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allo me hicieron parar y me pidieron los papeles. “¿Nombre?”, me preguntó<br />
uno de ellos. “Messeguer Mondragón” le respondí en lo que fue el estreno<br />
público de mi nueva identidad. Me dejaron ir, y tras recorrer unos<br />
kilómetros a pie llegué hasta un bar. Mientras esperaba que llegara el tren<br />
de Toulouse pude comer algo, gracias a unas palabras en francés aprendidas<br />
en las clases de los brigadistas. Aunque el moreno que me propició la estancia<br />
de cinco largos meses en Argeles sur Mer me delataba, parece que mi<br />
actitud decidida y seria no dio lugar a duda y me dejaron en paz.<br />
Gracias al recuento de juntas de vía que avanzábamos por minuto, no me<br />
resultó difícil calcular la velocidad del tren: 108 kilómetros por hora. El convoy<br />
iba lleno hasta los topes, mis compañeros de viaje eran campesinos y llegué<br />
a Toulouse sin sufrir percance alguno. En esa ciudad volví a tener<br />
problemas, ya que no era fácil encontrar trabajo, sobre todo para alguien sin<br />
papeles como yo. Sólo una cédula de apellido catalán validaba mi identidad.<br />
Podía caer preso en cualquier momento, en cualquier registro de los gendarmes<br />
en la calle u otro lugar público. Por si acaso, compré una de esas cuerdas<br />
gruesas utilizadas en albañilería, con su gancho incorporado, y durante varios<br />
meses por la noche la tuve preparada, pues podían venir a por mí cuando<br />
menos me lo esperara, y en ese caso la cuerda me habría sido de gran ayuda<br />
para una hipotética fuga desde mi ventana, que daba al río Garona.<br />
Mientras permanecí en el campo de concentración de Argeles sur Mer, al<br />
que denominábamos “El Arca de Noé”, mis padres regresaron a Mondragón.<br />
Por lo tanto, al no conocer a nadie en Toulouse, mi situación fue empeorando<br />
día a día. Tenía que hacer algo, inventar algo, y aprovechando mi habilidad<br />
para el dibujo artístico, comencé en labores de retoque de fotografías,<br />
en mi habitación de la casa que tenía alquilada. Me puse a trabajar apoyado<br />
en la publicidad “boca a boca” y enseguida empezaron los encargos. Así fue<br />
como me convertí en un verdadero maestro en arreglos de negativos fotográficos.<br />
Gracias a la blusa de trabajo y a una pequeña boina adquirí aspecto<br />
francés. Eso y el llevar conmigo a todas partes una carpeta de cartón hicieron<br />
que nunca levantara sospechas ante la policía, por lo que pude dedicarme<br />
a aquel seudo-oficio con tranquilidad.<br />
Con todo, no logré dar la vuelta a mi situación calamitosa. A finales de<br />
mes las solía pasar canutas para conseguir bonos alimenticios... ¿Dónde?...<br />
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