PERIQUILLO SARNIENTO EL - Taller Literario
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El desdichado, luego que se vio sorprendido con la voz de date, se levantó y dijo: -Señores, yo estoy dado a la justicia, ¿pero qué he hecho o por qué causa me he de dar? -Por ladrón -dijo el corchete. -¿Por ladrón? -replicaba el pobrete-, seguramente ustedes se han equivocado. -No nos hemos equivocado -decía el encargado del baratillero-; hay testigos de tu robo, y tu mismo pelaje demuestra quién eres y los de tu librea. Amárrenlo. -Señores -decía el pobre-, vean ustedes que hay un diablo que se parezca a otro; quizá no seré yo el que buscan; que haya testigos que depongan contra mí, no es prueba bastante para esta tropelía, cuando sabemos que hay mil infames que por dos reales se hacen testigos para calumniar a un hombre de bien; y por fin, el que sea un pobre y esté mal vestido no prueba que sea un pícaro; el hábito no hace al monje. Conque, señores, hacerme este daño sólo por mi indecente traje o por la deposición de uno o dos pícaros comprados a vil precio, sin más averiguación ni más informe, me parece que es un atropellamiento que no cabe en los prescritos términos de la justicia. Yo soy un hombre a quien ustedes no conocen y sólo juzgan por la apariencia del traje; pero quizá bajo de una mala capa habrá un buen bebedor; esto es, quizá bajo de este ruin exterior, habrá un hombre noble, un infeliz y un honrado a toda prueba. -Todo está muy bien -decía el encargado de corchete-; pero usted le dio a este mozo (señalándome a mí) una capa de golilla para que la vendiera, con la que juntamente se robaron una mula con su gualdrapa, una golilla, una peluca y otras maritatas; y este mismo mozo ha descubierto a usted, quien ha de dar razón de todo lo que se ha perdido. -¡Qué capa, ni qué mula, ni qué peluca, golilla ni gualdrapa, ni qué nada sé yo de cuanto usted ha dicho!
-Sí, señor -decía el alguacil-, usted le dio al señor a vender la capa de golilla, el señor conoce a usted, y quien le dio la capa ha de saber de todo. -Am igo -me decía el pobre muy apurado-, ¿usted me conoce? ¿Yo le he dado a vender alguna capa, ni me ha visto en su vida? -Sí, señor -replicaba yo entre el temor y la osadía-, usted me dio a vender esa capa, y usted fue criado de mi padre. -¡Hombre del diablo! -decía el pobre-: ¿Qué capa le he vendido a usted, ni qué conocimiento tengo de usted ni de su padre? -Sí, señor -decía yo-, el señor lo quiere negar; pero el señor me dio a vender la capa. -Pues no es menester más -dijo el corchete-; amarren al señor, ahí veremos. Con esto amarraron al miserable los soldados, se lo llevaron a la cárcel y a mí me despacharon en libertad. Tal suele ser la tropelía de los que se meten a auxiliar a la justicia sin saber lo que es justicia. Yo me fui en cuerpo gentil; pero muy contento al ver la facilidad con que había burlado al baratillero, aunque por otra parte sentía el verme despojado de la capa y de su valor. En estas y semejantes boberías maliciosas iba yo entretenido, cuando oí que a mis espaldas gritaban: -¡Atajen, atajen!
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-Todo está muy bien -decía el encargado de corchete-; pero usted le dio a este mozo<br />
(señalándome a mí) una capa de golilla para que la vendiera, con la que juntamente se<br />
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