He Vivido
He Vivido He Vivido
Llegué –o me llevaron– al campo de concentración de Gürs, en Francia, donde trabajé a las órdenes de Julián Etxebarria, antiguo director de la Escuela de Armería de Eibar. Mi labor consistía en examinar la capacidad técnica de miles de prisioneros que iban a ser utilizados en la industria de guerra francesa. Civil. Se nos pidió paciencia. Pero se puede decir que a primera hora de aquella mañana todo San Sebastián se agolpaba a la entrada de nuestra cárcel. Banderas, bandas de música, dirigentes de partidos políticos... y un montón de taxis esperándonos. Primeramente, dieron la orden de ponernos en libertad a los que aún no habíamos sido juzgados. ¡Qué gritos de emoción! Pero antes de salir me acerqué a “Tuntun” y le invité a subir a mi celda, en el segundo piso, para hacerle partícipe de mi secreto. Así, le mostré las comodidades del cubículo que estaba a punto de abandonar para siempre: mi electricidad particular y mi radio. Nos dimos la mano. En la calle predominaba la alegría y la algarabía. Nos llevaron a comer a la Parte Vieja y para el anochecer yo ya estaba rendido, sumamente cansado, y me dirigí al Paseo Nuevo en busca de un poco de tranquilidad. Una mujer se me acercó desde la oscuridad. Cuando me di cuenta a qué venía, le informé, sonriendo, de dónde había salido y del estado lastimoso de mis bolsillos. Me deseó buena suerte. 88
Partí hacia Mondragón al día siguiente. El hecho de encontrarme de nuevo con los lugares y paisajes que dejé atrás año y medio antes no me producía una sensación tan agradable como el de poder abrazar a mis padres y, quizás antes, a mi novia. Sin embargo, cuando me encontré delante de la chica que había estado conmigo en el cine aquel 4 de Octubre de 1934, me preguntó con metálica frialdad: ¿A qué has venido?. Uno de los primeros a los que visité con mi libertad recién recuperada fue al ingeniero Chacón. Fui a verlo a la fábrica y le confesé que no le guardaba rencor, aunque él pensara lo contrario. “Ah!... Aquel plano lo hice yo, sí señor, pero sin ningún detalle alusivo” le remarqué, queriendo dejar claro que el producto surgido de mis manos no era más que un croquis. El sistema democráticamente elegido duró cinco meses. Recordé con miedo lo presagiado por el astrólogo estando yo en el fuerte de Guadalupe. Creamos las milicias y nos enviaron a vigilar los alrededores del pueblo provistos de escopetas de caza, al objeto de que las tropas que pudieran venir de Vitoria no nos sorprendieran en la cama. Más tarde me destinaron a la central telefónica. Mientras tanto reunieron a los carlistas en la escuela de niñas de Viteri. Pero la victoria de los franquistas en Vitoria trajo el frente hasta Arlaban y desde el 19 de Julio Mondragón se convirtió en el cuartel de los “rojos”. ¿Qué hizo entonces el “izquierdista desalmado” Jesús Trincado? ¡Aja! Leí en los periódicos artículos sobre la heroica resistencia de los asturianos, explicando que los cartuchos de dinamita lanzados mediante honda podían llegar a veinte o treinta metros de distancia. Tomando como base esa idea, comuniqué a los que estaban al mando de la defensa del pueblo que yo estaba dispuesto a preparar un lanzabombas que arrojaría artefactos manuales a cien metros de distancia. Cuando me dieron su aprobación, inicié el estudio técnico y de allí a poco tiempo diseñé unos morteros que, por lo menos en teoría, podían alcanzar los 60, 80, 120 e incluso 230 metros. Llevaron los planos a Babcok Wilcox de Bilbao. Mas jamás supe si les hicieron algún caso o no. Perdimos Mondragón y partimos hacia Elorrio. Pero no quisiera hacer mención de los recuerdos clasificados en los distintos anaqueles de mi me- 89
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