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1. - Castellnou Edicions

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GG u í aa D i dd á c t i cc aa<br />

184<br />

DICTADOS<br />

9<br />

La habitación estaba cada vez más oscura. Exhausto, con las tripas rugiéndole y el cerebro<br />

dando vueltas a aquellas preguntas sin respuesta, Harry concilió un sueño agitado.<br />

Soñó que lo exhibían en un zoo, dentro de una jaula con un letrero que decía: «Mago<br />

menor de edad». Por entre los barrotes, la gente lo miraba con ojos asombrados mientras<br />

él yacía, débil y hambriento, sobre un jergón [...].<br />

Abrió los ojos. La luz de la luna brillaba por entre los barrotes de la ventana. Y<br />

alguien, con los ojos muy abiertos, lo miraba tras la reja: alguien con la cara llena de pecas,<br />

el pelo cobrizo y la nariz larga.<br />

J. K. ROWLING, Harry Potter y la cámara secreta<br />

10<br />

Era una mangosta, parecida a un gato pequeño en la piel y en la cola, pero mucho<br />

más arcana a una comadreja en la cabeza y las costumbres. Los ojos y la punta de su hocico<br />

inquieto eran de color rosa; podía rascarse donde quisiera, con cualquier pata, delantera<br />

o trasera, que le apeteciera usar; podía inflar la cola hasta que pareciera un cepillo<br />

para limpiar botellas.<br />

Un día, una de las grandes riadas de verano la sacó de la madriguera en que vivía y<br />

la arrastró a una zanja al borde de la carretera. En ella flotaba un pequeño manojo de<br />

hierba al que se agarró hasta perder el sentido. Cuando se reanimó, estaba tumbada al<br />

calor del sol en mitad del sendero de un jardín, rebozada de barro.<br />

RUDYARD KIPLING, Rikki-tikki-tavi<br />

11<br />

Asistí durante un otoño a la escuela de la señorita Leocadia, en la aldea, porque mi<br />

salud no andaba bien y el abuelo retrasó mi vuelta a la ciudad. Como era el tiempo frío<br />

y estaban los suelos embarrados, me aburría dentro de la casa, y pedí al abuelo asistir a<br />

la escuela. El abuelo consintió, y acudí a aquella casita alargada y blanca de cal, con el tejado<br />

pajizo y requemado por el sol y las nieves, a las afueras del pueblo.<br />

Las clases en la escuela, con la lluvia rebotando en el tejado y en los cristales, con las<br />

moscas pegajosas de la tormenta persiguiéndose alrededor de la bombilla, tenían su<br />

atractivo.<br />

ANA M.ª MATUTE, El árbol de oro<br />

12<br />

El cohete se posó en un prado verde. Afuera, en el prado, había un ciervo de hierro.<br />

Más allá se alzaba una alta casa con ventanas de vidrios coloreados: azules, rosas, verdes<br />

y amarillos. En el porche crecían unos geranios, y una vieja hamaca colgaba del techo y se<br />

balanceaba hacia atrás y hacia delante, mecida por la brisa.<br />

Alrededor del cohete, y en las cuatro direcciones, se extendía el pueblo, verde y tranquilo<br />

bajo el cielo primaveral de Marte. Había casas blancas y de ladrillos rojos, y álamos<br />

altos que se movían en el viento, y arces y castaños, todos altos.<br />

Los hombres del cohete miraron afuera y vieron todo esto.<br />

Se oyó la voz del químico:<br />

—Atmósfera enrarecida, pero segura. Hay suficiente oxígeno.<br />

RAY BRADBURY, La tercera expedición

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