PERIQUILLO SARNIENTO EL - Taller Literario
PERIQUILLO SARNIENTO EL - Taller Literario PERIQUILLO SARNIENTO EL - Taller Literario
A este tiempo fue entrando el susodicho, y luego que lo vieron, comenzaron todos a darle broma, diciéndole: “¡Oh, don Januario! ¡Oh, señor don Juan Largo!, pase su merced. ¿Dónde ha estado?” Y otras sandeces, que todas se reducían a mofarlo por el tratamiento que yo le había dado. Él no me había visto, y como lo ignoraba todo, estaba como tonto en vísperas, hasta que uno de los encuerados, para sacarlo de la duda, le dijo: -Aquí ha venido preguntando por el caballero don Januario Garrapiña o Garrapeña, el señor. Y diciendo esto me señaló. No bien me vio Januario, cuando exaltado de gusto no tuvo su amistad expresiones más finas con que saludarme que echarse a mis brazos y decirme: -¿Es posible, Periquillo Sarniento, que nos volvemos a ver juntos? En cuanto aquellos hermanos oyeron mi sobrenombre, renovaron los caquinos, y comenzaron a indagar su etimología, cuya explicación no les negó Januario. Aquí fue el mofarme y el periquearme todos a cual más, como que al fin eran gente soez y grosera; yo por más que me incomodé con la burla, no pude menos sino disimular, y hacerme a las armas, como dicen vulgarmente; porque si hubiera querido ser tratado de aquella canalla según merecían mis principios, les hubiera dado mayor motivo de burlarme. Éstos son los chascos a que se expone el hombre flojo, perdido y sinvergüenza.
Cuando me vieron tan jovial y que, lejos de amohinarme, les llevaba el barreno, se hicieron todos mis amigos y camaradas, marcándome por suyo, pues según decían, era yo un muchacho corriente, y con esta confianza nos comenzamos todos a tutear alegremente. Costumbre ordinaria de personas malcriadas, que comienza en son de cariño y las más veces acaba con desprecios, aun entre sujetos decentes.[51] Cátenme ustedes ya cofrade de semejante comunidad, miembro de una academia de pillos y socio de un complot de borrachos, tahúres y cuchareros. ¡Vamos, que en aquella noche quedé yo aventajadísimo, y acabé de honrar la memoria de mi buen padre! ¿Qué hubiera dicho mi madre si hubiera visto metido en aquella indecentísima chusma al descendiente de los Ponces, Tagles, Pintos, Velasco, Zumalacárreguis y Bundiburis? Se hubiera muerto mil veces, y otras tantas habría resuelto ponerme al peor oficio antes que dejarme vagabundo; pero las madres no creen lo que sucede, y aun les parece que estos ejemplos se quedan en meros cuentos, y que aun cuando sean ciertos no hablan con sus hijos. En fin, nos acostamos como pudimos los que nos quedamos allí, y yo pasé la noche como Dios quiso. Seis u ocho días estuve entre aquella familia, y en ellos me dejó Januario sin capote, pues un día me lo pidió prestado para hacer no sé qué diligencia, se lo llevó y me dejó sin sarape. A las cuatro de la tarde vino sin él, quedándome yo muerto de susto cuando me contó mil mentiras, y remató con que el capote estaba empeñado en cinco pesos. -¡En cinco pesos, hombre de Dios! -dije yo-. ¿Cómo puede ser eso, si está tan roto y remendado que no vale veinte reales? -¡Oh, qué tonto eres! -me contestó-. Si vieras los lances que hice con los cinco pesos, te hubieras azorado; ya sabes que soy trepador. Me llegué a ver como con... yo te diré. Quince y siete son veintidós, y... ¿nueve?, treinta y uno... ¿y doce?, en fin, como con cincuenta pesos, por ahí. -Y ¿qué es de ellos? –pregunté.
- Page 165 and 166: ¿qué destino había de hallar que
- Page 167 and 168: Así hablara yo a los ricos soberbi
- Page 169 and 170: Pero aunque sea soberbia, villanía
- Page 171 and 172: Y, por último, el señor Bonifacio
- Page 173 and 174: que la viejecita, llorando, le resp
- Page 175 and 176: Un nichito de madera ordinaria con
- Page 177 and 178: Un pedazo de metate. Un molcajete s
- Page 179 and 180: apoderó de mi casa y ya no hubo qu
- Page 181 and 182: pues más ven cuatro ojos que dos.
