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09.05.2013 Views

22 (Apuntando.) Uno de menos. (Al hombre, que se va.) Y ahora, a pesar del calor, no lo tomes con calor pa¬ra buscarte otra mujer. EL ESCRIBIENTE ¡Je, je! EL ALCALDE (Severamente.) Señor escribiente, ¿a qué esa risa? EL ESCRIBIENTE Porque... porque... el señor alcalde es tan gra¬cioso... EL ALCALDE Estas cosas no son para reírse. Muchas veces las bromas encubren las lágrimas. EINAR (Saliendo con Agnes de entre la muchedumbre.) Mi cartera y mi bolsa están vacías; he buscado en vano en todos los rincones. Ahora me voy a bordo, pero aquí quedan como prenda mi reloj y mi bastón. EL ALCALDE Venid en buena hora vosotros. Lo que yo he re-unido es demasiado poco; apenas si basta para apa¬gar el hambre cuando una mano pobre, una boca a medio saciar tiene aun que repartir con los más po¬bres. (Ve a Brand y señala hacia él.) ¡Ahí viene otro! ¡Gracias sean dadas a Dios! ¿Habéis oído hablar de nuestra miseria, de hambre, calamidades, sequía? ¡Abrid, pues, la bolsa, que Dios os lo recompensará! Admitimos donativos de toda especie; nuestras provisiones están a punto de terminar. Hoy día no se puede alimentar con cinco peces a una muche¬dumbre. BRAND Aunque repartieseis diez mil, se irían ham¬brientos. EL ALCALDE ¡Oh, guárdate los buenos consejos! Las palabras son piedras para los que tienen hambre. EINAR No sabes el tiempo que hace que este pobre pue¬blo, sumiso, lucha contra la suerte. No sabes el daño que han hecho en estos valles malas cosechas, pes¬tes y calamidades de todo género. Huele a cadáver... BRAND Ya sé que se ha celebrado aquí un juicio terrible. Lo leo en las profundas arrugas que surcan los ros¬tros y en el anillo azul alrededor de los ojos. EL ALCALDE ¿Y a pesar de eso no os ablandáis?

23 BRAND (Avanzando hacia la multitud y hablando con energía.) Cuando la vida marchaba lenta y cansada, en ritmo pausado, sin más necesidades que las diarias, dolía-me oír gritar pidiendo pan. Pues quien se arrastra constantemente, fácilmente es vencido por la bestia que alienta en él. Cuando los días se deslizan mo-nótonos, lentos y pesados como en cortejo fúnebre, es fácil que se ocurra el pensamiento estremecedor de que Dios nos borró de su libro. Pero Dios fue con vosotros como con ninguno, inyectó el miedo en vuestras veras, y al heriros con muerte y miseria, despertó vuestro valor aterrándoos. VARIAS VOCES (Interrumpiéndole amenazadoras.) ¡Todavía se burla de nuestra desgracia! EL ALCALDE ¡Nos injuria a los que hemos repartido pan! BRAND (Sacudiendo la cabeza.) ¡Oh, con qué gusto os diera la sangre de mi corazón si pudiera levantaros a Dios! Correría para vuestra enseñanza hasta que to¬das las venas se hubiesen secado. Pero ayudar en este caso no sería vida, sino muerte. Dios quiere sa¬caros del fango... Un pueblo noble, por pequeño que sea, extrae jugo vital de la desgracia y el dolor; la mirada apagada se aguza como la de un halcón cuando no se posa sobre los menesteres bajos. La voluntad desmayada empuña la espada y marcha a la lucha segara de la victoria. Un pueblo en el que la desgracia no centuplica la fuerza de acción, no es digno de la libertad. UNA MUJER Una marejada se levanta en el fjord, provocada por tus palabras atrevidas. OTRA En verdad que eso es desafiar a Dios. BRAND ¡Oh, vuestro Dios se quedará en casa! LAS MUJERES ¡La tempestad! ¡Ved! VOCES DE ENTRE LA MUCHEDUMBRE ¿Qué es eso? ¿Quiere mejorarnos? ¡Fuera con él a pedradas y con cuchillos! (El pueblo se agolpa amena¬zador alrededor de Brand. El alcalde se interpone. Una mujer se precipita por la montaña abajo con el aire descompuesto y los vestidos destrozados.)

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(Apuntando.) Uno de menos. (Al hombre, que se va.) Y ahora, a pesar<br />

del calor, no lo tomes con calor pa¬ra buscarte otra mujer.<br />

EL ESCRIBIENTE<br />

¡Je, je!<br />

EL ALCALDE (Severamente.) Señor escribiente, ¿a qué esa risa?<br />

EL ESCRIBIENTE Porque... porque... el señor alcalde es tan<br />

gra¬cioso...<br />

EL ALCALDE Estas cosas no son para reírse. Muchas veces las<br />

bromas encubren las lágrimas.<br />

EINAR<br />

(Saliendo con Agnes de entre la muchedumbre.)<br />

Mi cartera y mi bolsa están vacías; he buscado en vano en todos los<br />

rincones. Ahora me voy a bordo, pero aquí quedan como prenda mi<br />

reloj y mi bastón.<br />

EL ALCALDE<br />

Venid en buena hora vosotros. Lo que yo he re-unido es demasiado<br />

poco; apenas si basta para apa¬gar el hambre cuando una mano<br />

pobre, una boca a medio saciar tiene aun que repartir con los más<br />

po¬bres. (Ve a <strong>Brand</strong> y señala hacia él.) ¡Ahí viene otro! ¡Gracias sean<br />

dadas a Dios! ¿Habéis oído hablar de nuestra miseria, de hambre,<br />

calamidades, sequía? ¡Abrid, pues, la bolsa, que Dios os lo<br />

recompensará! Admitimos donativos de toda especie; nuestras<br />

provisiones están a punto de terminar. Hoy día no se puede alimentar<br />

con cinco peces a una muche¬dumbre.<br />

BRAND Aunque repartieseis diez mil, se irían ham¬brientos.<br />

EL ALCALDE ¡Oh, guárdate los buenos consejos! Las palabras son<br />

piedras para los que tienen hambre.<br />

EINAR<br />

No sabes el tiempo que hace que este pobre pue¬blo, sumiso, lucha<br />

contra la suerte. No sabes el daño que han hecho en estos valles<br />

malas cosechas, pes¬tes y calamidades de todo género. Huele a<br />

cadáver...<br />

BRAND<br />

Ya sé que se ha celebrado aquí un juicio terrible. Lo leo en las<br />

profundas arrugas que surcan los ros¬tros y en el anillo azul alrededor<br />

de los ojos.<br />

EL ALCALDE<br />

¿Y a pesar de eso no os ablandáis?

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