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En la boca de Errebal, oímos claramente el golpeteo sobre el yunque de<br />
Olatxo, el herrero. Y un poco más adelante, el carbonero Kamiñero sacó su<br />
carretilla repleta de sacos para iniciar el reparto casa por casa. Así mismo,<br />
el chatarrero Madina llegó con unas canaleras. Y observando desde nuestra<br />
privilegiada atalaya aquel conjunto de diferentes profesiones, nos dieron las<br />
ocho y media de la mañana sin haber caído en cuenta de ello. Vimos a muchos<br />
niños por la calle; algunos iban a la escuela; otros, en cambio, llevaban<br />
pequeñas marmitas que contenían el almuerzo de sus padres, quienes trabajaban<br />
a destajo o estaban en la fábrica desde las seis de la mañana. Frente<br />
a la tienda de Zeziaga, el pregonero se preparaba para iniciar su ronda diaria.<br />
Por lo que pudimos escuchar, aquella mañana se vendían sardinas y bonito<br />
donde Ines Txantxote.<br />
También entonces, como hoy, existía una gran perspicacia a la hora de<br />
identificar personas y sucedidos. Ya he comentado alguna vez, hablando<br />
sobre los apodos del pueblo, que nuestra generación fue harto fecunda en la<br />
invención de motes. En aquellos tiempos el carácter del caserío era el que<br />
predominaba y, a falta del influjo de medios como la televisión, se daban las<br />
condiciones óptimas para que la chispa popular se encendiera a todos los<br />
niveles. Y de eso sí que sé algo, pues podría hablar sobre el origen de cientos<br />
de motes del pueblo, siendo éste un pasatiempos que siempre me ha complacido.<br />
Tanto mérito tiene la frase “El que caga y mea fuerte, vivirá hasta<br />
la muerte”, aparecida en los servicios del taller de cerrajería de la Unión Cerrajera,<br />
como la ocurrencia del profesor de la Escuela Viteri el día que, tras<br />
advertir que alguien había cagado fuera de sitio, hizo a los alumnos que volvían<br />
a clase la celebre pregunta: ¿Quién de aquí tiene el agujero de atrás<br />
torcido? Dos estilos diferentes, pero dotados de una agudeza similar. Y, sin<br />
darnos cuenta, convivíamos con ambos estilos.<br />
En todo caso, también existen aspectos en los que la transformación ha<br />
sido total. Por ejemplo, ¿se viven igual el Viernes Santo de entonces y el de<br />
ahora? En aquella época, tan pronto como la Banda de Música entonaba la<br />
Marcha Fúnebre, los curas provocaban en nosotros una sensación terrorífica.<br />
Las principales características del fervor que causaba en nosotros aquel<br />
himno eran el escalofrío y la carne de gallina. Para que en aquel tétrico escenario<br />
no nos faltara de nada, contábamos también con guardias civiles<br />
sosteniendo sus tricornios entre las manos, contagiados de aquella ridícula<br />
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