Análisis cuantitativo de los suministros militares - Historia Antigua

En este caso Polibio hace notar el temor existente entre los cartagineses y cómo éste los
movió a aceptar cualquiera condición que les fuera impuesta por los cónsules (Cornelio Escipión
Nasica y Gneo Cornelio, llamado el español). Se efectuó, dice Polibio, un consejo entre cónsules
romanos y embajadores púnicos, donde se elogió la decisión púnica de aceptar la deditio in fidem.
Reunidos en consejo los romanos impusieron, como primera medida, la inmediata entrega
de las armas y de todos los objetos de tiro, exigiéndoles no hacer ningún tipo de engaño a fin de
que entregaran verdaderamente todo tipo de armas. Asegura Polibio que esta disposición no fue
plenamente aceptada por los embajadores cartagineses; de hecho solicitaron a Roma reconsiderar
esta situación porque les significaba quedar desarmados.
La estrategia de Roma era evidente para los cartagineses: habían comprendido muy bien
que la deditio equivalía al desarme casi total. Las cifras dadas por Polibio señalan más de
200.000 armas de defensa y 2.000 catapultas que, efectivamente, le fueron requisadas a Cartago,
pero no sabemos si llegaron a formar parte del stock de armas romanas. Al respecto es interesante
que Apiano describe el mismo episodio, pero agrega la presencia de una importante cantidad de
carros utilizados en el transporte de las armas, de los cuales tampoco sabemos si fueron
incorporados el ejército.
Por otro lado, a través de la categoría de los acuerdo de paz, Roma accedió a una serie de
provisiones bajo la connotación de indemnización de guerra.
Para nuestro perído de estudio el primer antecedente lo tenemos en el tratado que Roma
impuso a Cartago tras derrotarlo en Zamma (202 a.C.). Por medio de este acuerdo, establecido en
el año 201, el aprovisionamiento que Roma pudo incorporar a su ejército es bastante incierto.
A través de Livio 565 sabemos que se les impuso entregar las naves de guerra, que fueron
aproximadamente 500 de cada especie. En este sentido tenemos antecedentes concretos que estas
naves no llegaron a formar parte de la flota romana porque terminaron en medio a una enorme y
luminosa hoguera en pleno mar, probablemente como ofrenda a los dioses.
Para comprender mejor esta decisión de quemar la flota púnica debemos tener presente
que Roma posiblemente podía permitírselo porque tácticamente no tenía mayor necesidad de
naves. Recordemos que es muy probable que durante la Anibálica Roma no careciera de una flota
naval propia, por el contrario, los datos obtenidos indican que la flota romana era bastante
numerosa.
565 Livio 30,43,11-12.
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