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He Vivido

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En casa mi madre cosía para poder aportar un poco de ayuda a la exigua economía familiar.<br />

Y en Mondragón se hacía lo propio en muchos otros hogares, exisitiendo centros<br />

de aprendizaje de confección. De vez en cuando se organizaban pequeñas fiestas a las<br />

que me gustaba asistir.<br />

Con el día despuntado, atravesamos el caserío Ale, tras el frontón, para<br />

así llegar al matadero. Y volando por encima del puente de madera de Urbixa,<br />

nuestro medio de transporte mágico nos condujo al camino de Maala.<br />

Allí, en la huerta bajo el camposanto, vimos a Severiano Samperio trabajando<br />

al parecer en los preparativos de la cosecha de verano. Siendo niños,<br />

los nísperos, moras... ¡y las peras de una libra! de Samperio eran para nosotros<br />

tentaciones del paraíso.<br />

A la izquierda está Villa Amparo, la casa de Dagoberto Resusta. Y antes<br />

de llegar al palacio de Sola, dejamos allá abajo la presa de Maala, llena hasta<br />

arriba gracias al agua del río Aramaiona, sobre todo en la curva donde empieza<br />

el canal cubierto que conduce al molino de Ale. En ese lugar se podía<br />

ver de vez en cuando al tabernero Errekalde lanzándose al agua en busca de<br />

cangrejos. Ciertas noches templadas de verano, sus prolongadas desapariciones<br />

bajo el agua dejaban a más de uno sin aliento.<br />

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