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He Vivido

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Glasgow. Era natural de Donostia y después de un noviazgo de un par de<br />

años nos prometimos, y cumplimos nuestra promesa el 17 de Abril de 1948.<br />

Por tanto, he vuelto al pueblo de mi infancia y de mi juventud. La lucha<br />

frustrada contra el sistema de desigualdades me llevó al exilio. Me alcé en<br />

contra de la subordinación asfixiante porque creía en la hermandad. Arriesgamos<br />

nuestras vidas en numerosas ocasiones pero no sé si se nos comprendía.<br />

Y recuerdo las atroces imágenes de la guerra con la misma claridad con<br />

que recuerdo el sonido del chistu y el tamboril de la plaza de Eibar mientras<br />

nos machacaban a golpes en la cárcel del pueblo, como si el espectro de los<br />

jóvenes detenidos importara un bledo a la mayor parte de la ciudadanía.<br />

Nos posicionamos en contra de una normativa legal equivocada y a favor de<br />

otros ciudadanos en peor situación que la nuestra, y –contradicciones amargas<br />

de la vida– en la plaza de Eibar no sabían nada de nosotros; estábamos<br />

olvidados en la desgracia, mientras de nuestros cuerpos destrozados manaba<br />

sangre roja. Pero había que seguir adelante. Se trataba de una misión digna<br />

y honorable, reservada sobre todo a los solteros, a menudo dispuestos a cumplir<br />

adecuadamente las injusticias provocadas por el clero. Soy de los que<br />

piensan que los soldados de aquella misión tenían mayor mérito que los de<br />

cualquier congregación contemplativa.<br />

La guerra me alejó de mis raíces, y desde entonces he vivido como hoja<br />

llevada por el viento, de acá para allá, sin construir nada estable en ninguna<br />

parte. Desde 1934 hasta 1945; fueron demasiados años dedicados a unos<br />

intereses que no prometían nada. Tras otros cinco años de pelea, deseando<br />

ya olvidar todo tipo de carencias y restricciones, emprendí una nueva vida<br />

con mi esposa, Rosa Salvide Beratarbide. La Asociación Internacional IRO<br />

se encargó de pagarnos el viaje a Montevideo, en el barco “Protea”. Atrás<br />

quedaba mi estancia francesa. Corría Mayo de 1950.<br />

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