnos<br />
y sacrificar mucho de lo que tiene que ver con nuestro modo de ser como<br />
seres-ahí, como por ejemplo por el estado, pero probablemente ello va<br />
acompañado por un sacrificarse nada más que por eso, sin que comprometa<br />
esencialmente nuestro ser. Es decir, al sacrificarnos por el estado, a lo mejor lo<br />
que nos alimenta sigue siendo un afán de poder.<br />
El posible ser-sí-mismo, diríamos, que lo que tiene de grande y<br />
maravilloso es la imposibilidad de su objetivación. De lo contrario, no sería tal y<br />
sería probablemente pasto para la publicidad.<br />
P 5<br />
Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />
a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />
cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />
de nuestro tiempo”.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 352 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 35<br />
Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />
Audición: sábado 11 de enero a las 13,30 hrs.<br />
y domingo 12 de enero de 2003 a las 17 hrs.<br />
Que un filósofo sea escéptico, o en él haya una “sana dosis de<br />
escepticismo” no es gratuito, y trae consecuencias.<br />
En el caso de <strong>Jaspers</strong>, como hemos visto, el caso es más bien el<br />
segundo: no es que sea un filósofo escéptico, pero sí hay en él una “sana dosis<br />
de escepticismo”.<br />
Por de pronto, esto tiene repercusión sobre el modo de pensar la guerra<br />
y la paz, en particular desde el momento en que se le encuentra a la guerra<br />
algún tipo de justificación.<br />
En una primera aproximación a este tema, y todavía con independencia<br />
del modo como lo aborda <strong>Jaspers</strong>, podríamos en todo caso reconocer que<br />
algún sentido tiene el procurar el llevar las cosas tan lejos, como aventurarse a<br />
encontrarle una justificación a la guerra, desde el momento que reconocemos,<br />
no sin pesar, que estamos siempre en guerra, que ella se presenta<br />
prácticamente en todos los momentos de la historia de la humanidad.<br />
Hay que llamar la atención respecto de esto, en cuanto a que siempre ha<br />
estado en juego un concepto de “paz armada”, de lo cual se trata ya en <strong>La</strong>s<br />
leyes (Nomoi) de Platón, y ello quiere decir que se considera que la paz<br />
precisamente tan sólo se justifica sobre la base de un estar preparado para<br />
cualquier ataque del enemigo. Lo que hay tras esto es pues una desconfianza<br />
respecto del otro, y máxime cuando se presenta como potencial enemigo, y,<br />
asociado con ello, un deliberado desengañarse de cualquier posible<br />
justificación que pudiera tener la paz pura y simplemente.<br />
P 1<br />
Mas, en esto claramente detectamos una disociación en el ser humano,<br />
desde el momento que nuestras relaciones humanas “cercanas”, vale decir, al<br />
interior de la familia, y con nuestros amigos o conocidos son pacíficas, y en<br />
términos del entendimiento y la confianza. Mas, sucede que en el plano<br />
internacional, esto es, en lo que concierne a las relaciones humanas, que<br />
podríamos llamar “lejanas” (sirviéndonos de esta terminología que propone el<br />
filósofo Walter Schulz), no somos capaces de ser pacíficos en la misma forma,<br />
sino, como decíamos, únicamente en los términos de la “paz armada”.<br />
Cabe recordar además que el concepto de paz armada ha tenido tanta<br />
fuerza que incluso hasta los inicios del siglo XX que alguien se declarara<br />
“pacifista”, o que fuera declarado y tildado de “pacifista” podía traer<br />
consecuencias nefastas, ya que incluso se solía pagar con la vida por ello. En<br />
algunos casos se consideraba que se era simplemente traidor a la patria, por<br />
propugnar una doctrina peligrosa para la soberanía y que ponía en peligro a la<br />
nación. El pacifismo era visto como una suerte de invitación a que el enemigo,<br />
que se identificaba frecuentemente con el país vecino, invadiera o atacara a la<br />
propia nación.<br />
Con todo lo criticable que este modo tradicional y milenario de ver la<br />
guerra y la paz pueda ser, resulta perfectamente entendible en épocas
históricas en las que se cumplía en efecto que los estados y los imperios se<br />
estaban mutuamente al acecho, ya que habían intereses comunes respecto de<br />
un mismo territorio, u otro. A veces se trataba a su vez, de la formación de<br />
alianzas y coaliciones, que tenían que ver con equilibrios de poder, y el<br />
mecanismo para zanjar estas discrepancias, cuando fracasaba la diplomacia,<br />
era simplemente la guerra. Los ejemplos sobran, la historia está enteramente<br />
atravesada de ellos<br />
Ésta es la <strong>situación</strong> característica de la historia europea en especial de<br />
los siglos XVII y XVIII, e incluso del XIX..Pensemos en la Francia napoleónica,<br />
por ejemplo, en que con el fin de enfrentar al enemigo común, Napoleón<br />
Bonaparte, se forma una alianza entre Prusia, Austria, Rusia e Inglaterra, y<br />
será recién la batalla de Waterloo, que tuvo lugar el 18 de Junio de 1815, la<br />
decisiva y la definitiva caída de Napoleón. El Congreso de Viena ya había<br />
comenzado a sesionar el 9 de Junio del mismo año, y de él resultará un nuevo<br />
orden para Europa, vale decir, unas nuevas alianzas. Junto al príncipe<br />
Metternich y Talleyrand, el filósofo Wilhelm von Humboldt es otro de los<br />
dignatarios que participa en el Congreso, representando a Prusia. Es<br />
particularmente decidor que a propósito del mencionado Congreso y de sus<br />
resultados, el príncipe Carlos José de Ligne haya dicho entonces que “El<br />
congreso no marcha, sino que baila” (“Le congrès ne marche pas, il danse”),<br />
aludiendo con ello a las muchas fiestas y bailes que tenían lugar en medio de<br />
las discusiones respecto de un nuevo orden, lo que se planteó como la<br />
“restauración”.<br />
Y esto es decidor, por cuanto, podríamos decir, en aquellos tiempos el<br />
mundo transitaba casi como un fluido entre guerras terriblemente cruentas y la<br />
fiesta, a la cual no mucho tiempo después le seguía una nueva guerra.<br />
P 2<br />
Dice <strong>Jaspers</strong> en sus reflexiones en torno a la guerra:<br />
“Porque el poder del estado no es único, sino en cada caso un poder<br />
entre otras individualidades estatales, y porque un poder estatal tiene otras<br />
posibilidades de ordenamiento que las que son vigentes, el poder recurre a la<br />
violencia, cuando el acuerdo de pacto o de facto fracasa. Guerra y revolución<br />
son los límites de la asistencia social del ser-ahí por cuya decisión se sitúa<br />
sobre una nueva base de efectividad y legitimidad. Mientras se procure<br />
evitarlas, permanecen ellas como posibilidad la pregunta irresoluta para todo<br />
ser-ahí. Si acaso quiere evitarse la guerra a toda costa, se irá tambaleando<br />
ciegamente derecho a ella, cuando se es maniobrado por el otro a esta<br />
<strong>situación</strong>, en la que o se es destruido o esclavizado. Si acaso al menos se<br />
quiere evitar la guerra en la medida de nuestras fuerzas, así exige la dureza de<br />
la realidad contar en todo momento con su posibilidad y mantener despierto el<br />
sentido de lo que significa “a cualquier precio”” (p. 86).HAJ<br />
Por cierto, si se quiere evitar la guerra, no se puede sacrificar al mismo<br />
tiempo la dignidad, si se está siendo provocado alevosamente por otro estado.<br />
Es por ello que nuestro pensador llama la atención sobre lo que puede<br />
significar el mantenimiento de la paz “a cualquier precio” y a como de lugar.<br />
Sin duda lo que plantea <strong>Jaspers</strong> tiene su justificación propia, mas en<br />
esto entra a tallar lo que guarda relación con el momento histórico que se vive.<br />
Desde los años 30, incluso antes de la II Guerra Mundial, hasta ahora ha<br />
pasado mucho tiempo y la potenciales guerras se han vuelto cada vez más<br />
peligrosas.
Mas tarde, en 1958, reflexionará <strong>Jaspers</strong> sobre la bomba atómica, a raíz<br />
de las atrocidades de Hiroshima y Nagasaki. En “<strong>La</strong> bomba atómica y el futuro<br />
del ser humano. Conciencia política en nuestro tiempo” leemos:<br />
“Una <strong>situación</strong> completamente nueva se ha generado con la bomba<br />
atómica. Hasta ahora podía el hombre quitarse la vida individualmente. En la<br />
lucha él podía matar y ser muerto. Se podía exterminar a pueblos enteros.<br />
Ahora puede la humanidad en su conjunto ser aniquilada por los hombres”<br />
(Saner, p. 105).<br />
Y ello trae consigo una nueva conciencia política, por cuanto la<br />
verdadera política pasa a ser hoy “política mundial” que tiene que proponerse<br />
un “orden mundial” (cfr. ib.).<br />
P 3<br />
Mas, en los años 30 podríamos decir que está vigente todavía cierto<br />
concepto heroico de la guerra, la que se vincula incluso con un sentido de<br />
destino. De este modo se explican estas palabras de “<strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de<br />
nuestro tiempo:<br />
“En la guerra como desarrollo efectivo en los hechos de la violencia, se<br />
manifiesta el destino – después de pasar por resoluciones premeditadas – por<br />
decisión física. Reside en él un pathos: ofrecer la vida por la fe en el valor<br />
incondicional de la propia esencia: antes muerto que esclavo. Cuanto más<br />
decididamente real sea a los beligerantes por propia voluntad lo que va en ello,<br />
más posible será en el hombre elevarse a esa tensión” (rdls, p. 92).HAJ<br />
<strong>La</strong> guerra, así como se la concibe aquí, tiene que ver de este modo con<br />
lo heroico, en la medida en que se está dispuesto al auto-sacrificio por una<br />
causa que se estima noble. Y a partir de ello se explica además la ligazón que<br />
puede tener la guerra con el destino.<br />
Podríamos agregar a estas consideraciones que hasta el siglo XIX se<br />
mantenía todavía cierta idea romántica de la guerra, por cuanto se daba incluso<br />
en el ámbito de los intelectuales, de los poetas y artistas que la guerra aparecía<br />
como un espacio en el que era posible luchar por aquello en lo que se creía<br />
(respecto de lo cual cabe recordar también las Cruzadas destinadas a<br />
recuperar la Tierra Santa).<br />
Solía ocurrir todavía en el XIX que si en tiempos de paz no era posible<br />
realizar lo que parecía lo más elevado, a veces simplemente en razón de que<br />
se había fracasado en la vida, la guerra se presentaba como la promesa para<br />
hacer posible aquella realización.<br />
De este modo, vemos como Richard Wagner lucha en las barricadas de<br />
la revolución del 48 y Nietzsche va a luchar por la patria en la guerra francoprusiana,<br />
en la que, si bien no toma las armas y trabaja como enfermero, acaba<br />
contrayendo disentería, contagiado por los heridos en el campo de batalla que<br />
quedaron bajo su cuidado en un vagón cerrado de ferrocarriles, sin la<br />
apropiada ventilación. Y esta enfermedad lo afectará de por vida.<br />
P 4<br />
Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />
a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />
cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />
de nuestro tiempo”.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 353 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 36<br />
Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />
Audición: sábado 18 de enero a las 13,30 hrs.<br />
y domingo 19 de enero de 2003 a las 17 hrs.<br />
Podríamos decir que <strong>Jaspers</strong> es también un pensador del destino. Si<br />
bien lo propio del destino es precisamente lo que irrumpe, lo que se sobrepone,<br />
y justamente a costa de lo establecido, de las costumbres e incluso a costa del<br />
orden natural de las cosas. Respecto del destino, por lo tanto, lo que descolla<br />
sobre todo es el estar irremediablemente entregados a él. Así solemos ver<br />
como destino muchos hechos y acontecimientos que escapan al orden de las<br />
cosas al que nos habíamos acostumbrado hasta cierto momento, y es por ello<br />
que esto suele tener que ver con algo negativo, como puede ser una<br />
enfermedad, o una guerra, y otros, pero también por supuesto cosas positivas,<br />
como que hayamos encontrado una persona con la que descubrimos tener una<br />
afinidad plena.<br />
En este sentido, y tomando en cuenta lo más esencial del destino, éste<br />
se nos presenta como algo externo y que se impone, a veces incluso<br />
violentamente. Diríamos que ésta es la parte terrible, pero que puede ser<br />
también afortunada del destino. El punto principal respecto de ello, es que<br />
nosotros no tenemos ninguna ingerencia.<br />
Mas, hay otra forma de concebir eso que llamamos destino, que<br />
encontramos en <strong>Jaspers</strong> (como también, en Heidegger), y que está en línea<br />
con Nietzsche, en cuanto a que en definitiva nuestra voluntad es la que se<br />
puede convertir en destino. De esta forma se da aquí un vínculo íntimo entre<br />
destino y destinado, incluso en el sentido de que el destinado “hace” el destino.<br />
Encontramos esta conjunción entre el destinado y el destino, en el<br />
sentido de una voluntad que se ha vuelto destino en los siguientes pasajes de<br />
“Así habló Zaratustra”, donde Zaratustra dice a quienes escuchen su palabra:<br />
“Pero quien ha descubierto el país “hombre” ha descubierto también el<br />
país “futuro de los hombres”. ¡Ahora vosotros debéis ser mis marineros, bravos,<br />
pacientes! / ¡Caminad erguidos a tiempo, oh hermanos míos, aprended a<br />
caminar erguidos! El mar está tempestuoso: muchos quieren servirse de<br />
vosotros para volver a erguirse. / El mar está tempestuoso: todo está en el mar.<br />
¡Bien! ¡Adelante! ¡Viejos corazones de marineros! / ¡Qué importa el país de los<br />
padres! Nuestro timón quiere dirigirse hacia donde está el país de nuestros<br />
hijos! ¡Hacia allá lánzase tempestuoso, más tempestuoso que el mismo mar,<br />
nuestro gran anhelo! –" (p. 294).<br />
P 1<br />
En ello se advierte de modo rotundo la visión por sobre todo futurista de<br />
Nietzsche, lo que relaciona con una voluntad, la suya propia, que se ha vuelto<br />
necesidad, destino, y es de este modo como en Nietzsche también habría que<br />
entender lo trágico: en el sentido de una voluntad trágica forjadora del destino,<br />
destino que sería, o pasaría a ser también de la humanidad, porque se revela<br />
como el camino del hombre.<br />
“¡Oh tú voluntad mía! ¡Tú viraje de toda necesidad, tú necesidad mía!”<br />
(Z, p. 295),
siguiendo de inmediato a ello la preocupación que asiste al que ha<br />
luchado demasiado: que podría caer antes de llegar a la meta. Y, desde luego,<br />
podríamos agregar al respecto, que en ello trasunta algo de carácter<br />
autobiográfico: es la propia voluntad de Nietzsche la que se endureció como el<br />
diamante y se convirtió en necesidad y así hasta el final, hasta las últimas<br />
consecuencias, hasta la locura incluida, respecto de la cual – sabemos –<br />
Nietzsche temía y sabía que le sobrevendría -:<br />
“¡Presérvame de todas las victorias pequeñas! / Tú providencia de mi<br />
alma, que yo llamo destino! ¡Tú que estás dentro de mí! ¡Tú que estás encima<br />
de mí! ¡Presérvame y resérvame para un gran destino!” (ib.).<br />
Nótese la alusión a lo más interno de él mismo que a la vez está sobre él<br />
– su propia voluntad, a la que se encomienda como a un dios, y literalmente en<br />
este sentido de ser como si fuera un dios, precisamente porque para él eso es<br />
únicamente posible porque “¡Dios ha muerto!”.<br />
P 2<br />
Y, en segundo lugar, cabe destacar también esa atractiva idea de la<br />
reserva para un gran destino, algo así como que en la vida acaso la copa se<br />
vacía de una vez y sólo una vez, y ya..., agregando a esto que si te equivocas y<br />
vacías tu copa a destiempo, perdiste:<br />
“Y tu última grandeza, voluntad mía, resérvatela para tu último instante, -<br />
¡para ser inexorable en tu victoria! ¡Ay, quien no ha sucumbido a su victoria! /<br />
Ay, a quién no se le oscurecieron los ojos en ese crepúsculo ebrio! ¡Ay, a quién<br />
no le vaciló el pie y desaprendió, en la victoria, - a estar de pie! -” (Z, p. 294-<br />
295),<br />
en lo que leemos entre líneas no solamente la aludida preocupación de<br />
caer delante de la meta, sino también la alusión aparejada a ello de que los<br />
momentos finales, aquellos justo antes de llegar a la cumbre son los más<br />
difíciles, y podemos quedar, como algunos escaladores del Himalaya, a cien<br />
metros de la cumbre, donde está lleno de cruces y tumbas.<br />
Por eso también lo que sigue que es como un rezo, una oración a sí<br />
mismo, a lo más recóndito de él que está a la vez sobre él – su voluntad -:<br />
“ – Que yo esté preparado y maduro alguna vez en el gran mediodía:<br />
preparado y maduro como bronce ardiente, como nube grávida de rayos y<br />
como ubre hinchada de leche: - / como una estrella preparada y madura en su<br />
mediodía, ardiente, perforada, bienaventurada gracias a las aniquiladoras<br />
flechas solares: - / - como el sol mismo, y como una inexorable voluntad solar,<br />
¡dispuesto a aniquilar en la victoria! / ¡Oh voluntad, viraje de toda necesidad, tú<br />
necesidad mía! ¡Resérvame para una gran victoria!” -- /” (Z, p. 296).<br />
P 3<br />
Estas palabras de Zaratustra-Nietzsche son tanto bellas como<br />
profundas, y me atrevería a decir, sublimes, y como observamos se trata de<br />
cómo la voluntad se puede volver ella misma destino.<br />
Como anticipaba más arriba, este mismo alcance del destino<br />
encontramos en <strong>Jaspers</strong>. El destino lo hay en una voluntad que persiste en su<br />
elección, y si lo trágico se mantiene igual aquí, ello se debe a que hay en esto<br />
un jugárselas por algo hasta tal punto que daríamos la vida por ello. Y en esto<br />
es donde a su vez juega un papel el modo como <strong>Jaspers</strong> habla de la guerra. En<br />
esta <strong>situación</strong> extrema – la guerra – es justamente donde se suelen conjugar<br />
estos distintos elementos. Ya veíamos la vez pasada como ello tiene que ver<br />
con un sentido de la guerra, todavía propio del siglo XIX, y que ya se ha
perdido, de acuerdo al cual ella se asociaba con convicciones íntimas de los<br />
individuos que participaban en ella. Desde luego, cabe decir, que algo de esto<br />
se mantiene aun hoy en día, pero, reconozcamos, al modo de un pálido reflejo<br />
de lo que alguna vez fue. Escuchemos a <strong>Jaspers</strong> al respecto:<br />
“Hoy la guerra parece haber cambiado en su sentido desde el momento<br />
en que no es guerra por fe, sino guerra de intereses, ni es guerra de auténticas<br />
comunidades culturales, sino de zonas estatales y ni siquiera es lucha entre<br />
hombres, sino lucha técnica entre máquinas y contra la población pasiva. En<br />
ella no parece ya luchar lo noble en el hombre, por su porvenir. Por ella no se<br />
va a una decisión histórica, como en la victoria de los griegos sobre los persas,<br />
en que se funda, hasta hoy, la personalidad occidental, y en el triunfo de los<br />
romanos sobre los cartagineses, que la consolidó” (rdls, p. 92-93).<br />
P 4<br />
Esto lo sabemos hoy mejor que nunca. Ya lo vimos en la Guerra del<br />
Golfo, cómodamente sentados delante de las pantallas de nuestros televisores,<br />
y haciendo zapping para saltar de una competencia de golf, de un desfile de<br />
modas, o de una película sobre alguna guerra en particular, a la guerra “real”, y<br />
ello dentro de la virtualidad propia de la televisión. ¿Y qué veíamos allí? No<br />
precisamente unos soldados luchando cuerpo a cuerpo, sino misiles cayendo<br />
sobre puntos supuestamente estratégicos. En la Era de la Técnica, y en<br />
consecuencia con ello, las guerras son también técnicas. Por lo mismo, si<br />
acaso hay tras ello todavía convicción y voluntad que se vuelve destino, de eso<br />
sólo habrían restos, resabios.<br />
Por otra parte, como ya destacábamos también, la visión de <strong>Jaspers</strong> de<br />
la guerra, tiene el carácter de lo desenfadado y de lo realista, similar a lo que<br />
encontramos en Nietzsche, o en el siglo XX, en Ernst Jünger. Es decir, aquí se<br />
reconoce cierta justificación de la guerra, aunque sea al modo de un último<br />
recurso, cuando la diplomacia se ha agotado. Sobre esta base se puede<br />
entender la alusión de <strong>Jaspers</strong> a la victoria de los griegos, en buenas cuentas<br />
del macedonio Alejandro Magno sobre los persas, como la de los romanos<br />
sobre Cartago, ya que precisamente ambas, con todo los cruentas que pueden<br />
haber sido esas batallas (los romanos, junto con dejar a ras de suelo a<br />
Cartago, acaban arrojando sal sobre ese terreno, para que no crezca nada más<br />
allí), fueron las que permitieron que Europa y Occidente haya llegado a ser lo<br />
que resultó, para bien o para mal. Y de ello también provenimos nosotros, los<br />
latinoamericanos, para bien o para mal.<br />
P 5<br />
Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />
a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />
cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />
de nuestro tiempo”.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 354 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 37<br />
Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />
Audición: sábado 25 de enero a las 13,30 hrs.<br />
y domingo 26 de enero de 2003 a las 17 hrs.<br />
Sin duda alguna, se justifica una condena de la guerra en cualquiera de<br />
sus formas, mas lo que observamos es que las guerras reiteradamente tienen<br />
lugar y nuestra época no constituye una excepción. En este sentido, <strong>Jaspers</strong><br />
tiene una visión realista de la guerra y la paz. Dentro de esta perspectiva tiene<br />
en cuenta, por ejemplo, que no se puede tener paz a cualquier precio, a costa<br />
de la humillación, del atropello o de la burla, y que, por lo tanto, hay situaciones<br />
de tensión entre los estados que pueden llevar inevitablemente a la guerra.<br />
Mas, al mismo tiempo, ya en los años 30, en <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro<br />
tiempo, reconoce la peligrosidad que involucra cualquier eventual guerra futura.<br />
Tomemos en consideración que esto está dicho varios años antes de la II<br />
Guerra.<br />
Y, si bien esa particular peligrosidad de la guerra ya en esa época,<br />
debido más que nada al perfeccionamiento técnico de las armas, tiene su<br />
benéfico revés, porque puede amedrentar y refrenar cualquier guerra posible,<br />
sin embargo, en la medida en que las armas son cada vez más poderosas,<br />
siempre afecta a la humanidad la amenaza de que ellas pudieran usarse en<br />
algún caso de conflicto. Escuchemos:<br />
“Sin embargo, en el horizonte no se evidencia ninguna garantía de que<br />
los pueblos europeos no vuelvan a guerrear nuevamente. <strong>La</strong> posibilidad de paz<br />
en que se trabaja, podría, tal vez, llegar a ser una realidad por el hecho de que<br />
el desarrollo técnico de las armas de guerra imposibilite la lucha, porque en el<br />
reducido espacio, incluso para el atacante supondría la ruina. Pero queda la<br />
posibilidad de una nueva guerra, que, más terrible que todas, fuese el fin del<br />
europeo actual” (rdls, p. 93). HAJ<br />
En ello el pensador tiene en mente el Tratado de Versalles, el cual dejó a<br />
Alemania, como consecuencia de la I Guerra, bajo limitaciones excesivas que,<br />
en efecto, fueron el fermento de un nuevo conflicto. Lo inquietante que hay en<br />
esto es que, por lo mismo, ya en el tratado de paz, para dejar atrás el fantasma<br />
de la guerra, se estaba sembrando inmediatamente la próxima, la cual, de<br />
hecho, fue terriblemente desvastadora.<br />
P 1<br />
Mas, el pensamiento en torno a la guerra de nuestro pensador es más<br />
radical, y podría estimarse que estas consideraciones relativas a la <strong>situación</strong> de<br />
Europa de ese momento son nada más que un síntoma de cierto carácter<br />
beligerante que hay en el hombre. Escuchemos:<br />
“Aunque se lograran resolver los motivos posibles de guerra en lo<br />
económico y en lo que los tratados regulables se refiere, queda en el aire la<br />
cuestión de si anida algo en el hombre que es como una oscura y ciega<br />
voluntad de guerra: algo que lo estimula a transformarse, a salir de lo cotidiano,<br />
de la estabilidad de las circunstancias, algo como una voluntad de muerte y<br />
destrucción y entrega, un entusiasmo incierto por la formación de un mundo<br />
nuevo, o bien unas caballerescas ganas de pelea que desconocen la realidad;
o una voluntad de vigencia que quiere manifestarse en lo que puede soportar y<br />
el libre riesgo de muerte que se prefiere al sufrimiento pasivo de la muerte<br />
como final de una existencia que no vale la pena” (rdls, p. 93-94). HAJ<br />
Reconocemos en esto la profundidad del pensamiento de <strong>Jaspers</strong> sobre<br />
la guerra. Él nos deja ante la duda inquietante de que la guerra tan sólo en el<br />
mejor de los casos hasta cierto punto está en manos del hombre poder evitar a<br />
través de acuerdos, tratados, y otros. Mas, en definitiva ella tendría su<br />
explicación en una dimensión originaria, en el ser del hombre, y que se<br />
manifiesta como un intento a romper con lo establecido, con la cotidianidad<br />
rutinaria, o sea, al fin y al cabo, con aquel modo de ser que <strong>Jaspers</strong> describe<br />
como ser-ahí, como un ser-ahí-no-más.<br />
Y esto es particularmente inquietante, desde el momento en que la<br />
posibilidad más elevada del hombre, caracterizada por él como existencia,<br />
como un poder-ser asumido y libre, significa también un quiebre con aquel<br />
modo de ser elemental: el mero ser-ahí. Esto quiere decir que en la guerra,<br />
mas no por cierto en cada guerra ni en todas las guerras, sino en lo que<br />
podríamos llamar “esencia de lo bélico” está también este germen del salto a la<br />
existencia, pero que puede desembocar en lo nefasto y terrible.<br />
P 2<br />
Comparativamente, en la II Parte de Filosofía, de 1931, titulada<br />
“Esclarecimiento existencial” observamos como también el enfermo mental,<br />
como suele ser el esquizofrénico (tema que ha indagado en profundidad<br />
<strong>Jaspers</strong> en la primera de sus obras mayores Psicopatología general, de 1919),<br />
pero también en el suicida, e incluso en el delicuente, está también, así como<br />
en lo bélico, este germen del salto a la existencia. Advertimos, de este modo,<br />
como del quiebre con el ser-ahí, con nuestro modo de ser nada más que<br />
abocado a las necesidades y afanoso de poder, puede surgir no sólo lo grande,<br />
sino también lo terrible.<br />
Podríamos decir al respecto que, como se trata de la ruptura con un<br />
orden, el orden de lo establecido, de por sí la ruptura ya es un exceso, y más<br />
bien la licencia para un exceso, el que, en cuanto tal, no tiene límites y puede<br />
conducir a la luz o a lo terrible y las tinieblas de lo siniestro.<br />
Tengamos en cuenta a su vez que aquello que llamamos el “orden del<br />
ser-ahí” suele apoyarse sobre unos cimientos muy cuestionables. Pensemos,<br />
por ejemplo, nada más que en el orden actual del mundo, en el que miles de<br />
millones de seres humanos tienen un ingreso menor de 2 dólares diarios, o en<br />
el hecho de que por diversos motivos que es el caso analizar aquí, la que<br />
vendría a ser hoy en día la única superpotencia del planeta, Estados Unidos, se<br />
ha convertido en una especie de policía internacional.<br />
P 3<br />
Para poder entender que en el quiebre del ser-ahí están comprometidos<br />
desde una actitud veraz hasta el delicuente, hay que precisar primero que, con<br />
cierto apoyo en Kant, <strong>Jaspers</strong> ve el mundo del ser-ahí como condicionado,<br />
como que en él todo se justifica en términos de una relación entre medios y<br />
