PERIQUILLO SARNIENTO EL - Taller Literario
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pero con tal gana y coraje, que a pocos trancazos cesó el pleito, dejando a la infeliz recamarera, que ciertamente era la que había recibido la peor parte. Cuando volvimos todos en nuestro acuerdo, no tanto por el respeto del amo, cuanto por el miedo del garrote, comenzó el escribano a tomarnos declaración sobre el asunto o motivo de tan desaforada riña. La vieja nana Clara nada decía, porque nada sabía en realidad; Luisa tampoco, porque no le tenía cuenta; yo menos, porque era el actor principal de aquella escena; pero la maldita Lorenza, como que era la más instruida e inocente, en un instante impuso a mi amo del contenido de la causa, diciéndole que todo aquello no había sido más que una violencia y provocación de aquella tal celosa que estaba en su casa, que quizá era mi amiga, pues por celos de mí y de ella había armado aquel escándalo... Hasta aquí oí yo a Lorenza, porque en cuanto advertí que ésta había descorrido el velo de nuestros indignos tratos más de lo que era necesario, y que mi amo me miraba con ojos de loco furioso, temí como hombre, y eché a correr como una liebre por la escalera abajo, con lo que confirmé en el momento cuanto dijo Lorenza, acabando de irritar a mi patrón, quien no queriendo que me fuera de su casa sin despedida, bajó tras de mí como un rayo y con tal precipitación, que no advirtió que iba sin sombrero ni capa y con la golilla por un lado. Como dos cuadras corrió Chanfaina tras de mí gritándome sin cesar: -Párate, bribón; párate, pícaro; -pero yo me volví sordo y no paré hasta que lo perdí de vista y me hallé bien lejos y seguro del garrote. Éste fue el honroso y lucidísimo modo con que salí de la casa del escribano; peor de lo que había entrado y sin el más mínimo escarmiento, pues en cada una de éstas comenzaba de nuevo la serie de mis aventuras, como lo veréis en el capítulo siguiente: CAPÍTULO IV EN EL QUE PERIQUILLO CUENTA LA ACOGIDA QUE LE HIZO UN BARBERO, EL MOTIVO POR QUE SALIÓ DE SU CASA, SU ACOMODO EN UNA BOTICA Y SU SALIDA DE ÉSTA, CON OTRAS AVENTURAS CURIOSAS
Es increíble el terreno que avanza un cobarde en la carrera. Cuando sucedió el lance que acabo de referir eran las doce en punto, y mi amo vivía en la calle de las Ratas, pues corrí tan de buena gana que fui a esperar el cuarto de hora a la alameda; eso sí, yo llegué lleno de sudor y de susto; mas lo di de barato así como el verme sin sombrero, roto de cabeza, hecho pedazos y muerto de hambre, al considerarme seguro de Chanfaina, a quien no tanto temía por su garrote como por su pluma cavilosa, pues si me hubiera habido a las manos seguramente me da de palos, me urde una calumnia y me hace ir a sacar piedra mucar a San Juan de Ulúa. Así es que yo hube de tener por bien el mismo mal, o elegí cuerdamente del mal el menos; pero esto está muy bien para la hora ejecutiva, porque pasada ésta, se reconoce cualquier mal según es, y entonces nos incomoda amargamente. Tal me sucedió cuando sentado a la orilla de una zanja, apoyado mi brazo izquierdo sobre una rodilla, teniéndome con la misma mano la cabeza y con la derecha rascando la tierra con un palito, consideraba mi triste situación. “¿Qué haré ahora? -me preguntaba a mí mismo-. Es harto infeliz el estado presente en que me hallo. Solo, casi desnudo, roto de cabeza, muerto de hambre, sin abrigo ni conocimiento, y después de todo, con un enemigo poderoso como Chanfaina, que se desvelará por saber de mí para tomar venganza de mi infidelidad y de la de Luisa, ¿adónde iré? ¿Dónde me quedaré esta noche? ¿Quién se ha de doler de mí, ni quién me hospedará si mi pelaje es demasiado sospechoso? Quedarme aquí no puede ser, porque me echarán los guardas de la alameda; andar toda la noche en la calle es arrojo, porque me expongo a que me encuentre una ronda y me despache más presto a poder de Chanfaina; irme a dormir a un cementerio retirado como el de San Cosme, será lo más seguro... pero ¿y los muertos y los fantasmas son acaso poco respetables y temibles? Ni por un pienso. ¿Qué haré, pues, y qué comeré en esta noche?” Embebido estaba en tan melancólicos pensamientos sin poder dar con el hilo que me sacara de tan confuso laberinto, cuando Dios, que no desampara a los mismos que le ofenden, hizo que pasara junto a mí un venerable viejo, que con un muchacho se entretenía en sacar sanguijuelas con un chiquihuite en aquellas zanjitas; y estando en esta diligencia me saludó y yo le respondí cortésmente. El viejo, al oír mi voz, me miró con atención, y después de haberse detenido un momento, salta la zanja, me echa los brazos al cuello con la mayor expresión, y me dice:
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pero con tal gana y coraje, que a pocos trancazos cesó el pleito, dejando a la infeliz<br />
recamarera, que ciertamente era la que había recibido la peor parte.<br />
Cuando volvimos todos en nuestro acuerdo, no tanto por el respeto del amo, cuanto por el<br />
miedo del garrote, comenzó el escribano a tomarnos declaración sobre el asunto o motivo<br />
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Luisa tampoco, porque no le tenía cuenta; yo menos, porque era el actor principal de<br />
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sido más que una violencia y provocación de aquella tal celosa que estaba en su casa, que<br />
quizá era mi amiga, pues por celos de mí y de ella había armado aquel escándalo...<br />
Hasta aquí oí yo a Lorenza, porque en cuanto advertí que ésta había descorrido el velo de<br />
nuestros indignos tratos más de lo que era necesario, y que mi amo me miraba con ojos de<br />
loco furioso, temí como hombre, y eché a correr como una liebre por la escalera abajo, con<br />
lo que confirmé en el momento cuanto dijo Lorenza, acabando de irritar a mi patrón, quien<br />
no queriendo que me fuera de su casa sin despedida, bajó tras de mí como un rayo y con tal<br />
precipitación, que no advirtió que iba sin sombrero ni capa y con la golilla por un lado.<br />
Como dos cuadras corrió Chanfaina tras de mí gritándome sin cesar:<br />
-Párate, bribón; párate, pícaro; -pero yo me volví sordo y no paré hasta que lo perdí de vista<br />
y me hallé bien lejos y seguro del garrote.<br />
Éste fue el honroso y lucidísimo modo con que salí de la casa del escribano; peor de lo que<br />
había entrado y sin el más mínimo escarmiento, pues en cada una de éstas comenzaba de<br />
nuevo la serie de mis aventuras, como lo veréis en el capítulo siguiente:<br />
CAPÍTULO IV<br />
EN <strong>EL</strong> QUE <strong>PERIQUILLO</strong> CUENTA LA ACOGIDA QUE LE HIZO UN BARBERO,<br />
<strong>EL</strong> MOTIVO POR QUE SALIÓ DE SU CASA, SU ACOMODO EN UNA BOTICA Y<br />
SU SALIDA DE ÉSTA, CON OTRAS AVENTURAS CURIOSAS