Ibsen_Brand
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(Le sigue un rato con la vista.) ¡No hay en el mundo palabra alguna<br />
que se use con tanta mentira como esta palabra, amor! Se arrastra<br />
escondido y disimula el impulso desmayado del espíritu flaco. Es un<br />
tapiz que cubre miles de lacerias, y bajo el cual se peca<br />
impunemente... Si el camino es estrecho, empinado y retorcido, se da<br />
la vuelta por puro amor. El que marcha por el camino ancho del<br />
pecado espera en¬contrar en él el amor. Quien quiso lo grande, pero<br />
nunca se esforzó para llegar a ello, piensa alcanzarlo a fuerza de amor<br />
y bondad. Sí alguien anda extra¬viado conscientemente en el vicio, el<br />
amor lo cubre como un velo.<br />
AGNES ¡Es terrible! Pero a veces me pregunto si no po¬dría decirse<br />
eso de otro modo.<br />
BRAND<br />
Hay una cosa de la que se prescinde con gusto..., el querer, y sólo él<br />
puede saciar la sed de justicia eterna. Primero tienes que querer, y no<br />
sólo lo que es hacedero, sea grande o pequeño; no sólo aquello en<br />
que ya la acción misma ofrece satisfacción como premio. No; tienes<br />
que querer libre y fuertemente, aunque lo que haya de venir sea<br />
horrible. El ser cru¬cificado en una cruz de madera no da derecho a<br />
lle¬var la corona del martirio. Primero tienes que querer la muerte en<br />
cruz; quererla a pesar de los tormentos de la carne, quererla en las<br />
agonías del espíritu... Sólo así alcanzarás la gracia.<br />
AGNES (Apretándose fuertemente, contra él.) ¡Oh, protégeme tú,<br />
hombre fuerte! ¡Acerca a mí el mandamiento!<br />
BRAND<br />
Pero si en esta lucha vence la voluntad, entonces llega el tiempo del<br />
amor, que viene volando como una paloma a traernos la rama de olivo<br />
de la vida. ¡Pero en este pueblo desmedrado es el odio el me¬jor<br />
amor! (Espantado.) ¡El odio!... ¿Esta palabra...? Sí, quererlo así,<br />
forzarlo en nuestro corazón... ¡Sólo en la lucha puede alcanzarse! (Se<br />
va rápidamente a casa.)<br />
AGNES<br />
Está arrodillado en la cuna de su hijo y mueve la cabeza como si<br />
llorase dulcemente. Apoya la frente sobre la almohada como si fuese a<br />
levarse la última ancla. ¡Oh, qué rico tesoro de amor se esconde en<br />
este fuerte corazón varonil! A Alf puede amarlo sin dolor. En su alma<br />
inmaculada no hay lugar para las miserias de la tierra y del pecado. La<br />
serpiente no le ha mordido aún. (Gritando espantada.) Se levanta de