fines, mas el posible ser-sí-mismo del existente está determinado por la<br />
posibilidad de una acción incondicional.<br />
Por ejemplo, la justicia puede perfectamente darle expresión a la<br />
demanda de la mencionada acción incondicional. Ahora bien, la forma como<br />
realicemos la justicia, qué medidas concretas tomemos, si acaso la idea de<br />
justicia la traducimos en una ideología, todo ello corresponde ya a las
demandas de un "actuar-<strong>según</strong>-finalidades" ("Zweckhandeln"). A propósito de<br />
esto, leamos algunos pasajes del “Esclarecimiento existencial”:<br />
"Actuar-<strong>según</strong>-finalidades está condicionado por la finalidad a hacer<br />
explícita y la cual es nada más que medio /de otras/. El actuar incondicional, al<br />
contrario, es él mismo querido como tal; en tanto como actuar en el mundo<br />
tiene finalidades, él está insuficientemente fundado en ellas. Mientras que al<br />
actuar-<strong>según</strong>-finalidades le gustaría conocer una finalidad última, que empero<br />
nunca puede encontrar, no necesita el actuar incondicional una finalidad última,<br />
ya que lo es en sí mismo como expresión de un ser" (p. 294).<br />
P 4<br />
Pero, claro está, fijémosnos bien en lo que ocurre con esta acción<br />
incondicional, por ejemplo la correspondiente a la justicia, en un mundo<br />
caracterizado enteramente por el condicionamiento. Aquí se produce<br />
inevitablemente un choque. <strong>Jaspers</strong>:<br />
"<strong>La</strong> incondicionalidad no tiene una relación tranquila con el ser-ahí; es<br />
recién en el quiebre del ser-ahí el movimiento de su realización. / El hombre, el<br />
único ser /Wesen/ actuante, está de hecho en un quiebre con su ser-ahí" (p.<br />
296).<br />
<strong>Jaspers</strong> sostiene que sólo el hombre actúa, el resto de la naturaleza,<br />
incluyendo los animales, es parte de un acontecer - Geschehen -. <strong>Jaspers</strong>:<br />
"Desde el movimiento de los astros hasta las transformaciones sobre la<br />
superficie terrestre sólo hay acontecer. Planta y animal viven en una<br />
inconsciente relación-de-finalidades /Zweckbezogenheit/ de su ser-ahí cerrado<br />
en sí mismo. Sólo el hombre actúa" (p. 292)). HAJ<br />
Pues bien, este único ser actuante está en un quiebre con el ser-ahí, el<br />
cual es ya en primer lugar con la naturaleza. Y continúa:<br />
"Él quiebra con la naturaleza con el fin, o bien de hacerse uno con ella<br />
libremente, o bien caer en ella salvajemente, lo que no es un retorno a la<br />
naturaleza, sino una desvirtuación del hombre, que no puede dejar de ser<br />
hombre" (p. 297). HAJ<br />
Pero luego ese quiebre (que también incluye a la técnica), se amplía a<br />
toda forma de "orden-del- ser-ahí" ("Daseinsordnung") como estado, sociedad,<br />
estado, iglesia, incluso la vida misma. Desde esta perspectiva, que tiene que<br />
ver con el planteamiento de que el hombre no agota su ser como mero ser-ahí,<br />
<strong>Jaspers</strong> dirige su atención con mucha perspicacia a lo que sucede con el<br />
delicuente, el enfermo mental (Geisteskranke) y el suicida, porque<br />
efectivamente ellos también quiebran a su manera con el orden-del- ser-ahí,<br />
incluso con la vida, como es el caso del suicida, el cual de alguna manera<br />
puede decir en los momentos previos a su acto fatal: aquí mando yo, pero ese<br />
"yo" que así discurre y osadamente decide, ya no es mero ser-ahí (cfr. p. 298,<br />
300 ss.).<br />
Ello explica también porque nuestro <strong>Jaspers</strong> le presta tanta atención a<br />
Van Gogh, Strindberg y Nietzsche y les dedica importantes análisis y escritos.<br />
P 5<br />
Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />
a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />
cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />
de nuestro tiempo”.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 355 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 38<br />
Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />
Audición: sábado 1 de marzo a las 13,30 hrs.<br />
y domingo 2 de marzo de 2003 a las 17 hrs.<br />
Uno de los aspectos interesantes que tiene el análisis de la guerra y la<br />
paz que hace <strong>Jaspers</strong> radica particularmente en ver al hombre de alguna<br />
manera en esa tensión entre ambas posibilidades, al modo de una estructura<br />
constitutiva de nuestro ser, de la que no podemos escapar. Por más que<br />
intentemos inclinar la balanza hacia el lado de la paz, y procuremos aquello<br />
que llamó Kant la “paz perpetua de la humanidad”, observamos a lo largo de la<br />
historia como esto no se cumple, como ello se muestra ilusorio y propio de un<br />
“falso idealismo”.<br />
Destaquemos a propósito de esto lo curioso que es que el idealismo<br />
pueda ser “falso”, en algunos casos (habría que precisar). En efecto, el<br />
idealismo suele ser falso cuando nos hace aferrarnos a algo que a lo largo del<br />
tiempo se ha de mostrar como meramente ilusorio, y aunque a él lo animen<br />
loables propósitos.<br />
En una oportunidad anterior veíamos como estamos tan lejos siempre de<br />
darle cumplimiento a aquella esperanza de Kant de la paz perpetua, que en las<br />
relaciones internacionales siempre está en juego una idea de “paz armada”,<br />
como que hay el convencimiento general por parte de las naciones de que<br />
únicamente en la medida en que se está suficientemente armado, puede<br />
garantizarse la paz, pero agreguemos aquí: nada más que hasta cierto punto.<br />
Veíamos a su vez en esa oportunidad, como en contraste con ello, en<br />
las relaciones humanas, que podemos llamar “de lo cercano”, con los<br />
parientes, con los amigos, nos basamos en una idea de paz más genuina, en el<br />
sentido del entendimiento, la confianza, el respeto, la comprensión y la<br />
comunicación.<br />
El hombre pues está de este modo en esta disociación entre la paz<br />
armada y la paz como confianza (para decirlo en una sola palabra).<br />
P 1<br />
<strong>La</strong> mirada de Japers corresponde entonces a un hombre atrapado en<br />
esta tensión guerra-paz, sin poder nunca quedarse y sostenerse en uno solo de<br />
estos polos.<br />
Quizás lo interesante de ver las cosas de este modo radica a su vez en<br />
el hecho de que en verdad, en un sentido ontológico, estamos ante un solo<br />
fenómeno (y no dos), al que simplemente podríamos llamar “guerra-paz”, en<br />
que sucede que el hombre se desliza como sobre un péndulo de uno al otro y<br />
de vuelta al primero. Algo parecido, podría decirse respecto de la dupla amorodio,<br />
como ya lo reconoce el filósofo florentino del Renacimiento, Marsilio<br />
Ficino en sus “Comentarios al Banquete de Platón”, como que, mirada esa<br />
dupla en profundidad, se trata de un solo sentimiento que puede deslizarse<br />
hacia uno u otro polo.<br />
Escuchemos a <strong>Jaspers</strong>:<br />
“Que no hay una posibilidad visible para una paz definitiva ni tampoco<br />
para una guerra imbuida de sustancia histórica, y que el hombre está en la
tensión entre el orden del ser-ahí y la violencia, es algo que hay que aceptar. El<br />
círculo vicioso del temor a la guerra que trae consigo para su aseguramiento el<br />
armamentismo, que al final conduce a la guerra, que se quisiera evitar, puede<br />
ser quebrado o bien por un único poder que surja con la unión y acuerdo de los<br />
hombres en posesión de los medios de guerra y que pudiera prohibírsela a los<br />
demás pueblos, o por un destino invisible que abriera paso entre la ruina a un<br />
nuevo ser humano. Querer este camino sería ciega impotencia; mas para él,<br />
como de su posibilidad, debe estar preparado quien no se engaña” (p.89).<br />
P 2<br />
Podríamos decir que la imbricación de la paz con la guerra es pensada<br />
por <strong>Jaspers</strong> como parte de nuestra estructura, mas lo que califica como círculo<br />
vicioso, y que lo vemos atravesar la historia es como el temor a la guerra<br />
conduce al armamentismo y finalmente a la guerra.<br />
Habría una posibilidad concreta, en todo caso, y que <strong>Jaspers</strong> destaca en<br />
el pasaje citado, de alcanzar una paz duradera o tal vez definitiva, siempre y<br />
cuando se de la <strong>situación</strong> de que un estado poderoso inclinara a los otros a<br />
deponer, e incluso entregar sus armas, quedando únicamente él como el<br />
garante de la paz.<br />
Relativamente a este punto, sorprende constatar de cómo desde hace<br />
ya algún tiempo nos encontramos, para bien o para mal, en esta <strong>situación</strong>, o<br />
más bien, al parecer vamos de camino hacia allá, en cuanto a que la<br />
superpotencia única que va quedando, Estados Unidos, se erige hoy como el<br />
garante de la paz mundial, para lo cual hace un papel, que este mismo estado<br />
se atribuye, como de policía internacional. Y esto es tan impresionante, como<br />
también de tal actualidad, que observamos como Estados Unidos simplemente<br />
dictamina prohibiciones de armas químicas y nucleares a todos los países del<br />
orbe, pero que no se aplica a sí mismo.<br />
Quienes observamos con atención y preocupación el acontecer mundial<br />
nos damos cuenta, en todo caso, que el asunto es sumamente complejo, por<br />
cuanto se trata también de una cierta <strong>situación</strong> a la que se ha llegado a raíz de<br />
la fuerza de las circunstancias, aunque, por otra parte, uno tiende a pensar de<br />
que si la actitud de Estados Unidos fuera más abierta y comprometida con el<br />
resto del planeta, las cosas podrían ser muy distintas.<br />
P 3<br />
Y ello tiene a su vez tanta fuerza efectiva que si hay temor a la guerra y<br />
éste no puede traducirse en armamentismo, como sería el caso de Alemania,<br />
bajo las consecuencias del Tratado de Versalles, después de la I Guerra, esto<br />
mismo ya pasa a ser el germen de la II Guerra Mundial, que efectivamente se<br />
produjo. Éste es pues el círculo vicioso, el cual es a la vez un círculo infernal.<br />
Escuchemos:<br />
“Queda la cuestión de la facultad de armarse como tal. También con el<br />
logro de una paz duradera está a la larga perdido quien se ha sustraído a la<br />
preparación interior para la lucha física. Lo que se ha impuesto a Alemania, un<br />
ejército profesional y supresión del servicio obligatorio, supondría, si se<br />
generalizara, el mayor peligro para la paz /.../” (rdls, p. 95).<br />
El carácter epocal de este escrito que examinamos, <strong>La</strong> <strong>situación</strong><br />
<strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo, de 1932, se advierte no solamente en este tipo de<br />
alusiones, como al Tratado de Versalles, sino además en la visión que se tiene<br />
del pacifismo, en el sentido de ver en esta postura un peligro respecto de la<br />
posibilidad de nuevas guerras, que se puede incluso poner en parangón con lo
que se vincula con el belicismo. En todo caso, el asunto es que tanto el<br />
pacifismo como el belicismo ocultan ya sea la humillación de una paza a<br />
cualquier precio, o las atrocidades sin límite de la guerra. Escuchemos:<br />
“<strong>La</strong> dificultad está en el velamiento /de las situaciones/ que hay en todos<br />
lados” (p. 90). “<strong>La</strong>s paradas militares que despiertan la voluntad de guerra, no<br />
muestran a la población los ataques por medio de gases, ni el hambre, ni la<br />
verdadera muerte. Los argumentos pacifistas callan lo que supone ser<br />
esclavizado y vivir sobre el principio de no oponer resistencia. Ambos ocultan el<br />
fondo del mal que es la oscura válvula de todas aquellas fuerzas que, al cabo,<br />
descargan en la guerra: el considerar la propia existencia incuestionablemente<br />
como la mejor, como la única verdadera; la incapacidad de colocarse en el<br />
punto de vista y en la <strong>situación</strong> de los demás sin traicionarse a sí mismo; el<br />
temor que pide seguridad y que sólo la encuentra en la superioridad de poder<br />
sobre los demás; la ambición de poder, como tal; las falsedades contra uno<br />
mismo y contra los demás, que hacen de la vida una confusión, con la<br />
afirmación ciega de la pasión indiscutible y el impulso hacia la tiniebla que<br />
busca el recurso violento” (rdls, p. 96).<br />
P 4<br />
Nos damos cuenta, de este modo, como <strong>Jaspers</strong> tiene en la mira al ser<br />
humano en cuanto tal y en su más cruda realidad. Y esta realidad se encuentra<br />
bajo limitaciones muy difíciles de superar. Centremos nuestra atención en<br />
algunas de las limitaciones analizadas por <strong>Jaspers</strong> en la última cita:<br />
1.Considerar la propia existencia como la mejor.<br />
2.<strong>La</strong> incapacidad de colocarse en el punto de vista del otro, que<br />
seguramente defiende sus intereses con la misma justificación con que<br />
nosotros defendemos los propios.<br />
3.El temor que nos induce a la búsqueda de seguridad, en aras de su<br />
superación, seguridad que tenemos la sensación que sólo alcanzaremos<br />
teniendo mayor poder sobre los demás.<br />
Podríamos decir que estos tres factores tienen tal fuerza que<br />
prácticamente nos ponen ante un callejón sin salida respecto de las<br />
posibilidades reales de alcanzar y conservar la paz.<br />
Es más, me atrevería a agregar que resulta incluso ingenuo siquiera<br />
pretender que superaremos estas condiciones de partida. Que mi existencia es<br />
la mejor; que únicamente me coloco en mi propia perspectiva; y que<br />
experimento temor respecto del otro, lo que me lleva afanosamente a buscar la<br />
seguridad, y, al mismo tiempo, a intentar tener más poder que los otros, todo<br />
ello representa hasta cierto punto un dato innegable, si se quiere analizar la<br />
<strong>situación</strong> en que se encuentra el hombre respecto de la guerra y la paz.<br />
P 5<br />
Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />
a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />
cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />
de nuestro tiempo”.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 356 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 39<br />
Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />
Audición: sábado 8 de marzo a las 13,30 hrs.<br />
y domingo 9 de marzo de 2003 a las 17 hrs.<br />
Si en términos políticos al mundo lo ha caracterizado un tránsito de una<br />
sociedad aristocrática de castas y clases (que tienen el poder y las riendas del<br />
gobierno), a la democracia, éste ha sido radical, de profundas consecuencias, y<br />
también doloroso, por cuanto se ha derramado mucha sangre por ello. Es lo<br />
que ha tenido que ver con la Revolución Francesa y varias otras que le<br />
siguieron en el tiempo.<br />
Y, sin duda, el pequeño grupo aristocrático con el poder en sus manos<br />
recibía en los más distintos estados e imperios una formación privilegiada. Ello<br />
permitía a estos grupos, al rey, al príncipe, al sultán, al zar, y a los miembros de<br />
la corte dirigir el gobierno en propiedad.<br />
Mas, el problema, como bien sabemos, fue, en particular en distintas<br />
latitudes de Occidente, que esta estratificación social fue reconocida con el<br />
paso del tiempo como injusta, lo que llevó a la revolución.<br />
Y la nueva <strong>situación</strong> generada a partir de esto nos ha dejado a lo largo<br />
de un tiempo indefinido, en el cual todavía nos encontramos, en un punto que,<br />
por muchas razones, podría considerarse como incierto. Destacaría aquí nada<br />
más que 2 aspectos que ameritan nuestra atención:<br />
1.El hecho de una falta de preparación de las masas, que eligen a sus<br />
representantes y autoridades de una manera que no deja de ser hasta cierto<br />
punto aleatoria y caótica.<br />
2.El gobernar más que nada en función de ganarse el apoyo de las<br />
masas suscita una extravío del rumbo de la sociedad y de la historia.<br />
P 1<br />
Sobre la base de éstas y otras consideraciones atendidas por <strong>Jaspers</strong>,<br />
puede él sostener que, de este modo, no se cumple que la historia universal<br />
sea el tribunal del mundo, o de la humanidad (Weltgerciht). Escuchemos:<br />
“Que, <strong>según</strong> la convicción de Schiller y de Hegel, la historia universal<br />
sea el tribunal de la Humanidad, es algo a lo que apenas podemos dar crédito.<br />
<strong>La</strong> realización en el fracaso puede ser tan verdadera como en el éxito. Lo que<br />
tiene la primacía ante la trascendencia nadie puede saberlo” (rdls, p. 97).<br />
Lo decisivo es lo último: como de cara a la trascendencia o al ser mismo<br />
la historia universal no puede ser el tribunal del mundo desde el momento que<br />
no podemos saber cuáles son sus parámetros, y lo que para los hombres es<br />
éxito a la luz de la trascendencia puede ser fracaso, o viceversa.<br />
Y, habría que precisar, que la historia universal no ha sido el tribunal del<br />
mundo tampoco durante la era, que podemos llamar simplemente<br />
“aristocrática”, porque se apoyaba en una estratificación social injusta, como<br />
tampoco durante la era, que llamamos aquí “democrática”, por una falta de<br />
conducción adecuada de la sociedad.<br />
En todo caso, <strong>Jaspers</strong> tiene en su libro <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro<br />
tiempo casi exclusivamente en cuenta la penuria de su tiempo, y por<br />
consiguiente, el de la era democrática. Y lo cierto es que su cuestionamiento lo
lleva más lejos aun, en el sentido de plantear algunas dudas respecto de la<br />
democracia misma y sus propósitos. Esto puede sonar chocante a nuestros<br />
oídos contemporáneos que tan sólo prestan justamente oídos a lo que les<br />
suena bien, y una palabra casi sagrada para ellos no es otra que la palabra<br />
democracia. Mas, lo propio de la filosofía es llevar las preguntas hasta las<br />
últimas consecuencias, y así como Nietzsche ponía en entredicho no<br />
solamente al socialismo de la época, sino también a la democracia, así<br />
encontramos en <strong>Jaspers</strong> interesantes cuestionamientos al respecto.<br />
Escuchemos:<br />
“Es una fundamental cuestión política, histórica universal de nuestro<br />
tiempo la de si las masas pueden ser democratizadas, si la naturaleza media<br />
del hombre es, en definitiva, apta para incorporar a su vida, de hecho una<br />
participación en la responsabilidad como ciudadano, por medio de asumir en su<br />
vida un saber y una decisión conjunta respecto de las líneas fundamentales. Es<br />
indudable que hoy los electores, en su inmensa mayoría, no obedecen a una<br />
convicción fundada en el conocimiento sino a incomprobables ilusiones y vanas<br />
promesas; que representa un papel muy importante la pasividad de quienes se<br />
abstienen de votar; que minorías y burocracias fluctuantes e individuos<br />
gobiernan debido a situaciones fortuitas. <strong>La</strong> masa sólo puede decidir por<br />
mayoría. <strong>La</strong> lucha por las mayorías con todos los medios de la propaganda, de<br />
la sugestión, del engaño, de la actuación con miras a intereses particulares<br />
parece ser el único camino al gobierno” (p. 92).<br />
P 2<br />
Alguna vez hablábamos de lo que podríamos llamar un “voto a ciegas”,<br />
como que hoy por hoy en nuestras elecciones ya no sabemos propiamente por<br />
quién votamos, y esto, la verdad, es que le pasa a casi todo el mundo. Es<br />
sabido, sobre la base de estadísticas, de que casi siempre gana las elecciones<br />
simplemente aquél con mayor presencia en las calles, y esto es apenas un<br />
ejemplo entre muchos de cómo está significativamente desvirtuada la<br />
democracia. A ello se agrega que el poder de los medios de comunicación que<br />
prácticamente se constituye en el poder tras el poder. Y junto con los media, en<br />
particular con la televisión, entra el poder de la imagen, en cierto modo<br />
independizada de las ideas, siendo incluso más fuerte que estas últimas.<br />
Y el poder de la imagen es tal que suele desvirtuarse en función de ella<br />
incluso la actuación de la justicia. Hoy en día vivimos esto en nuestro país, me<br />
refiero a lo que viene sucediendo desde los últimos meses del 2002, en cuanto<br />
a que si a distintas autoridades se las ha encarcelado, es tal la presión que<br />
realiza el gobierno sobre la justicia, que se dificulta con ello el esclarecimiento<br />
de los hechos. Y en este contexto se suele escuchar mucho argumentos<br />
alusivos a que la <strong>situación</strong> en cuestión afecta la imagen de nuestro país, y<br />
cosas por el estilo.<br />
Con todo, como suele decirse, la democracia es considerada como la<br />
mejor entre todas las malas soluciones, al modo del principio de la preferencia<br />
del mal menor para evitar uno mayor.<br />
A su vez afecta nuestro mundo la falta de verdaderos líderes,<br />
conductores, caudillos, y justamente porque se ponen al servicio de la masa. Y,<br />
si bien cabe tener en cuenta lo que plantea Jean Baudrillard en <strong>La</strong>s estrategias<br />
fatales de que la masa no sabe qué desear, y requiere de ídolos que la<br />
acicateen y la conduzcan en determinada dirección, el problema es entonces
de cómo nuestros caudillos se abocan al parecer únicamente a lo que la masa<br />
puede apreciar o despreciar.<br />
P 3<br />
Escuchemos:<br />
“El auténtico caudillo, que, como continuidad de una vida, puede señalar<br />
el camino y adoptar las resoluciones, sólo puede darse cuando encuentra el<br />
ámbito preparado para recibirle. <strong>La</strong> cuestión es hoy a qué apela el caudillo en<br />
las masas, qué instintos han de despertarse, a qué índole de capacidades se le<br />
brinda oportunidad, qué caracteres quedan excluidos. Quien políticamente<br />
quiere, debe infundir voluntad a las masas. Estas masas pueden ser una<br />
minoría. Pero caudillos que por sí mismos inspiren a quienes por sí mismos<br />
son, han aparecido en la <strong>situación</strong> actual, hasta ahora, raramente. Los caudillos<br />
son, o exponentes de una <strong>situación</strong>, condicionados bajo control constante y<br />
sólo mirados con desconfianza, o la voluntad momentánea de muchos, o con<br />
cuya transformación desaparecen; o son demagogos, desconocidos en su<br />
verdadera realidad, que durante algún tiempo embriagan a las masas: o están,<br />
en comunidad con una minoría, en posesión interesada del poder militar de<br />
hecho, por el que todos los demás son subyugados, quieran o no” (rdls, p. 98-<br />
99).<br />
El diagnóstico es pues el de la falta de auténticos conductores. A<br />
propósito de ello podemos advertir, y especialmente en nuestro país, que<br />
siendo que al periodista le corresponde una posición relativamente subalterna<br />
en la conducción de la sociedad, ya que su tarea es fundamentalmente<br />
informar, en vistas de que no hay los tales auténticos conductores, él suele<br />
asumir este rol, y se convierte en una figura de la más alta aprobación y estima.<br />
Ya en una oportunidad anterior veíamos como <strong>Jaspers</strong> en <strong>La</strong> <strong>situación</strong><br />
<strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo conserva todavía una elevada idea del estado,<br />
aunque advierte que ya es un estado que ha perdido la aureola. Pues bien,<br />
ahora se observa esto en el sentido de cómo el estado tiende a sucumbir bajo<br />
la masa. <strong>Jaspers</strong>:<br />
“Con tales tendencias del caudillismo evidencia el estado en la época de<br />
la absolutización del orden de las masas, de la técnica y la economía, que está<br />
apresado en tendencias que lo destruyen en su idea” (p. 93).<br />
Lo que decide es entonces nuestro modo de ser elemental, en tanto ser<br />
meramente ahí, lo que se traduce en lo concreto en un estado regido por la<br />
técnica y la economía.<br />
Con ello <strong>Jaspers</strong> logra no solamente explicar y describir lo que ya<br />
sucede en los años treinta, sino vaticinar el tiempo venidero, ya que<br />
patentemente nos encontramos hoy en día en una <strong>situación</strong> como la descrita,<br />
sólo que mucho más pronunciada.<br />
<strong>La</strong> técnica y la economía llevan el rumbo del mundo, a la vez que la<br />
política y la ética han sido significativamente desplazadas.<br />
P 4<br />
Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />
a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />
cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />
de nuestro tiempo”.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 357 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 40<br />
Cap.: De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo<br />
Audición: sábado 15 de marzo a las 13,30 hrs.<br />
y domingo 16 de marzo de 2003 a las 17 hrs.<br />
Así como hay el tiempo cósmico, hay una calendarización y medición<br />
que hacemos de él y que corresponde a nuestro modo de vincularnos y<br />
regirnos por el tiempo como seres humanos. Ya en ello se descubre que no<br />
sólo hay tiempo, sino temporalidad. Que el tiempo de la niñez lo vivamos más<br />
velozmente que el tiempo de nuestra adultez alude también a distintos modos<br />
de la temporalidad. A su vez, cómo nos determina el pasado, el presente y el<br />
futuro, en el sentido, por ejemplo, de que el joven es más que nada futuro y el<br />
viejo pasado, todo es temporalidad y temporalización. Esto fue pensado<br />
fundamentalmente por <strong>Jaspers</strong>.<br />
Heidegger hará su propio desarrollo al respecto en el que, como es<br />
característico de su pensar, se pondrá un énfasis en el ser, como el que<br />
determina al hombre.<br />
Con la historia sucede algo similar, por cuanto nos relacionamos con ella<br />
de distinta forma, y ello tiene que ver con la historicidad. Ya en Nietzsche<br />
encontramos un anticipo de esto especialmente atendiendo a lo que tratáramos<br />
anteriormente de distintos modos de la historiografía (del relato histórico), pero<br />
también, <strong>según</strong> veíamos, de la misma historia. Recordemos que para<br />
Nietzsche hay los modos monumentalista, anticuario y crítico. En cada uno de<br />
ellos nos ponemos en relación con el acontecer histórico de distinta manera.<br />
Teniendo claridad sobre lo anterior, <strong>Jaspers</strong> se preocupa de precisar la<br />
relación con la historia que caracteriza nuestro tiempo, destacando que ella<br />
está fuertemente determinada por un darle la espalda al pasado. Y si bien es<br />
propio de nuestra época la posesión de una considerable información acerca<br />
del pasado en archivos, museos y bibliotecas, sin embargo prima en ello la<br />
erudición y no una genuina relación con el pasado.<br />
Y entonces, cabe hacer la pregunta: ¿en qué consistiría esa supuesta<br />
genuina relación con el pasado? <strong>La</strong> respuesta es que ella se da en la medida<br />
en que recién el pasado y su correspondiente conocimiento y asunción nos<br />
permite ser propiamente.<br />
Es como lo que Goethe expresa simplemente en una frase, cuando dice<br />
que hoy por hoy se requiere ni más ni menos que una memoria de al menos<br />
unos 3.000 años para que un hombre llegue a ser propiamente tal.<br />
P 1<br />
Escuchemos a <strong>Jaspers</strong>:<br />
“Ha surgido una hostilidad a la cultura que reduce el contenido <strong>espiritual</strong><br />
a la capacidad técnica y la expresión del mínimo, desnudo ser-ahí. Esta actitud<br />
es el correlato al proceso de la tecnificación del planeta como de la vida del<br />
individuo, en tanto se interrumpe la tradición histórica en todos los pueblos,<br />
para poner sobre un nuevo fundamento la totalidad del ser-ahí: sólo puede<br />
subsistir lo que ingresa en el mundo de la Ratio técnica, creado por Occidente,<br />
pero de validez general por su efectividad y sentido. Este ingreso condiciona<br />
una conmoción que alcanza hasta las raíces del ser humano” (p. 110).
