LA MODERNIZACIÓN ADMINISTRATIVA EN MÉXICO Propuesta ...
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36 LA MODERNIZACIÓN ADMINISTRATIVA EN MÉXICO La burocracia concentró recursos institucionales, que le dieron fuerza en la negociación política, para subordinar así los poderes judicial y legislativo. Contó entre esos recursos con la fuerza legal, resultado de la normatividad promovida básicamente desde el ejecutivo. La burocracia concentró también el presupuesto necesario para tener una idea más clara de los recursos económicos con los que contaba el Estado, sobre todo cuando ya no fue posible seguir acudiendo al gasto público para responder —por medio de las reivindicaciones— a las necesidades sociales. La planeación podía haber servido para ordenar el ingreso y gasto públicos, pero no logró rebasar la coyuntura y el límite del periodo sexenal. Se puede afirmar que la estructura administrativa debió ajustarse —como dije antes— al criterio de cuál debía ser la función económica del Estado, pero este ajuste se hizo sobre los supuestos, condiciones y formas que estableció la burocracia en el poder. Por momentos esta burocracia se desdobla en burocracias, que entran en conflicto —como suele ocurrir— cuando sienten amenazado su poder e influencia en decisiones importantes y su comportamiento no es el de grupo integrado y homogéneo como se presenta, por ejemplo, al inicio de cada periodo sexenal. La especialización que se requirió para entender funcionamientos más complejos, también sirvió para fortalecer las burocracias que, como dice Manuel Villa, se han ido enajenando a una ficción iluminista de la función pública, lo que las ha hecho perder perspectiva y posponer, e incluso rechazar, la necesidad de participación que la sociedad exige, al haberse politizado y adquirido experiencia. 22 Es por ello que de los años sesenta a los ochenta, la administración pública mexicana puede entenderse esencialmente por medio de la dimensión burocrática. Al incorporarse en el aparato administrativo mecanismos racionalizadores y controles más sistemáticos la han ido convirtiendo en un elemento que tiene vida propia, podríamos decir, dentro del sistema político. La relación entre democracia y eficacia administrativa no se presenta de forma evidente en las corrientes teóricas que anali- tituciones y los espacios de la democracia, México, UNAM, Miguel Ángel Porrúa, 1987, pp. 66-67. 22 Ibid., p. 79.
LA ADMINISTRACIÓN COMO COMPONENTE DEL SISTEMA POLÍTICO 37 zan estos fenómenos; sin embargo, de acuerdo con los supuestos de Huntington, las sociedades que se transforman y modernizan se ven obligadas a incorporar nuevos grupos y a adoptar actitudes más participativas como resultado del proceso modernizador. Las fórmulas para buscar apoyo y derivar legitimidad para el proyecto político tuvieron que ver —en muchos casos— con decisiones que se tomaron para que la gestión pública fuera más eficaz. Aunque ese propósito no siempre se pudo lograr, no invalida la estrecha vinculación que puede existir entre una administración pública eficiente y una sociedad cada vez más consciente y participativa. En México, la modernización administrativa se convirtió en un recurso para fortalecer al Estado. Sin embargo, esta tendencia permite suponer que la administración tiende a separarse del poder político, lo que entraña el grave peligro de que se convierta en terreno fértil del saber técnico, sin tomar en cuenta ningún otro elemento. Por suerte esta tendencia pudo controlarse —como muestro en el trabajo— por el papel de representante del medio social que la administración está obligada a desempeñar. No se llegó a la tiranía de la tecnoburocracia porque la administración representa, en muchos casos y momentos importantes, a sectores de la sociedad a los que no puede dejar de servir como interlocutor legítimo. Es cierto que esta dimensión se presenta de manera intermitente, pero no deja de ser un freno para evitar que la política quede sometida a las fórmulas administrativas, cuando la burocracia o las burocracias, abusando de la fuerza y poder que ya tienen, quieran convertirse en el elemento más importante de la política. En el último periodo analizado aquí —1982-1988—, la reforma administrativa ya no tiene posibilidades de incluirse en el proyecto gubernamental, pero sí se plantea la necesidad de mejorar la estructura del gobierno y se insiste en contar con un modelo que apoye la profesionalizadón de los servidores públicos. Estos propósitos, englobados en el programa de modernización administrativa, fueron quedando rezagados a medida que la crisis económica impedía cualquier avance en el desarrollo integral de la sociedad. La crisis obligó a tomar decisiones de ajuste; se recortaron presupuestos, disminuyó el número de servidores públicos y se alteró la composición del sector paraestatal. La necesidad de retomar el camino perdido del desarrollo su-
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zan estos fenómenos; sin embargo, de acuerdo con los supuestos<br />
de Huntington, las sociedades que se transforman y modernizan<br />
se ven obligadas a incorporar nuevos grupos y a adoptar<br />
actitudes más participativas como resultado del proceso modernizador.<br />
Las fórmulas para buscar apoyo y derivar legitimidad<br />
para el proyecto político tuvieron que ver —en muchos casos—<br />
con decisiones que se tomaron para que la gestión pública fuera<br />
más eficaz. Aunque ese propósito no siempre se pudo lograr, no<br />
invalida la estrecha vinculación que puede existir entre una administración<br />
pública eficiente y una sociedad cada vez más consciente<br />
y participativa.<br />
En México, la modernización administrativa se convirtió en<br />
un recurso para fortalecer al Estado. Sin embargo, esta tendencia<br />
permite suponer que la administración tiende a separarse del<br />
poder político, lo que entraña el grave peligro de que se convierta<br />
en terreno fértil del saber técnico, sin tomar en cuenta ningún<br />
otro elemento. Por suerte esta tendencia pudo controlarse —como<br />
muestro en el trabajo— por el papel de representante del medio<br />
social que la administración está obligada a desempeñar. No<br />
se llegó a la tiranía de la tecnoburocracia porque la administración<br />
representa, en muchos casos y momentos importantes, a sectores<br />
de la sociedad a los que no puede dejar de servir como interlocutor<br />
legítimo. Es cierto que esta dimensión se presenta de<br />
manera intermitente, pero no deja de ser un freno para evitar<br />
que la política quede sometida a las fórmulas administrativas,<br />
cuando la burocracia o las burocracias, abusando de la fuerza<br />
y poder que ya tienen, quieran convertirse en el elemento más<br />
importante de la política.<br />
En el último periodo analizado aquí —1982-1988—, la reforma<br />
administrativa ya no tiene posibilidades de incluirse en el<br />
proyecto gubernamental, pero sí se plantea la necesidad de mejorar<br />
la estructura del gobierno y se insiste en contar con un modelo<br />
que apoye la profesionalizadón de los servidores públicos.<br />
Estos propósitos, englobados en el programa de modernización<br />
administrativa, fueron quedando rezagados a medida que la crisis<br />
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