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34 canto y medio re¬zo. Venzas o no, atrévete a penetrar en la luz, para vivificar ese mundo. BRAND (Transportado.) Habla. ¿Qué mas ves? AGNES (Poniendo una mano sobre su pecho.) Aquí dentro siento que fluyen corrientes poderosas; las siento cómo se encrespan, cómo se precipitan; veo luz cla¬ra de aurora; el mundo se expande hacia todos la¬dos; siento que mi corazón se ensancha, y voces que cantan: ¡Tienes que dominar este mundo! Y susu¬rrándome, anhelantes, vivientes, vienen pensa¬mientos largamente aguardados, hechos gozosos, que dan vida a mundos nuevos. Y le presiento más que le veo allá arriba, en el azul, a él; siento que mira hacia abajo, que me oprime contra su corazón, claro y dulce como una aurora y al mismo tiempo entris¬tecido mortalmente. Y oigo voces que cantan: ¡Mue¬ras o vivas, venzas o perezcas, osa penetrar en la luz! BRAND Sí, en nuestro interior; ése es el campo de batalla. Quien lucha en él, ése vencerá. El propio corazón, ése es el mundo que esta frente a nosotros; en él ha de perecer el egoísmo, en él ha de nacer el hombre nuevo... ¡Que el mundo siga su marcha sobre la es¬cala podrida de la frivolidad! Pero si se pone como enemigo en mi camino, si no deja en paz a mi obra, entonces por el cielo, comenzará la lucha. Yo no exijo más que una cosa como mía: espacio para ser yo mismo. Esta exigencia es fundada. Mi yo es in¬violable. (Reflexiona un momento, y dice) ¿Yo mismo plenamente? ¿Pero y lo heredado? ¿Y los pecados de la especie? (Calla y mira a lo lejos.) ¿Qué mujer, es esa que viene allí arrastrándose? ¡Con qué prisa ca¬mina! Encorvada, torcida, con las mejillas como comidas del hielo. Apoyada en su bastón, se para a menudo para descansar; sus dedos flacos agarran con fuerza el bolsillo... ¿Lleva acaso un tesoro con¬sigo?... Los miembros flacos están surcados de arru¬gas. Esos ojos, esas manos parecen un halcón a quien se hubiera clavado como espantajo en el gra¬nero... (Estremeciéndose súbitamente.) ¡Qué terrible re¬cuerdo!... ¡Mi cuerpo se hiela!... ¡Sopla un hálito frío del interior de un ventisquero que me envuelve la mujer en hielo!... ¿No es más que una pesadilla es¬pantosa?... ¡Oh Dios! Toda duda cesa... ¡Esa mujer es mi madre! LA MADRE DE BRAND (Viene de la colina; a medio camino se para; se pasa la mano por los ojos y mira a su alrededor.) Me dijeron que estaba aquí.
35 (Acercándose.) ¡Que el diablo se lleve al sol!... ¡Me ciega completamente!... ¿Eres tú, hijo? BRAND Sí. LA MADRE DE BRAND (Frotándose los ojos.) La maldita luz del sol me picó en los ojos. No sabe una si es su hijo, si es un pastor o un labrador. BRAND En casa no había sol desde la caída de la hoja hasta el canto del cuco... Siempre la tristeza del in¬vierno. LA MADRE DE BRAND (Riéndose con fruición.) Así está bien. Con el frío se endurece una como un témpano. Se hace una fuerte para cualquier empresa, se duerme y no se piensa en tonterías. BRAND ¡Adiós! Yo me marcho en seguida de aquí. LA MADRE DE BRAND Tú anduviste siempre al galope. Ya cuando, niño soñabas en marcharte lejos. BRAND Y a ti te pareció bien que saliera de casa. LA MADRE DE BRAND Depende del lado por donde se mire; pero el que te hicieras pastor me pareció bien. (Acercándosele.) Te hiciste grande. Pero atiende lo que te dice tu madre: ¡Ten cuidado con tu vida! BRAND ¿Y qué mas? LA MADRE DE BRAND ¿Hay algo más alto que la vida? BRAND Quería decir si ése era tu único consejo. LA MADRE DE BRAND No puedo darte ningún otro. (Colérica.) ¡ Claro, tú sigues siendo sordo como siempre! ¡Hoy oí con es-panto hablar de tu acción, de tu temeridad! ¡Qué fá-cilmente podías haber sido presa del mar! ¿Es que tu madre no es nada para ti? Tú eres mi hijo, eres mi carne y mi sangre. Tú eres el remate de la casa que yo levanté y que está firme y sólidamente construida. ¡Sé firme! ¡Sé fuerte! ¡Vive, que siempre es
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¡Tienes que dominar este mundo! Y susu¬rrándome, anhelantes,<br />
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gozosos, que dan vida a mundos nuevos. Y le presiento más que le<br />
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Sí, en nuestro interior; ése es el campo de batalla. Quien lucha en él,<br />
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más que una cosa como mía: espacio para ser yo mismo. Esta<br />
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allí arrastrándose? ¡Con qué prisa ca¬mina! Encorvada, torcida, con<br />
las mejillas como comidas del hielo. Apoyada en su bastón, se para a<br />
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están surcados de arru¬gas. Esos ojos, esas manos parecen un<br />
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(Estremeciéndose súbitamente.) ¡Qué terrible re¬cuerdo!... ¡Mi cuerpo<br />
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(Viene de la colina; a medio camino se para; se pasa la mano por los<br />
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