Ya hemos analizado anteriormente la cuestión de la técnica y la<br />
determinación de nuestro mundo. Ahora observamos esto desde la perspectiva<br />
de este darle la espalda a la tradición histórica, que la técnica trae consigo.<br />
Esto tiene su propia lógica desde el momento en que las exigencias de los<br />
nuevos inventos y productos técnicos nos abocan al presente y a las<br />
posibilidades futuras, en lo que cabe considerar a su vez que esa inventiva<br />
genera la más gigantesca transformación del mundo y de manera<br />
extraordinariamente veloz. Agreguemos que esa misma velocidad va ligada a<br />
una falta de tiempo, y resulta que aquella adecuada relación con la tradición<br />
requiere justamente de tiempo.<br />
Y lo que es más importante en la última cita es como tras la técnica hay<br />
una racionalidad específica, a la que llama aquí <strong>Jaspers</strong> “Ratio técnica”. Ella<br />
corresponde no más a una razón libre y comprometida con una adecuada<br />
relación entre hombre y mundo, sino a un razón que se ha emancipado y se<br />
apoya únicamente en sus propias posibilidades de calculabilidad y de dominio,<br />
a través de poderosos criterios y parámetros de explotabilidad, eficiencia y<br />
funcionalidad.<br />
Este giro hay que hacerlo notar aquí porque constituye un anticipo más<br />
de lo planteado por <strong>Jaspers</strong> en 1932 de lo que hará Heidegger en 1956 en <strong>La</strong><br />
proposición del fundamento, planteando que tras la técnica está el principio de<br />
razón suficiente en una modalidad específica. En todo caso, reconozcamos<br />
también que el análisis heideggeriano emprendido allí es brillante y no queda<br />
en absoluto menoscabado por el hecho de que <strong>Jaspers</strong> haya pensado con<br />
anterioridad ciertas cuestiones fundamentales del problema de la técnica.<br />
P 2<br />
Habría que aclarar también que <strong>Jaspers</strong> es lo suficientemente preciso<br />
como para caracterizar nuestro tiempo en términos de un darle la espalda a la<br />
tradición histórica, y no meramente a la historia, y más específicamente a la<br />
historiografía. Y destaca también que es característica de nuestro tiempo una<br />
“hostilidad cultural”. Esto quiere decir que aquí está en juego al mismo tiempo<br />
la cultura y todo lo que está incluido en el legado de la tradición.<br />
Vista la aludida pérdida de la tradición con ese alcance, entendemos<br />
recién por qué y hasta qué punto ella es tan determinante que si la dejamos<br />
atrás o comienza a sernos indiferente o irrelevante, efectivamente ello puede<br />
conllevar un severo extravío.<br />
En lo sustancial, ello quiere decir que a la técnica por sí misma no le<br />
corresponde fijar ningún rumbo del hombre, del mundo o de la historia, y<br />
constatamos con preocupación que ni más ni menos esto es lo que<br />
indiscutiblemente sucede. El mentado rumbo únicamente se puede iluminar y<br />
fijar desde las obras del hombre, desde los hechos y acontecimientos, desde la<br />
plástica, la música, la filosofía, las religiones y los mitos.<br />
Éste es también un punto importante desde el momento en que se tiene<br />
en cuenta que en la historiografía suele predominar un sesgo meramente<br />
político, en lo que se advierte una constricción de los asuntos humanos e<br />
históricos a un desarrollo de colectividades en tanto estados y sus encuentros y<br />
desencuentros con otros estados. En otras palabras, la historiografía que se lee<br />
en muchas obras da la impresión de ser un relato del desarrollo de uno o más<br />
estados.<br />
Y las sociedades, como los individuos (que no son meramente<br />
ciudadanos de un estado) que hay detrás han quedado postergadas.
Mas, esto afortunadamente está cambiando en los últimos años.<br />
P 3<br />
En relación a la técnica entra a tallar además una nueva consideración<br />
que da mucho que pensar. Ella atañe a que el paso hacia la técnica caracteriza<br />
nuestro mundo occidental, más aun, puede y debe ser observado como un<br />
impulso que viene de su propio desarrollo, a saber, al modo de un designio. En<br />
este sentido es decidor que uno de los grandes mitos fundacionales de nuestro<br />
modo de ser occidental sea el de Prometeo que le roba el fuego a los dioses.<br />
Y el consabido designio es tal que cabe decir que relativamente a él<br />
incluso no hemos tenido significativamente una opción. Mas, en lo que<br />
concierne a otras culturas, más encima sucede que la técnica occidental<br />
adviene sobre ellas desde fuera, transformándolas con consecuencias<br />
devastadoras. <strong>Jaspers</strong>:<br />
“<strong>La</strong> ruptura, es, en Occidente, la más honda que se haya experimentado<br />
jamás; mas al haber sido creada por el mismo Occidente en su desarrollo<br />
<strong>espiritual</strong>, se sitúa aquí en la continuidad de un mundo al que pertenece. Pero<br />
para todas las demás culturas llega de fuera como una catástrofe. Nada puede<br />
subsistir en la vieja forma. Los grandes pueblos de cultura de la India y del Asia<br />
oriental se encuentran, como nosotros, ante el mismo problema básico. O se<br />
transforman dentro del mundo de la civilización técnica, con sus condiciones<br />
sociológicas y sus consecuencias, o se hunden” (rdls, p. 118-119).<br />
P 4<br />
Si bien se pueden hacer muchas diferenciaciones al respecto, lo cierto<br />
es que lo planteado aquí por <strong>Jaspers</strong> hay que verlo del modo más radical,<br />
como que se refiere ante todo a la irrupción de una nueva mentalidad<br />
comandada por la “Ratio técnica” (y de una razón instrumental) que genera una<br />
disrupción en distintas culturas. En efecto, un bosque tiene que perder su<br />
aureola de la sacralidad para echarlo abajo y hacer tablas o chips con él.<br />
El choque, el trastorno y la devastación de una cultura invadida por otra<br />
es aquí inevitable, a menos que de partida se coloque a la técnica es su justo<br />
lugar al servicio del hombre y de la naturaleza. Pero, como bien vemos, esto no<br />
es el caso y todavía no queremos entenderlo.<br />
<strong>La</strong>mentablemente, como hemos dicho en alguna oportunidad, el hombre<br />
suele casi siempre aprender a partir de colapsos. En este caso se trataría de<br />
un colapso de origen técnico que, por ejemplo, acabe generando un hoyo de tal<br />
tamaño en la capa de ozono que comience a haber cada más muerte en el<br />
planeta de flora, fauna y seres humanos.<br />
P 5<br />
Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo sábado<br />
a la una y media de la tarde, programa que se retransmite el domingo a las<br />
cinco de la tarde, con el tema “De cómo piensa <strong>Jaspers</strong> la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong><br />
de nuestro tiempo”.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 371 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 54<br />
Audición: domingo 22 de junio de 2003 a las 17 hrs.<br />
En <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo <strong>Jaspers</strong> observa que es tal<br />
el peso que tiene la existencia-humana-concreta – aquella que se apoya en el<br />
mundo dado de estructuras de poder, al que llama también el “aparato” - que<br />
éste termina por ahogar prácticamente todo posible ser-sí-mismo. Pues bien,<br />
en cuanto al rescate del ser del hombre, el papel decisivo no le cabe más a la<br />
religión, sino a la filosofía. Leemos que:<br />
“El filosofar ha llegado a convertirse en el fundamento para el ser<br />
auténtico del hombre” (134).<br />
Y agrega más adelante:<br />
“No más la divinidad revelada, de la que depende todo, es lo primero, no<br />
más el mundo, que subsiste, sino que lo primero es el hombre que, sin<br />
embargo, nunca está conforme consigo mismo y puja más allá de sí” (134).<br />
En efecto, podemos decir con <strong>Jaspers</strong> de que hoy podemos como<br />
nunca mirar como el bogador hacia atrás - el tiempo, la historia y la pre-historia<br />
de los que provenimos -, en los que se han jugado ingentes posibilidades<br />
humanas de grávidas consecuencias. Se trata no únicamente de la religión,<br />
sino también y muy particularmente de la política, y resulta que nos<br />
encontramos hoy ante el derrumbe de concepciones del mundo y de<br />
ideologías. A todo ello nuestro pensador le da el nombre apropiado: nihilismo,<br />
que nos pone de cara a la nada, agregando que esta nada, no obstante toda la<br />
carga negativa que conlleva, va aparejada, sin embargo, con la más grande<br />
libertad, ya que precisamente no hay nada que nos obligue a ir por un camino u<br />
otro.<br />
Pero, por otro lado, una nada que da la posibilidad de que el hombre de<br />
la manera más libre siga su propio rumbo, va inevitablemente acompañada por<br />
una angustia sartreana del tener justamente que elegir. <strong>Jaspers</strong>, mucho antes<br />
que Sartre, en 1932, ya reconoce esta angustia.<br />
P 1<br />
Escuchemos:<br />
“El hombre no queda hoy ya troquelado asimilándose lo que su mundo le<br />
ofrece como ser por la tradición. Entregado sólo a ella se dispersa. En un<br />
sentido nuevo ha de mantenerse por sí mismo individualmente: ha de ayudarse<br />
a sí mismo desde el momento que no es libre por la asimilación de la sustancia<br />
que todo lo penetra, sino que lo es en el vacío de la nada. Cuando la<br />
trascendencia se oculta, el hombre sólo puede llegar a ella por sí mismo” (145,<br />
RDLS).<br />
Al decir <strong>Jaspers</strong> que el hombre no es más libre en función de “la<br />
asimilación de una sustancia que todo lo penetra”, se refiere a que no hay más<br />
una creencia o una idea suficientemente fuerte que determine al hombre y que<br />
baste volcarse sobre ella como para estar en el recto camino, sino que estamos<br />
hoy, por el contrario, de cara a la nada.<br />
Y continúa:<br />
“El ayudarse a sí mismo lleva al que actualmente filosofa al modo como<br />
es pensado el ser humano. Los viejos contrastes de los puntos de vista
individualista y socialista, liberal y conservador, revolucionario y reaccionario,<br />
progresista y retardatario, materialista e idealista, no son adecuados ya,<br />
aunque hayan de servir todavía, en todas partes, de bandera o de injuria. Una<br />
confrontación de puntos de vista, como si hubiese varios para escoger, no es<br />
ya el método para llegar uno a su verdad” (145, RDLS).<br />
P 2<br />
Ahora bien, si es la filosofía la que mejor nos permite por una parte<br />
enterarnos del estado actual de las cosas y al mismo tiempo de su salida, hay<br />
que considerar que esto que llamamos aquí lo “actual” o el “hoy” se refiere a<br />
una obra de 1932. Esto es importante en cuanto a una cuestión temporal, y<br />
más bien habría que decir de temporalidad, y en estricto rigor de la<br />
temporalidad propia de la filosofía. Si planteamos esto con Heidegger cabe<br />
sostener que es propio del pensar filosófico el demorarse en las cosas (con<br />
Parménides diríamos que “los molinos muelen lento”). Lo que podemos llamar<br />
“temporalidad filosófica” tiene que ver por lo tanto con la lentitud.<br />
A ello corresponde agregar que si el tema es lo relativo al hombre, el<br />
mundo y la historia, se da además en relación con ello que los cambios<br />
significativos y decisivos demoran.<br />
Quiero decir con ello que lo que <strong>Jaspers</strong> describe en la obra del 32 en lo<br />
sustancial se mantiene inalterado y sigue plenamente vigente. Por ejemplo, si<br />
él se da clara cuenta de que hemos ingresado en un mundo bajo la batuta de la<br />
técnica, y que entramos en la era de la planificación total, es patente que esto<br />
no sólo se mantiene, sino que se ha ahondado y radicalizado hasta un extremo<br />
inimaginable. Pensemos nada más que, a propósito de la planificación total, ya<br />
iniciamos la clonación vegetal y animal y que lo único que nos hace vacilar<br />
todavía es la posibilidad de iniciar más encima la clonación humana.<br />
P 3<br />
Y a continuación viene lo decisivo que nos revela precisamente el papel<br />
crucial y actual que le cabe a la filosofía. En lo sustantivo, se trata de que el<br />
hombre, de cara a la nada, se asuma plenamente como posibilidad y libertad.<br />
Únicamente a partir de ello podrá decidir con rectitud qué hacer. Escuchemos:<br />
“El hombre es siempre más que lo que él sabe de sí mismo. Él no es lo<br />
que de una vez por todas es, sino que es camino; no es solamente una<br />
existencia-concreta como constancia, sino posibilidad dada por la libertad, a<br />
partir de la cual él decide en su quehacer fáctico lo que es. / El hombre no es<br />
una rotunda existencia-concreta que simplemente se repite a lo largo de las<br />
generaciones, como tampoco una existencia-concreta patente que se evidencia<br />
a sí misma. Él se abre paso, atravesando la pasividad de renovados e idénticos<br />
círculos y está referido a la actividad de continuar con el movimiento hacia una<br />
finalidad desconocida” (135-136).<br />
Y esto no es todo. No se trata tan sólo de que somos siempre más de lo<br />
que sabemos de nosotros mismos, de que estamos determinados como<br />
posibilidad y libertad y por un impulso hacia finalidades desconocidas, sino que,<br />
por ello mismo, estamos inevitablemente siempre escindidos. <strong>Jaspers</strong>:<br />
“Por ello está el hombre escindido en su ser más profundo. Como sea<br />
que se piense, él se pone a sí mismo de manera pensante contra sí mismo y<br />
contra lo otro. Todas las cosas las ve en oposiciones. / Cada vez algo tiene otro<br />
sentido, ya sea que él se escinda en espíritu y carne, entendimiento y<br />
sensorialidad, alma y cuerpo, deber e inclinación, como además en su ser y su<br />
apariencia, su hacer y su pensar, en aquello que él hace y aquello que él
estima debiera hacer. Lo decisivo es que él siempre tiene que escindirse. No<br />
hay ser humano sin escisión. Mas, en ella él no puede quedarse. Cómo él la<br />
supera, arroja el modo como se aprehende a sí mismo” (136).<br />
P 4<br />
Al leer las anteriores palabras se tiene la impresión de tener la ocasión<br />
de ingresar en nuestro ser y nuestra verdad más íntima. Somos posibilidad,<br />
ser-posible, poder-ser y libertad, pero esto mismo nos determina como<br />
escisión, en cuanto estamos determinados por un impulso de ir siempre más<br />
allá de lo que somos, de nuestro estado actual, y esto tanto respecto de<br />
nosotros mismos como respecto del mundo y la sociedad.<br />
Y esta escisión puede ser por cierto más o menos llevadera. De pronto<br />
ella es muy fuerte, ya sea entre nuestras inclinaciones y nuestros deberes,<br />
como entre nuestro pensar y nuestro hacer, que entramos en conflicto con<br />
nosotros mismos.<br />
En este sentido, estamos siempre en pos de lograr una armonía y un<br />
equilibrio y nos afanamos en ello. Mas, ella nunca la alcanzamos propiamente.<br />
A lo más es ilusoria o apenas momentánea.<br />
Es más: <strong>Jaspers</strong> vincula el posible ser-sí-mismo del hombre, lo que él<br />
también llama la existencia, con la incondicionalidad, y ésta únicamente se da<br />
como requerimiento, como exigencia, como apelación sobre la base de la<br />
tensión propia que hay en aquella escisión. Nos dice el pensador al respecto:<br />
“/.../ porque la incondicionalidad surge solamente en la tensión, en la que<br />
el ser-sí-mismo se asume violentamente como tal” (137).<br />
En el mundo de nuestras existencias-concretas todo es, por el contrario,<br />
condicional, todo se transa, todo esta mediatizado por múltiples razonamientos<br />
y argumentaciones. Y esa condicionalidad llega tan lejos que hasta el hombre<br />
mismo se somete a ella, sin que haya un límite definitivo en esto.<br />
Kant fue probablemente el primero en haber vinculado su ética con la<br />
incondicionalidad, y en su Metafísica de las costumbres plantea claramente<br />
como los valores éticos más originarios, por ejemplo, la honradez y la lealtad,<br />
no admiten condiciones: no puede justificarse bajo ningún punto de vista que<br />
yo sea honrado, por ejemplo, en tales circunstancias, pero en otras no.<br />
Pues bien, <strong>Jaspers</strong> toma este sentido de la incondicionalidad kantiana y<br />
lo lleva más lejos todavía, sosteniendo que el salto a ser-sí-mismo del hombre<br />
surge a partir de una exigencia incondicional.<br />
P 6<br />
El Ciclo “Filosofía de la historia” continúa el próximo domingo a las cinco<br />
de la tarde.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 372 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 55<br />
Audición: domingo 29 de junio de 2003 a las 17 hrs.<br />
Es de una enorme relevancia para la filosofía y su futuro atender al<br />
modo como entiende Karl <strong>Jaspers</strong> la “filosofía de la existencia”<br />
(“Existenzphilosophie”), y que se ha dado en llamar “existencialismo”. Cabe<br />
considerar al respecto que si queremos saber de qué trata la filosofía de la<br />
existencia, él es en primer lugar el llamado a hacerlo, puesto que es uno de los<br />
fundadores de esta corriente filosófica.<br />
Por de pronto, para él tiene tanto peso la filosofía de la existencia que la<br />
filosofía misma es concebida como tal. En lo que sigue podremos entender a<br />
qué se debe esto.<br />
Mas, respecto del hombre hay muchas ciencias precisamente<br />
“humanas”, que tratan de él. Pues bien, para <strong>Jaspers</strong> éstas no tocan al ser del<br />
hombre propiamente tal, en razón de que ven al hombre como objeto, pero<br />
también como el mero resultado de lo que ya es, su ser meramente dado, y<br />
que al mismo tiempo coincide con lo que ya conocemos de él. Leemos en el<br />
Capítulo “Filosofía de la existencia” de <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro<br />
tiempo:<br />
“<strong>La</strong> sociología, la psicología, y la antropología enseñan a ver el hombre<br />
como objeto apto para la experimentación, con cuya ayuda y por medio de<br />
determinadas disposiciones es modificable; así se conoce, ciertamente, algo en<br />
el hombre, no el hombre mismo; pero el hombre, como posibilidad de su<br />
espontaneidad, se vuelve contra su mero ser resultado. No es para el individuo<br />
pura y simplemente apremiante él cómo es sociológica o psicológica o<br />
antropológicamente construido. Se emancipa de lo que las ciencias quisieran<br />
decidir de él en apariencia definitivamente, al captar lo realmente cognoscible<br />
como algo sólo particular y relativo” (158, RDLS).<br />
P 1<br />
Y el conocimiento mismo sólo tiene su justificación en función del<br />
hombre de acuerdo a lo que él se propone hacer con él. Esto solemos olvidarlo,<br />
por cuanto vemos al conocimiento y el saber como teniendo una justificación en<br />
sí mismos. Esto significaría poner los bueyes delante de la carreta.<br />
Escuchemos:<br />
“El hombre necesita para su actuar en toda <strong>situación</strong> y en todas las<br />
profesiones, conocimientos específicos de las cosas y de sí mismo. Pero nunca<br />
bastan estos conocimientos. Pues sólo adquieren plenitud de sentido por medio<br />
del que los posee. Lo que hago con ellos sólo es determinado por mi verdadero<br />
querer. <strong>La</strong>s mejores leyes, las más acertadas disposiciones, los más certeros<br />
resultados del saber, la técnica de mayor efectividad, pueden ser utilizados en<br />
sentido contrario. Se convierten en nada si los hombres no los colman de<br />
sustantiva realidad. Lo que en realidad acontece no puede ser únicamente<br />
cambiado por el mejoramiento de los conocimientos, sino decisivamente sólo<br />
por el ser del hombre; su actitud íntima, el modo cómo es consciente en su<br />
mundo, la sustancia de aquello que le satisface, es el origen de lo que hace”<br />
(159, RDLS). HAJ
¿A qué se debe que el ser del hombre sea tan singular que rebase<br />
siempre todo conocimiento que se tiene de él? El conocimiento tiende a fijarlo<br />
como objeto. Para ello se atiene a su estructura bío-psico-social, pero el<br />
hombre es siempre más que eso. En definitiva para <strong>Jaspers</strong> el hombre es<br />
posibilidad, ser-posible, poder-ser, y, junto con ello, libertad. Y esta posibilidad<br />
y libertad, como nos damos probablemente cuenta, está íntimamente enlazada<br />
con el ser histórico del hombre. En otras palabras, porque el hombre es<br />
histórico, en cierto modo, nunca es el que es.<br />
P 2<br />
Para <strong>Jaspers</strong> es la filosofía de la existencia la que ante todo plantea<br />
esto, a saber que el ser del hombre es posibilidad y libertad y que su ser es<br />
siempre más que lo meramente dado y lo que conocemos de él. Ello se debe,<br />
por de pronto a que, como dice su nombre, ella es “filosofía de la existencia”.<br />
En la terminología jaspersiana la existencia alude a nuestro posible ser-símismo.<br />
Esto debe entenderse en el sentido de que el hombre no agota su ser,<br />
como hemos visto, en lo meramente dado, lo que sería una existencia tan sólo<br />
empírica o concreta. En este sentido, la “filosofía de la existencia” ya constituye<br />
por sí sola la señal.<br />
Mas, como en tanto existencia concreta habitamos en un mundo que<br />
requiere de un orden y una organización, el hombre requiere primero de una<br />
“Orientación filosófica mundanal”, y de ello se trata en la I Parte de Filosofía, su<br />
obra mayor de 1931. <strong>La</strong> II Parte se titula “Esclarecimiento existencial”, y en ella<br />
se tematiza acerca de la posibilidad de ser-sí-mismo. <strong>La</strong> III Parte, titulada<br />
“Metafísica”, pone en relación la posibilidad de la existencia con el ser<br />
propiamente tal, y al mismo tiempo, con lo que sea el verdadero Dios.<br />
Escuchemos:<br />
“<strong>La</strong> filosofía de la existencia es el pensar que utiliza, pero rebasa, todos<br />
los conocimientos específicos, y por el cual el hombre quisiera llegar a ser él<br />
mismo. Este pensar no conoce objetos, sino que elucida y hace efectivo al<br />
mismo tiempo el ser de aquel que de tal manera piensa. Suspenso, en trance<br />
de fluctuación por el rebasar de todo conocimiento del mundo que fija el ser<br />
(como orientación filosófica del mundo), apela a su libertad (como elucidación<br />
de la existencia) y crea el espacio de su quehacer apremiante en el conjurar de<br />
la trascendencia (como metafísica)” (159, RDLS).<br />
P 3<br />
Vista de esta forma, la filosofía de la existencia es la existencia misma,<br />
o, si se quiere, es el ámbito en el que se mantiene viva esta posibilidad. Y la<br />
mencionada posibilidad es, valga la redundancia, asumirse a sí mismo como<br />
posibilidad, como poder-ser, lo cual significa a su vez nunca quedarse en lo<br />
que ya sabemos del hombre. Cabe agregar a ello que la propia filosofía de la<br />
existencia está expuesta al peligro de quedarse en el saber sobre el hombre<br />
que se genera al interior de ella. De este modo se entienden las siguientes<br />
palabras:<br />
“<strong>La</strong> filosofía de la existencia se perdería inmediatamente si de nuevo<br />
cree saber lo que es el hombre. Establecería nuevamente esquemas para la<br />
investigación de la vida humana y animal, convirtiéndose de nuevo en<br />
antropología, psicología y sociología. Su sentido sólo es posible si permanece<br />
sin fundamento en su objetividad. Suscita lo que no conoce; elucida y mueve,<br />
pero no fija. Para el hombre, que está en camino, es la expresión por la que se
mantiene a sí mismo en su dirección, el medio que le preserva sus instantes<br />
supremos para la realización por su vida” (160-161, RDLS).<br />
Es decir, tenemos aquí por primera vez, tal vez recién después de los<br />
estoicos, una filosofía que se entiende en sí misma en atención a la posible<br />
realización de un modo de ser del hombre, y que tiene que ver con aquello que<br />
llama nuestro pensador: la existencia. Con ello, la filosofía se vuelve, ella<br />
misma, existencial, justamente “filosofía de la existencia”.<br />
P 4<br />
Precisando aún más, escuchemos lo siguiente:<br />
“Al carecer de objeto, la elucidación de la existencia no conduce a<br />
ningún resultado. <strong>La</strong> claridad de la conciencia contiene la aspiración, pero no<br />
trae la plenitud de cumplimiento. He de conformarme con ser quien conoce.<br />
Pues no soy lo que conozco, ni conozco lo que soy. En vez de conocer mi<br />
existencia, sólo puedo incoar el proceso de elucidación” (161, RDLS).<br />
Es tal el alcance de lo que se está concibiendo aquí como “filosofía de la<br />
existencia” que con ello queda trazado el futuro de la filosofía misma. Esto<br />
quiere decir que de aquí en adelante todos los ámbitos de la filosofía quedan<br />
remitidos a una posibilidad del ser del hombre, la existencia, de la que trata<br />
justamente la filosofía de la existencia. Por ejemplo, veamos qué sucede con la<br />
metafísica, lo que la filosofía esencialmente es. Escuchemos:<br />
“<strong>La</strong> creación del mundo objetivo metafísico o la evidenciabilidad del<br />
origen del ser, no es nada en cuanto está desprendido de la existencia.<br />
Considerado psicológicamente, es sólo enunciado y consta de formas de la<br />
fantasía, de pensamientos que conmueven de modo peculiar, de contenidos de<br />
relatos y de construcciones del ser, que, ante todo saber aprehensor,<br />
desaparecen en el acto. Con ello adquiere el hombre reposo o la claridad de su<br />
inquietud y riesgo cuando en ello parece revelársele lo propiamente verdadero”<br />
(161-162, RDLS).<br />
Como advertimos, éste es un modo completamente distinto de<br />
replantear la metafísica que el de Kant; incluso diríamos que es su opuesto. En<br />
el caso de Kant, se trata de una posible metafísica futura como ciencia,<br />
mientras que <strong>Jaspers</strong> se da perfectamente cuenta que aquello es un<br />
descamino: se trata para él más bien, de la metafísica ligada al modo de ser de<br />
la existencia por parte del hombre. <strong>Jaspers</strong>:<br />
“Hoy son los intentos de metafísica existencialmente tan confusos como<br />
todo filosofar. Pero su posibilidad se ha hecho más pura, si bien más angosta.<br />
Al hacerse inconfundible el saber apremiante de la existencia, ya no es posible<br />
la metafísica a la manera del saber científico, sino que ha de ser tomada<br />
decisivamente en una dirección completamente distinta” (162, RDLS).<br />
P 5<br />
El Ciclo “Filosofía de la historia” continúa el próximo domingo a las cinco<br />
de la tarde.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 373 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 56<br />
Audición: domingo 6 de julio de 2003 a las 17 hrs.<br />
Si atendemos a la principal división de <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro<br />
tiempo de <strong>Jaspers</strong>, cabe considerar que las Partes que hemos analizado hasta<br />
ahora son las siguientes:<br />
I.“Límites del orden de la existencia concreta”, en que se ha<br />
caracterizado nuestro tiempo como dominado por la técnica, dentro de lo cual<br />
se presenta el mundo como un aparato o una máquina, regido por una<br />
“planificación total”.<br />
II.“<strong>La</strong> voluntad de totalidad”, en que se trata de fuerzas configuradoras<br />
de existencia concreta y del mundo, como el estado y la educación, atendiendo<br />
al papel que ellos deberían jugar.<br />
III.“Decadencia y posibilidad del espíritu”, en que se analiza tanto la<br />
formación humana como la actividad <strong>espiritual</strong>, que suponen el arte, la ciencia<br />
y la filosofía, mostrando a propósito de ello tanto su desvirtuación como el<br />
posible recto camino.<br />
IV.“Cómo es concebido hoy el ser humano”, en que se tiene en cuenta<br />
como la sociología, la sicología y la antropología al ver al hombre como objeto,<br />
no llegan al hombre propiamente tal, y que tan sólo la “filosofía de la existencia”<br />
podría acceder al ser del hombre; más aún, se trata de que en ella está la única<br />
salida posible para una <strong>situación</strong> de nuestro tiempo, en el que la esencia de lo<br />
humano está amenazado.<br />
<strong>La</strong> V. y última Parte, que comenzaríamos a analizar ahora, se titula “Qué<br />
puede llegar a ser del hombre”. Ella tiene el carácter de un replanteo de todo lo<br />
concerniente a la <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo, como una <strong>situación</strong> de<br />
negación de hombre y mundo, y en qué se puede afirmar el hombre para<br />
abrirse paso hacia un nuevo horizonte.<br />
P 1<br />
Por de pronto, reconoce nuestro pensador en cuanto al cambio de la<br />
humanidad y la posible salida de la actual <strong>situación</strong> decadente la relevancia<br />
que le cabría a cierto “poder anónimo”. Ello está dicho en el sentido de que lo<br />
más probable es que el cambio esperado no tendría que venir de algo visible ni<br />
conocido, como que todo lo que se da a conocer ya está bajo la égida de la<br />
existencia concreta, determinada por las necesidades meramente básicas y el<br />
poder. Escuchemos:<br />
“<strong>La</strong> cuestión de las potencias anónimas no es la cuestión de lo<br />
desconocido que puede encontrarse y conocerse para colocarse nuevamente,<br />
en la misma actitud inquiridora, ante lo nuevo desconocido. Sólo allende lo<br />
desconocido y en su diferenciación, tropieza el hombre con lo inasible que no<br />
es lo transitoriamente desconocido sino lo esencialmente anónimo. Lo anónimo<br />
que hubiera sido conocido, no lo habría sido nunca” (163, RDLS).<br />
Como vemos, <strong>Jaspers</strong> al hablar de lo anónimo, lo está pensando de<br />
manera extrema como lo que de principio a fin permanece como tal. En este<br />
sentido, no puede manifestarse sino como lo inesperado e impredecible. Es<br />
más, si acaso lo vemos de esta forma, tiene por ello mismo ciertos visos de lo<br />
que llamamos destino.