- Page 183 and 184: -Dímelos por tu vida -le dije-, qu
- Page 185 and 186: Y diciendo esto me manifestó unos
- Page 187 and 188: Sentámonos a la mesa, y Januario p
- Page 189 and 190: Algo me mosqueé yo con una confesi
- Page 191 and 192: Habló Januario en voz baja con el
- Page 193 and 194: -Se conoce que hasta hoy fuiste tun
- Page 195 and 196: -Eso no; a mi amigo Periquillo no,
- Page 197 and 198: -Tírenle a este burlotito. Los tah
- Page 199 and 200: -Ten paciencia, que después habrá
- Page 201 and 202: -Hombre, si van los payos, donde no
- Page 203 and 204: En fin, yo aprendí y observé cuan
- Page 205 and 206: Pero, sin ahondar mucho, se viene a
- Page 207 and 208: un mirón que nos conocía bien a m
- Page 209 and 210: En estas cosas serían ya las once
- Page 211 and 212: A otro día me despertaron los enfe
- Page 213 and 214: Toda esta larga relación me hizo J
- Page 215: Abundaban en aquel infierno abrevia
- Page 219 and 220: misma noche, entre diez y once, vay
- Page 221 and 222: “Tampoco prueba nada lo que dice
- Page 223 and 224: Fuése mi amigo, y yo pasé tristí
- Page 225 and 226: Concluida esta diligencia y vuelta
- Page 227 and 228: Con esto me bajaron la escalera, y
- Page 229 and 230: Entre los que escucharon el examen
- Page 231 and 232: -Ya se ve que no -dije. Y en seguid
- Page 233 and 234: Hecha esta diligencia, fui a los me
- Page 235 and 236: Le gustó mucho mi letra, y me exam
- Page 237 and 238: La que llaman fortuna parece que se
- Page 239 and 240: compañías del regimiento de Tres
- Page 241 and 242: de los conocidos del truquito, y de
- Page 243 and 244: -Ésa es una injusticia declarada -
- Page 245 and 246: favorecían, se llevaba las atencio
- Page 247 and 248: -Pues bien añadió-, mañana espé
- Page 249 and 250: Hay en el mundo muchos protectores
- Page 251 and 252: emota de su desasosiego, o tal vez.
- Page 253 and 254: Corrido este paso, volvimos al mes
- Page 255 and 256: Condescendimos con la reverenda, y
- Page 257 and 258: Me llamaron a acompañarlos, pero c
- Page 259 and 260: ¡Válgame Dios! ¡Y qué acongojad
- Page 261 and 262: Era don Antonio muy prudente, y com
- Page 263 and 264: -Pues no tenga su merced cuidado. V
- Page 265 and 266: -¿Lo mato, señora? ¿Lo mato? ¿Q
Cuando me vieron tan jovial y que, lejos de amohinarme, les llevaba el barreno, se hicieron<br />
todos mis amigos y camaradas, marcándome por suyo, pues según decían, era yo un<br />
muchacho corriente, y con esta confianza nos comenzamos todos a tutear alegremente.<br />
Costumbre ordinaria de personas malcriadas, que comienza en son de cariño y las más<br />
veces acaba con desprecios, aun entre sujetos decentes.[51]<br />
Cátenme ustedes ya cofrade de semejante comunidad, miembro de una academia de pillos y<br />
socio de un complot de borrachos, tahúres y cuchareros. ¡Vamos, que en aquella noche<br />
quedé yo aventajadísimo, y acabé de honrar la memoria de mi buen padre!<br />
¿Qué hubiera dicho mi madre si hubiera visto metido en aquella indecentísima chusma al<br />
descendiente de los Ponces, Tagles, Pintos, Velasco, Zumalacárreguis y Bundiburis? Se<br />
hubiera muerto mil veces, y otras tantas habría resuelto ponerme al peor oficio antes que<br />
dejarme vagabundo; pero las madres no creen lo que sucede, y aun les parece que estos<br />
ejemplos se quedan en meros cuentos, y que aun cuando sean ciertos no hablan con sus<br />
hijos. En fin, nos acostamos como pudimos los que nos quedamos allí, y yo pasé la noche<br />
como Dios quiso.<br />
Seis u ocho días estuve entre aquella familia, y en ellos me dejó Januario sin capote, pues<br />
un día me lo pidió prestado para hacer no sé qué diligencia, se lo llevó y me dejó sin sarape.<br />
A las cuatro de la tarde vino sin él, quedándome yo muerto de susto cuando me contó mil<br />
mentiras, y remató con que el capote estaba empeñado en cinco pesos.<br />
-¡En cinco pesos, hombre de Dios! -dije yo-. ¿Cómo puede ser eso, si está tan roto y<br />
remendado que no vale veinte reales?<br />
-¡Oh, qué tonto eres! -me contestó-. Si vieras los lances que hice con los cinco pesos, te<br />
hubieras azorado; ya sabes que soy trepador. Me llegué a ver como con... yo te diré.<br />
Quince y siete son veintidós, y... ¿nueve?, treinta y uno... ¿y doce?, en fin, como con<br />
cincuenta pesos, por ahí.<br />
-Y ¿qué es de ellos? –pregunté.