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PERIQUILLO SARNIENTO EL - Taller Literario

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–Es cierto que las cárceles son destinadas para asegurar en ellas a los pícaros y<br />

delincuentes, pero algunas veces otros más pícaros y más poderosos se valen de ellas para<br />

oprimir a los inocentes, imputándoles delitos que no han cometido, y regularmente lo<br />

consiguen a costa de sus cábalas y artificios, engañando la integridad de los jueces más<br />

vigilantes; pero, según el dictamen de usted, sin duda yo me he engañado en el mío.<br />

-¿Pues cuál es el de usted? –le dije.<br />

-El mío -me contestó- es el que acabo de decir; esto es, que aunque el instituto de las<br />

cárceles sea asegurar delincuentes, la malicia de los hombres sabe torcer este fin y hacer<br />

que sirvan para privar de su libertad a los hombres de bien en muchos casos, de lo que<br />

tenemos abundancia de ejemplares que nos eximen de más pruebas. Conforme a este mi<br />

parecer y no sé por qué particular simpatía, me compadeció usted luego que vi el mal<br />

tratamiento que le hizo el presidente, y formé idea de que era usted un hombre de bien, y<br />

que tal vez lo había sepultado en estas mazmorras algún enemigo poderoso como a mí; mas<br />

ya usted me ha hecho variar de pensamiento, pues cree que en las cárceles no puede haber<br />

sino reos criminales, y así me persuado ahora que usted, como joven sin experiencia, habrá<br />

delinquido, más por miseria humana que por malicia; pero cuando así sea, hijo mío, no crea<br />

usted que me escandalizo, ni menos que lo dejo de amar y de compadecer; porque en el<br />

hombre se debe aborrecer el vicio, pero nunca la persona. Por tanto, pídale usted licencia al<br />

presidente para venirse a este calabozo, y si le tiene miedo, yo se la pediré y pondrá usted<br />

su cama, cuando se la traigan, junto a la mía, así para servirse de mí en lo poco que sea útil,<br />

como para que se libre de las mofas de los demás presos, que como gente muy vulgar, sin<br />

principios ni educación alguna, se entretienen siempre burlándose con los pobres nuevos<br />

que vienen a ser inquilinos de estas cuadras.<br />

Yo le retorné mis agradecimientos, añadiendo:<br />

-No puedo menos que considerar en usted un hombre muy sensible y muy de bien, o más<br />

propiamente, un genio bienhechor que se digna a dedicarse a ser mi ángel tutelar en el<br />

desamparo en que me hallo, y me he avergonzado de haberme explicado con tanta necedad,<br />

que pude persuadir a usted que creía que cuantos están en las cárceles son pícaros, pues<br />

ciertamente cuando usted no fuera una de las excepciones de esta regla, yo mismo soy una<br />

prueba contraria al mal juicio que había formado de las cárceles...<br />

-Según eso -interrumpió el amigo-, ¿usted no ha venido aquí por ningún delito?

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