Mas, esta fuerza anónima enfrenta una <strong>situación</strong> difícil, de acuerdo a la<br />
cual el hombre está atrapado en su modo de ser meramente elemental: la<br />
existencia concreta o empírica, la cual se presenta a su vez dentro de un orden<br />
o régimen existencial. Y éste es al modo de un bloque particularmente<br />
resistente a toda modificación.<br />
P 2<br />
Este nuestro modo de ser elemental está caracterizado por una<br />
“indecisión” (“Entscheidungslosigkeit”), lo que se puede poner en parangón con<br />
lo que Heidegger tematiza en su obra mayor Ser y tiempo como la cotidianidad<br />
regida por el “uno” o “se” (se dicen las cosas que se dicen, etc.): la mentada<br />
cotidianidad está caracterizada fundamentalmente como “indiferencia” respecto<br />
de la posibilidad de ser-sí-mismo o no serlo. Dice <strong>Jaspers</strong>:<br />
“<strong>La</strong> indecisión se ha convertido en la forma de paz que exige el interés<br />
general del régimen existencial. Hay, pues, una lucha secreta entre la voluntad<br />
que busca la decisión sobre el verdadero ser y la voluntad de no lucha que<br />
sólo continúa una existencia que se mantiene como tal; incluso la dejaría<br />
deslizarse en la ciénaga donde cesa la posibilidad del ser humano. Pero el<br />
régimen existencial le tranquiliza y convence de que hace lo justo y en justicia<br />
obra, si se conduce de modo que las verdaderas decisiones no sean exigidas<br />
nunca” (164, RDLS).<br />
Como vemos, la indecisión tiene que ver con las alternativas de lucha o<br />
no-lucha, y como se trata justamente de indecisión, resulta que nos quedamos<br />
simplemente en la disyuntiva entre una u otra, sin resolverla.<br />
Sin embargo, lo que sea el hombre, nos dice <strong>Jaspers</strong>, no es algo que<br />
simplemente pueda abandonarse. Sigue latiendo, crepitando, bullendo siempre<br />
como posibilidad que en algún momento habrá de irrumpir, y ello aunque se<br />
haya opacado hasta la raíz de nuestro ser. Escuchemos:<br />
“Pero, es que el hombre no puede abandonarse. Es, como posibilidad de<br />
la libertad, o su realización verdadera, o su inversión, en que no encuentra<br />
reposo. Caído en la inversión, se hace opaca su raíz. Tropezamos con las<br />
precauciones, con las formas sociales y verbales” (164, RDLS).<br />
P 3<br />
Hasta aquí, podría decirse, que nuestro ser se haya extraviado y<br />
opacado se debe a lo que el pensador alemán llama “sofística moderna”, la<br />
cual nos mantiene dentro de aquella indiferencia e indecisión de la que<br />
hablábamos más arriba. Éste sería el régimen existencial en el que nos<br />
encontramos atrapados. Pero, un paso más allá de ese confortable régimen de<br />
la sofística moderna se genera una forma inquisitorial, la cual actúa al modo de<br />
panóptico (para decirlo con Foucault), vigilando sobre todo posible conato de<br />
un ser-sí-mismo propio y auténtico, y que pretendiera con ello apartarse de<br />
aquel régimen existencial. Hablando del hombre que se ha extraviado de su<br />
ser, leemos:<br />
“En el extravío se vuelve él contra la libertad. En secreto amor al ser,<br />
que él era como posibilidad, está él presionado a arruinarlo por todas partes<br />
donde él pudiera encontrárselo. Su oscuro respeto se convierte así en un odio<br />
profundo. Él se sirve de los regímenes existenciales, utilizando impropiamente<br />
argumentos de la libertad para destruir a esta misma mediante la violencia del<br />
aparato. <strong>La</strong> esencia de la libertad es lucha; ella no procura aplacar, sino<br />
agudizar, no dejar pasar, sino forzar su revelación” (153-154). HAJ
Reconocemos en esto el tremendo poder de nuestro modo de ser más<br />
elemental, la existencia concreta, que termina por volverse contra la posibilidad<br />
de la auténtica existencia. Mas, es importante aquí la que podríamos describir<br />
como confianza en un sí mismo del hombre que, tarde o temprano, contra<br />
viento y marea, y cueste lo que cueste, se habrá de revelar. Y ello se debe a<br />
que “la esencia de la libertad es lucha”. Recordemos que nuestro ser propio, la<br />
virtual autenticidad del hombre, no consiste sino en asumirse a sí mismo como<br />
posibilidad y libertad.<br />
P 4<br />
Pues bien, vistas las cosas así, se trata de cómo el sí-mismo (selbst) late<br />
en nosotros como esa posibilidad y libertad, que siendo esencialmente lucha,<br />
tiene que enfrentar al bloque del régimen existencial. Y, como adelantábamos<br />
más arriba, el último eslabón de éste tiene que ver con la adopción de una<br />
forma inquisitorial que sanciona todo conato de excepción. Escuchemos:<br />
“Pero la hostilidad anónima contra la libertad convierte la lucha <strong>espiritual</strong><br />
en la <strong>espiritual</strong>idad invertida de la inquisición: mientras finge ignorar al sermismo<br />
allí donde no puede hacerse con él y se evade en todas partes donde<br />
debiera hacer acto de presencia, se ase a la primera oportunidad donde poder<br />
intervenir en la existencia del ser-mismo, o destruirla por la sentencia de un<br />
poder público. Se condena, no se pregunta; se llega al acercamiento excesivo:<br />
lo que conviene a la auténtica comunicación, a las actitudes y modalidades de<br />
conducta más íntimas, es sometido a público agravio por exhibición y<br />
desgarramiento de las cosas privadas. Sólo la traición de la propia posibilidad<br />
es capaz de esta inquisitorial conducta que en un mundo carente de<br />
comunicación se abre paso, aquí y allá, sorprendiendo” (165, RDLS).<br />
Y, podríamos agregar, en efecto, esto sí que sorprende: que<br />
precisamente en nombre de una supuesta <strong>espiritual</strong>idad, representada por una<br />
forma inquisitorial, se atente contra el sí-mismo del hombre. Ello nos hace ver<br />
que no todo lo que brilla es oro, como dice el adagio, y, por lo tanto, que no<br />
todo lo que se apoda a sí mismo como espíritu, fuerza <strong>espiritual</strong>, <strong>espiritual</strong>idad,<br />
efectivamente lo es, como en este caso en que sucede que el régimen<br />
existencial de la existencia concreta llega a tener tal grado de poder que<br />
termina implantándose en lo que se estima como lo más preciado, lo más<br />
elevado, lo más sagrado del hombre: su <strong>espiritual</strong>idad.<br />
P 5<br />
El Ciclo “Filosofía de la historia” continúa el próximo domingo a las cinco<br />
de la tarde.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 374 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 57<br />
Audición: domingo 13 de julio de 2003 a las 17 hrs.<br />
<strong>Jaspers</strong> analiza la <strong>situación</strong> de nuestro tiempo, en cuanto a que en ella<br />
ha menguado significativamente la fuerza para que el hombre despegue de su<br />
existencia concreta hacia la existencia propiamente tal, que consiste no en<br />
seguir algún proyecto particular, procurando realizar ciertas metas también<br />
particulares, sino ante todo en asumirse a sí mismo como posibilidad y libertad.<br />
En la existencia concreta domina a su vez un modo de ser sofístico del<br />
hombre. En concordancia con lo que fueron los sofistas que discutían con<br />
Sócrates, éste se caracteriza por el dominio del arte de la palabra, o sea, de la<br />
retórica. <strong>Jaspers</strong> lo ve sobre todo en el sentido del que es diestro en<br />
argumentar hasta tal punto que es capaz de justificar lo que sea el caso. Desde<br />
su perspectiva, lo que especialmente justifica el sofista contemporáneo es el<br />
mundo acorde con nuestras existencias concretas tal cual es. Veamos como<br />
caracteriza nuestro pensador esta actitud sofística, atendiendo a la forma como<br />
se manifiesta ella en la cotidianidad:<br />
“Se deja caer patéticamente en el descontento radical y adopta los<br />
ademanes de un heroísmo del sufrimiento. <strong>La</strong> actitud de la ironía sin existencia<br />
le es habitual. / Carece de carácter, sin ser malévolo; es bondadoso y<br />
malévolo, servicial sin ser desconsiderado, y no es nada verdaderamente.<br />
Comete las pequeñas deshonestidades y fraudes y es también probo y<br />
honrado, pero nunca en grande; no es nadie en la consecuencia. / Nunca<br />
adversario cabal, no da la cara, lo olvida todo y desconoce la íntima<br />
responsabilidad, de la cual, sin embargo, habla siempre. Carece de la<br />
independencia de lo incondicional, pero tiene la desvinculación del no ser y en<br />
ella la violencia momentánea y variable a placer, de la afirmación. / Encuentra<br />
en el intelectualismo su único hogar. En él se encuentra a gusto porque es aquí<br />
la tarea única el interpretarlo todo, en movimiento pensante, como otra cosa. Lo<br />
confunde todo. Por falta del ser-mismo, nunca puede llegar a hacer de la<br />
ciencia algo propio. Según la <strong>situación</strong> , vacila entre la superstición científica y<br />
la superstición hostil a la ciencia. / Su pasión es la discusión. Necesita palabras<br />
decididas y adopta actitudes radicales, aunque no se mantenga firme en ellas.<br />
Acepta lo que dice el contrario. A todos concede que lo que dicen está bien,<br />
sólo que habría que añadir esto y modificar lo otro. Da su completa aprobación<br />
para hacer después como si nada hubiera dicho” (p. 167-168, RDLS).<br />
P 1<br />
En estas caracterizaciones del modo de ser sofístico del hombre como<br />
existencia concreta, encontramos muchas similitudes con lo Heidegger ha<br />
tematizado y explicado como el “se” o “uno” (das Man) en Ser y tiempo. Este<br />
fenómeno rige sobre nuestro modo de ser cotidiano y nos induce a actuar,<br />
opinar, hablar como se actúa, habla y opina. Una de sus características es lo<br />
que el filósofo chileno Jorge Eduardo Rivera ha traducido como ‘medianía’, que<br />
corresponde al término alemán ‘Durchschnittlichkeit’. Y precisamente esta<br />
característica es a su vez lo que más resalta en la correspondiente<br />
caracterización del sofista de nuestro tiempo en el texto jaspersiano. Se trata<br />
de alguien que no se la juega por nada en particular, que, en cierto modo, lo
lleva adelante una inercia, que trae como consecuencia un acomodo a la<br />
<strong>situación</strong> dada que sea el caso.<br />
<strong>La</strong> existencia concreta con su pareja actitud sofísitica de <strong>Jaspers</strong> o el<br />
uno de Heidegger y su interpretación del mundo, suponen un modo de razonar<br />
al modo de una argumentación que acaba por justificar cualquier cosa,<br />
perdiéndose la necesaria jerarquía, distinción y diferencias de nivel entre<br />
fenómenos de distinta índole.<br />
Si intentamos rastrear hacia atrás dónde y cuándo se genera esta<br />
argumentación desprovista de rigor, se podría retroceder tanto en el tiempo,<br />
que podríamos llegar a los sofistas.<br />
Mas, en el orden de lo más cercano, probablemente Hegel sea el<br />
primero en distinguir entre la razón y lo que podríamos traducir como raciocinio<br />
o racionalización, que corresponde a una forma ya desvirtuada de la razón.<br />
<strong>La</strong> distinción previa de Kant entre razón (Vernunft) y entendimiento<br />
(Verstand), nos ayuda a entender mejor como se ha llegado a producir una<br />
desvirtuación de la razón. <strong>La</strong> razón descubre las verdades, mientras que el<br />
entendimiento es meramente operacional.<br />
Con el tiempo, esta diferencia no sólo se fue acrecentando, sino que en<br />
verdad sucedió que el entendimiento, y posteriormente el racionalizar fue<br />
conquistando cada vez más terreno, hasta el punto de relegar a la razón a un<br />
segundo plano.<br />
P 2<br />
De este modo, se llega a una <strong>situación</strong> en la que lo que se hace valer es<br />
un argumentar sin límite, que llegando a conclusiones, al fin y al cabo,<br />
arbitrarias, carece de control de la instancia superior de la razón, ya que está<br />
brilla por su ausencia.<br />
A partir de ello se puede entender por qué Max Weber detecta el<br />
fenómeno de la instrumentalización de la razón, lo que podemos asociar con<br />
una razón hoy por hoy fundamentalmente al servicio de la tecnología y la<br />
economía. De esta razón instrumental se preocuparán muy especialmente<br />
distintos filósofos de la Escuela de Frankfurt, incluyendo a Habermas.<br />
El filósofo de la Universidad de Bruselas Perelman, junto con su<br />
ayudante Olbrechts, escriben en 1958 el Tratado de la argumentación, que<br />
lleva por subtítulo “O de la nueva retórica”. En esta obra su enfoque principal es<br />
que la así concebida “nueva retórica” es precisamente teoría de la<br />
argumentación. Por de pronto la argumentación tiene que ver con la formación<br />
de una comunidad democrática. Ello se debe a que cuando argumentamos con<br />
otro, le otorgamos con ello el “derecho a réplica” y lo reconocemos como un<br />
interlocutor válido.<br />
Y otro de los aspectos de la nueva retórica que plantea Perelman es<br />
que, entendida como teoría de la argumentación, ella amplía su radio, lo que<br />
trae parejamente consigo que el radio de la lógica se restringe.<br />
Ello nos interesa aquí en cuanto al dominio de la argumentación, y junto<br />
con ello, de la retórica. Lo que sucede pues en virtud de este dominio es que<br />
las fronteras entre lógica y retórica se vuelven borrosas.<br />
Ello es además perfectamente entendible, entre otros, en vistas de lo<br />
siguiente:<br />
Expliquémoslo valiéndonos del siguiente relato, presentado en una<br />
Conferencia dictada en la Facultad de Filosofía y Humanidades de la<br />
Universidad de Chile, por la filósofa española Adela Cortina. Ella se refería a
una suerte de característica “dicotomía perversa” (como ella la llamaba), que<br />
suele presentarnos la ética, así como en la siguiente <strong>situación</strong>: se está<br />
incendiando el museo; ¿qué debemos salvar? ¿Un Rembrandt o un gatito? Si<br />
respondemos que el Rembrandt, aduciendo que de por sí hay tantos gatos,<br />
mientras que este Rembrandt es uno sólo e irrepetible, que la cultura tiene un<br />
valor incalculable, y muchas otras razones más. Mas, probablemente un niño<br />
diría inmediata y espontáneamente que habría que salvar el gatito.<br />
Si bien, la filósofa presentaba esta <strong>situación</strong> en el sentido de algo hasta<br />
cierto punto teórico, pero que prácticamente nunca se da, sin embargo, me<br />
atrevo a sostener lo contrario, en el sentido de que, a lo mejor, no en los<br />
mismos términos, estamos a cada rato expuestos a este tipo de dicotomías.<br />
¿Se continúa con la construcción de central hidroeléctrica “Ralco” o se<br />
interrumpe su construcción? Lo cierto es que, por ejemplo, ante una dicotomía<br />
como esta no hay modo de salir que sea de carácter estrictamente lógico. Hay<br />
razones en pro y en contra, y la conclusión y decisión que se justifiquen serán a<br />
fin de cuentas arbitrarias, y significarán que se habrá traspasado la frontera,<br />
partiendo del razonar, para caer en la racionalización caprichosa.<br />
P 3<br />
Ahora bien, Perelman no ve con malos ojos esto. Se trata, de acuerdo a<br />
su análisis, que inevitablemente se abre paso lo que concierne a la<br />
argumentación, y junto con ello, la retórica, y esto significa que, si precisamente<br />
ello tiene un carácter inevitable, entonces no queda más que asumirlo y<br />
hacerse cargo de ello de la mejor manera. Visto así, su libro sobre Teoría de la<br />
argumentación puede ser apreciado más debidamente.<br />
Mas, volvamos sobre los asuntos de la cotidianidad que nos conciernen.<br />
¿Hay o no hay que subir los impuestos? ¿Corresponde o no tomar medidas<br />
severas, por ejemplo, contra los empresarios-microbuseros, en relación al<br />
flagelo del smog de Santiago? ¿Corresponde aplicar decididamente la justicia<br />
en relación no solamente a casos de fraude al fisco, sino también de los así<br />
llamados “sobresueldos”? Respecto de la toma de terreno de Peñalolén por<br />
parte de gente sin un techo para sus familias, ¿corresponde proceder a su<br />
desalojamiento? En relación con las reivindicaciones territoriales de los<br />
mapuches, ¿debería el gobierno proceder a comprar amplios terrenos para<br />
ellos donde puedan hacer sus vidas y desarrollar su cultura adecuadamente?<br />
Respecto de la clonación, ¿debería proceder a prohibirse incluso hasta la<br />
investigación en el ámbito específico de la clonación humana?<br />
En todos estos casos y en aras de las decisiones que hay que tomar,<br />
podemos advertir nítidamente como no actúa aquí un razonar estrictamente<br />
lógico que encontrara certezas y verdades irredargüibles, sino la<br />
argumentación, que tan sólo podrá enseñarnos que una decisión particular<br />
tiene en definitiva una justificación, porque se ha logrado cierto acuerdo o<br />
consenso al respecto.<br />
P 4<br />
El Ciclo “Filosofía de la historia” continúa el próximo domingo a las cinco<br />
de la tarde.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 375 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 58<br />
Audición: domingo 20 de julio de 2003 a las 17 hrs.<br />
<strong>Jaspers</strong> analiza nuestro tiempo considerando, entre muchos aspectos el<br />
dominio de un modo de pensar sofístico. Ello lo hemos visto en cuanto se trata<br />
de una degradación de la razón, a saber, de una razón que deriva en una<br />
racionalización que tiende a justificar las cosas tal como están dadas, y ello de<br />
manera superficial y arbitraria. Hablando del hombre de nuestro tiempo, bajo el<br />
dominio de una sofística acorde con la época, escuchemos las siguientes<br />
palabras de <strong>La</strong> <strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo:<br />
“Para él es condición vital el poderlo tratar todo racionalmente. Adopta<br />
modos de pensar, categorías y métodos sin excepción, pero sólo como forma<br />
verbal, no como sustantivo movimiento del conocer. Piensa en consecuencia<br />
silogística para alcanzar un éxito momentáneo con los conocidos medios<br />
lógicos, se sirve de la dialéctica para trastocar, en antítesis, ingeniosamente,<br />
cualquier cosa que pueda decirse, recurre a la intuición y al ejemplo sin<br />
acercarse nunca a la cosa, y a la tosca comprensibilidad, pues se preocupa<br />
retóricamente del efecto y no de la intelección. Cuenta con la capacidad de<br />
olvido de los demás. El pathos de su decisión retórica le permite evadirse como<br />
una anguila de cuanto pudiera asirse a él. Justifica o recusa <strong>según</strong> conviene.<br />
Lo que dice es un juego sin construcción en el curso del tiempo, la<br />
comunicación con él un desvanecerse en lo sin fondo. Aceptar el diálogo con él<br />
equivale a disiparse. En definitiva, está penetrado angustiosamente de la<br />
conciencia de su nulidad y, sin embargo, no quiere dar el salto que habría de<br />
llevarle al ser” (RDLS, p. 168-169).<br />
P 1<br />
Ahora bien, si se trata en todo esto de cómo la razón se ha desvirtuado<br />
en racionalización arbitraria, la razón propiamente tal, comprometida en la<br />
búsqueda de la verdad queda cada vez supeditada a un segundo plano.<br />
Detengámonos a pensar adecuadamente este punto, en el sentido de<br />
que observamos claramente como la razón que se despliega en la ciencia, y en<br />
particular, en las ciencias naturales, persiste visiblemente en ese compromiso,<br />
mientras que, por contraste con ello, vemos también como en los ámbitos de la<br />
política, del periodismo, de los medios de comunicación se da una marcada<br />
instrumentalización de la razón.<br />
Pero, lo cierto es que esto no se explica tan simplemente. Hay algo más<br />
de fondo a lo que hay que prestar atención. Tanto <strong>Jaspers</strong>, en particular en una<br />
de sus obras mayores – Von der Wahrheit (De la verdad) – de 1949, como<br />
especialmente Heidegger en Ser y tiempo, y en el artículo sobre <strong>La</strong> esencia de<br />
la verdad, plantean distintos sentidos y niveles de la verdad. En el caso de<br />
Heidegger él reconoce que lo que ha primado y dominado es el sentido de la<br />
verdad como adecuación entre intelecto y cosa (adaequatio intellectus et res) y<br />
esto se ha dado en particular en las ciencias naturales, cuyos conocimientos, al<br />
traducirse en tecnología y economía, supone esto que la transformación<br />
incesante del mundo a la que asistimos está pues precisamente presidida por<br />
la verdad como adecuación.
