PERIQUILLO SARNIENTO EL - Taller Literario

PERIQUILLO SARNIENTO EL - Taller Literario PERIQUILLO SARNIENTO EL - Taller Literario

taller.palabras.com
from taller.palabras.com More from this publisher
09.05.2013 Views

Aún no acababa yo de darle las gracias a mi amigo, cuando me gritaron y yo, pensando que era para otra declaración, salí corriendo y vi que no era la llamada sino para ayudar a la limpieza del calabozo en donde me hicieron tantos daños la noche anterior; ésta se reducía a sacar el barril de las inmundicias, vaciarlo en los comunes y limpiarlo. No sé cómo no volqué las tripas en tal operación. Allí no me valieron ruegos ni promesas; porque el maldito vejancón que lo mandaba, viendo mi resistencia, ya comenzaba a desatarse el látigo que tenía en la cintura; y así yo, por excusarme mayor pesadumbre, quise que no quise, desempeñé aquel asqueroso oficio, concluido el cual me fui otra vez al calabozo de mi buen amigo, que era mi paño de lágrimas. Luego que lo vi me salieron éstas a los ojos, y le volví a referir mi nuevo castigo. Él no se hartaba de consolarme y procurarme mi alivio de cuantas maneras podía. Lo primero que hizo fue hacerme acostar en su pobre cama, me dio un pocillo de chocolate, cigarros y después salió a buscar al feroz presidente, de quien consiguió cuanto quiso, pagando por mí los injustos derechos que estos bribones llaman patente[58] y dándole no sé qué otra gratificación, con lo que, gracias a Dios, me dejaron en paz. Yo no tenía palabras con que significar mi gratitud a don Antonio, después que entendí (porque me lo dijo otro preso) todo lo que había hecho por mí, pues él apenas me aseguró que no me mortificarían más. Éste es el verdadero carácter de un buen amigo y de un caritativo, no jactarse del beneficio que hace, hacerlo sin mérito y tratar aún de que no lo sepa el agraciado para que no le cueste el trabajo de agradecerlo. Pero ¡qué pocos amigos hay de éstos! y ¡qué pocas caridades se hacen con tanta perfección! Ordinariamente las más caridades, o favores que llevan este nombre, suelen hacerse más bien por pasar plaza de generosos y buenos cristianos (lo que a la verdad es hipocresía) que por hacer un beneficio, y esto es puntualmente contra el orden mismo de la caridad, pues Jesucristo dijo que lo que dé la mano derecha no lo sepa la izquierda. Es decir, que todo bien que haga el hombre, lo haga por Dios, sin esperar premio del hombre; porque si éste lo paga, ya Dios no debe nada, para que nos entendamos, y es bastante premio del beneficio publicarlo en nuestro obsequio, o compulsar tácitamente al beneficiado a que nos viva reconocido con su agradecimiento.

Era don Antonio muy prudente, y como sabía que no había yo dormido en toda la pasada noche, me hizo acostar, y no me despertó hasta la una del día, para que lo acompañara a comer. Me levanté harto de sueño, pero necesitado del estómago, cuya necesidad satisfice a expensas del piadoso preso, quien luego que se concluyó nuestra mesa frugal, me dijo: -Am igo, creeré que a pesar de los trabajos que ha sufrido usted, aún le habrá quedado gana de acabar de saber el origen de los míos. Yo le dije que sí, porque, a la verdad, su plática era un suave bálsamo que curaba mi espíritu afligido; y don Antonio continuó el hilo de su historia de esta suerte: -Me acuerdo -dijo- que quedamos en que salí de esta ciudad con mis mulas y arrieros, quedándose en ella mi esposa en casa de la tía vieja, sin más compañía de su parte que el mozo Domingo. Quisiera no acordarme de lo que sigue, porque sin embargo del tiempo que ha pasado, aún sienten dolor al tocarlas las llagas de mis agravios, que ya se van cicatrizando; mas es preciso no dejar a usted en duda del fin de mi historia, tanto porque; se consuele al ver que yo sin culpa he pasado mayores trabajos, cuanto porque aprenda a conocer el mundo y sus ardides. Nada particular ocurre que decirle a usted tocante a mí; porque nada tiene de particular el viaje de un viandante, ni su residencia en el paraje de su destino; a lo menos yo caminé y llegué al mío sin novedad, mientras que a mi honrada esposa se le preparaba la más terrible tempestad. Luego que el pícaro del Marqués... perdóneme este epíteto indecoroso, ya que yo le perdono los agravios que me ha hecho. Luego, pues, que conoció que ya yo me había alejado de México, trató de descubrir sus pérfidas intenciones.

Aún no acababa yo de darle las gracias a mi amigo, cuando me gritaron y yo, pensando que<br />

era para otra declaración, salí corriendo y vi que no era la llamada sino para ayudar a la<br />

limpieza del calabozo en donde me hicieron tantos daños la noche anterior; ésta se reducía<br />

a sacar el barril de las inmundicias, vaciarlo en los comunes y limpiarlo.<br />

No sé cómo no volqué las tripas en tal operación. Allí no me valieron ruegos ni promesas;<br />

porque el maldito vejancón que lo mandaba, viendo mi resistencia, ya comenzaba a<br />

desatarse el látigo que tenía en la cintura; y así yo, por excusarme mayor pesadumbre, quise<br />

que no quise, desempeñé aquel asqueroso oficio, concluido el cual me fui otra vez al<br />

calabozo de mi buen amigo, que era mi paño de lágrimas.<br />

Luego que lo vi me salieron éstas a los ojos, y le volví a referir mi nuevo castigo. Él no se<br />

hartaba de consolarme y procurarme mi alivio de cuantas maneras podía.<br />

Lo primero que hizo fue hacerme acostar en su pobre cama, me dio un pocillo de chocolate,<br />

cigarros y después salió a buscar al feroz presidente, de quien consiguió cuanto quiso,<br />

pagando por mí los injustos derechos que estos bribones llaman patente[58] y dándole no sé<br />

qué otra gratificación, con lo que, gracias a Dios, me dejaron en paz.<br />

Yo no tenía palabras con que significar mi gratitud a don Antonio, después que entendí<br />

(porque me lo dijo otro preso) todo lo que había hecho por mí, pues él apenas me aseguró<br />

que no me mortificarían más. Éste es el verdadero carácter de un buen amigo y de un<br />

caritativo, no jactarse del beneficio que hace, hacerlo sin mérito y tratar aún de que no lo<br />

sepa el agraciado para que no le cueste el trabajo de agradecerlo. Pero ¡qué pocos amigos<br />

hay de éstos! y ¡qué pocas caridades se hacen con tanta perfección! Ordinariamente las<br />

más caridades, o favores que llevan este nombre, suelen hacerse más bien por pasar plaza<br />

de generosos y buenos cristianos (lo que a la verdad es hipocresía) que por hacer un<br />

beneficio, y esto es puntualmente contra el orden mismo de la caridad, pues Jesucristo dijo<br />

que lo que dé la mano derecha no lo sepa la izquierda. Es decir, que todo bien que haga el<br />

hombre, lo haga por Dios, sin esperar premio del hombre; porque si éste lo paga, ya Dios<br />

no debe nada, para que nos entendamos, y es bastante premio del beneficio publicarlo en<br />

nuestro obsequio, o compulsar tácitamente al beneficiado a que nos viva reconocido con su<br />

agradecimiento.

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!