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1. - Castellnou Edicions

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G u í a a D i d d á c t i c c a a<br />

188 G<br />

ROBERTO: ETA no para de matar, ¡eh!<br />

ALBA: Ya, ahora, hace poco, ha habido otro atentado. En una discoteca.<br />

ESTEFANÍA: ¡Ah!, sí.Y lo que han matado en este verano.<br />

GEMMA: Sí, sí.<br />

LA TERTULIA DE NIÑOS<br />

Programa La Ventana. Cadena SER<br />

13 de septiembre de 2001<br />

(fragmento)<br />

Una noche en el cstillo encantado Unidad 3<br />

Cuando cayó la noche, el joven todavía no había encontrado hospedaje. Sobre la colina<br />

que se divisaba en el recodo del camino, se erigía un caserón que se recortaba en el<br />

cielo nocturno. No tenía ni una sola luz. El joven se quedó un instante mirándolo y decidió<br />

que sería un buen alojamiento.<br />

—¿Adónde vas? –le preguntó una voz de repente.<br />

El muchacho se sobresaltó. Delante de él se encontraba una anciana cargada con un<br />

haz de leña.<br />

—¡Buenas noches, buena mujer! –contestó–.Voy a aquel castillo a pedir hospitalidad<br />

para pasar la noche.<br />

—¡Estás loco! ¡Ese castillo está embrujado! Los que han ido allí no han vuelto jamás.<br />

—¿Embrujado? –repitió el joven con curiosidad–. ¡Me gustaría verlo!<br />

Y siguió su camino.<br />

—¡Te he avisado! –exclamó la anciana con tono malvado.<br />

El castillo parecía abandonado. Las puertas se abrían sin dificultad y daban a unos<br />

salones, vacíos desde hacía mucho tiempo. El joven se acomodó en uno de ellos, encendió<br />

una vela, mordisqueó un mendrugo de pan, se acostó y se quedó dormido. A medianoche<br />

le despertó el frío, así que se levantó para encender la chimenea.<br />

—¡Miau! ¡Miau! ¡Hace frío! –escuchó en ese momento.<br />

Se volvió y dijo:<br />

—¡Acérquese al fuego si tiene frío!<br />

Entonces dos enormes gatos negros salieron de la oscuridad y se acomodaron cerca<br />

de él. Sus ojos eran inmensos y lanzaban rayos de luz.<br />

—¿Y si jugáramos a las cartas? –propuso uno de ellos.<br />

—Si ustedes quieren –respondió el joven–, pero primero muestren sus patas.<br />

Cuando vio las monstruosas garras de los gatos se dio cuenta de que se trataba de<br />

unos seres sobrenaturales. Entonces los agarró por la piel del cuello y los arrojó por la<br />

ventana.<br />

«¡Plaf!», oyó.<br />

—¡De buena me he librado! –exclamó en voz alta.<br />

Se volvió a acostar delante del fuego y se quedó dormido otra vez.<br />

Al día siguiente, cuando salió del castillo, le estaban esperando unos lugareños.<br />

—¿No ha visto nada? –preguntó uno de ellos.

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