En el caso de <strong>Jaspers</strong>, él observa este proceso como una degradación<br />
de la razón y su empeño consiste en rescatar la genuina razón.<br />
P 2<br />
Interesante es aquí traer a colación como se observa esto, siguiendo el<br />
análisis del autor de la por él mismo llamada “nueva retórica”. Me refiero al<br />
filósofo de origen polaco, y que enseñara en la Universidad de Bruselas,<br />
Perelman. Él concibe la retórica como “teoría de la argumentación”, y observa<br />
la acción de esta en la conformación de una sociedad democrática. Si yo<br />
argumento con otro, estoy con ello desde ya en la predisposición de<br />
reconocerlo como un interlocutor válido, como sujeto hablante debidamente<br />
legitimado, como a su vez estoy también en la disposición de eventualmente<br />
admitir que lo que él plantea, y no lo mío, constituye una verdad.<br />
Pues bien, siguiendo este mismo análisis, sucede que lo que vastamente<br />
domina la configuración tanto de la sociedad como del mundo que hace el<br />
hombre es la argumentación, y atendiendo a ello, aquí no cuenta tanto lo que<br />
hemos tratado más arriba como una degradación de la razón.<br />
Por de pronto, habría que agregar que él concibe la retórica como<br />
especialmente referida a un auditorio, respecto del cual buscamos la adhesión.<br />
El punto es que no solamente hay auditorios externos, homogéneos o<br />
heterogéneos, sino además auditorios internos. En otras palabras, a la relación<br />
con un auditorio externo, le precede una deliberación con nuestro propio<br />
auditorio interior, una deliberación consigo mismo. (Podríamos decir como en<br />
esto se muestra una vez más como lo propio del hombre es una suerte de<br />
desdoblamiento de sí en distintas personalidades).<br />
P 3<br />
El siguiente pasaje del Tratado de la argumentación de Perelman es<br />
iluminador al respecto; teniendo presente la aludida deliberación consigo<br />
mismo, y los alcances de la argumentación dentro de ese marco, leemos allí:<br />
“No podemos distinguir, en la deliberación íntima, entre una reflexión que<br />
correspondiera a una discusión y otra que sólo fuera una búsqueda de<br />
argumentos a favor de una posición adoptada de antemano? ¿Podemos fiarnos<br />
por completo de la sinceridad del individuo que delibera para decirnos si está<br />
en pos de la mejor regla de conducta, o si elabora un alegato íntimo? El<br />
psicoanálisis nos ha enseñado a desconfiar incluso de lo que en conciencia nos<br />
parece indudable. Pero las distinciones que establece entre razones y<br />
racionalizaciones no pueden comprenderse si no se trata a la deliberación<br />
como un caso particular de argumentación. El psicólogo dirá que los motivos<br />
alegados por el sujeto, para explicar su conducta, constituyen<br />
racionalizaciones, si difieren de los móviles reales que lo han determinado a<br />
actuar y que el individuo ignora. En cuanto a nosotros, emplearemos el término<br />
“racionalización” en un sentido más amplio, sin atender al hecho de que el<br />
individuo ignora, o no, los verdaderos motivos de su conducta. Si parece<br />
ridículo, a primera vista que un ser ponderado, tras haber actuado por motivos<br />
muy “razonables”, se esfuerce por dar, en su fuero interno, razones muy<br />
diferentes de sus actos, menos verosímiles, pero que lo colocan en un lugar<br />
más destacado, semejante racionalización se explica perfectamente cuando la<br />
considera un alegato anticipado para uso de los demás, que puede, además,<br />
adaptarse especialmente a tal o cual presunto oyente. Esta racionalización no<br />
significa, en modo alguno, como estima Schopenhauer, que nuestro “intelecto”<br />
no haga más que camuflar los verdaderos motivos de nuestros actos, los
cuales serían por completo irracionales. Tal vez se haya reflexionado<br />
perfectamente sobre los actos y haya habido otras razones distintas de las que<br />
después se intenta que la conciencia las admita. Quienes no ven, o no admiten,<br />
la importancia de la argumentación no pueden explicarse la racionalización,<br />
que sólo sería para ellos la sombra de una sombra” Perelman, 88-89).<br />
P 3<br />
Lo descrito arriba se refiere, como dijimos, a la relación con nuestro<br />
propio auditorio interno, en términos de una deliberación consigo mismo, y<br />
observamos como aquí ya acontece la argumentación, no pudiéndonos<br />
precaver de las manipulaciones en que podemos incurrir con nuestro<br />
abigarrado argumentar. Apoyándose en Schopenhauer, Perelman observa<br />
como nuestra conciencia no se sustrae a la posibilidad de caer en estas<br />
manipulaciones.<br />
Al respecto, es interesante el caso del revolucionario inglés Cromwell<br />
que cita <strong>Jaspers</strong>. Se trata de Oliver Cromwell, que vivió entre 1599 y 1658 y<br />
que fue miembro del parlamento inglés de ambas cámaras. A su vez, junto con<br />
desatarse la guerra civil, organizó el ejército del parlamento. Entonces sucedió<br />
que el rey Carlos I huyó a Escocia para hacer un pacto con ese reino, lo cual<br />
significó que cayera en desgracia para Crowell, quien junto con derrotar a los<br />
escoceses, mandó a decapitar al rey en 1649. En la II Parte de Filosofía,<br />
“Esclarecimiento existencial”, de 1931, leemos lo siguiente:<br />
"Cromwell rezaba la noche completa ante decisiones que, de acuerdo a<br />
su conciencia, le eran imposibles. Él encontraba en la oración la aprobación y a<br />
partir de ello la certeza, gracias a la cual se permitía hacer lo que políticamente<br />
era necesario" (p. 274).<br />
Tomemos en cuenta que Cromwell se convirtió en un riguroso puritano.<br />
Mas, a estos rezos que buscan el beneplácito divino para determinadas<br />
acciones, como podía ser la orden de la ejecución de Carlos I, le sigue<br />
inmediatamente la interesante crítica jaspersiana:<br />
"El que experimenta indicaciones objetivas en la oración, tiene que<br />
resultarnos dudoso. Para quien la conciencia y la oración le resultan idénticas<br />
en sus efectos, con el resultado de extraer derechos de ello, está abismalmente<br />
separado del hombre que intenta en una comunicación sin límite en el mundo ir<br />
a los orígenes de la conciencia, y sostenerse sólo en ese límite en la más<br />
profunda soledad sin ningún derecho ante la trascendencia, que él llama Dios"<br />
(ib.).<br />
P 4<br />
El Ciclo “Filosofía de la historia” continúa el próximo domingo a las cinco<br />
de la tarde.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 376 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 59<br />
Audición: domingo 27 de julio de 2003 a las 17 hrs.<br />
Analicemos desde hoy, siguiendo el pensamiento de <strong>Jaspers</strong>, lo que<br />
concierne al problema de la acción.<br />
Si reflexionamos sobre esto, de inmediato cabe plantear el problema<br />
desde una doble perspectiva: la que concierne en general a la acción de la<br />
sociedad, de cada ciudadano, de cada individuo, y la que concierne al filósofo,<br />
esto es, de cómo podría ser la acción del filósofo.<br />
En el transcurso de nuestras reflexiones habrá que ver si acaso en<br />
definitiva se justifica o no esta separación.<br />
Si partimos por lo primero, encontramos una enormidad de<br />
planteamientos a lo largo de la historia de la filosofía, en la medida en que ello<br />
se vincula con la ética y la filosofía política. Aquí los términos decisivos tienen<br />
que ver con la responsabilidad, la justicia y el bien común, entre otros.<br />
Pero, nos interesa aquí explorar más bien lo segundo. Se trata de la<br />
pregunta kantiana en torno a lo que podemos y debemos hacer, pero desde el<br />
punto de vista del filósofo.<br />
El filósofo se sitúa fuera y desde ahí habla como <strong>Jaspers</strong> sobre <strong>La</strong><br />
<strong>situación</strong> <strong>espiritual</strong> de nuestro tiempo, sobre <strong>La</strong> pregunta por la técnica, como<br />
Heidegger, sobre unas Contemplaciones intempestivas, como Nietzsche, sobre<br />
El destino del hombre, como Fichte, sobre ¿Qué es la ilustración?, como Kant.<br />
Ahora bien, está claro que ese “afuera” (sobre el que ha pensado entre<br />
otros, Foucault, concibiéndolo por cierto a su manera) es al mismo tiempo el<br />
“adentro”, pero cabe agregar que se trata de un “adentro”, sólo que de un<br />
“adentro” tal, respecto del cual el filósofo tendría la llave maestra para penetrar<br />
en él, el cual paradojalmente se presenta a la vez como “afuera”.<br />
P 1<br />
El filósofo tiene por lo mismo al parecer esta mirada aquilina que le<br />
permite mirar desde lontananza.<br />
Y esta mirada que podría decirse que el filósofo supone simplemente<br />
como propia de la filosofía, al mismo tiempo, la gente espera del filósofo esa<br />
mirada.<br />
Mas, ¿será el filósofo con su mirada aquilina como Zaratustra que baja<br />
de la montaña, intenta comunicar su mensaje a los hombres, se desencanta, y<br />
vuelve a la montaña, para disponerse otra vez, en un tiempo futuro, a bajar<br />
nuevamente?<br />
Tal vez lo discutible aquí sería ese carácter mesiánico de Zaratustra,<br />
probablemente ajeno al filósofo.<br />
Lo que en todo caso nos enseña Zaratustra es que el filósofo está<br />
caracterizado por este subir y bajar la montaña, esto es, debatirse entre un<br />
afuera total (en la cima de la montaña) y un afuera del adentro, como en medio<br />
del mundo, con sus estrecheces y dolores.<br />
Pongamos otro ejemplo: el filósofo-sociólogo Roger Caillois, en tanto<br />
filósofo del juego, puede decirnos que en tanto humanos jugamos juegos de<br />
agon, de competencia, y que, en cuanto sociedad, nos caracteriza y nos anima<br />
este juego.
Vinculado esto con el filósofo, emisor de este pensamiento, el problema<br />
está en que él mismo participa de este juego.<br />
Veamos a continuación como enfrenta <strong>Jaspers</strong> el problema de la acción<br />
en relación simplemente con el hombre, sin que esto dependa de la dicotomía<br />
que planteábamos entre la posible acción de cada individuo y la del filósofo.<br />
P 2<br />
Siguiendo la Psicología de las concepciones del mundo, obra de 1919,<br />
nos apercibimos en primer lugar de lo siguiente: que entre acción y culpa, o<br />
más bien, culpabilidad, hay una asociación indisoluble. Esto explica que la<br />
cuestión de la acción aparezca precisamente en un Capítulo que se titula<br />
“Schuld”, “culpa” Ya veremos qué significa esto:<br />
“Que para una experiencia posible toda realización de valores alguna<br />
vez sucumbe, que toda realización de valores está atada a las condiciones de<br />
la casualidad, es algo conmovedor. Pero todo ello no alcanza tan<br />
profundamente como las antinomias que hacen inevitable la culpa. Es posible<br />
ver la culpa como algo finito, como algo evitable; es posible concebir culpas<br />
/Verschuldungen/ particulares, pero no la esencial culpa /wesenhafte Schuld/;<br />
entonces está el hombre aquí no más en la <strong>situación</strong> límite, sino que configura<br />
una vida tal, de acuerdo a un optimismo ético, que él siente, dentro de lo<br />
posible, como libre de culpa: el estoico alcanza la conciencia de una autoseguridad<br />
ética, que, vista desde el punto de vista de la <strong>situación</strong> límite, se<br />
presenta como un persistir en la finitud, como una ceguera respecto de las<br />
antinomias y como soberbia del hombre finito” (PdW, 273-274, trad. mía).<br />
Destaquemos varios de los puntos principales contenidos en las últimas<br />
palabras de <strong>Jaspers</strong>:<br />
1.Que hay un desfase entre los valores y su realización, porque se<br />
enfrentan con las “condiciones de la casualidad” de una <strong>situación</strong> dada, que es<br />
particularmente resistente a ellos. Así pensemos, por ejemplo, la justicia.<br />
2.Ello atañe a una inevitable culpa, pero ésta no se la reconoce, cuando<br />
no se la ve como una “esencial culpa” que nos determina, sino como culpas<br />
/Verschuldungen/ en plural.<br />
3.A partir de ello es posible un “optimismo ético” libre de culpa,<br />
precisamente porque se estima que se está libre de culpas particulares, sin<br />
consideración alguna de la esencial culpa que nos determina, que es lo que<br />
permite entender la culpa como “<strong>situación</strong> límite”, en la que desde siempre nos<br />
encontramos. Tengamos en cuenta aquí que para <strong>Jaspers</strong> una de las<br />
situaciones límites que caracterizan al hombre, es justamente la culpa.<br />
4.Este último sería el caso de los estoicos, y que se da como un<br />
afirmarse dentro de la finitud, en términos de una auto-seguridad soberbia.<br />
P 3<br />
Dicho sea de paso, las palabras citadas, especialmente lo que concierne<br />
al reconocimiento de una “esencial culpa” y su distinción respecto de las culpas<br />
particulares, ello lo está planteando <strong>Jaspers</strong> aquí, en este libro de 1919, mucho<br />
antes que Heidegger que desarrolla la idea de una “culpabilidad”<br />
(“Schuldigkeit”) especialmente en Ser y tiempo, publicado en 1927.<br />
Si contextualizamos esto que <strong>Jaspers</strong> describe como afirmación de la<br />
finitud de los estoicos, y la consiguiente independencia de la culpa, cabe<br />
recordar que ellos plantean que existimos en un flujo que es expresión de la<br />
adiaphora, vale decir de la indiferencia respecto de nuestras valoraciones, y por<br />
ello proponen la “suspensión del juicio”, de modo de hacerse unos con ese
flujo. A su vez, podemos describir esto como “ética trágica” en la medida en<br />
que lo decisivo es únicamente el destino (de ese flujo precisamente). Mas,<br />
siguiendo los análisis de Ricoeur de Finitud y culpabilidad, habría que decir que<br />
ésta sería una ética trágica sólo en el sentido de cómo aquí no estamos todavía<br />
frente a un momento en que se haya dado inicio al proceso de “internalización<br />
del mal”, como es lo propio de la ética trágica en la que bien y mal son<br />
externalidades ajenas a la culpa de un individuo, de un grupo o de la tribu. <strong>La</strong><br />
diferencia que tendría el estoicismo con la ética trágica, asociada a la<br />
externalidad del mal y del bien, radicaría en que ese flujo es, como ya dijimos,<br />
es adiaphora, indiferencia frente al bien y al mal, como a cualquier valor.<br />
P 4<br />
Sigamos con <strong>Jaspers</strong>. Él destaca como, a diferencia de los estoicos, la<br />
culpa, en tanto culpabilidad originaria, puede ser hasta tal punto radical y<br />
decisiva que, al modo de cómo se da esto en el homo religiosus, que puede<br />
llevarnos a la desesperación, como sería lo que se muestra en Agustín, Lutero<br />
y Kierkegaard, en quien la desesperación es expresamente reconocida como<br />
nuestra “enfermedad mortal”, pero que al mismo tiempo, nos puede humanizar.<br />
Probablemente el término “afirmación de la finitud” de los estoicos no<br />
sea un término feliz y apropiado para referirse a la culpabilidad, puesto que<br />
ésta se la concibe tanto en <strong>Jaspers</strong> como en Heidegger, justamente como<br />
asociada con la finitud, lo cual se trasluce en la siguiente cita de la Psicología<br />
de las concepciones del mundo:<br />
“<strong>La</strong> esfera de la valoración ética es muy amplia. <strong>La</strong> valoración ética se<br />
relaciona con acciones y sus consecuencias: las consecuencias por todos<br />
lados inevitables, que, de acuerdo a un juicio ético – cualesquiera sean sus<br />
contenidos – deben ser queridas, revelan la veracidad de la palabra de Goethe:<br />
El que actúa está siempre falto de conciencia. Corresponde al sentido propio<br />
de la “responsabilidad” en la acción, que el hombre está dispuesto a echar<br />
sobre sí la culpa. Porque a la única posibilidad de evitar esta antinomia, el noactuar,<br />
se le otorga éticamente un acento negativo; en cuanto a la ejecución<br />
empírica, tiene que conducir el no-actuar, en tanto una negación de la voluntad<br />
de existir, a una rápida destrucción de la propia existencia, y además con el<br />
“dejar de hacer” llegamos de inmediato a la más grande “falta de amor””. (PdW,<br />
274).<br />
Advertimos aquí como <strong>Jaspers</strong> concibe una culpabilidad originaria que<br />
nos determina sobre todo en cuanto a la inevitable consecuencia de nuestras<br />
acciones, y pensando en ello cita la palabra de Goethe: “El que actúa está<br />
siempre falto de conciencia”; en otras palabras, no podemos sino actuar a<br />
ciegas.<br />
Con ello quedamos en la antesala para seguir pensando sobre el<br />
problema de la justificación de la acción.<br />
P 4<br />
El Ciclo “Filosofía de la historia” continúa el próximo domingo a las cinco<br />
de la tarde.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 377 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 60<br />
Audición: domingo 3 de agosto de 2003 a las 17 hrs.<br />
Estamos analizando de cómo <strong>Jaspers</strong> reconoce en el hombre una “culpa<br />
esencial”, anterior a cualquier culpa particular, en un sentido que tiene que ver<br />
con el hecho de que las consecuencias imprevisibles de nuestras acciones<br />
siempre nos rebasan. En este contexto recuerda la afirmación de Goethe: “El<br />
que actúa está siempre falto de conciencia”.<br />
Pero luego intervienen las consideraciones o convicciones<br />
(Gesinnungen) y motivos que fundamentan la acción. Respecto de ello, dice<br />
<strong>Jaspers</strong> en su Psicología de las concepciones del mundo:<br />
“Aquí entra el auto-control ético, que una vez que se ha puesto en<br />
ejercicio, nunca está satisfecho, nunca ve algo absolutamente puro. Aunque se<br />
trate de que, de acuerdo a un aislamiento artificial, el motivo particular parezca<br />
y sea completamente puro, la totalidad de las condiciones del sentimiento y de<br />
las convicciones y de los impulsos no lo es: cada pureza es tal vez alcanzada a<br />
través de un sostener una cierta ceguera; la orientación hacia el ganar una<br />
visión de conjunto sobre la realidad no se ha seguido suficientemente, lo que<br />
es condición de un actuar con sentido, y por eso también éticamente” (274).<br />
HAJ<br />
Si antes había una insuficiencia respecto del saber acerca de las<br />
consecuencias de cada acción, ahora se trata de una insuficiencia del saber<br />
acerca de las motivaciones y los impulsos que nos llevan a la acción. En<br />
ambos casos se revela un saber inevitablemente limitado.<br />
P 1<br />
Esto guarda relación con el pensamiento jaspersiano sobre la libertad,<br />
en que se trata de cómo por de pronto hay condiciones de la libertad, como<br />
precisamente el saber, que constituyen en todo caso un aspecto de ella, pero<br />
que no la agotan. Escuchemos acerca de cómo se desarrolla esto en el<br />
“Esclarecimiento existencial”, que corresponde a la II Parte de Filosofía,<br />
publicada el 32, es decir, 13 años después que la Psicología de las<br />
concepciones del mundo, la obra en la que actualmente nos basamos:<br />
Por de pronto, reconozcamos cómo el saber nos señala particularmente<br />
como seres humanos: lo que meramente ocurre (lo que es mero acontecer<br />
fenoménico) no es libre, y me doy cuenta de que yo no me limito a ser<br />
simplemente un momento más de ese ocurrir. Ello se debe a que sé que soy.<br />
Hago lo que hago y sé que yo lo hago. Muero como todo otro ser vivo, pero sé<br />
que tengo que morir. Este saber no me arranca de la ineluctable necesidad,<br />
pero eleva al yo sobre lo nada más que necesario. <strong>Jaspers</strong>: "En el saber no soy<br />
libre, pero sin saber no hay libertad" (Ph. II, p. 177).<br />
Agreguemos aquí que si libremente tomamos una decisión, el saber en<br />
el que nos apoyamos es siempre limitado, y en este sentido, cabe decir que<br />
ineludiblemente actuamos siempre a ciegas, siguiendo en esto otra vez a<br />
Goethe.<br />
Pero luego aparece también el libre albedrío, como que sería<br />
nuevamente condición de la libertad, pero no condición suficiente como para<br />
dar cuenta de ella. Y el libre albedrío también está ligado a la señalada
limitación del saber: a través del saber me encuentro en un ámbito de múltiples<br />
posibilidades de las que sé que tengo que elegir alguna. Mi albedrío está<br />
determinado por lo que sé, pero recién dijimos que lo que decido puede resultar<br />
erróneo, porque mi saber es siempre limitado. Y, sin embargo, tengo que<br />
actuar, para lo cual me tengo que decidir, y aunque tenga que apoyarme en un<br />
saber presupuesto y limitado. El citado actuar a ciegas de Goethe se pone de<br />
manifiesto especialmente aquí.<br />
Pero, igual no radica en esta dependencia del albedrío de un saber<br />
limitado su insuficiencia para cubrir lo que sea la libertad. Su insuficiencia<br />
radica en última instancia en que las posibilidades a elegir del albedrío tienden<br />
a abstraerse de mí, sin que importe al final que soy yo el que está eligiendo.<br />
P 2<br />
Volvamos a la Psicología de las concepciones del mundo, donde<br />
continúa <strong>Jaspers</strong> reflexionando sobre estas condiciones, en definitiva<br />
insuficientes, de nuestro actuar:<br />
“En esta valoración ética se toma el hombre a sí mismo frente a un<br />
parámetro absoluto, el cual solo el hombre puede aplicarse a sí mismo. Y el<br />
sostener ese parámetro absoluto lo hace permanentemente persistir en la<br />
conciencia de una carencia y culpabilización /Verschuldung/, no en ésta o en la<br />
otra, sino en el todo. Como, por la contraparte, la dimisión /Aufgabe/ del<br />
parámetro absoluto conduce a la “disculpa” /”Entschuldigung”/ y al abandono<br />
de la esfera ética en pro de la legalidad, de la costumbre, de la decencia, y<br />
demás” (275).<br />
Reconozcamos como en ello <strong>Jaspers</strong> pone de relieve una culpabilidad,<br />
anterior a toda culpa particular, y ello sobre la base de la relación con el todo<br />
que es intrínseca al hombre. Y percatémonos que esto está dicho en 1919,<br />
mucho antes que Heidegger concibiera la ‘culpabilidad’ (‘Schuldigsein’), de la<br />
que trata Ser y tiempo. Interesa aquí destacar que Heidegger mismo le propuso<br />
a <strong>Jaspers</strong>, cuando recién comenzaba su amistad el año 20, reseñar la<br />
Psicología de las concepciones del mundo, Reseña que apareció años más<br />
tarde en Wegmarken, obra traducida hoy como Hitos.<br />
Destaquemos también que esta forma de concebir la culpabilidad, tanto<br />
por parte de <strong>Jaspers</strong> como de Heidegger, es distinta de lo que atañe al pecado<br />
original. Especialmente desde Heidegger se asume la culpabilidad<br />
ontológicamente, es decir como algo que concierne a la estructura de nuestro<br />
ser, mientras que el pecado original supone ya una explicación óntica de la<br />
culpa, en el sentido de haber contraído una culpa ante Dios, un pecado<br />
concreto, el primero de todos, que determina que la humanidad que sigue a<br />
Adán sea esencialmente pecadora.<br />
Ricoeur se pregunta en introducción a la simbólica del mal sobre las<br />
posibilidades hermeneúticas de interpretar el pecado original, y entre ellas –<br />
que, en todo caso, él no asume -, incluye una que es de carácter biológico. De<br />
acuerdo a ella, se trataría de una suerte de contagio (diríamos casi al modo de<br />
un virus).<br />
P 3<br />
Volvamos a la última cita de <strong>Jaspers</strong>. Ella decía en su parte final que<br />
cuando cede aquella relación con el todo, sucede entonces que somos disculpados<br />
(ent-schuldigt), lo cual acarrea consigo también un abandono de los<br />
parámetros éticos en pro de la legalidad, la costumbre o la decencia. En ello se<br />
hace patente la diferencia entre lo que sería lo propiamente ético, que supone
esta relación con el todo, en el sentido de nuestra esencial finitud, de no poder<br />
nunca saber ni abarcar plenamente los motivos o las consecuencias de<br />
nuestras acciones, y lo que sería la moral de las costumbres, como lo que<br />
atañe a normas de comportamiento o a la legalidad. Y el asunto es que en el<br />
primer ámbito, a su vez también el más originario, se da la culpabilidad,<br />
mientras que en el segundo, tan sólo son posibles las culpas particulares.<br />
Esta culpabilidad además no se deja decir ni explicar, lo cual la pone en<br />
el terreno de lo inaprensible e incomunicable. Se asocia por ello, al mismo<br />
tiempo, con el callar. <strong>Jaspers</strong>:<br />
“Esta última “culpa” – no hay que pensar en todo caso en delitos, faltas y<br />
demás en el sentido de lo cotidiano, todo lo cual es externo -, la vive el hombre,<br />
en cierto modo, en soledad, y el callar (no como un activo callar, sino como un<br />
permanecer inexpreso) es de alguna manera inevitable, a pesar de toda<br />
voluntad para la comunicación” (275). HAJ<br />
Y este modo de vivenciar la culpa, nos lleva a vivenciarla a la vez como<br />
una de las situaciones límite. Recordemos que para <strong>Jaspers</strong> la posibilidad de<br />
ser-sí-mismo del hombre se gesta a partir de esas situaciones. Ellas nos<br />
obligan a ser-desde-el-origen, y entre ellas, como vemos, la culpa. Mas,<br />
<strong>Jaspers</strong> reconoce que vivenciar la culpa, diríamos, como culpabilidad originaria,<br />
es algo que le está reservado sólo a pocos. Escuchamos al respecto:<br />
“<strong>La</strong> mayor parte de los hombres no vivencia esta <strong>situación</strong> límite ética;<br />
se puede existir de acuerdo a fuerzas vitales, con un rigor de las costumbres<br />
estoico y seguro para sí, ateniéndose a la obediencia de normas autoritativas,<br />
como a los principios acostumbrados y formulados de una comunidad” (276).<br />
Agreguemos aquí, por último, ciertos pensamientos decisivos de Paul<br />
Ricoeur sobre la culpabilidad: por de pronto de cómo ella va aparejada con el<br />
proceso que él describe como de “internalización del mal”, en el sentido de que<br />
el hombre arcaico vivía el mal, y el bien, como algo externo que le sobreviene,<br />
sin que en una primera etapa, medie la asunción de ninguna culpa.<br />
Precisamente, al iniciar el mal y el bien su internalización, se habrá de generar<br />
en definitiva una culpabilidad individual (y no simplemente colectiva).<br />
Ahora bien, la mencionada culpabilidad individual nos puede llevar a<br />
negarnos y a ver distintos fenómenos, como nuestro cuerpo, como depositario<br />
de potenciales culpas, como también le plantea exigencias al hombre que le<br />
obligan a superar fundamentalmente el apego a sus meras necesidades y el<br />
deseo de lo fácil. Vista de este modo la culpabilidad, así concebida, está aliada<br />
con el ascetismo.<br />
P 4<br />
El Ciclo “Filosofía de la historia” continúa el próximo domingo a las cinco<br />
de la tarde.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 378 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 61<br />
Audición: domingo 10 de agosto de 2003 a las 17 hrs.<br />
Goethe afirma, <strong>según</strong> recuerda el filósofo <strong>Jaspers</strong>, que el hombre actúa<br />
sin conciencia. <strong>Jaspers</strong> interpreta esto sobre todo en el sentido de la<br />
insuficiencia de nuestro saber que inevitablemente es limitado. Puede decirse<br />
al respecto que ya Aristóteles reconoce que hay una racionalidad específica<br />
concerniente a la praxis, la acción, y ésta es el nous theoretikós (en cierto<br />
modo, un anticipo de la razón práctica de Kant). Pues bien, si ella está<br />
encargada de orientar y justificar la acción, cabe sostener con <strong>Jaspers</strong> que esa<br />
razón no alcanza a abarcar con el saber que desarrolla ni los motivos ni las<br />
consecuencias de nuestras acciones, resultando, de este modo, como dice<br />
Goethe, que actuamos sin conciencia.<br />
Siguiendo lo anterior, puede sostenerse, si se quiere, que el ‘scire’ (el<br />
‘saber’) del ‘con-scire’ (del ‘con-saber’, de la ‘con-scientia’), y entiéndase de la<br />
conciencia llamada “moral”, es insuficiente para verdaderamente justificar la<br />
acción, cualesquiera que ésta sea.<br />
Vinculemos esto con el principio de razón suficiente de Leibniz, de<br />
acuerdo al cual todos los fenómenos y sucesos son como son y se comportan<br />
de acuerdo a una o múltiples razones suficientes. Él domina no solamente<br />
sobre el acontecer físico del universo del pasado, del presente y del futuro, sino<br />
también sobre el orden práctico y moral de lo que concierne a nuestras<br />
decisiones y acciones.<br />
P 1<br />
Antes que Schopenhauer y Kant, es el propio Leibniz quien extiende su<br />
principio de razón suficiente a lo moral. Así leemos en una de sus obras<br />
póstumas, los Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano, originalmente<br />
concebida como réplica a los Ensayos sobre el entendimiento humano de<br />
Locke, lo siguiente:<br />
“Y si no siempre podemos saber la razón que nos determina, o mejor,<br />
aquella por la cual nos determinamos a nosotros mismos, es debido a que<br />
somos igual de incapaces para darnos cuenta de todo el juego de nuestro<br />
espíritu y sus pensamientos, casi siempre imperceptibles y confusos, como<br />
para distinguir todos los mecanismos que la naturaleza hace intervenir en<br />
nuestro cuerpo. Así, si entendiésemos por necesidad la determinación segura<br />
del hombre, que podría ser prevista por un espíritu perfecto que conociese<br />
exhaustivamente todas las circunstancias de lo que sucede dentro y fuera del<br />
hombre, entonces sería seguro que todo acto libre sería necesario, puesto que<br />
los pensamientos están tan determinados como los movimientos a los cuales<br />
representan: pero hay que distinguir lo necesario de lo contingente, aunque se<br />
trate de lo contingente determinado”. 6<br />
Nótese como se destaca particularmente aquí la unión entre un estadio<br />
metafísico, en el que rige el principio de no-contradicción sobre las verdades de<br />
razón, que son necesarias, como las matemáticas, por ejemplo, y un estadio<br />
6 Leibniz, Nuevos ensayos sobre el entendimiento humano, trad. de Javier Echeverría Ezponda, Editora<br />
Nacional, Madrid, 1983, Libro II, Cap. XXI, p. 207.
físico y moral, en el cual rige el principio de razón suficiente sobre las verdades<br />
de hecho, que son contingentes, aunque su regencia se extiende también al<br />
estadio metafísico. (Ya veremos como se controla la aludida contingencia en lo<br />
moral).<br />
P 2<br />
Pero, como podemos ver, al mismo tiempo que se reconoce esta unión,<br />
más aún, esta incardinación de lo moral en lo metafísico, sin embargo Leibniz<br />
recomienda su distinción. Únicamente para aquel supuesto “espíritu perfecto”,<br />
en definitiva para la representación clara y cabal de la mónada divina, sucede<br />
que hay un conocimiento exhaustivo (y previo) de todo lo que le acontece al<br />
hombre, a cada hombre particular, que es una mónada <strong>espiritual</strong> con<br />
representaciones limitadas y confusas, no obstante estén potencialmente en<br />
cada una de ellas las huellas de la totalidad. Y luego, precisando más la<br />
distinción aludida:<br />
“Y no sólo las verdades contingentes no son necesarias, sino que sus<br />
nexos tampoco tienen siempre una necesidad absoluta, pues hay que<br />
reconocer que existen diferencias en la manera de determinar entre las<br />
consecuencias que se deducen en materia necesaria y las que se deducen en<br />
materia contingente. <strong>La</strong>s consecuencias matemáticas y metafísicas hacen<br />
necesario, pero las consecuencias físicas y morales inclinan sin hacer<br />
necesario; lo físico mismo tiene algo de moral y de voluntario en relación a<br />
Dios, puesto que las leyes del movimiento no tienen otra necesidad que la de lo<br />
mejor. Y como los cuerpos no eligen por sí mismos (al haber elegido Dios por<br />
ellos), el uso ha querido que se les denomine agentes necesarios, a lo cual yo<br />
no me opongo, con tal de que no se confunda lo necesario y lo determinado, y<br />
que no se vaya a imaginar que los seres libres actúan de manera<br />
indeterminada, error que ha primado en algunos pensadores, y que destruye<br />
las verdades más importantes, incluido el siguiente y fundamental axioma:<br />
“nada sucede sin razón”, sin el cual no se puede demostrar adecuadamente ni<br />
la existencia de Dios ni otras muchas verdades” (op. cit., p. 207-208).<br />
P 3<br />
Destaquemos los siguientes 3 puntos de esta última cita.<br />
1.Se aclara de qué manera la contingencia, que afecta a lo moral, no<br />
está librada a la arbitrariedad, en cuanto que si el opuesto de una necesidad<br />
metafísica es imposible, porque implica contradicción, el opuesto de una<br />
necesidad moral es inconveniente: “Necesitas (est) metaphysica, cujus<br />
oppositum est impossibile, seu implicat contradictionem; moralis, cujus<br />
oppositum est inconveniens”. 7<br />
2.Lex melioris, Principe du meilleur. A partir de la concepción de que<br />
“éste es el mejor de los mundos posibles”, lo que se funda a su vez en la<br />
harmonia praestabilita, se capta más diáfanamente la incarnidación de lo moral<br />
en el orden físico y metafísico, puesto que todo lo que acontece está<br />
indeclinablemente orientado hacia lo mejor:<br />
“Porque las ideas de Dios contienen una cantidad infinita de mundos<br />
posibles y sólo uno sólo de ellos puede existir, así tiene que haber una razón<br />
suficiente para la elección de Dios, que lo determina a él más a un mundo que<br />
a otro”. 8<br />
7<br />
Citado por Friedrich Jodl, Geschichte der Ethik /Historia de la ética/, vol. I, Cap. XIV “Leibniz”,Edit.<br />
Cotta, Berlin, 1920, p. 662.<br />
8<br />
Leibniz, Monadologie, op. cit., p. 53, trad. mía.
Y luego:<br />
“Esta razón puede encontrarse en la adecuación, vale decir, en los<br />
grados de perfección, que contienen los mundos; cada posible tiene el derecho<br />
a exigir existencia, de acuerdo a la medida de la perfección contenido en él”<br />
(op. cit., p. 54).<br />
No hemos de entrar aquí en la polémica en torno a los siguientes puntos<br />
que han dado origen a grandes discusiones teológicas, los cuales dejamos<br />
únicamente planteados a continuación:<br />
a.Si Dios sólo puede crear en cada caso el mejor de los mundos<br />
posibles, se perdería con ello su libertad. Y la réplica a ello: la sujeción a lo que<br />
a la omnisciencia divina se le revela como lo mejor no limitaría en absoluto su<br />
libertad.<br />
b.<strong>La</strong> pre-sciencia divina, de acuerdo a la cual Dios pre-ve de<br />
antemano todo futuro acontecer, coartaría la libertad humana. Y la réplica a<br />
ello: como Dios no está en el tiempo, Él ve todo en un eterno presente, sin fijar<br />
nada particular de antemano.<br />
c.No parece forzoso que Dios cree el mejor de los mundos<br />
posibles, cuando basta que su bondad suscite la creación de un mundo bueno.<br />
Y la réplica a ello: la sabiduría divina exige que Dios elija no lo bueno, sino lo<br />
óptimo.<br />
d.Si Deus est, unde malum? (Si Dios es, ¿de dónde el mal?)<br />
Pudiendo la omnipotencia divina evitar el mal, resulta un contrasentido que lo<br />
permita. Y como una de las tantas réplicas a ello, a lo que se aboca la mayor<br />
parte de la Teodicea: el mal es el precio de la creación de un ente libre, que<br />
goza justamente de la libertad de elegir entre bien y mal.<br />
3.Éste, el mejor de los mundos posibles a partir de la armonía<br />
preestablecida, está enteramente articulado y regido por el principio que<br />
establece que “nada sucede sin razón”.<br />
Hasta aquí lo que se refiere a Leibniz.<br />
Mas, corresponde agregar que, atendiendo a <strong>Jaspers</strong> que recuerda la<br />
afirmación de Goethe de que actuamos sin conciencia, digamos que todas las<br />
razones suficientes que puedan esgrimirse y establecer para justificar la acción<br />
serán de todos modos “insuficientes”.<br />
Y ello por lo demás no estaría en discordancia con el propio Leibniz,<br />
desde el momento que se cumple en lo que atañe a las perspectivas limitadas<br />
de las mónadas que somos. Sólo para la supuesta mónada divina, en la que<br />
está la perspectiva de todas las perspectivas, se cumple que habría una<br />
suficiencia absoluta para todas las acciones humanas, no solamente en cuanto<br />
a las “buenas”, sino también en cuanto a las “malas”, considerando que de aquí<br />
a la eternidad estas últimas cambian de signo, de acuerdo a la doctrina de la<br />
armonía prestablecida y la lex melioris.<br />
P 4<br />
El Ciclo “Filosofía de la historia” continúa el próximo domingo a las cinco<br />
de la tarde.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 379 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 62<br />
Audición: domingo 17 de agosto de 2003 a las 17 hrs.<br />
<strong>Jaspers</strong> recuerda la afirmación de Goethe que dice que el hombre actúa<br />
siempre sin conciencia (gewissenlos). Ello se debe, <strong>según</strong> el filósofo de<br />
Heidelberg, a nuestro saber limitado, y por lo mismo, a nuestra incapacidad de<br />
conocer a fondo tanto las motivaciones de la acción (si acaso han sido limpias),<br />
como sus consecuencias.<br />
Podemos vincular esto con el principio de razón suficiente que no<br />
solamente rige sobre el universo íntegro, sino también sobre las acciones<br />
humanas. De acuerdo a la formulación por Leibniz del principio de razón, se<br />
cumple que todo lo que es y lo que acontece, haya acontecido o acontecerá, es<br />
como es y se comporta como se comporta, de acuerdo a una o múltiples<br />
razones suficientes. El alcances del principio de razón suficiente es tal que ni<br />
un solo fenómeno o suceso queda fuera de su dominio. “Nihil est sine ratione”<br />
(“Nada es sin razón”), como dice Heidegger interpretando a Leibniz, equivale a<br />
“Omne ens habet rationem” (“Todo ente tiene una razón /o fundamento/”). Es<br />
más, ello corresponde a una primera acentuación del principio que e puede<br />
marcar con la cursiva: Nihil est sine ratione. Pero, habría la posibilidad de una<br />
segunda acentuación: Nihil est sine ratione. En esta segunda acentuación ya<br />
no se trata de que todos los entes, los fenómenos, las cosas obedezcan a la<br />
razón suficiente para ser lo que son y comportarse como se comportan, sino el<br />
propio ser, es decir, ser = razón suficiente o fundamento.<br />
Con ello, es decir, de la primera a la segunda acentuación, hemos dado<br />
un salto que caracteriza al pensar filosófico. (El ejercicio del pensar filosófico lo<br />
podemos caracterizar en el sentido de este salto).<br />
Planteadas las cosas así, la pregunta leibniziana: “¿Por qué es el ser<br />
que no más bien la nada?” se entiende claramente en el contexto de la<br />
segunda acentuación. A través de ella Leibniz no está más preguntando por<br />
qué esto o lo otro, sino ¿por qué es el ser propiamente tal? Y él la responde,<br />
diciendo: “Porque Dios es”, con lo cual no solamente el ser sino también Dios<br />
son pensados como Razón Suficiente y Fundamento.<br />
P 1<br />
Si pensamos esto en términos de orden, con ello queda establecido un<br />
orden total y universal de la razón suficiente en el que se pueden desplegar<br />
todos los saberes y las ciencias, las “ontologías regionales”, para dar con las<br />
razones suficientes de fenómenos físicos, químicos, biológicos, históricos,<br />
psíquicos o sociales, de acuerdo a cada ciencia en particular. En cada una de<br />
ellas opera el principium rationis sufficientis como principium reddendae rationis<br />
sufficientis, es decir, principio del volver a dar el fundamento. Este último<br />
corresponde a lo que podríamos llamar estadio epistemológico del principio. De<br />
acuerdo a él, el conocer en cualquiera de sus formas y variedades, supone un<br />
reddere, un volver a dar, un devolver el fundamento a lo que de por sí lo tiene.<br />
En otras palabras, si Crick y Watson en 1953 explican el funcionamiento de la<br />
doble espiral del ADN, significa esto que vuelven a dar el fundamento al<br />
fenómeno de la vida, la cual desde que se originó con la primera célula, en<br />
nuestro planeta o en otro lado, la tiene en ella.
Pero, sopesando la gravedad y relevancia del problema de la acción en<br />
todo su alcance y radicalidad en el sentido de la afirmación de Goethe de que<br />
actuamos sin conciencia, se trata de qué hacemos con todo ese<br />
inconmensurable conocimiento de las ciencias, fruto del reddendum del<br />
principio de razón suficiente.<br />
Y es aquí donde radica el problema, probablemente el más grande<br />
problema de nuestro tiempo.<br />
Si la acción es inevitablemente a ciegas, ello salta a la vista si miramos,<br />
aunque sea muy por encima, en nuestro derredor: el conocimiento científico<br />
traducido en tecnologías no sólo concernientes a la salud y la medicina, sino a<br />
los mataderos, al aparato bélico y a la que el filósofo español Gustavo Bueno<br />
llama hoy la “telebasura”.<br />
P 2<br />
Además es necesario decir aquí que desde luego lo decisivo será<br />
siempre la acción, a saber qué decisiones tomamos, qué hacemos y que<br />
transformaciones provocamos en el mundo. Pero a la vez está claro que las<br />
acciones tienen que estar comandadas e inspiradas en algo, y por eso el papel<br />
que le cabe no solamente a la razón práctica y a la conciencia, sino a las ideas<br />
y creencias que le dan una orientación a la acción.<br />
En atención a lo anterior, podemos darnos cuenta que incluso lo que<br />
concierne a la razón teórica y sus contenidos es lo que normalmente nos brinda<br />
esa esperada orientación.<br />
El problema de nuestro tiempo es, visto desde esta perspectiva, que la<br />
acción, o, por lo menos, lo más cercano a ella, como sería la tecnología o la<br />
economía, tiende a auto-justificarse, y entonces asistimos a una suerte de<br />
activismo que carece de un sentido que sea siquiera medianamente<br />
convincente.<br />
Aquí no se trata únicamente de que si alguna vez se construyeron<br />
centrales nucleares en Alemania para abastecer de electricidad, ahora hayan<br />
comenzado a cerrarlas por motivos que tienen que ver con los peligros para la<br />
humanidad entera de un accidente nuclear. No se trata únicamente de esto,<br />
aunque relativamente a este mismo ejemplo hay que recordar como los verdes<br />
alemanes se tomaron durantes tiempos muy prolongados varias de esas<br />
centrales, y que hubo muchas escaramuzas con la policía, que costaron más<br />
de un muerto y muchos heridos. En fin, si alguna vez se construyeron y otra<br />
vez se destruyeron las centrales nucleares, eso todavía podría considerarse un<br />
error de cálculo, un error en el reddendum de la razón suficiente.<br />
No, el error y el despropósito más profundo que hay en esto es que se<br />
tomen decisiones sobre la base de una suerte de independencia de la acción, y<br />
de lo más cercano a ella: la tecnología y la economía, desconsiderando y<br />
desatendiendo con ello al ser humano y su mundo.<br />
P 3<br />
Pues bien, con lo que sucede en esa desatención y, cabría agregar, en<br />
lo que se equivoca el pensar calculante técnico-económico, es que alguna vez<br />
aquello que fue postergado se rebelará y volverá a manifestarse; en este caso,<br />
me refiero al hombre mismo que vuelve a hacerse presente con las demandas<br />
propias de su ser para que se le resguarde propiamente.<br />
Incluso hasta la misma naturaleza parece comportarse de tal modo:<br />
¿acaso no llama la atención, por ejemplo, que el mundo se haya llenado de<br />
farmacias, especialmente nuestro país, de Isapres, de Clínicas y Hospitales, y
demás, como si la población estuviera muy enferma. Pues bien, al parecer lo<br />
está, y entonces no cabe preguntarse si acaso esto no tiene que ver con lo que<br />
comemos, que ya no parece natural, y con la carne que proviene de unos<br />
mataderos horrendos, que serían en este mundo lo más cercano al infierno<br />
más espantoso que pudiera concebir la imaginación.<br />
<strong>La</strong> naturaleza se venga. Esto lo ha pensado Baudrillard, y junto con ello<br />
además que las producciones humanas, por ejemplo, las de la tecnología,<br />
tienen un efecto de reversibilidad, y caen como un bumerang de vuelta al<br />
propio hombre. Éste es también para Baudrillard el secreto del objeto, su ironía,<br />
la ironía de la naturaleza, del universo, que pretende dominar o al menos<br />
controlar el sujeto<br />
P 4<br />
Al transitar el hombre desde una vida contemplativa, que a través del<br />
ocio <strong>espiritual</strong>, del pensamiento y de la fe, orientaba y le daba sentidos<br />
elevados a la acción, a una vida activa, hemos llevado esto tan lejos, que<br />
acabamos habitando en un mundo en el que hay demasiada acción, un exceso<br />
increíble de acción por todos lados.<br />
Es más, en cuanto a lo que se refiere a la acción cabe decir que<br />
probablemente lo que prima a lo largo de la historia es el errar. Es patente que<br />
es así desde el momento que se tiene mínimamente en cuenta los horrores de<br />
las guerras, de las deportaciones, de los miles y millones de muertos que han<br />
quedado en el camino tras la aplicación de ciertos modelos ideológicos. En<br />
este último caso podemos observar cómo la insuficiencia no está tan sólo en<br />
una acción que se ha independizado, sino en el modelo teórico-ideológico<br />
mismo, y que a la larga, se ha mostrado como nuevamente ha inducido a la<br />
humanidad, a la sociedad, o a un pueblo en particular, a errar.<br />
Probablemente se ha pensado muy poco hasta ahora sobre el errar<br />
(Heidegger lo hace en todo caso hacia fines de su opúsculo De la esencia de la<br />
verdad) y del carácter errático y errabundo del hombre, que al parecer le es<br />
esencial.<br />
El decurso de la historia suscita en este sentido la impresión por<br />
supuesto de muchos logros y avances, pero a la vez, cómo no, de la barbarie,<br />
del atropello y del retroceso.<br />
Por eso probablemente no hay para la filosofía, en tanto ética, nada más<br />
importante que pensar adecuadamente la acción y tal vez ésta es también la<br />
pregunta más relevante y necesaria en el momento actual.<br />
P 4<br />
El Ciclo “Filosofía de la historia” continúa el próximo domingo a las cinco<br />
de la tarde.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 380 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 63<br />
Audición: domingo 24 de agosto de 2003 a las 17 hrs.<br />
Si nuestro tema es “filosofía de la historia”, últimamente nos hemos<br />
abocado al problema de la acción. Ante todo podría decirse, la historia es<br />
acción. En la filosofía de manera reiterada se ha pensado sobre la acción, y en<br />
general lo que podemos constatar es que ella ha sido pensada desde las<br />
posibilidades más elevadas del ser humano. Lo que más ha preocupado al<br />
respecto es una suerte de desfase que se produce entre lo que el hombre cree<br />
y piensa, como a su vez entre los ideales que se forja, y la acción. Cuando ello<br />
ocurre de manera extrema, lo que observamos es una acción desprovista de<br />
todo sentido, que tiene las características de lo maquínico, de lo que se hace<br />
simplemente porque se hace, sin que medie una reflexión suficiente que<br />
preceda a la acción.<br />
Mas, podemos constatar también que la acción suele ser brutal y trae<br />
consigo el que corra mucha sangre, ocasionando grandes trastornos y<br />
sufrimientos sin límite a lo largo de la historia, cuando precisamente los ideales<br />
y las ideologías de por sí ya suponen un grave extravío, y ello sucede<br />
normalmente porque plantean distintas formas de separación, de exclusión y<br />
hasta de eliminación de grupos humanos, en función de que constituyen razas<br />
o credos diferentes, a los que se les hace aparecer como enemigos o como<br />
culpables de un cierto estado de las cosas, o de ciertas situaciones. Y<br />
curiosamente en este caso aquello se genera no precisamente en función del<br />
aludido desfase entre ideas y creencias, y la acción.<br />
Esto que observamos llega incluso hasta tal extremo que casi podría<br />
decirse, sin caer en exageraciones, que la historia ha consistido de manera<br />
muy significativa justamente en eso.<br />
P 1<br />
Si se trata entonces, como decíamos, de concebir la acción desde las<br />
posibilidades más elevadas del ser humano, así lo constatamos distintamente,<br />
por ejemplo en <strong>Jaspers</strong> o en Heidegger.<br />
En el caso de <strong>Jaspers</strong>, cuyo pensamiento venimos examinando desde<br />
hace algún tiempo, el asunto es superar ese desfase, planteando que la acción<br />
externa debe estar suscitada por una acción interna, y considera que la<br />
filosofía, el arte o la religión son formas de esta última, la acción interna.<br />
Cabe preguntarse al respecto si acaso lo que podría considerarse como<br />
una salida para el problema de la acción no sea la consideración de que<br />
aquella acción interna sea por si sola suficiente. En otras palabras, que la<br />
acción del hombre sea simplemente pensar, creer y crear, sin que eso<br />
necesariamente haya de traducirse a posteriori en una acción externa, que sea<br />
como su resultado.<br />
Esta posibilidad nos da que pensar desde el momento que constatamos<br />
que en el mundo occidentalizado en que vivimos una de sus características que<br />
notoriamente sobresale es algo así como un exceso de acción.<br />
Y podemos preguntarnos entonces: ¿a qué se debe esto? Pues bien, su<br />
razón de ser estaría en que especialmente la tecnología y la economía son las<br />
que llevan el rumbo del mundo, y su modo de ser es precisamente ante todo
activo. En otras palabras, a diferencia de la filosofía o la religión, el modo de<br />
ser tecnológico y económico es el del hacer. Y ello es a tal punto así que si<br />
miramos en nuestro derredor, vemos demasiadas cosas, demasiados<br />
artefactos, y si se quiere, un mundo, por lo mismo, demasiado artificial, lo que,<br />
como bien sabemos, por lo demás, ha traído consigo un severo daño, hasta<br />
cierto punto irreparable, del entorno y del planeta íntegro.<br />
Vistas las cosas de esta manera, indudablemente, el Oriente tiene<br />
mucho que enseñarnos, puesto que hay allí una fuerte cultura que<br />
predominantemente ha integrado en su modo de ser la meditación. Y, cabe<br />
reconocer al respecto que un lama, un monje budista meditando está<br />
claramente en armonía con su entorno, y no así el hombre con una motosierra<br />
en sus manos.<br />
P 2<br />
Veamos a continuación como podemos abordar el problema de la acción<br />
desde lo que es el hombre mismo y su relación con el mundo.<br />
El hombre puede ser concebido como una proyección ilimitable que hace<br />
mundo.<br />
Que el hombre sea proyección, y al mismo tiempo, poder-ser y<br />
posibilidad es algo que sabemos desde <strong>Jaspers</strong> y Heidegger. Se trata, en todo<br />
caso, de una posibilidad, no como aquella de que pueda o no pueda llover, sino<br />
de una posibilidad asumida, esto es, en el sentido de que el propio ser del<br />
hombre se despliega como posibilidad.<br />
Y esta es una proyección ilimitable, mas no ilimitada. Si fuera así<br />
estaríamos concibiendo al hombre como eterno. Ella es ilimitable entre el<br />
nacimiento y la muerte, y esto significa que es dentro de nuestra finitud. Sobre<br />
lo que haya antes del nacimiento o después de la muerte no nos podemos<br />
pronunciar. Esto es motivo de fe. Esto último lo he aprendido en particular de<br />
Heidegger.<br />
Ahora bien, la ilimitabilidad de esa proyección que somos, se debe a una<br />
doble razón: por una parte, porque, en tanto proyectantes, nos estamos<br />
proyectando permanentemente entre el nacimiento y la muerte. Y, por la otra<br />
parte, en cuanto a que lo que proyectamos, lo proyectado, nunca es último,<br />
definitivo y absoluto.<br />
Se trata además de que esta proyección se canaliza en lo que<br />
podríamos llamar “programaciones”, como es la técnica, la ciencia, el arte, la<br />
moral, la política, el derecho, la economía y la filosofía. Todas ellas hacen el<br />
mundo. Podríamos decir que ellas son a la vez las estrategias de la proyección<br />
ilimitable en cuanto a cómo hacer el mundo.<br />
P 3<br />
Sucede además que al interior de cada programación hay muchas<br />
perspectivas (así las podemos llamar). Por ejemplo, distintos partidos políticos,<br />
distintas ciencias, distintas concepciones morales, distintas religiones. Y a su<br />
vez dentro de cada perspectiva hay sub-perspectivas, como distintas teorías de<br />
una ciencia en particular, como la física, o distintas corrientes de opinión dentro<br />
de un partido político, distintas creencias, sacramentos y rituales, dentro de una<br />
misma religión.<br />
Por otro lado, entre las distintas programaciones suelen haber tensiones<br />
y conflictos, como entre la religión y la ciencia, entre la moral y la técnica, como<br />
también entre la moral y el arte. <strong>La</strong> historia de la humanidad está jalonada por
estos conflictos, como a su vez por los que suceden dentro de las perspectivas<br />
o sub-perspectivas de una misma programación.<br />
Mas, así como somos esencialmente una proyección ilimitable, que lo<br />
que proyecta lo estima siempre como superable, así también podemos ser una<br />
proyección limitada. Ella se entiende en función de que el hombre suele<br />
asegurar que lo que ha proyectado, trátese de teorías, ideologías,<br />
concepciones morales, creencias religiosas, es último, definitivo y absoluto.<br />
Pero la propia historia, en la que sucede que estados completos y<br />
superpotencias que se auto-definían bajo el manto de una ideología, se<br />
desmoronan.<br />
Pienso que en ello está también la raíz de la violencia, más<br />
precisamente en el hecho de que el hombre en los terrenos de la política, de la<br />
moral y de la religión despliega una proyección limitada, estimando que lo<br />
proyectado es definitivo. Y si bien tiene alguna justificación el que, por ejemplo,<br />
en la moral lo que el hombre proyecta sea suficientemente duradero, sin<br />
embargo podemos advertir como nuestras normas de comportamiento y de<br />
convivencia varían en el tiempo, y de generación en generación.<br />
P 4<br />
Corresponde agregar también a nuestras consideraciones respecto de la<br />
acción y como se puede pensar ésta desde lo que es el ser humano y su<br />
relación con el mundo aquello que plantea <strong>Jaspers</strong> y que se refiere a lo trágico.<br />
Siempre habrá para él un desgarro entre la existencia concreta que somos y la<br />
existencia o el ser-sí-mismo, que esencialmente es posibilidad y libertad, y en<br />
este sentido somos trágicos, aunque también lo somos, de acuerdo a este<br />
pensador, simplemente porque hemos de morir.<br />
Lo anterior quiere decir, por ejemplo, que si hoy por hoy no hacemos<br />
sino apostar por normas de convivencia democráticas, y vemos en esto nuestra<br />
salvación, no podemos dejar de decir al respecto que esto, al fin y al cabo, no<br />
es sino una apuesta, en la que, como en toda apuesta, nos puede ir bien o mal.<br />
Quien sabe si la democracia a corto plazo nos permita ver como plausible todo<br />
lo puede ser de carácter benéfico, ciertos logros, cierta realización razonable,<br />
cierta felicidad mesurada, como humanidad, y no sólo como individuos, como<br />
nación o como grupos determinados, pero, a la larga ¿no será lo que nos lleve<br />
a la destrucción. ¿No será que el evitar a toda costa las guerras, a través de<br />
gigantescas protestas en las calles de todo el mundo, nos conduzca a suprimir<br />
toda futura guerra, y que esto nos empuje irremediablemente a la guerra total<br />
que alguna vez se producirá? ¿No será que el irrestricto respeto por los<br />
derechos humanos, nos traslade alguna vez a un escenario en el que la<br />
explosión demográfica será a tal punto desmedida que acabaremos igual<br />
matándonos unos con otros simplemente por una lechuga, ya que los animales<br />
los habremos devorado ya?<br />
Éstas son preguntas que sólo pueden quedar planteadas.<br />
Como dice Goethe, <strong>según</strong> recuerda <strong>Jaspers</strong>, el hombre actúa<br />
inevitablemente a ciegas.<br />
P 5<br />
El Ciclo “Filosofía de la historia” continúa el próximo domingo a las cinco<br />
de la tarde.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 381 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Tema: “El problema de la acción”<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 64<br />
Audición: domingo 31 de agosto de 2003 a las 17 hrs.<br />
En sus reflexiones en torno a la acción, entiéndase de cómo justificar la<br />
acción, <strong>Jaspers</strong> tiene particularmente en cuenta a Kierkegaard. También en él,<br />
así como ha sido característico en la historia de la filosofía, se trata de pensar<br />
la acción desde las posibilidades más elevadas del ser humano. En su caso<br />
ello guarda relación con la culpa, o más bien culpabilidad esencial, anterior a<br />
cualquier culpa particular. Ello se explica porque mediante la mencionada<br />
culpabilidad estamos vinculados con lo absoluto. Ello nos hace ver que en<br />
verdad tanto <strong>Jaspers</strong> como Heidegger pensaron desde esta dimensión la<br />
culpabilidad, o “culpa esencial” , como la llama <strong>Jaspers</strong>, apoyándose en<br />
Kierkegaard. Para <strong>Jaspers</strong> se trata a su vez de la culpa como una de las<br />
situaciones límite, tal como aparece en la obra en que nos estamos basando,<br />
su Psicología de las concepciones del mundo. Escuchemos lo siguiente<br />
tomado de allí:<br />
“En las situaciones límite se destaca la conciencia más acentuada de la<br />
existencia, que como tal conciencia lo es de algo absoluto. A partir de aquí toda<br />
existencia aparece en lo infinito como algo abstracto, es un existir conforme al<br />
esquema, por muy diferenciado que pueda éste ser. A la vista del infinito o del<br />
absoluto el hombre tiene la sensación de salir de un velo de generalidades<br />
abstractas en las que él vivía su vida como algo natural. Por ello escribe<br />
Kierkegaard que la “culpa es la expresión más concreta de la existencia...<br />
Cuanto más abstracto es el individuo, tanto menos se comporta en orden a una<br />
bienaventuranza eterna, y tanto más se aleja también de la culpa pues la<br />
abstracción hace la existencia indiferente, pero la culpa es la expresión de la<br />
autoafirmación más acentuada de la existencia...”” (trad. de Mariano Marín<br />
Casero, Edit. Gredos, p. 363).<br />
P 1<br />
En efecto, se trata de que si nos asumimos como culpables en el sentido<br />
de la “culpa esencial”, nos ponemos con ello en relación con lo absoluto.<br />
Recordemos que aquella culpabilidad tiene que ver con nuestra esencial finitud,<br />
y ello también se vincula con el problema de la acción, por cuanto, <strong>según</strong><br />
hemos visto, para <strong>Jaspers</strong> actuamos inevitablemente a ciegas, sin poder saber<br />
suficientemente ni de las motivaciones ni de las consecuencias de la acción.<br />
En el pasaje que recién citábamos, se destacaba además otra idea que<br />
<strong>Jaspers</strong> ha tomado de Kierkegaard, y ésta se refiere a que “culpa es la<br />
expresión más concreta de la existencia...”. Asumiendo la culpa de este modo,<br />
dejamos de ser meras generalidades abstractas. Cabe decir que, sobre la base<br />
de Temor y temblor de Kierkegaard, este distanciamiento respecto de las<br />
generalidades abstractas se explica en el sentido de cómo la vida ética está<br />
asociada con lo general, diríamos con el imperativo categórico, pero regirnos<br />
únicamente por ello nos lleva a ser en cierto modo nada más que una suerte de<br />
abstracciones. Sólo en la vida religiosa para el filósofo de Copenhaguen la<br />
existencia se concreta, y en ella asumimos a la vez nuestra esencial culpa.
Al hacer alguna comparación con <strong>Jaspers</strong> en cuanto a este punto hay<br />
que tener cuidado. En él lo que traducimos como ‘existencia concreta’ (el<br />
‘Dasein’) es lo que corresponde a nuestro ser-tan-sólo-ahí, es decir, de acuerdo<br />
a lo meramente dado, que corresponde a la satisfacción de distintas<br />
necesidades y un afán de poder: Pues bien, para el filósofo de Heidelberg esta<br />
existencia concreta es la que está determinada por aquellas generalidades, que<br />
la existencia propiamente tal, esto es, auténtica, si bien no ha dejado atrás, al<br />
menos su ser no está delimitado por ellas.<br />
P 2<br />
Sigamos con <strong>Jaspers</strong> citando a Kierkegaard respecto de los alcances de<br />
la mentada culpa:<br />
“<strong>La</strong> característica de esta conciencia definitiva de la culpa es la totalidad.<br />
Y como antinomia, infinitud, límite, absoluto son conceptos que giran todos en<br />
torno a lo mismo, así también puede Kierkegaard mencionar la culpa como<br />
característica de la totalidad: “<strong>La</strong> totalidad de la culpa se origina para el<br />
individuo cuando él asocia su culpa, aunque fuese una sola, aunque fuese la<br />
más insignificante de todas, a la relación con la bienaventuranza eterna””<br />
(MMC, 363).<br />
Fijémonos en como para Kierkegaard se alcanzaría esa dimensión de la<br />
culpa esencial, apenas asociamos una culpa particular, por insignificante que<br />
sea, con la “bienaventuranza eterna” (“ewige Seligkeit”), lo que quiere decir que<br />
no supeditamos aquella culpa particular simplemente a una generalidad, como<br />
puede ser la justicia, o de cara a los padres o nuestros superiores que nos<br />
juzgan, sino que a la totalidad y lo absoluto. A este respecto <strong>Jaspers</strong> cita otra<br />
vez a Kierkegaard:<br />
“”<strong>La</strong> culpa total es lo decisivo; haberse cargado de culpa catorce veces,<br />
en comparación con esto, es un juego de niños”. El niño deja que su culpa<br />
permanezca como algo aislado, sin “asociarla”; se arrepiente, recibe golpes,<br />
quiere ser un niño mejor y olvida la culpa: no tiene conciencia definitiva de la<br />
culpa. 9 Ésta es la “conciencia decisiva de la culpa esencial, no de ésta o<br />
aquella culpa”” (MMC, 364).<br />
P 3<br />
Y, como hemos visto, relativo a la culpa esencial la relación con el todo<br />
es lo decisivo. <strong>Jaspers</strong> otra vez glosando primero y luego citando a<br />
Kierkegaard:<br />
“El hombre con conciencia total de la culpa “está cautivo siempre, uncido<br />
con los arreos de la culpa”. “Jamás consiste en echar manos a la obra de vez<br />
en cuando, sino en la constancia de la <strong>situación</strong>, en la constancia con la que<br />
esto es reunido con todo... En esto radica todo el arte de existir”” (MMC, 364).<br />
Destaquemos lo último en que se trata de la aludida culpa esencial como<br />
vinculada con “el arte de existir”. Y por eso recuerda <strong>Jaspers</strong> en seguida estas<br />
otras palabras:<br />
““<strong>La</strong> conciencia de la culpa es la expresión decisiva del pathos<br />
existencial frente a una bienaventuranza eterna”” (MMC, 364).<br />
Y para <strong>Jaspers</strong> lo que importa por sobre todo de esto es lo que atañe a<br />
la culpa como <strong>situación</strong> límite, así como el sufrimiento y la muerte, que<br />
9 Aquí el traductor Mariano Marín Casero en la versión de la Edit. Gredos confunde las comillas,<br />
entrecomillando citas como si fueran Kiekegaard, y no poniendo las comillas correspondientes cuando es<br />
cita de Kierkegaard.
tenemos que sobrellevar, justamente porque nos encontramos desde siempre y<br />
para siempre en esa <strong>situación</strong>.<br />
Pero hay más: la culpa esencial de la que hablamos no podemos<br />
representárnosla, porque si lo hacemos, la volvemos finita, lo mismo si<br />
pretendemos recordarla. En efecto cualquier representación, aun la propia de la<br />
culpa que recuerdo, y que probablemente me lleva incluso a desesperar, trae<br />
consigo nada más que un hacer finita la culpa y a la vez ponernos de este<br />
modo de cara no a la culpa, sino a una culpa particular. Por eso, citando<br />
nuevamente a Kierkegaard:<br />
“De la vivencia puede decirse aquí, como en otras ocasiones, en lo<br />
esencial que “el recuerdo eterno de la culpa no se deja expresar externamente,<br />
es inconmensurable, pues toda expresión externa hace finita la culpa” (MMC,<br />
364).<br />
Y de la consideración de esto se sigue a su vez lo relativo al silencio, en<br />
cuanto a que aquella culpa esencial es inexpresable. <strong>Jaspers</strong>:<br />
“Ésta es una de las razones del silencio inevitable sobre la interioridad<br />
última. Otra razón del silencio es la defensa propia contra la medianía. Este<br />
silencio ha ocupado a Kierkegaard: “Cierto que un hombre puede exigir<br />
esfuerzos de sí mismo de los que le disuadiría el amigo mejor dispuesto a ellos,<br />
si tuviese noticia de ello”. El hombre no puede ni debe decir esta norma<br />
absoluta...”Todo el que verdaderamente ha arriesgado su vida, ha tenido la<br />
norma del silencio; pues un amigo no puede ni debe nunca aconsejar esto,<br />
sencillamente porque aquel que, queriendo arriesgar su vida, precisa un amigo<br />
de confianza para reflexionar con él, no sirve para eso”...”aquel que guarda<br />
silencio no se queja a nadie más que a sí mismo, no ofende a nadie con sus<br />
aspiraciones;” (MMC, 364-365).<br />
P 4<br />
Sin duda hay en esta concepción radical y ontológica de la culpa como<br />
culpa esencial, anterior a toda posible culpa particular, y que no podemos<br />
representarnos ni acotarla, como tampoco expresarla o describirla, algo de la<br />
mayor relevancia para el hombre. Y ello es así sobre todo en el sentido de que<br />
la culpa entendida de esta forma, permite que el hombre establezca y se<br />
determine de acuerdo a límites. Ciertamente esos límites se acotan como esto<br />
o lo otro, lo permitido, lo debido, y demás, pero ello ya tiene que ver con un<br />
plano óntico de cómo se concreta la culpa como asociada a lo que puede<br />
suscitar culpas particulares. Y el punto está en que estas mismas posibles<br />
culpas particulares no las habría si antes no estamos determinados por la culpa<br />
esencial.<br />
Por último, cabe decir que si esta última, la culpa esencial, no la hubiere,<br />
y por consiguiente tampoco las culpas particulares, el hombre sería como un<br />
bruto desatado que puede abusar, engañar, asesinar sin límite.<br />
Ahora bien, esto es por otra parte lo que en parte sucede en la<br />
cotidianidad y en la historia, y ello quiere decir entonces que ciertos hombres a<br />
lo más ven nada más que posibles culpas particulares, suscitadas por la<br />
transgresión de ciertas leyes positivas o de costumbres, pero no se han<br />
asumido a sí mismos como esencialmente culpables.<br />
P 5<br />
Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo<br />
domingo a las cinco de la tarde con el tema “El problema de la acción”.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 382 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Tema: “El problema de la acción”<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 65<br />
Audición: domingo 7 de septiembre de 2003 a las 17 hrs.<br />
Como hemos visto, en la filosofía se ha pensado casi siempre y sin<br />
excepción el problema de la acción desde las posibilidades más elevadas del<br />
ser humano. Ello es perfectamente comprensible desde el momento que se<br />
tiene en cuenta el descamino y el extravío de la acción humana en la historia y<br />
en la cotidianidad.<br />
En el caso particular de <strong>Jaspers</strong> se trata incluso de que la acción estaría<br />
mediatizada por la “culpa esencial”, lo que quiere decir, como dice este<br />
nombre, que el hombre se asuma como esencialmente culpable. Y esto quiere<br />
decir a su vez que lo decisivo no es ésta o aquella culpa particular, sino la<br />
culpa esencial. Hemos visto que esta última se explica en función de nuestra<br />
finitud, desde el momento en que, al ponernos en relación con el todo,<br />
advertimos nuestras limitaciones, pero junto con ello también nuestro serdeudor.<br />
Veamos esto por el lado negativo, esto es, suponiendo que no nos<br />
asumiéramos en cuanto esta culpa esencial: así bastaría simplemente que<br />
cumpliéramos en el mejor de los casos con normas y leyes y únicamente<br />
cuando esto no ocurre, experimentamos culpa. Pero, <strong>según</strong> podemos darnos<br />
cuenta, esto es precisamente fariseísmo. Desde el pensamiento jaspersiano,<br />
esto es lo que tiene que ver con lo que él llama generalidades (término que<br />
está tomado en este sentido y con este alcance de Kierkegaard – éste las llama<br />
“generalidades abstractas” -). Ellas se relacionan con las costumbres, normas y<br />
leyes, mas ellas rigen sobre nuestras existencias meramente concretas, y no<br />
sobre la existencia, el ser-sí-mismo, propiamente tal.<br />
Visto desde otro ángulo, lo anterior – vale decir, lo relativo a asumirnos<br />
como esencialmente culpables - atañe además al fenómeno de la conciencia<br />
moral, en el sentido de que justamente debido a ello la mala conciencia y no la<br />
buena conciencia sería las más originaria. Y si bien en este caso ello se debe<br />
principalmente a la doctrina del pecado original, igual ello induce a que el<br />
hombre experimente su culpabilidad originaria sobre la base de su finitud<br />
esencial.<br />
P 1<br />
De todos modos hay que destacar aquí una diferencia fundamental entre<br />
la doctrina del pecado original y la culpa esencial de <strong>Jaspers</strong>, en el sentido de<br />
cómo para esta última el pecado original sigue correspondiendo a una cierta<br />
particularización de la culpa.<br />
<strong>La</strong> cuestión decisiva es pues la culpa esencial. Ésta es la que humaniza<br />
al hombre. Veamos esto nuevamente por el lado negativo: si el hombre no se<br />
asume como esencialmente culpable, y se siente bien y afirmado en una<br />
supuesta buena conciencia, cumpliendo nada más que con costumbres,<br />
normas y leyes, ¿entonces qué sentido de deuda puede haber respecto de las<br />
carencias y los horrores de este mundo? Como ya hemos recordado, para<br />
<strong>Jaspers</strong>, el mundo está siempre en ruinas, y en este sentido también, y habría<br />
que agregar, ante todo debido a ello, somos culpables. Ahora bien, si no
econozco mi deuda para con los otros, por ejemplo, respecto del hecho de que<br />
hay y siempre ha habido miseria y niños que se mueren de hambre,<br />
indudablemente este no reconocimiento es un flagrante signo de<br />
deshumanización. Y, en efecto, este no-reconocimiento me puede llevar a una<br />
vida en la que estoy fundamentalmente preocupado de mi propio bienestar y<br />
del que corresponde a mi familia. A mis hijos logro darles una buena<br />
educación, a mi esposa un bello hogar y satisfacer sus deseos. Vivimos en una<br />
<strong>situación</strong> tal que no nos falta absolutamente nada.<br />
Mas, podría decirse que igual aquí hay algo fundamental que falta y éste<br />
es precisamente el reconocimiento de la culpa esencial, mi deuda eterna que<br />
tengo con el mundo, y que ni con el mayor de todos los esfuerzos y sacrificios,<br />
como ni con la mayor de las entregas podría de ninguna manera saldar a<br />
cabalidad.<br />
En este sentido entonces debe entenderse la culpa esencial como<br />
también su conexión con la acción. Ello se explica fundamentalmente por<br />
cuanto recién a partir de la asunción de la mentada culpa esencial puedo<br />
propiamente actuar.<br />
P 2<br />
En alemán la palabra ‘Schuld’ significa tanto ‘culpa’ como ‘deuda’. En<br />
este último caso se la usa preferentemente en el prural ‘Schulden’, ‘deudas’.<br />
Esta doble acepción es particularmente decidora en el sentido de lo que<br />
venimos diciendo, por cuanto se trata de que la culpa esencial se explica<br />
particularmente en relación a nuestra deuda para con el mundo. Diríamos que<br />
se trata de nuestro “ser deudor”, que es la forma como se suele traducir el<br />
término ‘Schuldigsein’, que usa Heidegger. En esto coinciden los traductores: el<br />
español José Gaos y el chileno Jorge Eduardo Rivera.<br />
Heidegger, que desarrolla esta idea de un ser deudor o de una<br />
culpabilidad originaria del Dasein (el hombre) en Ser y tiempo, de 1927, sin<br />
duda alguna que estuvo fuertemente influido por el pensamiento de quien hasta<br />
ese momento era su íntimo amigo: Karl <strong>Jaspers</strong>, que desarrolla estas ideas en<br />
la Psicología de las concepciones del mundo, obra que es de 1919, y que el<br />
propio Heidegger le solicitara a <strong>Jaspers</strong>, reseñar.<br />
Pues bien, podríamos entonces decir que la culpa esencial corresponde<br />
a la deuda que tenemos y que siempre tendremos con el mundo, y que por<br />
consiguiente es como una deuda eterna. Cabría agregar que las deudas y<br />
culpas particulares que contraemos en nuestra condición de existencias<br />
concretas, como, por ejemplo, si simplemente en alguna <strong>situación</strong> nos<br />
olvidamos de concurrir a una cita que habíamos acordado previamente con<br />
alguien, esta culpa es subsanable, en cuanto a que de alguna manera ella está<br />
definida en el marco de las generalidades que rigen el comportamiento y la<br />
interrelación humana. Se espera en este caso que le demos una disculpa a la<br />
persona afectada por nuestro olvido, y que se quedó esperando en vano. Se<br />
espera a su vez que esa otra persona nos perdone, siempre que haya motivos<br />
suficientes para hacerlo, lo cual guarda relación con nuestra actitud de<br />
disculpa, con la calidad de nuestro gesto, e incluso con el hecho de que<br />
probablemente es la primera vez que ha sucedido este olvido.<br />
P 3<br />
Fijémonos hasta qué punto estamos determinados como existencias<br />
concretas que se ciñen a distintas generalidades. Hasta Sócrates muere<br />
pidiendo que se cancele un gallo. Y en efecto, es necesario cumplir con esas
generalidades, es lo que permite que nos constituyamos en sociedad. Hay<br />
costumbres, normas y leyes que respetar. Pero el punto está en que ello puede<br />
ser suficiente para ser honorables ciudadanos, pero no propiamente hombres.<br />
Esto es en definitiva lo que está en juego con una noción como la de la culpa<br />
esencial, que nos hace ver que las culpas particulares no constituyen toda la<br />
culpa.<br />
A estas consideraciones cabe agregar también que la posibilidad del ser<br />
culpógeno del hombre, incluso cuando esto se desliza hacia una patología, se<br />
vincula normalmente con culpas particulares. Esto es interesante porque es lo<br />
contrario de lo que espera. Se trata precisamente de que tenderíamos a<br />
suponer que ese posible ser culpógeno del hombre se vincularía con la<br />
asunción de una supuesta culpa esencial. Este vínculo tal vez se justificaría, si<br />
atendemos a lo que concierne al pecado original, y ello le da una justificación al<br />
modo como se establece el mentado vínculo en la crítica de Nietzsche al<br />
cristianismo.<br />
Ello se explica además desde el momento en que, como hemos visto, la<br />
doctrina del pecado original estaría también dentro del marco de una culpa<br />
original que, en este caso, se ha generalizado para toda la humanidad.<br />
Pero, distinto es lo que atañe a la culpa esencial. El descubrirla y<br />
plantearla como constitutiva de lo humano no tiene nada que ver con algo del<br />
orden de lo culpógeno, como que se explicaría a partir de ese supuesto ser<br />
culpógeno del hombre. Al contrario, del modo como se manifiesta normalmente<br />
eso que llamamos aquí lo culpógeno se debe a como un hombre, un grupo o<br />
una comunidad pueden quedar atrapados en cierta culpa particular. A veces<br />
esa culpa puede corresponder a una falta tan grave, lo que se determina en<br />
función de las generalidades que nos rigen como existencias concretas, como<br />
por ejemplo, un crimen de lesa humanidad, que la vida de una persona o de un<br />
grupo queda enteramente infestada por lo que ella o ellos hicieron en algún<br />
momento.<br />
Como este ser culpógeno del hombre suele estar muy asociado con una<br />
mentalidad religiosa, puede verse probablemente también, y con razón, a los<br />
mandamientos y preceptos religiosos, como generalidades, cuya omisión, por<br />
mínima que ella pueda parecer, conduce a esas personas a estar<br />
constantemente culpabilizándose. Pensemos, por ejemplo, en la omisión de no<br />
ir a la misa el día domingo, y lo que esto significaba especialmente hasta los<br />
años 70 u 80.<br />
P 4<br />
Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo<br />
domingo a las cinco de la tarde con el tema “El problema de la acción”.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 383 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Tema: “El problema de la acción”<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 66<br />
Audición: domingo 14 de septiembre de 2003 a las 17 hrs.<br />
<strong>Jaspers</strong> descubre que hay algo ontológicamente anterior a las culpas<br />
particulares, y esto es la “culpa esencial” o culpabilidad. Recién porque hay ella<br />
es que podemos sentirnos culpables de esto o lo otro. Ello tiene que ver dentro<br />
de su pensamiento desarrollado ya en la Psicología de las concepciones del<br />
mundo de 1919 - con el pensamiento de la culpa como una de las “situaciones<br />
límite”, junto con la lucha, la muerte y la casualidad. En comparación con la otra<br />
obra mayor posterior - Filosofía – del 31, entre las situaciones límite<br />
consideradas aquí ya no está incluida la casualidad (Zufall), y en vez de ella<br />
aparece el sufrimiento (Leiden). El que haya salido la casualidad tal vez se<br />
explique en función de su alcance, por cuanto éste es a tal punto amplio que se<br />
refiere en definitiva a lo propio de nuestras existencias concretas, expuestas<br />
precisamente a la casualidad, a lo accidental y al azar. Es decir, la casualidad<br />
viene a ser poco diferenciada.<br />
Por el otro lado, llama también la atención de que aparezca ahora el<br />
sufrimiento como una de las situaciones límite, vale decir de carácter<br />
permanente. Desde luego ello no puede explicarse en función de cuestiones<br />
puramente autobiográficas, como que el propio <strong>Jaspers</strong> sufrió mucho y, debido<br />
a su enfermedad crónica – que, con el tiempo se pudo establecer que se<br />
trataba de “éxtasis bronquiales” – ya a temprana edad se le pronosticó de que<br />
viviría muy poco, lo que por suerte no se cumplió. No, el sufrimiento no se<br />
puede explicar simplemente de esta forma. Sería demasiado irrespetuoso y por<br />
último grosero. Él tiene más bien que ver con el sufrimiento del alma. En todo<br />
caso, <strong>Jaspers</strong> reconoce la primera forma de sufrimiento, a la que llama<br />
“sufrimiento fáctico”, y tiene que ver con nuestras existencias meramente<br />
concretas.<br />
P 1<br />
Escuchemos lo que nos dice en Filosofía, su obra mayor del 31 sobre<br />
este sufrimiento fáctico, en lo que parece que se hicieran presentes sus propios<br />
sufrimientos:<br />
“Los muchos sufrimientos que, en ciertas situaciones, se adelantan al<br />
primer plano, y que otras veces son dominados con energía, pero que jamás<br />
pueden ser ignorados, son inabarcables. Los dolores físicos que tienen que<br />
soportarse una y otra vez; las enfermedades, las cuales no sólo ponen en<br />
cuestión la vida, sino que hacen descender al hombre viviendo por bajo de su<br />
propio ser el impotente esfuerzo, que fracasa en el afán de vencer y en lugar<br />
del verdadero rostro de mi ser, hace aparecer irremediablemente un rostro<br />
desfigurado; el volverse loco, teniendo conciencia de ello y en un estado que<br />
apenas puede vivirse después, morir sin morir – la senilidad patológica en el<br />
sentido de atrofiamiento; la aniquilación por la fuerza y poder de otro y las<br />
consecuencias de la dependencia en todas las formas de la esclavitud; el<br />
hambre -. El sufrimiento es reducción de la existencia empírica, destrucción<br />
parcial; detrás de todos los sufrimientos está la muerte. En la clase de<br />
sufrimiento y en la intensidad del dolor hay las mayores diferencias. Sin
embargo, en definitiva puede afectar a todos lo mismo y todos tenemos que<br />
soportar su parte; nadie se libra de él” (FV, 101-102).<br />
P 2<br />
En el pensamiento jaspersiano lo decisivo se juega en el contraste entre<br />
las existencias meramente concretas que somos y el salto a la existencia<br />
propiamente tal. Hemos visto como en el primer plano no nos asumimos<br />
propiamente de acuerdo con nuestra “culpa esencial” o culpabilidad, sino que a<br />
lo más vivenciamos lo que concierne a la culpa en el sentido de contraer culpas<br />
particulares. Ellas se fundan en las generalidades de la costumbre, la ley y la<br />
norma que atañen a nuestras existencias meramente concretas. En contraste<br />
con ello, hemos visto como la “culpa esencial” guarda relación con nuestra<br />
finitud, en cuanto a que siempre hay mal en el mundo, pero podemos hacernos<br />
cargo sólo parcialmente de ello.<br />
En simetría con esto, el sufrimiento, como recién veíamos, puede ser<br />
“fáctico” y atañe entonces a nuestra existencia concreta. Mas, habría otra<br />
dimensión del sufrimiento que es propio de la existencia propiamente tal, y ésta<br />
modalidad supone que vivenciamos el sufrimiento como <strong>situación</strong> límite.<br />
Escuchemos:<br />
“Cuando me comporto como si el sufrimiento no fuera definitivo sino<br />
evitable, entonces no estoy todavía en la <strong>situación</strong> límite sino que aprehendo<br />
los sufrimientos como, ciertamente, infinitos en número, pero no como<br />
perteneciendo necesariamente a la existencia empírica: entonces son<br />
particulares y no afectan a la totalidad de la existencia empírica. / Yo lucho<br />
contra el sufrimiento sobre el supuesto de que pudo haber sido suprimido. Este<br />
combate tiene éxito de hecho y se convierte en una condición de la existencia<br />
empírica del hombre. Cada cual participa en esta lucha y se exige, en tanto es<br />
sincero y ve la <strong>situación</strong>, el más cabal esfuerzo en este combate con todos los<br />
medios convenientes racionales y empíricos. El éxito es, en verdad, siempre<br />
limitado. Sin embargo, se hace abstracción del dolor como si no fuera<br />
necesariamente inherente a la existencia empírica, forjándonos una utopía<br />
<strong>según</strong> la cual, cuando la biología y la medicina hayan alcanzado su cima y el<br />
arte político la justicia perfecta, se sabrá evitar todo dolor, toda enfermedad y<br />
toda dependencia opresora; la muerte será como la extinción sin dolor, ni<br />
temida ni deseada, de una luz” (FV, 102).<br />
P 3<br />
Y sigue nuestro filósofo:<br />
“Estos pensamientos sobre la extinción del dolor parecen salvadores<br />
pero no pueden libertar. <strong>La</strong> existencia empírica, que no arrostre de frente la<br />
necesidad del sufrimiento, tiene que alimentarse de ilusiones engañosas. Yo<br />
eludo el sufrimiento en mí mismo porque no comprendo los hechos y, por tanto,<br />
no soy afectado existencialmente por ellos, no los transformo en actividad, sino<br />
que no hago más que sufrir; yo limito instintivamente mi campo de visión, por<br />
ejemplo, no quiero saber del médico la verdad, no quiero reconocer mi<br />
enfermedad ni ver mi deficiencia física y <strong>espiritual</strong>, ni claramente cuál es mi<br />
<strong>situación</strong> social en la realidad en lugar de estar en claro, en todos mis<br />
esfuerzos para anular el sufrimiento, respecto a la medida en que son<br />
insuprimibles, al renunciar a la claridad renuncio también a combatir racional y<br />
eficazmente mi sufrimiento, en tanto que yo, ciego de rabia, atribuyo la culpa<br />
solamente a la malevolencia y tontería de otro y me consuelo con el<br />
pensamiento pasivo de que terminará el sufrimiento con la simple aniquilación
del culpable. O bien me sustraigo al sufrimiento del otro manteniéndome<br />
alejado y retirándome oportunamente de un hombre cuando su desdicha es<br />
irremediable. Así se ensancha la sima abierta entre los felices y los<br />
desagraciados, por virtud del embotamiento y el silencio; se hace uno<br />
indiferente y desconsiderado, al cabo incluso se llega a menospreciar y odiar al<br />
que sufre, lo mismo que muchos animales atormentan hasta la muerte a los<br />
compañeros enfermos” (FV, 102-103).<br />
P 4<br />
Podríamos decir que si somos esencialmente culpables, mientras hay<br />
dolor y hambre en el mundo, lo mismo sufrimiento. En este sentido, la felicidad<br />
sola, completamente ajena al sufrimiento, es vacía y no puede convencernos<br />
en su valor. Es por ello que <strong>Jaspers</strong> puede asociar el sufrimiento con uno de<br />
los elementos esenciales de su pensamiento, cual es el despertar de la<br />
existencia, que no es otro que el despertar del hombre. Escuchemos:<br />
“DESPERTAR DE LA “EXISTENCIA” POR VIRTUD DEL<br />
SUFRIMIENTO. – En cambio, en la <strong>situación</strong> límite, el sufrimiento sólo puede<br />
presentarse como inevitable. Ahora yo aprehendo mi sufrimiento como la parte<br />
que me ha correspondido, me lamento y sufro verdaderamente, no trato de<br />
disimulármelo, vivo en tensión entre la voluntad de decir “sí” a mi sufrimiento y<br />
de no poder decir nunca “sí” definitivamente, lucho contra el sufrimiento para<br />
limitarlo, para diferirlo; pero, teniéndolo como algo que me es extraño, sin<br />
embargo, lo tengo como perteneciéndome y no alcanzo ni la serenidad de la<br />
armonía soportándolo pasivamente ni me enfurezco en la oscura<br />
incomprensión. Cada cual tiene que soportar y cumplir el dolor que le toca.<br />
Nadie puede sustraerse a él. / Si no hubiera más que la felicidad de la<br />
existencia empírica, entonces la posible “existencia” quedaría como dormida.<br />
Es cosa singular que la pura felicidad parezca vacía. Así como el sufrimiento<br />
anula la existencia empírica fáctica, la felicidad parece amenazar el verdadero<br />
ser. En el estado de felicidad hay una objeción interior por virtud de un saber<br />
que la permite subsistir. <strong>La</strong> felicidad tiene que ser puesta en cuestión para<br />
después de restablecida ser entonces verdadera felicidad; la verdad de la<br />
felicidad se eleva sobre la base del fracaso” (FV, 103-104).<br />
P 5<br />
Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo<br />
domingo a las cinco de la tarde con el tema “El problema de la acción”.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 384 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Tema: “El problema de la acción”<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 67<br />
Audición: domingo 21 de septiembre de 2003 a las 17 hrs.<br />
Nos llamaba la atención cómo así el sufrimiento no apareciera entre las<br />
situaciones límite en la obra de <strong>Jaspers</strong> – Psicología de las concepciones del<br />
mundo – de 1919, y, en cambio si aparecía en Filosofía de 1931. En verdad, de<br />
acuerdo a la primera de estas obras mencionadas, la importancia del<br />
sufrimiento (Leiden) es tal que por eso no es una <strong>situación</strong> límite más – así<br />
pensaba <strong>Jaspers</strong> en ese tiempo en el que se estaba completando su transición<br />
de la Psiquiatría a la Filosofía -.<br />
Por este motivo, leemos en la mencionada Psicología /.../ que el<br />
sufrimiento es común a todas la situaciones límite. Recordemos que las<br />
mentadas situaciones límite que se presentan en esta obra son: lucha, muerte,<br />
casualidad y culpa. Que lucha, muerte y culpa produzcan sufrimiento, está por<br />
demás claro; en el caso de la casualidad, ello se explica, porque lo que está en<br />
juego en ella es el quedar expuesto a lo azaroso y lo impredecible. En todo<br />
caso esta <strong>situación</strong> límite – la de la casualidad – desaparecerá en la obra del<br />
31 y precisamente en su reemplazo aparecerá el sufrimiento. Escuchemos:<br />
“Lo común a todas las situaciones límite es que producen sufrimiento.<br />
Pero tienen también en común que despliegan fuerzas que van acompañadas<br />
del placer de la existencia, del sentido, del crecer. El sufrir no es una <strong>situación</strong><br />
límite entre otras, sino que todas, bajo el punto de vista subjetivo, devienen a<br />
sufrimiento. El placer y el sufrimiento están encadenados inevitablemente uno a<br />
otro. Ambos son algo último, avasallador, insuperable, esencial a nuestra<br />
<strong>situación</strong>. Como sufrimiento, aprehendemos solamente una cara, enumeramos<br />
lo negativo del valor. Podría intentarse, probablemente, también una<br />
descripción de lo positivo del valor, de la alegría, de las sublimaciones del<br />
sentido (MMC, p. 324).<br />
P 1<br />
Para <strong>Jaspers</strong> se trata de cómo estamos determinados por una condición<br />
antinómica, vale decir, de opuestos, de lucha de contrarios, idea que, si no<br />
vamos tan lejos como a Heráclito, proviene fundamentalmente de Kierkegaard.<br />
En este sentido, el sufrimiento y todas las situaciones límite las vivimos sobre<br />
esa tensión antinómica; en otras palabras, vivimos tanto el sufrimiento como<br />
falta de alegría, como esta última en tanto falta de sufrimiento, pero sin que<br />
nunca se den simplemente aisladamente.<br />
Lo anterior explica por qué el Capítulo sobre las situaciones límite en<br />
particular, tomando a cada una por separado, está inserto dentro de una<br />
Sección más amplia, titulada “<strong>La</strong> estructura antinómica de la existencia<br />
concreta”.<br />
Detengámonos en el análisis de esta estructura. Por de pronto, se trata<br />
de la antinomia y la oposición en general y <strong>según</strong> los alcances que tiene cada<br />
una de sus modalidades. Escuchemos:<br />
“Hay muchos conceptos de oposiciones. Frente a la oposición lógica (por<br />
ejemplo, del juicio afirmativo y negativo) está la oposición real (por ejemplo<br />
atracción y repulsa, vida y muerte). Distinta a ambas es la oposición de valores
(por ejemplo útil y perjudicial). El tipo de la oposición lógica es la contradicción.<br />
<strong>La</strong> oposición real no aparece, en primer lugar, como mera diversidad (por<br />
ejemplo azul y verde) a diferencia de la igualdad; en segundo lugar como<br />
polaridad (por ejemplo caliente-frío, oscuro-claro); entre los dos polos, las<br />
oposiciones máximas, discurre una serie de cruces, que pueden concebirse<br />
como escalonados gradualmente; en tercer lugar, como antagonismo de<br />
fuerzas contrapuestas que se inhiben, anulan, substraen, se unen a otras<br />
fuerzas (por ejemplo electricidad positiva y negativa, paralelogramo de fuerzas,<br />
instintos que se combaten) (MMC, p. 305).<br />
P 2<br />
Como observamos, para <strong>Jaspers</strong> la antinomia se presenta en los<br />
distintos planos del ser: en un plano lógico, en el que se hace valer como<br />
contradicción; en un plano real, en el que puede mostrarse como diversidad,<br />
pero también como polaridad e incluso como antagonismo.<br />
Visto de esta forma, se entiende como así la antinomia es constitutiva<br />
del ser en todas sus manifestaciones, y lo que es más interesante para<br />
nosotros: por cierto es también constitutiva de lo humano, como que el hombre<br />
necesita para su desarrollo de la diversidad, la polaridad y aun el antagonismo<br />
entre fuerzas contrarias. Podemos pensar aquí en lo que filosóficamente<br />
significa la prueba y el ser puesto a prueba, en la medida en que precisamente<br />
ello requiere de una fricción entre fuerzas y elementos antagónicos.<br />
<strong>Jaspers</strong> examina primero el alcance de lo antinómico por el lado del<br />
objeto. Esto tiene que ver:<br />
1.Con las oposiciones que se le presentan al pensar, por ejemplo en<br />
relación con la continuidad versus discontinuidad, así como se desarrolló estos<br />
en el pensamiento de los Eleatas, aquella escuela filosófica del siglo V a.C.<br />
radicada en Siracusa, a la que pertenecieron Zenón, su fundador, y<br />
Parménides. Existimos en un continuum, que se expresa, por ejemplo, como<br />
tiempo, pero el pensamiento al intentar definir el tiempo, lo discontinúa, al hacer<br />
diferenciaciones entre pasado, presente, futuro, antes, ahora, después, y otros.<br />
2.También entran aquí en juego las antinomias de la realidad, por<br />
ejemplo, en lo que atañe a la pregunta en torno a la ilimitación o limitación del<br />
universo, lo que en particular tiene que ver con las antinomias desarrolladas<br />
por Kant, léase las “antinomias cosmológicas”. Tanto bajo el supuesto de que<br />
el universo es finito en el tiempo o en el espacio, como bajo el supuesto<br />
contrario, el pensamiento queda de cara a una incógnita que no puede<br />
resolver.<br />
Mas este carácter antinómico que afecta tanto al pensar propiamente tal<br />
como a la realidad no anquilosa nuestra actividad intelectual, sino que, como lo<br />
plantea nuestro filósofo, constituye un acicate. Es más, el hecho de que no se<br />
puedan explicar o resolver las cuestiones últimas, se traduce en un impulso<br />
para las ciencias, que entonces se abocan al estudio de partes o tipos de entes<br />
del vasto e inconmensurable universo, es decir, desarrollan aquello que<br />
Heidegger llamó certeramente “ontologías regionales”.<br />
P 3<br />
En cuanto a lo que concierne al carácter antinómico por el lado del<br />
objeto, también se trata aquí de lo referente a los valores y a la acción. Si bien<br />
este terreno tiene que ver con el sujeto, sin embargo se refiere específicamente<br />
a la objetividad y las generalidades de costumbres, normas y valores en que el<br />
hombre se apoya con el fin de actuar apropiadamente. Escuchemos:
“<strong>La</strong> <strong>situación</strong> objetiva es para el hombre muy conmovedora, porque él no<br />
solamente conoce la realidad, sino que también valora y para su existencia<br />
interviene en ella obrando a partir de valoraciones y fines. Los valores<br />
consisten enteramente en oposiciones y falta de valor. A todo valor está unido<br />
en una forma totalmente general una falta de valor. Los valores obtienen la<br />
forma de un algo objetivo, de un reino especial, como algo que tiene validez en<br />
sí, que debe ser cumplido o exigido. Entre este reino de los valores y la<br />
realidad existe una tensión: En lugar de que lo que es real también tenga valor<br />
y todo valor sea real por el contrario, la realidad es sin consideración alguna a<br />
las oposiciones de valor, y el hombre anda por su parte un camino infinito de<br />
realización de valores, al menos <strong>según</strong> su intencionalidad, quedando<br />
objetivamente completamente problemático, si en realidad en la sucesión del<br />
tiempo se da “progreso” en la realización de valores; o si solamente hay series<br />
de realización de valores y de destrucción de valores en los individuos aislados<br />
y en períodos de tiempo limitados, aunque también largos” (MMC, 311).<br />
<strong>Jaspers</strong> tiene muy en cuenta aquí el desfase que inevitablemente hay<br />
entre las cosas y fenómenos, que en sí mismos, son a-valóricos, es decir, son<br />
independientes de nuestras valoraciones y los valores y valoraciones que<br />
nosotros hacemos y tenemos que hacer con el fin de orientar nuestras<br />
existencias.<br />
P 4<br />
Lo anterior nos muestra como el filósofo nacido en Oldenburg tiene muy<br />
presente ya aquí, en esta obra de 1919, elementos de lo que podríamos llamar<br />
una “ética negativa”, vale decir, una ética tal en la que se trata o de “suspender<br />
el juicio”, como plantearon esto los estoicos, o de estar determinados por una<br />
“predisposición al retiro de las valoraciones”, con el fin de mantenernos lo más<br />
próximos a las cosas, fenómenos, situaciones y eventos que conforman el<br />
mundo en que nos debatimos. Esto lo he desarrollado en el libro Aventura<br />
ética. Hacia una ética originaria.<br />
Y <strong>Jaspers</strong> lo que tiene además en cuenta en las palabras citadas más<br />
arriba es como el mundo va cambiando, de tal manera que lo que alguna vez<br />
valoramos de alguna forma ya no lo podemos seguir valorando igual. Mas,<br />
cuidadosamente él deja planteado este desfase, esta antinomia que se da<br />
entre los valores y la realidad, como algo sobre lo cual se suscitan muchas<br />
preguntas. Citemos otra vez sus últimas palabras:<br />
“En lugar de que lo que es real también tenga valor y todo valor sea real<br />
por el contrario, la realidad es sin consideración alguna a las oposiciones de<br />
valor, y el hombre anda por su parte un camino infinito de realización de<br />
valores, al menos <strong>según</strong> su intencionalidad, quedando objetivamente<br />
completamente problemático, si en realidad en la sucesión del tiempo se da<br />
“progreso” en la realización de valores; o si solamente hay series de realización<br />
de valores y de destrucción de valores en los individuos aislados y en períodos<br />
de tiempo limitados, aunque también largos”.<br />
P 5<br />
Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo<br />
domingo a las cinco de la tarde con el tema “El problema de la acción”.
“<strong>La</strong> fiesta del pensamiento”<br />
Realización: Cristóbal Holzapfel<br />
Programa No. 385 para la Radio de la Universidad de Chile<br />
Tema: “El problema de la acción”<br />
Ciclo: Filosofía de la historia 68<br />
Audición: domingo 28 de septiembre de 2003 a las 17 hrs.<br />
<strong>Jaspers</strong> analiza al hombre fundamentalmente sobre la base de un<br />
carácter antinómico que lo determina. Últimamente veíamos como ello se<br />
plantea también en el ámbito valórico. Ello tiene que ver en particular con el<br />
hecho de que los valores y valoraciones que hacemos siempre están en<br />
tensión con aquello sobre lo cual éstos recaen – las cosas, los fenómenos, las<br />
situaciones, los eventos, los acontecimientos – que valoramos, y esto en el<br />
sentido de que estos últimos son esencialmente a-valóricos, vale decir,<br />
independientes de los valores y valoraciones. Ello hace necesario que ya<br />
pronto o al cabo de un tiempo haya que retirar las valoraciones, con el fin de<br />
atender a un nuevo estado de cosas. Podríamos agregar aquí que esto no<br />
necesariamente implica relativismo, sino tan sólo reconocimiento de que el<br />
modo como valoramos las cosas cambia, sin que ello signifique eo ipso que los<br />
valores propiamente tales cambiaran.<br />
El mencionado carácter antinómico lo vincula <strong>Jaspers</strong> también con la<br />
acción, en el sentido de cómo, siguiendo en esto a Goethe, el hombre actúa<br />
inevitablemente a ciegas, por cuanto no puede conocer ni la totalidad de las<br />
motivaciones, ni de las consecuencias de una acción determinada. De esto<br />
tratábamos en una oportunidad anterior. Completemos ahora ese análisis<br />
iniciado. <strong>Jaspers</strong>:<br />
“Todo obrar en orden a los valores tiene consecuencias que no quiso el<br />
operante ni puede querer. Ningún obrar tiene de una forma pura y sin<br />
consecuencias concomitantes los efectos deseados. Ejemplos de ello serían:<br />
Yo quiero amor al prójimo y cultura <strong>espiritual</strong>; para poder realizar estas cosas<br />
donde sea, acepto realmente la explotación humana – como algo inevitable –<br />
aunque a mí vista esté muy oculta” (MMC, 312).<br />
P 1<br />
En definitiva, el reconocimiento del aludido carácter antinómico se apoya<br />
en la concepción de la finitud de la existencia humana. Para nuestro pensador<br />
se trata de que el hombre nunca puede alcanzar una armonía; él esta siempre<br />
en tensión entre fuerzas opuestas que no puede desconocer. Así esto atañe<br />
incluso al reconocimiento, como veíamos recién, de que si hay vida <strong>espiritual</strong>,<br />
tenemos que aceptar que ello es posible porque hay explotación. En otras<br />
palabras, el trabajo de otros que se preocupan de asegurar la satisfacción de<br />
las necesidades básicas del ser humano, hace posible esa <strong>espiritual</strong>idad, y lo<br />
mismo podría decirse del hecho que hayan estudios superiores e investigación<br />
científica. Así también para <strong>Jaspers</strong> la exclusión total y absoluta de la mentira<br />
es insostenible. Hay distintas situaciones en las que la mentira tiene<br />
justificación. Y así podrían ponerse muchos otros ejemplos que revelan esa<br />
esencial disarmonía del ser humano.<br />
Hasta aquí hemos tratado del carácter antinómico del hombre por el lado<br />
del objeto. Como hemos visto, ello ha tenido que ver, entre otros, con la<br />
realidad; por ejemplo, en lo que atañe al universo, éste puede ser concebido<br />
espacio-temporalmente tanto como finito como infinito. Hemos visto que lo
eferente al objeto también concierne a los valores, que constituirían un<br />
sustento para la acción. En este sentido aquellos valores se pretende que<br />
serían objetivos, pero como veíamos, lo antinómico también los atraviesa.<br />
P 2<br />
Ahora, por el lado del sujeto, también despunta lo antinómico. Y si lo<br />
antinómico en la realidad, en el universo, posibilita al fin y al cabo que haya<br />
movimiento (entre lo fuerte y lo débil, por ejemplo), así lo antinómico en el<br />
hombre permite que él crezca, madure y se desarrolle. <strong>Jaspers</strong>:<br />
“En los instintos las oposiciones están encadenadas unas a otras. Si se<br />
tiene un instinto, se origina en una polaridad. No podemos desembarazarnos<br />
de un instinto, a lo sumo de toda la polaridad. Mientras que la concepción<br />
racionalista, no intuitiva espera que al existir en lo anímico una parte de la<br />
oposición, falte lógicamente la parte contrapuesta; en realidad ocurre que la<br />
disciplina de una parte puede tener el efecto principal para acuñación de la<br />
personalidad, sobre todo para el obrar; pero en la vivencia misma existen las<br />
dos partes y nos está permitido deducir de una parte la existencia de la otra.<br />
Necesidad de placer y necesidad de displacer, sadismo y masoquismo,<br />
voluntad de poder y deseo de sumisión, amor y odio,, necesidad de sosiego,<br />
etc., van parejos; en una palabra, frente a todo querer está un no querer.<br />
“<strong>La</strong>s oposiciones como contraste se provocan mutuamente. Una<br />
evolución anímica hacia una parte tiende al cambio hacia la contrapuesta,<br />
precisamente de la manera más intensa cuando se produce una evolución pura<br />
y elevada de una posibilidad. Ya en lo fisiológico, el mirar prolongadamente un<br />
color produce una persistencia de la imagen en el color complementario.<br />
También en el mundo de los sentimientos, las tristezas intensas se cambian<br />
después de algún tiempo, a veces por el motivo más insignificante determinado<br />
por condiciones internas, en alegría que quizás no es adecuada a la <strong>situación</strong><br />
total, y a la inversa. Finalmente tiene validez siempre lo que, por mostrarse en<br />
esta época de una forma especialmente clara, se ha dicho del hombre<br />
medieval: “Lo contrapuesto se presenta en una cercanía inmediata, búsqueda<br />
del mundo y huida de él; la renuncia y el placer más salvaje, amor y atroz<br />
crueldad, misericordia y dureza caballeresca, entendimiento a secas y exceso<br />
de sentimiento, impresiones de la cercanía de Dios y abandono de Dios”.<br />
(Gass, citado por V. Eicken). El que desea mucho placer, ha de aguantar<br />
mucho displacer. El que no desea el displacer, ha de renunciar al placer (como<br />
los estoicos). <strong>La</strong> ascesis aumenta el goce. Sólo el asceta vive las tentaciones<br />
de San Antonio, pero tampoco logra salvarse de ellas” (MMC, 313-314).<br />
P 3<br />
Sin duda alguna, la antinómico, las oposiciones, los contrastes son lo<br />
decisivo y los requerimos para nuestro desarrollo. Podríamos decir como en<br />
este sentido el hombre únicamente puede crecer si es puesto a prueba.<br />
Además, así como en la naturaleza y el universo, esas oposiciones generan<br />
movimiento, así también ello hace posible el cambio y el crecimiento en el<br />
hombre.<br />
Esta manera de entender y de asumir nuestro carácter antinómico, como<br />
podemos observar, también tiene repercusiones en relación con la formación<br />
ética del hombre. Es más, el hombre suele ser más completo, si es como San<br />
Antonio, si está bajo tentación, si vive o ha vivido esos contrastes y<br />
contrariedades, que no el hombre que frecuentemente, porque se somete a la<br />
formalidad de una institución, queda con ello de por sí al resguardo de esas
tensiones. Es cierto, como sostenía el propio <strong>Jaspers</strong>, que siguiendo los<br />
dictámenes de una disciplina, solemos vivir solamente un lado de las cosas,<br />
mas en la vida no es así. Sigamos con <strong>Jaspers</strong>:<br />
“<strong>La</strong> evolución individual se consuma en oposiciones, de modo que con<br />
frecuencia sólo podemos negar algo después que lo hemos hecho; tener y<br />
seguir principios de vida, después de haberlos vivido una vez <strong>según</strong> otros. Sólo<br />
el que es “pecador” puede ser también “moral”. Lo que para uno es evidente y<br />
realizable para su vida, porque ha dejado tras sí lo contrario, para el otro es<br />
vacío y vano o inauténtico. Los grandes conversos; San Agustín, San<br />
Francisco, Tolstoi obtuvieron su forma de vida tras una existencia mundana.<br />
Para todo el que los sigue, sin condiciones previas, esta forma de vida ha de<br />
tener un carácter absolutamente distinto. <strong>Jaspers</strong>:<br />
“Nuestra existencia perdura entre polos contrarios, que cada uno por sí<br />
nos llevaría a un caos o a una forma de existencia muerta, pero que juntos<br />
exigen y producen lo contrapuesto: adiestramiento y crecimiento natural,<br />
costumbres y originalidad, forma y responsabilidad anímica, adaptación y<br />
autoafirmación, etc.” (MMC, 314-315).<br />
P 4<br />
Los anteriores pensamientos están a su vez íntimamente vinculados con<br />
la libertad. Podríamos decir que la libertad la vivimos precisamente en esos<br />
contrastes y oposiciones. Es más, incluso la hacen posible. Adán y Eva no son<br />
libres justamente porque en el Paraíso no hay oposición.<br />
Llevemos las cosas más lejos todavía. En un Ciclo anterior de “<strong>La</strong> fiesta<br />
del pensamiento” decíamos que podemos sospechar que es una falacia la que<br />
se esconde tras argumentaciones demasiado extremas en apariencia muy<br />
sensatas y que trasuntan una visión a-crítica respecto de los males de este<br />
mundo, llámense criminalidad, prostitución, drogadicción, y otros tantos<br />
fenómenos que aluden a males que son de responsabilidad humana,<br />
planteando lo innecesario y fútil de ellos, pretendiendo que está siempre tan a<br />
la mano la posibilidad de un mundo donde aquella <strong>situación</strong> ignominiosa no<br />
existiría más; en otras palabras, se especula acerca de un mundo futuro donde<br />
el mal no existiría.<br />
Mas, basta recurrir a Heráclito para hacer patente lo que me atrevería a<br />
llamar provocativamente “falso idealismo” que hay tras las propuestas de mundos<br />
sin fricción, oposición y contrariedad, y, para decirlo en pocas palabras, que<br />
Polemos (la Guerra) es el Padre de todas las cosas, que no hay lo caliente sin lo<br />
frío, lo húmedo sin lo seco, el día sin la noche, la primavera sin el otoño, y,<br />
entrando en el terreno ético, no hay tampoco la justicia sin la injusticia, lo bueno<br />
sin lo malo, y viceversa.<br />
P 5<br />
Dentro del Ciclo “Filosofía de la historia” continuamos el próximo<br />
domingo a las cinco de la tarde con el tema “El problema de la acción”.